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Compilación de exposiciones

 
 
Introducción 

La presente publicación es la compilación de las diferentes contribuciones que los


ponentes invitados han realizado en el evento internacional “Hacer justicia.
Nuevos debates sobre crímenes de lesa humanidad”, organizado por el CELS e
ICTJ en marzo de 2012, a modo de cierre de un proyecto de tres años financiado
por la Unión Europea. Uno de los objetivos del proyecto y que se plasmó en esta
actividad es la promoción del diálogo y la discusión entre actores de la justicia
transicional en la Argentina, Latinoamérica y el mundo, garantizando la difusión y
el intercambio de experiencias así como la cooperación y apoyo mutuo.
El evento contó con dos audiencias públicas y con una serie de talleres cerrados.
Esta publicación concentra las exposiciones presentadas en el panel inaugural y
en las diferentes mesas de discusión. Esperamos sea capaz de llevar al público
general las reflexiones de estos expertos, a modo de continuar con la impronta de
trasmisión y discusión que caracterizó al proyecto durante su duración.
Agradecemos a todos los expositores y asistentes al evento por su entusiasmo en
el intercambio y la construcción colectiva y por su cálida presencia ante una nueva
convocatoria al debate.
 
HACER
JUSTICIA
Nuevos debates sobre
el juzgamiento de crímenes
de lesa humanidad
12 > 15 DE MARZO 2012
BUENOS AIRES

Índice 
 

Día 1 – Panel inaugural ................................................................................................................. 3 


Mónica Pinto ...................................................................................................................................... 3 
Jorge Auat ....................................................................................................................................... 12 
Paulo Abrão ..................................................................................................................................... 18 
Día 2 - Taller “La relación entre los juicios penales por crímenes de lesa humanidad
y el desarrollo y estabilidad de la democracia”. .................................................................. 40 
Kathryn Sikkink ............................................................................................................................... 40 
Colm Campbell ............................................................................................................................... 46 
Jo-Marie Burt ................................................................................................................................... 58 
Catalina Smulovitz .......................................................................................................................... 66 
Día 3 – Taller “Justicia penal y comisiones de la verdad como mecanismos
transicionales clásicos” ............................................................................................................. 73 
Primera sesión: “Debates jurídicos en relación al juzgamiento de crímenes de lesa
humanidad” ................................................................................................................................... 73 
Carolina Varsky ............................................................................................................................... 73 
Francisco Soberón ......................................................................................................................... 86 
Nelson Camilo Sánchez .............................................................................................................. 106 
María Eugenia Solís García ........................................................................................................ 118 
Segunda sesión: “Debates en torno a los mecanismos de verdad” ............................ 126 
Emilio Crenzel ............................................................................................................................... 126 
Cath Collins ................................................................................................................................... 133 
Marcelo Torelly ............................................................................................................................. 146 
José Luis Caballero Ochoa ......................................................................................................... 157 
Día 4 - Taller “Nuevos debates en relación con los procesos de justicia
transicional”. ............................................................................................................................... 162 
Primera sesión. “Incorporación de la perspectiva de género en las medidas
transicionales”. ........................................................................................................................... 162 
Maya Morsy ................................................................................................................................... 162 


 
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Carolina Carrera Ferrer ............................................................................................................... 179 
Julissa Mantilla .............................................................................................................................. 185 
María Eugenia Solís García ........................................................................................................ 197 
Clara Sandoval ............................................................................................................................. 202 
Luz Marina Monzón ...................................................................................................................... 210 
Jaime Urrutia ................................................................................................................................. 217 
 


 
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Día 1 – Panel inaugural
 

Mónica Pinto

Profesora de Derecho Internacional y Derecho Internacional de los Derechos Humanos de la


Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde además se desempeña como
Decana desde marzo de 2010. Actuó como profesora visitante de Derecho de la Escuela de
Derecho de Columbia (2001 y 2003), Université Panthéon-Assas Paris II (1997, 2005, 2009),
Université de Rouen (2007), Université Panthéon-Sorbonne Paris 1 (2008). Ha sido vicedecana y
decana asistente para asuntos académicos en la Facultad de Derecho de la UBA y presidenta de
la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA). Fue presidenta de la Asociación Internacional
de Escuelas de Derecho (IALS) entre 2008 y 2011. Es miembro de la American Society of
International Law and de la Société française de droit international. En el área de derechos
humanos es miembro de la junta de gobierno del Instituto Inter-americano de Derechos Humanos,
la Asociación por la prevención de la Tortura y el Servicio Internacional por los Derechos Humanos
de Ginebra y del Instituto de Derechos Humanos de Estrasburgo. Obtuvo su título de Abogada y su
Doctorado en Derecho en la Universidad de Buenos Aires.

Me voy a ceñir a un esquema no demasiado sugestivo, que es tratar de ver cuáles


eran los datos del Derecho vigente cuando comenzaron las transiciones
democráticas allá por la década de 1980. Quizás sea ese el momento en que se
inaugura el capítulo de la Justicia Transicional, como una metodología o un


 
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conjunto de metodologías para el tratamiento de las violaciones sistemáticas y
generalizadas de Derechos Humanos en el pasado reciente.
Deberíamos tomar como dato para empezar el análisis que la normativa de
Derechos Humanos de ese momento, esto que hoy llamamos “conjunto de normas
jurídicas de Derechos Humanos” estaba bastante acotada. Por lo menos esto era
lo que ocurría en el campo latinoamericano y universal, excluyendo de este
universal al “conjunto europeo” que desde el inicio de la década de 1950 tenía su
propio tratado. Se podría decir que alrededor de la década de 1970 estaban en
vigor una Convención sobre Eliminación de todas las formas de Discriminación
Racial, que los dos pactos de Naciones Unidas (el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos
Sociales y Culturales) habían entrado en vigor en el año 1966. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que es nuestra gran norma
regional, tuvo que esperar hasta 1978.
Por otro lado, en un ámbito de debate mucho más político, que es allí donde
podrían ir los primeros reclamos en materia de violación de derechos humanos,
tanto en la ONU como en la Organización de Estados Americanos (OEA), se
habían implementado determinados mecanismos que permitían, por la vía de una
inspección visual y de terreno, lograr algunas conclusiones que pudieran ser
debatidas por los Estados y que permitieran, con el apoyo de normas jurídicas,
ejercer presión política para tratar de disuadir a los gobernantes de lo que estaban
haciendo en ese momento. Me refiero concretamente a la creación de un
mecanismo como el caso de “la [resolución o procedimiento] 1503” en el ámbito de
Naciones Unidas que, imperfecto como era, permitía un tratamiento de los cuadros
de violaciones sistemáticas de derechos humanos. En ese marco, diplomáticos y
políticos no entendían bien esta negociación en términos internacionales con vidas
humanas en el medio y no con cuestiones de diplomacia más clara. Por otro lado,
se trataba de un sistema de peticiones en el ámbito interamericano. La paradoja
es que éstas resultaron ser dos vías de mucha efectividad, ninguna de las cuales
reposaba en un tratado. Ambas tenían, como norma de confronte (como dirían los
penalistas) o como norma de sustentación, declaraciones: la Declaración
Universal de Derechos Humanos, por un lado y la Declaración Americana de
Derechos y Deberes del Hombre, por el otro. En ese contexto se podría decir que
el Derecho Internacional, en los inicios de la década de 1980, no contemplaba
ningún conjunto de elementos específicos para la Justicia Transicional. Sí era
claro que en el ámbito del derecho interno estaba disponible la posibilidad de un
juzgamiento a los responsables de las violaciones a derechos humanos en la
medida en que se pudiera considerar esas conductas como delito.

 
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En el caso de la Argentina esto era claramente así pero tan disponible como esto
estaba, era la certeza de que nunca se había recurrido a la herramienta del ámbito
del derecho interno para procesar a gobernantes por el tema de las “violaciones
de los derechos de los ciudadanos”, si se quiere, para utilizar el lenguaje de la
época. “El diseño de los años ochenta”, que fue el diseño que propuso la política
del gobierno de Raúl Alfonsín fue, básicamente, el establecimiento de una
Comisión Nacional de Investigación sobre la Desaparición forzada, la CONADEP.
Y una decisión de procesamiento doble: por un lado, de las cabezas de las juntas
de las Fuerzas Armadas que habían tomado el poder desde el 24 de marzo de
1976 en adelante; y por otro lado, de las cabezas de los movimientos armados
que habían operado en el país desde mayo de 1973. A partir de ese diseño uno
puede decir que, al menos en América Latina, pareció existir una corriente que
casi inexorablemente llevaba a una búsqueda sobre la verdad de lo ocurrido y que
esta búsqueda de verdad convivió, en algunos casos, con la vigencia de una ley
de amnistía o de auto amnistía; en tanto que en otros, esa ley (de amnistía o de
auto amnistía) que se habían dado los militares antes de partir, fue derogada. Al
mismo tiempo es posible señalar que en las preocupaciones de la transición
política de los ochenta parece haber una vinculación casi obligatoria entre los
valores de democracia, verdad y justicia. Y esta vinculación que uno puede inferir,
de ciertas políticas (entre ellas, probablemente la del gobierno argentino de la
época) está también en algunos de los comentarios que la CIDH se permite
formular ante la inminencia de decisiones que debían ser adoptadas por los
nuevos gobiernos del continente. Entonces, en el informe de la CIDH de
1985/1986, se señala que un problema difícil que tienen que afrontar las recientes
democracias, es el de la investigación de las anteriores violaciones de derechos
humanos y que ésta es una materia muy sensible y muy delicada. Es una materia
en la que solo los órganos democráticos apropiados, usualmente en el
Parlamento, pueden tomar alguna decisión, que las responsabilidades que se
puedan determinar siempre tendrán que ser individuales, pero que parecería
haber una necesidad de esclarecer estas violaciones porque toda la sociedad
tiene el irrenunciable de derecho de conocer la verdad. El párrafo es bastante más
largo, tiene bastantes elementos para analizar. En todo caso, lo que queda claro
es que se está apuntando a una verdad que no necesariamente es la misma que
surge del deber de investigar los delitos en el ámbito interno y que es la misma
que está en cabeza de reclamo de la víctima de cualquier delito común. Ese
planteo también es el que se encuentra en la base de la mayoría de las
comisiones de investigación que se establecen en América Latina a partir de la
creación de la CONADEP que, establecida a fines del año 1983, en nueve meses


 
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presenta un informe y que es considerada (al menos por el mundo de la doctrina
que trabaja estos temas) como el punto de partida de las Comisiones de la Verdad
en el continente, cuando en realidad es una comisión de investigación que tiene
bastante acotado su terreno. La CONADEP solo trabajaba sobre la desaparición
forzada que, indudablemente, fue el crimen emblemático del Proceso Militar
argentino. La CONADEP no tenía capacidad para actuar en la Justicia, pero tenía
prevista una etapa de seguimiento judicial, en el sentido de que el informe que
presentara iba a servir de base para el trabajo judicial posterior. Obviamente, para
que la CONADEP pudiera trabajar y para que este planteo judicial que formaba
parte del diseño de Alfonsín pudiera tener lugar, la primer medida que toma el
Parlamento democrático (que asume en diciembre de 1983) es la derogación de
la ley de auto amnistía que se habían dado los militares, por considerarla
inconstitucional e insanablemente nula.
A partir de allí, y dejando un largo período en la década del ochenta sin cubrir, hay
toda una serie de Comisiones de la Verdad que tienen lugar en América Latina. En
la década del noventa cuando asume el Gobierno de la Coalición en Chile, se
establece la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (conocida como
Comisión Rettig) que lleva a cabo un trabajo bastante fecundo, pero que convive
con una ley de amnistía que solamente va a empezar a ser cuestionada
judicialmente con algún grado de éxito cuando se produzca una suerte de
globalización de los derechos humanos a raíz de la requisitoria del juez Baltasar
Garzón, respecto del gobierno británico en el caso de Augusto Pinochet. La
comisión de Verdad de El Salvador inaugura un período distinto: tanto la comisión
de El Salvador, como la de Guatemala derivan de los Acuerdos de Paz que se
generan como finalización de los respectivos procesos armados en la zona y hay
una suerte de recomendación y señalamiento importante en el informe de la
Comisión de Verdad de El Salvador respecto de la necesidad de una actuación
ejemplar por parte de la Justicia, de que se apliquen a quienes resulten
responsables las sanciones contempladas en la ley. En el caso de Guatemala, el
acuerdo de Oslo de1994 previó una Comisión para el Esclarecimiento Histórico. El
caso deGuatemala fue un conflicto muy largo que tenía más de cuarenta años y
había una expresa prohibición de seguimiento judicial en el texto mismo del
Acuerdo de Paz. La Comisión Nacional de Verdad y Justicia de Haití, de la década
del noventa, tampoco tiene legitimación para obrar en Justicia y presenta un
listado de personas prima facie responsables de los sucesos, pero no puede ir
más allá de esto. Cuando cae el Presidente Fujimori en Perú, el gobierno de
transición de Valentín Paniagua decide la creación de un grupo de trabajo para
establecer una Comisión de Verdad, iniciativa de quien en ese momento era el


 
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Ministro de Justicia, Diego García Sayán, que hoy es el vice presidente de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Esta Comisión, al igual que
alguna de las anteriores, va a trabajar sobre la violencia terrorista y las graves
violaciones a los derechos humanos. Cuando Alejandro Toledo lo sucede a
Paniagua, a la Comisión se le agrega un objetivo más que es el de reconciliación.
Contabiliza un número muy importante de víctimas y además profundiza en
relación con la discriminación cultural, social y económica persistente en la
sociedad peruana, formula recomendaciones respecto de impunidad y
democracia, entre otras cuestiones. Esa es una de las pocas comisiones que se
preocupa por dar el significado de lo que la Comisión va a entender por “Verdad” y
“Reconciliación”. Así, por ejemplo, la comisión peruana establece que por “Verdad”
se entiende una narración confiable, éticamente articulada, científicamente
apoyada, contrastada de modo intersubjetivo, comprometida afectivamente y
perfectible de lo que pasó en el país durante los años de la violencia.
Hay una segunda etapa de Comisiones de Verdad que inicia cuando el presidente
Ricardo Lagos crea la segunda comisión en Chile, la Comisión Nacional sobre
Prisión Política y Tortura en Chile (la Comisión Valech), que no se dedica a
determinar responsabilidades, sino a determinar quiénes habían sufrido privación
de libertad y tortura por razones políticas y a proponer medidas de reparación.
Tampoco voy a hablar en profundidad de Brasil, pero lo cierto es que en ese
momento no toma ninguna medida - igual tiene “sui generis” (porque no emana de
un acto de poder público) un “Brasil Nunca Mais”. Es a partir de la recopilación que
hace la Iglesia Católica con el Cardenal Paulo Evaristo Arns de San Pablo a la
cabeza y que, paradójicamente, es una de las pocas que termina trabajando con
documentación de primera mano de los militares cuando el gobierno militar abre
sus archivos para los abogados de los presos políticos; cosa que no sucede en
otros países del continente.
Esta cronología básicamente lo que hace es abrir el camino para la búsqueda –
dentro del ámbito del Derecho- de elementos que permitan decir que “sí o sí” se
ha consagrado un derecho a la Verdad. Este derecho transita por varios
instrumentos: desde las normas de los conflictos internacionales en los Convenios
de Ginebra de 1949, a algunas cuestiones en el ámbito del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos (SIDH). El primer gran fallo del SIDH,
Velázquez Rodríguez, habla del deber de investigar los hechos en un caso
concreto de desapariciones forzadas, que va a ser uno de los crímenes
considerados de lesa humanidad. La CIDH va a hacer todo un camino de
evolución y maduración: desde negar (de una manera muy diplomática, pero
negar al fin) la existencia de un derecho a la Verdad (cuando en el caso Castillo

 
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Páez dice “un derecho no existente en la Convención” y que habría que ver si
todavía no le hace falta un desarrollo jurisprudencial y doctrinario) a llegar a una
posición mucho más positiva. Señalando que el derecho a la verdad es un
derecho de la víctima, de su familia, en una serie de fallos (que van desde
Bamaca Velazquez, el famoso caso del Comandante Berardo en Guatemala, del
año 2000; Barrios Altos, etcétera). Aquí, dos elementos a los cuáles aportó la
práctica argentina: por un lado, la solución amistosa en el Caso Lapacó, en 1999,
por un caso que inicia el CELS ante la Justicia argentina, cuando la Sra. Carmen
Lapacó reclama el derecho de saber cuál fue el destino final de su hija y
finalmente el gobierno argentino, en un texto de solución amistosa, se
compromete a la búsqueda de la verdad. Y, por otro lado, ese experimento de la
Argentina que fueron los “Juicios de la Verdad”, los cuales tuvieron lugar en un
momento en que existía manifiesta prohibición de procesar a persona alguna y
que, por una parte, en las corrientes más clásicas del manejo de la acción en
Justicia permitirían decir que no se podía hacer nada. Sin embargo hubo
escenario judicial, hubo jueces para escuchar.
En el ámbito de la ONU, a partir de la Conferencia de Viena de 1993, va a haber
una serie de cuestiones que tienen que ver con “ponerle un tope” a la impunidad
de los autores de violaciones de derechos humanos. Cherif Bassiouni, uno de los
artífices del Estatuto de la Corte Penal Internacional, va a presentar un conjunto
de principios sobre el derecho de las víctimas a restitución, indemnización y
readaptación, en el que el derecho a la Verdad va a estar sutilmente mencionado.
Pero luego, en una revisión que se va a llevar a cabo en la ONU, en un grupo de
trabajo bajo la presidencia de Alejandro Salinas de Chile, esto va a ser bastante
más claro. En el 2005, a iniciativa de la Argentina, se le va a pedir al Alto
Comisionado de Derechos Humanos de la ONU un informe sobre el derecho a la
Verdad y éste será presentado en el 2006, señalando que se trata de un “derecho
autónomo e inalienable que no admite suspensión y no debe estar sujeto a
restricciones”. Años más tarde va a haber un Día Internacional del Derecho a la
Verdad, esto se establece en el año 2010. El día va a ser el 24 de marzo, fecha
importante para los argentinos pero también para los salvadoreños (fue el día en
que mataron a Monseñor Romero en El Salvador y la resolución de la Asamblea
General de las Naciones Unidas lo recuerda).
El Derecho a la Verdad opera, entonces, como un derecho positivo en el ámbito
del Derecho Internacional, por lo menos desde mediados de la década del noventa
y de manera más sistematizada, hacia fines de esa década. Sin perjuicio de lo
cual parecería que a través de las conductas de los gobiernos ya se podría
considerar que estaba comprendido como un derecho colectivo en las políticas

 
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que algunos gobiernos adoptaron en la década del ochenta. Otro paso, es la
existencia de una obligación jurídica positiva de procesar judicialmente a los
responsables de violaciones a los derechos humanos, aquí todos recordamos un
famoso debate doctrinario entre Diane Orentlicher y Carlos Nino: el de Orentlicher
era un planteo teórico impecable en el cual los elementos que ella traía a colación
eran los tratados internacionales (la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, la Convención para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio y
la Convención sobre la Tortura y otros tratos o penas crueles inhumanos o
degradantes) todos los cuales establecían obligaciones a cargo de los Estados,
que dotaban de sentido esa obligación de “garantía” que se asume en los tratados
básicos como el PIDESC y el PIDCP de 1966, o la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. El argumento de Nino era, sobre todo, político y no jurídico:
hizo suya la escala propuesta por el Presidente Alfonsín en su discurso de
instalación. Lo cierto es que ese planteo termina transformándose en un problema
doctrinario solamente para América Latina cuando, en la década del noventa, la
CIDH cierra con dos informes las presentaciones efectuadas en el contexto de la
Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado en Uruguay y los planteos
respecto de Punto Final, Obediencia Debida e Indultos en la Argentina. Cuando la
CIDH, en ambos contextos, declara la violación no sólo de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, sino también de la Convención
Americana por la sustracción a la Justicia de un activo importante de cuestiones,
el tema (al menos en el ámbito interamericano) se transforma en una cuestión
teórica. La realidad es que en un espectro un poco más amplio, universal.
Los tribunales penales internacionales, el Tribunal Ad-Hoc para la antigua
Yugoslavia y el tribunal para Ruanda y la acción tendiente del Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional, parecerían establecer la norma en sentido
positivo. Es decir: la posibilidad de que la jurisdicción internacional pudiera operar
cuando los Estados que - ejerciendo jurisdicción sobre estos graves crímenes de
trascendencia internacional - no hicieran nada, permitiría inferir que esos Estados
tienen un deber de perseguir esos más graves crímenes. La realidad es que uno
podría decir que el Estatuto de Roma es algo acotado, que se trata de un estatuto
convencional, que esto es “solamente para las partes” y los que están afuera nada
tienen que temer. Pero la impresión que uno tiene es que, en la práctica
inmediatamente posterior a la entrada en vigor del Estatuto de Roma (año 2000)
se dio lo mismo que sucede en la práctica con las brujas: todos sabemos que no
hay brujas pero, por las dudas, hay que hacer cosas por si existieran. Entonces,
Estados como el de Estados Unidos salen rápidamente a celebrar acuerdos con
otros países cuando la vía de una resolución de excepción del Consejo de


 
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Seguridad les queda absolutamente cerrada. Otros elementos ayudan a
establecer esta obligación de procesar: es el ejercicio de jurisdicción por parte de
magistrados variados, es decir, en algún momento el escenario internacional tiene
una serie de coexistencia de una Justicia nacional, de una Justicia extranjera o
universal y de una Justicia Internacional como se puede ver en la Corte Penal
Internacional. Yo creo que los tres modelos tienen elementos “a su favor y en
contra”, los tres buscan explícitamente y en primer lugar satisfacer un objetivo que
no necesariamente está en un mismo orden en los tres casos.
Parecería que la jurisdicción internacional solo está limitada a los más graves
crímenes de trascendencia internacional tal y como están establecidos en un texto
(como podría ser el Estatuto de Roma donde, básicamente, la Justicia que se está
ejerciendo allí es Justicia retributiva). Tal como surge de lo más clásico del
derecho internacional (de la jurisprudencia de la Corte en el caso de la fábrica de
Chorzow), esa jurisdicción tiene la legitimidad del consenso: es una jurisdicción
que se ejerce porque se han puesto de acuerdo los Estados. Indudablemente, ese
consenso, en la práctica resulta un poco elitista porque los crímenes suceden en
Argentina, en Guatemala o en Uganda y, en realidad, la Justicia Internacional se
desarrolla en La Haya, en un idioma que no es el de las sociedades que vivieron
las tragedias, aún cuando las víctimas y los representantes de las víctimas estén
presentes. Por esto me parece que el primer objetivo que satisface esta justicia (y
por eso su carácter de supletoria de la jurisdicción nacional) es el decirle “basta a
la impunidad”. La jurisdicción extranjera, o universal, en la que parecerían ponerse
todos de acuerdo – tanto los Lores, en el caso del pedido de Garzón por la
extradición de Pinochet, como la jurisprudencia de la Corte Internacional de
Justicia (que no es una jurisprudencia que pueda ejercerse sobre base
consuetudinaria sino que debería haber algún otro requisito, algún vínculo de tipo
convencional entre el Estado que pide y el Estado que ejerce la jurisdicción), esa
jurisdicción es necesariamente selectiva. Creo que aquí no se le puede atribuir
mala conducta a nadie, quizás mirando el ejemplo de Bélgica uno puede sacar su
propia conclusión. Es imposible que un Tribunal Nacional esté abierto para el
tratamiento de todas las causas que tienen que ver con todos los más graves
crímenes de trascendencia internacional. Es real, también, que se necesitan
criterios para decidir “qué casos sí y qué casos no” y entonces, probablemente,
llegar a consensuar esos criterios pueda plantear algún tipo de obstáculo.
Finalmente, cuando la Justicia Nacional es una justicia con un poder
independiente e imparcial, parecería que además de cumplir con todas las
funciones que tiene que cumplir la Justicia (de desarrollar procesos claros, de
cumplir con un proceso de prevención de la ocurrencia de hechos similares) ayuda

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a la construcción de una Verdad. De algún modo, los procesos judiciales (al
menos así han operado en la Argentina) suelen funcionar como elementos muy
efectivos para un re-conocimiento de la Verdad. Esto quiere decir: de una verdad
conocida (que se infiere, de las que se tienen muchos elementos) pero que se
necesita algún instrumento, algún espacio en el cual esto pueda bajar de una
manera clara. William Schabas (gran estudioso y seguidor del tema de Cortes
penales internacionales) sostiene que los tribunales locales pueden hacer es
llegar más fácilmente a cerrar o coronar un proceso. Él dice: “los testigos están
más fácilmente disponibles, los jueces y jurados conocen bien el contexto de
violación de los derechos humanos y la sentencia se adecua mejor según los
valores que prevalecen en el país”. Y creo que esto es importante cuando uno
habla del caso argentino, paradigmático en este sentido.
Finalmente, para seguir con los temas internacionales (desde Barrios Altos en
adelante), en el SIDH y el Sistema Universal desde inicios del Siglo XXI, aparecen
pronunciamientos muy marcados en distintas instancias y con distinto valor
jurídico respecto de la incompatibilidad de las amnistías y de toda medida de
perdón que sustraiga del conocimiento de Poder Judicial las causas por
violaciones a derechos humanos que puedan considerarse crímenes de guerra,
crímenes de lesa humanidad y/o actos de genocidio.
En este sentido, creo que toda esa sucesión de pronunciamientos, desde aquellos
que son entendidos para las partes con una ascendencia judicial, hasta aquellos
otros que le ponen un “valor agregado”, terminan de constituir una suerte de
obligación jurídica positiva de tratar de deshacerse de este tipo de medidas para
poder llegar a la búsqueda de la Verdad.
Algo que también me queda claro (por alguna experiencia de campo que he
tenido en mi vida) es que, cuando uno abandona el ámbito latinoamericano, las
opciones parecen distintas y en realidad los Estados se enfrentan con una serie de
desafíos que son importantes. Solo a modo de ejemplo: la transición en Kenia ha
decidido, por falta de confianza en los Tribunales Nacionales, darle a la Corte
Penal Internacional (CPI) el tratamiento de estos casos. Entonces, toda Kenia
habla de los seis procesados por el Fiscal de la CPI que pretenden ser la punta de
un ovillo bastante más importante. Reitero: ese es el momento para pensar si esto
era lo único que estaba disponible en Kenia, si la CPI en La Haya juzgará a estos
seis, ¿esto podría traer algún grado de construcción de una Verdad respecto de la
cual puedan pensarse medidas de fortalecimiento institucional? etcétera. Lo que si
va a ser claro es que hay un mensaje de “impunidad no va más”.

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Jorge Auat

Fiscal General a cargo de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de causas por violación
a los Derechos Humanos durante el terrorismo de Estado de la Procuración General de la Nación
Argentina.

Vengo en nombre de la estructura a la que pertenezco, la Unidad Fiscal de


Coordinación y Seguimiento de las Causas por violaciones a los Derechos
Humanos cometidas durante el terrorismo de Estado (de la Procuración General
de la Nación) y digo que vengo en nombre de la Unidad, porque la sensación que
siempre tuve desde que empezamos a trabajar era que estaba “arriba de una
cuadriga romana”. El escenario era casi agonal (estábamos peleando contra
tantos obstáculos) y, en rigor, esta mención es un reconocimiento a ese trabajo.
Tengo la sensación de que mis mensajes son un poco pesimistas, que siempre
pongo el verbo en posición de combate, de reclamo, de interpelación. Y, como
decía un amigo: “no te preocupes, un pesimista es un optimista con experiencia”.
Pensando “¿de qué vamos a hablar en estas jornadas?”, la primer cuestión que
se me ocurrió, apelando a la memoria de algunas jornadas, buceando en alguna
literatura, encontré expresiones que tienen que ver con lo que hicimos en estos
tiempos. Me acordaba de una frase de Manuel Reyes Mate que decía: “¿hicimos
lo que pudimos o hicimos lo que debimos?”. Esto me parece que conforma una
suerte de piedra angular en el análisis que tenemos que hacer, porque si nosotros
decimos que lo que hemos hecho es lo que pudimos, no estaríamos faltando a la
verdad. Probablemente sea algo que se puede verificar, a partir de la constatación
de todo lo que se viene haciendo. Reyes Mate, en esa frase, dice: “la memoria
tiene exigencias irrenunciables”. Analiza la memoria y, aquí algunas conclusiones
propias, cuando habla de memoria y de olvido, tengo la sensación de que ambas
ocupan el mismo casillero. Cuando el casillero lo ocupa la memoria está ausente
el olvido y cuando el casillero lo ocupa el olvido, está ausente la memoria. Existen
dos formas de olvido: –se podrá discutir si uno de ellos realmente es olvido – uno,
tiene que ver con la idea de desconocimiento, porque la memoria no registró el
hecho. El otro, tiene que ver con la banalización de lo que pasó, con la negación.
Este autor dice: el primero es ignorancia y el segundo es injusticia. Creo que este
es un tema central, por eso empezaba a hablar de la memoria como piedra
angular desde la que me tengo que parar para analizar esta historia. Yo decía que
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la lucha fue agonal y no lo fue solamente para los organismos, en realidad fue
agonal para el pueblo en su conjunto, para la sociedad.
La historia de la impunidad en la Argentina es conocida por casi todos,
comenzamos con la auto amnistía – como decía la Dra. Pinto – después seguimos
con las leyes de impunidad, con los indultos. Cuando se nulificaron las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final, nosotros pensamos que el último cepo de
impunidad se había derribado y, en verdad, nos estábamos equivocando.
Estábamos, de algún modo, siendo ingenuos y cálidos en el análisis, porque “si la
historia comienza donde se acaba la tradición” sigamos trabajando la memoria
desde la tradición. De modo que me parece central seguir insistiendo con el
interrogante de cuáles son los problemas principales en esta historia de lucha
contra la impunidad. Decía: pensaba que habíamos derribado los cepos y
pecamos de cálidos. En realidad, las estrategias de impunidad eran mucho más
complejas. El otro gran cepo del que nos habíamos olvidado era quiénes iban a
ser los operadores que llevarían adelante este proceso que se abría, con quiénes
íbamos a ir. No se trataba solamente de una decisión de derribar el cepo
normativo de impunidad, había que empezar a pensar cómo trabajar “el Dia D”
luego de la nulidad de las leyes. Y ahí es donde digo que nos faltó una mirada
estratégica del problema. Recién hablábamos de la transición: después de 35
años de democracia, sin duda, no parece serio hablar de una etapa de transición
democrática. De hecho, se localizó como el comienzo de esa etapa al primer
gobierno democrático, el de Raúl Alfonsín. En esa “cuenta” fueron a parar muchas
“facturas” que, lamentablemente, por alguna razón, se fueron purgando. Pero,
probablemente, el sector que menos experimentó esta vivencia de la transición
democrática – que si se puede catalogar como que “está en transición”- es el
propio Poder Judicial. Este es el gran problema: tenemos un Poder Judicial que,
todavía, no se dio cuenta de los tiempos que corren, no entendió la demanda de la
nueva sociedad argentina. La sociedad entendió la democracia, se hizo cargo y
empezó a ser protagonista. Esto nos pasó con las leyes de impunidad: a pesar de
estas leyes, la sociedad se hizo protagonista de sí misma y de su propia historia e
iniciamos los “Juicios por la Verdad”. Estos juicios fueron producto de un proceso
de inflamación social, la sociedad se resistía tenazmente a pensar lo que pasó
como una cuestión de “olvido”, al proyecto de olvido se le opuso una suerte de
“anamnesis colectiva”. Cuando uno habla de “memoria”, una de las cosas que más
me llamó la atención (leyendo a Reyes Mate) es cómo opera la memoria: y,
probablemente, el tema es muy sutil y quizás muy sofisticado, pero puede ser
parte del análisis del problema. Decía: la memoria no opera solamente sobre lo
que pasó, sino también sobre lo que no pasó. Y hace análisis sobre las

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“hendiduras” (supongamos un gráfico de una piedra monolítica con hendiduras)
que son las memorias del derrotado. Y ahí, cito a Walter Benjamin, quien dice “lo
que más preocupa de ello es que por allí se puede colar el Mesías”. Y ese sea,
probablemente, el punto central de la impunidad hoy reinante en el propio Poder
Judicial, que no experimentó todavía esa vivencia democrática, que está en etapa
de transición.
Yo decía, que hablamos de un escenario agonal y ese escenario tiene dos
protagonistas: la interpelación del pueblo a través de algunos organismos y,
fundamentalmente, organismos que son la expresión de todo el cuerpo social, que
operaron en estos procesos como verdaderas “piezas ortopédicas”. Fueron
fundamentales porque, toda la historia de estos procesos, empieza con el estímulo
y con la iniciativa de los organismos. Fueron ellos y la sociedad en su conjunto los
que hicieron posible derribar los cepos de impunidad. Y, aún hoy, son los que
acompañan estos procesos de consolidación de la memoria colectiva.
Junto con el coordinador de la Unidad Fiscal, Pablo Parenti, anduvimos mucho
detrás de estos objetivos, no dejamos – como digo siempre - “ni puerta sin golpear
ni timbre sin tocar” ni a propios y extraños sin persuadir porque esta ha sido la
realidad, trabajando puerta a puerta. Y aún así, todavía tenemos tremendas
dificultades. Hace poco, a través precisamente de la exhumación de todos los
problemas que venimos teniendo a lo largo de la historia de estos procesos, la
Cámara Federal de Casación Penal (CFCP) se hizo eco y dictó reglas prácticas.
Y, en realidad, una cosa increíble es que a esta altura, después de años de
procesos, todavía la Cámara de Casación tenga que fijarle a los Tribunales Orales
el camino a seguir y cómo interpretar las normas procesales, ponerle confines a
estas normas para poder acelerar los procesos. La verdad, suena casi kafkiano, a
esta altura del partido, pensar que todavía tenemos que estar debatiendo cómo
interpretar normas procesales que tienen una claridad meridiana incuestionable.
Entonces, uno dice “este es el testimonio de dónde estamos”, recientemente
[sancionadas mediante acordada 1/12 del 28 de febrero de 2012] tenemos normas
prácticas para regular el alcance de las normas del Código Procesal. Este es un
testimonio cabal de todo lo que nos falta por hacer.
Yo decía, al comienzo, si “hicimos lo que pudimos o hicimos lo que debimos”;
cuando uno transita los pasillos de todos los estamentos del sistema judicial, uno
tiene la sensación que sus miembros internalizaron que “hicimos lo que pudimos”.
En realidad, uno mira la contrariedad de los procesos y analiza “adónde estamos,
de dónde venimos” y aquí el tema es central: nosotros no tenemos que mirar todo
lo que hicimos, sino todo lo que nos queda por hacer. Esta es la mirada que hoy

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se impone como un imperativo inexcusable. Es mucho lo que falta por hacer,
porque mientras en Tartagal o en Purmamarca – Jujuy – o un pueblo lejano de
Santiago del Estero tengamos impunidad, no habremos cumplido todavía el
cometido que nos hemos propuesto. Yo he dicho muchas veces que la
construcción de un edificio tiene, básicamente, dos momentos fundamentales:
uno, cuando se coloca la piedra angular; y el otro, cuando se coloca la piedra de
toque. Y la única piedra de toque que vamos a admitir en este caso es la de
terminar con todos los procesos abiertos en todo el país y los que todavía falta
investigar.
Me encontré con protagonistas a los que yo tenía fuera de agenda, muchos
jueces me hablaban por ejemplo de “la independencia”. Apareció otro
protagonista, que es la independencia judicial, como un adarve para atrincherar la
impunidad: no se les podía decir nada, no se podía reclamar nada. Incluso,
cuando hablábamos de concentración de los procesos, también se percibía un
avasallamiento de la independencia del Poder Judicial. Nos pasó con las “cárceles
VIP” en Córdoba, cuando la jueza Cristina Garzón Lescano (que ya no ocupa ese
cargo), tenía alojados a los militares en dependencias del Tercer Cuerpo del
Ejército. A los otros, a los “presos comunes”, los tenían hacinados en cualquier
Unidad Penitenciaria.
Yo creo que estos procesos han sido disparadores, o han permitido visibilizar la
realidad de un sistema punitivo en la Argentina que, seguramente, va a dar mucho
que hablar y va a servir mucho para el futuro. Considero que disparó un conflicto
profundo en el seno de la sociedad. Un ejemplo de esto: cuando al famoso juez de
Jujuy [Carlos Olivera Pastor](que yo dije, era la “capital de la impunidad”,
seguramente muchos se molestaron) se le preguntó por qué no indagaba –a las
personas denunciadas por cometer crímenes de lesa humanidad, él dijo “yo no los
indago porque no tengo dónde alojarlos”). Entonces, yo le pregunté por las “mulas”
– los transportistas- que transportan estupefacientes que vienen desde Bolivia y
pasan por la frontera a Jujuy, él contestó “yo no los detengo, los detiene la
Policía”. Este hombre no salió del “Estado Policial” en su cabeza, este era el Juez
que tenía la función de poner los filtros jurídicos a los procesos. Él entendía,
operaba en su cabeza y era coherente, tenía en su estructura intelectual una
selectividad del Sistema: “los otros” no eran, para él, personas importantes; tenía
que tener dónde alojarlos antes que indagarlos, a los militares. Allí quedó
claramente expuesto como la selectividad del sistema operaba. La historia no
termina allí (esto es parte de la vivencia), vino un día el Doctor Luis Rabbi-Baldi
(Presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Salta) a defender lo hecho
por el juez Olivera Pastor, trajo un Informe y quiso exponer sobre ese Informe.
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Duró, aproximadamente, cincuenta segundos y yo, personalmente, pedí la palabra
y le dije: “Doctor, con todo el respeto que usted me merece, quiero decirle que lo
que presentó es un sofisma contable, no entendió nada de lo que está pasando;
aquí de lo que se trata es de explicar resoluciones de fojas 44, usted no entendió
nada” . Jujuy no tiene juicios, tiene 130 víctimas: ¿de qué estamos hablando?
¿Cuál es el rol de ese Juez? Además, estamos hablando de una cronicidad del
sistema donde, quiero aclarar, también hay jueces a quienes respeto
profundamente porque sé cuánto se esfuerzan por hacer bien las cosas. Pero
cuando uno describe un fenómeno, lamentablemente, no puede hacer
disquisiciones ni discriminaciones.
El Poder Judicial tiene que pagar la factura de su propia decoloración: es decir,
cuando un Juez no actúa a la altura de sus circunstancias, está “coloreando” todo
el Sistema Judicial, este es el problema. El consejo de la Magistratura lo dijo
respecto del caso del juez Olivera Pastor: “hagámonos cargo, porque la denuncia
está”. Yo le hice la denuncia en el año 2010 al Dr. Olivera Pastor, digo este
nombre por ser quizás el más emblemático. Ahora, por ejemplo, apareció la
citación indagatoria de Carlos Blaquier [empresario de la provincia de Jujuy, dueño
del ingenio Ledesma], situación muy difícil porque el tema de la impunidad es lo
que más me preocupa, ¿por qué digo “lo que falta”? porque lo que falta es lo más
importante: la “pata civil”, la “pata judicial” y los sectores económicos. Este es el
problema central, no indagar al cabo que estuvo al frente; ya está indagado, ya
está condenado. A mí me tocó en Resistencia (Chaco), conjuntamente con el Dr.
Javier De Luca, trabajar la causa de la Masacre de Margarita Belén y allí tenemos
dos fiscales procesados, uno que murió [Carlos Flores Leyes] y el otro que está
indagado [Roberto Mazzoni]. Ahora también, fue citado un ex Juez Federal [Luis
Ángel Córdoba]. Lo preocupante es pensar con quiénes vamos a avanzar en estas
causas, cuando finalmente toquemos la pata judicial, si a veces por cuestiones de
“reflejo condicionado”, como pasó en Mendoza, cuando yo denuncié a un juez
[Otilio Romano] que hoy se encuentra prófugo me denunciaron. El tiempo fue mi
aliado y se encargó de poner las cosas en su lugar. De modo que, el problema
central, los cepos de impunidad, no terminaron con las leyes. Es cierto que, la
Argentina probablemente sea mirada por todo el mundo por todo lo que se ha
logrado, pero “intramuros”, el deber inexcusable es hacernos cargo de todo lo que
falta. Poner la realidad “blanco sobre negro” y saber: adónde estamos parados,
hacia dónde vamos, con qué Poder Judicial y operadores del Sistema vamos a
avanzar hacia esos lugares.
Con respecto a las estrategias de impunidad, en relación con el discurso de Jorge
Rafael Videla: me preguntaron en algún medio y lo voy a contestar, pero me
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resisto a aceptarlo como propuesta de la discusión, porque en realidad es un
discurso de ruptura con el sistema, forma parte del proyecto de impunidad y de
olvido. La negación del sistema es parte de su propia estrategia y algunos
sectores que operan por la impunidad (y esto también lo describe la literatura)
“banalizan la vida y banalizan la muerte” y esto último, pareciera ser el precio que
hay que pagar por la paz. Ese es el esquema del discurso de la impunidad:
banalizar la vida y la muerte al servicio del proyecto mas espurio de los vivos.
Esto, también lo describe la literatura, Hegel hablaba de “las florecillas del camino
que hay que pisar cuando se avanza”; todo esto forma parte del contexto. Es
decir, no hay nada fuera del cálculo especulativo de cómo construir y consolidar el
proyecto de impunidad y de olvido.
A pesar de este discurso un poco pesimista, quiero decirles que nosotros tenemos
la sensación de que el único verbo que nos queda por conjugar es, siguiendo a
Cervantes, “el camino siempre es mejor que la posada”. O, como diría el Quijote,
“podrán los encantadores quitarnos la aventura, pero el esfuerzo y el ánimo,
imposible”. Esto, vaya como un meta mensaje a quienes especulan con que
alguno se va a agotar.

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Paulo Abrão

Secretario Nacional de Justicia de Brasil. Desde el 2007 es presidente de la Comisión de Amnistía,


órgano del Gobierno Federal responsable por la reparación a las víctimas de la dictadura y por la
impulsión de medidas de justicia de transición, memoria y verdad. Es miembro del board de la
Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Doctor en Derecho por la Pontificia Universidad
Católica de Rio de Janeiro, es Profesor en la PUC Rio Grande do Sul (PUCRS). Trabajó en el
grupo redactor del proyecto de ley de creación de la Comisión de la Verdad de Brasil y en
innumerables misiones internacionales, entre ellas la misión sobre la Ley de Amnistía de Brasil en
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal Internacional por la Justicia
Restaurativa en El Salvador (como Juez) y la misión para la implementación de la Universidad de
Cape Vert (Cabo Verde), en África.

Fazer uma mesa sobre “Hacer Justicia”, uma mesa comparativa sobre Argentina e
o Brasil, é o mesmo que colocar as duas seleções de futebol em campo. A
seleção brasileira com os reservas e a Argentina tendo como titular o Maradona e
o Messi.
Embora Isso não seja justo, irei tentar.
O caso brasileiro, de algum modo, está em voga. E tem chamado à atenção de
muitos especialistas em todo o mundo.
De algum modo, em todos os locais que nós temos percorrido e em todos os
debates que temos participado, temos sido interpelados por três perguntas
fundamentais. A primeira, quais são as características, quais são os elementos
especiais do caso brasileiro que o diferenciam das experiências dos demais
países latino-americanos. A segunda, porquê que no Brasil esse debate, ou essas
questões relativas à justiça de transição, são tardias. Porque somente passados
mais de quarenta anos do final da ditadura brasileira é que se começa a discutir a
instituição de uma Comissão da Verdade, se começa a discutir a possibilidade de
juízos para os perpetradores de graves violações aos direitos humanos durante a
ditadura militar brasileira. Em terceiro, a pergunta sobre porquê no Brasil a lei de
anistia tem eficácia até os dias de hoje, e quais as possibilidades de ampliação
das possibilidades de justiça no Brasil.
São três perguntas muito difíceis, para as quais eu não tenho nenhuma pretensão
de dar respostas terminativas. Mas, de algum modo, pretendo apresentar aqui os
pontos que eu acredito sejam os principais em torno das explicações sobre o caso

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brasileiro no âmbito dessas três indagações, desses três questionamentos, dessas
três dúvidas que permeiam as discussões.
Irei respondê-las já apontando os principais desafios que o Brasil vive hoje para a
sua justiça de transição. Para a realização de um processo de justiça que permita
levar aos tribunais aqueles que um dia foram responsáveis não apenas pela
instituição de um ataque contra as instituições democráticas, gestando o golpe
militar ocorrido em 1964, mas também de todos aqueles que, de algum modo,
colaboraram para o cometimento das graves violações contra direitos humanos,
tal qual ocorrido em outros países latino-americanos, passando por situações de
mortes, de desaparecimentos forçados, de milhares de torturas praticadas e
evidentemente também por técnicas repressivas particulares, muito próprias das
necessidades que os regimes da época tinham de reprimir os movimentos sociais
que se insurgiam contra o o Estado ditatorial, por exemplo as demissões
arbitrárias dos postos de trabalho, muito recorrentes no Brasil.
O primeiro elemento que explica a realidade brasileira dizem respeito às nossas
características políticas. A transição política brasileira, que tem início a partir de
1979, é uma transição que é produzida por dentro do regime militar, por dentro do
ambiente ditatorial e que demora dez anos para se completar em uma primeira
fase. O Brasil em 1979 aprova uma lei de anistia restrita, onde a sociedade, por
meio de amplos processos de mobilização social, ocupou as praças públicas,
ocupou as ruas, reivindicando um processo de abertura, uma transição
democrática no Brasil. A luta pela redemocratização tinha como tema central a
reivindicação de uma lei de anistia ampla, geral e irrestrita para todos os crimes
políticos.
Ou seja, no Brasil a sociedade civil clamou e demandou a aprovação de uma lei
de anistia como marco jurídico fundante da transição democrática.
Evidentemente que a sociedade civil organizada ao se mobilizar em torno da
aprovação de uma lei de anistia tinha no seu horizonte político uma ideia de
anistia pra todos aqueles que estavam naquele instante, em uma situação de
restrição aos seus direitos políticos, ou então condenados pelo cometimento de
crimes tipificados pela própria ditadura militar como crimes de natureza política.
Aqueles relacionados ao exercício das liberdades públicas: ao direito de
associação, a liberdade partidária, ao direito de viver em território nacional para
aqueles que foram banidos, o direito de retorno ao país para os que foram
exilados, o direito a identidade para os que tiveram que cair em clandestinidade, e
consequentemente o direito a devolução dos postos de trabalho para aquele
contingente de milhares de brasileiros que haviam sido afastados arbitrariamente
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das suas ocupações, seja no serviço público, seja na iniciativa privada. A ideia de
anistia presente nas demandas da sociedade civil brasileira nos anos 1970,
portanto, se aproxima muito de um conceito de “liberdade e reparação”, de uma
ideia de luta por reparação, por restituição dos direitos, por devolução de
liberdades, de direitos políticos, dos direitos de nacionalidade, das liberdades
públicas e dos empregos que foram retirados.
Ocorre que o Congresso Nacional, na época controlado pela ditadura militar, onde
existiram inclusive senadores “biônicos” (que não foram eleitos diretamente pelo
povo, mas indiretamente pelo Regime), aprovou uma lei de anistia ambígua. A
aprovação ocorre muito contragosto do regime, que não pretendia aprovar
nenhuma lei de anistia. Essa lei de anistia não teve o alcance desejado pela
sociedade. Não foi “ampla, geral e irrestrita” para todos os perseguidos políticos.
Foi uma anistia restrita, excluindo os chamados “crimes de sangue” (os crimes
contra a vida), porém, a sociedade se apropriou daquela conquista que pode
obter. A sociedade não deixou de considerar a conquista da anistia, mesmo que
limitada e ambígua, como uma conquista sua, como algo que a sociedade civil
impunha à ditadura. Como a primeira derrota política do regime para as forças
sociais pró-democráticas. É a partir dessa lei de anistia de 1979 que se inicia
formalmente o processo de redemocratização.
Ocorre que esse no processo de transição brasileiro também é caracterizado por
ser “lento, gradual e seguro”.
Para termos uma idéia do porque desta caracterização, demoramos, a partir dessa
lei de 1979, mais dez anos para que o Brasil tivesse a sua primeira eleição
presidencial direta, pelo voto dos seus cidadãos. Passando no meio deste
caminho pela eleição indireta de um presidente da República, por meio de um
Colégio Eleitoral formado por aquele mesmo Congresso Nacional que havia
aprovado a lei de anistia, um Parlamento ainda bastante controlado.
E isso é o que caracteriza, para muitos historiadores, politólogos e estudiosos do
caso brasileiro, uma transição controlada, ou uma transição “por transformação”,
sem rupturas.
Essa transição controlada explicita a estratégia que o regime militar traçou para a
abertura. No Brasil, os militares elaboraram um plano de saída, e executaram com
muita competência esse plano de saída, que passava por três medidas centrais. A
primeira, a lei de anistia restrita, não aquela pleiteada pelo povo, na praça pública.
Mas, uma lei que ainda impedia a soltura de muitos presos políticos,
especialmente aqueles que haviam se dedicado à luta armada. Em segundo lugar,

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a derrota junto ao Congresso Nacional, de uma proposição legislativa de
aprovação de eleições diretas para presidente, tão logo a ditadura militar se
acabasse. E a terceira, a inclusão no chamamento da nova Constituinte de um
dispositivo que procurasse reafirmar a ambigüidade imposta pelo regime na anistia
de 1979, que permitia aos conservadores a lerem como “bilateral”, buscando
construir uma idéia de reconciliação e de suposto “perdão” aos perpetradores de
violações contra os direitos humanos, procurando que através do chamamento da
constituinte esse conceito adentrasse na nova constituição.
Então, vejam vocês, que evidentemente que a eleição de um primeiro governo
civil, pós-regime militar, propiciou um ambiente de não ruptura. Evidente que
aquele primeiro presidente eleito pós-regime ditatorial, com o apoio das forças
políticas que sustentaram o regime por vinte e um anos a ditadura, seria um
presidente que não teria nenhum interesse em promover ruptura, busca de
investigações, elucidação da verdade histórica, ou elucidação das violações que
ocorreram no passado. E, ao mesmo tempo, ao se colocar por dentro do
fundamento constitucional, por dentro da convocatória da constituinte, a ideia de
uma anistia bilateral, buscou-se promover uma amarração jurídico-constitucional
para que ao longo do tempo se impedisse eventuais questionamentos do
ambiente de impunidade gerado durante a execução da estratégia de saída
construída pelo regime.
Assim, o principal desafio que o Brasil tem, do ponto de vista político, é romper
com esses mecanismos, com essa lógica da transição controlada que sobrevive
até os dias de hoje. Esse é um elemento desafiador, que nos coloca de frente com
o imperativo da ruptura com o esquecimento, o desafio da ruptura com o
impedimento da investigação, e da identificação das autorias individuais dos
crimes e, consequentemente, do estado de impunidade desses agentes
perpetradores de graves violações aos direitos humanos.
O segundo desafio é de superar, no campo cultural, uma tradição de
esquecimento muito forte no seio da sociedade brasileira. O Brasil tem uma
tradição histórica de não lidar com as violências que se produziram ao longo de
sua história. Isso desde a época da escravidão, o fato de termos sido o último país
da América a acabar com o regime de escravidão é significativo. Ainda, passamos
sem qualquer exercício de memória crítica pelo episódio da Guerra do Paraguai e
do vergonhoso papel que nós cumprimos nessa etapa de nossa história regional.
Passamos, ainda, pelo extermínio da população indígena, que hoje é ínfima no
território brasileiro comparativamente à população indígena dos outros países

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latino-americanos. Tudo isso com pouquíssimos processos de memorialização,
que quando existem não contam com pouco ou nenhum suporte do Estado.
Essa tradição de esquecimento, de não mirada ao passado, é muito forte no seio
da sociedade brasileira, ao ponto de alguns sociólogos e antropólogos
caracterizarem nossa sociedade como uma sociedade do “homem cordial”, do
homem que não entra em disputas políticas, que não promove rupturas ao longo
da sua história.
Um terceiro desafio tem a ver com as disputas de leitura sobre o próprio ambiente
repressivo no Brasil. O desafio de se romper com a leitura de que a ditadura
brasileira foi uma ditadura menos intensa do que a dos outros países. A tese já
bem conhecida da “ditablanda” que afirma que no Brasil nós teríamos vivido uma
ditadura menos violenta, que as violações ocorridas no Brasil são bem menos
relevantes que aquelas ocorridas em outros países da região. Como se fosse
possível medir a violência de uma ditadura pela pilha de corpos que ela é capaz
de produzir, e não pelos traumas que ao longo do tempo ela é capaz de perpetuar.
Hoje no Brasil nós nos deparamos com um ambiente onde as pessoas ainda têm
dificuldade de lidar com esse passado, de perceber que a ditadura brasileira
representou um mal tão grande ao Brasil quanto as ditaduras vizinhas causaram
aos seus próprios países.A violência da ditadura brasileira foi extremamente
intensa, mas a sociedade ainda tem muita dificuldade em lidar com esse pasado.

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Finalmente, do ponto de vista do campo jurídico, um dos principais – talvez o
principal – desafio que nós temos é construir alternativas legais para lidar com o
fato de que a nossa Corte Suprema tenha declarado, em 2010, a validade da lei
de anistia de 1979 enquanto uma lei bilateral, inclusive alcançando as graves
violações aos direitos humanos, reiterando o discurso construído pelo regime em
sua estratégia de saída.
Os argumentos de “bilateralidade” e a tese do “acordo político possível” que teria
“permitido a abertura sem derramamento de sangue” não são muito distintos dos
três argumentos principais que recentemente o Tribunal Supremo Espanhol
utilizou no julgamento do caso Garzón. A tese se estrutura sob três premissas. A
primeira, de que a lei de anistia brasileira não é uma lei de “autoanistia”. Que o
fato de ela ter sido aprovada por um Congresso, cujos parlamentares haviam sido
eleitos pelo povo (mesmo que não todos), descaracteriza essa anistia como uma
autoanistia. Em segundo lugar, o argumento de que ao caso brasileiro não se
aplicariam as tipificações concernentes à tipologia dos crimes de lesa-
humanidade, porque essa tipologia fora inserida no sistema legal brasileiro a partir
da jurisprudência da Corte Interamericana de Diretos Humanos, tendo o Brasil
aderido a seu sistema de litigiosidade apenas a partir de 1998, de tal feito que a
descrição legal não alcançaria esses crimes, ocorridos antes de 1988, de modo a
serem hoje considerados de lesa-humanidade, impassíveis de anistia, e
consequentemente declarados imprescritíveis. O terceiro argumento é o que a lei
de anistia de 1979 no Brasil é um acordo político, foi um acordo necessário para a
reconciliação e, nesses termos, esse acordo político só pode ser rompido ou
revisto pelo poder Legislativo e não pelo poder Judiciário.
Eu sei que cada um desses três argumentos deve deixá-los pasmos e chocados,
umas vez que contradizem preceitos absolutamente superados no Direito
Internacional dos Direitos Humanos, e já de muito incorporados na experiência
jurídica argentina, mas é meu dever aqui nesse instante relatar essas
características.
Vejam, portanto, que os desafios à justiça de transição no Brasil passam por
questões de enfrentamento do legado histórico de nossa transição, questões de
ordem cultural, ligadas a nossa tradição de esquecimento, questões de ordem
sociais, de leituras em torno de fatos passados e seus impactos no presente e,
finalmente, questões de ordem jurídica, atinentes a interpretação da própria lei de
anistia.
A ideia da “dita-branda” tem uma dupla-face perversa. A primeira, é a de passar a
ideia de que essas violações aos direitos humanos ocorridas durante o regime
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militar são problemas particulares de um grupo de familiares de mortos e
desaparecidos e torturados. Ou seja, um processo de “privatização” da dor e da
ofensa à dignidade humana, de evitar que a violação seja considera uma questão
de ordem pública. E, em segundo lugar, por detrás desse discurso está um
perverso processo de justificação da violência que tem espaço nos meios de
comunicação brasileiros, e ainda reverberam junto a setores relevantes da nossa
opinião pública. Como nós não tivemos nenhum tipo de ruptura durante a
transição, também as Forças Armadas no Brasil não viveram nenhum ambiente de
deslegitimação em torno dos seus atos passados e das justificativas que até hoje
apresentam para o cometimento da ruptura com a ordem democrática em 1964 e
para as graves violações contra os direitos humanos. É preciso, portanto,
desconstruir a falsa premissa da “guerra suja”.
Feita esta contextualização, que já nos diz muito sobre “hacer justicia” no Brasil,
para que nós tenhamos um sucinto resumo do estado das artes da “justiça” em
sentido amplo, incluindo todos os mecanismos de justiça transicional, devemos
destacar que no Brasil nós temos implementado amplos processos de reparações
e promoção de memória. Ou seja, até o presente momento nossa justiça de
transição foca-se em políticas públicas de reparação, memória e de verdade.
O programa de reparação brasileiro pode ser considerado um dos maiores
programas de reparação existentes no mundo, tanto no que concerne ao número
de vítimas abrangidas, quanto no orçamento empregado. O Brasil tem duas
Comissões de reparação. Uma primeira criada em 1995, que é a Comissão
Especial sobre Mortos e Desaparecidos, especificamente direcionada ao
reconhecimento da responsabilidade do Estado nas mortes e desaparecimentos.
E a Comissão de Anistia do Ministério da Justiça, criada em 2001, que é uma
comissão de reparação que alcança todos os demais atos de exceção praticados
pela ditadura, como exílios, torturas, prisões, demissões, e etc, que hoje são
passíveis de reparação moral e econômica.
Mais recentemente, iniciamos o processo de construção de políticas públicas de
memória com a consciência de que uma sociedade construída sobre o
esquecimento é uma sociedade necessariamente injusta e que é permissiva à
possibilidade da utilização do esquecimento como arma política para o retorno da
barbárie no futuro. Mais ainda, há pouco tempo foi aprovada uma lei instituindo
uma Comissão da Verdade.
Em termos de reformas institucionais, temos um déficit muito bem localizado em
torno de possíveis reformas dos órgãos de segurança, das polícias, das Forças
Armadas, e também no campo da Justiça Militar. São os três campos onde não
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houve nenhum tipo de reforma, embora tenhamos tido ao longo desse tempo
aprovações de legislações democratizantes e anulação de legislações autoritárias,
que permitiam o ambiente de repressão no passado.
Temos raríssimos casos de juízos civis julgados dentro do país, e nenhum juízo
penal, por força da lei de anistia.
Quais são, então, as estratégias que tem sido construídas e que tem permitido ao
Brasil, por meio da reparação, memória e verdade, avançar rumo a um cenário
onde talvez um dia seja possível a justiça?.
Temos caminhado para um processo, acelerado inclusive, de aproximação da
ideia de verdade com os mecanismos de reparação. Ainda, do processo de
reparação como espaço de visibilidade das vítimas. Portanto, temos utilizando
processos de reparação para o enfrentamento ao estado de negação ainda
praticado por autoridades militares do passado em torno das violações cometidas
durante a ditadura militar, e para este fim, desde 2007, se redesenhou o programa
de reparações para que se tornasse um processo de ampla visibilidade das
vítimas, por meio de audiências públicas, processos de escutas públicas, gerando
acompanhamento da imprensa e da sociedade civil, auxiliando na construção de
um ambiente de desconstrução do negacionismo e de promoção da verdade
histórica. Do mesmo modo, foram iniciadas novas e importantes políticas de
memória, como a construção do Memorial da Anistia, para as vítimas, de marcos
que relembram a participação dos resistentes durante a ditadura militar, na
realização de cerimônias públicas, chamadas de Caravanas da Anistia, onde o
Estado pede perdão a cada uma das vítimas, e por trás desse pedido de
desculpas reconhece publicamente o direito à resistência daquele cidadão contra
uma ordem que se apresentou como ilegítima no passado.
Ainda, em 2008, para enfrentar essa ideia de inquestionabilidade da lei de anistia
de 1979. Foi realizada pela Comissão de Anistia dentro do Ministério da Justiça,
uma audiência pública apresentando publicamente um questionamento em torno
do alcance e da validade da lei de anistia de 1979 (foi a primeira vez que de modo
oficial um órgão da estrutura do Estado e do governo brasileiro promoveu tal
questionamento). Buscou-se questionar explicitamente a leitura histórica e
jurisprudencial que tem sido feita para interpretar a lei de anistia de 1979, não
como uma lei de “liberdade e reparação” para as vítimas, mas sim como uma lei
de “esquecimento e impunidade” para os perpetradores de graves violações aos
direitos humanos. Essa audiência pública questionou, com o apoio e participação
de importantes juristas do país, o status quo imposto pelo regime. O debate,
proibido até então, fois desinterditado. Como resultado dessa audiência pública a
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Ordem dos Advogados do Brasil apresentou um questionamento junto à Corte
brasileira sobre a validade da interpretação de bilateralidade da lei da anistia de
1979, baseando-se inclusive em Tratados e Convenções Internacionais de Direitos
Humanos. Infelizmente, como já referido, o resultado de tal questionamento junto
à Suprema Corte não foi muito próspero.
Não obstante, outro cenário de possibilidades de ampliação do processo de justiça
de transição se abriu em 2010, quando os familiares de mortos e desaparecidos
obtiveram uma importante vitória junto à Corte Interamericana sobre a validade da
lei de anistia no campo das graves violações aos direitos humanos, com o
julgamento do caso Julia Gomes Lund e outros vs. Brasil, mais conhecido como
“caso Guerrilha do Araguaia”. A Corte Interamericana foi incisiva com o Estado
brasileiro ao condená-lo, declarando oficialmente que não reconhece como válida
a leitura da lei de anistia de 1979 como instrumento de perdão aos seguintes
crimes: torturas, desaparecimento forcado, e, mortes e massacres de setores
sociais determinados. Esta condenação só foi incisiva pois que já havia a decisão
prévia da Corte Constitucional brasileira.
Portanto, o ambiente que nós vivemos hoje é um ambiente ainda juridicamente
indefinido, onde persistem grandes obstáculos, mas onde igualmente os
processos de justiça transicional se aceleram, desenvolvendo novas dinâmicas a
partir do eixo estruturador do programa de reparações.
A aprovação da Comissão da Verdade em 2011 traz um elemento novo para o
caso brasileiro, pois que, pela primeira vez na nossa história – e isso é um fato
inédito o Estado brasileiro – instituiu-se um órgão oficial, com dedicação exclusiva,
para sistematizar as graves violações que o Brasil produziu num determinado
período histórico. Mais: a lei que cria a Comissão da Verdade brasileira determina
e dá competências à Comissão para a identificação das autorias, dos autores
dessas graves violações aos direitos humanos. Claramente tal processo consolida
o processo de ruptura com a lógica do esquecimento.
A ampliação do processo de reparação foi fundamental para desconstruir o
ambiente de esquecimento, que é o primeiro pilar de sustentação do suposto
acordo jurídico-político de impunidade ambiguamente inserido na lei de anistia de
1979. A Comissão da Verdade, ao dser constituída como órgçao público com
poderes para fazer a apuração e a identificação dos autores de graves violações
e, ainda, promover a sistematização de tais violações, também rompe com a ideia
de não apuração desses crimes.

