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Arte y Letras, Literatura

CÓMO ENFRENTARSE A ULISES


Publicado por E. J. Rodríguez

Fue mi padre quien me aconsejó una y otra vez, con énfasis, la


lectura del Ulises. Sus recomendaciones siempre eran certeras y
su pasión por este libro más que evidente —él se lo había leído
casi de tirón la primera vez y creyó, craso error, que a mí me iba
a suceder lo mismo—, así que intenté sumergirme en su lectura
dos o tres veces. Y dos o tres veces abandoné la novela después
de leer, o mejor diría de tropezar entre renglones, durante un
par de capítulos. Pensaba que mejor dedicaría mis esfuerzos a
libros menos inhóspitos.
Hay algo en el inicio del Ulises que puede desinflar el ánimo
incluso de lectores bien entrenados y dispuestos. Puedo decir es
el único libro que tuve que abandonar no porque fuese un mal
libro, sino porque me sentía sobrepasado. Esta es una sensación
que muchos lectores experimentan con esta novela, aunque hay
una minoría privilegiada, o afortunada, o quizá más
evolucionada, que consigue sumergirse en la obra ya con un
primer contacto. Pero si escribo estas líneas es precisamente
porque no pertenezco a esa selecta minoría. Y aun así conseguí
terminar amando el Ulises y me gustaría animar a otros para que
lo consigan también. La curiosidad por descubrir los ignotos
alicientes de esta monumental y abrupta novela —y, por qué no
decirlo, el orgullo de “voy a ser capaz de leer este artefacto y no
sólo de pasear los ojos por los renglones”— me impulsó a no
dejarme vencer, a buscar los ratos indicados en que poder
prestarle la debida atención, a centrar mi ímpetu en superar esos
primeros capítulos. El esfuerzo fue recompensado. Aun así, hay
que admitir que no se trata de un libro para todos los públicos y
que su lectura es difícil, pero no es un callejón sin salida. Si yo
pude, usted también puede.

Joyce quería que se hablase de su Ulises hasta hacer de la novela


una obra inmortal , y logró su objetivo.
Qué es este libro y para qué sirve
Ulises es, ante todo, un experimento. Un juguete literario. El
juguete de James Joyce; el escritor irlandés quiso crear una
obra repleta de paralelismos encubiertos y significados ocultos,
cuyo descubrimiento tuviese ocupados a los críticos durante
generaciones. No cabe duda de que consiguió su objetivo: aún
hoy, las innumerables referencias camufladas en el texto son
objeto de estudio. No nos detendremos aquí en hacer un sesudo
análisis de los significados del libro, pero es inevitable apuntar
algún comentario al respecto. Ulises narra una jornada en la
existencia de varios habitantes cualesquiera del Dublín de los
años veinte. Lo hace a través de dieciocho capítulos muy
diferentes entre sí, tanto en tono como en estilo. Según el propio
Joyce indicó a algunos amigos, cada capítulo hace referencia a
un personaje o episodio de la Odisea de Homero, y el título de
la novela ya da una pista de ello. El Ulises de la Odisea era el
personaje literario favorito de Joyce, así que lo convirtió en título
y centro de su juguete literario, aunque en el libro no hay ningún
personaje con ese nombre. El equivalente del griego Ulises en la
novela es Leopold Bloom, y su particular odisea no transcurre a
través del océano sino por las calles de la pintoresca capital
irlandesa. Molly Bloom, su esposa, es una moderna encarnación
de Penélope. Y Stephen Dedalus no solo refiere a Telémaco —el
hijo de Ulises y Penélope—, sino que es una especie de alter ego
del propio Joyce. Además, ciertos capítulos hacen alusiones
veladas a los cíclopes, las sirenas, Calipso, Proteo y demás
mitología homérica. No vamos a adentrarnos más en todos estos
paralelismos y en otros secretos del texto. Cualquier lector puede
recurrir a los esquemas que el propio James Joyce envió a sus
amigos Carlo Linati y Stuart Gilbert. Ambos esquemas difieren
un tanto entre sí, hay que decir, pero dan una muy buena idea
de cuáles son todos los motivos ocultos en la novela.
