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La Iglesia Católica (su nombre completo es Iglesia Católica Apostólico Romana): Es la vertiente del

Cristianismo más diseminada a lo largo del mundo,el Catolicismo es la religión que tiene el mayor
numero de adeptos en América Latina y en especial en Brasil y México.
Uno de los preceptos católicos más enseñado es el concepto de Trinidad, o sea, de Dios Padre, de
Dios Hijo (Jesucristo) y del Espíritu Santo. Estos tres seres son al mismo tiempo uno y tres. En
verdad, existen los llamados Misterios Principales de Fe, los que constituyen los dos más
importantes pilares del Catolicismo. Ellos son: La Unidad y la Trinidad de Dios. La Encarnación, la
Pasión y Muerte de Jesús.
Etimología del termino Católico. Los 10 MandamientosEl Catolicismo basa sus creencias religiosas
,en los origenes de la cultura Hebrea, donde Jesús fue el Mesías, enviado a la Tierra para redimir a
la Humanidad y restablecer nuestro lazo de unión con Dios (de ahí el Nuevo Testamento o Nueva
Alianza)
El termino "Católico" significa universal, y la primera vez en que fue usado para calificar a la Iglesia
fue en el año 105 d.c., en una carta de San Ignacio, entonces obispo de Antioquia
En el siglo II de la era cristiana, el termino volvió a ser usado en numerosos documentos,
traduciendo la idea de que la fe cristiana ya se había diseminado por todo el planeta. En el siglo IV
d.c., San Agustín uso la designación "Católica" para diferenciar la doctrina "verdadera" de las otras
sectas cristianas de fundamentación que comenzaban a surgir
Iglesia Católica en el Siglo XVI: Reforma Protestante y Contra-Reforma Católica
Mas fue solamente en el siglo XVI, precisamente en el Concilio de Trento (1571) donde se inicio la
Contrarreforma , que la expresión "Iglesia Católica" paso a designar exclusivamente la Iglesia que
tenia su centro en el Vaticano. Cabe esclarecer que el Concilio de Trento (Contrarreforma Catolica)
surgió como reacción a la Reforma Protestante, incitada por el sacerdote alemán Martín Lutero.
En lineas generales, podemos afirmar que el Catolicismo es una doctrina intrínsecamente ligada al
Judaísmo. Su libro sagrado es la Biblia, dividida en Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. El
Antiguo Testamento, corresponde al Periodo anterior al nacimiento de Jesús, el Catolicismo
aprovecha no solo el Pentateuco (libros atribuidos a Moisés), sino también agrega los llamados
libros "deuterocanonicos": Libro de Tobit, Libro de Judith, Libro de la Sabiduría de Salomón, Libro
del Eclesiástico, Epístola de Jeremías, Libro de los Macabeos y algunos capítulos del Libro de Daniel
y del libro de Ester. Esos libros no son r econocidos por las iglesias protestantes.
Sacramentos de la Iglesia Católica
El catolicismo enseña que el fiel debe cumplir con los siete sacramentos que son:
- Bautismo: El individuo es aceptado como miembro de la Iglesia, por lo tanto, entra a formar
parte de la familia de Dios.
- Confirmación: Es la iniciación cristiana, integración plena a la comunidad católica cristiana
- Eucaristía (o comunión): Ocasión en que el fiel recibe la hostia consagrada, símbolo del cuerpo de
Cristo.
- Confirmación (o arrepentimiento): Acto en el que el fiel confesa y reconoce sus pecados,
obteniendo el perdón divino mediante una debida penitencia.
- Orden Sacerdotal: Consagración del fiel como sacerdote, si así lo desea, después de haber
recibido la preparación adecuada.
- Matrimonio (casamiento) alianza matrimonial bendecida por Dios entre el hombre y la mujer.
- Unción de los enfermos (extremaunción): Sacramento suministrado a los enfermos y personas en
estado terminal, con el fin de redimir sus pecados y facilitar el ingreso de su alma al paraíso
El Culto a los Santos: La Virgen Maria
Ademas del culto a Jesús y a Jehova, el Catolicismo enfatiza el culto a la Virgen Maria (madre de
Jesucristo) y de diversos santos. Esto , por cierto, fue uno de los puntos de divergencia mas serios
entre la Iglesia Católica y otras corrientes cristianas. Para los evangélicos, por ejemplo, la creencia
en el poder de la Virgen y los santos como intermediario entre Dios y los hombres constituye una
verdadera herejía. Sin embargo, los teólogos católicos diferencian bien la adoración y veneración :
Ellos explican que, la liturgia católica, solamente Dios es adorado, en la persona de Jesús, su hijo
unigénito. El respeto prestado a la Virgen Maria y a los Santos (estos últimos, personas que en vida
tuvieron una conducta cristiana impecable y ejemplar) no constituye un rito de adoración.
Vale resaltar que el proceso de canonización, que consagra a una persona como "Santa", es
minucioso, y se extiende tras largos años en base a una serie de relatos, pesquisas y pruebas
testimoniales
El Cielo y el Infierno
La Iglesia Católica dice que la recompensa máxima esperada por el fiel católico es la salvación de
su alma, que después de la muerte entraría al Paraíso y gozara del descanso eterno, junto a Dios
Padre, los santos y de Jesucristo.
En el caso de que un cristiano muera con algunas "cuentas abiertas" en el plano celestial, tendrá
que hacer penitencias, que tal vez incluyen un paso a través del Purgatorio, especie de reino
intermediario donde el alama sera sometida a una serie de suplicios y penitencias, a fin de
purificarse. La intensidad de las penas y el período de estancia en esta etapa dependerá del tipo
de vida que llevó la persona en la tierra.
Pero el más grande castigo es la condenación del alma a la perdición eterna, que acontece en el
Infierno. Es allí donde, de acuerdo con las creencias católicas, son conducidos los pecadores
obstinados. Y como castigo tendrán suplicios que no terminaran nunca, e incluye una convivencia
con Satanás, el Señor de las Tinieblas y la personificación de todo el mal
Pero, ¿ Que son los pecados? Pecar es no obedecer los 10 Mandamientos de Moisés, incurrir en
uno de los Siete Pecados Capitales, no respetar los 5 mandamientos de la Iglesia Católica.
Los 10 mandamientos de la Ley de Dios:
1. Amar a Dios sobre todas las cosas
2. No tomar el santo nombre de Dios en vano.
3. Guardar domingos y fiestas.( Santificar las fiestas del Señor)
4. Honraras a tu padre y a tu madre
5. No mataras
6. No cometerás actos no puros
7. No robaras
8. No levantaras falso testimonio.
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10. No codiciaras los bienes de tu prójimo
"Amaras al señor tu dios de todo corazón, con toda tu alma y con tu mente; Amaras a tu prójimo
como a ti mismo".
Los Siete Pecados Capitales son:
1. Gula
2. Pereza
3. Lujuria
4. Avaricia
5. Envidia
6. Soberbia
7. Ira
Los Mandamientos de la Iglesia Católica son:
1. Participar en Misa los domingos y fiestas de guardar.
2. Confesarse por lo menos una vez al año.
3. Comulgar al menos por la Pascua de Resurrección.
4. Ayunar y mantenerse en Vigilia los días prescritos por la Iglesia Católica.
5. Ayudar económicamente a la Iglesia Católica.
Por: Aníbal Gonzales
6 comentarios:
DEFINICIÓN DE
CONCILIO
El término concilio, cuyo origen se encuentra en el vocablo latino concilium, alude a una reunión
que se lleva a cabo con el objetivo del tratamiento de algún asunto de interés. También se llama
concilio a los documentos que surgen de dicho encuentro.
Concilio
Por ejemplo: “El empresario uruguayo se sumará al Concilio Mundial de Organizadores de
Espectáculos Musicales”, “El Concilio de Carson se reunirá mañana con el objetivo de resolver el
conflicto”, “Desde la oposición plantearon la necesidad de crear un Concilio de Representación de
los Jubilados y Pensionados”.
