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Universidad Nacional de Córdoba

Facultad de Filosofía y Humanidades. Escuela de Letras


Seminario de Introducción a los Estudios de Género.
Teorías, tecnologías y ficciones: la propuesta de Teresa De Lauretis

Trabajo Final

De la tecnología del sexo de Foucault al tecnogénero de Preciado.


Teresa de Lauretis como pivote de la teoría crítica posfeminista.

Alumnx
Ana Dolores González Montbrun
Matr. 2001746588
DNI: 29.713.970
Julio de 2013
De las tecnologías de la sexualidad de Foucault al tecnogénero de Preciado.
Teresa de Lauretis como pivote de la teoría crítica posfeminista.

“El pivote es una posición de balonmano en la cual el jugador se coloca en la


defensa del equipo contrario para poder crear huecos, permitiendo que sus
compañeros de equipo puedan penetrar en dicha defensa y poder marcar gol
más fácilmente.
El pivote también busca huecos entre la defensa para poder marcar goles por
sí mismo.
En la línea de defensa es uno de los jugadores más importantes, ya que cubre
el centro de la defensa e intenta tapar los huecos que crea el pivote del otro
extremo.
Es el jugador que normalmente saca los golpes francos.
El pivote es uno de los jugadores clave para el juego.”
(Fuente: Wikipedia)

El presente escrito parte de la idea de que la noción de “tecnologías de género” de


Teresa de Lauretis funciona como una bisagra, como una articulación conceptual necesaria
entre la noción de tecnología del sexo propuesta por Michel Foucault y el tecnogénero de la
era farmacopornográfica de Beatriz Preciado. Entonces, se propone que el concepto de
“tecnologías de género” de de Lauretis actúa como pivote entre un concepto y otro. A su
vez, es pivote ya que, primero, funciona “abriendo huecos” en la defensa del feminismo 1 de
la diferencia, a partir de la revisión crítica del sistema sexo- género, habilitando la noción de
“sujeto excéntrico”. De esta manera, busca superar los obstáculos que presenta la necesidad
de definir a LA MUJER como sujeto del feminismo 2. Por otro lado “cubre la defensa” del
equipo “tapando los huecos” que deja su propia defensa, al revisitar a Foucault
(entendiendo que Foucault forma parte del mismo equipo que de Lauretis), generizando la
noción de “tecnología”. Al desarrollar la noción de tecnologías de género, de Lauretis
habilita a Preciado en el juego. Es decir, le facilita penetrar en la defensa del feminismo, para
plantear su noción protésica y farmacopornográfica del tecnogénero.

1
El equipo contrario, el oponente en esta analogía sería el feminismo, en la medida en que, tanto para de
Lauretis como para Preciado (tal vez aún más para Preciado), la crítica feminista posee una y otra vez gestos
críticos y teóricos que se vuelven en contra de los propios sujetos feministas. Un ejemplo sería el feminismo de
la diferencia, que reivindica la distinción esencial (biológica, identitaria y genealógica) entre el hombre y la
mujer y que por ello reafirma binarismo varón-mujer como algo básico y natural.
2
De esta manera, otro gesto del feminismo que se vuelve en contra de sí mismo sería el de definir a “La mujer”
como sujeto del feminismo, tratando de delimitar y definir en esencia a un sujeto identitaria o
experiencialmente homogéneo, dejando al margen a “las mujeres reales” atravesadas por múltiples variables
identitarias (mujer blanca, negra, chicana, oriental, lesbiana, heterosexual, judía, proletaria, etc.).

