Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
POLITICAS Y ADMINISTRACIÓN
PÚBLICA DE ORIENTE
MAESTRIA EN GOBIERNO Y
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
CIENCIAS POLITICAS
TRABAJO FINAL
ANTECEDENTES DEL NEOLIBERALISMO Y SU INGERENCIA EN LA
POLÍTICA MEXICANA.
Nuestro país fue afectado, desde su creación, por permanentes conflictos internos e
intervenciones extranjeras.
México es un país de enormes contradicciones: por una parte, es uno de los quince países
más ricos del planeta con infinidad de recursos materiales y humanos y, por la otra, es una
de las economías más desiguales del mundo con más del 40% de su población por debajo
de la línea de pobreza, según datos del propio Instituto Nacional de Estadística y Geografía
(INEGI). Alrededor del 20% de su población cuenta con un ingreso apenas suficiente para
satisfacer las necesidades mínimas de alimentación, lo que lo lleva a situarse por debajo de
los primeros 50 países del mundo en lo que a desarrollo humano se refiera.
Como precedente, se tiene que a principios de los años setenta comienza a presentarse
síntomas de agotamiento de un patrón de acumulación que, durante varias décadas, se
tradujo en épocas de prosperidad para la economía mexicana. Tal patrón obedeció, en parte,
a que tuvo como eje del mismo al sector industrial, orientado en todo momento al mercado
interno. Por lo que toca al desempeño del sector agropecuario, éste tuvo un papel
fundamental; no obstante, es en ese sector donde los síntomas de agotamiento se
presentaron de una manera más tersa. Muestra de lo anterior es que, a inicios de la década
de 1960, la autosuficiencia alimentaria se había perdido, ya que las exportaciones en
materia agropecuaria que en su momento constituyeron la fuente de divisas principal para
la importación de los bienes de producción necesarios para mantener y expandir la planta
industrial nacional, se habían vuelto insignificantes (Mimeo, 1987. P. 5).
El neoliberalismo aplicado en México, a decir de diversos autores cuenta con diversas
características, a saber:
La constitución de 1917 tomaba como base este contenido social, dando con ello al Estado
amplias facultades para intervenir en los diversos campos de la vida nacional para hacer
realidad los anhelos revolucionarios. Como vértice de la estructura estatal quedó el titular
del Poder Ejecutivo: el presidencialismo es la expresión del triunfo sobre las tendencias
faccionalistas y el caudillismo, que de paso rompe con el personalismo para transformarlo
en institución.
Las características antes mencionadas fueron tomadas por el periodo cardenista, al ser un
régimen de cambios institucionales, obviamente con las particularidades inherentes al
sistema político mexicano. Las políticas públicas implementadas en dicho sexenio pueden
resumirse en las siguientes: acelerar al máximo el reparto y la reforma agraria; el impulso a
la industrialización, con especial importancia al desarrollo de cooperativas obreras;
educación socialista; así como la explotación de los recursos nacionales.
Todo ello fue parte de un plan sexenal que, más que solo un planteamiento de acción
burocrática, era un programa ideológico de contenido reivindicatorio para las masas: las
fuerzas revolucionarias encontraban a su Estado y éste actuaba en nombre del pueblo.
Una de las políticas cuya implementación ha generado mayores dividendos para el Estado
mexicano, lo fue el llamado desarrollo estabilizador, el cual fue la continuación del
programa de industrialización implementado años antes, pero ahora por medio de la
atención a otros mecanismos de la actividad económica, como el financiamiento externo y
la captación de ahorros de sociedades financieras y bancos hipotecarios. La frase
emblemática de dicho periodo fue el que “no hay solución a la miseria mientras no haya
impulso a la producción”.
La lógica de los gobernantes giró en torno a la idea de que sin desarrollo no era posible la
realización de la justicia social, pues no se trataba de igualar a todos en la pobreza sino de
igualarlos en la riqueza.
En lo que toca a los grupos empresariales, éstos ya no fueron un grupo plegado al poder
estatal; por el contrario, su opinión fue, frente a los diversos problemas nacionales, tomada
cada vez más en cuenta. Lo anterior tenía que ser necesariamente así, ya que sus intereses
también se encontraban en juego: huelgas, política monetaria y crediticia, así como la
inversión extranjera, por nombrar algunos.
En resumen a dicho periodo, conocido como el “milagro mexicano”, se tiene que bajo sus
pies lo soportaba la miseria de una mayoría poblacional. Como era de esperarse, los apoyos
sociales sufrieron un debilitamiento, al igual que las instituciones demagógicas desgastadas
a fuerza de repetirse. Las condiciones de injusticia eran innegables a pesar de múltiples
promesas de solucionarlas.
La situación económica de México tuvo, a mediados de los años setenta, un deterioro que
se debió a la expansión del gasto público sin acompañarla de incrementos en la
recaudación, con ello, el déficit fiscal creció y con ello aumentaron el déficit de cuenta
corriente y la inflación.
