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SEMINARIO ARQUIDIOCESANO SAN ANTONIO ABAD

DEL CUSCO

JESUCRISTO, EL SALVADOR
Tesis Sobre la Muerte de Jesucristo como Nuestra Salvación en la
Actualidad un Diálogo con B. Sesboüé y J. Ratzinger

(Disertación para obtener el Título de Profesor de Filosofía y Religión)

Presentado por: JORGE RAÚL HUARAKA MELO


Asesor: Lic. EDDY FERNÁNDEZ S.J.

Fecha de entrega: 17 de Mayo del 2018


CAPÍTULO - I

EL MALESTAR CONTEMPORANEO

1. ¿Es necesaria hoy la salvación?

La muerte de Jesucristo, como nuestra salvación1 ¿Es necesaria la salvación en la


actualidad, es decir para el hombre de hoy?2 Es la pregunta que interpela con frecuencia a los
teólogos, a la Iglesia, en fondo a cada agente pastoral que solidariamente colabora en la
evangelización y reevangelización del mundo y de la Iglesia. Ésta misma cuestión abre
también a otras interrogantes que suenan con frecuencia en nuestra mente, como: ¿Qué
sentido tiene esta existencia? ¿En consiste tener éxito? ¿Cómo conseguirlo?3 Sobre todo
¿cómo ser feliz? ¿Cómo dar sentido a la vida?4 Son cuestiones propias de nuestra realidad
existencial contemporánea.

1.1. Realidad contextual

Hoy más que nunca se deja oír que el hombre no tiene por qué plantearse las
‘cuestiones sobre la salvación’. La muerte de Jesucristo ha perdido su sentido para el hombre
de hoy. El desarrollo de las “sociedades de consumo” permiten al hombre responder a sus
necesidades temporales y esenciales, hasta le brinda ‘una calidad de vida parcial’. El hombre
de hoy ya no vive la ‘angustia’5 y la ‘esperanza’6 de la salvación eterna, la palabra misma

1 cf. J. RATZINGER (BENEDICTO XVI), Jesús de Nazaret, desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, Cap. VIII,
«Crucifixión y sepultura de Jesús», 3, 267.
2 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 22.
3 cf. Ibíd., 22.
4 cf. GS 10.
5 Con éste término hacemos referencia que el hombre, por propia iniciativa, con sus propias fuerzas y con su

propia razón (campo filosófico) busca salvarse, liberarse del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, para dar
sentido a su vivir. Éste concepto fue introducido por Kierkegaard y recogido por los principales filósofos
existencialistas posteriores (cf. DLE, «Angustia», 714). A. Camus es uno de los representantes de este
pensamiento filosófico (cf. B. SESBOÜE, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 23).
6 Por la esperanza hacemos referencia el porvenir de la felicidad, al que está llamado el hombre (cf. 1 Tim 2,4)

que no será una realidad de este mundo, sino una patria mejor, es decir celestial (Heb 11,16): La vida eterna en
la que el hombre será semejante a Dios (cf. 1 Jn 2,25; 3,2) (cf. X. L ÉON-DUFOUR, 290). San Pablo ya decía a
los Romanos y también a nosotros, «en ‘esperanza’ fuimos salvados» (Spe Salvi facti sumus) (Rm 8,24). Pues la
muerte de Jesucristo como nuestra salvación, no es un simple hecho histórico sino que se nos ha dado en el
sentido de la ‘esperanza’, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente, aunque sea
fatigoso, de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, de absurdo, de sin sentido, por último de muerte física. En
fin, todo ello se puede vivir y aceptar si se lleva en esperanza hacia la ‘meta’ de la salvación eterna que ‘justifica’
el esfuerzo del camino (cf. Benedicto xvi, Spes Salvi, n° 1). Por eso, el misterio de la cruz es más que un hecho
(salvación) ha quedado devaluada a sus ojos. He aquí una provocación espontanea, pienso
que hoy, en la actualidad es necesario buscar nuevos términos para hablar sobre la ‘salvación’
de Jesucristo.

Volviendo al tema, es evidente que el hombre actual está entorno y atrapado por ‘los
problemas existenciales’: Por el materialismo, el consumismo, el hedonismo y por el tecno-
cientificismo, estos hicieron y hacen que el hombre abandonase la angustia y la esperanza de
ser salvado inherente a su naturaleza. Martín Buber llama a este fenómeno problemático:
‘Eclipse de Dios’7.

Señalemos brevemente estos problemas del hombre contemporáneos:

El materialismo: No existe otro centro en la vida del hombre sino los ‘bienes
materiales’8, todo el ser y existir del hombre están en torno a estos bienes. El diccionario
enciclopédico señala que, por el materialismo se entiende toda aquella doctrina que se
fundamenta en la concepción materia; formulada filosóficamente por Engels hacia 1840, a
esto sumado más ciertos tipos de marxismo9. Hoy la sociedad actual está en esta marcha,
donde la preocupación de la persona no es otra que el embotarse materialmente.

El consumismo: Esta es la tendencia inmoderada de adquirir, gastar, o construir


bienes no necesarios.10 Cuando el hombre queda atrapado en este fenómeno se le denomina
‘consumista’. Aquí, las prioridades esenciales o necesarias como la cuidado de la vida, de la
salud, etc., son suplidos por necesidades secundarias como el tener instalaciones de internet,
de televisión, etc., de hecho estos son importantes, pero no en el mismo nivel de necesidad.

El hedonismo: Esta es una doctrina filosófica que busca alcanzar una vida llena de
placeres y supresión del dolor. El ‘placer supremo’ es la máxima, el fin último de la vida.11 La
Comisión Teológica Internacional ya decía al respecto a finales del anterior milenio, que, el
hombre contemporáneo está al lado de una especie de fuga a diversiones agradables o a las
atracciones absolventes y transitorias del hedonismo, se encuentra a una vuelta de varias
ideologías y nuevas mitologías.12

Científico-técnico: La ciencia, el avance tecnológico ha hecho que el hombre de hoy


viva encarcelada bajo el eslogan ‘ver para creer’. Para ellos, la fe no existe sino sola la realidad,
lo que es palpable, medible, experimentable. Bajo estas influencias, un número de personas
en los últimos años se han distanciado de la vida eclesial; grandes sectores de nuestra
población, y en especial los jóvenes, no descubren ya en Jesucristo ni en su mensaje ningún

histórico, que afecta a la vida del hombre dando un nuevo valor, un nuevo sentido de vivir (cf. J. RATZINGER
(BENEDICTO XVI), Jesús de Nazaret, Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 275).
7 Con esta expresión ‘Eclipse de Dios’ hacemos referencia que las negaciones de Dios teóricamente por los

filósofos causaron colateralmente que el hombre dejara a Dios en la praxis (cf. M. BUBER, Eclipse de Dios, 10).
8 Por esta expresión entendemos la preocupación del hombre por el tener más, más dinero, más terrenos, más

casas, más bienes inmuebles.


9 cf. DLE, «Materialismo», 9854.
10 cf. DLE, «Consumismo», 3730.
11 cf. DEV, Wikcionario, «Hedonismo».
12 cf. GS 10. Transcurrida unos años, la Comisión Teológica Internacional, cuestiones selectas sobre Dios

redentor, (1994) I 30-31.


significado de importancia vital para su vida, para su familia o para la sociedad.13 A este
fenómeno Peter Hünermann le llama ‘fenómeno masivo’.14

Resumiendo, estos problemas existenciales deseados y priorizadas equivocadamente


por el mismo hombre le causan dolores. Por eso, Bernard Sesboüé dice: «el interlocutor de
la teología actual es el ‘hombre doliente’»15, que vive experiencias concretas de situaciones de
infelicidad; al mismo tiempo es consciente de la impotencia y de la finitud de su condición
humana.

Walter Kasper, refiriéndose a éste dolor dice: «El sufrimiento pude revestir múltiples
figuras: la figura de explotación y la opresión de la culpa, de la enfermedad, de la angustia, de
la persecución, del destierro, y de la muerte en sus diversas formas. Estas experiencias no
son fenómenos marginales o residuales de la existencia, como el lado sombrío del ser
humano; pues se trata de nuestra condición humana como tal»16.

Todo éstas experiencias nos muestran atinadamente la intensidad con que nuestro
mundo cultural de estos finales del siglo XXI experimenta el problema del sufrimiento y del
mal en general, aun cuando el hombre se haya tenido que enfrentar desde siempre con él.

