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LA CONSTELLACIÓN- DECLARACIÓN DE MEMBRESÍA

Todas las comunidades humanas tienen la


fortaleza intrínseca para concebir su propio
futuro, actuar para hacerlo realidad, compartir
lo que aprenden con otras comunidades y
desarrollar su solidaridad. La Constelación
sueña con un mundo en el que las
comunidades actúen sobre la base de sus
fortalezas para hacer realidad su sueño.

Nuestro descubrimiento de esta capacidad


humana comenzó con el VIH. Durante dos
décadas, el progreso a gran escala de esta
epidemia global se vio limitado al norte de
Bélgica 2013 Tailandia, Uganda y Brasil. En estos tres
Foto: Jan Somers países descubrimos que la gente había
empezado a gestionar este tema
públicamente y a reconocer que era su responsabilidad afrontarla. Asumieron la propiedad de la respuesta al
VIH y esto fue la base de una respuesta local que redujo el impacto de la epidemia. Como resultado también
condujo a la creación de la Constelación para la Competencia frente al sida en 2004.

Las comunidades de todo el mundo enseguida comprendieron que esta idea no se limitaba al VIH y
empezaron a aplicarlo a otros desafíos. En el momento en que escribimos esto, muchas comunidades han
aplicado este enfoque para afrontar más de 40 temas en más de 60 países. Por ejemplo, diferentes
vecindarios abordan el tema de la convivencia en paz, personas mayores y jóvenes trabajan codo con codo,
personas migrantes empiezan a actuar en beneficio de su propia integración, mujeres y hombres hablan sobre
sexualidad, personas que usan drogas y sus cuidadores visualizan lo que sería la vida sin adicciones.

Este enfoque se llama ahora Competencia Comunitaria ante la Vida.

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Esta experiencia nos ha enseñado que las comunidades pueden responder, y de hecho responden, a los
desafíos a los que se enfrentan cuando asumen la propiedad de esos desafíos. Las comunidades cambian
por sí mismas, no somos nosotros quienes las cambiamos. El cambio que proviene de ellas mismas es un
cambio sostenible.

No es suficiente con implicarnos con las comunidades en torno a programas para ellas.
No es suficiente con consultar a las comunidades en relación a programas para ellas.

En la Constelación procuramos acompañar a la comunidad mientras emprende el camino hacia la apropiación


de sus desafíos. A ese camino lo llamamos Respuesta Local y la metodología que utilizan se denomina
Proceso de Competencia Comunitaria ante la Vida (CLCP/PCCV). Las y los facilitadores acompañan a la
comunidad en su aplicación del CLCP/PCCV mediante un enfoque que identificamos con el acrónimo SALT.

SALT son las siglas que representan: Estimular-Dar apoyo (Stimulate-Support), Apreciar (Appreciate),
Escuchar-Aprender-Vincular (Listen-Learn-Link), y Transferir-Confiar (Transfer-Trust). Es una manera
de pensar que, tal como nos enseñó la experiencia, siempre está presente en la manera de trabajar
(CLCP/PCCV).
SALT también guía nuestras acciones como facilitadores o miembros de varias comunidades. A medida que
nos esforzamos por asumir esa apropiación comunitaria nos continuamos preguntando sistemáticamente:
“¿qué puedo hacer para que la comunidad se sienta apoyada?”,
“¿qué puedo hacer para que la comunidad aprecie sus propias fortalezas?”,
“¿qué puedo hacer para que la comunidad aprenda de sus acciones?”,
“¿qué puedo hacer para transferir a mi propio contexto lo que he aprendido en esta comunidad?”

Nuestros facilitadores trabajan en Equipos, pues nuestra confianza en la inteligencia colectiva es una práctica
en el seno de nuestra comunidad de practicantes.

Transferimos la actitud SALT a los grupos con los que trabajamos. Estimulamos una honesta conversación
comunitaria en un entorno no jerárquico en la que sus miembros comparten y aprenden conjuntamente. Cada
ocasión se convierte en una oportunidad para conectar, aprender de la inteligencia colectiva y crecer.

Creamos ocasiones para comunidades para compartir y aprender para estimular la transferencia de
comunidad a comunidad. Esta transferencia adquiere vida propia y se propaga.

Hemos visto que nuestro enfoque abre un espacio seguro para que tenga lugar una auténtica conversación
“de ser humano a ser humano”, lo que facilita que la gente conecte desde el corazón, explore sus diferencias
y lo que tienen en común, y encuentren y expresen sus voces individuales. Hemos aprendido que esta
manera de pensar, ser y trabajar permite que salgan a la superficie talentos que nos ayudan a desarrollar
nuestro pleno potencial individual y colectivamente. Cuando esto actitud se convierte en una actitud natural en
una comunidad observamos una creciente sensación de pertenencia que conduce a una mayor
responsabilidad individual y mayor sensación de propiedad colectiva y sostenibilidad de las acciones
comunitarias.
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Vivimos en un mundo en el que encontramos no pocos desafíos, ya sean individuales, locales o nacionales.
Estos desafíos afectan a todo el mundo y si pudiéramos darnos cuenta de nuestra capacidad para actuar
como gestores de nuestras propias vidas también podríamos activar la responsabilidad colectiva necesaria
para crear conjuntamente nuestro mundo.

Quizás el siglo XXI se va a distinguir por el reconocimiento de que son las acciones diarias de miles de
millones de individuos las que transforman el mundo. Mientras una parte de nuestra respuesta puede provenir
de la acción coordinada a nivel global, otra parte se deriva de las decisiones y acciones de esos mismos miles
de millones de seres humanos.

¿Es posible imaginar que esto podría conducir a un mundo en el que individuos y comunidades reconozcan y
respeten su común humanidad, y hagan realidad su pleno potencial de contribuir a la sociedad en su
conjunto?

Botsuana 2015
Foto: Ricardo Walters
Bélgica 2014
Foto: Jan Somers

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