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Evidentemente que estes dois processos ainda não permitem a superação do
ambiente de impunidade, mas auxiliam de forma determinante na reversão dos
elementos estruturadores da estratégia de saída adotada pelo regime, que
viabilizou o presente estado de impunidade.
Assim, quais que são as possibilidades de um ambiente de justiça no país, hoje?
Em primeiro lugar, há uma aposta por diferentes setores de que, com o
funcionamento da Comissão da Verdade e com uma maior visibilidade das
violações ocorridas, eventualmente se criará um ambiente social de pressão aos
tribunais superiores que foram e ainda são insensíveis ao reconhecimento do
direito à proteção judicial das vítimas. O poder judiciário brasileiro ainda se nega a
participar da agenda da transição democrática.
Em segundo lugar, o Ministério Público Federal montou grupos de trabalho para
atuar no tema. Recentemente a câmara criminal deliberou pela abertura de
inquéritos fundamentando-se na decisão da Corte Interamericana de Direitos
Humanos, e vem procurando ajuizar ações contra perpetradores das violações.
Evidentemente que, segundo a ordem jurídica brasileira, em algum instante esses
eventuais inquéritos ou inclusive eventuais ações penais chegarão ao Supremo
Tribunal Federal por meio de uma interpelação de ordem constitucional alegando
que, a decisão dos juízes infraconstitucionais contraria a decisão da Suprema
Corte. Portanto, nós ainda teremos um momento onde o Supremo Tribunal, que
tomou uma decisão anterior à decisão da Corte Interamericana, terá que se
pronunciar a respeito da validade e do alcance, os efeitos jurídicos da decisão da
Corte Interamericana dentro da ordem jurídica brasileira.
Isso abre um horizonte novo de possibilidades de se "hacer justicia en Brasil",
porém é preciso deixar muito claro que nós estamos diante de um cenário ainda
indefinido. Diante de um processo em andamento, que não tem ainda uma
distinção muito clara sobre o que ele vai se tornar.
Pode ocorrer de o Brasil se tornar um "case" internacional de verdade sem justiça,
algo altamente impensável para aqueles que acreditam na indissociabilidade de
verdade, justiça, reparação e memória ou, contrariamente, nós poderemos ter um
processo de justiça seletiva e/ ou pontual. É bem possível que surja uma
interpretação jurídica de que todos os crimes políticos ou conexos permanecem
anistiados desde que não sejam caracterizados como crimes de lesa-humanidade.
Esta é uma possibilidade real e uma saída jurídica factível, porém, isso ainda é
uma questão aberta, é uma batalha jurídica que se apresenta.

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Nós temos nesse instante elaborado a ideia de que estaríamos vivendo uma
terceira fase da luta pela anistia no Brasil. A primeira fase é aquela onde a
sociedade reivindicou nas ruas e nas praças públicas a abertura do processo de
redemocratização, nos anos 1970. Nesta fase a anistia é vista como “liberdade”. A
segunda fase foi a de conquista de reparações para aqueles danos que ocorreram
ao longo do tempo. Soma-se a idéia de anistia como liberdade, nesta fase, a idéia
de anistia como “reparação”. E a terceira fase dessa luta pela anistia, atualmente
em formação, se caracterizaria por uma ressignificação jurídica da anistia
brasileira restringindo a sua interpretação única e exclusivamente aos crimes
efetivamente políticos, cometidos pela resistência. Essa fase consolidação desta
fase marcaria a internalização dentro da ordem jurídica brasileira dos preceitos
oriundos da tipologia dos crimes de lesa-humanidade, ou seja, dos preceitos
fixados nos Tratados e Convenções Internacionais em matéria de Direitos
Humanos. Ou seja, uma luta ainda entorno do conceito de anistia, para que seja
compreendido como sinônimo também de “verdade e justiça”.
Esse é o cenário que nós vivemos no Brasil hoje e a ajuda internacional para
quem milita no campo da defesa de direitos humanos é muito bem-vinda. Como a
propósito, muito recentemente a Argentina o fez. Não de forma deliberada, mas ao
solicitar à Corte Suprema brasileira a extradição do General Cordero. Ao autorizar
a extradição a Corte Suprema brasileira afirmou que se tratava de um crime
permanente e que, portanto, ele poderia ser apurado nos dias de hoje. Isso pode

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gerar efeitos no próprio caso brasileiro, vez que permite entender que a nossa
própria lei de anistia não poderia alcançar, por exemplo, todos os crimes de
desaparecimento forçado, pois estes de estendem para depois de 1979. Tratando-
se de crimes permanentes, estão sendo cometidos até hoje, não estão sob o
espectro de abrangência da lei de anistia e, portanto, deveriam ser investigados
nos dias de hoje.
Atualmente a juventude toma as ruas, espalhando cartazes e panfletos com os
nomes de torturadores e dos desaparecidos durante a ditadura militar, em
escrachos públicos. Este movimento mostra uma dimensão de formação política
da juventude. A dor foi desindividualizada e eles defendem o direito à memória, à
verdade e à justiça como um direito próprio também das novas gerações.
Esse é um importante sinal de vitalização democrática.

Versión en español

Realizar esta mesa sobre “Hacer Justicia”, una mesa comparativa sobre Argentina
y Brasil, es lo mismo que colocar a las dos selecciones de fútbol en la cancha. La
selección brasileña con las reservas y la argentina, teniendo como titular a
Maradona y a Messi.
A pesar de que eso no sea justo, lo voy a intentar.
El caso brasileño, de algún modo, está en boga. Y ha llamado la atención de
muchos especialistas en todo el mundo.
De alguna manera, en todos los lugares que hemos recorrido y en todos los
debates en los que hemos participado, nos han hecho tres preguntas
fundamentales. La primera se refiere a cuáles son las características o cuáles son
los elementos especiales del caso brasileño que lo diferencian de las experiencias
de los demás países latinoamericanos. La segunda indaga sobre por qué en Brasil
ese debate, o esas cuestiones relativas a la justicia de transición, son tardías. Es
decir, por qué solamente pasados más de cuarenta años del fin de la dictadura
brasileña es que se empieza a discutir la conformación de una Comisión de la
Verdad, es que se empieza a discutir la posibilidad de juicios para los
perpetradores de las graves violaciones a los derechos humanos durante la
dictadura militar brasileña. En tercer lugar, se nos pregunta sobre por qué en Brasil
la ley de amnistía tiene eficacia hasta los días de hoy, y cuáles son las
posibilidades de justicia en Brasil.
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Son tres preguntas muy difíciles, para las cuales no tengo ninguna pretensión de
dar respuestas definitivas. Pero, de algún modo, pretendo presentar aquí los
puntos que creo son los principales en torno a las explicaciones sobre el caso
brasileño en el ámbito de estas tres indagaciones, de estos tres cuestionamientos,
de estas tres dudas que van permeando las discusiones.
Las voy a responder marcando los principales desafíos que Brasil vive hoy para su
justicia de transición, esto es, para la realización de un proceso de justicia que
permita llevar a los tribunales a aquéllos que un día fueron responsables no sólo
por la conformación de un ataque contra las instituciones democráticas, gestando
el golpe militar ocurrido en 1964, sino también de todos aquéllos que, de algún
modo, colaboraron para cometer las graves violaciones a los derechos humanos,
tal como ocurrió en otros países latinoamericanos, y nos hicieron pasar por
situaciones de muerte, desaparición forzada, miles de torturas y, evidentemente,
también por técnicas represivas particulares, muy propias de las necesidades que
los regímenes de la época tenían para reprimir los movimientos sociales que
surgían contra el Estado dictatorial – como por ejemplo, los despidos arbitrarios de
los puestos de trabajo, muy repetidos en Brasil-.
El primer elemento que explica la realidad brasileña se refiere a nuestras
características políticas. La transición política brasileña, que tuvo origen a partir de
1979, es una transición que se produce dentro del régimen militar, dentro del
ambiente dictatorial, y que demora diez años para completarse en una primera
etapa. En 1979 Brasil aprueba una ley de amnistía restrictiva. En aquel momento,
la sociedad, por medio de amplios procesos de movilización social, ocupó las
plazas públicas, las calles, reivindicando un proceso de apertura, una transición
democrática en Brasil. La lucha por la redemocratización tenía como tema central
la reivindicación de una ley de amnistía amplia, general e irrestricta para todos los
crímenes políticos.
Es decir, en Brasil, la sociedad civil clamó y demandó la aprobación de una ley de
amnistía como marco jurídico fundacional de la transición democrática.
Es evidente que la sociedad civil organizada al movilizarse para la aprobación de
una ley de amnistía, tenía en su horizonte político una idea de amnistía para todos
aquellos que, en aquel instante, estaban en una situación de restricción a sus
derechos políticos, o condenados por la comisión de crímenes tipificados por la
propia dictadura militar como crímenes de naturaleza política. Aquellos derechos
relacionados con el ejercicio de las libertades públicas: el derecho de asociación,
la libertad partidaria, el derecho a vivir en territorio nacional para aquéllos que
fueron desterrados, el derecho de retorno al país para los que debieron exiliarse,
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el derecho a la identidad para los que tuvieron que caer en la clandestinidad, y
consecuentemente el derecho a la devolución de los puestos de trabajo para aquel
contingente de miles de brasileños que habían sido alejados arbitrariamente de
sus ocupaciones, sea en el servicio público o en la actividad privada. La idea de
amnistía presente en las demandas de la sociedad civil brasileña en los años 70,
por lo tanto, se aproxima mucho a un concepto de “libertad y reparación”, a una
idea de lucha por la reparación, por la restitución de los derechos, por la
devolución de las libertades, de los derechos políticos, del derecho a la
nacionalidad, de las libertades públicas y de los empleos que fueron sustraídos.
En esa época, el Congreso Nacional era controlado por la dictadura militar. Había
incluso senadores “biónicos” (que no fueron electos directamente por el pueblo
sino indirectamente por el Régimen), que aprobaron una ley de amnistía ambigua.
La aprobación tuvo lugar a disgusto del régimen, que no pretendía aprobar
ninguna ley de amnistía. Esa ley de amnistía no tuvo el alcance deseado por la
sociedad. No fue “amplia, general e irrestricta” para todos los perseguidos
políticos. Fue una amnistía restrictiva, excluyendo los llamados “crímenes de
sangre” (crímenes contra la vida). Sin embargo, la sociedad se apropió de aquella
conquista que pudo obtener. La sociedad no dejó de considerar la conquista de la
amnistía, aun siendo limitada y ambigua, como una conquista suya, como algo
que la sociedad civil le impuso a la dictadura, y como la primera derrota política del
régimen por parte de las fuerzas sociales pro-democráticas. Es a partir de esa ley
de amnistía de 1979 que se inició formalmente el proceso de redemocratización.
Ese proceso de transición brasileño también se caracterizó por ser “lento, gradual
y seguro”.
Para que tengamos una idea del porqué de esta caracterización, les cuento que
demoramos, a partir de esa ley de 1979, diez años más para que Brasil tuviera su
primera elección presidencial directa, por el voto de sus ciudadanos. En medio de
este camino Brasil pasó por la elección indirecta de un presidente de la República,
a través de un Colegio Electoral formado por aquel mismo Congreso Nacional que
había aprobado la ley de amnistía, un Parlamento todavía bastante controlado.
Eso es lo que caracteriza, para muchos historiadores, politólogos y estudiosos del
caso brasileño, una transición controlada, o una transición “por transformación”,
sin rupturas.
Esa transición controlada hace explícita la estrategia que el régimen militar trazó
para la apertura. En Brasil, los militares elaboraron un plan de salida, y lo
ejecutaron con mucha competencia. Ese plan de salida tenía tres medidas

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centrales. La primera, la ley de amnistía restrictiva y no aquélla demandada por el
pueblo en la plaza pública. Era una ley que impedía la liberación de muchos
presos políticos, especialmente de aquéllos que se habían dedicado a la lucha
armada. La segunda, la derrota en el Congreso Nacional, de una propuesta
legislativa de aprobación de elecciones directas para presidente, luego de que
terminase la dictadura militar. Y la tercera, la inclusión en la convocatoria del
nuevo Constituyente, de un dispositivo que procurase reafirmar la ambigüedad
impuesta por el régimen en la amnistía de 1979, que permitía a los conservadores
verla como “bilateral”, dado que buscaba construir una idea de reconciliación y de
supuesto “perdón” a los perpetradores de las violaciones de derechos humanos,
pretendiendo que a través de la convocatoria del Constituyente ese concepto fuera
introducido en la nueva constitución.
Entonces, vean ustedes que evidentemente la elección de un primer gobierno civil
pos régimen militar propició un ambiente de no-ruptura. Es evidente que aquel
primer presidente electo pos régimen dictatorial, con el apoyo de las fuerzas
políticas que apoyaron el régimen por veintiún años, sería un presidente que no
tendría ningún interés en promover la ruptura, las investigaciones, la dilucidación
de la verdad histórica, o la dilucidación de las violaciones que ocurrieron en el
pasado. Y, al mismo tiempo, al colocarse la idea de una amnistía bilateral dentro
del fundamento constitucional, dentro de la convocatoria del Constituyente, se
buscó promover una ligadura jurídico-constitucional para que a lo largo del tiempo
se impidieran eventuales cuestionamientos del ambiente de impunidad generado
durante la ejecución de la estrategia de salida construida por el régimen.
Así, el principal desafío que tiene el Brasil, desde el punto de vista político, es
romper con esos mecanismos, con esa lógica de transición controlada que
subsiste hasta hoy. Ese es un elemento desafiador, que nos coloca de frente con
el imperativo de la ruptura con el olvido, el desafío de la ruptura con el
impedimento de la investigación, de la identificación de las autorías individuales de
los crímenes y, en consecuencia, del estado de impunidad de esos agentes
perpetradores de las graves violaciones a los derechos humanos.
El segundo desafío es el de superar en el campo cultural, una tradición de olvido
muy fuerte en el seno de la sociedad brasileña. En Brasil existe una tradición
histórica de no lidiar con las violencias que se produjeron a lo largo de su historia.
Eso es así desde la época de la esclavitud; en efecto, el hecho de haber sido el
último país de América en abolir el régimen de la esclavitud, es algo significativo.
Todavía seguimos sin ningún tipo de ejercicio de memoria crítica por el episodio de
la Guerra del Paraguay y del vergonzoso papel que cumplimos en esa etapa de la

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historia regional. Ello seguido del exterminio de la población indígena, que hoy es
ínfima en el territorio brasileño comparativamente con la población indígena de
otros países latinoamericanos y sumado a poquísimos procesos de
memorialización, que cuando existen, cuentan con poco o ningún apoyo del
Estado.
Esa tradición del olvido, de no mirada al pasado, es muy fuerte en el seno de la
sociedad brasileña, al punto de que algunos sociólogos y antropólogos
caractericen a nuestra sociedad como una sociedad del “hombre cordial”, del
hombre que no entra en disputas políticas, que no promueve rupturas a lo largo de
su historia.
Un tercer desafío tiene que ver con las disputas de visión sobre el propio ambiente
represivo en Brasil. El desafío de romper con la visión de que la dictadura
brasileña fue una dictadura menos intensa que la de los otros países. La tesis ya
bien conocida de la “dictablanda” que afirma que en Brasil nosotros habríamos
vivido una dictadura menos violenta, que las violaciones ocurridas en Brasil fueron
bastante menos relevantes que aquéllas ocurridas en otros países de la región.
Como si fuese posible medir la violencia de una dictadura por la pila de cuerpos
que ella es capaz de producir, y no por los traumas que a lo largo del tiempo que
ella es capaz de perpetuar. Hoy, en Brasil, nos encontramos con un ambiente en el
que las personas todavía tienen dificultad de lidiar con ese pasado, de percibir que
la dictadura brasileña representó un mal tan grande para Brasil como el que las
dictaduras vecinas causaron a sus propios países. La violencia de la dictadura
brasileña fue extremadamente intensa, pero la sociedad todavía tiene mucha
dificultad para lidiar con ese pasado.
Finalmente, desde el punto de vista jurídico, uno de los principales desafíos – tal
vez el principal – que nosotros tenemos es el de construir alternativas legales para
lidiar con el hecho de que nuestra Corte Suprema haya declarado, en 2010, la
validez de la ley de amnistía de 1979 como una ley bilateral, inclusive alcanzando
las graves violaciones a los derechos humanos, reiterando de esta manera, el
discurso construido por el régimen en su estrategia de salida.
Los argumentos de “bilateralidad” y la tesis del “acuerdo político posible” que
habría “permitido la apertura sin derramamiento de sangre” no son muy distintos
de los tres argumentos principales que recientemente el Tribunal Supremo español
utilizó en el juzgamiento del caso Garzón. La tesis se estructura sobre tres
premisas. La primera, que la ley de amnistía brasileña no es una ley de
“autoamnistía”. Esto es, que el hecho de que haya sido aprobada por un
Congreso, cuyos parlamentarios habían sido elegidos por el pueblo (aunque no
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todos), no permite caracterizar esa amnistía como una autoamnistía. La segunda,
el argumento de que al caso brasileño no se le aplicarían las tipificaciones
concernientes a la tipología de los crímenes de lesa humanidad, porque esa
tipología fue inserta en el sistema legal brasileño a partir de la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, habiéndose adherido Brasil a su
sistema de contencioso recién a partir de 1998, de manera tal que la descripción
legal no alcanzaría a esos crímenes, ocurridos antes de 1988, como para
considerarlos hoy como crímenes de lesa humanidad, impasibles de amnistía, y
consecuentemente declarados imprescriptibles. El tercer argumento es que la ley
de amnistía de 1979 fue en Brasil un acuerdo político, es decir, que se trató de un
acuerdo necesario para la reconciliación y, en esos términos, ese acuerdo político
sólo puede ser roto o revisado por el Poder Legislativo y no por el Poder Judicial.
Sé que cada uno de estos tres argumentos debe dejarlos pasmados y
sorprendidos, toda vez que contradicen preceptos absolutamente superados en el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y ya desde hace mucho
incorporados en la experiencia jurídica argentina, pero es mi deber aquí, en este
instante, relatar esas características.
Podrán ver ustedes que los desafíos de la justicia de transición en Brasil pasan
por cuestiones de enfrentamiento al legado histórico de nuestra tradición,
cuestiones de orden cultural, ligadas a nuestra tradición del olvido, cuestiones de
orden social, de lecturas en torno de hechos pasados y sus impactos en el
presente y, finalmente, cuestiones de orden jurídico, relativas a la interpretación de
la propia ley de amnistía.
La idea de la “dictablanda” tiene una doble faz perversa. La primera es la de
mostrar la idea de que esas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante
el régimen militar son problemas particulares de un grupo de familiares de
muertos, desaparecidos y torturados. O sea, un proceso de “privatización” del
dolor y de la ofensa a la dignidad humana, esto es, un proceso que pretende evitar
que la violación sea considerada una cuestión de orden público. Y, en segundo
lugar, por detrás de ese discurso está un perverso proceso de justificación de la
violencia que tiene espacio en los medios de comunicación brasileños, y que
todavía resuena en sectores relevantes de nuestra opinión pública. Como nosotros
no tuvimos ningún tipo de ruptura durante la transición, las Fuerzas Armadas en
Brasil no vivieron ningún ambiente de deslegitimación en relación con sus actos
del pasado, con las justificaciones que hasta hoy presentan para el acto de ruptura
con el orden democrático en 1964 y con las graves violaciones contra los
derechos humanos. Es preciso, por lo tanto, deconstruir la falsa premisa de la

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“guerra sucia”.
Hecha esta contextualización, que ya nos dice mucho sobre “hacer justicia” en
Brasil, para que nosotros tengamos un sucinto resumen sobre el estado de cosas
de la “justicia” en sentido amplio, incluyendo todos los mecanismos de justicia
transicional, debemos destacar que en Brasil hemos implementado amplios
procesos de reparaciones y promoción de la memoria. O sea, hasta el presente,
nuestra justicia de transición se focaliza en políticas públicas de reparación,
memoria y verdad.
El programa de reparación brasileño puede ser considerado uno de los mayores
programas de reparación existentes en el mundo, tanto en lo que concierne al
número de víctimas que abarca, como en cuanto al presupuesto empleado. Brasil
tiene dos Comisiones de Reparación. La primera fue creada en 1995, es la
Comisión Especial sobre Muertos y Desaparecidos, específicamente direccionada
al reconocimiento de la responsabilidad del Estado en las muertes y
desapariciones. La segunda, es la Comisión de Amnistía del Ministerio de Justicia,
creada en 2001; es una comisión de reparación que alcanza todos los demás
actos de excepción practicados por la dictadura, como exilios, torturas, prisiones,
despidos, etc., que hoy son pasibles de reparación moral y económica.
Recientemente, hemos iniciado el proceso de construcción de políticas públicas de
memoria con la conciencia de que una sociedad construida sobre el olvido es una
sociedad necesariamente injusta y permeable a la posibilidad de la utilización del
olvido como arma política para el retorno de la barbarie en el futuro. Más aún,
hace poco tiempo fue aprobada una ley que instituye una Comisión de la Verdad.
En términos de reformas institucionales, tenemos un déficit muy localizado en
relación con posibles reformas de los órganos de seguridad, de la policía, de las
Fuerzas Armadas, y también en el campo de la Justicia Militar. Son los tres
campos en donde no hubo ningún tipo de reformas, aunque hayamos tenido a lo
largo de este tiempo la aprobación de leyes democratizantes y la anulación de
legislaciones autoritarias, que permitían ese ambiente de represión en el pasado.
Tenemos muy pocos casos de juicios civiles juzgados dentro del país, y ningún
juicio penal, por la fuerza de la ley de amnistía.
¿Cuáles son entonces las estrategias que han sido construidas y que le han
permitido a Brasil, por medio de la reparación, memoria y verdad, avanzar rumbo a
un escenario donde tal vez un día sea posible la justicia?
Hemos caminado hacia un proceso, acelerado inclusive, de aproximación a la idea
de verdad con los mecanismos de reparación. Y más aún, al proceso de
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reparación como espacio de visibilidad de las víctimas. Por lo tanto, hemos
utilizado procesos de reparación para el enfrentamiento al estado de negación
todavía practicado por autoridades militares del pasado en relación con las
violaciones cometidas durante la dictadura militar y, con este fin, desde 2007, se
rediseñó el programa de reparaciones, para que se vuelva un proceso de amplia
visibilidad de las víctimas, por medio de audiencias públicas, procesos de
audiciones públicas, mediante el acompañamiento de la prensa y la sociedad civil,
la ayuda para la construcción de un ambiente de deconstrucción del
negacionismo y la promoción de la verdad histórica. Del mismo modo, fueron
iniciadas nuevas e importantes políticas de la memoria, como la construcción del
Memorial de la Amnistía para las Víctimas, de placas que recuerdan la
participación de los resistentes durante la dictadura militar en la realización de
ceremonias públicas, llamadas Caravanas de la Amnistía, en las que el Estado
pide perdón a cada una de las víctimas, y por detrás de ese pedido de disculpas
reconoce públicamente el derecho a la resistencia de aquel ciudadano contra una
orden que se presentó como ilegítima en el pasado.
Ya en 2008, para enfrentar esa idea de incuestionabilidad de la ley de amnistía de
1979, la Comisión de Amnistía, dentro del Ministerio de Justicia, realizó una
audiencia pública en la que se presentó públicamente un cuestionamiento en
relación con el alcance y la validez de la ley de amnistía de 1979 (fue la primera
vez que, de modo oficial, un órgano de la estructura del Estado y del gobierno
brasileño promovió tal cuestionamiento). Se buscó cuestionar explícitamente la
visión histórica y jurisprudencial que había sido hecha para interpretar la ley de
amnistía de 1979, no como una ley de "libertad y reparación" para las víctimas,
sino como una ley de "olvido e impunidad" para los perpetradores de las graves
violaciones a los derechos humanos. Esa audiencia pública cuestionó, con el
apoyo y participación de importantes juristas del país, el statu quo impuesto por el
régimen. El debate, prohibido hasta ese momento, fue liberado. Como resultado
de esa audiencia pública la Orden de los Abogados de Brasil efectuó una
presentación ante la Corte brasilera, en la que cuestionó la validez de la
interpretación de la bilateralidad de la ley de amnistía de 1979, basándose
inclusive en Tratados y Convenciones Internacionales de Derechos Humanos.
Desafortunadamente, como ya fue dicho, el resultado de tal presentación en la
Suprema Corte no fue muy próspero.
No obstante, otro escenario de posibilidades de ampliación del proceso de justicia
de transición se abrió en 2010, cuando los familiares de muertos y desaparecidos
obtuvieron una importante victoria en la Corte Interamericana sobre la validez de
la ley de amnistía en el campo de las graves violaciones a los derechos humanos,
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con el juzgamiento del caso Julia Gomes Lund y otros contra Brasil, más conocido
como “Caso Guerrilla de Araguaia”. La Corte Interamericana fue incisiva con el
Estado brasileño al condenarlo, declarando oficialmente que no reconocía como
válida la lectura de la ley de amnistía de 1979 como instrumento de perdón a los
siguientes crímenes: torturas, desaparición forzada, muertes y masacres de
sectores sociales determinados. Esta condena sólo fue incisiva pues ya había una
decisión previa de la Corte Constitucional brasileña.
Por lo tanto, el ambiente que nosotros vivimos hoy es un ambiente todavía
indefinido desde el punto de vista jurídico, en el que persisten grandes obstáculos,
pero donde igualmente los procesos de justicia transnacional se aceleran,
desarrollándose nuevas dinámicas a partir del eje estructurador del programa de
reparaciones.
La aprobación de la Comisión de la Verdad en 2011 trae un elemento nuevo para
el caso brasileño, pues por primera vez en nuestra historia - y eso es un hecho
inédito en el Estado brasileño - se instituyó un órgano oficial, con dedicación
exclusiva, para sistematizar las graves violaciones que Brasil produjo en un
determinado período histórico. Y más aún: la ley que crea la Comisión de la
Verdad brasileña determina y da competencias a la Comisión para la identificación
de las autorías, de los autores de esas graves violaciones a los derechos
humanos. Claramente, tal proceso consolida el proceso de ruptura con la lógica
del olvido.
La ampliación del proceso de reparación fue fundamental para deconstruir el
ambiente de olvido, que es el primer pilar de sustentación del supuesto acuerdo
jurídico-político de impunidad ambiguamente inserto en la ley de amnistía de 1979.
La Comisión de la Verdad, al ser constituida como órgano público con poderes
para llevar a cabo la verificación y la identificación de los autores de graves
violaciones y aún más, para promover la sistematización de tales violaciones,
también rompe con la idea de no verificación de esos crímenes.
Es evidente que estos dos procesos todavía no permiten la superación del
ambiente de impunidad, pero auxilian de forma determinante en la reversión de los
elementos estructuradores de la estrategia de salida adoptada por el régimen, que
viabilizó el presente estado de impunidad.
Entonces ¿cuáles son hoy las posibilidades de un ambiente de justicia en el país?
En primer lugar, hay una apuesta por parte de diferentes sectores que consideran
que con el funcionamiento de la Comisión de la Verdad y con una mayor visibilidad
de las violaciones ocurridas, eventualmente se creará un ambiente social de

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presión a los tribunales superiores que fueron y que todavía son insensibles al
reconocimiento del derecho a la protección judicial de las víctimas. El Poder
Judicial brasileño todavía se niega a participar de la agenda de la transición
democrática.
En segundo lugar, el Ministerio Público Federal organizó grupos de trabajo para
actuar en el tema. La Cámara Criminal recientemente deliberó a favor de la
apertura de procedimientos y se basó para ello en la decisión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, y viene buscando juzgar acciones contra
los perpetradores de las violaciones. Es claro que según el ordenamiento jurídico
brasileño, en algún instante esos eventuales procedimientos o inclusive
eventuales acciones penales llegarán al Supremo Tribunal Federal por medio de
una interpelación de orden constitucional alegándose que la decisión de los jueces
infraconstitucionales es contraria a la decisión de la Suprema Corte. Por lo tanto,
nosotros todavía tendremos un momento donde el Supremo Tribunal, que tomó
una decisión anterior a la decisión de la Corte Interamericana, tendrá que
pronunciarse al respecto de la validez y del alcance de los efectos jurídicos de la
decisión de la Corte Interamericana dentro del ordenamiento jurídico brasileño.
Eso abre un nuevo horizonte de posibilidades de “hacer justicia en Brasil”. Por ello,
es preciso dejar muy claro que nosotros estamos frente a un escenario todavía
indefinido, frente a un proceso en curso, que no tiene aún una distinción muy clara
para determinar en qué se va a convertir.
Puede ocurrir que Brasil se convierta en un “case” internacional de verdad sin
justicia, algo altamente impensado para aquéllos que creen en la indisociabilidad
de verdad, justicia, reparación y memoria o, contrariamente, nosotros podremos
tener un proceso de justicia selectiva y/o puntual. Es bien posible que surja una
interpretación jurídica según la cual todos los crímenes políticos o conexos
permanecen amnistiados por no ser caracterizados como crímenes de lesa
humanidad. Esta es una posibilidad real y una salida jurídica factible, por lo tanto,
eso todavía es una cuestión abierta, es una batalla que se presenta.
En este momento nosotros elaboramos la idea de que estaríamos viviendo una
tercera etapa de la lucha por la amnistía en Brasil. La primera etapa es aquella en
la cual la sociedad reivindicó en las calles y en las plazas públicas la apertura del
proceso de redemocratización, en los años 1970. En esta etapa, la amnistía era
vista como “libertad”. La segunda etapa fue la de conquista de reparaciones para
aquellos daños que ocurrieron a lo largo del tiempo. Sumada a la idea de amnistía
como libertad, en esta etapa, estaba presente la idea de amnistía como
reparación. Y la tercera etapa de esa lucha por la amnistía, actualmente en
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formación, se caracteriza por una resignificación jurídica de la amnistía brasileña
restringiendo su interpretación única y exclusivamente a los crímenes
efectivamente políticos, cometidos por la resistencia. La consolidación de esta
etapa marcaría la internalización dentro del ordenamiento jurídico brasileño de los
preceptos oriundos de la tipología de los crímenes de lesa humanidad, o sea, de
los preceptos fijados en los Tratados y Convenciones Internacionales de Derechos
Humanos. O sea, una lucha alrededor del concepto de amnistía, para que sea
comprendido como sinónimo también de “verdad y justicia”.
Este es el escenario que hoy vivimos en Brasil y la ayuda internacional para quien
milita en el campo de la defensa de los derechos humanos es muy bienvenida.
Como también lo ha hecho Argentina recientemente. No de forma deliberada, pero
sí al solicitar a la Corte Suprema brasileña la extradición del General Cordero. Al
autorizar la extradición, la Corte Suprema brasileña afirmó que se trataba de un
crimen permanente y que, por lo tanto, podría ser investigado en los días de hoy.
Eso puede generar efectos en el propio caso brasileño, y a la vez, permite
entender que nuestra propia ley de amnistía no podría alcanzar, por ejemplo,
todos los crímenes de desaparición forzada, pues éstos se extienden después de
1979. Tratándose de crímenes permanentes, se considera que están siendo
cometidos hasta hoy, no están sobre el espectro de alcance de la ley de amnistía
y, por lo tanto, deberían ser investigados en la actualidad.
Actualmente, la juventud toma las calles, difunde carteles y panfletos con los
nombres de los torturadores y de los desaparecidos durante la dictadura militar, en
escraches públicos. Este movimiento muestra una dimensión de formación política
de la juventud. El dolor fue desindividualizado y ellos defienden el derecho a la
memoria, a la verdad y a la justicia como un derecho propio también de las nuevas
generaciones.
Esta es una importante señal de vitalización democrática.

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Día 2 - Taller “La relación entre los juicios penales por crímenes
de lesa humanidad y el desarrollo y estabilidad de la
democracia”.
 

Kathryn Sikkink

Regents Professor y McKnight Presidential Chair en Ciencia Política en la Universidad de


Minnesota. Es actualmente profesora visitante en el Instituto de Ciencia Política de la Universidad
de la República en Montevideo, Uruguay. Posee un doctorado en Ciencia Política de la
Universidad de Columbia. Además de su último libro, The Justice Cascade: How Human Rights
Prosecutions are Changing World Politics, publicado por W.W. Norton en 2011, sus publicaciones
incluyen Mixed Signals: U.S. Human Rights Policy and Latin America; Activists Beyond Borders:
Advocacy Networks in International Politics (co-autorado con Margaret Keck, el cual obtuvo el
Grawemeyer Award por Ideas para Mejorar el Orden Mundial, y el premio ISA premio Chadwick
Alger por Mejor Libro en el area de Organizaciones Internacionales) y The Power of Human Rights:
International Norms and Domestic Change (co-editado con Thomas Risse y Stephen Ropp). Ha
sido becaria Fulbright Scholar en Argentina y pasante de Guggenheim. Es socia del Council on
Foreign Relations y de la American Association for Arts and Sciences, y miembro del comité
editorial de International Studies Quarterly, International Organization, y del American Political
Science Review.
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Voy a presentar un resumen de algunos argumentos de mi nuevo libro que se


llama La Cascada de Justicia (publicado el año pasado por W.W. Norton Editorial).
El libro tiene tres preguntas de investigación importantes. La primera es ¿cómo
explicar el auge de las nuevas normas y prácticas de responsabilidad criminal
individual en el mundo? No voy a hablar hoy sobre este tema, aunque ocupa la
primera mitad de mi libro. Simplemente quiero subrayar que el surgimiento de
estas normas y prácticas es, en gran parte, debido al movimiento y los grupos de
derechos humanos (como el CELS, Abuelas de Plaza de Mayo) que han jugado un
papel fundamental en el surgimiento de normas de justicia.
La segunda pregunta tiene que ver con el impacto, el efecto de los Juicios por
derechos humanos. Sobre todo me interesa si el uso de Juicios puede reducir las
violaciones de derechos humanos en el mundo. Ese es el tema para hoy; voy a
presentar un resumen de un análisis cuantitativo que hice con colegas y
estudiantes de posgrado. También quiero enfatizar algunas implicaciones para la
política de este análisis del impacto. Pero quería llamar la atención en otros
capítulos sobre los cuales no voy a hablar, pero estaría muy dispuesta a contestar
preguntas. En primer lugar, el libro subraya el papel protagónico que tuvieron las
prácticas aquí en la Argentina para la existencia de la “Cascada de Justicia” en la
región y en el mundo. En segundo lugar, no se puede hablar de normas
internacionales sin preguntar si los países poderosos también se sienten obligados
a seguirlas. Así, el libro tiene un capítulo entero sobre los EE.UU y el uso de
tortura durante la administración Bush.
Para hacer el análisis en este libro, creamos un nuevo banco de datos sobre
juicios en todos los países “en transición” en el mundo. El banco de datos incluye
tanto los juicios internacionales, como los juicios extranjeros, como los
nacionales. Esta figura (ver Gráfico 1) es un resumen del banco de datos, sobre el
total de juicios en el mundo, y como se puede ver, este auge importante es lo que
llamo la “Cascada de Justicia.” A veces me critican por usar esta expresión
porque parece que implica que realmente “ha llegado la Justicia” completa. Pero
aquí estoy modificando un término que viene de un teórico del Derecho, Cass
Sunstein, quien habla de una cascada de normas, en la cual hay una mayor
legitimidad de una norma. Entonces, la “Cascada de Justicia” no implica que haya
“justicia por todos lados”, sino que hay una mayor legitimidad de la norma que
establece que los individuos deben ser procesados penalmente por su
responsabilidad en la comisión de violaciones a los derechos humanos. Entonces,
lo importante que muestra este gráfico es que la gran mayoría de estos juicios

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son juicios nacionales (62%). Sin embargo, los juicios internacionales y extranjeros
forman una parte fundamental de un sistema descentralizado pero interactivo de
Justicia global. ¿Por qué interactivo? Como todos ustedes conocen, en el caso
Pinochet, por ejemplo: el mero hecho de que Pinochet haya estado preso en
Londres hizo posible ciertos acontecimientos en cuanto a la justicia en Chile, que
no habían sido posibles antes. Existen tendencias regionales muy importantes e
interesantes en el banco de datos que hemos elaborado, sobre todo la
preponderancia de juicios en América Latina, que representa más de la mitad de
los juicios en el mundo. En parte, este es un banco de datos sobre juicios en
“países en transición”, entonces, la poca representación de ciertas regiones del
mundo (como Asia y Medio Oriente) es, en parte, porque son países que han
tenido pocas transiciones. Casi por definición, hay pocos juicios. Pero no es tan
fácil, porque en regiones con muchos países en transición solamente algunos de
ellos han utilizado [la herramienta de] los juicios. Sin embargo, es muy probable
que haya ahora una transición en Túnez y en Egipto y que vayamos a ver mayor
número de juicios en el Medio Oriente. También es muy probable que en América
Latina, ahora que las transiciones están cada vez más lejos en el pasado vaya a
disminuir el número de juicios en este banco de datos; esto va a cambiar con el
tiempo.

Gráfico 1

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Argentina es el país, en la región y en el mundo, con más juicios por los derechos
humanos. Ayer, el Fiscal (Jorge Auat) habló de cierto pesimismo en el país en
cuanto a los juicios. Sin duda, hay razones para el pesimismo en cuanto a la
calidad de los juicios y en relación a nuestras esperanzas respecto de la Justicia.
Pero, yo soy politóloga y hago investigaciones empíricas comparadas; y lo que
puedo decir como persona que hace investigaciones comparadas, es que
Argentina ha hecho más que cualquier otro país del mundo en cuanto a la
responsabilidad de violaciones del pasado. Con tal auge de juicios, ¿qué podemos
decir en cuanto a su efectividad? Aquí, presento solamente datos en relación a la
pregunta ¿cuál es el impacto de los juicios sobre las prácticas de los derechos
humanos? En el libro también hay datos sobre el impacto en la democracia, el
Estado de Derecho y los conflictos, de lo cual podemos hablar más tarde.
Entonces, ¿cómo hacer el análisis? (Cuando digo hacer el análisis, nosotros
hicimos el análisis trabajando con un mis estudiantes de posgrado, sobre todo con
Hun Joon Kim y con Geoff Dancy). Aquí, presentaré un resumen de este análisis,
dirigido al público en general. Primero, el banco de datos tiene esta información
sobre alrededor de cien países en transición, pero menos de la mitad de estos
países han procesado a sus oficiales por violaciones de derechos humanos. Esto
implica que nosotros podemos usar la comparación entre países en transición que
han usado Juicios y países en transición que no lo han hecho, para llegar a ciertas
conclusiones en cuanto a su efectividad. El Gráfico 2 da una visión general de la
situación. Se ve una primera medida: represión; esta es una medida utilizada cada
vez más por los científicos sociales; consiste en una medida de tortura,
desaparecidos, ejecuciones y presos políticos. Esto está codificado por todos los
países del mundo, desde 1980 hasta el presente y surge de dos fuentes (Informes
Anuales de Amnistía Internacional y por los Informes Anuales del Derechos
Humanos del Departamento de Estado de los EE.UU). En este gráfico, si el
número es mayor, la represión es peor. La línea gris en la mitad, es el promedio de
represión para todos los países en transición del banco de datos; la línea negra de
puntos (arriba) es el promedio de represión de los países sin juicios. Y la línea
negra de rayas es el promedio de represión de los países con juicios. Entonces, lo
que se puede ver, es que después del año 1994 -aproximadamente- los países
con juicios tienen, claramente, menor índice de represión que los países sin
juicios. En el gráfico de abajo, intentamos comparar países que llevaron un año de
juicios con países que llevaron un número mayor de años con juicios.
Nuevamente, el promedio de los países en transición (línea gris) comparado con
los países con un año de juicios (línea de puntos) y con los países con más de un
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año de juicios (línea de rayas); se observa que los países con más de un año de
juicios experimentan un menor nivel de represión. Trabajando con esta medida de
“represión”, todos los países en transición de América Latina tienen este promedio
de 2.91. Los países sin juicios tienen un promedio de 3.15 y, pueden ver, que en
los países con más años de juicios, disminuye el nivel de represión (2.38 en
países con más de 10 años de juicios).

Gráfico 2

Las conclusiones teóricas son, en primer lugar, la parte del libro que no presenté,
la llamada “Cascada de Justicia” es el resultado de un movimiento global por los
derechos humanos en el cual los grupos nacionales en los países en transición
(como el CELS, Abuelas de Plaza de Mayo, en Argentina) jugaron un papel
fundamental. En segundo lugar, estos juicios no se pueden dar en cualquier país
del mundo; hay más probabilidad de que tengan juicios los países que han
experimentado una transición “de ruptura” –como se dice – y no una transición
“pactada”; también países que están dentro de sistemas regionales de derechos
humanos, tales como el Sistema Interamericano (que jugó un papel muy
importante en este proceso latinoamericano). Y, finalmente, países que tienen
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fuertes redes de grupos de la sociedad civil que están “pidiendo los juicios”.
Además, los países que tienen en sus sistemas judiciales la figura de
“querellante”, tienen más probabilidad de desarrollar juicios. Esta figura, en
EE.UU, no se sabe ni siquiera qué es, porque no existe en los sistemas del
derecho ordinario. Pero, se nota que en Argentina y países de América Latina, el
uso de esta figura resulta muy importante para permitir este auge de juicios.
Finalmente, este uso de juicios está asociado con mejoras de derechos humanos.
Yo no puedo hablar de causalidad porque, como ustedes saben, el análisis
cuantitativo no puede proporcionar datos sobre causalidad sino sobre asociación;
puede decirse que está asociado a mejoras de los derechos humanos. En cuanto
a implicancias en la política, primero, quiero enfatizar que esta investigación no
dice que hay que procesar a todos los culpables de inmediato para obtener estos
resultados. Al contrario, los resultados se consiguen con bastante menos de
“castigo a todos”, los juicios tienen un impacto positivo aún cuando son tardíos y
parciales. Segundo, los científicos sociales que están haciendo investigaciones
sobre este tema (investigaciones comparadas, no casos de un país en particular)
no tenemos pruebas de que los juicios debiliten la democracia o provoquen
conflictos. Al contrario, tenemos cada vez más pruebas de que están asociados,
también, con a la consolidación de la democracia, el fortalecimiento de sistemas
de Estado de Derecho y con la disminución de conflictos. Finalmente – esto no va
a sorprender a nadie – se puede combinar perfectamente bien los juicios con
procesos de Verdad, Comisiones de Verdad, reparaciones y con otras formas de
justicia transicional. Entonces, estos viejos debates de “justicia o verdad”, “justicia
o paz”, ya no tenemos pruebas empíricas aprobando eso; al contrario, países que
han hecho juicios son países que han hecho “más de todo” (con verdad,
reparaciones, memoria, museos). Esas viejas dicotomías ya no sirven, lo que si
vemos que es posible combinar es una Justicia parcial, por supuesto, con Verdad
– también parcial- y Justicia con paz.

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Colm Campbell

Uno de los directores fundadores del Transitional Justice Institute de University of Ulster (UU), que
ejerció el cargo de director/director asociado entre 2004 y 2010. Es también profesor de derecho
en la Escuela de Derecho de la UU. Recientemente ha obtenido becas de investigación de la
British Academy, así como del Leverhulme Trust, y del Jesus College, Oxford. Fue profesor de
derecho y decano de la Facultad de Derecho de la National University of Ireland, Galway, y director
del Human Rights Centre en Queen’s University Belfast (QUB). Fue miembro directivo del
Committee on the Administration of Justice (el afiliado dle ICJ por Irlanda del Norte), co-autoró uno
de los dos informes de derechos humanos producidos por el Foro para la Paz y la Reconciliación
del gobierno irlandés y actualmente es parte de la junta directiva del Consejo de Irlanda del Norte
por las Minorías Étnicas. Ha sido consultor del Inter-regional Criminal Justice Research Institute,
Turin (UNICRI) de Naciones Unidas; de la Comisión de Derechos Humanos de Irlanda del Norte y
de la Standing Advisory Commission on Human Rights (NI). Ha publicado ampliamente tanto en el
campo de la justicia transicional como en el de la violencia política y el derecho.

Up on the screen there is a picture of a police station on the right. The cells are in
the basement, the offices are upstairs. It’s unremarkable, except for the fact that
this police station is in Auschwitz. It was in the middle of an extermination camp
and when Germany began its own internal process of trying the Nazis in a serious
way in the 1960’s, it looked as torture there, and it had to look at that in terms of
German law – as it applied back then – it had to treat this like an ordinary police
station.

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That event, the Frankfurt trials, marked a very important point in all sorts of ways;
they allowed us to charge current progress, because nowadays those crimes
would be charged in most countries as crimes against humanity. But they still
exemplify a series of questions. One is: a still enduring worry about law, is it a
facilitator of justice or is it a block? Then we got to ask why did this happen in the
1960’s? At that stage the new German State was not quite twenty years old, more
o less a generation on. We have got to also ask, who were the champions? Why
did this happen? Because, if we look at that period, there was a great deal of
resistance. So I want to look at the question of justice and trials, I want to keep
these as concerns and go back to them at the end.
What I want to do is to focus on the use of the German example on the bases that
you are already familiarized with the South American one. The German example in
many respects threw so many interesting issues which are relevant here. It also
allows us to go into one of the neglected areas of when we think of transitional
justice. The transition is the “poor cousin” of the justice, transition is just the
context. But what I want to suggest is that transition is much more important that
has been realized, that we can only understand the kinds of justice, the kinds of
justice’s problems if we understand the different kinds of transition. We need to
think about where is it from? Where is it to? We need to think about more shuffled
transitions, within a State that is formerly democratic. Perhaps from procedural to
substantive democracy; perhaps from majoritarian to pluralist democracy, and here
I refer to Chantal Mouffe, I won’t go back to that point but I am happy to deal with it
in questions. And then, what if there are two transitions occurring simultaneously in
one country? When we think of transitional justice, we tend to think of one
transition. How does the justice component fit? I’m focusing on trial, and then this
addresses the point that Kathryn Sikkink raised, the question of the relationship
between trial and transition; there is – as she eloquently pointed it out in the
discussion on her book – a relationship between the success of the transition and
trial, but that could either mean that trial helps the transition, or that it would take a
kind of transition to help the trial, or both.
So moving forward – and I’m not going to go through this in great detail – I’ll just
list some of these situations by showing a taxonomy of transition that I’m working
on with a colleague of mine who is from the University of Austria and the University
of Minnesota. We’re looking – in a book project – at six different kinds of transitions
or transitional-like situations.

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First there is the paradigmatic transition. There’s no need to say very much about
this, it is a transition from an authoritarian regime to democracy. They typically
involve endogenous trial processes within the State. The second kind of transition
is a transition from war to peace, sometimes referred to as post-conflict transition,
and of course sometimes A and B occur together, but they don’t have to. Then a
third kind is intra-democratic transition, a transition within a State that is a formal
democracy but which has some geographically delimited – as Guillermo O’ Donnell
the South American political theorist would call – a “brown area” or a “brown zone”,
where there are severe democratic deficits. An example would be the United
Kingdom; the UK is a leading democracy within which was a place, in Northern
Ireland, were one party was in power for 50 years. It was a brown area within a
democratic state. But the kinds of violations you get there tend to be lower than in
the paradigmatic situations.
The next point I want to get into is the post-transitional. This has often run together
with transitional justice, but I would argue that there is a distinction between the
transitional society and the post-transitional one. The argument that I’m developing
is that in these situations we often see some sort of secondary transitions where
there is a move from a procedural to a substantive democracy. The question that
was asked yesterday: what about Brazilian situation? Well, perhaps in Brazil what
we are seeing now is a secondary transition, where democracy is becoming

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deeper, perhaps Chile is another example and Cath Collins will talk about that.
Germany, I would argue, is an example of this, whereby roughly a generation after
the war, roughly about 15 or 25 years, the norms start to bite in a way that they
didn’t in the past, and we have the possibility of prosecution using endogenous –
that is State’s own trial – processes. A complex situation is where we have some
sort of post-transitional situation but we also have a paradigmatic transition or we
have some sort of intra-democratic transition occurring simultaneously. In other
words, in one country these two things are occurring; they may refer to different
times. Three examples: one is Germany in the 1990’s, whereby there was a post-
transitional situation dealing with Nazi crimes, the prosecution still continued (it
continued until last year) and there was a second transition which had to do with
the German Democratic Republic (DDR). East Germany, the DDR, both occurred
simultaneously. In Spain at the current moment we have post-transitional issues in
relation to the Franco’s dictatorship but we have another transition to do in the
Basque Country which is marked by the abandonment of violence by ETA, which
now throws up issues that are related to but partly distinguishable from the
Franco’s transition.
The final one I’ll mention here is the current trend towards the use of transitions-
like mechanisms in consolidated democracies; an example would be the Canadian
Truth and Reconciliation Commission. Now that’s dealing, I will argue, with the
legacy of colonialism and, in fact, in the last week the Chair of the Commission
suggested that the aspect of the treatment of indigenous people conducted to
genocide. We look at the trial issues, well the last one doesn’t involve trial much, E
can, D can, intra-democratic unlikely to because the major international crimes
have been quite rare, and then A and B can.
I’ll move on and I’ll just focus on three: briefly I’ll look out post-conflict transitional
justice, there’s really not much for me to say, because that’s the most well known
kind of transitional justice, that’s the Nuremberg model. It’s has few domestic
infrastructures requirements because is an exogenous process, the outsiders
bringing the trial mechanisms. A problem is what is the constituency: was it the
parties or was it the international community? Certainly the international community
was happy with or was willing to give elements for the constituency for Nuremberg.
But the domestic constituency within Germany was a problematic issue, I’ll get
back to that. This raises the question of the generational question. And in this
situation as well, law can have a very wide lens, because the lens is specifically
created and tailored for these trails. There is a problem though some extent about
the narratives that it creates and that relates to the question of the constituency.

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There can be quite divergent narratives created within the international community
and within the domestic one.
Moving on to post-transitional justice and to repeat examples would include the
German stage in the mid 1960’s, Chile as described by Cath Collins and then
perhaps some of the processes described yesterday, perhaps Brazil. In this case it
is an endogenous process so the State is using its own trials, courts and judges.
That means that it requires a rule of law infrastructure, so the rule of law has to be
pretty good. The first one doesn’t need rule of law infrastructure, this one does. But
this is not an immediate trial at the end of a conflict, in these case democracy has
been in place for maybe 20 years, so some sort of transitional partial justice will be
acceptable, justice itself is on trial here and quite high levels of rule of law
inherence will be expected. It also need a functioning procedural democracy, but
here I go back to the point about the secondary transition and the argument that
we are developing. To some extent, the emergence of trials in this period in the
countries involved, maybe more widely, can be explained in terms of a deepening
of democracy in the secondary transition. But still in relation to law we have these
questions of Janus-base quality of law. Janus is the Roman god with two faces –
I’m sure there are Latin American gods with two faces -. Law is both a root to
justice and a block on justice. So that the famous quote from the East German
transition is that “we expected justice and we got the rule of law state”. Very similar
things were said about the Auschwitz trial.
Moving on to complex transitional justice, this is a situation in which there are two
transitional processes in one country at the same time referring perhaps to different
periods. One of the issues is where is the inter-transitional line to be drawn when
we think of the current Basque transition? Do we stop in 1978, when we have the
emergence of democracy and the end of Franco’s regime, or do we have to go
back and look at Franco? What is the relation between one of the two? That also
became an issue in Germany where one of the questions is, in the East Germany,
in 1948 or 1949, they had very summary trails of Nazis suspects, some of them
quite seriously bad guys. They were tried by half an hour and then taken out very
shortly and shot. Now the second transition about the DDR is having to go back
and look at that kind of stuff and say “well is that process, which must now be
fumed through the lens of transitional justice”, so that the first mechanism of all
transitional justice now becomes an object of post-transitional justice.
And there is also this problem about, back at the Auschwitz police station example,
and as I said nowadays we can get around that in most cases using crimes against
humanity charges, but if we can get crimes against humanity charges, then we’re

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still with a problem. And that problem is the recreation perhaps of the legal system
of the impugned state. That also aroused not only in the Auschwitz trail, but it
aroused also in the Wolf trial. Wolf was a big intelligence operative in the DDR, in
the German Democratic Republic, so following reunification he was put on trial, but
he was not put on trial for international crimes, he was not put on trial under the law
of the federal republic, he was not put on trial under the law of the German
democratic republic, he was not put on trial under the law of the Nazi Reich, he
was put on trial under the law of the Weimar republic in the early 1930’s and he
was charged for killing a police man. Now a conviction was obtained but there’s a
linger sense of unhappiness, it doesn’t feel right.
A final thing I’m going to say before I arrive at my conclusions has to do with the
narratives. As I said, a trial process in a transitional society always creates some
kind of narrative. Which is great, if the narrative is that the “bad guys were guilty”
and we’re human rights activists, but that’s not necessarily the narrative and one of
the issues around the complex German transition was that in the early 90’s there
was a conservator chancellor of Germany, in which he try to instrumentalize the
East German transition and the Nazi post-transition, to say, now Germany has deal
with his “twin evils”, evils of Nazism and evils of Communism. There were both kind
of similar and now we’re finished with them, and now Germany can take its place in
the world and be great again. That is an attempt to create a narrative but not one
that we’ll be happy with.
So, to conclude, I suspect that there are quite some elements of contingency in
the question of trials and new democracies and whether the level of democracy
facilitates trials is probably as important that trials strengthen democracy. But – as
professor Sikkink pointed out – the social science data doesn’t allow us to prove
causation as more correlation. I think clearly that the god Janus has to be the
patron deity of law on this process, law can be a root to justice but also a block,
and we just got to live with that, I think.
Furthermore we bear in mind that the narratives that are constructed don’t rise out
of thin air, that inevitably transitional justice on these trial processes are a sight of a
conflict between social movements, a conflict between other elements of civil
society, and conflicts between hegemonic and former hegemonic powerful forces.
So the narratives are always going to be fought over.

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Versión en español

Arriba a la derecha de la pantalla aparece la imagen de una estación de policía.


Las celdas están en el sótano, las oficinas en la planta superior. Es poco
interesante, excepto por el hecho de que esta estación de policía está en
Auschwitz. Estaba en medio de un campo de exterminio y cuando Alemania
comenzó seriamente su proceso interno de juzgamiento a los Nazis en la década
del 60, parecía un lugar de tortura, y tenía que parecerlo pues en los términos de
la ley alemana, según su aplicación en esa época, ese lugar debía considerarse
una estación de policía tradicional.
Esos eventos, los juicios de Frankfurt, marcaron un punto muy importante en
muchos sentidos; nos permitieron iniciar cargos actualmente vigentes, porque hoy
día la acusación por esos delitos en la mayoría de los países sería de crímenes de
lesa humanidad. Pero aún ejemplifican una serie de cuestiones. Una de ellas es
una preocupación continua sobre la ley: ¿es facilitadora de justicia o representa un
bloqueo a la justicia? Luego debemos preguntarnos ¿Por qué eso sucedió en la
década del 60? En ese momento el nuevo Estado Alemán no alcanzaba aún los
veinte años, más o menos una generación. También nos debemos preguntar,
¿Quiénes fueron los ganadores? ¿Por qué sucedió esto? Porque, si observamos
ese período, había una resistencia importante. Entonces, lo que quiero analizar es
la cuestión de la justicia y los juicios, quiero dejar esos temas abiertos y volver
sobre ellos al final.
Lo que quiero hacer es enfocarme en el uso del ejemplo alemán sobre las bases
con las cuales ustedes están familiarizados con el ejemplo sudamericano. El
ejemplo alemán en muchos aspectos arrojó temas muy interesantes que pueden
resultar relevantes aquí. También nos permite ingresar en una de las áreas
descuidadas cuando pensamos en la justicia transicional. La transición es la
"prima pobre" de la justicia, la transición es sólo el contexto. Pero lo que quiero
proponer es que la transición es mucho más importante de lo que se ha
comprendido, que sólo podemos entender los tipos de justicia, los tipos de
problemas de la justicia, si entendemos los diferentes tipos de transición.
Debemos pensar ¿De dónde viene? ¿Hacia adónde va? Debemos pensar en
transiciones más confusas, dentro de un Estado que era democrático. Quizá de
democracia procesal a sustantiva; de democracia mayoritaria a pluralista; y aquí
me remito a Chantal Mouffe, no voy a volver sobre este punto pero con gusto lo

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trataré si surgen preguntas. Y entonces, ¿Que sucedería si hubiera dos
transiciones simultáneamente en un país? Cuando pensamos en la justicia
transicional, tendemos a pensar en una transición. ¿Cómo encaja el componente
de justicia? Voy a enfocarme en los juicios, y entonces ello trata el punto que
planteó Kathryn Sikkink, la cuestión de la relación entre juicio y transición; existe,
como ella indica en el debate en su libro, una relación entre el éxito de la
transición y el juicio, pero eso puede significar que el juicio ayuda a la transición o
que tomaría una especie de transición ayudar al juicio, o ambas cosas.
Así es que continuo con la argumentación, y no voy a extenderme mucho,
solamente voy a enumerar algunas de esas situaciones mostrando una taxonomía
de la transición en la cual estoy trabajando con una colega de la Universidad de
Austria y de la Universidad de Minnesota. Estamos observando, en un proyecto de
libro, seis tipos diferentes de transiciones o situaciones similares a la transición.
Primero, está la transición paradigmática. No hay necesidad de decir mucho sobre
esto, es una transición de un régimen autoritario a una democracia. Típicamente
comprenden procesos judiciales endógenos dentro del Estado. El segundo tipo de
transición es una transición de la guerra hacia la paz, algunas veces mencionada
como transición post-conflicto, y por supuesto que en algunas ocasiones A y B
ocurren en simultáneo, pero no necesariamente. Luego, un tercer tipo es la
transición intra-democrática, una transición dentro de un Estado que es una
democracia formal pero que tiene algunas "áreas marrones" o "zonas marrones"
(como lo denominaría Guillermo O'Donnell, el politólogo sudamericano) que están
geográficamente delimitadas, donde existen déficits democráticos graves. Un
ejemplo sería el Reino Unido; el RU es una democracia líder dentro de la cual
había un lugar, Irlanda del Norte, donde un partido gobernó durante 50 años. Era
un área marrón dentro de un estado democrático. Pero los tipos de violaciones
que se ven aquí tienden a ser menores que en las situaciones paradigmáticas.
El próximo punto que quiero tratar es el post-transicional. Frecuentemente se ha
tratado con la justicia transicional pero yo argumentaría que existe una distinción
entre la sociedad de transición y la sociedad post-transicional. El argumento que
estoy desarrollando es que en esas situaciones a menudo vemos algún tipo de
transición secundaria donde se pasa de una democracia procesal a una
sustantiva. La pregunta que se formuló ayer fue: ¿Que hay de la situación
brasileña? Bien, quizá en Brasil lo que estamos viendo actualmente es una
transición secundaria, donde la democracia se está profundizando, quizá Chile es
otro ejemplo y Cath Collins hablará sobre eso. Yo diría que Alemania es un
ejemplo de eso, donde apenas una generación después de la guerra, apenas 15 o
25 años, las normas comienzan a tener efectos que no tenían en el pasado, y
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tenemos la posibilidad de enjuiciar utilizando procesos endógenos, es decir, juicios
del propio Estado. Aparece una situación compleja cuando tenemos alguna clase
de situación post-transicional pero también tenemos una transición paradigmática
o tenemos algún tipo de transición intra-democrática de manera simultánea. En
otras palabras, en un país estas dos cosas están sucediendo; pueden referirse a
distintas épocas. Tres ejemplos: uno es Alemania en la década del 90, donde
hubo una situación post-transicional con respecto al tratamiento de los delitos
cometidos por los Nazis, el enjuiciamiento continuó hasta el año pasado y hubo
una segunda transición que tuvo que ver con la República Democrática Alemana
(DDR). Alemania del Este, la República Democrática Alemana, ambas ocurrieron
simultáneamente. En España actualmente tenemos temas post-transicionales en
relación con la dictadura de Franco pero tenemos otra transición en el País Vasco
que está marcada por el abandono de la violencia por parte de ETA, que
actualmente trata temas que están relacionados con la transición de Franco pero
que se distinguen parcialmente de ella.
Lo último que voy a mencionar aquí es la tendencia actual a usar los mecanismos
parecidos a los de la transición en las democracias consolidadas; un ejemplo de
ello sería la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá. Yo diría que
eso es tratar con el legado del colonialismo y, de hecho, durante la última semana
el Presidente de la Comisión sugirió que el aspecto del tratamiento de los pueblos
originarios conducía al genocidio. Observamos los temas del juicio, bien, el último
no los incluye demasiado, E y D probablemente, y en el caso intra-democrático no
es probable porque los delitos internacionales más graves han sido pocos;
finalmente A y B si los incluyen.
Continuaré y me enfocaré entonces en tres: brevemente me referiré a la justicia
transicional post-conflicto; no hay mucho que pueda decir porque es el tipo más
conocido de justicia transicional, es el modelo de Nüremberg. Tiene pocos
requisitos de infraestructura nacional porque es un proceso exógeno, se traen
externamente los mecanismos de juzgamiento. El problema radica en cuál era la
circunscripción: ¿eran las partes o era la comunidad internacional? Ciertamente la
comunidad internacional estaba deseosa de brindar los elementos para la
circunscripción para Nuremberg. Pero la circunscripción a nivel nacional dentro de
Alemania era un asunto problemático; volveré sobre eso. Esto hace surgir la
pregunta de la cuestión generacional. Y en esta situación también, la ley puede
tener una lente muy amplia porque la lente está creada específicamente y a
medida para esos juicios. Existe un problema, sin embargo, sobre las narrativas
que se crean y esto se vincula estrechamente con la cuestión de la

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circunscripción. Pueden existir narrativas bastante divergentes creadas dentro de
la comunidad nacional e internacional.

Moviéndonos hacia la cuestión de la justicia post-transicional y para repetir


ejemplos, incluiría la etapa alemana de mediados de los 60, a Chile según lo
descripto por Cath Collins y luego quizá a algunos de los procesos descriptos
ayer, quizás a Brasil. En este caso, es un proceso endógeno, de modo que el
Estado está utilizando sus propios juicios, tribunales y jueces. Eso significa que
necesita una infraestructura legal, con lo cual el Estado de Derecho debe
funcionar adecuadamente. El primero no necesita infraestructura legal, pero este
sí. Pero en este caso no se trata de un juicio realizado inmediatamente después
del fin de un conflicto, en este caso ha habido democracia durante quizá unos 20
años, de modo que será aceptable algún tipo de justicia parcial de transición; la
justicia en sí misma está en juicio aquí y se esperan niveles bastante altos de
legalidad. También necesita una democracia procesal en funcionamiento, pero
aquí vuelvo al punto sobre transición secundaria y el argumento que estamos
desarrollando. En alguna medida, el surgimiento de los juicios en ese período en
los países involucrados, quizá de manera más amplia, puede ser explicado en
términos de una profundización de la democracia en la transición secundaria. Pero
aún, en relación con la ley, tenemos esas cuestiones de la calidad de la ley
basada en Jano. Jano es el Dios romano con dos caras, estoy seguro de que hay
Dioses latinoamericanos con dos caras. La ley es tanto la fuente de justicia como
el bloqueo de la justicia. De modo que la famosa cita de la transición de Alemania
del Este dice: "esperábamos justicia y obtuvimos un Estado de derecho”. Se
dijeron cosas muy parecidas sobre el juicio de Auschwitz.
En relación con la justicia transicional compleja, ésta es una situación donde hay
dos procesos de transición en un país al mismo tiempo que se refieren quizás a
períodos diferentes. Una de las cuestiones es ¿Dónde se debe trazar la línea
inter-transicional cuando pensamos en la transición vasca actual? ¿Paramos en
1978, cuando tenemos el surgimiento de la democracia y el fin del régimen de
Franco, o debemos volver y analizar a Franco? ¿Cuál es la relación entre uno de
los dos? Eso también se convirtió en un tema en Alemania Occidental donde la
cuestión era en 1948 o 1949, que se realizaban juicios sumarísimos a los
sospechosos Nazis, algunos de los cuales eran realmente “malos muchachos”.
Eran juzgados durante media hora y luego fusilados. Ahora, la segunda transición
sobre la DDR está teniendo que ir hacia atrás y mirar todo eso y decir "bueno, ese
es el proceso que ahora debemos esfumar a través del lente de la justicia

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transicional", de manera que el primer mecanismo de toda la justicia transicional
ahora se convierte en un objeto de justicia post-transicional.
Y volviendo al ejemplo de la estación de policía de Auschwitz, tal como dije antes,
de que podemos resolver esos temas en la mayoría de los casos usando cargos
de delitos de lesa la humanidad, pero así y todo, si pudiéramos obtener cargos por
estos delitos, seguiríamos teniendo un problema. Y el problema es quizás la
recreación del sistema legal del estado impugnado. Esto no sólo surgió en el juicio
de Auschwitz sino también en el juicio a Wolf. Wolf era un agente de inteligencia
muy importante en la República Democrática Alemana; luego de la reunificación
fue llevado a juicio, pero no fue enjuiciado por crímenes internacionales, en virtud
de la legislación de la república federal, en virtud de la legislación de la República
Democrática Alemana, ni fue enjuiciado en virtud de la legislación del Reich Nazi,
sino que fue enjuiciado en virtud de la ley de la república de Weimar a principios
de la década del 30 y fue acusado de matar a un agente de policía. De ese modo,
se obtuvo una sentencia condenatoria pero dejó una sensación persistente de
infelicidad, un sentimiento de que eso no era lo correcto.
Voy a decir una última cosa antes de llegar a mis conclusiones y tiene que ver con
las narrativas. Como mencioné antes, el proceso de enjuiciamiento en una
sociedad en transición siempre crea algún tipo de narrativa. Lo cual es genial, si la
narrativa es que "los muchachos malos eran culpables" y nosotros somos
activistas de derechos humanos; pero esa no es necesariamente la narrativa y uno
de los temas que comprenden la compleja transición alemana fue que a principios
de los 90 había un ministro conservador de Alemania que intentó instrumentalizar
la transición de Alemania del Este y la post-transición Nazi, es decir, ahora
Alemania tiene acuerdos con sus "males gemelos", el mal del Nazismo y el mal del
Comunismo. Ambos eran similares de algún modo entre sí y actualmente hemos
terminado con ellos y ahora Alemania puede tomar su lugar en el mundo y ser
importante otra vez. Ese es un intento para crear una narrativa pero no una con la
cual estaremos contentos.
De modo que, para concluir, sospecho que hay algunos elementos de
contingencia en la cuestión de los juicios y de las nuevas democracias y la
cuestión sobre si el nivel de democracia facilita los juicios es probablemente tan
importante como que los juicios fortalezcan la democracia. Pero, como indicó la
profesora Sikkink, los datos sobre la ciencia social no nos permiten probar la
causalidad sino más bien correlación. Pienso claramente que el Dios Jano tiene
que ser la deidad regente de la ley en este proceso, la ley puede ser la fuente de
justicia pero también un bloqueo, y yo creo que tenemos que vivir con eso.