Ahora bien, si queremos desterrar desde la raíz este problema del sufrimiento y del
mal, resulta difícil establecer una ‘distinción inicial’ entre lo que parece imponerse a todos
nosotros como un destino o una finalidad, o al menos como una condición natural, o como
una consecuencia de las decisiones libres del hombre que compromete por tanto su
responsabilidad. En fondo, esta frontera tan difícil de trazar pertenece al misterio opaco del
‘mal’ que se escapa a toda nuestra realidad.17

Según la actitud religiosa tradicional, el sufrimiento estaba en el centro de la gravedad


del mal en el terreno de la libertad humana; hoy en cambio se insiste más en la objetividad
de nuestra finitud y de nuestra contingencia. B. Sesboüé dice: «En ambos casos la cuestión
de Dios y del sufrimiento aparecen correlacionadas».18

Sin entrar aquí en todo el análisis que merecería estos problemas existenciales, vamos
a describir brevemente a continuación la serie de ‘divisiones’ que provocan estos en el
hombre actual en virtud a su finitud y de su pecado.19

Primero: Está la división del hombre y de la naturaleza, un mal y un sufrimiento que


se nos impone como una evidencia. El hombre es un ser marcado para la muerte, absurda y
escandalosa ante los ojos de su deseo de vivir plenamente y para siempre.20 La angustia de

13 P. HÜNERMANN, Cristología, 14.


14 Ibíd., 14.
15 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 29.
16 cf. Ibíd., 985, 189.
17 cf. Ibíd., 26.
18 cf. Ibíd., 26.
19 cf. Ibíd., 26.
20 cf. Ibíd., 26.
esta muerte impregna toda su existencia. Está igualmente sometido a la enfermedad. La
medicina lucha cada vez mejor contra la enfermedad y la muerte, pero sus victorias chocan
con un límite infranqueable; si cada vez gana más batallas, acaba siempre perdiendo la guerra.

Por otro lado, el trabajo del hombre, necesario para la supervivencia y para la
trasformación del mundo, es apasionante en muchos aspectos: creatividad, humanización del
universo, realización del hombre a través de su propia acción. Pero está también marcado
por una ‘valencia negativa’: es duro, penoso, a veces alienante y peligros, hace sufrir. Pasamos
por una experiencia de la contradicción: los esfuerzos más legítimos del trabajo humano por
transformar y hacerlo más humano chocan con los límites de la naturaleza y producen efectos
negativos contra nuestro mundo ambiental.21

Segundo: está además la división de los hombres entre sí, esto es, el mal y el sufrimiento
que afectan a la esfera de la sociedad. Aparece esta división en los tres terrenos - clave en la
vida familiar, en la vida económica y en la política.

a) La familia supone a la vez la relación del hombre con la naturaleza y una relación
inter-huma. La familia como lugar por excelencia de la comunicación y del amor es
también un lugar de división, de antagonismos, de muros infranqueables y de
incapacidad para comunicar. Aparecen en las muchas ambivalencias, fracasos
(números divorcios) y hasta perversiones en las relaciones, surge la dominación, la
violencia, la posesión egoísta. Muchas veces las personas son tratadas allí como
objetos (prostitución). Puede decirse que el fracaso de la familia y el fracaso de las
relaciones hombre-mujer son de problemas más graves de nuestra realidad.

b) El maleficio en cuanto a la vida económica está en las estructuras económicas y


sociales bajo el nombre del capitalismo y socialismo. El ‘socialismo con rostro
humano’ sigue siendo un sueño todavía. Es el maleficio de la explotación del hombre
por el hombre, en plano individual y colectivo, nacional e internacional; el capitalismo
muchas veces es una de las estructuras de injusticia que afectan a las relaciones
económicas, por el hecho de estar gobernadas por el egoísmo humano, fuente secreta
de la violencia.

A estos maleficios de siempre, a los que acompañaron el desarrollo industrial


del siglo XIX, vemos añadirse ahora a lo que corresponde a la sociedad post-
industrial. El crecimiento rápido de los medios técnicos de producción es cada vez
más difícil de poner al servicio del bien común. El mismo progreso técnico, a pesar
de sus admirables éxitos, exaspera la división norte-sur que atraviesa al mundo:
algunos países cada vez más ricos se enfrentan con otros que están sumidos en una
pobreza inhumana. Pablo VI denunció este desequilibrio creciente, ya que la cuestión
social se ha convertido en una cuestión mundial.22

21 cf. Ibíd., 27.


22 PABLO VI, Populorum Progressio, 1967.
Por otra parte, el modelo económico engendrado en una sociedad de
consumo engendra eso lo que Paúl Ricoeur llamaba en lenguaje teológico: «‘codicia’,
esto es la ‘cautividad del deseo’ y la ‘bulimia de consumidor’»23. La búsqueda de ‘cada
vez más’ en el orden de tener, del disfrutar y del poder, que ha adquirido un valor de
modelo de civilización haciendo al hombre cada vez más desgraciado.

c) En la esfera de la vida política en general, la historia de los hombres es de ordinario


la de sus relaciones de violencia: dominación y esclavitud, guerras cada vez más
mortíferas, racismo, colonialismo, genocidios, torturas, campos de concentración.24

d) Finalmente, todos los hombres se descubren divididos contra sí mismos; en el


corazón mismo de nuestra conciencia, en esa instancia secreta de nuestra libertad,
pasamos a una experiencia de contradicción que se nos impone como una ley
irremediable en nuestro obrar, pero de lo que somos libremente cómplices. Nos
parecemos a aquel hombre que padecía bajo ley que describía Pablo: «realmente, mi
proceder no lo comprendo, pues no hago lo que yo quiero, sino que hago lo que
aborrezco. Querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo puesto que no
hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm 7,15.18-19). En
concreto, si observamos a detalle nos damos cuenta que nacimos en la convivencia
con el mal, lo mismo que nacemos en la solidaridad del lenguaje recibido.

Pues, no sabemos en qué momento entramos al círculo del mal. Como


cualquier otro, ese mal es fuente de sufrimiento, pero este sufrimiento nos llega al
más hondo, porque se presenta como una lepra de nuestra propia libertad. « ¡Pobre
de mí! –Dice san Pablo- ¿quién me librará de ese cuerpo que me lleva a la muerte?»
(Rm 7,24). Llamada angustiosa a la liberación de una situación intolerable.

e) La última experiencia de división que el hombre realiza, recapitula todos los demás:
está separado de lo ‘absoluto’. Estamos invenciblemente impregnados del deseo de
lo Absoluto de la vida en su calidad, sea cual sea el nombre que le demos: Dios, lo
Absoluto de la felicidad, lo Absoluto de la vida en su calidad y en su duración,
concebida especialmente a partir de la experiencia del amor.

B. Sesboüé dice: «Nuestra situación no nos causaría sufrimiento, sino


tuviéramos a menos la idea latente de una existencia latente deteriorada y de una
existencia lograda y plena. Porque aspiramos como hombres a la salvación,
suprimimos en nuestra situación de desgracia y sólo por eso nos rebelamos contra
ella»25. W. Kasper dice en esta línea: Si no hubiera «una nostalgia hacia totalmente
otro, (M. Horkheimer), nos contentaríamos con lo exístete y n aspiraríamos a los que
es»26

23 cf. B. SESBOÜÉ, recensión, P. RICOEUR, Provisión económica y ética: Esprit 346 (1966) 186-187.
24 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 28.
25 cf. Ibíd., 30.
26 cf. Ibíd., recensión, WALTER KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 190.
Es cierto que, toda la historia atestigua que el hombre no puede alcanzar lo
Absoluto por sus propias fuerzas; peor aún, que sus relaciones con lo Absoluto están
de alguna manera cortadas. En nuestro mundo cultural esta alienación de lo Absoluto
desemboca en la toma de conciencia de sin-sentido de la existencia humana.27

Resumiendo decimos que todos estos problemas existenciales, los más influentes en
nuestra realidad actual, hicieron y hacen del hombre un ser doliente, acarreando a éste mismo
a una cadena de divisiones: con la naturaleza, consigo mismo, con las dimensiones fundantes
de su vida: familia, economía, política; y finalmente consigo mismo y con lo Absoluto.

