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2.1 Introducción
1
Ver fragmentos del “Anti-Dühring” traídos a colación en “Sobre el Modo de Producción Asiático”, pp. 138-
139 y 146. Ediciones Martínez Roca, S. A.; 2ª Edición. España, diciembre 1972
epistemología nos es útil para lograr aprehender los objetos reales-
concretos (nos permite pensar y conocer una totalidad social). Es decir,
el DO yerra, así sin más, cuando se enuncia allí que la “base material”
del MPC sería el patrón de acumulación, con lo cual se pretende
establecer que una base concreta, material, determinará –directamente-
un modo de producción también de carácter material, en circunstancias
que si bien aquel patrón es un objeto concreto, históricamente
determinado, el concepto MPC –formal y abstracto- no deriva ni lineal,
expresiva o analógicamente de él. Antes bien, el patrón de acumulación
capitalista vigente en Chile, el que se impusiera a poco de perpetrado el
Golpe militar de 1973, el primario exportador con ventajas
comparativas, implica que en nuestra formación el dominio corresponde
a lo conceptualizado como MPC y, por ello, el papel predominante lo
detenta lo económico, lo que no es sino el efecto del predominio en
nuestra formación de dicho modo, el que a su vez se caracteriza, en su
integridad teórica, por el papel predominante que detenta lo
económico.2
2
Ver al respecto El Capital, Tomo III, Capítulo LI, “Relaciones de distribución y relaciones de producción”
producto se mantuvo vigoroso durante el período: en 1978, anotó un
8,2%; el “79, un 8,3%, el “80, 7,8% y sólo en 1981, descendió al 5,5%.
La fracción burguesa monopólico-financiera había consolidado su
dominio; el movimiento popular (MP) estaba política y materialmente
derrotado;3 y el Boom económico4 abría las expectativas del bloque en
el poder acerca de lograr subordinar a la oposición burguesa y ampliar
su base social de apoyo entre la pequeña burguesía, e incluso dentro de
sectores de trabajadores.
El punto de partida de esta etapa está fechado en julio de
1977, cuando el chacal Pinochet anuncia el proceso de
institucionalización del régimen de excepción burgués, lo que traerá
consigo una renovada legalidad permanente: nueva Constitución y
término de la reestructuración del Estado burgués, gracias a la favorable
correlación de fuerzas alcanzada por la dictadura y sus aliados. Con
vistas a implementar dicho proceso, se plantean siete modernizaciones,
en los ámbitos de las relaciones laborales; el sistema de salud; la
educación; la previsión social; la organización de la producción agrícola;
la administración del Estado y la Justicia. Así, el Plan Laboral, la Reforma
Previsional (AFP), la Municipalización y privatización de la educación, la
reforma del sistema de salud, todos ellos apuntan a un doble propósito:
el imperio de la propiedad privada y del mercado como reguladores de
la vida social, terminando con la concepción de derechos sociales
adquiridos y reemplazándolos por servicios provistos por privados; 5 y al
mismo tiempo, romper con el espíritu solidario y colectivo, fomentando
el individualismo y la insolidaridad.
Dentro de ese cuadro y presentada como una forma efectiva de
“erradicación de la pobreza”, comienza la remoción de tomas y
campamentos desde las comunas de Santiago, Providencia, La Reina y
Las Condes hacia los nuevos municipios de la periferia metropolitana.
Entrados los “80s, incluso lo serán hacia Tarapacá y la Región del Biobío
(en los “90s, la exConcertación igualmente proseguiría con éste proceso
segregativo/disociativo). Tal desarticulación de redes sociales tiene base
en la doctrina de Seguridad Nacional, la cual cruza las políticas que la
dictadura implementó desde el Golpe de Estado. Y mientras el régimen
llevaba a cabo su guerra contra el pueblo, Pinochet y la DINA traficaban
coca a nivel internacional;
3
Para el PS y algún sector del MIR, la segunda derrota del movimiento popular se verifica en 1977 (luego de
la de 1973), cuando la dictadura cívico-militar logra asentarse debido a sus avances económicos y la franca
capitulación popular. Los primeros, lo especificaron así en su congreso en Argelia, donde inician la famosa
“Renovación” –más bien retroacción- del socialismo. Entre los segundos, Pascal Allende relata en su balance
para el IV Congreso de ese partido (1987), que algunos de sus dirigentes definían también aquel año como
un nuevo hito del desastre.
