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La mujer en la sociedad

colonial hispanoamericana HISTORIA


SOCIOPOLITICA
LATINOAMERICA
NA
4° “A” ISFD N°8 “JUANA MANSO.

Valeria Sanchez
La mujer en la sociedad colonial hispanoamericana.
De acuerdo con el ritmo lento de cambio que operó en la vida de las mujeres y en las
instituciones a través de las cuales ellas expresaron, la cronología ha sido dividida en
periodos muy generales: inicios del periodo colonial (1500-1620); periodo colonial
intermedio (1620-1760) y fines de la colonia (1760-1810).

Asentamientos y migraciones de mujeres peninsulares.


El primer contingente que llego fue como colonizadoras y esposas. Las mujeres que
migraron al nuevo mundo tenían obvias esperanzas de un rápido ascenso social, pero
no todos lograron acomodarse fácilmente. Un sexto de las mujeres que emigraron
(1560-1579) estaban registradas como sirvientas. La posibilidad de permanecer
ocupadas fue pequeña, debido a la disponibilidad de un gran contingente de mano de
obra indígena femenina barata. Hubo quejas sobre la conducta de muchas mujeres
peninsulares.
Durante el siglo XVI, las mujeres migrantes desempeñaron un papel importante,
actuando como transmisoras de la cultura material y domestica hispánica y de los
valores sociales y religiosos. Por lo común las mujeres migrantes no eran cultas ni
letradas, aunque ellas establecieron modelos para todo tipo de detalles de la vida
cotidiana, tales como la vestimenta y las modas, el arte culinario, los aderezos
materiales del hogar, las diversiones, el cortejo y el cuidado de los niños. La replica de
muchos aspectos importantes del estilo de vida hispánico, en gran parte fue posible
por la oleada de mujeres emigrantes.

Matrimonio y parentesco.
Tanto la cultura indígena como la española atribuyeron al matrimonio un fuerte valor
social, en el siglo XIV ambas corrientes se fusionaron para consolidar el matrimonio
como base esencial de una sociedad sana y ordenada. El matrimonio aseguró la
colonización y la estabilidad que la corona española había tratado de establecer y
mantener en el nuevo orden colonial. La erradicación de la poligamia entre los indios
que la practicaban fue parte de esta política encaminada a fomentar el matrimonio,
que con tanto vigor persiguieron la corana y la iglesia.
La incidencia de matrimonios endogámicos entre las mujeres indias y las de
ascendencia española fue mas alta que la de otros grupos de mujeres. Las mujeres de
las castas o razas mescladas fueron mas dadas a casarse con hombres de origen étnico
diverso. La incidencia mas baja de matrimonios se dio entre mujeres negras.
En 1776, Carlos tercero promulgo una pragmática real que regulaba las practicas
matrimoniales de las clases sociales altas. La ley estipulaba que los hijos menores de 25
años en el caso de los hombres, y de 23, en el de mujeres para contraer matrimonio
tenían que pedir y obtener el consentimiento de sus padres.
A fines del periodo colonial a sido interpretado como un esfuerzo tardío encaminado a
cortar los matrimonios exógamos entre los grupos económico-sociales dirigentes. Es
importante subrayar en el supuesto de que el estado tenia poderes reguladores sobre

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el individuo, cuyo propósito era el crear o mantener una estructura social especifica. La
forma mas completa de control matrimonial fue ejercida sobre los militares.
El matrimonio fue el medio para incorporarse a los grupos que ostentaban el control
de los gobiernos municipales y la burocracia administrativa y judicial, por lo tanto, la
puerta de acceso al poder político. El papel de la mujer en la construcción de este tipo
de redes familiares es obvio. Una familia con varias hijas podía aspirar a diversos
matrimonios con burócratas o terratenientes ricos, los cuales ayudaban a reforzar su
posición social. Como productores de herederos, las mujeres fueron indispensables en
el sentido físico, pero en el contexto político social más amplio solo jugaron un papel
instrumental al estar inmersas en una sociedad controladas por hombres. Únicamente
puede deducirse que las mujeres estaban condicionadas por la educación y la religión
para tratar de ver sus funciones como naturales y apropiadas a su sexo. Las mujeres en
todo caso se beneficiaron de su propio ascenso o del ascenso socioeconómico de sus
familias, lo cual les garantizo el acceso a una vida confortable y de una seguridad
futura para sus descendientes. Solamente mediante el cumplimiento de las fórmulas
matrimoniales tradicionales podían asegurarse tales beneficios.

Posición y ocupación.
las sociedades de la américa española colonial compartieron con España la idea de la
debilidad intrínseca del sexo femenino, y heredaron el sistema legal que pretendía
proteger a las mujeres de su propia debilidad o del abuso de los hombres.
Las mujeres estaban primero bajo el control del padre y después el del marido.
Después del matrimonio, la mujer necesitaba el consentimiento legal de su marido
para realizar cualquier actividad (compras, ventas, participación en sociedades, etc.).
en la américa española colonial, las mujeres renunciaron deliberadamente en la
práctica legal a algunas de las restricciones legales protectoras. Las mujeres podían
mantener el control sobre los bienes adquiridos antes del matrimonio y disponer de
ellos según su voluntad. El sistema hereditario era bilateral. De este modo, la
personalidad legal y económica de las mujeres no era absorbida completamente por el
matrimonio.
La dote tuvo un significado mas importante: el proporcionar una seguridad económica
adicional a la mujer al morir su marido. muchos novios añadían las arras, que
consistían en un regalo de no mas de un diez por ciento de sus bienes presentes o
futuros. Este capital también iba a parar a la esposa junto con la dote, puesto que se
consideraba que era parte de esta.
Las encomiendas fuero creadas para recompensar a los hombres por los servicios
prestados a la corana durante la época de la reconquista de España. Las mismas fueron
vinculadas al matrimonio y solo podían ser legadas a los hijos legítimos. Las leyes
nuevas (1542) prohibieron a las mujeres estar a carga de éstas, pero en la practica esto
fue desatendido y, en ausencia de hijos varones, las esposas o hijas, pudieron
heredarlos y algunas veces administrarlas.

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El equilibrio de las implicaciones negativas y positivas del concepto legal de protección
dio a la mujer colonial un considerable grado de libertad y autoridad. La maternidad
era una función preeminente porque la esperanza de la familia en el futuro se apoyaba
en la reproducción y crianza de los hijos.
Las actividades de la mujer variaban de acuerdo con el grupo étnico y social al que
pertenecía, siendo alguna de estas consideradas mas apropiadas para las mujeres
blancas, urbanas y no acaudaladas, y otras más comúnmente realizadas por indias,
castas o negras.

Costumbres sociales.
Se daba por sentado que las mujeres tenían menos resistencia a la tentación, que eran
seres menos racionales, mas violentas y mas emocionales que los hombres. En la
américa española las ventajas sexuales que e hombre de la clase social dominante
disfrutaba eran realzadas por la disponibilidad de innumerables mujeres indígenas,
castas o esclavas, quienes eran vistas como menos respetables u objetivos más fáciles
de la agresividad o explotación masculina.

