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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA


de la costilla de adán
al útero de eva
EL CUERPO FEMENINO EN EL IMAgINARIO
MÉDICO y SOCIAL DEL SIgLO XIX
DR. JOSÉ NARRO ROBLES
RECTOR

MC RAMIRO JESÚS SANDOVAL


DIRECTOR

MTRO. FERNANDO HERRERA SALAS


SECRETARIO GENERAL ACADÉMICO

LIC. ROQUE JORgE OLIVARES VÁZQUEZ


SECRETARIO DE DESARROLLO Y RELACIONES INSTITUCIONALES

CD ANA gRAF OBREgÓN


SECRETARIA DE PLANEACIÓN, CUERPOS COLEGIADOS Y SISTEMAS DE INFORMACIÓN

CP ISABEL FERRER TRUJILLO


SECRETARIA ADMINISTRATIVA

MTRO. JOSÉ R. VELASCO gARCÍA


JEFE DE LA CARRERA DE PSICOLOGÍA

MC JOSÉ JAIME ÁVILA VALDIVIESO


COORDINADOR EDITORIAL
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA
CARRERA DE PSICOLOgÍA

de la costilla de adán
al útero de eva
EL CUERPO FEMENINO EN EL IMAgINARIO
MÉDICO y SOCIAL DEL SIgLO XIX

OLIVA LÓPEZ SÁNCHEZ


Egresada de la carrera de Psicología FES Iztacala UNAM.
Maestra en Psicoterapia corporal por la Universidad Intercontinental.
Especialista en estudios de la mujer en Programa Interdisciplinario
de Estudios de la Mujer de El Colegio de México.
Doctora en Antropología por el Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología Social.
Profesora Titular A FES Iztacala UNAM.
Línea de investigación: cuerpo, género, salud y sexualidad.
Enfermedades psicosomáticas.
Autora de los libros: “Enfermas, mentirosas y temperamentales.
La concepción Médica del cuerpo femenino
durante la segunda mitad del siglo xIx en México”
“Alternativas terapéuticas en los trastornos psicocorporales”
Autora de diversos artículos en libros y revistas especializadas.
Candidata al SNI.

RESPONSABLE DE LA EDICIÓN
MC JOSÉ JAIME ÁVILA VALDIVIESO
FES Iztacala, UNAM

2007
de la costilla de adán
al útero de eva
EL CUERPO FEMENINO EN EL IMAgINARIO
MÉDICO y SOCIAL DEL SIgLO XIX
Derechos Reservados
c 2007
ISBN 978-970-32-4825-4

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA
Av. de los Barrios No.1 Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla,
CP 54090, Estado de México, México.

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida,


mediante sistema o método alguno, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento escrito de la UNAM FES Iztacala.

APOyO TÉCNICO
MC JOSÉ JAIME ÁVILA VALDIVIESO
Cuidado de la edición
MC LAURA SUSANA RUIZ LUNA
Corrección de estilo
Dg ELIHU gAMBOA MIJANgOS
Formación editorial y preliminares
NOEL RAMÍREZ
Diseño de portada e ilustraciones

Libro financiado por el Programa de Fortalecimiento Académico para las Mujeres


Universitarias (PAPIIT) de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico
(DGAPA), clave: PI300106

Código 01000

IMPRESO y HECHO EN MÉXICO


Agradecimientos
Prefacio
Prólogo
Introducción........................................................................................1

I La fisiología y la patología femenina en la medicina


higienista del siglo XIX: los orígenes de una realidad
orgánica de los cuerpos de las mujeres.........................................9
Los inicios: Las reminiscencias griegas,
la ilustración, la herencia...........................................................................12
La moral burguesa: la resignificación del cuerpo
y el placer femenino.........................................................................22
Reflexiones finales............................................................................24

II La profesionalización de la medicina y las nuevas


realidades sociales: la invalidez femenina.................................27
El sentido social de la enfermedad...............................................32
Las enfermedades del útero y la identidad femenina................36
El impacto de las nuevas representaciones
médicas del cuerpo femenino.........................................................39

III Imágenes y representaciones del himen: un estudio


médico legal del siglo XIX mexicano............................................43
El control médico del cuerpo femenino........................................45
Reflexión final...................................................................................60

IV La concepción del cuerpo de la mujer


indígena en la medicina del siglo XIX..........................................63
Medicina, biología, clasificación y destino....................................65
La doble inferioridad........................................................................70
La justificación de la experimentación médica............................76
A manera de epílogo........................................................................78

V Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina....81


La clínica del cuerpo, espacio de la razón,
del deseo y de la mirada..................................................................85
Deformidades o vicios en la conformación
de la pelvis mexicana.......................................................................86
El ojo clínico.......................................................................................90
La imagen del útero..........................................................................94
¿Tiene el útero una posición normal?............................................97
A manera de reflexión el discurso médico,
un nuevo encierro.............................................................................99

VI El control médico de la sexualidad


a finales del siglo XIX en México..................................................101
El discurso médico y sus intentos por explicar
el funcionamiento del cuerpo femenino......................................103
Entró a consulta y salió sin identidad.........................................108
La función reproductora, sello de la identidad femenina........115
La identidad sólo la perdían las mujeres.....................................117
A manera de conclusión: El sexo verdadero...............................123

VII Las prescripciones de la medicina higienista


del siglo XIX en torno a la sexualidad monogámica.................125
La higiene del cuerpo y salud.......................................................127
El matrimonio espacio social legítimo del acto sexual..............131
Las reglas de la higiene conyugal................................................134
Consideraciones generales respecto al sexo, relativas a la
estación y al clima, la edad, el temperamento,
a la constitución y a la profesión..................................................136
Preceptos higiénicos sobre el placer genésico
a favor de la salud, la longevidad y la robustez........................139
Consideraciones finales.................................................................144

A manera de epílogo.....................................................................147

Bibliografía.....................................................................................149
A Martha Sánchez Soto,
quien encarna lo que soy
y lo que puedo cambiar.
AGRADECIMIENTOS  

L
a elaboración de este libro representa un avance en
ese camino emprendido desde hace doce años
cuando me decidí a estudiar la imagen y
representación del cuerpo femenino en el discurso de la
medicina académica del siglo XIX y XX. Tejer un análisis con
mayor finura ha sido definitivamente resultado del
intercambio académico que he podido encontrar en los
diferentes espacios de estudios sobre el cuerpo, la salud y el
género a los que tengo la fortuna de asistir y pertenecer.
Quiero agradecerles a todos aquellos que han contribuido
con sus intercambios a dar estructura a la investigación
realizada y a los que me ayudaron en el proceso de
publicación:
Al Programa de Fortalecimiento Académico para las
Mujeres Universitarias (PFAMU) de la DGAPA de la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, cuyo financiamiento al
proyecto: Sexualidad, apariencia y comportamiento: la cons-
trucción médica del cuerpo femenino en México: 1850-1910,
clave PI300106, me permitió la publicación de este libro.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

A la Facultad de Estudios Superiores Iztacala,


institución en la que orgullosamente laboro y diariamente me
ofrece un espacio de reflexión y formación de alumnos.
A los compañeros del Proyecto Cuerpo de la FES
Iztacala les agradezco el espacio de crecimiento teórico y
personal, de manera especial al Dr. Sergio López por las
enseñanzas recibidas en este andar del conocimiento so-
bre los procesos psicosomáticos.
A mi gran amiga, la historiadora Elsa Malvido, va un
reconocimiento especial por todo el apoyo brindado a lo lar-
go de estos años, por sus acertadas orientaciones al tema y
el prólogo que escribió al texto. La lectura acuciosa que hizo
del texto preliminar y las sugerencias señaladas me ayuda-
ron a clarificar y dar estructura a mis ideas.
A Juan Antonio Molina, especialista de la palabra,
quien me ayudó a clarificar el estilo del texto y sugirió el título.
A Noel Ramírez, joven artista quien con su talento
me ofreció un apoyo visual con las imágenes que acom-
pañan al texto en cada uno de sus apartados.
A mis alumnas del seminario Cuerpo, género y
salud, impartido en la FES Iztacala desde hace dos años
con quienes he podido compartir y debatir mis ideas. A to-
das ellas gracias por interesarse de manera auténtica en la
salud de las mujeres y porque se han convertido en unas
interlocutoras imprescindibles.
También quiero reconocer y agradecer el apoyo a
Socorro Cortés quien durante los últimos diez años me ha
ayudado a asistir el corazón que habita en mi casa y en
mi existencia.
A mi hijo Hans a quien veo crecer día a día y me
ofrece la esperanza de que se puede construir la vida
desde la cooperación y la alegría, elementos que con toda
seguridad nos permitirán ser mejores seres humanos.
A mis hermanos Óscar, Rubén y Ericka.
PREFACIO  
 
El estado de salud de una mujer está efectivamente
ligado a la cultura en la que vive y a la posición
que tiene ella, así como al modo personal en que
lleva su vida, la cual será resultado de las
disposiciones culturales e imposiciones sociales.
Chistiane Northrup

P
ensar que la modernidad liberó al cuerpo femenino del
mito del pecado original con toda seguridad es negar
el peso de la cultura; cuestionar y analizar el efecto de
ésta en el cuerpo y la salud femenina debe convertirse en
un acto obligado para los estudiosos del campo si aspi-
ramos a ofrecer propuestas alternativas para mejorar la vida
material y emocional de las mujeres. El propósito de estas
páginas es informar y concienciar al lector de cómo la
medicina del siglo XIX se convirtió en un poder demiúrgico
que como tal se ha asumido incuestionable hasta nuestros
días. Al sustituir la función reguladora de la iglesia, la
medicina desarrolló una función reguladora de los cuerpos
bajo los imperativos de la higiene, valor que sustituyó al de
santidad. De ahí en adelante la intromisión de la medicina
en la vida íntima no ha tenido límites. La imposición de la
lógica masculina en todas las esferas de la vida, en es-
pecial en la producción del conocimiento, es el escenario
en el que la medicina aplicó la autoridad de los hombres
sobre la naturaleza femenina, esa que concibieron como
anormal por el hecho de ser diferente al no regirse bajo la
lógica del cuerpo masculino al que ellos mismos consi-
deraron el modelo de perfección.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

En este libro se pretende mostrar a los lectores los


contenidos de la orientación masculina del mundo occidental
compartidos por el sistema médico decimonónico tanto
mexicano como europeo y norteamericano. Todos los mé-
dicos, y las orientaciones que representaron, compartieron
de manera unívoca la noción de que el cuerpo femenino era
inferior y por tanto debía ser dominado y controlado como
un acto obligado.
Teniendo como hilo conductor el mito del pecado ori-
ginal que condenó a las mujeres representadas en la
persona de Eva a sufrir los designios de lo que la religión
judeocristiana, y luego la ciencia, consideró la parte anormal
de nuestros cuerpos, es decir, el útero. Su anatomía y com-
pleja fisiología se constituyó como el objeto de conocimiento
médico por los secretos que alojaba. Así, la mujer asumirá
la paradoja que la ha definido desde siempre y que el siglo
XIX la colocó como un ser enfermo preso de su útero y a la
vez como la portadora de la cultura.
Los siete ensayos que conforman el libro pretenden
llevarlo por temas relacionados con las disposiciones que la
medicina decimonónica impuso en torno a la sexualidad
monogámica, la virginidad, la sexualidad anormal represen-
tada por el monstruo hermafrodita, así como las acciones de
la medicina al reformular los contenidos de la ginecología,
especialidad dedicada al estudio de las patologías feme-
ninas, cuyos contenidos fueron conformando un modelo
femenino caracterizado por la languidez y la enfermedad
como rasgo de su identidad.

Oliva López Sánchez


Septiembre de 2007
PRÓLOGO  

D
e la costilla de Adán al útero de Eva: el cuerpo
femenino en el imaginario médico y social del siglo XIX
es un texto que en siete capítulos la autora revisa
algunas variantes sobre un mismo sujeto, la mujer y la in-
terpretación social que le dio el siglo XIX a través de la mi-
rada médica y jurídica.
El mundo occidental “laico” iniciado a mediados del
siglo XVIII gracias al pensamiento ilustrado del gobierno
Borbón, obligó a separar el poder de la iglesia católica del
Estado, la cual por diecinueve siglos había controlado la vi-
da y la muerte del mundo occidental y de sus colonias.
Ese bisoño siglo XIX exigió reacomodar a los cuerpos y
su valor frente a la globalización y al tratado del libre comercio
tanto de hombre como de mercancías, pero esa “libertad” su-
puso al igual que la democracia unos humanos teóricamente
adaptados, domesticados y educados para funcionar en ar-
monía con la sociedad independiente, no obstante, sus crea-
dores, los hombres perfectos: machos, blancos europeos y
protestantes, dudaron por principio de todos los “otros”, in-
cluida más de la mitad de la especie: las mujeres, sin im-
portar su color, raza o religión; claro, que entre más lejos de
sus especificidades más bajo se situó a dichos sujetos.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Como la autora denuncia en todos sus capítulos,


fueron dos profesionistas quienes concertaron la explicación
del papel que desempeñó cada sujeto en el mundo de la
producción-reproducción-trabajo: los abogados y los mé-
dicos; sin ellos, la teoría no cuajaba, puesto que para de-
mostrar la inferioridad de los otros, versus sujeción, recu-
rrieron a las miles de malformaciones evidentes y a otras
menos obvias mostradas en las autopsias de los delincuen-
tes natos, en particular de las mujeres, ya que su biología
lunar las determinó como tales, amén de los efectos produci-
dos por la degeneración de la subespecie.
Sus estados nosocomiales y patológicos no se debie-
ron a haber tenido que soportar sus vidas con ellos, sino a su
baja naturaleza que las obligó a la invalidez, física y mental, a
tener que estudiarlas como animales de laboratorio para
sustentar a la nueva ciencia: la gínecoobstetricia; hasta hoy
nos preguntamos ¿como es posible que los machos hablen
de nuestro género, cuándo han estado embarazados, cuándo
han sentido las molestias menstruales o menopáusicas,
cuando han sido violados legalmente como esposos?
Hoy los senadores mayoritariamente machos con-
tinúan legislando sobre nuestro cuerpo, liberando el aborto,
cuando por años los ginecólogos se han enriquecido de ello
al haberlo declarado en la Constitución como delito.
Si bien la mujer de ese siglo dejó de ser inferior
porque no se discutía si tenía alma pero no razón, este mo-
delo moderno no la dejó de concebir como la productora del
pecado social, de la degeneración física y mental de ella y
de sus hijos.
No obstante, los siete capítulos nos muestran aún
como parte de esos atavismos del siglo antepasado, pero el
que más nos agravió fue el ingenioso estudio del médico
mexicano que pretendió sobrepasar a los europeos con su
trabajo científico de laboratorio, hurgando en las partes más
íntimas, violando sistemáticamente desde niñas recién
Prólogo

nacidas hasta adultas vírgenes para mostrar las variantes del


himen mexicano y su flexibilidad, acompañado por un meti-
culoso especialista en resistencia física, un ingeniero. ¿Con
qué derecho se abrogó este personaje ese gran placer?
En verdad, la autora muestra en este libro una serie
de agresiones físicas y morales realizadas a lo largo del
siglo XIX en nombre de la cientificidad más pura para justifi-
car la inferioridad ahora corporal de las féminas.
¿Cómo explicar el desgano vital de las mujeres ricas,
su neurosis, su invalidez, depresión, aburrimiento, insatis-
facción, y otras? ¡Fue el útero el culpable, pues aunque no
eran llamadas así entonces, no han cambiado y siguen sien-
do constantes en la conducta femenina del siglo XXI!
Solamente su evidente inferioridad biológica le con-
signó el derecho de seguir teniendo dueño, de no haber deja-
do de ser objetos de compra-venta, de violación legalizada
sistemática dentro del matrimonio, a ¡pero eso sí! sujetas
también a obligaciones higiénicas, y como hoy el sida delató
las conductas bisexuales de los machos, la sífilis evidenció
en esas fechas que los hombres eran polígamos y bisexua-
les, si bien los médicos achacaron a sus hijos nacidos con
esas enfermedades a la debilidad de sus mujeres, no al
contagio transmitido por ellos.
Si recomendaron que el matrimonio continuara sien-
do austero en la sexualidad e indisoluble, el suicidio y el
asesinato de las mujeres en vida conyugal patrocinaron por
lo menos que legislaran sobre el divorcio como una so-
lución, ya que se intentó mantener la idea protestante del
matrimonio monogámico e indisoluble, como dijo Marx: el
origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
El descubrimiento del animal humano biológico fue
un avance importante para la ciencia, lástima que ésta siga
en manos de los machos, claro, ya no son ni blancos, ni
protestantes, menos perfectos, pero su conducta sigue
siendo la misma, y la autora sigue intrigada por la conducta
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de todas las mujeres sin edad ni clase social, ni educativa


específica que continúan padeciendo, en el siglo XXI, las de
su género y a las que tiene que escuchar día a día en sus
labores profesionales, cómo explicarles que los médicos y
abogados las han sumido en esas patologías, ¿quién se lo
va a creer que nos quitan las ganas de vivir?
La riqueza del libro en cada capítulo borda en esos
sentidos, por lo cual la obra se recomienda no sólo a las
mujeres observadas, sino a los hombres espectadores para
que reconozcan los monstruos que crearon.

Elsa Malvido
Verano 2007
INTRODUCCIÓN
De la costilla de Adán al útero de Eva: el cuerpo femenino en
el imaginario médico y social del siglo XIX

El amor verdadero, espiritual, monógamo y


endógeno -se amará sólo a los conversos, a los
habitantes de la Ciudad de Dios-, se convertirá en la
comunidad cristiana en el vínculo fundamental entre
los seres humanos, y en el gran fetiche con el cual
difundirán ampliamente la “buena nueva”.
1
Fernando Torres García

L
as investigaciones sociales, antropológicas e históricas2
sobre el cuerpo lo han ubicado más allá de las coorde-
nadas biológicas para situarlo como un producto cultu-
ral. Estas investigaciones han puesto en evidencia que la
sociedad le da sentido y valor al cuerpo, a la vez que recrea
y reproduce sus significados. En consecuencia, el cuerpo es
un reflejo de la cultura y a su vez ésta lo marca y le confiere
una carga simbólica según el sexo, la edad, la clase social y
la identidad étnica. Por su parte, los estudios de género3 se
han constituido en una herramienta teórico-metodológica
fundamental para mostrar que las identidades genéricas se

1
Torres García, Fernando (2007). Las pedagogías del cuerpo y la educación física.
Un análisis desde la pedagogía de lo cotidiano. Primero Editores, México, p. 50.
2
Mauss, Marcel (1979). Sociología y antropología. Tecnos, Madrid. (Cfr.
bibliografía al final).
3
Berriot-Salvadore, Evelyne (1993). “El discurso de la medicina y la ciencia”.
En: Duby, George y Michel Perrot (coords.). Taurus, Madrid, pp. 109-150.
(Cfr. bibliografía al final).
De la costilla de Adán al útero de Eva…

han construido históricamente y son fruto de la cultura. Las


relaciones entre los géneros se producen y reproducen en el
orden social. El género empleado como categoría permite
analizar los discursos y las prácticas que se han dedicado a
la vigilancia del cuerpo de las mujeres, entre los que desta-
can algunas áreas de la ciencia médica como la higiene, la
obstetricia y la ginecología. Por otro lado, los trabajos sobre
sexualidad nos ponen en evidencia que es un campo de
batalla moral y político y que las formas de pensar la sexua-
lidad están en función del control del cuerpo, que se ejerce a
través de las mediaciones sociales. Entre las formas más im-
portantes se encuentran las categorías, los conceptos y len-
guajes que organizan la vida sexual, que indican qué es bue-
no o malo, sano o patológico, normal o anormal, apropiado o
inapropiado socialmente.
De esta manera, la antropología, historia, psicología
social y perspectiva de género permiten pensar en el modo
como se ha concebido a la mujer y su cuerpo en diferentes
áreas del conocimiento, particularmente interesa el ima-
ginario técnico sobre el cuerpo femenino que la ciencia mé-
dica construyó durante la segunda mitad del siglo XIX y que
sin lugar a dudas heredaron del cristianismo el principio de
la autorrepresión corporal, ya no como un aspecto humano
virtuoso, sino como un elemento indispensable para conse-
guir la salud del cuerpo4.
Para algunos especialistas de las ciencias sociales,
el cuerpo femenino ha dejado de ser el lugar de la repro-
ducción humana atendido por la medicina en sus aspectos
fisiológicos, bioquímicos y hormonales, ahora se entiende
como el territorio de síntesis de la historia social de las muje-
res. La supuesta naturaleza del cuerpo femenino ha sido el
motivo que ha justificado su exclusión y dominación. En el
occidente, el cuerpo femenino y sus representaciones como
4
Torres García, Fernando (2007). Op. cit. Primero Editores, México.
2
Introducción

ser inferior tienen un origen bíblico; el antiguo testamento la


concibió salida de la costilla de Adán y luego la causante de
desdivinizar el cuerpo al orillarlo a comer del árbol de la
sabiduría, entonces se convirtió en la pecadora y de ahí en
adelante quedó presa de la condición de su útero5. Los
griegos la consideraron un macho inferior al creer que su
útero y ovarios eran un pene y testículos invertidos, a esa
anatomía anormal le sumaron sus condiciones de humedad
y frialdad que la ubicaron como un ser pasivo carente de
razón y dominada por sus impulsos sexuales. La filosofía del
siglo XVIII la consideró inferior por su poco juicio y razón. La
biología del XIX la consideró infrahumana y anormal porque
sus funciones fisiológicas no respetaban las leyes de la na-
turaleza. De ahí en adelante, fue pensada como un ser ca-
rente de alma, razón, salud, moral y juicio, en consecuencia,
no tuvo derechos en un mundo pautado por las normas de
los varones. La exaltación de la razón sobre el cuerpo tiene
una larga historia en occidente, el siglo XVII fue definitivo en
esta historia irreconciliable entre el cuerpo y la razón. En
una sociedad en la que ciertas prácticas corporales fueron
consideradas peligrosas, fue más fácil que la exacerbación
de la razón se hiciera efectiva a través de la filosofía, la
ciencia, el derecho, la política y la medicina. Analizar los ar-
gumentos empleados por la ciencia médica decimonónica
para representar el cuerpo y la salud femenina ayudará a
entender que su expresión corporal es el resultado de una
conjugación de elementos religiosos, ideológicos y cultu-
rales que la ciencia médica ha heredado y reformulado a tra-
vés de sus conocimientos técnicos sobre las mujeres.

5
Malvido, Elsa (1996). “Matrimonio y mortaja del cielo no siempre bajan. El
mundo católico en los siglos XVI al XVIII”. En: Lartigue, Teresa y Héctor
Ávila (comps). Sexualidad y reproducción humana en México. Vol.1. Plaza y
Valdés-UIA. México, pp. 51-78.
3
De la costilla de Adán al útero de Eva…

De la costilla de Adán al útero de Eva: el cuerpo


femenino en el imaginario médico y social del siglo XIX
explora el imaginario médico sobre la anatomía, fisiología y
patología sexual de la mujer presente en los textos de medi-
cina de ese siglo en México6, el cual contribuyó a la forma
en la que el estado orientó las relaciones de género. El
capitalismo burgués reconoció como su propiedad al cuerpo
de los individuos y concretó su dominio a través del pensa-
miento científico. El reordenamiento del cuerpo a través del
control de la sexualidad, estipulado por la medicina higienis-
ta durante la segunda mitad del siglo XIX, debe entenderse
como la continuación del discurso religioso que vigiló al
cuerpo en un estado laico.
En el entendido de que categorías como cuerpo,
género, salud, sexo y sexualidad son construidos cultural e
históricamente, es inminente abordar a través de una pers-
pectiva histórico-antropológica algunos contenidos relaciona-
dos con el cuerpo, la salud y la sexualidad femenina porque
fue en ese periodo que la medicina comenzó a penetrar de
manera contundente en uno de los componentes biosociales
más importantes del individuo: el cuerpo7.
El texto intenta hacer un análisis crítico de las
indicaciones médicas que algunas veces manejaron un len-
guaje que expresó abiertamente contenidos moralistas más
que reflexiones objetivas sobre la supuesta naturaleza del

6
Los escritos consultados para la elaboración de este trabajo fueron las tesis
para obtener el grado de médico cirujano de la Escuela de Medicina de
México; libros de texto nacionales y extranjeros que formaban parte del
acervo de la biblioteca de la Escuela de Medicina durante el periodo
estudiado; artículos publicados en La Gaceta Médica de México (GMM),
principal órgano de difusión de la Academia Nacional de Medicina de
México, en la Revista Médica de México (RMM) y en el boletín de la
sociedad mexicana de geografía y estadística. En el caso de las citas textuales
se respeta la ortografía original de los materiales consultados.
7
Malvido, Elsa (1996:56 y passim).
4
Introducción

cuerpo femenino. En otros momentos, los contenidos fueron


más técnicos, pero no por ello menos susceptibles de ser
analizados con las categorías que guiaron el estudio en cada
uno de los siete ensayos que componen el libro. Por su-
puesto, se pretende evidenciar la importancia que cobran los
estudios historiográficos sobre el cuerpo femenino en la com-
prensión de las expresiones corporales de las mujeres en la
actualidad. De esta manera, estudios de este tipo no sólo
atesoran una importancia académica, sino una fuerza inter-
pretativa que debe servir a las mujeres para entender por qué
su salud física y emocional sigue siendo una forma de control
dentro de las relaciones de género en distintos espacios y los
hombres tienen la última palabra al respecto en su papel de
médicos y científicos.
Al situar la práctica médica en un escenario político,
social y cultural reconocemos que sus saberes teóricos y
técnicos responden a demandas sociales de un tiempo y de
un grupo en el poder. Entonces la medicina debe ser
concebida como una construcción sociocultural8.

“[...] la medicina, en tanto institución social, ha sido


siempre un punto de observación y de análisis para
entender la estructura y los procesos más amplios en
los que ella misma se encuentra inmersa. Determinada
por el sistema social, la medicina revela aspectos
esenciales de cada sociedad particular”9.

8
Menéndez, Eduardo (1989-1990). El Modelo Médico Hegemónico y el proceso
de alcoholización. Un análisis antropológico. Tesis. Buenos Aires, pp. 80-111;
Menéndez, Eduardo (1990). Antropología médica. Orientaciones, desigualdades
y transacciones. SEP. Ediciones la Casa Chata, México. Menéndez, Eduardo
(1992). “Modelo hegemónico, modelo alternativo subordinado, modelo de
autoatención. Caracteres estructurales”. En: Roberto Campos (comp.) La
antropología médica en México. Instituto Mora, México.
9
Frenk, Julio (coord.) (1994). Médicos, educación y empleo. Universidad de
Guadalajara, México, p. 13.
5
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Una de las ideas principales que guían el análisis a lo


largo del libro es que la construcción de una entidad patológi-
ca y de la enfermedad como fenómeno social ha permitido
que la profesión médica asuma de manera explícita y sin cor-
tapisas la autonomía e independencia de sus conocimientos
sobre el cuerpo humano, en este caso el de las mujeres.
En el proceso de interpretación de cómo la medicina
decimonónica concibió al cuerpo femenino, el texto comienza
abordando el trabajo de Baltasar De Viguera, uno de los
obstetras y ginecólogos españoles más importantes, cuyo
pensamiento influyó en la formación de los médicos me-
xicanos durante la segunda mitad del siglo; De Viguera, quien
realizó una historia analítica de la constitución física y moral
de la mujer y su sexualidad, reforzó la idea de que el útero
era el órgano controlador en la vida de las mujeres, pero a la
vez su obra permitió conocer las atrocidades y abusos
sexuales hacia las mujeres y los niños que se cometían,
como hasta ahora, en las familias y casi siempre en compli-
cidad del confesor o el médico.
El ensayo dos explora cómo la medicina científica de
ese siglo, a partir de la objetivación de la enfermedad, se
convirtió en un medio de transformación social y construyó
nociones de cuerpo de acuerdo a un orden en el que promo-
vió la invalidez como un rasgo particular de la identidad feme-
nina entre las mujeres de clase media y alta burguesía.
El ensayo tres se ocupa del análisis de cómo ciertas
exigencias morales sobre las mujeres, como la castidad, ins-
piraron la objetivación de la virginidad en la anatomía fe-
menina. En el estudio del médico Francisco Flores acerca del
himen, en México, se pone de manifiesto que la medicina
siempre buscó confirmar sus creencias a través de sus accio-
nes. También evidencia la necesidad de la vigilancia del cuer-
po femenino como requisito del capitalismo que requería el
control de la propiedad y la salud de los ejércitos de trabajo.

6
Introducción

En el ensayo cuatro se analiza la prolongación hecha


por la medicina científica de los discursos frenológicos que
en los siglos XVII y XVIII naturalizaron la supuesta inferioridad
de los otros: indios, mujeres, no blancos y anormales, a
partir de ciertos rasgos fisonómicos. Destacando la doble in-
ferioridad de la mujer cuando, además, era indígena lo que
justificó el allanamiento de sus cuerpos a partir de que sus
variaciones físicas fueron consideradas los signos inequí-
vocos de la anormalidad.
El ensayo cinco muestra la adopción poco crítica de
los médicos mexicanos hacia los postulados de sus pares
extranjeros en materia de ginecoobstetricia que los condujo a
afirmar que la anatomía pélvica de las mexicanas era anor-
mal, por tanto, se le consideró la causa de los partos dis-
tócicos. Se explora el contenido del discurso médico dirigido
a explicar la fisiología sexual femenina, que retomó secu-
larmente la idea católica de su animalidad sexual a través de
la adaptación de los discursos científicos y las técnicas deri-
vadas, para explicar objetivamente la supuesta anormalidad
del útero y demostrar los estragos que ocasionaba en la vida
de las mujeres.
En los ensayos seis y siete se examina la continuidad
de las prescripciones y proscripciones que intentaron regular
la vida sexual de los individuos con un sustento laico. En el
ensayo seis se analizan algunos casos sobre hermafrodismo,
los que por su estructura anatómica fueron considerados
anormales, no obstante, los médicos incluyeron dentro de la
clasificación de anormales a todas aquellas personas cuyo
comportamiento sexual no respetara las prescripciones repro-
ductivas, la heterosexualidad, la monogamia y se alejara del
imaginario social de lo femenino y lo masculino según la so-
ciedad de esa época. Los galenos decimonónicos se esforza-
ron en demostrar que el comportamiento sexual era una
fuerza que la moral, la medicina y lo social debían controlar.

7
De la costilla de Adán al útero de Eva…

En el último ensayo se examinan los contenidos de


algunos manuales de higiene sexual y del matrimonio a
través de los cuales la medicina intentó normar la vida
sexual de hombres y mujeres dentro del matrimonio. El as-
pecto central de la regulación de la sexualidad fue su noción
de proceso fisiológico necesario para preservar la especie.
No obstante, en dichas disposiciones, se estipuló la frag-
mentación del cuerpo femenino desde el momento en que
solamente se reconoció la fisiología sexual de la mujer, la
cual se concibió en su dimensión reproductiva, amén de
considerarla desbordada, pues el vigor de su actividad geni-
tal era mayor que la del varón. El matrimonio resultó ser el
espacio legítimo del ejercicio y control de la sexualidad fe-
menina. La mujer siguió ocupando un lugar preponderante
en la obtención de la salud familiar en todos los aspectos. La
eficacia del discurso biomédico en el imaginario social sobre
las mujeres y su sexualidad ha sido trascendente en la vida
de toda una sociedad, pues ha tomado parte en la cons-
trucción de las relaciones de género y sexuales en la hete-
rogénea sociedad mexicana decimonónica.
La temática del texto remite a un proceso de carácter
académico que le antecede dos investigaciones relacio-
nadas con la representación técnico-médica del cuerpo fe-
menino en el siglo XIX en México. Se trata de entretejer las
aportaciones teóricas de la psicología, la historia del cuerpo,
la antropología y la perspectiva de género, las cuales han
guiado mi formación profesional. Este libro pretende hacer
una aportación en la tarea de revaluar los efectos que tiene
la historia del cuerpo femenino y del género en la identidad
femenina, proceso en el que la mayor parte de las veces se
naturalizan una serie de imposiciones que provienen del
discurso médico y que son asumidas por los grupos sociales
como parte de la cultura de género.

