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Publicado en https://filosofiaclinica1.blogspot.com/2011/09/pornografia-la-estetica-de-la.html
La sexualidad humana es, independientemente de las represiones cristianas, un fenómeno muy discutible, y se
cuenta, al menos potencialmente, entre las experiencias extremas de la humanidad, y no entre las comunes.
Por muy domesticada que esté, la sexualidad continúa siendo una de las fuerzas demoníacas de la conciencia
humana, que nos empuja esporádicamente hacia los deseos prohibidos y peligrosos, los cuales abarcan desde
el impulso a perpetrar un acto súbito de violencia arbitraria contra otra persona, hasta el anhelo voluptuoso de
extinguir la propia conciencia, de morir literalmente. Incluso en el plano de la simple sensación física y del
estado de ánimo consiguiente, el acto sexual se parece tanto, si no más, a un ataque epiléptico, como al acto
de ingerir una comida o de conversar con otra persona. Todos han experimentado (por lo menos en su fantasía)
un encanto erótico de la crueldad física y la atracción erótica de elementos que son depravados y repulsivos.
Estos fenómenos forman parte del espectro auténtico de la sexualidad, y si no se los quiere descartar como
simples aberraciones neuróticas, aparece un cuadro distinto del que postula la opinión pública ilustrada. Distinto
y menos simple.
... el porno fascina porque es el único testimonio de creación imaginable que aborrece el talento, que requiere
de la ausencia de talento para existir en toda su pureza, y que será tanto más logrado cuanto menos talento
contenga
... la unión de los sexos sólo frotación de vientres acompañada de la eyaculación, en virtud de un espasmo, de
un líquido viscoso...
Introducción
Este ensayo tiene como fin mostrar que la literatura es un género artístico que permite
plasmar el lado oscuro destructivo presente en todos los individuos y que unos pocos
materializan con acciones concretas. La manifestación de nuestras pasiones más bajas
generalmente está asociada a situaciones sexuales extremas que desatan celos, envidia,
inseguridad, odio, miedo, rabia, inclinación a producir dolor, disfrutar del dolor. Se trata del
sexo como vehículo estimulador de nuestros demonios. Para ello, la primera parte, referirá a
explicar qué se entiende por literatura pornográfica como género artístico apoyándome en las
tesis de Susan Sontag y Barba y Montes, así como a dar ejemplos de ello, para demostrar
que en nuestro presente sí existe una género literario pornográfico artístico que mantiene
vivo mediante sus narraciones las obscenidades de las que son capaces los individuos en la
época que les toca vivir. En la segunda parte, busco investigar sobre la perversión como el
2
“... el arte (y su elaboración) es una forma de conciencia; los materiales del arte son las diversas formas de
conciencia. No existe ningún principio estético en virtud del cual se pueda interpretar que esta concepción de
los materiales del arte excluye hasta las formas extremas de conciencia que trascienden la personalidad social
3
o la individualidad psicológica ”.
1
Sontag, Susan. “La imaginación pornográfica”. En Estilos radicales. Madrid, Santillana Ediciones Generales,
S.L., 2002, p. 70.
2
Ibíd., p. 72.
3
Ibíd., p. 75.
5
“cualesquiera sean sus causas inmediatas, ese pecado tiene amplia difusión porque quienes lo practican
ignoran que están haciendo lo incorrecto, pues lo que hacen parece libre de las habituales objeciones de la
8
conciencia y de la comunidad, y además no parece tener consecuencias dañinas para la salud” .
Con este breve tratado se pone por escrito una actividad sexual humana que se
presenta como una situación extrema al considerarla antinatural y corruptora del propio
cuerpo porque los jóvenes (hombres y mujeres) consiguieron la satisfacción sexual mediante
la exploración de su cuerpo en solitario mediante el onanismo. Para esa época el onanismo
6
Ibíd., p. 86.
7
Ibíd., pp. 90 y 92.
8
Laqueur, Thomas W. Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, Primera edición, 2007, pp. 15 y 16.
7
era una “... práctica antinatural por la cual personas de ambos sexos pueden corromper sus
propios cuerpos sin la asistencia de otros. Mientras se abandonan a la sucia imaginación, se
esfuerzan por imitar y procurarse aquella sensación que, según Dios dispuso, ha de
acompañar al comercio carnal entre ambos sexos para la continuidad de nuestra especie” 9.
Lo que se propone investigar Laqueur en ese capítulo es por qué la masturbación se
convirtió en un problema moral perturbador en esa época. Es un texto que da cuenta de la
historia de la masturbación y la significación imaginaria que cada sociedad le atribuyó desde
1708 en adelante. El imaginario pornográfico la mayoría de las veces retrata con mayor
veracidad el modo de ser de una sociedad que el político, social, psicológico, jurídico. Así “el
apetito sexual humano es una función natural y placentera; y que lo <<obsceno>> es un
convencionalismo, la ficción que una sociedad convencida de que hay algo detestable en las
funciones sexuales humanas y, por extensión, en el placer sexual, impone a la naturaleza” 10.
La literatura pornográfica le muestra al lector que somos seres humanos sexuales y
que nuestra realización personal no es distinta a nuestra realización sexual. La literatura
pornográfica se vale de la descripción cruda de los órganos y actos sexuales para evidenciar
con fuerza la transgresión a determinada regla moral. Describe fantasías eróticas donde los
individuos realizan lo que está prohibido por la religión, la política, la sociedad, la moral, la
ética y las buenas costumbres en lo atinente al ejercicio sexual. La realización de lo prohibido
generalmente despierta la imaginación del lector y lo lleva a sentir que es testigo de actos
perversos así como de las posibilidades estéticas del desarrollo de otros actos sexuales. En
este sentido, la literatura de lo obsceno presenta a la pornografía como un ámbito donde se
generan actos sexuales estéticos que dotan a la literatura pornográfica de artística. La
literatura pornográfica describe intenciones y actividades sexuales, es decir, todo lo que
sucede está relacionado con un acontecimiento erótico. De esta manera, la literatura
pornográfica ofrece la oportunidad de ser un desahogo de la constante represión a la que los
individuos se ven sometidos en su cotidianidad por el modelo social establecido, brinda el
espacio para que el lector se dé cuenta que el desarrollo personal está íntimamente
vinculado con el sexual, pero también puede despertar acciones constructivas o destructivas.
Esta sacudida que se puede producir en el lector se debe a que la literatura pornográfica
muestra un aspecto de verdad sobre el sexo, la sensibilidad, la personalidad individual. Esta
dosis de verdad es la que puede ser expresada con rasgos estéticos para posibilitar su
9
Ibíd., p. 16.
10
Sontag, Susan. “La imaginación pornográfica”, pp. 94 y 95.
8
valoración como una obra de arte y pueda ser compartida por varios individuos. “Este
discurso que podríamos definir como la poesía de la transgresión también es conocimiento.
