Sei sulla pagina 1di 2

Ensayo sobre el libro: Dibs en busca del yo

El libro trata sobre un niño llamado Dibs. En la escuela y en su familia, piensan que es autista
o que tiene retraso mental pues su comportamiento no se puede determinar. En un
momento parece estar poniendo atención, y en otro momento, se suelta llorando por algo
que nadie entiende.

La solución de sus padres fue tener un cuarto especial para Dibs; lleno de juguetes, libros,
material didáctico con el fin de tenerlo siempre entretenido. Como no se llevaba bien con
nadie, ni siquiera con la hermana, optaron por mandar a la hermana a un internado para
cortar la interacción entre hermanos.

En la escuela causaba sentimientos encontrados entre las maestras. Por un lado, sentían
que aprendía a su manera, estando debajo de un escritorio o aislado en una esquina. Por
otro lado, sentían que tenía retraso mental pues no sabía ni siquiera quitarse el abrigo ni
colgarlo. No tenía interacción con ningún compañero, ni con ningún otro ser humano.

Como última opción para la escuela, fue que una psicoterapeuta lo observara y determinara
si, era apto para estar en esa institución de tanto prestigio o necesitaba estar en un centro
para personas con retraso.

Para comenzar el análisis, me llama la atención la forma en que la psicoterapeuta empieza


la terapia de juego. No juzga absolutamente nada de lo que hace el niño, ni la forma en que
lo dice, ni trata de interpretar o averiguar si hay algo oculto. Solo trabaja con lo que tiene a
la mano, lo que le quieren mostrar.

Entiendo que hay cosas que, como seres humanos, tenemos en común. Probablemente
gestos o expresiones, pero si todos tuviéramos las mismas formas de reaccionar, no existiría
ningún tipo de terapia, solo una guía para resolver los problemas de la misma manera.

La terapeuta, va enseñando a Dibs a hacerse responsable de sí mismo. Se siente la evolución


desde lo básico como quitarse la ropa que le va estorbando, hasta saber qué sentimientos
tiene, cómo lidiar con ellos y con cuáles quedarse.

Considero que es algo básico que deberíamos aprender desde que tenemos uso de razón.
Siempre se nos enseña que hay sentimientos buenos y malos. Que, si lloramos, debemos
escondernos porque es muestra de debilidad. Si hacemos algo bien, debemos pavonearnos
pues es digno de reconocimiento.
Y así, cuando crecemos, no sabemos qué hacer con todo lo que vamos sintiendo. Si tenemos
de frente un duelo, precisamente queremos una guía de cómo superarlo y que duela lo
menos posible, en vez de ir reconociendo, poco a poco, paso a paso.

Pues bien, Dibs no pudo haber aprendido eso de sus padres, ya que sus padres tenían una
forma de comunicarse muy formal y nada sentimental. ¿Cómo pudieron enseñar amor,
comprensión y ternura a una persona pequeña si ellos mismos no saben reconocerlos? No
se puede dar lo que no se tiene.

Al tener una acompañante, que no trata de guiarlo ni presionarlo, Dibs se siente libre por
primera vez en la vida. Es como cuando alguien nos dice constantemente que estamos
haciendo algo mal y que debemos cambiarlo; mientras más tratamos de cambiarlo porque
estamos bajo presión, más imposible se nos hace. Sin embargo, cuando alguien nos acepta
tal y como somos, con virtudes y defectos, cambiar desde ese ángulo, es pan comido.

Precisamente, cuando nos sentimos tan agobiados porque nos exigen demasiado, ya sean
nuestros padres, nuestros jefes, nuestras parejas, etc. Es cuando menos nos sentimos
dueños de nuestras propias vidas, es cuando menos nos sentimos nosotros y es cuando
necesitamos reencontrarnos, para esto sirve la terapia.

Así pues, nos dimos cuenta de que Dibs, contrariamente a tener retraso mental, era super
dotado y tenía un talento especial para pintar.

¿Cuántos talentos no se desarrollarían si como seres humanos nos quitáramos la necesidad


de controlar y de imponer?

El libro es una excelente reflexión de cómo podemos dañar a alguien si no podemos abrir
nuestro corazón, si solo dejamos salir nuestro intelecto. A la vez, es una lección de vida para
entender que muchas veces la solución no es aconsejar, ni tratar de manipular, es dejar ser,
dejar fluir. Otras veces, ni siquiera es eso, simplemente es escuchar y/o acompañar.

Al final de cuentas, las respuestas siempre están en nuestro interior. Si queremos ser
psicólogos para acompañar a personas en sus procesos, necesitamos ser lo suficientemente
valientes para dar un vistazo a nuestro interior y saber reconocer nuestros demonios. Para
que cuando veamos algo similar en alguien más, sepamos que no son nuestros. Sepamos
que son parte de nosotros pero que cada uno decide qué tanto se asoman.

Porque cada ser humano es único y diferente. Sería increíble entender que ninguna
situación es igual; por lo tanto, no hay una solución mágica. Es trabajo personal, que, si bien
puede doler, es muy satisfactorio.

Potrebbero piacerti anche