Desviación social.
La implicación femenina en crímenes, como perpetradoras o como víctimas, es otro
aspecto de la historia de la mujer apenas conocida. Los estudios sobre la criminalidad
en Nueva España y Argentina colonial sugieren que las mujeres fueron con mas
frecuencia las victimas que las perpetradoras de crímenes. Como víctimas, tanto las
mujeres de los núcleos urbanos como de los rurales fueron objetos de homicidios,
violación y violencia física. La violencia personal de los hombres contra las mujeres fue
frecuente a lo largo del periodo colonial, la forma más común del mismo fue el
maltrato físico a la mujer. Si el maltrato no era excesivo raramente era considerado
causa de divorcio. Durante la conquista, la violación de mujeres indias fue frecuente y
denunciada, pero raramente condena. Algunas formas ambiguas de actividad criminal,
tales como la brujería, las que se les probaba estar involucradas en tales prácticas
podían sufrir el castigo de flagelación, participación como penitente en un acto de fe o
el exilio. Los hechiceros comunes nunca fueron quemados en la américa española,
pero si los seguidores del judaísmo.

educación
la literatura española del siglo XVI relacionada con la educación de la mujer estaba
profundamente dirigida a su instrucción como esposa y madre y claramente definía
dos campos de actividad distintos para el hombre y la mujer. Las actividades de la
mujer estaban centradas en el hogar, y las del hombre fuera de el. En la casa, las
obligaciones del hombre como esposo y padre no estaban tan bien delineadas como lo
estaban las designadas a la mujer como esposa y madre.
No todo el mundo acataba las normas, pero eran trasmitidas a través de la educación
formal e informal o a través de la confesión durante varias centurias.

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La educación femenina en la américa española colonial se basaba en las normas
descriptas arriba pero puede entenderse mejor si hacemos una distinción entre
educación formal e informal- tratándose la primera de la instrucción metódica
impartida por un profesor en una escuela y la segunda en la preparación general para
una vida adulta, impartida en el hogar-. Todas las mujeres recibían algunas clases de
educación informal durante su infancia y pubertad, la cual estaba de acuerdo con sus
eventuales papeles como esposas y madres y también con su condición ya que la clase
a la que se pertenecía determinaba importantes diferencias en cuanto a conductas y
expectativas. La educación indígena antes de la colonización europea consistía en una
instrucción práctica, incluían tejeduría, alfarería y cría de animales.
Hacia fines de la colonia la aceptación de la idea de educar a todas las mujeres fue uno
de los cambios mas significativos en las actitudes sociales sobre la mujer.
La educación en casas o en el interior de un claustro eran aceptables. La mayoría de las
escritoras del periodo colonial fueron monjas. Los conventos ofrecieron el doble
incentivo de instrucción y el de libertad de expresión.
Sor Juana Inés de la Cruz(1648-1695) fue considerada como la “décima musa”. Esta fue
una defensora pionera de la educación de la mujer, lo cual manifestó
apasionadamente en una carta dirigida al obispo de Puebla.
La mayoría de las mujeres de la colonia eran analfabeta, aunque el analfabetismo no
era un obstáculo para el desempeño de actividades que debían realizarse fuera de los
cánones del hogar. Después de la tercera década del siglo XVIII, las actitudes
empezaron a cambiar. La capacidad intelectual de las mujeres llego a aceptarse y a ello
le siguió, como consecuencia natural, la promoción de una educación formal para ellas.
La primera innovación en la practica educacional llego en el siglo XVIII auspiciada por
las instituciones religiosas, los conventos, las escuelas laicas patrocinadas por
confraternidades o por seglares fueron el paso siguiente. Aunque estos institutos
promovieron la educación de la mujer, sus metas seguían siendo conservadoras y
continuaron educando a las mujeres principalmente para cumplir con sus roles en el
hogar. Una innovación positiva fue la aceptación de niñas pobres en las clases de la
mañana o la tarde.
La etapa final en el proceso de desarrollo de la educación femenina fue la aparición a
finales del siglo XVIII de las escuelas públicas, apoyadas por recursos municipales o
sociedades patrióticas. La popularización de la idea de educación para la mujer fue un
logro real, que fue ganado ímpetu cuando se inició el movimiento por la
independencia. Los trastornos causados por las guerras frenaron esta orientación y la
educación femenina no volvió a retomar el camino anteriormente emprendido hasta
los años de 1830.

Vida conventual
Un pequeño grupo optaba por hacerse monja, dedicando su vida al servicio de Dios.
Esta elección no estaba abierta a todas las mujeres y la opción de ingresar a un
convento solo fue posible para un numero limitado. Se dedicaron a la enseñanza y a

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servir de modelo de vida virtuosa a las mujeres indígenas. A éstas como alumnas
ineofitas, se les negó firmemente el derecho a ingresar en una orden religiosa a causa
de una falta de una preparación espiritual. Tanto las ciudades que solicitaban permiso
real para la fundación de conventos de monjas, como la propia corona, consideraban
los conventos como centros de edificación moral y religiosa y a las mujeres que
profesaban como seres piadosos y desinteresados. Las religiosas eran objetos de
reverencia y alabanza por parte de sus contemporáneos. La vida conventual produjo
en la américa colonial española profundas huellas culturales, económicas y sociales. La
mayoría de los conventos requerían a los postulantes que solicitaban ingresar que
aportaran dotes comparables con las que la mayoría de los padres proporcionaban a
sus hijas al contraer matrimonio. La vida religiosa fue una alternativa para aquellas
mujeres que no deseaban contraer nupcias, que tenían una profunda vocación
religiosa o que apreciaban la relativa independencia que los claustros ofrecían.

Mujeres indígenas
Tanto la sociedad Azteca como la Inca eran jerárquicas y en ambas la mujer estaba
subordinada al hombre, en el estado y en la familia. Su posición social dependía de la
clase a la que pertenecía, la cual estaba determinada por la del hombre cabeza de
familia. La poligamia estaba ampliamente extendida entre la clase alta. En ambas
sociedades las sacerdotisas tenían otorgado un papel especial tal como las “vírgenes
del sol” Incas, quienes de por vida estaban dedicadas al culto del sol, las mujeres eran
principalmente auxiliares de los hombres.
Aparte de las ocupaciones domesticas cotidianas, las mujeres realizaban las tareas
agrícolas, la preparación de las bebidas y medicinas y participaban en la actividad de
los mercados locales en aquellas zonas donde estaban bien desarrollados. El valor
econmico del trabajo femenino era reconocido como esencial para la economía
domestica y comunitaria. La educación de la mujer indígena para cumplir con sus
funciones familiares y sociales se impartía en la casa de manera informal o atreves de
las tareas comunitarias.
Las mujeres indias fueron un factor crucial en la conquista de américa. Las uniones de
los españoles con las mujeres indias proveyeron a la primera generación de
conquistadores de aliados, interpretes, cuidado personal y satisfacción sexual. La
institución familiar entre las sociedades indígenas sufrió profundas dislocaciones
durante los inicios del periodo colonial, a causa de la separación forzada de maridos y
esposas y por la instrucción de un nuevo contingente masculino.
Durante y después de la conquista, las mujeres fueron empeñadas por sus familias, en
un intento de ganarse la amistad y protección de los españoles.
A lo largo del periodo colonial, la influencia cultural mas poderosa que recibió la mujer
indígena fue ejercida por la iglesia católica. La erradicación eventual de la poligamia
entre la clase alta tuvo consecuencias importantes para la jerarquía indígena. La
adopción del cristianismo reforzó muchas de las actitudes sobre las funciones de la
mujer en la sociedad. La típica sirvienta era joven y soltera o con menos frecuencia
viuda. Algunas pocas que procedían de Chile eran esclavas. Entre las amas de casa,

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menos de veinte trabajaban fuera de sus casas como criadas o como vendedoras en los
mercados, vendiendo maíz, chicha y otros artículos; otra ocupación mencionada era la
de costurera.