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Además debemos tener en mente que las narrativas que se construyen no surgen
del aire, que inevitablemente la justicia transicional en esos procesos judiciales es
un punto de vista de un conflicto entre movimientos sociales, un conflicto entre
otros elementos de la sociedad civil y conflictos entre fuerzas actualmente y
anteriormente hegemónicas. Consecuentemente, las narrativas siempre van a ser
discutidas.

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Jo-Marie Burt

Obtuvo su doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia en 1999. Actualmente es


profesora en George Mason University, donde es directora del Programa de Estudios
Latinoamericanos y co-directora del Centro de Estudios Globales. A su vez es Asesora Principal de
la Oficina en Washington sobre Asuntos Latinoamericanos (WOLA), donde colabora con el
programa sobre derechos humanos en el Perú. Sus investigaciones se centran en temas
relacionados con violencia política, derechos humanos, y justicia transicional; movimientos sociales
y la sociedad civil; y memoria histórica. Entre 2002 y 2003, la Dra. Burt fue investigadora para la
Comisión de Verdad y Reconciliación del Perú, y fue observadora acreditada del juicio al ex
presidente peruano, Alberto Fujimori. Es autora de libro, Silencing Civil Society: Political Violence
and the Authoritarian State in Peru (Palgrave, 2007), que fue publicado por el Insituto de Estudios
Peruanos en 2009. Actualmente dirige un proyecto de investigación sobre procesos de justicia en
casos de graves violaciones a los derechos humanos en el Perú, y está terminando un libro sobre
el juicio a Fujimori.

Quisiera exponer sobre la idea – recién presentada por Kathryn Sikkink – de


justicia globalizada; la Cascada de Justicia. Es un concepto fundamental que nos
ayuda a comprender como se fue cristalizando un conjunto de ideas, normas y
prácticas sobre la obligación de los Estados de investigar, procesar y sancionar a
los responsables de graves violaciones a los derechos humanos y crímenes de
lesa humanidad.
Trabajos de investigación basados en metodologías cuantitativas, como el libro
recientemente publicado por Kathryn, ayudan a ilustrar el impacto de la
globalización de la justicia y contribuyen a identificar tendencias importantes en la
justicia transicional a nivel mundial. Creo que es de suma importancia tener una
mirada global que nos ayudan a comprender la magnitud del fenómeno que hoy
en día se conoce como la justicia transicional, y eso es algo que valoramos
tremendamente de trabajos como el de Kathryn.
A su vez, creo que es importante tomar en cuenta que, cuando aplicamos macro-
teorías o macro-conceptos tales como la justicia globalizada o la justicia
transicional a las realidades locales, nos damos cuenta que hay mucha variedad
en cómo se manifiestan los esfuerzos de hacer valer la justicia.
Ello corresponde a que en cada contexto hay variación en relación a las
configuraciones locales de poder, los arreglos institucionales, la capacidad de
movilización y resistencia desde la sociedad civil y de otros actores claves, tales
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como las Fuerzas Armadas, los grupos de poder, y otros sectores afines.
Entonces, quisiera plantear la importancia de complementar los estudios
cuantitativos con otro tipo de estudios, de tipo cualitativos, que se proponen
realizar un estudio más minucioso de los procesos en cada caso, sin perder de
vista la importancia del análisis comparado, para poder entender y explicar las
variaciones observadas.
He dirigido un proyecto de investigación de esta naturaleza enfocado en el
proceso de justicia en el Perú. La investigación ha buscado entender los factores
que hicieron posibles un juicio emblemático e histórico como fue el juicio al ex
presidente Alberto Fujimori, que terminó en 2009 con una sentencia condenatoria
de 25 años, pero a su vez los factores que han obstaculizado otros procesos
penales por casos igualmente graves de violaciones de derechos humanos. Ese
trabajo de investigación tiene un componente comparado pues he seguido
también de cerca el caso de Uruguay, y otros casos en la región como Argentina y
Guatemala.. A continuación intentaré elucidar algunas ideas sobre esos procesos
y la variación en los procesos de justicia que percibimos si hacemos este tipo de
análisis más cualitativo.
Primero, quiero esbozar una herramienta teórica que la Ciencia Política nos
presta que se llama path dependency (dependencia del camino) que nos ayuda a
entender la importancia del pasado en lo que ocurre en el presente. La teoría de
path dependency sostiene que el desarrollo de un proceso político depende de la
secuencia de decisiones tomadas por los actores y no sólo de las decisiones del
momento. Un elemento complementario de la teoría de path dependency es el de
las coyunturas críticas, que plantea que existan condiciones que marcan las tomas
de decisiones que van estableciendo una estructura específica de desarrollo
institucional y consolidación. Entonces, en el análisis de los procesos, en cada
país, podemos estudiar cuáles son las coyunturas críticas que ayudan a consolidar
procesos de impunidad o que, tal vez, ayudan a romper esos procesos.
Voy a enfocarme en algunos casos que ayuden a entender que, en los procesos
de buscar la justicia, luego de graves violaciones a los derechos humanos, hay un
vaivén muy importante. Incluso, en algunos casos donde hay logros muy
relevantes (como es el caso de Perú) hay también retrocesos importantes que hay
que tratar de entender. Hay otros casos, como los de Centroamérica, que se
muestran casi impermeables a esas tendencias de la justicia globalizada.
Muy brevemente voy a referirme al caso de Uruguay. Como sabemos, en el año
1986 se impuso la Ley de Caducidad, sancionada por el Parlamento uruguayo, lo
cual puso fin a la capacidad del Estado investigar y sancionar casos de graves
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violaciones de derechos humanos. La imposición de esa ley, declarada
constitucional por la Corte Suprema y avalada en un referendum en 1989,
consolidó la impunidad en Uruguay. La sociedad civil, debilitada por el fallido
referendum, no volvió a levantar el tema por casi una década. Sin embargo, hacia
finales de los 90 el tema se vuelve nuevamente al tapete, con nuevas demandas
de parte de los familiares de búsqueda de los desaparecidos, especialmente de
los niños apropiados o nacidos en cautiverio. A partir de 2002, abogados de
derechos humanos comenzaron a buscar formas de darle vuelta a la Ley de
Caducidad, algunas veces exitosamente —como la condena al ex presidente Juan
María Bordaberry o a los ex comandantes militares Gregorio Álvarez y
compañía— pero otros, no, pues chocaron con las restricciones impuestas por la
misma ley. Pero los logros animaron a un proceso que intenta nuevamente anular
la Ley de Caducidad, cosa que se logra –con muchas vueltas, y después de 25
años— en noviembre de 2011. La justicia globalizada tuvo un papel central ahí con
la sentencia en el caso Gelman, en la cual la Corte Interamericana de Derechos
Humanos no sólo ordena al Estado uruguayo investigar el caso y procesar y
sancionar a los responsables, sino determina que la Ley de Caducidad carece de
efecto jurídico y no puede ser más un obstáculo para los procesos penales por
estos casos. Pero la sentencia en si no cambió el escenario, sino la movilización
desde la sociedad civil para hacer efectivo esa sentencia para que la justicia
pudiera actuar en estos casos. Con la aprobación de la Ley 18.831 en noviembre
de 2011 se abre un escenario nuevo en Uruguay, y de pronto hay un diluvio de
casos de violaciones de derechos humanos judicializados por primera vez casi 40
años desde el golpe de estado en de 1973.
Quisiera también referirme, brevemente, al caso de Centroamérica pues es
importante reconocer la casi impermeabilidad de dos países —Guatemala y El
Salvador— a la justicia globalizada. Me parece importante pensar cómo fue el
tránsito de esos países desde un proceso de conflicto interno hacia un proceso de
paz y de transición a la democracia. Pese a creación de comisiones de la verdad
que realizaron investigaciones importantes sobre casos de graves violaciones de
los derechos humanos (en el caso de Guatemala, incluso, de genocidio) todo ese
proceso concluyó, en ambos casos, con el poder de las fuerzas armadas casi
intacto, con una alianza implícita o explícita con los grupos de poder de no
perseguir a los militares por derechos humanos, resultando en una impunidad casi
total.
En el caso de Guatemala, con la firma de la paz se aprobó una ley de amnistía,
pero expresamente excluye casos de crímenes de lesa humanidad como la
desaparición forzada y el genocidio. Sin embargo, a lo largo de los 15 años desde
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la firma de la paz, no hubo ningún juicio a militares por violaciones de derechos
humanos cometidos durante el conflicto armado interno. Eso tiene que ver con la
configuración del poder en Guatemala y sobre todo el poder que aún mantiene las
fuerzas armadas en el país. Se están percibiendo algunos cambios en Guatemala
desde hace un par de años, que tiene que ver tanto que algunos juicios a nivel
internacional que han actuado como presión al interior de Guatemala - el caso de
genocidio ante la Audiencia Nacional de España por ejemplo – pero sólo porque
asume la dirección del Ministerio Público una persona que comienza a dar
prioridad a la judicialización de los casos de derechos humanos. Como resultado
hubo un juicio importante en el año 2011, el caso de la masacre de más de 200
campesinos en Dos Erres, que terminó con una sentencia condenatoria contra
varios militares. Hace pocas semanas, presentaron cargos de genocidio contra el
ex dictador Efraín Ríos Montt, sin duda un hecho singular en la historia de
Guatemala y todo Centroamérica.
En El Salvador, después de que se emite el Informe de la Comisión de la Verdad,
el Congreso de ese país impuso una ley de amnistía que establece que ningún
caso de violación de los derechos humanos puede ser investigado, salvo el caso
del asesinato de Oscar Romero. Efectivamente se realizó un juicio en este caso,
que terminó con una condena pero luego el condenado fue absuelto. La impunidad
se mantiene a pie en El Salvador, a diferencia de Guatemala, a pesar de que
también ha habido juicios internacionales en España y juicios civiles en Estados
Unidos.
Es interesante plantear que en esos tres países (Uruguay, Guatemala y El
Salvador), la imposición de amnistías, de facto o explícitas, constituyen coyunturas
críticas que establecen un escenario de impunidad muy difícil de romper; de hecho
la impunidad sigue vigente en Guatemala (a pesar de algunos casos en juicio
importantes) y, especialmente, en El Salvador. Como mencionó el senador
Michelini la impunidad no se puede medir sólo por la falta de justicia en estos
casos, sino se vuelve una cultura que permea a toda la sociedad, y contribuye a
los altos índices de violencia que se observa en la región hoy en día.
Ahora quisiera referirme, con un poco más de detalle al caso de Perú, porque
representa un caso muy paradójico, pues presenta algunos logros muy
importantes pero a su vez retrasos notables y preocupantes en materia de justicia
transicional. Es muy conocido a nivel internacional el proceso penal que se llevó
contra el ex presidente Alberto Fujimori por casos de graves violaciones de
derechos humanos. Fue un juicio impecable, según todos los observadores
nacionales e internacionales: con total respeto del debido proceso, se pudo

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establecer claramente la responsabilidad penal de Fujimori en dos masacres
emblemáticas: el caso de la masacre de 15 personas, entre ellos un niño de ocho
años, en Barrios Altos y la desaparición forzada de nueve estudiantes y un
profesor de la Universidad La Cantuta. Por estos hechos, después de un proceso
de un año y medio, fue sentenciado a veinticinco años de prisión. Si tomamos esto
como nuestra medida, Perú es un caso ejemplar de justicia globalizada o
transicional. Pero, si estudiamos un poco más a fondo el caso de Perú, nos damos
cuenta que el proceso de judicialización ha sufrido reveses muy importantes.
Quisiera entonces explicar un par de temas en relación con este proceso, para
que puedan entender a lo que me refiero. La Comisión de Verdad y
Reconciliación (CVR) emitió en forma final en el año 2003 una de sus
recomendaciones estableciendo que el Poder Judicial debía investigar 47 casos
de graves violaciones de derechos humanos. La Comisión entregó al Ministerio
Público y al Poder Judicial los expedientes de esos 47 casos para que se pudiera
seguir el proceso. Además, personas individuales, organizaciones no
gubernamentales (ONGs) de derechos humanos, abogados particulares, también
comenzaron a realizar denuncias ante el Ministerio Público de casos de
violaciones de derechos. Hay un total de 1674 denuncias y, a través de una
investigación en colaboración con ONGs de derechos humanos en el Perú, entre
ellos la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, el Instituto de Defensa
Legal (IDL), la Asociación Pro-Derechos Humanos (APRODEH), y otros, hemos
logrado crear una base de datos de los casos judicializados.
A través de este estudio, hemos podido dar cuenta de que casi la mitad de esos
casos se han archivado, debido a falta de evidencia o la falta de información sobre
la identidad de los perpetradores. Solamente el 6% de esos casos ha sido
judicializado, está en juicio oral actualmente o tiene sentencia. La gran mayoría de
casos, casi el 47%, están estancados a nivel de investigación preliminar en el
Ministerio Público: no avanzan. Y, otra vez, un problema grave ahí es la falta de
información. Eso es un indicio que nos demuestra una tendencia de retroceso,
puesto que a pesar de que se crearon, por recomendación de la CVR, fiscalías y
juzgados especializados para la investigación de casos de derechos humanos,
muy poco se ha avanzado desde que ese sistema especializado se puso en
funcionamiento a partir de finales de 2004. Hasta finales de 2001, ha habido
solamente 36 casos con sentencia. De esas 36 sentencias emitidas por la Sala
Penal Nacional y otras salas, tenemos 11 sentencias mixtas donde hay algunos
condenados y algunos absueltos; 8 sentencias en donde todos fueron
condenados; y 17 sentencias en donde fueron absueltos todos los imputados. Con
mis colegas en el IDL hemos desarrollado un análisis sobre esas sentencias –que
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está por publicarse- en donde vemos una tendencia clara: en los años iniciales de
ese proceso la Sala Penal y otras salas aplican el Derecho Internacional,
recurriendo a conceptos tales como la “desaparición forzada”, y emplean un
razonamiento muy riguroso. En las últimas sentencias –sobre todo en las
absolutorias– están alejándose de esos conceptos, utilizando otro tipo de
argumentos, ajenos al Derecho Internacional, que desconocen la jurisprudencia
internacional y la peruana, incluso la sentencia a Fujimori.
Otro ejemplo, que podría ilustrar este retroceso, consiste en comparar los
condenados y absueltos en Argentina y en Perú en el año 2010. Esto resulta
importante porque ambos procesos comienzan más o menos a la vez: en Perú se
registra la primera sentencia en 2005, en Argentina en 2006. En 2010, en
Argentina, hubieron 110 personas condenadas y 9 absueltas. En el Perú en el
mismo año hubieron 22 personas condenadas y 33 absueltas. Como se puede ver,
en el caso peruano, el ritmo de sentencias es mucho más bajo y la proporción de
absueltos es muchísimo más alta; esto es simplemente un indicio que, luego, hay
que explicar con más detalle.
¿A qué se debe ese retroceso? Obviamente, un factor podría ser las debilidades
institucionales del sistema de justicia así como el hecho de que son casos muy
complejos: algunos datan a inicios de los años 80, lo que implica diversas
dificultades, como obtener evidencia y encontrar testigos, el hecho de que algunos
testigos han muerto, etc.
Pero a través de nuestra investigación hemos podido percibir la influencia de las
decisiones políticas en los procesos de justicia. Si bien es importante reconocer
las debilidades institucionales en el sistema de justicia en el Perú, también es
importante reconocer que han habido procesos judiciales muy importantes en el
caso Perú, más allá del caso Fujimori, que podemos destacar como un ejemplo de
que sí puede funcionar el Poder Judicial en Perú, cuando existan las condiciones y
las voluntades necesarias.
Si estudiamos qué ha venido pasando en los últimos cinco o seis años en la esfera
política peruana, ahí nos damos cuenta que ha habido un cambio, básicamente a
partir del segundo gobierno de Alan García (2006-2011). Durante su primer
gobierno hubo casos de graves violaciones a los derechos humanos y por ahí va
la cosa. Esas decisiones políticas tienen por objetivo, me parece, en primer lugar
materializar una vocación de negación sistemática de que hubo violaciones graves
de derechos humanos por parte de las fuerzas del orden. Y, en segundo lugar,
liquidar el proceso de judicialización.

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El tiempo me permite darles sólo algunos ejemplos de cómo las decisiones
políticas se manifiestan en la realidad peruana y cómo afecta los procesos de
justicia. Uno: a pocas semanas de asumir Alan García en el gobierno, emitió un
decreto ley estableciendo que el Estado iba a pagar los abogados privados para
militares y policías acusados por violaciones de derechos humanos. Dos: hay una
negación sistemática del Ministerio de Defensa a entregar información, cosa que
ya mencioné, y es la causa del archivamiento de un número importante de casos.
Tres: la especialidad de las fiscalías y los tribunales creados a partir de la CVR
para ver casos de derechos humanos ha sido socavada. Antes las fiscalías y
tribunales especializados sólo veían casos de violaciones de derechos humanos y
terrorismo, pero a partir de 2008 su mandado ha ido variándose, y ahora procesan
diversos tipos de casos, incluyendo narcotráfico, lavado de activos, secuestro,
libertad de expresión, entre otros. A tal punto que hoy en día solo el 10% de los
casos que ve la Sala Penal Nacional, que es el tribunal que ve la gran mayoría de
los procesos, son casos de derechos humanos. Cuatro: hay un discurso agresivo y
constante desde las altas esferas de poder negando estos delitos, alegando que
los procesos judiciales constituyen una persecución a las Fuerzas Armadas y
argumentando que las ONGs que representan a las víctimas –e incluso algunos
operadores de justicia comprometidos con estas causas- están avanzando en una
agenda pro-terrorista. Esa política busca, claramente, socavar el proceso de
justicia y desprestigiar a los actores principales que participan en ella ante la
sociedad.
Hay evidencias claras de que el Poder Ejecutivo ha buscado influenciar a los
jueces y fiscales para variar resoluciones y determinaciones en esos procesos. Y,
finalmente, hubo varios intentos de aplicar leyes de amnistía, a pesar de la
sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Barrios
Altos y a pesar de que la CVR establece claramente la necesidad de hacer justicia
en estos casos. En el año 2008 hubo dos proyectos de ley que no prosperaron, y
en 2010 el Presidente García promulgó el Decreto Ley 1097, en esencia una ley
de amnistía encubierta. Luego de muchas protestas a nivel nacional e
internacional, el D.L. 1097 fue revocado. Sin embargo, se demuestra claramente la
voluntad de aniquilar todo el proceso de judicialización en curso.
Para poder entender los idas y venidas de los procesos judiciales de los países,
para entender como la justicia globalizada se pone en juego —o no— en contextos
domésticos, es necesario complementar las investigaciones macropolíticas y
cuantitativas con investigaciones cualitativas, etnográficos, de los procesos
judiciales, e insertarlos en la dinámica política de cada país, para entender más
cabalmente cómo el proceso de justicia transicional se enmarca en el proceso
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político actual. De esa manera podemos observar tendencias, logros y retrocesos,
que estudios más macro tendrán más dificultad identificar.
Quiero terminar afirmando que los procesos de justicia por casos de graves
violaciones de derechos humanos tienen varios efectos. Contribuyen a la
afirmación del Estado de Derecho, sin duda, pues afirman el principio regidor de la
democracia, la igualdad ante la ley, a su vez contribuye a la resolución de
conflictos usando el sistema de justicia. Si son procesos sostenidos en el tiempo,
los procesos de justicia por estos casos pueden ayudar a romper las estructuras
de impunidad. A su vez, la realización de la justicia en estos casos es importante
pues los procesos penales reconocen en lo fundamental los derechos de las
víctimas de saber la verdad y tener justicia. En ello, contribuyen también a la
consolidación de la democracia pues ese reconocimiento contribuye a la
restauración de la ciudadanía de las víctimas. Esto es especialmente importante
en países como el Perú y Guatemala, donde la victimización es, muchas veces,
producto de la exclusión misma. Finalmente, los juicios son un espacio donde se
puede rehacer y reconfigurar la memoria. Los discursos de negación siguen
siendo muy fuertes en América Latina, desde el Perú donde los gobernantes
repiten que no hubo violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de
las fuerzas del orden sino sólo algunos ‘excesos’ hasta Guatemala, cuyo gobierno
actual reta el hallazgo principal de la Comisión de Esclarecimiento Histórico de
que hubo genocidio. Los procesos penales por casos de violaciones de derechos
crean espacios para que las víctimas puedan reconstruir su historia en base a las
verdades jurídicas que se van construyendo, que puedan contribuir a crear nuevos
procesos de memoria, así como de dignificación de las víctimas y la afirmación de
sus derechos como ciudadanos.

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Catalina Smulovitz

Obtuvo su Ph D. en Ciencia Política de Pennsylvania State University. Actualmente es Directora


del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di
Tella e investigadora de Conicet. Ha publicado extensamente sobre derechos humanos,
“accountability social” y uso del derecho en América Latina. Su investigación actual se focaliza en
la desigualdad en la protección de derechos en las provincias Argentinas. Entre sus publicaciones
recientes se destacan: “Law and Courts on Development and Democratization” in Kritzer Hebert y
Peter Cane (eds). Oxford Handbook of Empirical Legal Studies, Oxford University Press, 2011.
“The past is never past”: accountability and justice for past human rights violations in Argentina. en
Serrano Mónica y Vesselin Popovski (editores). After Oppression Transitional Justice in Latin
America and Eastern Europe. United Nations University Press 2012.

Voy a hablar, básicamente, del caso argentino y voy a hacer algunos comentarios
sobre conclusiones más de orden general.
Uno podría extraer de la experiencia argentina que ha sido muy nombrada como
una con algunas particularidades, no solamente por la intensidad que tuvo desde
muy temprano la punición legal, sino también por la variedad de otro tipo de
mecanismos, no necesariamente punitivos, que también se desarrollaron en forma
muy amplia en el caso argentino. Antes de ello, quería hacer un comentario
también introductorio, al estilo de lo que hizo Jo-Marie [Burt] respecto del vinculo
entre el análisis cuantitativo y cualitativo. Yo creo que, en particular aquellos que
trabajamos sobre temas de justicia transicional, debemos celebrar muy
especialmente la aparición reciente de estos estudios cuantitativos que – con la
gran dificultad que esto supone para recolectar información – nos permite darle
ciertas certezas a ciertas sospechas normativas que nosotros teníamos. Uno
puede, normativamente, defender por qué los juicios deben realizarse, por qué es
mejor una medida que la otra. Todo eso se puede tener como una convicción
moral fuerte y permanente. Sin embargo, creo, que la relevancia que van
adquiriendo estos estudios cuantitativos como el que ha realizado Kathryn Sikkink,
como el que han realizado Leigh Payne junto con Trisia Olsen y Andrew Reiter es
que nos permiten ver en el escenario mundial de juicios transicionales – y otro tipo
de medidas también asociadas a la justicia transicional – que algunas de estas
convicciones (si se quiere personales) tienen también algún asidero empírico a
nivel global. Esto, independientemente de que como sucede con cualquier
investigación agregada cuando uno va a los casos, encuentra un caso que no se

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ajusta estrictamente al comportamiento promedio. Por lo tanto, retomando lo que
señalaba Jo-Marie por supuesto, la complementación entre el estudio cualitativo y
el estudio cuantitativo es fundamental, pero necesitamos de esa complementación
y no creo que puedan pensarse como estrategias de investigación de este tema
como excluyentes o competitivas. Más bien, coordinadas y complementarias.
Dicho esto, entonces, la segunda afirmación que me gustaría hacer sobre este
tema es la siguiente: una de las cosas mas relevantes que muestran estos dos
grandes estudios cuantitativos que han surgido últimamente (cuatro en realidad,
pero estos dos son los mas relevantes) es que, para poder hablar del impacto de
la justicia transicional en cualquiera de los países, lo que observamos (mas alla de
que podamos observar mejoras, sea como se midan las mejoras, no voy a entrar
en esa discusión) lo que vemos es que en realidad en los países donde ha
ocurrido algo de esto, “ocurre en combo”. Digamos, si el combo significa,
generalmente, alguna combinación entre juicio, comisión de verdad, mecanismo
de lustración, reparaciones; algún tipo de combinación de este conjunto de
medidas.
Esta es una copia de un cuadro del libro de Leigh Payne y Trisia Olsen (ver
Gráfico 1). Aquí ellos analizan 91 transiciones de 74 países y lo que muestran es
que la cantidad de casos en donde solo se utiliza una única medida, es muy
escasa. Básicamente, en todos los casos donde hay mecanismos de justicia
transicional estos funcionan interactivamente o funcionan en forma coordinada.
Por lo tanto, si bien existen técnicas estadísticas para evaluar el impacto
especifico de casa una de las medidas, en realidad, desde una visión más “de
proceso”, uno puede preguntarse por qué la mayor parte de los casos vienen en
combo, interactuados, en combinación. Esto es: el hecho de que aparezcan en
combinación es, en sí mismo, un síntoma o un dato a tener en cuenta, en tanto y
en cuanto uno puede suponer que se producen procesos de retroalimentación
como para que cuando hay mecanismos de justicia transicional, estos funcionen
no en forma aislada, sino en paquete, en forma conjunta. Este dato es
particularmente relevante si uno mira el caso argentino porque en este caso
tuvimos todos los elementos en combo, la cajita feliz vino completa, con todos los
aspectos que uno pueda suponer y están incluidos en el repertorio de justicia
transicional.
En Argentina hubo amnistías (explicitas y encubiertas), comisiones de verdad,
juicios domésticos, juicios en países extranjeros, demandas de tribunales
internacionales, indultos presidenciales, disculpas públicas individuales y de
actores institucionales, reparaciones económicas a víctimas, conmemoraciones y

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ostracismo social. No hay nada que nos hayamos salteado en el caso argentino y
esto es por lo que, cuando pienso y tengo que resumir al caso argentino,
básicamente lo pienso con tres frases (la tercera ahora la voy a agregar, no está
en el slide).

Gráfico 1

La primera: “The past is never dead. It's not even past" de William Faulkner en
“Requiem for a Nun”; es indudable que no hay forma que el caso argentino se
escape de su pasado, el pasado recomienza, aparece, nunca es pasado, se
reanaliza en forma constante, aun en los momentos en que en el caso argentino
parecía que efectivamente el pasado había muerto hay mecanismos que lo
reactivan y justamente, vuelven a discutir cómo debe entenderse el pasado.
La otra cosa que me parece fundamental del este caso, tiene que ver con cómo se
motorizan los procesos de justica transicional (algo de eso menciono Kathryn y
también apareció mencionado en los comentarios de Jo-Marie) es que la
existencia de actores locales – en particular en el caso argentino – el movimiento
de derechos humanos, no satisfecho que moviliza y encuentra agujeros en los

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procesos como para continuar reactivando es fundamental. En ese sentido me
parece que Mick Jagger y su “I can’t get no satisfaction” es para describir la
situación argentina.
Una tercera cosa (que no está agregada porque no encontré una frase del todo
feliz para resumirlo) pero uno podría pensar el rol del movimiento de derechos
humanos – en particular a lo largo del proceso argentino – como un proceso que
tiene picos de euforia (si uno piensa lo que paso en 1983/84/85). Ese proceso, con
el inicio de los juicios a los comandantes y después un proceso de tristeza
absoluta, con leyes de Obediencia Debida, Punto Final e Indultos y luego, re-
comienzos nuevamente eufóricos. Ahora: ¿qué es lo que pasa en esa trayectoria?
¿Qué cosas uno puede reconocer en esa trayectoria? A lo largo de todo ese
tiempo hubo un actor presente en primera persona que, también supo mantenerse
en las sombra, y que a lo largo de todo el proceso – si uno usara una metáfora
futbolística – tuvo control de la pelota en el medio campo en forma continua. Con
esto quiero decir que el movimiento de derechos humanos, aún en los momentos
en los cuales todo parecía perdido, estaba observando las posibilidades de
intervención y, de hecho, la movilización continua que expresa el caso argentino,
tiene que ver justamente con esa habilidad observar las oportunidades que se
ofrecían aun cuando todo parecía perdido. Por supuesto, todo esto es
acompañado en muchos casos con un aporte fundamental de las víctimas, que
recurren a este movimiento en el caso de cuando se activan causas judiciales y
mantienen despierta esta necesidad de evaluación del pasado a partir de marchas
y contra marchas para mantener visible el tema. Ahora bien, uno puede hacer una
historia de cada una de estas medidas, como por ejemplo, Emilio Crenzel ha
escrito un libro súper interesante sobre cómo fue la historia de la comisión de
verdad en el caso argentino y la politización que implica cada una de estas
medidas. Uno puede hacer lo mismo con cada una de ellas, yo no voy a hacerlo
con cada una (porque solamente me dieron quince minutos). Sí me gustaría hacer
una mención a algunas de ellas, para darnos idea de por qué la historia política de
cada una de estas medidas es tan fundamental para entender la presencia
permanente que mantiene el tema en el debate político argentino. Por ejemplo,
pensemos solamente la discusión, como una estrategia no redistributiva, de lo que
fueron las decisiones referidas a indemnizaciones y reparaciones a víctimas de
terrorismo de Estado. De hecho, si uno hace la historia y esta es una historia
incompleta (es muy poca la producción que existe sobre el tema, además de lo
producido por María José Guembe) lo que se observa es justamente este proceso
de en principio, “no satisfacción”; esto es, las primeras medidas parecen ser como
un mecanismo de intercambio ante la aparición de los indultos y entonces hay

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toda una discusión acerca de ¿quiénes son las victimas con derecho a tener
reparaciones? Esto en sí mismo ya abre toda una, una discusión política acerca
de la extensión de la franquicia si se quiere, ¿quiénes son los que tienen derecho
a considerarse victimas? Eso lo que abre es la discusión política acerca de la
condición de víctima y, de hecho, cuando uno ve la sucesión de medidas y
decretos lo que observa es eso: esta re-configuración de la noción de víctima.
Ahora, esta re-configuración, para la definición de las reparaciones, lo que también
está suponiendo es que hay un proceso de politización permanente sobre este tipo
de discusiones y esto es independiente de cómo se resuelva en sí mismo. No
estoy discutiendo si le dieron “100 o 10”, sino el hecho de que el proceso, “la
pelota está rodando”. Entonces, en ese sentido, para poder entender por qué el
pasado no muere en el caso argentino, por qué no puede haber satisfacción y por
qué el proceso se mantiene en forma permanente en la agenda publica, uno tiene
que reconocer ese carácter de politización permanente de cada una de las
medidas. Yo podría hacer esta historia con cada una de las políticas y medidas
que mencioné al comienzo (no lo voy a hacer por una razón de tiempo) pero me
parece relevante entender este punto en particular acerca del rol que tiene la
politización de cada una de las medidas para mantener el tema en vigencia.
La otra cosa que me parece que debo señalar: dije al principio que lo que
caracteriza a este tipo de medidas o a este tipo de combos es la interacción.
Justamente, una de las características de los procesos políticos, es que ningún
actor tiene control absoluto del proceso político y, por lo tanto, en el medio
aparecen muchas cosas inesperadas. Parte de estas cosas y cómo se definen,
justamente, está en la habilidad de los actores políticos que participan. Está en la
virtud de los actores políticos, diría Maquiavelo, como “saber utilizar la oportunidad
que se brinda”. Si uno tiene que hablar de la virtud en el sentido “maquiaveliano”
del movimiento de derechos humanos es, justamente, poder aprovechar las
oportunidades. Por ejemplo, tomemos el tema “Juicios de la verdad”. Es indudable
que cuando empiezan las primeras presentaciones ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos por Derecho a la Información, nadie tenía
claro que al final del camino esto iba a terminar en un reconocimiento del derecho
a duelo, en algo que eventualmente se iba a llamar “Juicios por la Verdad”. Ni
siquiera que, como consecuencia de éstos, iba a aparecer evidencia que
eventualmente iba a ser reutilizada en juicios con castigo penal. Por lo tanto,
cualquier proceso político tiene aspectos contingentes que van a depender de la
capacidad de los actores en cómo son re-utilizados y re-ingresados en el proceso
político. Ahora bien, esto permite entender por qué la interacción entre los distintos
mecanismos de los procesos de justicia transicional es tan fundamental para

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poder entender el desarrollo de los mismos. Esto lo digo porque, en general,
cuando uno se pone a mirar el caso argentino y piensa que lo que pensaba uno en
las distintas instancias del proceso hubo, por supuesto, momentos de luces y de
sombras y hay momentos de muchas sombras como la obediencia debida o los
indultos). Sin embargo, si uno lo mira globalmente al proceso y esto es, si en la
interacción de los distintos tipos de mecanismos y como actores activos tienen la
posibilidad de utilizar estas oportunidades, la interacción en si misma produjo
novedades y decisiones, resultados. Quizás, si solamente hubiera habido juicios y
se cerraba con los juicios algunas de estas medidas de orden reparatorio – que
también aparecieron y fueron fundamentales para el caso argentino – no hubieran
aparecido en el centro de la escena.
Entonces, para concluir, el caso de la Argentina se puede caracterizar por muchas
cosas, pero una – además de los resultados judiciales – la primera importante de
destacar es el “menú amplio”. Son pocos los casos a nivel global que incluyen de
una forma u otra la totalidad de los distintos tipos de medidas; hay tanto medidas
retributivas, como no retributivas, formales e informales. Es fundamental destacar
la interacción entre los distintos tipos de acción que tuvieron estas medidas y
cómo alimentan y dan lugar a la ampliación de conceptos de victimas, de daño,
tipo de reparación, etc. No es solamente el castigo penal la forma en que aparece,
ni la reparación desde el punto de las víctimas. La otra cosa que es trascendental
– y en todo caso podemos discutir por qué esa característica se produce en esa
forma en este caso – es la presencia continua, extensa y especializada de
organizaciones de derechos humanos. Esto, si bien tiene una historia especifica
posterior a los años ochenta, no es una historia que comienza en ese momento y
es importante destacar eso. También, otra cosa que es relevante: no es un
proceso controlado específicamente por las organizaciones de derechos humanos;
por lo tanto, otra vez (para destacar lo de “virtud”, aún en los momentos si se
quiere de “derrota”) lo que han hecho las organizaciones en este caso es,
justamente, esto: aprovechar la oportunidad, encontrar los agujeros de la
oportunidad. Es una estrategia que transforma vacíos legales en oportunidades y
restricciones políticas en oportunidades. Me parece que eso es un elemento
fundamental.
La última cosa (de la que no voy a hablar pero que quizá valdría la pena en algún
momento considerar) es, generalmente cuando Maquiavelo analiza los procesos
políticos habla de tres cosas: la necesidad, la virtud y la fortuna. Las tres cosas
estuvieron presentes si uno analiza el proceso de justicia transicional en la
Argentina y, de hecho, cuando uno analiza los procesos de justicia transicional,
debe tener en cuenta la interacción entre estas cuestiones. No es solamente que
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como necesidad de la democracia se produce por colapso, sino que también
existe la virtud en la forma de la selección de la estrategia legal que se utiliza, por
ejemplo. Y existe la fortuna en el hecho de que, en cierta forma absolutamente
contingente, por ejemplo los juicios por secuestro de niños no fueron incluidos en
el primer juicio como parte del Plan Sistemático. Si hubieran sido incluidos,
seguramente, los juicios por secuestro de niños que recomienzan más
tardíamente y que dan lugar a la aparición de ciertas evidencias que son, luego
utilizadas en los juicios penales del año 2003, no hubieran sido posibles. Por todo
esto, me parece que cuando uno entra al análisis más cualitativo de los casos,
tener en cuenta estos consejos de Maquiavelo, hace bien.

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Día 3 – Taller “Justicia penal y comisiones de la verdad como


mecanismos transicionales clásicos”

Primera sesión: “Debates jurídicos en relación al juzgamiento de


crímenes de lesa humanidad”

Carolina Varsky

Abogada por la UBA. Cursó la maestría en Ciencia Política del Instituto de Altos Estudios Sociales
(IDAES) de la Universidad Nacional de General San Martín. Fue directora del programa Memoria y
Lucha contra la Impunidad del Terrorismo de Estado del CELS y actualmente es directora del área
Litigio y Defensa Legal de la institución. Ejerció la docencia en Derechos Humanos y Garantías y
Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la UBA y de Derecho a la Información en la
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la misma institución. Es autora de diversos artículos
publicados en libros y revistas especializados.

El primer hito de la reapertura del proceso de justicia en la Argentina se remonta al


año 2000, cuando el CELS solicita que se investigue la desaparición del
matrimonio Poblete en el marco de la causa que impulsaba Abuelas de Plaza de
Mayo por la sustracción de la menor Claudia Victoria Poblete. Se trataba de una

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causa bastante especial en el sentido de que, por la ley de Obediencia Debida, se
permitía la persecución de los imputados por la comisión del delito de apropiación
de la menor, pero, al mismo tiempo generaba impunidad en relación con las
mismas personas, por el secuestro de los padres ocurrido en el mismo momento.

Entonces, desde el CELS llamamos la atención sobre esa,decimos,


“esquizofrenia” (aunque no es correcto utilizar este término según los estudiosos
de la psiquis) y el 6 de marzo del 2001, el entonces juez Gabriel Cavallo declara la
inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y ordena la
investigación de las dos personas que estaban acusadas por los dos delitos: la
privación ilegal de la libertad y torturas del matrimonio y la apropiación de la
menor. Esa resolución, fue unos días antes que la sentencia Barrios Altos,
resuelta por la Corte Interamericana un día como hoy, 14 de marzo. La resolución
del juez de primera instancia en lo que se llamó la causa Simón fue confirmada en
noviembre de 2001 por la Cámara Federal. En el 2002 el Procurador General de la
Nación dictamina a favor de la inconstitucionalidad de las leyes y en el 2003 la
causa queda en un parate, llega a la Corte Suprema, pero esta no resuelve. En
ese año el Congreso declara la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida, a través de la ley 25.779, mediante una iniciativa del Poder Ejecutivo, y a
partir de ese momento empieza a haber algunos cambios. Primero, en el 2004 la
Corte Suprema dictamina en el caso Arancibia Clavel, donde describe lo que son
los delitos de lesa humanidad.

Este cuadro (ver Imagen 1) tiene en la línea superior, lo que son las resoluciones
de tribunales locales, y en la línea de abajo, resoluciones del Sistema
Interamericano. Nos parece interesante destacar estas últimas pues muestran
cómo ha ayudado al avance de la jurisprudencia argentina.

Finalmente, la Corte Suprema se pronuncia en el fallo Simón en el 2005, donde


dice que las leyes que consagran la impunidad son contrarias a las del derecho
internacional de los Derechos Humanos, y cita como precedente la sentencia de
Barrios Altos. Habla sobre la imposibilidad de amnistía a los crímenes de lesa
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humanidad y la obligación del Estado argentino de investigar y sancionar estos
crímenes.

Imagen 1

En el 2006, se produce la primera sentencia desde la reapertura de este proceso


en la causa Simón; a los pocos meses también falla el tribunal oral de La Plata en
la causa Etchecolatz. En el 2007 la Corte resuelve, o sea, falla en el caso Mazzeo,
que es cuando se pronuncia sobre la inconstitucionalidad de los indultos y se
produce también la sentencia en el caso Von Wernich, que es la primera condena
de un integrante de la Iglesia(todavía hay uno sólo condenado perteneciente a la
Iglesia). En ese mismo año, se crea la Unidad Fiscal especial de la Procuración
General de la Nación, también se crea el programa Verdad y Justicia, y la Corte
crea una unidad especial para el seguimiento de las causas.

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Desde la reapertura del proceso, o sea, o desde la primera sentencia que nosotros
ubicamos en el 2006 al 2011, ese es el panorama de sentencias de causas que
finalizaron sus debates.

Cuadro 1

Entonces hay un comienzo débil, con una reactivación a partir del 2008, nosotros
la ubicamos también con las cuestiones que mencionaba recién, sobre las
unidades dentro el Estado que se crearon a favor del avance de estos juicios, la
unidad en la Procuración, la unidad en la Corte. Esto tiene que ver con el accionar
directo de la Unidad dentro de la Procuración, la cual integra Pablo [Parenti], que
claramente ayudó a remover varios de los obstáculos que se identificaban. Las
dos sentencias del 2006 y una de las sentencias del 2007, son juicios en los que
estaba imputada una sola persona. A partir de ese momento, y frente a una
resolución también de la Procuración en la que llama la atención sobre la
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necesidad de unificar las causas y de pensar en juicios más abarcativos, tanto en
relación con los represores como en relación con los casos, empiezan a evitarse
los juicios. Esto es lo que nosotros llamamos “juicios por goteo”. Entonces al día
de hoy, se avanzó muchísimo; en 2011 hubo 21 debates y este es el cuadro (ver
Cuadro 2) de las personas que están condenadas o que tienen sentencia. De los
63 debates, hay 239 personas condenadas, y 20 absoluciones. Estos números
son bastante diferentes a lo que es la evolución del 1985 al 2005, en la que había
6 condenados y 23 absueltos, era una situación parecida a la que ayer Jo-Marie
Burt hablaba sobre Perú. Claramente, eran nada más que 6 condenados, que
tenían que ver con aquellos juzgados en el Juicio a las Juntas. De estos 239
condenados y 20 absueltos, el Ejército es el que más imputados tiene, hay
muchos de las policías provinciales, que tienen que ver con cómo se organizó el
terrorismo de Estado en las provincias, en el interior del país. Y estos datos tienen
que ver con la otra cuestión que emprendimos, en esta necesidad que
identificamos de tener información; este trabajo del CELS del cual Lorena Balardini
es la principal responsable y autora, porque nuestro conteo en el 2005 era con un
Excel donde se nos repetían los nombres y se nos movían los números. Había 17
Acostas que estaban repetidos en 5 causas, entonces había Acosta A, Acosta B y
Acosta C; pero bueno, llegó Lorena y con su conocimiento nos ayudó a armar
estos números y los números son importantes porque es una forma para nosotros
de evaluar cómo progresó este proceso. Esto también tiene que ver con el cargo
que ocupaba los actuales imputados. Es interesante ver cómo la mitad pertenece
a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, algo que también es interesante,
porque la mayoría de los que estaban en los centros clandestinos de detención,
probablemente eran suboficiales, tenían rango bajo y es bastante difícil
identificarlos porque los sobrevivientes mencionan sus apodos. Hicimos un
análisis sobre los delitos por los que fueron condenados y el tipo de pena que se
les impuso en estas 239 condenas -la mayoría tiene prisión perpetua- tiene que
ver con que también se está investigando los homicidios. En muchos casos

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algunos jueces han aceptado esto. Aunque está la discusión sobre si plantear hoy
día el homicidio aun cuando las personas están desaparecidas. Es quizás una
discusión dentro del movimiento de Derechos Humanos sobre si aceptar que se
murieron o si seguimos clamando por su desaparición forzada.

Cuadro 2

Y en este sentido, si identificamos los delitos por los cuales son imputados, es
importante mencionar que en el proceso argentino se los imputa por los delitos del
Código Penal Argentino. En la resolución del caso Simón, el Procurador General
de la Nación hace una referencia especial sobre que la privación ilegítima de la
libertad, conforme estaba descripta, era igual a la desaparición forzada, que era
una cuestión de nomen iuris. Eso es importante porque también en las sentencias
últimas, todos han coincidido en decir, en algunos de los ítems de los
considerandos y del veredicto, que son crímenes de lesa humanidad. No se los
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condena por crímenes de lesa humanidad, se los condena por los delitos del
Código Penal, sin embargo se dice que son crímenes de lesa humanidad. Y eso
es importante para poder mantener la imprescriptibilidad de estos delitos. La
mayoría de las causas generalmente investigan los delitos de privación ilegítima
de la libertad y tormentos, o sea, en la mayoría hay concurso de delitos y en este
sentido también, lo que es uno de los avances de este proceso, fue la ampliación
del concepto de tormentos, de tortura. En los años 80 el tormento era el submarino
o la aplicación de picana, o los golpes, hoy día podemos hablar un concepto
amplio de tortura, que incluye también las condiciones de detención. En ese
sentido uno de los primeros jueces que amplió el concepto de tortura fue [Daniel]
Rafecas porque permitió referir a las condiciones de detención, a las condiciones
de alimentación, al cautiverio mismo, a la tortura psicológica de estar escuchando
a los compañeros. Eso permite ampliar el concepto de tortura en el propio debate.
Nos pasaba al inicio de la reapertura que había testigos que (ante la pregunta por
torturas) decían que no habían sido torturados, o gente que estuvo 25 días
detenida y decía: “no, a mí no me torturaron”. Claro, no lo torturaron quizás con
golpes o electricidad pero sí estuvo al lado de gente que recibió ese tratamiento,
los escuchó, o no le dieron de comer durante tres días. Eventualmente logramos
que los jueces entendieran estas conductas como tormentos.

Sobre los delitos investigados hicimos un análisis sobre la responsabilidad, o sea,


de qué manera los estaban imputando. La mayoría son autores o coautores de los
delitos, esto tiene que ver con la forma en que estaba organizado el sistema
represivo. La mayoría de los sobrevivientes identifican a los imputados dentro del
centro clandestino, lo que los convierte en autores y ahora la idea es hacer un
panorama de lo que resta. Como dijo ayer Catalina Smulovitz, tenemos una
permanente insatisfacción, sí, es verdad.

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Cuadro 3

El Cuadro 3 tiene que ver con las sentencias que mencionaba antes, las 63
sentencias, de las cuales solamente un 13%, o sea, solamente 7, fueron
confirmadas por la Corte Suprema. Solamente 7 están firmes. El resto no. La
Cámara de Casación tiene un 14% y el resto están todavía en tribunal oral. De
este total de causas activas, que son 385 causas, la mayoría está todavía en
etapa de instrucción: se está investigando. Con sentencia solamente hay 63, como
decía antes, actualmente en juicio hay 11 y elevadas a juicio 84. De estas 84,
lamentablemente, por ejemplo, son causas que se elevaron hace mucho tiempo y
los jueces todavía no disponen el inicio del debate, por razones varias. Pero es
grave y es interesante ver que el 60% todavía está en etapa de instrucción, o sea,
todavía queda mucho por investigar. Nosotros contabilizamos unas 1.855
personas que están acusadas, de esas 1.855 hay 258 que fallecieron y unas 16 o

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17 declaradas incapaces. Pero de esos 700, del resto que sigue con posibilidades
de ser perseguido, hay 780 procesados, de los cuales 408 están con prisión
preventiva y 370 están procesados, sin prisión preventiva.

En el CELS consideramos que el proceso está consolidado, aun cuando hay


deudas o deficiencias, y sin embargo podemos decir que los juicios hoy son una
política de Estado. Digo, otra de las cuestiones que no mencioné pero creo que la
mencionó ayer Catalina [Smulovitz], tiene que ver con la declaración por parte del
Congreso en el 2010 sobre que es una política de Estado el impulso por parte del
Poder Ejecutivo que se investiguen estos hechos. Las decisiones del Poder
Judicial muestran que todos están de acuerdo con que se trata de una política de
Estado. Sin embargo, dentro de las deudas y de lo que falta hacer, claramente es
necesario que el Poder Judicial se ponga a la altura de las circunstancias. Por un
lado, como decía, se tienen que confirmar las sentencias, no puede ser que una
causa demore un promedio de 1 año y 8 meses, o 2 años, hasta que confirman la
sentencia. En este sentido se tienen que agilizar los debates. Es interesante que,
recientemente, la Cámara de Casación Penal (que es el tribunal, digamos,
intermedio previo a la Corte Suprema) dictó una Acordada con algunas medidas
para que las jueces tengan en cuenta al momento de la celebración de los
debates. Son cuestiones que los jueces no van a poder alegar para decir: “yo no
puedo elevar a juicio, o yo no puedo hacer el juicio porque tengo pocos recursos”,
digo, hay cuestiones que se ordenan desde ese lugar, la cuestión de los testigos,
que ahora me voy a referir brevemente sobre qué pasa en este proceso con los
actores, que son los testigos. Como decía antes, del total de causas activas,
solamente 16% tiene sentencia, con lo cual si bien es importante como se ha
avanzado, en términos de cifras es bastante poco. Del universo de los imputados
solamente el 17% ya tiene sentencia, con lo cual también, insisto, son números
elevados cuando se ve el resultado, pero en el conjunto terminan siendo pocos.
Como decían también Jorge Auat u Horacio [Verbitsky], el día de la presentación
del seminario, no había una estrategia de persecución al momento de la

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reapertura del proceso. No había, así como el Juicio a las Juntas se resolvió para
juzgar a los comandantes y seleccionar 700 casos, cuando la Corte Suprema
resuelve en el caso Simón, cada tribunal tuvo facultad de ordenar el proceso como
quería. Entonces hubo jurisdicciones en las que se presentaron 25 causas, 25
expedientes y solo tramitaron 25 expedientes, hubo tribunales o juzgados que
investigaron por centro clandestino, no hubo una política criminal sobre cómo
perseguir en estos casos. Eso es lo que generó lo que decía antes, mucho de los
“juicios por goteo”. De las 63 sentencias que mencionaba, el 28% tiene un solo
imputado, lo cual genera mucho desgaste jurisdiccional: hacer un juicio para un
imputado genera muchos problemas posteriores. Por ejemplo, que ese mismo
tribunal no pueda ser quien juzgue después los mismos hechos con otros
imputados u otros hechos con imputados ya sentenciados por aquel Tribunal. El
tema de los testigos, que no es menor, la preocupación para nosotros de los
testigos y sobrevivientes es muy importante, sobre todo, en el año 2006 es el
momento en que desaparece Julio López. Se generó una situación de caos en el
sentido de que no había nadie que estuviera prestando atención a qué le pasaba a
los testigos, quién los protegía, qué iba a pasar, cómo iba a ser el trato hacia
aquellas personas que no querían declarar, o sea, nadie estaba pensando en eso.
Hoy podemos decir que lo que hay es una superposición de programas de
protección de testigos, nacionales, provinciales, federales de la sociedad civil.
Entonces una de las deudas, o de las cuestiones que hay que revisar es, por un
lado, trabajar con los operadores judiciales, que son los que no tienen las
herramientas para tratar a un testigo. Lo que se identifica es que la mayoría de los
juzgados en los tribunales no tienen lo que nosotros llamamos “tacto” para hablar
con una persona que estuvo secuestrada una determinada cantidad de tiempo o
que su familiar está desaparecido. Han llamado por teléfono a sobrevivientes
preguntado cosas como: “Buen día ¿usted es fulano?, ¿usted estuvo en la
ESMA?”, y claro, el señor que recibe el llamado telefónico preguntándole si estuvo

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en la ESMA le agarra un poco de pánico de pensar “¿y vos cómo sabés que yo
estuve en la ESMA, o sea, por qué me estás llamando?”.

Y en este sentido, desde el CELS trabajamos en un diagnóstico de los problemas


que se daban en la sede judicial en el momento de la declaración de los testigos, y
como producto de este proyecto que está terminando, surgió la “Guía de trabajo
para la toma de testimonios a víctimas sobrevivientes de tortura”. Entonces, como
decía, quizás una de las deudas es coordinar esfuerzos entre los distintos actores
involucrados, no revictimizar a las víctimas, a los sobrevivientes. En este sentido
hay un montón de iniciativas, que sería bueno que se organicen.

Otra de las cuestiones, ya para terminar, que surge de esta nueva etapa del
proceso de justicia, tiene que ver con los dos nuevos temas (son nuevos, en
relación con los años 80). Nosotros también hacemos una comparación constante
con lo que fue el proceso de justicia en los 80 y, en ese sentido, el testigo de aquel
entonces es claramente distinto al testigo del proceso actual. La preocupación del
testigo en aquellos años era recordar a sus compañeros desaparecidos e
identificar a los responsables y no tenía un relato en primera persona sobre lo que
él había padecido. El testigo sobreviviente era: a quién recordaba que había visto,
que había pasado por ese centro clandestino, cuáles de los imputados él
recordaba que hubieran estado. Y hoy los juicios se complementan con un relato
en primera persona de las víctimas. Que ellos también sufrieron el cautiverio, ellos
también fueron torturados, ellos perdieron compañeros y recuerdan a tales
imputados. En estos nuevos debates, insisto, nuevos en el sentido que son
distintos a los 80, está la discusión sobre los delitos contra la integridad sexual y
violencia de género, como crímenes de lesa humanidad. Hubo un trabajo especial
de escucha por parte de los querellantes, particularmente, de ver que muchas
mujeres (son mujeres pero porque se dio el caso de que hablaran las mujeres,
pero no por eso es que no hayan ocurrido o no haya habido violencia de género
en relación con los hombres) pero las víctimas empezaron a contar sus
padecimientos. En ese sentido hubo que, como querella, empezar a analizar

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cuestiones probatorias: cómo se probaba aquello que estaba contando, por qué no
lo dijo antes, entonces había que, como muchos de los testimonios en realidad se
retoman de lo que ya declararon tanto en CONADEP o en los juicios anteriores,
explicar jurídicamente en el marco de un expediente por qué no lo había dicho
antes. Y en eso ayuda mucho el avance de la jurisprudencia en este sentido: “es
cierto, no lo dijo antes porque no tuvo oportunidad, no surgió, o lo que fuere, o lo
dijo y nadie la escuchó”. Porque también ha pasado eso, y hoy podemos decir que
hay muchas resoluciones, porque además de haber un condenado por violación,
hay resoluciones que muestran un avance sobre este tema. Vale mencionar una
resolución del juzgado que investiga los hechos ocurridos en la ESMA, donde
después del debate y del alegato, en el que nosotros, como CELS, como querella
unificada que integrábamos junto con Abuelas y Madres, llamamos la atención
sobre varios casos de mujeres que denunciaban haber sido violadas o haber
padecido violencia de género, y el juez toma parte de esa denuncia, y dispone
investigar esos delitos de manera conexa con la causa ESMA pero apartada. Lo
interesante de eso es que la Unidad Fiscal también distribuye un documento que
señala cuestiones a tener en cuenta al momento de investigar estos hechos: cómo
valorar la prueba, cómo valorar el testimonio, si vale solamente que la mujer diga
que fue violada y eso sirve como prueba, si ya lo dijo eso se puede tomar como
prueba o tiene que venir a ratificar la acción. Hay toda una discusión sobre si son
delitos de instancia privada, o sea, si la persona tiene que ratificar esa acción o si
puede ser un delito de acción pública, en el sentido de que el fiscal ordene que
eso se investigue. También hubo avances en cuanto a la autoría, al principio se
discutía sobre si tenía que ser delito de mano propia, o sea, el autor directamente,
o podía hablarse de una autoría mediata, en tanto los jefes permitieron que eso
ocurriera. Hoy día tenemos resoluciones: Tucumán tiene resolución en ese
sentido, con lo cual hay un avance sobre lo que es la prueba y la autoría en
relación con estos crímenes, hay sentencias que refieren a estos crímenes. Se
toman en cuenta también las condiciones de cautiverio de las mujeres que

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parieron en los centros clandestinos, eso tiene que ver con el fallo de la Corte
Interamericana en la causa Gelman, hay algunos avances.

La última cuestión tiene que ver con los civiles, la necesidad de investigar a los
funcionarios de gobierno, a los miembros del Poder Judicial y también quizás a los
empresarios, como autores o cómplices de los delitos de lesa humanidad. Según
los datos de la Unidad, al mes de Diciembre del 2011 hay 55 miembros del Poder
Judicial que están imputados en estas causas, muchos de ellos de Mendoza, y un
ex fiscal acusado actualmente en Chaco, el ex fiscal Mazzoni. Así que queda un
recorrido, tenemos todavía mucho para hacer, hemos logrado bastante pero,
insisto, la constante insatisfacción tiene que ver también con que la pelota está
rodando.

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Francisco Soberón

Director Ejecutivo de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH). Es además Encargado


de Misión por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) y Presidente de la
Asociación Nacional de Centros (ANC).