El transgresor no sólo viola una norma. Va a donde los demás no van y sabe algo que los
demás no saben”11. La literatura pornográfica como arte aporta al lector un tipo de
conocimiento imaginativo de la experiencia de la ocurrencia de actos sexuales entre
individuos donde se desata lo constructivo o lo destructivo. El problema para Sontag radica
en los usos que los individuos le puedan dar a este tipo de conocimiento pues no todas
poseen las condiciones necesarias para captar este tipo de información: “La pornografía no
es más que una de las muchas mercancías peligrosas que circulan por esta sociedad y, a
pesar de su falta de atractivo, es una de las menos letales, de las que menos cuestan a la
comunidad en términos de sufrimientos humanos ... El problema no gira en torno de la
existencia de la conciencia o el conocimiento, sino en torno de la calidad de la conciencia y el
conocimiento. Y esto invita a meditar sobre la calidad o el refinamiento del sujeto humano, el
más problemático de todos los patrones... ”12. En este punto, Sontag destaca una cuestión
fundamental a mi modo de ver, y es precisar que la crítica, la censura, el rechazo que tiene la
pornografía por parte de la mayoría de los individuos apegados a la hipocresía social si se ve
en un plano universal es un mal menor en comparación con otras situaciones que impiden el
desarrollo de una sociedad y que son verdaderos problemas como: la violencia, la
corrupción, el terrorismo, el racismo, la discriminación, la desnutrición, los totalitarismos, la
guerra, entre otras.
La cuestión de la pornografía es un asunto que amerita ser reflexionado, analizado,
elucidado objetivamente para evidenciar que es un fenómeno humano que tiene que ver con
su existencia y que las aristas que contiene son rasgos a considerar porque se quiera o no
es una significación imaginaria social que aparece en la escena práctica con unas
características que le son propias y que hablan de una forma de ser individual y social como
lo son las prácticas de los actos sexuales vividas por los individuos y el colectivo como un
modo de socialización permanente y en continua dinámica que sirve de resistencia a las
formas represivas que establece la sociedad para docilizar a los individuos en su
individualidad y como parte del colectivo.
En resumen, Sontag aborda el asunto de la pornografía desde lo literario. Su estudio
sobre este fenómeno radica en postular que sí existe un género literario artístico
11
Ibíd., p. 116.
12
Ibíd., pp. 117 y118.
9
pornográfico. Tal género responde a unas características propias y únicas que se dedican a
la descripción de la actividad sexual que se desarrolla entre personajes causal o
casualmente relacionados cuyo fin es magnificar las distintas situaciones eróticas que se
pueden generar entre ellos como una forma más de vida. En otras palabras, la idea central a
partir del cual se construye esta literatura es la descripción mordaz, hiper-realista, exagerada
de la actividad sexual como formas de realización de acontecimientos eróticos. De su
contenido se deriva un conocimiento que se le ofrece al lector donde se le brinda la
oportunidad de acceder a un lado proscrito por la moral pero que es parte de la naturaleza
humana y cuyo desarrollo a su máxima expresión va en conjunción con la evolución
personal, individual. Además de enterarse de las distintas modalidades de cómo los
individuos y la colectividad realizan su experiencia sexual-social en la institución que les toca
vivir.
Andrés Barba y Javier Montes se encuentran a favor de la precedente afirmación con
ciertas diferencias en cuanto a la argumentación de Sontag. Barba y Montes en su libro La
ceremonia del porno13 señalan que la narración pornográfica no está sometida a las
características de la narración tradicional. Esta última se estructura en función de una
veracidad, realismo y coherencia. En cambio, la narración pornográfica crea su propia forma
descriptiva y busca salirse de esta estructura tradicional. Sontag sostiene que la excitación
sexual o no del lector no es la finalidad de la literatura pornográfica porque esta se dirige a
estimular la imaginación. Contrariamente a Sontag, Barba y Montes afirman que “En la
narración pornográfica la veracidad se sostiene sólo en tanto que la excitación se produce, y
abarca sólo hasta que esa excitación se resuelve... La coherencia de la narrativa porno...
Está dirigida precisamente a lograr que el espectador se excite...”14. Es fundamental para el
lector imaginar que la penetración, la felación están ocurriendo efectivamente en la práctica.
Esta situación entre la veracidad y la verosimilitud, el sentido y el sinsentido es uno de los
aspectos que caracteriza la narración pornográfica. Cuando la narración pornográfica
exagera en la descripción de las situaciones sexuales hasta el punto de presentarlas irreales
produce el efecto contrario en el lector: la percepción de exceso de realismo produce el gozo
sensual corporal. Este juego de ambigüedad entre lo real y lo irreal en la presentación
narrativa de los juegos sexuales es lo que le interesa a la literatura pornográfica.
Barba y Montes coinciden con Sontag en sostener que la narrativa pornográfica no le
13
Barba, Andrés y Montes, Javier. La ceremonia del porno. Barcelona, Editorial Anagrama, 2007.
14
Ibíd., p. 98 y 103.
10
interesa mostrar la complejidad del proceso de afectividad entre los personajes. Según ellos,
lo que busca la literatura pornográfica con los personajes es mostrar el “deshacerse para
envestirse y manifestarse”15 No se trata de exhibir al personaje como un individuo con
sentimientos. Se trata de presentar al personaje como un cuerpo que se encarna como un
simple objeto sexual. La literatura pornográfica resalta la manifestación corporal de los
personajes. La interacción se da por el encuentro de los cuerpos como objetos en
movimientos cuyo eje central es el sexo.
También coinciden con Sontag en reconocer que la narrativa pornográfica sigue un
esquema de “planteamiento-nudo-desenlace”16. Para Barbas y Montes el nudo consiste en la
capacidad descriptiva de mostrar las deformaciones en el rostro, en el cuerpo y las
desvinculaciones de algunos miembros del cuerpo producto de las prácticas sexuales
morbosas (felación, penetración, masoquismo, entre otros). Desde este punto de vista, los
personajes se presentan desde la modificación de sus estados corporales y no desde su
interioridad existencial y moral. El desenlace consiste en la eyaculación que se deriva de las
escenas que componen el nudo.
La idea central a destacar en este punto es que la naturaleza del género literario
pornográfico no responde a modelos ni a estructuras pre-establecidas. Por el contrario,
genera sus propios modos de expresión creativa. El sexo como imagen que se vive como
gozo perverso o como gozo sublime tiene su origen en las prácticas imaginativas de los
individuos cada vez que dan rienda suelta al disfrute del placer eminentemente sexual.
Los planteamientos precedentemente expuestos, en mi criterio, aun siguen estando
vigente, pues en la actualidad se encuentran libros donde las narraciones exploran la
pornografía como forma literaria artísticas; las actividades sexuales extremas para mostrar
formas existenciales y de comportamientos individuales y sociales. Referiré aquí algunas
obras que considero se ajustan al género literario que señalan los autores mencionados.