Mujeres negras
Los esclavos tenían garantizados diversos derechos básicos a través del derecho
medieval español, especialmente en las siete partidas, tales como la libertad de
casarse y de no ser separados de sus familias, así como el derecho de comprar su
libertad, hacer adjudicaciones testamentarias o apelaciones al sistema legal. También
adquirieron el derecho a la propiedad y el derecho a exigir a sus dueños el ser
vendidos si estos no los trataban humanamente. A menudo estos derechos eran
ignorados. Las ocupaciones de las mujeres esclavas eran diversas, yendo del trabajo
domestico y venta en las calles a las tareas agrícolas y mineras mas duras. En las
plantaciones azucareras ellas desherbaban los campos, cortaban la caña, cocinaban y
realizaban tareas menores en el ingenio azucarero. En las minas escogían las piedras y
lavaban el oro.
Este estudio de las vidas de las mujeres sugiere que su experiencia histórica estuvo
profundamente definida por su sexo. Sus funciones sociales, sus derechos y sus
deberes estaban claramente diferenciados por los del hombre y definidos para
servirles de complemento, aunque de forma subordinada. Aceptaban las opiniones del
hombre sobre si mismas como seres necesitados de un trato y de protección
especiales, respetaban las distinciones entre lo que era definido como femenino y
masculino. Ello no niega la existencia de mujeres enérgicas y activas, pero en conjunto
las mujeres raramente cuestionaron los papeles que se les habían asignado en la
sociedad como esposas y como madres.
La legislación les impedía actividades cívicas o políticas, por considerarlas un terreno
estrictamente masculino. La iglesia ofrecía a las mujeres una posibilidad de acción en
la comunidad. Se podría decir que los papeles de la mujer fueron mas flexibles durante
la primera parte del periodo colonial que en la última, debido al carácter indefinido
que todavía tenia la sociedad colonial en un principio los diversos grupos étnicos
intentaron acomodarse, asimilar o superponer sus propios conceptos culturales,
sociales y económicos unos a otros. Hubo entonces rápidos ascensos y descensos
sociales, oportunidades para la movilidad geográfica y para actividades que iban mas
allá de los limites domésticos.

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Entre 1810 y 1853 era equivocada la idea de hablar de una nacionalidad Argentina, la que
se conformó en 1880 aproximadamente. Para aquellos que pretendían una confederación
y no un estado federal debemos considerarlos estados independientes y soberanos y no
provincias de alguna nación o estado preexistente. El federalismo no debe ser entendido
como fenómenos de descentralización sino como procesos de unificación.

El pacto federal de 1831

El momento culminante del federalismo argentino se produce en 1831 cuando se suscribe


el Pacto Federal, fundamento contractual de la llamada Confederación Argentina hasta el
acuerdo de 1852. El pacto reconoce la libertad, soberanía e independencia de las
provincias signatarias.

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La génesis del autonomismo.

Comienzo de la formación del federalismo rioplatense, llevara a la emergencia de los


autónomos y soberanos a partir de 1819.

La cuestión de soberanía.

El gobierno del 25 de mayo invitara a los “pueblos” del interior a participar de las
liberaciones políticas en Buenos Aires. Surge el problema de la legitimidad que respaldara
el nuevo poder.

Posturas que muestran el trasfondo de las luchas políticas que intervendrán en la


formación del estado nacional.

Federalismo argentino. Soberanía a todas las ciudades americanas.


Nuevo estado unitario centralizado en los representantes de Bueno Aires, con apoyo de
las ciudades que pretendían mantener la anterior relación con la capital del territorio. Se
intenta que los diputados no sean apoderados del pueblo. La soberanía deja de estar en
los pueblos que representan.

Las primeras manifestaciones de autonomismo de los pueblos.

Surgen conflictos entre las juntas provinciales, las cuales daban manifiestos de autonomía
y los cabildos que intentan controlarlas.

El autonomismo comunal se amplía a la dimensión provincial.

La organización territorial dispuesta por las ordenanzas de intendentes propias del


proceso de desarticulación del espacio virreinal en 1782. Intento ser conservada por los
primeros gobiernos criollos. Las ciudades autonomizadas dan origen a la posterior
formación de las catorce provincias argentinas.

Significado de la soberanía e independencia de los “pueblos” y “provincias”

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La Unión confederal terminó por ser configurada la forma más idónea para garantizar eso
derechos, especialmente frente al amenazante poder de Buenos Aires, con la paradójica
consecuencia de que también terminó por ser preferida en ésta ciudad.
Los pueblos que aceptaron el liderazgo de Artigas, los del Litoral e incluso Córdoba,
enfrentaron a Buenos Aires uniendo el trasfondo autonomista a francas demandas
confederales.

“Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX”

La heterogeneidad estructural.

Ésta obstaculizó el camino hacia la formación de la Nación, el mercado interno y el


Estado Nacional. Una vez lograda la conformación de esta ultima los “terratenientes del
Litoral” hacen sus intereses particulares en generales.

Nación y Estado Nacional.

Los dirigentes de la “Revolución” y del ciclo pos-revolucionario advierten la necesidad


de crear “conciencia Nacional”, creen que la solución pasaba por la centralización del
poder y la desaparición de las más pequeñas unidades de integración social.

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Las políticas de gobierno centralista, gobierno federal fracasaron. La presencia de
elementos de larga duración, originados en el pasado colonial, pesa en el plano de la
estructura, en cuanto al edificio jurídico-político y en el de las mentalidades, esto traba
para definir la construcción de una nueva sociedad.

La acumulación originaria

La concentración de la propiedad mediante la presión económica, el monopolio, la usura


o la expropiación efectiva.
El consecuente despojo de los antiguos propietarios.
Incrementar el patrimonio de la burguesía se reduce a dos categorías:
Primera fase: adquisición de una propiedad cuando es “barata” y luego venderla cuando
su valor de mercado es relativamente alto, segunda fase.
Fase de adquisición: implica una creciente concentración de la propiedad existente y el
despojo simultáneo.
En Buenos Aires la burguesía no acumula comprando tierras a sus anteriores dueños sino
al Estado, a través de un proceso de expansión de las fronteras que desaloja a los “Pueblos
originarios” y “Gauchos”.
En 1820 los ganaderos porteños se van convirtiendo en el sector económico-social-
político más importante de la sociedad rioplatense.
Con la aparición y desarrollo del saladero se constituye el elemento divisorio de
funciones del sector de los hacendados: cría e invernada. El ferrocarril permite el
transporte del ganado de lugares lejanos, esto logra la desaparición de la división entre
zona de crio e inverna.
Las inversiones rurales se manifiestan en ascenso en los años 20, remplazando al
comercio de exportación e importación, las fincas urbanas y las compañías
metropolitanas. Los comerciantes británicos controlaban el comercio exterior y los rio
platenses el interior (fluvial y terrestre).

