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1. Ora.
La oración tiene que acompañarnos en cada paso de la preparación del sermón. Es vital
mantener un espíritu de oración: sea en el púlpito, o cuando ya hemos bajado de él. En
las palabras de Martyn Lloyd-Jones, “La oración es vital para el predicador. Lee las
biografías y autobiografías de los más grandes predicadores a lo largo de los siglos y
hallarás que esta fue la gran característica de sus vidas. Siempre fueron grandes
hombres de oración y dedicaron una considerable cantidad de tiempo a la
oración”.[1]También hay que interceder por las personas que van a estar escuchando el
mensaje: “Señor, alumbra su entendimiento, abre sus ojos y oídos para que vean
maravillas en tu Palabra”.
2. Lee y relee el texto.
Es importante leer el texto que vamos a predicar varias veces, hasta prácticamente
haberlo memorizado. Además del contexto inmediato, hay que fijarse bien en los
capítulos anteriores y posteriores del pasaje. No podemos predicar sobre Romanos 2 sin
leer Romanos 1 y Romanos 3. Sin esta lectura más amplia, nos resultará muy difícil
seguir el hilo de pensamiento del autor.
3. Considera el género literario.
Otra cosa a tener en mente es el estilo literario del libro. ¿Es un libro histórico como
Crónicas o poético como los Salmos o sapiencial como Eclesiastés o doctrinal como las
epístolas? Entender el género literario nos ayudará a interpretar mejor los pasajes de
tales libros. No podemos, por ejemplo, interpretar la literatura apocalíptica ni la
literatura poética de la misma forma que los textos históricos. Generalmente hablando,
resulta más fácil y menos peligroso predicar sobre una carta doctrinal que sobre un texto
poético ya que las epístolas doctrinales suelen ser mucho más claras y menos
simbólicas.
4. Estudia el contexto histórico.
Es prácticamente imposible entender la profundidad de diversas partes de la Biblia sin
tomar en cuenta el momento histórico en el que fueron escritas. Duvall y Hays lo
explican así: “El contexto histórico y cultural tiene relación con casi cualquier cosa
fuera del texto que sea de ayuda para entender su sentido (por ejemplo, cómo era la vida
de los israelitas mientras deambulaban por el desierto, qué es lo que creían los fariseos
respecto a la celebración del Sabat, dónde estaba Pablo cuando escribió la epístola a los
Filipenses).”[2]
Hay que tomar en cuenta la identidad del autor del libro para entender cómo pensaba y
razonaba, para quién y por qué estaba escribiendo. Esto explicará varios rasgos
distintivos del libro. Si comparamos el Evangelio de Marcos con el de Mateo, vemos
cómo Marcos resalta el dinamismo y poder de Jesús a lo largo de su libro ya que iba
dirigido a los romanos, mientras que Mateo se preocupa mucho más por cómo Jesús
cumplía la ley judía a la perfección porque escribía para los judíos convertidos al
cristianismo. Todos estos datos producen una lectura más rica del libro en cuestión.
5. Analiza la idea central y la gramática cuidadosamente.
Si conoces bien el texto, te resultará más fácil discernir la idea central y las ideas
subordinadas que se presentan en tu pasaje. En casi todos los casos, las palabras más
importantes en cualquier versículo bíblico son los verbos. Hay que prestar atención a los
adjetivos, los sustantivos, los adverbios y las conjunciones también; pero el sentido del
versículo suele residir en sus verbos. “De tal manera amó Dios al mundo que dio su
Hijo unigénito…” (Jn. 3:16). Es una buena idea escribir los versículos en un
folio, colocando la idea principal arriba y las ideas subordinadas abajo usando líneas,
flechas, dibujos, etc.
6. Conecta tu pasaje con la teología bíblica.
Cada texto forma parte de un determinado libro, pero también tiene un lugar en
la historia de la salvación. Es beneficioso siempre conectar el texto que estamos
estudiando con Jesucristo. A veces el texto nos hablará explícitamente de Cristo, por lo
tanto, no hará falta añadir este paso; pero en otros libros donde no se menciona al Señor,
hay que pensar en cómo se relaciona este pasaje a Él (sin forzar el texto, por supuesto).