1
“El base” del equipo; Michel Foucault

Si nos remitimos las bases de este equipo, el primer jugador (justamente “el base”,
en términos basquetbolísticos) convocado para la defensa es Michel Foucault. Teresa de
Lauretis cree que el punto de arranque es Foucault con el concepto de “tecnología del
sexo”. 3
Revisemos, entonces, a Foucault. Este autor sostiene que lo propio de nuestra
contemporaneidad, la mecánica de poder que organiza y produce nuestros cuerpos y
subjetividades, debe ser entendida en términos de un modelo productivo, estratégico y
positivo del poder. Esto quiere decir que el modelo que propone Foucault, debe ser
comprendido en términos de una economía del poder que toma a su cargo a los cuerpos
(vivos) y tiene a su disposición un enorme arsenal de recursos para producir un número
variado (y en constante transformación) de formas de subjetivación, entre ellas, la de la
sexualidad. Estas formas no pueden ser reducidas a un ciclo o una dinámica negativa y
exclusivamente prohibitiva del poder. Muy por lo contrario implica un poder productivo y
rico en estrategias, de unos poderes multiformes que actúan organizando nuestros cuerpos,
interpelándolos, ordenándolos, clasificándolos, intensificando (disciplinando) algunas de sus
potencias y velando otras. Estamos hablando de lo que Foucault llama “las tecnologías
positivas del poder”. Más allá de una legislación que nos exige una identificación –y por
tanto, una tipificación– del sujeto-sexual que somos, existe una cantidad de instancias que
exceden las condiciones restrictivas y prohibitivas de la ley.
Este autor observa el funcionamiento de un dispositivo que administra la vida, que la
toma a su cargo, y que gestiona la organización de los cuerpos que ella misma produce. No
implica poder de muerte, sino administración de los cuerpos y gestión de la vida. Es decir, no
tanatocracia, sino biopolítica. La administración y organización de los cuerpos, dirá Foucault,
es lo propio de una mecánica del poder a la que denomina biopolítica, que se encarga de la
“fabricación de los sujetos”.

3
Tanto de Lauretis como Beatriz Preciado lo indican como el principio necesario desde el cual partir. Es en
contraposición a la descripción que Foucault hace del disciplinamiento de los cuerpos y la sexualidad del siglo
XIX que Preciado propone la necesidad de plantear una nueva era ya que opera de manera muy distinta a la
anterior: la era farmacopornográfica. Esta podría definirse como un nuevo régimen de control del cuerpo y de
producción de la subjetividad que emerge tras la Segunda Guerra Mundial, con la aparición de nuevos
materiales sintéticos para el consumo y la reconstrucción corporal (como los plásticos y la silicona), la
comercialización farmacológica de sustancias endocrinas para separar heterosexualidad y reproducción (como
la píldora anticonceptiva) y la transformación de la pornografía en cultura de masas.

2
Según Foucault, es en el dispositivo de la sexualidad donde vemos cómo se articulan
dos tecnologías o polos del biopoder. Por un lado, el disciplinamiento de los cuerpos (como
puede ser mear de parado para los varones, tomando el ejemplo que analiza Preciado en
“Basura y género…”) y por el otro, las regulaciones de la población (como cuando se lanzan
campañas de control de natalidad, por ejemplo). En síntesis, la tecnología del sexo se monta
sobre estos dos polos: el individualizante−disciplinar y el especificante−regulador.
En consecuencia, acuña la expresión de tecnología del sexo, y la define como un
conjunto de técnicas para maximizar la vida, desarrollada a partir de fines del siglo XVIII por
la burguesía, con el propósito de asegurarse su supervivencia como clase y el mantenimiento
de su hegemonía. Estas técnicas despliegan discursos en torno a la sexualización del cuerpo
femenino, el control de la procreación y la psiquiatrización del comportamiento sexual
anómalo como perversión.

Pivote del equipo: Teresa de Lauretis

De Lauretis propone ir más allá que Foucault al entender que el género, en tanto
representación o auto-representación, es el producto de variadas tecnologías sociales y de
discursos institucionalizados, de epistemologías y de prácticas tanto críticas como de la vida
cotidiana. Tal vez la propuesta más contundente de de Lauretis sea pensar al género como el
producto y el proceso de un conjunto de tecnologías sociales, de aparatos tecno-sociales o
bio-médicos.
De Lauretis sostiene que ni la sexualidad ni el género son una propiedad de los
cuerpos, ni un simple derivado del sexo “anatómico” o “biológico”. Mucho menos, algo
originalmente existente en los seres humanos, sino que constituyen el conjunto de efectos
producidos en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales, en palabras de
Foucault, por el despliegue de una tecnología política compleja. El género es una
construcción sociocultural, una representación o bien el efecto del cruce de las
representaciones discursivas y visuales que emanan de los diferentes dispositivos
institucionales: la familia, la religión, el sistema educativo, los medios de comunicación, la
medicina o la legislación; pero también de fuentes menos evidentes, como el lenguaje, el
arte, la literatura, el cine y la teoría. Todos ellos funcionan como tecnologías de género,
delimitando, reafirmando y definiendo en cada sujeto modos de ser mujer o ser varón.

3
En este sentido, su propuesta propone trascender las limitaciones del planteo de
Foucault, ya que, según de Lauretis, este autor no tuvo en cuenta la conflictiva
diferenciación que esas tecnologías efectuaban sobre los sujetos femeninos y los sujetos
masculinos, dejando de lado, así, la consideración del género en esta cuestión. Dejando de
lado el género, planteando una sexualidad no generizada, Foucault está ignorando las
conflictivas investiduras de varones y mujeres en los discursos y las prácticas de la
sexualidad. Negar al género es negar la opresión legitimada que define la sexualidad de la
mujer como atributo de la del varón. Al no ver esta diferenciación, Foucault termina
teniendo en cuenta solamente la sexualidad masculina (como universal). De esta manera,
podríamos decir que la misma teoría de la sexualidad de Foucault actúa como tecnología de
género, tal como de Lauretis nos advierte (de Lauretis 1996: 26).
Para de Lauretis, la construcción de género se sostiene a través de varias tecnologías
de género (como ejemplo fundamental toma el cine) y de discursos institucionales (por
ejemplo, teorías) que poseen el poder de controlar el campo de significación social y
producir, promover e implantar representaciones de género (de Lauretis 1996: 24). Es así
como refiere a las tecnologías de género como aquellas que constituyen “un complejo de
hábitos, asociaciones, percepciones y disposiciones que la engendran a una como mujer, lo
que estaba tratando de dar a entender era precisamente la experiencia de género, los
efectos de significado y las autorepresentaciones producidas en el sujeto por las prácticas
socioculturales, los discursos y las instituciones dedicadas a la producción de mujeres y
varones. Y seguramente no fue casual, entonces, que mi análisis haya sido concerniente al
cine, a la narrativa y a la teoría (todas tecnologías)” (de Lauretis 1996: 26).
Un aporte interesante del texto “Tecnologías de género” es la explicación que brinda
la autora para dar cuenta del lugar en el que debe pararse el feminismo. El sujeto
althusseriano está dentro de la ideología y se considera y piensa fuera de ella. Sin embargo,
para de Lauretis a diferencia del sujeto althusseriano, el sujeto del feminismo se encuentra a
la vez adentro y afuera de la ideología de género. Abandonar la categoría de género sería
negar (como lo indica en Foucault) la diferencia de género como una forma de opresión.
Implicaría entonces una forma de legitimarla. Sostenerlo sería reafirmar el patriarcado,
ideología que está al servicio de los sujetos generizados masculinos. Prescindir del género es
falocéntrico pero usarlo (y por ende reafirmarlo) es opresivo.

4
El feminismo, entonces está atrapado en el género y en las relaciones de opresión
que este sistema sexo-género reproduce, pero a la vez es conciente de estarlo. Ubicarse
concientemente en esa paradoja, dice de Lauretis, permite que desde este adentro y afuera,
desde los márgenes del discurso hegemónica, se habilite la posibilidad de agencia y de
prácticas micropolíticas. La teoría feminista debe partir de esta contradicción, sin intentos de
superarla desexualizando ni androginizando al género. Esta contradicción (y sobre todo esta
conciencia de la contradicción) al ser una representación subjetiva del género, contribuye a
la representación social del mismo, habilitando la posibilidad de agencia.
Finalmente, otro gran aporte de de Lauretis en este texto es pensar el género como
una representación 4, pero como representación que posee implicaciones concretas y reales,
tanto sociales como subjetivas, para la vida material de los individuos. Sostiene, por ejemplo,
que el sistema sexo-género (entender que el género es una representación dual y
complementaria de lo femenino y lo masculino, que se construye a partir de la oposición de
dos sexos biológicos) es un aparato semiótico que asigna valor, prestigio y jerarquía a un
lado del binomio por encima del otro, construyendo así un sistema que reproduce
desigualdad social en planos bien concretos: económicos, políticos, culturales, intelectuales,
etc.
De esta manera, el género, en ese sistema, sería tanto producto como proceso de esa
representación, ya que la representación del género implica, en el mismo gesto, la
producción de sujetos-varones y sujetos-mujeres. De allí que el género, para de Lauretis,
tenga la función de construir individuos concretos como varones y mujeres. El género se
constituye así como una ideología: la ideología de género.