4
Gárate Chateau, Manuel, “La revolución capitalista en Chile (1973-2003), 2012, Editorial Universidad
Alberto Hurtado; pp. 262-297.
5
Íd., pp. 284-297.
2.- Segunda mitad de 1981-comienzos de 1983: de monopolización
acelerada de la FES y de un brusco despertar del descontento en
amplios sectores, ambos instigados por un aprieto económico previsible.
Etapa marcada por la crisis recesiva de fines de 1981 y comienzos
de 1983, enmarcada ésta en la “Crisis de la Deuda Latinoamericana” y
que sobreviniera luego de la sobreoferta anterior de créditos (basada, a
su vez, en la afluencia masiva de petrodólares), lo que provocaría una
interrupción de la expansión del CMF y del proceso de
institucionalización dictatorial, con nefastos efectos en la condiciones de
vida de millones de chilenos/as y que redundaría luego en el despliegue
de un gran movimiento antidictatorial.
En la segunda mitad del 1981 se desató una violenta crisis
recesiva, lo que redujo entonces la tasa de crecimiento del producto a
un 5,3%, pero que al año siguiente se vio reducida a nada menos
que un -14,3%. El desempleo, que en 1981 alcanzaba un 15,9%,
alcanzó en 1982 un 30,9%. La producción industrial, durante 1982, cayó
en un -22%; varios centenares de empresas quebraron. El Banco
Central se hizo cargo de los créditos impagos de la mayor parte de los
bancos privados; dos de estos se debieron cerrar y otros cinco fueron
intervenidos para así salvar el sistema financiero. El bloque en el poder
entró en un proceso de tensiones interno. Se resquebrajó la relación
entre el gobierno dictatorial y algunos grupos económicos. Los sectores
empresariales y gremiales se corporativizaron en defensa de sus
intereses, surgiendo las primeras voces críticas respecto de la Junta. El
grueso de la pequeña burguesía pasó a cuestionar las políticas del
régimen. Se estancó el proceso de institucionalización de éste último. En
el segundo semestre del “82, merced a unas precarizadas condiciones
generales de vida, el movimiento popular, que ya venía en alza desde
1980, se reavivó, lo que se expresó en un aumento de la organización
sindical, universitaria y poblacional, así como de las huelgas (legales,
semilegales e ilegales) y de las movilizaciones estudiantiles.6
Con todo, durante el período las ramas dinámicas de la producción
se han fortalecido, es decir las orientadas a la exportación; las ramas
industriales tradicionales de sustitución de importaciones se han
reducido al mínimo, con excepción de algunas que no producen bienes
comerciables internacionalmente, pero que son competitivas en lo
interno; se ha desarrollado y cobra cada vez mayor importancia relativa
el sector terciario no productivo: comercio, finanzas, servicios. El Estado
ya no marca la pauta del aparato productivo; la economía se ha
privatizado. Para resolver la crisis de la deuda, se aplicaron aquí los
6
Ver Gabriel Salazar y Julio Pinto: “Historia contemporánea de Chile III”. La economía: mercados,
empresarios y trabajadores. 2002; pp. 49-62
planes de ajustes monetaristas, los cuales permitieron resituar de mejor
forma nuestra FES en el contexto de la nueva división internacional
imperialista, al mismo tiempo que contribuyeron a la creciente
centralización y concentración de capitales en manos de unos pocos
grupos monopólicos, dejando a un puñado de estos a la cabeza de la
carrera y a otros fuera de la misma (por ejemplo, los “Pirañas” o BHC);
7
Revista Proposiciones 25, 1994, p. 26
señalar que no es única ni exclusivamente gracias a ese espurio estatuto
que se mantuvo y continúa gozando de buena vida el modelo de MT,
puesto que existe todo un entramado jurídico e institucional, generado
en dictadura y consolidado bajo la seudodemocracia posterior, que
asegura su reproducción. A lo anterior también contribuye la