7. Desarrolla un bosquejo.
Después de tener claro cuáles son las ideas clave del texto, podemos proseguir a hacer
nuestro bosquejo. El bosquejo nos ayuda a la hora de predicar en el culto. Tristemente,
muchos sermones actuales van en diez mil direcciones diferentes, y cuando el mensaje
acaba, nadie se ha enterado de nada.
Esto no es culpa de la congregación, sino por la falta de preparación de parte del
predicador. Podemos hacer un maravilloso estudio literario, histórico y gramatical, pero
si no estructuramos bien nuestros pensamientos, nuestros oyentes van a salir de la
reunión confundidos. La meta del predicador debe ser que la gente entienda bien el
mensaje para que cuando se vayan a casa, sepan claramente de lo que que habla la
Biblia.
8. Añade ilustraciones y aplicaciones.
Recuerdo el consejo de mi profesor de homilética: “Cada punto en tu sermón tiene que
tener una verdad, una ilustración de esta verdad, y una aplicación de dicha verdad”.
El valor de la ilustración reside en enseñar la verdad de una manera más entendible. Si
hay personas filosóficas en tu congregación, pillarán la enseñanza doctrinal enseguida
puesto que su mundo es el mundo de los conceptos. No obstante, la mayoría de las
personas aprenden más mediante ilustraciones. Por ejemplo, al hablar sobre la doctrina
de la justificación por la fe, siempre viene bien la imagen de un juez declarando a un
criminal justo porque otro paga la condena por él.
La aplicación es importante para que el sermón no sea un simple discurso bonito, sino la
proclamación de la Palabra predicada a los corazones de nuestros oyentes.
9. Lee otros libros.
Después de estudiar el pasaje, vale la pena estudiar otras obras sobre el mismo.
Podríamos consultar un comentario bíblico, por ejemplo. Esta lectura incluso nos
aportará nuevas ideas que podríamos incorporar al mensaje. Cuando voy a predicar
sobre un texto, casi siempre leo lo que dos de mis expositores bíblicos favoritos –John
Piper y John MacArthur- han dicho al respecto. Me aportan nuevas ideas y muchas
veces, el Señor les usa para corregir ciertas conclusiones incorrectas que había sacado
del pasaje.
10. ¡A predicar!
Cuando todo esté en orden, no nos queda más que esperar a que empiece el culto y subir
a predicar la gloriosa Palabra del Señor. Si sabemos que nos hemos aferrado
exclusivamente al texto bíblico durante nuestro tiempo de preparación, disfrutaremos de
la bendición de Dios al predicar Su Palabra ya que el Espíritu siempre respaldará las
Escrituras que Él mismo inspiró. Estaremos conscientes de que su autoridad nos
acompaña e incluso experimentaremos cómo a veces el amado Señor nos va predicando
a nosotros mismos mientras estamos allí arriba exponiendo Su Palabra. Tales momentos
son inolvidables, y son por los que oramos semana tras semana.
10 VENTAJAS DE LA PREDICACION EXPOSITIVA
Para muchos predicadores, la parte más difícil de preparar un sermón es decidir que
texto o tema va a predicar. Esto puede transformarse en una gran presión. La
predicación expositiva resuelve esto de manera muy sencilla: El predicador no elige el
texto a predicar. El debe predicar el siguiente pasaje del libro que escogió predicar para
su serie. Esto le ahorra el tiempo de decidir el tema o pasaje de su predicación y puede
dedicar más tiempo al estudio del texto que tiene que predicar.
3. El predicador no habla de sus propias ideas, sino que expone lo que la Biblia
dice
JW Alexander escribe: "Todos los libros más cardinales de la Escritura deben exponerse
plenamente en todas las iglesias, si no es que una vez durante la vida de un solo
predicador, sin duda durante cada generación; con el fin de que ningún hombre crezca
sin oportunidad de escuchar el gran cuerpo de la verdad bíblica siendo expuesto".
6. La predicación expositiva asegura que las áreas transitadas con poca frecuencia
de la Biblia sean cubiertas.