El día de ayer, Jo-Marie Burt dio importantes elementos de lo que es el proceso de


judicialización de la búsqueda de hacer justicia en Perú; yo voy a complejizar algo
más lo que ella nos presentó. Porque hacer justicia, buscar hacer justicia en el
caso peruano, no solo tiene que ver con lidiar, con llevar a los banquillos,
investigar, juzgar y sancionar a los responsables de crímenes de derechos
humanos cometidos por agentes del Estado, por miembros de las fuerzas
armadas y policiales, sino también enfrentar y encarar la exigencia de investigar,
sancionar y condenar a los crímenes de terror de Sendero Luminoso y del MRTA
[Movimiento Revolucionario Túpac Amaru]. Eso es algo que quizá nos diferencia
de otras experiencias de América latina.
En el Perú, es imposible no haber tomado posición, desde el comienzo, frente a la
barbarie y a los crímenes de terror de Sendero, que justamente han sido recogidos
en el informe de la Comisión de la Verdad, de manera significativa y sustantiva,
como el principal perpetrador de violaciones en los veinte años de conflicto.
Recuerdo los primeros debates en la naciente Coordinadora Nacional de
Derechos Humanos – que fundamos, entre otros, con nuestra querida amiga
Patricia Valdéz que ahora está por estos lares – que tuvimos que dar con la
representación de Sendero, que asistió al primer evento de la Coordinadora, en
donde tuvimos que zanjar con lo que significaba el accionar de Sendero frente a lo
que venía ocurriendo en el país.
Uno de los principios fundacionales de nuestra Coordinadora es, justamente, el
rechazo a toda forma de violencia como forma de acción política. Y eso nos ha
llevado no solamente a condenar, rechazar y denunciar los crímenes, sino también
a luchar porque se les procese, se les juzgue, se les condene, con garantías de
debido proceso y derecho a la defensa. Por eso enfrentamos, durante la dictadura
de Alberto Fujimori, a los tribunales militares sin rostro civiles y militares,
reclamando garantías para el derecho a la defensa. Y se revocaron esos
procesos, y ya en la transición se volvieron a juzgar a los de Sendero con

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tribunales con todas las garantías. Incluso participamos en algunos de los
procesos contra Abimael Guzmán, como el caso Lucanamarca. Los colegas de
COMISEDH fueron representantes de las víctimas de la comunidad de
Lucanamarca, en el proceso que llevó a la condena a cadena perpetua a Abimael
Guzmán. Nosotros participamos en un caso en la zona de Pichanaki, en la selva
central, por crímenes cometidos contra asháninkas en esa zona.
Entonces, hubo un rol también activo. No tanto como frente a los crímenes del
Estado, indudablemente, debido a nuestras limitaciones de recursos humanos y
materiales; teníamos que concentrarlos. Pero sí tuvimos necesidad de asumir un
planteamiento firme, claro, rotundo frente a los crímenes de Sendero, desde un
comienzo. Y pese a ello, también hemos sido objeto de permanentes campañas
desde el gobierno de Alan García, desde el propio gobierno de Fernando
Belaúnde, indudablemente con mayor fuerza durante el régimen de la dictadura de
Fujimori, Vladimiro Montesinos y Nicolás Hermoza Ríos, de campañas de
satanización a los organismos de activistas de derechos humanos y abogados que
intervienen en las causas, acusándonos de abogados del terror, soportes de la
subversión y el terrorismo. Tanto porque planteábamos estos temas de garantías
de debido proceso y de derecho a la defensa y de cuestionamiento a los tribunales
militares y civiles sin rostro, como porque asumíamos no la defensa de los
procesados por estos delitos, sino la responsabilidad de denunciar cuando se
cometía, contra alguno de ellos, desaparición forzada, ejecución extrajudicial o
tortura. Hubo una clara exposición de la Coordinadora de que frente a esos
crímenes de lesa humanidad no podíamos hacer distingos, si era o no senderista,
si era o no emerretista, si era o no población civil, si era un dirigente social
solamente, sino que en esos casos sí teníamos que asumir la denuncia de esos
delitos y crímenes.
Entonces, este tema incluso tiene consecuencias hasta la actualidad, porque ya
no solamente es haber luchado por conseguir que también se les condene. Sino
ahora, cuando surgen planteamientos y voces planteando las amnistías para los
miembros de Sendero Luminoso. Hoy, un movimiento político de gente de
Sendero que ha cumplido condenas, está intentando actuar políticamente en el
país, planteando lo que ellos llaman la “solución política negociada” a las secuelas
del conflicto. Han creado un movimiento, el MOVADEF, Movimiento por los
Derechos Fundamentales y han pretendido inscribir la amnistía en los registros del
Jurado Nacional de Elecciones, que ha sido rechazado socialmente, pero también
en términos de inscripción porque sustentan lo que es la ideología consustancial
de los crímenes de Sendero, lo que ellos llaman “el pensamiento Gonzalo”, que es
el pensamiento que da origen a la barbarie y a las atrocidades cometidas por ellos
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en esos veinte años.
Y ahí hay una coincidencia con otros planteamientos de amnistía desde los
perpetradores del Estado, que ahora han disminuido la demanda de la amnistía
porque ya vamos a presentarles cómo es que están logrando resolver las
condenas mediante las absoluciones que está definiendo; algo nos adelantó ayer
Jo-Marie de los comportamientos de la Sala Penal Nacional. Pero ahora yo voy a
dar unos elementos adicionales de esta tendencia a un nuevo comportamiento, ya
no solamente de la Sala Penal Nacional, sino de la Sala Suprema, frente a la
confirmación de estas absoluciones.
Entonces, este es uno de los temas que creo que es importante tener en cuenta
en el caso peruano por el rol que juega. Incluso, porque en el proceso transicional
de Perú, con el valioso gran relato del informe de la Comisión de la Verdad, fue
fundamental para cuestionar lo que para nuestro entender es la tesis principal de
los militares, del fujimorismo, del aprismo y otros sectores conservadores de la
sociedad peruana frente a lo que ocurrió en el Perú, que es decir que el único
violador de derechos humanos en el Perú fue Sendero Luminoso, y que de parte
de las fuerzas armadas, de la policía nacional, de los comités de autodefensa y
otros actores que perpetraron crímenes de derechos humanos y de lesa
humanidad solo hubieron errores y excesos. Esa es la tesis que empezó ya desde
el gobierno de Alan García, pero que se consolidó como planteamiento durante el
gobierno de Fujimori.
Y esa fue la tesis que de alguna manera explica y da cuenta también de algo que
surgió ayer, de cómo es que hoy, pese a la condena con tan alto nivel de
aprobación en la opinión pública, sin embargo hay todavía un fujimorismo social y
un fujimorismo político actuando en el Congreso de la República con una
representación significativa. Y en general, con actores en los poderes fácticos,
económicos, mediáticos, en toda la sociedad peruana hay esa presencia y en
sectores populares del Perú hay también un reconocimiento a lo que hizo Fujimori,
justamente en la derrota del terrorismo, como se dice, y también en remontar la
crisis económica que dejó el gobierno de García.
Y por tanto, hay ahí una base que le ha permitido al fujimorismo recomponer sus
fuerzas, pese al arrinconamiento que significó el colapso del régimen a fines de los
años ‘90. En la instalación de la transición con Valentín Paniagua, el gobierno de
Alejandro Toledo, a partir del gobierno de García nuevamente se empiezan a
recomponer las fuerzas del fujimorismo y se empiezan a recomponer las
instituciones militares con el soporte político del gobierno de García. Como lo
señaló Jo-Marie ayer, su ministro de Defensa, Rafael Rey, su ministro de Defensa
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anterior Flores Aráoz y el propio García empezaron a sostener que en el Perú se
estaba produciendo una persecución judicial de los militares a raíz de los
procesos penales abiertos contra ellos, a raíz del informe de la Comisión de la
Verdad, que había desvirtuado lo que había ocurrido en el Perú, y que era un
informe sesgado. Por eso sacaron su contra-informe las Fuerzas Armadas,
aunque nunca lo han difundido ampliamente. Entonces, es en ese contexto que
creo que es importante entender este proceso de judicialización.
Y hay algunos hitos, ya señalados por Jo-Marie, que marcan el impulso inicial al
proceso de judicialización en el Perú. Indudablemente, la sentencia de Barrios
Altos, que es valorada no solamente por nosotros, los peruanos, sino también por
los argentinos, por lo que significó para dejar de lado las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida, también por los uruguayos que la refirieron en la condena a
Juan María Bordaberry y a Gregorio Álvarez. En general, tiene ese reconocimiento
esta sentencia por haberse pronunciado en ella la Corte Interamericana, por
primera vez, sobre dejar sin efecto la Ley de Amnistía. Y eso fue un impulso, antes
incluso de que se instalara la Comisión de la Verdad. La Comisión de la Verdad
reforzó ese impulso con sus 47 expedientes que entregó al Ministerio Público para
que se investiguen, se profundice y se determinen responsabilidades penales.
Pero yo creo que hay, antes de la sentencia, otros dos hitos que se debe
reconocer, que sirvieron al impulso. Uno es cuando la Comisión Interamericana, a
mediados de los años 90, saca por primera vez informes acumulados sobre la
práctica de la desaparición forzada en el Perú. Es decir, muchos casos que
presentamos los organismos ante la Comisión Interamericana sobre desaparición
forzada; no sacaron un informe por caso, sino que acumularon cinco o seis casos
de distintas regiones del país en un solo informe. Y dieron ahí sustento a la tesis
de la desaparición forzada como práctica sistemática generalizada en el Perú. Eso
creo que es un hito importante que hay que reconocer. Nunca antes la Comisión
había sacado esos informes acumulados y eso sirvió seguramente de base para
llevar después, Cantuta y otros casos de desaparición forzada al sistema.
Recordemos que el Perú en los años 90 y en los 2000 fue el país con más casos
presentados ante la Comisión, más sentencias emitidas por la Corte
Interamericana, incluso hasta hoy seguimos teniendo procesos ante la Corte por
casos derivados del periodo del conflicto. El más reciente, que ha generado
mucho escándalo en el Perú, es el caso de las ejecuciones extrajudiciales
posteriores a la recuperación de la residencia de la Embajada del Japón, el caso
de los héroes de Chavín de Huantar, que está ventilándose también en sede
nacional. La Comisión, luego de dos periodos en los que se produjeron dos cortes

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de los juicios por problemas procesales y más de siete años de dilación, decidió
dar por agotada la vía interna y presentó el caso ante la Corte. Ese va a ser un
caso de mucha controversia, y ya lo viene siendo.
Otro caso de otra emerretista, que sufrió violación sexual hace quince años, y que
lleva presa ya quince años y sin embargo nunca se investigó la violación sexual;
este caso también ha ingresado a la Corte Interamericana, recientemente.
Para nosotros, el rol del Sistema Interamericano para el impulso de la justicia en
sede interna nacional ha sido decisivo, fundamental. En el año 1998 se produce el
informe de la Comisión sobre Democracia y Derechos Humanos, primera vez
también que la comisión se pronuncia ante el régimen dictatorial de Fujimori con
un informe que da cuenta del copamiento del sistema judicial, del ministerio
público, del sistema electoral, o sea, vincula su mirada de las violaciones
sistemáticas con lo que estaba pasando en términos democráticos en el régimen
de Fujimori.
Creo que todos esos elementos son los hitos que significan un gran impulso al
proceso de justicia que se inicia a partir del 2000 con fuerza, después del informe
de la Comisión de la Verdad. Durante este período, del 2004 hasta el 2009, tienen
lugar avances, fundamentalmente. Se pronuncia la Sala Penal, diciendo que las
amnistías no tienen vigencia, diciendo que la desaparición forzada es un crimen
permanente en el tiempo. Muchas de estas tesis para nosotros pueden significar
corrientes normales, incuestionables. Sin embargo, para los magistrados, para los
jueces, significaba una novedad. En un país donde la formación jurídica también
es débil, el derecho internacional de los derechos humanos no es un fuerte en las
facultades de derecho. Entonces, había problemas para que sea incorporado en
las investigaciones del ministerio público y en los procesamientos de los jueces
estos elementos de este tipo de delitos.
Y junto con ello, se produjeron las primeras condenas: el caso Castillo Páez, el
caso Chuschi; uno en Lima, otro en Ayacucho. Pero también, después, se
empiezan a producir decisiones que van a empezar a cuestionar los avances que
se venían dando. Indudablemente que un poco por fuera de este proceso, en la
sede de la Sala Penal Nacional está el caso de Fujimori, que ya todos lo conocen.
También se lo refirió ayer como el caso ejemplar, modélico, que permitió un salto
importante. Creo que, frente a la pregunta que se planteó Felipe Michelini ayer
frente a cuáles serían indicadores de justicia e impunidad, yo creo que un
indicador, que debemos saber rescatar, de lo que significa exitosos avances en la
lucha contra la impunidad, es cuando se llega a procesar a jefes de estado,
cuando se logran sanciones a altos niveles y altos mandos.
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Somos conscientes de que en nuestros países quizá nunca va a ser posible llevar
a la justicia los miles de casos, y a todos los miles de perpetradores que pudieron
estar involucrados en los casos. Pero si se lleva a los altos mandos, a los jefes de
estado, indudablemente que se deja asentado, yo creo, un valor fundamental de
garantía de no repetición. Porque que eso permite al ciudadano común y corriente
comprender que un jefe de estado es igual que un ciudadano de a pie, y que
ambos pueden ser sentados en el banquillo, procesados y condenados. Es, yo
creo, un valor inmenso el que eso se produzca en una sociedad. Aunque después
estemos viviendo estos estancamientos y retrocesos, pero ese solo hecho, y pese
incluso a los problemas políticos y sociales que todavía persisten de lo que fue un
régimen, en nuestro caso, como el de Fujimori. Pero creo que ese tipo de hecho
ya significa un hecho fundamental y decisivo.
Y lo otro que también dejamos establecido desde un comienzo los equipos
jurídicos de la Coordinadora, de los organismos que integramos la Coordinadora,
cuando empezamos a definir estrategias comunes para intervenir frente a estos
procesos, era que debíamos buscar lo que nosotros llamamos los “casos patrón”.
Los casos emblemáticos, aquellos casos que nos permitieran confirmar las tesis
del informe de la Comisión de la Verdad. Estas tesis que han sido rechazadas y
cuestionadas desde la etapa anterior y aun ahora; es decir, que en el Perú, en
determinados periodos de tiempo, en distintas regiones del país, se produjeron
violaciones sistemáticas y generalizadas de derechos humanos y no los excesos,
no los errores que quieren dejar asentado en la memoria histórica del país los
militares y los sectores conservadores de la sociedad.
Entonces, eso para nosotros era vital. Y por eso dijimos no, no podemos. Primero,
no tenemos los recursos humanos, no tenemos los recursos materiales para
pretender llevar todos los casos, por eso hoy podemos decir que estamos ya de
alguna manera satisfechos de lo logrado del periodo Fujimori, del 90 al 2000, con
la condena a Fujimori, de Hermoza Ríos, de Montesinos, del general Rivera Lazo,
de Carlos Pérez Documet y otros miembros de toda la cadena de mando.
El periodo de Fujimori está cubierto en términos de acceso a la justicia, de alguna
manera. Indudablemente, hay muchos casos. Piensen que en el caso Fujimori ha
sido condenado solo por Cantuta y Barrios Altos, sin embargo los crímenes de
Colina que hasta ahora se conocen fueron más de 50 víctimas, y varios otros
casos en Santa, en Pativilca, en Huacho, en Lima mismo. Otros casos que no
fueron, pero los familiares de esos casos se sienten representados con la condena
a Fujimori por el caso Cantuta y Barrios Altos. Y todos los que sufrieron algún
crimen durante el régimen de Fujimori se sienten representados con las víctimas

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de estos casos al haber logrado esa sentencia histórica. Lo que nos falta, y eso lo
tenemos claro, es avanzar en procesos de los periodos anteriores a Fujimori,
1985-1990, que es el periodo Alan García, en donde la Comisión de la Verdad
señaló responsabilidad política de García, y que dejó pendiente a la
responsabilidad penal. Hay quienes consideramos que hubo responsabilidades
penales de García en algunos casos. Desgraciadamente, hay dificultades para
poder demostrarlo; el caso de Frontón, en el caso Cayara, está la Masacre de
Ajomarca, el comando Rodrigo Franco, que fue el escuadrón de la muerte, creado
en la época de García. Y los crímenes del periodo inicial de Belaúnde que fueron
solo los primeros tres años de emergencia militar, del 83 al 85, en donde también
hubo un periodo muy intenso de desaparición forzada, sobre todo en Ayacucho.
Son todos los periodos de desaparición forzada. Belaúnde 83,84 y en García 87,
88, 89 fueron, de acuerdo a las propias informaciones de la Comisión de la
Verdad, los periodos más intensos de práctica de desaparición forzada en el Perú.
Entonces, esas fueron algunas definiciones que tomamos el conjunto de los
equipos legales de la Coordinadora, que orientan el trabajo de darles soporte,
sostén, a las denuncias de estos casos. Sin embargo, después de ese impulso
vino todo un periodo, a partir de 2007, en donde la Sala Penal Nacional empezó a
emitir resoluciones en donde algunos temas han generado controversia, debate y
rechazo. Es, por ejemplo, que los testimonios de los familiares de las víctimas no
son considerados y valorados adecuadamente. Se dice que por ser parte
interesada en el proceso la sala Penal los relativiza, objeta esos testimonios.
Recordemos que, en el campo, cuando las patrullas ingresaban a un centro
poblado, a alguna comunidad, de noche y se llevaban a una persona, el único
testigo era la familia que estaba en la casa del campesino, y que es el que
después sigue el rastro a la patrulla, llega a una base contrasubversiva, le dicen
que no está ahí, y después se va hasta Ayacucho, al cuartel general de la base en
Cabitos, y busca indagar. Entonces, el único testigo de la aprensión es el familiar.
Y sin embargo, esos testimonios no son adecuadamente valorados hoy en la Sala
Penal Nacional.
La otra exigencia que se le plantea a la parte civil y a la fiscalía, es que presenten
prueba documental; prueba documental de que haya un registro del ingreso a una
base contrasubversiva, o al cuartel general de Los Cabitos, de los detenidos que
fueron denunciados como desaparecidos. Y todos sabemos que eso es imposible,
o sea, la prueba indiciaria está siendo rechazada; se exige la prueba documental,
material, para que se acredite que es la desaparición forzada. Incluso frente al
tema de la desaparición forzada, otro retroceso que hemos tenido es cuando la
Sala de la Suprema ha emitido una resolución por la cual no se puede denunciar
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por desaparición forzada cuando el funcionario, en este caso militar, deja de ser
funcionario público del Estado. O sea, mientras es funcionario público se le puede
denunciar, pero una vez que pasa al retiro, por ejemplo, un militar, ya no se le
puede aplicar la figura de desaparición forzada porque dejó de ser funcionario
público. No importa si se reconoce o no que el crimen de desaparición forzada es
permanente en el tiempo. Pero de hecho eso está ahí ya ahorita establecido como
una manera de jurisprudencia. Es un gran reto que tenemos que encarar para
buscar modificar esa decisión del pleno de la Suprema. Estamos viendo cómo, a
través de algunos otros casos que puedan llegar a la Corte Interamericana, se
emita una opinión de la Corte para obligar a revisar esa decisión de la Sala Plena
de la Suprema peruana.
También hubo otros temas que dificultan el acceso a la justicia en el caso peruano.
La Comisión de la Verdad estableció que hay 4.400 sitios de entierro clandestinos
a lo largo y ancho del país, fundamentalmente en las zonas rurales. Son mínimas
las exhumaciones que se han hecho. Hoy ya contamos con dos equipos de
profesionales forenses, EPAF [Equipo Argentino de Antropología Forense] y
CENIA, pero aun así desde el Instituto de Medicina Legal, no hay un plan nacional
de exhumaciones. Y ya no solamente exhumaciones para fines penales, sino
exhumaciones para fines humanitarios, es decir, lograr exhumar e identificar para
entregar a los familiares. Porque también un problema que se presentó a lo largo
de algunos procesos penales, incluso en los casos donde se ha juzgado a los
Colina, en el Perú se dio en algún momento también una ley para favorecer con el
derecho premial a quien se acogiera a la colaboración eficaz, es decir, que diera
información sobre miembros de su cadena de mando superior, y aportara
elementos que permitan esclarecer los hechos y determinar responsabilidades
podía acogerse a la colaboración eficaz, y tenía un beneficio de reducción de
pena. Varios de los Colina se han acogido a eso. Y efectivamente dieron
información, dieron documentación incluso. Sin embargo, sí cuestionamos
nosotros que a veces el ministerio público solicitara el otorgamiento de este
beneficio, sin que por ejemplo dieran información relevante para los familiares, que
es dónde los habían enterrado, en este caso a los estudiantes de la Cantuta. O en
el caso del Santa, a los campesinos del Santa. Y esa información la dieron
erróneamente, y sin embargo se beneficiaron con el beneficio de reducción de la
pena por estos delitos.
Nosotros, al comienzo, reconozco que fuimos escépticos frente a este derecho
premial. Sin embargo, junto con señalar estas limitaciones también creemos que
ha aportado al curso de algunos de los procesos con la información que han dado
algunos. También creo que es importante destacar, en nuestra experiencia de
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juzgamiento, que en los casos que todavía están pendientes hay un nuevo
comportamiento de preocupación, ya no solamente de la Sala Penal Nacional que
juzga en primera instancia, sino de la Suprema.
Hasta el año 2011, muchos de los casos que eran resueltos con absoluciones por
la Sala Penal Nacional, llegaban en apelación a la Suprema y la Suprema anulaba
esos procesos diciendo “no se han evaluado adecuadamente las pruebas: un
nuevo juicio. Era la forma como lográbamos, de alguna manera, que volviera el
caso a ser juzgado por la absolución que se había dado. Pero este proceso, que lo
consideramos de alguna manera como una nueva oportunidad para alcanzar
justicia, hoy empieza, sin embargo, a producir una nueva orientación en la Sala
Transitoria y ahora también en la Sala Permanente (en la Suprema existen la Sala
Penal Transitoria y la Sala Penal Permanente)
Y allí, acabamos de conocer la semana pasada una resolución de un caso que
llevan los colegas de COMISEDH y SEAS de Parcco-Pomatambo. Una ejecución
de campesinos donde hay un grupo de adultos y niños, en Parcco Pomatambo, en
donde la Sala Penal resolvió absolver, precisamente, aduciendo temas de los
testimonios de los testigos: que no había prueba documental, que no se había
probado la desaparición forzada. Y la Sala Penal de la Suprema, la Sala
Permanente, acaba de confirmar esa absolución, aduciendo entre otras cosas que
para que se muestre la coautoría, no solamente significa la presencia de los
responsables, sino que haya voluntad de concertar para perpetrar el ilícito penal.
Entonces, con esos argumentos recién hemos conocido la sentencia la semana
pasada, solamente tengo esta referencia por una nota de prensa que sacaron los
colegas de COMISEDH, supongo que se evaluará más en profundidad los
alcances de esta resolución. Ahora, el 26 de marzo, tenemos una audiencia sobre
situación general de los derechos humanos en Perú, en la Comisión
Interamericana. Seguramente, volveremos a presentar estos obstáculos, estas
trabas que se vienen produciendo al proceso de juzgamiento, tanto por las
resoluciones de la Sala Penal Nacional, como ahora esta nueva tendencia que
vislumbramos por los pronunciamientos de la Sala Penal de la Suprema.
Esta es, recién, una primera tendencia, una primera manifestación. Entonces, creo
que esto es algo que vamos a tener que tener mucha atención en estos próximos
meses. Nos preocupa porque, aparte del juicio a Fujimori por Cantuta y Barrios
Altos, hubo otro juicio por Cantuta y Barrios Altos y otros casos de Colina, donde
fueron condenados Hermoza Ríos, Montesinos y toda la cadena de mando. Si
bien se produjo en primera instancia, está pendiente la confirmación. Nos
preocupa porque la Sala que va a revisar es esta misma sala de Parcco-
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Pomatambo, que la preside Javier Villa Stein, un magistrado conocido de
trayectoria pro-fujimorista. Entonces, vamos a tener que estar muy atentos porque
puede haber una pretensión de querer revisar algunos extremos de la sentencia
de condena que se ha producido en este caso de Cantuta y Barrios Altos.
Finalmente, hay otro tema que creo que es importante resaltar. No solamente
debemos aspirar y buscar que se establezcan las condenas y sanciones a los
responsables, sino también a que se cumplan estas condenas y estas sentencias.
Y ese es un tema que permanentemente se nos presenta en el debate público: las
demandas tanto sobre el tema de la amnistía como el tema de los indultos. Y ese
es un tema que tenemos que estar reaccionando permanentemente; pese a las
sentencias de la Corte Interamericana de cuestionamiento a las amnistías, se
siguen levantando. Ahora ya no tanto por los militares. Porque los militares, pese a
que no han colaborado el Ministerio de Defensa, el Comando Conjunto, con la
información que se les requiere, y ha sido un obstáculo para dilatar los procesos,
sin embargo ahora ellos plantean que exigen que el Poder Judicial se pronuncie
rápidamente sobre sus casos. Y si es que se empieza a cumplir esta tendencia de
que la Corte Suprema va a confirmar las absoluciones, indudablemente que ya no
requieren levantar el tema de las amnistía, sus casos se van a resolver por las
absoluciones. Y esto es algo que indudablemente debemos mirar con mucha
atención para ver cómo ajustamos nuestras estrategias frente a esta situación.
También el tema del indulto, porque como ustedes saben, deben haber
escuchado, después de la condena a Fujimori, le apareció una enfermedad que
todavía no es definida claramente como cáncer, sin embargo la familia, los
fujimoristas, empezaron a levantar la tesis del indulto. Primero la del indulto en
general. Y ahora están planteando que ya están elaborando la petición de indulto
humanitario. La paradoja es que el propio gobierno de Fujimori dio una ley frente
al secuestro agravado, que es uno de los tipos penales internos por el cual fue
condenado, que la Corte Suprema la asimiló a la desaparición forzada, según la
cual no se contempla beneficios penitenciarios de ningún tipo para ese delito. Y el
indulto, nosotros sostenemos, basados en las sentencias de la Corte, que
tampoco debe beneficiar.
El único caso en que aceptamos la posibilidad de considerar un indulto es cuando
es realmente humanitario, es decir, que hay una fase terminal de enfermedad.
Tanto para él como para cualquier preso común, como han sido beneficiados
también gente de Sendero con enfermedad terminal de cáncer, que se les ha dado
el indulto humanitario para que salgan y culminen sus últimos meses en el ámbito
familiar. En ese caso, es el único en el que los familiares de Cantuta, familiares de

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Barrios Altos, la comunidad de derechos humanos estamos dispuestos a aceptar.
Pero lo que no queremos aceptar es el indulto fraudulento, es el indulto de favor,
fraguando una enfermedad terminal. Y eso es algo que también está presente en
la agenda permanente del movimiento de derechos humanos en esta etapa,
donde tenemos que encarar la lucha por justicia en el Perú.
Mariana Mota Cutinella
Abogada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la
República con especialización en Derecho Penal. Desde el año 1991 se
desempeña como juez y desde el año 2003 como Juez Letrado con competencia
en materia penal entre otras. Desde el año 2005 posee competencia exclusiva en
el fuero penal. A partir del año 2009 como titular de la actual Sede Penal de 7mo
turno en Montevideo, en la cual se tramitan numerosas causas relacionadas a
delitos cometidos durante el período dictatorial. En algunas de dichas actuaciones
judiciales se han dispuesto diversos procesamientos de militares y la condena de
quien fuera el presidente de la república que inició la dictadura, Juan Ma.
Bordaberry.

Agradezco al CELS la invitación y la posibilidad de conocer, a través de las


exposiciones de los demás concurrentes, la manera en que cada país ha decidido
abordar la justicia transicional respecto de hechos similares que han vivido en el
pasado reciente referente a los crímenes de lesa humanidad.
La dictadura en Uruguay se extendió desde el año 1973 hasta 1984, cuando se
celebraron nuevamente elecciones.
El 27 de junio del año 1973, la dictadura se inició con un golpe de estado
encabezado por Juan María Bordaberry. Pero aún antes de esa fecha, se
produjeron muertes de presos detenidos por razones políticas y se denunciaron
prácticas de tortura en el, todavía existente, parlamento que se disolvió con el
golpe de estado.
Durante el gobierno dictatorial, todos los presos por razones políticas fueron
procesados y enjuiciados por juzgados militares en tanto por una ley anterior, de
julio de 1972, se transfirió la jurisdicción civil a la militar sobre ciudadanos
acusados de atentados a la seguridad. Es recién con la reinstitucionalización de la
democracia que la jurisdicción civil recupera sus fueros.
El presidente Julio María Sanguinetti asume el 1 de marzo de 1985 y el 8 de
marzo se dictó la ley 15.737 por la cual se confirió la amnistía a los presos

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procesados por la justicia militar. En los procesos donde se imputaron delitos de
homicidio, la ley ordenaba la revisión de las sentencias dictadas, revisión a cargo
de la justicia ordinaria, por los Tribunales de Apelación en lo Penal, a fin de
determinar si hubo mérito para la condena dictada por el juez militar y contabilizar
tres días de pena por cada día de prisión sufrido. La aplicación de tales medidas
determinó que la totalidad de los presos políticos recuperaran su libertad pocos
meses después.
A partir de sus liberaciones y la reinstalación de las funciones de los poderes del
Estado, se inició un proceso de presentación de numerosas denuncias en los
juzgados penales iniciándose las investigaciones por los hechos denunciados:
muertes en prisión, desapariciones, torturas, prisiones ilegítimas. La actividad
judicial en consonancia con las denuncias planteadas se dirigió a recibir las
declaraciones de denunciantes y testigos y reunir la documentación presentada.
En cada una de las causas iniciadas la justicia militar planteaba contienda de
competencia generando invariablemente la paralización de los juicios hasta tanto
se resolviera la contienda las que se decidieron siempre a favor de la justicia
ordinaria.
En el año 1986, las investigaciones judiciales habían avanzado al punto de
comenzarse las citaciones a militares presuntamente involucrados en los hechos
denunciados.
Los militares se negaron a concurrir a las citaciones y esta actitud fue apoyada por
el entonces Ministro de Defensa. La situación planteada derivó en la sanción de la
ley 15.848, conocida como ley de caducidad, donde se declaraba que había
caducado la pretensión punitiva del Estado respecto de los delitos perpetrados por
funcionarios militares y policiales equiparados o asimilados a militares, por móviles
políticos o en ocasión del cumplimiento de sus funciones y en ocasión de
acciones ordenadas por los mandos que actuaron en el período de facto. Se
exceptuaban los delitos económicos y aquellos casos en que, a la fecha de la
promulgación, existiera procesamiento dictado. A la fecha de la promulgación no
se había dictado ningún procesamiento. Se disponía por la citada ley que las
causas debían paralizarse y el juez debía consultar al Poder Ejecutivo si la causa
se encontraba comprendida en la hipótesis de la ley. El Poder Ejecutivo
invariablemente entendió que todas y cada una de las causas estaban
comprendidas en la ley y por ende se archivaron todas las denuncias presentadas.
Se planteó entonces por varios denunciantes excepción de inconstitucionalidad
respecto de la ley 15.848. La inconstitucionalidad en Uruguay es un recurso de

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conocimiento privativo de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y su
pronunciamiento es solo para el caso concreto donde se ha planteado.
La SCJ, por mayoría de sus miembros (tres votos en cinco) decidió que la ley era
constitucional lo que determinó que las denuncias no pudieran continuar
tramitándose.
Los sucesivos Poderes Ejecutivos en los siguientes períodos de gobierno,
continuaron entendiendo que las denuncias que se seguían presentando estaban
comprendidas en las hipótesis previstas en la ley de caducidad y por ende se
archivaban sin poder siquiera iniciarse la investigación. A su vez, la SCJ
continuaba entendiendo que esta ley era constitucional sellando así la suerte de
las investigaciones.
El art. 4 de la citada ley preveía que el Poder Ejecutivo, a solicitud de interesado,
podía disponer la investigación de los hechos denunciados y dar a conocer el
resultado de la misma. Este mecanismo también fue utilizado por los denunciantes
pero el resultado fue igualmente magro. Quien el Poder Ejecutivo cometía para la
investigación era un Fiscal militar el que en un lapso de 120 días, sin que se
estableciera un procedimiento preordenado ni control de ningún tipo en su
investigación por parte de los interesados en la misma, debía dar un informe.
Todas las actuaciones llevadas a cabo mediante este procedimiento finalizaron sin
identificar responsable alguno y sin siquiera definir si los hechos denunciados
ocurrieron efectivamente y en qué manera.
En el año 2000 asume la presidencia de la república Jorge Batlle disponiendo la
creación de la Comisión para la Paz con el cometido de recibir información sobre
el destino de los detenidos desaparecidos y realizar un informe final que luego se
presentara ante la presidencia. Esta Comisión para la Paz recibió numerosos
testimonios y finalmente elaboró un informe donde se reconoce la existencia de
detenidos desaparecidos, (lo que hasta ese momento se negaba), no solo en
Uruguay sino también en los países vecinos (los que integraban la Operación
Cóndor), Argentina, Paraguay, Chile, principalmente. Se informó además que los
restos fueron desenterrados (en lo que se llamó “operación zanahoria”) y luego
incinerados y tirados a las aguas del Rio de la Plata.
Sin embargo estas conclusiones fueron desvirtuadas al aparecer en
excavaciones practicadas en predios militares, autorizadas recién a partir del año
2005, restos de detenidos denunciados como desaparecidos. A la fecha son tres
los cuerpos hallados en diversos predios militares correspondientes a detenidos
desaparecidos. Algunos de ellos con muestras evidentes de haber sido mutilados

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para dificultar su identificación, en otros casos con la constatación de haber sido
muerto por acción directa, con un disparo en la cabeza, relativizando también la
afirmación que habían muerto como consecuencia de la tortura.
Es recién en el año 2005 y siguientes en que se vuelve a activar las
investigaciones judiciales, aplicando aún la ley de caducidad pero en una nueva
interpretación de su art. 4°, el Poder Ejecutivo autorizaba al juez la investigación
de los hechos que se le denunciaran. Fue entonces que se enjuiciaron a varios
altos jerarcas militares de mayor vinculación en las denuncias y a quien fuera el
último presidente de la dictadura, el general Gregorio Alvarez, todos ellos
imputados en la comisión de delitos de homicidios.
Una de las causas investigadas en esa época es la que refirió a los traslados
clandestinos de detenidos en Argentina hacia Uruguay y de desaparecidos.
También es en esos años en que se inician las excavaciones para la búsqueda de
los detenidos desaparecidos.
En ese contexto se inicia el caso de Macarena Gelman, hija de Maria Claudia
Garcia Iruretagoyena ciudadana uruguaya y Marcelo Gelman, argentino. Ambos
son detenidos en Argentina y luego de un tiempo de cautiverio son separados,
Marcelo Gelman es muerto en Argentina y María Claudia García es trasladada
clandestinamente a Uruguay, cursando un embarazo avanzado. Es recluida en la
sede del SID (Servicio de Información y Defensa) y luego que dio a luz a
Macarena Gelman es separada de la niña pasando a ser desde entonces una
desaparecida. Macarena es entregada a una familia y sustituida su identidad.
Veintidós años después, como producto de la búsqueda que realizan sus abuelos
paternos, Juan Gelman y su esposa, logra conocer su verdadera identidad y
restituido su verdadero estado civil mediante el juicio respectivo.
El juicio para establecer el paradero de los restos de la madre de Macarena
Gelman estaba paralizado por la aplicación de la ley de caducidad lo que derivó a
que se planteara la reclamación ante la CIDH tramitándose el juicio contra el
estado uruguayo. En febrero de 2011 la CIDH falló en el caso condenando a
Uruguay [CIDH Caso Gelman vs. Uruguay- sentencia de 24 de febrero de 2011
(fondo y reparaciones)].
Paralelamente al reinicio de algunas causas, se planteó, nuevamente, excepción
de inconstitucionalidad en un caso de muerte de una presa política en la celda de
la cárcel, Nibia Sabalzagaray. Con una nueva integración la SCJ hizo lugar a
excepción declarando la inconstitucionalidad de la ley 15.848.
Esto permitió que se pudiera continuar con el juicio instaurado y - al mismo

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tiempo- plantear igual recurso en otros casos para poder habilitar otras
investigaciones lográndose igual pronunciamiento de la SCJ.
La todavía vigente ley de caducidad impedía el progreso de las causas archivadas
precisamente en aplicación de la normativa e interpretación de la misma por parte
del Poder Ejecutivo de turno.
La alternativa para poder remover el obstáculo que significaba la ley de caducidad
se entendió que podía ser la celebración de un referéndum. Este es un
procedimiento previsto en la Constitución por la cual determinado porcentaje de la
ciudadanía, por sufragio universal, puede dejar sin efecto una ley. Se promovió
esta iniciativa popular en el año 1989 pero no se alcanzó el porcentaje de votos
requeridos para eliminar la ley de caducidad.
En el año 2009 se volvió a plantear, junto a las elecciones nacionales, el recurso
de referéndum contra la ley pero volvió a fracasar al no llegarse al número de
votos necesarios.
Existía la convicción política dentro de la coalición de gobierno que debía quitarse
la ley de caducidad del ordenamiento jurídico no llegando a un acuerdo en la
manera en que podía llevarse a cabo tal decisión. Es así que se elabora un
proyecto donde se derogaba la ley de caducidad y se declaraba que los delitos
cometidos durante el tiempo de la dictadura eran delitos de lesa humanidad. El
proyecto no alcanzó los votos necesarios en la cámara de diputados y fracasó.
La sentencia de la CIDH ya había sido dictada y expresamente señalaba que la
ley de caducidad significaba un obstáculo para el inicio y la continuación de las
investigaciones y era deber del estado uruguayo remover los obstáculos que
impidieran el accionar de la justicia.
No obstante, es recién ante el proximidad de la fecha en que, supuestamente y en
aplicación de determinados conceptos jurídicos, prescribirían los delitos
denunciados, que se acuerda en la elaboración y posterior sanción de una ley que
se promulga en octubre de 2011.
Esta ley, nro 18.831 declara restablecido el ejercicio de la pretensión punitiva del
Estado en relación a los delitos cometidos durante el terrorismo de Estado
comprendidos en las hipótesis previstas por la ley 15.848. Declara además que los
delitos cometidos durante el terrorismo de estado son de lesa humanidad.
Consagra además la suspensión de los plazos de prescripción desde diciembre
de 1986 hasta la vigencia de esta ley, es decir, el período en que estuvo vigente la
ley de caducidad respecto de los delitos referidos.

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Antes de la sanción de la ley 18.831, el Poder Ejecutivo revocó todas las
resoluciones dictadas por los anteriores titulares del Poder Ejecutivo que, en su
momento, declararon comprendidos en la ley 15.848 cada una de las denuncias
presentadas por delitos cometidos durante la dictadura.
Esta resolución del Poder Ejecutivo llevó a que se dispusiera por la SCJ que cada
sede judicial con competencia penal procediera a extraer del archivo las causas
que se hubieran clausurado en aplicación de las referidas resoluciones del Poder
Ejecutivo.
Ahora me referiré a la actuación de las sedes judiciales en sus diferentes
instancias.
Los juicios tramitados hasta la fecha no han integrado las normas de instrumentos
internacionales salvo contadas excepciones.
La condena de los militares que participaron en los traslados clandestinos y en las
desapariciones de los ciudadanos uruguayos en Argentina fue por delito de
homicidio muy especialmente agravado en aplicación exclusiva de derecho interno
considerando todos los institutos, inclusive la prescripción.
Las instancias superiores, apelación ante el Tribunal de Apelaciones y casación
ante la Suprema Corte de Justicia, no incorporaron una nueva visión integradora
de derecho internacional ni se hizo referencia a la calidad de dichos delitos.
Específicamente la Suprema Corte de Justicia, en la sentencia en que declara la
inconstitucionalidad de la ley de caducidad refirió que la normativa internacional es
de aplicación directa en nuestro ordenamiento jurídico, teniendo las normas rango
constitucional reconociendo que las mismas tienen base en el iusnaturalismo, que
determinados derechos están fuera de la disposición de las personas y de los
poderes públicos, aún cuando se pretenda regularlos mediante la voluntad popular
(en referencia al referéndum por el cual se pretendió frustradamente dejar sin
efecto la ley de caducidad), reconociendo el carácter de indisponible de
determinados derechos.
Sin embargo, luego, en la instancia de casación de la sentencia dictada por
condena a los militares que se refiriera supra, no se siguió en esta línea de
razonamiento y se aplicó lisa y llanamente el derecho interno exclusivamente.
Solo hubo un voto discorde de un ministro de la SCJ que consideró que los delitos
cometidos por los militares enjuiciados debían ser calificados como desaparición
forzada, aplicando conceptos de normativa internacional y en concordancia con la
sentencia de la CIDH recientemente dictada que lo condenara a Uruguay.
Inclusive, cuando la Fiscalía actuante reclamó que la SCJ se expidiera sobre si los
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delitos son de lesa humanidad, la SCJ evitó pronunciarse sobre el punto alegando
que no era un aspecto que integrara el thema decidendum.
Los Tribunales de Apelaciones, por su parte, han tenido posiciones diversas.
Mayormente han seguido la misma línea antes referida, aplicando exclusivamente
el derecho interno y evitando toda referencia a la calidad de los delitos como de
lesa humanidad.
Se destaca la posición solitaria de un Tribunal de Apelaciones que confirmó un
procesamiento dictado por la dicente en el cual se enjuició a un militar por
desaparición forzada de dos uruguayos detenidos en Paraguay y luego
trasladados a la Argentina. En este caso, se hizo por el Tribunal una adecuada
aplicación de derecho internacional e integración de dichas normas en
concordancia con la normativa interna.
Actualmente, cumplido el plazo de prescripción de los delitos conforme la
aplicación exclusiva y excluyente de normas de derecho interno, en cada causa
las defensas letradas de los indiciados plantean la clausura y archivo de las
actuaciones invocando el instituto de la prescripción.
En la sede en la que me desempeño como titular he resuelto dichas solicitudes y
los consiguientes recursos planteados desestimando la prescripción en atención a
que la facultad de investigar no prescribe, el derecho de las víctimas a saber la
verdad, a que los hechos denunciados revisten la calidad de delitos de lesa
humanidad y por ende son imprescriptibles, apoyando las afirmaciones con
aplicación de normativa y jurisprudencia internacional, control de
convencionalidad, la sentencia de la CIDH del caso Gelman vs. Uruguay, entre
otros conceptos.
Dichas resoluciones se encuentran a estudio de los Tribunales de Apelaciones de
diversos turnos y en esta instancia será que deberán expedirse expresamente
sobre la calidad de los delitos que se investigan en la medida que deberán
considerar si la prescripción es un instituto aplicable.
En algunas sedes judiciales se ha utilizado la ley 18.831 para desestimar la
invocada prescripción lo que ha motivado el consiguiente recurso de
inconstitucionalidad lo que ha determinado, en atención al trámite procesal
previsto, que se suspendan las actuaciones hasta que la SCJ resuelva al respecto,
lo que generalmente insume varios meses.
En cuanto a la manera en que se desarrollan las investigaciones, existen
numerosos obstáculos que se agregan a la falta de una posición clara respecto a
la normativa a aplicar por parte de los diversos juzgados, tribunales y SCJ.
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El sistema procesal penal aún imperante en Uruguay es de carácter inquisitivo
mixto, esto es, quien investiga es el juez pero solo puede disponer el
procesamiento si el Fiscal lo solicita, es decir, el Ministerio Publico es el titular de
la acción penal. Si el Min Pco decide el archivo no puede el juez decidir el
enjuiciamiento del indagado.
La ley 18.026 dictada en el año 2006 que consagró el Estatuto de Roma,
definiendo los delitos de lesa humanidad y los delitos de guerra, contiene una
norma de carácter procesal por la cual se le confiere a la víctima diversas
facultades que, de regla, en el actual sistema procesal penal, no tiene. Por esta
norma la víctima puede comparecer y participar en las diversas instancias
probatorias, tiene derecho a notificarse de todas las resoluciones judiciales y
puede, en caso que la Fiscalía decida el archivo, solicitar que se designe una
Fiscalía subrogante para que vuelva a considerar el caso. No obstante, si ese
nuevo Fiscal mantiene la postura del anterior, no hay otra posibilidad y deberá
resolverse el archivo si el Min Pco lo reclama.
Para la investigación de estas denuncias no se cuenta con equipos
especializados, con formación jurídica.
Las sedes penales y tampoco las Fiscalías penales tienen formación especializada
para llevar a cabo estas investigaciones. Se planteó por algunos parlamentarios la
constitución de juzgados y fiscalías especializadas en derechos humanos pero no
se consideró por la SCJ necesario. Las sedes penales, al igual que las Fiscalías,
atienden entonces, además de los casos que ordinariamente deben considerar, las
que refieren a denuncias por violaciones a derechos humanos llevando éstas el
mismo trámite que los demás asuntos prolongándose en el tiempo las
tramitaciones.
No se cuenta con departamento de apoyo a las víctimas ni técnicos especializados
en evaluar las secuelas de las diversas lesiones –torturas- sufridas.
No existe la figura del querellante en la normativa procesal penal.
A nivel gubernamental, la anterior Comisión para la Paz, creada en el gobierno de
Jorge Batlle, continuó actuando, si bien con diversa integración y nombre, ahora
llamada Secretaría de seguimiento de la comisión para la paz, con el cometido de
continuar actualizado el banco de datos genético y la organización de los
archivos a los que se ha tenido acceso. No existe aún una coordinación entre los
diversos archivos de manera de poder consultar y obtener toda la información
existente. Se ha desarrollado una investigación histórica que ha significado un
valioso aporte pero falta un encare desde lo jurídico careciendo a veces la

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documentación de interés probatorio más allá del valor histórico.
El acceso a los archivos es otro escollo en tanto si bien se ha logrado conocer
algunos existen otros que se encuentran aún en reserva, siendo negada su
existencia (se ha dicho que fueron destruidos) pero se conoce que se conservan
aunque no claramente su contenido y su ubicación.
Desde el gobierno no hay un decidido y explícito apoyo a la investigación de los
hechos denunciados. Se ha venido cumpliendo con la sentencia de la CIDH
expresándose que es una resolución a la que el Estado está obligado a acatar
dejando claramente de lado toda expresión de posicionamiento a favor de los
conceptos que en la sentencia de la Corte Interamericana se desarrollan respecto
de las obligaciones del Estado desde que ha suscrito instrumentos internacionales
y la aplicación en lo interno de tales preceptos. Así, se ha cuestionado el
encarcelamiento de militares como resultado de sus enjuiciamientos, atendiendo a
sus avanzadas edades. Si bien no se ha llevado a cabo iniciativas legislativas
tendientes a que fueran excarcelados, la objeción de sus permanencias en cárcel
se traduce en un mensaje poco claro en pro de la investigación, enjuiciamiento y
sanción de los responsables como indica la sentencia de la CIDH.
Otra de las expresiones en cierta forma equívoca ha sido la de señalar que existen
otros temas, actuales, por los que el gobierno se encuentra preocupado en una
falsa oposición a que atender los problemas del pasado, las reclamaciones de los
familiares de las víctimas de esclarecer los hechos violatorios de los derechos
humanos, desvía tiempo y esfuerzos para abordar los temas actuales.
Quisiera terminar identificando algunos avances vistos a través del tiempo. Más
allá de los obstáculos presentes debe señalarse que, no obstante, se ha
avanzado en la atención a los diferentes aspectos que derivan de las violaciones
de derechos humanos.
Así, las discusiones parlamentarias por los proyectos de leyes referidos han
hecho más visible la existencia de los graves hechos ocurridos en el período
dictatorial, situaciones que la sociedad no conoce cabalmente y que desde hace
muy poco tiempo se ha incluido en los planes de estudio de la enseñanza
secundaria. Ha de tenerse presente que las investigaciones judiciales que se
llevan a cabo no son públicas por lo que nada se conoce de las declaraciones que
se reciben en la sede judicial ni de las dificultades a que se enfrentan las sedes
para avanzar en las mismas.
A lo largo de los años posteriores a la dictadura se fueron dictando una serie de
leyes tendientes a la reparación de los ciudadanos perjudicados por la dictadura.

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En ese sentido, se menciona las leyes que consagraron el reintegro funcional de
los destituídos o la reforma de la jubilación, las leyes que confieren una pensión
reparatoria a personas que hubieren estado presas extendiéndose también a
familiares de fallecidos en detención, a declarados ausentes o desaparecidos, a
torturados, a quienes nacieron en cautiverio, a exiliados, a quienes debieron
permanecer en la clandestinidad para evitar ser presos.
Se han efectuado acciones con la finalidad de preservar la memoria colocándose
placas en lugares donde fueron detenidos o fallecieron algunas de las víctimas, se
ha abierto un museo de la memoria donde se exhibe diverso material documental,
visual y elementos de la época. No obstante, los centros penitenciarios que fueron
centros de reclusión masiva de presos políticos y las diversas unidades militares
donde permanecieron numerosos ciudadanos recluidos en forma clandestina no
se han preservado ni como lugar de memoria ni como elemento esencial de
prueba para los juicios. Por ejemplo, la sala donde se internaban a los presos en
el hospital militar ya no existe como tal. Personalmente he recorrido algunos de
los lugares destinados a detención de las víctimas o donde se produjo el
fallecimiento de alguna víctima, en el marco de las investigaciones penales
correspondientes. Pero para poder ubicar y reconocer los lugares procuré la
presencia de testigos – que hubieren sufrido la detención en ese sitio-
corroborando éstos las modificaciones practicadas, especialmente de los lugares
asignados para la aplicación de torturas (salas de interrogatorio) o celdas de
castigo o de aislamiento.
Resta aun mucho más por hacer tanto por preservar la memoria de las graves
violaciones de derechos humanos como por la formación de operadores jurídicos
que puedan llevar adelante las investigaciones judiciales, por la incorporación de
técnicos especializados, como por la difusión de diversas maneras de los hechos
vividos por la sociedad y sus integrantes durante el tiempo en que se avasallaron
los derechos humanos esenciales.

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Nelson Camilo Sánchez

Investigador del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad –DeJuSticia- y profesor de la


Maestría en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Es abogado de la
Universidad Nacional de Colombia y magíster en derecho internacional de la Universidad de
Harvard. Ha sido becario del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Abo (Finlandia),
y de la Academia de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Facultad de
Derecho de American University (Washington DC). Durante el período 2004-2005 fue becario
Rómulo Gallegos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Washington DC).

Quiero presentar algo que puede ser polémico, sobre todo en esta sala, pero
como esto es un escenario de debate lo traigo aquí para que también
confrontemos un poco las posibilidades de justicia, y de hacer justicia punitiva.
Ayer empezamos un poco a hablar del tema de qué es esta idea de “hacer
justicia”, como dice en el programa, y muchas expectativas de justicia salían,
como la justicia de reconocimiento de Julissa [Mantilla], o la justicia social y
distributiva de Clarita [Sandoval], y otras formas de justicia. Yo entiendo que esto
es la idea de justicia punitiva, y cuáles son los debates en Colombia a partir de
esto.
Un precedente importante en el caso colombiano es la Constitución del año 1991
como un pacto de paz. Cuando empezamos a hablar de cómo empezaba lo que
está sucediendo hoy en Colombia, tenemos esta Constitución que busca ser un
pacto de paz y de inclusión, acabar con el conflicto, pero no logra serlo porque se
desmovilizan unos grupos armados que obtienen unos beneficios en materia
penal. De hecho, el actual alcalde de Bogotá, de la ciudad donde yo vivo, que
tiene más de 8 millones de habitantes, fue un ex combatiente de estos que se
desmovilizaron durante esta época, y no tuvieron ninguna confrontación punitiva
sino una amnistía por sus delitos.
La constitución de 1991, entendiendo que el conflicto no se acaba, que siguen
grupos guerrilleros y otros grupos en el combate, deja una especie de puerta
abierta para los procesos de paz y permite la amnistía e indultos a delincuentes
políticos. Y esto va a ser uno de los tres grandes debates que yo creo que son
importantes resaltar del caso colombiano y que traigo aquí para que ustedes los
consideren. Entonces, después del año 1991 el tema vuelve a capturar atención
una vez que el presidente Álvaro Uribe llega al poder y empieza una discusión con

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grupos paramilitares sobre un proceso de desmovilización. En ese proceso
inicialmente lo que se busca es “enfrentar” jurídicamente [la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos] Barrios Altos, que había sido dictada en el
año 2001. Esto es 2002, la Corte Constitucional colombiana ya había hablado de
algunos derechos de las víctimas, como enfrentamos este proceso. La propuesta
inicial fue que justicia transicional significa justicia restaurativa; es decir, es muy
problemático para una sociedad que quiere dejar un conflicto que nosotros nos
pongamos a ver heridas del pasado, que nos pongamos a ver quién fue el
culpable; lo que debemos hacer es “restaurar” los daños sociales que ha
producido esa violencia. Entonces esa idea de perdón y olvido está un poco a la
base de lo que fue la propia negociación con los grupos que se estaban
desmovilizando en aquella época. De nuevo, como sucedió un poco en Argentina,
y se ha venido contando en estos últimos dos días, la movilización de los grupos
nacionales y la presión nacional sobre todo que aquí jugó un papel fundamental,
impidió que eso pasara. Y luego se hizo entonces a propósito de eso una
conclusión que fue el arreglo de Justicia y Paz, que es tal vez el más popular de
los mecanismos de justiciabilidad punitiva en Colombia, aunque no es todo y eso
es parte importante creo yo de mi presentación.
La idea es la de hacer Justicia y Paz al mismo tiempo, es decir, los colombianos
somos más cancheros que los argentinos, más cancheros que los peruanos, que
los uruguayos, vamos a hacer Justicia y Paz todo al tiempo. En aquella época se
decía: “Colombia es el único país que ha logrado desmovilizar gente
prometiéndole cárcel”, lo cual es mentira; los combatientes que se desmovilizaron,
se desmovilizaron primero, y luego vino el marco jurídico. De alguna manera, hoy
se debate el hecho de que ellos dicen “a nosotros nos traicionaron, a nosotros nos
habían dicho lo anterior, nos habían dicho esto, y finalmente termina esto”. Porque
si algo muestra el caso colombiano es que el poder no está en un solo lado. Una
cosa es lo que pensaba el gobierno, un gobierno incluso muy poderoso y muy
fuerte, pero otra cosa el poder social que estaba por ahí.
El esquema de Justicia y Paz es más o menos simple, si uno lo ve de manera
rápida. Es lo siguiente: “Usted como está desmovilizado, contribuye y yo le
contribuyo, es una idea de negociación, usted confiesa y entonces por la confesión
obtenemos verdad sobre las víctimas. Usted entrega los bienes que amasó
durante su pertenencia a este grupo armado, con eso vamos a hacer la
reparación. Hacemos un proceso de justicia y lo condenamos al máximo posible, o
no al máximo si no a lo que usted merecería en una condena ordinaria. Qué quiere
decir eso, si el señor Mancuso que era uno de los líderes paramilitares, su
condena era 60 años, en justicia ordinaria lo vamos a condenar a 60 años. Sin
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embargo, lo que vamos a hacer si usted colabora, confiesa y entrega bienes,
vamos a poner esa condena en el refri, o en la heladera como dicen acá, y la
vamos a poner una pena sustitutiva entre 5 y 8 años. Por eso es el premio. Si
usted cumple con todo esto, le damos un premio. Si usted incumple, nosotros nos
atenemos a esta condena, así que mucho cuidado, piense bien lo que está
haciendo”.
Ese es el esquema, y así entonces esa es la manera para juzgar aquellos
crímenes que ya nos dijeron no podemos dejar de juzgar, que son los crímenes
atroces, incluyendo entonces entre ellos los crímenes de lesa humanidad. Desde
aquella época hubo ya voces serias que hoy es el primer debate que quiero
concentrarme o al menos dejarlo planteado aquí para discutirlo luego, la idea del
surgimiento de un “punitivismo humanitario” al bregar por el juzgamiento de estos
crímenes. “El problema de los punitivistas humanitarios – se dice – es que son
aquellos que decían no al derecho penal mínimo y ahora quieren echar a la cárcel
a todos estos personas; entonces bajo un escudo humanitario, para sentirse bien
ustedes son los mismos punitivistas de antes”. Según aquellos que sostienen este
argumento, el problema del marco de Justicia y Paz y del punitivismo humanitario
es que se están confundiendo dos cosas - es lo que decía el profesor Campbell
ayer - entre estos dos esquemas, están confundiendo justicia transicional con
justicia del postconflicto, que son dos cosas que hay que tratar distintas y por qué.
Entonces, la justicia transicional es una justicia generalmente que se aplica donde
la situación de violencia ha sido vertical. Tiene uno a Pinochet, y entonces es
violencia de Estado frente a unas ciertas personas, como el caso de Argentina.
Eso hace que el poder se concentre, que la victimización sea más sencilla, y
segundo que las personas posibles de punir sea un número muchísimo menor.
Entonces, fíjense que claro se basan en la justicia transicional de Chile y
Argentina, donde en Argentina tenían 400 casos. Eso es muy distinto a una
situación de postconflicto, en donde la violencia tiende a ser horizontal, a pesar de
que haya distintas partes, una particularidad del caso colombiano es que hay
partes involucradas por todos lados - más adelante vamos a verlo - y entonces
todo se complica. Fundamentalmente, se complica el hecho de que nosotros no
tenemos 400 casos, podemos tener 50.000, 100.000, 200.000, entonces pensar
eso en cómo hacer justicia bajo las normas de debido proceso y caso y todo esto,
piénsenlo ustedes en esas dimensiones.
Una particularidad de este caso es que el proceso de desmovilización- porque es
un conflicto en el cual hay varios grupos armados - fue también extraño en el
mundo porque es individual y colectivo. Es decir, hubo grupos que colectivamente

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se desmovilizaron y entregaron sus armas como uno ve de los conflictos de
Centroamérica, en aquella época que uno firma el tratado de paz, va y entrega el
arma con la bandera. Con muchísimas polémicas sobre qué tanto se
desmovilizaron, si realmente eran o no eran combatientes, porque las cifras fueron
muy infladas, pero también había una desmovilización individual. Y fue una política
muy importante de enfrentar a las guerrillas y en cierto modo a otros grupos
armados, y al hecho de desmotivarlos de a uno a uno, se va desmovilizando. No
se tiene que desmovilizar su grupo, usted deje el arma, usted véngase con su
arma, entréguese a un batallón de la fuerza pública, y nosotros iniciamos un
proceso de paz con usted. Entonces imagínense la disociación que genera el
hecho de tener dos procesos de paz, mesas de negociación distintas, y
mecanismos jurídicos distintos. Vean ustedes el impacto de la desmovilización en
realidad en Colombia, que es prácticamente un 60% se produjo con
desmovilizaciones colectivas, teniendo en cuenta que muchos de estos datos son
así muy inflados. Se desmovilizaban dos mil, y entregaban cien armas. ¿Había
1900 que caminaban por ahí sin armas? Hay muchas dudas sobre eso. E
individuales en porcentajes casi iguales, 40%.

Gráfico 1

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En ese momento se presenta el interrogante de cómo vamos a trabajar el tema de
judicialización de esas personas, cuando se empiezan a desmovilizar. Entonces,
el estándar internacional de la Corte Interamericana de Derechos Humanos no es
la idea de combatir la impunidad, como la frase del caso Velázquez Rodríguez que
todas y todos mencionamos todas las veces así por repetición, una cosa son los
crímenes graves con los cuales no podemos hacer ningún subrogado, y otra son
los otros crímenes. Entonces, los que sabemos que cometieron crímenes graves
los vamos a tramitar a través de Justicia y Paz, crímenes de lesa humanidad van a
ir por Justicia y Paz. Los otros crímenes hay que buscarles otra solución, la puesta
inicial es “nosotros no vamos a judicializar todo. Es imposible judicializar todo”. En
ese momento, se preveía que había creo yo 20.000 guerrilleros y 12.000
paramilitares, y entonces se decía 30.000 casos era demasiado.

Gráfico 2

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Finalmente se desmovilizaron algo así como 35.000 paramilitares, de los 12.000
que se contaban inicialmente. La salida alternativa jurídica para estas personas,
entonces, era un decreto presidencial, como el reglamento de una ley, donde
decía para el caso de los guerrilleros: “como esos son delincuentes políticos, les
podemos establecer la amnistía y el indulto que establecía la constitución del 91”.
Entonces ahí usamos la puerta abierta que nos dejó la constituyente del 91. El
problema que surgió es que los paramilitares en realidad no son rebeldes,
entonces decir que son delincuentes políticos que se opusieron al Estado y aplicar
ese decreto, es como difícil. Pero la Ley de Justicia y Paz decía, “los paramilitares
son sediciosos”. No son rebeldes pero son sediciosos, entonces van por Justicia y
Paz. Entonces, ustedes ven cómo se ha tramitado un poco el proceso, porque
mucha gente cree que el Justicia y Paz es todo el proceso de judicialización de
personas. Justicia y Paz solamente es una parte chiquitita de todos los
desmovilizados.
Vean ustedes acá la torta esta (Gráfico 2), Justicia y Paz es el rojo, que tiene más
o menos un 8% de las personas que se desmovilizaron integran parte de esto, los
que habían tenido acceso a esa amnistía de ese decreto que les digo sería más o
menos este porcentaje, que ya no sé cuánto es de aquí a allá, y el resto que era
aquellos que no se podían tramitar por Justicia y Paz porque luego las cortes
dijeron “eso no es sedición”. Dicen entonces quedaron en el límite. Eso es lo que
uno escucha muchísimo en el ambiente colombiano, es qué hacemos con las
personas que están en el limbo, que no las podemos juzgar, que no están en
Justicia y Paz, que están ahí más o menos ex combatientes haciendo fila para ver
qué solución jurídica van a tener. Les vamos a hacer juicios a todos o no. Ven
ustedes también por qué es importante esa idea. Esos del limbo quedan ahí
porque el derecho colombiano tiene esa idea ya un poco abandonada
modernamente, pero que todavía existe, que el delincuente político se trata
distinto a los otros delincuentes. El delincuente político es como un round rute
(sic), que no tiene interés personal sino él cree realmente que hay un estado
opresor y entonces está combatiendo a ese estado para acabarlo. Entonces, por
eso se permiten las amnistías y los indultos en la Constitución, que esos serían
por ejemplo los guerrilleros. Pero como hay actores prosistémicos, los
paramilitares, entonces qué hacer con esos paras, ahí el gobierno decía “ellos
deben ser tratados como delincuentes políticos, sediciosos”, y las cortes en
Colombia decían “no, ellos no son sediciosos”. Entonces, desde la ley de Justicia y
Paz se debe aplicar la sedición, pero la Corte Suprema de Justicia dice no se
puede; la Corte Constitucional también dice, no se puede; entonces queda todo
este grupo de personas que no han entrado a Justicia y Paz, y que no se les

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podría establecer una amnistía por aquellos delitos, por todos los delitos. No
solamente los delitos de lesa humanidad, sino por todos los delitos o los delitos
también conexos. Vean ustedes, si uno va luego a lo que es Justicia y Paz, que
era ese 8%, se acuerdan, 8% de toda la torta, los desmovilizados al final
terminaron siendo 53.037 hasta ahora. Los datos no son así totalmente
específicos, porque saben que en esto conseguir datos es muy difícil. Entonces,
los desmovilizados son todo este número. Los que entraron a Justicia y Paz son
más o menos hasta ahora 4.500, porque no entran todos automáticos.

Gráfico 3

El gobierno nacional tiene la facultad de presentarlos ante la fiscalía. Elabora un


listado y le presenta a la fiscalía. Entonces, a ese listado han entrado 4.500, que
ya de por sí es un porcentaje chiquito. De esos postulados, hasta la fecha hay 9
sentencias condenatorias, solo una de ellas en firme. Y el proceso empezó en
2005. De las 53.037 personas, que sería como dirían los administradores de los
sistemas de justicia, la demanda de justicia posible, de esos hemos atendido como

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oferta a 9 personas. Eso genera grandes problemas y debates sobre política
criminal, y sobre dogmática jurídica de cómo enfrentar este caso.
Entonces ¿qué salida se les podía dar a esas personas que están en el limbo? La
primera opción que planteó el gobierno y los sectores que están interesados en
tramitar esto en la manera más rápida posible, era aplicar el principio de
oportunidad. Hicimos el traslado a un sistema adversarial, de derecho penal,
porque con toda la influencia o inspiración de Estados Unidos y de otros
constituyentes sobre la justicia, entonces nosotros hemos ido mucho allá. De
acuerdo a este planteo, la fiscalía podría aplicar el principio de oportunidad y
establecer que estos delitos en realidad no son tan graves, y evitarse el hecho de
procesar a estas30.000 personas que tenemos por ahí volando. Teniendo en
cuenta que de los 4.500 que ya empezamos a juzgar tenemos 9 sentencias, ¿qué
pasaría si metemos a los 35000 que tenemos volando? Tenemos un sistema
colapsado, que la fiscalía entonces establezca quién es importante, quién no es
importante, el crimen es importante, principio de oportunidad, la idea de una
política criminal, un instrumento de política criminal ordinario usado en un contexto
de transición.
Esa opción planteada por el gobierno, algunos amigos en Colombia, han
denunciado que es una amnistía encubierta, porque se está rehusando en realidad
a investigar; No se sabe qué tantos crímenes de lesa humanidad hay entre todos
esos casos, usted no sabe realmente qué tanto le han contado, usted debería
investigar, usted no se puede negar a investigar. Y la Corte Constitucional dio la
razón en la sentencia que es jurídicamente muy debatida. El informe que preparó
para la OEA el equipo que dirigió Baltasar Garzón es bien interesante, porque
sobre todo le dan durísimo a esta sentencia de la Corte Constitucional, donde dijo
prácticamente “tenemos que judicializar todos los casos”. Ese es el estándar
internacional, todo tiene que pasar por un juicio y aparentemente todo tiene que
ser sancionado.
Entonces, el primer debate era, como les decía, ¿es posible establecer un mismo
estándar de judicialización para casos de transición y de postconflicto? El segundo
debate es, ¿uno puede establecer estándares distintos para delincuentes buenos,
delincuentes malos? El tercer gran debate es, ¿frente a toda esta política y a las
imposibilidades fácticas de una transición de juzgar a todas las personas, uno
puede investigar y no sancionar? ¿Sancionar, pero no ejecutar la condena?
Entonces, después de esto, sale una nueva opción jurídica, yo ayer a algunas
colegas les comentaba que la cultura colombiana, sobre todo la cultura jurídica, es
la cultura del “se le tiene”, es decir, que si nosotros no tenemos algo, “se le tiene”,
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y “se le consigue”. Cuando la Corte declara que esta ley es inconstitucional, un
mes después ya teníamos una nueva ley, “se le tiene”. Entonces la ley es buena.
El estándar internacional cuál es, es investigación, sanción, y castigo. Pero qué ha
dicho el estándar sobre el cumplimiento de la condena y sobre todo de la prisión,
¿es o no obligatorio? Ese es otro debate dogmático jurídico importante, el primer
debate dogmático jurídico acá es si realmente existe o no ese deber del estado de
sancionar a las personas y si eso es un derecho humano, que es como toda la
primera crítica que nos han hecho a nosotros como neopunitivistas. Pero ya la
segunda es, bueno, si el estándar es ese, el estándar es realmente que la persona
tenga una sanción, y que sea una sanción de cárcel, o no. Entonces, ahí eso se
ha visto en detalle todo lo que han dicho las sentencias de la Corte para tratar de
deshuesar por donde... Entonces decía, bueno, está bien, tal vez... qué pasó,
usted me lo va a apagar, ¿no es cierto?
Entonces la idea es, los que vamos con Justicia y Paz tenemos esta nueva ley de
acuerdos de Verdad Histórica, esos acuerdos de Verdad Histórica funcionan de la
siguiente manera: la persona que ya se desmovilizó confiesa, una confesión ahí
que no tiene el mismo estándar de confesión que tenía Justicia y Paz porque ya se
dieron cuenta que todo eso era audiencias, audiencias, y un caso puede demorar
mucho, y llevamos ya cinco años, y tal vez no vamos así. Entonces, una confesión
más light, un esfuerzo más light de reparación, porque también en Justicia y Paz
nos estrellamos, que nosotros al principio creíamos que claro, como ellos quieren
el beneficio van a entregar todo el dinero, van a entregar todas las tierras, van a
entregar todo. Cero han entregado. Bueno, no cero pero casi cero.
Entonces, un esfuerzo más mínimo de reparación si pueden, y a cambio de nuevo
los vamos a condenar. Les vamos a condenar a lo que dé, de nuevo, Mancuso, si
usted está acá le damos 60 años. Sin embargo, acá no le vamos a poner una
pena o un subrogado penal de menos pena, sino que le vamos a dar un beneficio
de excarcelación, directamente, para aquellos casos en los cuales usted no ha
cometido crímenes de lesa humanidad. Eso no es para crímenes de lesa
humanidad que es lo que en Colombia llamamos delitos conexos, que es
pertenecer a un grupo armado, cargar armas, porque como esas armas son
prohibidas entonces ese es un delito independiente. Entonces, para todos esos
que no tenemos información de que han cometido crímenes de lesa humanidad,
los vamos a tratar por aquí. Esa es un poco la solución. El debate jurídico es ¿la
pena y el cumplimiento de la pena hace parte o no hace parte de esa obligación
jurídica de los estados? Eso es. Y el último, que es el más duro, pero que de todas
maneras como les decía esto es el debate, a plantear acá, es bueno, si uno luego
va y mira la realidad encuentra que en Colombia hay como les decía, más de 50
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mil personas que harían parte de estas posibles personas de llevar a juicio, y 50
mil es distinto a 400. Esos no solamente los que están en Justicia y Paz han
confesado más de 45 mil homicidios, sin contar masacres, desapariciones, perdón
que yo hable así de manera tan fría de estos datos tan horribles, eso hace parte
como de 60 años de conflicto y la desnaturalización del ser humano total. Por
ejemplo, nosotros tenemos más desapariciones que todo el Cono Sur junto en
este momento. Esos no hacen parte de esto. No solamente hay un universo
grandísimo de personas a ser investigadas, sino de hechos a ser investigados, y
todos estos ya no son delitos conexos, todos estos son los crímenes que ustedes
tienen acá en esta parte, como crímenes de lesa humanidad o posibles crímenes
de lesa humanidad. Entonces, el punto es incluso si uno hace la distinción entre
cuáles son los conexos, si uno deja solamente los crímenes de lesa humanidad,
cuya obligación o estándar jurídico dice la Corte Interamericana es juzgarlos
todos, todos los casos tengan una solución jurídica para que no se permita la
impunidad que dice Velazco Rodríguez. Entonces, nos tardaríamos según los
cálculos 99 años en formularle cargos a todos los que están en Justicia y Paz,
cuando la pena máxima del subrogado sería 8 años. Ya llevamos prácticamente 6,
tenemos 9 condenas, en 2 años la mayoría de personas que están por Justicia y
Paz terminarían pena cumplida, y todavía no han sido llevados a los juzgados. Es
más, como Suárez Rosero en Ecuador, algo así, en dos años vamos a tener que
ver qué hacemos, ¿los liberamos? ¿Queda cumplido en pena a pesar de que
nunca les hicimos juicio? ¿Qué pasó con toda la idea de reparación que buscaba
el proceso transicional? Y con los otros, la ley 1424 es la ley esta nueva de los
Acuerdos Históricos, 526 años para establecer todo este juzgamiento. O sea, unas
45 generaciones. Uno cómo enfrenta esa situación, ahí uno se encuentra cosas
difíciles. Ya sabes la cual discusión que existe en Colombia, que es un argumento
como dice Rodrigo, “pierde amigos”. Cada vez que nosotros hablamos con amigos
sobre esto, es un tema difícil, es todo el tema de la selección y priorización.
Cuando uno habla de priorización, la gente empieza a mirarlo mal, pero todavía no
le quita el saludo, que es la idea de está bien, si tenemos tantos casos, pues
entonces hagamos un sistema de priorizar cuáles nos importan más como
sociedad, porque si no la priorización va a ser en muchos casos los más fáciles.
La fiscalía ha llevado las nueve sentencias son las nueve sentencias así como
más importantes, no es el caso Fujimori, no es el caso Álvaro Uribe si existiera, o
cosas como esas, sino los casos más fáciles son los que van saliendo. Entonces,
los megacasos y todo eso que son más difíciles van quedando atrás en la cola,
que serían los más. Entonces, o uno prioriza o los hechos le van priorizando a
uno. Pero de todas maneras ahí hasta establecer una cierta priorización.