conformación, previo a 1990, de un nuevo Bloque Político de Estado
(BPE), el que incluye a la otrora oposición burguesa y que se
compromete a resguardar las bases del sistema;
Al final del apartado introductorio del DO (pp. 2-3), sus autores plantean
que los cambios ocurridos en las últimas cuatro décadas en la
infraestructura de nuestra FES han inducido cambios en las estructuras
sociales y políticas. A continuación, afirman que ciertas definiciones:
izquierda-derecha, progreso-progresismo, reformas-reformismo,
tendrían un carácter obsoleto en los actuales tiempos de bestialidad
organizada. Sobre lo primero, no nos queda más que estar de acuerdo,
aunque faltó agregar que también se operaron cambios trascendentales
en la esfera de lo ideológico. Y es en relación con esto último –creemos-
que se han producido una serie de mutaciones en ciertas
categorizaciones, tales como las anotadas en segundo término. Ahora
bien, el que las definiciones planteadas tengan en la actualidad un
significado ambiguo o que aparentemente invistan una acepción alejada
de los estándares con que se los conociera en nuestra formación, no
debe depender de la clara intencionalidad de nuestros enemigos de
clase (así como de los sectores que otrora defendieran la causa popular
y que luego la traicionaron) por darles un contenido y sentido útil a sus
intereses, sino que, en rigor, el darles la acepción y alcances que les
corresponde dependerá de la decisión y las prácticas de los sectores
revolucionarios. Son estos los que deben trazar una línea de
demarcación rotunda entre las ideas verdaderas y las ideas falsas en el
campo de la lucha político-ideológica, una de las instancias que cobra
mayor preponderancia en el presente estadio de la lucha de clases.
13
Andrés Pascal A.: “Balance Histórico”; Mimeo; Chile, 1985; p. 39.
políticas que perpetraran los “Carlos”. El Banco Chile se encuentra
asociado al estadounidense Citigroup en partes iguales.
14
Miles de millones
nuestro modelo capitalista, periférico y todo, también ha generado un
importante capital MT, ávido de invertir sus jugosas ganancias en otras
tierras, resulta que ellos son los primeros en cuanto a flujos externos de
la región (6,2 MM USD en 2016) y los 7º en tanto inversionistas en la
misma (con 39 MM USD en 2015).
Sin duda que la temprana hegemonía del CMF permitió unificar tras de
sí al resto de las fracciones burguesas y solventar la resistencia de la
clase dominante al Gobierno Popular, de la mano de la CIA y con el
apoyo de corporaciones transnacionales yanquis y europeas. De igual
forma, otorgó estabilidad al sistema de dominación luego de consumado
el Golpe militar de 1973, por cuanto dotó a la dictadura cívico-militar de
un programa, de metas y de políticas a aplicar en todas las esferas de la
FES, lo que permitió refundar –en términos del capital MT- nuestra
formación.
Pero, asimismo, también creemos que resulta inviable una alianza de los
revolucionarios con aquellas fuerzas que identificamos como GM,
llámense Concertación, NM, Frente Amplio u otras que estén por
conservar y reproducir, con más o menos retoques, el modelo de
explotación/dominación prohijado en dictadura. A este respecto,
pensamos que resultará un deber de los sectores más conscientes y
consecuentes advertir al conjunto del MP sobre la labor de cipayos que
estas fuerzas mantenedoras han venido desempeñando, así como
15
DRAKE, P. (1996): Labour movements and dictatorships; the southern cone in comparative
perspective, Baltimore: John Hopkins University Press.
respecto de las prácticas electoreras que ellas alientan y que nada
aportan a la hora de construir la fuerza político-social popular que
librará los combates que, en definitiva, posibilitarán la liberación de
nuestro pueblo.