La idea de concilio suele hacer referencia a una junta de autoridades eclesiásticas de la Iglesia
católica que tiene la finalidad de analizar y decidir cuestiones vinculadas a los dogmas.
La Iglesia católica, desde su creación y hasta el año 1054, celebró ocho concilios ecuménicos. A
partir de esa fecha, se produjo una división entre Occidente y Oriente y desde entonces los
concilios fueron convocados por la Iglesia occidental. Entre 1054 y la actualidad se realizaron otros
doce concilios, convocados por el papa.
El concilio ecuménico más reciente de la Iglesia católica tuvo lugar entre 1962 y 1965 en el
Vaticano. Conocido como Concilio Vaticano II, su convocatoria corrió por cuenta de Juan XXIII, a
cargo de presidir la primera etapa, mientras que las últimas sesiones fueron lideradas por Pablo VI.
Los concilios nacionales (que se convocan con autorización del papa y están orientados al
episcopado de una región) y los concilios provinciales (dirigidos por un obispo metropolitano) son
otros concilios desarrollados por la Iglesia católica.
El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan
XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el
siglo XX.
El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo papa en el
otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de
1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta
su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín.
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas
y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las
partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas.
Objetivo[editar]
El Concilio se convocó con los fines principales de:
Promover el desarrollo de la fe católica.
Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos
que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.
Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la
Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas
actuales y antiguos.
Presbiterio con la cátedra de San Pedro en la basílica homónima, durante el Concilio Vaticano II.
Foto de Lothar Wolleh.
El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta por el
estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este concilio pero no fue
así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los cinco
concilios más importantes (Niceno I, Calcedonense, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II). Trató
de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más
importantes la renovación y la tradición.
En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica de la
continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la Tradición y del Magisterio bimilenario
para que no entre en contradicción.
Por su parte, sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X, denuncian que
el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados porque contradicen
abiertamente la Tradición, el Magisterio papal y de los anteriores Concilios de la Iglesia católica.
Antecedentes[editar]
A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a
apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había
impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los
jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando por integrar la
experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el dominico Yves Congar,
Joseph Ratzinger (papa Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que buscaban lo que veían
como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los Santos Padres, un retorno a las
fuentes (ressourcement) y una actualización (aggiornamento).
Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados
al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban a formas nuevas de
responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido
interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación
italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin
resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia.
Preparación[editar]
Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del Concilio, bajo
la responsabilidad de la Curia Romana.
Primer anuncio[editar]
Juan XXIII, responsable de la convocatoria del Concilio Vaticano II
Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en un
consistorio que el papa Juan XXIII tuvo con los cardenales en la abadía de San Pablo Extramuros,
tras la celebración en la basílica, anunció1 su intención de convocar un concilio ecuménico.2
El secretario del papa Juan describió así la situación en que el pontífice brindó el «discorsetto»
(discursito) que, con una simplicidad llamativa, modificó el rumbo pastoral de la Iglesia católica, al
anunciar la intención de realización del Concilio:
Fue un día como los demás. Se levantó el pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus
devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de comer
para la primera colación, dio una ojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de los
discursos que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo Extramuros. La
primera parte de la ceremonia duró de las 10.30 hasta las 13. Entonces entramos en la sala de los
monjes benedictinos, nos retiramos todos y quedó el papa con los cardenales. Leyó el discursito
que había preparado, digo «discorsetto» porque así lo definió él mismo, y en un cuarto de hora
estaba todo terminado. Pocos minutos después se difundía por el mundo la noticia del Concilio
ecuménico.
Loris Francesco Capovilla, secretario de Juan XXIII
Juan XXIII presentó la iniciativa como algo absolutamente personal:
Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con
humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo
diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal.3
Los cardenales reaccionaron con un «impresionante y devoto silencio».4 El anuncio causó una
gran sorpresa en todos: todavía no habían transcurrido tres meses desde la elección de Juan
XXIII,5 en el cónclave de octubre de 1958, que lo había elegido como un papa considerado
extraoficialmente «de transición»,6 a continuación del papado de Pío XII. Los medios de
comunicación, a excepción de L'Osservatore romano,7 dieron gran eco a la noticia subrayando
diversos elementos del discurso del papa.
En sus discursos posteriores, el papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio y
recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico.8 Aunque el propósito
de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años siguientes, una de sus
expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los motivos, presentó al tiempo que
abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los
fieles puedan ver hacia el interior». Invitó a otras iglesias a enviar observadores al concilio,
aceptándolo tanto iglesias protestantes como ortodoxas. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por temor al
gobierno soviético comunista, sólo aceptó tras recibir seguridades de que el concilio sería apolítico
(es decir, de que no se reiteraría la condena al comunismo).
Etapa antepreparatoria[editar]
El 17 de mayo de 1959, Juan XXIII anunció la creación de la Comisión Antepreparatoria y designó
como presidente de esta al cardenal secretario de Estado Domenico Tardini. Los secretarios de
varios dicasterios de la curia fueron los demás miembros de la comisión. El 26 de mayo se reunió
por primera vez y se decidió dar luz verde a dos cartas: una a los organismos de la curia para que
prepararan comisiones de estudio sobre los temas a tratar en el Concilio y otra a todos los obispos
para que antes del 30 de octubre indicaran sus sugerencias para el Concilio. A estas dos consultas
se añadió luego una tercera a las facultades de teología y de derecho canónico que tenían plazo
hasta el 30 de abril de 1960 para enviar sus propuestas.
El 15 de julio de 1959, el papa Juan XXIII comunicó a Tardini que el concilio se llamaría «Vaticano
II» y que, por lo tanto, no debía considerarse como una continuación del Vaticano I (que había
quedado suspendido).
Para el 30 de octubre siguiente se habían recibido ya 1600 respuestas de obispos, superiores
generales y facultades de teología o de derecho canónico. En la fecha límite, 30 de abril de 1960,
se contó con 2109 respuestas, a cuya catalogación y ordenamiento se procedió de manera que
fuera posible su síntesis. El documento final se llamó Analyticus conspectus consiliorum et
votorum quae ab episcopis et praelatis data sunt.9
Fase preparatoria[editar]. La fase preparatoria propiamente dicha se inició el 5 de junio de 1960
con la publicación del motu proprio Superno Dei nutu10 que fue redactado por el Cardenal
Tardini. Este documento fijó las comisiones preparatorias por temas en 10 con una comisión
central que supervisaba y coordinaba los trabajos de todas. Pericle Felici fue nombrado secretario
general de esta comisión central. Los presidentes de las comisiones temáticas preparatorias eran
los prefectos de los dicasterios correspondientes de la curia.
El cardenal Augustin Bea, a quien se acredita influencia en algunas de las reformas ecuménicas
más significativas del Concilio Vaticano II
A estos organismos se añadió, para cubrir el deseo del papa de que las demás iglesias cristianas
participaran en el concilio, un «Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos»
presidido por el cardenal Augustin Bea, quien solicitó a Mons. Johannes Willebrands que le
ayudara como secretario del nuevo ente.11 También se creó un Secretariado para los medios de
comunicación.
El 14 de octubre de 1960, el papa constituyó un secretariado administrativo del Concilio al que le
encargó tratar los asuntos de financiamiento y desarrollo material del mismo. El 7 de noviembre
se creó la comisión para el ceremonial que trataría los temas relacionados con la liturgia y los
lugares a ocupar en la Basílica de San Pedro por parte de los padres conciliares. El presidente de
esta última comisión fue el cardenal Eugène Tisserant.
Los trabajos de las comisiones comenzaron oficialmente el 14 de noviembre de 1960, tras un
discurso de Juan XXIII.12 La principal misión de estas comisiones era elaborar los documentos que,
tras pasar por el visto bueno del papa, serían presentados para la discusión en aula. Las temáticas
eran tan variadas que fue necesario incluso crear subcomisiones.
Tras un año y medio de trabajos, las comisiones y el Secretariado para la unión de los cristianos
produjeron un total de 75 esquemas. Estos esquemas fueron revisados luego por la comisión
central que incluyó diversas modificaciones y recortes.