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El problema es cuando uno habla de selección. ¿Es posible dentro de crímenes de
lesa humanidad seleccionar casos para llevar a la justicia, sabiendo uno y
reconociendo que eso va a significar que haya casos que no se investiguen ni se
sancionen?
Hace un rato yo quería preguntarle a Pancho [Francisco Soberón], porque él
decía, “nosotros con los casos de la época de Fujimori ya estamos satisfechos, y
en eso estamos distintos a los argentinos, no le creemos a Mick Jagger”. Ahora
estamos pensando en los otros. Pero si uno aplicara el estándar jurídico a lo largo
y ancho diría “ustedes no tienen por qué estar satisfechos”, cada caso de cada
violación que ocurrió en el caso Fujimori pues tiene que ser llevado a los
tribunales. O si no va a venir la Corte Interamericana luego, como le llegó a Chile,
le llegó a Argentina, le llegó a todos los otros países. En ese debate es en el que
estamos.
Y lo que en parte nosotros hemos venido elaborando es que inevitablemente la
selección y priorización es un debate que tiene que darse. Y tiene que darse de
manera adecuada, o uno tiene unos criterios claros de selección y de priorización,
o tiene unos oscuros en la realidad, que es lo que estamos nosotros viviendo. Que
es, o la priorización se hace porque uno establece cuáles son los criterios de
importancia, o los criterios de vulnerabilidad, o los criterios de impacto social, o lo
que sea, o es como ahora que los casos más fáciles, en donde hay más prueba,
en como ya se van muriendo porque va pasando el tiempo y se van muriendo los
testigos, y las personas involucradas, entonces ya la selección natural se encarga,
el darwinismo de la justicia transicional se llamaría eso, que es un poco lo que ha
sucedido en los casos argentinos y uruguayos. Hay un darwinismo de la justicia
transicional, la selección natural se ha encargado de hacerla por uno. Entonces,
es posible desde una visión democrática de los derechos humanos. Y de la visión
de la justicia transicional como un mecanismo especial de justicia, plantear estos
debates sobre selección y priorización.
Nosotros creemos que sí, hay en este momento dos debates ya más concretos en
Colombia que es reformar de nuevo la Constitución, sea porque esa puerta que
teníamos hacerla un poco más grande, que es establecer como un marco
constitucional que permita luego entablar negociaciones con otros grupos. Porque
es que la cuestión es que nosotros no tenemos ya el problema del conflicto
resuelto. Nosotros todavía tenemos combatientes que queremos que se sienten a
la mesa a negociar. Y después de que pasó con los paramilitares que les dijeron
cero cárcel, y ahora están presos, y están presos en Florida, y en el distrito de
Nueva York, los guerrilleros dicen, “cómo, ¿para que me hagan lo mismo? No,

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gracias.” Entonces, la idea es establecer un marco constitucional que en frío,
antes de que existan negociaciones, se puedan discutir ciertos temas que ya
queden escritos más o menos, yo no diría en piedra, porque la constitución
colombiana nosotros la cambiamos cada ocho días, pero al menos con la mayor
seguridad jurídica, ya que eso nos gusta tanto a los abogados. Y el otro tema es la
reforma a la ley de Justicia y Paz para permitir selección y priorización en los
casos ya existentes dentro de ese sistema. Esos son como los tres grandes
debates, algunos son más polémicos, sobre todo el de selección y priorización.

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María Eugenia Solís García

Abogada y notaria guatemalteca, con estudios de especialización en Derecho Laboral y Maestría


en Derechos Humanos. Catedrática universitaria en Programas de Maestrías en Derechos
Humanos. Es cofundadora, columnista e integrante del Consejo Editorial de la única publicación
feminista mensual de Guatemala, la Cuerda. Tiene publicaciones en temas de derechos laborales,
sexuales y reproductivos de las mujeres, el acoso sexual, justicia de género, reparaciones desde la
perspectiva feminista y los derechos socio ambientales. Desde 1997 formó parte del Caucus de
Mujeres por una Justicia de Género que realizó trabajo y acción política para que el Estatuto de
Roma de la Corte Penal internacional tuviera perspectiva feminista. Es la única latinoamericana
integrante del Directorio de Iniciativas de Mujeres por una justicia de género, alianza internacional
de feministas que monitorea la Corte Penal Internacional. Fue jueza ad-hoc de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y como experta en justicia para las mujeres ha rendido
informe como perita ante tribunales guatemaltecos y en la Audiencia Nacional española en el caso
de genocidio. Actualmente ocupa el cargo de Directora de la Oficina de protección de testigos del
Ministerio Público.

Entro ya directo en la ponencia haciendo dos aclaraciones que quisiera que


tomaran en cuenta cuando me escuchen. Primero, sin hablar mucho del contexto
que les quede clarito que nuestro sistema de justicia no tiene nada que ver con el
de ustedes. De Colombia para abajo no teníamos ni siquiera las instituciones que
aquí están ahora, el Ministerio Público tiene quince años, la Defensa Pública tiene
cuatro, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses que es apoyo tecnológico y
científico a la justicia, tiene tres. Todo está nuevecito. El sistema político en
Guatemala fue una sucesión interminable de dictaduras, llegaban los militares vía
fraude, así que la democracia es enclenque. El sistema de justicia no es que fue
desmantelado con las cuatro décadas de conflicto armado, no existía la
independencia judicial. El Congreso que vía fraude también había sido electo,
elegía el presidente, el presidente se jalaba sus ocho amigos, y esa era la Corte
Suprema. La academia, las facultades iban por ahí también. Con un oscurantismo
terrible, cuarenta años de no llegar un extranjero, ahí no llegaba ni Dios, de
dictadura en dictadura nos fuimos.
Así que pueden explicarse la calamidad que era nuestro sistema de justicia. Y
luego, por supuesto, este sistema reproducía las grandes desigualdades. El
acceso a la justicia dependía de la clase social, de la etnia, eso está todavía muy
impregnado en nuestro sistema de justicia penal, que es el específico sobre el cual
estamos hablando. Nosotros no tuvimos ningún problema como Colombia de qué
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hacer con la transición, el postconflicto, nada. Se hizo un Acuerdo de Paz, se
elaboraron dos Informes de la Verdad, uno dirigido por la Iglesia Católica porque la
Iglesia Católica en Guatemala tiene una vertiente de la Teología de la Liberación y
progresista, y muy cerca de la opción de Cristo por los pobres, y tuvo la vertiente
cerca del poder, sacralizando todas las atrocidades que hacían las dictaduras.
Pero esta Iglesia Católica progresista se monta el proyecto interdiocesano de la
Recuperación de la Memoria Histórica, y produjo el informe “Guatemala, nunca
más”. Pero como asesinan al obispo Juan Gerardi- quien dirigió todo el informe y
todo el proyecto – a los dos o tres días, nos concentramos en pedir justicia por
Gerardi en lugar de difundir el informe de la verdad que había salido.
Al año siguiente sale el informe de los Acuerdos de Paz, que estuvo dirigido por
personal de las Naciones Unidas (ONU), que fue un mega equipo, y produce en
Guatemala la Memoria del Silencio. Las víctimas de uno y de otro, pienso que hay
que agregarle un poco de contenido ético a esto de los Informes de la Verdad,
porque fueron actos políticos. La gente sale del pánico, sale del miedo y del dolor,
sufrimiento personal, comunitario y sale al público construyendo una confianza en
quienes recibieron los testimonios, y logra colectivizarse y producirse, escribirse
una memoria. Así que yo pienso que los Informes de la Verdad fueron ejercicios
políticos, ejercicios de confianza y de esperanza en que con esta verdad
construida algo íbamos a hacer. No teníamos muy claro porque en el acuerdo de
paz que se habló del informe que había que construir y redactar, se dijo cincuenta
años va a estar en la ONU guardadito, en secreto, no van a revelarles nombres,
nunca.
Es decir, la posibilidad de justicia, olvídense, eso no fue nuestro tema. Nosotros lo
que queríamos era una reivindicación histórica de reconocer que eso había
existido, que no era invento de la guerrilla, ni de la izquierda, ni de los científicos
sociales extranjeros, que no paraban de escribir sobre la “guerra de baja
intensidad”, término que nos repugnaba, porque baja intensidad será para Francia
tal vez, pero nosotros teníamos destruido el país. Nosotros fuimos más como
dicen mis amigos que son del pago budista, esperamos que fluyera, no tuvimos
demasiada estrategia, el día nos comía sobreviviendo, protegiendo a los testigos
que iban a dar sus testimonios a la Iglesia Católica, para la Comisión de
Esclarecimiento Histórico. Y así nos fuimos fogueando en el tema de la verdad,
fuimos oyendo víctimas y a su ritmo estableciendo el criterio de selección o
prioridad. Aparte de las habilidades y destrezas que íbamos generando las
asociaciones de derechos humanos y pues de alguna manera,
profesionalizándonos, que ni de derechos humanos sabíamos en el año 83, 84.

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El primer caso, el mega-ensayo, fue el caso paradigmático de Myrna Mack. Tuvo
la virtud la máxima dirigente de la Fundación Myrna Mack de no irse al Sistema
Interamericano de Derechos Humanos a intentar que se hiciera justicia en
Guatemala. Y eso es de los grandes méritos; como decimos allá, que tenemos
tradición campesina, el caso “chapeó milpa” abrió brecha, hizo camino. El acusado
era un miembro del servicio de inteligencia a quien se le ordena exterminar a una
antropóloga – Myrna Mack - que estaba evidenciando con sus investigaciones dos
regiones donde había un desplazamiento forzoso, gracias al exterminio, a las
masacres y al genocidio. La asesinan en el año 1990, tres años se tarda el
proceso para condenar al autor material, y nueve años se tarda el caso nacional
para llevar por primera vez - lo que jamás soñamos siquiera - a tres militares de
alta jerarquía sentados frente a nosotros en el banquillo de los acusados.
En ese ínterin se consiguen muchísimas reformas trascendentales, porque el litigio
del caso Mack y todos los de derechos humanos - me van a permitir los teóricos
de la justicia transicional - más que justicia en el caso concreto ha sido un
fortalecimiento para el sistema en general, que era una parodia, una ruina, todo
estaba pendiente de construir. El caso Mack elimina el fuero militar, se consigue
una reforma en el Congreso. Se cuestiona la figura del amparo, que se supone
que es un mecanismo para proteger derechos humanos a nivel nacional pero
estaba pervertido en el país, y es un mecanismo, como dijo el Sistema
Interamericano en varias sentencias “de retardo malicioso y de denegatoria a la
justicia”. Entonces, está en proceso una reforma al amparo, que sigue saboteando
sobre todo al Colegio de Abogados, que es una fuente de enriquecimiento
totalmente ilícito. Está también la sanción de la ley de acceso a la información. Los
militares no daban información, jamás aportaron datos para los Informes de la
Verdad y los jueces y fiscales también han sido incapaces de ponerles un plazo y,
vencido el plazo, por desobediencia procesarlos. Jamás se ha dado eso, no se
han atrevido.
Hubo una total ausencia de información por parte del ejército. Se consiguió la ley
de acceso a la información, el secreto de Estado quedó regulado, no como
queríamos, pero se empezó a debatir sobre ello. Otra creación importante fue el
Instituto Nacional de Ciencias Forenses, y por último lo de la inteligencia civil.
Como el caso Mack fue un operativo de exterminio, operativo de inteligencia, lo
que se buscaba es que la inteligencia estratégica u operativa la hicieran civiles, y
se desmilitarizara el tema. Precisamente porque ahí nuestro presidente actual fue
de los que presidió el Sistema de Inteligencia Militar. En ese órgano se decidía la
vida o la muerte de personas y colectivos. El caso Mack abre esa brecha, y por
supuesto que fue un aliento y demostró que sí se podía. Este caso además tuvo
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una cooperación de Argentina impresionante; ahí desfilaron, y aprendieron, y nos
acompañaron parejo muchísimos latinoamericanos, y estadounidenses y fueron
reforzando esas capacidades. El final del caso Mack es de tres procesados y solo
uno condenado; cuando finalmente se gana en primera instancia, en segunda
absuelven al único condenado y cuando Casación se gana y van por él ya se
había fugado. Si lo ven en estos términos, hacemos cara de tristeza para siempre,
pero si ven lo que fue el caso al nivel más profundo de la sociedad, yo creo que
allí es donde hay que ver las cosas con un sentido más integrador, y más político.
Fue el caso emblemático para el país entero, nadie sabe a veces ni quién es el
presidente de la República, en los lugares más apartados, pero ustedes llegan a
hablar a la gente del caso Mack y todos lo conocen, porque además era china. En
Guatemala hay un racismo contra los indígenas y contra los chinos, y la máxima
dirigente de la Fundación era una china, y su hermana muerta era china, entonces
había un montón de elementos ahí que es donde se desmontaron racismos, y
hubo una confluencia enorme. El manejo de medios fue también maravilloso.
Pienso que también es muy importante a la hora de los litigios, no litigar a través
de los medios, porque esa sí es una agresión para la independencia de los jueces
y la presión para los fiscales es seria, pero sí contextualizar de qué se tratan los
casos. Yo pienso que los casos tienen que ir acompañados de una estrategia
comunicacional, contextualizar de qué se trató, porque allí es donde está la
recuperación y la difusión de la memoria, y me parece que es un elemento muy
importante de esto de la justicia transicional.
Así que fuimos avanzando. Las exhumaciones, hay diócesis que no quisieron
participar, obispos que dijeron que eso era confrontar, y era exacerbar las
contradicciones en un país tan estratificado. Pero ellos empezaron haciendo
exhumaciones, curiosamente dejaron que la tierra hablara, y les entregara sus
muertos. El Instituto de Antropología Forense tuvo un gran apoyo, no dejamos de
hacer cosas.
Ya estábamos en el Sistema Interamericano, con las exhumaciones, es decir, las
organizaciones sociales y las víctimas todo el tiempo estábamos en algún nivel y
en algún espacio. Es decir, para entender lo que ahorita está sucediendo, que ya
tenemos 8 sentencias de desaparición forzada, de ejecución extrajudicial, de dos
masacres, con todo y los tipos penales tan deficientes que se les aplican. . No
tenemos todavía ratificado el Estatuto de Roma, pero tenemos sentencias por
desaparición forzada. Por ahí están entrando los fiscales y los jueces y juezas.
Estos juicios se están tramitando en juzgados especiales que se llaman “de alto
impacto”, casi todos integrados por mujeres, hay que decirlo. Los juicios en el caso

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Mack, las mejores sentencias también las dictaron mujeres, hay un protagonismo
allí de muy buenas juezas y valientes. Pienso que finalmente Guatemala está
poquito a poco reaccionando y cumpliendo su obligación, la obligación
internacional de investigar, de construir la persecución, la acusación y luego
enjuiciar. Contamos con sentencias condenatorias de 6.000, 12.000 años, porque
suman delito tras delito y se trata de más de trescientas víctimas de masacres. Sin
embargo, es preciso aclarar que la pena máxima en Guatemala es de 50 años de
prisión.
La ejecución de las condenas en estos casos es otro nivel donde puede darse la
corrupción. Constantemente hay que monitorear a la Fiscalía y al juzgado de
Ejecución porque argumentan que los condenados han trabajado y estudiado y les
reducen el tiempo de condena a muy pocos años. Si no se fiscaliza a esos dos
órganos, en cinco años está libre.
De tal manera que fuimos a hacer toda una escuela en el Sistema Interamericano.
Guatemala creo que tiene la deshonra de pelearse con Perú los mayores
números de condenas; hubo condenas por desapariciones forzosas de un niño,
porque sus hermanos, hermanas, eran militantes del partido comunista, también
por limpieza social de un grupo de niños, porla ejecución de Myrna Mack, que fue
crimen, asesinato de estado, por dos o tres masacres. Pienso que todo ello fue
fundante para poder llegar a la justicia nacional. En el Sistema Interamericano
nosotros logramos que se hiciera ya no la tomografía, ni la radiografía, sino la
resonancia magnética de cómo en Guatemala está tan estructurada la impunidad,
todo lo que revelan esas sentencias. Nosotros lo habíamos dicho a nivel interno,
pero esta vez fue la voz autorizada y legítima del Sistema Interamericano en el
caso de Dos Erres y en el caso Mack. Esto se devuelve con fuerza hacia
Guatemala, a partir de que se perfiló el amparo como un mecanismo de retardo
malicioso. Se le probó al Sistema Interamericano que doce amparos en el caso
Mack retrasaron tres años y medio el proceso. Y en el caso de Dos Erres, en el
que hay trece procesados, llegamos a 85 acciones de amparo, que tenían
paralizado todo.
A partir de la condena de Dos Erres no ha habido un solo amparo que entorpezca
el procedimiento. Es decir, el sistema nuestro reaccionó ante lo logrado en el
Sistema Interamericano.
Pienso que ha sido retroalimentador, porque lo que nosotros de guatemaltecos
hemos llevado a la Comisión [Interamericana de Derechos Humanos] y después a
la Corte, ha sido enriquecer el sistema y forzar a que el sistema se pronuncie en
temas, en cuestiones procesales, pero también se nos ha venido de vuelta con un
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reforzamiento de argumentos y de capacidades jurídicas a nivel nacional. Y la
jurisprudencia nos ha servido muchísimo.
Lo terrible a nivel de víctimas y testigos es que en Guatemala hay otra
característica que nos hace diferentes. La Fundación Mack lo detectó con la
debida anticipación, los militares se estaban refuncionalizando. Al finalizar el
conflicto, todos los jefes militares y policíacos se constituyeron en los jefes de la
delincuencia organizada. Ellos ya habían empezado durante el conflicto armado
con todos los tráficos ilegales de migrantes, y la trata, el contrabando de madera,
de obras arqueológicas, y ahorita la delincuencia organizada tiene un peso terrible.
Y lo que sucede es que la gente que en forma heroica va a declarar, se enfrenta
con el hecho de que no sólo están cuestionando a los responsables de las graves
violaciones a los derechos humanos, sino a los jefes de la banda, los jefes de la
delincuencia organizada, de las mafias.
De tal manera que se están enfrentando los juicios pero contra unos poderosos
magnificados, porque hasta está la delincuencia organizada transnacional atrás.
Así que existe una dificultad clara para desarrollar el litigio ahorita; pese a eso,
como les dije, ya hay varias sentencias, hoy empieza la histórica batalla por la
Masacre de Plan de Sánchez, que además tiene una característica especial. Yo
les invito a leer esa sentencia, por primera vez la Corte Interamericana habla de
los derechos culturales violados al matar a ese pueblo indígena Achí y con ello
muere una identidad y características éticas singulares. Además, la justicia que se
exige ahora en Plan de Sánchez ya no es como lo fue ante la Corte, es otro nivel
de argumentación, porque si bien nos sirve como base la masacre, así es como la
categoriza la Corte Interamericana, en Guatemala podemos decir que se trata de
genocidio. Por supuesto, pero si habla de esa matanza, de crimen internacional de
Estado. Y hay que decir que aun cuando va a ser conversación para mañana, toda
la violencia específica que sufrieron las mujeres está desdibujada, porque si bien
se dice que hubo violaciones, no con el grado de especificidad, la dimensión
dentro del genocidio, como elemento constitutivo de ese genocidio, ni como tortura
en estas sentencias que hemos logrado. La Fiscalía de Derechos Humanos
todavía no tiene esas capacidades. Ya están planteadas tres denuncias desde
otra dimensión, con otra argumentación y un conjunto de pruebas donde sí se va a
lograr una condena específica por violencia de género.
Se me estaba olvidando una cosa importante. Al tiempo que estaban las
exhumaciones fuera del ámbito judicial y la batalla en el Sistema Interamericano,
también estuvo una lucha que se hizo en la jurisdicción universal, en la Audiencia
Nacional Española. En el año 1998, Rigoberta Menchú presenta una primera

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querella, donde coloca el tema del genocidio, asesinato, desaparición forzosa y
tortura. Y a eso se han ido agregando muchas otras, que han ido ampliando la
querella inicial. La última ampliación de la querella fue la del año pasado, que
resuelve el juez Santiago Pedraz con la inclusión de los crímenes de género.
Mañana vamos a platicar también de eso. Pero sí los logros son estos que les
señalo, pienso que hay que entender esto como un fortalecimiento del sistema,
también es toda una construcción del sujeto político, los indígenas, las mujeres,
incluso la niñez, porque que se ha hecho bastante en Guatemala en reencuentro
de esos niños que finalmente quedaban abandonados después de las masacres,
el primer conjunto de niños que fueron utilizados para el tráfico ilegal, que también
organizaron los militares. Ese es el origen de las adopciones ilegales en nuestro
país, y toda la exportación que hemos tenido por décadas.
Se ha ido fortaleciendo el reclamo social en argumentación más rica, no solo
desde el punto de vista de los derechos humanos, sino como esa construcción del
sujeto político que por primera vez se atreve a exigir, que se asume víctima, que
hubo un daño, y además reconocen perfectamente quiénes son los agentes
dañadores.
No es un sistema, no solo es una institución, sino el grado de dificultad que
tenemos, por ejemplo, con las mujeres indígenas víctimas de violencia sexual.
Ellas viven en las mismas comunidades donde viven los perpetradores: ex
patrulleros civiles, comisionados militares y soldados Ellas y sus familias están
constantemente amenazadas y en un alto grado de vulnerabilidad.
Pienso que en Guatemala al tiempo que hay retrocesos, por ejemplo, encarnados
en quién precisamente nos está gobernando ahora y lo que representa la sobre-
militarización. Nunca se desmilitarizó el país, era más ficción, ciencia ficción que
hacían, en el cumplimiento de los acuerdos de paz. Pese a esto, hay avances a
nivel de sociedad que reclama, que asume que les fueron violados sus derechos,
hay un conjunto de personas profesionales en la fiscalía, los jueces ya están
dando muestras de otro carácter, ya están dando muestras de independencia. Hay
un contagio ahí de valentía, y de más carácter.
Por supuesto, los obstáculos tengo que mencionarlos. La corrupción es un enorme
problema, porque así como les dije que lo poderosos dirigen la delincuencia
organizada y son jefes de las mafias, también tienen mucha plata para corromper
jueces y peritos Si bien es cierto, el presupuesto de la nación es muy escaso, para
justicia era casi nulo, hace mucha falta plata para invertir en las cinco instituciones
que forman el sistema, no se coordina y no se forman las articulaciones que se

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debieran, en estos casos sobre todo en los que se re-victimiza a los testigos
víctimas.
En la actualidad están desarrollando una nueva estrategia comunicacional para
hacer visible que los militares, y los agentes del Estado que cometieron graves
violaciones a los derechos humanos, fueron víctimas del conflicto armado interno.
Están denunciando y querellándose contra jefes guerrilleros que forman parte de
organizaciones de Derechos Humanos o son líderes comunitarios.
Entonces, hay una contrademanda: se avanza con sentencias, pero al mismo
tiempo los miembros de estas organizaciones están siendo denunciados por
sabotaje, secuestro, y están en las nóminas completas de todos los guerrilleros
que condujeron las organizaciones político-militares de la guerrilla. De nuevo se
replantea el dilema de la verdad, pues ellos nunca participaron en el Informe de la
Verdad, afirman que son víctimas que quedaron fuera. Hemos tenido que invertir
un montón de tiempo contra argumentando. Nunca prestaron declaración porque
no quisieron, nunca creyeron en el proceso de construcción de una memoria, pero
toda esta batalla comunicacional es una ofensiva muy, muy fuerte que también
tiene a mucha gente confundida. Están reeditando el dilema del esclarecimiento
histórico. Y todo el tiempo está muy ideologizado y muy polarizado el tema de los
procesos contra los militares. Los medios de comunicación también los ayudan
con el uso de la imagen, mostrándolos viejitos, en silla de ruedas, así como
abuelito, pobrecito, acabado, cuando les sabemos el pasado glorioso que tienen
como salvadores de la patria por el exterminio, el genocidio que ejecutaron. Pero
hasta las imágenes que presenta la prensa la gente dice “ya déjenlos en paz,
pobrecitos”. Sí se están aprovechando como siempre, en Guatemala casi no hay
un debate ilustrado, casi siempre se encienden pasiones, temores y pánicos, y así
es como está confrontada siempre la situación o la interpretación de los hechos.

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Segunda sesión: “Debates en torno a los mecanismos de verdad”

Emilio Crenzel

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), investigador del CONICET y profesor
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Es autor de los libros El
Tucumanazo (Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991), Memorias enfrentadas: el
voto a Bussi en Tucumán (Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2001), La historia política
del Nunca Más: La memoria de las desapariciones en Argentina, (Siglo XXI, Buenos Aires, 2008),
Los desaparecidos en la Argentina: Memorias, representaciones e ideas (1983-2008) (Comp).
(Biblos, Buenos Aires, 2010) y Memory of the Argentina Disappearances: The Political History of
Nunca Más (Routledge, 2011, Nueva York/Londres). Entre otras revistas, publicó artículos en
Iberoamericana. Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies [Estocolmo], The
International Journal of Transitional Justice [Oxford] y Estudios Interdisciplinarios de América Latina
y el Caribe [Tel-Aviv], Revista Internacional de Filosofía [Madrid/México]. Sus intereses de
investigación incluyen la historia y la memoria de la violencia política y la dictadura en Argentina y
las políticas de justicia transicional ante experiencias de violencia extrema.

Nunca más. Estas dos palabras se han convertido en Argentina en un emblema,


en un símbolo de las luchas que se han llevado adelante en el país, prácticamente
en los últimos 40 años, por la verdad, la justicia y la memoria, en torno a los
crímenes cometidos por el Estado en la década del 70 y principios de la década
del 80. En esta exposición, voy a resumir algunos aspectos de mi trabajo sobre la
historia política del Nunca más, el cual analiza cómo estas dos palabras se
constituyeron con ese carácter en la Argentina, a partir de la reconstrucción de la
investigación que desarrolló la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas, CONADEP. Voy a mostrar, además, las características principales que
asumió esa investigación, los alcances del conocimiento que alumbró, y sus
relaciones con las luchas por la justicia y la memoria, los otros dos pilares de esta
tríada sobre la cual se sostienen en Argentina las disputas con relación a este
pasado. Por último, voy a mostrar algunos límites que, pese a este conocimiento
alumbrado por la CONADEP, persisten para pensar estos hechos.
Como decía antes, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas,
CONADEP, fue creada el 15 de diciembre de 1983, por el presidente Alfonsín,
cinco días después de haber asumido la presidencia de la Nación. Y dos días

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después de que ese presidente ordenase el enjuiciamiento de los líderes de las
organizaciones guerrilleras, Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros, y de
las tres primeras juntas militares que gobernaron bajo la dictadura militar. La
CONADEP tenía como metas investigar el destino de los desaparecidos, elevar
las pruebas conseguidas a la justicia, determinar el destino de los niños
sustraídos, denunciar todo intento de ocultamiento o de destrucción de pruebas, y
publicar un informe final con las conclusiones de su investigación. Todo esto lo
debía hacer en el plazo de seis meses. La tarea se iniciaba prácticamente sobre
fines de año, y para mediados del año siguiente esta comisión tenía que realizar
este conjunto de tareas. Luego, el Ejecutivo extendería tres meses más el plazo
para que esta comisión trabajara.
Lo que pude detectar, a partir de mi investigación, sobre la CONADEP y el Nunca
más es que esta comisión fue, de hecho, la primera comisión de la verdad exitosa
a escala internacional ya que, como señala Priscilla Hayner en su libro Verdades
innombrables. El reto de las comisiones de la verdad que analiza
comparativamente las comisiones de la verdad creadas en todo el mundo, la
comisión de Uganda y la comisión boliviana, las únicas que antecedieron a la
CONADEP y que habían sido creadas para investigar el destino de los
desaparecidos habían fracasado en su cometido. La comisión ugandesa por
acusar al propio gobierno que la había constituido de ser perpetrador de las
desapariciones, mientras que la comisión boliviana constituida por el presidente
Siles Suazo, no alcanzó a publicar su informe.
La CONADEP, decía, se constituyó en la primera comisión de la verdad exitosa a
escala internacional. En mi libro, explico que en realidad este éxito no se debió
solamente al carácter estatal de esta comisión, o a las personalidades notables
que la integraron -como el escritor Ernesto Sábato, su presidente- sino que
fundamentalmente debe ser explicado a la luz de las relaciones, de las alianzas y
del esfuerzo compartido, que significó la investigación de la CONADEP, entre el
Estado y el movimiento de derechos humanos.
El movimiento de derechos humanos colaboró mayoritariamente con la
CONADEP, pese a que también reclamó que el Congreso de la República
asumiera la investigación de las desapariciones. Integraron la conducción de la
CONADEP a nivel nacional varios miembros de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
Pero, también, otros organismos de derechos humanos aportaron cuadros
dirigentes a las delegaciones que constituyó la CONADEP en determinadas
provincias del país para recibir denuncias; aportaron las sedes físicas, los locales

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del propio movimiento de derechos humanos, para que la CONADEP funcionara
allí donde los gobiernos provinciales no colaboraban con la comisión. Incentivó a
los familiares de desaparecidos y a los miembros de los organismos a ir a declarar
ante la comisión, a ofrecer sus testimonios. Colaboró recolectando denuncias en
aquellos lugares donde la CONADEP no constituyó, por el poco tiempo que tenía
para desarrollar su investigación, sedes o delegaciones.
La intervención del movimiento de derechos humanos se verificó también en la
participación de varios de sus miembros en un programa de televisión, visto por un
millón seiscientas mil personas, a través del cual la CONADEP adelantó las
conclusiones de su informe. Las conducciones de los organismos, también
sugirieron recomendaciones que la CONADEP mayoritariamente incluyó en su
informe final, que llevó por título “Nunca Más”, para elevar a los poderes del
Estado en función de tratar de prevenir la reiteración de los hechos. Es decir, lejos
de ser una comisión solamente estatal, o integrada por notables, en mi libro La
Historia Política del Nunca Más he demostrado que la investigación de la
CONADEP supuso una alianza tácita entre el Estado y la porción mayoritaria del
movimiento de derechos humanos y que el éxito de la investigación de la
Comisión se explica por esta alianza.
“Nunca más” significó la ruptura del monopolio de la interpretación que hasta allí
habían ejercido los perpetradores de las desapariciones. “Nunca más” ofreció una
nueva verdad pública sobre un crimen que había sido sistemáticamente negado,
relativizado y/o justificado por sus perpetradores. Estableció la responsabilidad del
Estado en las desapariciones, el carácter sistemático de las mismas, las
secuencias que habían comportado las fases públicas: los secuestros,
mayoritariamente producidos en lugares de trabajo y estudio y en las calles, con
las fases clandestinas de este sistema: el cautiverio de los desaparecidos en los
centros clandestinos, y su mayoritario exterminio.
El “Nunca más” ofreció una dimensión nacional y sistemática de las prácticas que
comportaban este sistema, estableciendo la existencia de 8.960 casos de
desaparición y de 340 centros clandestinos que funcionaron en el país, donde
estuvieron cautivos los desaparecidos. Bajo la noción de centro clandestino de
detención, la CONADEP decidió incluir a toda aquella dependencia que, aunque
hubiera sido solo por horas, había alojado de manera ilegal a una persona.
Existieron centros clandestinos principales como la Escuela de Mecánica de la
Armada, o Campo de Mayo, los más emblemáticos, y otros menos relevantes
como determinadas comisarías, donde los desaparecidos habían estado alojados
por periodos breves.

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El “Nunca más” ofrece esta reconstrucción de la secuencias del sistema de
desapariciones a partir de, fundamentalmente, la inclusión de los testimonios de
los sobrevivientes y de los familiares de los desaparecidos. Es decir que, tanto en
la investigación de la CONADEP como en su informe, la voz del Estado y la voz de
las víctimas y del movimiento de derechos humanos se van entremezclando y
conforman, podríamos decir, una verdad compartida sobre este sistema de
desaparición.
El “Nunca más” también postuló, brevemente, un origen de la violencia política, a
la cual propuso como fruto de la intervención de dos extremos ideológicos,
desresponsabilizando a la sociedad política y civil por las desapariciones ocurridas
antes y luego del golpe de Estado.
En este sentido, el “Nunca más” estableció también una periodización institucional
en relación al sistema de desaparición. Porque, si bien reconoció la existencia de
desaparecidos antes del golpe de estado, estableció o centró su foco en lo
ocurrido luego del 24 de marzo de 1976. Por otro lado, el “Nunca más” no se
pronunció o estableció una relación difusa respecto a la relación de la verdad que
alumbró con la acción de la justicia, puesto que responsabilizó a las Juntas
militares por el crimen; de algún modo aceptó la proposición del Poder Ejecutivo
de que para la gran masa de perpetradores había habido una especie de
imposibilidad de desobedecer las órdenes emanadas de las autoridades
superiores; pero en consonancia con la mirada del movimiento de derechos
humanos negó la existencia de “excesos” o de hechos especialmente “atroces o
aberrantes”.
También, el “Nunca más” propuso una representación de los desaparecidos, en su
gran mayoría presentados en sus páginas a partir de sus datos identitarios
básicos, sus edades, sexos, ocupaciones, pero en ningún momento por sus
compromisos políticos. En su prólogo, el “Nunca más” excluye de ese universo, el
de los desaparecidos, a los miembros de la guerrilla y luego en su corpus también
excluye a cualquier militante político. De este modo, el Nunca más también recoge
un discurso, una narrativa que se había forjado durante la dictadura, al interior del
movimiento de derechos humanos, que presentaba a los desaparecidos a partir de
estos rasgos identitarios básicos, en consonancia con la forma en que
estandarizaban los formularios de denuncia a escala global las redes
transnacionales de derechos humanos. Ellas, buscaban sobre todo establecer la
materialidad y la veracidad de crímenes que eran negados por sus autores,
dejando de lado consideraciones sobre la historia y la política. Estos últimos
aspectos, habían formado parte fundamental del tono de las denuncias que la

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militancia radicalizada había realizado sobre las violencias de estado antes del
golpe del año 76.
De algún modo, el Nunca más recoge este nuevo estilo de denuncia forjado
durante la dictadura, despojando a los desaparecidos de todo compromiso político.
El Nunca más tuvo un efecto sustancial en otras políticas de justicia transicional, y
en las políticas de memoria llevadas adelante luego en Argentina, ya que su estilo
narrativo y el corpus probatorio que reunió la CONADEP fueron esenciales en el
juicio a las juntas militares, pero también se constituyeron en modelos de otras
comisiones de la verdad. El Nunca más fue incluido en el currículo educativo para
transmitirles a las nuevas generaciones un sentido de este pasado y sirvió para
elaborar ciertos relatos de museos de la memoria.
El archivo de la CONADEP y el material probatorio recabado por esta comisión
son esenciales para la prosecución de los juicios actuales. Priscilla Hayner, que
acaba de reeditar su libro en inglés sobre las comisiones de la verdad, a través de
una versión actualizada, me consultaba sobre la posibilidad de cuantificar en qué
juicios era usado el material de la CONADEP. Y le respondí que realmente en
todos, ya que no hay juicio actual que prescinda de la consulta del archivo
constituido por la CONADEP, más allá de que luego encuentre o no material
probatorio buscado.
De algún modo, se podría decir que el Nunca más y el prisma judicial que guió su
estructuración, cuya meta radicaba en establecer la materialidad, la veracidad de
este crimen negado, las prácticas que comportaba, la identidad de quienes lo
habían perpetrado y la existencia de sus víctimas, también supuso una serie de
límites para interrogar este pasado.
Por un lado, esta inocentización de los desaparecidos ha perdurado a través de la
forma en que los tribunales han interrogado este pasado. Una consecuencia de
ello, es que todavía sabemos poco. No hay un conocimiento constituido de rigor
científico acerca de los compromisos políticos de los desaparecidos, cuestión que
considero vinculada a la persistencia sobre la estigmatización de la militancia.
Tampoco hay un conocimiento elaborado acerca de su perfil de clase. la
CONADEP los clasificó a partir de categorías no excluyentes, es decir, combinó
categorías ocupacionales como “obreros” o “empleados”, ocupaciones concretas
como “abogados” y “periodistas” y calificaciones ocupaciones como
“profesionales”. Esta forma de clasificar a los desaparecidos trataba de mostrar la
amplitud de la represión, su carácter indiscriminado, y también como está se había
ensañado con determinadas profesiones que personificaban la posibilidad de
defensa en juicio, los abogados, de difusión de las ideas, los periodistas o los
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artistas y los docentes, para aludir a la persecución de la cultura y la educación.
Pero esta información quizá debería, para poder ofrecer un panorama de rigor
acerca del perfil de los desaparecidos en términos sociales, ser reexaminada a
partir de algunos instrumentos con los que el Estado cuenta en su sistema
estadístico, como el Clasificador Nacional de Ocupaciones, o de un programa de
relevamiento que podría encarar el Estado para determinar estos perfiles,
relevamiento que se ve crecientemente amenazado por el proceso de tránsito
generacional que se va produciendo entre los allegados, las relaciones de los
desaparecidos, y sus familiares, es decir entre aquellos que podrían brindar esta
información.
Tanto los compromisos políticos como los perfiles de clase permitirían establecer
la lógica del exterminio, que lejos de tener una perspectiva indiscriminada y
comprensiva, estuvo guiado por una lógica selectiva. El número de desaparecidos
también sigue siendo materia de controversia, y en ese sentido también merecería
un esfuerzo público por exponerlo a la luz del día, sorteando la negación o
relativización que persiste de parte de los perpetradores, y el número emblemático
y hasta fetichista enarbolado por los organismos.
Sabemos también poco sobre el universo de los sobrevivientes. Poco conocemos
con rigor acerca de quiénes eran en términos políticos, más allá del saber
asistemático que tenemos sobre este tema. Tampoco conocemos su carácter de
clase. Ambas informaciones permitirían compararlos con los desaparecidos. Su
número, según datos de 2009 del Archivo Nacional de la Memoria, llegaría a 2700,
sobre un total de 10.000 personas que habrían transitado por el sistema
clandestino de desaparición, nos habla de un universo que, por su envergadura
cuantitativa merece ser analizado. Envergadura que a la vez revela un significado
cualitativo, ya que supera ampliamente a los sobrevivientes de los procesos de
genocidio con los cuales habitualmente, a mi juicio, banalmente se lo compara o
asimila. Y, también, los sobrevivientes no han sido examinados, sorteando las
consideraciones morales, en cuanto a de qué centros clandestinos provienen,
cuándo fueron liberados, y cuáles fueron las relaciones que establecieron en el
interior de estos centros clandestinos con sus captores y con sus compañeros.
Más allá de que Alfonsín propusiera la idea de “obediencia debida”, para sortear
un enjuiciamiento masivo que consideraba que podía hacer peligrar a la
democracia, y que los organismos de derechos humanos impugnaran esa idea
bajo la consigna de juicio y castigo a todos los culpables, sabemos poco del perfil
de los perpetradores, de sus ideas, valores, perfiles de clase, cuánto pesó entre
ellos la obediencia de órdenes superiores o la imposibilidad de desobedecerlas,

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cuánto pesó sus convicciones acerca de la necesidad y justeza de la lucha
antisubversiva, cuánto la búsqueda de ascensos materiales, búsqueda de
reconocimiento, estatus, etc. Sabemos poco, también, sobre las responsabilidades
de otros actores sociales en este proceso: las corporaciones económicas, la
Iglesia, los partidos, los sindicatos, los hombres y mujeres comunes.
En síntesis, quería proponerles un panorama, por un lado del conocimiento que
había logrado ofrecer la CONADEP, una comisión de la verdad, sobre el crimen de
la desaparición forzada cómo esta verdad se había constituido en un patrimonio
común en la Argentina a través de múltiples iniciativas, y por otro lado mostrar
también los límites de esta verdad. Ellos, ponen de manifiesto que ignoramos aún
aspectos clave para lograr comprender en su complejidad el sistema de
desaparición. Por ello, debemos asumirlos como desafíos intelectuales y políticos
de primer orden.

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Cath Collins

Doctora en ciencia política de la Universidad de Londres y profesora asociada en ciencia política


de la Universidad Diego Portales (UDP) desde 2007. Allí dirige el proyecto Observatorio ddhh,
www.icso.cl/observatorio-derechos-humanos , que analiza los juicios actualmente en curso por
violaciones a los ddhh cometidas durante la dictadura chilena de 1973 a 1990 y publica un boletín
con noticias en verdad justicia y memorialización desde el Cono Sur. El Observatorio es miembro
fundador de la Red Latinoamericana de Justicia Transicional, formada en 2011. Collins es
especialista en justicia transicional y ddhh, y sus publicaciones relevantes incluyen el capítulo
‘Verdad, Justicia y Memoria’ del Informe Anual DDHH de la UDP 2011 (disponible en
http://www.derechoshumanos.udp.cl/) y, en inglés, el libro ‘Post Transitional Justice: Human Rights
Trials in Chile and El Salvador’, Penn State University Press, 2010. Es research associate en
Trinity College, Dublin y miembro del Consorcio de DDHH de la Universidad de Londres.

Nuestro tema es ‘debates en torno a mecanismos de la verdad’. Lo que quiero


ofrecer es una apreciación crítica de las varias iteraciones o instancias de
comisión de la verdad en Chile, como ejemplo del tema. Y quizá como
contraejemplo en algunos sentidos, porque Chile ha tenido ya dos comisiones de
la verdad oficiales, según la definición clásica de éstas. Lo cual es bastante poco
usual, y en Chile a veces se presenta como si fuera motivo de orgullo. Pero en el
colegio aprendemos que si te mandan repetir una tarea puede que sea porque no
te quedó tan buena la primera. Y me parece que en este caso el tema va más bien
por ahí. Básicamente que los estándares tanto escritos como tácitos sobre lo que
podemos o que debemos esperar de esos mecanismos han evolucionado, pero
que en muchos casos como en Chile, su diseño y su realización no han estado a
la altura de esos cambios de expectativa. En términos de la evolución a la que me
refiero, por problemas de tiempo, creo que debo postular más que demostrar lo
siguiente: en los inicios de la teoría de justicia transicional se conceptualizaban
verdad, justicia, reparaciones como tres dimensiones distintas, en que incluso se
podía optar por avanzar en una más, y en otra, menos o incluso nada, según las
condiciones imperantes. Pero con el tiempo, nos dimos cuenta, primero, de la
profunda interrelación entre los elementos; y, segundo, que en un mundo perfecto
deben formar más bien un círculo virtuoso. Quizá aprendimos también que el
destino de todo eso, sea pensado como reconciliación, democracia, lo que fuera,
es mucho más incierto de lo que habíamos pensado en el principio.

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Pero en todo caso, en ese replanteamiento llegamos a nuevos y más exigencias y
estándares. Y algunos de estos que creo relevantes acá serian por ejemplo que
una verdad ‘oficial’, el resultado de un mecanismo de verdad, debería ser público,
confiable, completo, y difundido. Que debería ser además un paso hacia justicia,
o por lo menos debe producir una verdad que tenga posibles implicancias en la
justicia. Porque el derecho a verdad esta interrelacionado con el derecho a la
justicia, y en ambos, así como también en términos de reparaciones, se empieza a
hablar del derecho a participación [de familiares o sobrevivientes]. Entonces, el
nuevo pensamiento de verdad, justicia y reparaciones produce una especie de
patrón nuevo que opera como una vara de medición, yo creo, para evaluar
instancias en los tiempos actuales. Y si tomamos ese nuevo patrón, o esa nueva
vara, y la comparamos con lo que tenemos con las comisiones de la verdad en
Chile, ahí vamos a ver con qué nos encontramos.
Tenemos en 1991 la comisión Rettig, la primera, que tiene que ver exclusivamente
con temas de desaparecidos y de ejecutados políticos, es decir, con víctimas
ausentes. A nivel de individualización considera otros tipos de violaciones,
incluyendo a tortura sobrevivida, pero no individualiza sus víctimas. Y en el 1996,
se termina el proceso de calificación de víctimas de esa instancia.
En 2004, tenemos la Comisión Valech que es sobre prisión política y tortura, una
nueva comisión de la verdad que abarca el tema de sobrevivientes,
individualización de víctimas sobrevivientes que había sido ausente en la primera
comisión. Entre 2010 y 2011 se dio una nueva vuelta, lo que llegó a llamarse la
Comisión Valech II, en que se generaron nuevas listas, nuevas nóminas, nuevas
calificaciones o clasificaciones de víctimas reconocidas de ambos tipos de casos,
es decir, tanto de desaparecidos y ejecutados, como de prisión política y tortura. Y
esas nuevas instancias nos dan los siguientes términos de la calificación, es decir,
las cifras de víctimas oficialmente reconocidas - que es muy distinta a la realidad -
pero oficialmente reconocidas por el estado de Chile. Tenemos un proceso en que
la Comisión Rettig reconoce una primera cuota, en el 1996 se terminan de calificar
esos casos. Luego entre 2007 y 2009 el número baja levemente: la cifra baja por
el descubrimiento de algunos casos que incluso llegan a llamarse los “falsos”
detenidos desaparecidos, una construcción política bastante curiosa. [Son en
realidad 10 personas cuyos decesos se habían producido en otras fechas, o en
circunstancias no conectadas con violencia política o, en un caso particularmente
llamativo, una persona que apareció vivo y residiendo desde años en Argentina,
donde había formado una nueva familia]. Finalmente, en el 2011, ‘Valech II’
agrega 30 casos más, y llegamos a un total actual final de 3.216 personas
desaparecidas o ejecutadas.
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Imagen 1

Esto es lo que vemos en las cifras, que están acá, con copias a disposición si las
quieren llevar. En términos de sobrevivientes, es decir, el tema propio de la
segunda comisión, en 2004/5 la primera vuelta nos dio un total de 28 mil y algo
primero, y después con la segunda vuelta agrega casi 10 mil personas más.
Llegamos a un total final que el estado de Chile reconoce, en el 2011, 38.254
personas sobrevivientes de prisión política y tortura en tiempos de dictadura. Si
comparamos las dos vueltas de esa misma comisión [2004 y 2011], uno de los
aspectos contradictorios ha sido precisamente que las proporciones de calificación
son bastante diferentes. La primera vuelta calificó casi el 80% de los casos
presentados. De todos los testimonios presentados, determinó que en 80% podía
llegar a la conclusión de que esa persona sí había sido víctima en los términos del
mandato de la comisión. En el segundo, vemos que desde el 80% de calificación
baja a poco más de 30%, y eso fue uno de los grandes debates, ya que las dos
comisiones supuestamente aplicaban los mismos criterios (ver Imagen 2).
El balance positivo de todo esto en Chile es que hay un proceso de verdad
implementado desde temprano que se va ampliando desde víctimas ausentes -
desaparición y ejecución - a sobrevivientes, quienes habían sido bastante
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invisibles en la primera vuelta. Y con resultados relativamente sólidos. Tenemos
estos pocos casos – una decena - que se sacan de las listas, pero no es que el
contenido haya sido impugnado... Lo que está dentro de las listas generalmente
no ha sido materia de discusión. La discusión tiene que ver con qué es lo que
habría quedado afuera. Las listas son asociadas con reparaciones simbólicas y
económicas. Y esas reparaciones, a diferencia de lo que ha pasado en otros
países, se entregan. O sea, los niveles de concreción de las reparaciones por lo
menos son bastante buenas comparadas con El Salvador u otros países donde es
mucho lo que se decreta, pero es muy poco lo que se concreta. Las comisiones de
verdad en Chile también recogen un amplio y completo trabajo de organizaciones
de derechos humanos en la documentación, o sea, el estado le da un aval y un
reconocimiento a los testimonios recogidos por la Vicaría de la Solidaridad y otras
organizaciones. Y las comisiones a bajar los niveles de negacionismo abierto,
particularmente de 2004 con la Comisión Valech. En mediciones de opinión
pública de la época vimos que, la solidez o el reconocimiento que las personas
dan al contenido de los informes ha ido también en ascenso. Ya es más difícil - no
imposible - pero ya es más difícil, por lo menos abierta y públicamente en Chile,
seguir negando que esto pasó.

Imagen 2

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Pero el otro lado, la otra cara de la moneda, hay unos aspectos más bien
negativos. Que estas instancias sean una secuencia en el tiempo no debe
hacernos pensar que estamos ante una política pública bastante pensada y
diseñada para que todo encaje. Más bien, es improvisación. Entonces, no
estamos ante un incrementalismo en que las políticas se van ampliando con
criterio bien pensado. Más bien parece hacerse por reacción a la coyuntura, de
una manera improvisada en el momento. Y como sabe todo aficionado de jazz,
para improvisar bien hay que tener bastante conocimiento previo de las reglas, la
estructura, la teoría, adonde se quiere llegar. Y eso es algo que no se ve en todas
esas instancias. Son más bien reactivas, yo diría que en muchos casos, en el
Valech II o Valech I particularmente, el motivo es apaciguar, son una forma más
de apaciguar las demandas de justicia. Lo que se pide, lo que se ve en las
demandas de la sociedad civil organizada es más justicia, pero se responde con
un mecanismo de verdad. Además con un mecanismo cuya relación con la justicia
es deliberadamente ambigua. En el caso de Valech, como vamos a ver, se trata
de cortar la relación verdad-justicia en forma bastante explícita, con una
progresiva desvinculación por tanto del impacto judicial de las comisiones de
verdad en el tiempo. La Comisión Rettig tiene cierta implicancia judicial [sus
conclusiones no tienen en sí estatus judicial, ni pronuncia en contra de la ley de
amnistía imperante, pero sí está mandatado a entregar documentación relevante a
los tribunales]. Pero las comisiones Valech, como vamos a ver, tratan de no tener
vinculación con la justicia, tratan explícitamente de no tenerla. Además el proceso
en su forma de realización, en las nuevas comisiones con sobrevivientes
particularmente, es experimentado por muchos testimoniantes como un proceso
más inquisitivo que dignificante. Ahí en términos de su aporte a reparación o
reconocimiento, hay que considerar la experiencia que vive la persona al
acercarse a las últimas dos comisiones [las dos vueltas de la Comisión Valech].
Otro punto en contra es la ausencia de una instancia única y permanente de
calificación de casos. Estas instancias aparecen y desaparecen, y ahora no existe
ninguna. O sea, las cifras totales acumuladas las hemos publicado nosotros [el
Observatorio de DDHH de la Universidad Diego Portales]. No hay hoy en día
dentro del Estado de Chile quien se haga responsable de eliminar las
contradicciones que hemos encontrado en las cifras y estadísticas publicadas
anteriormente, ni siquiera de dar respuesta a consultas sobre cuáles son las cifras
actuales.
Voy a entrar en un poquito más de detalle sobre algunas de las debilidades o
problemas ya mencionados:

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Relación entre calificación y reparaciones: las listas que ahora hay, las nóminas de
victimización que esas comisiones han producido, son hoy el torniquete único y
exclusivo para el acceso a las reparaciones. No hay forma de calificarse para
acceder a ser titular de derecho a reparaciones en Chile, si no estás en estas
listas. Lo cual, por supuesto, da una connotación económica a la inclusión en las
listas. Le da otro peso, otra dinámica al acercamiento a las comisiones, y fomenta
cuestionamiento tanto a los motivos de acercamiento como, por ende, a la
veracidad de los testimonios. Y termina convirtiendo los totales de víctimas en otro
campo más de batalla política. Los titulares de los reportajes en los medios sobre
esta última vuelta de la comisión Valech lo demuestra: dio origen a titulares en la
prensa como “Vivir del Fisco”, llamando atención sobre la cantidad de personas,
10 mil personas más van a estar cobrando ‘suculentas’ pensiones por su inclusión
en la lista de la comisión Valech II. También es sintomático de lo mismo esa
denominación de “falsos” detenidos desaparecidos a casos que se descubrieron
que no debían haber estado calificados, ya sea porque la fecha de deceso era
anterior, por alguna circunstancia, la que fuese... ahora denominarlos “falsos”,
atribuye una intencionalidad que en la mayoría de los casos no existe, o no está
para nada comprobado que exista. Y eso tiene que ver con ese vínculo económico
creado entre reparaciones y comisiones. El problema de cifrar el alcance real del
problema de violaciones, y el de administrar las reparaciones por ellas quizá
deberían ser dos procesos con un poquito más de separación.
La falta de vinculación con justicia que ya mencioné está más explicita en relación
a las comisiones Valech I y II, es decir en las más recientes. Hay una ‘ley de
secreto’ que protege durante un período de 50 años los testimonios, y también
todo el contenido y documentación adicional que no esté publicado en el informe
final. Estos documentos están absolutamente sellados en una bodega en el Museo
de la Memoria, y nadie, ni siquiera el presidente de la república tiene derecho a
acceder a ellos ni menos verlos. Por tanto estamos ante un proceso cuasi legal
que no genera un registro siquiera de nombres y responsables. En eso hay una
doble garantía de anonimato para acusados: aparte de lo que es la ley de secreto,
las fichas usadas por los investigadores de las comisiones para generar un record
escrito de cada testimonio específicamente no abordan, no preguntan, ni asignan
un espacio para captar, las identidades de quienes los sobrevivientes en sus
testimonios nombraran como los perpetradores, los responsables. Entonces ahora
esta información ya no tiene validez o relevancia directa jurídica porque los
nombres de los responsables no están. Ahora, que los nombres de los
responsables no están también no es casual: fue una construcción, parte del
diseño de las fichas.

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Cambios de criterio entre una instancia y otra: Valech II fue en teoría una
repetición o replica exacta de Valech I, que a su vez es en efecto una ampliación a
sobrevivientes de Rettig. Sin embargo, cada uno aplicó criterios finalmente muy
diferentes. Rettig aborda ‘violencia política’, es decir, del origen que sea [tanto
estatal como no-estatal o de origen indeterminado]. Valech, en cambio, va
enfocando exclusivamente a violencia estatal, es decir, tiene que haber una
comprobada participación de agentes del Estado, argumento bajo el cual
quedaron fuera algunos casos bastante emblemáticos en esa vuelta reciente.
Personas civiles pertenecientes a la Colonia Dignidad, por ejemplo, que está
comprobado que opera en colusión con y a favor del régimen, no son
consideradas agentes del Estado, por tanto se excluye ese tipo de violencia
política.
Las tasas de calificación, como ya mencioné, bajan bastante entre una y otra
vuelta de lo que supuestamente es la misma comisión [Valech]. En términos de
producto también y hay una ausencia adicional con ‘Valech II’, la vuelta reciente:
no hay publicación física impresa del informe; no hay entrega personal de los
resultados a los testimoniantes; no hay difusión nacional, y tampoco hay una
instancia de reconsideración o de apelación del resultado en cada caso individua.
Yo creo que hasta el uso del lenguaje de “apelación” le da también este aspecto
un aire un tanto jurídico, pero en lo concreto quiere decir que la persona cuyo
testimonio fue rechazado en la segunda vuelta, no tiene derecho ni a saber las
razones, ni a pedir que se reconsideren los antecedentes. No existe eso. En
cambio sí existió en la primera vuelta [en que fue el proceso de reconsideración el
que agregó más de mil de los más de 28 mil nombres inicialmente calificados].
En respecto al proceso y trato particularmente en esta reciente vuelta, existió una
tensión muy mal resuelta entre la presunción de veracidad - que debe operar y es
uno de las obligaciones internacionales aplicable a para las reparaciones - y ese
carácter inquisitivo que es derivado del vínculo con reparaciones. Es decir, se
dice en efecto: “si vamos a entregarle la reparación a esta persona, tenemos que
estar absolutamente seguros que todos los antecedentes son correctos”. Que
suena del todo atendible, pero por tanto muchas personas encontraron que el
proceso era bastante inquisitivo, bastante negativo. Sintieron que la presunción
era más bien de que estuvieran mintiendo, y salieron en términos de su proceso
personal bastante traumados, bastante complicados por el proceso de haber dado
testimonio. Y eso tenía que ver con lo que la comisión sintió que era la necesidad
de poder absolutamente poner las manos al fuego para cada caso que ellos
certificaron, ya que con ello se entregarían reparaciones.

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Por otra parte, la notificación en esta segunda vuelta fue realizada exclusivamente
a través de un sitio web. Se colgó en un sitio web un escueto resumen
metodológico más los nombres de las personas que habían sido calificadas, y eso
fue todo. No se publicó una lista, ni se notificó directamente a cada persona.
Considerando el perfil etario y a veces socioeconómico de buena parte de los
testimoniantes, fue quizá la forma menos adecuada que se podría haber ideado
para la notificación. Y hay muchos casos de personas que todavía no saben si
quedaron dentro o fuera de esa segunda comisión, o que llegaron a consultarnos
a nosotros u a otras agencias esencialmente ajenas al tema.
El proceso de verdad, ahora con estas instancias, en Chile se declaró cerrado. Es
decir, se supone que esa segunda vuelta de la Valech II, en que además se
consideraron los casos pendientes de resolución y ejecución [en efecto, nuevos
‘casos Rettig’] Con eso ya no hay, ni va a haber, más consideración, más
calificaciones o ajustes de las cifras oficiales de victimización en Chile. Entonces,
tenemos por un lado un proceso de justicia activo y abierto, en que se están
descubriendo nuevas realidades, se están condenando agentes todavía, y se está
potencialmente descubriendo y acreditando nuevos sobrevivientes y víctimas. Sin
embargo, no existen formas administrativas de que el mismo Estado reconozca lo
que su poder judicial acredita o da por cierto a futuro. Entonces, esta es una
contradicción absolutamente evidente.
De las debilidades que he mencionado, algunas son vicios de origen y diseño, y
otras son vicios de realización, que pudieron ser y a veces fueron subsanados
entre una instancia y otra. Pero algunas fueron peculiares a la última vuelta –
debilidades introducidas, en vez de progresivamente eliminadas – mientras que
otras proceden de cómo las instancias fueron diseñadas e imaginadas.
Rettig por ejemplo tiene sus orígenes en una transición muy controlada, con el
ejemplo negativo de Argentina con el juicio a las Juntas luego revertido por
revuelos militares. Eso dio a Rettig cierto carácter: primero, iba a tener una
composición “equilibrada” lo cual quería decir, habrían tantos personajes
asociados con la derecha como con centro o izquierda en la comisión. Segundo,
se incluyó y se trató violencia no estatal a la par que violencia estatal, a pesar del
reconocimiento explícito en el informe de que no procede calificar a ambos como
violaciones a los derechos humanos. Es cierto que había incertidumbre en una
porción de casos, en que era conveniente que la misma Comisión tratara de
discernir si hubo o no mano del Estado en el crimen, pero también es evidente que
el motivo era más político que forense: aplacar la derecha asegurando mención de

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crímenes cometidos por fuerzas guerrilleras de izquierda. Finalmente, se
excluyeron los nombres tanto de sobrevivientes como de represores.
En términos de Valech, sus orígenes incluyen una demanda ‘pos caso Pinochet’,
pos 1998, que es más bien por justicia. La gente no está exigiendo tanto más
verdad, más bien las demandas visibles son ‘juicio y castigo’. Y es pos caso
Pinochet donde vimos por primera vez en Chile la irrupción, la visibilización de
sobrevivientes. Antes de eso, el debate y los mecanismos de la comisión, todo
había sido construido exclusivamente en torno a desapariciones y ejecuciones, es
decir, la víctima ausente. Aquí ya tenemos sobrevivientes organizados, presentes,
haciendo sentir por primera vez su voz en el espacio público.
La mesa de diálogo de 2000... La primera cosa que hizo el gobierno de Chile
frente a esa nueva demanda por más justicia era tratar de aplacarla con una
instancia de diálogo, que sí era un paradigma perfecto de verdad sin
consecuencias. Se convocaron a los militares para dar o canalizar, recibir,
información sobre la ubicación de los restos de los desaparecidos. Las
agrupaciones de familiares se negaron a participar, varios precisamente porque
toda la información iba a tener carácter secreto, y no iba a haber consecuencia
legal alguna en términos de responsabilidades penales. Sin embargo, esta misma
característica de la mesa es la que se preservó y se aplicó a la vez a la comisión
Valech posteriormente. Entonces esa segunda instancia provoca la sospecha o
aparición de un trueque: verdad por justicia. ‘Ustedes quieren justicia, bueno, lo
que pueden tener son mayores cuotas de verdad.’ Una mesa de diálogo para
encontrar los desaparecidos: no resultó. Entonces vamos a hacer una comisión
para prisión política y tortura, y ojalá todos vayan a conformarse, a estar más
contentos y el tema ojala vuelva a segundo plano.
Pero esa comisión también va a tener el embargo de 50 años y la política contraria
a la identificación de los represores que ya mencioné. La consecuencia es que la
comisión Valech de 2004, que pudo haber sido un paso importante en el
reconocimiento simbólico de los sobrevivientes, produce más bien rechazo y
resentimiento en una parte de la misma población que se supone que es la
población objeto de ello. Se generaron en reacción informes alternativos, que sí
ponía nombres; se contactaron a muchos testimoniantes para pedirles acercarse
nuevamente, esta vez a organizaciones de ddhh y/o políticas: se les dice ‘vuelvan
y dígannos los nombres de las personas que acusen, fuera del contexto del
Valech’. Y eso se publica, obviamente informalmente, y genera más presión para
otra instancia más.