Las dictaduras militares, que golpean América Latina entre los “70s-
“80s, vinieron a impedir que los movimientos populares se opusieran a
los cambios en la infraestructura y a sus secuelas sociales,
transformaciones motivadas por la hegemonización del capital
monopólico, externo e interno. Dichos regímenes de excepción
constitucional burguesa, compartían algunos rasgos centrales: 1.-
Modificaron parcialmente el carácter del poder político en las
formaciones y cambiaron radicalmente su mecanismo, su estructura; 2.-
Congelaron la situación social en las diversas formaciones, proceso
acompañado de un aumento en la tasa de acumulación y de un
aceleramiento de la centralización y concentración del capital; 3.- Hubo
una afluencia acelerada del capital financiero extranjero, atraído por los
bajos salarios y precarias condiciones laborales de los trabajadores de
las ramas industriales más dinámicas, condiciones totalmente
permisivas para los inversionistas y por la estabilidad política lograda
militarmente.16 Sobre lo indicado en el punto 2, acerca de la
cristalización del proceso de monopolización interna, podemos decir que
desde fines de los “50s y hasta después de la resolución impuesta desde
el centro a la gran crisis capitalista de 1980-1982, fue en este último
cuarto de siglo que en las formaciones de Latinoamérica con un
desarrollo capitalista mayor, unas antes otras después, vieron
conformarse las fracciones burguesas monopólicas, fuertemente ligadas
a los intereses del CMF transnacional. Las IFI y las potencias del centro,
sobre todo EEUU, avalaron y sostuvieron a tales dictaduras militares,17
sin hacerles cuestionamiento alguno.
16
Marta Harnecker: “La revolución social (Lenin y América Latina)”; Editorial Contrapunto S. R. L., Argentina,
1986.
17
Eric Toussaint: “El apoyo del Banco Mundial y del FMI a las dictaduras” – CADTM, 2004; en página web de
cadtm.org, 2006.
Leyes, mediante los cuales se procedió a desestructurar la organización
sindical, a promover la insolidaridad y el apoliticismo entre los
trabajadores, a orientar el “mercado laboral” a los fines del patrón de
acumulación primario-exportador con ventajas comparativas, y a
conformar un enorme “ejército de reserva”, de cesantes, que actuaría
como colchón ante la presión social y a abaratar los costos de la mano
de obra: sobre contrato individual, D.L. Nº 2200; organización sindical,
D.L. Nº 2756; negociación colectiva, D.L. Nº 2758. La Ley 18.134, que
faculta a los empresarios a rebajar el monto de las remuneraciones a
sus trabajadores, dio comienzo al más drástico proceso de desregulación
del mercado del trabajo conocido en América Latina. Dicho proceso
culminaría 14 años después, con la promulgación, en 1987, del nuevo
Código del Trabajo, a partir del cual se asientan en Chile un conjunto de
normas laborales que aseguran al empresario una amplia flexibilidad en
cuanto a su manejo de la relación contractual con sus trabajadores,
trasladando a estos los costos y riesgos propios del modelo capitalista.
1.- Flexibilidad salarial: Permite asociar en forma cada vez más directa
los salarios a la productividad real del trabajador, liberando al
empresario del pago de buena parte de las cargas vinculadas al
empleador;
2.- Flexibilidad numérica: Busca liberar al empresario del pago
innecesario de costos relacionados con despidos y desempleo,
disminuyendo al máximo los costos de indemnizaciones y otros pagos
relacionados y quedando en condiciones de ampliar o reducir la fuerza
laboral ocupada de acuerdo a las demandas que impone el mercado;
3.- Flexibilidad funcional: Permite al empresariado reorganizar el
proceso productivo, con amplios márgenes de libertad, basándose en la
ampliación de las funciones y responsabilidad del trabajador, su
movilidad dentro de la empresa y el aprovechamiento de diferentes
aspectos de su capacitación y experiencia.
Desde 2017, pero con mayor vigor desde el pasado 8 de marzo, se hace
presente en el escenario político-social otra interesante e histórica lucha
transversal: la del movimiento feminista antipatriarcal y que exige
verdad y justicia en los muchísimos casos de feminicidios, acoso y
discriminación sexuales. Si bien cuenta con variadas vertientes, nos
parece trascendente el que se esté desplegando con fuerza aquella que
considera la lucha antipatriarcal dentro de un programa más amplio de
combate por la liberación popular y la emancipación humana.