Deseo de Elfriede Jelinek. Es un libro con un comienzo, nudo y desenlace. La trama
se centra en lo siguiente: el director de la fábrica por miedo al contagio del sida decide hacer
uso de su esposa en la misma medida que lo hacía con las prostitutas que había
frecuentado. En el hogar comienza a sucederse una serie de actividades sexuales obscenas
y violentas que ocurren incluso bajo la mirada de su propio hijo. Esta situación llevará a la
esposa a buscar un amante más joven que ella a quien convertirá en su verdugo. A la par de
15
Ibíd., p. 103.
16
Ibíd., p. 104.
11
“La mujer yace desparramada, abierta al mundo, en el suelo, con alimentos viscosos esparcidos sobre ella, y es
subastada por un efecto y varios efectos. Sólo su marido negocia con ella, y negocia completamente solo. Y ya
cae en el amueblado vacío de la habitación. Sólo su propio cuerpo le hace justicia, y cuando lo desea puede
hacerse oír y retumbar en el deporte. Como una rana, la mujer tiene que abrir las piernas hacia los lados, para
que su marido pueda mirar dentro de ella lo más posible, hasta la Audiencia Provincial para causas Penales, y
examinarla. Está por entero bañada y cagada por él, tiene que levantarse, dejar caer al suelo las últimas
cáscaras e ir a buscar una esponja para limpiar al hombre, ese enemigo irreconciliable de su sexo, de sí mismo
y del flujo que ella ha producido. Él le mete el índice derecho bien hondo en el ano, y con los pezones colgando
ella se arrodilla sobre él y limpia, el cabello en los ojos y en la boca, sudor en la frente, saliva ajena en la
garganta, la blanca ballena asesina allí ante ella, hasta que la amable luz se pone, llega la noche y este animal
17
empieza a fustigarla de nuevo con su rabo”
“... quizá el sexo sea la naturaleza del ser humano quiero decir, que la naturaleza del hombre consista quizá en
correr detrás del sexo, hasta que, visto en su integridad y en sus limitaciones, se vuelve tan importante como él.
Un símil le convencerá a usted: el ser humano es lo que come. Hasta que el trabajo lo convierte en un sucio
montón, en un muñeco de nieve fundida. Hasta que, lleno de cardenales desde su nacimiento, se le cierra hasta
el último agujero en el que esconderse. Sí, los hombres, hasta que al fin son interrogados y conocen la verdad
sobre sí mismos... Entretanto escúcheme: Estos indignos son importantes y hospitalarios un único día, cuando
se casan. Pero ya un año después se les piden responsabilidades por sus muebles y vehículos. Sucede una
detención masiva cuando ya no pueden pagar los plazos. ¡Pagan a plazos hasta las camas en las que se
revuelcan! Sonríen a los rostros de los extraños que los llevan a sus pesebres, para que puedan hacer volar
unas briznas de heno al aliento de su sueño, antes de seguir adelante. Pero nosotros tenemos que levantarnos
todos los días a horas intempestivas, somos forasteros y estamos lejos, y solamente vemos nuestra pequeña
calle, donde entretanto nuestras primorosas parejas son codiciadas y usadas por otros. Y en las mujeres debe
arder un fuego. Pero no son más que muertos nidos de pasión, sobre los que la sombra del atardecer cae ya en
la mañana, cuando desde las gargantas de sus camas en las buhardillas, donde tiene que atender a los niños,
18
reptan directamente hasta el estómago de la fábrica ...”
17
Jelinek, Elfriede. Deseo. Barcelona, Ediciones Destino S. A., Cuarta Reimpresión, 2005, pp. 71 y 72.
18
Ibíd., p. 73.
12
vale de las convenciones sociales de personajes, roles, en este caso el dueño de una
fábrica, un pequeño empresario. Además es una descripción donde los personajes son vistos
en función de su comportamiento sexual extremo desprovistos de cualquier afecto y
emoción. Toda la trama gira alrededor del sexo que también le sirve para denunciar como
aquellas personas que se valen de los papeles que le asigna la sociedad se venden como
garantes de la moral y las buenas costumbres. Cuando son desenmascarados aparece en
escena su naturaleza perversa generalmente escondida bajo los convencionalismos. La
autora muestra en su narrativa los sucesos de dos mundos el aparente y el verdadero. Un
aparente estructurado que muestra un es que no es y un mundo verdadero donde lo que no
es sí es. Aunado a ello, tal como explican Barba y Monte, también se puede observar que los
personajes son simples objetos que interrelacionan a partir de sus cuerpos y el vínculo que
los une es el sexo. La descripción se centra en las modificaciones, alteraciones y
padecimientos a los que es sometido el cuerpo, en este caso, de la mujer.
Siguiendo con la idea de género literario pornográfico como arte también se puede
mencionar Jotaro el masoquista de Junichiro Tanizaki. Jotaro padecía una inclinación
morbosa: masoquismo. Placer del que estaba impedido disfrutar porque las mujeres
japonesas no prestaban ese servicio. La pasión se volvió tormento, frustración hasta llegar a
la desesperación, momento en el que consiguió la solución, pagó a un amigo por una chica
joven para entrenarla en las prácticas masoquistas. A continuación la transcripción de
algunos párrafos para mostrar la narrativa del gozo de Jotaro ante el dolor físico:
“Será necesario explicar aquí esta inclinación morbosa de Jotaro, que solía deprimirse al pensar en ella como si
se tratara de un vicio repugnante o de un desafortunado destino que se le hubiera impuesto como castigo.
Desde luego, la había ocultado como un secreto muy íntimo cuidado de no revelarla delante de sus amigos,
pero en realidad aquella inclinación no comportaba la gravedad que él imaginaba. Para decirlo de una vez:
Jotaro era un clásico Masochisten, un masoquista hecho y derecho. No sólo disfrutaba del desprecio de las
mujeres, sino que encontraba un placer supremo en ciertos maltratos que implicaran algún sufrimiento físico...
Ya no podía vivir sin imaginar que lo sometían a crueles torturas, y solía extasiarse en medio de alguna
disparatada representación teatral creada por su mente viciosa sólo para su placer. En aquel mundo de
ensoñación, una tropa de bellas e inocentes criaturas, imaginadas a su antojo como objetos de adoración,
acudía para someterlo a las más refinadas torturas. Algunas veces aparecía un hermoso compañero con la
figura de Gonpachi Shirai, en el papel de Kumosuke, para montarlo a horcajadas y luego atravesarle el cuello
con una daga. En otras ocasiones era una vecina de 14 o 15 años, apodada Oyocchan, que huía con Jotaro a
una isla desierta y lejana, y allí le declaraba su fidelidad eterna y su disposición de servirle como esclavo hasta
el fin de sus días. También se inventó una escena en la cual él mismo había sido arrojado como un cadáver
luego de que Osen, la sirvienta, lo hubiera estrangulado y mutilado, y de paso le hubiera arrancado los ojos...
Ya que los masoquistas procuraban el dolor físico antes que los sufrimientos mentales, las mujeres japonesas,
19
que de por sí eran muy delicadas, no se prestaban desde el comienzo a esa clase de servicios...”
19
Tanizaki, Junichiro. Jotaro el masoquista. Dos novelas japonesas. Caracas, Fundación Japón, bid&co.editor,
1a edición, 2009, pp. 70, 72 y 76.
13
“La chica no atinaba a comprender si Jotaro hablaba en serio o en broma... Por favor, trátame como si yo fuera
tu sirviente. Puedo ser tu esclavo, tu mascota, tu trofeo de caza... Haré cualquier cosa por ti. Róbame cuando
quieras, y si te da la gana puedes matarme también... Anda aquí tienes armas a tu antojo: pistola, cuchillo,
cuerdas, látigo, cadenas, e incluso una droga muy eficaz, todo lo que necesitas para tu labor... ¿No quieres
matar a alguien con este cuchillo? ¿Es que acaso no deseas narcotizar a una persona con esta droga? ¿No te
parece divertido atar a un hombre con esas cuerdas o aún mejor con la cadena? Si no te animas por temor a un
castigo de parte de la ley, déjame decirte que no deberías preocuparte para nada. Por supuesto que la sociedad
no te perdonaría un acto ilegal, pero yo sí te lo permito. En esta habitación no existe ninguna ley. Nadie te
castigará por los daños que me pudieras hacer, te lo aseguro. Si me quieres matar, hazlo aquí ahora mismo,
que no habrá forma alguna que te descubran... Los ojos de Jotaro se iluminaron de una manera por demás
grotesca, pero no dejó de sonreír enigmáticamente... Vamos, para empezar aquí tienes una cuerda y un látigo.
Desnúdame, átame con la cuerda y luego me castigas con el látigo... La chica no pareció sorprenderse ni
extrañarse de lo que estaba haciendo. Indiferente, le tomó ambas manos, tan parecidas por las bastas a unos
nabos, y las ató a la espalda fuertemente con la cuerda. El cuerpo flojo de Jotaro cayó de bruces sobre el piso
rebotando como si fuera una pelota. La chica le dobló las piernas hacia atrás con rapidez, quedando el cuerpo,
visto por delante, con el aspecto de un busto sin extremidades... ¿No le duele estar atado tan estrechamente?
Sí, me duele y disfruto del dolor... Ahora sí, por fin me he vuelto loco, se le ocurrió a Jotaro, pero no sintió
ningún miedo y se animó a continuar transitando por este camino de placer hasta llegar al límite de la Madness.
Con las articulaciones que traqueaban bajo la fuerte presión, los huesos le dolían intensamente como si
estuvieran a punto de fracturarse, pero entendía con lucidez que ya no le importaba morir de esta manera...
Anda muchacha, haz como si me fueras a matar. Si llegara a morir, deja mi cadáver aquí mismo atado con la
20
cuerda y vete a donde quieras...”
20
Ibíd., pp. 104, 105, 106, 108 y 109.
14
flagelan a Basini, y Torless queda como observador de tales sucesos. El joven Torless ante la
contemplación de las escenas obscenas y mórbidas siente el pinchazo de la excitación
sexual. Simultáneamente al proceso de sometimiento, abuso y de infringir dolor físico a la
víctima, Torless padece los cambios corporales al despertar del placer que la escena le
produce. A continuación la transcripción de algunas partes del texto donde se detecta que el
hilo conductor de la narración son las prácticas sexuales desmedidas:
“... ¿qué habrías de decirle a Basini?... ¿Has vuelto hablar con él? -preguntó Beineberg interviniendo en la
conversación.
-Sí, ayer por la noche estuvo conmigo y me pidió dinero, porque tiene otra vez deudas que no puede pagar.
-¿Y ya le has dado algo?
-No todavía no
-Ah, muy bien -opinó Beineberg-. Entonces tenemos aquí la ocasión para atraparlo. Podrías citarlo en alguna
parte para hoy por la noche
-¿Dónde? ¿En el cuarto?
...
A las once menos cuarto, Tôrless vio cómo Beineberg y Reiting se deslizaban de sus camas, y él se levantó
entonces inmediatamente.
-Pst... Espera un poco. Llamaremos la atención si salimos los tres juntos
Torless volvió a meterse entre las sábanas
Se reunieron en el corredor y subieron hasta el desván con las habituales precauciones.
-¿Dónde está Basini? -preguntó Torless.
-Vendrá por el otro lado. Reiting le dio la llave.
Estuvieron todo el tiempo a oscuras. Sólo una vez arriba, ante la gran puerta de hierro, Beineberg encendió su
pequeña linterna sorda.
La cerradura ofrecía resistencia. Se había afianzado en una posición a causa de los muchos años que
permaneciera cerrada y no obedecía a la ganzúa. Por fin cedió con ruido seco y la pesada hoja se movió,
chirriando, en los goznes herrumbrados.
Del desván se desprendió un aire cálido, rancio, como el que exhalan los invernáculos pequeños.
Beineberg volvió a cerrar la puerta.
Los tres subieron por la escalerita de madera y se agazaparon junto a una enorme viga transversal.
...
Todo aquel ambiente era agobiador en alto grado: el calor de debajo del tejado, el aire enrarecido y la maraña
de grandes vigas que en parte se perdían hacia arriba en la oscuridad y en parte se arrastraban por el suelo
formando una espectral urdimbre de maderos.
Beineberg cegó la linterna y, sin decir palabra, se sentaron inmóviles en medio de las tinieblas... Pasaron largos
minutos.
De pronto se oyó el chirrido de una puerta en el extremo opuesto. Suave y vacilante. Era un rumor que hacía
saltar el corazón hasta el cuello, como la primera señal de que se aproxima la presa.
Siguieron unos pasos inseguros, el ruido retumbante de un pie contra la madera, un murmullo apagado, como
el de un cuerpo que cae... Silencio. Después de nuevos pasos temerosos... Un momento de espera...
Una voz muy baja.
-¿Reiting?
Entonces Beineberg quitó la pantalla de la linterna y dirigió un ancho rayo hacia el lugar de donde venía la voz.
Se iluminaron algunas enormes vigas que proyectaron agudas sombras, pero más allá no se veía otra cosa que
un cono de polvo, que bailaba en el aire.
Los pasos se hicieron cada vez más claros y próximos.
Se oyó de nuevo un pie -esta vez muy cerca- que daba contra la madera, y al instante siguiente surgió, en
medio de la base del cono luminoso, el rostro de Basini..., ceniciento en la dudosa luz.
Basini sonreía. Graciosamente, dulcemente. Se salió del marco de luz manteniendo esa sonrisa rígida, como la
de un cuadro.
Torless, sentado en su viga, sintió que le temblaban los músculos de los ojos.
Beineberg se puso a enumerar, mesurado, con roncas palabras, los actos vituperables de Basini. Luego
15
preguntó:
-¿Entonces no te avergüenzas?