Frente a toda esta realidad, la historia como maestra por excelencia nos enseña que
este hombre de dolor siempre ha buscado la ‘salvarse’ en diferentes experiencias: «En la
religión (el deseo de la salvación a través de la particularidad de sus culturas), en la filosofía
(Hasta la filosofía de la rebelión intenta salvar la dignidad y el honor del hombre enfrentado
con un destino absurdo)28, en las ‘corrientes políticas’ (El movimiento marxista, en su doble
dimensión filosófica y política, en fondo constituye una propuesta de salvación colectiva
mediante la fuerza mesiánica que reside en la clase obrera),29 etc.».30

Es aquí cundo llegamos al meollo del problema de esta investigación. Desde nuestra
larga y aguda reflexión ‘antropológica teológica del hombre’, decimos que, el hombre por su
finitud y limitación no pude salvarse así mismo. La religión, la filosofía y la política no pueden
salvarle. Porque, a estas mismas y al hombre mismo hay cuestiones que le sobrepasan,
cuestiones como: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es el sentido de nuestros dolores, del mal, de la
muerte? ¿Para qué todas nuestras victorias conseguidas a tan caro precio? ¿Qué podemos dar
a la sociedad? ¿Qué esperamos de ella? ¿Qué viene después de esta vida terrestre? (GS 10).
Ahora bien, Así llegamos a un callejón sin salida a excepción una, el camino Jesús, el Yeshúa
(Dios salva). El Concilio Vaticano II, ya refirmaba con gran carácter que sólo Dios es el
salvador del hombre, Jesús es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana (GS 10).

Así resulta que, al hablar sobre Jesús la primera referencia que se nos imponente de
él, es aquella escena sangrienta de la cruz. Esta escena es «el culmen y el sentido de nuestra
salvación»31 – así dice J. Ratzinger-, por ende la columna vertebral de esta investigación.

Al respecto, es cierto que, cuando algunos hombres de buena voluntad exploran


sobre esta muerte de Jesucristo en la ‘Escritura’ se chocan con el misterio de la ‘muerte
sangrienta’, lo que cree comprender de él provoca en su ánimo un sordo ‘malestar’, que a
veces pasa a ser ‘objeción confesada por miedo’ y hasta finalmente un ‘rechazo’ de la muerte

27 cf. Ibíd., 30.


28 cf. A. CAMUS en El Hombre Rebelde y El Mito de Sísifo.
29 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 23.
30 cf. Ibíd., pág. 23.
31 J. RATZINGER (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, Cap. VIII, 3, la

muerte de Jesucristo como nuestra salvación, 267.


de Jesús como nuestra salvación. B. Sesboüé, al respecto recoge un testimonio claro de tantos
rechazos:

«Desde niño nos han dicho que Jesús murió por nuestros pecados. Nos han mostrado a un Jesús, un
hombre inocente, que paga por los demás; paga se trata de una deuda, ¿y a quién paga? ¡A Dios! Se
trata de un padre enérgico que exige la muerte del hijo, la castración… Y Dios saca una doble ganancia
del Gólgota: se ve finalmente satisfecho es sus sentimientos de padre ofendido y pone a los hombres,
sus hijos, en estado de inferioridad para siempre respecto a él: que Cristo haya muerto de ese modo,
por la voluntad del Padre, condena a los hombres, nos condena a nosotros, bien a obedecerle
ciegamente, bien a vernos absolutamente culpabilizados, o incluso a las dos cosas a la vez». 32

Así resulta que, para muchos la cruz es escándalo (cf. 1 Cor 1,18). Dios es injusto con
su Hijo al pedir un sacrificio sangriento e infinito. Dios es vengador y sádico. Por todo esto,
el hombre abandona o renuncian libremente a la fe, intenta encubrir o sopesar ‘su deseo de
la salvación inherente a su naturaleza’. Sin antes haber entendido que en la escritura, (la
palabra de Dios) está en completa penetración con el ‘acontecimiento’ (el hecho), quiere decir
que todos hechos y sucesos en Escritura tienen una ‘razón teológica’ a favor siempre del
hombre.

Desde esta línea, Dios es siempre justo al pedir tal ‘sacrificio sangriento’. Porque,
Jesús en su muerte en la cruz nos legó una grandiosa riqueza jamás visto en la historia a favor
del hombre. Así, todo el acontecimiento de la cruz entendida a partir de los hechos –como
dice Ratzinger-, que en unos primeros momentos incomprensibles a nuestra vista, al final
éstos nos llevaron a una nueva comprensión de la escritura33

Es así, que la muerte de Jesucristo, absurdo a primera vista del hombre de hoy,
manifiesta una razón teológica de profundo significado. Ratzinger dice al respecto: «el
acontecimiento de la cruz aparentemente sin sentido, ilógico ha abierto en realidad el
verdadero sentido del camino hombre; el sin sentido a conseguido la victoria sobre el poder
de la destrucción y del mal».34

Por eso, es ahora preciso responde éstas interrogantes: ¿Quién es Jesús que puede
salvarnos? ¿Cómo puede salvar al hombre, es más al hombre de hoy? ¿Cuál es su origen? ¿De
dónde viene? ¿Es hombre o Dios? ¿Cuál es su ser y su misión? Estas preguntas
responderemos en el siguiente capítulo.

32 B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la salvación, 42).


33 cf. J. RATZINGER (BENEDICTO XVI), Jesús de Nazaret, desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, Cap. VIII,
«Crucifixión y Sepultura de Jesús», 237.
34 cf. Ibíd., 238.
CAPÍTULO II

EL SALVADOR Y LA SALVACIÓN

5.1. Jesús, es decir YAHVÉH salva

«No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos» (Hch 4,12). Este nombre es Jesús, cuya etimología significa « ¡Yahvéh salva! ».35
En griego Ἰησοῦς, del hebreo ‫( ַעֻשֹו ְיה‬Yehoshúa, de forma abreviada Yeshúa)36 (cf. Mt 1,21).37

En el Antiguo Testamento el salvador es en primer lugar Dios mismo.38 Dios es


quien saca a su pueblo de las dificultades y le ayuda en los peligros, lo libera de las manos de
sus enemigos. En los textos de invocaciones, plegarias o confesiones de fe, Dios es
reconocido como el salvador: «Tú eres el Dios de Israel, el salvador (Is 45,14); Él [Dios] es
mi salvador (Is 12,2)».39

Más aún, en dichos escritos, Dios mismo se declara categóricamente como ‘Salvador’
de su pueblo en primera persona: «Digan a la hija de Sión: Llega tu Salvador (Is 62,11);
Díganle: tu rey es justo y salvador (Zac 9,9); yo soy el santo de Israel, tu salvador (Is 43,3.11;
43,11. 45,21; 60,16; Os 13)»40. De ahí, la desinencia categórica judaíca: «Ningún hombre en
la tierra puede salvar, sino sólo Dios».41

35 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 21.
36 ‘Yeshúa’ como nombre ya aparece en los libros posexílicos de Esdras, Nehemías y Crónicas: Es 2,3.36.40; 3,9,
8,33; Neh 3,19; 7,11.39.43; 8,7; 9,4-5; 10,10; 12,8.24; 1 Cr 24,11; 2 Cr 31,15. Josué, el sucesor de Moisés aparece
con el nombre ‘Yehoshúa’ (1 Cr 7,27); también, el sumo sacerdote Josué, es llamado así. No cabe duda que éste
nombre se impuso con fuerza a partir de los años 500 a.C. no como ‘Yehoshúa’, sino con un pequeño variante
‘Yeshúa’, (cf. J. P. MEIER, Un Judío Marginal, nueva visión del Jesús histórico, 244) que originariamente significa ‘Dios
ayuda o Dios ayude’; que en Jesús de Nazaret categóricamente significa ‘Dios salva o Dios Salve’ (cf. J. P.
MEIER, Un Judío Marginal, nueva visión del Jesús histórico, 220).
37 cf. DEB, «Jesús», 829.
38 cf. Ibíd., «Salvador», 1386.
39 cf. Ibíd., 1386.
40 cf. Ibíd., 1386.
41 Esta concepción judaíca estaría dentro de uno de los trece principios fundamentales de tipo dogmático (cf.

GER, «Judaísmo I», 613).


