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Durante el Cretácico, el nivel de los mares estaba en continuo ascenso. Este crecimiento llevó al
nivel del mar hasta cotas jamás alcanzadas anteriormente, incluso zonas anteriormente desérticas
se convirtieron en llanuras inundadas. En su punto máximo, solamente un 18 % de la superficie de
la Tierra estaba sobre el nivel de las aguas (hoy en día la superficie emergida es del 29 %).
El sistema de fallas del Jurásico inferior había separado Europa, África y el continente
norteamericano. La India y Madagascar se estaban alejando de la costa oriental africana.
La Antártida y Australia, todavía juntas, se alejaron de Sudamérica y derivaron hacia el este. Estos
movimientos crearon nuevas vías marinas, entre ellas los primitivos Atlántico septentrional y
meridional, así como el mar Caribe y el océano Índico.
Mientras el Atlántico se ampliaba, las orogenias que habían empezado durante el Jurásico
continuaron en la cordillera de Norteamérica. Una importante masa de agua se extendía desde las
aguas del Polo Norte hasta la península de Yucatán y México. Otra vía marina cruzó África a través
de la región del Sahara central. El mar de Tetis, que anteriormente limitaba con el sur de Europa,
creció hasta cubrir las islas británicas, Europa central, el sur de Escandinavia y la Rusia europea.
El efecto de todo ello fue la división de la Tierra en doce o más masas de tierra aisladas, lo cual
favoreció el desarrollo de faunas y floras endémicas. Estas poblaciones producto de su aislamiento
en los continentes insulares del Cretácico superior, evolucionaron hasta generar gran parte de la
actual diversidad de la vida terrestre actual. En las regiones cretácicas de latitudes superiores a los
50º tanto meridionales como septentrionales se originaron enormes yacimientos de carbón. En el
intervalo comprendido entre hace 120 y 75 millones de años, el mar de Tetis rebosaba de
microplancton que se convirtió en petróleo (más de la mitad de las reservas petrolíferas mundiales
conocidas corresponden a yacimientos originados en Tetis, como golfo Pérsico, norte de África,
golfo de México y Venezuela). También destacó la fragmentación y destrucción de conchas y rocas
en la evolución de la bioerosión.
Clima
Las temperaturas ascendieron hasta alcanzar su máximo punto hace unos 100 millones de años,
en los cuales no había prácticamente hielo en los polos. Los sedimentos muestran que las
temperaturas en la superficie del océano tropical debieron haber sido entre 9 y 12 °C más cálidas
que en la actualidad, mientras que en las profundidades oceánicas las temperaturas debieron ser
incluso 15 o 20 °C mayores. En realidad el planeta no debió de ser mucho más cálido que en
el Triásico o el Jurásico, pero el gradiente de temperatura entre los polos y el ecuador debió de ser
más suave; esto produjo que las corrientes de aire del planeta amainaran, contribuyendo a reducir
las corrientes oceánicas y por tanto a océanos más estancados que hoy, evidenciados por extensas
deposiciones de pizarra. Después del Cretácico medio las temperaturas iniciaron un lento
descenso que fue acelerándose progresivamente y, en los últimos millones de años del período, la
media de las temperaturas anuales del oeste norteamericano había disminuido desde los 20 °C
hasta los 10 °C.