Sin embargo, como dicen los filósofos que saben, todo contiene su
contrario.
Una debilidad que presenta el MP de las últimas casi dos décadas, nos
parece, tienen que ver con el ‘presentismo’, deformación conceptual que
hunde sus raíces en la acción o práctica política reformista de la
izquierda tradicional (previa a la del Golpe de Estado), esa que hace de
la lucha reivindicativa inmediata el espacio privilegiado de la misma. El
presentismo es hijo natural de la concepción del PODER COMO SUMA
CERO, esa que pretende mostrarnos al Estado capitalista como a una
especie de salchichón, en donde cada espacio arrebatado al enemigo es
una suma de poder para las clases subalternas; es decir, no se le
visualiza como a una estructura totalizante. Así, el presentismo se
presenta como aquella práctica política que se levanta ante cada
desajuste natural del despliegue del sistema de dominación capitalista,
generando luchas aisladas, fragmentadas, atomizadas, todas las cuales,
teniendo como trasfondo demandas reivindicativas, son posibles de
absorber por parte del Estado capitalista.
De otra parte, por más que porfiadamente los sectores izquierdistas que
se la juegan por ganar el espacio dejado por el reformismo tradicional se
las han batido en quiméricas lides electoreras; por más que
ciudadanistas y nuevas izquierdas sigan apostando a encantar con cierta
estética antes que arriesgar el más escarpado camino de la construcción
político-social en la base popular, nuevamente se dieron con la cabezota
contra la pared en las pasadas elecciones del 19/11 y 17/12 (aunque no
lo entendieron así y bien luego aseguraban que en la próxima sí que sí),
en un escenario en que todo olía al recambio en el gobierno entre las
dos fuerzas políticas encargadas de salvaguardar el actual modelo.
Dichas fuerzas reformistas y neorreformistas seguirán apostando por el
camino legal, por la vía electorera, para alcanzar unos improbables
objetivos democratizadores, alejándose de estrategias que comporten la
construcción de la FSR y que impulse el enfrentamiento clasista en todos
los terrenos y mediante todas las formas de lucha. Es contra los cantos
de sirena de esos sectores, que una y otra vez nos vendrán a decir que
ahora sí que mediante los votos y acatando las reglas del juego
politiquero de nuestros dominadores se pueden alcanzar más y más
sillones donde apoltronarse, que la IR debe advertir al MP y mostrarle
con total claridad cuál es el único camino para su emancipación y
liberación sociales, que no es otro que el del despliegue del Poder
Popular y la Revolución.
18
Obviamente, luego de casi dos siglos de planteados estos temas por Marx y Engels, las cosas han
cambiado y seguirán haciéndolo, lo que ha traído de la mano una rica discusión en todos los ámbitos de los
postulados marxianos, incluido el ideológico. Ante ello, no podemos permanecer al margen de un debate
que se ha acrecentado en las últimas décadas, donde podemos verificar escuelas, diversos ‘ismos’ y
destacados teóricos: de Fráncfort (con dos épocas), sociológica histórica, el estructuralismo, el
autonomismo, el castro-guevarismo, marxismo sin dialéctica, el neomarxismo, S. Amin, I. Wallerstein, S.
Žižek, D. Harvey, etc.
trabajadora, es la falta de “politización” del discurso, de las prácticas y
de la intervención en la coyuntura por parte de la izquierda
anticapitalista, situación a la que nos hemos ido acostumbrando y que
en forma autocrítica debemos reconocer. Durante casi tres décadas, nos
fuimos formateando en actos o movilizaciones que debían tener un
carácter político, pero que eran transformados en fiestas, en
celebraciones. La advertencia común era: no se debe ser latero, el
“público” no quiere llantos ni lágrimas. Hasta la saciedad se señaló que
no se debía “contaminar” al movimiento popular y social con la
“política”. Lo “social” y lo “político” eran espacios estancos y nada tenían
que ver entre sí. ¡No se deben levantar banderas políticas, compañeros!,
se gritaba en muchas partes. Inclusive, las campañas “políticas” de la
izquierda no tradicional (neorreformista digamos) se hacen al compás de
un formato empleado también por la derecha, en que no importa el
contenido y las propuestas, sino la ‘pinta’ del candidato (sin iconografía
partidista o sectorial alguna) y un slogan fácil y pegador. “¡El pueblo
unido, avanza sin partido!”, era la consigna ya en el paroxismo de esa
otra forma de hacer “política”. Mientras tanto, la Derecha y los GM
hacían y hacen ‘Su’ política.