8
I
La fisiología y la patología femenina en la medicina
higienista del siglo XIX: los orígenes de una realidad orgánica
en los cuerpos de las mujeres
Lo corporal es un proceso que se construye en
un espacio y un tiempo: la geografía y la cultura
establecen una manera de construirlo social-
mente y esto se manifiesta de maneras diversas
en los cuerpos de las personas…
Sergio López Ramos1

E
l estudio del cuerpo femenino como una construcción
histórica es uno de los recursos útiles para conocer los
fundamentos ideológicos que han llevado a concebir a
las mujeres como seres inferiores e incapaces en el plano
físico, moral e intelectual. Las prácticas culturales, los dis-
cursos, y las creencias elaboraron un conocimiento que
buscó inscribirse con el rótulo de científico para imponer
ciertos usos corporales en los individuos. Las condiciones
de una cultura están depositadas en el cuerpo, en este sen-
tido, la anatomía definió el rumbo en el que los contenidos
simbólicos fueron inscritos de manera diferencial en hom-
bres y mujeres.
A lo largo del siglo XIX, se actualizó un conocimiento
sobre el funcionamiento del cuerpo femenino, proveniente de
la medicina hipocrática y galénica, que logró materializar una
realidad orgánica en las mujeres. Dicho conocimiento influyó

1
López Ramos, Sergio (2006). El cuerpo humano y sus vericuetos. Miguel
Ángel Porrúa, México.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

en los trabajos destinados al estudio y comprensión de lo que


denominaron fisiología y patología femenina. La ciencia mé-
dica, apoyada en los principios y las discusiones más efer-
vescentes de ese siglo sobre fisiología y patología, se afanó
por encontrar el origen de la constitución física y moral de la
mujer y los fenómenos sexuales que le eran propios.
La moral conservadora, pero supuestamente liberal,
buscó sustentar una definición de la condición femenina en
el discurso de la ciencia médica, cuyos fundamentos sólo re-
mozaban los planteamientos de los griegos en torno a la na-
turaleza de la mujer, definida por los rasgos y funciones de
lo que se concibió como “el cuerpo femenino”.
¿A qué se debe que las funciones hormonales en la
actualidad sean el recurso de la ciencia para explicar el
comportamiento femenino y la predisposición a desarrollar
cierto tipo de padecimientos? ¿Cómo explicar que de igual
modo se justifique la supuesta volubilidad de temperamento
en que se sostiene el mito de que son seres incompren-
sibles? Sin duda estas concepciones aluden a un proceso
pedagógico que tiene una larga historia, en la que se enseñó
a las mujeres a ver y a vivir sus cuerpos controlados siempre
por una naturaleza al margen de lo divino, de la moral y
violando las leyes de la biología.
El imaginario social de lo femenino, promovido a lo
largo del siglo XIX, siguió perpetuando la idea de un ser pro-
fundamente inquietante, controlado por su “imperfecta” bio-
logía. Ello a pesar de que los movimientos feministas y
reformistas de los siglos XIX y XX, en el occidente, apelaron al
pensamiento liberal que propugnaba la igualdad de derechos
entre hombres y mujeres, así como la importancia de la edu-
cación como instrumento para la emancipación femenina.
De pecadoras y controladas por el diablo, las mujeres
pasaron a ser consideradas como víctimas de la voluptuo-
sidad del deseo venéreo, más tarde, dependientes del útero o

10
La fisiología y patología femenina…

los ovarios y, actualmente, por los cambios hormonales. “Los


médicos veían en la mujer una criatura inacabada, un macho
incompleto, de donde venía su fragilidad y su inconstancia.
Irritable, desvergonzada, mentirosa, supersticiosa y lúbrica
por naturaleza”2. Según los médicos decimonónicos guiados
por sus predecesores griegos y católicos, la mujer no se
movía sino por los impulsos del útero, de donde procedían
todas sus patologías. En este sentido, la inconstancia de las
mujeres y su naturaleza se representó a través de la desvia-
ción de la matriz, interpretada como evidencia de que la mu-
jer pertenece al costado sombrío de la obra del creador, más
próxima al diablo que a la del hombre, inspirada por Dios3.
Después de esto, la construcción del cuerpo femenino,
desde la doxa médica reformulada a lo largo del siglo XIX,
materializó un tipo de relaciones que trascendió a la esfera
del conocimiento médico, para constituirse en una pedagogía
del comportamiento humano según el sexo de los individuos.
En este sentido, la medicina académica decimonónica euro-
pea y norteamericana aportó un discurso que ha impactado el
proceso de representación y prácticas de lo femenino en Oc-
cidente. Las investigaciones sobre ginecoobstetricia en Méxi-
co estuvieron directamente influidas por las teorías médicas
provenientes de Alemania, Francia, Inglaterra, España y Es-
tados Unidos. Los postulados sobre las representaciones del
cuerpo femenino circularon por las academias médicas a
través de los textos de médicos prominentes como los espa-
ñoles Baltasar De Viguera y Pedro Felipe Monlau, y el
norteamericano Thomas Gaillard. A través de sus trabajos,
estos especialistas pretendieron construir una imagen de lo

2
Muchembled, Robert (2002). Historia del diablo. FCE. México, p. 92.
3
Ibídem. También puede consultarse; Malvido, Elsa (1990). “El uso del cuerpo
femenino en la época colonial mexicana a través de los estudios de demografía
histórica”. En: Adelaida R. Del Castillo. Between borders: Essays on
Mexicana/Chicana History. Floricanto Press. Encino CA, pp. 115-130.
11
De la costilla de Adán al útero de Eva…

femenino desde el discurso científico, ayudando a conformar


una realidad orgánica en el cuerpo de las mujeres, carac-
terizada por una salud quebrantable, una debilidad extrema y
una condición histérica que se expresó aun sin provocación
alguna. Con esta base científica las mujeres seguían siendo
consideradas como seres inferiores e imperfectos.

Los inicios: Las reminiscencias griegas, la ilustración,


la herencia

La medicina de entonces muestra una estampa de la mujer


como un ser enfermizo controlado por su útero. Ya lo se-
ñalaba Baltasar De Viguera4 en su minucioso estudio sobre la
fisiología y patología de la muger(sic)5, publicado en 1827, en
el cual glosó una extensa parte de las ideas sobre el
funcionamiento del cuerpo femenino, desarrolladas desde los
griegos hasta su tiempo. Ya Demócrito, en carta a Hipó-
crates, refería que el útero era un semillero muy fecundo de
calamidades. El mismo Hipócrates, en su libro de las enfer-
medades de las vírgenes, se condolió altamente de la mujer
por las tan borrascosas como extraordinarias conmociones
que irradiaban de sus órganos sexuales. La imagen del útero
como un animal errante dentro del cuerpo de la mujer fue la
piedra angular de la medicina griega, que se dispuso desde
sus inicios a entender lo que se dio en llamar la “naturaleza
femenina”. Las ideas de Platón acerca del útero fueron

4
Baltasar De Viguera, Médico español a quien se le atribuye la iniciativa de
agrupar la Obstetricia, la Ginecología y la Pediatría juntas como una rama
nueva. Cfr. Jagoe, Catherine (1998). La mujer en los discursos de género.
Textos y contextos en el siglo XIX. Icaria/Antrazyt, Barcelona.
5
De Viguera, Baltasar (1827). La fisiología y patología de la muger, ó sea
Historia analítica de su constitución física y moral de sus atribuciones y
fenómenos sexuales, y de todas sus enfermedades. Tomos I, II, III, IV.
Imprenta de Ortega y Compañía, calle de Valverde. Madrid.

12
La fisiología y patología femenina…

retomadas por los médicos. Para Platón la matriz era como


un animal que encerrado en otro le mandaba con toda
soberanía y le comunicaba todas sus propiedades:

El útero, víscera singular, cuyas propiedades tienen


mucha analogía con las de un animal particular, pues
se mueve a su voluntad en todos los sentidos y
direcciones, se remonta hasta el cartílago xifoides, y
se precipita sobre los vacíos e hipocondríos, ya a
derecha ya a izquierda, si bien que su mas decidida
inclinación es hacia la vulva. Es un ser errante que se
recrea con los olores agradables y se aproxima al
punto de su emanación, al paso que se contrista con
los fétidos y huye de su foco. Se parece en todo a un
animal encerrado en otro. Si marcha, pues, hacia las
partes superiores, ocasiona unas veces convulsiones
epilépticas, y otras una absoluta afonía, pesadez de la
cabeza, somnolencia invencible, suspensión de todos
sentidos y también la asfixia. Si se encamina hacia el
hígado, diafragma, pulmones o corazón produce un
sentimiento de estrangulación, dificultad de respirar y
desfallecimientos, desmayos o síncopes. Si se dirige
hacia el bajo vientre, las pacientes se quejan de una
languidez congojosa, no pueden sostenerse sobre
sus rodillas, las sobrevienen dolores gravativos y
vertiginosos de cabeza y son acometidas de una
sensación muy molesta en los lados de las narices, la
que cuando desaparece es ordinariamente reem-
6
plazada de un dolor punzante en el estómago .

6
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II, p. 65.
13
De la costilla de Adán al útero de Eva…

De Viguera hizo una descripción detallada de la ma-


triz, y puso en evidencia una mezcla de ideas que se pre-
tendieron modernas a la vez que apoyaron las nociones de
los griegos referidas al cuerpo y la naturaleza femenina. A
pesar de que intentó deshacerse de la idea galénica de con-
siderar a la mujer como un ser inverso al varón7, siguió per-
petuando y recuperando la noción del útero como causante
de todos los desarreglos físicos y emocionales de la mujer:

[…] como un ser especial, al que se atribuía su vida


particular, su temperamento y sus maneras propias
de existir con absoluta independencia de las leyes
que rigen todo el resto de la economía, y con libertad
para moverse, vagar y girar espontáneamente en
todas direcciones, según sus apetitos, inclinaciones,
repugnancias, placeres ó inquietudes. En suma, La
matriz es una víscera que ejerce una extraordinaria
influencia en la vida física y moral de las mujeres8.

Según el planteamiento anterior, el útero debía de


ocupar el centro de la región del hipocondrío9 cualquier incli-
nación podía comprometer la salud e incluso la vida de las
mujeres10. Los casos sobre histeria, anteflexión, retroflexión

7
Berriot-Salvadore, Evelyne, “El discurso de la medicina y la ciencia”. En:
Duby, George y Michel Perrot (coords.). Historia de las mujeres, t 6. Taurus.
Madrid, pp. 109-150.
8
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II, p.64.
9
Hipocondrio: región supra y lateral del abdomen a cada lado del epigastrio.
10
En otros trabajos hemos abordado las discusiones médicas sobre la posición del
útero y las anteflexiones; Cfr. López Sánchez, Oliva (2007). “La centralidad del
útero y sus anexos en las representaciones técnicas del cuerpo femenino en la
medicina del siglo XIX”. En: Tuñón, Julia (comp.). Enjaular los cuerpos.
Normativas decimonónicas y cuerpo femenino en México. El Colegio de México,
México, pp. 147-184.
14
La fisiología y patología femenina…

y prolapsos uterinos llenaron las páginas de las publicacio-


nes médicas del siglo. Llaman nuestra atención de manera
especial los casos en que se planteó la relación entre el
útero y el cerebro. Posteriormente, se agregaron los ovarios
en ese eje estructurante que, según el conocimiento médico,
controlaba el comportamiento moral y emocional de la mujer.
En Órganos, emociones y vida cotidiana, Sergio
López Ramos sostiene que el cuerpo “es fruto de una
compleja relación que incluye la familia, la nutrición, la
moral, la ética, las relaciones intersubjetivas, y que dichas
relaciones logran crear un nuevo proceso en el interior y
exterior del cuerpo”11. Partiendo de ese principio se puede
sostener que el cuerpo se fue afectando por el estable-
cimiento de pautas y normas sociales que modificaban, por
ejemplo, los procesos y ciclos orgánicos, a partir de que se
establecieron horarios de comida, de trabajo, formas de
sentir y expresar ciertas emociones que fueron exaltadas
por un grupo. En este sentido, la invalidez que se instaló
como la representación del cuerpo femenino a lo largo del
siglo dictó pautas específicas para el comportamiento moral
y sexual a través del control de la economía emocional y
sexual. Con esto se puso en evidencia una paradoja
sustancial: si bien la concepción del cuerpo de las mujeres y
la materialización de dicha concepción en la fisiología de sus
cuerpos cambió en las distintas etapas de la historia de la
sociedades occidentales, la idea de la naturaleza patológica
del cuerpo femenino siguió vigente durante todo ese siglo y
buena parte del XX.
La movilidad de la matriz, que hace que pierda su
centro, vuelve a mantener la idea del útero como un animal
errante en el cuerpo de la mujer. De igual manera, los signos
de dicha movilidad se asociaron con la humedad, la parte
11
López Ramos, Sergio (2006). Órganos, emociones y vida cotidiana. Ed.
Los Reyes, México, p. 14.
15
De la costilla de Adán al útero de Eva…

baja y oscura que según la teoría humoral caracterizó la


naturaleza femenina. Los ruidos sordos en el bajo vientre y el
humedecimiento de las partes bajas, ya fuese por la
lubricación o por causa de las flores blancas12, se convirtieron
en la evidencia de su imperfección. De Viguera afirmó,
citando a Aretero, que tanto el estado fisiológico como el
estado patológico del útero subordinaban las funciones del
resto de la economía de los órganos. Un elemento novedoso
fue la aseveración de que “las sensaciones de aquella
víscera”, su vigor, la expresión de sus apetitos y el grado de
energía de su vitalidad eran propiedades que no se elevaban
en todas las mujeres a un mismo nivel, ni a una marcha
uniforme, de ahí que existiera una diversidad de afecciones a
las cuales se les asignó diferentes nombres casi siempre
relativos al síntoma13. La más frecuente de ellas fue el
histerismo, al que le antecedieron una serie de signos consi-
derados precursores, tales como bostezos, lagrimeo invo-
luntario, zumbido o tintineo de los oídos, ansiedad, náuseas,
eructaciones, congoja o aflicciones del estómago, borbo-
rigmos, bochornos, respiración comprimida, pulso pequeño,
lento e irregular. Además, se percibió en la región de la matriz
un temblor o estremecimiento confuso que marcaba el estado
de inquietud en que se encontraba esta víscera. La literatura
médica señaló que en ocasiones estos síntomas terminaron
en un lapso breve y las pacientes recuperaron su humor
natural, pero en otras ocasiones, ante el predominio de
agentes excitantes o la irritabilidad de la matriz, provocaron
las más turbulentas borrascas.
¿Qué podía excitar el movimiento de la víscera
controladora de la naturaleza femenina? Primero, se le
atribuyó a la propia naturaleza inestable de la matriz y luego,
la facultad de germinación de los ovarios que irritaban la
12
Leucorrea. Flujo blanquecino de las vías genitales femeninas.
13
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II.
16
La fisiología y patología femenina…

víscera y podían despertar la hidra, particularmente la ima-


ginación era la responsable de tales estragos. Los galenos
asumieron que la fantasía lasciva se estimulaba a través de
las lecturas amorosas, los espectáculos indecentes, las con-
versaciones licenciosas, las escenas en que la pasión del
amor se pintaba con toda la ilusión de sus encantos. De la
misma manera, los celos, la melancolía del amor, las des-
confianzas e incertidumbres sobre la posesión de un objeto
amado, las sorpresas alegres o tristes, el terror, la aflicción,
la ira y el deseo estéril de la venganza, irradiaron sus efec-
tos rápidamente a los órganos del placer. Después de un
tiempo en donde la frecuencia de los paroxismos fue mayor,
las mujeres pudieron entrar en un estado de irritabilidad
nerviosa habitual, pues ante la más ligera causa moral y
física se presentó el ataque histérico14.
De Viguera planteó una relación interesante; la co-
rrespondencia entre el cerebro, la matriz y los ovarios. El
órgano del pensamiento y el útero, considerado el de los pla-
ceres, según los preceptos de la medicina moderna deci-
monónica, vivían en continua simpatía, así que las causas del
histerismo se pudieron originar tanto por las sensaciones
físicas como por las morales. De Viguera afirmó que no todas
las mujeres se veían afectadas por sus ovarios y matriz; si no
existía la susceptibilidad en dichos órganos, la influencia de
todas las causas era nula. Así, las mujeres que se mostraban
más susceptibles a esas alteraciones eran las jóvenes que
vivían en medio del lujo y la afeminación; mientras que éstas
eran muy raras entre las aldeanas trabajadoras, y entre todas
las que tenían una vida activa, a pesar de que su belleza
física constituyera el signo de la mayor energía germinal en
todas ellas. Felipe Monlau15 y Thomas Gaillard16 sostuvieron

14
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II.
15
Monlau, Pedro Felipe (1888). Higiene del matrimonio o higiene de los casados.
Casa Editorial Garnier Hermanos. París.
17
De la costilla de Adán al útero de Eva…

el mismo principio de De Viguera, quien apoyaba la idea de


que el estilo de vida de las mujeres de la alta y mediana
burguesía predisponía el desarrollo del histerismo17.
Prescrito por los griegos y adoptado por algunos
médicos ilustrados, el acto sexual fue considerado un medio
curativo y preservativo. Sin embargo, en vista de que los ca-
sos atendidos por los galenos les dieron toda la evidencia de
que el abuso de una vida sexual, probablemente caracteriza-
da por la violación y la insatisfacción, podía ser la causa que
promovía y perpetuaba el histerismo, se hizo necesaria la
aplicación de los sedantes. El opio resultó ser para De Vigue-
ra un buen sedante, aunque también se enumeraron otros
métodos como las sangrías, sanguijuela en la parte alta de
los muslos, los enemas de agua fresca, la presión del epi-
gastrio y el uso del asafétida18. En casos extremos, en vez de
cesar los impulsos y la excitación, se aceleró la eyaculación
germinal19, con lo cual se terminaron los paroxismos. Estas
últimas maniobras no eran muy aconsejadas por los profe-
sores médicos, pero creían que era lo que más rápidamente
desahogaba a la matriz y la conducía a una calma profunda.
También se habían documentado casos en los que un fami-
liar masturbaba a la mujer cuando los paroxismos histéricos
le acometían. Así se reporta el caso de una joven que vivía

16
Gaillard, Thomas (1879). Tratado práctico de las enfermedades de las
mujeres. D. Appleton y compañía. Nueva York.
17
La noción del efecto de los estilos de vida en la salud de las mujeres corresponde
al pensamiento protestante más que a un principio médico. Los protestantes
propusieron un modelo de feminidad basado en la educación y en un estilo de vida
caracterizada por la actividad, el trabajo productivo, la temperancia de los deseos
sexuales, de la comida, de la bebida y de la economía corporal y material.
18
Asafétida: antiguo nombre del benjuí, sustancia antiespasmódica, estimulante y
expectorante.
19
Eyaculación germinal es el término que se empleó como sinónimo de orgasmo.
Es necesario tener presente que la medicina griega contempló el placer femenino
como parte de la fisiología necesaria para la procreación.
18
La fisiología y patología femenina…

con su tía viuda y que era masturbada por ella cuando la ata-
caban los paroxismos, terminando así con las convulsiones
provocadas por el fuego erótico. “Satisfechos los clamores de
la naturaleza con la compañía de un joven que la amaba, no
volvió a necesitar del auxilio de su tía”20.
Los médicos aseguraron que la plétora21 germinal de
los ovarios y el incesante aguijoneo, que promovían la impe-
riosa necesidad de su desahogo, eran la causa primitiva y ra-
dical del histerismo, en especial en el caso de las doncellas y
viudas jóvenes, y también en algunas casadas que disfru-
taban de los placeres mucho menos de lo que necesitaban, o
no los disfrutaban, por la notable desproporción de la edad, o
por la muy sensible pequeñez del pene o a causa de la ra-
pidez de los estímulos del hombre22. La escasez de la vida
sexual no siempre fue la única causa de los paroxismos his-
téricos23, también la época de los menstruos, el parto, el
puerperio y la menopausia podían detonarlos, según las re-
flexiones de los médicos. Con seguridad los abusos maritales
constituyeron otra causa del histerismo, pero, al igual que la
violación continua de las mujeres, las doncellas y los niños,
pocas veces fue referido y mucho menos castigado24.

20
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II, p. 86 y passim.
21
Plétora. Exceso de sangre o de otros humores en el cuerpo o en una parte
de él y la consecuente congestión de los órganos afectados.
22
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II, pp. 86-87.
23
Paroxismos: Máxima intensidad de un acceso, exacerbación de un ataque y
sus síntomas.
24
La obra de Amancio Peratorner (1903). Fisiología de la noche de bodas.
Misterios del lecho conyugal. Casa Editorial Maucci Hermanos e hijos. Buenos
Aires, resume las opiniones sobre violación de eminentes moralistas, filósofos,
fisiólogos y médico-legistas como Bayle, Buffon, Orfila, Velpeau, Michelet,
Montaigne, Debay, Tardieu, entre otros, pero nunca establecieron la relación
entre violación y trastornos ginecológicos.
19
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Para los antiguos, con otros prejuicios sobre el placer


sexual, los auspicios del himeneo era la única manera de
regular las funciones de la economía del cuerpo femenino,
mientras que los galenos decimonónicos protestantes pensa-
ron más en remedios a través del control de la imaginación y
de un estilo de vida que llevara a negar u olvidar los efectos
del placer en el cuerpo de las mujeres, lleno de tabúes aun
para ellos. Entonces, los médicos recomendaron un estilo de
vida mesurada, como aparece en la cita siguiente:

Una dieta vegetal; la absoluta abstinencia de vinos y


licores; las trasnochadas y madrugadas, o sea la
mayor calma posible; el ejercicio campestre; las dis-
tracciones honestas; la ocupación constante en labores
que interesen; la aplicación de las lecturas agradables,
y la privación de los espectáculos, diversiones, libros
amorosos y conversaciones que puedan atizar la con-
cupiscencia; tales son los mejores auxilios que es po-
sible dictar para este estado, los que alternados o com-
binados según las circunstancias, son acomodables a
todos los casos25.

De Viguera apoyó la concepción relativa a la fisiología


y a la patología femenina vigente desde los griegos hasta la
ilustración, al suponer que el placer era una exigencia natural
que controlaba la centralidad de la matriz26 e incluso aceptó
la idea de la eyaculación femenina durante el orgasmo, y al
clítoris se le asignó el lugar del placer de la mujer. Este
galeno se apoyó tanto en los postulados de Hipócrates y Ga-
leno como en los médicos árabes quienes sostuvieron que

25
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo II, p. 102.
26
Cfr. Tratados hipocráticos. Tomo IV. Tratados ginecológicos. Gredos. Madrid,
pp.17 y passim.
20
La fisiología y patología femenina…

las mujeres eyaculaban durante su orgasmo y que éste era


necesario para la concepción porque entonces se mezclaban
las semillas del hombre y el germen de los ovarios contenido
en el licor eyaculado por la mujer27.
No obstante, De Viguera, al igual que Monlau, expresó
ciertas reticencias y represiones en temas de sexualidad.
Ambos médicos defendieron el principio higienista de la mo-
deración de todos los placeres, incluyendo el sexual, cuya sa-
tisfacción debía ser a través del débito conyugal. Subyace a
estos planteamientos el principio de la economía del uso del
cuerpo femenino, que implicó la imposición de ritos y técnicas
para el ejercicio de la sexualidad, sin importar el sexo. De
Viguera y Monlau, al igual que otros higienistas, creyeron que
la fertilidad humana y la fortaleza de los vástagos disminuían
si la pareja gastaba demasiada energía en la procuración del
placer venéreo. En efecto, De Viguera pone en evidencia una
serie de disonancias al momento en el que apoya el discurso
galénico e hipocrático y lo mezcla con los preceptos moder-
nos sobre la sexualidad pautada por los lineamientos de la
higiene que militó siempre a favor de los preceptos burgue-
ses28. Como sostiene Jagoe29, la obra de De Viguera es cla-
ve para estudiar las transiciones ideológicas en el siglo XIX
con respecto al sexo, al género y la práctica sexual en el
mundo de habla hispana. En el caso de México, los estu-
diantes de medicina la tuvieron como una obra de consulta,
inspirando diversas investigaciones relativas al estudio de la
sexualidad y la patología femeninas, y ocupando un lugar im-
portante en las bibliotecas de las escuelas de medicina.

27
De Viguera, Baltasar (1827). Tomo I.
28
Sombart, Werner (1998). El burgués, contribución a la historia espiritual
del hombre económico moderno. Alianza Editorial, Madrid.
29
Jagoe, Catherine (1998).
21
De la costilla de Adán al útero de Eva…

La moral burguesa: la resignificación del cuerpo y el


placer femenino

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, la noción de placer


femenino se modificó a partir del descubrimiento del alemán
T. L Bischoff quien, en 1847, ofreció la evidencia de que la
procreación se regulaba por los ciclos de la ovulación que
nada tenían que ver con la intensidad del coito y el orgas-
mo30. El placer genésico entonces se reguló a través de los
principios de la higiene, y el matrimonio se convirtió en la for-
ma sana de verificarlo31. De esta manera, el placer femenino
se reestructuró, y encontró en la maternidad su cumplimiento
y gratificación. No obstante que los médicos decimonónicos
promovieron la imagen de una mujer-madre-asexual, la ima-
gen de la mujer ángel no desterró del todo la tradición de es-
tigmatizar a la mujer como un ser pasional, o mejor dicho,
enfermo y preso de la biología de su útero.
Las redefiniciones del placer y la fisiología sexual,
ocurridas durante el último tercio del siglo, representaron una
nueva manera de entender la sexualidad femenina. Además,
se convirtieron en preceptos que pronto se materializaron en
el cuerpo, y cuyas manifestaciones dieron origen a una serie
de vivencias emocionales y orgánicas. El placer femenino
perdió importancia dentro de la procreación, y según los
descubrimientos médicos, pasó a formar parte de la fisiología
sexual considerada patológica. Seguramente las mujeres de
aquella época se debatían entre la vivencia del placer y la
moral sexual que exigía la autorrepresión.
La moral burguesa decimonónica promovió la idea de
un cuerpo controlado, recatado y ahorrador. La mesura en to-
dos los aspectos de la vida definió el rumbo de la instrucción
sexual a través de manuales que se destinaron a enseñar a
30
Jagoe, Catherine (1998).
31
Monlau, Pedro Felipe (1888).
22
La fisiología y patología femenina…

las parejas la preservación de una economía corporal. En


general, se promovió una sexualidad para la procreación, que
excluía el placer femenino. Los manuales de higiene del
matrimonio y de la noche de bodas se convirtieron en libros
de recomendaciones sobre sexualidad para los recién casa-
dos. A las mujeres se les advertía de lo nocivo del onanismo
ya fuera solitario o conyugal, ya que ello las podía predis-
poner a las flores blancas y a las irritaciones de los órganos
de la generación. La mujer debía desarrollar el principio del
recato, que finalmente le recompensaba con la virtud en su
papel de esposa y madre. Ella debía fungir como la mode-
radora de los ardientes deseos del marido y de los propios
porque se asumía que los excesos venéreos no sólo
perjudicaban las facultades viriles, sino que, además, provo-
caban el riesgo de engendrar hijos anormales y débiles, dado
el estado de agotamiento que acarreaba en la economía
corporal la vigorosa actividad sexual.
Por su parte, Pedro Felipe Monlau también hizo sus
aportaciones en el campo de la sexualidad y reorientó las
representaciones de la sexualidad femenina, magnificando
la función materna y exaltando la función germinal del útero.
El médico catalán sostenía que la mujer había sido creada
para perpetuar la especie, por tal razón la vida física y moral
de las mujeres quedaba supeditada a la función de su útero.
Con tal premisa, Monlau criticaba los deseos de emanci-
pación femenina, calificando de ignorantes de la naturaleza
a aquellos que los promulgaban. También subrayó la impor-
tancia de domesticar el deseo erótico a través del matri-
monio y el cumplimiento del débito conyugal asistido por los
principios de la higiene.
Lo importante del planteamiento de Monlau es que
estableció la pasividad femenina en el acto sexual como
hecho necesario a fin de conservar la salud de la pareja y
sus vástagos. Por otro lado, es importante señalar que al

23
De la costilla de Adán al útero de Eva…

definir a la maternidad como la única vía posible para alcan-


zar la plenitud, ésta se desplazó del campo de las opciones
para instalarse en el campo de lo natural. Así pues, la medi-
cina higienista contribuyó a la representación del amor
maternal como mandato instintivo, caracterizado por la pasi-
vidad sexual; entonces la maternidad se constituyó como un
rasgo inexorable de la identidad femenina.
Evidentemente, el contagio de la sífilis y las conse-
cuencias en la salud de la prole fue la razón más poderosa
que llevó a los médicos a controlar el intercambio sexual y
proponer un sexo seguro frente al contagio. El control de la
sexualidad femenina a través de la imposición de una sexua-
lidad pasiva, aseguró la vigilancia de la no propagación de las
enfermedades venéreas.

Reflexiones finales32

El cuerpo femenino dejó de ser visto como el cuerpo


anatómico de los médicos que inspiraba su exploración para
comprenderlo y atenderlo, y se convirtió en el lugar de mate-
rialización de discursos y prácticas dirigidas al ordenamiento
social de los sexos. En esa lógica, el cuerpo debe enten-
derse como resultado del condicionamiento social, de la
imposición de una moral, de una ética y de una forma de
sentir y expresar los sentimientos de una cultura y del grupo
de poder. Las representaciones de lo que se denominó
“cuerpo femenino” y “naturaleza femenina” se convirtieron
en una imposición moral, social y médica, sometiendo a las
mujeres a ciertos estilos de vida que las llevó a desarrollar
ciertas formas de expresión corporal, caracterizadas por la
invalidez física, intelectual y moral.

32
Agradezco al Dr. Sergio López su última publicación que me ha permitido
esbozar parte de estas breves reflexiones que sin duda alguna merecen más
detalle. Cfr. López Ramos, Sergio (2006).
24
La fisiología y patología femenina…

Cada período histórico gesta sus propias patologías, y


la histeria debe ser entendida como una enfermedad re-
presentada por los médicos y autorrepresentada por las mu-
jeres que la padecieron. A lo largo del siglo XIX se implantó un
proceso pedagógico sobre la expresión y el comportamiento
femenino cuyos efectos rebasaron el plano intersubjetivo, lle-
gando a tener también una manifestación orgánica. Las for-
mas de ser mujer, dictadas por la sociedad decimonónica,
llevó a que las mujeres desarrollaran cierto tipo de padeci-
mientos como la histeria.
La reflexión hecha a lo largo de este análisis, invita a
cuestionar las interpretaciones de algunos modelos que in-
tentan explicar lo corporal, proceso en el que se imbrican
diversos factores, cuyos efectos no sólo impactan los imagi-
narios y las subjetividades, sino que logran instaurarse como
una realidad orgánica. Es decir, el cuerpo ha encarnado los
discursos, las prácticas y las representaciones desde el mo-
mento en el que se desarrolla una serie de trastornos.

25
II
La profesionalización de la medicina y las nuevas realidades
sociales: la invalidez femenina

No son, por consiguiente, el duro trabajo ni las


privaciones lo que vuelve inválidas a las mujeres
de nuestro país, sino circunstancias y hábitos
íntimamente ligados a las llamadas bendiciones
del bienestar y el refinamiento.
Lucien Warner1

E
n las siguientes páginas se intenta analizar cómo el
saber médico académico construyó la idea de un cuer-
po femenino, de acuerdo a la nueva realidad social. La
descripción de la naturaleza humana que emergió de los
gabinetes médicos decimonónicos y las investigaciones que
se plasmaron en las publicaciones fueron el resultado de es-
te nuevo orden social, en el que la medicina, a través de la
objetivación de la enfermedad, se convirtió en un vehículo
de transformación social.
Es sabido que existen numerosas investigaciones de
corte feminista que han dado cuenta de la dominación mas-
culina y la domesticación del cuerpo femenino, con la conse-
cuente reclusión de las mujeres en el espacio privado.
Desde la historia social, la historia de las mujeres, la antro-
pología, la sociología y los estudios de género se puede
tener conocimiento de la posición y la condición social de la

1
Prominente médico estadounidense, hizo esta declaración en 1874. En:
Ehrenreich, Barbara y Deirdre English (1990). Por su propio bien. 150 años de
consejos de expertos a las mujeres. Taurus. España, p. 133.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

mujer en diferentes épocas, incluso en estudios de la lite-


ratura y el arte2, con una perspectiva crítica y algunas veces
desde una explícita perspectiva de género se puede conocer
el entramado social que se ha tejido entre los diferentes dis-
cursos y las instituciones sociales, para construir una cultura
de género3. Sin embargo, aquí se encamina el análisis a la
profundización sobre el discurso de la ciencia médica, su
organización y la manera en que, desde su trinchera, cons-
truyó un modelo de cuerpo sexuado. Dicho modelo instituyó,
como un rasgo principal de la identidad femenina, la imagen
de la mujer como eterna enferma, especialmente entre las
clases privilegiadas de las sociedades occidentales de fi-
nales del siglo XIX.
Evelyn Fox Keller4 contribuyó a las críticas hechas al
método científico al sostener que “si las mujeres se hacen,
más que nacen, sin duda alguna lo mismo les ocurre a los
hombres. Y también a la ciencia”5. Esta investigadora de las
ciencias duras ha estimulado una controversia sobre la

2
Dijkstra, Braum (1994). Ídolos de perversidad. La imagen de la mujer en la
cultura de fin de siglo. Debate. Madrid.
3
La cultura de género es una categoría explicativa, que como señala Elsa Muñiz,
permite explicar la construcción del género “no exclusivamente a partir de las
diferencias biológicas, sino sobre todo a través de diversos lenguajes y
representaciones culturales; de este modo, los sujetos adquieren un género al
experimentar las relaciones de raza y de clase tanto como las relaciones sexuales
y, por tanto, no son unitarios, sino múltiples”. Cfr; Muñiz, Elsa (2002). Cuerpo,
representación y poder. México en los albores de la reconstrucción nacional,
1920-1934. UAM-Azcapotzalco y Porrúa. México, pp. 20-21.
Por otro lado, la cultura de género considera la representación y autorrepresentación
de lo femenino y lo masculino como productos de diversas tecnologías sociales. De
Lauretis, Teresa (1991). “Las tecnologías del género”. En: Carmen Ramos
Escandón (comp.). El género en perspectiva. UAM-I. México, pp. 231-278.
4
Evelyn Fox Keller, biofísica matemática, profesora de matemáticas y
humanidades en la Northeastern University.
5
Fox Keller, Evelyn (1985). Reflexiones sobre género y ciencia. Edicions Alfons
El Magnánim, Valencia, p. 12.
28
La profesionalización de la medicina…

historia de la ciencia, al destacar su carácter etnocéntrico y


androcéntrico. Ese postulado lleva a entender que tanto el
género como la ciencia son categorías construidas social-
mente. De ahí el interés en indagar los modos en que la
medicina, como parte del conocimiento científico, han contri-
buido a la construcción de una representación técnico-médi-
ca del cuerpo femenino.
El desarrollo económico capitalista dio lugar a la
formación de la clase media burguesa, que a su vez permitió
la conjugación de condiciones sociales, intelectuales y mo-
rales, para construir formas de pensar acerca del sexo, la ra-
za y la clase. En este sentido, los médicos, representantes de
un discurso científico sobre el cuerpo, aportaron los cono-
cimientos que conformaron la clasificación de los individuos
de acuerdo a ciertos principios de la cultura. La medicina
probó que la desigualdad entre los sexos y las razas era una
ley natural inalterable.
Definitivamente, los postulados de la desigualdad en-
tre los hombres y las mujeres, como un principio natural
inexorable, llevó a los médicos a construir una imagen de la
mujer como una eterna enferma. De esta manera su invalidez
no sólo justificó que continuara la exención de la mujer en la
vida pública, sino que propuso una representación social de
lo femenino, acorde con las exigencias del progreso material,
que requería de una exclusión funcional de la mujer. En
efecto, la desigualdad entre los sexos no fue exclusiva de la
sociedad de ese siglo, pero la redefinición social de esta desi-
gualdad, basada en los principios de la biología y la clasifica-
ción natural de los individuos, sí corresponde a este tiempo6.
Existe una interconexión entre los cambios socioeco-
nómicos producidos por el desarrollo industrial y el ascenso
de la clase media al poder, así como el desarrollo de las

6
Meillassoux, Claude (1984). Mujeres, graneros y capitales. México. Siglo XXI.
29
De la costilla de Adán al útero de Eva…

profesiones que fueron el bastión del capitalismo triunfante7.