Alerx: Beatriz Preciado

Es justamente aquí donde podemos partir para habilitar la jugada de Beatriz


Preciado. Para esta autora la emergencia de una sexualidad entendida desde lo
farmacopornográfico comienza justamente con la invención de la categoría de “género”. A
partir de la Segunda Guerra Mundial, tanto el género, como la masculinidad y la feminidad

4
Finalmente, agrega que la construcción del género no sólo es producto y proceso de la representación
(social), sino que también es producto y proceso de la autorepresentación (psíquica). Otra vez, esta postura
habilitaría la posibilidad de agencia.

5
serían obra de la transformación del sexo en objeto de gestión política de la vida, a través de
las nuevas estrategias de un tecno-capitalismo avanzado.
Para sostener esta propuesta, Preciado realiza una lectura del género desde la
propuesta semiótico-política de Teresa de Lauretis, según la cual, como venimos diciendo, el
género “es el efecto de un sistema de significación, de modos de producción y de
descodificación de signos visuales y textuales políticamente regulados. El sujeto es al mismo
tiempo un productor y un intérprete de signos, siempre implicado en un proceso corporal de
significación, representación y auto representación” (Preciado, 2008: 83).
Preciado rescata la postura de de Lauretis, ya que ella es capaz de superar las
dificultades del feminismo, y de distinguir cómo en las sociedades actuales funciona “un
conjunto de tecnologías de género que si bien operan de modo heterogéneo sobre los
hombres y las mujeres, producen no solo diferencias de género (hombre/mujer), sino
también diferencias sexuales (homo/hétero, perverso, sado/maso . . .) , raciales, de clase,
corporalidad, edad, etc.” (Preciado, 2008: 84).
Por otro lado, la autora española pone foco en la interpretación que hace Judith
Butler del género 5, como un sistema de normas, convenciones y prácticas que producen
“performativamente” al sujeto. “Butler ha identificado el género no como una esencia o una
verdad psicológica, sino como una práctica discursiva y corporal performativa a través de la
cual el sujeto adquiere inteligibilidad social y reconocimiento político” (2008: 86).
En “Tecnogénero” (capítulo 6 de Testo Yonqui) Preciado indica que el género es una
noción necesaria para el nacimiento y perfeccionamiento de técnicas (fotográficas,
biotecnológicas, quirúrgicas, farmacológicas, cinematográficas o cibernéticas), para la
transformación de los seres vivos y la normalización de sus cuerpos y la materialidad de los
sexos. El término surge para hablar de la posibilidad de modificar hormonal o
quirúrgicamente el sexo de bebés que no pueden clasificarse como femeninos ni masculinos
bajo los criterios visuales y discursivos de la medicina.
Bajo estas circunstancias, Preciado revela que el género no puede ser solamente
considerado como un concepto, sino más bien como una ecología política. Retoma la noción
de tecnología de género planteada por de Lauretis y la intensifica al poner el foco, no sólo en

5
Aquí es cuando entra también Judith Butler al equipo, también como escolta, con su idea del género como
“acto preformativo”.

