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Historia, social y política de la educación Argentina y chaqueña.

Sarmiento y la educación popular.


En 1845 Domingo Faustino Sarmiento publicó Método de lectura gradual, un texto pedagógico que anticipó lo que sería una de las
ideas clave de su vida política: hacer de la educación popular un hecho logrado sobre el ciudadano. A esta tarea Sarmiento dedicó
gran parte de su energía y talento, primero como gobernador de San Juan y, luego, como presidente de la Nación (1868-
1874).Sarmiento tenía un alto sentido de la dignidad humana y concebía la educación popular como un factor prioritario del
proceso de cambio y modernización social. En 1849 advirtió en Educación popular sobre la conveniencia de considerar la
formación del ciudadano desde el punto de vista de la economía política y sostuvo la necesidad de propiciar una enseñanza
utilitaria, racional y científica. La instrucción primaria, para darle un verdadero significado, será considerada en este trabajo como
la instrucción nacional que tiene un pueblo culto para procurarse debidamente el desempeño de las múltiples funciones de la vida
civilizada. Esta educación debía ser impartida, sin distinciones, tanto a varones como a mujeres, una idea revolucionaria para el
siglo pasado. Ideas y obras Fue uno de los principales inspiradores de la Ley de Educación Común (ley 1420) promulgada en
1884. En ella se asentaron dos principios que Sarmiento consideraba básicos: que la educación general es una responsabilidad
del Estado y que esta instrucción debe ser totalmente independiente del poder político y de la influencia religiosa. Apoyó estas
ideas con obras. Durante su presidencia se reglamentó el servicio en la Biblioteca Nacional, se crearon bibliotecas populares y se
fundaron la primera Escuela Normal para la formación de maestros, el Colegio Militar, la Escuela Naval y el Observatorio
Astronómico de Córdoba. Se ocupó además de que hubiera presupuesto suficiente y de que las partidas llegaran a destino.
Unitario a ultranza, Sarmiento fue un hombre polémico. Fue acusado de arrogante, de soberbio y hasta de loco. La vehemencia
que usaba en la expresión de sus ideas le ganó enemigos a granel. Sin embargo, otros hombres de la política argentina de su
época con los que discrepó en más de una ocasión, como Juan Bautista Alberdi, Justo José de Urquiza o Bartolomé Mitre, lo
respetaron. No tuvo partido político propio y tampoco transó: con él no valían las convivencias hipócritas o el intercambio de
favores para compartir el ejercicio del poder. Vivió en función del desarrollo de su país y se dedicó a luchar por ese desarrollo. No
fue sólo un ideólogo de la educación popular, sino que se dedicó a hacerla real, tangible .Fue reconocido por los educadores en
ámbitos nacionales y extranjeros. En 1943 se lo nombró Maestro de América y un año después, Maestro Universal de la
Educación de los Pueblos. A quienes denigran hoy su figura les caben las palabras de Nicolás Guillén en Glosa: Quiso en vano el
ansia vana tapar el sol con un dedo.

LAS IDEAS EDUCATIVAS DE SARMIENTO:


Un requisito para la existencia de un Estado nacional es el de conseguir un grado importante de cohesión cultural. Quienes se
dedicaron a organizar el Estado argentino no olvidaron esta cuestión y debieron enfrentar una particularidad de nuestro país: la
nación se estaba formando con el aporte masivo de inmigrantes de diferentes países, con lenguas y tradiciones diferentes.