El 25 de diciembre de 1961, el papa Juan XXIII convocó la celebración del concilio para 1962 con la
bula Humanae salutis y el 2 de febrero siguiente, por medio del motu proprio Consilium diu —o
simplemente Consilium—13 fijó la fecha de apertura para el 11 de octubre.
El reglamento[editar]
Una novedad del Concilio Vaticano I fue que el reglamento a seguirse durante las sesiones no fue
votado por los mismos padres conciliares. Dado este precedente y tras el código de derecho
canónico de 1917 que daba muchos más poderes en relación con el concilio al papa, no se
contempló que en este nuevo concilio el reglamento fuera sometido al parecer de sus
participantes. Así, en marzo de 1961 mons. Felici solicitó a la comisión preparatoria central que se
manifestara sobre algunos temas relacionados con el reglamento. En junio siguiente el cardenal
Arcadio Larraona solicitó la formación de una subcomisión para la redacción del reglamento. El 7
de noviembre la subcomisión fue creada y trabajó desde el 11 de noviembre hasta el 27 de junio.
Dos días después el texto fue entregado al P. Felici quien a su vez lo hizo ver al papa Juan XXIII.
Tras integrar algunos cambios solicitados por el mismo pontífice, el reglamento fue oficializado el
6 de agosto de 1962 mediante motu proprio titulado Ordo Concilii oecumenici Vaticani II
celebrandi.14
El texto estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos.
Participantes[editar]
Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto
deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio con más
de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el papa podrían participar en las
congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el aula o en la redacción de
esquemas para las diversas comisiones. Los observadores podrían participar solo en las
congregaciones generales y sesiones públicas, que gozarían de traducción simultánea. Los peritos
invitados por cada obispo no podrían participar en las congregaciones generales.
Normas[editar]
Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín, aunque en
las comisiones podrían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daría en orden eclesiástico:
los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los arzobispos, obispos, etc.
Se crearía una «presidencia del concilio» conformada por 10 cardenales y una secretaría general.
Existirían además 10 comisiones (en concordancia con las 10 comisiones preparatorias, aunque
con alguna variante) integradas por 24 miembros cada una: 16 elegidos por la asamblea, y 8
nombrados por el papa que incluían al presidente de cada comisión. A estas comisiones se añadió
un secretariado para asuntos extraordinarios.
Procedimientos[editar]
Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del papa se enviarían a
los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las congregaciones generales. En
la sesión correspondiente, un relator -normalmente el secretario de la comisión preparatoria
respectiva- presentaría el esquema a la asamblea. Cada padre conciliar podría, a continuación y
durante 10 minutos, intervenir para admitir, rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema
presentado. Sin embargo, tales intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a
la secretaría del concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los resultados
de la votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este obtenía la
mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente sesión pública
con la presencia del papa.
El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un esquema
fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.
Participantes del concilio[editar]
Padres conciliares en el Concilio Vaticano II. Foto de Lothar Wolleh.
Teniendo en consideración las 4 sesiones, participaron más de 2.450 obispos de la Iglesia
católica.15 El único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque comunista chino, por lo
que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un convenio con los soviéticos para permitir a
los obispos salir de y entrar a sus países sin problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a
cantidad (a los efectos de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y
el concilio de Trento, unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron
de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los primeros dos
años, predominaron las intervenciones de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones
fueron más participadas. Incluso participaron algunos cardenales que no eran obispos, pero por
insistencia de Juan XXIII fueron ordenados obispos (hasta antes de este concilio diáconos y
presbíteros también eran elegidos para ser cardenales sin necesidad de ser elevados al rango de
obispo). Además participaron algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes
religiosas (franciscanos, dominicos, etc.).
Teólogos invitados del papa como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl
Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips). Podían escuchar aunque no hablar en el aula,
pero mantenían influencia en las diez comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el
nombramiento de las comisiones conciliares (dos tercios nombrados por los obispos y un tercio
por el papa) teniendo como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula.
Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.
Observadores, y católicos laicos (cf. Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés)
Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones, en
especial el Times; Raniero La Valle para L'Avvenire d'Italia; Caprile para La Civiltà Cattolica; el
redentorista Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de Xavier Rynne, para The New Yorker; y
enviados de otras publicaciones como Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, Assomptionisti
La Croix, etc. En este sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el teólogo Yves
Congar, conocido como Mon Journal du Concile (París: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-
documenta
El concilio Vaticano I fue el primer concilio celebrado en la Ciudad del Vaticano. Convocado por el
papa Pío IX en 1869 para enfrentar al racionalismo y al galicanismo. En este Concilio se aprobó
como dogma de fe la doctrina de la infalibilidad del papa. Tuvo cuatro sesiones:
Primera Sesión: celebrada el 8 de diciembre de 1869 con el Decreto de apertura del concilio.
Segunda Sesión: celebrada el 6 de enero de 1870 con la Profesión de Fe.
Tercera Sesión: celebrada el 24 de abril de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución
Dogmática Dei Filius sobre la fe católica.
Cuarta Sesión: celebrada el 18 de julio de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución
Dogmática Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cristo que declara el dogma de la infalibilidad papal.
El concilio fue suspendido por Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera consumado
la unión a Italia de los Estados Pontificios.
Antecedentes[editar]
En un principio, no parecía necesario un nuevo concilio para afrontar asuntos no tratados en el
anterior Concilio de Trento, por lo que cuando Pío IX convocó el Concilio Vaticano I causó sorpresa
y hasta extrañeza. El 8 de diciembre de 1864 el papa al concluir una reunión de la Congregación de
ritos hizo salir a quienes no eran cardenales y preguntó a estos sobre la posibilidad de convocar un
concilio: 15 de 21 se manifestaron a favor.1 Luego hizo una consulta a todos los cardenales2 y a 36
obispos.3
La situación de los Estados Pontificios en ese período no era la mejor y varios cardenales
mostraron sus dudas sobre la oportunidad de la celebración de un concilio. Sin embargo, otros —
como el Card. Reisach, el entonces obispo Manning y el obispo Dupanloup— apoyaron la iniciativa.
El papa Pío IX anunció públicamente su intención de convocar un concilio el 26 de junio de 1867 e
hizo la convocatoria oficial el 29 de junio de 1868 con la bula Aeterni Patris. Al momento se
crearon cinco comisiones que comenzaron la preparación de los esquemas para los documentos y
a consultar los temas que debían tratarse. Las áreas de las cinco comisiones eran: doctrina,
disciplina, vida religiosa, misiones y Oriente, y los temas político-religiosos. Al inicio estas
comisiones estaban formadas solo por clérigos de Roma, pero luego, debido a las quejas que esta
decisión hizo surgir, se varió su composición4 e incorporaron a los más ilustres teólogos del
tiempo con algunas excepciones importantes como Newman y Döllinger.5 Al concluir sus trabajos,
estas comisiones habían elaborado 50 esquemas bastante heterogéneos. Al P. Hefele le fue
confiada la elaboración de un reglamento para el concilio que fue publicado a fines de noviembre
de 1869.
Desde el inicio se conocía que la infalibilidad del papa sería el argumento principal de este concilio,
de manera que la nueva doctrina reforzaría la autoridad del papa. Sin embargo, se produjeron
diversos casos de contestación incluso antes de la celebración del concilio. Así 14 de los 20 obispos
alemanes reunidos en Fulda en septiembre de 1869 redactaron una nota que enviaron al papa en
la que solicitaban que el tema de la infalibilidad no se tratase.6 También causó fuertes debates la
idea de que el concilio apoyara y promoviera la acción contra los así llamados «errores modernos»
que el papa Pío IX venía haciendo, y suscribiera el syllabus.
Desarrollo[editar]
Eclesiásticos de varios países reunidos en Roma con motivo del Concilio.