Región por región

 Córdoba: aparecen terratenientes bonaerenses y adquieren amplias extensiones de


tierra, luego las venden más caras.
 Noroeste (Tucumán, Salta y Jujuy): comerciantes terratenientes se convierten en
industriales.
 La burguesía en los años 70/80 es una clase desarrollada y estableció una alianza
política y con la burguesía del litoral.

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 La burguesía se vincula con la actividad política/económica utiliza un aparto del
estado para su actividad especuladora y le permite afirmar su poder político.
El problema de la formación del Estado Nacional.
La revolución de 1810 trae aparejado la construcción de un Estado Nacional, se
resuelve a través de complejos y violentos enfrentamientos.
El papel de Buenos Aires es buscar las conveniencias de la nación argentina, dar
unidad al pensamiento polito y gubernativo. Esta provincia se establece como cabeza
de la nación porque es el centro del comercio argentino. Hay un simultáneo y
dialectico proceso en el cual la clase construye el Estado y El estado construye a la
clase.

Estado y clases.

La represión de la vagancia, la deserción y el juego tiende a asegurar, reforzar el


dominio interno de clase a través de control del Estado en construcción y del proceso
productivo: servir en el ejército, realizar trabajos públicos, emplearse en labores
productivos. Todo confluye en un mismo objetivo: mantener el espacio de una clase
sobre otra.

Reflexiones sobre la formación del Estado y la construcción de la sociedad Argentina

Estatidad

La formación del Estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social.


Se van definiendo los diferentes planos y componentes que estructuran la vida social
organizada. Estos conforman un orden cuya especificidad depende de circunstancias
históricas complejas.
Dentro de este proceso de construcción social como la formación del Estado Nacional
supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en la
sociedad y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de
instituciones que permiten su ejercicio.

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La estatidad/la condición de ser Estado, organización del poder y de ejercicio de la
dominación política. El Estado es relación social y aparato institucional.
La estatidad supone adquisición por parte de esta entidad en formación, de
propiedades:
1. Capacidad de externalizar su poder;
2. capacidad de externalizar su autoridad que garantice su monopolio sobre los
medios organizados de coerción;
3. capacidad de diferenciar su control;
4. capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante símbolos que
refuerzan sentimientos y permiten el control ideológico como mecanismo de
dominación.
Estos atributos definen al Estado Nacional. El surgimiento de este es el resultado de un
proceso de lucha por la redefinición del marco institucional considerado apropiado para
el desenvolvimiento de la vida social organizada. El mismo surge en relación a una
sociedad civil que tampoco ha adquirido el carácter de sociedad nacional.

Nación y estado:

Varios fueron los factores que impidieron la organización nacional una vez roto el vínculo
colonial con España. Los pueblos que habitaban ese vasto territorio no se fracturaron de
inmediato luego de la revolución. La estructura política heredada de la colonia y su
aparato burocrático continuaran proporcionando durante un tiempo un elemento
aglutinante básico.
Buenos Aires aspiro desde el mismo momento de la revolución de Mayo a constituir una
Estado unificado bajo su hegemonía. La confederación Argentina, constituida luego de la
caída de Rosas sin la adhesión de Buenos Aires, no fue una excepción e ilustra el caso
límite: la coalición de todas las provincias no consiguió imponerse a Buenos Aires.
Los constructores del Estado Argentino fundamentalmente los sectores dominantes de
Buenos Aires no buscaron formar una unidad política mayor o más fuerte, sino evitar la
disgregación de la existente y producir una transición estable de un Estado colonial a un
Estado nacional.
La unidad Nacional Argentina durante las primeras décadas de vida independientemente
se acento más en elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales
plenamente desarrollados. Echeverría (1846) aludía a una unidad tácita e instintiva que
se revelaba al referirse sin mayor reflexión a República Argentina, a cada uno de esos
atributos era posible oponer otros que contradecían la unidad: el territorio “nacional”
distaba de ser una unidad inseparable. Los intereses económicos regionales eran
contradictorios. El interior con sus viñas y tejidos, competía con productos extranjeros

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que importaba el Litoral. El vínculo del idioma no era tal en varias provincias, donde se
preferían los lenguajes indígenas. Tampoco existía una total homogeneidad étnica. Eran
pocos los descendientes de padre y madre españolas y muchos los extranjeros y los
habitantes de razas negra, india y sus diversas miscegenaciones.
Ni perduro un andamiaje institucional colonial suficientemente desarrollado. En el Rio
de la Plata subsistieron en diversas localidades órganos políticos-administrativos
coloniales que tendieron a reforzar el marco provincial como ámbito natural para el
desenvolvimiento de las actividades sociales y políticas. No alcanzaron a conformar un
verdadero sistema institucional, en tanto su autoridad y representatividad fueron
reiteradamente desnaturalizadas por el caudillismo y la lucha facciosa. La provincia fue
una creación del proceso independentista, un sustituto del Estado colonial desaparecido,
el caudillismo fue un sustituto de la democracia asociada al movimiento del pueblo, en
un pueblo que desconocía la práctica democrática.
El aislamiento y el localismo, en condiciones de precariedad institucional, magros
recursos y población escasa, impidieron el total fraccionamiento de esas unidades
provinciales en Estados nacionales soberanos. La posibilidad de negociar desde una
posición formal la constitución de un Estado nacional sobre bases más permanentes que
las ofrecidas por los diversos pactos federativos, resultaba más atractiva y conveniente
que el horizonte de miseria y atraso que la gran mayoría de las provincias podría avizorar.
La superación de ese estado pasaba por establecer alguna forma de vinculación estable al
circuito económico que tenía por eje al puerto de Buenos Aires.
En la medida en que la intensificación del comercio exterior produjo el debilitamiento de
algunas economías regionales, replanteando los términos de su inserción en los primitivos
mercados que se estaban conformando. El paulatino mejoramiento de las comunicaciones
y la consecuente creación de un mercado interno para ciertas producciones del interior
que antes se orientaban hacia los países limítrofes, también contribuyeron al proceso de
lenta homogeneización de los intereses económicos localizados en las diversas
provincias.

Orden y progreso

La ausencia de garantías sobre la propiedad, la estabilidad de la actividad productiva y


hasta la propia vida- derivadas de la continuidad de la guerra civil y las incursiones
indígenas- que oponían escollos prácticamente insalvables a la iniciativa privada.
La distancia entre el progreso indefinido que los observadores de la época anticipaban
como meta de la evolución social, y la realidad del atraso y el caos, era la distancia entre
la constitución formal de la nación y la efectiva existencia de un Estado Nacional.
Recorrer esa distancia, salvar la brecha, implicaba regularizar el funcionamiento de la
sociedad de acuerdo con parámetros dictados por las exigencias del sistema productivo
que encarnaba la idea de progreso.