Qué me va a ocurrir cuando lea esta novela
…si es que podemos llamarla novela. Ulises es como una de
aquellas viejas radios de onda larga, en las cuales uno giraba la
rueda intentando captar lejanas emisoras que hablaban en
lenguas desconocidas. De la radio surgían ecos, silbidos y
fragmentos de charla o música; parecían llegados de otro
mundo, una aparente cacofonía sin sentido que podía aburrirte,
exasperarte, hasta que comenzabas a acostumbrarte a ella. Al
final, los extraños sonidos del cósmico vacío de la radio se
transformaban en un nuevo tipo de música, cuya rareza formaba
parte del encanto del acto mismo de intentar localizar nuevas
emisiones. En Ulises, el lector está obligado a hacer el esfuerzo
de sintonizar su radio para poder captar la emisora de Joyce. Es
muy difícil estar en la misma onda justo al empezar la lectura, y
eso produce aburrimiento o exasperación en muchos lectores;
sufren lo que en términos ciclistas podríamos llamar la “pájara
del Ulises”. Pero esa pájara esconde una recompensa. Si uno
hace el esfuerzo de seguir pedaleando, la cuesta inicial del libro
puede llegar a ser superada. Eso sí, hemos de volver a sintonizar
nuestra radio al comenzar cada nuevo capítulo —tan diferentes
son entre sí—, pero llega un momento en que comenzamos a
entender las reglas del juego que plantea Joyce. Y es entonces
cuando empezamos a disfrutar incluso de los pasajes más
experimentales y estrafalarios.
El único error que nadie debería cometer al enfrentarse a Ulises
es pretender encontrar un argumento convencional, bien
expuesto a la vista del lector y que permita seguir leyendo por el
mero interés de comprobar cómo se desarrollarán los
acontecimientos. No existe tal cosa en este libro; el argumento
es lo de menos. Ulises es un collage, una narración cubista, tan
descompuesta en pedazos que deja de parecer una narración.
Hay que leerlo sabiendo de antemano que resultará difícil
empezar a disfrutarlo hasta no conseguir formarse cierta visión
global de lo que el libro pretende. Y para ello es necesario leer
unos cuantos capítulos que nos permitan tomar perspectiva
sobre el conjunto, como cuando uno se aleja unos metros de un
gran cuadro para poder contemplarlo —y entenderlo— mejor.
La Biblia de la vulgaridad
Un ejercicio literario interesante es el de comparar Ulises con
otras de las dos grandes novelas de su tiempo: En busca del
tiempo perdido de Marcel Proust y La montaña mágica de
Thomas Mann. Aparte de su importancia literaria y su
contemporaneidad, la comparación entre las tres obras tiene
ciertas razones de ser. Para empezar, tenemos tres
sensibilidades distintas a la hora de describir la realidad. En
busca del tiempo perdido es un libro pictórico que retrata el
mundo con la atención al detalle y la profusión de pinceladas de
un lienzo barroco. La montaña mágica es un libro musical, como
una sinfonía en donde el ritmo y la duración son elementos
fundamentales, herramientas para perfilar un concepto de la vida
basado en la fugacidad de los años, en lo imparable del paso del
tiempo. Ulises, en cambio, es un libro bíblico; distintos textos
que, como en la Biblia, parecen provenir de diferentes autores y
épocas, escritos con estilos de lo más variopinto, a veces incluso
contradictorios. Es imposible atribuirle un estilo dominante. Cada
capítulo tiene un narrador diferente, una forma de escribir (y de
puntuar) distinta, un carácter ajeno al anterior.
Además, cabría hacer notar, los tres libros citados tienen la
banalidad como uno de sus principales temas. En la vasta novela
de Proust, la superficialidad burguesa de los entornos y los
personajes que los habitan planea por todas las páginas. El
propio Proust es partícipe de esta actitud frívola ante la vida,
pero su sensibilidad, su aguda inteligencia y su talento literario
le permiten convertirla en un complejo objeto de estudio formal;
sabe justificarla hasta crear una verdadera Ciencia de lo Banal.