Los trabajos del concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869. A diferencia de los concilios
generales anteriores, los jefes de Estado no fueron invitados a participar y solo los obispos, los
superiores generales de órdenes religiosas y monásticas y los abades nullius gozaban de voto
deliberativo. Se invitó a participar a los jerarcas de la Iglesia ortodoxa (por medio del breve Arcano
divinae Providentiae consilio) y a los líderes de denominaciones protestantes (por medio de la
carta Iam vos omnes) pero ambos rechazaron la invitación alegando que la forma usada para ello,
les denigraba.7
El reglamento no consideraba la posibilidad de largas discusiones sobre los esquemas ni la
posibilidad de que hubiera una gran cantidad de votos negativos a las propuestas preelaboradas.
Al comienzo, el programa de temas a tratar era muy extenso. Preponderó la necesidad de hablar
más de la Iglesia. También era necesario hablar de la relación entre fe y razón por ser un tema
relevante en tiempos de la ilustración y el desafío que esto suponía para la Iglesia, al igual que
otras teorías científicas como el evolucionismo, que parecían cuestionar las doctrinas cristianas
tradicionales. Otro tema a tratar eran las grandes misiones católicas de la época.
El 10 de diciembre se indicó la composición de la diputación de postulados, encargada de recibir
las propuestas de temas a tratar por el concilio. El 14 de diciembre comenzaron las votaciones
para fijar las comisiones de trabajo. El 28 de diciembre comenzó la discusión del esquema
doctrinal elaborado por el P. J.B. Franzelin y que fue ásperamente criticado por su carácter
demasiado académico, impropio de un concilio. Desde el 6 de enero se discutieron otros
esquemas como el relativo a los obispos y al clero diocesano así como el que proponía la
elaboración de un nuevo y único catecismo. Todos fueron rechazados y volvieron a sus respectivas
diputaciones sin que para el 22 de febrero nada hubiese sido aprobado.
Durante el concilio y visto el tenor de las discusiones, se hizo necesario cambiar el reglamento
para adaptarlo a la posibilidad de mayor libertad a la hora de rechazar y ampliar los documentos
propuestos por las comisiones preparatorias. Así las discusiones se centraron rápidamente en los
dos temas principales: la infalibilidad pontificia y las relaciones entre fe y razón.
Infalibilidad[editar]
Artículo principal: Pastor Aeternus
Como se ha mencionado anteriormente, ya en los meses anteriores al inicio del concilio las
discusiones sobre el tema de la infalibilidad se hicieron fuertes. Döllinger y Dupanloup8 se oponían
abiertamente. Henry Maret desde la Sorbona hablaba de una infalibilidad del papa en unión con
los obispos, etc. La preocupación de algunos sectores de la Iglesia católica creció cuando el 1 de
febrero de 1869 la Civiltà Cattolica publicó un artículo en el que se mencionaba la posibilidad,
deseada, de que la doctrina sobre la infalibilidad del papa fuera declarada por aclamación durante
el concilio. Había oposición sea por considerar tal dogma inadmisible,9 sea por inoportuno, sea
también porque una declaración en esos términos no podría explicar con la fineza teológica
necesaria el alcance del dogma.
En ese contexto, Döllinger —con el pseudónimo de Janus— publicó una serie de artículos10 donde
no solo criticaba el posible dogma de la infalibilidad pontificia sino también se oponía al primado
de jurisdicción papal. La respuesta llegó de parte de un historiador, Joseph Hergenröther pero los
debates se agriaban con el pasar del tiempo y lograban el efecto contrario: dado que el tema había
llegado a ser tan discutido, era inevitable que el concilio se ocupase de él.
En el concilio el grupo contra la infalibilidad estaba compuesto por los obispos de Austria-Hungría,
mayoría de los de Alemania y el 40 % de los de Francia. Estos se organizaron y formaban más o
menos un quinto de los padres conciliares. Los a favor eran los obispos de Estados Unidos e Italia,
con algunos nombres conocidos como Manning, Dechamps y Senestrey, obispo de Ratisbona. El
papa al ver estas dificultades decidió retirar del esquema sobre la Iglesia católica cualquier
mención al tema de la infalibilidad,11 pero los obispos lo convencieron de añadirlo en marzo de
1870. Así se presentó a discusión el que iba a ser el capítulo XI del esquema sobre la Iglesia y que a
petición de la mayoría (con algunas excepciones importantes como el Card. Bilio y el Card. Corsi)
fue el primero en tratarse en aula. Entonces se hizo una nueva redacción del capítulo, más amplio
(llegaron a ser cuatro capítulos: institución del primado, perennidad del primado, el primado de
jurisdicción y la infalibilidad) y con vistas a publicarlo como una constitución independiente.
También se adaptó la normativa del concilio permitiendo que los documentos fueran aprobados
por mayoría simple y no por la unanimidad tradicional, lo cual generó nuevas discusiones dentro y
fuera del concilio.12
Las discusiones, por orden del papa, debían mantenerse en secreto pero de todos modos iba
saliendo información a la opinión pública debido a la expectación y a la ausencia de comunicados
oficiales. Entonces, las discusiones sobre la infalibilidad llegaron a los medios de comunicación
masivos. Louis Veuillot y los redactores de la Civiltà Cattolica se pusieron a favor de la infalibilidad.
Dupanloup, Gratry y Döllinger seguían sus publicaciones de naturaleza histórica y dogmática
contra la infalibilidad. En realidad se trataba de tres grupos: los contrarios al dogma en cuanto tal,
los que no lo consideraban oportuno y los que estaban a favor del dogma.
Por otro lado, se supo que el esquema sobre la Iglesia católica retomaba y confirmaba las
enseñanzas de los católicos en relación con los dos poderes, espiritual y temporal, sin considerar el
cambio de las estructuras políticas y sociales de Europa. Esto generó una serie de protestas por
parte de los gobiernos de Austria y Francia.
Sin embargo, las discusiones más ásperas seguían siendo las relativas al capítulo sobre la
infalibilidad. Desde 13 de mayo al 6 de junio se discutió sobre el documento completo sin llegar a
ningún consenso aunque sí se lograra en relación al primado de jurisdicción. Los miembros de la
comisión explicaron a los padres conciliares que el dogma de la infalibilidad se contenía en la
reflexión sobre la Iglesia católica y que no era algo «personal» del papa sino en vistas a su función
dentro de ella.13 Luego se comenzó a discutir, hasta el 13 de julio sobre cada parte del
documento. El papa Pío IX manifestó a sus colaboradores que buscaba una definición extensa que
no solo tuviera en cuenta las definiciones pontificias ex cathedra14 y contaba con el apoyo de
jesuitas y del Card. Manning. Pero la asamblea conciliar se opuso a esto y se discutió solo si sería
necesario el consenso explícito de los obispos para que una decisión papal fuera infalible.
Finalmente el 13 de julio se votó la constitución. Los resultados fueron:
451 placet
88 non placet
62 placet iuxta modum
50 no se presentaron
La discusión sobre la necesidad del consenso de los obispos se prolongó con diversas vicisitudes.
Varios obispos se presentaron al papa para pedirle que cediera en este punto pero no obtuvieron
respuesta favorable. Entonces unos días antes de la votación definitiva, 55 padres conciliares
enviaron una carta al papa comunicándole su decisión de no participar en esa sesión: estos
obispos se retiraron inmediatamente de Roma. El 18 de julio se votó la constitución y obtuvo 533
votos a favor de 535 aun cuando fue solicitado el cambio del título del capítulo y de De Romani
Pontificis infallibilitate quedó en De Romani Pontificis infallibili magisterio. El texto finalmente
aprobado sobre la infalibilidad es el siguiente:
Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria
de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la
aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que:
El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de
pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una
doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la
asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que
el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres.
Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento
de la Iglesia, irreformables.
Pastor Aeternus, c. 4
Fe y razón[editar]
Artículo principal: Dei Filius
A fines del mes de diciembre de 1869 se discutió la condena al racionalismo. El esquema
propuesto, que había sido redactado por los padres Franzelin y Clement Schrader, fue rechazado.
Entonces se encargó a otros sacerdotes, los padres Kleutgen y Dechamps la elaboración de un
nuevo esquema llamado De fide catholica. La discusión se prolongó hasta el 6 de abril de 1870 y se
aprobó la Constitución Dei Filius seis días después.