La profesionalización de ciertas ocupaciones u oficios fueron
concomitantes de las nuevas relaciones económicas. Las
clases medias requirieron implementar nuevas condiciones
para su propia identificación y su defensa en un mundo en el
que la distancia social se justificaba a través de la objeti-
vación de los actos que tuvieron por aval los postulados
científicos. La educación basada en la razón y la ciencia po-
sitiva llevaron a que los gobiernos del México independiente
impulsaran nuevas reformas educativas con el propósito de
establecer un puente entre la ciencia y el desarrollo indus-
trial8. El paso de la medicina de oficio a profesión, no sólo
muestra la ponderación de la razón y la relación entre co-
nocimiento y competencia, sino que, además, hace explícitos
los principios de la teología puritana protestante. Valores
como la virtud, la honradez, la productividad, el ahorro, la
temperancia y el cuerpo sano tuvieron el objetivo de proveer
un ejército de individuos aptos para el trabajo, pues al fin y al
cabo la riqueza de una nación recaía en su fuerza de trabajo.
El carácter mercantil y el mercado de libre comercio
fueron rasgos de la sociedad industrial que durante los
siglos XVIII y XIX crearon nuevas formas de riqueza9. En esas
condiciones surgieron nuevas pautas en las relaciones so-
ciales que tuvieron como principio el lema “gobernar es
poblar”10. Para el caso de la medicina, el modelo anatomo-
clínico resultó insuficiente para explicar la enfermedad,
7
Eguiarte Sakar, Ma. Estela (1992). Hacer ciudadanos. Educación para el trabajo
manufacturero en el siglo XIX en México. Universidad Iberoamericana. México.
8
Trujillo Bolio, Mario (2000). Empresarios y manufactura textil en la
Ciudad de México y su periferia. Siglo XIX. CIESAS. México.
9
Wallerstein, Emmanuel (1999). El futuro de la civilización capitalista. Ed.
Icaria. Barcelona, col. Antrazy.
10
Malvido, Elsa (1990). “El uso del cuerpo femenino en la época colonial
mexicana a través de los estudios de demografía histórica”. En: Adelaida R. Del
Castillo, Between borders: Essays on Mexicana/Chicana History, Floricanto Press,
Encino CA, pp. 115-130.
30
La profesionalización de la medicina…

porque sólo se remitía a la explicación de casos únicos. Los


principios de la medicina higienista tampoco coincidieron
con las necesidades de la nueva realidad social, pues pro-
movían una recuperación de la salud a través de la conju-
gación de medidas preventivas, que demandaban ciertos
estilos de vida contradictorios a los que impuso el capita-
lismo emergente. En ese contexto económico, las deman-
das en materia de salud requirieron otras estrategias
explicativas y prácticas que, en apariencia, permitieron un
diagnóstico certero y un tratamiento aplicable a la enferme-
dad, mas no al enfermo. Así se inició la masificación de la
enfermedad y la construcción de una lógica occidental del
cuerpo y sus padecimientos.
En la segunda mitad del siglo XIX, la ciencia aspiró a
generar un conocimiento sistematizado y acumulativo que se
pudiera transmitir a través de la enseñanza formal, con la
intención de superar los errores del azar y la duda11. En el
escenario de la objetividad, el cuerpo tuvo que ser fragmen-
tado por la filosofía y diseccionado por la medicina para
medirlo y compararlo en aras de buscar su perfección o
deformación y, por supuesto, su curación. En consecuencia,
el imaginario social sobre el cuerpo determinó la construcción
del conocimiento científico del mismo. El cuerpo femenino
dejó de ser la evidencia del pecado para convertirse en lo
patológico para la medicina.
Conforme el proceso de medicalización12 de la vida
comenzó a tener sus primeros efectos, el discurso médico

11
Hacking, Ian (1995). La domesticación del azar. La erosión del determinismo y
el nacimiento de las ciencias del caos. Gedisa, Barcelona.
12
La medicalización es un concepto que puede referir dos procesos íntimamente
relacionados. Primero, a ciertas conductas o condiciones que les son atribuidos
significados médicos definidos en términos de la salud y la enfermedad.
Segundo, la práctica médica se va convirtiendo en vehículo para eliminar o
controlar experiencias problemáticas que son definidas como desviaciones, con el
propósito de establecer una norma de lo saludable. La medicalización puede tener
31
De la costilla de Adán al útero de Eva…

fue ganando autoridad científica y social, y los principios de


la higiene penetraron en la vida de hombres y mujeres en
los ámbitos simbólico y físico. Al igual que las funciones
fisiológicas, los comportamientos sociales, las relaciones
familiares y la vida sexual de los individuos estuvieron pau-
tadas por el discurso de la ciencia médica. Ésta empleó
ideológicamente su conocimiento sobre el cuerpo humano
para dictar formas de vida consideradas sanas de acuerdo
al sexo, la raza y la clase social de los individuos.

El sentido social de la enfermedad

La doxa y la praxis médicas reprodujeron los valores de un


grupo de poder a través del condicionamiento y los usos
corporales13. Ello respondía también a gran parte de los
imperativos sociales de los que se derivaban ciertos com-
portamientos. El surgimiento de una realidad social producida
por el reordenamiento de las funciones de grupos de indi-
viduos -mujeres, niños, borrachos, dementes, locos y enfer-
mos- se vio prontamente reforzado con la profesionalización
de algunos campos médicos. Así, por ejemplo, la gineco-
obstetricia, aun cuando no se consolidó como una espe-
cialidad médica en México hasta 1940, destinó su trabajo,
desde 1833, a explicar el cuerpo femenino, su sexualidad y
su vida moral. Cuando la sociedad se concibió en términos
de un cuerpo, se explicó su comportamiento en términos
médicos, en consecuencia, la enfermedad se convirtió en la

lugar en tres niveles: conceptual, institucional y el nivel interactivo. Pueden


consultarse las siguientes obras; Conrad, Meter y Schneider, Joseph (1980).
Desviance and medicalization: From badness to sickness. C. V Mosby, St. Louis;
Kholer Riessman, Catherine (2003). “Women and medicalization”. En: The
politics of women’s bodies. Sexuality, appearance and behavior, Editora Rose
Weitz. Oxford University Press. New York.
13
Boltansky, Luc (1975). Los usos sociales del cuerpo. Periferia. Buenos
Aires y Mauss, Marcel (1979). Sociología y antropología. Tecnos. Madrid.
32
La profesionalización de la medicina…

manifestación de la anormalidad social. En este sentido, la


patología no sólo fue una manifestación orgánica, fue tam-
bién una construcción cultural que sirvió para implementar un
código social. El cuerpo adquirió un sentido a través de la
condensación de significados que se transforman en accio-
nes concretas sobre él. Desde entonces lo orgánico está im-
plementado por la cultura que cruza a los individuos y se
manifiesta al interior del cuerpo.
Los saberes médicos académicos intentaron explicar
el origen de la enfermedad por medio de las medicinas
anatomoclínica, la fisiológica o experimental, la higienista y la
dosimétrica. Por supuesto, la homeopatía también debe ser
considerada en su propuesta explicativa de la enfermedad
aunque los médicos alópatas se rehusaron a aceptarla como
una medicina científica14. Sin embargo, las propuestas de los
sistemas médicos mencionados reducían a dos posibles
explicaciones el origen de la enfermedad: resultado de la
relación entre los órganos y vísceras o por la influencia de
agentes externos. En el caso de los médicos higienistas con-
sideraron que la combinación de ambos aspectos producía la
enfermedad. También que la explicación sobre el origen de la
patología se matizó según la raza, el sexo y la clase social de
los individuos. La intensa discusión sobre el origen de la
enfermedad llevó a los médicos a la construcción de epis-
temologías que pretendían ser objetivas, debido a que
existía una dificultad para establecer los límites entre lo sano
y lo patológico. Ramón López y Muñoz15 afirmó que el
estado patológico sólo era una modificación cuantitativa del
estado normal, es decir, las mismas leyes regían los estados

14
López Sánchez, Oliva (2004). La profesionalización de la ginecoobstetricia y las
representaciones técnico-médicas del cuerpo femenino en la medicina de la Ciudad
de México (1850-1900). Tesis de grado Doctorado en Antropología. CIESAS. DF.
15
López y Muñoz Ramón “Biología, General, Normal y Patológica”. En: La
Gaceta Médica de México (1875). Tomo X, núm.2, pp. 34-38.
33
De la costilla de Adán al útero de Eva…

normales y patológicos del organismo. ¿Qué epistemología


justificaba que había cuerpos constitutivamente enfermos
por su fisiología, tal y como ocurría constantemente con los
cuerpos femeninos? Ciertamente se estaba formando otra
realidad corporal; la enfermedad cobró cuerpo, el cuerpo fe-
menino fue uno de sus emblemas y el útero su ubicación
material. Los médicos le otorgaron al útero una indepen-
dencia que desafió las leyes de la biología, porque tenía una
naturaleza orgánicamente inferior, capaz de enfermar a las
mujeres, física y moralmente.
En este sentido, la enfermedad, como construcción
cultural, reflejó el mundo simbólico de los conjuntos sociales,
sus códigos, significados e ideas que conformaron la repre-
sentación de su mundo, y fue productora de sentido social,
político e ideológico. De igual manera, las instituciones laicas
como el estado y la familia, entre otras, reorganizaron y asi-
milaron estas nuevas representaciones que se pusieron en
práctica en la vida cotidiana de los individuos, a través de
leyes y códigos que protegieron los valores morales. Bási-
camente, se trataba de prescripciones y principios de un gru-
po en el poder, que se concretaron en los cuerpos y modi-
ficaron sus expresiones16.
A los médicos se les obligó con su trabajo a consoli-
dar la imagen de la mujer inválida, pues retomaron las
nociones filosóficas católicas y roussonianas de la infe-
rioridad femenina, que pronto se fortalecieron con la eviden-
cia de las teorías evolucionistas17. Por supuesto que no

16
Kuriyama, Shigehisa (2005). La expresividad del cuerpo. Ediciones Siruela, España.
17
En el Diccionario Tesoro de la Lengua Castellana Española de 1611, citado en
Malvido, Elsa (1990:115-116) se obtiene la definición siguiente de Mujer: “Del
nombre latino mulier. Muchas cosas se pudieran decir en esta palabra; pero otros
las dizen, y con mas libertad de los que sería razón. Lo que yo diré ahora se
entiende de las que, huyendo la modesta compostura de su obligación, viven con la
desahogo, afloxando las riendas a su natural, para que corra libre y desbocado hasta
precipitarse; no de las cuerdas recogidas, cuyo honor es su destino, y el
34
La profesionalización de la medicina…

sostenemos que el sometimiento de las mujeres fuera un


hecho novedoso, pero la conjugación de elementos políti-
cos, económicos, sociales y científicos le imprimieron un
nuevo cariz, que dio lugar a la figura de la maestra, la enfer-
mera, la costurera y la madre educada.

La “civilización” había hecho enfermizas a las muje-


res burguesas; su fragilidad física iba de la mano
(de guante blanco) de su mayor modestia, refi-
namiento y sensibilidad. Las mujeres obreras eran
robustas, del mismo modo que se suponía que eran
“rudas” e impúdicas18.

recogimiento, que estás han sido crédito y lustre de naciones y monarquías. Esto
presupuesto, digo con San Máximo que la mala es tormento de la casa, naufragio
del hombre, embarco del sosiego, cautiverio de la vida, daño continuo, guerra
voluntaria, fiera doméstica, disfrasado veneno y mal necesario. “Somos”, dixo una,
“para dar consejos muy pobres, para acarrear daños y desdichas poderosísimas y en
la fábrica de un engaño grandes artífices.”
Vio Diógenes pendientes infamente de un olivo a unas que la justicia avía
castigado con aquel suplicio y dixo: “¡Ojalá todos los árboles del mundo
llevaran este fruto!
¡Geroglífico de la mujer lo es la nao combatida del Levanteo norte entre sobervias o
las acosadas y éstas: A vento. En Athenas pusieron este M.M.M.M.; dieron
aquellos ingenios floridas diferentes salidas y varias explicaciones sin acierto, sólo
Platón le logró poniendo al pie de las letras: Mulier mala mors mariti. Casóse con
una de estatura desmedrada Demócrito, siendo él de grande y crecida, y
preguntándole porqué se avía casado con muger tan pequeña respondió: “Eelegí del
mal el menor.” Finalmente, hablando Marco Aurelio de las mugeres, dize: “El amor
de todas se puede dixerir con sola una píldora, y la pasión de una sola no se
desopilará con todo el ruybarbo de Alexandría.”
Noy dens Fol 117r.
18
Ehrenreich, Barbara y Deirdre English (1990). Por su propio bien. 150
años de consejos de expertos a las mujeres. Taurus, España, p. 133.
35
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Mientras los diferentes grupos médicos conformados


por los anatomoclínicos, los autollamados experimentales y
los higienistas, entre otros, se esforzaban por conseguir la
hegemonía de su saber, la idea de la naturaleza femenina
patológica fue un rasgo que hermanó a todos los sistemas
médicos considerados científicos, coincidiendo incluso con la
medicina homeópata. Todos los médicos, sin importar su
adscripción teórica, aportaron elementos similares sobre la
representación médica del cuerpo femenino y la supuesta de-
bilidad que lo caracterizó. La enfermedad no solamente tuvo
un valor científico, sino que, además, tuvo un valor práctico,
cultural, social e ideológico. De esta manera, la ciencia mé-
dica, como institución social, ayudó en la construcción de una
feminidad que ya había heredado del pensamiento católico el
estigma de la mujer como un ser inferior creado de la costilla
del hombre. “Dios en Persona modeló en polvo de la tierra al
hombre y como producto de segunda surge su mujer”19.
También se la concibió como la causante del pecado original
que al desdivinizar al cuerpo acarreó penas corporales para
la humanidad, culminando con la muerte20. En tanto que la
falta de Eva se cometió en el cuerpo, las penas son a través
del cuerpo: hambre, sed, celo, sueño, trabajo, parir, someti-
miento, enfermedad y muerte21.

Las enfermedades del útero y la identidad femenina

El ascenso de la clase media, característica de la sociedad


industrial del siglo XIX, creó una nueva realidad económica
que gestó relaciones sociales cuyos símbolos y prácticas
consiguieron redefinir el papel de la mujer. Se creó entonces

19
Textos Bíblicos, Antología (1984). Origen, México, pp. 7-12. Citado en
Malvido, Elsa (1990:118).
20
Malvido, Elsa (1990:119).
21
Ibídem.
36
La profesionalización de la medicina…

una versión oficial de la feminidad que se popularizó y formó


parte de los contenidos de las tecnologías culturales que se
encargaron de difundir la pureza moral y la deserotización del
“bello sexo”. En ese contexto surgió la imagen del “ángel del
hogar”, que enfatizó la debilidad física y la fragilidad emocio-
nal representada por los ángeles, seres desvalidos. El mo-
delo de mujer ángel no se pudo generalizar, la existencia de
comportamientos femeninos considerados transgresores evi-
denciaron que no existía ese ser angelical de la imaginación
colectiva 22. No obstante, los médicos se esforzaron por ob-
jetivar la naturaleza inválida de las mujeres, preferentemente
en las de la alta burguesía que fueron concebidas como la
propiedad privada para la reproducción, y señalaron al útero y
a los ovarios como la fuente de sus enfermedades. Las mu-
jeres sanas pusieron en duda su feminidad e incluso fueron
consideradas antinaturales.
La secularización de la sociedad y la asimilación de
los valores burgueses requirieron de la domesticidad de la
mujer como un hecho imprescindible para el desarrollo indus-
trial. Por otro lado, el desalmado mundo material, en el que
día a día se enfrentaban los varones de ciertos sectores, es-
taba lleno de codicia, competencia y destrucción. Así que
éstos necesitaban encontrar en sus hogares y en sus mu-
jeres la parte espiritual para limpiar su alma de la suciedad de
los negocios y la devastadora competencia económica.

Ella debe utilizar su poder moral para contrarrestar la


influencia destructiva del mundo de los negocios, ese
lugar en el que el hombre encuentra ante sí, cada día
y a cada hora, una disputa que es poco menos que
mortal para los más altos impulsos del alma. Así, la

22
Jagoe, Catherine; Alda Blanco y Cristina Enríquez (1998). La mujer en los
discursos de género. Textos y contextos en el siglo XIX. Icaria. Antrazyt, Barcelona.
37
De la costilla de Adán al útero de Eva…

mujer, al convertirse en guardiana de la conciencia


del comerciante, al convertirse, como si dijéramos, en
salvaguarda de su alma mientras ésta permanece en
el hogar, cuidando y protegiendo las minucias mora-
les de la vida, puede ser para él una especie de
segunda conciencia, un punto de referencia y un con-
suelo espiritual en los momentos difíciles23.

Considerada la mujer como la parte espiritual del


mundo material masculino, también requirió de la creación de
medios que aseguraran su reclusión doméstica. Así que, los
médicos, tributarios del nuevo orden social, contribuyeron con
sus estudios a conformar una representación médica sobre la
mujer y buscaron en su anatomía la justificación de su su-
puesta pasividad. Con seguridad, los médicos intentaron po-
ner una distancia entre el conocimiento popular y el científico,
pero sus concepciones sobre las mujeres fueron tan popu-
lares como las que podían leerse en una novela, plasmarse
en el arte y en los periódicos de la época. Los médicos crea-
ron los modelos culturales de una sociedad que promovió
una desigualdad entre hombres y mujeres.
La salvaguarda de la virginidad fue sin lugar a dudas
una preocupación de los varones decimonónicos quienes
buscaron garantizar la virginal pureza de sus mujeres. Con
ello se pretendía también evitar el contagio de enfermedades
sexuales y asegurar la reproducción de la familia y la pro-
piedad privada.
La pureza tuvo una corporeidad: mujeres lánguidas,
con tez pálida, asexuadas, que ofrecían su vida a la domes-
ticidad abnegada. Era una imagen que conquistaba su ideal
sobre la base de una invalidez perpetua. El espantoso
colapso de la salud femenina dejó de ser un imaginario de la

23
Dijkstra, Bram (1994:11).
38
La profesionalización de la medicina…

debilidad ideal de las mujeres para convertirse en una reali-


dad epidemiológica, que sigue cobrando mutilaciones de
útero y ovarios en las salas de cirugía, en aras de recobrar
la salud extraviada de algunas mujeres.

El impacto de las nuevas representaciones médicas


del cuerpo femenino

Con el desarrollo de la ginecoobstetricia tuvieron lugar una


serie de eventos científicos importantes en el contexto de la
ciencia médica decimonónica mexicana. Parte de este pro-
ceso fue la construcción y adaptación de instrumentos qui-
rúrgicos, que tuvieron la función de ayudar al médico en su
trabajo profesional como partero y ginecólogo. El conoci-
miento sobre el funcionamiento del cuerpo femenino y las
representaciones técnico-médicas que de él se desprendie-
ron, permitieron la clasificación de una epidemiología feme-
nina, amplia y detallada.
La epidemiología ginecoobstétrica elaborada hacia
finales del siglo consideró que muchas enfermedades, como
las de riñón o las enfermedades respiratorias (entre ellas,
bronquitis, congestión pulmonar, pleuroneumonía o pleure-
sía) eran ocasionadas por los desarreglos útero-ováricos. Sin
lugar a dudas, las enfermedades de los órganos de la cavi-
dad pélvica y los genitales tuvieron la misma explicación24.
Durante las primeras décadas de la segunda mitad del
siglo, los cuadros estadísticos elaborados por la medicina
académica, que tuvieron como objetivo reportar los datos de
enfermedades y muertes, sólo incluían algunas patologías
femeninas relativas al parto y al puerperio. Conforme fue
avanzando la discusión en el campo de la ginecoobstetricia,

24
Márquez, Miguel (1881). Algunos datos de Estadística Obstétrica. Imprenta de
Horcasitas Hermanos, México. Secc. Anexos, cuadro 5.
39
De la costilla de Adán al útero de Eva…

la epidemiología femenina fue haciéndose mayor y más fina


en sus descripciones nosológicas.
Algunos médicos como el neoyorkino Thomas Gai-
llard, quien influenció el conocimiento de algunos galenos
mexicanos, aseguraron que la patología femenina era resul-
tado de la civilización, que a toda costa promovió una actitud
de invalidez en las mujeres del siglo XIX, a través de algunas
costumbres que disminuyeron su fortaleza para sufrir las
penas de la vida y resistir las enfermedades. Entre las influen-
cias que mayores estragos habrían originado lesiones uteri-
nas, Gaillard señaló las siguientes: la falta de ejercicios al aire
libre; el desarrollo excesivo del sistema nervioso; vicios en el
modo de vestir; imprudencias durante la época menstrual;
imprudencias después del parto; prevención de la concepción
y provocación del aborto, además del hecho de casarse
mientras se padecía alguna lesión uterina25.

Si se compara el estado actual de la mujer de la


buena sociedad en todos los países, con el de la mu-
jer del campo en las mismas latitudes respecti-
vamente, con el de la india de la América del Norte, ó
con el de la fuerte y robusta negra de los Estados del
sur, apenas se podrá creer que todas reconocen un
mismo origen, y poseyeron en un tiempo las mismas
cualidades físicas. La experiencia enseña que la
mujer, cuando no ha estado expuesta á ningunas
influencias dañosas ó debilitadoras, no es ménos vi-
gorosa que el hombre de la misma raza, ni ménos
propia que este para sobrellevar los trabajos y mo-
lestias de la vida; habiendo tribus salvajes en que
se considera á la mujer como superior al hombre.

25
Gaillard, Thomas (1879). Tratado práctico de las enfermedades de las mujeres.
D. Appleton y compañía, Nueva York.
40
La profesionalización de la medicina…

Entre los irracionales se manifiesta más clara-


mente todavía esa igualdad. La yegua resiste tanto
como el caballo, y no pocos de nuestros caballos de
corrida mas célebres han sido del sexo femenino. La
leona, si bien ménos majestuosa que su real con-
sorte, no por eso deja de ser tan temible como este al
cazador [...] se puede deducir lógicamente, que la
hembra humana, bien desarrollada y colocada al
abrigo de las causas que tienden á comprometer su
bienestar físico, no sería muy inferior al varón26.

Las palabras de Gaillard ponen en evidencia las


contradicciones de los planteamientos médicos. Por un la-
do, este médico aseguró que los estilos de vida civilizados
fueron menguando la salud femenina. Por otra parte, se-
ñaló la incapacidad física de la mujer para adaptarse a las
exigencias de la civilización. Es decir, en un nivel de infe-
rioridad evolutiva como los salvajes, se consideró que las
hembras y los machos eran igualmente fuertes y resisten-
tes, pero que existían diversas causas que debilitaban físi-
camente a la hembra humana urbana.
Finalmente, se pude decir que la profesionalización
de la ginecoobstetricia y la elaboración de las represen-
taciones técnico-médicas del cuerpo femenino son procesos
sociales íntimamente ligados, que dan cuenta de una época
en la que la ciencia construyó un tipo de cuerpo que debía
diferenciarse según ciertos rasgos de adscripción social. El
deseo de ingresar a la modernidad generó la incorporación
de la ciencia en todos los campos para explicar la organi-
zación social de acuerdo a las teorías evolucionistas que
propusieron una homologación entre el cuerpo individual y el
cuerpo social. Fue así que la medicina, en este caso la rama

26
Gaillard, Thomas (1879:25). Énfasis nuestro.
41
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de la ginecoobstetricia, formó parte de la tecnología social,


que buscó imponer una lógica sobre el género, en una so-
ciedad que exigía la definición de los papeles sociales de los
sexos. Por otro lado, la profesionalización de la medicina
contribuyó al surgimiento de una nueva realidad corporal, en
la que los diferentes discursos científicos y filosóficos ofre-
cieron los fundamentos teóricos para reorientar y asignar un
sentido a los cuerpos individuales.

42
III
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico
legal del siglo XIX mexicano

Tan imposible es conocer en el mar el surco de


una nave, en el aire el paso de un águila y en la
roca el rastro de una culebra, como en la mujer
la huella del hombre que la conoció amoro-
samente (Proverb.,c.30,v.18.19).

Introducción

L
a modernidad impulsó el enaltecimiento de la razón
sobre cualquier otra forma de discernimiento. En ese
contexto se instauró la ciencia positiva como manera
sistematizada de conocer la naturaleza y lo humano. La me-
dicina del siglo XIX adoptó los conocimientos de otras disci-
plinas, como la estadística, la biología y la fisiología, porque
aspiraba a convertirse en una práctica científica, despojada
de las conjeturas y apegada a los principios del saber posi-
tivo. La medicina anatomoclínica1 tuvo una fuerte presencia
durante la primera mitad del siglo, tanto en México como en
el resto del mundo occidental. Posteriormente, otros saberes
aparecieron y buscaron la cientificidad de la medicina2. La
denominada medicina moderna se dio a la tarea de descu-
brir lo que consideró la única forma de estructuración y

1
Estañol, Bruno (1996). La invención del método anatomoclínico. UNAM, México.
2
Bernard, Claude (1994). Introducción al estudio de la medicina experimental.
UNAM, México.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

función del cuerpo humano. En consecuencia, la medicina


validó su derecho de ciencia y dirigió parte importante de su
trabajo a justificar el nuevo orden social, empleando para
ello los principios del cuerpo biológico y la naturaleza con
bases darwinianas3.
Si se parte del supuesto epistemológico de que la
ideología política forma un núcleo determinante en la pro-
ducción de la ciencia se deben hacer preguntas acerca de las
formas y los contenidos del conocimiento científico y sus
efectos en la construcción de los cuerpos y el impacto que di-
chos conocimientos han tenido en la vida de los individuos.
La medicina científica realizó una serie de inves-
tigaciones, entre las que sobresalieron aquellas cuyo objeto
de estudio respondió al orden social, modelando ciertas exi-
gencias morales y rebasando las expectativas sobre el co-
nocimiento anatómico. Los médicos no solamente buscaron
justificar una lógica de funcionamiento del cuerpo humano,
sino que también se empeñaron en corporizar sus creencias
y deseos.
La medicina practicada en la ciudad de México en la
segunda mitad del siglo, hizo ostensible los miedos, las fan-
tasías de la posesión del cuerpo femenino y los fantasmas
alrededor de la virginidad. Los médicos, en su deseo de obje-
tivar la castidad de las mujeres y encontrarle un lugar en sus
cuerpos, llevaron a cabo investigaciones inimaginables, como
la que Francisco Flores realizó, en 1885, en torno al himen de
las mujeres mexicanas4.

3
Cluvreul, Jean (1983). El orden médico. Argot editorial, Madrid.
4
Flores y Troncoso, Francisco (1885). El himen en México; estudio hecho con
unas observaciones presentadas en la cátedra de medicina legal. Oficina
Tipográfica de la Secretaría de Fomento, México.
44
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

El control médico del cuerpo femenino

Los médicos, como buenos herederos de la moral burguesa,


extrapolaron sus conocimientos científicos sobre el cuerpo
fisiológico al campo de la sexualidad. Con ello se reforzó una
noción ambivalente del cuerpo femenino, como deserotizado
y sexual al mismo tiempo. Esta noción se basaba en modelos
franceses y norteamericanos protestantes, que se enfrenta-
ban a la construcción de la nación mexicana. Algunos de los
principios morales sobre la virginidad, la monogamia y la fide-
lidad salieron de la alcoba matrimonial y del confesionario
para formar parte de la preocupación de las investigaciones
de aquella época. No hay duda que la ciencia médica otorgó
una “racionalidad” sobre el uso del cuerpo femenino, su ana-
tomía, fisiología sexo-lógica5 y sus deseos. A partir de la im-
posición de ciertas prácticas se designaron las identidades
sanas y patológicas de las mujeres, que se materializaron en
las imágenes corporales6 y en distintos grupos de mujeres, la
esposa virgen y las “otras”
El conocimiento sobre el cuerpo femenino llevó a los
médicos a normar la sexualidad. La explicación médica fue
acuñando una serie de comportamientos y símbolos sobre la
anatomía femenina. De esa manera, se implantaba un mo-
delo de cuerpo femenino que no sólo continuaba negando la
importancia del placer sexual, sino que lo tipificaba como
anormal. Este nuevo modelo sexual, de filiación protestante,
exigió la presencia de un signo físico que diera cuenta de la
intachable moral femenina. Los médicos europeos, como
Marcel Tardieu, Delens Briand, Budín y Geofroy-Saint-Hilaire,

5
La sexología es un concepto que refiere una lógica sobre la sexualidad y que
corresponde a las exigencias de cada época. Cfr. Vázquez García, Francisco y
Andrés Moreno Mengibar (1997). Sexo y razón. Una genealogía de la moral
sexual en España (siglos XVI-XX). Akal, Madrid.
6
Ibídem.
45
De la costilla de Adán al útero de Eva…

entre otros, buscaron en la anatomía genital femenina la evi-


dencia de un comportamiento recatado, particularmente para
ciertas clases sociales. Entonces aseguraron que el signo
más irrefutable de la virginidad era el himen7. La virginidad y
la pureza corporal femenina formaron parte del objeto de
exploración médica, y el himen se convirtió en el objeto y su-
jeto físico de investigación y de especialización.
El interés por el estudio del himen provenía de los
tiempos de Louis Leclerc de Buffon. En 1749, al fundar la
anatomía comparada, Buffon estableció a la par las bases
físicas, teológicas y jurídicas de la ciencia virginal, con ante-
cedentes en la ideología judeo-cristiana. Su trabajo incluyó
profundas meditaciones y exámenes periciales llevados a
cabo sobre jóvenes mujeres. Buffon sostuvo que:

Los hombres, celosos de las primicias de todo género,


han dado siempre importancia á todo lo que ellos han
creído haber gozado los primeros. Esta especie de
locura ha hecho un ser real de la virginidad de las
mujeres. La virginidad, que no es sino un ser moral,
una virtud que tan sólo consiste en la pureza del
corazón, se ha hecho objeto físico por el cual se han
preocupado los hombres, han establecido sobre él
opiniones, usos, ceremonias, supersticiones y hasta
juicios y castigos8.

Buffon se mostró crítico frente a la intención de ma-


terializar en el cuerpo un deseo. Afirmó que “los hombres han
pretendido encontrar en la naturaleza lo que sólo estaba en
su imaginación”9. Aseguró que la virginidad era un aspecto
7
Peratoner, Amancio (1903:72). Fisiología de la noche de bodas, Misterios
del lecho conyugal. Casa editorial Maucci hermanos é hijos, Buenos Aires.
8
Flores, Francisco (1885:10).
9
Citado En: Peratoner, Amancio (1903:72).
46
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

moral, que radicaba más en la pureza del corazón de las


mujeres, pero que había sido convertido en un objeto físico
del que todos los hombres se ocupaban, estableciendo sobre
ello variedad de usos, ceremonias, supersticiones, hasta jui-
cios y penas. Los médicos franceses Du Laurens y Ambrosio
Paré se sumaron a la opinión negativa de su contemporáneo
Buffon y aseguraron que en nombre de la virginidad se come-
tieron abusos cuando se llevaron a cabo los exámenes y las
inspecciones, sin que tuvieran en cuenta que tales actos
fueron un atentado contra la virginidad, y que el procurar co-
nocerla equivale a violarla10. También aseguraron que nunca
habían encontrado el himen en ninguna mujer y que la vir-
ginidad era un culto hacia el estado de perfección, de virtud y
pureza de las mujeres, que había sido practicado tanto por
los pueblos antiguos como por los modernos11.

La prostitución forzada de las vírgenes, o la estúpida


indiferencia por la flor virginal, es una excepción tan
rara como monstruosa, que sólo se ha encontrado en
los pueblos más supersticiosos, feroces é incultos.
En nuestros países civilizados, la virginidad, sobre
todo cuando es física y moral á la vez, considerase
como un tesoro de inestimable cuantía. De ahí los
conatos que se han hecho, las supersticiones á que
se ha apelado, para descubrirla y reconocerla; de ahí
la infibulación, la sutura de la vulva, y demás medios
ridículos puestos en práctica para conservarla; y de
ahí, en fin, las supercherías no pocas veces emplea-
das para simularla cuando se ha perdido12.