Basini dirigió a Reiting una mirada que parecía decir: “Ha llegado el momento en que debes ayudarme”. Y en
ese mismo instante, Reiting le dio un puñetazo tal en el rostro que Basini retrocedió tambaleándose, tropezó
con una viga y terminó por caer al suelo.
Beineberg y Reiting se lanzaron sobre él.
La linterna se había tumbado y su luz se difundía, incomprensible y pesada por el piso, hasta los pies de
Torless... por los ruidos y murmullos, éste se dio cuenta de que habían despojado a Basini de sus ropas y de
que ahora lo estaban flagelando con algo delgado, elástico, correoso. Evidentemente habían preparado todos
los detalles. Torless oía los ayes y las quejas, lanzadas a media voz, de Basini que, suplicante, pedía sin tregua
perdón; por último, percibió tan solo un suspiro, como un grito reprimido, luego palabrotas de injuria proferidas a
media voz, y la cálida, vehemente, respiración entrecortada de Beineberg.
Torless no se había movido de su sitio. Verdad es que al principio había tenido unas ganas bestiales de
abalanzarse con ellos, de flagelar también con ellos, pero lo contuvo la sensación de que habría llegado
demasiado tarde y sería superfluo. Una pesada mano le tenía paralizado los miembros.
Se había quedado mirando el suelo, frente a sí, aparentemente con indiferencia...
Torless habría podido permanecer en esa actitud una hora entera sin notarlo. No pensaba en nada y sin
embargo estaba interiormente henchido por algo. Y se observaba a sí mismo; pero lo hacía como si en verdad
mirara el vacío y se viera a sí mismo sólo como en un destello confuso. Y ahora, lentamente, pero cada vez
más perceptible, de ese destello confuso salía algo que buscaba imponerse a la clara conciencia.
...
Lo había sobrecogido una alteración tal que debió aferrarse a las vigas para defenderse del vahído.
...
Había vuelto a reinar el silencio; sólo Basini se quejaba en voz baja, para sí, en tanto que buscaba a tientas sus
ropas.
La voz quejosa de Basini suscitó en Torless un sentimiento grato. Como con patas de araña, le recorrió las
espaldas un estremecimiento, arriba y abajo. Luego se le concentró entre los omoplatos y de allí, con finas uñas
le estiró hacia atrás la piel de la cabeza. Con gran sorpresa, Torless comprobó que se encontraba en un estado
de extrema excitación sexual. Trató de establecer desde cuándo estaba así y sin recordarlo supo que su estado
ya era aquél cuando sintió la singular necesidad de apretarse contra el suelo. Se avergonzó; pero era como si
21
una violenta onda de sangre le hubiera inundado la cabeza ...”
Se nota en esta obra el arte literario para describir las manifestaciones pérfidas,
morbosas de los individuos. Mediante la literatura se muestra artísticamente el lado oscuro
humano. La facultad imaginativa, la potencia creadora del individuo para mostrar como obra
de arte los demonios, fantasmas presentes en todo individuo desde que nace hasta que
muere. Torless es un voyerista, la simple contemplación de la escena baja, grotesca, dañina,
le produjo una excitación sexual espontánea, no lo esperaba, hasta que su cuerpo le mostró
esta verdad por sus sentidos.
Ciertamente los análisis sobre la narración pornográfica que proponen Sontag, Barbas
y Montes continúan vigentes. Por consiguiente, hay que aceptar que sí existe el género
literario estético pornográfico.
Ahora bien, la pornografía es un imaginario atacado por los convencionalismos,
definido por la moral y las buenas costumbres como crimen, ofensa a la sociedad, al
presentarse los valores como instituciones con la función de dictar los parámetros para
21
Musil, Robert. Las tribulaciones del estudiante Torless. Coyoacán, Ediciones Coyoacán S.A. de C.V., Segunda
Edición 1999, pp. 83, 84, 85, 86, 87 y 88.
16
diferenciar el sexo “normal” del que no lo es. Esto tiene como consecuencia, que todo aquel
que contemple, lea, practique, se convierta en actor de escenas obscenas es imputado como
un individuo que está al margen de lo establecido por la cultura común sexual e
inmediatamente es descalificado, desprestigiado, lesionado en su reputación, disminuido y
execrado como el pervertido de la sociedad.
Independientemente de la posición social, convencional, del correcto comportamiento
y las buenas costumbres, la pornografía ofrece a los lectores y espectadores, dos ámbitos de
prácticas del sexo que se pueden apreciar de la siguiente forma: 1) Como un tratado de
pedagogía sexual; y 2) Como exhibición de las perversiones humanas mediante el sexo. En
la primera, el lector o espectador aprende como acercarse íntimamente al cuerpo de otro,
cómo tocarlo, qué hacer para provocar la excitación, entre otras cosas. En el segundo, el
lector o espectador tiene conocimiento de la capacidad ilimitada destructiva que tienen los
individuos hacia otros, utilizando como medio el sexo.
La pornografía muestra que la naturaleza humana contiene pasiones desmesuradas
capaces incluso de llevar a los individuos a la locura y a cometer acciones irracionales como
la violación, el asesinato, la flagelación, el robo, sobre su propio cuerpo o el de otro. Esta
facultad llamada perversión ya la advertía Hobbes al describir la naturaleza humana como un
estado de guerra de cada hombre contra cada hombre donde: se hace uso de la violencia
para someter o matar a otros hombres, a sus esposas e hijos, se desprecian y son enemigos
entre sí. Se valen de su propia fuerza y habilidad para conseguir lo que desean, sus acciones
provocan un constante miedo y peligro porque cualquier individuo puede perecer en esta
lucha. Es un estado en el que los individuos se destruyen mutuamente y se genera un clima
donde la existencia es solitaria, desagradable porque todo dependerá del más fuerte, de
aquel que utilice su poder para conseguir lo que quiera de primero y conservarlo. En este
estado no hay ley, ni justicia, ni moral, ni ética. Lo único que existe son las pasiones
desmedidas de los individuos como una manifestación de su naturaleza humana 22. Sobre
estas pasiones desmesuradas de los individuos Susan Sontag dice que:
“... Se puede demostrar que en la capacidad sexual humana -o por lo menos en las aptitudes del hombre
civilizado- hay algo que está incorrectamente diseñado y que es potencialmente desorientador. El hombre, ese
animal enfermo, lleva dentro de sí un apetito capaz de enloquecerlo. Ésta es la concepción de la sexualidad -
como algo situado más allá del bien y el mal, más allá del amor, más allá de la cordura; como un recurso para el
23
suplicio y para la ruptura de los límites de la conciencia- ...”
22
Ver Hobbes, Thomas. Leviatán. Madrid, Alianza Editorial, Cuarta Reimpresión, 1996.