El Estado se fijó entonces como prioridad la tarea educativa, y con mayor énfasis a partir de la presidencia de Sarmiento, impulsó
decisivamente la educación primaria. Se fundaron escuelas de primeras letras en todo el territorio nacional y también se crearon
escuelas normales. En el siguiente texto, el historiador Gregorio Weinberg analiza las ideas educativas de Sarmiento y su relación
con el modelo de país que se estaba gestando.
“Las ideas educativas de Sarmiento, en su intento por imponerlas en su país, estaban indisolublemente ligadas a una concepción
que las integraba con una política inmigratoria y colonizadora; o expresado en otros términos, propiciaba el pasaje de una
Argentina ganadera a otra agropecuaria; uno de los elementos esenciales para lograr esa transformación, tal como se la acaba de
enunciar, era la educación que, por entonces y a nivel primario, se juzgaba permitiría la formación de hombres que pudieran ser
productores y, simultáneamente, partícipes de ese proceso de cambio. Tenía por tanto la educación una función tanto política
como económica y social.
La difusión de las primeras letras posibilitaría el acceso a la lectura, y por ende, al conocimiento de las ‘cartillas’ a través de las
cuales se difundirían las conquistas, asombrosas para la época, de la Revolución Agrícola e Industrial que conmovía a Estados
Unidos y Europa Occidental.
Ahora bien, la preocupación por el nivel primario era correcta para su época, pues educación elemental (o básica o primaria) y
educación popular podían considerarse por entonces poco menos que equivalentes. Desde luego que la efectiva alfabetización
siguió un ritmo menos intenso del previsto (es el supuesto fracaso que le reprocharon sus críticos más severos).
Pero ello quizás admita otra explicación: al no alcanzar la propiedad de la tierra (que estaba en manos de un sector reducido,
adueñado de gran parte de la pampa húmeda y que paulatinamente se iría apropiando de sus ampliaciones sucesivas, como
resultado de la llamada ‘conquista del desierto, concentración de la propiedad explicable sobre todo por el franco éxito de la
economía pecuaria exportadora y que por entonces excluía al agricultor), al impedírsele también el usufructo de los derechos de
ciudadanía y el ejercicio efectivo del sufragio, el factor educativo no desempeña en este plan el carácter de una variable
cambiadora tal como se desprendía del ‘modelo’ sarmientino inicial, sino que pasa a ser una variable modernizados.
Pero de todos modos, y hechas las salvedades del caso, jugó un papel fundamental inspirando una ley de educación
nacionalizadora de la inmigración e integradora del país. Así pues, su función democratizadora y unificadora tuvo sobresaliente
importancia durante casi un siglo. Más aún, su influjo sobre la legislación escolar latinoamericana es indudable.”

Educación popular: En las primeras décadas del siglo XIX había escuelas pero no existía un sistema educativo: no lo había si lo
entendemos como institución, estructurado, con niveles, con un método de enseñanza. La educación va surgiendo, a decir
verdad, inversamente a la edad de las personas: primero la universidad, luego los colegios secundarios que preparan para la
universidad, y recién al final las escuelas primarias.
Sarmiento tuvo un temprano interés por desarrollar la educación como herramienta para la construcción do una sociedad civil y
política moderna. Escribió varios textos sobre el tema, pero quizás el más paradigmático sea De la Educación popular, de 1849,
uno de los resul tados de sus viajes por Europa y los Estados Unido:; Desde joven, la educación que le había sido negada, como
dijimos, lo impulsaba a promover una educación estatal, para todos, gratuita y de calidad. Dirigiéndose a Manuel Montt, el ministro
chileno que lo había enviado a aquel viaje de estudios, Sarmiento afirmaba: “No se me culpe de abandonarme a sueños de
perfección irrealizables para nosotros”. Es entonces que propone un sistema orientado a la educación de los sectores populares,
en un siglo XIX en el cual sólo las minorías ilustradas tenían real acceso al saber.
Entusiasmado, defiende un esquema basado en los siguientes pilares:
“Cunas públicas” dedicadas a recién nacidos hasta los 18 meses, para ayudar a las madres pobres a continuar con sus trabajos.
“Salas de asilo” para niños de hasta cuatro años, donde empezaran a aprender a leer y escribir, a contar, a cantar, pusieran en
movimiento el cuerpo y la imaginación.
Escuela primaria, donde se “ponen a disposición de los niños los instrumentos del saber”.
Escuelas de artes y oficios, para transmitir al joven “un arte para producir riqueza”.