10
Ibídem.
11
Monlau, Felipe (1865). Higiene del matrimonio o libro de los casados. Casa
editorial Garnier Hermanos, París.
12
Monlau, Felipe (1865:149). Algunas de las estrategias que las madres empleaban
para simular el sangrado producto de la ruptura del himen eran las vejigas de
47
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Admitida por unos y negada por otros, la virginidad


inspiró estudios médicos inverosímiles, como el que presentó
Francisco Flores y Troncoso, en 1885, en la cátedra de
medicina legal: un estudio sobre el himen de las mujeres
mexicanas.
Francisco Flores, siguiendo a sus colegas europeos,
quienes creyeron en la virginidad como algo físico, se pro-
puso realizar una acuciosa investigación que le permitiera
clasificar el himen de las mujeres mexicanas, atendiendo a la
forma y estableciendo la fuerza física que cada himen reque-
ría para ser perforado. En la primera parte de su estudio, hizo
una revisión del valor de la virginidad a lo largo de la historia y
en las diversas culturas, y concluyó que éste era un rasgo
exclusivo de las sociedades más civilizadas. Muestra de ello
sería la existencia de leyes que castigaban el delito de vio-
lación. También sostuvo que de la integridad del himen pen-
día la salud del género humano: “En México se la rinde culto
[a la virginidad] y allí están sus leyes protegiéndola contra
todo atentado; allí está el médico-legista volviendo á cerrar á
la azucena, próxima á abrirse, y descubriendo al insecto que
quiso anidarse en su corola”13.
Según este médico, la vigilancia de la virginidad era
un valor de la civilización:

En pueblos donde en tan gran valor se tiene á la


virginidad, su legislación no puede ménos de vigilarla
en sus disposiciones. Y todo ¿a qué tiende sino á que
se conserve la integridad material del órgano sexual,

pescado o cosa análoga con una forma semejante a una almendra llena de sangre de
pichón. La indicación consistía en que debían introducir dicha vejiga al canal
vulvo-uterino de manera clandestina antes de meterse al lecho conyugal.
13
Flores, Francisco (1885:24).
48
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

es decir, principalmente del himen, en cuya ruptura se


14
ha querido siempre personificar la desfloración?” .
Increíble parece que el hombre, creado para admirar
lo bello y lo sublime, llegue á degenerar tanto en el
sentimiento. ¡Qué más bello que esa blanca flor de la
virginidad aun no acariciada por el céfiro avieso!
Felizmente esos pueblos que en tan poco valor la
tienen, son los últimos en ilustración y que aun per-
15
manecen en la infancia primitiva .

A pesar de que Flores discutió las diferencias entre la


pureza física otorgada por la integridad del himen y la pureza
del corazón defendida por Buffon en el siglo XVIII, afirmó que
el naturalista sólo admitió la virginidad del corazón. Pero dado
que en el siglo XIX, la virginidad material fue aceptada, mate-
riales tenían que ser sus demostraciones. De ahí la nece-
sidad de estudiar la resistencia a la desfloración de las don-
cellas. El estudio del himen dio cuenta de los delitos lascivos,
la masturbación y los amores lésbicos. La creación de un
valor de la civilización requirió de la labor médico-científica
para estudiar exhaustivamente el himen y clasificarlo según
los modelos franceses que incorporaron los principios de la
estadística. Los médicos pusieron al servicio de la ley los
datos obtenidos en sus trabajos sobre virginidad para que los
legistas contaran con conocimientos supuestamente firmes
sobre los delitos de violación y de estupro. Flores pretendió
que los médicos legistas se convirtieran en los expertos
observadores e identificadores de hímenes desflorados.
Francisco Flores realizó 181 observaciones de hí-
menes de mexicanas, desde niñas recién nacidas, ado-
lescentes, mujeres jóvenes, adultas vivas y muertas. A partir

14
Flores, Francisco (1885:25).
15
Flores, Francisco (1885:22).
49
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de su minucioso estudio, el anatomista estableció que los hí-


menes de las mujeres cambiaban; dentro de la niñez y hasta
los diez o doce años, cuando el himen era de forma anular,
mientras que en la juventud podría tomar las formas labial,
semilunar, franjeado o de herradura. A partir de estas obser-
vaciones intentó establecer una teoría sobre la formación del
himen mexicano y los cambios que podía tener en su evolu-
ción desde la niñez, la pubertad y en la adultez. También
clasificó los hímenes considerados como anómalos, que
tendrían las formas siguientes: biperforado, herradura optura-
da, imperforado, trifoliado, multifoliado, y coroliforme. Des-
pués de estudiar minuciosamente las formas del himen y sus
anomalías, el anatomista perfeccionó las denominaciones
empleadas en Europa y América. Siguiendo un método es-
tadístico elaboró un cuadro (Cuadro 3.1) y diseñó una
clasificación, acompañando las imágenes con sus ejemplos
(Figuras 3.1 y 3.2). Es de gran importancia mencionar que la
forma de himen en herradura no existía en ninguna cla-
sificación y que no había sido identificado, por lo que consi-
deró que era exclusiva de las mujeres mexicanas, además,
constató que este tipo de himen presentaba una resistencia
peculiar a la perforación.
Afirmó que la clasificación de hímenes proporcionaría
un conocimiento sobre la diversidad de formas de la mem-
brana; así los médicos legistas podrían distinguir las circuns-
tancias en las que una doncella había sido desvirginada.
Los galenos mexicanos habían estudiado algunos hímenes
en cera que llegaron de Francia a la Escuela Nacional de
Medicina de México, a través del Dr. Leopoldo Río de la
Loza, en el año 187016, pero la pasión por el estudio del hi-
men llevó al médico guanajuatense a constatar las formas

16
Protomedicato, caja 141, expediente 57, fojas 17-18. Actualmente esas piezas
forman parte de la exposición permanente del Museo del Antiguo Palacio de
Medicina en el Centro Histórico del Distrito Federal.
50
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

comunes y patológicas del himen de las mujeres mexicanas,


porque consideró que la ausencia de estudios nacionales
sobre el himen constituía una falta para lograr la clasifi-
cación de los hímenes anómalos en el contexto nacional.
Con la ayuda de su amigo el ingeniero civil Luis
Cortés, antiguo compañero del Colegio de Guanajuato,
Francisco Flores llevó al extremo sus conocimientos téc-
nicos y aplicó una escala mecánica de tiempo-fuerza-trabajo
para obtener de manera precisa el esfuerzo que cada tipo
de himen requería para ser perforado. De lo que concluyó
que cada himen requería de una fuerza específica para ser
roto. El médico mexicano había conseguido rebasar por
mucho las aportaciones de los médicos de ultramar, porque
una vez establecida la estructura original de la engañosa
membrana, aplicó su escala mecánica y logró de manera
objetiva, según sus propias palabras: “establecer el esfuerzo
que el atacante debía ejecutar para vencer la resistencia de
cada tipo de himen”.

51
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Cuadro 3.1. Clasificación del himen del Dr. Francisco Flores

Fuente: Flores y Troncoso, Francisco de A. (1885) El himen en


México; estudio hecho con unas observaciones presentadas en la
cátedra de medicina legal, Oficina Tipográfica de la Secretaría de
Fomento, México, p.34.

52
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

A. Anular franjeado B. Labial franjeado

C. Semilunar franjeado D. En herradura


Figura 3.1. Clasificación del himen normal según el Dr. Francisco
Flores

53
De la costilla de Adán al útero de Eva…

E. En herradura franjeado
Figura 3.1. Continuación. Clasificación del himen normal según el
Dr. Francisco Flores

A. Biperforado franjeado B. En brida


Figura 3.2. Hímenes anómalos según el Dr. Francisco Flores

54
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

C. En herradura obturado D. Imperforado

E. Trifoliado F. Multifoliado
Figura 3.2. Continuación. Hímenes anómalos según el Dr.
Francisco Flores

55
De la costilla de Adán al útero de Eva…

G. Coroliforme
Figura 3.2. Continuación. Hímenes anómalos según el Dr.
Francisco Flores

Además de las formas del himen, sus anomalías, sus


grados de frecuencia y modificación, Flores también estudió
la resistencia del himen para tener otro elemento que ayu-
dara desde el punto de vista médico-legal a distinguir las cir-
cunstancias de la violación:

Dos son los factores que intervienen en la verificación


de ciertos delitos de incontinencia17: la potencia
representada por el pene (en el estupro y la violación),
el dedo, el cuello de una botella, un tapón, etc. (en los
amores lésbicos), y la resistencia representada por el
himen. Para vencer esta resistencia, hay necesidad
de un gasto de trabajo que varía según que ella sea

17
La incontinencia refería los delitos sexuales como la violación y el estupro.
56
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

mayor ó menor, puesto que mayor ó menor será la


fuerza (intensidad) empleada en la unidad de tiempo.
Entran en la composición del trabajo mecánico tres
factores que son: la distancia, la intensidad (fuerza) y
la duración de su aplicación (tiempo)18.

Concluyó que el himen era una membrana que forma-


ba parte de la anatomía genital femenina, por tanto, siempre
suministraba datos importantes en las cuestiones de inconti-
nencia. La existencia de hímenes anómalos podría confundir
al médico y fácilmente ser sorprendido y engañado, puesto
que el himen podría tener toda la apariencia de haber sido
roto y, sin embargo, podía estar intacto.
La investigación de Flores mostró sus prejuicios de
varón burgués, los cuales guiaron sus trabajos en el campo
de la medicina legal. Específicamente en el tema de la resis-
tencia del himen, el galeno mexicano reveló las preocupa-
ciones de los hombres de su tiempo:

Aun en lo profano puede tener utilidad la aplicación de


los principios que vengo desarrollando. El joven que
se casa, sueña en la noche de su boda con la
resistencia que va a encontrar al satisfacer sus
ardientes pasiones. Y ¡cuántos casos hay en que sólo
la falta de esta condición alarma injustamente al
esposo, que desde aquel instante niega las caricias á
su consorte y aun duda de su virginidad! Y ¡cuántos
en que, ya desgraciado el matrimonio, viene el
divorcio! Que se trate de una de las formas del himen
que presenta poca resistencia; que la joven tenga
leucorrea, tan comun en su edad, que sea nerviosa,

18
Flores, Francisco (1885:55).
57
De la costilla de Adán al útero de Eva…

excitable y voluptuosa, y se comprenderá que con la


abundante secreción vaginal del momento en que se
verifica el coito, flojos los tejidos, no sólo no se en-
cuentre resistencia, sino que ni aun el más leve obs-
táculo se perciba. El esposo maldice aquella hora, la
joven desposada ve nublarse el cielo de sus amores,
y sólo el médico, previo un examen y reconocida
la forma del himen, podrá, en tesis general, disipar
la tormenta19.

La afirmación final de la cita remite al postulado que


sólo un varón podría sacar a otro de la duda sobre la virgi-
nidad de su consorte. En un mundo de misoginia y desprecio
por la mujer, la virginidad era lo único que le podía garantizar
un lugar aparentemente digno dentro de la sociedad.
Flores aseguró que existía un gran número de hime-
nófilos, pero pocos himenólogos, de allí el llamado urgente
que hizo a las autoridades científicas y civiles, a fin de que se
intensificaran los estudios correspondientes y se fundara el
Instituto Nacional del Himen, en México. Esta queja acusa-
dora no quedó sin respuesta, y los señores Aguirre, Aizpuru,
Alas, Amescua, Barragán, Beristáin, Bernáldez, Cerda, Cha-
cón, Delgado, Díaz, González, Echávarri, atendieron a su lla-
mado y fue así como logró integrar gran cantidad de
información sobre los hímenes y escribió su opúsculo20.
19
Flores, Francisco (1885:65-66). Énfasis nuestro.
20
Arreola, Juan José (1971). Palindroma. Joaquín Motriz. México, pp. 52-53.
Arreola señala datos que se presume fueron obtenidos de un manuscrito
trufado con notas, agregados y encomiendas de puño y letra de Flores y al
final del texto asegura el escritor mexicano encontró el párrafo siguiente:
“Personalmente, yo no he roto himen alguno. Lo que se dice romper. Por
un azar del destino, que finalmente prefiero bendecir, sólo me tocó el
complaciente y anular... Tal vez la nostalgia de no haber podido verificar
hasta ahora personalmente la exactitud de mis cálculos, me llevó a reunir
en este opúsculo los trabajos que hice en otro tiempo, cuando entregado al
58
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

Aparentemente, el resguardo de la virginidad como


derecho masculino y la violación práctica consuetudinaria
entre los varones fue lo que motivó el interés de los hime-
nólogos tanto nacionales como europeos por estudiar esta
diminuta membrana. Lo que aparece entre líneas es que los
médicos también jugaron un papel de protectores de otros
varones, pues resaltaron la importancia de las evidencias
físicas de la violación y el consecuente relativismo hacia el
pudor y la moral lastimada de las mujeres en los delitos de
incontinencia. En el año de 1894, el médico Caréaga en su
trabajo titulado Breves consideraciones sobre el valor que
tienen en muchos casos los dictámenes periciales21, aseguró
que era de suma importancia distinguir si las lesiones que en
ocasiones presentaban las partes genitales de la mujer eran
producto de una ofensa o se le atribuía a otra causa. Para
estos años, la medicina legal había sumado a las formas,
consistencia y abertura del himen, la medida del cuello y del
útero, el análisis de las secreciones vaginales y la identi-
ficación de las cicatrices en las carúnculas o restos del himen
desvirgado. La práctica judicial debía basarse en datos físicos
y no sólo en el dicho de la ofendida y en pruebas morales
para descubrir los delitos de incontinencia.
Es de comprenderse que ante la disputa acerca de
las evidencias y signos físicos de la virginidad y el himen
como el garante de la castidad material y moral de las muje-
res, el trabajo del médico mexicano Francisco Flores, quien

estudio, me sustentaba en las ubres del saber, cuando me atreví a cantarte


también, oh himen, con versos juveniles, bajo las frescas arquerías de la
Escuela Nacional de Medicina... Ya en el umbral de una vejez viuda de
ilusiones, pienso dedicar las horas que me quedan a tu estudio, con mayor
pasión y no menos embeleso” (Arreola, Juan José 1971:55). Sin duda se
trata de una interpretación de este fascinante maestro de las letras
mexicanas, pero nos resultó obligado citarlo.
21
Icaza, Ramón J. “Sesión del día 28 de Noviembre de 1894.- Acta núm. 10.-
Aprobada el 5 de diciembre de 1894”. En: Gaceta Médica de México (1895) T.
XXXII. Núm. 2, pp. 44-49.
59
De la costilla de Adán al útero de Eva…

por cierto fue acusado por sus compañeros médicos por el


supuesto plagio de datos y previas investigaciones sobre el
himen, debe ser entendido como una trascendente aporta-
ción, no sólo al campo de la medicina legal y al avance de la
objetividad médica, sino sobre todo por la representatividad
social y cultural que tenían estos valores morales, enarbo-
lados por los médicos y convertidos en objetos de investi-
gación para la ciencia.
Así que las imágenes del himen obtenidas por Flores
llenaron un vacío en la objetividad médico-legal y presu-
miblemente le sirvieron para facilitar conclusiones certeras
sobre las infracciones sexuales cometidas22. Por otro lado,
queda claro el proceso a través del cual se fueron entrete-
jiendo los valores morales y éticos de una cultura y los in-
tereses científicos que, finalmente, lograron impactar la vida
de las personas. En este caso, el estudio del himen y la
noción de una sexualidad femenina impulsada por la ciencia
médica se impusieron como una exigencia social que, por
supuesto, afectó no sólo a las mujeres y a su vida sexual,
sino también a los varones y a sus relaciones de pareja.

Reflexión final

En el siglo XIX, el dispositivo de la sexualidad convocó a la


creación de discursos científicos e ideológicos, leyes,
medidas administrativas, enunciados científicos y morales,
para domesticar el deseo e imponerle ciertos principios repre-
sivos. La finalidad era conseguir que los individuos desarro-
llaran cierta tolerancia que redituaría en un estilo de vida
pautado por las normas sociales y culturales del emergente

22
El célebre médico francés Ambrosio Tardieu en sus textos sobre medicina
legal reporta la importancia de la existencia del himen como un signo importante
en los atentados contra el pudor, particularmente en las desfloraciones cometidas
en las menores. Cfr. Peratoner, Amancio (1903).
60
Imágenes y representaciones del himen: un estudio médico…

capitalismo burgués y la moral protestante. Con la promoción


de una sexualidad femenina monogámica se aseguraba par-
te del camino al progreso capitalista que requería cuerpos
sanos. El sexo seguro se convirtió en una medida profiláctica
para evitar el contagio de sífilis. La práctica de la sexualidad
se acomodó a la necesidad económica.
El estudio de Flores es una muestra de cómo la
ciencia médica promovió la creación de regularidades ana-
tómicas en el cuerpo humano según el sexo de los indivi-
duos. A la vez que la medicina dirigió sus investigaciones a
confirmar sus creencias, materializaron en el cuerpo ciertos
valores morales que se constituyeron en contenidos impor-
tantes de la representación técnico-médica del cuerpo feme-
nino. En el caso del himen, el tejido, garante de la virginidad,
pasó a formar parte de la representación médica que justificó
el significado científico que los médicos le quisieron imprimir.
La anatomía genital y las formas de relación entre
los sexos han sido y siguen siendo un hecho fundamental
de estructuración social. Si la identidad sexual y de género
de los sujetos pasa en primera instancia por el dato pri-
mario de dicha anatomía, es perfectamente comprensible
que ella defina el rumbo de un estilo de vida en los espa-
cios privado y público.
El estudio de la representación médica del cuerpo
femenino durante ese siglo resulta fundamental para enten-
der la salud sexual y reproductiva de las mujeres, teniendo
como hilo conductor el análisis de los contenidos de la sexo-
logía actual. Es decir, existe una lógica sobre la sexualidad de
los cuerpos que tiene que ser evidenciada y expresada, para
ello la historia cultural de ciertas prácticas y saberes resulta
indispensable si se aspira a otras propuestas que consigan
liberar el cuerpo y la sexualidad femenina de las coordenadas
morales médicas que distan mucho de atenderlo adecuada-
mente y lo siguen sujetando, limitando y enfermando.

61
IV
La concepción del cuerpo de la mujer indígena en la
medicina del siglo XIX

Todos los americanos proceden de una y la misma


cepa, eran, y todavía son, salvajes; los mexicanos
y los peruanos, en el momento del descubrimiento,
hacía tan poco que se habían civilizado que no
constituyen excepción.
Buffon1

Introducción

L
a diferencia étnico-racial constituyó uno de los principales
ejes de la estructuración social en los estados nacionales.
En ocasiones se deja de lado que la clasificación de los
seres humanos ya pasó por el tamiz de la eugenesia2 y el ra-
cismo3. Los postulados de la medicina y la antropología,
1
Duchet, Michéle (1975). “La antropología de Buffon”. En: Antropología e
historia en el siglo de las luces. Ed. Siglo XXI, México, p. 175.
2
Eugenesia: Estudio y cultivo de las condiciones y medios favorables al
mejoramiento físico y moral de las generaciones humanas futuras. Es positiva o
negativa según adopte aquellas medidas sociales que tiendan, respectivamente, a
aumentar el número de individuos de mejor tipo o disminuir el de los individuos
de peor tipo. Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas. (1976) Salvat
Editores, Barcelona, p. 383.
3
El racismo es la condición de aceptabilidad de la matanza en una sociedad en
que la norma, la regularidad, la homogeneidad, son las principales funciones
sociales. En efecto el prejuicio racial tiene componentes muy complejos que se
interrelacionan con los asuntos económicos, políticos, sociales y culturales.
También existen posturas que hablan de diferentes tipos de racismo, pero todas
De la costilla de Adán al útero de Eva…

criterios seudocientíficos asociadas con cuestiones morfo-


lógicas como el color de la piel, los rasgos faciales, la forma
de los huesos, la composición sanguínea, el prognatismo, la
forma y la capacidad craneana, la medida del ángulo facial, la
estructura, el peso y el volumen del cerebro, han sido los ma-
yores causantes de la naturalización de la supuesta inferio-
ridad de los otros y, en particular, de las mujeres, los indios en
el siglo XVI, los pobres, los no blancos y los no protestantes4.
Aunque el prejuicio racial se puede encontrar en
períodos anteriores5, su vinculación con una aplicación inten-
cionada de la ciencia data del siglo XIX, cuando adquirió
mayor significación, debido al auge del colonialismo y la es-
clavitud, y al continuo intento de justificarlos moralmente6. Por
eso el propósito de este escrito es abordar el papel definitorio
que tuvo la medicina académica de ese siglo, como una de
las instituciones sociales de mayor envergadura en la función
de clasificar a los individuos. En el caso de la mujer indígena
y pobre, la inferioridad fue doble y provino de la época de la
colonia7. Esta doble inferioridad8 justificó el allanamiento de

contienen una esencia única: el profundo desprecio por el otro. Véase; Foucault,
Michel (1996). Genealogía del racismo, Editorial Altamira, La Plata Argentina;
Naranjo Orovio, Consuelo y García González, Armando (1996). Racismo e
inmigración en Cuba en el siglo XIX. Ediciones Doce Calles, Madrid.
4
Malvido, Elsa y Oliva López Sánchez (2005). “La concepción del cuerpo en
el siglo XIX: cuerpo como sujeto de delito”. En: Peña Sánchez, Yesenia, et.al
Memorias de la II Semana Cultural de la Diversidad Sexual. INAH, México.
5
“La religión, en particular el cristianismo, desempeñó un notable papel
expansionista y alimentó prácticas racistas. La iglesia como el poder político
dudaban de atribuirle alma a los indios, después el estatus de “pureza de
sangre” fue en el siglo XV un antijudaismo biologizante. La sangre judía,
explica un polemista del siglo XVI, incluso en una cantidad ínfima, corrompe
al hombre: ¡es como un veneno!” Wieviorka, Michel (1992). El espacio del
racismo. Paidós, Barcelona, p. 222.
6
Naranjo Orovio, Consuelo y Armando García González (1996:27 y passim).
7
Malvido, Elsa (1990). “El uso del cuerpo femenino en la época colonial
mexicana a través de los estudios de demografía histórica”. En: Adelaida R. Del
Castillo, Between borders: Essays on Mexicana/Chicana History. Floricanto
64
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

sus cuerpos, porque las variaciones corporales se constitu-


yeron en el signo de una patología inherente a su naturaleza.
Sin el menor escrúpulo, la mujer indígena fue considerada “la
cobaya” favorita de la investigación médica decimonónica
para justificar los criterios cuantitativos entre la anatomía, la
fisiología normal y la patológica del cuerpo humano.

Medicina, biología, clasificación y destino

La ciencia médica de ese tiempo, bajo la forma de un corpus


del saber, determinó los usos del cuerpo humano en las dife-
rentes épocas y culturas, a la vez que homologó los principios
del cuerpo humano sano con el cuerpo social. En este sen-
tido, la ciencia médica se convirtió en una suerte de guardián
del orden social. En consecuencia, el médico funcionó como,
el mediador entre la naturaleza y la cultura.
Según Foucault9, el ejercicio del poder sobre la vida
occidental se centró en dos polos principales: las relaciones
demográficas y la disciplina sobre el cuerpo. En el primer
caso, se impuso el control de la natalidad, la mortalidad, el
nivel de salud, la longevidad, la higiene, la delincuencia, los
ritos, y en general lo que Luck Boltanski llamó los usos
sociales del cuerpo10. El poder del Estado funcionó en este
ámbito como elemento fundamental de control en el registro
y organización de los individuos; apareció aquí como la
biopolítica de la población. En el segundo polo, incluyó a las
disciplinas, particularmente la medicina, en tanto que forma
de biopoder, al cual se le encargó sustituir a la iglesia para

Press. Encino CA, pp. 115-130.


8
La inferioridad de la mujer es un tema bíblico, sólo que sus fundamentos se han
modificado con el tiempo y la cultura de cada época. Véase Malvido, Elsa (1990).
9
Foucault, Michel (1992-1993). Historia de la sexualidad. Tomos I y III.
Siglo XXI. México.
10
Boltanski, Luc (1975). Los usos sociales del cuerpo. Periferia, Buenos Aires.
65
De la costilla de Adán al útero de Eva…

hacer valer la moral cristiana presente en el discurso


científico de los siglos XVII, XVIII y XIX. La medicina, entonces,
se instauró como un saber que controló el cuerpo en todas
sus dimensiones.
La disciplina impuesta fue una muestra del viejo
principio de exacción-violencia porque dominó y sometió a
los cuerpos a través de los regímenes de la higiene y la
ingesta y normalizó a la sexualidad. En definitiva, ejerció un
control casi total sobre el cuerpo y la sociedad, a través de
las prescripciones de su uso. En este sentido, la disciplina
presupuso la existencia de un saber ligado al poder. El dis-
curso científico médico logró obtener la autoridad y desa-
rrolló el conocimiento, que ejerció, al poder clasificar a los
individuos, para luego excluir a los que ellos decidieron que
estaban fuera de los principios normales, es decir, los que
constituían la “otredad”. La medicina se constituyó en el dis-
curso que diferenció lo normal de lo anormal, lo sano de lo
patológico, lo verdadero de lo falso, lo moral de lo inmoral.
Debe entenderse que las desviaciones o patologías fueron
una construcción social, convirtiéndose en una categoría
peyorativa utilizada para someter a aquellos que desafiaron
el status quo político11.
Durante el siglo XIX, la ciencia y, de manera especial,
la medicina científica, con su sustento biológico, constituyó el
fundamento incuestionable que avaló la diferencia entre los
individuos según su sexo y su raza12. Actualmente, se sabe
que el término raza ha sido desechado por los científicos
sociales porque, desde el punto de vista genético, el con-
cepto de raza es difícilmente sostenible. Hoy día, es más

11
Juliano, Dolores (2004). Excluidas y marginales. Ediciones Cátedra, Madrid.
12
Mayer Celis, Leticia (1999). Entre el infierno de una realidad y el cielo de
un imaginario. Estadística y comunidad científica en el México de la primera
mitad del siglo XIX. El Colegio de México, México.
66
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

común el término etnicidad13, definido como una construcción


social, cuya especificidad reside en: a) que se refiere a dife-
rencias expresamente culturales; b) que tiende a usar un
lenguaje de lugar, y c) que tiene que ver con la identidad y el
significado que un individuo le da a su propia diferencia14.
No obstante, la raza al igual que la etnia son ideas
socialmente construidas. El hecho de que la gente se com-
porte como si las razas existieran como entes biológicos y
sociales hace que persistan como categorías que cobran un
poder social considerable. Desde el siglo XVII, el concepto de
raza operó como un criterio de clasificación entre los hom-
bres, tomando en cuenta las diferencias fenotípicas, morales,
mentales y las operaciones del alma como querer y desear,
es decir, “actos de libertad mediante los cuales el hombre se
eleva por encima de las bestias, que no es más que una má-
quina ingeniosa”15. La visión eurocentrista dispuso a las dife-
rentes “variedades de hombres” en círculos concéntricos
alrededor de la figura fundamental del hombre blanco, masón
o protestante, estructura que supuso un orden inmutable16.
Con el surgimiento de los estados nacionales en el
siglo XIX, se fue gestando un problema distinto al pretender

13
Para muchos investigadores los conceptos de etnia y raza aparecen tan
fuertemente imbricados y es problemática, cuando se habla de etnia se
incurre en una definición racial más o menos explícita del grupo afectado.
Para Wievioka, Michel (1992) se trata de un concepto frágil y que se
aproxima a tres ejes: 1) el concepto de etnia se aproxima considerablemente
al de nación, 2) lo biológico antecede a lo social y lo cultural y 3) el estudio
de las relaciones sociales encubiertas bajo una modalidad ideológica con la
ayuda del concepto etnia.
14
Wade, Peter (1997). Race and Ethnicity in Latin America, Pluto Press, Chicago.
En: Gall, Olivia, “Estado federal y grupos de poder regionales frente al indi-
genismo, el mestizaje y el discurso multiculturalista: pasado y presente del racismo
en México”. En: Debate feminista (2001) Vol.24, Año 12, octubre, pp. 88-15.
15
Duchet, Michéle (1975). “La antropología de Rousseau” En: Antropología
e historia en el siglo de las luces. Ed. Siglo XXI, México, p. 292.
16
Duchet, Michéle (1975:173 y passim).
67
De la costilla de Adán al útero de Eva…

construir una identidad. El fenómeno de la identidad está


relacionado con el problema de la diferenciación dada en
función del otro y, al mismo tiempo, por la distinción del otro
frente al yo. Entonces, el mestizaje representó la posibilidad
de construir la identidad de los ciudadanos de los estados
nacionales.
Conforme transcurría el siglo, el proyecto de acabar
con el indígena se iba reforzando con el discurso científico.
El evolucionismo biológico sentó las bases del evolucio-
nismo social que imperó durante la segunda mitad del siglo
XIX, cuyo propósito fue eliminar la condición indígena con el
propósito de “mejorar” la raza que habría de conformar la
población de las naciones.
El patrón de belleza griega, con su condicionamiento
moral y estético, fue seguido tanto en América como en
Europa. La clasificación de los grupos humanos siguió ese
modelo para establecer un prototipo de ciudadano. En el
caso mexicano, esto condujo inevitablemente al deseo de
“blanquear” la raza.
En el siglo XVIII, Georges-Louis-Leclerc Buffon, Cor-
nelius de Paw, Georges Raynal y William Robertson plan-
tearon que el clima malsano del Nuevo Mundo era causante
de la “complexión quebrada” de los naturales. Según estos
estudiosos, las condiciones climáticas debieron influir sobre
las facultades morales y físicas de los americanos, hacién-
dolos cobardes y flojos. Esto explicaría el que los españoles
los hubieran conquistado con tanta facilidad. Aunque existie-
ron diferencias en sus planteamientos17, en lo que sí coinci-
dieron todos fue en que los indios americanos eran inferiores

17
Cornelius de Paw no creía que los americanos fueran una población posterior al
viejo mundo y que por lo tanto careciera de antigüedad, pero sí que habían sufrido
grandes trastornos y catástrofes. De ahí que, aunque tuvieran el mismo origen que
europeos y asiáticos, los americanos no hubieran podido salir del estado salvaje a
que la propia naturaleza los había predispuesto. Duchet, Michéle (1975).
68
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

al hombre europeo18. Las tesis de degeneración de la raza


indígena, sostenidas en ese siglo, fueron aceptadas de buen
grado por la mayoría de intelectuales criollos, tales como Fray
Servando Teresa De Mier, Carlos María de Bustamante, Lu-
cas Alamán, Lorenzo de Zavala y José María Luis Mora, entre
otros. Todos ellos tenían una certeza: los indios de su época
constituían uno de los mayores obstáculos para la edificación
de la nación y su desempeño en el camino del progreso.
Los intelectuales mexicanos de la primera mitad del
siglo XIX, siguiendo el modelo europeo, también conformaron
un imaginario acerca de los rasgos morales, intelectuales y
físicos del “ciudadano tipo”19, a partir de la frecuencia. En el
caso europeo, la llamada raza aria o griega constituyó el
modelo a igualar. Tal ordenamiento de los individuos, según
su origen étnico–racial, pretendió conseguir el “mejoramiento”
de la raza, en aras de preservar una condición ideal de in-
dividuo puro, según el modelo elegido.

[…] No debe uno lamentarse y llorar sobre el destino


final de las razas inferiores, sea que desaparezcan
por el cruzamiento repetido con la caucasiana, sea
que se extingan gradualmente por su falta de
vitalidad intrínseca, sea que caigan víctimas de una
exterminación violenta20.

Todos los discursos científicos de la época pasaban


por el tamiz de la eugenesia; algunos, como el de Carlos
Gagern, eran de una violencia abierta, franca y directa

18
Ibídem.
19
Mayer, Celis, Leticia (1999).
20
Gagern, C. 1869. “Rasgos característicos de la raza indígena de México”.
En: Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), 2ª
época, t I, pp. 802-818.
69
De la costilla de Adán al útero de Eva…

porque promovía la extinción del indígena, mientras que


otros, como los de Vicente Riva Palacio, hablaban de una
extinción natural e inaplazable, al sostener que los indígenas
desaparecerían de manera inminente por no contar con la
posibilidad física de preservarse21.

