Al hablar de la capacidad de contextualización como una de
las capacidades que forman parte del aprendizaje psicosocial, que incluye incorporación de conocimientos, desarrollo de capacidades y formación de actitudes, definimos la capacidad de contextualización como “la capacidad de significar lo que el otro dice en el contexto de su gestualidad y su conducta, comprendiendo sus signos dentro del código de su cultura y las influencias del contexto social de su organización, su institución, su ciudad, su provincia, su país y el mundo, en el momento histórico en que se produce la situación que se analiza”.
Esta capacidad forma parte del Posicionamiento o Actitud
Psicosocial, junto con las actitudes de proximidad emocional, distancia operativa, rigor científico, auto-registro, renuncia narcisista, renuncia ideológica y las capacidades de acompasamiento, textualidad, desciframiento grupal y disciplina operativa.
El concepto de capacidad de contextualización es una
aplicación metodológica de la noción de Enrique Pichon Rivière del “hombre en situación”, de acuerdo a la cual el ser humano no puede ser comprendido si no se conoce su concreta situación histórico social, como un texto es ininteligible fuera de su contexto.
Por lo cual, la frase y la conducta de una persona adquiere su
significado completo en el contexto de su gestualidad, que puede modificar el sentido de sus palabras, como cuando alguien dice “hemos progresado”, pero contextúa la palabra “progresado” con un doble movimiento paralelo de sus dedos índices hacia abajo, con lo cual alude al signo gráfico de las comillas, que ponen en duda el significado de una palabra, expresando que se trata de un falso progreso, sentido que no surge del texto mismo sino de su contexto gestual.
Del mismo modo, la conducta general de una persona
contextúa el sentido de sus afirmaciones, de modo que la frase “lo prometo”, proveniente de alguien de quien sus interlocutores conocen sus reiterados incumplimientos de promesas anteriores, tiene un sentido distinto a la misma frase dicha por alguien que siempre ha cumplido sus promesas.
También contextúan y modifican el sentido de las frases que
se intercambian los códigos lingüísticos de sector social o regional de las personas que las dicen.
Si un mexicano, por ejemplo, dice “hasta las ocho se atiende
al público”, un argentino entenderá que si llega después de las ocho no será atendido.
Cuando llega a las siete y se encuentra con que todavía no se
está atendiendo al público, el argentino creerá que los empleados no están cumpliendo su horario y tal vez criticará la negligencia de los empleados mexicanos, sin saber que, en el código lingüístico del habla mexicana, aún hablando el mismo idioma castellano, la frase quiere decir que se atiende al público a partir de las ocho, malentendido que ha causado muchos problemas a los argentinos en los aeropuertos y estaciones de micro mexicanas.
Los mismos malentendidos puede traer el no contextuar lo
que dice dentro de los códigos culturales del interlocutor.
Contaba una persona que vivió mucho tiempo en la India que,
cuando un propietario solicita a un trabajador que realice determinado trabajo en su casa, el trabajador contestará siempre afirmativamente, lo que no quiere decir que esté aceptando el trabajo, sino que responde con cortesía a un ofrecimiento de trabajo, sin tomar por ello ningún compromiso. El propietario podrá esperar indefinidamente la llegada del trabajador, si no se ha ocupado de confirmar, por otros medios comunicacionales, que éste ha aceptado realmente realizar el trabajo.
En México, nuevamente, se estila ofrecer la propia casa, “su
casa de usted” a la persona que se conoce, lo que no implica un verdadero ofrecimiento de recibirlo sino una cortesía puramente simbólica.
Una vez conocido el contexto de esos códigos culturales, la
frase del interlocutor encontrará su verdadero significado.
Del mismo modo, contextuará el sentido de todo lo que se
dice la influencia del contexto social de la organización, institución, su ciudad, su provincia, su país y el mundo, en el momento histórico en que se produce la comunicación que se analiza.
En determinada organización empresaria en que se considera
parte de la cultura institucional la adhesión acrítica de los empleados a todos los principios del ideario organizacional, la frase de un empleado que afirma uno de estos principios no puede interpretarse como la expresión de sus íntimas convicciones sino sólo como el cumplimiento de una norma organizacional, debiendo deducirse lo que piensa de ciertas grietas de la comunicación donde lo que cada uno piensa se filtra por debajo de las prescripciones.
En una visita de un equipo de observadores de una Escuela de
Psicología Social a una fábrica, el supervisor que guiaba al equipo en el recorrido por las dependencias de la fábrica, cuya tarea consistía en el señalamiento de las bondades del dispositivo organizacional, calzaba unos pesados botines industriales con defensas de acero, por lo que una de las observadoras le preguntó si no le resultaba incómodo caminar con zapatos tan pesados. El supervisor contestó que, por el contrario, esos zapatos le resultaban comodísimos y los seguía usando en su casa una vez finalizadas sus tareas laborales. Muchas horas después, al finalizar el recorrido, una de las observadoras manifestó que tenía la mano cansada de tanto escribir, a lo que el supervisor contestó “y yo ni le cuento, con estos zapatos que me tienen los pies a la miseria”. La primera frase sobre la comodidad de los zapatos debía interpretarse en el contexto de su tarea empresarial de mostrar lo perfecto de todo lo que se usaba en la fábrica y la segunda, dicha en un momento en que el final del trabajo le permitió bajar sus defensas, comunicaba sus verdaderos sentimientos.
