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En general puedo decir que el autor tiene como objetivo dar al estudiante de
derecho consejos sobre cómo debe de ejercer en un futuro. F. Lee Bailey dice en
el prólogo de su libro que a él le hubiese gustado tener un libro, que aunque lo
buscó sin hallar, que le dijera cómo poder aplicar todo lo que aprendió en la
facultad de derecho.
Cualquiera que sea el área del derecho de que se trate, el abogado litigante
tendrá que estudiarla a fondo. Es necesario presentar mucha concentración y una
buena memoria que será muy útil para un litigante.
Es el abogado litigante quién determina las normas que usarán los demás
abogados para llegar a un arreglo fuera de los tribunales. Expresando de una
manera más sencilla: los resultados de sus afanes se estudian en los niveles cada
vez más bajos de la pirámide y guían a los abogados que se dedican a resolver
los casos antes de que se conviertan en litigios.
Los abogados litigantes son personas excepcionales que poseen todo un acervo
de aptitudes científicas, lo cual no quiere decir que han nacido con ellas, en el
camino se necesita práctica, disciplina y determinación.
Sobre todo, un abogado litigante tiene que ser muy hábil para tratar con
los jurados, porque ellos tienen en sus manos la suerte de él y la de su cliente.
Los jurados, en su mayoría, son personas comunes y, si bien cada uno es un
individuo, ellos tienen que actuar colectivamente para cumplir con sus funciones.
El uso del lenguaje es pan de cada día del abogado litigante y, si él es bueno para
manejarlo, también es una fuerte de satisfacción constante. El lenguaje es un
medio de expresión sumamente complejo, está lleno de contradicciones y
anomalías que a primera vista parecen tener poco sentido, pero que con el tiempo
se integran a los hábitos y técnicas de una persona, hasta que dejan de ser un
motivo de confusión.
Es importante captar y asimilar con rapidez los mensajes escritos de otras
personas, puede ser aún más importante para el futuro abogado litigante
especializarse en recibir y descifrar los mensajes orales.
Los abogados litigantes pasan gran parte de sus vidas escuchando a los
jurados, a los clientes y a los testigos; también deben escuchar las declaraciones,
fallos, y aservaciones de los jueces y de otro tipo de asesores. Escuchar y
comprender estas comunicaciones orales es una función esencial. Para hacer esto
con la máxima eficiencia, es necesario mantener los ojos fijos en el interlocutor,
porque hay muchas claves; los gestos y ademanes pueden revelar mucho más
que las palabras usadas en lo que se está comunicando.
Una de las facultades que permanece prácticamente ociosa durante toda la vida,
es la memoria.
Para un abogado litigante, la memoria es un instrumento muy valioso y, si
queremos triunfar en los tribunales, debe asegurar que la suya esté en óptimas
condiciones cuando entabla un litigio.
Los abogados litigantes, la mayor parte del tiempo, necesitan usar mucho
más la memoria basada en recuerdos que en el proceso de reconocimiento.
En un litigio, alguien debe llevar una carga que se llama "la carga de la prueba". O
sea, la obligación de presentar pruebas que pongan de manifiesto de que su
versión de los hechos en disputa es la correcta.
Ante todo, puede llamarse un testigo presencial que declare que vio al
acusado cuando éste levantaba la pistola y disparaba sobre la víctima. Otro testigo
ocular puede corroborar el primero, a esto se le conocerá como una evidencia
directa.
Un buen investigador es aquel que tienen las mismas normas de ética que
un buen abogado litigante. Inducir deliberadamente a un testigo a decir lo que es
una mentira, o encaminarle sutilmente a mentir con la promesa implícita de alguna
recompensa, reduce nuestro proceso a una simple farsa.
Un juicio puede durar mucho más de lo previsto, o uno de los abogados debe
estar presente en otro juicio en otra parte, o bien un testigo crítico puede estar
enfermo o fuera del país, los expedientes de los casos que van a disputarse en
juicio deben estar muy bien organizados.
Para que los jueces le estimen debe tener siempre presentes ciertas reglas
comprobadas por el tiempo:
Cuando se dirige usted al juez instructor para pedirle una resolución sobre
cualquier asunto, debe expresar sus razones de manera clara y concisa, sin
entregarse a una larga perorata.
Cuídese de ser descortés hacia el estrado, porque los miembros del jurado se
indignarán con perjuicio para usted y para su caso.
4.- Sintaxis: las preguntas que tiene que formularse con rapidez pero con
precaución.
5.- Lógica: la mayor parte de las preguntas, incluso aquellas destinadas a
ridiculizar, tienen que formularse dentro de un contexto lógico.
Con este sistema, el cierre del alegato se reduce a una refutación de los
argumentos del abogado defensor y, si éste desiste de la acción, no hay nada que
refutar y el procedimiento termina.
Si alguna de las partes apela el veredicto dictado por un tribunal de litigio, esta
parte tiene que presentar un aviso de apelación en el mismo tribunal que lo dictó.
Entonces a la parte que apela se le llama a presentar un informe, describiendo el
caso, las cuestiones de ley, los hechos y, los argumentos en apoyo del desagravio
que se pretende: generalmente, un cambio o anulación de la sentencia o una
orden que exija un nuevo juicio.
Cuando los abogados han presentado todos los informes, el tribunal fija una
fecha para él alegato oral.
♡ Fiscales. Llevan la carga a la prueba en los casos penales, y todos ellos son
funcionarios públicos.
En general puedo decir que el libro es bueno, sin embargo, varios aspectos no son
aplicables en México y eso hace que el libro se vuelva tedioso.
Muchas de los consejos que F. Lee Bailey da son buenos, aún más cuando
se refiere a cómo se debe dirigir uno a un juez, siempre con respeto hacia éste y
respetando la jerarquía.