La doble inferioridad

Toda esta teoría del “otro” inferior según su fenotipo se basó


en la antropometría, la cual tuvo un desarrollo importantísimo
en el mundo occidental. Sobresalieron los estudios destinados
a dar cuenta de las medidas corporales de unos y otros,
incluyendo a los indígenas, para determinar el grado de
evolución de ciertos grupos étnicos, según la escala universal
que tenía como tipo ideal al varón de raza blanca. Mediante
esta técnica, los médicos estudiaron acuciosamente las
medidas antropométricas de los nativos mexicanos, llenando
las páginas de revistas francesas y mexicanas. Las inves-
tigaciones buscaron reafirmar las diferencias entre las razas
según sus características físicas. El médico francés D. Jour-
danet22 afirmó que la mayoría de los pobladores de las
regiones altas presentaban la enfermedad llamada anoxi-
hemia, es decir, una falta de oxigenación en la sangre,
también conocida como “mal de montaña”. Jourdanet realizó
estudios en diferentes paises americanos para comprobar su
tesis de que los habitantes de los lugares más altos, como la
Ciudad de México, presentaban una torpeza intelectual y una
incapacidad para toda clase de progreso moral, a causa del
aire enrarecido que respiraban23. Otro punto a destacar lo

21
Ibídem.
22
Jourdanet D. (1861). Les altitudes de l’Amerique Tropicale Comparée au
des Mers au point de vue de la Constitution Medicale. Baillière et Fils, Paris.
23
El determinismo geográfico, climático y biológico con su consiguiente
valoración de la degradación de inteligencia de las razas fue la tesis que perduró
70
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

representó la clasificación de criminales que, basado en el


fenotipo, realizó el médico y criminólogo italiano Cesare Lom-
broso24. Siguiendo criterios físicos y esencialistas, Lombroso
clasificó al delincuente nato, diferenciándolo del criminal oca-
sional. La frenología25, como parte de esta teoría, explicó que
era posible conocer las facultades e instintos de un individuo a
través de la inspección de las protuberancias craneales, y se
sumó a la lista de criterios científicos al servicio de la
clasificación de los anormales. De la clasificación “científica”
de los criminales en Europa, México y el resto de América se
concluyó que la mayoría eran mujeres indígenas y pobres26.
La supuesta inferioridad física y biológica de la mujer,
promovida por la medicina y heredada del pensamiento
judeocristiano27, se justificaba también por las características

durante los siglos XVIII y XIX entre los naturalistas europeos. Es importante señalar
que la calidad de la sangre estuvo relacionada con las condiciones climáticas que la
hicieron más o menos impura. Cfr. Naranjo Orovio, Consuelo y García González,
Armando (1996). Medicina y racismo en Cuba. Ayuntamiento de la laguna Centro
de la Cultura Popular Canaria, Tenerife. Duchet, Michéle (1975).
24
Lombroso, César (1902). El delito y sus causas y remedios. Librería
General de Victoriano Súarez, Madrid.
25
Frenología teoría de Gall, según la cual sería posible adivinar y conocer las
facultades e instintos de un individuo por la inspección y palpación de sus
protuberancias craneales, que estarían en relación con localizaciones hipotéticas
de aquellas facultades en el encéfalo. Diccionario Terminológico de Ciencias
Médicas (1976). Salvat Editores, Barcelona, p. 427.
26
Cfr. Elsa Malvido y López Sánchez, Oliva (2005).
27
El antiguo testamento concibió a la mujer como “la provocación del pecado, el
origen del mal, del engaño y sobre todo, la desobediencia a Dios” […] los
grandes descubrimientos geográficos dividieron a los hombres nuevos en dos
clases fundamentales: la animalidad susceptible de ser domesticada y la
animalidad salvaje, los primeros estaban destinados a la conversión y los
segundos al exterminio. a) Los excluidos o destinados a la exclusión, que son los
criminales. b) Los despreciados, son aquellos que ejercen oficios “deshonestos”,
enfermos, pobres, mujeres, niños, viejos y bastardos. Le Goff, 1986, pp. 96 y
131 citado En: Malvido, Elsa (1998) “Matrimonio y mortaja del cielo no siempre
bajan. El mundo católico entre los siglos XVI al XVIII”. En: Lartigue, Teresa y
Héctor Ávila (comps.) Sexualidad y reproducción humana en México. UIA/Plaza
71
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de su útero, el cual era considerado un órgano anómalo de


origen. Esto sirvió de base a los juristas, quienes se permi-
tieron fundamentar científicamente que las mujeres debían de
ser consideradas delincuentes potenciales, cuya peligrosidad
aumentaba cada 28 días, al ritmo menstrual. Así que, según
los médicos, la fisiología menstrual alteraba los estados mo-
rales de las mujeres, y las llevaba a cometer graves delitos a
partir de la menarquia y hasta la suspensión temporal -du-
rante los embarazos- o definitiva en la menopausia.
La insensibilidad física de las mujeres fue otro aspecto
tratado y puesto como evidencia de la supuesta inferioridad
femenina. César Lombroso narró en sus escritos la gran
cantidad de experimentos que se habían realizado a fin de
comprobar científicamente dicha inferioridad. Estos expe-
rimentos fueron desde la degustación de ciertas sustancias,
hasta la práctica de cirugías sin la aplicación de algún tipo de
anestesia. En el mismo sentido, Billroth declaró que cuando
se tuviera la necesidad de practicar alguna operación nueva
sería mejor ensayarla en una mujer, porque siendo éstas
menos sensibles eran más resistentes. La resistencia al dolor
del parto se sumó a las evidencias de la insensibilidad física.
Lombroso concluyó:

La insensibilidad inferior de la mujer ha sido observada


no sólo por hombres de ciencia, sino por el pueblo,
como indican algunos de nuestros viejos proverbios
italianos: ‘La mujer tiene siete cueros’. ‘La mujer tiene
alma pero muy pequeña’. ‘La mujer nunca muere’28.

y Valdés, México, pp. 52 y 54.


28
Lombroso, César (1892a). “La insensibilidad física de la mujer”: En: La
Escuela de Medicina, Tomo XI, núm.33. pp. 631-634 y Lombroso, César
(1892b) “Insensibilidad de las mujeres”. En: El tiempo, Núm. 2794, p.1. En
la colonia la “mujer fue considerada débil, casi amente, casi inhumano,
inferior y madre”. Malvido, Elsa (1998:52).
72
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

Otro elemento que la medicina proporcionó, y que los


legistas asumieron como prueba irrefutable de la inferioridad
de la mujer, fue que su masa encefálica, así como la estruc-
tura craneal, eran menores a las de los varones. En conse-
cuencia, se pensó que su inteligencia debía de ser menor.
Los estudios antropométricos realizados en mujeres
durante esa época fueron de diversa índole. Se pretendió
establecer las tallas particulares de las mujeres para cada
una de las razas. Llaman la atención las mediciones de la
pelvis, porque aparecen en un momento clave en el que la
variación corporal se instauró como el signo inequívoco de
las patologías. La pelvimetría debe ser entendida como una
práctica médica que buscó establecer la diferencia cuan-
titativa entre la pelvis normal y la anormal, ya que los médicos
al descubrir el cuerpo femenino distinto al masculino, encon-
traron que el tamaño de las pelvis facilitaba los partos. Dentro
de esa lógica clasificatoria, las pelvis de las mexicanas se
volvieron sospechosas de ser patológicas, dadas las par-
ticularidades antropométricas presentadas por la hetero-
génea población femenina en el país.
Varios médicos mexicanos, entre los que sobresalen
Juan María Rodríguez, Nicolás San Juan, Rosendo Gu-
tiérrez y Florencio Flores29, se dedicaron a medir las pelvis
de sus pacientes femeninas, y todos coincidieron en que las
medidas obtenidas por ellos no se ajustaban a las del viejo
mundo que constituían la pelvis modelo. Las medidas pre-
sentaron una variación que osciló entre uno y dos centí-
metros. Pero lo más interesante, en comparación con las
29
Cfr. Gutiérrez y Velasco Rosendo (1872). Estudio sobre la distocia en México,
Tesis inaugural, Imprenta de Ignacio Escalante, México; Flores, Florencio (1881)
Ligeros apuntes de Pelvimetría comparada. Imprenta del Gobierno del Estado,
Cuernavaca Morelos; Rodríguez, Juan Ma. (1885). Guía clínica del arte de los
partos. Imprenta de Francisco Días de León, México; San Juan, Nicolás (1872).
Utilidad de las inyecciones intrauterinas y modo de aplicarlas. Tesis Médica,
Encuadernación Egea y Galindo Ricardo, México.
73
De la costilla de Adán al útero de Eva…

europeas, fue que la pelvis de las mujeres mexicanas pre-


sentaron una reducción general en todas sus dimensiones,
en particular en la altura y en la inclinación de la sínfisis
pubiana. Además, eran más anchas a nivel de las crestas
ilíacas y muy angostas a la altura de la sínfisis pubiana, lo
que hizo suponer a los médicos que ese era el motivo por el
cual los partos se dificultaban.
Durante la segunda mitad del siglo, algunos obstetras
mexicanos, como Juan María Rodríguez y Rosendo Gutié-
rrez30, aseguraron que debido a este acorazamiento en el
piso pélvico se presentaban las altas tasas de partos dis-
tócicos, es decir, partos complicados entre las mujeres aten-
didas en los hospitales de beneficencia31. Esta hipótesis sirvió
de fundamento para restringir el trabajo de las parteras en la
obstetricia y limitar su labor a la función de meras ayudantes
del médico32. Los médicos destacaron el carácter patológico
del nacimiento, argumento que fue esencial en su campaña
contra las parteras empíricas y las tituladas33.

30
Gutiérrez y Velasco Rosendo (1872). Estudio sobre la distocia en México. Op.cit.
31
León, Nicolás (1910). La obstetricia en México, partes 1 y 2. Tipografía
De la viuda de F. Díaz de León, México.
32
El 30 de junio de 1840 se expidió un primer reglamento para las parteras
tituladas, posteriormente, el 24 de marzo de 1892 se publicó un nuevo reglamento
que buscó limitar la labor de las parteras a los partos eutócicos, o sea sin
complicaciones. Véase; López Sánchez, Oliva (2004). La profesionalización de
la ginecoobstetricia y las representaciones técnico-médicas del cuerpo femenino
en la medicina de la ciudad de México (1850-1900). Tesis de Doctorado en
Antropología, CIESAS D.F, México, p. 143 y passim.
33
Tras el parto, los médicos insistieron en que hubiera un periodo prolongado
de convalecencia equivalente al <confinamiento> que lo había precedido. (No
hay duda de que el nacimiento, en manos de médicos varones, era un hecho
<patológico>) A la mujer sólo le quedaba esperar la menopausia, representada
en la literatura médica como una enfermedad terminal, la <muerte de la mujer
en la mujer>. Ehrenreich, Barbara y Deirdre English (1990). Por su propio
bien. 150 años de consejos de expertos a las mujeres. Taurus, Madrid, p. 130.
74
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

Sin embargo, con estudios posteriores, otros médicos


llegaron a la conclusión de que no se podía aseverar, como
lo habían hecho anteriormente, que todas las mujeres mexi-
canas presentaran una conformación pélvica anormal. Fue
Juan María Rodríguez quien afirmó que aun cuando el estre-
chamiento del canal pelviano, presente en las pelvis de mexi-
canas, dificultaba la expulsión del feto, debía de asignársele
una clasificación diferente, fuera de las coordenadas de la
anormalidad. Ese tipo de pelvis fue identificada con el nombre
de abarrotamiento, que daba una idea metafórica lo más cer-
canamente posible al hecho y a sus consecuencias, puesto
que el verbo abarrotar, tomado en tal acepción, significa opri-
mir, estrechar con gran fuerza una cosa34. De la misma ma-
nera, la pelvis de las mexicanas, por su forma cóncava en di-
rección al estrecho perineal, oprimían la cabeza de los fetos.
Es revelador conocer las explicaciones que los médi-
cos dieron acerca del origen de la constitución pélvica feme-
nina llamada abarrotamiento. Ésta era atribuida a las mujeres
mexicanas en general, y era justificada por la mezcla de
razas que habría conformado una estructura ósea particular.

Creo que más bien que una pelvis viciada, hay en la


pelvis mexicana una conformación especial, peculiar
sólo a ella y cuya causa principal reside en las
modificaciones ocasionadas por la mezcla de la raza
primitiva con la conquistadora, siéndome muy difícil
definir cual haya sido su modo de obrar35.

La aceptación de una pelvis femenina mexicana mes-


tiza como la abarrotada, consecuencia de la mezcla racial, o
degeneración de la raza, según la apreciación de algunos

34
Flores, Florencio (1881).
35
Flores, Florencio (1881: 9-10).
75
De la costilla de Adán al útero de Eva…

médicos decimonónicos, ofreció una evidencia empírica de


esa variación como signo patológico inherente a las mujeres
mexicanas. Se podría pensar que este aspecto morfológico la
igualó a todas, pero detrás de esa explicación existió un
sustento profundamente discriminatorio, en virtud de las jerar-
quías raciales impuestas por los franceses. La idea antropo-
céntrica y androcéntrica, cuyo modelo era el hombre blanco y
europeo, conllevó una descalificación que se amparó en el
discurso de la ciencia y que llegó a modificar no sólo la idea
del parto, sino la manera de entender el cuerpo de las mu-
jeres. Naturalizar ciertas características corporales fue in-
tentar un control sobre el cuerpo, que buscó instituirse sin
ningún adversario.

La justificación de la experimentación médica

Particularmente, la población femenina indígena y el cuerpo


militar de base, formado por varones indígenas, constituyeron
la población cautiva de los médicos para experimentar las
técnicas con las que intentarían hacerle frente a los obstácu-
los de la naturaleza. Un imaginario alrededor de las compli-
caciones del parto por la constitución de la pelvis posibilitó en
gran medida el inicio de una construcción de la práctica gine-
coobstétrica que en la actualidad tiene un uso irracional de la
llamada operación cesárea y de la histerectomía.
En 1884, se reportó en la Gaceta Médica de México
la primera cesárea practicada en una mujer viva36. Llaman
nuestra atención los rasgos físicos y las características so-
ciales de la mujer que protagonizó este hecho, calificado por
los médicos mexicanos como una hazaña nacional de la
medicina científica mexicana. Según las descripciones del
médico que reportó el caso, se trató de una mujer indígena,
36
En la época colonial estuvo prohibida la operación cesárea, solamente se
practicaba en caso de muerte materna para bautizar al producto.
76
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

de aproximadamente dieciocho años, sorda, contrahecha y


de rasgos fisonómicos que evidenciaban un retraso mental.

Procuraré hacer su retrato; una cara proporcional-


mente grande y un cráneo relativamente pequeño
componían una cabeza monstruosa, desmesurada
para su talla. Cabello hirsuto y desaliñado; piel bron-
ceada picada de viruelas; frente ruin echada atrás,
ángulo facial muy agudo, facciones irregulares, anti-
pática; ojos pequeños, hundidos, convergentes como
los del japonés; vaga, inexpresiva, estúpida mirada;
nariz chata, ancha, con amplias ventanas, enorme
boca, de la que sin cesar brota inmunda baba; labios
gruesos salientes [...] aquella horrible cabeza de-
presícola, sobre puesta en el tronco, arriba entre dos
hombros angulosos, enseguida entre los senos [...]
senos voluminosos, deformes; pezones grandes,
negros, erguidos, miembros superiores, proporcio-
nalmente cortos, delgados, desviados, y garras más
bien que manos37.

Como puede observarse en la descripción que hace el


médico, se trató además de una mujer pobre y sin familia;
este dato se confirmó cuando el informe médico reportó que
fueron dos vecinas quienes la llevaron al hospital al ver que
estaba a punto de parir. El embarazo había sido producto de
una violación, según informes de las mismas vecinas.

37
Porro Eduardo (1884). “Memorando de la operación cesárea”. La Gaceta Médica
de México. Sección Clínica de Obstetricia. Tomo XIX, Núms. 15 y 16, pp. 329-330.
Un análisis más amplio sobre este caso puede consultarse. En: López Sánchez,
Oliva (1998). Enfermas, mentirosas y temperamentales. La concepción médica del
cuerpo femenino durante la segunda mitad del siglo XIX en México. Plaza y
Valdés/CEAPAC. México.
77
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Las características anatómicas de la mujer, en espe-


cial las dimensiones pélvicas, que a juicio de los médicos per-
teneció a las pelvis acorazadas, fue en principio lo que con-
dujo a los médicos a practicar la operación cesárea, estando
la mujer viva, ya que sería imposible que el feto descendiera
por un canal pélvico tan estrecho. La cesárea se llevó a cabo
en un auditorio y con la cooperación de los médicos más pro-
minentes en el campo de la ginecología. La mujer murió a los
pocos días, y su pelvis pasó a formar parte del museo de
anatomía. El niño, quien resultó tener rasgos físicos totalmen-
te normales, fue trasladado al hospital de niños expósitos.
Es evidente que los médicos se atrevieron a experi-
mentar en esta mujer una cirugía que se había practicado
siempre post mortem, porque se trataba de un sujeto que
ante ellos carecía de todo rasgo humano, y que pertenecía al
grupo de los inferiores. El hecho de que fuera una mujer indí-
gena, demente y sin familia, la equiparaba a un ser “infra-
humano” y facilitaba las maniobras de los médicos.

A manera de epílogo

El racismo en México también se alimentó del discurso de la


medicina y la biología, justificando así sus acciones. Es-
pecialmente, la política imperialista validó la experimentación
y la explotación de los no blancos y de las mujeres; pero
sobre todo, justificó la aplicación política de medidas eugené-
sicas sobre la población, propuestas por la medicina cientí-
fica, al considerar que la práctica de ciertas conductas res-
pondía al espacio geográfico y que el temperamento y la
constitución física facilitaban la propensión a ciertas enferme-
dades, como la tisis, la sífilis y el escorbuto, entre otras. Se
dejaba de lado, por supuesto, que tales enfermedades eran
el resultado de la pobreza y la explotación en la que los
países imperialistas los habían sumido. Resulta no sólo

78
La concepción del cuerpo de la mujer indígena…

interesante, sino interminable, la labor de revisar y leer desde


otro ángulo los cometidos de la ciencia médica y la biología,
en la tarea de clasificar y excluir a los diferentes.
Las funciones del racismo en el Estado Moderno es-
taban relacionadas con las disposiciones del uso de los
cuerpos. El estado definió quien era el enemigo interno, quien
debió de morir o no, quien iba a la guerra. El Estado Moderno
apoyado en las “ciencias” médicas y biológicas tuvo el deber
de vigilar la marcha sana del Estado, en función o en defensa
del individuo considerado normal.
El racismo, proveniente de la colonia, donde los indios
y las mujeres tenían alma, pero no razón, tuvo varias di-
mensiones en el México del siglo XIX: significó el dominio de
una elite blanca para confirmar que los indios debían desa-
parecer. Para algunos, los indios fueron considerados no
gente, seres poco evolucionados, pero para otros fue una
raza que había que extinguirse por la vía pacífica, a través del
mestizaje, o la vía del exterminio, porque impedía el progreso
de la nación. También fue una expresión de prejuicios o una
simple metáfora de la opresión.

79
V
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

Desde una perspectiva foucaultiana, las etiquetas de


la práctica médica científica no son enunciados
acerca de entidades mórbidas ‘reales’, sino efectos
de poder-saber y productos de discursos específicos.
B.S Turner1

L
a ginecoobstetricia surgió en el siglo XIX como una
especialidad médica centrada en la anatomía del apa-
rato reproductivo y genitourinario femenino2. Empleando
una perspectiva antropológica, cuyo eje será la noción de
cuerpo, tal como se elaboró por el discurso médico oficial de
aquella época, se hará un análisis tanto de las explicaciones
como de las representaciones a que acudió en México esta
especialidad científica. Sobre todo, se hará énfasis en ana-
lizar los aspectos socioculturales implícitos en el discurso de

1
Turner, S. Bryan (1989). El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría
social. Fondo de Cultura Económica, México, p. 222.
2
La ginecoobstetricia existe en las medicinas griega y egipcia, pero en el siglo
XIX surgió como una especialidad en el contexto de la llamada medicina
científica y la biopolítica que buscó el control de los nacimientos y del cuerpo
femenino en tanto cuerpo reproductivo. En el siglo XIX surge la ginecología
para estudiar a la mujer en tanto ser enfermizo. Véase; Jagoe, Catherine, et.al.
(1998). La mujer en los discursos de género. Textos y contextos en el siglo XIX.
Icaria, Barcelona: López Sánchez, Oliva (2004). La profesionalización de la
ginecoobstetricia y las representaciones técnico-médicas del cuerpo femenino
en la medicina de la ciudad de México (1850-1900). Tesis de Doctorado en
Antropología, CIESAS D.F., México.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

la ginecoobstetricia, así como las representaciones y los


imaginarios relacionados con el cuerpo femenino, que ope-
raron a nivel de la técnica3 en la llamada medicina científica
de este siglo en México.
Los discursos que condicionaron los cuerpos (no sólo
en su materialidad) y las imposiciones de los comporta-
mientos en el espacio público, también definieron, como men-
ciona Mauss4, las formas de sentir y de expresión5 de los
individuos. Este condicionamiento abarcó hasta los actos
biológicos como el comer y defecar, el acto sexual o el parto.
Mauss sostiene que las técnicas corporales varían según la
sociedad, la edad, el sexo, la raza y la clase social del indi-
viduo, y se introyectan a tal grado que se complementan con
ritos. El cuerpo es el sitio en el que se inscriben los cambios
sociales, culturales y emocionales. Los actos posibilitan la
construcción de horizontes, desde los cuales los actores se
hacen visibles y se muestran ante los demás6. Los rituales
también propician la continuidad de los valores de una so-
ciedad y la fortalecen. Entonces, el cuerpo se convierte en el
medio de expresión de los actos jurídicos, sociales, religiosos,
mágicos y morales.
Con la secularización de la sociedad, las disciplinas
científicas tomaron el lugar de la religión en la vigilancia del
buen uso del cuerpo, el cual estuvo condicionado por los
principios de la higiene que dictó los criterios de normalidad

3
Las estrategias médicas constituyen simultáneamente hechos técnicos y sociales
inherentes a sus prácticas y representaciones, sin embargo, la racionalidad
ideológico-científica convierte en técnicos estos aspectos socioculturales, incluso en
la relación médico- paciente.
4
Mauss, Marcel (1979). Sociología y antropología. Tecnos, Madrid.
5
Kuriyama, Shigehisa (2005). La expresividad del cuerpo y la divergencia de
la medicina griega y china. Ediciones Siruela, Madrid.
6
Le Breton, David (1995). Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva
Visión, Buenos Aires.
82
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

y de salud. A partir del siglo XIX, la medicina se convirtió en


un saber distinto sobre el cuerpo, que fue diferenciado se-
gún su edad, sexo, clase social y adscripción étnico-racial.
Cada quien debió tener su sitio como en un organismo. La
sociedad se vio y se entendió, así como los griegos lo
habían considerado.
Las acciones de las masas afectan a los sistemas de
poder, por tanto, son constreñidas por leyes que abarcan
todas las áreas de la vida. Cada sociedad crea grupos cuya
labor consiste en vigilar el funcionamiento del cuerpo a tra-
vés de acciones que sancionó la moral. Ellos cuentan con la
autoridad de aplicar sus consecuentes medidas correctivas,
las cuales se instrumentan de diferentes formas, que pue-
den ir desde meros consejos hasta imposiciones materiales
sobre el cuerpo. Todo esto se expresa en el uso de las pren-
das de vestir, de una sortija, de un uniforme, pero también
en la implementación de tratamientos médicos y medidas
pedagógicas, entre otras.
“En el pensamiento occidental, el cuerpo humano es
una vieja metáfora de las instituciones políticas y constituyó
la forma dominante de teorizar el comportamiento polí-
tico...”7. A partir del paulatino fortalecimiento de la práctica
médica comenzó a desarrollarse un fenómeno muy intere-
sante que algunos teóricos han llamado medicalización del
cuerpo y la salud8. La medicina científica comenzó a

7
Turner, Victor (1984). Dramas, Fields and Metaphords. Cornell University
Press, Ithaca and London, p. 217.
8
El fenómeno de la medicalización ha sido abordado por diferentes teóricos,
entre los que sobresalen Foucault, Michel (1976). Vigilar y Castigar. Siglo XXI
editores, México; Conrad, Peter y Joseph Schneider (1980). “Looking at levels
of medicalization: A comment on Strong’s critique of the thesis of medical
imperialism”, Social Science and Medicine. 14A, pp. 75-79. Aunque se tiene en
cuenta que se trata de un fenómeno que ocurrió en Europa se empleó el
concepto de medicalización en el nivel de la percepción del funcionamiento del
83
De la costilla de Adán al útero de Eva…

explicar diversos procesos fisiológicos como la menstrua-


ción, la procreación, el parto, el puerperio y la menopausia
desde una lógica que requería de la intervención del mé-
dico. La vida, tanto de hombres como de mujeres, fue
medicalizada en casi todos sus procesos y funciones. Se
puso especial énfasis en la sexualidad, particularmente en el
caso de las mujeres. Como sostiene Pierre Achard, la me-
dicina como ciencia tiene “por objeto reprimir y negar la fun-
ción del sujeto en su cuerpo, a fin de hacer reinar un cierto
orden –determinado históricamente- sobre el cuerpo y los
sujetos”9. La ubicación de los cuerpos en el orden social su-
pone la dominación de los sujetos a través de técnicas de
control. En este sentido la práctica ginecoobstétrica se
encargó de regular el comportamiento de las mujeres me-
diante un discurso que buscó controlar los excesos sexuales
considerados patológicos, debido a la sífilis y a otras enfer-
medades sexuales, que se convirtieron en rasgos naturales
de las mujeres. Las llamadas enfermedades femeninas se
hallaron pautadas por el imaginario social sobre la mujer,
impuesto por el grupo en el poder que legitimó la acción
médica sobre sus cuerpos.
Por tanto, el cuerpo como objeto de estudio posibilita
un acercamiento al poder, ya que es el primer lugar en el que
se materializa lo instituido y legítimo, de donde provienen los
discursos, las normas y la moral. De esta manera, el análisis
de los contenidos en el discurso y la práctica ginecológica,
posibilitó una comprensión de cómo se fue materializando en
el cuerpo el imaginario médico sobre la fisiología y la
patología femeninas.

cuerpo desde una concepción de la medicina patológica que lo clasifica y le


asigna un lugar en la sociedad y le prescribe una actividad.
9
Achard, Pierre (1980). Discurso biológico y orden social. Nueva Imagen,
México, p. 25.
84
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

La clínica del cuerpo, espacio de la razón, del deseo y


de la mirada

La observación, el método por excelencia de la medicina


clínica10, presentaba serias limitaciones en la búsqueda de
la legitimación científica de la medicina11. La observación de
los enfermos permitió encontrar regularidades a partir de las
cuales se extrapolaron los casos particulares. Los datos
obtenidos a lo largo de las observaciones sistemáticas,
cuantificaron los estados patológicos que fueron interpreta-
dos como un conjunto de conocimientos e intuiciones ca-
rentes de un sustento teórico explícito, según los criterios
establecido, en 1865, por Claude Bernard12. A través de la
observación y los juicios que de ello resultaron, los médicos
fueron haciendo visible lo invisible del estado patológico del
cuerpo. De esta manera, iban construyendo un conjunto de
conocimientos empíricos.
Se hace énfasis en el asunto de la interpretación
médica basada en las observaciones porque la terapéutica
practicada en México durante el siglo XIX fue el resultado de
la interpretación de los signos y de los síntomas presentados
por los enfermos. La disciplina médica estableció, a partir de
los rasgos físicos de los mexicanos, su grado de evolución.
10
La medicina clínica fue la medicina de casos únicos, cuya estrategia
diagnóstica se cifró en la interpretación de los signos y síntomas del paciente.
La objeción principal fue que la clínica era fundamentalmente observacional
y no realizaba experimentos. Cfr. Bernard, Claude (1994(1865)). Intro-
ducción al estudios de la medicina experimental. UNAM, México; López
Sánchez, Oliva (2004).
11
La medicina decimonónica mexicana, a través de sus representantes, se dio
a la tarea de buscar la objetividad de su conocimiento para legitimarlo en la
lógica del nuevo orden racional positivo que guió la producción del
conocimiento en aquella época. Puede consultarse Cházaro, Laura (2000).
Medir y valorar los cuerpos de una nación: un ensayo sobre la estadística
médica del siglo XIX en México, Tesis Doctoral, UNAM, México.
12
Bernard, Claude (1994(1865)).
85
De la costilla de Adán al útero de Eva…

En ese sentido, los análisis médicos deben ser entendidos en


el contexto de las demandas sociales de la época13.
En este contexto de inferioridad y degeneración, la
medición de la pelvis de las mujeres indígenas mexicanas fue
otro de los estudios que atrajo la atención de los galenos, tal
como se señaló en el capítulo anterior. Con ella se pretendió
establecer su grado de involución en la escala animal.

Deformidades o vicios en la conformación de la pelvis


mexicana

Los estudios de pelvimetría fueron una evidencia de las mu-


chas técnicas corporales que operaron entonces, pues los
médicos pretendieron homogenizar las formas de parir que
existían entre los diferentes grupos étnicos y sociales. Estos
trabajos también demostraron la relación entre el cuerpo y
los símbolos morales y raciales, al considerar que ciertos
rasgos físicos son naturales, genéticos, heredados e inmuta-
bles, aludiendo a un destino biológicamente impuesto a los
seres inferiores.
Investigar la constitución de la pelvis de la mujer
representó adentrarse “en el conocimiento del verdadero me-
canismo del parto y de las dificultades mas o menos notables
que pueden complicarle algunas veces”14. Cada médico tuvo
que inventar su técnica para hacer las mediciones pélvicas,
no obstante, los pasos a seguir fueron los mismos: iniciaban
con una descripción y procedían a ir de lo general a lo
particular para obtener sus dimensiones; después realizaban

13
Las teorías europeas que aseguraban que los mexicanos eran una raza
inferior constituyeron moneda corriente entre los intelectuales mexicanos del
siglo XIX. En el capítulo anterior se ahondó sobre el tema.
14
Maygrier, J. L. (1828). Nuevas demostraciones de los partos. Obra completa de
80 estampas gravadas y un testo razonado para facilitar su explicación, Granada,
España, p. 1.
86
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

el análisis de su articulación, identificando la existencia de


deformidades o vicios de conformación. Las medidas ofre-
cidas por algunos médicos extranjeros como Plessmann,
Schöeder, Cruveilhier, Baudeloque, Playfair, Caxeauz, Nae-
gele y Sappey, que habían sido obtenidas de mujeres anglo-
sajonas, particularmente alemanas, constituyeron el tipo ideal
con el que se compararon las dimensiones de la pelvis de las
mujeres mexicanas15. Aunque los médicos sabían que la
variabilidad en las medidas pélvicas estaba en función de la
técnica empleada y por tanto, se aceptaba un rango de varia-
bilidad considerado normal, las pelvis mexicanas raras veces
se ajustaron a esas medidas.

[…] natural es inquirir las causas que determinan en


nuestras mujeres mexicanas una disposicion que no
está en armonía con la que ofrece esta porción del
esqueleto en las poblaciones cultas del viejo mundo,
donde los hombres más distinguidos han consagrado
una parte de sus elucubraciones á conocer y describir
el canal que ha dado paso á las generaciones
pasadas y presentes, y dará á las futuras. ¿De qué
dependen estas peculiaridades?16

Basándose en Vrolik, y después de intensas controver-


sias, los médicos mexicanos se pronunciaron en favor de las
diferencias constitutivas de la estructura ósea de cada raza.
Al igual que los cráneos, las pelvis presentaron caracteres

15
Flores, Florencio (1889ª). “Ligeros apuntes de pelvimetría comparada”,
primera parte. En: Revista Médica de México, tomo II, núm. 19, México, pp. 294-
297. En dicho estudio no se refiere la edad, ni la estatura, peso y número de
partos de las mujeres que fueron medidas.
16
Flores, Florencio (1889b). “Ligeros apuntes de pelvimetría comparada”,
segunda parte. En: Revista Médica de México. Tomo II, núm. 20, México, p. 313.

87
De la costilla de Adán al útero de Eva…

particulares en las diferentes razas. Finalmente consideraron


que el abarrotamiento de la pelvis de las mujeres mexicanas
dificultó los partos, pero nunca al grado de que el partero no
pudiera salir avante con las maniobras del arte. Los parteros
mexicanos inventaron ciertas maniobras, procedimientos e
instrumentos obstetriciales para extraer al feto. El Dr. Perfecto
Bustamante inventó un fórceps mixto, el Dr. Juan Duque de
Estrada modificó el fórceps Tarsitani, el Dr. Nicolás León el
compás endo-pelvímetro y osteo-pelvímetro, el Dr. Juan Ma.
Rodríguez la maniobra para extraer la cabeza y la acomo-
dación del feto en las presentaciones longitudinales17.

Instrumentos obstétricos. Nicolás León (1910:486)

17
León, Nicolás (1910). La obstetricia en México. Tipografía de la Vda. De
F. Díaz de León, México, p. 485 y passim.
88
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

Las medidas de la pelvis de las mexicanas, conside-


radas anormales, parecían corroborar la tesis de raza in-
ferior. Entonces, los médicos mexicanos fueron incapaces
de dar respuestas con un fundamento científico contundente
de lo que consideraron la anormalidad constitutiva de las
mexicanas. Por el contrario, sus abigarradas explicaciones,
resultado de conjeturas e intuiciones carentes de un sus-
tento científico, alejaron el trabajo médico de la razón, para
colocarlo más cerca de la especulación.
Detrás de estas conclusiones asomaron cuestiones
insoslayables al análisis. En primer lugar, se puso en evi-
dencia que el orden natural, cuyo régimen estableció gene-
ralidades, no escapó a las jerarquías sociales ni a la noción
del predominio de una raza sobre otra. Además, las ilus-
traciones que acompañaron a los manuales y a la literatura
obstétrica pertenecieron a cuerpos no comparables al con-
texto mexicano.
Según los médicos de la época, la enfermedad, la
lesión o el padecimiento provinieron de los agentes externos
que provocaron un desequilibrio en la fisiología humana. Sin
embargo, en el caso de los vicios de conformación pélvica, se
rompió con este principio y las mujeres aparecieron como
constitutivamente anormales, disonantes del orden natural.
Habiéndose identificado la supuesta deformidad pélvica, que-
dó claro que la obstetricia sólo podía prever, de un modo más
seguro a través de los procedimientos médicos, el término del
parto, pero no podía curar tales deformaciones.
La muerte representó el lugar del fracaso de la medi-
cina. Y como su causa se imputaba a la conformación estre-
cha de la pelvis, la mujer aparecía como la única responsable
de los partos distócicos, mientras que el médico era visto
como el enmendador del error de la naturaleza.
El discurso médico obstétrico construyó un fundamen-
to con bases aparentemente científicas para explicar la tasa
de partos distócicos presentada por las mujeres mexicanas.
89
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Este saber adjudicó a las irregularidades pélvicas la compli-


cación de los partos y exoneró a los médicos de toda res-
ponsabilidad. Los galenos aseguraron que la pelvis estrecha,
abarrotada, contrahecha o infundibuliforme era la causa de la
posible obstrucción de la marcha natural del parto, por tal
razón, se dieron a la tarea de auscultar la pelvis, tanto de las
mujeres encintas como de las que acudían a consulta por
cualquier otro motivo. Incluso los padres de las doncellas hi-
cieron que los médicos midieran a sus hijas, para prever al-
guna complicación cuando éstas se embarazaran.
Esto demuestra que los médicos mexicanos siguieron
pensando que las complicaciones en el parto se debían a la
conformación del canal pélvico, que impedía a la naturaleza
actuar normalmente. Las estrechas dimensiones de la pelvis
de las mexicanas fueron tomadas como un signo que ocultó
la patología constitutiva de la mujer mexicana. En algunos
casos, los vicios de conformación de la pelvis de algunas
mujeres sólo se hicieron visibles cuando se presentaron los
síntomas característicos de los partos distócicos. “[…] de la
pelvis abarrotada normal á la pelvis estrecha y viciosa, no hay
más que un solo paso, y sin un previo examen de la primera
no es posible llegar a conocer la segunda”18.