Thomas Mann, en cambio, analiza esa superficialidad burguesa
desde el exterior, como observador crítico. Aunque admite sus
encantos y no niega sentirse atraído por ellos, también los
censura y emite un juicio severo sobre una noción insustancial e
improductiva de la existencia. Con esa categorización moral y su
papel de juez, Mann eleva lo trivial no por sí mismo, sino como
objeto —aunque sea negativo— de una reflexión filosófica
profunda. James Joyce, sin embargo, ni justifica ni condena. Es
la suya otra clase de materia superficial: la vulgaridad, es decir,
la vacuidad sin refinamientos de las vidas del pueblo llano. Pero
Ulises no reflexiona, por lo menos no de manera abierta, sobre
esa vulgaridad. La utiliza como materia prima sin que nunca se
perciba un intento de elevarla por sobre sí misma. De hecho, esa
vulgaridad, unida a la relativa cualidad insustancial del
argumento, sirve a Joyce para destacar la forma sobre el fondo
yel continente sobre el contenido. Si Ulises narrase una tragedia
o describiese un cuadro conmovedor, ya no sería el libro que es.
La odisea vulgar que dura un día y cuyo pedestre escenario es la
poco homérica Dublín, esa es la materia prima necesaria para la
exaltación de la literatura misma, como artefacto y como arte.
La novela está más allá de lo que cuenta y más allá de los
personajes que la protagonizan, la novela como pieza artística es
aquí lo primero y principal; no ha de importar cuál es el contenido
de ese arte. Como en un bodegón donde la imagen de una
humilde jarra y un par de ristras de ajos sirven para crear
grandeza, lo innoble del tema carece de importancia en Ulises:
es la creatividad y el sentido estético del artista que está
retratando ese tema lo que debemos admirar.
Presuntuosidad, artificiosidad y esnobismo
Que Ulises es un libro pretencioso no lo negaba ni el propio autor.
Como ya hemos comentado, sus intenciones estaban más allá de
contar una historia; quería epatar, intrigar, dar que hablar a la
crítica. Pero no deberíamos caer en la trampa de pensar que por
ello el libro carece de corazón. Puede que se trate, en lo primario,
de un artificio. Sí, lo es; pero es un artificio edificado sobre la
base de un inconmensurable talento y una artesanía cuidada con
pasión. Son su complejidad y lo enrevesado de su estructura, así
como lo revolucionario de muchas de sus propuestas, los que
hacen que el artificio se transforme en Arte con mayúsculas.
Aunque Joyce juega al gato y el ratón con las innumerables
referencias ocultas del libro, no es necesario conocerlas para
disfrutar y juzgar Ulises como una lectura completa y redonda.
Es un juego, pero como sucede en el ajedrez, su profundidad
estética y filosófica va más allá del mero componente lúdico o
competitivo. James Joyce creó una novela demasiado rica,
demasiado innovadora y demasiado fascinante como para que
no trascienda el divertimento formal.
Cuando se habla de Ulises y se comentan sus virtudes literarias,
o las peculiaridades de su estructura y contenido, resulta quizá
inevitable sonar algo pedante o dar la impresión de ser un snob.
Como es obvio, no estamos hablando de un libro de iniciación a
la lectura para preescolares, así que resulta imposible hablar de
él en términos demasiado simples. Es un libro difícil, muy difícil;
intrincado a varios niveles, retorcido, exigente. Pero, vuelvo a
insistir, no se necesita un doctorado en joycelogía para llegar a
apreciarlo. El único requisito es estar dispuesto a dar el paso y
hacer el esfuerzo de superar los escollos iniciales. Incluso el
lector que desconozca que se trata de un compendio de secretos
puede llegar a sentirse fascinado por muchos de los momentos
de la novela, incluso por varios de los pasajes de apariencia más
inconexa, que con una atenta lectura cobran vida como esas
láminas de efecto tridimensional a las que uno ha de mirar
durante un rato para conseguir ver alguna forma reconocible.