6
las técnicas audiovisuales 6 y discursivas sino también y por sobre todo, en aquellas
tecnologías farmacológicas que atraviesan de manera muy material los cuerpos. “La certeza
de ser hombre o mujer es una ficción somaticopolítica producida por un conjunto de
tecnologías de domesticación del cuerpo, por un conjunto de técnicas farmacológicas y
audiovisuales que fijan y delimitan nuestras potencialidades somáticas funcionando como
filtros que producen distorsiones permanentes de la realidad que nos rodea. El género
funciona como un programa operativo a través del cual se producen percepciones
sensoriales que toman la forma de afectos, deseos, acciones, creencias,
identidades” (Preciado, 2008: 89). Cuando Preciado habla de técnicas farmacológicas, está
haciendo referencia a que existen técnicas legales y legitimadas por la medicina que, a partir
de la administración de fármacos (tecnologías hormonales) intervienen sobre nuestros
cuerpos: la píldora, el omeprazol, el viagra, los estrógenos, la progesterona, la testosterona,
se administran en los cuerpos creando bio-hombres y bio-mujeres.
De allí que preciado sostenga que las sociedades contemporáneas son enormes
laboratorios sexopolíticos en los que se producen los géneros. “El cuerpo, los cuerpos de
todos y cada uno de nosotros, son los preciosos enclaves en los que se libran complejas
transacciones de poder. (…). Eso que llamamos sexo, pero también el género, la
masculinidad y la feminidad, y la sexualidad son «técnicas del cuerpo», extensiones
biotecnológicas pertenecientes al sistema sexopolítico cuyo objetivo es la producción,
reproducción y expansión colonial de la vida heterosexual humana sobre el
planeta” (Preciado, 2008: 93).
Aquí resulta importante la distinción que la autora establece entre biogénero y
tecnogénero. El biogénero refiere a lo que, a fines de los años 40, el psicólogo y médico
neozelandés John Money denominó clínicamente “gender”, es decir, el “sexo psicológico”.
Aquí Preciado advierte y argumenta que el sistema disciplinario decimonónico (descripto por
Foucault) ha cedido lugar a la era del farmacopornismo, la era del tecnogénero y de una
episteme que llama posmo-neysta (posterior a Money). En el primer caso, el sexo era
natural, definitivo, intransferible y trascendental; En la nueva era, el género aparece como
sintético, maleable, variable, susceptible de ser transferido, imitado, producido y
reproducido técnicamente” (Preciado, 2008: 82).

6
Nadie puede robarle el crédito del triple que encesta de Lauretis al identificar al cine como una tecnología de
género.

7
De esta manera, el tecnogénero se abre paso en el contexto de la Guerra Fría, cuando
el endocrinólogo alemán Harry Benjamin comienza a entregar hormonas a sus pacientes
adultos que no se identificaban con su género de nacimiento, y son capaces de modificarlo
por medio de la utilización de las tecnologías. “Surge (…) una nueva distinción ontológico-
sexual entre los hombres y mujeres «bio», aquellos que conservan el género que les fue
asignado en el momento del nacimiento, y los hombres y las mujeres «trans», o «tecno»,
aquellos que apelarán a las tecnologías hormonales, quirúrgicas y/o legales para modificar
esa asignación” (Preciado, 2008: 85). Si bien ambas ordenanzas de género son técnicamente
producidas, su diferencia principal radica en que en el tecnogénero hay una resistencia a la
norma y una “conciencia de los procesos técnicos (farmacopornográficos) de la producción
de la masculinidad y la feminidad, y del reconocimiento social en el espacio
público” (Preciado, 2008: 86). El género, en esta última era, es forjado a partir de gestiones
farmacopornográficas. Es decir que en Occidente, el género se ha regulado y normalizado a
través de la invención e implantación nuevas moléculas de gestión del cuerpo (industria
farmacológica) y de representación de éste y la sexualidad (industria pornográfica).
Para Preciado, el objetivo de las tecnologías farmacopornográficas es crear cuerpos
lo suficientemente dóciles como para entregar todo su potencial y energía al servicio de la
producción del capital. Entonces, en un régimen farmacopornográfico, el género se
construye, se reproduce y se consolida a través de las tecnologías, “a través de su
transformación en espectáculo, en imagen en movimiento, en dígito, en cybercódigo. No hay
género masculino y femenino más que frente a un público, es decir, como construcción
somato-discursiva de carácter colectivo, frente a la comunidad científica o la red. El género
es público, es comunidad científica, es red” (Preciado 2008: 91).
Si a de Lauretis lo que le preocupa es el sujeto del feminismo y ve en él el potencial
transformador y la capacidad de agencia, pareciera que a Preciado lo que le interesa es el
cuerpo de los sujetos como instrumento de resistencia. El cuerpo en la era
farmacopornográfica no es una materia pasiva, sino un interfaz tecno-orgánico, un sistema
tecno-vivo segmentado y territorializado por diferentes modelos políticos (textuales,
informáticos, bioquímicos). No hay aquí sucesión de modelos que serán superados
históricamente por otros, ni rupturas, ni discontinuidades radicales, sino simultaneidad
inconexa, acción transversal de varios modelos somatopolíticos que operan y constituyen,
siguiendo diversas intensidades, diversos índices de penetración, diversos grados de