Las Instituciones, estructuras de valores, objetivos, esquemas
conceptuales, métodos y procedimientos que regulan las actividades en determinada área de la comunidad (Institución Escuela, Institución Empresa, Institución Salud, Institución Fuerzas de Seguridad, Institución Estado, etc.) también contextúan las comunicaciones y una frase dicha por una Directora de Escuela deberá interpretarse en el contexto de lo que la Institución Escuela espera de lo que puede decir o no decir una Directora, más allá de las características de su Escuela o los rasgos de su personalidad. En la línea de esa noción freudiana, Enrique Pichon Rivière definió a la fantasía inconsciente de cada persona como la novela inconsciente acerca de nosotros mismos, los lugares imaginarios que, sin darnos cuenta, asumimos en las estructuras vinculares de las que formamos parte y los que, a través de nuestra manera de tratarlos, adjudicamos inconscientemente a los otros, condicionando así, de alguna manera, la forma en que nos tratan y nuestro destino.
Del mismo modo, podríamos someter a la prueba de la
confrontación con la realidad la hipótesis de que cada uno de nosotros tiene una “novela”, más o menos consciente, acerca de la historia de nuestra ciudad, provincia o país.
Un relato, más simple cuanto menos nos ocupemos
conscientemente del tema, acerca de los orígenes de los problemas de nuestra ciudad, provincia o país, de quiénes ocupan, en nuestra historia, los papeles de los próceres, los villanos y las víctimas y... la forma en que se solucionarían, fácil y simplemente, todos nuestros problemas.
Estas “novelas de ciudad, provincia o país” serían
habitualmente inconscientes en su formación, que suele irse dando por introyección de las opiniones de personas significativas de nuestro pasado, en interacción con hechos de nuestra vida que generalizamos, no siempre con buena lógica.
“Este país anda mal porque los criollos no quieren trabajar. Mi
padre vino de Italia con una mano atrás y otra adelante, trabajó como un burro y me dejó la casa en la que vivo y otras dos casas que alquilaba. Y me enseñó a trabajar y no meterme en nada. Después vino un gobierno que les daba a los negros lo que querían y congeló los alquileres y tuve que vender las dos casas. Acá lo que hace falta es un gobierno de mano dura, que meta en la cárcel a los chorros y a los vagos y van a ver cómo los que trabajamos vamos a estar mejor”.
A esta “novela de país”, que se nutriría de las opiniones,
fantasías, deseos y miedos predominantes en el sector social en el cual cada uno ha sido educado, al que llegó a pertenecer o al que adscribe por elección, corresponde una manera de pensar acerca de los temas sociales y una connotación positiva o negativa acerca de los distintos actores de la estructura social.
A esta “novela de país”, que se nutriría de las opiniones,
fantasías, deseos y miedos predominantes en el sector social en el cual cada uno ha sido educado, al que llegó a pertenecer o al que adscribe por elección, corresponde una manera de pensar acerca de los temas sociales y una connotación positiva o negativa acerca de los distintos actores de la estructura social.
De este modo, los estancieros serán “personas honestas y
emprendedoras que hicieron su fortuna administrando correctamente la tierra heredada de sus padres y abuelos” o “chupasangres que despojaron de sus tierras a viudas de sargentos de la genocida conquista del desierto y se enriquecieron pagando miserablemente a sus peones”, los militares serán “los que restablecieron el orden cada vez que los políticos llevaron al país al borde de la ruina” o “agentes de los intereses transnacionales que instalaron sus dictaduras para reprimir los reclamos y hundir al ...país en una deuda externa impagable” y los sindicalistas serían “los representantes de los reclamos de los trabajadores” o “los traidores que se alían con los patrones para mantener dominados a los que les pagan sus lujos con los descuentos de sus sueldos”.
En la definición de “ideología” que utiliza Pichon en su
conceptualización, que no coincide con otras definiciones según las cuales la ideología es sólo una manera de pensar, fundamentada o no, sobre la política y la economía, el elemento clave sería la “falta de fundamentación empírica”, que diferenciaría a las posiciones ideológicas de las posiciones teóricas sobre lo social. Las posiciones ideológicas serían certezas subjetivas útiles para orientarnos en la vida cotidiana, en la que habitualmente hay que tomar posición sin esperar la resolución de exhaustivos análisis científicos acerca de lo que está pasando en el país.
Las posiciones teóricas serían certezas crecientemente
objetivas, con todas las limitaciones de la objetividad posible en las ciencias sociales, construidas socialmente a partir de datos fehacientes de la realidad.
Serían resultantes de una continua construcción teórica que
conceptualiza los datos observables de la realidad social y los organiza entre sí en una red de esquemas conceptuales a los que podamos referirnos para operar (ECRO).
La obligación ética del operador psicosocial, para poder
contextualizar adecuadamente las interacciones sobre las que trabaja, consistiría en una continua transformación de su novela de país, ideológica y poco fundamentada, en una hipótesis de país crecientemente objetiva que, al permitirle descifrar mejor las interacciones grupales y organizacionales en su contexto social, haga posible una operación más adecuada a la realidad y por lo tanto más eficaz.
La obligación ética del operador psicosocial, para poder
contextualizar adecuadamente las interacciones sobre las que trabaja, consistiría en una continua transformación de su novela de país, ideológica y poco fundamentada, en una hipótesis de país crecientemente objetiva que, al permitirle descifrar mejor las interacciones grupales y organizacionales en su contexto social, haga posible una operación más adecuada a la realidad y por lo tanto más eficaz.
Las tareas correspondientes a esta obligación ética serían el
estudio de la historia y la estructura de clases sociales del país en que vive, la construcción de una hipótesis de país que de una explicación a este proceso y la continua actualización de esta hipótesis, a través de la observación de la vida cotidiana que lo circunda y de los testimonios de los medios de comunicación y centros de investigación acerca de dicha realidad