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Entonces, si la pretensión del estado era ya darle, de una vez por todas, una
solución al tema, más bien cultivaron nuevamente una inquietud permanente.
Aquello redunda finalmente en Valech II.
Entonces todos los aspectos insatisfactorios de Valech I provocan que al final se
tenga que hacer otra vuelta, que se supone que es otra vuelta, como digo, de la
misma comisión. Eso se demora - Valech I fue 2003/2004, Valech II 2010/2011 –
por tanto para Valech II ya estamos con un gobierno de derecha. Eso en sí le da
otra connotación sobre el tema. Las acusaciones, veladas o no, de fraude o mala
fe en los medios por los casos “falsos” juegan un rol importante en convencer a la
derecha que acepte o haga suya la idea de revisar las listas de víctimas. Ellos
siempre se habían resistido, por creer que al reabrir las listas, las cifras iban a
aumentar, iba a ser para agregar más desaparecidos. Ahora con los casos
“falsos”, como los llamaban, se dieron cuenta de que en una de esas los números
podrían también bajar. Eso sí que les interesaba, ya que hacía eco de una vieja
creencia o insistencia de la derecha extrema de que los desaparecidos no existen,
que todos se habían salido del país y se encontraban viviendo la buena vida con
identidades falsas. Por ello es que se permite agregara a Valech II la facultad o
tarea de considerar también casos de detenidos desaparecidos nunca antes
calificados, si bien al final se logra la concesión de que la comisión no va a revisar
ni revocar calificaciones ya otorgadas.
Otro elemento del contexto político y judicial de Valech II es que ya tenemos en
2011 juicios ya avanzados, si bien con muy bajas penas. En términos de las
características de la nueva vuelta, su plazo de recepción de antecedentes iba a
ser menor de lo que había sido en la primera vuelta, aunque eso después se tuvo
que prorrogar, por la alta demanda. Los criterios de calificación, según un
participante, serían ‘los mismos que Valech I, aplicados con mayor rigidez’. Lo
cual en efecto los convierte en otros criterios, más exigentes, siendo en parte la
explicación de las muy menores tasas de calificación.
Publicación oficial, seguimiento personal y reconsideración son todos elementos
que se quitaron entre la primera vuelta y la segunda, y el problema que eso
representa es más que nada por el contraste. El embargo o reserva de los
antecedentes es de 50 años en ambas vueltas. Se declara de antemano respecto
a la segunda vuelta que es la última que va a haber, es decir, ‘quedar’ en esta lista
llega a conformar la última posibilidad para adquirir el derecho de ser titular de
reparaciones. Por ello, surgen dudas e incertidumbre en la persona del o la
sobreviviente que ya recibe reparaciones por un reconocimiento de facto de su
caso por otras instancias o autoridades. El programa de reparaciones y atención

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en salud, PRAIS, por ejemplo, fue la primera medida implementada, en 1991. Se
extiende a familiares de desaparecidos, pero también a otras categorías de
personas incluyendo a sobrevivientes. No existe un registro o informe
individualizado de sus casos, ni lo va a haber durante más de una década, por
cuanto el servicio de salud naturalmente aplica su propio criterio para reconocer y
atender a sobrevivientes.
Algunas de estas personas ahora dieron su testimonio a las nuevas instancias
específicas, las comisiones Valech, y no fueron calificadas. Al golpe mental y
emocional que ello implicó, se agrega la preocupación sobre la posibilidad de
perder los derechos ya adquiridos porque no está en las listas, y ahora ya se
considera que quien no esté en las listas, no es sobreviviente real. Eso a pesar de
que los criterios de victimización de la Valech fueron bastante estrechas. Se
interpretó el elemento político de la victimización de modo muy personalizado,
requiriendo casi la constancia de que la persona haya sido detenida adrede por
quienes conocían de antemano su identidad y/o militancia. Quien fue detenido
como uno más en las detenciones masivas practicadas luego de alguna
manifestación pública, por ejemplo, no podría ser calificado al no ser que la
detención resultante hubiera durado 5 días o más, sin haber pasado por el sistema
penal regular. Es decir quien fue detenido por un período menor, o cuya detención
fue registrada y procesada de modo debido – ya que participar en manifestaciones
publicas fue, según las leyes autoritarias de la época, técnicamente un delito -
quedaba fuera de bases. Eso independiente de si había sido torturado o no
durante ese lapso, ya que en la práctica, la comisión acreditaba la tortura en base
al reconocimiento previo de la detención como prisión política. Victimas retenidos
en su casa, la calle o por agentes no identificables como estatales tampoco
podrían ver sus casos reconocidos. Estas personas pueden terminar viendo
suspendidas sus derechos actuales a reparaciones, ya que incluyen quienes
habían sido acreditadas ‘informalmente’ por alguno de los programas de
reparación en salud etc que fueron creados mucho antes de la comisión, por tanto
antes de que existieran nóminas únicas. Si bien en algunos casos el estar inscrito
en uno de estos programas fue aceptado por la comisión entre los antecedentes
que pesaba a favor del reconocimiento, no queda claro por que no simplemente
se optaron por ratificar las diversas nóminas y acreditaciones ya realizadas por
dichas entidades.
Para terminar, comento brevemente una situación irregular producida por la
peculiaridad de que Valech II, que fue fundamentalmente sobre y para
sobrevivientes, también pudo considerar casos de desaparición o ejecución, por
las razones que ya hemos consideradas. En torno a esos casos, las posibilidades
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de justicia se han visto no solamente truncadas sino activamente perjudicadas por
pérdida de acceso público y judicial incluso a documentación antes disponible. Lo
que ha pasado es que toda la documentación oficial anterior relevante -
fundamentalmente el archivo Rettig – había pasado a custodia del actual
Programa de DDHH del Ministerio del Interior, y últimamente ha estado siendo
utilizado activamente por el Programa para persecución penal. Este archivo fue
traspasado en su totalidad a la segunda comisión Valech, usualmente en formato
original, con retención de copias por parte del Programa. Por tanto, luego de la
disolución de Valech II, toda la documentación recibida y generada fue a parar a
la misma bodega del Museo de la Memoria, sin que nadie pueda acceder a ella
por ley y sin diferenciar además entre ‘casos Valech’, para los cuales la ley de 50
años fue diseñada, y ‘casos Rettig’, a las cuales hay buenas razones para pensar
que siquiera es aplicable.
En este trayecto el Programa de Derechos Humanos no ha podido recuperar la
documentación original entregada, porciones de la cual estaban siendo utilizada
para trabajo judicial Entonces, y cuyas copias o no son aceptadas o son de una
calidad inferior, significando la perdida de algunos datos ya irrecuperables.
Además, no ha podido nunca tener visto de la documentación recibida
recientemente, directamente por la segunda Comisión Valech, respecto tanto a los
30 nuevos casos de desaparición y ejecución que califico como a los centenares
que rechazó. Se han visto seriamente perjudicadas las probabilidades de poder
iniciar nueva acción penal por estos casos nuevos, y por el momento el Programa
se ha tenido que limitar a rastrear familiares para gestionar medidas de reparación
económica y empezar a generar desde cero carpetas de antecedentes en el caso
de que se exprese algún interés en judicialización.
En términos generales este impasse ha significado un paso hacia atrás en
términos de acceso y uso de documentación, incluso documentación existente, no
solamente la documentación que la misma comisión generó. Y ahí repasando
nuestros planteamientos anteriores, yo diría que sumando y restando, con esta
última instancia Chile ha vuelto a la lógica antigua de tratar a verdad, justicia y
reparación como dimensiones separadas, compartimentalizadas. Además, se ha
armado una instancia de verdad que tiene vínculo directo con reparaciones, pero a
la que se le ha quitado de forma muy deliberada el vínculo con justicia. Y yo creo
que eso es una cosa complicada. Así es una manera de quedar mal con Dios y
con el diablo, en esta segunda vuelta. Fue odiado por la derecha por hacerlo, y
por la izquierda por no hacerlo bien.

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Entonces, tres puntos para resumir y terminar. Primero, de nuevo cabe
preguntarse si será cierto que ‘peor es nada’: no siempre es verdad, y en Chile
innovar no siempre ha significado avanzar. Segundo, resalta la importancia de
manejar expectativas con estos procesos, pero también, tercero, de diseñar un
proceso que realmente hace lo que se requiere, en donde se controla mucho
mejor las externalidades negativas, en particular esas malas interacciones que en
este caso se ha dado entre consideraciones de privacidad y resguardo en
instancias de verdad, que pueden ser legítimas; y procesos de justicia, y procesos
de reparación.

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Marcelo Torelly

Coordinador General de Memoria Histórica de la Comisión de Amnistía del Ministerio de Justicia de


Brasil y gerente del programa conjunto entre el Ministerio y el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) para la justicia de transición en Brasil. Editor de la Revista “Anistia
Política e Justiça de Transição”. Maestro en Derecho y candidato doctoral en la Universidad de
Brasilia. Trabajó en el grupo redactor del proyecto de la nueva ley de acceso a información de
Brasil y representó a Brasil en misiones internacionales en Argentina, Chile, Colombia, España,
Francia, Inglaterra, Irlanda del Norte, Venezuela y Portugal. Tiene libros y trabajos publicados
sobre justicia de transición, violencia e historia del derecho.

Voy a presentar el programa de reparación de Brasil como mecanismo de


producción de verdad, desde una perspectiva que venimos trabajando desde el
Ministerio de Justicia y en un conjunto de instituciones universitarias que trabajan
con nosotros, como la Universidad de Brasilia, de San Pablo, en las Federales de
Río de Janeiro e Río Grande del Sur, en la Católica de Río Grande do Sul, entre
otras, de manera que esta presentación parte de un trabajo colectivo. Aquí les
pongo algunas referencias de dónde pueden encontrar un poco más de
información.
Cuando digo que las comisiones de reparación en Brasil son capaces de producir
verdad, les propongo discutir dos cuestiones. Primero, la cuestión de los dos
conceptos concurrentes de amnistía que tenemos en Brasil, que quien pudo oír al
profesor Paulo Abrão el lunes puede comprender un poco mejor, y que voy a
profundizar en mi exposición; y el rol del Programa de Reparaciones, en el
escenario general de la justicia de transición en Brasil, y específicamente en cuál
es la contribución del Programa de Reparación hacia la memoria y la verdad, y
cómo contribuye a estos objetivos la Comisión de la Verdad que comenzará a
trabajar en Brasil este año Las tesis que presentaré están también desarrolladas
en dos textos que escribimos Paulo Abrão y yo: “El programa de reparaciones
como eje estructurador de la justicia transicional en Brasil” y “Resistance to
change: Brazil’s persistent amnesty and its alternatives for truth and justice”.
Para este análisis, empezaré por buscar una tipología aplicable para definir el
proceso de justicia de transición en Brasil comparativamente con sus vecinos.
Como interrogante inicial, me pregunto: ¿hay un modelo para la justicia de
transición en el Cono Sur? Si elegimos el modelo el modelo de Argentina, y

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también de Chile, de “verdad, memoria y justicia”, vemos que este no es el modelo
de Brasil. Hace muy poco, en diciembre de 2011, pude publicar un pequeño texto
en el Diario Clarín que habla un poco de esto. El modelo que tenemos en Brasil es
un modelo que empieza por la reparación, sigue por verdad y memoria, y quizá
podamos algún día tener justicia. A diferencia de Chile y Argentina, tenemos en
Brasil un modelo de “reparación, memoria y verdad” y la justicia es una deuda
¿Por qué esto pasa? Creo que para contextualizar más esto tenemos que buscar
un poco qué fue el proceso de transición en Brasil. Tenemos acá tres elementos
distintivos importantes: el control del régimen sobre la transición; la fuerte
adhesión de las instituciones de protección a la democracia a la autoridad ilegítima
del régimen militar; y la doble dimensión de la amnistía en Brasil, que va a ser,
finalmente, el marco de articulación de mi exposición, conectando esa introducción
contextual-histórica a la idea-clave de que el proceso de reparaciones es el eje
estructurador de la justicia de transición en Brasil y, por tanto, en la idea de
producción de verdad desde el programa de reparaciones. Así, empiezo la
contextualización de mi tesis.
En principio, puedo referir algo que se presentó en un libro que todos conocen
muy bien: The Third Wave, de Samuel Huntington, que define que Brasil tiene una
transición que se caracteriza por ser una “transición por transformación”, en una
tipología que aún incluye la España pos-Franco.
¿Qué quiere decir eso? Que tuvimos en Brasil un control institucional del régimen
hacia toda la transición. Muy distinto de lo que pasa en Argentina, Brasil sigue un
proceso que, como ejemplo, el mismo primer presidente civil después del régimen
militar no es un presidente electo en elecciones directas, y es un político que
simboliza la continuidad del poder militar, de las ideas del régimen, y que después
de ser presidente electo de manera indirecta por tres veces más también será el
presidente del congreso nacional, incluso en la última legislatura. Entonces esto
ayuda a comprender que hay una migración de elites políticas del régimen hacia la
democracia. Y con eso sigue legitimado en muchos medios sociales de Brasil el
discurso de las dos bandas. La idea de “los dos demonios” aún es muy presente
en Brasil, y ahora con la Comisión de la Verdad tenemos que enfrentar esto en
todo momento.
Una segunda cuestión importante para comprender el escenario de la justicia de
transición en Brasil se puede obtener desde la lectura del libro Political (In)Justice,
de Anthony Pereira, que describe a Brasil como una “dictadura legalizada”. En un
comparativo con Chile y Argentina, en Brasil tuvimos la dictadura más legalizada
en dos sentidos: primero, fue la que más produjo legislación, pero también fue la
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dictadura en que más hubo una adhesión de las instituciones de protección de
legalidad a la dictadura.
¿Cómo se llega a esa conclusión? La dictadura en Brasil casi no tuvo que hacer
purgas en el sistema judicial o en la fiscalía. El régimen contó con una adhesión
muy grande, de manera que los principales estudiosos de la historia de Brasil no
hablan de un régimen militar, pero sí de un régimen civil-militar. De otro lado, esa
legalidad autoritaria que tiene prolongamientos hasta hoy tiene una ventaja
comparativa: en Brasil tenemos menos víctimas que en Argentina y Chile.
Cuando hacemos un análisis comparado hablamos de entre 15 y 30 mil víctimas
en Argentina, más de 10 mil en Chile, y poco menos de 500 en Brasil. Es cierto
que los números oficiales en Brasil van a crecer con el trabajo de la Comisión de
la Verdad, pero el hecho que les quiero apuntar es que las personas que se
oponían al régimen ingresaron en sistemas “clandestinos” (o “ilegales”) en
Argentina y Chile, generalmente secuestradas, mientras que en Brasil ingresaban
de manera legal, con un “boletín de ocurrencia”, y dada esta legalidad autoritaria
que contaba con instituciones jurídicas fuertes dispuestas a olvidar la ley legítima y
trabajar sin contestación para el aparato represivo, en nuestro país los secuestros
son más raros.
Es así que del análisis de esa segunda característica del proceso de autoritarismo
y justicia de transición en Brasil, tenemos de una lado la buena percepción de un
numero menor de víctimas, pero de otro un aspecto perverso: una inserción
institucional del régimen que es muy amplia, y a la cual no se sigue ninguna
depuración del aparato de justicia y seguridad hasta hoy.
¿Qué eso significa en días de hoy? Que tenemos en Brasil un conjunto muy
amplio de instituciones que siguen sin trabajar bajo una perspectiva
verdaderamente democrática. Un ejemplo que utilizo para demonstrar ese proceso
de perpetuación de cuadros del régimen autoritario en Brasil, además del de lo ex-
presidente de que hablé arriba, es del último juez de la Suprema Corte indicado
por un presidente militar, que salió en 2003, por jubilación, no porque lo sacaran
del puesto. Así es que la renovación dentro de las instituciones es muy lenta, pues
resquicios del autoritarismo siguen incrustados. Ejemplo de esto es que recién en
el 2012, más de 25 años después de la salida del último dictador militar, la Fiscalía
empieza a proponer acciones penales contra violadores de derechos humanos
durante el régimen. Y, cuestión que no nos sorprende, el Poder Judicial no las
acepta.

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Finalmente, el tercer elemento relevante es que en Brasil la idea de amnistía es
muy distinta de la idea de amnistía en Argentina y Chile. La comprensión de esa
distinción es clave para entender no solo al proceso de transición en Brasil, sino
también por qué la justicia de transición en Brasil empieza por la reparación,
estableciendo la distinción tipológica que yo proponía al principio de esa
presentación.
¿Cuál es entonces el significado de la amnistía en Brasil? Por un lado, se puede
leer la amnistía como “libertad y reparación”; por el otro, la amnistía como
“impunidad y olvido”.
La misma ley de 1979 trae en sí esas dos dimensiones de la amnistía. La
sociedad demandaba una amnistía del tipo de “libertad y reparación” y la
conquistó, pero la ley también incluyó la idea de amnistía como “impunidad y
olvido”. La lucha social por la amnistía a los detenidos y perseguidos políticos es el
primer marco de la democratización en Brasil. La sociedad civil tomó las calles
exigiendo amnistía. Pero el régimen creo una amnistía ambigua, a los “crímenes”
políticos (los de los opositores) pero también a los “conexos”. El Poder Judicial,
con las características que ya presenté, interpretó que todos los crímenes del
terrorismo de Estado eran “conexos” a los de la oposición, y con esto interpretó la
amnistía como bilateral, garantizando un grado de legitimidad institucional de la
dimensión de impunidad.
Es así que en una mano tenemos una amnistía que la sociedad demanda,
garantizando libertad (y después reparación), de otro tenemos una amnistía
impuesta por el régimen, que garantiza impunidad (y después intenta imponer
olvido).
Todo el proceso posterior en Brasil es un proceso que de alguna manera dialoga
con estas dos cuestiones. Lo que les quiero decir, por tanto, es que hay aún hoy
en Brasil una disputa por el sentido legítimo de la amnistía: si el de la sociedad
civil, o el del régimen, y los dos factores contextuales que ya examinamos – la
transición por transformación con migración de elites políticas, y la continuidad de
personas y mentalidades en las instituciones que adherirán al régimen –
obstaculizan que el concepto democrático de amnistía de los movimientos sociales
se pueda tornar hegemónico.
Siempre me preguntan: ¿cómo trabaja usted en una comisión de “amnistía” que
hace “reparación”? En este doble sentido de la amnistía es que está la respuesta.
La Comisión de Amnistía es creada con un marco legal que trabaja la idea de
amnistía como “libertad y reparación”. Por otro lado, la reciente decisión de la

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Suprema Corte que dice que la amnistía impide que se juzguen los crímenes
contra los derechos humanos, esta trabajando con el marco de una amnistía en
cuanto a “impunidad y olvido”.
Con este contexto, seguramente no se podría hablar de justicia en Brasil luego de
la transición. Pero desde el principio, el espacio donde fue posible a la sociedad
civil, a los movimientos sociales, trabajar en una agenda de lo que después se
pasó a mencionar como las cuatro patas de la justicia de transición: la verdad y la
memoria; la reforma de las instituciones; la justicia; y la reparación; fue
seguramente la pata de la reparación, que desde principios se encentraba
conectada a la idea de amnistía.
De 1975 a 1979, cuando se vive la lucha por la amnistía, la sociedad sale a las
calles para demandar por una amnistía para los perseguidos políticos, y demandar
también que pudieran volver a sus trabajos, a sus escuelas (cuando eran
estudiantes o profesores), y a su patria, cuando se encontraban exiliados. Eso ya
conecta la amnistía de 1979, en su dimensión de “libertad”, también a una
dimensión de “reparación”. La propia ley del 1979 ya va hablar de manera expresa
del derecho de los miembros de oposición a retomar sus actividades laborales en
el sector público.
En los años 80, más específicamente en el proceso constituyente de 1987-1988,
los defensores de la amnistía como “libertad y reparación” tienen una victoria: la
afirmación en la nueva Constitución de la amnistía solamente a los opositores,
sumada a la garantía del derecho de reparaciones, incluso en el plan económico.
Cuando se lee la Constitución de Brasil, si se busca la palabra “amnistía” no se
encuentra ninguna remisión a una amnistía penal, ni a crímenes comunes, o a
violaciones contra los crímenes de derechos humanos, sino que encuentra una
referencia a la amnistía en cuanto reparación a las victimas. En la Constitución, la
amnistía es descripta como el proceso de devolver a las personas lo que les fue
sacado por el Estado autoritario. Y a partir de este marco normativo, sin que se
pierda la idea de amnistía como impunidad de los crímenes de Estado, una vez
que nadie deroga la ley del 1979 de manera expresa ni el Poder Judicial se hace
cargo de revisarla, se crean dos comisiones. La primera en 1995, para investigar
y reparar muertes y desapariciones forzadas, que hace su informe final en 2007,
presentado de manera pública por el presidente Luis Inácio Lula da Silva. En 2001
se crea la Comisión de Amnistía que integro desde entonces, y que sigue hasta el
presente, para trabajar con el reconocimiento y reparación de todas las otras
violaciones que practicó el Estado, desde las prisiones arbitrarias y perdidas
laborales, hacia los exilios, torturas, etc.

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Es así que la Constitución de 1988 afirma la idea de amnistía como “libertad y
reparación”, pero sin eliminar la idea de amnistía como “impunidad y olvido”.
Seguimos, así, con esa ambigüedad.
Con la ruta para la justicia obstaculizada y sin medios para promover medidas de
verdad y memoria por vía propia, es el proceso de reparación que funciona como
un eje para el desarrollo de la justicia de transición en Brasil. El programa de
reparaciones acaba por viabilizar otras iniciativas. Cuando se reconocen las
violaciones que se pretenden reparar, las comisiones de reparación producen
memoria y verdad. En principio para reparar el Estado reconoce las violaciones a
derechos humanos que negaba el régimen. No es posible ofrecer reparación si no
se reconoce que hubo una violación. Entonces las comisiones de reparación
también investigan, y tienen poderes para esto, más adelante se presentará una
tabla comparativa que ayuda a entender en clave comparativa las atribuciones de
cada comisión. Segundo, cuando se reconocen las violaciones, se agrega
visibilidad a las víctimas; cuando se está tratando un caso como Brasil, donde
tenemos reconocidos cerca de 400 muertos y desaparecidos, agregar visibilidad
es muy importante. Es distinto a lo que pasa en Argentina, donde es más factible
que se conozca a alguien que desapareció. En Brasil este es un hecho menor. Es
más fácil para los movimiento pro-impunidad aislar a las victimas e imponer la idea
de que su dolor es algo que no se debe trabajar en el plan público, pero si en el
espacio privado. En Brasil tenemos un número muy amplio de personas que
sufrieron tortura, por ejemplo, pero la tortura es un asunto que tiene menos
exposición pública que las desapariciones. Todos saben las personas que
desaparecieron. Pero no todos saben las personas que sufrieron tortura. Muchas
víctimas de tortura ni siquiera lo dicen a sus familias. No quieren exponer su
sufrimiento. Cuando se reconocen las violaciones – incluso las torturas, exilios y
otros sufrimientos – se agrega una visibilidad a los movimientos de victimas que
de otra manera no iba a existir, y por esto cuando miras la evolución de los
reconocimientos de violaciones por la Comisión de Amnistía se puede percibir que
en la medida que más reconocimientos ocurren, nuevas iniciativas surgen en la
sociedad, porque nuevas personas se envuelven en el proceso de justicia de
transición. El proceso de reparación deslegitima los defensores del antiguo
régimen al paso que legitima a las víctimas y sus luchas.
Además, los reconocimientos de las violaciones ofrecen a los órganos públicos
posibilidades de acción. Por ejemplo, la Fiscalía mueve acciones civiles (y ahora
también penales) con base a reconocimientos que fueron hechos por el propio
Estado por medio de las dos comisiones de reparación. La comisión de muertos
dice, “tenemos hasta cinco personas que fueron muertas en una operación del
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Estado”. Eso hace que la Fiscalía pueda entonces interponer una acción, aunque
no tenga pruebas de la desaparición o de la muerte, una vez que hay un
reconocimiento de esos hechos por parte del Estado. Y, finalmente, los programas
de reparación instituyen nuevos actores sociales, que catalizan nuevas agendas
transicionales. Tanto la Comisión de la Verdad como el reciente debate del 2008,
sobre punir a los responsables por violaciones de derechos humanos, limitando el
espectro de la amnistía (es decir: disputando desde el Poder Judicial la
interpretación y la dimensión legítima de la amnistía de 1979) empiezan por las
comisiones de reparación, y no por otras agencias, de tal manera que las dos
comisiones de reparación tienen la capacidad de impulsar nuevas medidas que de
otra manera podrían no ocurrir o tomar demasiado tempo en un proceso ya muy
largo.
Ofrezco algunos datos para que comprendan el tamaño que tiene el programa de
reparaciones en Brasil. Aproximadamente 500 reclamos por muerte y desaparición
en la comisión del 1995, de los cuales 356 están reconocidos. Hay otros 71.000
pedidos a la Comisión de Amnistía por persecución, tortura, exilio y toda una
suerte de otras violaciones. Hasta el momento de estos 71.000, casi 60.000 ya
fueron procesados, y 36.000 casos hubo el reconocimiento de la violación, y el
pedido oficial de excusas, un pedido individualizado de “perdón” del Estado hacia
las víctimas. De esos 36.000 casos de reconocimiento de violaciones y excusas
oficiales, tenemos más o menos unos 15.000 donde también hay una reparación
económica. Esta información es importante para distinguir las excusas oficiales al
perseguido político, que traducen una dimensión moral de la amnistía como
“libertad y reparación”, conectándose más a la idea de “libertad”, de la dimensión
económica de este mismo proceso, más cercana de la idea stricto senso de
“reparaciones”. En 21.000 casos el proceso tiene básicamente fines de rendición
de cuentas en el plan moral, en otros 15.000 también incluye una dimensión
económica. Muchos solicitan “amnistía” y no “reparación”, porque entienden, en un
debate que creo es común a todos nuestros países, que no hay nada que reparar,
porque estaban en una acción política, entonces lo que quieren es solamente el
reconocimiento de su derecho de libertad, de su derecho de resistir. Reclaman la
amnistía pero solamente como “libertad” y no como “reparación”.
Con estos desarrollos todos, surge la Comisión de la Verdad, es un proceso que
empieza en 2009, cuando los actores sociales movilizados por las comisiones de
reparación proponen su creación en la Conferencia Nacional de Derechos
Humanos. La conferencia es el mecanismo del Estado brasileño que diseña las
directrices de las políticas de derechos humanos de manera participativa, con
delegados de todas regiones del país. Después de la aprobación del texto base de
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la Conferencia, el Presidente de la República la sanciona, creando lo que se llamo
el Tercer Plan Nacional de Derechos Humanos, una de cuyas metas es la
creación de la Comisión de la Verdad. Entonces el Poder Ejecutivo crea un grupo
de trabajo, integrado por las dos comisiones de reparación, representantes de la
sociedad civil, y de los militares, que propone un proyecto de ley que se presenta
al Congreso Nacional en el 2010y se aprueba después de muchos debates en el
2011, cuando la Presidenta lo sanciona, estableciendo la Comisión que pasa a
trabajar en el 2012 con un mandato de dos años.
¿Cuáles los objetivos de esa nueva comisión? Básicamente, cinco: 1) aclarar
hechos y circunstancias de violaciones de derechos humanos; 2) aclarar
circunstancias de la práctica de tortura, muerte y desapariciones, identificando a la
autoría, y aquí lo destaco la importancia de la identificación de autoría, por que las
otras dos comisiones no tenían este poder; 3) identificar las estructuras utilizadas
para las violaciones proponiendo reformas en estas instituciones, otra cosa que
destaco, una vez que pueden proponer cambios en los aparatos de justicia y
seguridad; 4) compartir informaciones obtenidas con otros órganos de estado, no
excluidos los judiciales, de modo que mientras que esta comisión no tenga
poderes judiciales, tiene la prerrogativa de hacer llegar a la fiscalía las
informaciones que produce; Y, finamente, 5) promover la reconstrucción histórica
de los casos de graves violaciones de derechos humanos, hacer una narrativa
para la Nación.
¿Cuáles son las diferencias de enfoque entre la Comisión Nacional de la Verdad y
las comisiones anteriores de reparación? Las tres comisiones pueden reconocer
las víctimas, pero la Comisión de Amnistía sólo podría reconocer los hechos
relacionados a persecución política, y la Comisión de Muertos sólo a
desapariciones y muertes. La Comisión de Amnistía trabaja en manera general
con la veracidad de lo que dice la víctima. La Comisión de Muertos deshace la
narrativa oficial falsa sobre las muertes y desapariciones, ya la Comisión Nacional
de Verdad es propiamente una comisión de investigación e informaciones. Tanto
la Comisión de Amnistía como la Comisión de Muertos trabajan con una
responsabilidad estatal abstracta: no reconocen la responsabilidad de un
individuo, dicen que “el Estado” es el responsable de la violación. La Comisión
Nacional de la Verdad puede avanzar en este campo y en la producción de una
narrativa nacional sobre el pasado que repudie efectivamente la idea de los dos
bandos. Lo que tenemos hoy son 350 pequeñas narrativas individuales de lo qué
pasó con cada uno de los desaparecidos de manera muy general, sin nombres. La
Comisión Nacional de la Verdad puede investigar esto de manera muy profunda.

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¿Qué poderes tuvo cada comisión? Voy a destacar algunas pocas cuestiones. La
Comisión Nacional de la Verdad tiene atribuciones que las otras no tenían, como
trabajar con documentos bajo sigilo y poder solicitar documentos secretos para
hacer su trabajo. Las dos comisiones anteriores podían invitar a testigos y
deponentes; esta puede convocarlos, lo que significa que si son empleados
públicos, como los militares, están obligados a comparecer. Puede escuchar
personas bajo cláusula de confidencialidad, lo que va a generar un problema como
lo que se presentó en Chile, de que parte del trabajo de la comisión va a quedar
en secreto por mucho tiempo, pero que fue fundamental, porque en Brasil buena
parte de los archivos oficiales no más están en poder del Estado, pero sí de
personas particulares, que los sacaron, que los tomaron del Estado de manera
ilegal, así que es importante en nuestra comisión crear mecanismos que permitan
que esto vuelva al Estado, y ninguna persona va a informar “estoy acá con
archivos que robé del Estado”, sabiendo que puede ser condenada por esto.
Finalmente, destaco la posibilidad de solicitar protección de personas, y promover
audiencias públicas que también son relevantes.

Imagen 1

Como forma de conclusión, ahora que ya sabemos cuanta verdad y memoria han
producido las dos comisiones de reparación, dejo la pregunta: ¿Qué se espera de
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la Comisión Nacional de la Verdad en Brasil entonces? ¿Descubrir nuevos
hechos? No creo que vayan a ser muchos, la historia de Brasil ya está muy bien
documentada, tanto por la historiografía como por las dos comisiones que ya
trabajaron. Hubo aún una comisión extraoficial en Brasil, que es el “Brasil nunca
más”, que también ha hecho un trabajo increíble, que puede subsidiar incluso a la
CNV. En este trabajo de “Brasil nunca más” se identificaron violadores de
derechos humanos, pero no de manera oficial, y esa identificación de personas e
instituciones que violaron derechos humanos es una deuda que Brasil aún tiene
con las victimas y, aún más, es un imperativo moral en nuestra sociedad. Es, por
tanto, seguramente una tarea de la cual la Comisión de la Verdad no puede
elidirse. Pero para mi, la mayor tarea de la CNV es la construcción de una
narrativa nacional creíble y que ponga de lado para siempre la tesis de las dos
bandas, de los dos demonios. Hace menos de un año había un general de ejército
jubilado en la televisión, diciendo que la Presidenta de la República no había sido
torturada, y que todo esto no pasa de una gran mentira que la izquierda creó en el
país. Si la Comisión Nacional de Verdad no es capaz de construir una narrativa
capaz de imponerse contra ese tipo de falsificación histórica, una narrativa que se
pueda llevar a las clases escolares, una narrativa capaz de convencer la sociedad
de lo que pasó en Brasil, su trabajo habrá fracasado.
Por fin, lo que para mí tal vez sea lo más importante, la Comisión de la Verdad
tiene poder para señalar la necesidad de reformas institucionales. He expuesto
cuanto se necesitan reformas democratizantes en los sistemas de seguridad y de
justicia en Brasil, que no fueron reformados, que son los mismos que teníamos a
fines de los años 80, y por esto me parece fundamental que se pueda avanzar en
esa materia. Tenemos hoy día en la prensa relatos de personalidades políticas,
incluso la actual Presidenta, que fueron investigados de manera ilegal ya en los
años 1990. Eso es una prueba de que sectores y aparatos montados por la
represión no pasan a trabajar de manera democrática solamente por que pasamos
a tener elecciones. Eso es un desafío pendiente (ver Imagen 2).
Ya se que a este punto muchos se preguntan ¿pero no va la Comisión de la
Verdad buscar por los desaparecidos? De manera general, diría yo que esa es
una tarea legalmente dada a la Comisión sobre Muertos y Desaparecidos. El gran
desafío de la Comisión de la Verdad es aprovechar el momento político que se
abre para discutir los hechos y reforzar múltiples procesos de memoria y verdad.
Desde la aprobación de la CNV por el Congreso Nacional una docena de
provincias ya crearan también sus comisiones locales, con distintos poderes y
condiciones de trabajo. Algunas universidades estudian crear comisiones
sectoriales y el Colegio de Abogados también empieza a constituir comisiones
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locales. La riqueza de eso proceso es permitir, finalmente, establecer la verdad
sobre las violaciones en el pasado, pero también proyectar hacia el futuro una
nueva perspectiva democrática. Muy más que sistematizar informaciones, el gran
desafío de la Comisión de la Verdad es hoy, partiendo del trabajo acumulado por
años en las comisiones de reparación, crear condiciones políticas para la
aceptación de esta verdad y proponer, de manera muy consistente, cambios
democratizantes capaces de consolidar institucionalmente en “nunca más” que
clamó la sociedad.

Imagen 2

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José Luis Caballero Ochoa

Licenciado en Derecho por el Tecnológico de Monterrey. Maestro en Derecho, por la Facultad de


Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Doctor en Derecho por la UNED de
España. Diplomado en derechos humanos y procesos de democratización por la Universidad de
Chile. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores en México, nivel 1. Es académico –
investigador titular en el Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de
México. Ha participado en múltiples foros académicos en México y en el extranjero como ponente,
así como en proyectos de investigación y consultoría en temas del marco jurídico nacional e
internacional de los derechos humanos. Su obra publicada consiste en capítulos de libros y
artículos en revistas especializadas, sobre derecho constitucional y derecho internacional de los
derechos humanos, así como algunos libros en estas materias, uno de ellos, “La incorporación de
los tratados internacionales sobre derechos humanos en España y México”.

El caso mexicano no está presente de ninguna manera en las discusiones. Nadie


habla de México; está como lejano, ausente. Es una transición absolutamente
fallida. Entonces, siempre que he conversado me pregunto: “y ahora qué voy a
decir, qué voy a decir de México, es una vergüenza”.
Pero lo que yo hice fue encontrar una ruta que tiene tres ejes y esto puede ser, de
alguna manera, aleccionador. ¿En qué sentido puede ser aleccionador? pues en
el sentido de cómo, a través del tiempo, puede observarse que un proceso de
transición fallido, que no documenta para procesos actuales -quizá no de la misma
envergadura represiva- pero para procesos actuales que se podrían resolver con
mucha mayor eficacia para el Estado, porque el caso que vive México hoy es
particularmente lamentable, en términos de justicia.
Y también, puede ser aleccionador para la sociedad. Porque los procesos de
justicia transicional, bien incorporados en la sociedad, con todas sus fallas y sus
reticencias, ayudan a que futuros operadores jurídicos que surgen de esa
sociedad civil puedan tener herramientas jurídicas, políticas, incluso culturales,
para hacer frente a esto. Yo pienso en el presidente de la república, actual, de
México, en Felipe Calderón, que ha tenido una actitud ante el tema de los
conflictos, en el tema de derechos humanos, y ante el tema del narcotráfico, fatal.
Aun perteneciendo a una generación que se hubiera podido beneficiar
enormemente de una ruta de transición democrática, de procesos de justicia
transicional.

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Calderón es un hombre de cincuenta años. El tema de la guerra sucia de los años
70 y 80 se empezó a empujar hacia finales de los 80 y principios de los 90, cuando
él era estudiante. Entonces, podría haber tenido una ruta documental que tendría
a México puesto en otra situación. Y lo digo muy claramente en el contexto de
que, además, en el sistema político mexicano, no importa que haya habido
alternancia en el 2000 de un partido de setenta años, represor, a otro partido que
va por la misma ruta, cuyo discurso ha sido el de minimizar, trivializar el tema de la
transición democrática. Es decir, aquí hay que hacer olvido.
Entonces, expondré estos tres ejes, brevemente. El primero; ¿qué documenta una
transición fallida? Pues, que no se hicieron las cosas que se tendrían que haber
hecho. En el 2000, cuando hay alternancia del PRI represor -que crea y que
genera la “guerra sucia”, y reprime a los opositores con el brazo armado del
ejército- eso promete cambiar las cosas. Se le sugiere al nuevo gobierno que haga
una comisión de la verdad, pero no hace la comisión de la verdad sino que enfoca
las baterías en una fiscalía. Esa, que se trató de una fiscalía especial para los
crímenes del pasado arroja paupérrimos resultados; solamente hay veinte
consignaciones de un número de miles de desaparecidos. No hay ninguna, ni una
sola sentencia a un militar. Y además, hay un informe histórico, que se perdió. Es
anecdótico, porque esta fiscalía, después de que termina el sexenio de Fox de
2000 a 2006, documenta en un Instituto Nacional de Ciencias Penales que
sencillamente extravía el informe. Y ahora lo tienen radicado en el Archivo General
de la Nación, y nadie puede dar cuenta de él; es una vergüenza. Y ni una
consignación a militares. Hay una consignación solamente a quien fue presidente
de la república, Luis Echeverría, que después fácilmente consigue un amparo, y
se acabó el asunto. Pero además, eso se acompañó de cosas terribles: no
tipificación de los crímenes de lesa humanidad, no tipificación de la desaparición
forzada de personas, prevalencia casi absoluta de la jurisdicción militar, cero
visibilidad de las víctimas, cerrazón absoluta de los recursos para defender
derechos humanos, por ejemplo, el amparo.
Es decir, hay todo un tema, un caldo de cultivo que, evidentemente, conduce a
una ruta fracasada. El grupo de trabajo de Naciones Unidas para Desapariciones
Forzadas Involuntarias ha realizado un informe, con lo que está ocurriendo en
México en la guerra contra el narcotráfico. Esto es interesante porque se trata de
un mecanismo extra convencional y porque conecta el tema del pasado con lo que
está ocurriendo hoy. Dice el informe que en el tema del pasado, conectado con el
presente, “es muy difícil que las víctimas, los familiares de desaparecidos, puedan
articular el amparo”. El amparo, que es el medio para defender los derechos
humanos. Es penoso. Pero así lo dicen porque, fíjense ustedes, el amparo en
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México exige, en primer lugar, que se identifique exactamente al perpetrador del
crimen. En segundo lugar, exige que se identifique el sitio donde se cometió el
crimen de desaparición forzada. Tercero, absurdo, exige que la víctima directa
ratifique la denuncia. Entonces, imagínense ustedes un informe definitivo de un
grupo de trabajo que se presenta ante el Estado mexicano y le dice: “Oye, este
mecanismo tiene que estar más flexibilizado, porque no puedes exigirle a la
víctima de la desaparición forzada que ratifique”. En fin, fallido.
Eso, o cualquier cosa que se diga, sobre el caso mexicano en el tema de justicia
transicional, resulta poco. Y entonces, hay algún sector de la sociedad que dijo:
“bueno, ya, dejémoslo descansar, se fue al olvido. No pudimos con este tema de
los 70-80 de la represión, de los militares como brazo armado del autoritarismo, y
que los desaparecidos y sus familias se conformen con poco”. No hubo ahí un
mecanismo de reparaciones administrativas. Ni siquiera se pudo articular en la
secretaría de gobernación. Este es el primer eje.
El segundo eje es una intervención que a mí me parece interesante, de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Una seria reforma que en otros países
evidentemente -Argentina, Colombia- tienen desde hace veinte años, pero que yo
creo que fue una cuestión muy saludable. Son cuatro sentencias de la Corte
Interamericana, una sobre hechos de 1974, el famoso caso Radilla Pacheco, de
2009, que es la recuperación por la Corte Interamericana de ese tema fallido por
México, donde le dice “usted debe haber hecho tales cosas y no las hizo”. Pero
esa sentencia, en pocos meses se acompañó de otras tres, dos de indígenas
violadas por el ejército, y una de unos campesinos ecologistas torturados. Y lo
curioso es que el patrón de impunidad y el estado de cosas es el mismo, sobre
hechos ocurridos en 1974, que sobre hechos ocurridos en 2002.
El mismo patrón de impunidad y el tema del ejército; la ausencia de tipos penales,
la ausencia de las víctimas, la ausencia de mecanismos de reparación destapan
otra vez la discusión sobre ese eje importante. La Corte Interamericana le dice al
Estado mexicano: usted tiene que establecer claramente la desaparición forzada
con el tipo apegado a la Convención Interamericana. Además tiene que declarar
nula una reserva bárbara a la Convención Interamericana de Desaparición
Forzada de Personas. La convención dice, en el artículo IX, que las jurisdicciones
militares no pueden entender sobre este crimen, y México tiene una reserva que
dice sí pueden. Pero además le dice: usted tiene que cambiar en todos estos
casos, en los cuatro, tiene que cambiar su código de justicia militar que permite
que se extienda la jurisdicción militar a todos los delitos, siempre que se acredite
que hay actos de servicio. Todo, el orden común, el federal, lo que fuera. Y tiene

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que cambiar su interpretación de la Constitución, que eso a mí me parece muy
importante, le dice, usted tiene que leer el artículo que establece el fuero militar en
la Constitución, de acuerdo a la Convención americana.
Hace un rato en la mesa decían: “tiene que dejar obligaciones más puntuales la
Corte Interamericana” bueno, fue una obligación puntualísima, dirigida al Poder
Judicial Federal. Y fue una obligación puntualísima dirigida a la Corte, porque las
víctimas, en estos casos, querían un cambio de Constitución para prohibir el fuero
militar, querían una especie de reacción estilo [el caso de la Corte IDH] Olmedo
Bustos -“cámbiele aquí”- y la Corte Interamericana dijo: “no hace falta que
cambien la Constitución, siempre y cuando la interpreten de acuerdo con su
misma Constitución”.
Yo he platicado con algunos profesores y les causa mucho escozor que la Corte
Interamericana haya ido tan lejos, pero a mí me parece fabuloso; “usted tiene que
interpretar su Constitución de acuerdo con su Constitución; hágalo así Corte
Mexicana, vea los estándares que yo le di en [el caso de la Corte IDH] Castillo
Petruzzi y póngase a hacer este trabajo”.
Y claro, eso volvió a traer el tema, a la mesa de discusión mexicana, más que de
una reforma constitucional importante, de alcanzar un poco el estándar
latinoamericano en materia de derechos humanos, es decir: bloque de
constitucionalidad, cláusula de interpretación conforme, principio pro persona.
Este sería el segundo aspecto.
Y el tercero es qué puede traer consigo esto. Nosotros estamos en una guerra; así
la ha llamado el presidente de la república -imagínense- contra el crimen
organizado y por el combate al narcotráfico, que ha traído una serie de
consecuencias atroces. Sin conocer los parámetros internacionales, el presidente
de la república en 2006 decide, tal cual, declararle la guerra, con derecho penal
del enemigo a mexicanos delincuentes. Pero declararles la guerra, y decidir que
las posibles víctimas de esa guerra serían daños colaterales. Sin aplicar los
convenios de Ginebra, sin nada, ni visibilizar a las víctimas de ninguna manera.
Cuando ya teníamos una situación bastante complicada, llevamos 60.000 muertos
y se calcula que un número de desaparecidos igual casi ya al de la guerra sucia
de dos décadas, en seis años.
Entonces, el gobierno, habiendo denostado todo el proceso de verdad, justicia y
reparación que debía darse allí cambió el discurso. Admitió que iba a complicarse
al hablar de “guerra” y empezó a decir, ciertamente: “no son daños colaterales,
son víctimas” y trató de recomponer una ruta que a mí me parece muy difícil de

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remontar. Y hay comprometidos ahí un montón de temas, por ejemplo, el tema de
violaciones graves a mujeres, a periodistas, a defensores de derechos humanos y
a los inmigrantes irregulares. Porque ahora estas personas -es un tema que toca
Centroamérica completo- en México, todas las personas que tratan de cruzar la
frontera a Estados Unidos para conseguir mejores oportunidades de trabajo, están
siendo secuestradas y están siendo víctimas de desaparición, incluso de
desaparición forzada. Porque, además, son a quienes de alguna manera las
coopta el narcotráfico para este tipo de trabajo. Entonces llega el ejército, llega la
marina y arrasa con todo, desaparecen las personas, los más vulnerables.
Entonces, ante esta situación, lo que me parece importante es rescatar, de cara a
esto que está pasando en México, que si hubiésemos atendido los temas de
justicia transicional, justo ahora tendríamos un papel acotado, controladas las
fuerzas armadas, en vez de haber esperado esta sentencia de la Corte
Interamericana, porque están las fuerzas armadas en la calle. Tendríamos una
visibilidad más clara de las víctimas. Apenas, recién ahora, se está haciendo una
ley de víctimas tomando el modelo colombiano. Tendríamos una respuesta más
efectiva en mecanismos de reparación del daño y no tendríamos un patrón de
impunidad de la escala que tenemos. Este es, me parece, un elemento de lección
que nos puede dar el caso mexicano.
Y tres últimas cosas, que me provocaba lo que reflexionaba Leonardo [Filippini,
moderador del panel]: ¿qué le pediríamos a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ante la situación que se vive en América latina? Yo, respecto a la
situación mexicana, pediría tres cosas frente a las que parece que la Corte
Interamericana tendría que posicionarse: la primera sería el papel del ejército en
tareas de seguridad pública, que eso no está documentado. Está el tema de la
jurisdicción militar, pero no qué pasa cuando la policía, como pasa en muchos
países de América latina, está absolutamente corrompida, y el ejército entra
indebidamente a hacer tareas de seguridad pública. El segundo, la
inconvencionalidad del arraigo. En México, el arraigo, que hay un orden judicial
pero sin sede administrativa, se metió en la Constitución para poderlo dejar
intacto, el arraigo de 40 y hasta 80 días, que es una válvula de escape de la
desaparición forzada bárbaro, porque por ahí se van. Y el tercer tema consiste en
que tiene que haber un desarrollo jurisprudencial muy claro, sobre migración
irregular, porque están las opiniones consultivas 16 y 18 sobre migrantes
indocumentados procesados en Estados Unidos, o trabajadores indocumentados,
pero no los procesos de flujo que no tienen ningún estatuto jurídico, no son
asilados, no son desplazados, no son refugiados, son migrantes económicos.
Esas tres cosas.
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Día 4 - Taller “Nuevos debates en relación con los procesos de


justicia transicional”.

Primera sesión. “Incorporación de la perspectiva de género en las


medidas transicionales”.

Maya Morsy

Coordinadora de Egipto de ONU Mujeres desde junio de 2011. Anteriormente lo fue para UNIFEM
desde 1999. Se desempeñó en la Unidad de Políticas del Programa de Naciones Unidas para el
desarrollo entre 1995 y1998. También como especialista en Educación de las Niñas para los
Proyectos de Institucionalización de Éxitos para Escuelas Innovadoras para la USAID en 1999. Fue
facilitadora part-time para comunicaciones y gestión del City University Program implementado por
la Academia Árabe de Ciencia y tecnología durante la Liga Árabe entre 1997 y 1999. La Dra.
Morsy es una experta en Género y Políticas Públicas que ha trabajado durante los últimos 16 años
in temáticas de derechos humanos de las mujeres, políticas públicas, planificación, presupuesto e
incorporación transversal de la perspectiva de género, monitoreo y evaluación de políticas públicas
de género y seguridad humanitaria para las mujeres. Posee un PH.D en Políticas Públicas del Arab
Regional Academic Institute, un máster en Administración de Negocios de la City University de

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Seattle y es licenciada en Ciencias Políticas con una especialización en Comunicación Masaiva de
la American University del Cairo.

In transitional countries, gender equality and ensuring women’s empowerment


should be introduced or re-introduced in all legislative and political mechanisms
and strategies. Transitional country might offer an opportunity to empower women
and achieve gender equality integrating the notion of gender equality in the
transitional justice mechanisms. Truly and inclusive peace, and democratic/political
transitions requires the achievement of women’s empowerment and gender
equality at all levels of the political, economic and legislative systems.
Transitional justice approaches often neglect women's experience of political
violence. Far too often, truth commission mandates, judicial opinions, reparations
schemes, and reform policy proposals are written, interpreted, and implemented
with little regard for the distinct and complex rights violations and injuries women
suffer. Neglect of gendered patterns of abuse affects both women and men
seeking access to justice by limiting the reach of reparations programs,
entrenching impunity, distorting the historical record, and undermining the
legitimacy of transitional justice initiatives. Moreover, there is still very little
understanding of the gendered legacies of authoritarianism, the complex and
shifting relationship between extraordinary and ordinary violence, and the
opportunities to enhance gender justice that transitional contexts provide.
Gender justice involves an intentional effort to realize that the experiences of men
and women during conflict situations or democratic and political transitions are
different. The experience of women is often broadly thought to be sexual violence,
or ignorance of her voice. However there is now recognition that the experience of
women is usually much broader than sexual violence. ‘Criminal prosecutions – at
their most sensitive to gender issues- recognize women as victims of sexual
violence , and the women who come before the court must perform a kind of
sexual vulnerability in order to be seen as victims by the court”. It is therefore
imperative to look at the experience of women holistically and not assume that the
women’s experience is purely through sexual violence. Gender Justice in
Democratic transition, a preliminary analysis on the role of women in transition
politics had demonstrated that usually women movements and women have played
significant role in the starting the transition, but they are in most cases absence
from the negotiation table or decision making positions.
We came up with six major principles for women’s participation specifically in
democratic transitions. The first principle is Ensure free and fair elections for
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women. This is meant to help women to reach a negotiation table, either by
temporary special measures, such as quotas, waivers of nomination fees or access
to public media. I´ll tell you the result: when we asked for this, women were granted
a minimum quota of one woman in the proportional list, with no description of
where women should be in the list itself. So, the result is that there are almost 2%
of women participating in the current Parliament, but not a single one has been
elected on the majoritarian sits.
The second principle is Encourage political parties to address gender equality. This
has to be done from the beginning. Gender equality has to be addressed through
the political parties rather than asking the government to implement it.
The third principle is Support women´s civil society organizations to advance
women´s interests. In this regard we have to come up with one voice, one
statement, one charter and hold National Conventions of Women to show what
women want at this situation.
Maybe the first and second principle could not be achieved, but we think that the
women´s voice have to be unified and coordinated as much as possible to address
the specific needs in this regard.
The fourth principle is Build accountability for women´s rights in the public
institutions. And this is, as I said, ensuring gender equality in the constitutional
revisions, in the design of the political the judiciary and all the public institutions.
Listen to women´s voice is very important at post-conflict and at the political and
democratic transitions. Promoting accountability, we should not say “we are
promoting gender equality” or “we are standing side by side by women” but when
we come up in the decisions, and the decision-making tables, we don’t find any
women, and then say “We didn´t have the right caliber in the right place”.
Principle five is Enhance policy-making and oversight capacity of women in public
office. And this is related to the Parliament, and the parliamentary elections, and
the structures to address gender equality. But as such principle is not achieved, we
also encourage women to have shadow parliaments, women observatories to
ensure that their voices are heard. If the government is not giving them the chance,
on the decision making table, they have to create – creatively – channels to
highlight their voices.
The sixth principle is, actually, Promote gender justice, and this has to be a
response of transitional justice within the justice sector reform to ensure rules on
women political rights, to promote women as lawyers, judges, and paralegals to
actually help in the transitional phase.

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When we say that the United Nations (UN) is highlighting the importance of the
gender transitional justice from a gender lens we think of UN Security Council
Resolution 1325, which has been launched, actually endorsed, in October 2000.
This resolution indicates that the modeling on the analysis of transitional justice
practices would be improved if gender-based perspectives were included,
enriching or understanding the factors that lead to our conflict and improving our
ability to coop with them after that. This tool is actually fitting in conflict and post-
conflict situations, political transitions and, actually, in peaceful communities,
because the same problems that women are facing to reach decision-making
positions to help others, in representing their voices or actually being heard is
happening throughout those stages. Though of course is harder, and reflected on
women´s psychological and physical security, and human security bases, when we
are in conflict or post-conflict situation.
There is another tool that has been lastly announced last December 19th [2011],
and I do not think the majority of people know about it, but it`s a very interesting
tool, which is the Women Political Participation Resolution. I think it’s also a very
important resolution to be used to lobby for ensuring that a certain percentage of
women are present in the political negotiation in the Parliament, in political
leadership and embedded in electoral participation processes and highlight
ignorance or misrepresentation also by the media.
I’ll give you an example of a Truth Commission that has adopted a gender-
sensitive approach. This Truth Commission should carry, at least, a study of
violations against women’s rights and of the groups of women fighting against
them, against society itself. It should collect all testimonies from women regarding
the legacy of the violations, the emotional trauma caused by these violations, and
the moral, physical and social suffering. We have to really take into account that
the suffering women are passing through, could not necessary be consequence of
being direct victim of assault or rape; they might be worried about her husband, her
son, her family, her house. And this should be considered in a wide perspective
that includes the future of these women: this psychological burden and trauma
would remain and cause damage even when the events have passed, so this
should also be taken into consideration.
There’s the case of the people in Tahrir Square, to illustrate this point. There was a
big fight there, but people was feeling very peaceful. However, the women who
were related to those people but were outside that place were extremely
traumatized. A simple mechanism has been established after the Revolution, to
actually consult after trauma, and determine how we can help women that have

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suffered trauma. Although I’m using an example I’ve experienced myself, there
might be examples of other women that are passing through conflicts. But what we
have seen here was that people involved in those situations might be less scared
of being violated rather than people who are outside. So, we have to consider
women as a whole package in the society as well.
Guaranteeing the representation of women in such structure and mechanisms is
also very important. Women, in a lot of cases, are better listening to other women,
hearing them and their problems. So we have to ensure that the structure is also
gender-sponsored. Maintaining confidentiality is very important, ensuring the
recruiting of the police women in the investigations. Actually, recruiting police
women in normally police stations, is very important, because even in peaceful
situations, if a woman is raped or assaulted in the street, or there is a sexual
harassment case, they are very frightened to enter the police stations and talk
about their cases, because they are either mocked at or taken lightly and not
actually listened to at all. It must be ensured that there exist separated public
hearings, if needed, and introduce special packages to be implemented by the
transitional justice mechanisms for women and children.
Guaranteeing safety and security of the witnesses is also very important. When we
had the last case of virginity test in Egypt, the doctor who had conducted it came
out to be innocent. I personally think that it is actually the problem with the
witnesses: the security for the witnesses was a real problem, because girls who
were in the same situation of the victim whose case was being investigated ––
were afraid to give testimony, and she was standing alone fighting all the people
who were saying “this is legal, “these are rules and regulations from the Army
checks”. And at the end, because there were no guarantees and no security for the
witnesses, no one submitted a clear statement against the defendant.
I’ve highlighted the political participation and the Security Council resolution 1325,
which establishes principles to ensure that there is a gender agenda in transitional
justice mechanisms. The first principle is the participation of women in the process,
and when we say “in the process”, it means hearing the voices in the
implementation of the mechanism itself. Women have to be part and parcel
participating in a wide range from speaking of the experiences, to being part of the
reform process, in terms of economical social and political development. Women
must feel safe enough to voice their experience, and this includes ensuring that the
truth-telling process is sensitive and also very respectful. The second principle is:
address women`s needs from the process in terms of prosecution and reparations;
as noted earlier, experiences are different as from men, and so it is important to

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realize the prosecution and reparations for women might not mean the same thing.
In the instance of sexual violence, reparations would have to take care of long-term
psychological and emotional effects of violence. And, in other instances,
prosecution might not be in that order. Think of the case where men are forced to
rape their own mother or sister; in these cases it takes a very long time for women
or girls to heal. And this also has to be highly considered in the design of the
mechanisms.
Security Sector Reform must address security for women, and as I said, the
security sector reform has to be done in all cases: in conflict, and post-conflict
countries, political and democratic transitions. If you ask Egyptians at this stage
what do you need the most? They will say security. They will forget they are
experiencing a bad economic situation, and high rates of unemployment, they care
about security of their mothers, daughters and sisters in the street. Transitional
justice mechanisms are there to restore societies that have been disintegrated and
when impunity was prevalent. Security Sector Reform is imperative in transitional
justice mechanisms, especially because in most cases the security sector is
broken down (and, as I said, in all situations, not only in post-conflict). Women
must participate in such reforms, they have to have a voice, they have to have
representation and also security agents can be integrated.
Last but not least, is also to understand women’s sense of justice in order to satisfy
it. The sense for justice for women, might be a little different than the man`s. The
woman has to feel that the justice has touched her, that she and other women
have got a right; it is very important that they feel the justice. And, as I`m telling
you, there are a lot of cases that maybe are being treated appropriately but, if you
ask women, they will tell you that they have not reached the justice that they want.
They did not get the right position in the society, where they know their rights will
be protected and the rights of their children will be protected as well.
We still have a lot of gaps in the studying of transitional justice with the gender
lens. This needs more and more work, it remains a largely unexplored avenue for
conflict resolutions and political and democratic transitions. There should be more
focus on studying how we can do it in the best way, and when we say “in the best
way”, it means that there has to be participation, an accountability system to what
we are designing and it has to reflect a fully integrated voice of the whole society.
As well, for achieving effective gender justice it needs to be understanding of the
term “gender”, and the term “justice”. It does not translate directly and only to
women´s issues, as I said. But, the women´s issues within the society, women and

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men´s issues, have to be treated differently, and also focused on with a different
lens.
There´s also the need that victims of both sexes are involved and participate on the
design and the implementation of the transitional justice mechanisms. They are in
better position to say what has been done wrong, what has been done right, and
what should be done better. And, listening to the people who are the target
beneficiaries of such mechanisms, should be taken into consideration. Transitional
justice mechanisms, must understand justice from the victims perspective, from the
women´s perspective, and not from the state perspective or either the society
perspective. When we say that women are assaulted in a certain way, we should
not think of where they were, in which area, in which location, and why they were
there, and why do they put themselves in such position. This is a societal
perspective, and if we talk about a State´s perspective, we would say “but women
know that this area is not secure, that has conflict between either Muslims or
Christians, different tribes or people. So, why they are there?” We have to
understand it from a victimized perspective, and not from any other. We have to
see the case with the victim eyes, and not with our eyes, or the State´s eyes, or
even with the Women movement´s eyes.
Women organizations and coalitions must learn to present a united front and speak
with one voice, while articulating their issues during transitional justice
mechanisms. Regarding the democratic and political transition that Egypt is facing,
I think there is a big problem because once the politicians understand that the
women do not have a unified position, they try to play politics and, definitely, they
win. If they understand that all women have one stand, one front and speak with
one voice, I think at this stage it would be better. I´ll give you a very simple
example we have faced: once the Revolution had stepped down the president, all
the organizations that were related to him or his wife, have actually played a very
low profile. One of these mechanisms was the National Council for Women; during
the whole year it was not able even to raise a women´s issue, or to flag a certain
problem, or to actually support women who are violated or take cases of the
virginity test, or the assault in the Tahrir Square, harassment or whatever is
happening in the country. And the problem is that the politicians play it quite well:
they split the women, so the conservative group of women says “No, we don’t want
a Council for Women, we want a Family Affairs Council, first”. The liberal women
say: “We don’t´ want someone to represent us, we have a very strong voice and
we can represent ourselves.” And moderate level women want a National Council
for Women, they played it properly and when they had successfully fought for an
Army Council which announced a new National Women machinery, I cannot tell
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how the other women attacked the design or the announcement. So, we have to be
very careful, and we have to actually work with women and women´s organizations
to represent one voice and one message at the same time. And not conflicting,
and as we keep on saying, “play the prima donna” at stage, not caring about
ourselves but think about the women´s movement at large.
The effect of transitional justice mechanism must be backed by political will,
capacity and the ability of resources but should also be backed by the women´s
voice. They should be the political agents, pushing the politics to ensure that it is
also gender sensitive.
As I said, the Arab States are employing transitional justice mechanisms at this
stage, with a gender dimension or not, though women are pushing to have it as
much as possible, but as I´m telling you, it´s not that easy, because if you talk
about the Arab society, or culture, or State women are being looked as a
marginalized group, and whenever they talk, they are told “it´s not your time right
now, let us arrange the country, and let us come back to your problems, your
problems can wait”. The opportunity can either be missed, or ignored due to the
patriarchal society. We see that in the political transition that the Arab States are
passing through, it could be a good opportunity to increasing women´s presence
and highlighting women in decision making, it should be pushed. Although there is
a high rate of conservative waves and elites, you can imagine how people can be
controlled, either by negative interpretation of religious practices , or by
conservative states. So, it´s a real problem if we don’t design the transitional justice
mechanisms properly, if we don´t have in any single step that the Arab Spring
countries are passing through, ensuring gender justice, or gender equality in the
representation between man and women in the mechanisms.
I think this could not only be a backlash on the women´s agenda, but it would be a
backlash on the Arab Spring as a whole. We really hope that the Arab Spring and
transitional justice and transition to democracy would not turn to the women´s
rights to be actually an Arab Winter, and not a Spring, because what we´re seeing
in this moment is really women demanding fair roles in social, political and
economic rights in this situation, a lot of countries are entering into the
constitutional legal reform, in democratic transitions, and this is what we have to
play ensuring that gender is part of the transitional bodies and machineries should
be ensured.