Los escritores del Nuevo Testamento repiten que Dios es y permanece el salvador
de todos los hombres42, pero, plenificado por una nueva categoría cristológica, es decir, ‘la
muerte y la resurrección de Cristo’43 como acción salvífica del hombre, hacen que el título
‘salvador sea dado a Él’44, que no es otro sino Dios mismo, ‘Jesús es Dios’45. Así, la etimología
del nombre de Jesús como ‘Yeshúa’ ¡Dios salva! Tiene aquí su plena consumación. Ratzinger
dice: «el nombre de Jesús contiene de manera escondida el tetragrama YHWH (cf. Ex 3,1.13-
14; 34, 6)».46

En conclusión, Dios es el único salvador de toda la humanidad (cf. Jn 4,42; 1 Jn 4,14);


pero, ahora de forma plena por Jesús que también es Dios. Es obvia, ahora las interrogantes,
¿de Dónde viene Jesús? ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es su ser y su misión? ¿Cómo puede salvar
al hombre?

2.2. La imagen de Cristo

2.2.1. La conciencia de misión mesiánica de Jesús

Los cuatro evangelios concuerdan que Jesús tuvo conciencia de haber sido «enviado
de manera particular por el Padre»47. Así mismo atestiguan que los profetas, muertos por los
judíos también habían sido ‘enviados por Dios’ (cf. Jr 7,25)48; pero éstos comparados con
Jesús, solo fueron ‘mensajeros’49 que anunciaron al único ‘enviado por excelencia’ del Padre,
Jesús (Mt 21,34ss).

Un claro ejemplo de tal profecía es la del profeta Isaías, que Jesús al inicio de su vida
pública, la cumple: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
la buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y para proclamar el
año de gracia del Señor (cf. Lc 4,18)». Esta misma palabra de Isaías resuena también en su
bautizo: «Tu eres mi hijo amado» (Is 61,1ss; Mt 3,17).

42 cf. Lc 1,47; 1 Tim 1,1; 2,3; 4,10; Tit 1,3; 2,10; 3,4. En el Nuevo Testamento el título salvador con frecuencia
es aplicado a Cristo y también a Dios (cf. LUIS F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de Todos, 90).
43 «Cristo, muerto y resucitado por todos es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana» (GS 10).
44 La aplicación del título ‘salvador’ a Jesucristo está de forma explícita en los evangelios: Lc 2,11; Jn 4,42 y Hch

5,31; 13,23; y está en las cartas: Ef 5,23; Flp 3,30; 2Tim 1,10; Tit 1,4; 2,13; 3,6; 2Pe 1,11.11; 2,20; 3,2.18; 1Jn
4,14.
45 El cuarto evangelio, literalmente expresa que Jesucristo (la Palabra) estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios

(cf. Jn 1,1). Por si fuera poco, Jesús señala como ‘primero y más grande de los mandamientos’, amar a Dios de
todo corazón, con toda el alma (Mt 22,37) y con el mismo espíritu energía y acento, pide: «El que ame a su
padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que ame a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno
de mí (Mt 10, 37; Lc 14,26). La expresión jesuítica: ‘creed en Dios y en mí’ es desinencia de esta esta verdad
teológica: Jesucristo es Dios (cf. Jn 14,1)» (cf. KARL ADAM, Jesucristo, 171).
46 J. RATZINGER, La infancia de Jesús, 36.
47 Jesús se presenta a los hombres como el enviado de Dios por excelencia, el mismo del que hablaba el libro

de Isaías (cf. X-LEÓN DUFOUR, VTB, «Misión», 549).


48 Desde el día que salieron vuestros padres de Egipto hasta el día de hoy, a todos mis «siervos», los profetas

cada día puntualmente (Jr 7,25).


49 Término aplicable a los ángeles y a los profetas (cf. X-LEÓN DUFOUR, VTB, «Mensaje», 527).
Por esta ‘conciencia de misión mesiánica’, Jesús de forma continua e intencionada ha
expresado escuetamente: ‘yo he venido… yo no he venido’. Se trata de una ‘fórmula
apocalíptica’, es decir de un mandato oficial que inicia un gran cambio.50 Él viene «de la
derecha del anciano de días»51 como dice la profecía de Daniel, y al cual Jesús enlaza su
venida. De ahí que se designe a sí mismo, como el ‘el Hijo del hombre’52. Ratzinger de esta
profecía dice: «en ella descubrimos con claridad la ‘esencia’ propia de la figura de Jesús, de
su misión y de su ser. Él Proviene de Dios y es Dios».53

Así resulta coherente la reiterada expresión de Jesús a partir de su conciencia


mesiánica: «no he venido a traer la paz a la tierra, sino espada» (Mt 10,34). «Fuego he venido
a traer sobre la tierra, y ¿qué quiero sino que se encienda?»(Lc 12,49). «No he venido a llamar
a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,13). «El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar
lo que se había perdido» (Lc 19,10). «No he venido a destruir la ley o los profetas, sino a darle
cumplimiento» (Mt 5,17). «El hijo del hombre no ha venidos a que le sirvan, sino a servir, y
entregar su vida por rescate de muchos» (Mt 20,28). Y por último, «El hijo del hombre vendrá
en gloria de su Padre con sus ángeles y entonces dará a cada uno según sus obras» (Mt 25,31).

Así pues, en estas expresiones ‘he venido’, ‘no he venido’, Jesús tiene la clara
intención ‘diáfanamente’54 de haber entrado en este mundo a cumplir una misión especial.
Así mismo, sabe que él es la novedad que los profetas anunciaron y preparado. Porque, todo
el Antiguo Testamento versa sobre él (cf. Mt 24,25ss)55. «Él es lo que los profetas y reyes
quisieron ver y no lo vieron» (Lc 10,24). Jesús, es el mayor de todos los profetas.56

Resumiendo sobre ésta conciencia mesiánica señalemos dos aspectos puntuales:


primero, Jesús está por encima de la palabra de los profetas y de la ley mosaica57. Él puso la
vieja legalidad fundada por Moisés frente su nueva ética: “se dijo a los antiguos”, es decir, a

50 El Apóstol Pablo envía a Tíquico a los Efesios y dice: «les envío expresamente para que sepan de nosotros y
les consuele sus corazones» (Ef 6,22).
51 K. ADAM, Jesucristo, 117.
52 El Hijo del hombre: ésta misteriosa expresión es el título que Jesús emplea con mayor frecuencia cuando

habla de sí mismo. Es el profeta Daniel quien en su visión ve a un hombre venir sobre las nubes y a él se le dio
poder, honor y reino… su poder es eterno, su reino no acabará (cf. 7,13ss). Jesús se identifica con esta con ésta
profecía, en fondo es Él del quien profetizó Daniel. el Hijo del hombre es uno solo: Jesús. Ésta identidad nos
manifiesta el criterio con el que juzgará nuestra vida en su momento (cf. J. RATZINGER, Jesús de Nazaret, primera
parte, desde el bautismo a la transfiguración, 378; 181).
53 cf. J. RATZINGER, Jesús de Nazaret, primera parte, desde el bautismo a la transfiguración, 387.
54
55 Después de la crucifixión y muerte de Jesús sus discípulos de Emaús estaban de regreso a su pueblo natal,
triste y decepcionado por lo sucedido hasta que se les aparece Jesús, el resucitado y les explica que era necesario
que se cumpliese todo lo que los profetas y la escritura habían hablado sobre él (Mt 24,25ss).
56 K. ADAM, Jesucristo, 119.
57 El judío estaba acostumbrado a ver en la ley de Moisés la inviolable voluntad de Dios, efectivamente Jesús

afirma que ésta ley se debe cumplir hasta en su yota o tilde: “no he venido a destruir la ley sino a cumplirla”
(Mt 5,18). Él recomienda a sus discípulos que hagan, afectivamente lo que les dicen los escribas y fariseos que
se sientan sobre la cátedra de Moisés (Mt 23,2). Pero, era necesario abolir algunas leyes judaicas absurdas,
ejemplo: Según el doctor de la ley Hil-lel, la repudia a la mujer también se daba si había dejado que se quemara
un guiso (cf. KARL ADAM, Jesucristo, 120). Mientras que para un judío la ley debía cumplirse de forma rígida y
legal, para Jesús la ley no es otra cosa que el amor práctico de Dios y del prójimo (cf KARL ADAM, Jesucristo,
119). Así, la ley puramente cultual y moralista fue desterrado (cf. Lv 11; 13,15), por una nueva ley del amor sin
ninguna clase sociales (cf. Mc 15,25ss).
los de ayer, a los de anteayer, “pero yo les digo”.58 Su posición ante la ley es la del señor
soberano que no tiene que referirse, como los profetas, a una palabra de Yahvé (Yahvé dice),
sino que por propia autoridad (yo, les digo) corrige las tradiciones de los ancianos y la ley
misma de Moisés. Destierra de la ética, con un simple mandato, todo lo ceremonial y cultual,
suprime toda legalidad externa y el “leguleyismo”.59

Segundo: Jesús por ser el mismo Yahvé tiene el poder de perdonar los pecados. Jamás
el judaísmo atribuyó al Mesías el poder de perdonar los pecados.60 Es más, en tiempo de
Jesús, los rabinos discutían la cuestión. Ningún hombre podía perdonar los pecados sino sólo
Dios. En Is 43,25; Ez 63,25 y Jer 31,31 se señala expresamente la prerrogativa de perdonar,
atribuido solo y únicamente a Dios. Ahora bien, Jesús públicamente declara al paralítico:
“Hijo mío tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5). Ante éste poder de perdonar, los judíos
reaccionaron inmediatamente con la significativa acusación: «Éste hombre blasfema. ¿Quién
puede perdonar los pecados sino solo Dios?». Jesús sabe que Él es Yahvé, por eso perdona
los pecados.