IDEAS EDUCATIVAS DE MITRE

LA EDUCACIÓN EN LA PRIMERA ETAPA DE LA ORGANIZACIÓN NACIONAL


En el período que sigue a la caída de Rosas se va afianzando cada vez más en el espíritu colectivo la idea de la instrucción
pública como un deber y una necesidad ineludible del Estado. En la educación de las masas, decían los hombres más
representativos de la época, radica el progreso futuro de la República. La escuela es el órgano forjador de la nacionalidad, el
factor fundamental para la reorganización del país.
Tal era la idea inspiradora de la obra educacional que antecedió a la verdadera acción unificada, llevada recién a término en la
presidencia de Sarmiento. Entre 1853 y 1860 se dictaron las constituciones provinciales, que siguiendo las huellas del vencedor
de Caseros, fueron estableciendo los principios de la instrucción popular. “La salvación de la patria se exteriorizaba en un hecho:
abrir escuelas, educar, instruir. No hubo autoridad provincial ni central que no consagrara este principio en sus mensajes leídos
ante las nacientes legislaturas. Y cuando llegó la ‘hora de la cimentación de las instituciones, la impulsión dada hizo entrar la
administración escolar en un cauce que preparaba los rumbos normales y definitivos”.
La Constitución de 1853 dejó librada a las provincias la organización de la enseñanza. De manera que todo el movimiento
educacional posterior a Caseros y anterior a 1870, si bien generalizado a todo el país, no fue sino el producto de la obra aislada y
exclusiva de las provincias, sin que obedeciera a la intervención directa del gobierno de la Confederación primero, o de la Nación
después. Faltó, en consecuencia, un criterio orgánico que unificara la enseñanza. No obstante, en estos primeros años de la
organización nacional, dos centros irradiaron su influencia renovadora hacia la República: Buenos Aires, bajo el impulso
extraordinario de Sarmiento, y Entre Ríos, sede del gobierno del General Urquiza, donde la acción oficial difundió notablemente la
instrucción pública.
El gobierno de Mitre encaró el problema educacional del país en toda su complejidad, aunque vio obstaculizada su acción por la
gravedad de la situación política y las dificultades económicas. Empero, la administración de Mitre hizo sentir regularmente el
apoyo efectivo de la Nación subvencionando la instrucción pública en las provincias, y marcó el punto de partida de la
organización de la enseñanza secundaria en toda la República con la creación del Colegio nacional.
La preocupación pedagógica de la época se tradujo en una intensa difusión de obras europeas. La pedagogía francesa y la
española influyeron especialmente, mediante los libros o la acción personal de los hombres que llegaron al país y se dedicaron a
la enseñanza. En 1855 el Canónigo Piñero publicó un libro titulado Principios de Educación.
Se inició además el período de una didáctica sistematizada. Aparecieron las primeras revistas que revelan interés por el
mejoramiento de la faz didáctica de la escuela primaria: Anales de la Educación Común, El Auxiliar Nemónico de las Escuelas y
La Escuela Primaria.
El Gobernador Saavedra creó en Buenos Aires, con la fundación de la Escuela Normal de 1865, el primer centro de ensayo de
sistematización didáctica. Esta institución, que tuvo como Director a Marcos Sastre y como vice a Enrique de Santa Olalla, no
prosperó, siendo suprimida seis años después de su creación.
La concepción educacional de Mitre. La presidencia del General Mitre, inaugurada el 12 de octubre de 1862, se caracteriza
por el vigoroso impulso dado a la enseñanza pública, no obstante las dificultades de todo orden que sobrevinieron como
consecuencia de las dolorosas convulsiones internas y de la guerra del Paraguay. Es una época crítica, de inestabilidad y
formación, en la que se inicia la ardua obra de pacificación del país y de adaptación a las nuevas formas constitucionales. El
problema esencial que Mitre se plantea es el de consolidar la unión nacional, el de fortalecer en la juventud argentina la fe en un
común destino, que superando los viejos antagonismos, afianzase la conciencia de la nacionalidad. Advierte, en consecuencia,
junto al deber ineludible de todo estado democrático de propagar la educación elemental para extirpar el mal de la incultura, “mole
de ignorancia -decía que sube y nos arrastra”, la necesidad de difundir la enseñanza secundaria a fin de preparar las futuras
clases dirigentes, ilustrándolas y capacitándolas para las múltiples funciones de la vida social.
En el discurso que pronunció en 1870 ante el Senado de la Nación, oponiéndose a un proyecto de becas universitarias, para
proponer, en cambio, que se destinaran los recursos disponibles a fomentar la enseñanza común, están expuestos los principios
que orientaron la acción educativa durante su presidencia. Argumentaba Mitre que la sociedad debe a los miembros que la
componen aquellos servicios indispensables que son de interés general, y entre los cuales la educación ocupa el primer lugar.

