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CAPÍTULO I

VIOLENCIA OBSTÉTRICA EN CONTRA DE LA MUJER

1. Diferencia de sexo, género y diferencia sexual

“La antropología se ha dedicado a explorar las formas de existencia del Otro: de las

personas “primitivas”, las no occidentales, las diferentes, las marginadas. Durante

largo tiempo la construcción del conocimiento antropológico se basó en develar la

singularidad de una cultura, objetivada en un ser social, fuera éste individual o

colectivo, sobre todo, si se encontraba en los márgenes de las culturas hegemónicas.

García Canclini lo dice acertadamente: “Los antropólogos se ocuparon de encontrarle

valor a cuanto grupo extra occidental había sido colonizado y sometido, olvidado y

subordinado por el desarrollo moderno”. A esta misma trayectoria, las antropólogas

feministas introdujeron la inquietud por indagar la universal condición de Otro de las

mujeres.” 1

“La crítica feminista amplió el repertorio de la interrogante antropológica, al registrar

las formas en que el cuerpo es percibido por un entorno perceptivo estructurado por el

género. El género se conceptualizó como el conjunto de ideas, representaciones,

prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla desde la diferencia

anatómica entre mujeres y hombres, para simbolizar y construir socialmente lo que es

“propio” de los hombres (lo masculino) y “propio” de las mujeres (lo femenino). A pesar

de los cambios de orientación de la investigación antropológica en las últimas décadas,

se sostiene la centralidad explicativa de cultura. Incluso, el término cultura ha rebasado

su origen antropológico convirtiéndose en uno de los conceptos más usados para

explicar la condición humana en las ciencias sociales. Hoy en día se reconoce que lo

característico de la cultura es su naturaleza simbólica que, entreteje un conocimiento

tácito sin el cual no hay interacción social ordenada y rutinaria, con la que las personas

comparten significados no verbalizados, ni explicitados que toman por verdades

1Lamas, Marta. Diferencia de sexo, género y diferencia sexual, volumen 7. Editorial, escuela nacional
de Antropología e Historia. México. 2000. Pág. 2.
dadas. En este entretejido tácito, el género es el elemento básico de la construcción

de cultura. Género es un término derivado del inglés (gender), que entre las personas

hispanoparlantes crea confusiones. En castellano género es un concepto taxonómico

útil para clasificar a qué especie, tipo o clase pertenece alguien o algo; como conjunto

de personas con un sexo común se habla de las mujeres y los hombres como género

femenino y género masculino. También se usa para referirse al modo a la manera de

hacer algo, de ejecutar una acción; igualmente se aplica en el comercio; para referirse

a cualquier mercancía y, en especial, de cualquier clase de tela (Moliner).

En cambio, la significación anglosajona de gender está únicamente referida a la

diferencia de sexos. En inglés el género es “natural”, es decir, responde al sexo de los

seres vivos ya que los objetos no tienen gender, son “neutros”. En otras lenguas como

el castellano, el género es “gramatical” y a los objetos (sin sexo) se les nombra como

femeninos o masculinos. Dentro de la academia feminista se ha reformulado el sentido

de gender para aludir a lo cultural y así distinguirlo de lo biológico. Esta nueva

significación se está empleando en las ciencias sociales, aunque se topa con varias

dificultades. A la confusión de emplear un término tradicional con una distinta acepción

se suma la complicación de utilizar simultáneamente género como categoría, como

objeto empírico de investigación y como explanan. Todavía hay mucho por investigar

respecto a las diferencias entre los sexos, al género y a la diferencia sexual (con su

connotación psicoanalítica); sobre todo, es imprescindible distinguirlas, pues persiste

la confusión entre diferencias de sexo y diferencia sexual; y porque con frecuencia se

utiliza por parte de cierto sector de la academia feminista, el género para aludir a

cuestiones que atañen a la diferencia sexual. Aunque para estudiar a seres humanos

cuya sexuación produce una simbolización específica en una cultura determinada,

resulta especialmente útil la comprensión de cuestiones básicas de la teoría

psicoanalítica, para no confundir los abordajes teóricos. Cuando no se distingue el

ámbito de lo psíquico del ámbito de lo social surgen dificultades y errores; de allí que
afinar la distinción epistemológica entre diferencias de sexo, género y diferencia sexual

resulte una tarea necesaria.” 2

2. El género y la cultura

“La nueva acepción de género se refiere al conjunto de prácticas, creencias,

representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un

grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre

hombres y mujeres (Lamas). Por esta clasificación cultural se definen no sólo la

división del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio del poder, sino que se atribuyen

características exclusivas a uno y otro sexo en materia de moral, psicología y

afectividad. La cultura marca a los sexos con el género y el género marca la percepción

de todo lo demás: lo social, lo político, lo religioso, lo cotidiano. Por eso, para

desentrañar la red de interrelaciones e interacciones sociales del orden simbólico

vigente se requiere comprender el esquema cultural de género.