Una política implementada por el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976), era considerar
que una mayor intervención estatal sería el mejor camino para aliviar las tensiones sociales
surgidas durante los disturbios de finales de la década de 1960, aunado a la actividad
guerrillera que comenzaba a gestarse. En respuesta a tales presiones, se decidió incrementar
el gasto público, incluyendo el gasto social, intentándose además fortaleces el control
gubernamental de la economía aumentando el número de las empresas en manos del
Estado, expandiendo a su vez los mecanismos regulatorios.
La recesión que siguió a la crisis de 1976 fue de corta duración, gracias al descubrimiento
de cuantiosas reservas de petróleo a fines de dicho año, lo cual propició un drástico cambio
en la política económica en nuestro país. La intención del gobierno de López Portillo era
“promover el crecimiento económico y la autonomía mediante la presencia de un sector
público activo”. Uno de los lemas que pasó a la prosperidad fue que el gobierno debía
ahora “administrar la abundancia”.
La política fiscal expansiva financiada con crédito externo agravó los resultados habituales
de un auge exportador de recursos naturales, teniendo efectos tales como la denominada
“enfermedad holandesa” donde el aumento de la demanda agregada interna que los
acompaña genera aumentos de precios en el sector de los bienes no comerciables y, en
consecuencia, una apreciación real del tipo de cambio.
Lo que siguió en 1982 fue un ajuste caótico debido a que las políticas implementadas
habían resultado notoriamente incongruentes; tales ajustes consistieron en adoptar en
paquete de contracción fiscal con devaluación, una elevación de los precios de los
productos energéticos y una devaluación del 80% en el valor nominal del peso. No
obstante, en ese mismo año se implementó una elevación del 30% del salario mínimo e
incrementos menores para los niveles salariales más altos.
Dicho cambio en la política económica, insensato desde el punto de vista económico,
reflejó el viraje político de López Portillo, quien se sintió traicionado por el sector privado
que, en su opinión, no obstante haber sido favorecido por los numerosos subsidios
proveídos durante el auge petrolero, no respondió a su llamada a la cooperación sino, por el
contrario, emprendió una continua y masiva fuga de capitales. Como alternativa a lo
anterior, López Portillo recurrió al sector obrero, lo que explica su decisión posterior de
nacional el sector bancario.
El año de 1982 fue caracterizado en México por las grandes devaluaciones del peso, el caos
en los mercados financieros y una desaceleración de la actividad económica. La producción
disminuyó en 0.6%, la inflación aumentó al 98.8% y las reservas de divisas bajaron a 1,800
millones de dólares, equivalentes apenas a un mes de importaciones de mercancías y de
servicios no factoriales en 1982.
El consenso era que en el corto plazo el objetivo principal debía ser restaurar la estabilidad
financiera y controlar la inflación. Las metas de mediano plazo incluían fomentar la
competitividad externa de la economía, aumentar el ahorro interno y disminuir la
intervención estatal en la actividad económica
La relación en términos de intercambio entre las naciones, se relaciona con los cambios en
los patrones de comercio derivados de la eliminación de arancelas, así como de la
especialidad que en materia productiva pueden conducir los tratados de integración, parte
fundamental del neoliberalismo. Los efectos de tales intercambios no solo ocurrirán en los
países que se integran, sino también en la relación de tales naciones con terceros mercados.
La evaluación de los efectos mencionados, en materia social, plantea varios problemas; uno
de ellos son los efectos estáticos: en términos hipotéticos, la pérdida o ganancia de un dólar,
será la misma tratándose de un rico propietario de empresas que de un consumidor con un
poder adquisitivo bajo. En el supuesto de que dicho dólar caiga en manos del gobierno
conlleva a una ambigüedad accesoria: será utilizado para financiar servicios públicos
indispensables o para cuestiones meramente subjetivas, tales como el fortalecimiento en el
gasto militar.
Tenemos que una capacidad elevada para crear riqueza puede generar, irónicamente, un
acrecentamiento del empleo y elevar los índices de pobreza, sin que lo anterior encuentre
salida en la llamada política de mercado, lo que se ha agudizado a partir del debilitamiento
de ciertas funciones del Estado frente a los grandes capitales.
A lo anterior conviene precisar que ninguna política puede ponerse en vigor sin una
administración eficiente, ya que si bien los propietarios de los grandes capitales se
organizan para decir cómo deben ejecutarse tales políticas, es la administración pública y
las personas que la componen, los que deberán ejecutarlas. Si bien una mala administración
implica el riesgo –aún y cuando exista una buena política–, lo cierto es que, para que una
política funcione, se debe tener el apoyo de las personas que componen la administración
pública, así como de los ciudadanos quienes disfrutaran o sufrirán de los beneficios o
perjuicios generados con motivo de la ejecución de tales políticas.
Concluyo el presente ensayo con el concepto del “barco del estado” aplicado a la ciencia
política, el cual contempla que el titular de un gobierno, al igual que el timonel de un barco,
debe conocer los siguientes aspectos: