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Apreciado lector,
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IBIC: HPCF 14. 00 C
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COLECCIÓN P91SAMIENT021
DIRECTOR DE LA COLECCIÓN, MANUEL CRUZ
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TREN THE.RE's A PAIR OF us!
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How DREARY-TO BE- SOMEBODY!
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Em.ily Dickinson
ISBN, 978-84-9097-o49-2
DEl'ÓSITO LEGAL, M-27.919-2015
IBIC, HPCF
PRÓLOGO 11
CAPITULO 2. RECONOCIMIENTO 35
CAPITULO 3. ETJCIDAD 49
EXCURSO: ESTUPIDEZ 63
CAPITULO 4. SOLEDAD 75
CAPITULO 5. PRECARIEDAD 91
BIBLIOGRAFIA 125
PRÓLOGO
ESPECIALISTAS EN TI
etc., buscan también, aparentemente, sofisticar su per tardía. Pero sí captó, ciertamente, una fibra central de
fil o, al menos, construirlo y definirlo por ellos mismos. un tiempo que se decía individualista, el del cultivo de sí,
También están, no lo olvidemos, los que no son clientes la construcción de la propia identidad: en la salud, en la
ni pueden serlo; pueden tener más dificultades para forma de vivir la sexualidad, en la orientación del género,
construir su perfil. Sobre todo, si ha de ser con los gran en el régimen de vida. Muchas veces como forma de resis
des almacenes. tencia contra las políticas hegemónicas de organizar la
Todos los observadores sociales coinciden en detec vida; otras, algunas las mismas, como estilos de vida in -
tar que, desde hace unos decenios, desde el final de los tegrados en el capitalismo multicolor del primer mundo.
grandes metarrelatos y de las creencias definidas que Identidades nómadas, formas alternativas de construcción
cohesionaban y uniformizaban las sociedades, los indi de sí, géneros transversales, géneros postgénero, subjeti
viduos han intensificado el esfuerzo por definirse de vidades posthumanas. El nuevo énfasis de la individuali
manera exclusiva, por construir la trayectoria de un dad podía ser emancipador o podía ser un producto
estilo de vida personal y distintivo. En gran medida, las comercial. Para algunos críticos, como Christopher Lasch
ofertas publicitarias y los impulsos del mercado soplan o Richard Sennet, denotaba un narcisismo paralelo al ais
en las velas de ese viaje. Y la enorme variedad que lamiento de los hombres en una sociedad sin proyecto
resulta de la globalización, la diversidad cultural, el común de futuro. Para otros, como Giddens, se debe salu
eclecticismo estético, les suministra a estos individuos dar aquí más bien el signo de una reflexividad creciente
-preocupados como están por ser ellos mismos- posi del hombre moderno, de la sociedad moderna.
bilidades de definirse por su estilo de vestir, sus prefe En cualquier caso, se trata de una atención redobla
rencias musicales, sus aficiones culinarias, su modo de da del sujeto sobre sí mismo, para ser él mismo. Si
viajar o la marca de coche que conducen. Crear también puede serlo así, si puede serlo él solo, individualmente,
sus propias comunidades. Más allá del simple consu o si ello implica algún tipo de vínculo con los otros suje
mo, pero aún dentro de la lógica comercial, se preocu tos, y cuáles -¿ qué hay de los que no tienen ni pueden
pan por su cuerpo, lo tatúan, lo atraviesan de piercings, tener su propio perfil? - es asunto que le preocupa a él,
o llenan los gimnasios y recorren al trote calles y par al sujeto, y le preocupa a la política, a la moral, a la peda
ques urbanos; se preocupan por su alma y llenan las gogía, al psicoanálisis, a la psicología; quizá a los profe
consultas de los psicoterapeutas; buscan su identidad sionales del marketing. Si alguien puede decirse espe
en las fracturas de la memoria histórica o en pertenen cialista en ti, entonces es que hay, o puede hablarse, de
cias nacionales y étnicas; también practican milenarias un yo; por lo menos, alguien qu e puede decir "yo" Sea
sabidurías orientales adaptadas -yoga, meditación esa, por de pronto, nuestra primera definición de suje- ,
para llegar a sí mismos. to: alguien que puede decir "yo".
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PRESENTANDO AL SÍ MISMO humanidad entera-, aunque tengan demostrada su capa
cidad para actuar y sean un marco de referencia funda-
Nadie, ciertamente, es un yo. "Yo" es un pronombre; mental para producir identidades, se constituyen en un
como tal, está, o mejor, se dice en lugar de algo, en lugar de entramado de mediaciones de poder, sociales y lingüísti
aquello que cada cual es; está en lugar del sí mismo que cas que se alejan de la inmediatez con la que, por de pron
cada uno es. Cada uno o, al menos, cada ser dotado de len to, el sí mismo accede a sí mismo. Baste observar que,
guaje, es un sí mismo en tanto que puede referirse a sí cuando un grupo se refiere a sí mismo, lo hace de manera
mismo como "yo". El pronombre "yo" es un signo, más vícaria, pues siempre es uno, y no todos, el que dice
precisamente, es un indéxico, un signo vacío de contenido "nosotros": "Todo el que dice nosotros miente", dejó
semántico. Funciona igual que "aquí", o "ahora" u "hoy": escrito Cioran. Incluso si hablara todo el grupo a la vez,
palabras que no contienen nada en sí, pero que, adecuada - como el coro de una tragedia, o como el pueblo de
mente usadas, pueden señalar a cualquier lugar, a cua lquier Fuenteovejuna, ello supone un proceso previo de recono
momento, a cualquier día. "Yo" puede señalar a cualquier cimiento e inclusión que ha salido ya de la inmediatez que
persona: es solo la herramienta lingüística que cada sujeto, se da en la autorreferencia de la p rimera persona.
cada si mismo, utiliza para referirse a sí mismo; y solo es sí Es esa autorreferencia lo que se trata de aclarar en
mismo en tanto que tiene esa capacidad de usar el pronom- estos primeros pasos: la referencia de un sí a sí mismo,
bre "yo". Ello puede implicar pronunciarlo o simplemente que da lugar a lo que llamamos "sujeto" Es verdad, tam
hablar en la perspectiva de la primera persona: relacio bién, que "sujeto" es una palabra poco apropiada para
narse consigo mismo de una manera que solo cada uno aquello de lo que tratamos. El sub-jectum describe lo que
puede hacerlo, y nadie en su lugar. La primera persona es está p or debajo de: aparentemente, una especie de núcleo
el privilegio exclusivo de cada cual. íntimo de uno mismo donde uno, o una, se da del modo
De partida, planteamos la pregunta para la primera más auténtico, donde es distinto de, incluso opuesto a
persona del singular. Históricamente, retorna siempre la todo los "objetos" que, en el mundo externo, se le colocan
pregunta p or la primera persona del plural, p or la posibi enfrente. Los herederos de Rousseau y del Romanticismo
lidad de decir "nosotros": por un sujeto colectivo. De todavía identifican ese núcleo con un sentimiento de sí
momento, dejaremos esa pregunta de lado, pues los para llamado corazón; y vienen a coincidir con la tradición car
lelos entre el yo y el nosotros son limitados. Desde luego, tesiana que coloca al cogito frente a un mundo exterior del
como tendremos ocasión de ver, solo dentro de un noso que forma parte incluso el propio cuerpo. Se da entonces
tros, a partir de un nosotros y separándose de él es posible el par subjetivo- objetivo, que de manera tan dramática ha
decir "yo", y el cómo se diga, así como el vínculo entre los atravesado el pensamiento occidental moderno, y de rebo
sí mismos, depende, sobre todo, de " cómo" se diga "noso te, el lenguaje cotidiano y el periodístico, donde lo subje
tros". En esa medida, la dimensión de la primera persona tivo y particular de cada uno se opone, en general de ma-
del plural es inevítable. Pero ello es distinto de la manera nera desvalorizada, frente a la objetividad.
en que un grupo se refiera colectivamente a sí mismo, y los Pero en la autorreferencia de la que se trata aquí, y
sujetos colectivos -la clase, la raza, el género, la nación, la que Descartes descubre al decir(se) cogito ergo sum, no
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hablamos de un núcleo interior, por debajo de, nada sub se llamará también, no se da de la manera sustancial en
yaciente ni supuesto, sino del fenómeno mismo de que que existen las piedras, los planetas o los árboles. El
algo, por un bucle particular, pueda referirse a sí mismo. sujeto, se ha dicho muchas veces en las arremetidas con
El idioma español tiene dificultades para tratar con soltu tra la subjetividad, es una ilusión óptica: uno se cree que
ra ese bucle sustantivándolo. Lo que en griego se dice es uno, pero el entramado de procesos neurofisiológicos,
autós, en latín ipse, el alemán lo sustantivó como das Selbst o de fuerzas históricas y sociales -por adoptar otra pers
y el inglés como self; el último, de modo tan pregnante pectiva- que dan lugar a esa ilusión pueden deshacerla
que, al menos en el ámbito de la psicología, la palabra se con el menor desplazamiento que se de entre ellos. La
traslada intacta a otros idiomas. El francés, al menos en el conciencia es, se dice a veces, un fenómeno del córtex
lenguaje filosófico, ha adaptado ya el sustantivo soi-meme. producido quizá evolutivamente, que acompaña a otros
Pero en castellano, donde sabemos decir "yo mismo", "tú procesos mentales, pero perfectamente evanescente. O
mismo", "uno mismo" o "sentirse a sí mismo", donde bien: el sujeto es una construcción socia1:. Si es alguien que
hablamos incluso de "ensimismarse", tenemos que forzar puede decir "yo", no es concebible que ese acto lingüístico
todo el sentido de la lengua para decir, con un sustantivo, tenga lugar sin las complejas intervenciones sociales que
"el sí mismo" Mas de eso se trata aquí: de ese reflexivo lo definen y modifican. Son las condiciones históricas y
sustantivado que se usa en tercera persona para hablar de sociales las que le hacen a uno decir "yo"; basta con que
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eso que puede decir "yo", que puede ponerse en primera cambien para que el yo desaparezca. "No les concedo a los
persona. Puede que esta deficiencia de la lengua castellana filósofos que el yo sea una cosa que piensa", sentenciaba
esté lejos de ser un error: pues el bucle del sí mismo, al Nietzsche.
autorreferirse, no es una sustancia, sino que es un proceso En gran parte, veremos a lo largo del libro que ese
que debe realizarse en cada caso. Pero el lenguaje tiene argumento, probablemente cierto, no constituye en abso
que tratar con la realidad sustantivándola, aunque sea de luto una objeción. En primer lugar, porque solo por un
manera transitoria, y el reflexivo sustantivado "sí mismo", inveterado prejuicio realista se puede seguir manteniendo
forzado como resulta en el uso castellano, es más apropia que todo lo que sea una construcción social -como tam
do para aquello de lo que se trata que el participio sustan bién lo son las creencias, los prejuicios, las modas, las
tivado "sujeto". En todo caso, a lo largo de este libro utili supersticiones o las instituciones- no tiene el derecho a la
zaremos las dos denominaciones como sinónimas. existencia que sí tienen, parece, las piedras o los planetas.
Los prejuicios -por lo demás, construcciones igualmente
sociales- son, decía Einstein, más difíciles de romper que
ESE BUCLE TAN PARTICUIAR el núcleo de un átomo. Ya solo por eso, las construcciones
sociales son tan compactas como una piedra, también la de
La sustantivación, como decimos, puede que sea uno de la subjetividad. En principio, es posible imaginarse un
esos artificios del lenguaje para tratar con la realidad, mundo sin sí mismos, sin sujetos que se autorrefieran.
nombrando entidades donde solo hay procesos y flujos. Sería un mundo sin historia y sin lenguaje, sin nadie que lo
El sí mismo o el sujeto o la autoconciencia, como a veces mirara. Lo que pasa es que en cuanto hubiera alguien que
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lo mirase, ya tendría historia, subjetividad, todo esto que, justicia a su particular condición subjetiva, conviene exami-
construido o no, pasa a formar parte de él. nar primero lo que tiene esta de irreductible, al margen de
Por supuesto, las formas de darse y constituirse la cualquier condicionamiento histórico. ¿Es qué sentido el sí
subjetividad varían enormemente e n función de las coor mismo es irreductible en cuanto que no puede disolverse
denadas históricas y sociales: entre el yo del individuo para ser reformulado en otras cosas del mundo, quedar
romántico y el modo en que un esclavo persa se refiera a sí retraducido a ellas?
mismo hay, sin duda, diferencias abismales. Tantas como
para que los contemporáneos y herederos del individuo
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romántico hayamos podido decir que el principio de la
subjetividad es una creación moderna, ajeno del todo a
LA IRREDUCTIBILIDAD DE LA PRIMERA PERSONA
otras cu lturas y épocas, en las que se diagnostica una men Hay algo de irritante y de fascinante a la vez e n el descu
talidad grupal y carencia de individualidad. Por razones brimiento del cogito por Descartes. Está, desde luego. toda
simplemente históricas, al abordar este tema nos movere la teatralidad con la que construye su duda metódica, se
1 mos más cerca de las formas de subjetividad afines al indi zafa de la amenaza del genio maligno y reconstruye luego,
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viduo romántico, que han venido a determinar nuestro
mundo, antes que las de un esclavo persa o, por caso, un
a partir de la certeza de sí mismo, toda una metafísica, una
ciencia y una teología. El guión ha sido criticado y corregi
do de mil maneras en la historia de la filosofía; pero la
indio delAmazonas. También aprenderemos a despegarnos
de ellas. Pero en unos y otros se da el fenómeno de la "auto piedra angular de él, a saber, la certeza de sí que Descartes
rreferencia", de la referencia de sí a sí mismo que distingue alcanza, parece un nudo indisoluble del argumento. Pro
a cada uno frente a, y también dentro de, todo lo que hay. bablemente, la certeza de sí, el saber de sí como alguien
Siempre se da el universal lingüístico de la primera perso que se piensa a sí, no da para deducir de ella un mundo
na, por el que el sí mismo tiene un estatus ontológico dis entero, como pretende Descartes; pero ella misma parece
tinto de lo que no se refiere a nada, lo que solo está, y "ya que no se deduce lógicamente de nada. Ese es el punto.
está", como una piedra; y distinto de lo que existe refirién Que no se deduce lógicamente de nada significa que
dose a otras cosas, como los signos o como una conciencia, es un concepto primitivo o irreductible. Desde luego, evo
si la hubiera tal, que se refiriese al mundo, pero no a sí lutiva, psicológica, socialmente, la capacidad de decir
misma (para algunos teóricos, ese sería el caso de los ani- "yo", la forma e n que el sí mismo se constituye, es el resul
males). Es de esa clase particular de ser que se refiere a sí tado de múltiples y variables procesos -fisiológicos, psi
mismo en tanto que sujeto de la que trataremos. cológicos, socioculturales- que son completamente aje
Como los sujetos se producen en el seno de contextos nos al yo mismo, y sin los cuales la autorrefe rencia del yo
socioculturales, quizá también biológicos, que se modifican no tendría lugar. No hay un sí mismo sin un mundo exter
con el tiempo y modifican la forma de constituirse los suje no de experiencias y sin otros (otros sí mismos, por lo
tos, es imposible no abordar la subjetividad de manera his demás) con los que se entra en redes de interacción. El
tórica. Nos encontraremos con sí mismos de rostro bien niño solo llega a utilizar la primera persona en el tercer
reconocible; pero, para entenderlos mejor, para hacer año de vida, y ha requerido para ello unos años de
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contacto íntimo y conflictivo con los otros, empezando por las declaraciones de los otros reconociéndome. Solo yo
la madre, y con las cosas. Un sujeto solo se da como vértice tengo acceso a mí como ese que soy. Hay siempre un abismo
de un triángulo cuyas otras dos puntas son el mundo de los irreductible entre la perspectiva de la tercera persona, en la
objetos y el resto de los sujetos con los que se tejen las que se presenta el mundo, conmigo incluido, y la perspec
relaciones intersubjetivas. Como tal vértice, se desvane tiva de la primera persona, en la que yo me veo como yo, y
cería en cuanto no estuvieran los otros dos. Pero es vértice eso hace mi subjetividad absolutamente mía.
en cuanto tiene una manera única de definirse, que es la Quizá alguien podría aún tratar de fundir las dos pers
de la autorreferencia. Por eso es primitiva, o irreductible: pectivas. Podría tratar de presentarme, no el mundo en su
no hay otros términos más generales en función de los totalidad, sino a nú núsmo. Podría conectar mi cerebro, mi
cuales pueda definírsela. En ese sentido decimos que no cuerpo entero a una máquina, producir en la máquina el
es deducible lógicamente, y tal fue la intuición cartesiana. pinchazo tras el que. conectado como estoy a ella, doy un
Alguien me describe el mundo en su totalidad. Como respingo y decirme, señalando a una pantalla: "Vea usted:
en un cuento fantástico o como en un sueño, me veo tras ahí tiene su dolor". En todo caso, él sabe que me duele a mí;
ladado por encima de las estrellas, y me es dado contem pero la sensación de que ese dolor es "mío" no es reproduci
plar el universo de manera completa. Ante mí desfilan, en ble en la máquina que produce, reproduce, provoca y recoge
la mejor vista panorámica, todos los seres que lo pueblan, todos mis entresijos.
las cosas, las plantas, los animales, las personas, los cono Esta sensación que es solo mía hace que la referencia
cidos, los amigos, los enemigos, los más íntimos: incluso de la primera persona no pueda ser incluida en ningún
veo una imagen de mí mismo -me veo a mí mismo, diría, proceso de identificación de objetos en el mundo que
como digo que veo a mi pareja. o a mi amigo-, saliendo de tiene lugar en la tercera persona. Nuestro conocimiento
casa, montando en bicicleta, acariciando al perro, trabajan de nuestra subjetividad es distinto por completo del modo
do, extasiado con la música -que en mi espectáculo suena-. en que tenemos conocimiento de los objetos del mundo.
o furioso ante escándalos políticos: lo veo todo, allí está Uno no es consciente de sí como de un objeto más, el cual
todo. . . salvo la información de que yo soy la persona que allí resulta que no es esa mesa, o ese árbol, sino que es uno
aparece, la persona que monta en bicicleta o acaricia al mismo, como una contingencia más. A lo sumo, puede
perro o se extasía y enfurece: esa información, la de que esa figurarse consciente así, objetivado, cuando atraviesa
persona soy yo, solo la tengo yo, y solo yo puedo venne como procesos de disociación muy determinados, ligados a
esapersona. Desde luego que los otros podrían reconocerme estrategias estéticas para elaborar momentos traumáticos,
como esa persona, pueden decirme: ''Ese eres tú", o decirse como cuando Anna Ajmátova exclama: "No, no soy yo. Es
entre ellos: "Ese es Antonio": pero solo yo puedo decirme que
ese soy yo. Esa capacidad únicamente mía, correlativa del
otra la que sufre"; o puede figurárselo en momentos de
reflexión, cuando hace el esfuerzo de adoptar un punto
hecho de que esa información la tengo solo yo, y no aparece de vista general o ajeno, distinto del propio. Pero, de pri
en el universo que se me describe, es lo que no resulta meras, la autorreferencia de primera persona implica un
deducible de ninguno de los otros dos lados del triángulo: ni conocimiento de sí mismo que no es objetificador: no
de la representación del mundo, de mí en el mundo, ni de es una identificación de objetos. De hecho, no es un
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conocimiento de contenidos, sino el mero conocimiento centro de ningún mundo, tampoco delpropio. Que del suje
directo que resulta de la ostensión a distancia cero, por así to cartesiano haya podido salir todo lo que luego se le ha ido
decirlo, con el dedo vuelto, por el que alguien se dice (sin atribuyendo al pensamiento moderno hasta sus inmensas
ni siquiera necesitar decírse lo): "Este soy yo" crisis del siglo XX es algo que se puede discutir desde mu
Esta miidad de mi ser es lo que es exclusivo e irreduc chas perspectivas, y que corresponde a cíertas maneras de
tible. Va asociada con algunos privilegios que solo yo tengo entender -y de haberse entendido a sí misma- la su bjetivi
y que son, por así decirlo, privilegios epistémicos irrevo dad. Todas ellas pueden revisarse o darse por finiquitadas,
cab les de la primera persona: solo yo puedo engañarme pero no afectan al hecho mismo de la autorreferencia de la
a mí mismo, s olo yo puedo reírme de mí mismo, solo primera person a como un fenómeno irreductible que se da
yo puedo saber que me está doliendo a mí. Es un cono en cada sí mismo. Una autorreferencia que, como tal, no
cimiento por contacto directo; tan por contacto directo designa a ningún objeto en el mu ndo, sino que se da como el
que resulta, en verdad, superficial: no hay mucho más que gesto ostensivo por el que un sujeto se señala a sí mismo.
sepa con certeza de sí mismo. De hecho, es un conoci
miento compatible con el más perfecto desconocimiento
acerca de mí mismo. Puede ser que yo, por las razones que UNA CUESTIÓN DE FORMA
sea, tenga todas las representaciones equivocadas acerca QUE DA MUCHO TRABAJO
de mí, que emita declaraciones sobre mí que los otros
reconocen como manifiestamente falsas: todo ese desco Es, de partida, una mera forma, o mejor, un mero acto
nocimiento no es incompatible con que yo tenga un formal, vacío en principio de todo contenido. El carácter
conocimie nto exclusivo y directo de mí como yo. Incluso, indéxico del yo no dice nada del sí mismo y lo mantiene
puede que el error se deba a que me adhiero excesiva - vacío. Por eso, el yo no es un objeto, ni siquiera un núcleo
mente a esta certeza de mí, como suele ser el caso del íntimo, sino una función que tiene eso que sustantivamos
narcisismo, que construye todo un edificio de agradables como la entidad llamada sí mismo. Por eso también, la
autoengaños sobre la adoración de l yo a la vez que se sus autoconciencia no es un estado superior o un nivel por
trae su verdadera realidad y se pierde a sí mismo. Nada es encima de otros modos de ser o de los procesos subjetivos.
tan difícil como tratar con la exclusividad de uno mismo, Pero sobre todo, porque es una mera forma, ese gesto
con la irreductibilidad de la primera persona. ostensivo de señalarse a sí mismo no se da solo, separado,
Ahora bien, esta irreductibilidad debe verse también sino siempre encarnado en una experiencia que, gracias a
en toda su limitación. Pues si, como vemos, ella no se dedu él, puedo experimentar como mía: puedo tenerla, sin más.
ce de nada, tampoco de ella se tiene que deducir nada por sí Yo solo puedo tener la certeza de mí como yo cuando estoy
sola. Desde luego, no el mundo -salvo para los ideal istas viendo un amanecer o sintiendo el cansancio de unacami
empedernidos, si los hay-; ni siquiera un conocimiento nata o el sabor de una cerveza o el tedio de una tarde sin
privilegiado de sí mismo, de la propia identidad, de los con- fines. Y sin esa certeza, sin un componente implícito de
tenidos con los que uno se constituye y teje su vida, que le autoconciencia, no tendría ninguna de esas experiencias.
están tan velados como a los otros. El sí mismo no es el Por eso, la autoconciencia acompaña, siquiera sea de un
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-J! modo mínimo, todas las actividades del sujeto y, en cierto subjetividad a la vez que nuestro propio tiempo, los sujetos
modo, viene a cumplir en ellas su forma vacía. La concien que somos. Pero en todas ellas debemos tener presente que
cia del placer, la conciencia de uno sintiendo placer, no es partimos del fenómeno indéxico de la autorreferencia del sí
distinta, como algo separado, de la experiencia del placer mismo en toda su vaciedad y desnudez, y que nos pone ante
mismo, decía Sartre para argumentar a favor de un "cogito la paradoja más cruda de todas: lo menos que se puede ser
prerreflexivo": pues la reflexividad del sí mismo no se es uno mismo. Cualquiera lo es. Pero, también, no se puede
distingue como un estado mental consciente distinto de ser nada más que uno mismo. Solo que, en su singularidad,
otros estados mentales posibles que se suceden en la psi - tiene que serlo como nadie. Llegar a ser uno mismo es,
que de un individuo, ni es un momento de excepción en la desde los antiguos, la tarea más alta que puede plantearse, y
actividad consciente: más bien se produce en ella. Uno no muy pocos la consiguen. Entre esos dos polos, que hacen
puede señalarse a sí mismo, cumplir la función de la auto coincidir lo menos con lo más, se mueve todo el trabajo de
rreferencia, si no es con el contenido mismo que brota en la subjetividad.
el fluir de la vida.
¿ Qué se nos da a nosotros, entonces, en esta mera
forma que resulta ser la primera persona en cada sí mismo?
Vacía, incompleta, es solo la peculiaridad que define a un
vértice distinto de los otros y del mundo. No dice nada de
nadie, aunque nadie es sin ella. Sin ella, sería nada, pero no
nadie. Es algo primitivo, y por lo tanto, no está construida ni
social ni biológica ni históricamente. Pero toda construc
ción -desde luego, toda construcción de identidad- se
hace con ella. La función de la autorreferencia ha de cum
plirse en cada sujeto: es su tarea y también puede ser su
fracaso. Es la ocasión de su fragilidad, de su dependencia
de los otros y del mundo para realizarla, de su delicada
•¡ plenitud. Las infinitas maneras de cumplirse esa función
corresponden a modos posibles de realizarse las subjeti
vidades. Son maneras determinadas histórica y sociocul
turalmente, que juegan con los otros dos vértices del
triángulo, con el mundo que se conoce y en el que se actúa,
con los otros con los que se entablan relaciones intersub
j etivas de dependencia o de libertad. Todas esas maneras
dan lugar a figuras diversas de la subjetividad, algunas de
las cuales vamos a repasar en este libro, tratando de hilar
las con una lógica histórica y cultural que desentrañe la
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CAP(TUL0 2
RECONOCIMIENTO
que mirar, sino que también es un modo de actuar, es Siguieron la exaltación romántica, el entusiasi;{político �
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de la buena voluntad para cambiar el mundo, las estéticas sino que denota una escisión inicial en el sujeto que llega 0
del yo, de la vida, de la propia autorrealización, el triunfo a decir "yo". Eso que llega a decir "yo" y verse como un sí
de la intimidad, el argumento de la compasión inmediata mismo está dividido de antemano; si no lo estuviera, no lo
que nace del fondo del propio corazón. Todo esto se ar diría, no se vería en la necesidad de decirlo, de decirse.
ticuló aceleradamente en los primeros compases del Por eso, la inmediatez con la que cada sí mismo dice
mundo contemporáneo y ha quedado inscrito en las capas "yo" es el resultado de un proceso que sigue a la percep
más profundas de nuestra subjetividad: son recursos de ción de una división previa. "Una media remendada es
primera mano con los que, confrontados a la forma vacía mejor que una media rota. Con la autoconciencia no ocu
de la primera persona, tratamos de rellenarnos a nosotros rre eso", escribía Hegel en su cuaderno de notas de esos
mismos. No hemos dejado de ser románticos. años. El sujeto está siempre fuera de sí, descentrado, y en
el movimiento de retorno hacia sí mismo, al alcanzar la
igualdad consigo mismo -a la que solo llega provisional
¿ CÓMO SE HACE SUJETO UN CUERPO VNO mente, frágilmente- se va logrando como sujeto. Que el
Y DESEANTE? sujeto tenga esa tarea siempre por delante, que siempre
esté en ella (o fracasando en ella, o abocado a la siguiente
Hegel también había pasado por eso, pero vio que la tarea tarea) lo formula Hegel diciendo que la autoconciencia es
de la subjetividad no se cumplía tan rápidamente: o solo se "deseo sin más". Ello significa que uno no descansa en sí
podía cumplir así para deshacerse enseguida, como un mismo, sino que siempre está fuera de sí, volcado en
terrón seco de arena entre los dedos. La ruptura moderna aquello cuya falta le hiere. Es ahí, en el trabajo de tener
que cerrar el espacio entre lo que es y lo que desea, donde
se ve referido a sí mismo y se le revela su sí mismidad, la
había puesto al desnudo la certeza de sí, como el giro co
pernicano de la filosofía kantiana había mostrado que el
conocimiento del mundo -sentirlo. percibirlo, entender miidad ineludible de su yo: igual al niño que reclama el
lo con categorías y leyes- exigía una conciencia de sí: un pecho de la madre o al profesor universitario que suspira
sujeto que sabe de sí mismo. Pero "saber de sí" no es toda por una cátedra.
vía "saberse a sí", y la certeza que cada uno tiene de sí -sin Esto es: el deseo individualiza, o es el comienzo de la �
individualización. En primer lugar, porque el deseo parte
siempre de un cuerpo vivo; y Hegel recalca que la autocon
la cual no podría decir "yo"-, esa mera certeza subjetiva,
particular, parcial, tiene que hacerse verdad. Saberse
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es distinta de ella, de su pura naturalidad. En segundo autoengendrar se, con tal insistencia que para él, para la
lugar, el deseo de un individuo consiste· en que su satisfac fuerza con que hiere en el sujeto, es indiferente si se trata
ción no se realiza de manera indiscriminada, sino que lo de la carencia radical de un ser viviente, de caprichos
que distingue a un individuo como tal son sus criterios y superfluos o de vanidades del amor propio. De nuevo, el
preferencias para satisfacer su deseo. Si un niño es más niño de pecho y el aspirante a cátedra están sometidos al
individuo, tiene más certeza de sí, o más perspectiva de mismo imperio del deseo; aunque desde fuera sepamos
primera persona que un león es porque no se le puede valorarlo de distinta manera, o ellos mismos aprendan a
satisfacer dándole sopa cuando pide un helado, mientras hacerlo en su conciencia.
que al león hambriento cualquier carne le vale. El gato Ahora bien, además de esa labor infinita, de cuyas
doméstico, ciertamente, es más exigente que el león; y consecuencias nos haremos cargo más adelante, lo com-
algunos dirán que no mucho menos que el niño. Sobre la plicado para el niño y el académico, dice Hegel, se halla en
subjetividad propia de los animales, y lo que les corres que la satisfacción de su deseo no pueden realizarla solos.
ponde por ello, habremos de volver en el último capítulo. No porque requieran la colaboración externa de otro, lo
En todo caso, son las preferencias, los criterios de cada cual, en el fondo, es prescindible para muchos deseos
uno para modelar su deseo, los que definen al individuo, elementales que pueden cumplirse con una máquina que
como bien saben los publicistas que se declaran especia uno maneje. La razón es más honda, y les deja más a la
listas en él para venderles lo que sea. Nuestra relación con intemperie que la simple carencia material. En cuanto
el mundo es normativa; en virtud de ella, queremos unas sujetos, ellos ponen sus propias normas para modelar su
cosas y otras no, y veremos enseguida que esa relación deseo y evaluar su satisfacción: son los sujetos que son
normativa -que surge, no se olvide, dice Hegel, del que porque tienen esas normas. Ahora bien, ¿quién puede
rer, del deseo, de nuestra condición de vivientes- coinci tener unas normas para él solo? ¿Unas normas privadas?
de en su origen con la autorreferencia de nuestra subjeti Wittgenstein argumentó la imposibilidad de los lengua
vidad, con la certeza de nosotros mismos. Por eso, la jes privados: no se puede tener un lenguaje cuyas reglas
perspectiva de primera persona no es una mera autocon fueran exclusivamente para uno mismo, incomprensi
templación, sino que se da en el modo como ejecutamos bles e inaccesibles para otro, igual que el juego del soli
nuestras preferencias normativas al interactuar con el tario, por muy a solas que se juegue, no existe si las reglas
mundo. La sí mismidad del sujeto es pragmática, viene no son reconocibles para otro que no juegue. Hegel, en el
directamente con su acción. pasaje de dialéctica de la autoconciencia, anticipa el ar
Desde luego, esto no significa que las exigencias del gumento de una manera mucho más dramática. Cierta-
deseo se vayan cuadrando con la satisfacción según las mente, él no habla de lenguajes privados, aunque sí de la
normas propias y el sujeto se vaya así realizando, o igua imposibilidad de ser puramente privado, y ahí estaba su
lando consigo mismo, de manera continuada. La tarea del sarcasmo para con los románticos. Pero sí vino a mostrar
sujeto es infinita, y siempre provisional. La dinámica de la que no es posible ser un ser normativo -y por tanto,
vida hace que el deseo se abra en el sujeto con más fuerza tener una subjetividad propia, ser uno mismo- si no hay 1/
que todas sus vías de cumplimiento, que no cese de otros que lo reconozcan a uno como tal: no porque h
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reconozcan sus normas y preferencias -lo habitual, de interiormente y le sitúan más allá de sí mismo. Frente al
hecho, es que no las compartan-, sino porque lo reco animal, que no ejerce sobre su deseo más control que el
nozcan como alguien que posee normas, que prefiere de la satisfacción inmediata (y por eso, el hambre saciada
unas cosas y renuncia a otras en virtud de los criterios le permite estar centrado en sí mismo), la conciencia
que él mismo tiene. La fórmula hegeliana con que esto se
racional está escindida por su deseo y por las normas que
expresaba es la siguiente: una autoconciencia solo lo es determinan su posible satisfacción: la saciedad del ape
--7 libertad. Desear el deseo del otro -como tantas veces se ha autoridad sobre sí mismos, y dependientes unos de otros
para tenerla. ¿Qué clase de comunidad es esa? ¿Es solo
I'
repetido en la fórmula lacaniana- es una mala forma de
luchar por el reconocimiento. Se trata, más bien, de desear una comunidad política, o algo más? ¿ Qué clase de seres la
La Libertad del otro para que, desde eLLa, me reconozca mi propia componen? ¿Llega el vínculo de solidaridad entre seres
Libertad. Esperar, más aún, estar a expensas del reconoci que se reconocen recíprocamente -y son sujetos porque
miento de otro es ya reconocerle a él. en cuanto que es se reconocen - a ocupar completamente la subjetividad
quien me otorga reconocimiento. El reconocimiento, así, de cada uno? Su condición corporal, y por lo tanto, deseante
es recíproco, y la reciprocidad del reconocimiento es, a la y también sexuada: ¿ cómo afecta a ese reconocimiento? El
vez, la reciprocidad de la libertad. esquema que hemos trazado de unos seres otorgándose
En cierto modo, con esto queda respondida del mutuamente el reconocimiento de su condición normati
modo más contundente y completo la pregunta por la va -y con ello, de su libre subjetividad- articula muy bien
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una comunidad emancipada de individuos libres e iguales, no existe sin otro que la reconozca, que le reconozca su
como no podía ser menos en un Hegel siempre fiel al pro autonomía, su capacidad para regirse según sus propias
yecto de la revolución. Pero también, en un primer nivel, normas. La autonomía del sujeto, por la que él es verdade
al menos, ese esquema encaja en una sociedad desigual en ramente él, resulta ser, en verdad, heterónoma, no se funda
la que los dominadores les reconocen a los dominados su nunca en sí misma. Semejante autofundación es la ilusión
libertad subjetiva para reconocerse como siervos tras una egocéntrica que resulta de convertir la perspectiva de la
triste derrota, y nada más. Después de todo, la propia primera persona en una lente especular. Pero lo cierto es
narración de Hegel continúa con la dialéctica del amo y el que, aunque mis normas pueden ser autónomas, y mi
esclavo. En verdad, no hemos especificado qué es lo que se deseo es mío y solo mío, sin otro que me reconozca como
reconoce en el reconocimiento. ¿Se trata del logro subje poseedor de esas normas, con mi autoridad sobre ellas, yo
tivo por el que uno se desata de la vida orgánica para alcan no soy nadie, ni mis normas son. Toda autonomía subjetiva -€
zar su individualidad más propia por la autoridad sobre sí es heterónoma, y el sí mismo es sí, puede llegar a serse un
mismo (lo que sería lo máximo)? ¿O es solo la mera sí, por otro que sí. Pero este primer resultado, entonces,
humanidad, la capacidad racional de poder regirse por nos conduce a mirar al tejido en que, por un entramado de
normas, aunque se fracase en el lo (lo que sería, por así reconocimientos, los sí mismos se vinculan y se realizan
decirlo, el respeto mínimo, históricamente variable, que como sujetos. En la tradición del lenguaje político hege-
se debe a todo ser humano)? ¿O se trata de la mera condi liano, ese tejido tiene un nombre: "eticidad"
ción viviente, corporal de aquel al que se reconoce, inclu
so si no se eleva hasta hacerse consciente de sus normas?
¿Y hasta dónde llegan los límites de lo viviente: el cuerpo
en coma, el "musulmán" del campo de concentración, el
animal doméstico, cualquier animal?
En los capítulos sucesivos, trataré de contestar orde
nadamente a las preguntas que aquí se agolpan. Creo que
el intento de responder nos llevará más allá del esquema
de una comunidad de sí mismos fundada simétricamente
en subjetividades libres que se reconocen entre sí. Tam
poco es de extrañar: ese esquema estaba en el proyecto de
la libertad moderna que Hegel se esforzaba por pensar;
pero las experiencias y preguntas de nuestro mundo desde
entonces nos han enseñado a reordenado y reconocer los
flecos de su complejidad.
En todo caso, el reconocimiento ha arrojado un pri
mer resultado bastante claro: el sí mismo, la perspectiva
de la pri mera persona, a pesar de toda su irreductibilidad,
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CAPITULO 3 .
ETICIDAD
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de lo público. Todavía hoy, ese mundo privado de afectos y afectividad, en ese espacio de la vida ordinaria que parape
-) bienestar -o wellness, como se dice ahora en tantas len taba de lo público, se ha acabado exclamando "The personal
l guas- aparece en la publicidad como la imagen prometida is polítical". Quiéralo o no, el si.tjeto se ve arrojado a las tres
1 de la felicidad individual: sentado en casa junto al fuego o esferas de la eticidad, en ellas va saliendo de síy encontrán
al volante de una berlina, para los clientes maduros, de dose con los otros. Pero las estructuras intersuhjetivas de la
� fiesta y baile con los amigos para los más jóvenes. Tal vez eticidad están forjadas con los materiales más diversos, y
por eso, la frustración de la explotación económica -y la complican la mera distinción público-pri vado que tan
intensidad de la crisis, con ella- se mide solo por cómo enrevesadamente se ha ido manteniendo en el mundo
-9 afecte a esa concepción de la vida ordinaria: e l tiempo que moderno. Por eso, no se trata de esferas concéntricas, la del
dejará para la familia y los amigos, el dinero que dará para Estado conteniendo exteriormente a las otras dos, sino de
adquirir bienes de consumo con que amueblar esa vida. El espacios distintos de universalización que se cruzan con
poder político piensa que la prueba de su eficacia y la flictivamente.
garantía de su continuidad residen en el nivel de satisfac Está, por de pronto, la forma en que esas estructuras
ción de los sujetos con esa vida ordinaria, que cree inden se plasman institucionalmente . La combinación de senti
tificar con su mundo afecti vo. Como si solo en él encon mentalismo y homo oeconomicus produjo la fami lia nuclear
traran los sujetos su plena realización. moderna, que Hegel colocó en un primer nivel de etici
No la encuentran, ni podrían encontrarla. El deseo dad, como la institución que aseguraba la reproducción
que arranca a los sujetos de su particularidad y les destina -o, si se quiere, el acogimiento de nuevos sujetos libres
"a conducir su vida de manera universal" les hace también en el mundo- y la transmisión del patrimonio. El amor
vivir sus afectos de una manera que no sea meramente sexual, al fin y al cabo, era para él la forma más alta de
privada. No porque se haya de ser un político volcado a lo reconocimiento mutuo -donde dos seres son uno mante
público las veinticuatro horas del día -lo cual, cuando niendo su diferencia-, y el matrimonio burgués venía a
ocurre, tiene siempre unas motivaciones que se pueden darle una consistencia social. Desde luego, aun sin ser un
rastrear en la biografía individual, en los deseosy las heri romántico rebelde, cabe preguntar hasta qué punto los
das particulares del sujeto. Pero el modo en que cada cual afectos -eso que parece ser el punto nodal del individuo
practique y oriente su sexualidad, en que comparta el se dejan regular jurídicamente, con vertirse en institu
tiempo con amigos y seres queridos, en que disfrute del ción. Durante la mayor parte de la historia, el amor ha
arte, reciba la memoria del pasado, viva su relación con la existido aparte del matrimonio. Está, también, la amistad,
naturaleza, extienda su afectividad a personas o animales que Hegel considera como una forma suprema de recono
muy lejanas de su círculo privadoy, sobre todo, el modo en cimiento mutuo: puede que sea una especie de institución
que conjugue su patrimonio con sus relaciones afectivas: social, dado que tiene sus ritosy convenciones, que varían
todo eso, que sin duda forma parte de la esfera afectiva e con las culturas; pero no se concibe una regulación jurídi
impulsa su deseo, está determinado por vectores sociales ca de ella. A poco que se considere el mundo de los afectos
y políticos en una medida que nunca se pueden calibrar -incluyendo en él lo que alternativamente se llama n las
suficientemente. Justo a propósito del cuerpo y de la pasiones, los sentimientos, las emociones-, se despliega
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ante los ojos un océano de actitudes subjetivas que son le deshace al propio Hegel ese esquema. El ámbito priva
formas esenciales de reconocimiento y realizació n indi do, tal como le es entregado a la mujer para que lo admi
vidual, que hacen saltar los límites de lo privado y a las nistre, corresp onde a una ley que también puede ser
que lo público solo puede recoger y ordenar de una pública y entrar en conflicto con el poder político, una vez
manera limitada. La caridad y la compasió n por el dolor que un individuo es lo bastante consciente de sí como para
ajeno -también por seres "personalmente" muy lejanos hacer valer públicamente esa ley de lo privado -en el caso
sublevan al individuo contra el orden económico, o recla de Antígona y la obligació n de piedad para con el herma -
man transformaciones institucionales tan radicales que no muerto- desafiando la ley general. Hay innumerables
supondrían un cataclismo para el orden político vigente, y interpretaciones de la tragedia, pero a cualquiera de ellas
para la actual existencia material de ese individuo. El -si descartamos la másmostrenca de un interés particular
11
resentimiento de una víctima, o de sus al legados, convier femenino frente a un interés general representado por
te una emoción individual en un inflexible argumento Creonte- le subyace el fenómeno de que la perspectiva
político. La desafección, las formas negativas de afectivi particular, particularista, si se quiere, como mujer y como
dad, como el racismo, la xenofobia, el sectarismo, siendo hermana, de Antígona, requiere formar parte de la discu
de origen individual, atraviesan destructivamente la con- sión pública y la determina: de hecho, Antígona se niega a
¡ vivencia política. Algunos de estos ejemplos son más enterrar al hermano en secreto, y ya por eso no lo entierra
r
"juridizables" que otros -el último, quizá, por la vía de la solo como hermana, sino también como ciudadana. Ella,
sanción-; pero en su conjunto muestran que la esfera de en definitiva, exige ver reconocida públicamente su nor
lo afectivo, esencial en la constitución de los sujetos, de los matividad femenina según la concepción griega -la que
sí mismos, reclama lo público tanto como entra en con entierra a los hermanos muertos siguiendo la ley divina-,
flicto con ello y lo remueve. y al hacerlo interviene política.mente en la cosa pública,
introduce la particularidad en lo general. Sería muy
impreciso decir que actúa "por motivos personales", como
DESAJUSTES DEL SUJETO Y LO PÚBLICO. diríamos hoy. Y también sería anacrónico preguntarse si
EL CONFLICTO DE LA ETICIDAD Antígona actúa por piedad hacia su hermano o por deber y
respeto hacia una ley religiosa. Pero si esta tragedia ha
En ningún sitio se entiende ese conflicto de una manera podido ser fuente de tanto pensamiento feminista es p or
tan compleja e inmediata como en las cuestiones relativas que en ella se hace patente cómo la experiencia particular,
al género. El esquema tradicional, que el propio Hegel y la normatividad en la que se singulariza un deseo subje
reconstruye. relegaba a las mujeres al ámbito de lo privado tivo, sale de la particularidad y determina lo general.
-la casa, el cuerpo, el cuidado, los sentimientos- y lanza Es decir, lo que se juega en la eticidad son las formas
ba a los hombres al espacio de lo público, de la lucha polí de universalizació n del sujeto, las formas en que los sí
tica y económica. Las mujeres particulares y los hombres mismos salen de sí al encuentro con otro y se realizan. Es
universales. La delicadeza de las cosas pequeñas y la gran un juego tan enrevesado para el sí mismo individual como
deza de la Ciencia, el Arte. Pero ya la tragedia de Antígona para la comunidad política.
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Respecto a lo último, bien sabemos, por la degenera antropológicas de-ese mal, y su solución. El sujeto necesi
ción del nivel de debate en nuestras democracias, que es ta manifestarse, exponerse para encontrar el reconoci
imprescindible mantener una sana distinción entre lo miento de los otros, sin el cual no es nada; pero no puede
público y lo privado. A toda costa, la política, si ha de ser exponerse a la luz sin descubrir la incongruencia entre el
trágica, no debería ser una tragedia de familia, como sí lo sentimiento de sí y el juego público de los reconocimien -
era en el mundo griego o en los conflictos dinásticos. tos ajenos, repleto de distorsiones. Le resulta imposible
Tampoco la tiranía de la intimidad debería haberse adue aceptar que el mundo ético donde se hace ese juego tiene
ñado del espacio público del modo tan masivo que lo ha que establecer distancias como medida de higiene. El
hecho, y que Richard Sennet ha analizado. Tenemos la contacto inmediato entre corazones, de inmediatez a
convicción casi completa de que esa tiranía arruina nues inmediatez, sería insoportable para estos, y destructivo
tra vida democrática y mutila la realización de sujetos para el lazo social. Una sí mismidad que no aceptase eso se
libres y reconocidos. Pero era inevitable verse confronta - desharía en la locura, salvo que se agarrase a una autoex
do a ese peligro, toda vez que esos individuos que se reali hibición patética como la de Rousseau. El mundo ético
zan como ciudadanos y sujetos libres reconocidos en la exige las máscaras, a veces, y una cierta distancia, siem
comunidad política, aunque participen en ella con razo pre, a fin de salvar el vínculo social. Crea una red de ritua
nes, lo hacen desde la particularidad de su cuerpo desean - les y ceremonias, de vestidos y de reglas de aparición:
te y desde su afectividad. Quizá no era inevitable sucumbir constriñen al sujeto, pero le permiten también individua
al peligro, pero puede que el mundo moderno se deslizara lizarse. Por muy sincero que se pretenda, el sí mismo tiene
hacia él por no ser consciente de hasta qué punto lo perso que aprender que el personaje, o los personajes, que
nal es político. Justamente esto último, no el imperio de la representa en el teatro de la vida social forman parte de su
intimidad, es lo que ponía sobre la mesa el pensamiento piel como una segunda naturaleza: desatarse de la inme
de género, pero también un movimiento obrero que, en diatez de la vida orgánica requiere también adaptarse a un
sus inicios, era muy consciente de su experiencia -una papel hasta hacerlo propio, respetar el malentendido y
experiencia corporal- en el trabajo. aceptar que la incongruencia entre el sentimiento de sí
Para cada sí mismo individual, el juego es igualmente y las palabras e imágenes de los otros forma parte también
enrevesado. Rousseau, el primer pensador de la subjeti de la propia subjetividad.
vidad contemporánea, lo hizo ver de manera tan patética Este enrevesamiento de lo particular y lo general,
como verdadera. Cualquier movimiento, cualquier gesto �
entonces, es la tarea que constantemente se le impone al
en el espacio de lo público pervierte y desfigura la auten sujeto que trata de realizarse, de darle contenido al bucle
ticidad del mundo íntimo. Cualquier experiencia de lo de su perspectiva de primera persona; es, a la vez, la tarea
más propio de uno mismo, una vez traspuesta al mundo de la política para crear un lazo social donde esos sujetos
público, resulta cuando menos en un malentendido, si es puedan acontecer libremente sin ahogarse entre ellos.
que no en una tergiversación. Helmut Plessner, advir Ninguna de las dos tareas es realizable sin herir al sujeto y
tiendo agudamente las derivas totalitarias que anidan en sin hacer patente que la política es inacabable y siempre
el paroxismo de la comunidad, descubría las raíces
queda abierta.
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Para el sujeto individual, la eticidad no es el lugar del EXCURSO: ESTUPIDEZ
reconocimiento donde alcanzase la felicidad de la plena
identidad consigo mismo, sino un trabajo donde experi
menta los límites a la satisfacción de su deseo, asume la
herida de su particularidad y hace de ella su propia subje
tividad en el encuentro afectivo con los otros. Sin duda,
ese trabajo requiere algunas dosis de ironía, de capacidad
de disociación, de aceptación del fracaso y de aprender
que lo común es tan propio de uno como la propia soledad.
No parece que el narcisismo infantilizado, balanceándose
entre el consumo hedonista y la reivindicación identitaria
con que los sujetos se desempeñan en las sociedades
afluentes de hoy, sea capaz de realizar ese trabajo.
Para la política, o para el mundo de lo común, la etici
dad es un trabajo de hacer y rehacer espacios de recono
cimiento, teniendo en cuenta que estos son espacios de in EL FRACASO SUBJETIVO
clusión y exclusión, de conjugar lo común aceptado por un
grupo de sujetos vinculados entre sí con lo particular, dife Si el sujeto es un logro a alcanzar, si la subjetividad es un
rente o irreductible. Teniendo en cuenta, también, que esa trabajo de uno mismo con el propio deseo y con su depen
conjugación no se realiza sin conflicto. La esfera afectiva de dencia de los otros, parece lógico buscar los baremos para
la eticidad hegeliana se construía con el marido burgués determinar el éxito o el fracaso de esa tarea. ¿ Quién podría
heterosexual. Hoy día, reconoce casi sin problemas la pa definir, sin embargo, una subjetividad lograda? Podemos
reja homosexual; y cabe suponer que llegará a reconocer pensar en una vida plena, felizmente realizada en el traba-
otras muchas formas de vinculación sexual y afectiva entre jo y en los afectos, con el reconocimiento de los otros y una
los sujetos, conforme las reivindicaciones del movimiento madura conciencia de sí misma, con heridas y pérdidas
LGTB, por ejemplo, se hagan más patentes. En cambio, profundas, pero con los duelos correspondientes realiza
parece que requiere un esfuerzo mucho más intenso para dos. O podemos pensar en momentos puntuales de pleni
hacerse cargo de otras formas de vida que, en toda su preca- tud subjetiva, momentos en los que el individuo se hace
riedad, permanecen excluidas, pero que no dejan de plan- cargo de sí mismo, con plena conciencia, en una decisión,
tear la reivindicación de su subjetividad. en la responsabilidad que asume por una acción, quizá por
El trabajo del sujeto individual con su fracaso y su sole una falta, en el duelo con que elabora una pérdida grave,
dad cuando se realiza y reconoce dentro del mundo ético nos en la fuerza con que asume un destino o una fatalidad,
ocupará los dos capítulos siguientes. Los problemas que se le como el héroe trágico. Podemos pensar todo eso; pero,
plantean a lo común, y con ello, más directamente, al encuen aun así, la razón se resiste a diseñar un arquetipo de suje
tro entre los sujetos, serán la materia de los dos últimos. �o logrado. Por un lado, nunca sabemos lo que hierve en el
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fondo de un sujeto. Por otro lado, en ú ltima instancia, solo el reconocimiento, pueden catalogarse bajo la rúbrica de
cada sujeto tiene la autoridad sobre sí mismo para juzgar, algo tan indefinible como la estupidez.
en algún momento, si " lo ha logrado" o no -aunque, como Solo la' maldad, o la crueldad, si se quiere, en tanto
hemos visto, nunca es autónomo para lograrlo-; y a pesar que es una maldad aplicada compulsivamente a otros,
de la constancia con que las dentaduras resplandecientes podría ser algo distinto a la estupidez, y. por lo tanto, otro
aparecen en las imágenes publicitarias de la felicidad, las género de fracaso del sujeto. Es posible, además, que
formas de realización sub jetiva son tan variadas como los muchos episodios de ma ldad se den como correlato a la
sujetos mismos, y cada uno de ellos es un acontecimien falta de reconocimiento que señalábamos más arriba. Eso
to único. seria un asunto de fi losofía moral en el que este libro no va
En cambio, y contra lo que pudiera pensarse a partir a entrar. Pero es razón bastante para que lo que sigue no
de lo anterior, la forma del fracaso es casi única. Desde pretenda ser un capítulo propiamente dicho, sino solo un
luego, hay mú ltiples posibilidades de que el sujeto naufra excurso exploratorio sobre la estupidez como forma genui
gue en su tarea. Puede ser por razones ajenas a él mismo, na de fracaso su bjetivo.
como la frustración del deseo, la mala fortuna, la des
gracia, la falta de reconocimiento; o por causas endóge
nas, como la cobardía ante uno mismo o ante los otros, el ALGO TAN INDEFINIBLE . . .
autoengaño continuo, la vanidad desorbitada, la ceguera
frente los otros, la maldad pura y simple, la crueldad. . . Las Sobre la estupidez n o s e ha escrito ningún tratado fi losó
primeras, sin embargo. aunque pueden anu lar la felicidad fico, y sí bastantes ensayos más o menos agudos en los que
de un individuo, no pueden impedirle la dignidad con la el autor empieza expresando la incomodidad de que al
que asume su destino y, con ello, un grado de autoridad guien pueda creer que él no se cree estúpido. Ya esto nos
sobre sí mismo que implica siempre un alto grado de da idea de que el fenómeno de la estupidez es, por un lado
autorrealización. Solo la falta de reconocimiento, cuando indefinible, y por otro, se adhiere de manera inevitable a
se aplica a seres excluidos de antemano del mundo de la la condición del sujeto mismo. Veremos que eso lleva
eticidad -parias sociales o étnicos, ciertas formas de implicada una paradoja que es, a la vez, la paradoja de la
enfermedad, ciertas formas de vida orgánica- y se les subjetividad, del sí mismo como nadie.
impide por ello un desarrollo mínimo de su subjetividad, Seguramente, es indefinible porque no constituye un
significa un fracaso real del sujeto por causas e xternas. En objeto como tal. Va más bien ligada a situaciones y contex
los capítulos cinco y seis abordaremos ese déficit de reco tos. Hay situaciones estúpidas, pero no situaciones inteli
nocimiento, y veremos que es un fracaso que afecta igual gentes. No es lo contrario de la inteligencia, y se puede ser
mente a los sujetos que lo den iegan y que caen, por ello, estú pido aun teniendo una elevada potencia mental;
entre los malogrados por causas endógenas. En este excur incluso, " pasarse de listo", como decimos en castellano, es
so vamos a ver que esas causas endógenas, que tienen que una de las formas más eficaces de hacer el tonto. Como de
ver con la incapacidad para despegarse de la inmediatez de cía Robert Musil, es estúpido hacer gala de inteligencia,
sí mismo, con el primer movimiento que vimos que e xigía pero tampoco es inteligente ganarse fama de estúpido. La
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inteligencia, más que lo contrario de la estupidez, tiene hermosas acacias que bordean el paseo, y un habitante local
que ver con una capacidad para tratar con la propia estu -
dice: "O sea, que usted también sabe que el sinvergüenza del
pidez innata de uno, en la que siempre se puede caer; y alcalde las va a talar" Hay algo de estúpido en suponer que
la estupidez va ligada al trato con nosotros mismos y al el visitante pasajero está al tanto de las trifulcas del pueblo.
trato con los otros. Reconocer la propia estupidez y li No lo habría si la misma observación se hiciese sobre los
mitación, es, como en la docta ignorantia socrática, el árboles de una avenida central en una gran ciudad. En el
primer paso hacia la inteligencia: forma parte de la rela segundo caso, se puede suponer un conocimiento general;
ción consigo mismo. en el primero, no, y el pueblerino lo asimila al conocimien
Pero la estupidez la predicamos ante todo de otras to que él particularmente tiene.
personas: no hay que olvidar que "estúpido", en primera En una excursión por el campo, a alguien le cae una
instancia, es un insulto, que no es tanto la descripción de piedra en la cabeza y queda herido. Unos acompañantes
otra persona cuanto la exclamación que se profiere ante llaman a los primeros auxilios. El amigo minerálogo del
una actuación de otro que nos desespera y nos descoloca. accidentado, verdadero idiota especializado, se pone a
Hay siempre algo de irracionalidad y de desconcierto en la disertar sobre la extraordinaria calidad del granito que ha
exclamación, en el que la hace y en el que la recibe. La pura golpeado a su amigo. No es capaz de reconocer la situación
racionalidad no grita " ¡ Estúpido!", sino que describe y y su gravedad; solo puede mirar a través del prisma cientí
caracteriza neutralmente al otro. Cuando esa descripción fico con el que él define su subjetividad.
falla, por lo inexplicable y opaco de una actuación, por el Una familia con niños espera a embarcar en el aero
estupor que produce, recurrimos al insulto "estúpido" puerto; va de vacaciones a casa del abuelo. Conforme se
que, al fin y al cabo, podemos decírselo a cualquiera; no así llena la sala de viajeros, el niño pequeño pregunta asusta
"mafioso", "ladrón", o cualquier otro descalificativo más do: "Pero ¿dónde se va a meter toda esa gente en casa del
específico, que concreta una visión del otro. En cambio, el abuelo?"; los hermanos mayores, por supuesto, se abalan
recurso al insulto "estúpido" dice tanto del otro como de zan sobre él: "Pero, qué tonto eres" En su candor infantil,
nuestro propio desconcierto, y la mezcla de representa ha creído que todos iban donde iba él; su propio yo es
ciones, sentimientos e intenciones que solo puede expre todavía el único punto de vista posible.
sarse así, denotando ya el fracaso de la mediación inter No es, propiamente, un asunto del egoísmo que mira
subjetiva. por el interés particular y quiere llevar a los otros hacia
él. Los tres casos son seres limitados, de mente estre
cha, porque no son capaces de imaginar que el mundo se
. . . QUE SE DEFINE ASÍ: UN YO DE RADIO CERO pueda concebir de otra manera que como ellos lo conci
ben: el niño no se imagina que alguien pueda tomar el
Si hubiera qu e dar una definición de estupidez, podría avión para ir a un sitio diferente al suyo, el parroquiano
ser esta: la incapacidad para despegarse del propio punto de no se imagina que haya otras cosas en el mundo que sus
vista, para ver las cosas de otro modo que a través del prisma discusiones de aldea, ni el idiota especialista que haya algo
del propio yo. Atravesando un pueblecito, alabamos las grave aparte de su interés científico. Cuando el punto de
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vista se reduce, uno se va haciendo más estúpido, hasta Por eso, al niño, en su candor infantil, todavía se le
que llegamos "a un punto en el que el radio de las ideas perdona la tontería que dice, e incluso puede hacer gracia
coincide con el centro, en que no es posible pensar ya -aunque suscite, cómo no, la crueldad de los hermanos
una limitación mayor, volverse todavía más estúpido". Y mayores-. En el aldeano, al que se le supone poco mundo,
la absoluta coincidencia de uno mismo con su propio resulta comprensible, pero ya es hasta cierto punto con
punto de vista, el propio yo convertido en el punto central denable. En el científico, esa falta de juicio puede ser per
de un círculo de radio cero es la estupidez. Así lo define donable, e incluso admirable, cuando se trata de un genio:
Eduard Erdmann, de quien tomamos los ejemplos. Por pero en el caso que hemos puesto, que es el más común, la
cierto, esa concentración absoluta en el propio punto de estupidez es exasperante.
vista privado es lo que los griegos llamaban un "idiota". Así, todos nacemos más o menos tontos; la vida va
limando la tosquedad inicial, y del niño puede salir un
hombre de mundo. El sujeto se va haciendo reflexivo,
SUBJETIVACIÓN COMO DESESTUPIDIZACIÓN adquiere una sensibilidad para asuntos ajenos, una capa
cidad de adoptar perspectivas generales con las que, pre
Resulta, entonces, que deshacerse de la propia estupidez cisamente, poder tener y reconocer normas de conducta, y
equivale a aumentar los puntos de vista posibles desde los se integra en estructuras intersubjetivas que presuponen
que mirar, a ir adquiriendo la capacidad para ver las cosas que se interactúe considerando las posiciones ajenas.
desde el punto de vista de otro y abandonar, siquiera sea Desde luego, no es un proceso definitivo. Siempre quedan
mentalmente, siquiera sea por un momento, el propio. No restos de una estupidez originaria, y uno nunca deja de
en vano, eso es lo que Kant denominaba la "facultad de juz hacer tonterías cuando menos lo espera. Está, finalmente,
gar" o, en un castellano más inmediato, el discernimiento: la mayor de las estupideces: considerar inaceptables las
cuando uno se aparta de las propias condiciones privadas y estupideces de otros. Entonces uno se vuelve cruel -como
subjetivas del juicio y reflexiona a partir de un punto de vista los hermanos mayores con el pequeño-; pero justo los
universal, que solo puede determinar al ponerse en el punto adultos, que se sonríen con el pequeño, son también tole
de vista de otros. Como ya vimos en el capítulo anterior, ese rantes con esa crueldad adolescente. Al final, la aceptación
proceso por el que se universaliza el punto de vista, no solo de la propia estupidez, de la que resulta una tolerancia
científico, sino también mundano y práctico, es lo que en la benevolente hacia la estupidez ajena, puede ser el grado
tradición clásica se llamaba formación y educación. En rea- más alto de inteligencia.
lidad, según esta definición, el sujeto, conforme va supe
rando un proceso de experiencias de extrañamiento,
abandona su lugar inicial, primitivo y provinciano, unila UNA BANALIDAD TERRIBLE
teral, adquiere la capacidad para mirar desde el punto de
vista de otros; pero de tal modo que esa capacidad sea suya, Vemos, pues, que el proceso de formación subjetiva es un
y la realice a su manera: adquiere con esa formación una proceso de desestupidización; que hay un proceso de
subjetividad propia. generalización de los puntos de vista en los que se tejen las
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redes de interacción entre los sujet os; y que siempre se no afecta a su intelecto ( pues hay muchos inteligentes
e stá abierto a la contingencia del fracaso: mete duras de estúpidos), sino a su humanidad. Por eso, uno está inde
pata que a veces son descomunales fracasos subjetivos. fenso frent'e a ellos, pues no le dan crédito a los hechos en
Los fracasos pueden ser puntuales y un o se da cuenta de contradicció n con sus prejuicios personales y se sienten
que "ha hecho e l t onto", a veces con consecuencias gra siempre satisfechos consigo mismos. Sin sabe rni siquiera
ves. También puede haber fracasos colectivos, que resul de su propio fracaso.
tan e n formas degeneradas de eticidad, donde los sujetos,
aunque integrados entre sí, carecen de esa capacidad
reflexiva que les permitiría ver las cosas y a los hombres de LA PARADOJA DE LA ESTUPIDEZ
otro modo.
De hecho, la incapacidad para juzgar, para poder D esde luego, la autosatisfacción por haber multiplicado
pensar otras situaciones posibles desde otros puntos de los puntos de vista tampoco se escapa del fracaso subjeti
vista, para generar una guía de conducta cuando se han vo, y si bie n no cae la c rueldad de los ciudadanos estúpidos
disuelt o los patrones e stablecidos e s lo que Hannah del nazismo, sí puede ser exasperante, o risible. Es exas
Arendt le reprochaba a Adolf Eichmann al hablar de la perante el que presume de cosmopolita e ntre quienes no
"banalidad del mal" Más que depravado, era de una viajan o no hablan de sus viajes; y es risible el que se pasa
inconsciencia completa, " una curiosa y absolutamente de listo. Es este un punto importante en el que conviene
auténtica incapacidad para pensar" . De ahí la superficiali reparar. ¿Por qué la contemplación de lo estúpido produ
dad, la adhesión a lo convencional, a los clichés y la frase ce cierto placer estético?
hecha, que caracterizaba a Eichmann y a tantos otros en Seguramente, no es la crueldad, ni tampoco la alegría
otras sociedades. La incapacidad para disociarse del pro -salvo en el caso del niño- por ver la ingenuidad primiti
pio yo, apartarse de su sí mismo y desarrollar por eso u na va, la frescura del origen. Puede que esa alegría estética
mirada crítica sobre la situación: esa era la estupidez de llegue, como sugiere Erdmann, por lo que tiene la estupi
Eichmann y, en general, del hombre gris, mera marioneta dez de algo único, inimitable, de absoluta individualidad.
e n los engranajes de la convenció n social. De él podemos Llamamos estúpido a aquel cuyo cosmorama, cuyo hori
decir que se ha malogrado como sujeto, e n el sentido que zonte, tiene un diámetro cero, y subsume todas las cosas
hemos inte ntado explicar durante los dos capítu los ante bajo el punto de vi sta único de su propio yo. En su tosque
riores que se hace un sujeto. dad, es original: lo que tenemos con él es el placer que
El nazismo es la prueba de que ese malogro puede proporciona todo lo individual y ú nico. Cada uno es tonto
tener las consecuencias más terribles, y que la estupidez � su manera, y eso siempre es un pequeño espectáculo.
tiene algo que ver con la c rueldad. Dietrich Bonheoffer, el Opticamente, pocas cosas amplían nuestro horizonte
teólogo asesinado por los nazis, solo podía definir como visual mejor que mirar dentro de un agujero verdadera
estúpidos a sus compatriotas, e ntregados ciega, acrítica mente estrecho. O, también, pasar por un punto de vista
mente, a Hitler. Y el problema de los estúpidos, diagnos único, irrepetible: aquel que no puede abstraerse en una
ticaba tras diez años de dictadura nazi, es que su defecto reflexión. Y eso es lo que experimentamos en otro, de
70
manera directa, al contemplar tipos originales, incapaces generales de juicio, atribuciones universales que preten
de adoptar la perspectiva ajena: topamos ahí con una indi den iluminarlo. Pero allí donde el otro solo nos ofrece su
vidualidad extrema que es la alteridad de otro. Por el con opacidad, donde se muestra incomprensible, es donde le
trario, aquel cuyo punto de vista somos capaces de proyec aceptamos como único e irrepetible.
tar de alguna manera en un juicio general, lo dejamos Hacia sí mismo, en primera persona, reflexivamente,
comprendido y anulado en su individualidad. En cambio, ese punto de radio cero es también el punto en el que nos
en la opacidad del otro, que calificamos como estupidez, reconocemos. En el error que siempre repetimos, en la
está también su irrepetibilidad, su condición de ser abso tontería que siempre hacemos, es donde nos vemos
lutamente único: el sí mismo, el sujeto que él es. Es donde muchas veces a nosotros mismos y nos lamentamos, al
vemos que él es "muy suyo". Es la opacidad, y el ser muy volver a caer: "Ese soy yo" Uno es capaz de reconocer su
suyo, que lo pueden hacer tanto cómico como exasperante. propia estupidez, aquello de lo que no puede despegarse, o
Tenemos así una suerte de "paradoja en la estupidez": la piedra en la que siempre tropieza, y entonces ha dado
por un lado, la estupidez disminuye al subjetivizarse el consigo mismo. Pero esto requiere un grado alto de auto
individuo, conforme este es capaz de aumentar los puntos rreflexividad.
de vista, de formarse. Desestupidización equivale a subje Por eso, lo contrario del punto de radio cero, el espa
tivización, y eso es un proceso formativo. Por otro lado, el cio de mayor amplitud, el que es capaz de recoger mayor
individuo puro e irrepetib le lo encontramos en el estúpi- número de puntos de vista, puede corresponder a nuestra
do absoluto, que no tiene más perspectiva que el irrepeti subjetividad madura, pero nunca puede borrar ese
ble propio yo. Podemos formular la paradoja de otro momento de la estupidez más propia. La adquisición de
modo: la estupidez se da en el sujeto anónimo y gris, que nuevos puntos de vista nos forma hacia fuera, nos permite
no tiene una capacidad de juzgar propia, y se da en el suje construir el sujeto que ofrecemos al mundo en el inter
to máximamente original, en el que es muy suyo. No se cambio intersubjetivo, y nos forma hacia dentro -en lo
trata de una contradicción irresoluble, sino que la parado que podemos dar cuenta de nosotros mismos-; pero solo
ja resulta de la forma doble de nuestra constitución subje lo hace recogiendo el nudo irreductible que es la propia
tiva, de nuestro ser sí mismo como nadie. Por un lado, la estupidez: en un lenguaje más clásico, solo en cuanto
subjetividad es un logro, aquello que cada uno alcanza somos conscientes de nuestra propia falibilidad.
según se va haciendo y formando, y es un logro propio; Ahora bien, la estupidez. que hemos visto primero
pero, a la vez, en ese trabajo de autoformación resulta ese como un insulto amab le, no deja de ser un recurso agrada
nudo irreductible que es la estupidez que cada uno es. ble para tratar la soledad del fracaso y la opacidad propia y
Está el punto de radio cero, que coincide con el propio ajena. Pero la realidad de estas se da fuera de ese recurso.
yo. Es un punto de máxima estupidez donde el yo ni Salgamos, pues, de este excurso.
siquiera se distingue de si mismo y no tiene conciencia de
sí. A la vez, es el de máxima opacidad del otro, el nudo en
el que nos encontramos con el sí mismo del otro sin
mediaciones ni interpretaciones, que son siempre formas
72,
CAPITUL0 4
SOLEDAD
SI EL RECONOCIMIENTO NO PUEDE
SER ABSTRACTO . . .
\
El paso a primer plano de la nuda vida, no obstante, abyectos, expulsados de las relaciones de reconocimiento
no es tanto una ruptura como la manifestación de algo que donde la vida biológica se asegura y cada vida individual
estaba siempre presente. Ya veíamos, con Hegel, que todo puede realizarse como sujeto. Expulsados de esas relacio
el proceso de reconocimiento en el que se forman los nes, sin embargo su presencia las condiciona. A la vez, se
sujetos parte de la vida, y nunca la abandona, aunque el sí muestra también que esa obsesión por asegurar la vida
mismo de la autoconciencia sea algo distinto de ella. En individual biológica, realizada con una medicalización com-
realidad, la posibilidad de un sujeto autoconsciente, libre, pleta de las relaciones sociales, se lleva a cabo a costa de
autónomo respecto a sus normas, y reconocido por ello cortar cada vez más el lazo comunitario que vincula a los
nacía solo de la vida misma, del impulso de autoconserva individuos y les permite su realización subjetiva. Es decir:
ción de la vida. En el mundo premoderno, la tradición, la muchos quedan fuera, y los que quedan dentro, no solo no
religión, la autoridad externa constituían una suerte de llegan a realizarse como sujetos, sino que parecen redu
caparazón simbólico de la experiencia humana; cuando, cirse a cuerpos autómatas inconscientes de sí, alienados,
en los albores de la modernidad, esas defensas, que eran más aislados que solos, más imagen y régimen corporal
una especie de envoltorio inmunitario, se derrumban y que verdadero sentimiento de si, extraviados en la vorági
dejan los sujetos al desnudo, la propia vida, para su auto ne de miedo, trabajo y consumo por la que el presente
conservación, genera nociones de orden, libertad o capitalista se autorreproduce a costa de ellos.
seguridad realizadas en el contrato social y en las formas En definitiva, el ingreso de la nuda vida en el mundo
de subjetividad autónoma individualizada que definen intersubjetiva no ha sido un accidente, ni el producto de
la modernidad. Con este argumento, Roberto Esposito una perversidad, sino que equivale a la modernidad y al
invierte el relato que habíamos seguido: no es que el complicado juego de relaciones donde los sujetos se cons
proceso moderno genere la biopolitica, desmintiéndose tituyen. Sujetos que son originariamente nuda vida, pero
flagrantemente a sí mismo; sino que es la vida misma, que ni saben articularla en su propia construcción subje
la que, desprovista de su envoltorio inmunitario, inventa la tiva, ni en su soledad ni su reconocimiento, ni saben cómo
modernidad y todo el lenguaje y el aparato de categorías integrarla en la construcción de sus relaciones intersubje
con las que asegurar la autoconservación de la vida. Por tivas. Hemos visto, al atender a ese proceso subjetivo e
eso, la biologización de la política, o la politización de la intersubjetiva, cómo la perspectiva de la primera persona
vida biológica, forma parte de la modernidad, de la polí se desplaza hacia la segunda, que adquiere el primado jus
tica, de sus sujetos. tamente a partir de la precariedad de la vida, de cuerpos
El nacionalsocialismo, con su obsesión por asegurar vulnerables desde los que se plantea la realización subje
un tipo único de vida, la supuesta raza aria, pone en mar tiva, la responsabilidad por sí mismo y por el otro.
cha una maquinaria de exterminio que convierte la biopo ¿ Cuál es, sin embargo, la relación con esa nuda vida,
lítica en tanatopolítica. Las democracias contemporáneas, esa materia viviente que puede o no subjetivarse, de cuya
cuyo objetivo explícito es asegurar la vida individual, cada subjetivación cada sí mismo es responsable? Tómese el
vida individual, parece que no son capaces de hacerlo sin caso del Holocausto. Los judíos, los gitanos, los discapaci
producir una cantidad ingente y variopinta de seres tados -los millones de Untermenschen, "vidas no dignas de
116
ser vividas" en expresión de los ideólogos nazis- que aba tanto pueda poner en cuestión el carácter único en la his
rrotan los campos de concentración son nuda vida a dis toria humana de la Shoa. Y esta última, desde luego, es
posición de sus guardianes arios, que pueden exterminar única en la' brutalidad con que un pueblo civilizado lleva
la como a "piojos", con fines inmunitarios, o utilizarla a cabo, con eficacia industrial y tecnológica, una masa
como carne de laboratorio. El resto de los alemanes no cre sin precedentes sobre unos seres humanos que eran
tienen relación con ellas; la mayor parte de ellos afirmaría parte suya. Pero se puede mantener como paradigma la
tener solo una vaga idea de la existencia de esos campos, y imagen de una nuda vida, desubjetivada, con la que no
ninguna de la matanza que tiene lugar allí. Esos prisione se tiene una relación de segunda ni de primera persona.
ros con un número tatuado no pueden ser ya ni un yo ni un Es una imagen que corresponde también a la explota -
tú; más bien se quedan una tercera persona ajena e indife ción de animales, meros cuerpos vivientes convertidos
rente. Se dirá que la descripción es algo imprecisa: hubo en maquinaria para la transformación masiva de vegeta
enfrentamientos cara a cara entre judíos y alemanes, por les en carne de consumo humano. Corresponde, igual
los que estos últimos tuvieron que verse interpelados en mente, a la relación que hay entre los habitantes del
su responsabilidad ante un tú; la sevicia de los guardianes primer mundo y la multitud de inmigrantes que aspiran
deja claro que estos no creían exterminar piojos, sino que a entrar en él. Por quedarnos en el caso español: cuando
eran cruelmente conscientes de lo que infligían a seres uno de los periódicos de más raigambre entre los sujetos
humanos. Pero, cuando se sale de esas situaciones concre reconocidos de este Estado pone en un titular que
tas, que eran relaciones de tú a tú, relaciones de subjetivi " 3 0 . 0 0 0 subsaharianos acechan a las puertas de Meli
dad malogradas, hay en la descripción esto de cierto: un lla . . . . ", está expresando un temor a la infección biológi
nosotros, un conjunto articulado de yoes -de primeras ca y la invasión no distinto del de los arios ante la pre
personas- que se construye sobre una nuda vida que le es sencia de los judíos o los humanos ante la infección
indiferente. animal. La indiferencia o alarma de los sujetos que leen
En esto último, el Holocausto se convierte en el para esa noticia es también la misma.