De ahí, que considerara necesaria y legítima la intervención estatal en la educación, con el objeto de propagarla
sistemáticamente. La difícil situación económica por la que atravesaba el país, requería que se destinaran los escasos recursos a
satisfacer las necesidades más urgentes y apremiantes. No es propio de un pueblo democrático, alegaba Mitre, beneficiar con sus
recursos a la enseñanza superior impartida a unos pocos, en detrimento de la educación común que interesa al mayor número de
habitantes.
Es necesario “que la inteligencia gobierne, que el pueblo se eduque para gobernarse mejor, para que la razón pública se forme,
para que el gobierno sea la imagen y semejanza de la inteligencia, y esto sólo se consigue elevando el nivel intelectual y moral de
los más instruidos y educando al mayor número posible de ignorantes para que la barbarie no nos venza”. Por eso, al lado de las
escuelas primarias era preciso crear colegios nacionales que habilitaran al individuo para la vida social.
“Si dada nuestra desproporción alarmante entre el saber y la ignorancia, no echásemos anualmente a la circulación en cada
provincia una cantidad de hombres completamente educados para la vida pública, el nivel intelectual descendería rápidamente, y
no tendríamos ciudadanos aptos para gobernar, legislar, juzgar, ni enseñar, y hasta la aspiración hacia lo mejor se perdería,
porque desaparecerían de las cabezas de las columnas populares esos directores inteligentes, que con mayor caudal de luces las
guían en su camino y procuran mejorar su suerte, animados por la pasión consciente del bien.”
La instrucción secundaria y la creación del Colegio Nacional.
El vasto movimiento de desarrollo de la instrucción secundaria, que Mitre realiza con el objeto de lograr la consolidación y el
arraigo de las nuevas instituciones políticas, se inicia con la fundación del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Antes de llevar a cabo las reformas necesarias para sistematizar y uniformar la enseñanza secundaria en todos los
establecimientos dependientes de la Nación, el Poder Ejecutivo comisionó al doctor Eusebio Bedoya y a Domingo Vico para que
presentaran, respectivamente, una información detallada sobre la enseñanza en el Colegio de Montserrat y en el de Concepción
del Uruguay. Eran éstos los dos únicos institutos de enseñanza secundaria entonces existentes en el país, además del Colegio
Seminario y de Ciencias Morales de Buenos Aires. Una vez estudiados los informes de los comisionados, el Poder Ejecutivo
resolvió, por decreto del 14 de marzo de 1863, la creación del Colegio Nacional de Buenos Aires, que había de servir de guía para
los que se fundaran en el futuro.
El citado decreto disponía que “sobre la base del Colegio Seminario y de Ciencias Morales y con el nombre de Colegio Nacional
se establecerá una casa de educación científica preparatoria, en la que se cursarán las letras y humanidades, las ciencias
morales y las ciencias físicas y exactas”. La importancia excepcional de la creación del Colegio Nacional deriva del sentido cultural
y político que Mitre asignó a la enseñanza secundaria.
En los considerando s del decreto ya citado, del 14 de marzo de 1863, el Poder Ejecutivo deja claramente establecidos los fines
del Colegio Nacional, expresando que “uno de los deberes del gobierno nacional es fomentar la educación secundaria, dándole
aplicaciones útiles y variadas, a fin de proporcionar mayores facilidades a la juventud de las provincias que se dedica a las
carreras científicas y literarias … “.
El Colegio Nacional tenía como objeto habilitar al hombre para las múltiples exigencias de la vida social, elevando el nivel
intelectual y moral del pueblo y formando ciudadanos aptos para gobernar y ejercer sus derechos. Era la institución educacional
costeada por la Nación para todos los jóvenes argentinos y no simplemente un establecimiento destinado a ilustrar una
determinada clase social. Era, pues, a la vez que institución preparatoria para los estudios superiores, un medio para lograr la
solidaridad total de la Nación. Era el colegio que forja la conciencia nacional.

Actividades:
1-lectura y análisis del texto.
2-¿Cuál era la visión educativa que tenían Sarmiento Y Mitre.
3-¿Que impulsaron o crearon Sarmiento y mitres?
4-¿Cuál es la relación del estado con las ideas educativas tanto de sarmiento como de mitre?
5-¿Cuál fue el método o medio por el cual impulsaron sus ideas educativas?
6-¿Qué nivel educativo impulsaron?
7-¿Cuáles son los pilares que plantea sarmiento teniendo en cuenta la educación popular?

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