Hay obras que están en boca de los snobs y que, en efecto, no
contienen ninguna sustancia más allá de su naturaleza
“vanguardista”, “experimental” o “referencial”. Pero ese no es el
caso de Ulises. Es un libro que merece muy mucho la pena. El
que algunos lo califiquen como obra maestra con la boca vacía y
como parte de una pose intelectual no significa que no tengamos
razón quienes lo citamos también como obra maestra
simplemente porque creemos que derrocha maestría por los
cuatro costados. No es una lectura entretenida, no pide llevársela
a la playa y no todo el mundo conseguirá apreciarla, porque
como sucede con todas las obras diseñadas como un
experimento estilístico punzante, habrá paladares que no se
adapten. Pero no hubiese escrito este artículo si no creyese que,
al igual que me sucedió a mí, hay quienes se lo están perdiendo
por no haber encontrado el momento adecuado, o por haberse
desanimado demasiado pronto, y que terminarán enamorándose
del libro si le conceden una voluntariosa oportunidad. No es para
todos los públicos, pero sí hay un cierto público que aún no sabe
que podría ser para ellos. Buena suerte, quizá seas uno, o una,
de los afortunados. Y entonces podré decir: bienvenidos a uno
de esos libros que no se olvidan jamás.

27 comentarios
1.
Soporazo
04/07/2011 at 21:40 · Reply
Muy buen artículo.
Yo me leí Ulises de una forma un tanto sui generis. Hacía trampa,
por así decirlo: me leía un capítulo intentando entenderlo al
máximo (imposible, dada la cantidad de significados ocultos,
ambiguos y referencias y sobre todo, lo oscuro de las mismas),
luego repasaba el resumen de la edición que poseía y asimilaba
todo lo que me había perdido. Y por último, releía todo el capitulo
desde el principio, esta vez saboreándolo de otra manera,
tranquilamente.
Recuerdo que cuando pasé la última página, tras un rato, pensé
que de lo que tenía ganas de verdad era de girar el libro y
empezar de nuevo por la página 1. Con ningún otro libro me ha
pasado.
Parlache
30/12/2013 at 16:54 · Reply
¿Qué resumen utilizaste?
2.
Eugenio Navarro
05/11/2011 at 23:41 · Reply
Yo estoy siguiendo el procedimiento que menciona Soporazo
(lectura, resumen, relectura) y aseguro que es posible, sólo hace
falta la convicción de estar ante un título clave de la literatura
universal y saber compaginar su lectura con otras obras, a ser
posible maestras también (creo que centrarse en un solo libro de
lectura tan exigente produce cierto estrés que tienta al
abandono: la sensación de no avanzar, de estar perdiendo el
tiempo, de no estar a la altura, etc.; el lema es “no hay prisa”).
Como comentas, es fundamental superar los primeros capítulos,
hasta familiarizarse con la clave que utiliza Joyce para cifrar la
narración (son varios estilos y narradores, pero un único autor);
precisamente esa narración oculta que el lector va descubriendo
y, en cierta forma, creando a su vez, es a mi juicio una de las
grandezas del Ulises: cuando leo los resúmenes descubro
muchas cosas que no había captado, pero también echo en falta
otras que mi lectura descubrió y, pienso, quizás sean cosa mía
(docenas de veces he exclamado: ¡cómo se parecen los
irlandeses a los españoles!). Como insinúa Soporazo, estoy
deseando terminarlo para volver a empezar, porque sé que será
como leer un libro distinto y de más fácil comprensión.
Enhorabuena E. J., es un artículo excelente (tomo nota del enlace
para citarte en cuanto tenga ocasión). ¡Un saludo!
3.
jimbaco
06/11/2011 at 0:30 · Reply
Bien, me habeis convencido y lo intentaré en breve. Sin
embargo, las sensaciones que has descrito me resultan
familiares: me ocurrieron cuando leí otra gran novela,
“petersburgo” de andrei biely.
Un saludo
4.
Heisenberg Dufresne
29/11/2011 at 11:29 · Reply
Decía William Faulkner: “Uno debe acercarse al Ulysses de Joyce
como el bautista analfabeto al Antiguo Testamento: con fe”.