En este apartado del DO (pp. 11), los autores del mismo nos cuentan
que otro factor que debilita el despliegue de una estrategia de cambio
revolucionario en nuestra formación es el bacheletismo, el que, como
sospechábamos, no es más que otra, “representación política
neoliberal”.
Unos más, otros menos, l@s chilen@s sabían y saben que éste sistema
político-social y económico no cambiará mientras no exista un cambio
de fondo de la formación. Al mismo tiempo, durante 2016 (y en un
proceso que no se ha detenido hasta hoy), crecía la indefinición político
partidista y sectorial dentro del espectro formal, con una más que
atendible baja en la adscripción a la “Centro Izquierda + Izquierda”,
entendido éste espacio como el que ocupaba la NM y sus periferia.
Debemos atribuir dicha merma a todo el trabajo sucio realizado por la
‘centro izquierdista’ NM, sobre todo por las vilezas del PS-PPD, y el rol
de comparsa efectuado por el PC en esos años.
Ad portas de la segunda llegada al gobierno del multimillonario Piñera
(diciembre de 2017) y en medio de su crisis moral y política, la NM y la
derecha buscaban salidas que de alguna manera les dieran cobertura y
algún grado de credibilidad. Y he aquí que el manido cuento de la
delincuencia les vino como anillo al dedo a las fuerzas de la derecha,
pero no a la agonizante NM. Y lo beneficioso para Piraña y los suyos,
respecto de dicha veta política (de la que también usufrutuó Bachelet y
los suyos), es que sirve hasta para acusar y reprimir a todos los que se
atrevan a cuestionar el poder de los de arriba o simplemente exigir sus
derechos.
Nos parece grave que los autores del DO ni siquiera sopesen que lo
planteado en los dos párrafos que componen éste apartado (p. 12),
confronta una grave contradicción. En el primero, se enuncia la
imposibilidad de optar por la vía y el espacio electoral, pues se
encuentran a total disposición de la, “burguesía transnacionalizada” y de
sus, “representaciones políticas”, con lo cual no cabe sino concordar
plenamente, aunque quisiéramos agregar como otros escollos
insalvables para los amantes de las urnas el rol actual del Estado de
contrainsurgencia, junto con el consenso amplio y activo al que adhieren
el bloque dominante y los GM del sistema de dominación/explotación.
Contrario sensu, en el párrafo siguiente se indica que el uso de dichos
espacios son de gran importancia, “tanto para el acierto y avance de la
lucha”, y aunque pueda haber “desilusión (…) y nuevas derrotas”,
igualmente se lo hace parte de su estrategia. A este último respecto y
sin ir más atrás en el tiempo, sólo permítasenos recordar los tristes –y
más que desilusionantes- papeles jugados en las lides electoreras por
parte de Roxana Miranda y Eduardo Artés y sus respectivos
conglomerados.
1.- Creemos que lo que alienta y define nuestra formación social, desde
fines de 2010, es un creciente descrédito, tanto del modelo de
dominación/explotación como de la casta política civil que lo mantiene y
reproduce, alcanzando ello al empresariado; la activación de un gran
MP, que avanza las más de las veces sobre el ‘presentismo’, aunque con
algunos cruciales momentos transversales; y de fondo, un sistema MT
que se encuentra más que maduro, tanto que ya no importa cuál de las
fuerzas del establishment se haga cargo de los poderes públicos, lo que
igualmente deja en la estacada a los GM. Por tanto, no “habitamos y nos
habita” lo expresado en el primer punto de estas conclusiones, respecto
de la definición que se hace allí del actual período de la lucha de clases,
la cual carece de asidero en la realidad concreta;
Julio 2018