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Versión en español

En los países en transición, se debería incorporar la igualdad de género y el


otorgamiento de poder a las mujeres en todos los mecanismos y en todas las
estrategias legislativas y políticas. Los países en transición deberían ofrecer
oportunidades de empoderar a las mujeres y alcanzar la igualdad de género
integrando este concepto en los mecanismos de justicia transicional. Para lograr la
paz verdadera e inclusiva así como las transiciones democráticas/políticas se
necesita alcanzar el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en
todos los niveles de los sistemas políticos, económicos y legislativos.
Los diferentes enfoques de justicia transicional generalmente desatienden la
experiencia de violencia política de las mujeres. Es común que se escriban, se
interpreten y se implementen informes de comisiones de verdad, dictámenes
judiciales, planes de reparación y propuestas de reformas de políticas sin tener en
cuenta verdaderamente los diferentes y complejos casos de violación a los
derechos y de lesiones que sufren las mujeres. La falta de atención a los patrones
de abusos afecta tanto a varones como a mujeres que buscan acceder a la justicia
y consecuentemente limitan el alcance de los programas de reparación, afianzan
la impunidad, distorsionan los antecedentes históricos y socavan la legitimidad de
las iniciativas de justicia transicional. Además, todavía se conoce muy poco sobre
los legados de género del autoritarismo, la relación compleja y cambiante entre
violencia habitual y extraordinaria, y las oportunidades de mejorar la justicia de
género que brindan los contextos en transición.
La justicia de género incluye un esfuerzo intencional para entender que la
experiencia de varones y mujeres en situaciones de conflicto y en transiciones
democráticas y políticas son diferentes. Generalmente se piensa a la experiencia
femenina como violencia sexual, o como la falta de reconocimiento a su voz. Sin
embargo, hoy día se reconoce que la experiencia de la mujer va mucho más allá
de la violencia sexual. “En los juicios penales, principalmente los relacionados con
los asuntos sobre género, se reconoce a la mujer como víctima de violencia
sexual, y las mujeres que se presentan ante la justicia deben mostrar una especie
de vulnerabilidad sexual con el fin de ser vistas como víctimas por parte del
tribunal”. En consecuencia, es fundamental analizar la experiencia femenina
integralmente y no suponer que dicha experiencia se construye solamente en base
a la violencia sexual. La Justicia de Género en transiciones democráticas, un

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análisis preliminar del rol de las mujeres en políticas de transición, ha demostrado
que generalmente los movimientos feministas y las mujeres han jugado un rol
importante al momento de iniciar la transición, pero que en muchos casos están
ausentes en las mesas de negociación o en posiciones que incluyen la toma de
decisiones.
De este modo encontramos seis principios fundamentales en relación con la
participación de las mujeres en transiciones democráticas. El primer principio es
Asegurar elecciones libres y justas para las mujeres. Este principio tiene como fin
lograr que las mujeres lleguen a las mesas de negociación, ya sea por medio de
medidas especiales y transitorias como los cupos o cuotas, por la dispensa del
pago de nominaciones, o por el acceso a los medios. El resultado ha sido el
siguiente: al demandar este principio, a las mujeres se les otorgó un cupo mínimo
de una mujer en la lista proporcional, sin hacer mención sobre el lugar en el que la
mujer debería estar en dicha lista. Consecuentemente, el resultado es que hay
casi 2% de mujeres participando en el Parlamento hoy día, pero ninguna ha sido
elegida para ocupar una banca en el grupo mayoritario.
El Segundo principio es Alentar a los partidos políticos para que traten el tema de
igualdad de género. Esto se debe llevar a cabo desde el primer momento. Los
partidos políticos deben tratar el tema de la igualdad de género en vez de pedirle
al gobierno que lo implemente.
El tercer principio es Brindar apoyo a las organizaciones civiles de mujeres con el
fin de progresar en pos de los intereses de las mujeres. Respecto a este tema,
debemos surgir con un solo discurso, una declaración, un punto y llevar a cabo
Convenciones Nacionales de la Mujer para dejar claro qué es lo que quieren las
mujeres en relación con ese tema.
El primer principio y el segundo pueden no ser alcanzados, pero creemos que el
discurso de las mujeres debe estar unificado y coordinado lo más posible para
tratar las necesidades específicas en este sentido.
El cuarto principio es Construir mecanismos de rendición de cuentas por los
derechos de las mujeres en las instituciones públicas. Tal como dije, esto se
relaciona con asegurar la igualdad de género en reformas constitucionales, en el
diseño de las instituciones políticas, judiciales, y públicas en general. Es muy
importante escuchar la voz de la mujer en el post conflicto y durante los momentos
de transición política y democrática. Al promover la rendición de cuentas sobre el
tema no debemos decir “estamos fomentando la igualdad de género” o “estamos
junto a las mujeres” y luego cuando llega el momento de la toma de decisiones, o

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cuando vemos que no hay mujeres sentadas en la mesa de negociaciones,
decimos “No tuvimos el calibre correcto en el lugar correcto”.
El quinto principio es Mejorar el diseño de políticas y la capacidad de supervisión
de las mujeres en cargos públicos. Esto está relacionado con el Parlamento, las
decisiones parlamentarias y las estructuras para alcanzar la igualdad de género.
Pero como tal principio no se alcanza, alentamos a las mujeres a que lleven a
cabo parlamentos paralelos u observatorios conformados por mujeres para
asegurarse de que su discurso sea escuchado. Si los gobiernos no les dan la
oportunidad de sentarse en las mesas de negociación, entonces tienen que crear,
creativamente, canales que les permitan hacerse escuchar.
El sexto principio es, en realidad, Promover la justicia de género, y este principio
tiene que ser una respuesta de la justicia transicional dentro del sector de reforma
de la justicia, para asegurar que existan normas sobre los derechos políticos de
las mujeres, con el fin de fomentar la existencia de mujeres abogadas, jueces y
profesionales del derecho que realmente ayuden en las etapas de transición.
Cuando decimos que las Naciones Unidas destaca la importancia de la justicia
transicional de género desde una óptica de género, nos remitimos a la Resolución
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas No. 1325, aprobada en Octubre
del año 2000. Dicha resolución establece que la flexibilidad del análisis de las
prácticas de justicia transicional podría ser mejorada si se incluyeran perspectivas
de género, enriqueciendo o comprendiendo los factores que llevan a nuestro
conflicto y mejorando nuestra habilidad de tratarlos posteriormente. Esta
herramienta se aplica en realidad a situaciones que se dan durante el conflicto y
con posterioridad a él, y durante transiciones políticas y en realidad, también en
comunidades pacíficas, porque los problemas que las mujeres enfrentan para
alcanzar posiciones de toma de decisiones para ayudar a otros, los problemas que
enfrentan para ver su voz representada o ser escuchadas se dan durante dichas
etapas. Por supuesto que es más difícil cuando nos encontramos atravesando
conflictos o luego de haberlos atravesado, ya que esto se refleja en el estado
psicológico de la mujer y en su seguridad física, así como en las bases de
seguridad de los seres humanos.
Hay otra herramienta que ha sido lanzada recientemente, el 19 de diciembre de
2011, y creo que la mayoría de la gente no la conoce, pero es una herramienta
muy importante, que es la Resolución sobre la Participación Política de la Mujer.
Creo que también es una resolución muy importante para hacer lobby asegurando
que un determinado porcentaje de mujeres está presente en negociaciones
políticas del Parlamento, en el liderazgo político y en procesos de participación
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electoral, lo cual resalta la ignorancia o la distorsión también, por parte de los
medios.
Daré un ejemplo de una Comisión para la Verdad que ha adoptado una
perspectiva de género. Esta Comisión para la Verdad debería llevar a cabo, al
menos, una investigación sobre violaciones a los derechos de las mujeres y sobre
los grupos de mujeres que luchan contra dichas violaciones, contra la sociedad
misma. Debería recopilar testimonios por parte de las mujeres en relación con los
legados de violaciones, los traumas emocionales que causan dichas violaciones y
el sufrimiento moral, físico y social. Es imprescindible que tengamos en cuenta
que el sufrimiento que padecen las mujeres puede no ser necesariamente
consecuencia de violación sexual o agresión, sino que pueden estar preocupadas
por su marido, su hijo, su familia o su hogar. Esto también debe ser considerado
analizando una perspectiva amplia que incluya el futuro de dichas mujeres: Estas
cargas y estos traumas psicológicos pueden perdurar y causar daño a las mujeres
aún cuando los hechos ya se hayan consumado, y esto también debe tenerse en
cuenta.
Un ejemplo para este caso es el de la gente en Tahrir Square. Hubo una gran
pelea en el lugar, pero la gente estaba realmente muy tranquila. Sin embargo, las
mujeres que tenían alguna relación con esa gente, pero que estaban fuera de ese
lugar, estaban muy traumatizadas. Se ha establecido un mecanismo simple luego
de la Revolución, para consultar con posterioridad a un trauma y determinar cómo
podemos ayudar a las mujeres que hayan sufrido un trauma. A pesar de estar
utilizando un ejemplo que he vivenciado personalmente, seguramente hayan otros
ejemplos de mujeres que estén atravesando conflictos. Pero lo que hemos visto
aquí es que la gente involucrada en esas situaciones puede llegar a estar menos
asustada por la existencia de violaciones que la gente que está fuera. Por lo tanto,
debemos considerar a las mujeres en la sociedad, como un grupo completo
también.
También es muy importante garantizar la representación de las mujeres en dicha
estructura y en dichos mecanismos. Las mujeres, en muchos casos, son mejores
escuchando a otras mujeres, prestándoles atención a ellas y a sus problemas. Por
lo tanto, debemos asegurarnos de que la estructura también promueva el género.
Es muy importante mantener la confidencialidad y asegurar que se tomen mujeres
policías en las investigaciones. En realidad, es muy importante que se tomen
policías mujeres en comisarías tradicionales ya que, hasta en momentos de paz, si
una mujer es violada o acosada sexualmente en la calle, o si hay un caso de
acoso sexual, la mujer estará muy asustada como para entrar a la comisaría y

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hablar de su caso, porque se burlarán de ella o la tomarán a la ligera y no la
escucharán realmente con atención. Se debe asegurar la existencia de audiencias
públicas por separado, en caso de ser necesarias, y de incluir medidas especiales
que sean implementadas por los mecanismos judiciales en transición para niños y
mujeres.
También es muy importante garantizar la seguridad de los testigos. En el último
caso de prueba de virginidad que tuvimos en Egipto, el médico que llevó a cabo la
prueba fue declarado inocente. Creo que este es el verdadero problema que
tienen los testigos: la seguridad para ellos era un verdadero problema, porque las
jovenes que estaban en la misma situación que la víctima cuyo caso se estaba
investigando tenían miedo de testificar, y ella se encontraba sola luchando contra
la gente que decía que esto era “legal”, que "estas eran normas y leyes del
Ejército”. Finalmente, como no había seguridad ni garantías para los testigos,
ninguna dio una declaración clara en contra del acusado.
He resaltado la participación política y la Resolución del Consejo de Seguridad No.
1325 que establece principios para asegurar que exista una agenda de género en
los mecanismos de justicia transicional. El primer principio es la participación de
las mujeres en el proceso, y cuando decimos “en el proceso” significa escuchar su
discurso en la implementación del mecanismo mismo. Las mujeres deben ser
parte y participar de muchas maneras a partir del relato de sus experiencias, para
ser parte del proceso de reforma, en términos del desarrollo económico, social y
político. Las mujeres deben sentirse lo suficientemente seguras como para contar
sus experiencias, y esto incluye asegurarse de que el proceso de la verdad es
sensible y también muy respetado. El segundo principio es: abordar las
necesidades de las mujeres desde el proceso, en términos de acusaciones y
reparaciones; tal como mencioné anteriormente, las experiencias son diferentes a
las de los varones y por eso es importante tener en cuenta que las acusaciones y
las reparaciones para las mujeres pueden no tener el mismo significado. Respecto
a la violencia sexual, las reparaciones deben contemplar los efectos psicológicos
de largo plazo y los efectos emocionales de dicha violencia. Y, en otras instancias,
la acusación puede no estar dada en ese orden. Piensen en un caso en el que un
varón sea obligado a violar a su propia madre o hermana; a las mujeres y a las
niñas les lleva mucho tiempo reponerse de una situación como esa. Esto también
debe tenerse en cuenta en el diseño de los mecanismos.
La Reforma del Sector de Seguridad debe tratar el tema de la seguridad para las
mujeres, y, como mencioné anteriormente, la reforma del sector de seguridad
debe ser llevada a cabo en todos los escenarios: durante el conflicto, con

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posterioridad y durante transiciones políticas y democráticas. Si hoy le
preguntamos a los egipcios qué es lo que más necesitan, su respuesta será
seguridad. Se olvidarán que están pasando por una mala situación económica y
por altos niveles de desempleo. Les preocupa que su madre, sus hijas y sus
hermanas tengan seguridad en la calle. Los mecanismos de justicia transicional
tienen como finalidad restaurar sociedades que han sido desintegradas y en las
que la impunidad prevalecía. La Reforma del Sector de Seguridad es esencial
para los mecanismos de justicia transicional, especialmente porque en muchos
casos el sector de seguridad se encuentra destruido (y, tal como dije
anteriormente, en cualquier escenario, no solamente los países en postconflicto).
Las mujeres deben participar en dichas reformas, deben tener voz y deben ser
representadas y también se pueden integrar agentes de seguridad.
Por último, pero no por eso menos importante, se debe también comprender el
sentido de la justicia de las mujeres con el fin de poder satisfacerlo. El sentido de
la justicia de las mujeres puede ser un poco diferente al del varón. La mujer debe
sentir que la justicia la ha alcanzado, que ella y otras mujeres tienen derechos; es
muy importante que sientan la justicia. Y tal como les cuento, hay muchos casos
que quizás estén siendo tratados correctamente, pero si le preguntan a una mujer,
ella dirá que no han llegado a alcanzar la justicia que ella espera. No lograron
tener una posición adecuada en la sociedad, en la que sepan que sus derechos y
los de sus hijos serán protegidos.
Todavía tenemos muchos vacíos en el análisis de la justicia transicional con
enfoque de género. Esto mecesita de mucho más trabajo, ya que siguen habiendo
posibilidades no exploradas de resoluciones de conflictos y de transiciones
políticas y democráticas. Debería de hacerse más enfoque en estudiar cómo
podemos hacerlo del mejor modo, y cuando decimos “del mejor modo” significa
que debe haber participación, un sistema de rendición de cuentas, y que tiene que
reflejar un discurso totalmente integrado por toda la sociedad.
Para lograr alcanzar la justicia de género también es necesario el entendimiento
de la palabra “género” y de la palabra “justicia”. No se trata solamente de asuntos
relacionados con las mujeres, tal como mencioné anteriormente. Los asuntos de
las mujeres en la sociedad, los asuntos de las mujeres y de los hombres, deben
ser tratados en modos diferentes, y también deben ser encarados con diferentes
perspectivas.
También es necesario que las victimas de ambos sexos se involucren y participen
en el diseño y en la implementación de mecanismos de justicia transicional. Se
encuentran en mejor posición para decir qué fue lo que se hizo mal, qué fue lo que
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se hizo bien y qué debería hacerse mejor. Se debe considerar el escuchar a las
personas que son los beneficiarios de dichos mecanismos. Los mecanismos de
justicia transicional deben contemplar a la justicia desde la perspectiva de las
víctimas, desde la perspectiva de las mujeres y no desde la perspectiva del estado
o de la sociedad. Cuando decimos que las mujeres son agredidas de algún modo,
no debemos pensar en dónde estaban, en qué área, en qué ubicación y por qué
estaban allí y por qué ellas se pusieron en esa posición o lugar. Esa es una
perspectiva social y si hablamos de la perspectiva del Estado deberíamos decir
“pero las mujeres saben que esa área no es segura, que hay conflictos entre
Musulmanes y Cristianos, o entre diferentes tribus o poblaciones. Entonces, ¿por
qué estaban ahí?” Tenemos que entenderlo solamente desde la perspectiva de la
víctima, y desde ninguna otra. Debemos analizar el hecho como si fuéramos la
víctima y no como si fuéramos nosotros mismos, o el Estado, o el movimiento de
Mujeres.
Las organizaciones y coaliciones de Mujeres deben aprender a presentar un frente
único y a hablar con un solo discurso, al expresar sus asuntos durante
mecanismos de justicia transicional. Respecto a la transición democrática y
política que está atravesando Egipto, creo que hay un problema importante debido
a que una vez que los políticos comprendan que las mujeres no cuentan con una
posición unificada, intentarán jugar políticamente con ellas y definitivamente,
ganarán. Si vieran que todas las mujeres tienen una misma postura, un sólo frente
y un discurso único, creo que sería mejor a esta altura de los acontecimientos. Les
daré un ejemplo muy simple que hemos vivenciado: una vez que la Revolución
había derrocado al presidente, las organizaciones que estaban relacionadas con él
o con su mujer tuvieron realmente un perfil muy bajo. Uno de esos mecanismos
era el Consejo Nacional de la Mujer, el cual no fue capaz de presentar en todo el
año ni un tema relacionado con las mujeres, ni de señalar problemas puntuales, ni
de brindar apoyo a las mujeres que sufrieron violaciones o que estaban
involucradas en casos de pruebas de virginidad, o la agresión de Tahrir Square,
casos de abuso sexual o lo que estuviera pasando en el país. Y el problema es
que los políticos hicieron una buena jugada: dividieron a las mujeres, entonces
mientras el grupo conservador de las mujeres decía “Nosotras no queremos un
Consejo para las Mujeres, queremos primero un Consejo para Asuntos de
Familia”, las mujeres liberales decían “Nosotras no queremos alguien que nos
represente, tenemos voz y nos podemos representar a nosotras mismas”. Y las
mujeres de posición moderada querían un Consejo para la Mujer, entonces
hicieron una jugada apropiada y cuando tuvieron éxito en la lucha por un Consejo
del Ejército que anunció una nueva Maquinaria Nacional de la Mujer, no puedo

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describir el motivo, pero las otras mujeres atacaron el diseño o el anuncio. Por lo
tanto, debemos ser cuidadosos y tenemos que trabajar realmente con las mujeres
y con las organizaciones de mujeres para representar un sólo discurso y un sólo
mensaje a la vez. No debe ser conflictivo, como siempre decimos, “hay que jugar a
ser la prima donna”, sin que nos importen nuestros propios intereses sino los
intereses del movimiento de la mujer en general.
El efecto del mecanismo de la justicia transicional debe ser respaldado por la
voluntad política, la capacidad y la habilidad de recursos pero también debe ser
respaldado por el discurso de las mujeres. Deben ser las agentes políticas,
presionando a los políticos para asegurarse que también se considere al género.
Tal como mencioné anteriormente, los Estados Árabes están utilizando
mecanismos de justicia transicional en esta etapa, con o sin dimensión de género,
a pesar de que las mujeres están intentando lo más posible lograrlo, pero tal como
he dicho, no es tan fácil, porque si hablamos de la sociedad Árabe, o de su
cultura, o del Estado, las mujeres son vistas como un grupo marginado y cuando
hablan les dicen “no es el momento de que hablen ahora; déjenos arreglar el país
a nosotros que en algún momento veremos sus problemas. Sus problemas
pueden esperar". La oportunidad puede ser perdida o ignorada por tratarse de una
sociedad patriarcal. Vemos que la transición política por la que están pasando los
Estados Árabes podría ser una buena oportunidad de incrementar la presencia de
la mujer y de destacar a la mujer en el proceso de toma de decisiones, lo cual
debería ser impulsado. A pesar de que hay un alto índice de grupos y elites
conservadoras, se podrán imaginar cómo controlan a la gente, ya sea por medio
de la interpretación negativa de prácticas religiosas o por estados conservadores.
Por lo tanto, tendremos un verdadero problema si no diseñamos los mecanismos
de justicia transicional en forma adecuada, si no tomamos ni una medida
conociendo lo que están pasando los países de la Primavera Árabe, asegurando
la justicia de género o la igualdad de género en la representación entre varones y
mujeres en los mecanismos.
Creo que este no podría ser solamente un contragolpe en la agenda de las
mujeres, sino a la Primavera Árabe en general. Realmente esperamos que la
Primavera Árabe y la justicia transicional y la transición hacia la democracia no
conviertan a los derechos de las mujeres en un Invierno Árabe, y no una
Primavera, porque lo que estamos viendo en este momento son mujeres reales
que reclaman roles justos en relación con sus derechos sociales, políticos y
económicos, muchos países incorporándose a esta reforma legal constitucional y
transiciones democráticas, y éste es el partido que tenemos que jugar

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asegurándonos de que el género sea parte de las entidades transicionales y que
las maquinarias sean aseguradas.

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Carolina Carrera Ferrer

Profesora y Psicóloga. Magíster en Estudios Teóricos Psicoanalíticos de la Universidad Andrés


Bello, con larga trayectoria en el tema de Derechos Humanos, con énfasis en derechos humanos
de las mujeres y la justicia de género, en Chile y la Región. Actualmente es Presidenta de
Corporación Humanas y coordinadora de la Articulación Regional Feminista por los derechos
Humanos y la Justicia de Género.

Generalmente, en este contexto, conflicto es la ocupación del territorio enemigo; el


cuerpo de la mujer es el territorio a ocupar, es una forma de castigar a los
hombres, es una forma de desgastar al enemigo, es un castigo a esta mujer, pero
también al conjunto de las mujeres.
A través de la violencia sexual que se da a una mujer, lo que se está diciendo es:
“usted tiene otro rol, usted se metió en el rol que no correspondía”. Y ha sido muy
típico ver eso en las dictaduras, sobre todo en las mujeres que eran militantes de
partidos; la violencia sexual, se dirigía no solo a esa mujer, sino al conjunto de las
mujeres, diciendo: “Usted se salió de su rol, usted tiene que volver a su rol”. Tiene
también un sentido el genocidio, el exterminio completo de una raza, a través del
cuerpo de las mujeres, por su función de la reproducción.
Entonces, lo que vemos ahí, es que la violencia sexual, aunque hombres y
mujeres pueden sufrirla, no es el mismo patrón el que está detrás en uno y otro
caso; porque aquí hay una lógica de subordinación, las mujeres somos sujetas
históricas subordinadas, aquí hay una relación de poder desigual. Es distinta en el
cuerpo de un hombre, cuando un hombre en tiempos de dictadura ha sufrido
violencia sexual, la connotación que se tiene, precisamente, es decirle “usted es
mujer y por tanto pasa a ser de las subordinadas”.
Vale decir que la violencia sexual ha sido reconocida como violación a los
derechos humanos, también por el sistema universal y regional muy tardíamente
respecto de otros derechos. La Convención Sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Contra la Mujer, que es la Convención que protege a
las mujeres, no incorporaba en su creación la violencia en general, y menos la
violencia sexual. Tuvieron que pasar, el año 1989 y el año 1991, para que hubiera
dos recomendaciones -la 2 y la 19- que permitieran hablar de la violencia en

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general y de la violencia sexual e instar a los Estados a prevenir, sancionar y
erradicar.
En los procesos de pacificación en América Latina, lo que hemos visto es que en
sus inicios, la democracia -en general en materia de derechos humanos, pero en
la violencia sexual en particular- la tendencia fue invisibilizar, no investigar. En
general la posición fue “la demanda de las mujeres puede esperar”. Se priorizaron
otras demandas en función de la gobernabilidad, de la paz, de terminar el conflicto
que eran más importantes que las propias de las mujeres.
Las mujeres que sufrieron violencia sexual, tienen profundas implicancias en la
configuración de su identidad, de su identidad personal y en su propia
subjetividad. Yo creo que aquí, esto llama a que la reparación no puede ser igual
para hombres y mujeres, porque los efectos que tiene la violencia sexual, son
muy diferentes en ambos casos.
Entonces, aquí no ha habido una mirada diferenciada en materia de violación a los
derechos humanos, me parece que es importante ponerlo en el contexto de un
debate jurídico, con el que han estado estos días. Finalmente, yo diría que lo más
relevante han sido los aportes del Estatuto de Roma, en materia de cómo plantea
la violencia sexual, la violación, como genocidio y delito de lesa humanidad.
Pero nos encontramos, primero, con Estados que ratifican tardíamente. Chile
ratificó en el año 2011, por ejemplo. Y, la segunda dificultad, es cómo se ajustan
los códigos penales nacionales a estos estándares. Yo diría que esta es una de
las cosas más importantes, hoy en día, para hacer un seguimiento, no solo sobre
la violencia en general, sino para el proceso de justicia transicional. Creemos que
aquí hay un tema que no se ha abordado y que, las feministas, fuimos pioneras en
meternos en el tema del Estatuto de Roma, precisamente, porque era una
herramienta muy importante para nosotras en materia de violencia.
Entrando al caso chileno, creo que hay que mirar el contexto en que se produce
todo esto. Primero, el lugar de las mujeres en la defensa de los derechos
humanos que, creo, es muy similar a la mayoría de nuestros países. Las mujeres,
en derechos humanos, estaban representadas en las agrupaciones de mujeres
que buscaban a los otros. Es la defensa del derecho del otro, es el ser para el
otro. Pero no aparecían, las mujeres, como protagonistas de este proceso y como
mujeres que habían sufrido la detención, la tortura, la desaparición. Entre otras
cosas, porque el número era, en el caso chileno, inferior al número de varones.
Pero, como bien decían aquí, no se trata de contar el número de muertos o
desaparecidos, para poder mirar el horror y la necesidad de justicia para ambos

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casos. Había un alto nivel de participación de mujeres en la lucha contra la
dictadura durante los años 80. Por tanto, las mujeres tenían un rol muy
preponderante al inicio de la democracia. Aparecen demandas de género ligadas
a la democracia: democracia en el país, democracia en la casa, justicia, etc. Pero
no aparecía la justicia de género. No hay propuestas, por tanto, al inicio de la
democracia, del propio movimiento de mujeres feministas para enfrentar los
procesos de justicia transicional. Porque habíamos estado en otro rol: en la
defensa de la democracia, en los derechos humanos, pero siempre en el estar
para el otro.
Había, también, diferencias dentro del propio movimiento de mujeres respecto de
las prioridades del contexto político del momento. Y un debate sobre el equilibrio
entre justicia y paz. Nos encontramos con una cultura política, en Chile, con la
solución negociable de la elite política y con la justicia en la medida de lo posible.
Esto fue lo que marcó el proceso de la transición chilena. En el primer gobierno se
hablaba de búsqueda de la justicia, pero la necesidad a la “hora del perdón”. Y
ahí, uno ve que, en general, nuestros países tuvieron la misma característica.
Tenemos la ley de amnistía de 1978, un sistema electoral binominal y las
consecuencias de este sistema para el avance y retroceso en materia legislativa y
en materia de derechos humanos, en particular.
En los mecanismos que se han dado, respecto de las mujeres, yo tengo una
discrepancia con la presentación de Cath [Collins], encontrando que fue una
tremenda presentación y concordando en casi un 99%. Pero creo que sí hubo
avances en materia de género respecto de la Comisión Rettig; en relación con la
Valech 1 y la Valech 2, pues el objetivo de la primera era investigar crímenes con
consecuencia de muerte). Lo que el informe Rettig entrega es que hubo 71
mujeres detenidas-desaparecidas y 126 mujeres ejecutadas por razones políticas.
El total de hombres y mujeres, reconocidos por la Comisión como ejecutadas-
desaparecidas, asciende a 3086. Este primer instrumento nos permite mostrar
que, efectivamente, las mujeres fueron desaparecidas y torturadas. Porque
además existe el mito en los organismos de derechos humanos, en Chile también,
de que el número de mujeres había sido muy inferior. Este dato nos dice que no
es como se pensaba. Siempre se tenía la sospecha de que era mucho más bajo el
número de mujeres. En el caso de la Valech 1, de 3399 mujeres que prestaron
testimonio, fueron calificadas un 12.5% de ellas. Y, en la Valech 2, fueron
calificadas un 16.3% de las víctimas totales.
Ahora: ¿cuál es el problema que tuvimos con la Valech? Lo primero que sabíamos
es que, la mayoría de estas mujeres, nunca había contado la violencia sexual

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como tortura, porque no la asumía como tortura. Estaban presentes los métodos
conocidos de tortura, pero las mujeres decían "bueno, a mi me violaron pero no
me torturaron” y sentían que lo que les había pasado era inferior a lo que les había
pasado a sus pares compañeros varones.
Segundo, está el “ciclo del silencio”. Nunca nadie les preguntó por el pudor y la
vergüenza de contar. Y, en esta lógica del ser para otros y del cuidado, había que
cuidar a la familia, a los hijos, etc. Entonces, nos encontramos con un tremendo
problema, que era ¿cómo las mujeres iban a ir a declarar, si no estaban en
condiciones de hacerlo? La Valech no aseguraba un proceso de
acompañamiento que les permitiera declarar, no había protocolos para la
declaración especial, en este caso. Era igual, se empleaba el mismo protocolo,
para hombres y mujeres. Por tanto, el número que declaró en la Valech 1 fue
bastante bajo respecto de lo que nosotras sabíamos que era la realidad del país
por estudios que habíamos hecho, por testimonios. Quedan fuera de la Valech 1,
por ejemplo, mujeres que sufrieron violencia sexual aquí en Argentina, detenidas
por la Operación Cóndor y que, por tanto, nosotras y ellas pedíamos que fueran
reconocidas como militantes políticas, de lo que su detención fue producto.
En el caso de la Valech 2, hay un caso de ampliación de criterios en materia de
género, que nos parece interesante. En cuanto a lo territorial, entran las mujeres
de la Operación Cóndor, ingresan mujeres que fueron detenidas en sus hogares y
que no pudieron recibir remuneraciones por meses, que sufrieron un tipo de
tortura psicológica permanente. La estrategia de visibilización implicó, primero,
una investigación que se logró hacer respecto del tema y en la cual se
entrevistaron un conjunto de mujeres para poder cuantificar y cualificar los hechos,
mostrar que la violencia sexual fue un método sistemático y permanente de
tortura, utilizado en todos los períodos de la dictadura, en todos los centros de
detención.
A partir de esto, también se logró trabajar y dar a conocer que los organismos de
derechos humanos, que tomaban en primera instancia las declaraciones, se
regían por otra urgencia. Su pregunta era “los desaparecidos ¿dónde están? ¿A
quién viste?” Jamás “¿qué te pasó?”. Los propios organismos tenían mitos. Es
decir, en “Chile no hubo violencia sexual, porque eso pasó en la Argentina”, “no
hubo utilización de animales con las mujeres, porque eso pasó en Argentina, no
en Chile” y, cuando se dieron cuenta, se dieron cuenta que el propio temor y pudor
-un tema silenciado por los propios organismos- tuvo consecuencias en cómo se
visibilizó.

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Luego, vino todo un trabajo de incidencia y lobby con la propia Comisión Valet
para que pudiera tener un capítulo, como había ocurrido el caso de Perú,
destinado a relevar la violencia sexual como tortura; un capítulo de género. Se
presentó, esto al informe alternativo de la CAT y ahí lo que se logró fueron
recomendaciones. Por ejemplo, la apertura de la Valet 2, cuando la CAT decía
“esto se cerró”, no necesariamente. Uno podría, a través de recomendaciones del
“EPO” y la CAT, solicitar reapertura. Es más, uno debiera solicitar que hubiera un
organismo permanente durante toda la vida, al que la gente pudiera ir. Y, sobre
todo, en materia de mujeres que, sabemos, si en casos de violencia intrafamiliar
se demoran 7 u 8 años en denunciar, en este caso son 30 o 40 años.
Se trabajó con los equipos de salud y con los organismos de derechos humanos
para preparar a las mujeres en la segunda Valet, para su declaración. Y, como les
decía, logramos la incorporación.
¿En qué estamos hoy en día? Por primera vez, en el año 2011 aquí están las
causas abiertas. Pero solo me interesa decir que de 1457 causas, solo 24
corresponden a casos de tortura. Por tanto, estamos ante un problema, que
consiste en que todo lo que es judicializado tiene que ver con ejecuciones y
desapariciones. Entonces, judicializar la violencia sexual, si ya tenemos problemas
para la judicialización de la tortura, es aún más difícil.
En 2011 se presentaron cinco querellas por violencia sexual como tortura ante los
Tribunales de Justicia chilenos. Es la primera vez que hay una presentación de
querellas, se fueron presentando de a una y no en colectivo. Precisamente,
porque hay una estrategia detrás de las presentaciones. La dificultad con la que
nos encontramos es que los aparatos gubernamental y judicial estaban
preparados para enfrentar juicios por ejecuciones y desapariciones pero no juicios
por temas de tortura. Los casos que presentamos permitían visibilizar las distintas
manifestaciones de la violencia sexual, desde la violación, hasta la desnudez
forzada. El tipo penal que se utilizó en la presentación fue el de “tortura o
aplicación de tormento”, además “secuestro” y, dependiendo del caso, de
“asociación ilícita”. La línea argumental del delito “tortura” inscribe a la violencia
sexual como tortura. Porque, si lo presentamos como “violencia sexual”, lo
perdíamos como una forma específica de la tortura. Por tanto, lo dimos vuelta y lo
que presenta la querella es la evaluación del Derecho Internacional. Lo más
interesante es que, la querella, está centrada en el Estatuto de Roma.
Hoy en día las causas están en sumario, es decir, en proceso de investigación. Se
tramitan a través del “sistema antiguo”. En el caso chileno es, primordialmente,
escrito. Por lo tanto, el avance es lento.
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Pero, por lo menos se ha investigado y se ha logrado identificar a gente
involucrada en los casos. Radican en el “Ministro de Visita Extraordinario” quien,
inicialmente, la había remitido al “Crimen”. ¿Por qué las ingresamos por este
ministro? Porque este es el ministerio que entiende en todo lo que es
desaparición, tortura, etc. Cuando vio “violencia sexual”, las tiró al Crimen. Hubo
que hacer todo un trabajo con el Ministro para que las volviera a tener en su Corte
-la Corte de apelaciones- porque no está descontextualizado de otros casos.
Cuando hablamos de violencia sexual en la Operación Cóndor, nos interesaba que
estuviera, precisamente ahí, en esa dependencia, que ya había fallado respecto
de la Operación Cóndor. Otra cosa que nos parece muy interesante es el hecho
que el Estado la reconozca que estas mujeres -a diferencia de lo que decía la
Valet- sufrieron violencia sexual como tortura (si bien, no es vinculante al juicio, no
se puede utilizar). Es en un juicio algo que nos permite avanzar.
Ya el Estado hizo un reconocimiento. La reparación, yo diría que es uno de los
desafíos más grandes que tenemos hoyen día. Por un lado, lograr la justicia,
obtener al menos uno o dos fallos que marquen jurisprudencia. Por otro lado, el
tema de la reparación. Hasta ahora no hemos podido lograr que en las
Comisiones Valet la reparación sea diferencial.
Entonces, las tres vías que vamos a intentar recorrer para que haya una
reparación diferenciada, son las vías judicial, internacional y legislativa.

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Julissa Mantilla

Abogada de la Pontificia Universidad del Perú con un Diplomado de Estudios de Género de la


misma universidad y Maestría en Derechos Humanos (LLM) por The London School of Economics
and Political Science. Ha sido profesora de la Facultad de Derecho y del Diploma de Estudios de
Genero de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido Consultora del Área de Derechos
Reproductivos de la Defensoría del Pueblo del Perú, participando en la investigación de los casos
de esterilizaciones forzadas realizadas durante el regimen fujimorista. Asimismo, fue integrante del
Equipo Jurídico y Responsable de la Linea de Genero de la Comisión de Verdad y Reconciliación y
tuvo a su cargo la investigación de los casos de violencia sexual contra las mujeres. Fue becaria
del Programa Fulbright New Century Scholars con una investigacion sobre Genero y Comisiones
de la Verdad, basada en American University (Washington, DC). En la actualidad es docente de la
Academia de Derechos Humanos y Derecho Humanitario de la Facultad Washington de Derecho,
American University Washington, D.C. También es consultora especialista en justicia de género en
la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y Empoderamiento de las Mujeres
(ONU Mujeres), Bogotá, Colombia.

Voy a tratar de presentar algunas ideas generales sobre el enfoque de género y la


justicia transicional para luego centrarme en el caso del Perú. Empezaré por lo
más obvio, que constituye el punto de partida claro y que ya no tiene discusión: es
decir, que la justicia transicional nunca se diseñó ni desarrolló con perspectiva de
género. Eso es así, e insisto en que es indiscutible, porque si se empieza a
analizar las comisiones de la verdad previas a la peruana (que en este tema
marca un hito) lo cierto es que ninguna de esas comisiones (salvo Guatemala y
Sudáfrica) había trabajado con perspectiva de género desde un enfoque
diferencial y, dentro de este enfoque diferencial, con un énfasis en los derechos de
las mujeres. La segunda idea que quiero que quede clara es que esta ausencia de
enfoque de género es un problema grave. No solamente porque se niega el
derecho a la verdad, porque no se accede a la justicia totalmente, o porque no se
logra una efectiva reparación, sino porque se está enviando un mensaje muy
negativo: que este tema no es importante.
En este sentido, yo no me imagino una comisión de la verdad, por ejemplo para el
caso de tortura, que no trate de tener a los mejores abogados y abogadas en el
tema, la mejor información, el mayor presupuesto. Y esto es así porque la tortura
se considera un tema importante. Al igual que para la desaparición forzada, las
masacres y con otras violaciones de derechos humanos. Sin embargo, cuando el
tema son los derechos de las mujeres siempre se dice “esto no lo sabemos hacer”
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o “esto no lo habíamos pensado”. Con esto, el mensaje que estamos dando es
que los derechos de las mujeres no son tan importantes, porque si lo fueran no
haríamos una comisión de la verdad hasta que este tema se incorporara
claramente. Y otra respuesta que yo he recibido en Perú, en Colombia y en otros
países sobre este tema es: “no es que no queremos incluir a las mujeres, es que
no sabemos cómo se hace, pero sí queremos”. Considero que en vez de dar esta
respuesta, debería haber una preocupación por aprender del tema para poder
aplicarlo. No se puede cargar a la víctima con esta falta de conocimiento. No se
puede decir que “como yo no sé trabajar con perspectiva de género, entonces
usted no recibirá reparación”; “como no sé trabajar memoria con perspectiva
diferencial, entonces lo siento con su historia, pero se perderá”. Otra frase que
escucho siempre de fiscales, jueces, abogados, abogadas (en Perú y en
Colombia, por ejemplo) es: “el problema con la violencia sexual es que las mujeres
no denuncian”; es decir, además de sufrir la violencia sexual, la víctima tiene que
pasar por todo ese proceso penal – que es bastante victimizador – tiene que
conseguir la prueba, someterse a interrogatorios, dar testimonio nuevamente, para
que le crean. Y luego tiene que volver a su casa a convivir con el perpetrador y,
encima de todo eso, tiene la culpa porque no denuncia.
Entonces, nuevamente, no es que la gente tenga necesariamente la intención de
perjudicar a las mujeres, es que no ven el tema porque el Derecho no ha sido
creado con una perspectiva de género y como la justicia transicional se nutre del
Derecho, entre otras disciplinas, resulta reforzando el enfoque tradicional y no
diferencial. Por ello, es fundamental pensar en el enfoque de género desde el
inicio de los procesos de justicia transicional.
En el tema de la verdad y la memoria, por ejemplo, son fundamentales los trabajos
de Elizabeth Jelin, aquí en Argentina, sobre la memoria que tiene género y el caso
de las familias exiliadas para entender que las mujeres y los hombres recuerdan
distinto. En el caso de Guatemala, por ejemplo, es importante analizar el momento
en que las mujeres y los hombres escapaban de los ataques. Los hombres huían
y las mujeres tenían que ver a los niños, preocuparse en cómo iban a sobrevivir en
la huida, etc. Eso es análisis de género. Lo que me parece interesante, como dice
Jelin, es cómo recuerdas distinto las historias, cómo te afectan distinto. Porque si
a una mujer “le desaparecen” el marido, sufre, recuerda la desaparición, pero
también tiene que afrontar todo lo que pasa después para sobrevivir y en
una sociedad discriminadora en la cual no te preparan para el espacio público, es
muy difícil luego salir a ese espacio y asumir nuevos roles. En el caso de Perú,
por ejemplo, había testimonios de mujeres ante la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR) que decían: “yo lo que quiero es recuperar a mi esposo,
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porque a él lo mataron”. “¿Y a usted?”, le preguntábamos, “bueno, yo tuve que
hacer esto, me violaron, etc. Pero yo quiero recuperar el cuerpo” “¿bueno, pero
usted qué quiere?” “nada, pero si a mí no me pasó nada”. Entonces, ese tema de
recuperación de verdad y memoria a través de los testimonios, necesita un
análisis de género que permita identificar de qué manera los hombres y las
mujeres recuerdan.
En el tema de acceso a la justicia, quiero usar el caso de Colombia. En un taller de
género con jueces y fiscales de Justicia y Paz, un fiscal le preguntaba a sus
colegas: “¿ustedes qué hacen cuando a la fiscalía llega una señora con sus
hijitos? Porque yo no los puedo dejar entrar a sus hijos, no lo hago”. Otro levanta
la mano y dice “yo sí los dejo entrar, porque cómo los voy a dejar afuera…”. Y una
fiscal levanta la mano y dice “nosotros, en la fiscalía, organizamos una especie de
guardería, trajimos juguetes, etc.”. ¿Qué es lo que pasa ahí? Que nadie pensó en
la situación de las mujeres con sus hijos e hijas; no es que alguien planificó “voy a
crear las audiencias de justicia y paz y a estas mujeres las voy a hacer sufrir para
que no estén con sus hijos”. Ni siquiera eso, es que no se pensó para nada en el
tema. Y en este caso, si ya sabemos que el mayor número de víctimas de
desaparición forzada son hombres, son las mujeres las que tienen que buscar
justicia y tienen que ir con sus hijos, porque son mujeres cabeza de familia,
además son pobres y no tienen con quién dejarlos, tienen que ir con ellos durante
toda esta cadena de justicia. Entonces hay que pensar “con quién dejan a los
hijos”. Hay que pensarlo, porque en este caso que les cuento, el fiscal tenía buena
actitud, los dejaba pasar y se organizaba. Y el que no tenía esa actitud, pues no
los dejaba ni entrar. Eso hace que el acceso a la justicia de las mujeres sea
diferente y tenga requerimientos distintos al de los hombres.
Otro ejemplo es el de la reparación y yo les hago una pregunta (que siempre hago
en mis clases, la he hecho en Colombia y en varios lugares) referida el enfoque
tradicional de la reparación como restitución, es decir, volver las cosas al estado
anterior. Pensemos en el caso de una mujer cuyo proyecto de vida no era ser
madre, pero la violan y queda embarazada. ¿Cómo reparo, cómo vuelvo las cosas
al estado anterior? Nadie tiene la respuesta. Hay dos respuestas que se dan
tradicionalmente: una, es el aborto. Y acá hay que precisar que el plan de esa
mujer no era estar embarazada y luego abortar: el plan era nunca estar
embarazada. Y la otra respuesta, es la adopción: que tenga al niño y luego el
Estado se encargará. Esa no es una forma de reparar. ¿Qué es lo que pasa,
entonces? Más allá de que encontremos algún día la respuesta, lo cierto es que
este tema no se pensó. Cuando se pensó en la reparación, en la indemnización,
en las garantías de no repetición, etc., esto no se pensó. Y cuando esto no se
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piensa en el diseño, lo que pasa en la realidad es que los programas de
reparación no cumplen con su objetivo original para el caso de las mujeres.
Ahora bien, cuando hablamos de Comisiones de la Verdad, ya tenemos claro que
la justicia transicional no ha incorporado la perspectiva de género, no solamente
en la metodología y el diseño del trabajo, sino también hasta en el número de
mujeres que las integran. Este es un trabajo que hizo Vasuki Nesiah del ICTJ,
sobre las Comisiones de la Verdad: en el caso del Perú, por ejemplo, dos mujeres
de doce comisionados; Sierra Leona, 3 de 7; Sudáfrica, 7 de 17. Entonces, las
mujeres no estamos en las decisiones fundamentales de las comisiones de la
verdad. Antes que me digan, lo que siempre me dicen, “que haya más mujeres no
garantiza perspectiva de género” –con lo que estoy totalmente de acuerdo- lo
cierto es que el hecho de haya solamente hombres, tampoco la garantiza. Tan
simple como eso: el que haya más mujeres no va a garantizar que se acabe el
machismo, porque efectivamente hay mujeres machistas, pero el que sean solo
hombres los que participen, tampoco. Entonces, aunque sea solo por lógica,
debemos tener esa diversidad.
Carolina Varsky nos contaba cómo se dice ahora que “están surgiendo hechos
nuevos, porque está surgiendo la violencia de género”, pero lo cierto es que la
violencia de género no es un hecho nuevo, sino un hecho tardíamente reconocido.
Hay violencia de género desde siempre y la continuidad de la violencia se verifica
todo el tiempo. Pero el Derecho se ha demorado muchísimo y la justicia
transicional, también en incorporar la perspectiva de género. Tenemos una lista de
los tratados desde la carta de UN de 1945, se avanza en la Declaración Universal
de 1948, los pactos de 1966, la Convención Americana de 1969 (ver Gráfico 1).
Pero en esos documentos no hay referencias específicas a los derechos de las
mujeres. El primer tratado va a ser de 1979 (la CEDAW) y de ahí en adelante, se
dan una serie de declaraciones y tratados. En 1993, la Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la mujer, 1994 la Convención de Belem do Pará,
la Plataforma de Beijing de 1995, el Estatuto de Roma de 1998. Básicamente, en
la década del 90 se dan estos avances. O sea, hace casi nada de tiempo. Al final
del cuadro puse las resoluciones del Consejo de Seguridad - que es el organismo
más importante de NU, encargado de mantener la paz y la seguridad- y es en el
año 2000, que el Consejo expresa en la Resolución 1325 que las mujeres deben
participar en la solución de los conflictos. Recién en el 2008 -mediante la
Resolución 1820- el Consejo de Seguridad dice que la violencia sexual puede ser
un crimen de guerra, un crimen de lesa humanidad o un acto constitutivo con
respecto al genocidio y puede afectar la paz y la seguridad internacionales.

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Entonces, esa es una explicación, también, de por qué los organismos de
derechos humanos, los expertos, activistas, fiscales, jueces, etc., al trabajar con
estándares internacionales que están construidos sin perspectiva de género,
empiezan a hacer informes, documentos, comisiones de la verdad, todo ello sin
perspectiva de género.

Platafor
Carta  PIDCP/ Dec.  Belem  Estatuto  Res. CS 
DUDDH CADH  CEDAW ma de 
ONU  PIDESC  Viena do Para  Beijing
de Roma  (2000 –
H (1948) (1969) (1979) (1993) (1998) 2008)
(1945) (1966) (1994) (1995)

Gráfico 1

El Derecho en general se ha demorado en incorporar la perspectiva de género y


de todas las ramas del derecho, creo que en el derecho internacional esto es muy
grave. Lo mismo pasa con el Derecho Penal. Por ejemplo, en el caso de los
estándares de la prueba; en este punto recomiendo un trabajo de Julieta di
Corletto, abogada argentina, sobre los mitos de la prueba en los delitos de
género.
La jurisprudencia da muchos ejemplos de cómo, en el caso de la violencia sexual,
siempre hay una presunción de que la mujer está mintiendo y eso es un mito muy
grave. Estuve hace poco en Tarapoto, en la selva de Perú, dando un taller a
jueces. Yo estaba hablando de la violencia sexual, de las mujeres, de la violación,
entonces un juez levanta la mano y me dice : “mire, doctora, lo que pasa es que
hay un alto porcentaje de mujeres que, por vengarse del marido que las ha dejado,

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le inventan la violación, hacen todo el proceso por gusto”. Yo le digo “le voy a
hacer una pregunta, ¿cuál es su fuente? Porque si usted me dice que hay un “alto
porcentaje” tiene que haber una estadística o un informe y usted ha comparado las
estadísticas y tiene ese alto porcentaje. Usted me dice ¿cuál es la fuente?”. El me
dijo, “estadísticas no tengo, doctora, pero yo conozco varios casos”. ¿Qué es lo
que está pasando? Hay un estereotipo, hay una idea preconcebida y si yo dejo
hablar al señor sin aclararlo, todo el mundo se va con la idea del “alto porcentaje”,
cuando en realidad el alto porcentaje es inexistente.
El punto es: en base a estos estereotipos, que tenemos todos y todas, se va
construyendo el derecho, se va formando la justicia transicional, se va
desarrollando el trabajo. Y lo que es peor y más grave, es que si yo voy con ese
prejuicio a una comisión de la verdad, no escucho a todas las víctimas y no
investigo la totalidad de los hechos. ¿Qué sucede entonces? El género, los
derechos de las mujeres, se ven como un favor, como un añadido. Entonces
decimos “este juez esta sensibilizado, ya logré que entrara un caso”, está bien,
hay que seguir trabajando en este sentido. Pero el tema no se ve como algo
esencial, no se ve como algo fundamental, ni como algo vinculado a los derechos
humanos. Yo no me imagino una comisión de la verdad que no invirtiera gran parte
de sus recursos en el tema de la desaparición forzada, o el tema de la tortura.
Pero si me imagino y, de facto, existen casos de comisiones de la verdad que no
han trabajado con una perspectiva de género.
En el Perú, entrando al caso concreto, hablamos de un conflicto armado entre el
Estado y los grupos subversivos de Sendero Luminoso y MRTA, de 1980 al 2000.
Lo primero que tengo que decir es que la Comisión de la verdad y la
Reconciliación peruana, no fue diseñada con perspectiva de género ni se pensó
en trabajar con esa aproximación. Yo llegué a la comisión por una consultoría de
tres meses aunque luego permanecí hasta el final. Y recuerdo que un colega, que
era comisionado, me dijo “estoy preocupado, porque no te debieron haber
contratado ahora; nosotros deberíamos haber hecho todo el informe de comisión
de la verdad y faltando tres meses, contratarte a ti para que le pusieras el
género…”. O sea, la comisión no fue diseñada con esa perspectiva, sino que esto
se incorpora por dos razones: primero, porque hubo presiones de algunas
organizaciones de mujeres; segundo, porque fue un requerimiento de la
cooperación internacional.
Y esto es evidente desde el mandato, porque el mandato de la Comisión era
investigar crímenes y graves violaciones de derechos humanos, asesinatos y
secuestros, desapariciones forzadas, torturas y otras violaciones graves y

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violaciones colectivas a los derechos de comunidades andinas y nativas del país.
Adicionalmente se incluyeron “otros crímenes y graves violaciones contra los
derechos de las personas”. En esa etiqueta se incluyó el tema de la violencia
sexual. Una crítica que recibió la comisión de la verdad del Perú fue decirnos:
“ustedes solo trabajaron violencia sexual, las mujeres, violaciones, etc.” Y yo digo
que es cierto. Pero, cuando no se piensa en el análisis de género desde el
principio, se tiene que hacer lo que se puede. Porque más allá de la metodología
para obtener la verdad, la justicia y la reparación, hay temas que son tan básicos
como importantes, por ejemplo, que no tienes un presupuesto establecido. Si se
crea una comisión de la verdad, que es una comisión del Estado – como en el
caso del Perú – con un presupuesto para cada área y no se prevé el trabajo en
género, luego hay que ver cómo incorporarlo y de dónde obtener recursos.
Entonces, al final terminas haciendo un trabajo de “heroína” (a la Línea de Género
nos lo reconocieron mucho), pero una no quiere hacer de heroína: yo, por lo
menos, no quiero. Yo quisiera tener el mismo espacio de discusión y que los
derechos de las mujeres reciban la misma importancia que otros temas y no estar
luchando para ver de dónde sacamos recursos.
Bueno, finalmente y luego de mucho esfuerzo, el Informe de la CVR incluyó un
capítulo sobre violencia sexual y un análisis de género del conflicto, gracias a la
interpretación que hicimos del mandato.
Se ha dicho mucho de la CVR y yo, dentro de los aportes para el tema que nos
interesa, distingo por un lado, un aporte fundamental que es una metodología de
trabajo, que se fue construyendo en la práctica porque, como les digo, no había
experiencias previas de comisiones de la verdad con perspectiva de género. Eso
implicó un trabajo con las ONG´s y las académicas: las profesoras del Diploma de
Género de la Universidad Católica (donde nosotras habíamos estudiado) fueron
las asesoras de facto de la comisión (Narda Henríquez y Patricia Ruiz Bravo,
venían a las reuniones y nos daban información y asesoría). Luego, logramos un
acuerdo de comisionados en el año 2002 que fue que simplemente pusimos por
escrito: “la perspectiva de género es importante para el trabajo de la CVR” en tres
o cuatro párrafos y fuimos con cada comisionado para que lo firmara. Luego, lo
escaneamos y lo enviamos por correo a toda la CVR y dijimos “hay un acuerdo de
comisionados para incorporar la perspectiva de género”.
Cuando algún entrevistador no quería trabajar con perspectiva de género,
sacábamos “el acuerdo de comisionados” y era la manera de lograr algún tipo de
respaldo para una línea de género que luego se formalizó pero que al inicio no
tenía ningún respaldo institucional. Desarrollamos una nueva metodología, otra
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perspectiva de trabajo enfatizando las historias de las mujeres y ahí recibimos
muchas críticas. Recuerdo que un comisionado nos decía “si están trabajando con
perspectiva de género, por qué escuchar solo las historias de las mujeres, qué
pasa con los hombres”. Y nosotras sosteníamos que esa era una forma de
reparación, porque la historia de las mujeres había estado totalmente invisibilizada
en el conflicto. Tenemos que empezar a escucharlas, porque es la única manera
de poder recuperar sus historias. Nosotras, en el caso concreto de la violencia
sexual, dijimos “esto no es un daño colateral, esto es una violación de DH”. Pero,
así como contaban aquí para el caso argentino, la idea de los activistas, abogados
y abogadas de la comisión de la verdad que habían trabajado mucho tiempo en
DH, era que esto no había pasado en el Perú. Esto sí pasa en Yugoslavia, en
Ruanda –se decía- pero en Perú, no. Cuando empezamos a ver los informes de
las ONG´s no había una preocupación o información muy clara sobre el tema y
había un mito de que esto no había pasado. Cuando terminó la CVR yo me reuní
con abogados y abogadas de los organismos, que yo aprecio mucho y con una de
ellas me senté a conversar y le dije: “Yo quiero que me expliques algo. No puedo
entender que cuando estuviste trabajando, antes de la comisión de la verdad, no
trabajaste un solo caso de violencia sexual, no es reproche, simplemente quiero
entender”. Ella me dijo “Te voy a contar una historia. Una vez fui a una prisión, a
visitar a mi defendido. Cuando entré, los policías me hicieron pasar a otra sala, me
desnudaron, me manosearon y cuando vi, por la ventana estaban el resto de los
policías mirándome. Cuando salí, me quejé, recibí el apoyo de toda mi
organización, fui a la Defensoría del Pueblo, pero no pasó nada. A partir de ahí, yo
ya no quería ver ningún caso de violencia sexual.”
¿Qué es lo que pasó ahí? Es que la violencia sexual contra las mujeres es tan
generalizada que las propias activistas de DH también habían sido víctimas.
Entonces, hay para todo explicaciones y una de las principales es la continuidad
de la violencia contra las mujeres. En el caso, por ejemplo, de la dictadura (el caso
argentino y chileno) hay tortura en la dictadura, llegamos a la democracia y ya no
hay esos niveles de tortura. En los casos de conflicto, hay desaparición forzada
como en Guatemala, o hay masacres y luego llegamos a la paz y ya no hay ese
tipo de masacres. Pero en el caso de la violencia sexual, existe en la dictadura y
persiste en la democracia; existe en el conflicto armado y también existe en la paz,
por ejemplo, cuando te subes a un ómnibus y te tocan. O cuando quieres
progresar laboralmente y te acosan en el trabajo. Entonces, no hay esa ruptura
entre la paz y el conflicto, la dictadura y la democracia, porque la violencia sexual
continúa pero toma diversas formas. Aparece tan natural y común, que ya ni se
denuncia. Veamos el caso de la violencia sexual (otro caso del trabajo de Vasuki

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Nesiah,), las mujeres representan – en el caso de Uganda- 47% de víctimas en los
casos de violencia sexual, 90% de víctimas en Sierra Leona, 100% de los casos
de violencia y esclavitud sexual en Sudáfrica, 40% de testimonios de violencia
sexual. En el Perú, el 98% de las víctimas de violencia sexual que dieron su
testimonio ante la CVR fueron mujeres. Esto no quiere decir que a los hombres no
les pase, por supuesto que sí. Pero hay violencia de género cuando el número
mayoritariamente es de mujeres, como en este caso.
Quiero comentar brevemente sobre los hallazgos de la CVR, no obstante que se
creó sin perspectiva de género: En su informe final identifica casos de violencia
sexual en 15 departamentos del Perú, de los 24 que tenemos. Las víctimas, en su
gran mayoría, eran analfabetas o solo habían llegado a cursar la primaria; aquí
hay un cruce entre pobreza y victimización. La mayoría de los perpetradores son
agentes del Estado, un 83% en tanto un 11% pertenecían a grupos subversivos.
Los años de mayor incidencia son 1984 y 1990. Quiero referirme a los lugares
donde se dieron los hechos, porque en el caso del Estado se encontró violencia
sexual en las bases militares, por ejemplo. Pero en el caso de Sendero Luminoso,
había un mito referido a que los senderistas no violaban (como en el caso de
justicia y paz en Colombia donde se dice que los paramilitares “no violaban sino
que mataban a los violadores”).
Cuando empezamos a hacer entrevistas con gente que había pertenecido a
Sendero Luminoso, nos contaban, por un lado, el caso de las retiradas (que eran
los campamentos donde retiraban a la población) y donde los hombres elegían a
las chicas con quienes se casaban. Existía la idea de que las mujeres solas -
porque se quedaban viudas o eran solteras- se iban a rendir y se iban a entregar a
los militares por lo que las casaban a la fuerza. Feliciano, por ejemplo, que era un
líder senderista, fue capturado con mujeres adolescentes que eran sus
guardaespaldas pero a las que obligaba a tener relaciones sexuales. Entonces,
había casos de matrimonio forzado, violación sexual y aborto forzado entre los
senderistas, que no se conocían antes de la comisión de la verdad.
Sobre las cifras, de los 16,917 testimonios recogidos por la CVR, se identificaron
35,000 actos de crímenes y violaciones a los derechos humanos. De todos los
actos, la violación sexual era solamente el 1.4%.
Entonces, si yo no tengo perspectiva de género, puedo decir “la violación sexual
nunca pasaba en el Perú”. Pero si la tengo, voy a saber que las mujeres no
denuncian, que se sienten culpables, que tienen miedo, etc. Si se cruzan los datos
estadísticos, no importa el número de casos, hay un patrón de violaciones de
derechos humanos. Leer los datos por separado muestra una historia, leerlos en
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conjunto, muestra otra. No para el tema de la tipificación penal, que es otra
discusión, sino para el tema de investigación de los casos, puedo establecer que
hay un patrón, porque en 1984 suben todas las violaciones de DH y también la
violación sexual.

PERU 1980-2000: CASOS DE DETENCIONES, DESAPARICIONES


FORZADAS, TORTURA Y VIOLACIONES SEXUALES SEGÚN AÑO
1200

1000

800
CASOS

600

400

200

0
1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000
AÑO
Detenciones
Desapariciones Forzadas
Tortura
Violación Sexual

Gráfico 2

Miremos el caso de Colombia con las cifras de la Fiscalía General de la Nación


hasta el 2009, de las versiones libres de los procesos de Justicia y Paz. (Ver
Gráfico 3)
Violencia sexual, son 27 casos. Esto es inconcebible. Es lo mismo que el
porcentaje argentino que ayer nos mostraron y en el cual los casos de violencia
sexual son mínimos. En el caso de Chile, con la comisión Valech, para la violación
sexual se dijo en el Informe final: “Las entrevistas realizadas por esta comisión no
indagaron expresamente acerca de la violencia sexual ejercida contra las ex
presas, la situaciones que se registran fueron mencionadas espontáneamente por
las declarantes. Es necesario señalar que la violación sexual es, para muchas
mujeres, un hecho del cual les cuesta hablar y muchas veces prefieren no
hacerlo.” Pero si yo sé que las mujeres no van a hablar espontáneamente y la
comisión no indaga expresamente, ¿por qué sí indago sobre otras violaciones de
derechos humanos? Porque también es difícil hablar de las violaciones a DH, pero
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hay algo con la violencia sexual que lo hace más difícil. Entonces, como una
primera idea: lo que pasa en Perú con las cifras, es lo que pasa en Colombia,
Chile, Argentina. Esta es una deuda pendiente de la justicia transicional con las
mujeres.

25.000

20.979

20.000

15.000

10.000

4.533
5.000

1.776 1.493
1.020
648 369 27
0
O

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PL
D
R

ES
D

Gráfico 3

Quiero terminar con dos ideas referidas a las consecuencias de no incorporar una
perspectiva de género en un proceso de justicia transicional. La principal es enviar
este mensaje a la sociedad y a las víctimas de que “esto no es importante”. Por
otro lado, terminamos “haciendo lo que podemos”, negando a las victimas el
derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación.
Yo creo que estas alturas, se debe dar el siguiente paso: ahora que sabemos que
debemos hacerlo, ¿cómo lo hacemos? Hay avances importantísimos en todos los
países y creo que se podría pensar en algunos procesos de intercambio e
integración de experiencias. Hay muchísimo que conocer todavía y por ello, los
procesos de paz y justicia existentes no pueden citarse como ejemplos exitosos
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cuando no se incorporaron todas las voces y cuando no todas las necesidades
recibieron una respuesta y, sobre todo, una respuesta diferenciada.

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María Eugenia Solís García

En esta segunda intervención, tengo la chance de reivindicar la parte mía que más
quiero, que es la feminista. Aquí se desdibujó de a ratos pero ese es mi origen en
los derechos humanos: la batalla por los derechos de las niñas (las feministas me
reprochan que soy “niñóloga”) y las adolescentes. Porque trabajar solo con
adultas, ya estaríamos tarde, las transformaciones vienen desde la niñez y ahí hay
que hacer mucho trabajo.
Lo puntual que voy a trabajar hoy surge a partir de una demanda que se plantea
en la jurisdicción universal (obligación internacional, en este caso, de España por
ser parte de la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio,
en vista de que Guatemala no ha juzgado tal crimen).
Se trata de la presentación en 1999 de una querella por parte de Rigoberta
Menchú (nuestra Premio Nobel, indígena) por los delitos de genocidio, terrorismo y
tortura cometidos en perjuicio de su familia. Por el asesinato de su padre en 1980,
el marco de la acción política de toma de la Embajada [de España en Guatemala]
por parte de la policía y el ejército quienes incendian la Embajaday asesinan a 37
personas. También denuncia que a cinco de sus familiares (entre ellos su madre,
hermana, primos, tios) habían llegado también de una acción de exterminio,
acaban con la comunidad y seis parientes de ella. Entonces, están el terrorismo, el
genocidio, la tortura (tenía dos hermanitos que habían sido desaparecidos
forzosos y, por supuesto, torturados).
A esa querella inicial del año 1999, se suman, año a año, otras presentadas por
familiares de los 52.000 desaparecidos del Grupo de Apoyo Mutuo, así van grupos
y personas individuales (incluso españoles, parientes de los curas españoles, que
habían sido desaparecidos o ejecutados) y la causa se vuelve una cosa enorme
desde 1999 al 2004. En este contexto, en el año 2004 el juez español Santiago
Pedraz, que es quien tiene la causa, decide emprender una aventura en
Guatemala, manda suplicatorias de fiscal a fiscal para que le diligencien ciertas
cuestiones y, por supuesto, Guatemala hipócritamente le dice que sí, con mucho
gusto. Pero llegado al aeropuerto de Guatemala, le dicen “¿sabe qué? No vamos
a diligenciar nada, no vamos a citar a nadie, ya se puede ir de regreso”. Había una
ofensiva mediática terrible, sosteniendo que estábamos en presencia de “la
enésima colonización de la madre España”y “la intromisión de lo extranjerizante de

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los derechos humanos” (porque, en Guatemala, si es por tratados de libre
comercio, entregan todo. Pero si se trata de derechos humanos, eso es
extranjerizante, occidental y es imposición de la cooperación).
De tal manera que el juez regresa a España fracasado, humillado y ofendido y
dice “Guatemala no se merece esto, voy a guardar y congelar”. Pero, resulta que
las mujeres hace unos años le decimos: “oiga, no congele nada, tenemos un
montón de cositas que traerle, denos oportunidad y vamos generando el diseño de
la estrategia”. Lo primero que hicimos fue decirle “Usted no ha oído víctimas, ni
testigos, ni sobrevivientes, ni peritos, a nadie; sobre algo que esta desdibujado en
cuanto a lo que le presentaron inicialmente, que es la violencia contra las mujeres.
La violencia específica”. Y, sobre todo, en el tema de genocidio a él le conviene,
porque es contra las mujeres mayas.
Entonces, empezaron poco a poco a llegar testigos, víctimas y demás. Las últimas
en llegar fuimos Patricia Sellers y yo. Ella era la encargada de decirle a Pedraz:
“sus obligaciones en torno a por qué debería tener – como dice Julissa [Mantilla] –
la mirada puesta en la mitad de la población de Guatemala”. Sobre todo, en el
caso de genocidio de las mayas. Y Patricia, continuaba, “si usted no tiene esa
mirada, no es que haya sexismo, invisibilidad de género, todo lo que no se hace
visible se vuelve natural, nadie lo problematiza ni lo resuelve. No sólo es eso,
usted viola. Viola la ley internacional, se han establecido las formas de
discriminación contra la mujer, que a usted lo obliga, cuando usted ejerce justicia,
investiga, construye una acusación. Usted no puede dejar de ver esos hechos,
porque si los deja de ver le está vedando el derecho, el ejercicio y el acceso a la
justicia a las mujeres”. Así de contundente fue su peritaje y su discurso. Y,
además, le recitó todo el catalogo que tiene España de tortura, del Estatuto de
Roma, etc. Yo llegué al día siguiente con nuestras estadísticas, con el enfoque
feminista. Yo no digo género, no soy ni oficial de género, ni funcionaria de género,
yo lo que soy es feminista. Utilizo la categoría de análisis histórico-social “género”
para mis interpretaciones de la realidad, para mis acciones políticas y para todas
las transformaciones que yo impulso desde lo pequeño que puedo. “Género”, que
hablen otros, a mi no me gusta, esta vaciado muchas veces de contenido ético.
Aquí, con lo que le fuimos a decir al Juez buscamos, primero, romper el mito de
que la violencia sexual se trataba de violaciones en términos de pene y vagina,
cuando eso ya está superado en el Estatuto de Roma y gracias a la que ahora es
Alta Comisionada de los derechos humanos, Navy Pilay, que fue quien dictó en
Ruanda la sentencia de qué es violencia sexual y que violación sexual es otra
cosa. De tal manera que llegamos y le dijimos “la violencia sexual no se reduce a

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violaciones”, en el caso de Guatemala fue mucho más que eso: mutilaciones (no
solo genitales, partes del cuerpo), la exhibición de cuerpos mutilados colgados,
tirar en las cunetas cuerpos violados, totalmente torturados, con el objeto de
aterrorizar a la gente. Fueron las violaciones si, pero también los embarazos
forzados, destruir la capacidad productiva y reproductiva de las mujeres, sobre
todo. De los 1.465 casos de violaciones documentados (asumiendo que hay un
sub-registro) en los dos Informes de la Verdad, el 36% de violaciones se dio en
mujeres de de 0 a 17 años. Son niñas que, después de la acción sobre ellas de 30
soldados/patrulleros, las pocas que sobrevivieron tenían sus cuerpos destrozados
y su vida acabada. Ilustrativo de estos padecimientos es el caso de las “Dos
Erres”, del cual ya van dos sentencias (esta semana se dictó la segunda, hay seis
condenados a 14000 años) y en ninguna de ellas se mencionó nunca el hecho que
a seis embarazadas los “kaibiles” – que son las fuerzas de élite - más crueles que
han existido - les arrancaron los fetos de los vientres. Y por ahí van los “zetas”,
que actualmente son los grupos más crueles de la delincuencia organizada que
operan en México y Guatemala.. Además de los anterior, también le dijimos al juez
que la desnudez forzosa y la esclavitud sexual habían existido; es decir, se rompió
el esquema de que violencia sexual es violación sexual. En la lista de cuestiones,
de delitos ilustrativos, con testimonios. ¿Por qué podemos hablar de estas
categorías? Por el Estatuto de Roma, simple y sencillamente.
Yo tengo el gran honor de haber sido, desde el año 1997, parte de un grupo de
todo el mundo que logró ponerle perspectiva feminista al Estatuto de Roma;
logramos el Catálogo que ningún acto o resolución sea discriminatorio, la paridad
en las estructuras judiciales administrativas. Y, en cuestiones procesales, aparte
de todos estos delitos, logramos que el dicho de la mujer cuando afirma que fue
violada, no necesite corroboración. Yo soy profesora y los hombres, son los
primeros que levantan la mano para decir “es que eso puede ser una herramienta
de venganza, eso se vuelve horrible, ¡cualquiera puede decir que yo la violé!”. Y
yo les digo: “¿eso es lo primero que usted piensa? ¿No piensa en las miles de
mujeres violadas a quienes nunca les creen? ¿No se pone en los zapatos de las
mujeres de quienes el dicho, en el sistema patriarcal, no vale? ¿Dónde se
consiguen testigos de una violación?” Pero si, a los abogados, cambiarles ese
esquema, que somos – y en Guatemala, somos más que cuadrados, cúbicos,
rígidos - ¿cómo va a ser verdad que solo porque lo dice hay que creerle? Es
terrible porque, además, súmenle a ese esquema rígido penal, que las mujeres en
el patriarcado (y aquí no se vayan a ofender, porque esto no es personal, estamos
cuestionando un sistema patriarcal) somos malas, o casi siempre potencialmente
malignas.