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En la intención de los hombres de la organización nacional, “regularizar” significaba
imponer un nuevo marco de organización y funcionamiento social, coherentes con el
perfil que iban adquiriendo el sistema productivo y las relaciones de dominación. El
proceso emancipador había desatado fuerzas centrifugas que desarticulaban una sociedad
que pretendía ser nación, sin que las diversas formas ensayadas hubieran conseguido
establecer un nuevo orden. Por eso el orden se erigía en la agenda de problemas de la
sociedad argentina como cuestión dominante. Encontrar la mejor forma de organización
social constituye el problema de fondo; resuelto éste, “la carrera del progreso” se
efectuara “al paso del vapor y la electricidad”. El orden aparecía como la condición de
posibilidad del progreso, éste se constituía en condición de legitimidad del orden.
El orden excluía a todos aquellos elementos que pudieran obstaculizar el progreso, el
avance de la civilización, fueran éstos indios o montoneras. Estas reformas que
dificultaban el progreso eran todavía en 1862 vestigios de una sociedad cuyos parámetros
se pretendía transformar. El orden contendría una implícita definición de ciudadanía.
La instauración del orden además de producir una profunda reconstitución de la sociedad,
significaba dar vida real a un Estado nacional cuya existencia no se evidenciaba mucho
más allá de un texto constitucional. El desorden y sus diferentes manifestaciones
expresaban la inexistencia de una instancia articuladora de la sociedad civil. Luego de
cinco décadas de guerras civiles, los atributos del Estado argentino, solo tenían vigencia
en la letra de la ley. La Confederación Argentina compartía con Buenos Aires el
reconocimiento externo de su soberanía política. Tampoco podía esperarse que el Estado
confederado desarrollara la capacidad de generar símbolos reforzadores de sentimientos
de pertenencia y solidaridad social, esencial mecanismo ideológico de dominación.

Dominium.

El triunfo de Pavón, que confirmó la hegemonía de Buenos Aires sobre el resto del
territorio argentino, allanó- a partir de 1862- el camino para la definitiva organización del
Estado nacional.
Su aleación y expansión implican la conservación de intereses comunes de la sociedad
civil en objeto de interés general y, por lo tanto, en objeto de la acción de ese Estado en
formación. A medida que ello ocurre, la sociedad existente va perdiendo competencias,
ámbitos de actuación, en los que hasta entonces había resuelto- a través de diferentes
instancias y mecanismos las cuestiones que requieren decisiones colectivas de la
comunidad. El estado subroga transformándolo en públicos y generales-.
Esta enajenación de facultades por el Estado adopta diversas modalidades. Consiste en
adquirir el monopolio de ciertas formas de intervención social. En la delimitación de
nuevos ámbitos operativos que ningún otro sector de la sociedad está en condiciones de
atender. La existencia de un estado nacional: 1) exige replantear los arreglos

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institucionales vigentes desplazando el marco de referencia de la actividad social de un
ámbito local-privado a un ámbito nacional-publico; 2) crea la posibilidad de resolver,
mediante novedosas formas de intervención, algunos de los desafíos que plantea el
paralelo desarrollo de la sociedad…
El Estado nacional no adquirió automáticamente sus atributos sino que debió luchar por
constituir un dominio en los diversos planos en que se verificaba su existencia. Al
disolverse la Confederación Argentina, se retornó de hecho al arreglo institucional. Con
excepción de las relaciones exteriores, confiadas al gobierno provisional de Mitre, la
resolución de los asuntos públicos siguió en manos de los gobiernos provinciales y de
algunas instituciones civiles.
A veces, la apropiación funcional implico la invasión de fueros ancestrales. Otras veces,
supuso la incursión en ciertos campos combinando su acción con la de los gobiernos
provinciales y la de los particulares. El ejemplo que mejor ilustra esta modalidad es la
educación. A menudo el gobierno nacional utilizó la fórmula de concesión- con o sin
garantía- para la ejecución de las obras o la prestación de los servicios, contribuyendo a
la formación de una clase social de contratistas y socios del estado.
El desarrollo de las actividades productivas, la mayor complejidad de las relaciones
sociales, el rápido adelanto tecnológico, entre otros factores. Creando nuevas necesidades
regulatorias y nuevos servicios que el gobierno nacional comenzó a promover y tomar a
su cargo.

Penetración estatal.

La apropiación y creación de ámbitos operativos comenzó a llenar de contenido la formal


existencia del Estado, dio vida a una nueva instancia que sacudía en sus raíces formas
tradicionales de organización social y ejercicio del poder político luego de la instauración
del gobierno de Mitre, las reacciones del interior no tardaron en producirse. Se
manifestaron en pronunciamientos de jefes políticos dispuestos a cambiar situaciones
provinciales adictas o contrarias al nuevo régimen, así como en la continuidad de
prácticas autónomas lesivas para el poder central.
Fue la rápida movilización de su ejército el argumento más contundente para ganar la
adhesión de las provincias y eliminar los focos de contestación armada. La centralización
del poder y los recursos resultaban insuficientes. Para ser efectiva, debía ir acompañada
por una descentralización del control, es decir, una presencia institucional permanente
que fuera anticipando y disolviendo rebeliones interiores y firmando la suprema autoridad
del Estado nacional.

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A pesar de ser aspectos de un proceso único, las diversas modalidades con que se
manifestó, esta penetración podrían ser un objeto de una categorización analítica. Una
primera modalidad, que llamara represiva, supuso la organización de una fuerza militar
unificada y distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar todo intento
de alteración del orden impuesto por el Estado nacional. Una segunda, que denominara
cooptativa, incluyo la captación de apoyos entre los sectores dominantes y gobiernos del
interior, a través de la formación de alianzas y coaliciones basadas en compromisos y
prestaciones reciprocas. Una tercera que designara como material, propuso diversas
formas de avances del Estado nacional, a través de la localización territorio provincial de
obras, servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico. Una cuarta y
última, que llamará ideológica, consistió en la creciente capacidad de creación y difusión
de valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que
tendían a legitimar el sistema de dominación establecido. Cabe advertir, sin embargo, que
tratándose de categorías analíticas excluyentes, su examen separado no debe hacer perder
de vista la simultaneidad y compleja imbricación con que se manifestaron en la
experiencia histórica concreta.
En los críticos años de la organización nacional argentina, estas modalidades de
penetración se manifestaron a través de muy diversos mecanismos. Pese al carácter
fundamentalmente represivo que asumió la intervención estatal durante las dos primeras
décadas que siguieron a Pavón, también se ensayaron con variado éxito mecanismos de
penetración más consensuales que fueron configurando los atributos no coercitivos de la
estatidad. La penetración material constituyo una modalidad de control social basada en
la capacidad de crear, atraer, transformar, promover y en última instancia, ensamblar, los
diferentes factores de la producción, regulando sus relaciones.
Conviene señalar no obstante un rasgo que vinculaba a los diferentes modos de
penetración. En tanto los beneficios y contraprestaciones se dirigieron a ciertos sectores
de la sociedad, con exclusión de otros, implicaron a menudo privilegios que por oposición
relegaban a estos últimos a una existencia económica, cultural o políticamente marginal.
Por eso la represión y las formas más consensuales de penetración fueron procesos
simultáneos y recíprocamente dependientes: ganar aliados dio lugar muchas veces a ganar
también enemigos y el progreso en el que se enrolaron algunos exigió el orden que debió
imponerse sobre otros. De esta manera, mecanismos como la intervención federal a las
provincias pueden considerarse a la vez, como una modalidad de penetración represiva y
como un medio de ganar la adhesión y afianzar las bases de poder de sectores aliados
dentro del propio territorio provincial.
El Estado nacional se convirtió en el núcleo irradiador de medios de comunicación,
regulación y articulación social, cuya difusión tentacular facilitaría las transacciones
económicas, la modalidad e instalación de la fuerza de trabajo, el desplazamiento de las
fuerzas represivas y la internalización de una conciencia nacional.

