MARTES, 17 JULIO 2018
LA CONTRA
Jamie Whyte, director de Investigación del Institute of Economic Affairs de Londres
Tengo53años:nacíenlasocialdemócrataNuevaZelanda,yfuiallílíderliberal. Medoctoréenfilosofía
en Cambridge: aprendí que los humanos somos animales con poder de destruir o construir el mundo.
Casado con una africana y padre de dos hijas mestizas: feliz anywhere. Colaboro con Catalans Lliures
“Hoy ya todos somos
‘everywhere’ o ‘somewhere’”
Q
ué ideología se está imponien-
do en este siglo?
Creo que Europa se mueve de
izquierda a derecha, pero sin
dejar de creer en el colectivismo
más que en la individualidad; en
el Estado, más que en las personas.
¿Cómo se observa ese movimiento en
las urnas y los gobiernos?
La U.E. ha ido virando desde la socialdemo-
cracia al nacionalismo. Ambos son colecti-
vistas, pero el nacionalismo es un colectivis-
mo cerrado en sí mismo. reacio al libre co-
mercio y propicio a la xenofobia.
¿Dónde ve esa tendencia?
Ese giro reaccionario está en el Brexit, Ita-
lia, y los nuevos autoritarismos nacionalis-
tas del Centro y Este de Europa.
¿Por qué todos quieren volver a cerrar
fronteras?
Porque la gente piensa que su sociedad, su
país está siendo postergado y que hay otros
que sacan más tajada de la globalización.
¿Y no es así?
Hay una elite globalizadora que saca más
provecho de un mundo sin fronteras, por-
que está más preparada para entenderlo y
aprovecharlo, pero eso no se arregla cerran-
VÍCTOR-M. AMELA
MANÉ ESPINOSA
do tus fronteras, sino preparando a tus jóve-
nes para que compitan abriéndolas.
¿El nacionalismo entonces es perezoso
o sólo quiere mejorar primero lo suyo?
No ven más solidaridad que la que acaba en
sus comunidades. Eso es volver a la identi-
dad nacional como única garantía de bienes-
tar y dejar fuera del reparto a quien no haya
tenido la suerte de nacer tras sus fronteras.
¿Se había perdido esa identidad?
Nunca del todo, pero desde la II Guerra
Mundial habíamos visto la internacionaliza-
ción de las identidades nacionales dentro de
un marco de voluntad de apertura al mundo
y cooperación internacional y multilateral
en la ONU, la OTAN, la UE.
No sé si Thatcher estaba en eso.
Claro que no. Había oscilaciones: o hacia el
neoliberalismo individualista o hacia la so-
cialdemocracia más colectivista, pero nadie
cuestionaba la necesidad de abrirse al mun-
do con más libre comercio y cooperación.
Antes había la izquierda y la derecha.
La diferencia respecto a ahora es que unos
querían más y otros menos Estado que les
igualara, pero nadie pedía más fronteras.
¿Y ahora?
Se ha consolidado un nuevo eje ideológico
IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET
Con o sin límites
Durante el siglo pasado, la
ideología imperante osci-
laba entre la izquierda y la
derecha; entre el colecti-
vismo y el individualismo.
Whyte apunta que el nue-
vo eje que nos divide es la
globalización. Y los so-
mewhere la temen. Creen
que los inmigrantes po-
bres compiten con ellos y
que las elites sin patria les
explotan. Han hecho de
su origen su destino, con-
vencidos de que la casua-
lidad de haber nacido tras
unas fronteras y no otras
les obliga a permanecer
tras ellas y servir a su país
antes que a ningún otro.
Los everywhere, en cam-
bio, ven la globalización
como la oportunidad de
crecer, prosperar y con-
vertir todo el planeta en
su patria. Y se preparan
para poder compartirlo.
Europa hoy se debate
entre ambos where.
Colabora:
de división que es la globalización. Hay anti-
globalizadores de izquierdas y de derechas,
pero todos acaban pidiendo más fronteras
identitarias.
¿Por qué?
Por ignorancia, francamente: en 1990 el
40% de los humanos vivían en la miseria
con menos de 2 dólares al día. Hoy, gracias a
la globalización, sólo el 8% tiene que sufrir
esas privaciones. Eso ha sido gracias a abrir
los mercados y suavizar las fronteras.
¿Quiénes son los antiglobalizadores?
La nueva divisoria –se ha visto con claridad
en el referéndum del Brexit y en la victoria
de Macron sobre Le Pen– está entre votan-
tes somewhere y anywhere. Entre quienes se
sienten sólo del país donde han nacido y
quienes quieren compartir soberanías.
¿Hoy nos dividimos por nuestra rela- 1
ción con el territorio y la comunidad?
Unos perciben la globalización como bene-
ficiosa para todos y otros creen que les per-
judica a ellos y a su comunidad nacional.
Tienen miedo al futuro de un mundo sin
fronteras y buscan refugio tras ellas.
¿Los everywhere conectan con otros
everywhere más que con compatriotas?
Los everywhere hablan idiomas y sus habili-
dades se aprecian en muchas metrópolis y
van cambiando de una a otra en busca de
mejores sueldos y calidad de vida.
¿Y los somewhere no se mueven?
No todos pueden o quieren irse a vivir a una
gran capital global. Así que buscan refugio
en su identidad nacional y aspiran a que sólo
por el hecho de haber nacido en un país se
les garantice un presente y un futuro.
¿Son conscientes de que antes hay que
hacer que ese país prospere?
Y para eso hay que abrir mercados, compe-
tir, innovar, prosperar y cooperar con los
mejores de todos los países en varios idio-
mas: hay que ser everywhere y esa es su gran
contradicción. Sin apertura no se prospera.
¿Acaso una comunidad nacional no
puede ser autosuficiente?
Usted sabe que no sin asumir un enorme re-
troceso. Las grandes épocas de prosperidad
para todo el planeta han coincidido con la
apertura de fronteras y las de retroceso, con
su cierre. Y no me refiero sólo a las fronteras
físicas; también a las mentales.
¿Volveremos a mirar hacia el exterior
con esperanza o aún con más miedo?
Creo que habría que volver a explicar y mos-
trar que los países que se abren al trabajo in-
migrante y forman y acogen a profesionales
de alta cualificación, prosperan. Y que los
que se encierran, decaen.
¿Entonces no es optimista?
La tecnología me hace ser optimista, porque
convierte la globalización en imparable, pe-
ro cuando veo tantos políticos oportunistas
dispuestos a jurar que cerrar fronteras es lo
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mejor, me desanimo.
LLUÍS AMIGUET