La investigación, reflexión y debate alrededor del género han conducido lentamente a

plantear que las mujeres y los hombres no tienen esencias que se deriven de la

biología, sino que son construcciones simbólicas pertenecientes al orden del lenguaje

y de las representaciones. Quitar la idea de mujer y de hombre conlleva a postular la

existencia de un sujeto relacional, que produce un conocimiento filtrado por el género.

En cada cultura una operación simbólica básica otorga cierto significado a los cuerpos

de las mujeres y de los hombres. Así se construye socialmente la masculinidad y la

feminidad. Mujeres y hombres no son un reflejo de la realidad “natural”, sino que son

el resultado de una producción histórica y cultural, basada en el proceso de

simbolización; y como “productores culturales” desarrollan un sistema de referencias

comunes (Bourdieu, 1997). De ahí que las sociedades sean comunidades

interpretativas que se van armando para compartir ciertos significados. El género

2 Ibid. Página 3
produce un imaginario social con una eficacia simbólica contundente y, al dar lugar a

concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad, es usado para

justificar la discriminación por sexo (sexismo) y por prácticas sexuales (homofobia). Al

sostenimiento del orden simbólico contribuyen hombres y mujeres, reproduciéndose y

reproduciéndolo. Los papeles cambian según el lugar o el momento pero, mujeres y

hombres por igual son los soportes de un sistema de reglamentaciones, prohibiciones

y opresiones recíprocas. Con la difusión de la nueva acepción de género el feminismo

logró modificar no sólo la perspectiva política con que se abordaba el conflicto de las

relaciones mujer-hombre, sino también transformó el paradigma con el cual se

explicaba. Aunque el uso de género permitió romper con el determinismo biológico y

socavó las nociones tradicionales de qué son las mujeres y los hombres, con el tiempo

empezaron a surgir confusiones y reduccionismos, sobre todo cuando se intentó

aplicar este concepto al campo de la subjetividad. En los años setenta, las

investigadoras feministas norteamericanas consideraban la subordinación femenina

como un fenómeno multicausal, y pensaban que la explicación psicológica tenía

mucha importancia. Por eso buscaron una perspectiva interpretativa que diera cuenta

de lo psíquico y que fuera capaz de articularse con recuentos sociales e históricos

sobre las mujeres, supeditados a otras categorías, como las de clase, raza y etnicidad.

Según ellas, género podía cumplir ese objetivo, pues servía para referirse a los

orígenes sociales de las identidades de hombres y mujeres. Además, comparado con

el concepto psicoanalítico de diferencia sexual, con su resonancia a diferencias de

sexo y, por lo tanto, riesgosamente biologista, género les pareció un concepto más

adecuado. Curiosamente, aunque les sirvió para dar una interpretación sobre la

subjetividad, al usar género se eludió el papel del inconsciente en la subjetividad. Al

elaborar sus planteamientos teóricos, estas feministas hablaron de diferencia de

género, y redujeron la definición de diferencia sexual a lo anatómico, a las diferencias

de sexo. Ellas limitaron el concepto diferencia sexual a una distinción sustantiva entre

dos grupos de personas en función de su sexo, es decir, a un concepto taxonómico

como el de raza, análogo a la categoría de clase social, sin reconocer su sentido


psicoanalítico. Al ignorar un sistema total de relaciones que incluye la subjetividad y la

sexualidad, no rebasaron los límites de la interrogante de los papeles sociales.”3

3. Violencia de Género

“La «violencia» puede ser definida como ‘el uso de una fuerza abierta u oculta con el

fin de obtener de un individuo o grupo lo que no se desea hacer’. Esta definición amplia

de violencia incluye la vulneración de los derechos a la libertad, a la integridad

personal, a la salud, etc., impidiéndole al ser humano el pleno goce de sus derechos

civiles, sociales, económicos y culturales. En ese sentido, la violencia es una noción

que se encuentra estrechamente vinculada al concepto de poder, entendiéndose que

toda situación de violencia es una situación de asimetría de poder.

Pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de «violencia de género»? La

«violencia contra la mujer» es definida, tanto en el derecho internacional como en el

derecho interno, como ‘cualquier conducta, acción u omisión, basada en su género,

que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en

el ámbito público como en el privado’. Tanto es así que, en el derecho interno, la Ley

26.485 de «Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra

las Mujeres en los Ámbitos en que desarrollen sus Relaciones Interpersonales», en su

art. 4 de la Ciudad de México, establece lo siguiente: «… se entiende por violencia

contra las mujeres toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta,

tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de

poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual,

económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan

comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes». Es menester

resaltar que se considera «violencia indirecta», a los efectos de la presente ley, «toda

conducta, acción, omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a

la mujer en desventaja en relación al varón».”

3 Ibid. Página 4
De la lectura de la norma citada, se desprende entonces que, para que se pueda

configurar una violencia de género, esta tiene que ser generada desde un hombre

hacia una mujer por el hecho de ser mujer; es decir que está basada en una asimetría

de poder.

La Ley de Protección Integral conceptualiza cinco tipos de violencia contra las mujeres

en su Artículo 5 «física, psicológica, sexual, económica o patrimonial y simbólica», los

que, conforme al ámbito en el que se produzcan, pueden configurar seis modalidades

de violencia: doméstica, institucional, laboral, o contra la libertad reproductiva,

obstétrica y mediática.” 4

CAPÍTULO II

VIOLENCIA OBSTÉTRICA

1. Concepto y Alcance

“La violencia obstétrica es entonces una modalidad de violencia de género. La norma

en análisis la define del siguiente modo: «… aquella que ejerce el personal de salud

sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato

deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos

naturales.

Conviene aquí dejar en claro el alcance del concepto «personal de salud»,

entendiéndose por él a los siguientes: todo el personal que trabaja en un servicio de

asistencia sanitaria, tanto profesionales (médicos/as, trabajadores/as sociales,

psicólogos/as), como colaboradores (mucamas/os, camilleros/as, personal

administrativo, etc.); también el personal de los servicios públicos o privados, que

operen en los centros de salud; quienes trabajan en los cuerpos médicos forenses de

los ámbitos provinciales, municipales o nacionales; aquellos que prestan servicios de

perito legista en forma particular; y quienes trabajan como médicos laborales internos

de las empresas u organismos del Estado

4Prigoshin, Perla. Violencia Obstétrica es Violencia de Género. Argentina. 2016.


https://aldiaargentina.microjuris.com/2017/01/24/violencia-obstetrica-es-violencia-de-genero/ . 01-06-
2018
La mujer es la protagonista del parto, y se le debe reconoce tres derechos

fundamentales: a ser informada, a ser respetada y a ser considerada sana. Tiene el

derecho a elegir el lugar y el proceso de parto, el acompañamiento, la posición, la

analgesia, deambulación, libertad de movimiento, y contacto inmediato con el recién

nacido.”

“Desde una perspectiva de género, resulta central el análisis del control continuo de la

sexualidad y la reproducción al que se ven sometidas las mujeres. En este sentido,

Tamayo señala «la histórica y sistemática oposición de las jerarquías en el poder al

reconocimiento de derechos y libertades en las esferas de la sexualidad y la

reproducción puede ser observada en las más diversas modalidades»

A su vez, Luis Villanueva Egan, director del Hospital de la Mujer del Distrito Federal de

México, da cuenta de las conductas más comunes que ocurren durante la atención

obstétrica, y lo dice así: «Durante la atención institucional del parto, la violación a los

derechos humanos y reproductivos de las mujeres va desde engaños, burlas, ironías,

insultos, amenazas, humillaciones, manipulación de la información, y negación al

tratamiento sin referir a otros servicios para recibir asistencia oportuna, aplazamiento

de la atención médica urgente, indiferencia frente a sus solicitudes o reclamos, no

consultarlas o no informarlas sobre las decisiones que se van tomando en el curso del

trabajo de parto, utilizarlas como recurso didáctico sin ningún respeto a la dignidad

humana, el manejo del dolor durante el trabajo de parto como castigo y la coacción

para obtener “su consentimiento” hasta formas en las que es posible constatar que se

ha causado daño deliberado a la salud de la afectada, o bien se ha incurrido en una

violación aún más grave a sus derechos». Se trata -entonces- de prácticas

naturalizadas en la cotidianidad de las instituciones de salud, derivadas de considerar

los saberes médicos hegemónicos como superiores e incuestionables.

En este aspecto, parece importante realizar algunos señalamientos. En primer lugar,

cuando hablamos de violencia obstétrica, no nos referimos únicamente a la que puede

ocurrir durante el parto, sino que se debe incluir también a la que se produce durante
el embarazo, el posparto, y la atención posaborto, ya sea que este se haya producido

de manera espontánea o inducida.

En segundo término, la violencia obstétrica no es equivalente a la violencia

institucional. Un parto en un hospital o en una clínica no es en sí mismo violento ni

implica necesariamente una violencia, de la misma manera que un parto fuera de este

contexto -como puede ser el domiciliario- no garantiza un parto sin violencia.