Resistencias.

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Los líderes revolucionarios porteños muy pronto debieron experimentar la resistencia de
sectores sociales sometidos a relevamientos, expropiaciones o contribuciones diversas;
de autoridades locales no resignados a perder o compartir su poder; aspirantes rivales a
monopolizar la soberanía del Estado. Las provincias interiores se mostraron indiferentes
y hasta hostiles a los intentos de Buenos Aires por dar un enlace nacional al movimiento
revolucionario.
La caída de Rosas, el conflicto latente se hizo explícito. El Litoral, con el apoyo del
interior, intento asumir el liderazgo del proceso de organización nacional en
circunstancias. El conflicto asumió la forma de un enfrentamiento entre unidades políticas
territorialmente delimitadas, cuando en realidad constituía el choque de dos concepciones
diferentes sobre el modo de organizar políticamente una nación; pero especialmente,
sobre las consecuencias económicas y sociales derivadas de imponer formulas políticas
alternativas.
El triunfo de Buenos Aires abrió otras líneas de conflicto. Los indios, los caudillos del
interior empezaron a agregarse fracciones de las clases dominantes de Buenos Aires, para
las cuales la existencia de un Estado nacional comenzaba a crear contradicciones y
enfrentamientos en una instancia institucional que no controlaban plenamente.
En primer lugar es difícil establecer distinciones entre los sectores sociales que tenían
acceso a los gobiernos nacional y provincial de Buenos Aires, es evidente que a través
del congreso. Un importante número de legisladores y funcionarios oriundos del interior
comenzó a sostener posiciones no siempre favorables a los intereses porteños. La
representación del interior en el Senado le otorgaba mayoría suficiente para desbaratar
proyectos e iniciativas claramente opuestas a sus intereses.
Las posiciones de poder fueron ocupadas por miembros de una casta político-militar, un
verdadero patriciado burocrático, aunque la política oficial no dejó de estar sesgada hacia
los intereses porteños, ello no significó un compromiso incondicional con los mismos.
Las exigencias de financiamiento y expansión de las actividades estatales resultaban a
menudo contradictorias con los intereses de la incipiente burguesía porteña, por lo que
muchas de las iniciativas del gobierno nacional, lo enfrentaban a ese sector.
El pueblo, disgregado, analfabeto, férreamente dominado como productor y guerrero,
sistemáticamente privado de derechos cívicos, no se alzó. No fue solo la escasa educación
o el Estado de guerra casi permanente lo que facilito el control de las clases subalternas
y explica la falta de movilización popular. Las características que asumió la explotación
agrícola-ganadera, los altos rendimientos, la feracidad y bajo precio de la tierra, la
imposibilidad o dificultad de exportar cereales, permitió que las clases populares tuvieran
acceso a una alimentación barata y abundante, aun en condiciones de vida semibárbara.

Estado y clases

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Históricamente, la clase dominante argentina se constituyó y reconstituyo a partir de
miembros de diversos y cambiantes sectores de actividad. Durante la etapa de las guerras
de la independencia, fue visible el liderazgo ejercido por la casta militar, en los esfuerzos
de centralización del poder. Los comerciantes criollos también tuvieron un papel
destacable dentro del cambiante escenario político de esos años. Tampoco fue desdeñable
la influencia de los hacendados, de los intelectuales, aunque su gravitación crecería en las
décadas siguientes. Hacia 1862, momento crucial en el proceso constitutivo del estado
argentino, la alianza política que asumió el liderazgo de la organización nacional fue una
compleja coalición que cortaba a través de regiones, “partidos”, clases, actividades y hasta
familias. El centro de la escena política fue ocupado por diversas fracciones de una
burguesía en formación, implantada fundamentalmente en las actividades mercantiles y
agroexportadoras que conformaban la todavía rústica aunque pujante economía
bonaerense. A este núcleo se vinculaban: 1) por origen social, un nutrido y heterogéneo
grupo de intelectuales y guerreros; 2) por lazos comerciales, diversas fracciones
burguesas del litoral fluvial y el interior. La existencia de un Estado nacional no sólo
contribuiría a transformar la composición de la clase dominante, sino también a
transformar la propia estructura social.
Frente a una clase dominante cuyas contradicciones abrían espacio a la progresiva
diferenciación y autonomía del aparato Institucional del Estado. El problema del rol del
estado en la construcción de la sociedad y el desarrollo del capitalismo argentino.
La esencia de estas intervenciones consiste en la articulación y garantía de reproducción
de relaciones sociales capitalistas, la evaluación del papel del Estado en la formación en
sectores económicos y sociales exige considerar aspectos eminentemente cualitativos: la
apertura de oportunidades de explotaciones económicas, la creación de valor, la provisión
de insumos críticos para el perfeccionamiento de la relación capitalista o la garantía,
material o jurídica, de que esta relación se reproducirá.
Como hemos visto, estas diversas formas de intervención del Estado contribuyeron a la
configuración estructural de la sociedad argentina. Subsidiando a las provincias, el Estado
promovió la formación de un importante sector de profesionales y burócratas
provinciales, a cargo de actividades docentes, legales, administrativas y religiosas.
Mediante la contratación directa y/o la garantía de las inversiones, contribuyo a caminos,
puentes, diques o a la prestación de servicios de transporte, postas, mensajerías, mensura
de tierras, etc. A través de la creación y afianzamiento de un ejército nacional, favoreció
el proceso de institucionalización de las fuerzas armadas, componente esencial en
cualquier pacto de dominación. Abriendo nuevas oportunidades económicas a través de
la conquista de nuevas tierras, su delimitación, mensura y adjudicación; la atracción y
garantía del capital extranjero; la promoción de la inmigración y el establecimiento de
colonias crearon condiciones propicias para el desarrollo y homogeneización.

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Identidades nacionales e integraciones regionales

Hace años se viene anunciando un mundo sin fronteras, esa afirmación no tiene
correspondencia con lo que está sucediendo en el mundo y que asumir esa creencia
equivocada, además del error de diagnóstico, impone un fuerte límite a la imaginación
social.
Hechos relevantes de los últimos tiempos, la Unión Europea ha abolido las fronteras
internas, pero ha reforzado sus límites con el reto del mundo: Estados Unidos hace cada
vez más difícil el ingreso y la permanencia legal en su territorio.
No todos pueden disfrutar del mismo modo las nuevas conexiones transnacionales. Un
tercio de la población mundial no tiene acceso a la energía eléctrica. Si se continúa
aumentando la desigualdad entre sectores sociales, podríamos sospechar que en esta aldea
global cada vez hay más barreras. El mundo del futuro tendrá más fronteras.
¿Qué sucede con el Estado y con la nación en América Latina?
Se ha dicho que los Estados tendrán un papel cada vez menos importante en un mundo
global.

