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Casi desde el mismo momento en que se fundó la República, en 1830, fue la banca privada y de
manera especial la guayaquileña, quien financió todos los gastos del Estado. Para poder construir
carreteras, puentes, hospitales, etc. los gobernantes ecuatorianos debían recurrir a los bancos
privados, que fueron, quienes aportaron con sus capitales para empezar a construir la
infraestructura del país.
Cuando en 1924 asumió la presidencia Gonzalo Córdova, el liberalismo había perdido buena parte
de su apoyo popular y las tendencias conservadoras ganaban fuerza.
Sin embargo, en 1924 las deudas que el Estado había adquirido con la banca costeña y
especialmente con el Banco presidido por Francisco Urbina Jado se habían convertido en
impagables. La situación económica del Estado se agravaba entonces por la gran emisión de billetes
sin respaldo en oro.
En estas circunstancias, el pueblo organizado desató una fuerte y constante oposición al gobierno
reclamándole mayor atención a los problemas laborales y exigiendo sustanciales reformas al
sistema económico imperante.
El 9 de junio de 1925 se produjo un inesperado cambio de gobierno del país. Una comisión de la
Junta Suprema Militar, presidida por el Mayor Luis Telmo Gómez de la Torres, irrumpió en la sala
donde el presidente y sus ministros realizaban una sesión extraordinaria. Les notificaron que la Junta
Suprema había resuelto asumir el gobierno de la nación.
Algo semejante sucedió en Guayaquil y el resto del Ecuador. Comenzó así un cambio político-
administrativo, económico y social. Adelantándose a la reacción conservadora, se proponían
emprender reformas sustanciales, ejecutadas después parcialmente durante la presidencia de Isidro
Ayora.
El objetivo de la junta era reordenar la economía, establecer el Banco Central como el único
autorizado para emitir moneda y crear un nuevo sistema de presupuesto y de aduanas.
La primera Junta, cuya alma fuera Luis Napoleón Dillon, impuso el interés nacional sobre los
intereses empresariales privados, fiscalizó a los bancos, introdujo por primera vez el impuesto a la
renta e incluso uno sobre las utilidades, creó el Ministerio de Bienestar Social y Trabajo, también la
Caja de Pensiones, creo leyes laborales y adoptó otras medidas sociales.
A partir de los años treinta la vida política del Ecuador estuvo dominada por la figura de José María
Velasco Ibarra, que inició su primer mandato presidencial en 1934 (posteriormente ocupó la
presidencia otras cuatro veces). A pesar de sus deficiencias como administrador, su acusado
populismo y su vinculación a los grupos oligárquicos, impulsó ambiciosas obras públicas y reformas
educativas y mantuvo una política exterior de independencia.
Para esta época el Ecuador ya contaba con una importante inversión extranjera, especialmente de
capitales norteamericanos como es el caso de EMELEC o La Empresa Eléctrica del Ecuador Inc., fue
una empresa eléctrica constituida en Estados Unidos, en 1925 y que se dedicaba a la generación,
distribución y comercialización de energía eléctrica en la ciudad de Guayaquil, Ecuador.
En el área hidrocarburífera participan varias empresas en la península de Santa Elena como Anglo
Ecuadorian Oil Field, Carolina Oil Company; y Anglo Saxo Petroleoum en la Amazonia. Una destacada
compañía de extracción de oro fue South American Development Company (SADCO), ubicada en
Portovelo, El Oro.
25 Periodo de estabilidad
El Auge del banano
A partir de 1950 Ecuador volvió a insertarse en el mercado internacional a través de la producción
de banano, iniciando, de la mano de este producto, un período de prosperidad.
El proceso inicial de expansión del banano duró hasta fines de 1950 y se sustentó en las pequeñas y
medianas plantaciones, debido a una política que fomentaba este tipo de producción por parte del
gobierno y evitaba la concentración de tierra y capital en pocas manos, como sucedió con el auge
cacaotero. Este proceso desencadenó la formación de una burguesía agraria que fortaleció a la clase
media, la cual, según la concepción gobiernista, era la portadora de los valores democráticos. La
estrategia apuntaba también a crear una sociedad con mayor capacidad de consumo. Las empresas
transnacionales -como la United Fruit Co.- sólo intervinieron en la etapa de comercialización.
Durante los años 60, las plantaciones centroamericanas empezaron a recuperarse, lo que supuso
una disminución de la demanda para la fruta ecuatoriana. La crisis de sobreproducción y la presencia
de plagas golpearon con fuerza a los pequeños y medianos productores, quienes no contaban con
el capital para hacer frente a períodos de crisis o nuevas inversiones. La quiebra de los pequeños
productores fue aprovechada por los grandes propietarios, quienes iniciaron la etapa bananera de
la gran plantación en la Costa ecuatoriana. Muchas veces estos combinaban la producción con la
actividad exportadora, imponiendo precios a los pequeños productores que aún hoy subsisten en el
agro de la Costa.
Económicamente, los efectos del auge bananero en el país fueron importantes. Se profundizó el
modelo de desarrollo capitalista en relación con el mercado mundial. Ecuador se insertó en un orden
internacional en el que asumió claramente el papel de proveedores. Al mismo tiempo se produjo
un aumento de la producción nacional en distintos órdenes, se expandieron las relaciones salariales,
creció el mercado interno y la economía se diversificó. Los sectores que crecieron fueron la industria,
la construcción, la pesca industrial, la producción agropecuaria, el comercio, la banca, el transporte
y las comunicaciones.
El desarrollo urbano que se había anunciado tímidamente desde inicios del siglo XX se intensificó
notablemente. El Estado desarrollista, sustentado en una economía en crecimiento, fomentó la
profesionalización de sus capas medias. En la Sierra el auge bananero y los límites propios de un
sistema caduco provocaron la descomposición del sistema de hacienda tradicional, el cual enfrentó
la necesidad de modernizarse. Mucha población emigró a la Costa y otra engrosó la población de
las ciudades de la Sierra. Sin embargo, y a pesar de los cambios, no hubo una transformación
generalizada de las relaciones sociales y económicas. Las oligarquías regionales seguían teniendo
mucho poder.
Cuando las exportaciones bananeras empezaron a decaer en los años 60, el Estado regulador y
planificador orientó la economía, hasta entonces dependiente del mercado exterior, hacia el
modelo de sustitución de importaciones que privilegió el desarrollo interno.
Desde 1948, los protagonistas de la vida política ecuatoriana hicieron un esfuerzo común por
alcanzar una estabilidad que se veía como condición indispensable para el progreso y el desarrollo
del país. Este esfuerzo estuvo apoyado por una coyuntura económica favorable que se tradujo en la
ordenada sucesión democrática de cuatro gobiernos: en 1952 triunfó Velasco Ibarra; en 1956,
Camilo Ponce Enríquez; y en 1960, otra vez Velasco Ibarra.