23
Sontag, Susan. “La imaginación pornográfica”. En Estilos radicales. Madrid, Santillana Ediciones Generales,
17
tiene que ver con los placeres violentos. Dicho de otra manera, lo útil para que sea
considerado válido socialmente es presentado como el esfuerzo individual dirigido a la
producción y consumo de bienes materiales. Esta visión reduce el esfuerzo de los individuos
a las necesidades derivadas de estas dos esferas. De esta manera, los placeres que surgen
de los juegos de envite y azar, arte y las prácticas viciosas se asumen como situaciones
subsidiarias de las que se valen los individuos para descansar. Desde este punto de vista, la
función principal de los individuos consiste en la actividad social productiva. De secundario,
las prácticas que realizan e inventan los individuos para descansar, divertirse y disfrutar. La
mayoría de los individuos se adaptan a este papel principal. Pero, existe una minoría por
decirlo de alguna manera, que se opone a esta función y su desacuerdo lo demuestra con su
comportamiento y su conducta toda vez que no le interesa la vida utilitaria que la sociedad le
establece. Aquellas situaciones en que las necesidades de algunos individuos devienen de la
angustia, el miedo, la tristeza, estados orgiásticos, que lo impulsan a la realización de
catástrofes, la dilapidación de dinero, la destrucción sin sentido es la dimensión que la
sociedad excluye por considerar que se trata de un gasto improductivo.
En este sentido, el planteamiento de Bataille consiste en puntualizar que la sociedad
admite el gasto productivo: el consumo y elaboración de bienes materiales. Pero, excluye el
ámbito humano que tiene que ver con nuestros propios demonios, fantasmas que nos
inclinan a la destrucción de nosotros mismos, de los otros y de la sociedad por estimar que
las energías manifiestas en este espacio constituyen un gasto improductivo. Al quedar al
margen este campo, también queda coartada la posibilidad de satisfacer, canalizar estas
necesidades que surgen de ciertos estados extremos como los mencionados anteriormente.
Esto es en teoría, puesto que en la sociedad efectiva real los individuos con estas
necesidades surgidas de pasiones extremas logran satisfacerlas ampliamente porque ellos
mismos generan las condiciones para transgredir o porque la misma sociedad le brinda la
oportunidad de tener a su alcance la posibilidad de transgredir. Por esta razón, afirma el
mencionado autor que “La humanidad puede hacer suyas unas concepciones tan estúpidas y
miopes... Pero, en la práctica se comporta de tal forma que satisface necesidades que son
una barbaridad atroz e incluso no parece capaz de subsistir más que al borde de lo
excesivo”26. Bataille deja al descubierto: 1) Que no todos los individuos siguen el modelo
establecido por la sociedad; 2) Que los individuos padecen de inconsecuencias humanas que
26
Ibíd., p. 2.
19
los llevan a transgredir; 3) Que en las acciones de los individuos está presente un mínimo de
error; 4) Que la sociedad rechaza a este tipo de individuos precisamente por la estrechez de
las variables que conforman el modelo instituido; y 5) Las acciones que realizan estos
individuos son catalogadas como un gasto improductivo. En palabras de Bataille:
“Opuesta a la noción artificial de trueque, la forma arcaica del intercambio ha sido identificada por Mauss con el
nombre de potlatch tomado de los indios del noroeste americano, que practican el tipo más conocido.
Instituciones análogas al potlatch indio o rastros de ellas han sido halladas con mucha frecuencia. El potlatch de
los tlingit, los haïda, los tsimshian, los kwakiutl de la costa noroeste ha sido estudiado con precisión desde fines
del siglo XIX (pero no fue comparado, entonces, con las formas arcaicas de intercambio de otros países). Los
pueblos americanos menos avanzados practican el potlatch con ocasión de cambios en la situación de las
personas, iniciaciones, matrimonios, funerales e incluso, bajo una forma menos desarrollada, nunca puede ser
disociado de una fiesta, bien porque el potlatch ocasione la fiesta, bien porque tenga lugar con ocasión de ella.
El potlatch excluye todo regateo y, en general, está constituido por un don considerable de riquezas que se
ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar y de obligar a un rival. El carácter de intercambio
del don resulta del hecho de que el donatario, para evitar la humillación y aceptar el desafío, debe cumplir con
la obligación contraída por él al aceptarlo respondiendo más tarde con un don más importante; es decir, que
debe devolver con usura.
Pero el don no es la única forma del potlatch. Es igualmente posible desafiar rivales por medio de destrucciones
espectaculares de riqueza. A través de esta última forma es como el potlatch incorpora el sacrificio religioso,
siendo las destrucciones teóricamente ofrecidas a los ancestros míticos de los donatarios. En una época
relativamente reciente, podía acontecer que un jefe tlingit se presentara ante su rival para degollar en su
presencia algunos de sus esclavos. Esta destrucción debía ser respondida, en un plazo determinado, con el
degollamiento de un número de esclavos mayor. Los tchoukchi del extremo noroeste siberiano, que conocían
instituciones análogas al potlatch, degollaban colleras de perros de un valor considerable para hostigar y
humillar a otros grupos. En el noroeste americano, las destrucciones consisten incluso en incendios de aldeas y
en el destrozo de pequeñas flotas de canoas. Lingotes de cobre blasonados, una especie de moneda a la que
se atribuía un valor convenido tal que representaban una inmensa fortuna, eran destrozadas o arrojadas al mar.
El delirio propio de la fiesta se asocia lo mismo a las hecatombes de patrimonio que a los dones acumulados
con la intención de maravillar y sobresalir.
La usura, que interviene regularmente en estas operaciones bajo forma de plusvalor obligatorio en los potlatch
de revancha, ha permitido poder decir que el préstamo con interés debería ocupar el lugar del trueque en la
historia de los orígenes del intercambio. Hay que reconocer, en efecto, que la riqueza se multiplica en las
civilizaciones con potlatch de una forma que recuerda el hipercrecimiento del crédito en la civilización bancaria.
Es decir, que sería imposible realizar a la vez todas las riquezas poseídas por el conjunto de los donadores en
base a las obligaciones contraídas por el conjunto de los donatarios. Pero esta semejanza alude a una
característica secundaria del potlatch.
El potlatch es la constitución de una propiedad positiva de la pérdida -de la cual emanan la nobleza, el honor, el
rango en la jerarquía- que da a esta institución su valor significativo. El don debe ser considerado como una
pérdida y también como una destrucción parcial, siendo el deseo de destruir transferido, en parte, al donatario.
En las formas inconscientes, tales como las que describe el psicoanálisis, el don simboliza la excreción, que
está ligada a la muerte según la conexión fundamental del erotismo anal y el sadismo. El simbolismo
excremencial de los cobres blasonados, que constituyen en la costa noroeste objetos de don por excelencia,
está basado en una mitología muy rica. En Melanesia, el donador designa como su basura a los magníficos
regalos que deposita a los pies del jefe rival.