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Un diagnostico que afirma que el Estado ya no tienen capacidad de intervención implica
aceptar el creciente retiro del Estado de áreas sociales, económicas y científicas de
carácter estratégico. Los sentimientos nacionales pertenecen al pasado, ya que no tendrían
mayor sentido en un mundo global.

Los Estados y sus proyectos nacionales en América Latina

Los sentimientos e identidades nacionales fueron construidos socialmente en procesos


complejos que incluían la consolidación de instituciones, leyes, derechos y accesos a
beneficios ciudadanos.
Para comprender la constitución de la nación en la Argentina se puede tomar el papel de
la escuela como un ejemplo condensador. Por un lado, allí se enseñaba una lengua común,
una historia compartida y una concepción del territorio; al generalizarse como publica y
obligatoria, estableció un piso compartido para el conjunto social.
Los docentes y alumnos de todo el país se han quejado de que los manuales “nacionales”
narraban el mundo como si terminase en la General Paz. En la medida en que esa visión
porteña del país prevalecía, lo nacional estaba muy relacionado con la desigualdad
interior. Esos relatos escolares implicaban hablar de los indígenas como seres inferiores
y la historia era contada desde el punto de vista de los propios ejecutores del genocidio
de la llamada “Conquista del Desierto”. La escuela contribuyó a conformar un conjunto
de imágenes de la Argentina y de sus vecinos.
Los indígenas o los hijos de indígenas y españoles no eran incluidos en los modos de
imaginar la población de un país que se creía europeo. Se pensaba que social y
culturalmente no éramos parte de américa Latina, porque ésta era representada por la
mayoría indígena de Bolivia o Paraguay, o por la presencia africana en el Brasil. Se
construyó la imagen de la Argentina como un país homogéneo, europeo, que contrastaba
con sus vecinos mayoritariamente indígenas o negros. Estas imágenes eran totalmente
reales ni completamente falsas, sino que derivaba del hecho de creer que la Capital
Federal era la Argentina y consecuentemente, de pensar al resto de la población del país
como extranjeros en su propia tierra, como ciudadanos de segunda. En los años 30-40 los
descendientes de indígenas o de indígenas y españoles, comenzaron a llegar masivamente
a Buenos Aires, mientras avanzaba el proceso de industrialización, se los designo como
“cabecitas negras” o “negros”.
En esta fase de construcción e imaginación de las fronteras de las identidades nacionales
había instituciones cada vez más fuertes en términos de su capacidad de intervención
sobre la vida social. Forjaron un sentido de lo nacional.
Hubo procesos históricos que contribuyeron a consolidar tales imágenes. La escuela no
fue solo una fuente de relatos, sino una fuente de ciudadanía. La escuela y otras políticas
del Estado implicaban ampliar y consolidar derechos.

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El Estado posee el monopolio de la violencia legítima en un territorio. Esto ha sido
utilizado en ciertos momentos históricos para hacer valer derechos cívicos, sociales o
políticos.
Lo nacional, implica el sentimiento de pertenencia a una comunidad, cuyas características
y sentidos son definidos en relaciones de poder. La nacionalidad es una forma de inclusión
en la medida en que es base de derechos y de ciudadanía, y en la medida en que se acepta
que una nacionalidad no es ni debe ser sinónimo de una cultura. Hubo países donde
expresiones de las culturas populares se incorporaron a la cultura nacional socialmente
valorada. Otros estados nacionales, en cambio, rechazaron durante décadas las culturas e
identidades indígenas o afro. La falta de reconocimiento de la popularidad interna podía
combinarse con ausencia de derechos ciudadanos, eran discriminados del acceso a la
ciudadanía, los sentimientos nacionales se inscribieron más débilmente en la sociedad.
A lo largo del siglo XX, de manera creciente se desarrollaron procesos especialmente
nacionales, dramas y alegrías nacionales que no son el resultado de una política cultural
del Estado, sino el producto de experiencias compartidas por la población, aun cuando
son vividas de maneras muy diferentes por los sectores más pobres y los más ricos, por
los de la capital y los de las provincias, etc. Los sentimientos de pertenencia nacionales
se vinculan a la vez con el resultado de las políticas del Estado y otros agentes sociales,
organizaciones sociales y religiosas, como con el hecho de compartir, para bien y para
mal, experiencias históricas. Las peores experiencias históricas (desde los terrorismos de
Estados hasta la inestabilidad económica) constituyen, a través de la historia, desde
palabras hasta modos de sentir, desde miedos sociales hasta liderazgos.
En América Latina, las fronteras entre los Estados nacionales no coinciden con ninguna
diferencia cultural anterior a la colonización. Su ubicación se vinculó a disputas entre
portugueses y españoles. No hubo ninguna “causa natural” para trazar esas fronteras, eso
significa que no hubiera fuertes consecuencias culturales del hecho de que frontera se
instituyera.

Estado y cultura nacional.

¿Qué son entonces las culturas nacionales? Esto puede referir más a políticas oficiales
que procuraron en cierto momento instaurar como propio un conjunto de símbolos de la
cultura de un país o formas hegemónicas que distan de describir realidades multifacéticas.
Es necesario comprender que esas políticas y representaciones sobre la nación no
describen una realidad, pero ellas mismas modifican la realidad. En una sociedad no es
posible cualquier representación: si el chamamé o el rock no son postulados como
músicas nacionales y el tango sí, esto da cuenta de procesos históricos y estructurales que
se refieren al lugar que ocupa Buenos Aires en la política oficial de representación de la
nación.

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Es poderosa la creencia social de que el conglomerado de seres humanos pertenecientes
a un Estado nacional tiene una cultura homogénea que sería la causa de la existencia de
ese Estado.

Las hipótesis de conflicto

Por una parte se desarrollaron políticas de homogeneización de la población, definiendo


“tipos nacionales” legítimos que tendían a “invisibilizar” la diversidad interna de los
países. Por otra parte, la construcción de la nacional es por contraste y oposición. El
extremo de la política interna se ejerció sobre y contra los indígenas y los
afrodescendientes.
El extremo de la política externa fueron hipótesis de conflicto bélicos entre Argentina,
Chile y Brasil. La elite política y militar de cada país del Cono Sur consideraba que el
futuro del país dependía de una competencia con sus vecinos más poderosos. Según ésta
visión, el futuro dependía de dominar a los otros.
Se trata, básicamente, del conjunto de medidas económicas, políticas, militares y
culturales que esas hipótesis implicaban. Las políticas produjeron poderosos efectos
socioculturales. Por una parte la convocatoria de los argentinos a marchar a las fronteras
para defender la patria de los supuestos “enemigos”. Por otra parte, esa política se sostuvo
en muchos casos con la instalación de nuevas escuelas, hospitales, empresas públicas,
medios de comunicación y carreteras. El desarrollo local coincidía con las hipótesis de
conflicto. En la década de 1990, el Estado tendió a reducir sus funciones sociales. Las
noticias del Mercosur son contemporáneas a l desaparición de empresas e inversiones
públicas y a la reducción de las políticas educativas y de salud.

Naciones, diversidad e integración.