Otro ejemplo que Jesús es Yahvé: El pueblo en el Antiguo Testamento espera de


Yahvé que apacentara a su pueblo como un pastor a su rebaño (Is 40,11; Ez 34,11), Jesús
sabe que Él es este buen pastor por eso dice: «yo soy el buen pastor» (Jn 10,11). Es más, en
esta expresión como en otras Jesús se aplica así mismo la definición de Dios en el Antiguo
Testamento: «yo soy» (Dt 32,39; Is 41,4; 43,10): «Ustedes son de abajo, “yo soy” de arriba;
ustedes son de este mundo; “yo no soy” de este mundo» (Jn 8,23); «cuando hayan levantado
al hijo del hombre, conocerán que “yo soy”» (Jn 8,28; cf. 13,19).61

Un último ejemplo de éste índole está en la misma soberana conciencia personal que
se funda en el sentimiento de ser uno con Yahvé, Jesús sabe ser el maestro único y exclusivo,
luz y guía de la humanidad: «Uno solo es su maestro y todos ustedes son hermanos» (Mt
23,8). Uno solo es su guía: el Cristo (Mt 23,10). Él solo es su salvador: «vengan a mí todos
los que trabajan y andan cansados, que yo les aliviaré» (Mt 11,28). El solo es la piedra angular
de la humanidad: «la piedra que los constructores rechazaron, ha venido a ser la piedra
angular» (Mt 21,24).

En conclusión: No cabe duda alguna de que Jesús, es el Yahvé mismo, el mismo Dios
del Antiguo Testamento. Los mismo evangelios nos atestiguan que Jesús piensa, siente y obra
con clara conciencia de ser, no ya como otros profetas (un llamado de Dios), sino como ‘uno
solo con el Padre’ (Jn 17,11). Karl Adam dice: «Jesús es la aparición y revelación histórica de
Yahvé».62

58 K. ADAM, Jesucristo, 120.


59 Ibíd., 121.
60 Ibíd., 121.
61 La expresión ‘yo soy’ encontramos con frecuencia en el cuarto evangelio: yo soy el buen pastor (Jn 10,11), yo

soy el camino y la vida (Jn 14,6), yo soy la luz del mundo (Jn 8,12), yo soy el pan de vida (Jn 6,35), yo soy la
resurrección (Jn 11, 26).
62 K. ADAM, Jesucristo, 123.
2.2.2. La conciencia de hijo en Jesús

Jesús de forma inequívoca se designa así mismo, como ‘hijo’ del Padre. Karla Adam
dice: «Jesús entiende esta filiación como algo exclusivo y de especie única».63 En la parábola
de los viñadores se llama así mismo ‘el hijo’, ‘el heredero’, y se distingue así, con toda claridad,
de los mensajeros, de los profetas (Mt 21,37ss). El padre de familias envía primero a los
profetas a la viña. Cundo estos son maltratados, les envía a su propio hijo. Evidentemente,
el hijo está aquí en una relación de ‘filiación natural’ respecto al Padre totalmente distinta a
la relación en que se hallan los criados.64

En un discurso, Jesús se declara con lenguaje sublimemente solemne que «todo le ha


sido entregado por su Padre, y que nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al
Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se los quiere revelar» (Mt 11,27; Lc 10,22). Karl
Adam explicando esta expresión, dice: su relación con el Padre no es ‘relación de gracia’, sino
relación natural de hijo y Padre.65

En el evangelio de San Juan, esta personal denominación de Jesús como hijo es la


más corriente: «el que me ve a mí, ve al Padre, porque yo estoy en el Padre y el Padre está en
mí» (Jn 14,19ss; 12,45). En general, los evangelistas entienden y reflejan esta conciencia de
hijo en Jesús en sentido ‘propio’, ‘estricto’ y ‘metafísico’ a diferencia de los judíos
contemporáneos de Jesús. Para ellos, el título ‘Hijo de Dios’ es en sentido puramente ‘ético-
teocrático’, aplicado exclusivamente al hombre ‘agraciado’.66

De ese examen resulta que, Mateo y Lucas recalcan la virginidad de María antes del
nacimiento, para manifestar que el niño nacido de María no tenía aún hombre, sino a Dios
mismo por padre. María dio a luz un niño, a quien el ángel desde la anunciación le atribuye
los títulos ‘Hijo del Altísimo’ e ‘Hijo de Dios’: «El espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el santo que va nacer se llamará “Hijo de
Dios”» (Lc 1,35).67

Por su parte, en el evangelio de Marcos, la expresión ‘Hijo de Dios’ desempeña un


papel dominante. Porque, con ello nos orienta hacia un estrato más antiguo de la fe, como
dice Karla Adam: «La idea de ‘Hijo de Dios’ domina el relato del bautismo, tu eres mi Hijo
muy amado» (Mc 1,11); el de las tentaciones en el desierto, Si eres el Hijo de Dios, y forma
también el fondo de la escena de la trasfiguración (Mc 9,2ss)».68 En todo esto el evangelista
ha tomado ya la expresión ‘hijo’ en sentido ‘estricto’, ‘formal’ y ‘metafísico’.

63 Ibíd., 123.
64 Ibíd., 123.
65 Ibíd., 124.
66 Con esta palabra hacemos referencia a aquél hombre a quien la particular designación levanta a la dignidad u

oficio de Mesías. De ahí que los judíos contemporáneos de Jesús referían siempre la expresión ‘Hijo de Dios’ a
seres creados, a los ángeles, al rey o al pueblo de Israel o a los hombres piadosos en general. Por su parte los
evangelistas entienden el título en sentido formal66, estricto y metafísico, como dijimos más arriba (cf. K. ADAM,
Jesucristo, 125.).
67 cf. J. RATZINGER, La infancia de Jesús, 35.
68
K. ADAM, Jesucristo, 123.
Este mismo ‘sentido metafísico’ se halla también en el fondo de la confesión de Pedro
en Cesarea de Felipo: «Tu eres el Cristo» (Mc 8,29). Esta afirmación, como dice Jesús fue por
revelación del Padre, sino, caso contrario hubiese bastado el conocimiento humano. En el
interrogatorio de Jesús: ¿Eres tú el Cristo, el hijo de Dios bendito? (Mc 14,61), Jesús declara
que sí. Porque, Él mismo entendía en sentido de ‘hijo natural’, de Dios, pue en otro caso no
hubiese sido condenado a muerte. Segú el derecho de la ‘Misna’69, la pretensión de ser el
Mesías, aún cundo fuera injustificada, no era crimen que mereciera la muerte.

Por último, está el testimonio clave y relevante del centurión sobre esta ‘filiación
divina natural’, cuando al pie de la cruz confiesa: «Este hombre era verdaderamente Hijo de
Dios» (Mc 15,39; Mt 27,54). El centurión era en efecto helenista, y para un pagano de idea
helenística un hijo natural de Dios no tenía nada de extraordinario a diferencia para un judío.70

2.2.3. Manifestaciones de humanidad en Jesús.

Jesús sabe que es el Hijo del Padre, pero no se siente a sí mismo como un dios
ambulante por la tierra a la manera de la mitología pagana. A partir de su conciencia, de su
soberana superioridad sobre todas las grandezas terrenas, sobre todas las ordenaciones y
poderes legales, aparece también su conciencia de íntima ‘dependencia’ y ‘subordinada’, su
naturaleza humana se halla ligada al Padre.71

Karl Adam dice: Jesús no es solo ‘objeto’ de adoración sino también ‘sujeto’ de
adoración.72 Y ora no solo a la manera del Hijo Dios, desde el mismo escalón divino de
igualdad con Él, sino que grita a veces a Dios desde las profundidades de la criatura: «Padre
santo, guarda en tu nombre a los que Tú me has dado, a fin de que sean una sola cosa, como
los somos nosotros» (Jn 17,11). De las más hondas profundidades de su humanidad
atribulada brota su oración en el huerto de los Olivos: ‘Padre mío, si es posible, pase de mi
éste cáliz; sin embargo, no como yo quiero sino como tú’ (Mt 26,39).