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Volvamos al juez Pedraz. Ya Patricia Sellers le había dado los elementos y la
base legal, su obligación. Pero, además, ambas hicimos énfasis en lo que
logramos en Roma, el gran hito, - que fue llegar a la Luna - pues los crímenes
contra la mujeres se convirtieron y tuvieron el carácter de “crimen internacional”.
La humanidad entera se indigna con esa lista de crímenes que quedaron, tanto en
el bloque de los de Lesa Humanidad, como en los Crímenes de Guerra. Además,
conseguimos una cosa que hay que dar énfasis a la hora del litigio, que sean
delitos autónomos pero además, que sean elementos constitutivos de otros
delitos. Y nos decían, en Roma, ¿Por qué también quieren que se sean
considerados como un elemento constitutivo? Les respondíamos, simplemente
porque no lo investigan ni lo juzgan por esa razón. Si por aquí no se puede como
violación, pues lo buscamos por tortura. Si estamos todavía en la marginalidad,
vamos viendo cómo lo logramos, buscando.
En el caso del genocidio fue muy importante decirle que, en el intento de acabar
con los mayas, el terror estuvo sexualizado y toda esta violencia fue en un afán de
destruir a las mujeres porque reproducimos la especie humana y además,
reproducimos cultura. Y en el caso de los mayas, tienen una identidad cultural muy
fuerte (no como nosotros que estamos transculturizados, a todo le sumamos y a
todo le invitamos), ellos todavía tienen como una reivindicación política de
mantener su identidad étnica. Entonces, fue matarlas a ellas.
Dijimos, además, que el desplazamiento forzoso es constitutivo del genocidio
porque – como dijo Julissa – los hombres se habían ido, porque se tenían que ir.
Estaban perseguidos, podían ser simpatizantes políticos, colaboradores o
guerrilleros. Pero las mujeres se quedaron con ese papel que nos han asignado,
no porque genéticamente nos encante cuidar niños y viejitos, eso esta
construidito. Resulta que entonces se fueron las mujeres con los utensilios para
cocinar, con la comida que quedaba, las cuestiones sagradas. Se fueron, además,
con todos los que tenían que cuidar (los viejitos, con todo los que zampaban de la
comunidad, que iban quedando); el desplazamiento de ellas fue sumamente
distinto al de los hombres. Además, como preservadoras de la cultura, cargamos
con todo. Entonces, transmisoras de cultura, porque se le dice “idioma materno”
no paterno, porque nosotras enseñamos y si, las que tienen un poco mas de
acomodamiento tendrán las empleadas, pero enseñamos las mujeres el idioma del
grupo étnico.
Así que, en este marco que he explicado, el juez resuelve y dice: “se tiene por
ampliada la querella y los crímenes de género tienen que investigarse.” Que el
desplazamiento hay que investigarlo como constitutivo del genocidio, además

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durante el desplazamiento murieron cientos de miles de personas en las montañas
y en los que lograron pasarse para México (con cero xenofobia, que conste, hay
que reivindicar a México, sumamente fraterno).
Entonces, delitos como “crímenes de género, contra la integridad y libertad sexual
como tortura, como genocidio, por desplazamiento forzoso como genocidio, por
impedir el género de vida y reproducción, como genocidio”. Esa fue la resolución
del juez, esa es la historia. Yo creo que así como la violencia es un continuum, hay
que ser históricas a la hora de contar las cuestiones y no hubiéramos, jamás,
podido si no hubiera siglos de luchas por los derechos. En el último tramo, de
1979-1989, el acceso a la justicia ha sido importantísimo, la eliminación de la
discriminación en el acceso a la justicia también. Tenemos hasta ese horripilante
órgano antidemocrático, el Consejo de Seguridad. Hasta ese órgano tiene cuatro o
cinco, que dicen “juzguen los delitos de violencia contra las mujeres”, esa violencia
es parte de los escenarios de paz y guerra y atenta contra los derechos de los
ciudadanos del mundo.
Hay una frase que le dijo Patricia Sellers al juez, que fue “la evidencia les está
llegando y tienen que reaccionar”. Navy Pilay nos contó a nosotros (porque es una
de las juezas que nosotras impulsamos para que quedara en la primera elección
de jueces) cómo ella llega a Arusha donde está el Tribunal de Ruanda y vio un
expediente que era contra este jefe policíaco, ella lee y lee y les dice a los fiscales
“disculpen, ¿Por qué no tienen acusación de violación, desnudez y todo eso?”, le
contestan “es que no hay”. Y los puso, como si fuera la maestra, “vayan a leer”, les
dijo, tienen que buscar, construyan una acusación. Y ahí sale la primera condena
que amplía el concepto de violencia sexual y violación que no se reduce a pene y
vagina, sino a cualquier orificio, incluso, la violencia de carácter sexual es
cualquier daño a la sexualidad de la mujer aun sin tocar– como la desnudez
forzosa - .

Segunda sesión: “Transición y desigualdad. El impacto de las medidas


transicionales en sociedades donde reina la exclusión. El lugar de los DESC en
sociedades post-conflicto”.

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Clara Sandoval

Doctora en Derecho, abogada y Profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Essex


(Reino Unido). Dirigió hasta hace poco el LLM en Derechos Humanos de dicha universidad, es
miembro de su Centro de Derechos Humanos y es una de las coordinadoras de su Red de Justicia
Transicional. Es miembro del Comité Asesor de su Clínica de Derechos Humanos. Clara enseña e
investiga temas de justicia transicional, sistema interamericano, teoría del derecho y negocios y
derechos humanos. Gran parte de sus escritos se enfocan en el tema de reparación por graves
violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Ella es la autora del
informe especial preparado por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las
Naciones Unidas sobre justicia transicional y derechos económicos, sociales y culturales, el cual se
encuentra en proceso de publicación. Además de su trabajo académico, Clara está involucrada en
el litigio de casos de derechos humanos y en otras actividades similares con organizaciones como
REDRESS y la IBA. Clara es miembro del Consejo Internacional de Derechos Humanos del
Instituto de Derechos Humanos de la IBA.

Tuve la oportunidad de realizar una investigación para Naciones Unidas, quiero


compartir con ustedes algunas de las reflexiones pude hacer. Más que darles
respuestas, quiero generarles dudas y tratar de cuestionar.
La primera cuestión: pongámonos en Argentina, en la época de la dictadura.
¿Quiénes fueron algunas de las principales víctimas de la dictadura? Los
miembros de las asociaciones sindicales. Ahí ya vemos que hay un problema que
amenaza a un derecho económico y social, que es el derecho de asociación
sindical, que es el derecho de huelga. No tenemos que ir muy lejos para empezar
a entender las relaciones que existen. Cuando estuvimos en la ESMA (hace dos
días, haciendo la visita) también nos hablaban de la manera en que se había
realizado trabajo forzado, dentro de esos campos como la ESMA, para utilizar a la
gente que se desaparecía. Esto también está directamente relacionado con un
derecho, con derechos civiles y políticos. Vamos ahora al caso de Uganda que se
decidió ayer por la Corte Penal Internacional; ese caso puede tener dimensiones
de derechos económicos, sociales y culturales (DESC); por ejemplo, el
reclutamiento forzado de niños. Existe una convención de la Organización Mundial
del Trabajo, que específicamente regula el tema de trabajo forzado de niños.
Entonces, no tenemos que ir muy lejos para empezar a pensar las relaciones.
Obviamente, aquí estamos hablando de actores no estatales. Pero recuerden que
dentro del marco de los DESC, el Estado también tiene una obligación de

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protección, en la manera en cómo terceros actores pueden afectar a las personas
bajo su jurisdicción.
Entonces, con estos dos casos, quiero empezar a ofrecerles mis planteamientos.
Se ha resistido fuertemente la posibilidad de que ingresen en el tema de justicia
tradicional los DESC y se han ofrecido muchas razones para ello. Quiero ir una
por una, darles mis reflexiones al respecto y podemos discutirlas después. La
primera, es que la justicia transicional no ha sido hecha para lidiar con estas
violaciones, sino con violaciones a derechos civiles y políticos. Esa es la primera
razón, que yo considero que es de diseño o de conceptualización de la justicia
transicional. Frente a esto, yo tengo dos respuestas: la primera, es que no es
cierto que la justicia transicional se pensó un día desde el punto normativo y
factico y va a operar así, y se tiene que aplicar de la siguiente manera. La justicia
transicional, es el resultado de la práctica, cada Estado que ha tenido que pasar
por un proceso de este tipo, ha ido generando respuestas. ¿Hemos aprendido de
casos comparados? Si. Pero es y se ha venido conceptualizando desde la
práctica. Segundo, me parece fundamental entender que aquí hay un marco
normativo que se fue generando en paralelo y con grandes implicaciones dentro
del discurso de justicia transicional, que es todo el marco jurídico del Derecho
Internacional, que es todo el marco de los derechos humanos. Pero si uno va, por
ejemplo, al marco de Naciones Unidas (ONU) y uno trata de entender cuál es el
marco operativo que aplican en los casos de justicia transicional y eso lo van a
encontrar en los diferentes documentos de ONU. Uno se encuentra con cuatro
partes del derecho internacional: la primera, son los derechos humanos, derecho
internacional de los derechos humanos, que claramente incluye a los DESC, eso
no se pone en duda, ni siquiera es una pregunta, son derechos. Segundo,
encontramos al derecho internacional humanitario, que en diversas normas incluye
de alguna manera a los DESC, no hay que ir muy lejos para pensar, por ejemplo
en el cuarto convenio de Ginebra, para pensar cómo tratan los temas de salud en
tiempos de conflicto, o temas de educación, etc. Está ahí presente. Si vemos el
tema de los derechos de refugiados y vemos la convención de 1951 sobre
derechos de los refugiados, que también está siendo utilizada en temas de justicia
transicional, encontramos específica mención a los DESC. Y si vamos al derecho
penal internacional, que muchos dirían “no tiene ninguna relación con estos
temas”, como les voy a mostrar ahora, sí los tiene. Si uno piensa en crímenes de
lesa humanidad, en crímenes de guerra, claro que incluyen por ejemplo:
genocidio, a través de evitar que la gente tenga agua potable, comida, etc. Estas
son todas maneras de decirles a ustedes, que si nosotros queremos ser
consecuentes con el discurso que estamos aplicando, de decir “existe un marco

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normativo que se aplica en casos de justicia transicional”, ser consecuentes nos
obliga de alguna manera a tener que vincular los DESC, porque sencillamente,
están ahí. La pregunta, entonces, no es simplemente “¿caben o no caben?”, la
pregunta es cómo hacerlo.
La otra gran objeción es la naturaleza de los mecanismos de justicia transicional, y
acá también es un motivo que yo considero de diseño o conceptualización. Se
dice en muchos espacios que la naturaleza de estos mecanismos es excepcional,
es de carácter temporal y son débiles, tanto económicamente, como
humanamente, como políticamente. Esto tiene serias implicaciones para la
manera en que podemos pensar en incluir, satisfacer, DESC. Mi respuesta a estas
objeciones son las siguientes: ¿excepcionales? Yo creo que nosotros debemos
empezar por pensar a la justicia transicional de una manera diferente a la que lo
hemos venido haciendo y eso implica de alguna manera erosionar esos conceptos
clásicos de “la justicia transicional está hecha por la comisión de la verdad”, está
hecha por un tribunal ad-hoc que se crea para mirar este tipo de casos, por
ejemplo.
Hemos venido hablando y se ha mencionado a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), ¿es un órgano tradicional de justicia transicional? No.
Sin embargo, el impacto que ha tenido en estos procesos es más grande a veces
que el mismo que tienen los que consideramos “actores” de la justicia transicional.
Entonces, la justicia tiene que empezar a leerse en términos de instituciones
permanentes que tienen un impacto gigante en la manera de cómo se conducen
este tipo de procesos. Si empezamos a largar la imagen que tenemos de la justicia
transicional, inmediatamente podemos pensar en cómo vincular mejor los DESC,
porque lo que yo vi – al menos en las experiencias que tuve la oportunidad de
estudiar para un informe de ONU, estudie el caso de Sudáfrica, el de Chile, el de
Argentina y el de Colombia, haciendo trabajo de campo – es que la lectura que se
le daba en la literatura y que tratamos de dar nosotros (los activistas o
trabajadores en derechos humanos) es una lectura muy parcial y muy cerrada de
la justicia transicional. Porque en estos procesos ha habido procesos paralelos
que, claramente, han vinculado los DESC. Además de la manera en como los
mecanismos tradicionales lo han hecho. Y si nosotros empezamos a abrir un poco
la mirada, vamos a encontrar que hay medidas interesantes que se han venido
dando. Hasta dónde han sido satisfactorias es otra pregunta, pero están.
El tema de la temporalidad, nuevamente, el “cuento” de que la comisión de la
verdad se creó solo por tres años y hasta aquí llego la transición, no es cierto. El
caso argentino lo muestra claramente. Es un tema que vuelve. Yo creo que si

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empezamos a pensar en las causas y a mirar de manera más comprensiva el
problema, ese tema de la “temporalidad” se vuelve un poco un sofisma, porque
tiene que haber cierta actitud de permanencia de las políticas, etc.
El otro tema, es que son mecanismos de carácter débil, tanto económica, política y
humanamente. Sí, pero también lo son aquellos mecanismos que uno encuentra
en el Estado. La debilidad no puede convertirse en un argumento, para que se
deje de responder como se debe a las problemáticas sociales que son graves para
tratar, especialmente las causas y las violaciones de derechos humanos.
Otra objeción que hay es el problema de expectativa y cambio social. Considero
que a veces queremos incluir a los DESC, por el tema del cambio social. Aquí
quiero llamar la atención: no. Nosotros no podemos esperar que la justicia
transicional se vuelva la panacea que nos va a resolver todos los problemas de los
DESC, porque eso sencillamente no va a pasar. Pero también seria errado no
reconocer la contribución que la justicia transicional puede traer. Entonces, debe
haber un manejo de expectativas. Hagamos la inclusión de los DESC, busquemos
mecanismos que faciliten un poco la consecución o satisfacción de estos
derechos.
El siguiente punto es el concepto de víctima; la justicia transicional se ha pensado
como una forma de lidiar con ciertos actores sociales, es claramente dirigido a
ciertas víctimas, pero ¿Quiénes son las victimas? Allí hay una gran pregunta y en
la medida en que hagamos más grande ese campo, la manera en que eso va a
incidir en los DESC es clarísima. Entonces: voy a satisfacer los DESC de una
comunidad, ¿Cuales son las tensiones que esto puede generar y cómo las
resolvemos?
El otro tema, es el de los mandatos. Al menos los mecanismos tradicionales de
justicia transicional hay mandatos específicos que les han sido dados. ¿Cómo
respondemos a estas violaciones que ocurrieron? Por lo general se han centrado
en violaciones de derechos civiles y políticos, pero de ciertos derechos civiles y
políticos. Aprovecho para hacer un comentario: la justicia transicional no cubre a
todos los derechos civiles y políticos. Hay una pregunta muy importante que hacer
y es ¿tiene que cubrir a todos los DESC? ¿A cuáles? ¿Cómo? Pero es importante
recordar eso: no todos los derechos civiles y políticos están consignados en las
experiencias. ¿Cuáles han sido los criterios de priorización y de selección de estos
derechos civiles y políticos? Y ¿cuáles son los que se aplican al tema de los
derechos sociales?

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El otro gran problema (este es un problema más operativo, de coyuntura, que
requiere solución) es que los operadores de justicia transicional, no tenemos idea
de cómo lidiar con el tema de los DESC. Hay muchísimo desconocimiento y el
desconocimiento lleva a que se ignoren. Uno quisiera pero uno no sabe, entonces
toca priorizar, ir mejor por lo que sabemos.
Estos son algunos de los problemas y objeciones que yo encontré, pero al ver un
poco las experiencias, ¿qué ha pasado con la justicia transicional? ¿Es cierto que
la justicia transicional no se ha metido nunca con los DESC? ¿Hasta dónde vamos
con este tema? Lo que encontré, es que existen experiencias muy interesantes;
eso quiere decir que la práctica está dando nuevas dimensiones a la justicia
transicional. Está pasando. La pregunta es ¿cómo lo hacemos mejor?
Les voy a dar algunos ejemplos acerca de los mecanismos transicionales, los
podemos discutir. Déjenme empezar por el tema de las comisiones de la verdad.
Yo digo que a partir de 2000 hay un cambio clarísimo en la manera de cómo los
mecanismos se relacionan con los DESC, es un cambio interesante (deberíamos
especular). La comisión de la verdad de Timor del Este, para mí es el ejemplo
paradigmático de inclusión de derechos económicos y sociales, no menciono la
palabra “culturales” porque quiero hacer el siguiente comentario: cuando uno pone
todos esos derechos juntos, la dimensión del derecho cultural pierde peso. Creo
que eso es gravísimo, porque aunque se pueden poner juntos, tienen una
naturaleza bastante especial que merece ser reconocida con gran despliegue
dentro de los mecanismos de justicia transicional. Entonces la comisión de la
verdad de Timor de Este incluyó, miro a los DESC, las violaciones de estos
derechos. Clarísimo, le dejó un capitulo a este tipo de violaciones. No solamente
hizo eso, sino que aplicó todo el marco o trató de aplicar de la mejor manera el
marco conceptual desarrollado por la ONU sobre cómo entender este tipo de
obligaciones. Un intento de vincular a las comisiones de la verdad con los DESC,
que para mí, en el año 2005, fue bastante satisfactorio, les doy un ejemplo: de
102.800 muertos que se reportaron en el caso de Timor del Este, 18.600 fueron el
resultado de muertes por hechos de violencia. El resto, son personas que mueren
por el resultado de hambre y de problemas de otro tipo. Esto les da a ustedes ya
una dimensión de qué estamos hablando, taparse los ojos ante situaciones como
estas, fijarse solamente en violaciones de derechos civiles y políticos, es dejar por
fuera las causas del problema. Y aquí hay un problema de discriminación muy
grande. Y ahora me voy a referir a las “válvulas” de posible entrada a temas de
DESC y justicia transicional.

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Les doy otro ejemplo que me gusta mucho, que es el de la Comisión de
esclarecimiento histórico en Guatemala, porque esta comisión hizo un trabajo
excelente mirando a derechos culturales, no quiero irme de los DESC, pero
obviamente, también haciendo referencia a temas de pobreza, cruzándolos con
temas de educación, salud, etc. En temas de DESC vale la pena rescatarlo (hay
otras, podría mencionarles algunas mas). También ha habido comisiones que en
vez de mirar directamente a los DESC han tratado de mirar a lo que se llama “el
crimen de carácter económico” y ahí encontramos a la comisión de la verdad de
Liberia, muy criticada por muchos, pero también trae cosas interesantes a la
mesa. ¿Es el crimen económico la manera de mirar estos temas? Mi opinión
personal es que no. Pero, ciertamente, es una manera de contribuir al debate,
porque visibiliza actores, que no son los típicos de la justicia transicional como las
multinacionales, etc. Entonces, ese es un informe que recomiendo mirar, sobre
todo por temas de las minas, etc. Eso es, en relación con las comisiones de la
verdad. Si uno mira un poco el tema de justicia, rápidamente, uno encuentra
tribunales civiles (o sea, de responsabilidad civil) como tribunales de carácter
penal. Y en ambos, unos magníficos ejemplos de cómo se ha vinculado el tema de
los DESC con la justicia transicional. Les voy a dar el ejemplo de la Bosnia
Herzegovina (para volvernos aquí penalistas y mirar las cosas por donde parece
que son más cerradas). Hay varios casos del tribunal, donde específicamente se
hace referencia a los DESC para hablar, por ejemplo, de crímenes de lesa
humanidad y como la persecución hacia un grupo puede ser el resultado de
violaciones de DESC y se dice explícitamente. Con esto, lo que quiero es mandar
un mensaje claro: inclusive en sede penal, aunque no estemos hablando de
responsabilidad estatal (estamos hablando de responsabilidad individual), hay
maneras de traer a colación los DESC y los instrumentos internacionales que los
protegen (como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales). Les dejo ahí el tema de justicia.
Quiero ir al tema de reparación: tenemos todo un debate, pero yo solo quiero
hacer dos comentarios, tenemos muchísimas experiencias porque ahí lo que
vemos es el tema de la expectativa, de lo que yo hablaba. Como no podemos
obtener cambios sociales a través de mecanismos, metámonos a través de la
reparación para tratar de satisfacer los DESC, tratar de reducir los niveles de
pobreza, tratar de aumentar el desarrollo. Mi opinión personal – y este es uno de
mis temas, el tema de reparación – es que las reparaciones son de carácter
reactivo, tienden a ser pensadas de manera temporal. Nosotros podemos caer en
el sofisma de creer que estamos haciendo mucho, cuando de pronto, no lo
estamos haciendo. Con esto no quiero decir que no haya que incluir los DESC,

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pero no son la panacea ni nos van a resolver el problema. Allí hay un problema de
fondo. El elemento que yo veo dentro de las reparaciones que puede ser
realmente útil al momento de pensar los DESC, o violaciones de estos derechos,
es el siguiente: la garantía a no repetición. Porque creo que es la que más espacio
nos da para ser imaginativos, para ser creativos y generar respuestas que
realmente ataquen las raíces del problema, para ir mas allá de la reforma del
sistema de seguridad, como si esto ya resolviera el problema. Se pueden hacer
muchas cosas más, y en este tema de reforma institucional, quiero darles dos
ejemplos rápidos para que se den cuenta de que existen las posibilidades. Tomen
el caso de Nepal o el caso de Sudáfrica, en el primero existe el “acuerdo de paz” y
en este, la presencia de los DESC es clarísima y en ese mismo acuerdo también
se incluyen las posibilidades de que se creen mecanismos de justicia transicional.
Se hace la constitución interina de Nepal y allí se mencionan los DESC. Lo mismo
pasa en Sudáfrica, tanto en la constitución interina como en la constitución final y
en este caso, las medidas relacionadas con los DESC tuvieron lugar antes que se
instituyera la comisión de la verdad, lo que pasa es que cuando pensamos en el
caso sudafricano solo vemos la comisión de la verdad. Pero si uno, por ejemplo,
piensa en toda la reforma de tierras que se intentó hacer en Sudáfrica, fallida o no
fallida, lo que uno ve es la intención de tratar de responder a problemas sociales
grandísimos. Cuando Mandela recibe la presidencia, tenía el país de África mas
desarrollado pero el 50% de su población vivía en condiciones paupérrimas. Miren
el contraste tan grande: el 13% de la tierra en Sudáfrica estaba en manos blancas,
y la mejor tierra del país. El Apartheid era eso, no era solamente que te maten. Era
un problema de discriminación racial que tenia claras implicaciones de carácter
económico, social y cultural, se necesitaban respuestas a esas situaciones.
Sudáfrica trató de hacerlo, yo creo de manera un poco insatisfactoria como se
implementó la destitución de tierras, cómo actuaron la Comisión y la Corte, pero
por lo menos hubo un intento, sobre esto podríamos expandir un poco.
A lo que voy: existen experiencias, muchas más de las que he mencionado, que
claramente incorporan de una u otra manera a los DESC. ¿Qué puede aprender
uno de estas experiencias? Lo primero que quiero decir es que hay priorización y
hay selección. Si uno mira el caso de Timor, el caso de Sierra Leona con la
comisión de la verdad, uno se da cuenta que no miraron a todos los DESC, pero si
miraron a aquellos que fueron más violados durante el conflicto y que la gente
consideró que debían ser mirados. Segundo, en todos los casos de discriminación,
en todos los casos, allí ha habido una intención de mirar a DESC y con esto quiero
ir a un concepto muy importante de discriminación, que es el de “discriminación de
carácter sistemático”, que para mí se vuelve una válvula de entrada para juntar los

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dos temas. El otro tema que uno ve, es el tema de causas, que no necesariamente
son equivalentes a violaciones de DESC, aunque haya relaciones. Con esto quiero
decir una cosa importante: es que, además del marco normativo del que hable
antes que existe dentro de NU y que todos utilizamos, NU también ha tenido un
cambio muy importante en relación con la justicia transicional y lo están aplicando.
Entonces, la practica nuevamente reina, está dándole nuevas dimensiones a la
justicia transicional. ¿Cómo lo hizo? Desde que Louise Arbour fue Alta
Comisionada de los Derechos Humanos, ella escribió un artículo muy interesante
donde desafiaba la concepción que teníamos de justicia transicional y decía: “la
única manera de realmente dar un cambio, es responder a violaciones de DESC y
a problemas estructurales”. Esto empieza a penetrar poco a poco en ONU y en el
2010 tenemos el primer gran pronunciamiento del Secretario General de ONU, con
su nota en tema de justicia transicional donde dice que tiene que haber un
esfuerzo clarísimo para que se responda y para que se enfrenten las causas que
dan origen a estos procesos, pero además, donde se vean todas las violaciones a
derechos humanos, incluidos los DESC (explicito, principio N° 9 de esa guía). Este
tema se ha venido repitiendo desde el 2010 hasta el 2011 de manera permanente,
en el 2011 hubo un informe producido por el Secretario General de ONU al
Consejo de Seguridad, donde –si ustedes hacen una búsqueda por cuantas veces
se utilizan los términos “económicos, sociales, culturales”, se utilizan más de
veinte veces y lo hace en relación con mujeres, con las recomendaciones, cómo
hacerlo, para donde vamos en estos temas. Así que yo creo que no hay
escapatoria, de cómo hacerlo, tenemos que empezar a distinguir qué es una
causa, de qué es una violación de DESC, tenemos que, necesariamente, entender
mas de los DESC y eso empieza por cada uno, como aprendo mas de estos
temas, cómo enseñamos derechos humanos, la jerarquía entre derechos no existe
ya mas.

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Luz Marina Monzón

Abogada, especializada en derecho penal y criminología, derechos humanos y maestría en


derecho. Es defensora de derechos humanos, litigante en defensa de derechos humanos en
instancias internas y ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Es docente en la
Universidad del Rosario (pregrado) y en la Universidad Santo Tomás (Maestría en defensa de los
derechos humanos). Recientemente desarrolló un trabajo de entrenamiento de abogados en
defensa de derechos en Kurdistán (Iraq), para la organización Heartland Alliance. Actualmente, se
encuentra terminando una investigación, con la Universidad Santo Tomás, relacionada con el
impacto de las medidas de reparación ordenadas por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en los casos Colombianos. Se desempeñó como coordinadora del área de protección
jurídica (representación legal de víctimas ante instancias nacionales y el SIDH), en la Comisión
Colombiana de Juristas. Asimismo, fue defensora pública y funcionaria judicial en distintas
instancias en la jurisdicción penal en Colombia.

Siempre he tenido la sensación de que el CELS está llamándonos a reflexionar


sobre temas que a veces nuestras urgencias locales no nos dejan pensar y yo
agradezco mucho que nos ponga y nos invite a pensar.
Me han puesto a hablar de un tema que no había pensado explícitamente, porque
creo que hay muchas cosas que se experimentan pero que no se es consciente
suficientemente de que se está pensando en eso que se llama de alguna forma.
Por eso es que llamar las cosas por su nombre es muy importante. Yo lo he
pensado por el tema de las reparaciones, creo que si hay un lugar donde los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) tienen un lugar en todo este
tema de justicia transicional, en punto de las reparaciones. Yo no sabía que había
unas preguntas provocadoras, yo me había hecho unas preguntas provocadoras
para el debate, porque tengo la impresión de que en el tema de justicia penal se
hace cuanta justicia podemos hacer y entonces ¿cuáles son los criterios de
priorización y cómo seleccionamos los casos? Yo tengo la impresión también, que
con las reparaciones hay una invitación a decir, cuánta reparación es posible en
un proceso de transición o de pos conflicto, acuérdense que estamos saliendo de
una situación muy grave, una situación de debilitamiento, les estoy hablando con
experiencia propia. Estamos transitando por la justicia transicional en Colombia.
La otra pregunta que me hago es: ¿debe entenderse el derecho a la reparación en
el marco de procesos de transición y post-conflicto desde la misma lógica que se
ha asumido la satisfacción de las necesidades básicas? Es decir, hay unas

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obligaciones generales del Estado de entender y satisfacer el agua, la
alimentación, los servicios públicos, la salud, la educación y están en general casi
siempre sometidas al test de los DESC, progresividad, capacidad económica,
priorización, etc. Y muchas veces, creo, el tema de reparaciones en marco de
procesos transicionales, llevan a este tema de cuáles son las causas y cuáles son
las estructuras de discriminación que requieren ser atendidas a través de
reparaciones. Y entonces los Estados tienen la tendencia, voy a hablar de eso
porque lo han expresado ante la Corte Interamericana, a considerar que “yo voy a
cumplir con esa medida pero acuérdense que yo no tengo tanta plata, yo tengo un
sistema de salud deficiente, yo voy a tratar, voy a colaborar…”
Las otras dos preguntas son: la exclusión, la desigualdad y la profundización.
Porque puede haber un contexto general en un país (y sobre todo en los nuestros)
de exclusión, desigualdad, que son asimismo violatorios de una vida digna, pero
que están allí sin una particularidad, pero que el conflicto armado o que las
situaciones de ruptura democrática, conducen a profundizarlas, a profundizar las
condiciones de marginación, que provoca una sistemática violación de derechos
humanos. Porque ¿qué hay detrás de un post-conflicto, detrás de un periodo de
justicia transicional? Una sistemática violación de derechos humanos, es decir
años de violación de derechos humanos y ya voy a explicar por qué hago esta
pregunta, ¿puede ser reparada a criterio de la reparación de las necesidades
básicas a cargo del Estado? Es la pregunta que me hago. La reparación en
contexto de desigualdad y exclusión, ¿debe responder al principio de resolver las
cosas, de volver las cosas al estado anterior? Era un poco la pregunta que hacían
en el tema de los derechos de las mujeres, o sea ¿es reparación esta concepción
básica o clásica de que la reparación debe procurar volver las cosas al estado
anterior? Quizás en esta materia no sea lo más adecuado y no sea el criterio de
reparación. He tomado este concepto que la Corte Interamericana, yo lo leí por
primera vez ahí en el caso de González Campo algodonero contra México, que es
el tema de un enfoque de transformación en las reparaciones, a partir de lo que ha
sido la discriminación histórica de la mujer y lo he tomado porque creo que si las
mujeres hemos sido discriminadas históricamente, la pobreza, la exclusión y la
discriminación, creo que eso históricamente también acompaña a muchas
sociedades en el mundo. Entonces la Corte dice, teniendo en cuenta que la
situación de discriminación estructural en la que enmarca que hechos ocurridos en
el presente caso y que fue reconocida por el Estado, las reparaciones deben tener
una vocación transformadora de dicha situación, de tal manera que las mismas
tengan un efecto no solo restitutivo sino también correctivo, o sea, corregir esa
discriminación, y en ese sentido dice que no es admisible una restitución a la

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misma situación estructural de violencia y discriminación, esto es básicamente lo
que dice la Corte.
Primero quisiera llamar la atención sobre lo siguiente: cuando uno habla de justicia
de transición o justicia post conflicto, a uno le están diciendo que se está
superando el conflicto, para retomar la democracia y la estabilidad. Eso es, o de lo
contrario no es. Aunque a ustedes les parezca que esto es algo que no tiene
mucho sentido, pero es que en Colombia estamos en esa lucha o por lo menos, yo
particularmente, lo estoy. Porque todos los días salen leyes que dicen que
estamos en transición y yo no encuentro dónde está la transición, entonces yo
necesito explicitarlo también acá, es necesario pensar que si estamos hablando de
una transición y de medidas de justicia de transición, estamos haciendo camino
hacia trascender una situación de desestabilidad institucional y política. Si eso es
así, la meta es la democracia, eso es lo que estamos tratando de recuperar con la
justicia de transición, ya voy a explicar por qué hago esta aclaración de entrada.
La corte constitucional en varias sentencias, sobre todo en tema de
desplazamiento, habla de cuáles son los impactos del desplazamiento, en
términos de proyecto de vida para las personas. Pero el desplazamiento, digamos
la violencia estructural como la que tiene Colombia o lo que construyeron las
dictaduras en el Cono Sur, de lo que hemos hablado estos días, ha tenido impacto
en la vida de las personas que se han traducido al menos en algunas de estas
cosas que la Corte ha identificado como impactos, que es la pérdida de la tierra y
la vivienda, desempleo, la pérdida del hogar, la marginación, el incremento de la
enfermedad y la mortalidad, la inseguridad alimentaria, la desarticulación social -
que es súper clave en términos de poder retomar un proyecto de vida-, el
empobrecimiento y deterioro acelerado de las condiciones de vida, las
recuperaciones psicológicas, la vulnerabilidad reforzada por provenir de zonas
rurales -que también es bien importante: es diferente el que vive en la ciudad al
que vive en la zona rural y se ve obligado a venir a la ciudad a enfrentar algo con
lo que no tiene herramientas para enfrentar-, la afectación especial sobre las
mujeres.
Todo este tipo de impactos, que es necesario visibilizar si vamos a hablar de
reparaciones, pues tiene todo que ver con derechos económicos sociales y
culturales. Acá estaba tomando, mirando, será que esto es novedoso ¿será que
se debe hablar de derecho económico social y cultural en tema de transición? En
realidad ya hay fuentes que ya hablan de los DESC en contexto de superación de
conflictos y de transición y una de ellas es esta resolución (de la que hablaba
Clara Sandoval) que es la del secretario general, que es la que hablaba sobre el
Estado de derecho en sociedades en transición.
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Y la otra es el informe del Relator Especial, Pablo Serio Piñeiro, sobre los
principios sobre la restitución de las viviendas y el patrimonio, los refugiados y las
personas desplazadas. Es sumamente interesante el informe, creo que hay una
fuente de Naciones Unidas que habla y que toca temas que tienen que ver con
DESC.
Luego están herramientas de la OEA, como la carta democrática, como el
protocolo, pero también las normas del protocolo de San Salvador, he destacado
la consideración final porque me parece que tiene que ver con la democracia. Si
nuestra perspectiva en transición es la democracia, entonces la democracia
incluye que respetemos y garanticemos y demos condiciones de una vida digna
para las personas, para poder tener acciones que garanticen la no repetición.
¿Qué es lo que yo encuentro en común en estos informes de Naciones Unidas?
Por un lado consideran y reconocen que las causas del conflicto son ausencia de
una justicia social y económica. Y las causas del conflicto están a la base de lo
que es una justicia transicional o una decisión de justicia transicional. Estos son
fragmentos que he sacado del informe, ya sea del Secretario o del Relator. Otro
elemento que traen estos dos informes es que el abordaje de la dimensión de los
DESC en los mecanismos de justicia transicional aumenta la paz y la seguridad. Si
estamos hablando seriamente de que estamos en transición, pues, tenemos que ir
a la causa. Porque de lo contrario, estamos diciendo mentiras, no vamos a hacer
transición, ni vamos a llegar democracia, ni paz, ni seguridad. El otro punto es la
necesidad de garantizar la participación de las victimas en la construcción y
ejecución de las medidas de justicia transicional, a mi este me parece uno de los
elementos más claves de lo que debería singularizar un proceso de transición de
cara a, no solamente el tema de justicia sino también, de las reparaciones. Es
decir, el involucramiento, un poco lo tomaba de lo que decía esta mañana, Maya
Morsy, de Egipto, que hablaba de tres momentos: que yo tenga voz, para que
escuchen cuales son mis necesidades, que yo pueda proponer políticas, pero que
yo pueda intervenir en la ejecución de las políticas. No se trata simplemente que
me escuchen y me digan “bueno, tomaremos atenta nota”, que uno nunca sabe
donde quedan esas notas.
Esto me parece importante: los Estados tienen la obligación de proceder, no
solamente contra los autores del delito, sino también a favor de la victimas.
Probablemente, las reparaciones son el mecanismo de justicia disponible que más
se centra en las victimas y el medio más significativo de marcar unas diferencias
en sus vidas. Ese es el punto de la reparación: cómo transformar esas vidas
completamente ajenas de derechos civiles y políticos. Pero, sobre todo, de un

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empobrecimiento y una situación de vulnerabilidad mayor, derivada de que tu vida
se transforme por esa violencia sistemática en contra de tu vida, tu núcleo familiar,
de todo lo que te rodea, lo que te identifica. “La participación de las mujeres en
instituciones y foros para consolidación de la paz, comparte una puesta integral,
para transformar las vidas de las mujeres y las niñas” es decir, de nuevo, la
participación activa, no solamente “De la o” sino también de incidir.
“Reconocimiento de que los conflictos exacerban las condiciones existentes de
desigualdad y que extienden sus impactos a diversas esferas de las vidas de las
personas, en particular de las mujeres (el informe de NU insiste muchísimo en
consonancia con las resoluciones sobre este punto). Y las medidas de transición
como justicia restitutiva.
Cuando nosotros empezamos a litigar casos ante el SIDH – y yo voy a hablar
desde ahí, porque ese es el lugar que he tenido y que he realizado – nosotros
empezamos a usar varias herramientas de litigio. Por un lado, empezamos a litigar
las violaciones, porque cuando litigamos los casos, en realidad no eran casos
individuales, en realidad uno esta litigando casos que son representativos de
temas estructurales mucho más amplios. Es decir, si en Colombia hicimos una
estrategia de litigio sobre paramilitarismo, nosotros queríamos que se viera que
paramilitarismo era algo que había acompañado a la sociedad colombiana durante
muchos años, que existía y que tenía una forma de actuación que llevaba a la
violación de los derechos humanos de muchas personas en el país. Solo que, a
través de esos casos, estábamos ejemplificando lo que estaba pasando. Igual,
creo que por lo que nos han contado durante estos días, ustedes también cuando
litigan están diciendo “mira, es esta persona pero esta persona, como muchas
otras más, han estado en esa situación y eso hace parte de un patrón, política o
practica institucionalizada”.
Así como uno contextualiza esto desde un punto de vista político, yo creo que
contextualizar, desde esas falencias estructurales de falta de garantías en lo
económico, social y cultural, que llevan a poner mayor condición de vulnerabilidad.
Hay personas que son perseguidas, justamente, por su marginalidad, porque son
las más vulnerables y es sobre lo que el actor “armado” puede actuar para causar
más fácilmente para causar terror en comunidades mucho más amplias. Son los
mecanismos que también se utilizan para, desde esa exclusión, poder mandar un
mensaje. Entonces, me parece que la discusión de reparaciones, en términos de
defensa de derechos humanos, debería contextualizarse también desde esa
exclusión social, económica, especialmente y lo cultural esta dentro de esto, pero
tiene unas dimensiones particulares también.

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Haciendo esta presentación caía en la cuenta de algo que la CIDH en Colombia,
incluyó dentro de las sentencias, a partir de 2004. Se trata de una medida que han
mantenido durante todas las siguientes, también en otros países: es el tema de la
obligación que tiene el Estado de brindar una atención médica y psicológica a las
víctimas. Porque han reconocido que las violaciones han transformado un poco la
vida de las personas y que es necesario ayudarlas a que puedan restablecerse en
la medida de lo posible, esa nueva vida, con esa realidad que nunca las va a
dejar. Esta medida de reparación, ¿qué significó? ¿Cuál es el impacto a nivel de
DESC dentro de los Estados? El sistema de salud no funciona, entonces, los
Estados no pueden cumplir con esta medida, entonces la respuesta a los pedidos
de la Corte son “mire, nosotros vamos a cumplir con esta medida, a partir del
sistema de salud nacional” y la Corte lo dice “a partir del sistema de salud, podrá
hacerlo”. Pero ¿Cuáles son los requerimientos para esto? Tiene que ser
especializada, preferencial, gratuita, por el tiempo que sea necesaria, incluir
gratuitamente el suministro de medicamentos, inmediato, adecuado y efectivo.
Debe ubicarse en el radio más cercano del lugar de residencia de los familiares,
esa atención tiene que ser concreta e integral. ¿Cuántos de nuestros sistemas de
salud responden a estos criterios? El colombiano no. Entonces, el choque para el
cumplimiento de esta medida que tiene todo ver con DESC, ha sido muy grande,
porque hay países como Panamá, que respondieron a la CIDH “nosotros ya
estamos cumpliendo con esta medida, hemos registrado en nuestro sistema de
salud a todas las victimas y les dimos un carnet”, este es el cumplimiento de la
medida. Entonces la corte dice “no, vamos a ver”, esto quizás responde a una de
las primeras preguntas, una cosa es el enfoque de la atención de las necesidades
básicas (salud, educación, vivienda) y otra cosa es el enfoque que sobre esos
mismos derechos tú asumes desde la reparación. Porque en reparación, tienes
que asumir incluso, desde lo que vas a brindar, escuchar qué es lo que quieren y
necesitan las personas. Cuestión que no se realiza en la implementación de una
política para satisfacción de necesidades básicas. En general, el Estado asume
que tiene esas obligaciones y lo va desarrollando progresivamente, de acuerdo a
su posibilidad económica, prioridades, etc.
Quiero terminar con lo siguiente: la ley de reparaciones en Colombia tiene unos
problemas que, yo creo, hacen difícil que sea transicional y que sea reparación.
No la estoy condenando a muerte, pero yo creo que tiene problemas de principio
gravísimos. Si yo hablo de un proceso de transición, como Estado, yo asumo que
tengo alguna responsabilidad. O, de lo contrario, no hago transición, porque no me
corresponde a mí. En todo caso, miro como acabo con lo que me está
desestabilizando. Uno de los puntos de principio del catalogo de la ley, es que el

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Estado no es responsable, que nada de lo que haga por reparar a las victimas
puede ser interpretado como que estoy asumiendo responsabilidad por nada,
nada de lo que hago puede ser utilizado en los procesos judiciales como prueba
de responsabilidad, nada de lo que yo diga es mi responsabilidad. Es uno de los
principios de la ley, no al final. Los otros principios son la gradualidad, la
disponibilidad fiscal, esto es: depende la plata que yo tenga, voy dando, porque
son demasiadas violaciones de derechos humanos. Y esa es una ley de
reparación integral.

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Jaime Urrutia

Bachiller en Ciencias Sociales y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de San


Cristóbal de Huamanga. Ayacucho, Perú, y Maestría en Historia por la Universidad de Paris I,
Pantheon Sorbonne, Francia. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho, y de la Escuela de Antropología
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Ha desempeñado diversos cargos
públicos: Jefe de la Secretaria Técnica de Asuntos Indígenas del Ministerio de Mujer y del
Desarrollo Humano; Responsable del Área de Historias Regionales y miembro del equipo de
redacción del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación; Secretario Técnico de la
Comisión Multisectorial de Alto Nivel encargada del seguimiento de las acciones y políticas del
Estado, en los ámbitos de la paz, la reparación colectiva y la reconciliación nacional. Ha sido
Director General del Centro Regional para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de
América Latina – CRESPIAL, con sede en el Cusco. Actualmente es Director del Proyecto MIM,
ejecutado por el Instituto de Estudios Peruanos.

Estoy leyendo un capítulo sobre “democracias neoliberales”. Quiero abusar del


término “transición” porque, en realidad, la transición que se busca es la transición
a un nuevo modelo socioeconómico, esa es la transición en el fondo, porque los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) nos remiten a la estructura
misma de nuestras sociedades, sobre todo en sociedades donde la exclusión, la
marginación y el racismo son componentes centrales. Y si los DESC no remiten a
las causas mismas de los conflictos, por supuesto siguen vigentes mientras el
conflicto fue un capítulo dentro de esa historia de exclusión social, tienen como
causa la exclusión, pero siguen siendo después del conflicto, no secuelas, sino la
estructura misma de la sociedad. Entonces, en este esquema, quisiera comenzar
el modelo que atravesó el Atlántico para construir nuestros países en el siglo XIX,
es un modelo que proponía una Nación, un Estado, una cultura y una lengua. Ese
es el modelo francés que nos llegó, los mismos franceses se encargaron de borrar
bretones, catalanes y vascos, que fueron arrinconados por este modelo en
Francia, mismo, en el siglo XVIII y desde antes, también. Eso llegó a América. Y
sobre la base de eso se construyeron nuestros países y eso sigue siendo y fue la
predominancia en nuestras sociedades y en nuestras constituciones a lo largo del
Siglo XIX, la conquista del desierto aquí, en Argentina, es un claro ejemplo; los
charrúas en Uruguay, después que los mataran a todos en el Siglo XX, ahora son
un símbolo, hablamos de charrúas para hablar de todos los uruguayos. Borrar al
“otro cultural”, fue parte, componente de nuestra constitución como países. Pero

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en países mayoritariamente indígenas, como el caso de Guatemala – el que yo
conozco con mayor precisión-, el de Bolivia, del Perú, la población indígena no fue
exterminada sino que fue insumida, absorbida por un modelo que hegemonizó un
sector social y que fue el que dictó las normas para comportarse y para seguir
haciendo funcionar el país, con su trabajo, su esfuerzo, etc. Esto, en beneficio de
sectores que fueron los que compusieron nuestras clases políticas, a lo largo de la
historia, son élites que se sostuvieron sobre esta estructura de exclusión. Por eso,
voy a remitirme a propósito de lo que han hablado las compañeras colombianas:
separar lo cultural, como un derecho específico y hablar de reparaciones, en este
contexto.
En primer lugar, separar lo cultural, me parece fundamental. La Comisión de
Verdad del Perú señala con claridad: ¿quiénes son las víctimas del Perú? ¿Cuál
es el perfil de la víctima? El 75% de las victimas en el Perú hablaban como lengua
materna un idioma que no es el castellano, principalmente el quechua pero
también los ashaninkas, que son una etnia de la selva central. Si el índice de
muertos que tuvieron los ashaninkas hubiera sido el mismo en todo el Perú, el
país hubiese tenido más de 2 millones de muertos, para que vean ustedes, no
hubo tantos muertos ni desaparecidos entre esta etnia, sino que fueron 3.000,
pero hay 30.000 ashaninkas. Es decir, que la proporción de la violencia ahí,
desatada sobre todo por Sendero, que los tenia encapsulados en lo que se
llamaba “retiradas” (como explicó Julissa Mantilla) fue una violencia que no tiene
parangón. Salvo en el mundo quechua, el mundo campesino quechua, de lo que,
a comienzos del siglo XX se llamó en el Perú “mancha india”, luego como un
eufemismo se le llamó “el trapecio andino” y ahora se llama “macro sur”, pero en el
fondo sigue siendo la “mancha india”. Es decir, los departamentos del centro-sur
del Perú, que son quechua-hablantes en su mayoría. Ese fue el núcleo la
violencia. ¿Por qué? Esa es la zona mas pobre. De los cinco departamentos con
el mayor índice de violencia en el transcurso del conflicto en el Perú, cuatro son
los más pobres del país: Huancavelica, Ayacucho, Apurímac y Cuzco; San Martín
no, porque era la zona cocalera, es el quinto departamento. Allí está concentrado,
no solo gente que habla otras lenguas (por supuesto que son bilingües también) y
como lengua materna predomina el quechua, pero también el hecho de que no
hay agua, no hay desagüe; en el fondo, no hay Estado.
Ese es el argumento de Sendero para meterse allí, organizar y recibir el apoyo de
la población (cosa que no hay que olvidar) porque viene una propuesta que
suplanta a un Estado que no existe. Dice un testimonio de la Comisión de la
Verdad “me siento que era parte de un pueblo que no era parte de país” (que
también fue el nombre de uno de los capítulos), es decir, sentirse ajeno a su
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propio país. Es un sentimiento que, de alguna manera, se mantiene allí vigente.
En este contexto y con estas características descriptas por la Comisión de la
Verdad, lo que hace la Comisión respecto en relación con los DESC, en el fondo,
es proponer un nuevo pacto social, un nuevo acuerdo. Que incluye, desde
reformas constitucionales, pasando por reparaciones hasta una nueva concepción
de la aceptación de las diferencias culturales. En toda América Latina, y es una
paradoja conforme al mundo se globaliza y se “mundializa”, estamos todos
metidos en una misma estructura económica, se agudizan los sentimientos locales
y regionales de independizarían. No sé cuántos países hay en el mundo, pero –
alguna vez leí una cita- va a haber diez nuevos países en los próximos diez años,
porque el proceso de globalización acentúa las características de particulares de
los grupos que ahora están dentro de marcos nacionales surgidos en tiempos
pasados de manera arbitraria. La palabra “balcanización”, se ha convertido en una
palabra común, acerca de cómo se puede fragmentar y cuando uno ve los mapas
de los Balcanes en estas regiones es difícil entender cómo esta todo
entrecruzado. Es terrible porque además, los conflictos religiosos y culturales son
los más violentos y los más terribles. Si yo me persigno “así” vivo, si me persigno
al revés, me matan. Sino, pregúntenles a los serbios, croatas, lo que pasó en esas
guerras en esas zonas. Pero las constituciones desde los años ´90 y para aquí,
de todos los países, comienzan a reconocer “somos un país multilingües,
pluricultural”; creo que la única de América Latina que no reconoce eso es la
chilena, si no me equivoco. Esto está en relación directa con los avances que han
tenido las propuestas, incluso, tanto internacionales de los organismos pertinentes
(aunque se demoraron 20 años para tener un convenio sobre pueblos indígenas),
recién en el 2003 hay un acuerdo de la UNESCO sobre patrimonio cultural
inmaterial (que tiene que ver con la lengua y demás); mientras que el patrimonio
monumental (los edificios, Machu Pichu, Chichen Itzá) están reconocidos desde la
década de ´70. Pero, los bailes, las tradiciones, los mitos, recién en el 2003, 30
años han tenido que transcurrir para que se reconozca este patrimonio en la
UNESCO. En fin, para terminar con este primer tema del aspecto cultural, la
población que sufrió la violencia con mayor intensidad, que hablaba otras lenguas,
era población indígena. Población que no se autodefine como “indígena”, porque
una de las causas más terribles de todo este sistema de construcción de un
estado sobre la base de una cultura hegemónica, es que la gente tiene que
renunciar a su cultura para ser ciudadano, entonces, salirse de la cultura es
también la única manera de poder salir de la exclusión y la marginación. Recién
ahora, como dijeron al principio, las cosas vienen en “combo” (problemas y
soluciones) recién en el 2003 se aprobó la “ley de consulta previa”, o sea, antes de

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hacer una explotación minera, por ejemplo, se consulta a la población de la zona
si está de acuerdo o no. La ley se aprobó, el debate está ahora en la
reglamentación de la ley, porque la consulta tiene que ser vinculante: si la
población dice que no, no hay empresa. Pero el Estado vive de esos recursos, el
modelo que funciona ahora en el Perú se sostiene sobre los ingresos de la gran
minería. Entonces, no puede aceptar con facilidad que haya consulta, porque la
mayoría de la población va a decir “yo no quiero explotación minera”, en el Perú, la
mayor cantidad de conflictos existentes son por dos razones: por un lado,
conflictos por recursos - la población contra una empresa- y por otro lado,
conflictos con las autoridades locales – la población descontenta con los
municipios, autoridades regionales-. Según la Defensoría del Pueblo siempre
aparece en las estadísticas, a lo largo del tiempo, que esos son los principales
conflictos. Esta ley de consulta que recién ha salido, ha generado la proliferación
de organizaciones que se autodenominan indígenas, porque según el convenio
N°169 que da pie a esta ley de consulta, la caracterización está bien definida
“sobre poblaciones indígenas”, entonces, aquellos que no lo habían hecho ahora
se reconocen como tales ¿por qué? Porque deben acomodarse a esta situación.
Entonces, de alguna manera, hay un nuevo contexto que permitirá – sin haber
resguardo, como en Colombia, que tiene toda una legislación, en el Perú no hay
nada similar – pensar un fortalecimiento de esta identidad indígena que buscará
después otro tipo de reivindicaciones. Es inconcebible que en el Perú, algo como
los resguardos colombianos – es decir, un territorio asignado a una etnia - , no
existan, ni esté en el debate, ni nadie lo propone. Porque inmediatamente hay una
contraofensiva de medios y, no sé, si lo buscarán las poblaciones. Quizás aquí
vayamos al tema de reparaciones.
Es importante saber qué cosa quiere la gente. En el Perú – lo digo como ex
responsable de la Comisión de reparaciones que se formó después de la
Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) – la CVR propone un listado bastante
exhaustivo y completo de todos los campos que tienen que ver con DESC (acceso
a la salud, a la educación, a la vivienda, para las victimas). La pelea que teníamos
con el Ministerio de Economía (el verdadero poder en el Perú lo tiene este
Ministerio, como dicen los economistas “lo que no está en el presupuesto no
existe”, así es, ¿no es cierto?). El Comité propuso (por sugerencia de la Comisión)
la necesidad de comenzar por las reparaciones económicas, cosa que aquí en
Argentina es otro debate, otra situación, otro contexto. El Ministerio de Economía
nunca aceptó reparaciones económicas, pero la población que no tiene casa (o la
tiene en malas condiciones), ni trabajo, aunque sea una cantidad menor, exige
reparaciones económicas y lo hizo durante un tiempo. Hasta que en el gobierno de

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Alan García se dio la norma de pago a las víctimas en su conjunto, a pesar de que
antes se ha estado reparando a “Comité de autodefensa”, a comunidades, no
había una política de reparación económica sostenida. Pero eso es lo que quería
la gente primero, antes que tener acceso a la salud, a la educación, es decir: los
problemas de todos los días. Antes que eso, quería tener un dinero en la mano.
Se hizo el registro de victimas, el gobierno lo implemento y estuvo a cargo de una
ex comisionada, Sofía Macher, se inscribieron las victimas en 25.000, creo. En ese
momento, la discusión era si el registro continua, por un lado, y por el otro, si los
montos benefician – porque es bien restrictiva la reparación -, es solo para los
cónyuges o los hijos, los padres no tienen acceso, o cabría a los familiares más
cercanos – cuando la familia entera ha muerto -. Se está buscando (y ya se
aprobó) que se amplié el beneficio a padres, también. Digo todo esto porque en el
contexto de las reparaciones post-conflicto se mezclan las cosas, las obligaciones
del Estado, frente una población que nunca recibió beneficios suficientes, con
reparaciones propiamente surgidas del conflicto. Entonces, es muy difícil separar,
decir “no, ¿por qué Usted hace esto? Si esto es una obra que el Estado la debe
hacer por obligación, como salud y educación, está en la constitución”, construir
postas sanitarias o centros de salud y escuelas, es una obligación. No deberían
ser reparaciones. Pero acceder a la salud, de la manera en que Colombia lo ha
propuesto, eso podría ser una reparación, aunque se convierte en una broma
macabra conociendo los sistemas de salud: si te dan un carnet y tu vas a un
centro de salud, que no tiene medicina, no tiene medico; es decir, se convierte
casi en una burla, o una decisión jurídica. Entonces, es muy difícil separar lo que
son reparaciones, colectivas o individuales, producto del conflicto con
reparaciones que vienen de esta estructura.
Por eso decía al comienzo que, en realidad, se trata de transitar hacia una nueva
propuesta de pacto social. Por eso, la CVR proponía reformas constitucionales
que tenían que ver con el ejército, con la policía, con los sistemas de salud. Es
decir, rehacer nuestras estructuras de funcionamiento, reconociendo por supuesto
que somos país multicultural, plurilingüe. Es decir, reconociendo al otro cultural.
Aceptando que el Estado tiene, evidentemente, un compromiso fundamental para
que esto sea verdad, y no una mera declaración. Una de las trabas que existen es
la falta de consenso en el Perú, respecto al Informe de la Comisión de la verdad.
Les voy a leer algo (que no surgió ayer) “la CVR fue un nido de comunistas
reciclado, dirigido por el ultraizquierdista Lerner, que en una ocasión en su
Informe, presentó una peligrosísima hipótesis que Sendero Luminoso era un
partido político”, esto lo he sacado anteayer de un periódico. En otro artículo,
proponen “por qué no le echan napalm a la población indígena que se sublevó

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ante la propuesta de una empresa minera en el Norte del Perú que llevó a un
enfrentamiento con la policía”. Si, solamente saben reducir cabezas, o sea, las dos
cosas se pueden juntar en una posición bastante más compartida de lo que
creemos. Este no es un loco que está escribiendo, es una realidad del Perú.
Porque, en el fondo, en el Perú el racismo es un componente fundamental de
nuestras estructuras mentales. Se ve muy claramente con lo que ocurrió con la
CVR; yo viví en Ayacucho 20 años y la muerte allí comenzó en el año ´80/81/82,
hasta el año 2000. Lo de Tarata fue en 1992, pasaron veinte años, no había casi
ninguna noticia y ya en Ayacucho había 50 mil muertos. Hubo una bomba en Lima
y cambió totalmente la situación, recién se volvió noticia porque le dio en el
corazón a esta estructura de país que tenemos y entonces, las cosas cambiaron
radicalmente. Después Sendero se instaló en Lima y comenzó a poner bombas allí
todos los días y la guerra terminó en Ayacucho porque los comiteros de
autodefensa derrotaron a Sendero. Pero estas citas que estoy brindando no son
elementos aislados, el informe de la CVR fue entregado por la puerta falsa del
Congreso porque los congresistas se oponían a que se le entregara oficialmente
al presidente. Estamos lejos de obtener un Congreso, primeramente por oposición
de los partidos que están comprometidos en la historia, con ese cuento de que “lo
que ha sucedido en nuestro país son hechos aislados de un psicópata que tuvo
libertad de mando y se le ocurrió matar a gente, pero no es parte de una política
sistemática”. Entonces, en primer lugar esta visión del conflicto, que lleva que los
partidos comprometidos en esa historia no acepten la versión que la Comisión ha
presentado, no acepten la verdad. Por eso, estamos lejos de tener un discurso
consensuado sobre la verdad. Por eso, cuando fuimos a la ESMA (un sitio
impresionante, que todos deberíamos conocer, los que trabajamos con derechos
humanos o estamos vinculados), en Ayacucho hay un centro similar, que es el
cuartel “Cabitos”. Mientras que la ESMA es un centro de memoria, en Ayacucho
junto al cuartel Cabitos, en este momento, se están exhumando las fosas de más
de 100 personas que fueron, no solo muertas, sino quemadas. Allí no tenemos
recursos para aviones, y además, ¿Dónde los iban a tirar? Porque el mar está
lejos. Entonces, ahí nomas, los quemaban. Una de las personas que actuó con
este método tiene como apodo “Kerosene”, porque él fue quien inventó el sistema,
está ahora preso (era parte de grupo Colina, después). Allí están las fosas y el
fiscal ha mandado, incluso, a cercar, y tiene dos vecinos: el cuartel -que sigue
funcionando- y el asentamiento de gente que llegó con la guerra, que quiere
invadir el terreno para construir sus casas. No les interesa si ocupa las fosas de,
posiblemente, algún familiar – por decirlo de manera metafórica -. Esta el cuartel,
las fosas y los desplazados, los tres alrededor. Y esto tiene que ver con todos

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estos puntos de reparación porque, detrás de las reparaciones – sea cual fuere el
modelo – tiene que haber después una voluntad política. Y, si no hay consenso,
evidentemente no va a haber una voluntad política suficiente. Aunque en el Perú
se han avanzado en muchas cosas y quizás estoy cargando las pintas a las partes
más negativas. Después, me permitirán aclarar algunas cosas que son positivas.
Pero, si no hay voluntad política suficiente, jamás habrá recursos suficientes, no
tanto para los DESC sino para las víctimas directas del conflicto. Para que haya,
incluso, cosas tan simples como educación bilingüe en los sitios donde el
castellano es la lengua secundaria, tan simples como vacunación inmediata y
masiva a las personas de la zona, en fin, la lista puede ser larga. Estamos lejos
del consenso y eso, creo, es una de las barreras más grandes para que podamos
avanzar. Decididamente en lo que la comisión con todos, errores y aciertos, en
una serie de recomendaciones que conducen a concebir un nuevo país. Ni más ni
menos. Una nueva estructura de país, un nuevo comportamiento. Nuevas normas,
nuevas leyes, nuevos comportamientos, incluso, políticos. Las expectativas
siempre serán insatisfechas, son tan grandes las carencias como las expectativas
insatisfechas. Son tan grandes las carencias que las expectativas siempre
quedaran insatisfechas.
Entonces, no es solo difícil separar qué cosa es “transición”, que cosa ya terminó.
Es difícil atender a la demanda existente porque las carencias son carencias
acumuladas a lo largo de la construcción de un país.

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