El nuevo bloque regional y se pretende diluir los Estados nacionales, se comete un error
serio que consiste en falta de realismo. La armonía y el entendimiento mutuo, se plantea
que la nación debe prevalecer en todos los casos y preservarse intacta. Sus tradiciones
culturales y políticas, sus símbolos y referencias parecen entonces constituir un obstáculo
insalvable para lograr la “integración”.
La ausencia de avances legales e institucionales intentó compensarse en el plano
simbólico. Se planteó un proyecto cultural para formular una identidad distintiva del
Mercosur. A través de los discursos que circularan en ámbitos diplomáticos e
intelectuales. Se constituyeron diferentes narrativas acerca de viejas y nuevas identidades,
las relaciones entre los “pueblos hermanos” de los países que integran el tratado. Con la
intención de producir histórica, geográfica y culturalmente una legitimidad que sustentara

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el proyecto de integración, se desarrollaron planes para una nueva historiografía y
geografía del Mercosur. Un proyecto intelectual de ingeniería identitaria supranacional.
Se intentaba construir legitimidad y garantía cultural para un proyecto económico. La
cultura era concebida como funcional y se adaptaba al territorio de las soberanías
nacionales agregadas. Frente a la idea de que no hay más fronteras simbólicas, se pretende
expresar el pluralismo afirmando que cada supuesta “cultura nacional” se conservará
intacta más allá de la “integración”. La integración regional es un nuevo marco para las
mismas diferencias.
Las identificaciones no se construyen a través de mecanismos simbólicos, sino también a
partir del acceso a los derechos ciudadanos, a partir de instituciones y políticas sociales.
La diversidad no es una esencia, sino un proceso histórico.
La convivencia es una convocatoria a la acción, mientras que la diversidad es una
descripción que se da por supuesta. Cuando se afirma convivamos en la diversidad se
presupone que existe una cierta distribución de las diferencias culturales, y de lo que se
trata es de cambiar la actitud frente a una realidad pensada como inmutable. Se debe
reconocer al otro, en vez de discriminarlo o tolerarlo, cualquier acción modifica esa
diversidad. Para todo periodo podemos descubrir un mapa de la diversidad, será
necesariamente un mapa histórico. Cuando se trata de acuerdos supranacionales, la
diversidad que se busca conservar es la que expresan las “naciones”. No se considera, ni
el proceso histórico a través del cual una cierta pluralidad fue trabajada para devenir
“nación”, ni la diversidad contemporánea de los espacios nacionales.
Actualmente prevalece la idea de garantizar una creada diversidad cultural asociada a las
naciones. La nación no se opone a la integración, pero debe sobrevivir intacta a ese
proceso. Conviene reflexionar acerca de las relaciones socioculturales, considerando los
modos complejos en los que las diferencias y la diversidad se encuentran contextualmente
articuladas con las relaciones de desigualdad y de poder.
No hay identificaciones completamente autónomas de relaciones sociales específicas, de
instituciones y de derechos. La diversidad no se encuentra distribuida en territorios
nacionales, y comprender que la heterogeneidad se presenta en cada espacio nacional y
también en cada espacio urbano. Los procesos culturales e identitaria que puedan
generarse serán necesariamente interpretados y concebidos desde esa multiplicidad
constitutiva y dinámica. La diversidad resultante no será un producto de laboratorio, sino
una construcción de muchos. No será una definición, sino un proceso. Será un proyecto
legítimo que impactará sobre el conjunto del espacio de interacción.

Los nuevos escenarios de lo nacional: globalización e integración regional.

Los Estados nacionales fueron el ámbito autoevidente o natural de la acción social y


política. Cada persona era considerada ciudadana de un determinado país. El Estado era
el que detentaba el poder de establecer derechos y obligaciones, de fijar políticas y

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garantizar libertades. Ni lo local ni lo regional ni lo global eliminan lo nacional, pero si
lo resignan y transforman.
La aparición de un marco global reorganiza otros marcos y trastoca lo establecido. Hay
una escala global, una revitalización de lo local, tanto en los sentimientos de pertenencia
como en la acción cívica en ámbitos de pertenencia como en la acción cívica en ámbitos
municipales.
La globalización, al acortar las distancias espacios-temporales, produce un incremento
cualitativo de las interacciones entre grupos sociales y culturales. El aumento de la
interacción, no implica necesariamente que se produzca un aumento de la integración.
Mayores contactos no significan mayor armonía, inclusión y complementariedad. El
incremento de los conflictos.
El riesgo es que se instituya la prevalencia de una cultura global de la desigualdad, la
exclusión, la discriminación y la xenofobia.

Un caso: migraciones dentro de América Latina, discriminación y xenofobia.

Los proyectos de integración regional impulsan la liberalización del mercado de capitales,


apuntando al desarrollo de una economía de escala. En cambio, no se ha avanzado en
facilidades para el desplazamiento de trabajadores en el área del Cono Sur.
Las autoridades comenzaron a afirmar que bolivianos y paraguayos estaban invadiendo
la Argentina, “robando trabajo”, provocando una ola de delincuencia. Se acusaba a
ciudadanos de países limítrofes de provocar dos grandes males: el desempleo y la
inseguridad. La xenofobia no había cobrado nunca la relevancia que tuvo en aquel
momento. El proyecto de argentinización de principios de siglo se había plasmado en una
política de integración. Esto se tradujo en una fuerte compulsión asimilacionista,
homogeneizante. La xenofobia como política central del estado indicaba un cambio de
época en la que la exclusión del acceso a derechos básicos se articulaba con una
marcación potente de extranjeridad.
Lo que produjo el cambio no fue un aumento cualitativo de la inmigración, sino un
aumento de la desocupación. Había un nuevo horizonte laboral de los argentinos, quienes
antes no trabajaban en las condiciones de trabajo que los inmigrantes se veían obligados
a aceptar y ahora aceptaban trabajar en cualquier condición de trabajo.

Segundo caso: zona de fronteras.

Los Estados se enfrentarían por intereses se algunas elites, mientras los pueblos serian
hermanos y solidarios entre sí. Los procesos históricos que mencionamos acerca de la

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construcción de los Estados y las naciones tuvieron impactos muy relevantes en las
maneras de pensar, sentir y actuar de las poblaciones ubicadas en las zonas de fronteras.
Los sentimientos e identificaciones nacionales son centrales en la vida de amplias zonas
de frontera. La frontera constituye y limita su imaginación.
Aunque a veces se cree que en los últimos años el Estado ha tendido a diluirse hasta
desaparecer, en realidad ha habido una transformación. El Estado ha tendido a retirarse
de las zonas de fronteras en sus funciones de protección social, como la salud o la
educación, pero ha incrementado sus controles.
Los Estados nacionales han forjado identidades y culturas nacionales de modos diversos
en América Latina, con diferentes sentidos y distintos grados de éxito. Las persistentes
políticas han producido profundos efectos políticos, culturales y cognitivos en las
poblaciones.

Bibliografía

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 Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX. Ansaldi, W………………3-4

 Reflexiones sobre la formación del estado y la construcción de la sociedad

Argentina. Oszlak Oscar……………………………………………………..5-12

 Identidades nacionales e integraciones regionales. Grimson, Alejandro…...13-18

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