Así mismo, en su agonía sobre la cruz se ve rechazado de tal distancia de su Padre,


que se le viene a los labios una palabra del salmo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Sal 22; Mc 15,34). Su Padre para Él es algo tan santo, tan absolutamente
perfecto, tan por encima de su propia santidad, que rehúsa ser llamado bueno. Al joven que
le llama ‘Maestro bueno’, le replica: « ¿A qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino Dios
solo» (Mc 10,18). De ahí que no recomienda su propia perfección, sino la del Padre: «Sean
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48).

69 Misna, de la raíz hebraica, que significa ‘aprender por repetición’, es decir, asimilar la costumbre de la Torá
oral. Con el tiempo se formó un libro de normas de la vida judaíca. La Misna se divide en seis grandes llamadas
sedarím (órdenes): 1. Zeraim (simientes); 2. Moed (fiestas); 3. Nasim (mujeres); 4. Neziquim (daños y
perjuicios); 5. Qodasim (cuestiones sagradas); 6. Teharot (purificaciones) (cf. P. POULARD, DR, «Misna», 1193).
70 cf. K. ADAM, Jesucristo, 125.
71 K. ADAM, Jesucristo, 126.
72 Ibíd., 126.
Los evangelistas notan con energía que llegaron también a Él como a cualquier
hombre las incitaciones al pecado. En todo este combate, Jesús sale victorioso porque en su
alma no existe algún impulso vivo hacia nada que pudiera ponerle en contradicción con la
voluntad divina. «La segura conciencia de la armonía de su ser, de “su voluntad” con la
voluntad de Dios era en Jesús natural».73 La ‘comunión de voluntades’ de Jesús con la del
Padre, hacía que las ‘tentaciones’ tocaran su alma sin conmoverla (Mt 4,1ss; Lc 4,1ss). Al
respecto volveremos más adelante.

Un hecho evidente y claro de sometimiento de la voluntad de Jesús a la del Padre


está en la escena de agonía en el huerto de los Olivos. Jesús se encuentra en una lucha por la
voluntad del Padre, en el que su sensibilidad humana se horroriza de la forma espantosa que
la voluntad del Padre amenazaba tomar: ‘Padre, quítame este cáliz’. Más al añadir Jesús: ‘sin
embargo, no como yo quiero sino como tú’, demuestra firmemente arraigado en la voluntad
del Padre.

Por su parte, la carta a los hebreos pone bien de relieve esta lucha a vida o muerte del
Señor: «Él, en los días de su carne, ofreció, con fuerte grito y lágrimas, y oraciones y súplicas
a aquel que podía librarle de la muerte» (5,7-10). «La oración suplicante de Jesús nos muestra
su participación en la debilidad y en la impotencia humana, ya que ha sido probado en todo
como nosotros igual que en el pecado» (Heb 4,15).74 Por tanto, Jesús fue accesible a la fuerza
tentadora de los sufrimientos y tribulaciones humanas. «Su ser animal (voluntas ut natura) se
sublevaba contra las disposiciones difíciles, si bien su voluntad moral o racional (voluntas ut
ratio) las aceptaba como ordenación de Dios.»75

Con referencia al hombre, esta misma oración suplicante nos muestra su


participación en la debilidad y en la impotencia humana, ya que ha sido probado en todo
como nosotros igual que en el pecado (Heb 4,15). Una participación que nos abre al
profundo misterio de aquel que sabe siempre en comunión perfecta con el Padre y en la
participación de su poder (cf. Jn 5,19.36; 11,41-42).76 Del respecto volveremos más adelante.

Volviendo al tema, en fondo, la voluntad humana de Jesús estaba firmemente


arraigada en la voluntad de Dios, de modo que todos los incentivos perdían toda su fuerza
tentadora en el momento en que ‘chocaban’, para su conciencia, con la voluntad de Dios.77
Esta comunión de voluntades hacía que los demonios percibieran en Jesús al ‘santo de Dios’
(Mc 1,20) que Pedro exclamara: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador» (Lc
5,8); que el centurión pagano protestara: «Señor, yo no soy digno que entres bajo mi techo»
(Mt 8,8); Pilato mismo lo llame el ‘justo’ (Mt 27,24); que Juan mismo dijera: «Yo no soy digno
de desatar las correas de tus sandalias» (Mt 3,11).

Por otro lado, está la semejante humildad de Jesús en cuanto a su ‘conocimiento


humano’. Hay cosas que quedan cerradas a los ojos de Jesús, en cuanto son los ojos del

73 Ibíd., 127.
74 L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 93.
75 cf. KARL ADAM, Jesucristo, 128.
76 cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 93.
77 cf. KARL ADAM, Jesucristo, 128.
hombre: «De día y de la hora nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni siquiera el Hijo, sino
solamente el Padre» (Mc 13,32). Esto parece hasta cierto punto absurdo, cuando según los
mismos evangelios, Él ha de ser el juez del mundo. Lo que aquí sólo hemos de firmar es que
en la conciencia humana de Jesús no se da la omnipotencia, que todo lo abarca, del Padre.
Jesús mismo no reclama, sino que expresamente la rechaza. En cuanto su ciencia era ciencia
humana, era también limitada.78

A esta limitación de saber de Jesús corresponde su vida sencilla, Él lleva una vida de
pobreza, de humildad y de desamparo. Cundo un doctor de la ley se le declara dispuesto a
seguirle a donde quiera que fuera le recuerda que vive en la calle: «Las zorras tienen
madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza» (Mt 8,20).

En este mismo tenor de su vida, sus sentimientos respiran también la bondad de


servicio: «No he venido a ser servido sino a servir tal es el verdadero lema que Marcos pone
en fondo del cuadro de la vida de Jesús: la vida de Jesús fue un servicio continuo».79 Hasta
en la cruz, si escuchamos sus gemidos, oímos sus gritos: ‘Tengo sed’ o el de: ‘Dios mío, Dios
mío ¿por qué me has abandonado?’ (Mt 27,46) nos encontramos con una vida llena hasta
rebosar de todo lo que es miseria y dolor, pero llena a la par de un indomable fuerza psíquica,
de luchas, combates y victorias, como la tierra no los vio jamás.80

En conclusión, la perfección humana de Cristo es nuestra salvación dice Karl Adam


y Joseph Ratzinger81. L. Fernando Ladaria dice: «Jesús, el Hijo de Dios, en la perfección que
por la obediencia obtiene en su humanidad, es causa de salvación eterna para todos los que
le obedecen (cf. Heb 5,7-10)».82 Porque, en «el sufrimiento aprendió la “obediencia”, por ello
ha llegado a la perfección y ha podido convertirse en cusa de salvación entera para todos los
que creen en él. Naturalmente un tal aprendizaje no le era personalmente necesario, porque
él era el Hijo desde siempre» (Heb 4, 14, 5,8).83 Jesús crucificado y muerto consiguientemente
ha sido salvado y liberado por el Padre; su filiación divina, poseída antes de los tiempos, se
ha perfeccionado también en cuanto hombre. Sólo así puede salvar a los que les obedecen.84

Resumiendo, en los tres puntos afirmamos que, según el testimonio acorde de los
evangelistas, Jesús se sintió así mismo como el cumplimiento y objeto propio del Antiguo
Testamento, como autor de la revelación absolutamente acabada (conciencia de misión
mesiánica). La conciencia de su misión radica en sus ‘conciencia metafísica de Hijo’, en la
clara conciencia y afirmación de ser Él (Él solo) el Hijo muy amado del Padre celestial,

78 Ibíd., 128.
79 La vida de servicio continuado de lavatorio de los pies: El servicio de los pobres, de los enfermos de los
niños, de los pecadores, etc. (cf. KARL ADAM, Jesucristo, 130)
80 cf. KARL ADAM, Jesucristo, 130.
81 K. ADAM, JESUCRISTO, 126; J. RATZINGER, Jesús de Nazaret, desde la entra de Jesús en Jerusalén hasta la resurrección,

Cap. VIII, 3, 230.