El ojo clínico

Resulta interesante adentrarse en el terreno de los síntomas


y de los signos cuya colección conformó la enfermedad19.

18
Flores, Florencio (1889 c: 328). “Ligeros apuntes de pelvimetría comparada”,
Tercera parte. En: Revista Médica de México. Tomo II, núm. 21, México, p. 328.
19
Foucault, Michel (1996). El nacimiento de la clínica. Una arqueología a la
mirada médica. Ed. Siglo XXI. Texto en el que hace una diferencia entre los
síntomas y los signos. “El síntoma es la forma bajo la cual se presenta la
enfermedad: de todo lo que es visible él es lo más cercano a lo esencial y
constituye la primera trascripción de la naturaleza inaccesible de la
enfermedad. El signo anuncia: pronostica lo que va a ocurrir, anamnesia lo que
90
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

Con la simple observación de las mujeres en el momento del


parto, los obstetras mexicanos del siglo XIX consiguieron
organizar una serie de rasgos que los alertó para identificar si
se trataba de un parto fisiológico o distócico. Los partos largos
con hemorragias graves por inercias uterinas, dificultad para
hacer la palpación vaginal, debilidad extrema de la madre,
apretamiento espasmódico del cuello de la matriz, salida
prematura del cordón umbilical, y sobre todo el diámetro
sacro–pubiano, anunciaron partos distócicos. En otras oca-
siones, durante el trabajo de parto, surgieron, para el asombro
del médico, complicaciones que eran imputadas al abarro-
tamiento de la pelvis, aún cuando las medidas previas que se
llevaron a cabo varias veces para evitar errores hubieran
indicado que era una pelvis normal.
Una vez confirmado el signo distócico, la maniobra
correspondiente pudo ser simple, compuesta o complicada20.
La maniobra simple fue aquella en la que el uso de la mano
era suficiente para extraer el producto; la compuesta exigió el
uso del fórceps o de la palanca; en una maniobra complicada
era preciso realizar la histeroctomía21 o la sinfisiotomía22.

ha ocurrido, diagnostica lo que se desarrolla actualmente. A través de lo


invisible el signo indica lo más lejano, lo que esta por debajo (pp. 131-132). Sin
embargo signos y síntomas dicen lo mismo, cualquier síntoma es un signo de
enfermedad. El síntoma se vuelve un elemento significante de la enfermedad
por medio del escrutinio corporal, que a partir de la comparación establece el
supuesto funcionamiento normal de los organismos: el síntoma se convierte por
lo tanto en signo bajo la mirada sensible a la diferencia, a la simultaneidad, o la
sucesión, y a la frecuencia”, p. 137.
20
Maygrier, J. L. (1828). Se trató de un texto de consulta importante para los médicos
mexicanos y de allí se retomaron algunas categorías para la práctica obstétrica.
21
Histeroctomía: Operación de extirpar parcial o totalmente el útero por vía
vaginal o abdominal. Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (1976).
Salvat Editores, Barcelona, p. 499.
22
Sinfisiotomía: División quirúrgica del fibrocartílago de la sínfisis del pubis,
con objeto de aumentar los diámetros de la pelvis y de este modo facilitar el
parto. Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (1976:939).
91
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Cualquiera de las maniobras ejecutadas durante el parto re-


quirió de cuatro tiempos: de intromisión, exploración, muta-
ción y extracción. En el primero, él médico introducía la mano
en la matriz; en el segundo, el tacto uterino ofrecía la po-
sibilidad de lograr una percepción exacta de lo invisible; en el
tercero, la mano del médico jalaba al niño de los pies para
hacerlos caer hacia arriba del útero, y en el cuarto, se extraía
al infante.
La maniobra simple se empleaba cuando el niño
presentaba problemas en la postura, y las extremidades infe-
riores estaban cerca del cuello del útero, en el caso en que
venía atravesado, o sí la posición de la cabeza dificultaba el
paso por el tracto uterino. La maniobra compuesta se em-
pleaba cuando el médico se veía obligado a hacer uso de un
instrumento. Algunos sólo eran simples auxiliares de la mano,
como el fórceps, la palanca, el gancho romo y el lazo. La es-
trechez de la pelvis de la madre y la dimensión excesiva de la
cabeza del infante eran los motivos por los que se empleaban
estos instrumentos. La maniobra complicada se llevaba aca-
bo sólo cuando se corría el riesgo de que el niño muriera por
no poder pasar a través del canal uterino. Estas maniobras
eran francamente violentas.
En Europa, la operación cesárea23 fue común, pese a
que se conocían los riesgos: “…se considera como un
medio violento, como una operación muy peligrosa, pero

23
Numa Pompilius, segundo rey de Roma (715-673 a.c.) ordenó se le abriera
el abdomen a una mujer preñada que estaba moribunda a causa de un parto
atrasado, para poder asistir al niño. Al niño le llamaron César y esta
operación fue llamada cesárea. Schmidt, J. E. (1959). Medical Discoveries.
Who and When. Thomas, Charles G. (editor), Springfield, Illinois.
La primera cesárea reportada en La Gaceta Médica de México. En: Rodríguez,
Juan María (1872). “Observación cesárea practicada cuatro veces sobre la
misma persona. Un médico alemán, el Dr. Oettler, refiere un hecho de los más
curiosos que ha sido reproducido por La Gaceta Médica de México. Tomo VII,
núm. 14, Aguilar y Ortiz. México, pp. 267-268.
92
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

como el último y único recurso que queda al arte para salvar


a la madre y a la criatura, y liberarlos de una muerte
cierta”24. En 1876, un médico italiano, Porro de Milán,
convencido de que lo más peligroso de la operación cesárea
era que el útero se quedara sin suturar, propuso quitar el
útero y sus anexos después de practicada la cesárea. La
mayor parte de los médicos europeos vieron con buenos
ojos la histerectomía propuesta por Porro. Sin embargo,
durante el último tercio del siglo XIX se practicó la sutura del
útero con diferentes materiales. Era necesario un material
cuya absorción asegurara la resistencia y al mismo tiempo
había que evitar la presencia de cualquier infección25. En
México, las restricciones para la cesárea fueron tales que
sólo se practicaba en mujeres muertas, para extraer el
infante cuando se presumía que estaba con vida26. El
principal riesgo de la operación cesárea eran las hemo-
rragias que seguían a la sutura del vientre, porque la
mayoría de las veces el útero no era cosido, y en ocasiones
tampoco el abdomen. Fue hasta el año de 1884 cuando los

24
Maygrier, J. L. (1828:64).
25
Fichtnez (1889). Algo de la operación cesárea. Tesis para optar por el
título de Médico Cirujano. Escuela de Medicina de México, Imprenta de
Epitafio D. Orozco, México.
26
La cesárea fue exigida por la iglesia católica con la idea de bautizar a los
fetos. A los tres meses de gestación según los católicos el cuerpo ya tenía alma
y había que salvarla otorgándole el bautismo. “Según los cánones del siglo
XVI… el niño podía ser abortado en los primeros 40 días y las niñas, hasta los
80, debido a que el alma femenina llevaba más tiempo en formarse, que su
cuerpo, aunque en términos fisiológicos el tiempo de gestación era el mismo
para ambos” citado, en Malvido, Elsa (1996). “Matrimonio y mortaja del cielo
no siempre bajan. El mundo católico entre los siglos XVI al XVIII”. En:
Lartigue, Teresa y Héctor Ávila (comps.) Sexualidad y reproducción humana
en México, UIA/Plaza y Valdés. México, p.63.
93
De la costilla de Adán al útero de Eva…

obstetras mexicanos llevaron a cabo por primera vez la


cesárea en una mujer viva y en un hospital27.

La imagen del útero

Los conocimientos médicos sobre el funcionamiento del


cuerpo femenino estuvieron sesgados por la idea de la in-
ferioridad de las mujeres, fundamentada por los principios
de la biología. Como ejemplo mostraremos el funciona-
miento del útero.
Galeno aseguró que la mujer era un macho im-
perfecto y que el útero no fue más que un pene invertido y
poco desarrollado. El pensamiento judeocristiano las había
clasificado como seres sin alma, presas de sus pasiones
sexuales, cuya voluptuosidad se manifestaba ante cualquier
insinuación erótica, por ello siempre terminaban sucum-
biendo al pecado de la carne28. El discurso de la medicina
cambió la explicación judeocristiana sobre el comporta-
miento de las mujeres; las representó como seres de natura-
leza enferma, débiles física y moralmente. ¿A qué causas
se pudo atribuir la naturaleza patológica de las mujeres? La
medicina sostuvo que se debía a su fragilidad constitutiva y
al órgano que las controlaba: el útero. Este fue visto por los
médicos decimonónicos como un espacio quimérico, como
causa y efecto de todas las patologías padecidas por las
mujeres. Así, una cefalalgia constante, por ejemplo, tuvo su
etiología en las desviaciones uterinas. La expansión de ésta
idea llevó a los médicos de mujeres a incluir la auscultación

27
Porro, Eduardo (1884). “Memorándum de la operación cesárea”. Sección
clínica de obstetricia. En: La Gaceta Médica de México, tomo XIX, núms. 15
y 16, Aguilar y Ortiz, México, pp. 329-348 y 353-357, respectivamente.
28
Malvido, Elsa (1996).
94
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

del útero al momento de la consulta clínica, sin importar la


localización física de la enfermedad29.
La afirmación de que la mujer estaba controlada por
su útero conllevó una representación emblemática –la mujer–
útero – que no sólo la imposibilitó de ejercer un control sobre
su cuerpo, sus comportamientos y sus emociones, sino que
la colocó ahora en el lugar de eterna enferma.
Las interpretaciones úterocentristas ofrecidas por la
obstetricia, es decir, la idea del útero como emblema de la
naturaleza patológica de la mujer, validaron toda clase de
estudios al respecto y la puesta en práctica de cirugías cuyo
origen se remonta al corpus hipocrático. La histerectomía se
concibió como un recurso para conseguir la recuperación de
la salud de las mujeres y con ello el reestablecimiento moral
de la mujer. Esto último fue considerado el logro mayor de la
extirpación, según sostuvieron algunos médicos30.
La extirpación del útero incrementó y se tornó en una
práctica ginecológica común entre los galenos que atendieron
mujeres con diversas patologías. No obstante, jamás se
planteó que la ausencia de este órgano socavara la salud
femenina. Mientras que la castración femenina significó una
alternativa viable para conseguir su cura, para el varón
significó el comienzo de una condena eterna, que lo llevó a la
infelicidad. La misma acción tuvo resultados totalmente
opuestos y válidos:

Si á un individuo obligado por fuerza mayor se le


pusiera á escoger entre la pérdida del pene ó de los
testículos y la de la vista, es tan terrible angustia

29
Fuertes Ramón (1886). La anteflexión en la ginecología moderna y su
tratamiento. Imprenta y literatura española, México.
30
Carmona, Manuel (1865). “Quiste multilocular del ovario izquierdo”. En:
La Gaceta Médica de México, tomo I, núm. 29. Aguilar y Ortiz. México,
pp.141-154.
95
De la costilla de Adán al útero de Eva…

preferiría quedarse ciego no obstante lo mucho que


se aprecia la vista y estoy seguro de que no habría
persona que tachara de necio al que diera sus ojos
por conservar los órganos de la generación31 [...] que
contraste es el que observa en un eunuco, que
empezó a serlo en una edad en la que se sabe lo
que vale ser hombre y lo que es pasar repen-
tinamente á un estado de neutralidad, ó lo que es lo
mismo, ser á perpetuidad un infeliz que sin ser
desterrado teme continuamente entrar en la
sociedad, pues cree que todo el mundo esta al
tanto de su desgracia y le parece que los
hombres lo desprecian y las mujeres lo burlan;
no teniendo la posibilidad de gozar carnalmente,
aunque haga esfuerzos, no puede extirpar de sus
imaginación las ideas de los placeres que lo torturan
cruelmente y lo impiden a la misantropía, cayendo
pronto en un estado de degradación moral por la
falta de su estímulo...32

Las atribuciones hechas al útero evidenciaron que las


explicaciones médicas no apuntaron al rigor científico, sino a
la eficacia de la práctica moral y al sistema de valores mascu-
linos; las leyes biológicas no se cumplieron de manera
general, sino que su discurso dejó intersticios dentro del
imaginario social de lo femenino.
Al elegir al útero como el órgano causante de los pa-
decimientos femeninos, la medicina pretendió cumplir con el
imperativo racional, cuya lógica precisó de un objeto acce-
sible a la mirada: el útero fue el signo y el síntoma de la

31
Olvera, José (1892). “Estudio médico legal sobre la castración”. En: La Gaceta
Médica de México, tomo XXVII, s/n, Aguilar y Ortiz, México, p. 404.
32
Olvera, José (1892:406).
96
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

enfermedad en las mujeres. Después de todo “la medicina ha


reconocido una anatomía, un fisiología y una patología es-
pecíficamente femeninas” y con ello ha legitimado la creación
de una rama destinada exclusivamente a la atención de las
mujeres: la ginecología33.

¿Tiene el útero una posición normal?

El discurso médico retomó secularmente la idea católica


(judeocristiana) y moralista de que la mujer estaba sometida
por la animalidad de su sexo. El útero dejó de ser esa entra-
ña o víscera que, como una bestia, se agitaba en el cuerpo
de las mujeres, y fue concebido como un órgano de natu-
raleza enferma, que tenía sus propias leyes y que com-
prometía la salud de la mujer en cuanto a funciones tales
como la menstruación, el embarazo, el parto, el puerperio y
la menopausia.

El primer síntoma que permite al médico establecer


su diagnóstico consiste precisamente en esos mo-
vimientos extraordinarios del útero que, como un
animal, se agita de un lado a otro, presa de violentas
convulsiones34.

La medicina moderna no se refirió más al útero


voraginoso. Cambió la explicación teológica por los principios
mecanicistas. Aquellos movimientos desordenados respeta-
ron ahora los principios de la geometría y la física. Ya podían
ser conocidas las causas de esa facilidad con que el útero

33
Berriot-Salvatore, Evelyne (1993). “El discurso de la medicina y la ciencia”.
En: Duby, Georges y Michelle Perrot (coordinadores), Historia de las mujeres.
tomo 6, Taurus, Madrid, p. 141.
34
Berriot-Salvatore, Evelyne (1993:122).
97
De la costilla de Adán al útero de Eva…

modificaba su posición ante los más leves cambios de estado


de los órganos vecinos35. Aunque los médicos no terminaron
de ponerse de acuerdo sobre cuál debía ser la posición
normal del útero, sí coincidieron en señalar que esta perma-
nente modificación provocaba los diferentes padecimientos
de las mujeres durante sus cambios fisiológicos.
Ante la posibilidad de establecer un criterio objetivo y
preciso acerca de la posición normal del útero, la gineco-
obstetricia reconoció la variabilidad en la clasificación de las
causas, de la sintomatología y del tratamiento de su posición.
Los médicos recurrieron a las matemáticas para intentar dar
cuenta de la posición y anatomía del útero. Éstos supusieron
que con la aplicación de la estadística se podría explicar la
distribución de las posiciones del útero sin cometer errores.
Contrariamente a lo esperado, la técnica no resolvió el pro-
blema36. En un primer momento, los datos obtenidos reve-
laron que la anteflexión fue la posición normal. Sin embargo,
esta clasificación no fue aceptada por todos los médicos, por
lo cual se reestructuró y se reconoció una anteflexión fisio-
lógica y una patológica. La anteflexión patológica podía ser
congénita o adquirida, lo que llevó a una nueva confusión al
ser imposible identificar la causa que la originaba o la con-
secuencia que provocaba en la mujer. El debate sobre la etio-
logía de la anteflexión patológica estuvo marcado por la con-
fusión del todo con la parte: ¿fue la imperfección del útero de
la mujer lo que creó su debilitamiento y sus enfermedades, o
existía otra razón?
El debilitamiento general, la predisposición de los
tejidos del útero y la atrofia primitiva fueron posibles causas
de la anteflexión congénita. Ante esta última surgía la

35
Fuertes, Ramón (1886).
36
Amén de que la estadística empleada por los médicos mexicanos del siglo
XIX estaba llena de errores y careció de la objetividad de la que presumieron, no
pudieron enfrentar el problema construido por ellos mismos en cuanto a
encontrar la posición correcta del útero y las posibles causas de su desviación.
98
Una reconstrucción simbólica de la anatomía femenina

interrogante: ¿la anteflexión se debía a una atrofia primitiva


en el punto de reunión o la anteflexión misma era la causa de
la atrofia? Los médicos no se ponían de acuerdo. Aceptar la
primera causa significaba reconocer un debilitamiento de los
tejidos, lo que implicaba que en estado normal eran muy
fuertes; la segunda y la tercera no quedaban bien demostra-
das; entonces se aceptó un punto intermedio, el debilitamien-
to general creaba condiciones favorables para la anteflexión.
Los hombres dedicados a la clasificación de las des-
viaciones del útero (prolapsos uterinos, anteflexión, retro-
flexión, retroversión y retroposición) habían dejado de em-
plear la noción del útero como un ser con vida propia, que
viajaba errante en el cuerpo de la mujer, causándole de-
sarreglos. Pero siguieron perpetuando la noción del cuerpo
femenino proclive a enfermar y, por tanto, inferior con res-
pecto al del varón.
El contenido del discurso médico reveló claramente
los obstáculos que éste tuvo que superar para emanciparse
de los presupuestos culturales que lo precedieron. Después
de todo, como afirma Berriot-Salvatore, “el discurso cientí-
fico es tributario de un orden del mundo que conviene legi-
timar, mostrando que el papel de cada uno de los sexos se
inscribe en la naturaleza”37; y el médico, cuya dramatización
a través de las descripciones buscó mantener el orden so-
cial, se erigió en un moralista que había de vigilar el cum-
plimiento de dicho orden.

A manera de reflexión: el discurso médico, un nuevo


encierro

Las explicaciones de las supuestas patologías femeninas


han permitido comprobar que la representaciones que los
médicos del siglo XIX tuvieron del cuerpo femenino, así
37
Berriot-Salvatore, Evelyne (1993:119).
99
De la costilla de Adán al útero de Eva…

como de su funcionamiento, fueron construcciones que se


alimentaron del imaginario social en un momento histórico.
Las coordenadas simbólicas de estas representaciones fue-
ron otorgadas por las valoraciones de los individuos según
su edad, sexo, raza y clase social, más que por reales evi-
dencias científicas. La movilidad del útero dejó de ser sig-
nificada desde una lógica moral para convertirse en la
piedra angular del diagnóstico ginecológico. En este sentido,
el cuerpo debe ser entendido como el lugar de confluencia
de lo social, lo cultural y lo orgánico38.
El discurso de la medicina se esforzó por naturalizar la
supuesta patología femenina y le otorgó un carácter atem-
poral al signar a las mujeres como eternas enfermas. Esta
noción pesó tanto que exigió que surgiera una rama de la
ciencia médica destinada exclusivamente al estudio de las
enfermedades padecidas por las mujeres. El discurso de la
medicina legitimó el trato diferencial entre hombres y mujeres
y logró consolidar los estereotipos sociales valiéndose de los
estudios anatómicos. El reemplazo del concepto de la mujer
macho imperfecto por el de la mujer-útero no liberó a las
mujeres del determinismo biológico39.
El contenido del discurso médico destinado a dar
cuenta de la patología femenina puso al descubierto la incon-
sistencia de los principios científicos. Finalmente, la idea de la
mujer incompleta, fragmentada y enferma siguió imperando
en el discurso de la medicina moderna y en el mundo real.

38
López Ramos, Sergio (2006). El cuerpo y sus vericuetos. Miguel Ángel
Porrúa, México.
39
Galager, Catherine y Thomas Laqueur (compiladores) (1987). The Making
of the Modern Body. University of California Press, Los Ángeles, California.
100
VI
El control médico de la sexualidad a finales del
siglo XIX en México

El matrimonio, al enlazar uno a otro los dos sexos,


previene el libertinaje, modera las pasiones sexuales
por la facilidad de satisfacerlas proporciona, y viene
á ser el amparo de las buenas costumbres y del
honor de las familias.
Amancio Peratoner1

E
n el siglo XIX, la medicina intentó regular la sexualidad
de hombres y mujeres a través de la prescripción de
ciertas prácticas higiénicas, y recomendaciones sobre
la manera de comportarse según el género de los indi-
viduos. Mediante la difusión de cartillas, manuales de bodas,
así como de recomendaciones hechas en el espacio de la
consulta médica, la medicina higienista estableció y explicitó
las formas lícitas del ejercicio de la sexualidad, en aras de
una vida sana y de una procreación sin problemas. Con el
control de la vida íntima referida al llamado débito conyugal,
los médicos mexicanos decimonónicos, al igual que sus
pares europeos y norteamericanos buscaron dirigir los en-
cuentros conyugales enfocándolos, como en la época co-
lonial, únicamente a los fines de la procreación. En este
sentido, las prescripciones higienistas, dirigidas al control de

1
Peratoner, Amancio (1903). Fisiología de la noche de boda. Casa editorial
Maucci Hermanos é hijos, Buenos Aires, p. 8.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

la sexualidad, estaban permeadas por nociones profunda-


mente morales, más que por razones científicas.
Para analizar algunas de esas formas de control mé-
dico ejercido sobre la sexualidad, se revisará la regulación de
la práctica sexual, tanto femenina como masculina, en Méxi-
co a finales del siglo XIX. Ya en esa época la medicina era
utilizada para promover el orden social a través de la vigilan-
cia y la regulación del cuerpo humano, así como para señalar
los límites entre lo normal y lo patológico en el comporta-
miento de los individuos. El médico se constituyó en un guía
moral que buscaba higienizar los cuerpos. La salud sustituyó
a la virtud, y a partir de entonces, el cuerpo entró en una ló-
gica de mesura, temperancia, limpieza y autocontrol. La me-
dicina explicó los cuerpos según su estructura anatómica, su
fisiología y sus hábitos para luego excluir a los individuos que
no cumplieran con lo estipulado.
Buscando evidencias de esta vigilancia sobre el cuer-
po, se han consultado algunos documentos escritos por
médicos de la época, quienes publicaban en una de las re-
vistas más importantes de medicina nacional: La gaceta mé-
dica de México. Un rastreo de los números publicados en los
primeros treinta años (de 1864 a 1904) permitió localizar,
entre artículos y tesis de medicina, catorce documentos re-
lativos al tema que aquí se aborda. En su mayor parte, los
artículos versaron sobre el hermafroditismo2, fenómeno que
atrajo la atención tanto de los médicos extranjeros como de
los mexicanos de aquella época. El hallazgo médico de casos
de hermafroditismo generó una serie de discusiones teóricas
destinadas a explicar esta “monstruosidad”. Igualmente dio

2
Se aplica a ciertos individuos de la especie humana que tienen los órganos
sexuales configurados de tal forma que aparecen como la reunión de los dos
sexos. El hermafroditismo es un término cuyo significado alude a una explicación
completamente biológica referida a la sexualidad de los seres vivos.
102
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

pie para plantear una controversia moral y legal en torno al


ejercicio de la sexualidad, específicamente la femenina.
En general, los puntos que se destacarán en el texto
tienen que ver con esa función de la medicina como garante
del orden social y moral en la sociedad mexicana del siglo
XIX. Esa moralidad, sostenida por un discurso que pretendía
ser científico, continuó afectando particularmente a las mu-
jeres. La reproducción fue vista como la función principal de
la sexualidad femenina y masculina, teniendo como base el
modelo de sexo único aceptado por la medicina legal. La
diferenciación de los sexos obligó a respetar sus respectivos
papeles sociales que sirvieron para legitimar no sólo la
desigualdad sexual en el ámbito público, también justificaron
la inferioridad de la mujer.

El discurso médico y sus intentos por explicar el


funcionamiento del cuerpo femenino

Con el proceso de secularización en los siglos XVIII y XIX, las


nociones de salud-enfermedad, normalidad-anormalidad,
ofrecidas por la medicina científica, suministraron el marco
esencial para las teorías del control interno y externo de los
individuos que conformaban la sociedad3. Durante esta
etapa la regulación de los actos humanos, particularmente
los concernientes a las mujeres, se hizo a través de la inter-
pretación que la medicina hacía de los cuerpos. Los discur-
sos de la medicina y la biología ofrecieron las bases su-
puestamente científicas para reordenar ante un mundo laico
el cuerpo de hombres y mujeres, la manera más eficaz de
hacerlo fue a través del control de la sexualidad4. El corpus

3
Turner, S. Bryan (1989). Sociología del cuerpo. Ed. FCE, México.
4
Según Turner (1989:27) conforme se daba el tránsito de una sociedad premoderna
a moderna, la regulación de los cuerpos se hacía más imprescindible, y la manera
de hacerlo era a través de la sexualidad, particularmente la femenina.
103
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de saber contenido por el estamento médico prescribió las


formas sanas de comportarse. En consecuencia, cualquier
conducta que se alejara de lo establecido por la medicina
fue considerada como la generadora de las enfermedades
padecidas por la población. El contenido moral del discurso
médico, dirigido a controlar la naturaleza efímera del cuerpo,
fue sustituido por el discurso higiénico en pos de la belleza y
la salud. Es así que los criterios acerca del ejercicio de la
sexualidad entre hombres y mujeres, y la participación de
éstos en el incremento poblacional, se vieron transformados
con la unión entre la medicina y el Estado, ya que gobernar
era poblar.
El control médico ejercido sobre el poder reproductor
del cuerpo de las mujeres fue un rasgo común en las
sociedades occidentales del siglo XIX5. Este control se
fundamentó en la supuesta existencia de una “naturaleza
femenina”, la cual significó a la mujer como dependiente,
frágil, emotiva, sexualmente pasiva y predestinada a la
maternidad. Al mismo tiempo el imaginario social del modelo
mariano heredado del catolicismo colocó a las mujeres en
una posición virtuosa cuya máxima función en esta vida era
educar a los hijos y mantenerlos vivos. Esta tarea social
resultó paradójica: ¿Cómo alguien tan dependiente y ne-
cesitado debía ser a la vez la encargada de tan afanosa
labor? Evidentemente se trató de un discurso táctico po-
livalente. Es decir, la mujer era considerada valiosa como
madre, pero imperfecta en tanto persona, como veremos
más adelante6.

5
Fernández, Ana Ma. (1993). La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre
hombres y mujeres. Paidós, Argentina; Jordanova, L. (1989). Sexual visions,
The University of Wisconsin Press, Great Britain; Martin, Emily (1992). The
woman in the body, Beacon Press, Boston.
6
Fernández, Ana Ma. (1993: 83).
104
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se


estableció una independencia entre generación y placer. Este
planteamiento creó un espacio en el cual la naturaleza sexual
de las mujeres podía ser redefinida, debatida, negada o li-
mitada. La ciencia médica dejó de considerar el orgasmo
femenino como un hecho relevante para la procreación; sin
embargo, nadie puso en duda que el orgasmo y la pasión
acompañaban a la eyaculación del varón durante el coito7. La
división moral de los roles de género, con base en la fisiología
de los cuerpos, marcó el ejercicio de la sexualidad femenina.
A la mujer se le asignó la reproducción como función prin-
cipal, mientras que a los hombres, además, se les confirió el
placer del cuerpo.
Desde la época griega hasta entrado el siglo XVIII se
pensó que el cuerpo de las mujeres era una réplica inversa
del cuerpo masculino, y que se ordenaba según su grado de
perfección metafísica y su calor vital, a lo largo de un eje de
carácter masculino. A partir de ese siglo, la opinión domi-
nante se pronunció por la existencia de dos sexos opuestos
estables, no sujetos a medida. Desde ese momento, la vida
política, económica y cultural de hombres y mujeres, así co-
mo sus papeles sociales estarían determinados por esos
“hechos” naturales. En este sentido, Laqueur8 afirmó que el
cuerpo biológico, es decir, el cuerpo estable, ahistórico y
sexuado es el fundamento epistemológico de las afirma-
ciones normativas sobre el orden social. Con estos plantea-
mientos se fusionó una nueva visión de la naturaleza y la
cultura, cuyos fundamentos han alimentado la creación de los

7
Laqueur, Thomas (1994). La construcción del sexo. De los griegos a Freud.
Cátedra, Madrid.
Este autor desarrolla un interesante trabajo acerca del placer sexual femenino,
y analiza la influencia de un sexo único en el cual el masculino es el modelo.
8
Ibídem.
105
De la costilla de Adán al útero de Eva…

variados discursos científicos, los cuales han reordenado las


representaciones y prácticas de la sexualidad humana9.
La conjunción de un discurso de la biología acerca del
cuerpo normal y otro discurso acerca de la trascendencia del
sexo único estuvo presente en las interpretaciones médicas
referidas a las mujeres. Por ejemplo, los estudios médicos
mexicanos del siglo XIX contemplaron un área de la inves-
tigación llamada Teratología10, en la cual los galenos presen-
taron los múltiples casos de las deformaciones humanas que
la nueva mirada sobre el cuerpo desnudo detectó a simple
vista. Entre los fenómenos estudiados en esta sección fre-
cuentemente aparecieron casos referentes al hermafrodi-
tismo femenino y masculino, imposibles de ocultar, pero
también se consignaron casos en los que la evidencia no era
física, sino cultural. Ciertas preferencias sexuales, como las
prácticas homosexuales, el coito anal y el onanismo, entre
otras, continuaron prohibidas ahora por la medicina, que las
consideró patológicas. Los sujetos que presentaron las su-
puestas características de algunas “enfermedades sexuales”
fueron atendidos por la teratología como si se tratara de una
anormalidad constitutiva11. La rigurosidad médica no dejó
resquicios para que se infringiera lo supuestamente esta-
blecido por la naturaleza.
El control del comportamiento sexual se evidencia con
toda plenitud en las acciones médicas dirigidas a examinar el
cuerpo de las prostitutas y los soldados, dos grupos que
resultaron peligrosos para el proyecto de higienización de los

9
Cfr. Michel Foucault, Historia de la Sexualidad.Tomos I, II y III, Ed. Siglo
XXI, México; Fusch, Eduard, Historia Ilustrada de la moral sexual. Tomos I,
II y III. Ed. Siglo XXI, Barcelona.
10
Teratología: estudio de los fenómenos y las monstruosidades del cuerpo humano.
11
Cfr. López Sánchez, Oliva (2003). “La reglamentación de los placeres: la
contribución de la medicina legal en la representación de la sexualidad en México
entre 1850 y 1900”. En: Miano, Marinella (coord.) Caminos inciertos de las
masculinidades., ENAH-CONACyT, México, pp. 319-361.
106
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

cuerpos modernos12. En el caso de la prostitución, las muje-


res dedicadas a tal oficio fueron marcadas y fácilmente iden-
tificables; ya que la fotografía hizo permisible este acto. El
registro de las mujeres públicas, realizado en 1865, incluyó
los retratos de cada una de ellas, además de sus datos per-
sonales13. Este registro ofreció a los médicos la posibilidad de
controlar “lo que la sociedad había considerado un mal ne-
cesario”, pues el hecho de existir la permisión del desfogue
físico de los varones en los burdeles permitió la preservación
del matrimonio monogámico burgués. En este sentido, el
registro de las prostitutas tuvo la función de asignar un lugar
social y una manera de referir y registrar los vicios humanos.
En este contexto, la conducta lésbica fue entendida
también como otra perversión grave de la supuesta natu-
raleza femenina; ya no se trató de un pecado, ahora los
médicos, se enfrentaron a los errores de la madre natura-
leza, mientras que el discurso científico validó tales ex-
plicaciones. Por ejemplo, el novelista costumbrista Federico
Gamboa en Santa14 narra una escena en el burdel en la
cual una prostituta muestra ciertas tendencias lésbicas hacia

12
Sobre el tema del control de los cuerpos y la sífilis puede consultarse; Ranero,
Mayabel (2006). “Tratamiento de la sífilis en el siglo XVIII” Ponencia presentada
en el IX Congreso Internacional Salud Enfermedad de la prehistoria al siglo XXI.
INAH, del 18 al 23 de septiembre de 2006. México.
13
Cfr. Massé, Patricia. (1996). “Realidad y actualidad de las prostitutas mexicanas
fotografiadas en 1865”. En: Cultura y Política. 6. México, pp. 111- 134.
14
Gamboa, Federico (1992 (1903)). Santa, Gijalbo, México. Federico Gamboa
Nace el 22 de diciembre de 1864, en la ciudad de México, su padre, el general e
ingeniero Manuel Gamboa, gobernador de Jalisco y más tarde militante en las
filas liberales. Su madre Lugarda Iglesias, hermana de José María Iglesias,
escritor liberal y ministro en el gabinete de Benito Juárez. Federico Gamboa
estudió derecho y al morir su padre, entre 1882 y 1884, trabajó como periodista y
corrector de pruebas y traductor. Entre 1885 y 1887 se dedicó de lleno al
periodismo y fue apoyado por Manuel Gutiérrez Nájera, Juan de Dios Peza y
Filomeno Mata. Se dedicó a hacer crónicas y a la vida bohemia. En el México
nocturno fue conocido como “el Pajarito”.
107
De la costilla de Adán al útero de Eva…

una compañera. Entonces otro personaje de la novela ase-


gura que el proceder de dicha mujer se debe a que su
naturaleza está equivocada, es anormal y, por tanto, es un
asunto de la teratología.
Este dato, aún cuando pertenece a una novela, debe
ser considerado importante porque como se sabe Santa es
considerada una novela histórica que recrea el ambiente de
la vida en los burdeles de principios de dicho siglo. Cierta-
mente, Gamboa aborda la descripción de un mundo perver-
so, un mundo cuyas fronteras conviven con la inmoralidad,
las transgresiones de todo tipo; sin embargo, en ese contex-
to, la homosexualidad siguió siendo concebida como un error
de la naturaleza. Esta concepción de la sexualidad evidencia
que las explicaciones científicas circularon por los espacios
populares y dicho conocimiento se vulgarizó. La sexualidad
pertenecía al campo de lo natural en ese sentido, y la he-
terosexualidad se impuso como una evidencia de lo natural
del orden normal.