En ella se afirma que la razón puede por sí sola conocer con certeza la existencia de Dios y algunos
de sus atributos, pero que las fuerzas naturales de la razón son insuficientes para descubrir los
misterios divinos como la Trinidad, la Encarnación, la Redención, etc., por lo cual subraya la
necesidad e importancia de la Revelación divina. Se trata además de la doble naturaleza de la fe
como virtud infusa y al mismo tiempo libre adhesión de la inteligencia a Dios mismo. Finalmente
se condenan los diversos errores del ateísmo, del materialismo, del panteísmo, del racionalismo,
del tradicionalismo fideísta.
Suspensión[editar]
Desde el inicio el concilio fue amenazado por dos conflictos inminentes: el franco-prusiano y el
hecho de que Roma estaba rodeada por el ejército italiano para la unificación.

El 19 de julio, un día después de la aprobación de la Pastor Aeternus se desencadenó la guerra


entre Francia y Prusia. Los obispos entonces decidieron abandonar la ciudad de Roma. El 20 de
septiembre la ciudad fue ocupada por las tropas de Victor Manuel II (dado que las francesas que
defendían al papa habían salido de la ciudad para participar en la guerra). Pío IX suspendió los
trabajos del concilio el 20 de octubre siguiente por medio del breve Postquam Dei munere sin
indicar una fecha de reinicio de los trabajos conciliares. En la práctica el concilio nunca se
concluyó.
Notas[editar]
Volver arriba ↑ Alberigo (1990:372),
Volver arriba ↑ Cf. Martina (1970:598).
Volver arriba ↑ Cf. Alberigo (1990:372).
Volver arriba ↑ Alberigo (1990:373)
Volver arriba ↑ Para saber más: R. AUBERT, «La composition des commissions proeparatoires au
premier concile du Vatican» en Reformata reformanda, Festgabe für H. Jedin, Münster 1965, p.
447-482.
Volver arriba ↑ Laboa (2004:218).
Volver arriba ↑ Martina (1970:599)
Volver arriba ↑ Cf. DUPANLOUP, Observations sur la controvere soulevée relativemente à la
définition de l'infaillibilité au futur concile.
Volver arriba ↑ Se citaba la conducta indigna de Liberio durante la controversia arriana cuando
firmó una condena contra Atanasio o también las vacilaciones teológicas del papa Honorio I ante
el monotelismo que le valieron la condena por parte de varios concilios.
Volver arriba ↑ Bien pronto publicados en forma de libro: cf. JANUS, Der Papst und das Concil,
Leipzig 1869.
Volver arriba ↑ Martina (1970:609).
Volver arriba ↑ Para saber más, consúltese «Polemica dell'unanimità del concilio nei decreti
dommatici» en Civiltà Cattolica, 1870, pp. 100-111.
Volver arriba ↑ Laboa (2004:228).
Volver arriba ↑ Cf. G. CAPRILE, «La Civiltà Cattolica al Concilio Vaticano I» en Civiltà Cattolica
1969, p. 333-341.
Véase también[editar]
Anexo:Padres Conciliares en el Concilio Vaticano I
Bibliografía[editar]
Giacomo Martina, La Chiesa nell'età del assolutismo, del liberalismo, del totalitarismo: Da Lutero ai
nostri giorni, Morcelliana, Brescia 1970.
Juan María Laboa, Historia de la Iglesia. Edad Contemporánea, BAC, Madrid 2004, ISBN 84-7914-
425-4.
Giuseppe Alberigo, Storia dei concili ecumenici, Queriniana, Brescia 1990, ISBN 88-399-0088-8
Enlaces externos[editar]
Denzinger: Concilio Vaticano I
Concilio Vaticano I en la Enciclopedia Católica
Predecesor:
Concilio de Trento
1545-1563
Concilio Vaticano I
8 de diciembre de 1869-20 de octubre de 1870 Sucesor:
Concilio Vaticano II
11 de octubre de 1962-8 de diciembre de 1965
Categorías: Concilios ecuménicosTeología cristiana del siglo XXPolítica en 1869Política en
1870Iglesia católica en 1869Iglesia católica en 1870
Evangelio según San Mateo, capítulo 28, versículos del 16 al 20
5 de Junio de 2011
Ascensión del Señor
Aparición de Jesús en Galilea
16. Los once discípulos fueron, pues a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús.
17. Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron.
18. Y llegándose Jesús les habló, diciendo: "Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la
tierra.
19. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo;
20. enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy
todos los días, hasta la consumación del siglo".
COMENTARIO
19. Véase 10, 6 y nota.
20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús fueron
completadas, según lo anunciara Él mismo (cf. Juan 16, 13), por el Espíritu Santo, que inspiró a los
apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo Testamento. De esta manera, según
se admite unánimemente (cf. I Tim. 6, 3 y 20), la Revelación divina quedó cerrada con la última
palabra del Apocalipsis. "Erraría, pues, quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a
crear o enseñar verdades nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición
escrita en la Biblia, sea por tradición oral de los mismos apóstoles". Se entiende así cómo la
Jerarquía eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una
predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la misión del
tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y de una universidad
encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar otros, sino al contrario,
guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni se aumente. De ahí, como lo dice
Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano conozca en sus fuentes primarias ese
depósito de la Revelación divina, ya que, según declara el mismo Pontífice, "muy pocas cosas hay
cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en
las que sea unánime la sentencia de los santos Padres" (Enc. "Divino Afflante").
FUERZAS RENOVADAS
Isaías 40:30-31
¿Cuándo fue la última vez que corriste durante el entrenamiento y tus piernas parecían unos
fideos? ¿Deseaste tener alas para volar? ¿Anhelaste piernas nuevas que nunca se cansan?
¿Dónde se puede encontrar nueva fuerza y vigor para la competición hoy? La Biblia tiene la
solución.
En el libro del profeta llamado Isaías en el capítulo 40 y versículos 30 al 31 dice, “Aun los jóvenes
se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se
cansarán.” Todo el mundo se cansa, aun los mejores se sienten agotados. La promesa es que no
tenemos que sentirnos abrumados por la fatiga, sino que podemos volar bien alto, mas allá de
nuestros límites.
¿Cómo funciona esto? Él dice aquí que los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas. El
confiar es ver una fuente de poder fuera de nosotros. Aun cuando te cansas, cuando estás sin
aliento, cuando tus piernas se derriten; confía y sigue adelante
Confía en Dios que te devolverá la energía a tus pasos, aliento a tus pulmones, enfoque en la
visión, poder a los brazos. Sobre todo confía en Él para que te renueve la fe, la esperanza y el
amor en tu corazón.
Juega hoy con la confianza que tienes la fuente inagotable de poder. Juega con la fuerza que se
renueva a cada minuto.
El Plan de Lectura Bíblica:
Lucas 11:1-13
1 Tesalonicenses 5:1-11
2 Crónicas 10-12
saías 40Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Jehová consuela a Sion
40 Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.
2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es
perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.
3 Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a
nuestro Dios.
4 Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se
allane.
5 Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová
ha hablado.
6 Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba,
y toda su gloria como flor del campo.
7 La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente
como hierba es el pueblo.
8 Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
9 Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de
Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: !!Ved aquí al Dios vuestro!
10 He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su
recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.
11 Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará;
pastoreará suavemente a las recién paridas.
El incomparable Dios de Israel
12 ¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó
el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?
13 ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?
14 ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó
ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?
15 He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo
en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
16 Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio.
17 Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en
menos que nada, y que lo que no es.
18 ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?
19 El artífice prepara la imagen de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata.
20 El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le
haga una imagen de talla que no se mueva.
21 ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido
enseñados desde que la tierra se fundó?
22 El está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende
los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar.
23 El convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana.
24 Como si nunca hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido sembrados, como si
nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en ellos se secan, y el
torbellino los lleva como hojarasca.
25 ¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.
26 Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a
todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su
dominio.
27 ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios
pasó mi juicio?
28 ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.