82 cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 93.
83 L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 93.
84 cf. KARL ADAM, Jesucristo, 95.
idéntico a Yahvé. A la luz de estas manifestaciones de grandeza, juzgan también los
evangelistas las manifestaciones judaicas sobre los hijos de Dios. Si es cierto que los judíos
entendían aún al Hijo de Dios de modo puramente teocrático, como título de hijo de David
que fue levantado a la dignidad mesiánica, los evangelistas, partiendo de su ‘fe pascual’ y por
el carácter pneumatológico, lo interpretan en sentido metafísico.85

Está claro que en Jesús se encuentra lo divino y lo humano. Y no se trata de una


yuxtaposición externa sino de una compenetración inexplicable de lo divino y de lo humano.
Por su parte, la ‘reflexión teológica’ de los Santos Padre sobre Jesús de los Evangelios afirma:
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.86 A partir, de este eslogan se prescinde
una doble afirmación: Por un lado, ‘Dios salva a los hombres por su Hijo’, afirmación de
primer grado dentro nuestra fe cristiana. Por otro lado, está la afirmación explícita: Jesús es
el Cristo, expresión de segundo grado.87

Así queda claro, que él desarrollo dogmático de los primero siglos de la Iglesia ha
insistido en la perfección de la divinidad y de la humanidad de Cristo. Así fue declarada la
‘consustancialidad’ del Hijo con el Padre en el concilio de Nicea, y su consustancialidad con
nosotros en cuanto a su humanidad en el concilio de Calcedonia (cf. DS 301; ya en el ‘símbolo
de la unión’, DS 271-273).88

Así, Jesús no puede salvarnos si no es, en la unidad de una misma persona, el verbo
de Dios y el verdadero hombre que ha confesado la Iglesia, la tradición de forma cada vez
más precisa y hasta especulativa.89 Karl Ranher al hablar de la salvación del hombre por
mediación de Jesucristo nos explica desde el punto de vista de la teología trascendental, dice:
« ¿dónde se sitúa en el hombre la precomprensión de la mediación de Jesús, para que ésta puede ser aceptada
y comprendida? Nuestra existencia humana se basa en la “intercomunicación” de todos los hombres entre sí.
Ésta intercomunicación pertenece al ser concreto del hombre y siempre permanece, nos inserta en una red de
innumerables de mediaciones, esto solo se realiza cuando uno se abre a los otros y simultáneamente también
acoge. Este intercambio constituye el amor humano, por ende, presupone un “amor absoluto” que le da
fundamento y posibilidad. Este amor absoluto no puede ser más que propiamente divino. Esta condición del
hombre postula la existencia de un mediador absoluto, Jesucristo».90

En esta línea Karl Ranher, dice: La relación entre el creyente y Cristo es la que
tenemos con el Dios mismo, dado que la salvación que él nos trae es la ‘comunicación de
Dios mismo a la humanidad’91 de forma ‘lineal’ y ‘autorreferencial’ lo que habíamos perdido
por el pecado. Así la salvación brota en último término de al amor de Dios - como dice Luis

85 Ibíd., 126.
86 Los concilios ecuménicos de II Constantinopla y de Calcedonia confirman ésta categoría: Jesucristo, el Hijo
de Dios es verdadero Dios y de la misma sustancia del Padre (cf. H. DENZINGER – P. HÜNERMANN, Magisterio
de la Iglesia, n° 164; 257; 301).
87 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 20.
88 L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 55.
89 cf. Ibíd., 20.
90 Ibíd., 114.
91 B. SESBOÜÉ, recensión de K. RANHER, O.C., 215; 233ss.
F. Ladaria- que da al mundo a su Hijo única para que el que cree en él tenga vida eterna en
categorías de autorefencialidad.92 Al respecto volveremos más adelante.

2.3. La salvación, corazón del misterio cristiano

Jesucristo es el centro de nuestra fe, la piedra fundamental de la Iglesia, y la esperanza


de los cristianos para la salvación del mundo. En él sustentamos y comprendemos nuestra
propia existencia y nuestra historia.93 Al respecto, señalemos tres axiomas puntuales:

Primero: Todo el Nuevo Testamento tiene por finalidad hacer conocer la experiencia
de la salvación de Jesús: Lc 2,11; Jn 4,42 y Hch 5,31; 13,23; y está en las cartas: Ef 5,23; Flp
3,30; 2Tim 1,10; Tit 1,4; 2,13; 3,6; 2Pe 1,11.11; 2,20; 3,2.18; 1Jn 4,14.94 Esta experiencia está
ligada inmediatamente a la confesión de Jesús, como Cristo (Mesías), el Señor el Hijo de
Dios, y por tanto Salvador. Porque, todo el acontecimiento de la cruz de Jesús tuvo lugar
‘por nosotros’, ‘por muchos’ (Mc 10,45; 14,24), en una expresión más explícita ‘por nuestros
pecados’ (1 Cor 15,3), y en lenguaje más personal ‘por mí’ (Gal 2,20).

Además, el evangelio de Juan subraya el amor de Jesús por los suyos ‘hasta el extremo’
(Jn 13,1). El amor que Jesús tiene ‘por nosotros’ es el gran motivo de su venida, el corazón
de su misión.95 La exégesis reciente ha podido inventar el término de ‘proexistencia’96 para
expresar el ser mismo de Jesús. Él símbolo de Niceo-contantinopla señala también este eje
central del misterio cristiano, cuando introduce la secuencia relativa a la encarnación, la vida,
la muerte y la resurrección de Jesús con la mención ‘por nosotros los hombres y por nuestra
salvación’.

Más recientemente Walter Kasper realizó este mismo discernimiento: ‘la unidad de
la creación y redención es el principio hermenéutico fundamental para la exégesis de la
Escritura’.97

Resumiendo: La fe en la salvación ofrecida por Yahvé en Jesús es el sentido de la


formación unitaria y literaria de toda la Escritura; así mismo de la constitución de lo que es
el pueblo de Dios.98

Segundo: Karl Adam explicando sobre el lugar dogmático de cristología dice: ‘Cristo
es el fundamento y contenido no sólo de los imperativos morales, las normas éticas, sino de
las mismas verdades de fe o dogmas de la Iglesia’.99 Entre las razones principales tenemos: 1.
Solo por Cristo ha adquirido el mundo la certeza infalible de que en el cielo reina un Padre y

92 cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 87.


93 P. HÜNERMANN, Cristología, 13.
94 cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 91.
95 cf. cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 22.
96 cf. B. SESBOÜÉ, recensión, H. SHURMANN, ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte?, Sígueme, Salamanca 1982,

129-163.
97 cf. B. SESBOÜÉ, recensión, E. JESÚS, el Cristo, Sígueme, Salamanca 1979, 247.
98 cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 21.
99 K. ADAM, El Cristo de Nuestra Fe, 59.
que ese Padre, desde la eternidad, engendra un hijo consustancial a él, con quien está unido
en eterno amor por el Espíritu Santo y por quien se manifiesta a nosotros100. 2. Solo en el
Hijo adquirimos certeza del Padre y del Espíritu Santo. 3. Solo en la convicción de que el
Hijo es hijo consustancial de Dios, llevó la mente cristiana a establecer en la divinidad íntimos
procesos, íntimas fuentes de vida y a elaborar así en todos sus aspectos el dogma trinitario.
4. Lógicamente la fe en Dios uno y trino es lo primero, y así lo confesamos fielmente, en la
historia de la revelación es lo segundo. 5. La doctrina sobre la persona y la obra de Cristo, se
sitúa, en la historia de la revelación, antes de la doctrina sobre Dios uno y trino.101

Los mismo hay decir de los dogmas de la creación, del estado primitivo del hombre,
del pecado original y la redención. Todas estas verdades reciben de la fe en el Hijo de Dios
su propia formulación y fundamento.102 La misma doctrina de la Iglesia acerca de la gracia,
de los sacramentos, de las declinaciones, no menos que del concepto mismo de la Iglesia.
Todos estos dogmas están germinalmente inclusos en el dogma cristológico, y no hacen sino
describir la realización intensiva y extensiva del misterio de Cristo.