Las consecuencias en el orden de la adquisición no son más que el resultado no querido -al menos en la
21
medida en que los impulsos que rigen la operación sigan siendo primitivos de un proceso dirigido en un sentido
contrario. “El ideal, indica Mauss, sería dar un potlatch y que no fuera devuelto”. Este ideal es realizado por
ciertas destrucciones en las cuales la costumbre consiste en que no tengan contrapartidas posibles. Por otra
parte, cuando los frutos del potlatch se encuentran, de alguna forma, unidos a la realización de un nuevo
potlatch, el sentido arcaico de la riqueza se pone de manifiesto sin ninguno de los atenuantes que resultan de la
avaricia desarrollada en estadios ulteriores. La riqueza aparece así como una adquisición en tanto que el rico
adquiere un poder, pero la riqueza se dirige enteramente hacia la pérdida en el sentido en que tal poder sea
entendido como poder de perder. Solamente por la pérdida están unidos a la riqueza la gloria y el honor.
En tanto que juego, el potlatch es lo contrario de un principio de conservación. Pone fin a la estabilidad de las
29
fortunas tal como existían en el interior de la economía totémica, donde la posesión era hereditaria” .
29
Ibíd., pp. 5 y 6.
30
Ver Foucault. Michel. La vida de los hombres infames. La Plata, Editorial Altamira, 1996.
22
inconsecuente; intenté buscar la razón por la que se quiso impedir con tanto celo que las
pobres mentes vagasen por rutas sin nombre...”31. En otras palabras, por qué la sociedad
oculta, esconde las acciones perversas realizadas por ciertos individuos, por qué tales actos
no son analizados, estudiados. Por el contrario, pasan desapercibidos, a pesar que tales
hechos se repiten y se siguen cometiendo en el transcurso del tiempo. Para referirse a este
tipo de vidas Foucault se valió de las siguientes consideraciones:
Foucault para su propuesta decide: 1.- que se trate de vidas reales, de personas que
existieron en la realidad efectiva social y sus vidas fueron miserables, infortunadas, presos
de sufrimientos, envidias y maldades. Con esto Foucault deja en claro que la maldad es
consustancial a la naturaleza de los individuos, que se trata de acciones concretas,
materiales que realmente ocurren. No se trata de actos verosímiles, imposibles o meramente
imaginativos. Muestra que los hombres son envidiosos, egoístas, individualistas, pasionales,
vengativos, capaces de engañar, de utilizar armas, trampas, de gritar, insultarse, agredirse,
matar, secuestrar, someter, violar, en una frase, tienen la aptitud de hacer cualquier cosa
para lograr lo que se propongan; 2.- se refiere a ciudadanos comunes y corrientes, a esos
individuos que viven la cotidianidad que les tocó vivir o la que deciden vivir. Aquellos que se
levantan cada día a tomar el metro o el autobús o su propio carro para trabajar en un
comercio, empresa, etc. Aquellos que tienen una vida familiar apacible: esposa, esposo,
hijos, mamá, papá, abuelo, abuela, tíos, tías, hermana, hermanos. Desayunan en una
panadería o en su casa. Almuerzan en algún lugar o en su casa y para la cena lo mismo.
Individuos que no son héroes, ni ricos, ni genios. Por el contrario, individuos marcados por el
dolor, la desventura, los fracasos, el tono gris, la violencia, existencias que no son dignas de
ser contadas, narradas o tomadas en cuenta, los considerados anónimos, mediocres,
villanos, llenos de maldad y bajeza; 3.- Individuos cuyas vidas destinadas a ser fugaces, a no
dejar rastros de haber pasado por esta pradera, fueron sacados del anonimato y destacados
31
Ibíd., p. 82.
32
Ídem.
23
por el poder, una vez que esta fuerza fue activada por las acciones realizadas por estos
sujetos para ser castigados, vilipendiados, encarcelados, ajusticiados, juzgados. En este
sentido para Foucault:
“... El punto más intenso de estas vidas, aquel en que se concentra su energía, radica precisamente allí donde
colisionan con el poder, luchan con él, intentan reutilizar sus fuerzas o escapar a sus trampas. Las breves y
estridentes palabras que van y vienen entre el poder y esas existencias insustanciales constituyen para éstas el
único momento que les fue concedido; es ese instante lo que les ha proporcionado el pequeño brillo que les
33.
permitió atravesar el tiempo y situarse ante nosotros como un breve relámpago”
33
Ibíd., p. 84.
34
Idem
24
“Forjado a partir del latín perversio, el sustantivo <<perversión>> aparece entre 1308 y 1444. En cuanto al
adjetivo <<perverso>>, se halla atestiguado en 1190 y deriva de perversitas y de perversus, participio pasado
de pervertere: volver del revés, volcar, invertir, pero también erosionar, desordenar, cometer extravagancias. En
consecuencia, perverso -sólo existe un adjetivo frente a varios sustantivos- es aquel aquejado de perversitas,
37
es decir, de perversidad (o de perversión) ...” .
Roudinesco a partir de la época medieval hasta el siglo XX exhibirá como en cada uno
de esas instituciones sociales estuvo presente la perversión con su correspondiente
valoración. Las tesis que desarrolla esta autora a lo largo de su trabajo servirán para aclarar
aún más la noción de nuestro lado oscuro destructivo. Explica Roudinesco que la perversión
puede ser: 1) sublime cuando se manifiesta en rebeldes como el caso de Prometeo; y, 2)
abyecta cuando se presenta en su forma destructiva. Estas dos dimensiones son intrínsecas
a la especie humana, conforman un hecho humano que se manifiesta en todas las culturas.
“... la perversión sólo existe como un desarraigo del ser respecto al orden de la naturaleza. Y por consiguiente,
35
Roudinesco, Élisabeth. Nuestro lado oscuro. Una historia de perversos. Barcelona, Editorial Anagrama,
Primera Edición, 2009.
36
Ibíd., p. 11.
37
Ídem
25
a través de la palabra del sujeto, no hace sino imitar el mundo natural del que se ha extirpado con el fin de
parodiarlo mejor. Tal es la razón de que el discurso perverso se apoye siempre en un maniqueísmo que parece
excluir la parte de sombra a la que no obstante debe su existencia. Absoluto del bien o locura del mal, vicio o
virtud, condena o salvación: tal es el universo cerrado por el que el perverso circula con deleite, fascinado por la
38.
idea de poder liberarse del tiempo y de la muerte”
cristianos, en las santas cuyo arte de vivir consistía en la destrucción de su cuerpo mediante
la flagelación, la devoración de inmundicias para llegar a la purificación y la resurrección.