29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen;
31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Comentario (Estudio de la Biblia)
Isaías 40:21-31
COMENTARIO (Estudio de la Biblia):
EL CONTEXTO:
El libro de Isaías se trata del exilio en Babilonia, que empezó en el año 586 a.C. cuando
Nabucodonosor II de Babilonia destruyó Jerusalén y el templo y esclavizó al pueblo judío. El exilio
acabó en 539 a.C. cuando Ciro de Persia permitió que los judíos regresaran a Jerusalén y
reconstruyeran el templo. El libro de Isaías deja claro que Nabucodonosor funcionó como
instrumento de Dios para castigar al pueblo judío por sus pecados, como también Ciro fue
instrumento de Dios para liberarlo – para su redención.
La opinión erudita se encuentra dividida en cuanto a la autoría de este libro. Unos creen que un
solo hombre escribió el libro completo, y que parte del libro presagia eventos que tomaron lugar
mucho después de su muerte. Otros creen que un autor escribió capítulos 1-39, que un segundo
autor escribió capítulos 40-55, y que un tercer autor escribió capítulos 56-66.
Sin embargo, todos concuerdan que en capítulo 40 empieza un nuevo énfasis. Capítulos 1-39
constan de una advertencia del juicio de Dios si la gente confía más en líderes seculares que en
Dios. Capítulos 40-50 realzan la promesa de redención para un pueblo sometido al juicio del cual
el profeta les había advertido en capítulos anteriores. Capítulos 56-66 relatan el regreso de los
judíos a Jerusalén y la reconstrucción de la ciudad y su templo.
Isaías 40:1-11 empieza el capítulo con una promesa de consuelo y liberación. Estos versículos
garantizan las promesas del pacto de Yahvé, diciendo, “la palabra del Dios nuestro permanece
para siempre” (v. 8). Revelan a Yahvé como pastor que alimenta su rebaño y lleva los corderos en
brazos (v. 11).
Versículos 12-26 prometen que Yahvé tiene el poder necesario para liberar a su pueblo. Estos
versículos empiezan con una serie de preguntas como “¿Quién midió las aguas con su puño,” que
les recuerdan a los exiliados de la majestad de Dios. Dicen que “las naciones son reputadas como
la gota de un acetre” (v. 15) y los habitantes de la tierra, desde la perspectiva de Yahvé, “son como
langostas” (v. 22). Estos versículos invitan a los exiliados a que alcen los ojos al cielo y sepan que
Yahvé conoce el nombre de cada estrella – y que cada estrella toma su lugar según la orden de
Yahvé (v. 26).
Versículos 27-31 prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las
alas como águilas” (v. 31).
Entonces, estos versículos son un llamamiento para que los exiliados vuelvan a la fe mientras se
encuentran sumergidos en la humillación de la servidumbre que viven cada día – la servidumbre
que han soportado casi cinco décadas. Estos exiliados saben que no ejercen ningún poder sobre la
nación dominante de Babilonia. Este capítulo les asegura que Yahvé no es impotente. Yahvé tiene
la voluntad y el poder de redimirles.
ISAÍAS 40:21-24. ¿NO SABÉIS? ¿NO HABÉIS OÍDO?
21¿No sabéis?
¿No habéis oído?
¿Nunca os lo han dicho desde el principio?
¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó?
22El está asentado sobre el globo de la tierra,
cuyos moradores son como langostas:
él extiende los cielos como una cortina,
tiéndelos como una tienda para morar:
23El torna (hebreo: no•ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos (hebreo: ro•zenim),
y á los que gobiernan (hebreo: so•pete) la tierra hace como cosa vana (hebreo: to•hu).
24Como si nunca fueran plantados,
como si nunca fueran sembrados,
como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra;
así que sopla en ellos se secan,
y el torbellino los lleva como hojarascas.
“¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido
enseñados desde que la tierra se fundó?” (v. 21). En este capítulo, a veces es difícil saber quién
está hablando y a quién se dirige. En estos versículos, el que habla puede ser Yahvé, el anfitrión
celestial, o el profeta. La gente a quien se dirige son los exiliados – el pueblo judío en Babilonia.
En este versículo, la voz hace cuatro preguntas retóricas para recordarles a los exiliados que ya
conocen a Yahvé – que han sabido de Yahvé a través de sus escrituras y sus profetas y su historia.
Estas preguntas les recuerdan a los exiliados de lo que se les ha dicho desde el principio – desde
que la tierra se fundó – desde el momento en que “En el principio crió Dios los cielos y la tierra.”
Ellos saben que Dios dijo, “Sea la luz” y hubo luz” (Génesis 1:1-3). Entienden el poder de la palabra
creadora de Dios.
Se saben la historia y son capaces de recitar los pasos de la creación. Saben que Dios creó la vida
humana el último día de la creación – y “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno
en gran manera” (Génesis 1:31). Saben del pecado y sus comienzos en el jardín de Edén (Génesis
3), y el lugar que el pecado ocupa en sus propias vidas.
Saben de la llamada de Dios a Abram – y del pacto que Dios hizo con Abram (Génesis 12:1-3).
Saben del nacimiento de Israel en Egipto – de los cuatro siglos de servidumbre que los
descendientes de Jacob tuvieron que soportar en Egipto. Saben de Moisés – de como Dios le
utilizó para liberar a su pueblo.
Saben de cómo los israelitas pecaron en el desierto y fueron forzados a soportar cuarenta años
errando por esa tierra que la mayoría de nosotros llamaría “maldita” – pero esa tierra no era
maldita para nada. Saben que Dios guió a su pueblo por el desierto con una columna de humo
durante el día y una columna de fuego durante la noche. Saben que les alimentó con mana del
cielo y agua de una roca.
Saben que Dios permitió a Israel entrar en la Tierra Prometida y establecer allí una nación. Saben
que los israelitas no se sentían satisfechos porque no tenían ningún rey humano como las otras
naciones – que rechazaron la realeza de Dios y exigieron un rey humano. Sabían que sus reyes
humanos les mataban – y les fallaban.
Saben que Israel rechazó los consejos de los profetas de Dios – que prefirieron confiar en alianzas
entre naciones sin Dios en lugar de confiar en Yahvé. Saben que eso resultó en la destrucción de
Jerusalén y en la esclavitud de sus habitantes – la esclavitud de estos exiliados a quienes ahora se
dirige.
¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio? ¡Sí! ¿Lo han entendido desde
la fundación de la tierra? ¡Sí! ¡Claro que sí!
Pero necesitan que alguien se lo recuerde. Necesitan recordar que Dios ha sido poderoso y fiel de
principio a fin. Necesitan recordar las circunstancias que les llevaron a su esclavitud. Necesitan
recordar que Israel ha sufrido antes y que ese sufrimiento no fue el fin – que Dios les liberó – les
redimió – les guió de nuevo. Necesitan recordar todas estas cosas, porque Dios está a punto de
hacerlo otra vez. Puede parecer que sus vidas no tienen esperanza, pero ese no es el caso para
nada.

Si estos exiliados dependieran de su propia fuerza, serían esclavos para siempre. Pero no
dependen de su propia fuerza, sino de la fuerza de Dios.
Los próximos versículos les dan a estos exiliados la perspectiva de Dios – les aseguran que Yahvé
“á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza” (v. 26) –
prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; (y) levantarán las alas como
águilas” (v. 31).
¡Águilas, ni más ni menos! Cuanto han envidiado estos exiliados a las águilas por su libertad y
poder. Cuánto han soñado en tener alas para volar lejos de su encarcelación. Cuánto han
deseado poder volar sobre la tierra majestuosamente y alejarse del alcance de sus captores.
Pero el poder de las águilas no es nada comparado con el de Yahvé – y es Yahvé el que está a
punto de fortalecer a estos exiliados. Esa es la promesa.
¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio – desde la fundación de la
tierra? ¡Sí! Pero necesitan recordarlo. Estas cuatro preguntas les hacen recordar.
“Él está asentado sobre el globo de la tierra” (v. 22a). Yahvé está sentado sobre el globo de la
tierra. No hay razón por la que pensar que esto sea una explicación astronómica de la tierra o un
sistema solar centrado en el sol en lugar de la tierra. Quizá refleja la manera que ellos piensen de
un horizonte que parece medio círculo.