Entró a consulta y salió sin identidad

La influencia del método anatomoclínico15, el cual presuponía


la medición, inspección, y palpación de los síntomas a fin de
15
El método anatomo-clínico o clínico-anatómico tiene las siguientes
características: 1) hace tabula rasa de todas las teorías y sistemas previos; 2) pone
a los síntomas y signos como centro y base empírica del diagnóstico; 3) es una
búsqueda activa de las manifestaciones de la enfermedad mediante la invención de
maniobras como la percusión y la auscultación para detectar los cambios
patológicos de los órganos internos; 4) postula una hipótesis diagnóstica; 5)
corrobora o rechaza la hipótesis de acuerdo con lo observado en el examen clínico o
en el examen de los órganos.
Éste es un método que comparte con el método científico tres aspectos
fundamentales: 1) el postular una hipótesis; 2) el poder confirmarla; 3) no es, como
muchos han pensado, puramente observacional, sino que hace “observaciones
provocadas” mediante maniobras de exploración y adquiere así datos empíricos.
Para el médico lo más importante son los sentidos. Las cuatro dimensiones de la
108
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

encontrar el origen de la enfermedad, justificó la revisión


genitourinaria de las mujeres en el momento de la consulta,
porque el útero o matriz era concebida como el lugar de la
feminidad y, por consiguiente, el causante de todos sus pade-
cimientos. Aunque los métodos de inspección utilizados por
los médicos aparentemente contaban con un fundamento
científico, en el fondo no se habían desprendido de la moral
judeocristiana, la cual asignó a la condición femenina una
valoración de imperfecta. Si bien fue a partir del proceso de
secularización social que se “naturalizó” el lenguaje empleado
para describir el comportamiento humano, como se men-
cionó, ilustrados y legos imputaron la práctica homosexual a
la conformación defectuosa de la naturaleza de los órganos
sexuales. Esta naturalización del funcionamiento del cuerpo
tuvo implicaciones morales y psicológicas entre los indivi-
duos, cuyos rasgos físicos, particularmente los referentes a la
zona urogenital, no mostraban un desarrollo considerado nor-
mal. También las preferencias sexuales catalogadas como
perversas fueron objeto del cuestionamiento legal.
Cuando los médicos encontraron aparentes anorma-
lidades en la conformación de los órganos sexuales internos
y externos de las mujeres, exigieron que fueran declaradas
individuos “neutros” porque esta condición física les impediría
procrear. En esas circunstancias se consideraba que la mujer
no debía contraer nupcias, puesto que, en última instancia, su
identidad legal y moral estaba dada únicamente por su
función reproductiva. Como lo ejemplificó Nicolás San Juan
en “Un caso de anomalía ó la ausencia de órganos, según la
clasificación de Geoffroy Saint-Hilaire, ó ageneses de otros

clínica: la inspección, la palpación, la percusión, y la auscultación no son sino


maniobras para detectar la alteración de los órganos internos con el uso de los
sentidos. Estañol, Bruno (1996). La invención del método anatomoclínico. UNAM,
México, p. 6.
109
De la costilla de Adán al útero de Eva…

teratólogos”16, artículo en el cual se narra la historia de una


mujer que llegó al hospital Morelos a curarse de un incordio y
terminó en una situación social, legal y moral degradante. Se
trató de:

Eduwigis Aborcas, de 22 años, natural de Chilapa


Entró al hospital de Morelos el mes de mayo del
presente año, según ella dice á curarse de un
incordio. Por el examen se encontró lo siguiente:
Constitución regular, color trigueño, conjuntivas
inyectadas.
Los aparatos circulatorio, respiratorio y digestivo
están sanos.
Sus pechos tienen un perfecto desarrollo y están un
poco fláxidos y dirigidos transversalmente: los pezo-
nes están bien conformados, y ambos, pero sobre
todo el derecho, entra en erección por frota-
miento; por la expresión no se obtiene nada.
El monte de Venus, clítoris grande y pequeño labio
izquierdo se hallan en estado normal; en el derecho
hay un absceso del tamaño de una nuececita, que
no interesa a las glándulas de Bartolin.
El meato urinario es normal. Hay rudimentos de carún-
culas en la columna anterior a la vagina y no existen en
el resto. La horquilla está intacta. El absceso dificulta y
hace dolorosa la exploración más profunda17.
En el fondo del saco de la vagina artificialmente
hecha por el impulso del dedo no se percibe ni
superficial, ni profundamente, rudimento alguno de
porción sub ó supra vaginal del cuello uterino...
16
San Juan, Nicolás, “Un caso de anomalía relativa á la ausencia de órganos
únicos, según la clasificación de Geoffroy Saint-Hilaire, ó ageneses de otros
teratólogos”. La Gaceta Médica de México. 1880, tomo XV, Núm.2, pp. 25-29.
17
San Juan, Nicolás, (1880:25-26).
110
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

Por el recto solo se tocan dos ligamentos que van


de los lados del recto al fondo de la vagina, en
multitud de veces que he sujetado a examen á este
individuo jamás he encontrado ni la más leve
huella de útero, de ovarios y trompas18.

El médico pone en un mismo plano diagnóstico la


descripción del funcionamiento de los órganos asociados a la
sexualidad y sistemas más generales como los aparatos
circulatorio, respiratorio y digestivo. Probablemente, la frialdad
técnica del lenguaje usado por él supone un respeto al pudor
de la mujer. Sin embargo, la especificación de los senos nos
muestran una actitud francamente morbosa: “los pezones
están bien conformados, y ambos, pero sobre todo el dere-
cho, entran en erección por frotamiento...”. Por otro lado, se
puede preguntar cuál es el criterio del médico para asegurar
que los órganos sexuales externos son normales. Si el
médico, a partir de la auscultación, tuvo la impresión de un
funcionamiento corporal sano, ¿cuál fue la razón que lo llevó
a seguir indagando el interior de los genitales de la paciente?
Aun cuando no se aclaran las características del incordio que
pudo haber sido un bubón o tumefacción inflamatoria de un
ganglio linfático, particularmente situado en la ingle, también
pudo haberse tratado de la tumefacción que sigue de una
enfermedad venérea, en cuyo caso se justifica parcialmente
la exploración vaginal. Es clara la idea a priori de una anor-
malidad uterina que debía dar cuenta del incordio reportado
por la mujer.
Las auscultaciones con frecuencia confirmaban el
imaginario social de lo femenino. La medicina, al igual que
cualquier otra práctica social, tenía una carga axiológica

18
Ibídem. El énfasis es nuestro.
111
De la costilla de Adán al útero de Eva…

resultado directo e indirecto, de una exigencia social19. En


este sentido, la función reproductiva otorgó a las mujeres un
lugar en la sociedad mexicana decimonónica. En el mo-
mento que esta función se veía impedida por la esterilidad a
causa de la supuesta inmadurez de los órganos repro-
ductores, los médicos ponían en duda la capacidad legal y
social de las mujeres para ser consideradas individuos con
sexo definido.

[...] he interrogado á la enferma acerca de sus


inclinaciones, de sus afectos y de sus instintos
sexuales, y me ha contestado sin vacilación:” Que
de niña se entregaba a los mismos juegos que sus
amigas, no habiendo tenido hermanas: que creció
trabajando, y que a los catorce años, enamorándola
álguien, le correspondió solo porque eso hacían las
demás; cuando esto pasaba su amante le propuso se
fuera con él, y que se fue por dos días al cabo de los
cuales la encontraron sus hermanos20,
[...] Dedúcese de aquí que si son ciertas mis in-
vestigaciones y exploraciones en Eduwigis, puede
decirse que aunque tenga el aspecto y las incli-
naciones de mujer, le son desconocidos del todo
los afectos y los instintos de ese sexo; y por otra
parte, que por los diversos medios de exploración á
que he recurrido, y son los usuales, no se le en-
cuentran ni vagina, ni útero, ni ovarios; por último, que
probablemente le faltan las trompas de Falopio...21
[...] carece de los afectos propios del sexo fe-
menino, lo demuestran sus confidencias, sus
revelaciones y la facilidad inusitada con que ha

19
Escalante, Fernando (1993). Ciudadanos maginarios. México, El Colegio de México.
20
San Juan, Nicolás (1880:26).
21
Ibídem, pp. 26-27.
112
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

abandonado á los hombres que le han brindado


afecto con su protección, con sus caricias.
Que se halla privada de los instintos del sexo que
representa, lo confiesa paladinamente en sus
confidencias íntimas cuando de eso me habla22 Los
infrascritos creen que en vista de la falta, ó cuando
menos del estado rudimentario del aparato re-
productor propiamente dicho, vagina, útero, ovarios y
trompas, no pueden ni deben ser reputados por
mujeres. La ciencia debe declararles individuos
neutros; quiere decir, que no son ni del sexo mas-
culino, ni femenino, aún cuando toda su apa-
riencia exterior fuese la de una mujer. La segunda
es, que siendo anatómica y fisiológicamente
impotentes para la copulación propiamente dicha,
y para la procreación, aún cuando no lo sean para
el acto del coito, como ha sucedido en este caso
según lo referido por el Sr San Juan, deben ser
irrevocablemente contados entre los que han sido
considerados físicamente incapaces para llenar
los fines del matrimonio, y por tanto, incluso en la
fracción X del artículo 23 de la ley orgánica de las
adiciones constitucionales, que dice: “El matrimonio
civil no podrá celebrarse por personas que por
incapacidad física no puedan llenar los fines del
estado...” El matrimonio que en este caso llegue á
celebrarse deberá declararse nulo á petición de una
de las partes”. De lo cual se infiere que el defecto
orgánico en cuestión es impedimento impediente y
dirimente del matrimonio23.

22
Ibídem, p. 29.
23
Ibídem, p. 32. El énfasis en el texto es nuestro.
113
De la costilla de Adán al útero de Eva…

El imaginario social de lo femenino fue una mezcla de


supuestos instintos fisiológicos, morales y psicológicos, los
cuales estaban al servicio de los hombres, no sólo durante el
coito, sino también en la presencia incondicional de la mujer:
“puede decirse que aunque tenga el aspecto y las inclina-
ciones de mujer... Se están refiriendo al coito, [...] les son
desconocidos del todo los afectos y los instintos de ese sexo.
Esta última afirmación tiene que ver con el abandono, pues
en el artículo se mencionó que había dejado al hombre que la
desfloró. Después, cuenta la relación que tuvo con un sol-
dado a quien dejó una vez llegados a la Capital. Ciertamente,
la mujer había desafiado dos veces su destino porque el
abandono sólo podía esperarse de un hombre hacia una mu-
jer, y no a la inversa. A toda esta valoración prejuiciada por
un deber social y moral de lo femenino, se le agrega la su-
puesta inexistencia de los órganos sexuales femeninos que
fundamentan el juicio de los médicos.
Otro elemento probablemente determinante en el
diagnóstico médico fue la esterilidad. Situación que los mé-
dicos consideraban improbable cuando una mujer tiene una
vida sexual activa, a menos que su aparato reproductor es-
tuviera atrofiado. La impotencia o esterilidad femenina ha sido
más notoria que la masculina, y en este caso así sucedió.
Más que las evidencias físicas, las cuales carecen de fun-
damento, la supuesta esterilidad de la mujer y su compor-
tamiento femenino atípico sirvió de justificación a los médicos
para exigir que la mujer fuera declarada individuo neutro por
la constitución biológica inmadura de su útero. Para funda-
mentar su veredicto, los médicos recurrieron a un artículo de
la ley orgánica de las adiciones constitucionales, en el que se
especifica que la esterilidad es una de las razones por las
cuales unas personas no podían, ni debían casarse.

114
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

La función reproductora, sello de la identidad femenina

La supuesta ausencia o atrofiamiento de los órganos sexua-


les internos, no fue el único motivo por el cual las mujeres
podían perder su identidad femenina. Las mujeres que du-
rante la auscultación dieron la prueba anatómica de ser
consideradas como tales, pero sus matrimonios eran esté-
riles, también corrieron el riesgo de recibir sanciones legales
y morales24. Según los médicos, el marido estaba en todo el
derecho de solicitar la anulación del matrimonio en vista de la
esterilidad de su mujer.
Los médicos se afanaron tanto por encontrar el origen
de la esterilidad únicamente en el cuerpo de la mujer que
buscaron cualquier explicación relacionada con su cons-
titución física. En un primer momento, imputaron a la gordura
la infertilidad femenina. El pensamiento hipocrático asoció la
gordura y la humedad con la esterilidad de las mujeres. Pos-
teriormente, para el pensamiento judeocristiano la gordura
había sido asociada con la “lujuria y malas pasiones”25. Sin
embargo, a fines del siglo XVIII, la medicina concibió a la
gordura como un elemento predisponente a la esterilidad26.
Los médicos prescribieron ciertos alimentos, baños y ma-
sajes para generar condiciones higiénicas de vida, y erradicar

24
Cfr. Lier. E “La esterilidad en los matrimonios”. La Gaceta Médica de México:
1890. XXV. Núm.12, pp. 221-229. Es interesante ver como las mujeres cargaron
con la responsabilidad de la esterilidad. No obstante el descubrimiento de la
participación del hombre en el cometido biológico, social y religioso con el cual
se significó la procreación, las mujeres siguieron cargando con la mayor
responsabilidad.
25
Rodríguez, Juan María. “Algo observado en México acerca de la influencia
que la obesidad ejerce en la menstruación, concepción, embarazo, parto y
puerperio”. Cfr. La Gaceta Médica de México. 1891, XXVI, 15, pp. 289-312.
26
Turner, Bryan (1989). El cuerpo y la sociedad. México, FCE, 1989.
115
De la costilla de Adán al útero de Eva…

los denominados padecimientos femeninos, entre ellos la epi-


lepsia, la histeria y la propia esterilidad27.
En 1891, el Dr Juan María Rodríguez escribió un
artículo titulado “Algo observado acerca de la influencia que la
obesidad ejerce en la menstruación, concepción, embarazo,
parto y puerperio”, en el cual discutió las complicaciones que
la gordura provocaba en el aparato urogenital femenino.

Si la mujer es exageradamente gorda, no sale


embarazada: el epiplón, grande y craso, pesa sobre
la matriz, la comprime y no puede recibir la esper-
ma. En este caso hay que debilitar a las mujeres y
prescribirlas médicamente evacuantes: se aplicará
un pesario que modifique la situación de la matriz,
sin producirle aire.
Unos senos redondeados, bien hechos ejercen
notable fascinación sobre los hombres porque
hallándose dichos órganos en directa relación con
las funciones generativas de la mujer, brindaban al
recién nacido rica y sabrosa alimentación28.

La justificación del médico acerca de la fascinación


que ejercen unos senos grandes en los hombres, nada tiene
que ver con el papel en el que se sitúa a la mujer como éter-
na nodriza. De lujuriosa e insaciable, la mujer obesa pasó a
ser considerada anormal desde el punto de vista médico. En
el siglo XIX ya no fue necesario echar a las mujeres “volup-
tuosas” a la hoguera porque, en su lugar, la ciencia médica

27
Cfr. La Gaceta Médica de México: 1890, XXV, 12, pp. 221-229: Deschamps, A.
“La mujer nerviosa” El observador médico, 1902. Tomo II, Núm.20, pp. 299-301.
28
Rodríguez, Juan María, “Algo observado acerca de la influencia que la obesidad
ejerce en la menstruación, concepción, embarazo, parto y puerperio”. La Gaceta
Médica de México: 1891. XXVI, 15, pp. 293, 294. Énfasis nuestro.
116
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

las condenó a ser las eternas enfermas cuyos síntomas eran


muestra de profundos desajustes fisiológicos.

Las obesas andan mal regladas. Los desarreglos


consisten en la dismenorrea, que terminan en un
embarazo imaginario...dánse por embarazadas, lle-
gan a hacerlo creer á sus deudos, y no parando ahí
hacen tragar el anzuelo a los mismos médicos, que
dan la cosa por hecha y lo aseguran con toda for-
malidad. Bien sabe mi ilustrado auditorio que la
imaginación, esa loca que vive en el cerebro de todo
el que piensa, es una facultad eminentemente crea-
dora...la suspensión temporal de los menstruos, se
desarrolla el vientre, los ascos, las acedías, los
antojos, y las melancolías y las languideses...29

La identidad sólo la perdían las mujeres

La práctica médica fue profundamente selectiva en favor de


los hombres. Los médicos imputaron la esterilidad únicamente
a la mujer. En este sentido, la identidad masculina gozó de la
garantía de reproductor que le valió su reputación moral y
legal. Dicha identidad estuvo dada únicamente por la exis-
tencia de los genitales, sin importar su desarrollo y función. En
el caso de las mujeres, la anatomía y la fisiología de sus
cuerpos debían asegurar la fertilidad. Los médicos tuvieron
una actitud de apoyo y consideración ante cualquier persona
que diera muestra física de poseer genitales masculinos. Un
claro ejemplo de esto resulta de otro artículo sobre “Her-
mafroditismo masculino”30 que refiere el caso de una mujer a

29
Ibídem, p. 95.
30
Egea. “Hermafroditismo masculino”. La Gaceta Médica de México. Tomo
XXV, núm. 8, 1890, pp. 141-147.
117
De la costilla de Adán al útero de Eva…

quien, después de una minuciosa auscultación y por su


comportamiento de atracción sexual hacia otra mujer, se le
consideró hombre. Durante la auscultación, el médico encon-
tró un supuesto pene atrofiado, acompañado de testículos y
de próstata. En consecuencia, el galeno no tuvo dudas de
encontrarse frente a un caso de hermafroditismo masculino.
Entonces, no solicitó la opinión de otros facultativos para de-
clarar que por su anatomía se trataba de un varón. Acto
seguido, propuso una cirugía para que la afectada lograra una
identidad legal, social y moral adecuada a su condición orgá-
nica. Aunque el médico no le aseguró la obtención de una
cópula perfecta, si consideró necesaria la cirugía. Sin embar-
go, el tema de la esterilidad y la imposibilidad de efectuar los
fines del matrimonio no fueron mencionados por éste:

El 4 de agosto del presente año, fue conducida á la 7ª


Demarcación de policía á las 11½ p.m., Guadalupe
Vargas, acusada por Vicenta Rodríguez de conatos
de violación: parece que a la tarde de ese día
Guadalupe Vargas paseó en unión de la Rodríguez
tomando y embriagándose con pulque; llegada la
noche, la Vargas propuso a la Rodríguez, que era
casada, dormir en la casa de esta última á lo que ella
accedió por ser la otra mujer: tan luego como se
acostaron la Vargas intentó ejecutar con la Rodríguez
un acto sexual, lo que produjo un escándalo y motivó
la llevada á la comisaría de la tan referida Vargas31.

El comisario llamó al médico, que interesado en el


caso indagó más sobre la historia de la mujer, y obtuvo
los datos siguientes:

31
Ibídem, p. 145.
118
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

Guadalupe Vargas (Figura 6.1 y 6.2) de 22 años, y


bautizada en el Sagrario Metropolitano de esta capital,
mide 1.70 cm de estatura y su verdadero sexo fue de
chica desconocido por la madre y creyéndola mujer la
vistió como tal....en su adultez descubrió su mala
conformación y se hizo reconocer por un facultativo de
esta capital, quien le diagnóstico una hernia inguinal
derecha32.
Como se ve por todo lo expuesto, Guadalupe Vargas
no pertenece al sexo femenino, es un caso de “hipos-
padia”33, con un pene rudimentario con una cirugía
podría hacer permeable la uretra en el pene, oblite-
rando la abertura de ella en la raíz, pero por su pe-
queña longitud dudo que permitiera la cópula perfecta34
(Figura 6.3).

32
Ibídem, p. 146.
33
Hipospadia. Defecto congénito en el que el meato urinario se encuentra en la
cara inferior del pene. No se produce incontinencia urinaria porque los esfínteres
son operativos. La abertura de la uretra puede encontrarse fuera de la localización
central en cualquier posición de la cara inferior del pene o periné. Está indicada la
cirugía por razones estéticas, urológicas o reproductivas. En la mujer el defecto
equivalente es raro, pero cuando existe se diagnostica por la localización del
meato urinario en la vagina.
34
Egea. (1890:146).
119
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Figura 6.1. Guadalupe Vargas

120
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

Figura 6. 2. Retrato de Guadalupe Vargas, donde se muestra la


ausencia de senos como evidencia de su sexo real

121
De la costilla de Adán al útero de Eva…

Figura 6. 3. Es la evidencia científica del equívoco sexo de Vargas.


La imagen aparece con la mano del doctor mostrando la existencia
de los órganos genitales que ofrecen la seguridad de obtener el
sexo masculino. Llama la atención el simbolismo profundamente
moral de la imagen. Los médicos titulados y, por consiguiente, re-
conocidos, vestían traje negro y camisa blanca con corbata negra35,
dicha vestimenta constituyó un distintivo entre los galenos y los
charlatanes. Además, la argolla matrimonial que él luce en la mano
izquierda era el símbolo de honestidad, honorabilidad y respe-
tabilidad del médico. El matrimonio representó entre los médicos la
evidencia de una moral intachable, propia de todo hombre cuya
labor detentaba el orden moral, social y religioso.

35
Rodríguez, Juan María “Evolución artificial (Procedimiento de Scanzoni).
Muerte de la madre”. En: La Gaceta Médica de México, 1870, V, 21, pp. 333-338.
122
El control médico de la sexualidad a finales del siglo XIX…

A manera de conclusión: El sexo verdadero

La necesidad de la identificación de un sexo verdadero ha si-


do una constante de todas las sociedades modernas36. Para
Occidente, las reglas del derecho canónico y civil en torno al
hermafrodita cambiaron desde la antigüedad. Hasta la Edad
Media existió cierta permisividad y aceptación de la mezcla
de dos sexos en el hermafrodita. Éste podía vivir con el sexo
que su padre o su padrino le asignaron, pero cuando tuviera
la edad para reproducirse podía cambiar de sexo si así le
convenía. La única restricción dada estableció que una vez
elegido su sexo, dicha elección se tendría que mantener
hasta la muerte. Fueron los cambios en la postura sobre la
supuesta elección del sexo, y no la mezcla anatómica de dos
sexos, los que provocaban las condenas de los hermafroditas
hasta la época del Renacimiento. Como se ha visto, la men-
talidad cambió hacia finales del siglo XVIII y entrado el XIX. La
teoría biológica referida a la sexualidad y su función repro-
ductiva, así como las condiciones jurídicas de los individuos y
su papel en la sociedad, rechazaban la idea de la existencia
de dos sexos en un mismo cuerpo. Esta nueva concepción
tuvo grandes efectos y repercusiones en la vida de los que a
los ojos de los expertos presentaron elementos de ambos
sexos. Desapareció la idea de la mezcla de sexos, y en su
lugar el médico debía de identificar el sexo verdadero para
que entonces se le asignara al individuo un lugar civil37.
“El médico tendrá que desnudar las anatomías
equívocas hasta encontrar, detrás de los órganos que pue-
den haber revestido las formas del sexo opuesto, el único

36
Foucault, Michel (1985). Herculine Barbine llamada Alexina B. Ed.
Revolución, Madrid.
37
Una revisión más amplia sobre el tema se puede consultar en: López Sánchez,
Oliva (2003).
123
De la costilla de Adán al útero de Eva…

sexo verdadero”38. Era pues el médico como experto quien


ahora debía determinar el sexo del individuo y dejó de ser la
opción del individuo mismo. Para el caso mexicano, como
se ha podido dar cuenta en los apartados anteriores, las
personas que presentaron un error en sus genitales fueron
sospechosas de hermafrodismo y se les sometió a una es-
crupulosa inspección médica para declarar el verdadero se-
xo. Lo que sobresale en estos casos es el énfasis que puso
el médico en declarar la verdad del sexo del individuo. La
sociedad del siglo XIX paulatinamente fue construyendo la
idea de un cuerpo moral que fundamentó sus restricciones
en los principios de la biología.
Es interesante observar cómo la ciencia médica ha
asignado al cuerpo un sentido de organización fisiológica
que ha rebasado lo orgánico para instaurarse como una
disciplina del reordenamiento social. En la sociedad moder-
na occidental, el discurso médico científico ha ejercido tal
poder que ha establecido las pautas en el ordenamiento y
regulación de los cuerpos. Los médicos prescribían no sólo
en lo físico, sino también en el orden moral; sus diagnósticos
formaron parte de las normas higiénicas con el objeto de
mejorar la salud de los individuos. El poder del discurso mé-
dico ha inscrito en el cuerpo las pautas de comportamiento
cuya práctica ayudará a la preservación de la salud que se
ha convertido en el discurso del amo, el cual se ha tornado
incuestionable.

38
Foucault, Michel (1985). Herculine Barbine llamada Alexina B. Op.cit., p.13.
124
VII
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX en
torno a la sexualidad monogámica

La voluntad, ya se ha dicho: “parece más bien


residir en los músculos que en la materia gris del
cerebro”. Y todo esfuerzo a favor del músculo es
un esfuerzo en pro de la energía, de la audacia, de
la constancia y de la prudencia; es decir, en pro
de la salud y del progreso.
Máximo Silva1

E
n este apartado se van a analizar las ideas y signifi-
cados contenidos en las prescripciones que la medicina
higienista estipuló en torno a la sexualidad y la regula-
ción de su ejercicio en la segunda mitad del siglo XIX en Méxi-
co. Dichas prescripciones tienen que ver con la moral y los
principios de la época, con los requerimientos de valores que
buscaban disciplinar al cuerpo en todas sus funciones para
que se adaptara a la nueva realidad social. Vienen vinculadas
a la demanda social de comportamientos regidos por la me-
sura, la temperancia, la autorrepresión y la capacidad de es-
pera, así como la postergación de los placeres. Todos estos
valores, en conjunto, sirvieron para organizar las maneras en
las que se debió pensar y vivir la sexualidad según los línea-
mientos establecidos por la medicina higienista.
Cuando se hace referencia a la sexualidad, se está
contemplando un fenómeno complejo y múltiple, cuyo

1
Silva, Máximo (1918). Higiene popular. México, Ed. Viuda de Ch. Bouret, p. 461.
De la costilla de Adán al útero de Eva…

ejercicio ha estado definido, a lo largo de la historia, por pa-


labras, imágenes, rituales, fantasías, costumbres y tradi-
ciones. La sexualidad ha estado marcada tanto por los
discursos de la religión como por los argumentos de la
ciencia (especialmente de la sexología2) y desde ambos
campos se ha definido lo que significa el sexo, lo que puede o
no hacerse, lo que pone en riesgo y lo que se debe evitar. En
efecto, la comprensión de la sexualidad no puede ser
reducida a los efectos de un solo conjunto de relaciones, aun
cuando en este trabajo se dirigirá el análisis al discurso
médico que pretendió ordenar y regular a la sexualidad en
ese período finisecular.
Un análisis histórico como el que se propone hacer, se
apoya necesariamente en el postulado de que la sexualidad
se ha convertido en un campo de batalla moral y político3.
Sobre todo, si se reconoce la función social que la medicina
científica ha tenido en la sociedad contemporánea. Desde el
siglo XIX, la medicina fungió como mediadora entre la natu-
raleza y la cultura, los galenos se convirtieron en la figura
moral por excelencia, sustituyendo a la iglesia católica y, por
tanto, al confesor, en la labor de controlar el comportamiento
de los individuos. Comprender las representaciones en torno
a la sexualidad requiere de un análisis histórico de las media-
ciones4 e intervenciones sociales que influyen en un fenóme-
no tan complejo. En definitiva, se requieren análisis históricos,
culturales y sociales sobre la sexualidad para entender los
actuales modos de pensar acerca del sexo.

2
Sexología léase como una lógica del sexo y sus funciones, no como un
conocimiento del sexo.
3
Weeks, Jefrrey (1993). El malestar de la sexualidad. Significados, mitos y
sexualidades modernas. Talasa. Ediciones S.L. Madrid.
4
Entre las formas más importantes de mediaciones se encuentran las categorías,
los conceptos y lenguajes que organizan la vida sexual, que indican qué es bueno
o malo, sano o patológico, normal o anormal, apropiado o inapropiado
socialmente.
126
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

El objetivo de este ensayo es mostrar cómo, a través


de las prescripciones en torno a la sexualidad, la medicina
higienista promovió el concepto de que la naturaleza sexual
se identificaba por su función reproductiva exclusivamente.
Esta percepción excluiría del orden de una sexualidad sana
cualquier relación que no fuera monógama y heterosexual.
El discurso médico reforzó la creencia de que cualquier ejer-
cicio de la sexualidad que no buscara la reproducción se
constituía en un medio de proliferación de enfermedades
que ponían en riesgo a todos los individuos.
Estudiar las prescripciones de la medicina higienista
decimonónica ayudará a comprender su influencia en el
ejercicio de una sexualidad que se ha caracterizado por el
carácter monogámico, heterosexual y procreativo, y que ha
marginado la posibilidad de un erotismo diverso que tenga
como fin la búsqueda del placer.

La higiene del cuerpo y la salud

Popularizar los preceptos de la higiene fue parte de la tarea


fundamental de los médicos y maestros del siglo XIX y prin-
cipios del XX. La higiene se convirtió en una suerte de valor
que distinguió a las clases sociales. Las virtudes morales se
transformaron en principios de limpieza que militaban a favor
de la burguesía. La higiene condensó un mundo de signi-
ficados que se extendieron al cuerpo social y al cuerpo
individual. Así ese encuentra que para el médico higienista
Máximo Silva, la higiene:

…indica, además, en qué suelo hemos de vivir, que


aire debemos respirar, cómo debemos construir
nuestras habitaciones y confeccionar nuestros vesti-
dos; nos señala cuáles son las aguas saludables; nos
proporciona los alimentos convenientes; nos aleja, con
127
De la costilla de Adán al útero de Eva…

horror, del alcoholismo; cuida de nuestros sentidos;


fortifica nuestra inteligencia; y alienta nuestro corazón,
rechazando los vicios e inculcando las virtudes”5.

La higiene está constituida por todo aquello que con-


tribuye a hacer feliz a la humanidad. La higiene es el recurso
más poderoso con el que se cuenta para defender la vida y la
salud. Por la función benefactora y de procuradora de la sa-
lud, se le llamó “la gran ciencia nueva”. Se esperaba que
cuando lograse sus más amplios y excelsos cometidos se
evitarían graves y perniciosos padecimientos. Por eso Silva
sostenía que la higiene no sólo era la moral del cuerpo, sino
la verdadera égida de éste, la fuerza más enérgica, la única
para sostener en el cuerpo el equilibrio que trae como
resultado la salud6.
El objetivo de la higiene era pues prolongar la vida,
conservar la salud y perfeccionar el ejercicio de las funciones
del individuo y de la sociedad, de la especie y de las corpo-
raciones. Según se trate de higiene privada o de higiene
pública, de higiene general o de higiene especial, se cumple
alguno o varios de estos objetivos.
La higiene privada estableció ciertas reglas para la
conservación de la salud de una persona. La higiene pública
reglamentó la salubridad de las colectividades, caso en el
cual servía de base a una buena administración de los inte-
reses del pueblo. La higiene general se ocupó de la salud del
hombre, como si se tratara de toda la especie, cualesquiera
fueran las condiciones en las que aquél se encontrara. La
higiene especial se refirió a las personas, formando agrupa-
ciones: higiene escolar o militar, entre otras.

5
Silva, Máximo (1918:102).
6
Ibídem.
128
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

Durante todo el siglo XIX, particularmente durante la


segunda mitad, los países occidentales con una economía
dependiente enfrentaron el problema de las altas tasas de
mortalidad. Una población azolada por las epidemias de có-
lera morbus, cuyo promedio de vida no era superior a los 30
años, no pudo ofrecer condiciones para construir un proyecto
político y económico viable a largo plazo. La reacción de los
ideólogos de la época fue de escepticismo ante el descenso
de la población, pues ésta era considerada el recurso esen-
cial para conseguir el progreso prometido. En esas cir-
cunstancias parecía servir de poco un territorio amplio con
tantas bondades naturales.
Otra veta fundamental de los gobernantes fue legislar
la educación indispensable para desarrollar el trabajo. En
este contexto social, a los individuos, en especial aquellos
pertenecientes a las capas bajas de la sociedad, se les
asignó formar parte importante de ese proyecto moder-
nizador, dentro de la lógica capitalista decimonónica me-
xicana. Se requirieron ejércitos de médicos, enfermeros y
profesores, amén de los obreros, aunque las altas tasas de
morbimortalidad representaron una parte del freno. El cuerpo
social debía homologarse con el cuerpo físico de los in-
dividuos. De ahí que el cuidado de la salud, la promoción de
la higiene y las medidas profilácticas, como la vacunación y
las reformas sanitarias, debieron ser entendidas en un esce-
nario social más amplio. En tal escenario se gestarían parte
de las reformas sociales inspiradas en el proyecto moder-
nizador, con el que, presumiblemente, México lograría un
desarrollo económico similar al de los países europeos y los
Estados Unidos7.