digma de algo que se da de muchas más maneras en el
mundo contemporáneo. Hay ecologistas que denuncian
un "holocausto animal", por el que millones de nudas LATERCERA PERSONA
vidas, desprovistas de todo reconocimiento y derecho, son
exterminadas industrialmente para mantener un irracio Se ve ahora que por lo que preguntamos es por la relación
nal metabolismo de los sujetos de derecho, los cuales de las figuras de la primera lista, esas nudas vidas de la
mantienen hacia ellas la misma indiferencia e ignorancia exclusión, con las de la segunda. Es una relación que, si
que los alemanes hacia los judíos. Elizabeth Costello, la no se puede dar en el encuentro de tú a tú, en la interpe
protagonista de la obra homónima de Coetzee, lo argu lación de la segunda persona, parece difícil de definir
menta con una hipersensibilidad exasperante para su con las categorías que hemos usado hasta ahora. A la vez,
público. Si el lector repasa la novela, verá que el autor es sin embargo, parece imposible negar que cada una de
muy consciente de lo espinoso de la comparación, en esas figuras -del inmigrante que se ahoga a la vaca en el
u8
matadero- tiene un grado de referencia a sí mismo que africanos o asiáticos. El humanismo clásico puede res
impide situarles en la categoría de las meras cosas. Sin ponder que esas vidas son concebibles como segundas
duda, hay una graduación en esa sí mismidad, y la con personas, 'y de ese modo integrab les desde una noción
ciencia de sí del primero es muy superior, pensamos, a la fuerte de responsabilidad. Pero sigue sin dar cuenta de la
de la segunda. Pero es verdad que un sujeto, incluso con tozuda aparición de fragmentos de nuda vida en tercera
un a elevada conciencia moral y política, se ve más afectado persona que jalonan la historia moderna y no parecen
por el sufrimiento de su perro enfermo que por la noticia integrables ni reconocibles: fragmentos que contienen
de un naufragio fatal ante Lampedusa. No tendría sentido todas las frágiles posibilidades del ser sí mismo, y cuya
descalificar ese sentirse afectado en nombre de una huma simple presencia pone en cuestión las formas establecidas
nidad abstracta. Él sabe que es infinitamente más grave la de subjetividad: primera persona, segunda persona,
muerte de decenas de seres humanos excluidos del mundo; Estado, ciudadanía, afectividad . .. No porque les planteen
pero su ánimo se ve inevitablemente movido por la mirada una acusación como causantes de injusticia -lo que en
de una criatura que, para el resto de la hu manidad, es "solo cada caso se puede discutir y estab lecer- sino porque,
un perro" desde su reducción a corporalidad marginal, ponen de
Todo esto nos dice que, aparte de las relaciones de re manifiesto el fondo común de la vida en el que ellas surgen
conocimiento entre sujetos, aparte de las estructuras de y que ellas segregan fuera de sí.
eticidad donde las perspectivas de primera persona se Más que de una tercera persona gramatical, podría
realizan, se completan, fracasan y llevan también su sole hablarse, con Roberto Esposito, de una no persona, una
dad, aparte de todo eso, hemos de considerar una forma cualidad común a los seres humanos, a los seres vivos en
más de entender las relaciones entre los sí mismos y la general, que se sitúa más allá de los mecanismos explícitos
vida que son y en la que están. Aparte de la relación de cada de reconocimiento. Pues lo impersonal señala los límites
primera persona consigo misma, y aparte de la segunda de la persona -esa forma tan antigua y tan revindicada de
persona en cuya interpelación se enciende toda subjetivi decir sujeto-, su funcionamiento excluyente, su superpo
dad, hay una tercera persona: algo-alguien que no está sición y diferenciación respecto a lo simplemente biológi
presente en la escena del reconocimiento ni en la de la co, a lo humano en cuanto forma biológica. Pero, a la vez,
soledad, pero cuya realidad como vida capaz de referirse a lo impersonal muestra ser la posibilidad misma de hablar
sí misma nos vincula. Es una tercera persona: como tal, de personas, de sujetos.
asimétrica respecto a la primera y la segunda, irreducible ¿ Qué relación podemos tener con eso impersonal,
a ellas, ausente, una no-persona. con esa tercera persona que no es persona, sino su lími
Ignorarla conduce al holocausto. En muchos casos, te y su posibilidad constitutiva? ¿ Con esas vidas que han
porque esa tercera persona es un sí mismo al que se ha quedado en los umbrales de la subjetividad, bien por
excluido de la comunidad ética, bien deliberadamente, expulsadas (como es el caso de los hu manos), bien por no
como en el caso nazi, bien por la fuerza anónima, imper admitidas (como es el caso de los animales), bien por
sonal, de unas estructuras económicas donde las respon que solo eran imaginables (como los cyborgs, los androi
sabilidades se diluyen, como es el caso de los inmigrantes des)?
1:zo
ESA PIEDAD POR LO IMPERSONAL poder hacerse cargo de ellas, hay una suerte de reconoci
QUE NOS HACE SUJETOS miento profundo, como lo ha argumentado Honneth para
nuestro trato con la naturaleza. En verdad, la dimensión
Seguramente, no es posible construir aún esa relación con ecológica de nuestras acciones se debe fundamentar más
la misma definición con que creemos haber establecido la bien en un reconocimiento profundo hacia ella que en el
relación de primera persona, la capacidad de decir "yo", y simple cálculo utilitarista de los males que llegarían con su
el primado de la segunda. Conforme vayan apareciendo degradación o su destrucción. Lo último, con su trata
nuevas figuras de la vida, habrá que explorar y experimen - miento instrumental, tiende a producir ecosistemas im
tar en medio de la urgencia. Requeriremos, seguramente, polutos donde no se reconoce la naturaleza y que, por
un nuevo vocabulario. Podemos saber que el que tenemos cierto, suelen provocar una degradación mayor en otro
hasta aquí es insuficiente. Tanto para hablar de "ellos" sitio. Ya sugeríamos en el capítulo anterior que la conten
desde un "nosotros" -como, quizá inevitablemente, se ción ante el otro puede tener más valor que la mejor inten
está planteando aquí-, como para que cada sí mismo cionada de las intervenciones e interpretaciones.
hable y piense sobre sí, sabiendo que lo es por ellos, que Parece, ahora, que el trato con lo otro que aparecía
hay una impersonalidad al fondo de su perspectiva de pri como precariedad, y que se revelaba primero en la interpe
mera persona. Por esa impersonalidad, también cada sí lación de la segunda persona, era, en el fondo, un reconoci
mismo sabe que él no lo es, que su propia sí mismidad se miento de lo impersonal en él. Lo que no sabríamos es
descentra, no por estar frente a un tú que le interpela, sino definir ese reconocimiento. Pues no es, sin más, el de la
al lado de, junto a un ello, un ellos, unos nadies que, como autoridad sobre las propias normas -como se nos mostraba
tales, no entran en su mundo de vida, pero que solo por en la subjetividad "lograda"-, sino el de la pulsión de la vida
ceguera, y quizá por crueldad, podría ignorar. Un ello, misma, en la que esas normas del sujeto y su libertad se
ellos, nadie, que además, él, en cuanto viviente, en cuanto generan, y a la que retornan. Desde luego, en ese reconoci
sí mismo cualquiera, también es, también podría llegar a miento de la autoridad había una contención -y por eso
ser. Pero no es este temor -tan antiguo, por otro lado- de Hegel hablaba del autoanularse en el reconocimiento-;
que uno, a causa de unos azares adversos, podría verse ahora, parecería que esa contención se da como respeto,
como fugitivo, refugiado, degradado, carne objeto de como una piedad por lo viviente, por todo lo que puede
explotación, lo que funda esa relación de tercera persona. sufrir y ha sufrido: por todo lo que no es una simple cosa.
Pensarse temerosa y preventivamente en el lugar de otro Es curioso que parece relativamente fácil integrar las
puede ser más bien lo que conduce, bien a la exclusión de cosas muertas, las cosas inorgánicas, en un relato biográ
ese otro -precisamente por razones preventivas-, bien a fico que nos inspira temor, veneración, respeto: así es con
una solidaridad abstracta con todos los humanos de la que los objetos personales propios o de los seres queridos; así
tenemos razones para desconfiar, dadas sus consecuen es, también, con los vestigios y monumentos del pasado.
cias históricas. Queremos conservarlos, mirarlos, tenerlos material
Sin duda, en esa atención a lo vivo, a las diferentes mente al alcance, y creemos vivir de los efluvios tempo
terceras personas de las que el sí mismo tiene noticia sin rales que despiden. Contenemos ante ellos nuestro afán
122 123
destructivo, nuestro impulso renovador. Pero nuestra vene BIBLIOGRAFÍA CAPÍTULO 2
ración, a veces piadosa, por las ruinas es distinta de la piedad GADAMER H. G. (1997) "La dialéctica de
y la atención que sentimos por los seres vivos: los animales la autoconciencia en Hegel", La
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nuestro placer estético por los paisajes, nuestro deleite ante significar no estar atado a la vida?
Sobre reconocimiento y libertad en
una flor, un árbol. En aquel caso -ante las cosas convertidas Hegel", Dela libenaddetm.undo. Escri
en cultura-, se trata de una reflexión sobre nosotros mis tos de homenaje aJucmMarnt.eL Navarro
Cordón. Escolary Mayo. Madrid.
mos: el espíritu, también el nuestro, en tanto seres históri
HEGEI.. G.W. F. (2010): Fenomenologúi, del
cos, se halla en esa veneración. Puede que, como en toda espíritu., Abada, Madrid, capitulo N.
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Subjektívitat, Suhkamp, Frankfurt.
pasado lo son-, nos veamos pequeños ante algo infinito; PIPPIN, R. (2011): Hegel on Self-Cons
pero el vernos así nos reafirma en nuestra subjetividad. Ante ciousness. Desire and Dea.th in thePhe
nomenotogy ofSpirit, Princeton UP.
la materia viviente, en cambio, se diría que no es nuestra
propia subjetividad lo que reconocemos, y que nuestro sí
mismo más bien se desdibuja. Pues lo que se da ante la pul CAPÍTULO 3
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como un equilibrio a punto de romperse, o ante el dolor de DICKJNS0N, E. (1997): Poemas, ed. y otro, Trotta. Madrid, vol. 11, espe
trad. de Margarita Ardanaz, Cáte cialmente, "La validez estética del
un cuerpo concreto en el que se tiene la sensación de haber dra. Madrid. pp. 122-123. matrimonio".
tocado físicamente la injusticia. Las cosas muertas que con ÜRSI, R. y GóME'l RAMos. A. (2015):
servamos son, al fin y al cabo, objetospersonales; esos cuerpos �Ciudadana Antígona: más allá del
CAPÍTULO 1 barrunto de la eticidad y de la eter
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124
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