Así pienso entregarme a su lectura y también gracias a tu
artículo.
Tenéis una maravillosa web.
5. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Miquel Barceló: “En
nuestra sociedad mercantilista, si se consigue sacar
beneficio de clonar humanos se hará”
6.
Sebastián Mateus
27/05/2012 at 23:27 · Reply
La referencia entre la obra de Proust, Mann y Joyce es acertada
en alguna medida. Sin embargo, no considero que la vulgaridad
de los personajes de Ulises deba determinarse exclusivamente
por los sitios que frecuentan, sino por las nubes que despejan
constantemente. De tal forma, tanto Proust como Mann acuden,
aunque de manera distinta, a la reinterpretación de la existencia,
más allá de si las obras suceden en un sanatorio o en Combray.
Qué buen artículo.
7.
il gatopando
31/08/2012 at 20:25 · Reply
Yo ando ahora por la mitad del libro, justo en el capítulo anterior
al largo pasaje que parece concebido como una obra teatral. Y,
bueno, hoy me he atascado. Frases herméticas, interminables…
Me pregunto si llevaré la aventura a buen término. Lo estoy
leyendo a pelo, sin resúmenes ni referencias, y en su versión
original.
Coincido con el autor del artículo en que lo importante en Ulises
es el continente. No obstante, lo que a la postre trasluce es un
completo fresco de la Irlanda de aquel entonces. En las
conversaciones de sus personajes no queda un solo asunto en el
tintero: desde el boxeo a la política – el yugo inglés-, pasando
por la religión, la música, la identidad, la historia, la diáspora,
etc. En ese sentido veo un paralelismo con En busca del tiempo
perdido -aunque los enfoques varían en cuanto a las clases
sociales de las que se ocupan-, pero no tanto con La montaña
mágica.
En fin, veremos si llego a la meta o me caigo antes del caballo.
8.
CarlosB
20/02/2013 at 4:33 · Reply
Que gran libro el Ulises! Muchos de los paralelismos homericos
son para mi irrelevantes, es decir, tuvieron muy poco efecto en
mi espiritu, obviamente por culpa de mis carencias culturales.
Esto no tuvo importancia porque la novela es autosuficiente y
funciona como un reloj. Creo que uno de los temas principales
es la soledad de los protagonistas. Cada uno de los detalles de
la realidad tiene efectos muy diferentes en los cerebros de los
protagonistas, y en la inmensa mayoria de los casos esos efectos
se quedan en lo privado. Solo voy a poner un ejemplo. Camino
del funeral de Dignam, uno de sus conocidos comenta con
trsiteza que Dignam ha muerto de forma fulminante despues de
una borrachera. Bloom comenta que esta bien que la muerte
haya sido asi, rapida. Los demas personajes le miran
(probablemente enojados, o eso creo yo). Bloom annade como
disculpandose, “quiero decir, sin sufrimiento”. Esta anecdota
ilustra la enorme diferencia que hay entre el materialismo de
Bloom (para el que la muerte es solo un episodio natural), y el
catolicismo del resto de sus acompannantes para los que la
muerte es un acto trascendente que requiere una debida
preparacion sacramental. La novela esta llena de lineas (no digo
“parrafos”, sino “lineas”) de este tipo y el lector tiene que irlas
desubriendo. Y muchas veces, las claves estan dentro de la
misma novela. Aunque tambien pueden estar en Homero o en la
Biblia, o en el propio lector. Es una novela para disfrutar.
9.
Guille
01/07/2014 at 23:37 · Reply
Pues yo lo que entiendo es que si el libro es un coñazo, es un
coñazo y ya está. No entiendo la necesidad de leer un libro por
mero esnobismo intelectual.
Puedo entender que te pueda costar entrar en una determinada
obra, pero es que lo que os estoy leyendo aquí, entre articulista
y comentarios varios, se asemeja más a una tortura y a un
infinito martitio auto impuesto que a un excitante viaje literario,
que es lo que debería ser.
Imagino que luego quedará la recompensa de poder decir que lo
has leído… En fin.