7
Después de la Guerra de Independencia, uno de los grandes cambios que tuvieron
un largo andar fue la modificación en los sistemas de trabajo manufacturero. Los
gobiernos intentaron sustituir los talleres gremiales por escuelas; el objetivo era
conformar una clase obrera trabajadora bien preparada, con un desempeño físico,
129
De la costilla de Adán al útero de Eva…

La idea de un uso del cuerpo en los espacios público y


privado se inspiró en dos virtudes burguesas protestantes:
prudencia y moderación. La lógica de la economía trascendió
de una nueva manera al cuerpo físico. Fue una transforma-
ción del cuerpo enfocada a las clases, para su uso racional y
moderado, que permitió conducir su comportamiento y su
moral hacia un desempeño adecuado en el trabajo8.
Las propuestas de los intelectuales y políticos liberales
mexicanos de la segunda mitad del siglo tipificaron al ciu-
dadano ideal. Esto incluía la imposición de una moral dirigida
a corregir todo tipo de comportamientos que impidieran el
desarrollo económico. La clase menesterosa debía aprender
a trabajar y para ello había que educarlos. La educación no
sólo abarcó el ámbito del desempeño laboral y profesional,
también incluyó la enseñanza de medidas sanitarias9. La falta
de hábitos higiénicos, la mala alimentación, los vicios del al-
cohol, la holgazanería, los excesos sexuales y la prostitución

laboral y moral diferente al resultante de los vicios que fomentaban los talleres. La
educación de las clases pobres e indígenas fue uno de los principales idearios de los
intelectuales liberales a lo largo del siglo XIX. El objetivo de institucionalizar la
educación artesanal se vio materializado en 1843 con la creación de la Escuela de
Artes y Oficios, que se reabrió en 1856 con el gobierno de Comonfort. Fue el inicio
de un fomento franco y abierto a la industria. No obstante estos dos intentos, la
escuela cerró sus puertas, en 1868, reanudar sus labores de manera ininterrumpida
hasta 1916, año en que se convirtió en Escuela Práctica de Ingenieros Mecánicos y
Electricistas. Eguiarte, Sakar, Ma. Estela (1989). Hacer ciudadanos. Educación para
el trabajo manufacturero en el siglo XIX, Universidad Iberoamericana, México.
8
Para una mayor profundización en las virtudes y el espíritu burgués, se puede
revisar la obra de Sombart, Werner (1998). El Burgués. Contribución a la
historia espiritual del hombre económico moderno. Alianza Editorial, Madrid.
En dicha obra, uno de los aspectos sobresalientes y más útiles para fundamentar
nuestro análisis es el ABC de la filosofía frankliana, titulado “Diligencia y
moderación”, del cual se extrae el nombre de las 13 virtudes que todo hombre
burgués debía practicar: Templanza, Orden, Decisión, Parsimonia, Diligencia,
Sinceridad, Justicia, Ponderación, Limpieza, Serenidad, Castidad y Humildad.
9
Altamirano, J.M. (1873). Breve estudio sobre las causas debilitantes generales
del organismo. Imprenta José M. Lara, México.
130
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

fueron entendidos como los focos de infestación social que


debían ser atacados mediante la materialización y articula-
ción de políticas educativas y sanitarias10.
Los discursos de la medicina y la jurisprudencia, junto
con la política educativa, fueron las herramientas intelec-
tuales de las reformas sociales. Con ello se continuo el tra-
bajo sobre los nuevos cuerpos de los ciudadanos –hombres
mujeres, niños, indios, blancos, mestizos, pobres, ricos, sa-
nos, enfermos, normales y anormales– con miras a inser-
tarlos en el campo productivo.
La disciplina11 resultó ser la aliada idónea para im-
pulsar el control social requerido por la política porfirista que a
toda costa buscaba el desarrollo de la economía mexicana.
La prohibición de ciertas conductas y la formulación
de políticas, tanto educativas como salubristas, requerían le-
gislaciones y códigos que les sirvieran de apoyo. En el caso
de la medicina, el vínculo con la jurisprudencia fue clave
para fortalecer su discurso y legitimar sus acciones. Accio-
nes que fueron encaminadas a conformar un perfil de indi-
viduo sano, normal y trabajador, cuya moral e inclinaciones
sexuales estuvieran acordes con la meta principal del es-
quema social capitalista.

El matrimonio espacio social legítimo del acto sexual

El maridaje constituyó la base de la familia y la plataforma del


capitalismo, pues representaba el garante de la propiedad

10
Lara y Pardo, Luis (1908). La prostitución en México. Librería de la Vda.
De Ch. Bouret. México.
11
En términos foucaultianos, las disciplinas son “los métodos que permiten el
control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción
constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad”.
Foucault, Michel (1976). Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión.
Siglo XXI, México, p. 141.
131
De la costilla de Adán al útero de Eva…

privada, de la ética burguesa y de la acumulación12. Una de


las coincidencias de conservadores y liberales mexicanos en
el siglo XIX fue la importancia otorgada a la familia. Ésta se
convirtió en un valor universal, impuesto sobre las clases po-
pulares, las que se adhirieron paulatinamente a la moral bur-
guesa. La familia se convirtió en el espacio del cumplimiento
de las exigencias sociales, representando a la vez un espacio
funcional entre lo social y lo económico13.
En la lógica de la medicina higienista, el matrimonio
contribuyó poderosamente al incremento material, político y
social de las naciones. Por este motivo, se convirtió en ma-
teria pública, que pretendía garantizar la vigilancia de las
condiciones físicas y morales de los cónyuges14. La medicina
higienista no limitó su labor a la vigilancia de la salud de los
cónyuges, también se ocupó de promover el ejercicio de un
estilo de sexualidad reproductiva sana, sólo dentro del matri-
monio. Para tales fines se consideró imprescindible la ins-
trucción y la educación sexual de los recién casados, lo que
provocó que, a pesar del analfabetismo, se incrementara la
difusión de manuales sobre higiene conyugal15.
Esta medicina promovió la idea de que el matrimonio
y la familia eran merecedores de atención tanto para
especialistas como para legos. En ese contexto el matrimo-
nio debía ser entendido como algo más que la elección de
una mujer. Más que el derecho legal a la reproducción se
trataba de “… la unión de dos personas en un solo ser […]

12
Engels, Federico (1981). El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado. Ed. Progreso, URSS.
13
Donzelot, Jacques (1998). La policía de las familias. España, Pre-textos.
14
Silva, Máximo (1918:25).
15
Monlau, Felipe (1865). Higiene del matrimonio. Casa editorial Garnier
Hermanos, París; Peratoner, Amancio (1903). Fisiología de la noche de bodas.
Casa editorial Maucci Hermanos é hijos, Buenos Aires.
132
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

la transformación de la doble naturaleza sexual, en una más


perfecta, más poderosa, más bella”16.
En esta representación sobre la relación marital, los
médicos naturalizaron ciertas diferencias entre hombres y
mujeres. El hombre representó la parte fuerte, inteligente y
valerosa, mientas que la mujer era distinguida por su pode-
rosa sensibilidad y ternura. Los higienistas argumentaron que
después del matrimonio se reunían ambas partes y se podía
contemplar a un ser humano completo, reuniendo en su uni-
dad todas las potencias que se hallaban separadas en cada
mitad de sí mismo.
El ejercicio de la sexualidad en el matrimonio y la
educación de los individuos se convirtieron en el meollo de la
acción de los médicos higienistas, que a su vez se conso-
lidaron igual como grupo político y como consejeros de la vida
privada. El médico sustituyó al cura, quien bajo el ángulo de la
moralidad prescribía la sexualidad de sus feligreses. En el
siglo XVIII, y particularmente en el XIX para el caso de México,
los médicos comenzaron a interesarse por la sexualidad, y la
enmarcaron en la lógica de los flujos corporales, a los que se
les atribuía una gran importancia en la explicación de las
enfermedades y degeneraciones de la función procreadora.
Esto se puede constatar en la proliferación de manuales y
cartillas de higiene que enumeraban los comportamientos
proscritos, considerados peligrosos o dañinos para la fecun-
dación. Entre tales comportamientos se agrupaban el onanis-
mo conyugal o solitario, los tiempos y las formas de practicar
el sexo, la prostitución o el matrimonio entre personas de
edades muy diferentes, entre otras. Así, el médico concretó su
actividad de consejero dentro de la organización doméstica.
Las campañas de higiene sexual formaron parte importante
del dispositivo general de prevención de las enfermedades

16
Silva, Máximo (1918:27).
133
De la costilla de Adán al útero de Eva…

sociales reconocidas, como las enfermedades venéreas, el


alcoholismo y la tuberculosis, entre otras. Por su función re-
productora, la sexualidad fue considerada como un asunto pri-
mordial para el Estado. La presencia del médico consiguió
fortalecerse en nombre de la higiene pública y del interés su-
perior de la sociedad y de esta manera, conquistó el dominio
sanitario y social de la medicina preventiva.

Las reglas de la higiene conyugal

Los preceptos de la higiene conyugal estuvieron sustentados


en una lógica que concibió a la relación sexual como una
necesidad fisiológica, regulada por tiempos que eran esti-
pulados por la propia naturaleza del cuerpo. Al igual que el
beber y comer, muchas veces el deseo genésico se veía
violentado por estímulos externos que llevaban a excesos en
su práctica. El higienista español Felipe Monlau aseguró que
el hombre estaba sujeto a los ciegos estímulos de la carne, y
que buscaba en el matrimonio, no solamente el alto fin de la
procreación, sino también un medio autorizado para satisfa-
cer el deseo concupiscente. Ante la proclividad del impetuoso
deseo masculino de la carne y de las pasiones humanas, la
medicina propuso algunos consejos de carácter higiénico.
Los médicos higienistas defendieron el principio fisiológico de
la autorregulación, que según ellos debía funcionar de igual
manera para todas las demandas del cuerpo:

Así como nunca se debe comer sino cuando hay


apetito, ni beber sin sed, ni dormir sino cuando sen-
timos sueño, así tampoco nunca debe el esposo
entregarse a los placeres de la copulación, sino cuando
natural y buenamente se sienta estimulado a ello. Así
como el hambre es el gran condimento de los
manjares, una razonable continencia es también el
134
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

condimento del placer genésico. El deseo vivo hace la


17
fruición más completa, y el obedecer sin demora
alguna a la voz interior de la saciedad, es el único
medio de no experimentar quebranto en la salud. La
apetencia venérea es considerada con razón, como un
signo de salud; pero no basta el sólo apetito, sino que
además se necesita robustez para poder satisfacerlo, y
exige que esta satisfacción dé un resultado prolífico.
Así lo consigna aquel aforismo higiénico que dice: Sani
hominis ese Venerem appetere, ad eam valere, et
18
sobolem procreare .

El esposo no debía satisfacer el instinto de la pro-


creación sino cuando se sintiera naturalmente llamado a ello,
y no provocado por excitantes interiores, por espectáculos
voluptuosos, o caricias indiscretas. Pero tan insano fue el
exceso como la ausencia de la función genésica, así lo deja-
ron en claro los higienistas. Los médicos y fisiólogos no consi-
deraron simplemente, en el matrimonio, la unión de los sexos;
aseguraron que el matrimonio no sólo era indispensable des-
pués del completo desarrollo de los órganos, sino también ne-
cesario para el equilibrio de las funciones orgánicas y de las
facultades intelectuales. Es decir, en el imaginario de los mé-
dicos higienistas, el ejercicio moderado del sexo promovió la
armonía de las relaciones entre lo físico y lo moral19.
Laboriosos estudios estadísticos dieron las pruebas
materiales de que la locura, la epilepsia, la hipocondría, la
manía, el histerismo, el furor uterino, el tedio de la vida que
conducía al suicidio, y gran número de tristes dolencias,
defectos y vicios, se encontraban particularmente en la clase

17
Goce de una pertenencia.
18
Monlau, Felipe (1865:160).
19
Peratoner, Amancio (1903:9 y passim).
135
De la costilla de Adán al útero de Eva…

de los célibes. De igual manera, los médicos sostuvieron que


la muerte temprana hería a muchos más célibes que a los
casados, y que los ejemplos de longevidad se encontraron
con mayor frecuencia entre los últimos20.
Bajo la lógica de la medicina higienista, el matrimonio
se planteó como una panacea y como el único medio de
coordinar el instinto genital, sujetándolo a un fin moral. Sólo la
institución del matrimonio podía regular y moderar el apetito
venéreo masculino. Según este argumento, era tan peligroso
sofocar el instinto genital, como soltarle la brida:

La ley general de la armonía exige el ejercicio mo-


derado de todos los órganos de nuestra economía.
Los placeres del matrimonio, usados con modera-
ción, son necesarios para el sostén de la salud
general; apagan los deseos violentos, las impacien-
cias, las inquietudes, las penas del amor; previenen
los ensueños eróticos que abrasan y perturban el
sueño; facilitan el juego de las funciones orgánicas y
alegran el alma. En fin, las dulzuras del matrimonio
son una venturosa compensación á los trabajos y
miserias de la vida21.

Consideraciones generales respecto al sexo, relativas


a la estación y al clima, la edad, el temperamento, a la
constitución y a la profesión

Igual que en otras épocas, los higienistas decimonónicos se


dieron a la tarea de prescribir las funciones fisiológicas en
función de características biológicas, como la edad. Los mé-
dicos exigieron el cumplimiento de una madurez orgánica y
20
Ibídem.
21
Peratoner, Amancio (1903:11-12).
136
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

moral. Se estipuló que la aptitud reproductora cabal y ade-


cuada se lograba entre los 25 y los 45 años en el hombre, y
de los 20 a los 35 años en la mujer. Para la procreación ro-
busta y bien conformada era necesario que el individuo pro-
creador hubiera completado su crecimiento y desarrollo, tanto
en lo físico como en lo moral. Para dar la vida a un nuevo ser,
era necesario tener vida de sobra que ofrecer.
Los higienistas aseguraron que la aptitud repro-
ductora de los primeros años de la pubertad, cuando el
cuerpo del joven estaba todavía desarrollándose, no era más
que la precursora de una aptitud plena. El abusar de ella
suponía funestas consecuencias para la salud y la longe-
vidad de los padres, así como para la robustez y las proba-
bilidades de vida de la prole. Las estadísticas confirmaron de
lleno este aserto.
Por su parte, los viejos no debían de acariciar en su
imaginación insidiosas reminiscencias de sus verdes años.
Había algunas recomendaciones para los médicos: “Creo,
amigo doctor, que de cincuenta años arriba todo hombre
prudente debe renunciar a los placeres del amor: cada acto
que entonces celebra es una palada de tierra que se echa so-
bre su cabeza”22. Así que el secreto de la longevidad, según
los argumentos médicos, radicó en el cumplimiento de la
regla higiénica de preservar el líquido seminal: “No sólo evitan
sacudimientos nerviosos perniciosísimos, sino que la reab-
sorción y la impregnación de los miasmas espermáticos en el
organismo mantienen largo tiempo su vigor”23. Las personas
de constitución naturalmente endeble, lo experimentan de
una manera casi portentosa. Voltaire, por ejemplo, -citaba
Monlau- que era de constitución delicadísima, renunció desde
muy temprano a los goces enervadores; y como premio a esa
renuncia, vivió largos años, no obstante sus continuos y

22
Monlau, Felipe (1865:163).
23
Monlau, Felipe (1865:164).
137
De la costilla de Adán al útero de Eva…

variados trabajos de bufete. Esta continencia sexual, sos-


tenían los higienistas, se había observado entre los griegos.
A Sófocles, cuando anciano, le preguntaron si todavía se
entregaba a los placeres eróticos: “¡Líbrenme de ello los dio-
ses! -contestó- Hace tiempo los abandoné tan de buena gana
como hubiera huido de una mano salvaje y furiosa”24.
En cuanto a los débiles de constitución, o los debili-
tados por cualquier causa que fuese, debían ser muy sobrios
y, en ciertas épocas del año, debían guardar continencia ab-
soluta. Los literatos, los artistas, los hombres de estudio o
todos aquellos que ejercieran una profesión liberal, estaban
propensos a que su vida se consumiera con asombrosa rapi-
dez si no los guiaba la mesura en el momento de entregarse
a los transportes del tálamo conyugal.
Los higienistas aseguraron que en los climas rigurosos
el coito era más debilitante que en los climas templados. De
las estaciones, la primavera y el otoño eran menos desfavo-
rables que las extremas. En verano convenía muchísima
discreción en el uso de los placeres conyugales25. “La Venus
no es útil en estío, ni en otoño; en esta última estación, sin
embargo, es mas tolerable; pero en estío conviene abstener-
se enteramente de ella, en cuanto sea posible”26.
Se citan algunos refranes castellanos relativos a la
abstinencia sexual, que se asociaron al clima: “junio, julio y
agosto”, señora, no soy vostro (también se decía no os co-
nozco); “en agosto, ni mujer, ni mosto”. Estos refranes, a de-
cir de Monlau, probaban que la cultura popular asumía estas
reglas higiénicas, certificadas por la ciencia contemporánea27.

24
Ibídem.
25
Existe una recomendación de no comer mariscos en los meses sin r por
considerarse la época de veda del mundo marino y por ser afrodisíacos.
26
Monlau, Felipe (1865:162).
27
En el fondo persistió un calendario de ciclo cárnico donde las abstinencias de
los humanos eran similares a las del ganado, no sin cierta verdad hoy ignorada.
138
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

Preceptos higiénicos sobre el placer genésico a favor


de la salud, la longevidad y la robustez

Por otro lado, los manuales conyugales decimonónicos en-


fatizaron la necesidad de la higiene precisa, racional e
irrecusable de las funciones generativas. La medicina mostró
una preocupación por diferenciar las características del deseo
genésico natural y el deseo antinatural, es decir, aquel que
afectaba la economía del cuerpo. Los médicos higienistas
enumeraron todas aquellas condiciones que llevaban a una
sexualidad fuera de lo natural y lo sano, entre las que se
incluyeron los enlaces anticipados y la prolongación de los
mismos: “Por un lado [el hombre] ha llegado a hacer muy
prematura la pubertad; y por otro ha querido prolongar la
facultad reproductora, o al menos la sensación de los pla-
ceres sexuales, mucho más allá de la época que la razón y la
fisiología señalan”28. Otros aspectos señalados eran los vi-
cios de la educación, la promiscuidad de los sexos, los es-
pectáculos más o menos livianos, las lecturas eróticas, los
fuertes condimentos, el uso de las bebidas fermentadas y
destiladas, la debilidad de las creencias religiosas, la igno-
rancia de los preceptos de la higiene, y la relajación física y
moral en todos sentidos.
Los manuales conyugales estipularon la frecuencia
con que se debió ejercer y solicitar el denominado “débito”
conyugal:

De los 20 a los 30 años, el hombre casado puede


ejercer sus derechos de dos a cuatro veces por
semana dejando un día de intervalo entre una y otra.
Los que infringen los consejos de la higiene, se
extenúan reiterando la cópula cinco o seis veces al

28
Monlau, Felipe (1865:170).
139
De la costilla de Adán al útero de Eva…

día, rápidamente sufren los estragos y la consecuente


ineptitud. De los 30 a los 40 años, el hombre debe
limitarse a dos veces por semana. De 40 a 50, una
vez. De 50 a 60, una vez cada quince días, y menos
aún, no sintiendo de ello necesidad. En adelante, más
vale la abstinencia total porque más que placer causa
dolor y puede ser mortal por el agotamiento que
representa para su constitución29.
Los preceptos higiénicos para las mujeres son
similares que en el caso de los hombres. Si bien la
mujer puede prolongar el acto venéreo por más
tiempo que el hombre, y repetirlo más a menudo,
en razón a que sus pérdidas son menores,
conviene no obstante que sea sobria de los pla-
ceres del matrimonio, puesto que esta sobriedad le
conservará la frescura de unos atractivos que los
excesos no tardarían en marchitar. Las volup-
tuosidades solitarias á que se entregan muchas
mujeres descontentas de sus maridos, son una peli-
grosísima maniobra que las enerva y las predispone á
las flores blancas30, a las irritaciones de los órganos
genitales y a las neuropatías de los mismos. La mujer
razonable debe contentarse siempre con lo que su
marido pueda darle, sin nunca exigirle más. En el
caso en que un marido demasiado vigoroso abuse de
su actividad genital, deberá la mujer cuerda emplear
todo el ascendiente que tenga sobre el marido para
moderar sus ardores, apagar sus fuegos y hacerle
comprender que los excesos venéreos no sólo son
perjudiciales a la conservación de sus facultades
viriles, sino que además son funestos para los hijos
procreados en un estado de extenuación31.

29
Peratoner, Amancio (1903:30).
30
Flujo leucorréico.
31
Peratoner, Amancio (1903:32). Énfasis nuestro.
140
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

El “débito” conyugal debió estar seguido también por


otro tipo de recomendaciones; un trato suave y sin el uso de
la fuerza; no debía desempeñarse la unión sexual después
de una copiosa comida, por cuanto el violento espasmo que
la eyaculación seminal suele provocar podía suspender la
función digestiva, acarrear obstrucciones, sofocaciones y a
veces la apoplejía. De igual manera, el hombre debía abste-
nerse de solicitar el débito a su mujer, si la viera contrariada
moral y físicamente, porque podría comprometer la salud de
sus vástagos en caso de quedar ésta embarazada.
La posición más recomendada por los médicos para
que tuviera efecto la fecundación era la posición horizontal,
aquella en la que el hombre se halla tendido sobre la mujer.
Otras posiciones fueron tachadas de indolentes y perezosas
porque dificultaban la procreación. La posición de pie se
consideró sumamente fatigosa para el hombre, ya que lo po-
nía en riesgo de tener gravísimos accidentes, como laxitudes
en los miembros inferiores y fatigas generales. Todas las pos-
turas que evitaran el fin de la naturaleza y que sólo buscaran
el placer fueron calificadas como onanismo conyugal. Sólo en
tres circunstancias la postura en retro estuvo permitida y
recomendada por los médicos: en el estado de preñez, de
obesidad de la mujer y cuando el miembro viril no tuviera la
longitud requerida para que tuviera efecto la preñez. Los
médicos refieren casos en los que la esterilidad de las mu-
jeres solamente era resultado de la falta de longitud del
miembro de sus maridos, dificultad que se resolvió prac-
ticando este modus conjungendi32. En el caso contrario, es
decir, cuando la longitud del pene excedía en mucho a la de
la vagina, era necesario que el hombre disminuyera la
longitud de su miembro por medio de un rodete en forma de
anillo, fijado en la base del pene. Sin esta precaución,

32
Peratoner, Amancio (1903:35).
141
De la costilla de Adán al útero de Eva…

sintiéndose herido el cuello de la matriz por el glande del


miembro viril desmesurado, se cerraría espasmódicamente
oponiendo obstáculo a la fecundación. Además, los golpes
reiterados del glande contra el cuello de la matriz no tardarían
en desarrollar una irritación y una serie de dolencias, funestas
siempre para la mujer33.
La definición de una lógica sexual avalada en los
preceptos de esta medicina, definió las características de la
fisiología sexual y del placer. El hombre debía experimentar
después del acto genital una sensación de bienestar seme-
jante a la que resultaba de la satisfacción de una imperiosa
necesidad. Al contrario, quien interrumpiera artificialmente
aquella función, sentiría una fatiga, un completo abatimiento
acompañado de un sentimiento de tristeza general y prolon-
gada. Además, la mujer también se resentiría de tales artifi-
cios y prontamente conseguiría un empobrecimiento orgánico
manifiesto, por efecto de accidentes nerviosos provocados
por los fraudes genitales34. Los deseos no satisfechos dese-
quilibrarían todo el cuerpo, porque el aparato genital, parti-
cularmente el de la mujer, entraba en un violento orgasmo, y
la sobreexcitación nerviosa persistía.

Sucede entonces lo que acontecería si después de


presentar suculentos manjares á un hambriento, se le
retiraran de la boca, dejando irritado su no satisfecho
apetito. El baño local de semen es indispensable á la
mujer para apagar la incitación que acompaña el coito,
y para hacer recobrar la calma á sus órganos sexuales
y á toda la economía. La sensibilidad de la matriz y
todo el sistema reproductor se ven importunados en
sentido contrario. A esta causa, tan a menudo, por

33
Ibídem.
34
Ibídem, p. 42.
142
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

desgracia, puesta en acción, deben atribuirse esas


múltiples neurosis, esas extrañas afecciones cuyo
punto de partida es el sistema genital de la mujer35.

Entre las épocas desfavorables para la cópula estaba,


en primer lugar, la época de los menstruos o líquidos cata-
meniales, porque el acto conyugal en estas circunstancias no
lograría cumplir sus fines. A pesar de que los médicos mos-
traron una justificación aparentemente fundamentada en la
fisiología de la sexualidad, para proscribir el débito conyugal
durante ese periodo, asomaron reminiscencias bíblicas sobre
la abstinencia en dicho periodo, porque se suponía que la
mujer estaba impura, o se pensaba que podía engendrar hi-
jos leprosos o monstruosos. Los mismos médicos admitieron
que en las prohibiciones teológicas algo había de moral y
ceremonial, puesto que el acto conyugal ejercido durante el
periodo menstrual implicaba el incumplimiento de la función
genésica. Los médicos apoyaron la idea de lo perjudicial que
resultaba el cumplimiento del débito conyugal en tal periodo,
considerando que era peligroso tanto para la mujer como
para el hombre. Señalaron que los efectos nocivos ocasio-
naban la supresión de las reglas o la aparición de hemorra-
gias fatales. En el varón el riesgo aumentaba al permanecer
prolongadamente el miembro viril dentro del canal vulvo-
vaginal. El contacto de la mucosa del glande y de la uretra
con una sangre que se consideraba viciada, podría ocasionar
escoriaciones y blenorragias de considerable gravedad36.
Otra medida recomendada por los médicos para con-
servar la salud de los órganos de la generación, además de
la prescripción de la moderación, fue la limpieza de dichos
órganos. Las abluciones cotidianas fueron consideradas

35
Peratoner, Amancio (1903:43). Énfasis nuestro.
36
Peratoner, Amancio (1903:38).
143
De la costilla de Adán al útero de Eva…

absolutamente necesarias para eliminar las impurezas que


los cubrían. La mujer sobre todo, debió practicarlas escrupu-
losamente, tantas veces cuantas su constitución y estado
requirieran. El agua fría o tibia debería aromatizarse con
algunas gotas de Leche de Hebe o agua de las Hespérides,
porque las leches virginales, alcoholatos resinosos, los vina-
gres de tocador, y otros productos de perfumería desecaban,
hacían áspera y aplomaban la mucosa de las partes, pri-
vándolas para siempre del atractivo frescor.

Consideraciones finales

La regulación de la sexualidad, promovida por la medicina


higienista, respondió a la necesidad de conformar una po-
blación sana para el trabajo. Esta disciplina debería mediar
entre dos tipos de conductas sexuales: una, públicamente
regida por la moral religiosa cristiana, y otra, clandestina-
mente regida por el desenfreno masculino. Las familias pro-
movían el resguardo absoluto de la virginidad de sus hijas
para la negociación económica, mientras que toleraban e
incluso fomentaban las experiencias prematrimoniales en los
varones. En consecuencia, la asistencia a los burdeles era
parte de la recreación masculina de la clase alta. Para la
medicina, esta educación representaba un elevado costo
social por la merma del trabajo físico, consecuencia de las
enfermedades venéreas. Así, el discurso de la medicina fue
definitorio sobre el ejercicio de la sexualidad. El sexo fue
representado como una fuerza que la moral, la medicina y la
sociedad debían controlar.
Especialmente, los higienistas promovieron la idea de
que el sexo tenía una importancia crucial para la salud del
cuerpo físico y social. Lo que permite evidenciar que, en efec-
to, la sexualidad es un fenómeno resultado de una historia de
definición y autodefinición. Y, como sostiene Jeffrey Weeks,

144
Las prescripciones de la medicina higienista del siglo XIX…

en la historia no hay patrones fijos sobre las identidades


sexuales ni sobre las representaciones de su ejercicio, lo que
hay son patrones cambiantes en la organización del deseo,
resultado de la interacción de una multitud de tradiciones y
prácticas definidas por los discursos religiosos, morales, mé-
dicos y jurídicos. En resumen, se puede señalar que, a di-
ferencia de la preocupación actual por aumentar el número
de coitos y el placer experimentado durante el acto sexual,
los médicos higienistas del siglo XIX lucharon por controlar y
tasar las prácticas sexuales, teniendo como único espacio
permitido la alcoba matrimonial.
Los autores sostienen, pues, que las relaciones so-
ciales capitalistas establecieron límites y ejercieron presiones
sobre las relaciones sexuales como sobre todo lo demás. El
control sobre el cuerpo se convirtió en la tarea principal del
capitalismo burgués. De esta manera, “Sanar y educar”37 fue
la nueva cruzada cristiana durante la segunda mitad de ese
siglo en México, justificada y promovida por la medicina
higienista, cuyos orígenes protestantes han sido descono-
cidos. En esta lógica, el comportamiento sexual de los in-
dividuos fue un tema inquietante, que debió ser controlado y
encausado a la productividad y no al desenfreno. A través de
la regulación del placer y la imposición de una lógica sobre el
uso del sexo se pretendió conquistar una salud física y
mental, con el presupuesto de que el cuerpo era la expresión
externa del alma38.

37
Malvido, Elsa (2002). “Sanar y educar. La concepción médica metodista en
el siglo XIX”. En: Laura Cházaro (Ed.). Medicina, ciencia y sociedad en
México, Siglo XIX. El Colegio de Michoacán/Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo. México, pp. 185-209.
38
Cano, Beatriz (2006). “Un cuerpo sano para vivir bien: las ideas sobre la salud
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Congreso Internacional Salud Enfermedad de la Prehistoria al Siglo XXI, realizado
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145
De la costilla de Adán al útero de Eva…

La sexualidad femenina siguió cargando con el estig-


ma de voluptuosa, porque su naturaleza marcó tiempos pro-
longados en el acto venéreo, pero los médicos la invitaron al
recato y al control de su naturaleza concupiscente. La medi-
cina higienista contribuyó a la regulación de los cuerpos y
luego participó en la legislación de las uniones conyugales.
La monogamia significó el sexo seguro para la mujer, a quién
se le imputó la responsabilidad por engendrar hijos sifilíticos.
Mientras la monogamia permitía la violación legal en el matri-
monio, el resguardo femenino representaba la salud familiar
en todos los niveles: alimento, higiene, educación y limpieza
de los cuerpos y de las almas.

146
A MANERA DE EPÍLOGO

H
a sido fundamental reflexionar sobre los efectos de los
contenidos del discurso y la práctica médica en el
cuerpo de las mujeres en la segunda mitad del siglo XIX
y principios del XX. Pero su importancia no cobraría otros
sentidos y correríamos el riesgo de quedar como una in-
vestigación que únicamente aporta datos “curiosos”, ajenos y
distantes pertenecientes al siglo XIX, si no enfatizamos que el
estado de salud y la organización corporal femenino están
ligados de manera inminente a la cultura; es decir, la concep-
ción que de lo femenino tienen los grupos sociales afectará
las formas en las que son tratadas las mujeres, pero no sola-
mente en lo cotidiano y en el espacio doméstico, también
afectará los contenidos del conocimiento médico que han
dado una lógica a la estructura anatómica y fisiológica de sus
cuerpos y su salud.
Nos parece fundamental señalar que si bien es cierto,
algunas mujeres hemos alcanzado la igualdad en los dere-
chos humanos, conquistado espacios en las universidades,
en las empresas, en la política y en la ciencia (no así en la
religión), que nos lleva a afirmar que las diferencias entre los
géneros se van diluyendo, esto no es del todo cierto. Por otro
lado, y como contraparte, perviven y se reciclan los conteni-
dos diferenciarles entre los géneros, las mujeres seguimos
siendo concebidas en nuestras funciones por la organización
anatómica y fisiológica de nuestro cuerpo que desde el siglo
XVIII inspiró los contenidos de belleza y amor tributarios del
De la costilla de Adán al útero de Eva…

imaginario social de lo femenino. En otras palabras, las muje-


res no podemos deshacernos de los contenidos culturales
que se han encarnado en nuestros cuerpos, seguimos siendo
las histéricas, las enfermas cada mes o en cada embarazo
hasta la menopausia, que nos vale en ocasiones una exclu-
sión y, lo peor, una autoexclusión.
En efecto, la imagen de la mujer-útero se desdiabolizó
y entró a las coordenadas del pensamiento científico que en
el siglo XIX le otorgó el lugar de la patología, entonces la
mujer histérica, pero también el hombre histérico sinónimo de
un ser feminizado se convirtió en un icono. En el siglo XX y en
este tierno siglo XXI, la imagen de la mujer hormonal nos asis-
te. La depresión, la diabetes y demás patologías que forman
parte del cuadro epidemiológico de las enfermedades presen-
tadas por mujeres tienen una etiología que lude a lo hormonal
cuando no idiopática, lo que en cualquier caso quieren decir
lo mismo: causa desconocida. No negamos la existencia y la
participación de la organización hormonal en el cuerpo de las
mujeres, pero también existe en el de los varones, sólo que la
menstruación, el embarazo, el parto y el puerperio lo hacen
más visible. El problema no radica en negar la influencia de lo
orgánico en la vida emocional y física de las mujeres, el
inconveniente es que la medicina ha naturalizado una reali-
dad construida en nuestros cuerpos. De la cual difícilmente
vamos a escapar si seguimos asumiendo este poder demiúr-
gico de la medicina que respalda sus acciones en la denomi-
nada comprobación científica, eslogan que se ha convertido
en dogma y, por tanto, incuestionable.
Por todas estas razones, la labor de investigar la
temática abordada en el libro responde a un interés que re-
basa la curiosidad y el dato histórico, per se constituye una
etapa preliminar de indagación que estará seguida de la
sistematización de una propuesta de trabajo dirigida al
campo de la salud femenina en la que buscaremos resca-
tar el elemento autogestivo de las mujeres para que recu-
peren sus cuerpos y mejoren su salud.
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DE LA COSTILLA DE ADÁN
AL ÚTERO DE EVA
El cuerpo femenino en el imaginario
médico y social del siglo xix
es una obra editada y publicada por la
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉxICO
en la Coordinación Editorial de la
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA,
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2007

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