Sei sulla pagina 1di 5

Lo que el diván le debe a la filosofía

Gorog valora los aportes desde Nietzsche hasta Kierkegaard con los que Freud
y Lacan construyeron las categorías clave de la teoría analitica.

Françoise Gorog

Lacan no existe, quería decir, sin la filosofía, las mujeres y los locos y, debería
agregar, sin los lingüistas, sin Durkheim, sin Marcel Mauss, el “padre de la
antropología francesa”, y los poetas, Mallarmé, Breton, Dalí. Él mismo escribió: “No
superamos a Descartes, Kant, Marx, Hegel y algunos más, dado que ellos indican la
dirección de una investigación, una orientación real. Tampoco superamos a Freud.
Tampoco juzgamos –¿con qué interés?– su dimensión, el resultado. Nos servimos de
eso. Nos desplazamos en el interior. Nos guiamos por lo que ellos nos han dado como
direcciones. Lo que yo les doy aquí es un intento de articular la esencia de una
experiencia que ha estado guiada por Freud. De ninguna manera es una tentativa de
magnificar o de resumir a Freud.” (...) El psicoanálisis ha criticado a menudo la
filosofía que a menudo le vino bien, y sin embargo, no hubiera existido sin la filosofía.

Si subsistiera una duda sobre esta cuestión de las relaciones de Lacan y la filosofía,
acordémonos de que Lacan decía en Momento de concluir: “Lo que hice allí…” “es
filosofía”. “…es filosofía que manejé como pude siguiendo la corriente, si puedo
decirlo así, la corriente que resulta de la filosofía de Freud.” Frege, Wittgenstein, y
después Gödel con sus teoremas de incompletud y los 4 “imposibles”: incertidumbre,
indemostrable, incompletud, inconsistencia, serán quienes le permitirán avanzar en
particular sobre la cuestión de los sexos. Es por lo que pienso verdaderamente que
Lacan no existiría sin la filosofía. (...) Sabemos que Freud, si hubiera asistido a los
cursos de Brentano, hubiera huido de la filosofía y conocemos su confesión: “Me he
negado el eminente placer de leer las obras de Nietzsche con la intención deliberada de
no dejarme obstaculizar, en la elaboración de las impresiones recibidas en
psicoanálisis, por ninguna clase de ideas anticipatorias. Nietzsche, filósofo cuyas
adivinaciones e intuiciones concuerdan a menudo de la forma más asombrosa con los
resultados laboriosamente adquiridos del psicoanálisis, fue durante mucho tiempo
evitado por mí debido a esa razón.”

Lacan no dejó de ser médico, aun siendo un fuerte crítico de la medicina y la


psiquiatría. Es cierto que Galeno, la mayor figura de la medicina antigua después de
Hipócrates y quien inspiró la práctica médica durante catorce siglos, escribió en su
tratado Del uso de las partes que “el médico, en su mejor expresión, es también un
filósofo”, donde esta palabra no se limita al sentido tardío de filosofía de la naturaleza,
idea justa a pesar del número de errores detectados en Galeno.

Michel Foucault retoma este punto recordando que era una época en que psicoanálisis
y medicina eran “mia chora” (un solo y mismo campo). Es bien conocido que Lacan, a
los quince años, colocó en la pared de su habitación un gráfico en colores de la Éticade
Baruch Spinoza, el “príncipe de los filósofos”, como le decía Deleuze. Ya ven ustedes
la variedad de verdades que evoco y espero, más que el eclecticismo, defender también
el neologismo lacaniano, el de la “varidad”.

Será de Sören Kierkegaard, ese hombre excepcional, como le decía él, de quien me
voy a servir para mostrar hasta qué punto Lacan no existiría sin los filósofos, incluido
aquel a quien Sartre denominó anti-filósofo, y también sin los locos, o mejor los semi-
locos para retomar el término de Beckett. Lacan pudo considerar en un tiempo al danés
como “el más agudo de los cuestionadores del alma” antes que Freud, y “centrado ya
en la repetición”, cuestión que Freud intentó esclarecer.

Este hombre es quien en otro momento me permitió verificar esta célebre frase de
Aristóteles de Problemata: “La bilis negra eleva el alma hasta la comprensión de las
cosas más altas, a tal punto que armoniza plenamente con Saturno, el más alto de los
planetas”.

Giorgio Agamben describe en su libro Estancias el proceso de formación de esta


doctrina doble en la que se vinculan indisolublemente, en el espacio de la tradición
occidental, la teoría del genio y la del humor melancólico. Esta doctrina encontrará en
la poética romántica y en sus “posturas” todo su reconocimiento, en virtud de lo que
Baudelaire llamará, aludiendo a Chateaubriand, “la gran escuela de la melancolía”. Ya
no nos ubicamos en esa posición, y debo confesar que lo lamento.
En 1955, Lacan se sirve de quien eligió el pseudónimo de Hilarius como autor de In
vino veritas, el que dice que posee la vis comica más importante del mundo para
abordar un punto fundamental de la repetición, o sea el de la “oposición sobre la que
Kierkegaard nos ha instruido, respecto de la noción de la existencia que se funda en la
reminiscencia o en la repetición” como prueba de “lo que quiere decir para el hombre
la necesidad de repetición”.