Finalmente, hay que distinguir la «violencia obstétrica» de lo que comúnmente se

conoce como «mala praxis». Por supuesto que hay casos en los que ambos conceptos

confluyen, y ello da lugar a una violencia obstétrica generadora de responsabilidad

civil, pero esto no necesariamente es así. La violencia obstétrica es estructural en el

sistema de salud.” 5

“La violencia contra las mujeres ha tenido, y tiene, distintas manifestaciones según las

épocas y los contextos en los cuales se realiza y reproduce. Ante ella, los sistemas de

justicia han respondido de forma diversa por múltiples factores: desde la

incomprensión de la magnitud de estos hechos como consecuencia de los patrones

culturales patriarcales y misóginos prevalecientes en la sociedad, la excesiva

burocratización de los procedimientos legales, las dificultades para investigar las

complejas y crueles modalidades de esta violencia, hasta la imposibilidad de

establecer una caracterización de los responsables, según sean estos miembros del

entorno familiar o cercano a las víctimas o pertenezcan a estructuras estatales y/o

criminales poderosas.” 6

“Las formas convencionales de violencia contra las mujeres, sobre todo las de tipo

intrafamiliar y las que se producen en situaciones de conflicto armado. De

desplazamientos o post – conflicto, se han expandido a todas las sociedades e incluso

tecnificado y se suman, hoy día, a las nuevas expresiones de violencia contra las

5Loc. Cit.
6Garita Vilchez, Ana Isabel. La regulación del delito de Femicidio/Feminicidio en América Latina y el
Caribe. Aecid. Panamá. 2011. Pág. 9.
mujeres (la trata de personas con fines de esclavitud y explotación sexual, la

feminización de la pobreza y el feminicidio vinculado) así como a un incremento sin

precedentes en cuanto al número y brutalidad con que hoy día son violentadas las

mujeres en menoscabo de sus derechos humanos. Es indignante el número y forma

en que diariamente mueren las mujeres e igualmente indignante la impunidad social y

estatal que se produce alrededor de esos hechos.” 7

“En respuesta a esta situación generalizada de violencia, y ante las demandas de las

organizaciones de mujeres en diversos foros, se han promulgado una serie de

instrumentos legales de carácter mundial, regional y nacional con el fin de que la

sociedad y los Estados asuman su deber ético-político y jurídico de prevenir y erradicar

cualquier forma de amenaza y afectación a los derechos humanos de las mujeres. A

nivel mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1979 la

Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer

(en adelante CEDAW). En esta Convención los Estados se obligaron a tomar una

serie de medidas y acciones tendientes a lograr la plena igualdad del hombre y la mujer

en materias tales como la participación en la vida política, social, económica y cultural,

el acceso a la alimentación, a la salud, a la enseñanza, a la capacitación, a las

oportunidades de empleo y en general a la satisfacción de otras necesidades. Así, en

el artículo 3 de la CEDAW se establece la obligación de los Estados de tomar medidas

apropiadas, incluso de carácter legislativo, para asegurar el pleno desarrollo y adelanto

de la mujer, con el objeto de garantizarle el ejercicio y el goce de los derechos humanos

y las libertades fundamentales. “ 8

“A nivel regional, la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos

aprobó en 1994, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la

Violencia contra las Mujeres (en adelante Convención de Belém do Pará). En este

instrumento se establece el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia tanto

7 Loc. Cit.
8 Loc. Cit.
en el ámbito público como en el privado (definiéndose al efecto tanto el concepto de

violencia contra la mujer como el contenido del derecho a una vida libre de violencia);

además se estableció que toda mujer tiene derecho al reconocimiento, goce, ejercicio

y protección de todos los derechos humanos y libertades consagrados por los

instrumentos regionales e internacionales sobre la materia. Asimismo, de conformidad

con la Convención los Estados asumieron, entre otras, la obligación de legislar para

prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. “ 9

“En concordancia con los instrumentos internacionales aprobados, los países de

América Latina y el Caribe, han aprobado leyes que desarrollan los principios

contenidos en las normas internacionales sobre protección y promoción de los

derechos de las mujeres. La mayoría de estas leyes han sido propuestas e impulsadas

por organizaciones de mujeres y/o instancias especializadas y su aprobación posterior

ha sido posible gracias al apoyo de las autoridades nacionales, especialmente

mujeres legisladoras y funcionarias estatales. En este proceso de reformas legales ha

tenido un rol importante la comunidad internacional pues a través de la cooperación se

ha logrado mantener un acompañamiento técnico-político a la legislación propuesta, y

una vez que la legislación es aprobada se continua apoyando su implementación e

institucionalización.”10

9 Loc. Cit.
10 Loc. Cit.
UNIVERSIDAD MARIANO GÁLVEZ DE GUATEMALA

EXTENSIÓN USPANTÁN

SEMINARIO DE TRABAJO DE GRADUACIÓN

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

VII SEMESTRE

LICDA. GRISELDA LAYNES MIRANDA

PLAN DE TESIS

JUANA MERCEDES PÚ US

7950-15-21381

USPANTÁN, JUNIO DEL 2018

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