Álvaro
14/08/2014 at 19:40 · Reply
El problema del Ulises no es que sea un martirio que no se puede
disfrutar, sino que disfrutarlo requiere una lectura más cuidadosa
que cualquier otro libro. ¿Que se lee por mero esnobismo?
Bueno, habrá quien sí, habrá quien no. Pero creo que alguien que
lo lea por pura pose nunca se molestará en entender todo lo que
el Ulises quiere contar.
El Ulises sí puede ser un excitante viaje literario, pero hay que
acercarse a él con la mente abierta y con paciencia; si lo haces
así puedes disfrutar muchísimo leyendo la novela, que está llena
de humor y
momentos memorables. Hay vulgaridad, pero también hay
belleza y escenas extremadamente poéticas, como ejemplifica la
soberbia corriente de pensamiento de Molly Bloom, que cierra el
libro y que justifica sobradamente su lectura.
10.
Daniel Romasanta
02/07/2014 at 0:04 · Reply
Hace unos años lo compré, lo empecé y como dice ahí al leer
unos pocos capítulos me desanimé, quizás estaba necesitando
un artículo como este para volver a entusiasmarme, lo volveré a
intentar Ulises.
Kj
14/08/2014 at 12:34 · Reply
@ Guille
No niego que existe un cierto “esnobismo” en mi voluntad de
atacar el ‘Ulises’, que cayó a mis manos hace poco y
precisamente ahora estaba leyendo. Por eso me leí la ‘Divina
Comedia’ (muy divertido el ‘Infierno’, pasable el ‘Purgatorio’,
coñazo el ‘Paraíso’), ‘Hamlet’ o ‘Antígona’ (al ser obras de teatro,
más ligeras) y me “forcé” a leer títulos como ‘Bouvard y
Pécuchet’ (insufrible), entre otros.
Sí, es esnob si quieres. Pero también son historia de la literatura
y creo que vale la pena echarles un vistazo para saber al menos
por qué son tan famosas. ¿Que a veces cogerías al autor y lo
mandarías por el desagüe del WC? Pues sí. Pero al menos sabes
por qué lo harías.
Creo que en este caso merece la pena explorar antes que
descartar sin más.
11.
dvd
02/07/2014 at 20:19 · Reply
Si creéis que “Ulises” es difícil, probad con “Finnegan’s wake”…
12.
Jorge
14/08/2014 at 0:08 · Reply
Dios, lo mismo hay que probar otra vez
13.
María
14/08/2014 at 3:56 · Reply
Cada vez que se menciona esta lectura , siempre encuentro
rodeos y más rodeos .Nunca se hace un analisis formal ,
estilistico, lingüístico , antropológico del texo .
Siempre el mismo pasteleo de que es lectura para privilegiados
. Definitivamente pienso en que si el que lo ha leído no andará
todavía dando vueltas a la noria porque en términos de
comprensión lectora haceis más ardua la tarea de acercar al
lector a la obra que la obra en si misma . D la impresion de que
meteis la paja pero no encontrais la aguja .
Por lo demás, me gusta leeros
14.
waj1Fum
27/08/2014 at 12:01 · Reply
No sé si será que es agosto, pero dáis ganas de intentarlo. Y no,
no es por esnobismo, pues si lo consigo leer no será para
presumir, sino por pura salud intelectual. Igual que hago
ejercicio y no es para mirarme en el espejo ni para presumir de
palmito en la playita. Aunque igual lo que soy es un snob de
autoconsumo, y solo quiero chulear delante mío, para sentirme
todavía más privilegiado de haberme conocido y pasar conmigo
mismo todo el día todos los días. En fin, que podemos
psicoanalizar al gusto, pero por mi parte si me apetece y
encuentro el momento empezaré a leerlo, y si veo que me
entretiene seguiré.
Gracias a cuántas personas habéis hecho comentarios por la
ilusión que me habéis transmitido.
15.
kixmi
15/05/2015 at 21:39 · Reply
Ulysses es el mayor juguete literario jamás escrito, revoluciona
el género de la novela con la “voz interior” y además se disfruta
y mucho. Para mí el mejor y más grande libro escrito nunca.