La insistencia de la primera respuesta lacaniana es conocida: “Todo está en la intrusión


del registro simbólico”. Lacan no adhiere a un punto de la teoría del conocimiento de
Platón, la reminiscencia, porque es diádica, el objeto es natural, el corresponsal-
armónico del/de lo viviente, es reconocible, y si su figura/rostro se dibuja, es por lo
tanto que ya ha estado allí- para “quien va a unírsele/relacionarse con él”.

Por lo demás, Lacan se sirve del filósofo danés porque el que también se dice poeta
introduce ya, al mismo tiempo que el rol del denominado verbo, la noción de pecado,
cosa que inaugura el rol, no solamente de lo simbólico sino de lo que Lacan llamará el
goce, término que Freud utilizó poco.

El pecado como tercer término, no es más la vía de la reminiscencia, de un modo


cercano a la vía de las intuiciones freudianas, en el libro llamado La repetición.

El título en danés es Gjentagelse y ustedes saben que se ha utilizado la palabra


reanudación/recuperación para traducirlo mejor que con el término Repetición. Es
cierto que “reanudación” permite decir que, en la repetición, hay algo nuevo. “La
repetición exige algo nuevo. Se orienta hacia lo lúdico que hace de esto nuevo su
dimensión…” Después de una referencia a este autor en la Ética..., es en el
seminario La transferencia, a propósito de su relectura del Banquete, relectura que
Kierkegaard hizo antes que él, en esta obra ya citada In vino veritas que Lacan vuelve
a citarlo.

Curiosamente, si bien señala esta lectura, Lacan no menciona la formidable


anticipación kierkegaardiana del imperativo categórico que dice
“gozá”(juis/acaba/llegá a tu orgasmo). Por lo tanto, voy a recordarlo. Antes de Freud,
que en la introducción de Tótem y tabú cita el imperativo categórico kantiano, el
filósofo pone la frase siguiente en boca de Johannes (Juan) el seductor. “Quien a los 20
años no comprende que existe un imperativo categórico: ‘disfrute’ es un tonto” El
superyó, ese imperativo categórico para Lacan que dice “gozá”, será retomado así: “El
superyó es el imperativo del goce”, formulación muy cercana a la del “caballero de la
subjetividad”.

Después de la repetición es el seminario sobre La angustia el que moviliza de nuevo a


Kierkegaard, que había escrito El Concepto de la angustia. “La verdad la aporta
Kierkegaard. Ciertamente no la verdad de Hegel sino la de la angustia que nos lleva a
nuestros comentarios relativos al deseo en el sentido psicoanalítico.

Al final del seminario, Lacan prácticamente va a sacar la conclusión siguiente del


título de uno de los libros de Sören: “[... ] no sé si nos damos cuenta bien de la audacia
que aporta Kierkegaard al hablar del concepto de angustia: qué puede querer decir eso
sino la afirmación de que: donde está la función del concepto según Hegel, es decir en
alguna parte simbólicamente una verdadera comprensión de la realidad, o la única
comprensión que tenemos –y aquí hay que elegir– es la que nos da la angustia, única
aprehensión última y como tal de absoluta realidad”.

Es a partir de esta aclaración que a la historia crística se le dice “tentativa inaugural,


encarnada por un hombre que ha llevado las cosas hasta el último término de la
angustia de aquel que instauró el sacrificio, o sea el padre”. (...) ¿Genealogía de la
ética lacaniana y ya no Genealogía de la moral? Es en el vínculo con su novia Regine,
a quien le entregó un anillo de compromiso, que Kierkegaard no dejó de esperar la
repetición, la reanudación, o sea un nuevo amor. Crea su concepto de repetición en
relación con eso, pero más adelante, su ambición respecto de su concepto de repetición
fue sustituirlo por el, hegeliano, de mediación (Vermittelung).

La necesidad propia de la repetición encuentra su razón en cierta cosa única, en un


encuentro con lo único, el sin / la carencia parecido a una experiencia primaria de
goce. Este término de único que utiliza Lacan remite al concepto mayor de
Kierkegaard, lo Único. Porque para Kierkegaard hay, en la repetición, una exigencia
de superación mediante un movimiento religioso en el que el individuo nace de nuevo
al devenir alguien Único ante Dios. La bien conocida objeción a lo que Kierkegaard
llamaba el “Sistema” (hegeliano) está presente allí: encontramos “el individuo”, “lo
individual”, “lo único”, “lo aislado”, “singular”, “la excepción”, según las diferentes
traducciones del término danés den Enkelte que sigue siendo insoluble en el universo
racional.

Si bien la solución que Lacan propone a la repetición no es religiosa, es sí el anuncio


de lo singular. Pero sobre todo es el anuncio del no-todo, al menos del no-todo
significante. El no-todo es también aquello por lo cual Lacan pudo aludir
en L’étourdit a quien, de filosofía, no quiso escribir más que migajas, título de una de
sus obras llamada Migajas de filosofía. No es casual que el danés se lamentara de que
una periodista lo calificara de “autor para damas”. En el seminario Cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis, es la historia del danés de la que se sirve otra vez
Lacan para avanzar que “El padre, el Nombre del padre, sostiene la estructura del
deseo con la de la ley, pero la herencia/el legado del padre, es el que nos indica
Kierkegaard, es su pecado”.

Potrebbero piacerti anche