8
efectividad en la producción de la subjetividad” (Preciado, 2008: 94). Es en esa coexistencia
de diversos modelos, en la incongruencia entre ambos a la hora de gestionar los cuerpos,
que Preciado ve la posibilidad de fallo. “Somos hombres y mujeres de laboratorio. Efectos de
una suerte de bioplatonicismo político-científico. Pero estamos vivos: al mismo tiempo
materializamos el poder del sistema farmacopornográfico y su posibilidad de fallo”
(Preciado, 2008:93). La posibilidad de fabricar hormonas sexuales (que en un principio
surgieron como recurso principal del régimen farmacoporográfico) se convierte ahora en un
recurso para desdibujar las fronteras entre géneros. Esa potencialidad es la que los cuerpos
trans aprovechan. Esos cuerpos trans visibilizan esa potencialidad “productora de géneros”
escondida en los fármacos que supuestamente se crearon para sostener y encaminar los
cuerpos “reales” hacia “cuerpos normales”, los “cuerpos enfermos” a “cuerpos sanos y
productivos”. De allí que Preciado se haya interesado por la forma en que diferentes
tecnologías de género operan para producir posiciones de sujeto-cuerpo, la forma en que
estos sujetos-cuerpo resisten a la normalización haciendo una citación descontextualizada o
un uso impropio de esas tecnologías de normalización.

Es entonces que podemos entender por qué Preciado se para frente a Butler y
sostiene que “el género no es sólo un efecto preformativo 7; Para ella el género es sobre
todo un proceso de incorporación prostético.” Para Beatriz Preciado, la elección de la noción
de prótesis para explicar el género (frente a los conceptos de performance y
performatividad) está basada en una relectura de la historia de la sexualidad desde las
ciencias y tecnologías de control y transformación del cuerpo. Preciado utiliza la idea de
género prótesico (asociado a veces en el discurso con lo monstruoso, lo feo, lo inasimilable,
lo abyecto) para referir, entonces, éste como una extensión del cuerpo. Preciado sostiene
que el cuerpo experimenta incesantes incorporaciones protésicas, tecnológicas (por ejemplo
la ropa, el gimnasio, la peluquería, las hormonas, la píldora y el mismo lenguaje, etc.) que
luego pasan a formar parte del mismo cuerpo. Pareciera que para Preciado, entonces, el
cuerpo mismo termina siendo tecnología.

7
La principal crítica de Preciado a Butler es que ésta, finalmente, seguiría planteando la cuestión desde el
constructivismo, dejando el cuerpo afuera, ya que en la dimensión performativa sólo habría discurso o
narración. Dice preciado en una entrevista: “Estamos dejando atrás una etapa de incapacidad para pensar la
corporalidad que fue provocada por el temor a caer en una forma de esencialismo.”

9
En definitiva, en palabras de Preciado “El género del siglo XXI funciona como un
dispositivo abstracto de subjetivación técnica: se pega, se corta, se desplaza, se cita, se imita,
se traga, se inyecta, se injerta, se digitaliza, se copia, se diseña, se compra, se vende, se
modifica, se hipoteca, se transfiere, se download, se aplica, se transcribe, se falsifica, se
ejecuta, se certifica, se permuta, se dosifica, se suministra, se extrae, se contrae, se niega, se
reniega, se traiciona, muta.” (Preciado, 2008: 88)