Pervirtiendo al cuerpo se llegaba a la esencia: Dios. Cito dos ejemplos que da la autora:
“Margarita María Alacoque afirmaba ser tan delicada que la menor suciedad le revolvía. Sin embargo, cuando
Jesús la llamó al orden, para limpiar el vómito de una enferma no se le ocurrió otra cosa que convertirlo en su
alimento...Catalina de Siena declaró un día no haber comido nada tan deleitoso como el pus de los pechos de
una cancerosa. Y entonces oyó cómo Cristo le hablaba: <<Mi bien amada, has mantenido por mí duros
combates y, con mi ayuda, has salido victoriosa. Nunca me has sido tan querida ni tan grata... No sólo has
despreciado los placeres sensuales, sino que has vencido a la naturaleza al beber con alegría, por amor a mí,
un horrible brebaje. Pues bien, dado que has realizado un acto que excede la naturaleza, quiero darte un licor
39
que excede la naturaleza>>”
“... Al dejar de ser una ofrenda a Dios o un culto mariano, la flagelación se contempló entonces como un vicio
ligado a una inversión sexual o aun travestismo, en especial cuando se sospechó que el rey Enrique III,
homosexual notorio, se había entregado a ella tras haber fundado, en 1583, una congregación de penitentes...
Tras haberse considerado un rito de mortificación que perseguía transformar el cuerpo odiado en un cuerpo
divino, la flagelación fue asimilada a un acto de desenfreno. Sobre todo por el hecho de que los penitentes -
metamorfoseados en adeptos de una sexualidad pervertida- optaban ya no por azotarse la espalda, como
quería la antigua tradición, sino la totalidad del cuerpo, y en especial las nalgas, receptáculo por excelencia de
una potenete estimulación erótica. Por lo demás, experimentaban un placer extremo en dejarse flagelar y azotar
40.
por sus íntimos”
39
Ibíd., p. 28.
40
Ibíd., pp. 35 y 36.
41
Ibíd., p. 50.
27
42
Mármol León, Fermín. 4 crímenes. 4 poderes. Caracas, Tipo Impacto, 1978.
28
los hechos para dar con el autor del crimen. Cumplidos todos los pasos vertidos en el
expediente junto con los interrogatorios de todos los testigos y demás experticias, todas las
pruebas indicaban que tan vil y bajo acto lo había cometido el sacerdote con el móvil de ser
un crimen pasional. El sacerdote, representante de Dios aquí en la tierra, violó y asesinó a su
hermana por un ataque de celos con el novio que ella tenía. Se logró acusar al sacerdote,
incluso que se le dictara auto de detención por considerarse presunto culpable del homicidio
de su hermana, para: “Meses después y por la presión indiscutible del Poder Eclesiástico, el
representante del Dios en la Tierra, el sacerdote Pedro Luis Cuzati, era puesto en libertad,
por no existir elementos probatorios contra él”43.
El tercer caso que describe el mencionado policía refiere a un Oficial del Ejército,
específicamente un Capitán, de estado civil casado, que solicita al General permiso para
disfrutar de unas vacaciones en Miami en compañía de la amante de turno, situación que no
era desconocida para su esposa. Fueron los tiempos en que se produjo la rebelión cívico-
militar denominada el porteñazo. La esposa del mencionado Capitán estudiaba economía en
la Universidad Central de Venezuela. Las andanzas del Capitán eran públicas, la prensa
dejaba constancia de ello. Lo que se llama en derecho un hecho notorio. Hasta que ocurrió el
hecho criminal: Se escucharon unos disparos, el Capitán salió corriendo con su esposa en
brazos, al llegar al Hospital Universitario, ella murió. La investigación arrojó claramente que el
Capitán de la Aviación en un arrebato de celos mató a su esposa, a pesar de sus esfuerzos
de hacer creer que se trató de un atraco. Nuevamente, a pesar que se le dictó auto de
detención por homicidio calificado “la Justicia una vez más se tambaleaba frente al Poder,
poco tiempo más tarde, el flamante Capitán... salía en libertad plena... Otros Jueces
deshonestos y controlados por el Poder Militar, decidían que no había suficientes elementos
de prueba contra el indiciado... había sido absuelto y nunca más podría ser enjuiciado por
este caso. Otro crimen impune”44.
Estos dos ejemplos exhiben claramente las perversiones humanas destructivas
motivadas por pasiones desmesuradas presentes en los individuos, independientemente del
papel que desarrollan en la sociedad. Los individuos llevan intrínseca la maldad en su
naturaleza y la sociedad le ofrece las herramientas para que las pongan en escena. Un
sacerdote que viola y asesina a su hermana; un militar que mata a su esposa. Ambos hechos
causados por la pasión desmedida de los celos. Más perverso aún las instituciones que
43
Ibíd., p. 123.
44
Ibíd., p. 323.
29
ocultan, tapan estas abyectas acciones en vez de castigarlas en cumplimiento de la ley, y así
por lo menos, el intento de canalizarlas. Acontecimientos reales contados haciendo uso del
recurso de la literatura para exponer en detalle nuestro lado oscuro destructivo.
Ciertamente existe una literatura artística pornográfica también una literatura artística
de las perversiones. En ambas, mediante sus propias características narrativas,
espontáneas, creativas, dejan constancia de esas fuerzas oscuras que impulsan a los
individuos, al colectivo y a la sociedad a prácticas destructivas dada la manifestación de las
bajezas humanas alentadas por el vínculo que se establece entre los individuos, el colectivo
y la sociedad. La estética de la pornografía, la estética de la perversión, la pornografía como
estética de la perversión mantiene viva en cada época esta parte oscura de nuestra
naturaleza que aún sigue siendo una dimensión desconocida. Sólo la conocemos cuando se
materializa en hechos concretos, cuando aparecen en escenas. Pero el abismo de donde
surgen es una incógnita aún que sigue siendo excluida, ignorada por las sociedades pero
que es manejada como un negocio que garantiza riqueza y por supuesto poder.
Termino estas líneas con las siguiente palabras de Sándor Márai:
“... El hombre es mero juguete de fuerzas y voluntades cuya verdadera naturaleza desconocemos, títere de
pasiones que vibran más allá del entendimiento humano... No sabes nada sobre los hombres, y tampoco sobre
45
las fuerzas que los mueven y animan a vivir o morir... ”
Bibliografía
Barba, Andrés y Montes, Javier. La ceremonia del porno. Barcelona, Editorial Anagrama,
2007.
Bataille, George. www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. El imaginario social y la
institución V.2. Buenos Aires, Tusquets Editores, 2ª Reimpresión, 2003.
Foucault. Michel. La vida de los hombres infames. La Plata, Editorial Altamira, 1996.
Hobbes, Thomas. Leviatán. Madrid, Alianza Editorial, Cuarta Reimpresión, 1996.
Jelinek, Elfriede. Deseo. Barcelona, Ediciones Destino S. A., Cuarta Reimpresión, 2005.
Laqueur, Thomas W. Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, Primera edición, 2007.
Márai, Sándor. La hermana. Barcelona, Ediciones Salamandra S.A., 4a Edición, 2007.
Mármol León, Fermin. 4 crímenes. 4 poderes. Caracas, Tipo Impacto, 1978.
Musil, Robert. Las tribulaciones del estudiante Torless. Coyoacán, Ediciones Coyoacán S.A.
45
Márai, Sándor. La hermana. Barcelona, Ediciones Salamandra S.A., 4a Edición, 2007, pp. 29 y 43.
30