La calidad de inspiración de las Escrituras (2 Tim. 3: 16-17) implica que todo el canon
de la "toda la Escritura" -conlleva la marca de la autoría divina. Nuestro conocimiento y
santidad se ven obstaculizados en la medida en que descuidamos ciertas porciones de
las Escrituras. Qué predicador predicará de Zacarías, Jeremías, o Apocalipsis (excepto
que sea un texto favorito o dos) a menos impulsados a ello por un intento programático
de predicar a través de toda la Biblia? Grandes extensiones de la Biblia nunca serán
tocados a menos que la disciplina de la predicación expositiva consecutiva obligue al
predicador a hacerlo.
Grandes áreas de la Biblia son raramente leídas por muchos cristianos. Despiertan un
mayor temor que de las Minas de Moria hechas por Gandalf y Aragorn en La
Comunidad del Anillo. En consecuencia, la Biblia se reduce a versículos favoritos,
subrayados o resaltados proporcionando escalones a través de aguas turbias. Los
predicadores que saltan de un texto a otro, haciendo caso omiso de las secciones
difíciles de la Biblia, refuerzan esta tendencia. Por el contrario, la predicación
expositiva consecutiva puede inculcar buenos hábitos de estudio personal de la Biblia.
La congregación puede absorber los principios sanos y necesarios de interpretación, casi
por ósmosis, a través de tales incursiones repetidas en pasajes relativamente oscuros de
semana a semana en el púlpito.
Cuando Pablo pidió a la iglesia en Colosas que oraran para que él fuese capaz de
predicar "claramente" (griego, phanerosis, presentación, exposición), él estaba pidiendo
que pudiera poner de manifiesto en el texto lo que estaba intrínsecamente allí. Pablo, del
mismo modo, hizo la afirmación con respecto a su predicación en Corinto que "por la
manifestación de la verdad" se negó "adulterando la palabra de Dios" (2 Cor. 4: 2). Al
renunciar a la distorsión (manipulación), el apóstol insiste en que lo que hizo fue
"exponer" (griego, phanerosis) lo que ya estaba allí en la Palabra. Escuchar esto,
semana tras semana, no puede sino fortalecer la forma y el contenido.
Una de las experiencias más enriquecedoras del corazón para cualquier predicador es
escuchar a alguien traer algo de un texto que refleja (aunque inconscientemente) lo que
ha hecho en innumerables ocasiones en el púlpito.Como Robert Dabney dice:
¿Por qué un predicador deseara elegir como su tema el divorcio, la poligamia, el incesto
o que no sea por el hecho de que se presentan de forma natural en el curso de la
exposición? Muchos oyentes acusarán a los predicadores de una conspiración cuando la
Palabra comienza a "inmiscuirse" (como dicen en Mississippi). Feliz es el predicador
que puede apuntar al texto y decir: "Ese tema simplemente aparece en el pasaje que
estamos estudiando esta mañana!" Es sólo mediante el uso sostenido del método lectio
continua que grandes porciones de la Escritura puede ser cubiertas, incluyendo aquellas
zonas menos conocidas y recorridas, pero que contienen la verdad diseñada para
moldearnos a la imagen de Cristo.
Lo que hace épico a El Señor de los Anillos de Tolkien tan absolutamente fascinante es
la gran variedad de su estilo. Los momentos de intenso drama se entremezclan con los
desarrollos de carácter y los antecedentes de movimiento lento. Este último es
indispensable para el primero, y, de hecho, sin esos momentos menos apresuradas, las
secciones dramáticas perderían su poder. De repente, la inmersión en el viaje a través de
las Minas de Moria al puente en Khazad-dûm no tendría ningún sentido a menos que
hubiésemos viajado con los hobbits hasta el final de Rivendell y, de hecho, desde la
propia Hobbiton.
No sólo libera a lo predicadores de la tiranía de tener que elegir un texto (y luego elegir
otro, y luego otro, cuando el texto no cede el paso al golpeteo del predicador!) le
permite pensar con anticipación. Algunos temas pueden recibir mayor y menor
importancia si el predicador sabe que una evento vendrá pronto, en el próximo capítulo
tal vez, para un examen más detenido de ellos. Cada libro de la Biblia contiene pasajes
que son "difíciles de entender" (2 Pedro 3:16), y la preparación para ellos puede tener
lugar con mucha antelación.