Pero lo más importante aquí no es “el globo de la tierra” sino que “Él está asentado sobre” el
globo de la tierra – Yahvé, su Dios – Yahvé, el que tiene el poder y la voluntad para redimirles.
¿Conocen a este Yahvé? Sí, le conocen. ¿Saben que Yahvé está sentado sobre la tierra? Sí, lo
saben, pero necesitan recordarlo.
“cuyos moradores son como langostas” (v. 22b). La última vez que oímos de langostas fue cuando
el pueblo de Israel envió exploradores a la Tierra Prometida para ver qué tipo de oposición les
esperaba al entrar en la Tierra Prometida. Estos exploradores regresaron y reportaron lo
siguiente:
“Nosotros llegamos á la tierra á la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este
es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y
fuertes… La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga á sus moradores; y
todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de grande estatura… También vimos allí
gigantes…, y éramos nosotros, á nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos á ellos”
(Números 13:27-28, 32-33).
Entonces, habiendo olvidado que podían contar con el poder de Dios, la gente se quejó contra
Moisés y Aarón diciendo, “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; ó en este desierto ojalá
muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová á esta tierra para caer á cuchillo y que nuestras mujeres y
nuestros chiquitos sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos á Egipto?” (Números 14:2-3).
Estos exiliados judíos conocen muy bien estas historias. Podemos estar seguros de que al oír,
“cuyos moradores son como langostas,” lo primero qué pensarían sería la historia del libro de
Números – una historia de una fe débil o inexistente – una historia de quejas repetidas mientras
Israel erraba por el desierto. No es una historia de orgullo, sino de tristeza – una historia que
decepciona – una historia de falta de fe.
Pero ahora cuando oyen, “cuyos moradores son como langostas,” no están oyendo la voz de unos
exploradores infieles. Es la voz de la fe que les asegura que todo ser humano, desde la perspectiva
de Dios, parece un saltamontes. Desde el cielo, Dios puede ver a todos como si fueran insectos –
el pueblo de Israel y el pueblo de Babilonia – regidos y regidores – esclavos y reyes. Lo que ocurra
ahora no depende de esclavos ni reyes, sino de Yahvé. Un repentino pisoteo del pie de Dios
destruiría Babilonia en un instante – y eso es lo que pronto pasará cuando Ciro de Persia derrote
Babilonia – una derrota fácil y decisiva, posible solo por la gracia de Dios. Este será el primer paso
en el plan de Dios para liberar a los exiliados judíos.
Entonces, ¡no se preocupen exiliados! Están en manos de Dios. No son langostas. En los ojos de
Dios, la langosta es el rey de Babilonia.
“él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar” (v. 22c). Esta es
otra manera de medir la majestad de Yahvé. Yahvé “está asentado sobre el globo de la tierra” (v.
22a) y “extiende los cielos como una cortina” (v. 22c). En manos de Yahvé, los cielos no son más
que un pedazo de tela que él mueve de aquí para allá según desee. Yahvé extiende la tela de los
cielos para formar una tienda – los cielos son la morada de Yahvé.
No es que los cielos no tengan importancia. “Dios crió los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), por lo
tanto deben ser importantes. Pero este versículo le da perspectiva a los cielos. Son parte del
orden creado – nada más.
“El torna (no•ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos” (ro•zenim) (v. 23a). Fíjese en el humor
de este versículo. Es el equivalente de ascender una persona incapaz a un puesto sin
responsabilidad – a un puesto vacío. En el mundo empresarial, esto ocurre mucho cuando
despedir a alguien sería vergonzoso o peligroso. Lo que hacen los jefes de la corporación es
asignar a esa persona a un rincón – a menudo con un salario más alto (para que la persona no se
queje) – a una esquinita donde no haya nada que hacer.
Yahvé, claro, no teme resistencia. Cuando hizo al rey de Babilonia regidor de estos exiliados
cumplió con su propósito. El pueblo judío pecó y este exilio es parte de su castigo. Pero, aunque
sea largo, este exilio terminará pronto. Si Yahvé tiene el poder de nombrar reyes (y lo hace),
entonces también tiene el poder de quitar esa misma autoridad – de hacer que el rey rija sobre
nada y nadie.
“y á los que gobiernan (so•pete) la tierra hace como cosa vana” (to•hu) (v. 23b). Esta
palabra,so•pete, a menudo se traduce “jueces,” pero con un significado más amplio que se refiere
a cualquiera que esté en un puesto de autoridad – cualquiera que haga o mantenga las reglas que
gobiernan la sociedad. Ejercer un puesto así puede resultar en un ego inflado. Personas en
puestos así suelen ejercer control sobre gran cantidad de recursos. Hacen reglas que afectan a
miles y hasta millones de personas. Se acostumbran a tener los mejores asientos en eventos
públicos. Otras personas buscan su ayuda para trabajos o contratos.
Pero Yahvé tiene el poder de causarles to•hu – caos, confusión, dejarles en la nada. El Señor que
da también quita. Ningún regidor tiene su puesto garantizado, excepto aquél a quien Yahvé
favorece. Un joven que trabaja en su garaje u otro joven que trabaja con ordenadores pero con
un sistema primitivo pueden darle competencia a IBM. Un par de estudiantes de Stanford y unos
cuantos algoritmos pueden retar al poderoso Microsoft. Así también Yahvé puede hacer arrodillar
al gran regidor de Babilonia.
“Como si nunca fueran plantados, como si nunca fueran sembrados, como si nunca su tronco
hubiera tenido raíz en la tierra; así que sopla en ellos se secan, y el torbellino los lleva como
hojarascas” (v. 24). Estos exiliados eran, entre otras cosas, trabajadores de las viñas. Estaban
acostumbrados a los vientos siroco que soplaban del desierto – calientes y secos – que secaban la
humedad de las viñas y viñeros por igual. Una viña recién plantada, joven y tierna, no tenía
defensa alguna contra estos vientos. Pronto marchitaba y moría en el calor y el viento se llevaba
sus hojas.
Así es que Yahvé es capaz de soplar caliente y seco sobre un rey, y el rey verá como su poder (y
posiblemente su vida) marchita y muere.
ISAÍAS 40:25-26. ¿A QUÉ PUES ME HARÉIS SEMEJANTE?
25¿A qué pues me haréis semejante,
ó seré asimilado? dice el Santo (hebreo: qa•dos)
26Levantad en alto vuestros ojos,
y mirad quién crió estas cosas:
él saca por cuenta su ejército(hebreo: seba•am):
á todas llama por sus nombres;
ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud.
“¿A qué pues me haréis semejante, ó seré asimilado?” (v. 25a). Hace unos versículos la voz hacía
una pregunta parecida: “¿A qué pues haréis semejante á Dios, ó qué imagen le compondréis? El
artífice apareja la imagen de talla, el platero le extiende el oro, y le funde cadenas de plata. El
pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se corrompa; búscase un maestro sabio, que le haga
una imagen de talla que no se mueva” (vv. 18-20).
Cuan ridículo es pensar que un pedazo de madera o plata u oro – hechos por manos humanas –
destinados a caer – podría ser un rival para Yahvé.
Ahora habla la voz de Dios y hace el mismo tipo de pregunta. ¿A quién podemos comparar con
Yahvé? ¿Quién es su igual? Claramente, la respuesta a ambas preguntas es “¡Nadie! ¡Nadie se
compara a Yahvé! ¡Nadie se iguala a Yahvé!”
De nuevo, estas preguntas retóricas nos recuerdan de lo que los exiliados ya saben. Pero,
habiendo pasado tanto tiempo en servidumbre, han estado tentados a olvidarse de las promesas
de Dios – o a preguntarse si serían verdad. Como todos que pasan por un juicio muy largo, han
llegado a preguntarse si Dios existe de verdad. Si existe de verdad, ¿por qué no hace algo? ¿Es
que le falta el poder para hacerlo – o la voluntad – o ambos? ¿Ha abandonado Israel? ¿Ha decidido
abrogar el pacto que estableció hace tanto tiempo con Abram? ¿Se quedarán en Babilonia para
siempre? ¿Hay alguna esperanza?