Dicho esto he de decir que varias veces intenté sin exito
acercarme a la novela, no siendo capaz de terminar el primer
capítulo, hasta que un buen dia descubrí su peculiaridad: hay
que pasar de las cincuenta primeras páginas, es decir su primer
capítulo, que pareciera pertenecer a otra obra, y cuando te
sumerjes en la lectura lo primero que se me viene a la cabeza es
que no es prosa sino poesía en estado puro. Cuando iba llegando
hacia el final de las más de 500 páginas, ya temía que se acabara
porque Ulises es un universo en si mismo, pero el capítulo final
es sin duda de apasionante reflexión interna de lo que sucede en
el interior de un cerebro femenino. No es un libro fácil, eso es
claro, puede que sea imprescindible para leerlo y disfrutarlo
tener a las espaldas una gran cantidad de lecturas y estilos
literarios.
o

kixmi
15/05/2015 at 21:47 · Reply
Recomiendo la traducción de Jose Maria Valverde.
16. Pingback: Maneras de vivir - Jot Down Cultural
Magazine
17.
likuta
08/04/2016 at 11:03 · Reply
Estoy en el capítulo final y no tengo ganas de volver a empezar,
por ahora.
Lo que mas me gusta es la humanidad de los personajes, la
mezcla de mezquindad/generosidad/sexualidad turbia, amor y
asco, lo que viene siendo cualquier paisano/a que se sienta a
nuestro lado en el autobús.
Lo que menos quizás esos capítulos en los que el experimento
literario de impone en exceso, se alarga y da vueltas sobre si
mismo, como el que se desarrolla en el prostíbulo. Tampoco
ayuda el localismo,y la erudición que me obligan a tirar de
Wikipedia para no perderme.
No me parece justo que un autor exija disponer de su vasto
bagaje cultural para la comprensión de su obra.
Y sin embargo… me da un poco de pena acabarlo, no se que me
pasa…
18.
Andrés
08/04/2016 at 16:43 · Reply
Empecé a leerlo como apuesta con mi novia para que dejara de
fumar, porque habíamos oído hablar mal de él. Cual fue mi
sorpresa cuando lo empecé y descubrí que me gustaba,
especialmente cuando usaba el monológo interior. A partir de la
pagína 350-400 cambia de estilo y empieza a innovar más.
Desde ese momento se enreda y enreda a innovar y revolucionar
el idioma de Shakespeare durante cientos de páginas que
francamente, se me hicieron aburridas, incluso el capítulo 15 tan
famoso. Hasta el fantástico monólogo de Molly Bloom, todo fue
toro.
Terminado con gran esfuerzo, me sentí insultado por momentos
por la egolatría del tipo, y fascinado por momentos como el del
entierro, la escena del vater, o la de la playa.
Han pasado 8 meses desde que lo leí y la verdad es que conforme
pasa el tiempo tengo mejor opinión de la obra, de la que ya opino
que merece el esfuerzo.
Previa a la lectura, en vez de leer la siempre recomendable
Odisea para sacar parecidos, creo que el libro se disfruta más
conociendo la obra entera de Shakespeare y especialmente
Hamlet, pues la obra no es realmente sino un pulso que Joyce
quiere plantearle al bardo. Además, creo que es también
importante haber leído antes Madame Bovary.
19. Pingback: Guía para leer Ulises – La Hacendera
20. Pingback: La habitación propia de Virginia Woolf –
litunivaldoteablog
21.
oscar
08/08/2016 at 20:41 · Reply
a mi lo que me frustra es que hay parrafos que los leo, los vuelvo
a leer una y otra vez y no sé que esta diciendo, me gustaría que
alguien me lo explicara
22.
EuitutoC
25/03/2017 at 19:39 · Reply
Espero que no se me malinterpreten las palabras, pero adorable
y enternecedor tu post. Muchas gracias por la tan cálida manera
de empujar a alguien a una lectura
23.
J. Garcia
15/07/2017 at 1:38 · Reply
Buenísimo.

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