Así, las verdades de fe sobre la gracia, los sacramentos, la Iglesia, son en el fondo la
contemplación y estimación total de la obra salvífica de Cristo y de su Espíritu en el individuo
y en la comunidad. «Sin cristo no hay gracia, ni sacramentos, ni Iglesia, ni esperanza última».103

Karl Bart, entre muchos hace el mismo diagnostico cuando habla de la doctrina de la
reconciliación: «se trata del centro y de lo que constituye el objeto, el origen y el contenido
de la predicación y por tanto de la dogmática… a partir de aquí, se debe y se puede
ciertamente pensar en una periferia. Pero solo puede pensarse en ella a partir de aquí.
Cualquier error y cualquier laguna de conocimiento del centro mencionado falsearía
inmediatamente el conocimiento de todo lo demás».104

Resumiendo, la dogmática católica es “cristocéntrica”. El misterio divino-humano


del Señor es el ‘sacta santorum’105 de la Iglesia. De él mana a torrentes la luz de nuestro
conocimiento de la fe en todos sus aspectos: una luz que interpreta y esclarece, pero que
juntamente despierta, inflama y vivifica.

Tercero: El Concilio Vaticano II dice: «Cristo, muerto y resucitado por todos, es el


único salvador, que da al hombre la posibilidad de responder a su vocación. En él se halla la
clave, el centro y el fin de toda la historia humana» (cf. GS 10).106 La muerte como la
resurrección de Jesús son hitos fundantes de su acción salvífica, no se entiende una sin la
otra, su muerte sin la resurrección ni la resurrección sin su muerte.

100 Ibíd., 59.


101 Ibíd., 59.
102 Ibíd., 60.
103 Ibíd., 60. Todo el qué hacer de la Iglesia gravita o son su expresión de la revelación de la redención: la fe, la

eficacia de los sacramentos (cf. B. SESBOÜÉ, Jesucristo el Único Mediador, ensayo sobre la redención y la salvación, 21).
104 cf. B. SESBOÜÉ, recensión, K. BARTH, Dogmática IV, I, 1,57, Labor y Fe, Geneve 1996, t. 17,1.
105 K. ADAM, El Cristo de Nuestra Fe, 60.
106 L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, 81.
En esta línea Luis F. Ladaria dice: «Jesús ha sido salvado y liberado por el Padre; su
filiación divina, poseída antes de todos los tiempos, ha sido perfeccionado en cuanto a la
filiación humana. Sólo así puede salvar a los que le obedecen».107 Está claro que la salvación
del hombre es por la muerte de Jesús como sacrificio expiatorio a favor del hombre (cf. Jn
17,1ss; Lv 13,1ss.) y por la resurrección de éste mismo por el Padre. «Así la salvación de los
hombres se encuentra en relación intrínseca con la plenitud de la humanidad de Cristo en la
resurrección».108

De entre estas categorías de muerte y resurrección de Jesús, Pablo anuncia a Jesús


crucificado y sólo a él. «Ya que esto constituye el centro de la enseñanza de la Iglesia así como
de su vida».109 La imagen grandiosa que recapitula todo nuestro tema es del Cristo en la cruz.
B. Sesboüé dice: «Si nuestra salvación se confunde con la persona del salvador, ésta es ahora
inseparable de los dos trozos de madera en los que fue clavado y que trazan las cuatro grandes
direcciones que abrazan al universo entero».110

En este punto nuestra tradición cristiana no ha entrado nunca disimular las cosas: la
cruz reina sobre nuestros altares, en nuestras Iglesias, en nuestras casas y hasta en nuestros
caminos. La llevamos como insignia. La señal de la cruz abre nuestra plegaria y acompaña
nuestras celebraciones. La cruz es símbolo por excelencia del cristianismo.

San Pablo no quería saber nada más que entre los Corintios que a ‘Jesucristo, y éste
crucificado’ (cf. 1 Cor 2,2). Cuando los judíos tenían milagros y los griegos buscaban en sus
palabras la sabiduría, Pablo les predicaba a un ‘Cristo crucificado, escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles’ (1 Cor 1,23). Escándalo y necedad que son de todos los tiempos y
que vuelven a aparecer hoy. En efecto, ¿Qué puede haber más contrario a la salvación que la
imagen de un hombre despreciado y subido a cadalso?111

Escándalo de la muerte del justo entregado en las manos triunfantes de los malvados;
escándalo de Dios que deja hacer; Locura que proclamar que esta cruz es nuestra única
esperanza; locura de pretender que la salvación de todos el hombre, ayer, hoy y mañana,
depende de ella.112 Por otro lado, la objeción suscitada repetidamente contra esta forma de
salvación se dice: ¿Acaso no es un Dios cruel el que exige una expiación infinita? ¿No ésta
una idea indignante de Dios? ¿No debemos quizás, en defensa de la pureza de la imagen de
Dios, renunciar a la idea de expiación?113 Más adelante responderemos a estas cuestiones.

Hay que decir además que el escándalo de la cruz ha dado lugar en el curso de los
años a una indiferencia del hombre a toda la riqueza que nos legó Jesús en su muerte. Al

107 Ibíd., 95.


108 Ibíd., 95.
109 cf. B. SESBOÜÉ, recensión, E. HAULOTTE, La redención, Lyon-Fourviere 1967,5.
110 B. SESBOÜÉ, Jesucristo El Único Mediador, un ensayo de la redención y de la salvación, 36.
111 B. SESBOÜÉ, Jesucristo El Único Mediador, un ensayo de la redención y de la salvación, 37.
112 Ibíd., 37.
113 J. RATZINGER, (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, 270.
respecto volveremos más adelante. El catecismo de del concilio de Trento decía:
«Ciertamente, el misterio de la cruz debe ser considerado como el más difícil de todos».114

Hoy en esta investigación, haremos todo lo posible por descartar esta indiferencia,
las interpretaciones falsas y el escándalo, estas piedras de choque capaces de herir a los
pequeños, a los sencillos por los, en fin por todos que murió Cristo. Creo con toda mi fe que
está en el corazón del misterio cristiano y quiero dejarla en ese lugar central. Creo que le
escándalo y la locura de la cruz es ‘fuerza de Dios y sabiduría de Dios’ (1 Cor 1, 24) y que
«ningún discurso podrá agotar su contenido»115. J. tiene razón Moltmann cuando dice: «La
cruz resiste a todas las interpretaciones».116

Mi estudio no reducirá el misterio de la cruz a un conjunto de ideas claras y distintas


perfectamente dominadas. Hablaré de una nueva lógica de entender la muerte de Jesucristo
que para muchos de nosotros ésta categoría sigue siendo un morir común y corriente, un
indigna petición de Dios que pide un sacrificio sangriento de su hijo, en fin una muerte
escandalosa.

Nota: «La cruz es inseparable de toda a vida de Jesús y de su resurrección»117; es la cruz del resucitado,
la cruz ya gloriosa de San Juan y de la tradición oriental, así como el resucitado es también llamado
por los ángeles del sepulcro ‘el crucificado’ (Mt 28,5). Cuando se habla de la cruz, se entiende muchas
veces la parte por el todo, es decir, el momento más conmovedor del misterio pascual de muerte y de
resurrección. B. Sesboüé dice: «Fue un error atribuir toda la virtud de nuestra salvación a la cruz
solamente, olvidando el alcance salvador de la resurrección»118. Esta dicotomía desastrosa no podía
menos desfigurar la cruz y relegar la resurrección al rango de una simple confirmación externa. Si la
salvación del hombre es la plenitud de la vida participada con Dios mismo, la vuelta a la vida y el
acceso a la vida gloriosa de resucitado anuncia y realiza ya de manera ejemplar el contenido de nuestra
salvación.119

114 B. SESBOÜÉ, recensión, Catecismo Romano, 4° art. Del símbolo, 6: “”certe crucis mysterium ómnium
difficillimun existimandum est.
115 B. SESBOÜÉ, Jesucristo El Único Mediador, un ensayo de la redención y de la salvación, 38.
116 B. SESBOÜÉ, recensión, J. MOLTMANN, El Dios crucificado, Sígueme, Salamanca 1975, cap. II: las resistencia

de la cruz contra sus interpretaciones (50-115).


117 B. SESBOÜÉ, recensión, O. GONZALES DE CARDENAL, Jesucristo redentor del hombre: Estudios Trinitarios, 20

(1987) 314-315.
118 B. SESBOÜÉ, Jesucristo El Único Mediador, un ensayo de la redención y de la salvación, 38.
119 Ibíd., 38.
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