El equipo ya está armado: hora de salir a la cancha

Finalmente, tal vez uno de los puntos que unan con tanta fuerza a Preciado con de
Lauretis es la preocupación por los alcances que sus reflexiones tiene en la práctica
feminista. A la hora de salir a la cancha, de Lauretis se preocupa por sortear los obstáculos y
caminos sin salida del feminismo, para postular una crítica feminista desde un sujeto
(protagonista y productor, representado y representante) excéntrico, que pueda producir
desde los márgenes, que sea conciente de sus paradojas pero que no prescinda de la
categoría de género, haciendo explícita que esa categoría remite al patriarcado y lo sostiene,
construyendo una teoría conciente de que no puede escapar a la ideología. Preciado, por su
lado, sale a la cancha sin persignarse, poniendo el cuerpo en sentido literal 8, para cuestionar
los límites de lo bio y lo tecno, para sugerir así el fin de la era heterosexual o más bien la era
de los límites claros entre los cuerpos, las clasificaciones taxonómicas de sexo biológico,
género y sexualidad, abogando por un sujeto queer, abyecto (excéntrico, en fin) que sepa
aprovechar las tecnologías de producción de ficciones somáticas de la era
farmacopornográfica para hacerlas suyas.
En el banco de suplentes hay una lista de jugadores con pasta y que siempre están a
mano para aportar algo al partido 9.

8
“Testo yonki” es a la vez que un texto teórico, un diario de su experimentación con la autoadministración de
testosterona. Preciado toma su cuerpo como terreno de experimentación, buscando poner en juego los límites
de las categorías teóricas textuales en su propio cuerpo. “Este libro no es una autoficción. Se trata de un
protocolo de intoxicación voluntaria a base de testosterona sintética que concierte el cuerpo y los afectos de
B.P. Es un ensayo corporal”.
9
No podríamos olvidar el aporte de Danna Haraway al equipo. Entraría de titular como “ala pivot” a partir de
su ontología cyborg en la que el cuerpo es un híbrido posbinario y posgenérico, compuesto por artificios
indiscernibles. Para Haraway en el cyborg los límites entre el objeto y el sujeto, entre lo maquinal y lo orgánico,
entre la naturaleza y la cultura, entre los hombres y las mujeres se han vuelto difusos. (Haraway, 1995: 256-
262)

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Bibliografía:

• BUTLER, Judith, (2001), El Género en disputa, México, Ed. Paidós.


• CANO, Virginia, (2012) Notas de clases del seminario: “Género y Resistencia: de Judith
Butler a Beatriz Preciado”. UBA. Disponible en URL:
http://seminariogeneroyresistencia.blogspot.com.ar/
• CARRILLO, Jesús. Entrevista com Beatriz Preciado. Revista Cad. Pagu [online]. 2007, n.28,
pp. 375-405. Disponible en http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-
83332007000100016&script=sci_arttext#back1
• DE LAURETIS, Teresa,(1993) “Sujetos excéntricos: la teoría feminista y la conciencia
histórica”, en María C. Cangiamo y Lindsay DuBois (comps), De mujer a género, teoría,
interpretación y práctica feministas en las ciencias sociales, Buenos Aires: Centro Editor de
América Latina.
• _________________(1996) “La tecnología del género” (Traducción Ana María Bach y
Margarita Roulet), Revista Mora N° 2: 6-34.
• FOUCAULT, Michel. (1980), Historia de la sexualidad I, México, Ed. Siglo XXI.
• HARAWAY, DONNA (1995), “Manifiesto para Cyborg:. Ciencia, tecnología y feminismo
socialista a finales del siglo XX”, en Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la
naturaleza, Madrid, Ed. Cátedra.
• PRECIADO, Beatriz (2008), “Tecnogénero” capítulo 6 en Testo yonqui. Madrid, Ed.
Espasa Calpe.
• _________________(2009) “La invención del género, o el tecnocordero que devora a los
lobos” en AA.VV Biopolítica. Buenos Aires, Ed. Ají de Pollo.
• _________________(2013), “La muerte de la clínica”.(2013) Charla de Beatriz Preciado en
el marco de Museo Reina Sofía. Disponible en URL:
http://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs

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