Entonces Yahvé contesta sus preguntas con otras preguntas – preguntas que les recuerdan de la
preeminencia de Dios en el universo.
“dice el Santo” (qa•dos) (v. 25b). “Santo” y “el Santo de Israel” son títulos específicos para Yahvé
en el libro de Isaías (1:4; 5:19, 24; 10:17, 20; 12:6; 17:7; 29:19, 23; 30:11, 15; 31:1; 37:23; 41:14,
16, 20; 43:3, 14-15; 45:11; 47:4; 48:17; 49:7; 54:5; 55:5; 60:9, 14).
A Yahvé le distingue la santidad (Salmo 99:3, 9), la cual tiene dos manifestaciones:
La primera es su separación – separación de lo ordinario. Yahvé es el Creador. Todo lo demás es
lo que creó. La gente no debe confundir el Creador con lo creado, como hacen unos que alaban
planetas o árboles o ídolos o cualquier otra cosa que solo forma parte de la creación del Creador.
Lo que se hace santo al asociarse con Yahvé también posee la cualidad de separación. Varios
objetos y personas fueron ungidos o apartados para cumplir algún propósito santo. Estos incluían
el tabernáculo (Éxodo 40:9) y su mobiliario (40:10-11). También incluían profetas (1 Reyes 19:16;
1 Crónicas 16:22; Salmo 105:15) y sacerdotes (Éxodo 28:41; 29:7; Levítico 8:12; 21:10) y reyes (1
Samuel 10:1).
La segunda manifestación de la santidad de Yahvé es su perfección moral. Yahvé actúa con
justicia, honra sus pactos y en toda manera hace lo justo y santo (Isaías 5:16).
La santidad de Yahvé hace santo todo aquello que se asocia con él. Israel es un pueblo santo,
porque el Santo ha hecho un pacto con ellos (Deuteronomio 7:6; 26:19; Jeremías 2:3). Yahvé dice,
“Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:2). En el Antiguo
Testamento esto requería dos cosas de Israel. La primera era su adherencia a la ley del Torá. La
segunda era la santidad interna exigida por los profetas – una santidad que se manifiesta al tratar
a otros con justicia y al mostrar compasión por los necesitados.
La tierra donde Israel reside es santa (Zacarías 2:12). Jerusalén es la ciudad santa (Nehemías 11:1,
18; Isaías 48:2; 52:1). El templo es santo (1 Crónicas 29:3), igual que lo son la montaña donde está
el templo (Isaías 11:9; 56:7), las ofrendas del templo (Levítico 7:1) y la vestimenta de los
sacerdotes (Levítico 16:4). El sábado, el día apartado para alabanza, es santo (Génesis 2:3; Éxodo
20:8; Isaías 58:13). Todos éstos son santos por asociarse con El Santo.
“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas” (v. 26a). ¿Mirad qué?
Seguramente los cielos con todos sus cuerpos celestiales, el sol, la luna, los planetas, y las
estrellas. Antes de existir la electricidad, los cielos eran oscuros por la noche ya que no había la
contaminación de luz eléctrica que hoy hace difícil ver las estrellas en toda su gloria.
De nuevo tenemos una pregunta retórica – diseñada para recordarles de lo que ya saben. “¿Quién
crió estas cosas?” ¿Quién creó el sol, la luna, los planetas, y las estrellas? Ya hacía mucho tiempo
se le había revelado a esta gente el hecho que “crió Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1) – y la
noche y el día (Génesis 1:4-5) y la expansión que “apartó las aguas que estaban debajo de la
expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión” (Génesis 1:7) – y “las dos grandes
lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que
señorease en la noche: hizo también las estrellas” (Génesis 1:16). Los exiliados han oído estos
versículos desde su niñez. Seguramente los saben de memoria. Solo necesitan que alguien les
recuerde que los saben – y ése es el propósito de esta pregunta retórica, “¿quién crió estas
cosas?”
Es de particular importancia que estos exiliados recuerden que Dios creó estos cuerpos celestiales.
Se encuentran rodeados de gente que alaba el sol y la luna y las estrellas. Pero estos cuerpos
celestiales no son dioses, sino parte de la creación de Dios.
“él saca por cuenta su ejército (seba•am – de saba): á todas llama por sus nombres” (v. 26b). Esta
palabra, saba, tiene que ver con servicio o servidumbre, y puede referirse al servicio militar
(Números 1:3; 1 Samuel 17:55) (Baker y Carpenter, 934). Entonces, aquí tenemos a Yahvé
reuniendo a todos los cuerpos celestiales según su rango – cada uno en su lugar asignado –
perfectamente ordenados.
Ningún ser humano jamás podría contar todas las estrellas – cada vez que pensamos que las
hemos visto todas se descubren otras nuevas – y mientras nacen estrellas nuevas estrellas viejas
mueren. Pero Yahvé puede numerarlas – y lo hace.
Yahvé no llama las estrellas por número, sino por nombre. En esa cultura, los nombres tienen más
significado que en la nuestra. El nombre incorpora parte del carácter de la persona que lo lleva, y
saber el nombre de la persona es conocerla. Al llamar por nombre a los cuerpos celestiales, Yahvé
muestra su íntima sabiduría de todas las cosas que ha creado y ubicado en los cielos.
“ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud” (v. 26c). Ninguna estrella se
atrevería a abandonar, porque Yahvé (1) tiene su número (2) sabe su nombre (3) es demasiado
poderoso para ignorar.
ISAÍAS 40:27-31. ¿POR QUÉ DICES, “MI CAMINO ES ESCONDIDO DE JEHOVÁ?”
27¿Por qué dices, oh Jacob,
y hablas tú, Israel:
Mi camino es escondido de Jehová,
y de mi Dios pasó mi juicio (hebreo: mis•pat)?
28¿No has sabido,
no has oído
que el Dios del siglo es Jehová,
el cual crió los términos de la tierra?
No se trabaja, ni se fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay quien lo alcance.
29El da esfuerzo al cansado,
y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
30Los mancebos se fatigan y se cansan,
los mozos flaquean y caen:
31Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas (hebreo: ya•hali•pu) fuerzas;
levantarán las alas como águilas,
correrán, y no se cansarán,
caminarán, y no se fatigarán.
“¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel” (v. 27a). Jacob e Israel eran, claro, dos nombres para
el mismo hombre – el hombre cuyo nombre lleva la nación. Yahvé no solo llama por nombre a los
cuerpos celestiales. A éste, su pueblo elegido, también lo llama por nombre.
“Mi camino es escondido de Jehová” (v. 27b). Esto es lo que Jacob/Israel ha estado diciendo. “Mi
camino es escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio.”
Pero esto tiene que ser falso. ¿Cómo podría Yahvé, que sigue a cada uno y a todos los cuerpos
celestiales, perder de vista a su propio pueblo – la gente con quien ha pactado? ¿Cómo podría
Yahvé, que se sabe el camino de cada estrella y asteroide, no saber el camino de su pueblo?
¡Ridículo!
“y de mi Dios pasó mi juicio” (mis•pat) (v. 27c). Esta palabra, mis•pat, tiene que ver con justicia –
algún asunto legal como un juicio o decisión legal. Esta pregunta parece sugerir que los exiliados
creen haber sido tratados de manera injusta. Creen que Dios les ha abandonado y que ha
permitido que se les trate de manera inapropiada. Es decir, acusan a Dios de tratarles
injustamente – algo completamente fuera de carácter para la santidad de Dios, que le requiere
actuar con justicia.
Sin embargo, al hacer esta pregunta, muestran que son ellos los que no tienen consideración.
Muestran una falta de consideración por sus pecados y los pecados de sus padres. No se paran a
pensar de las razones por las que Yahvé les ha dejado sufrir en el exilio.
“¿No has sabido, no has oído?” (v. 28a). De nuevo, dos preguntas retóricas que sirven para
recordarles de lo que ya saben bien.
“que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de la tierra” (v. 28b). Primero, Dios es
eterno. “Y desde el siglo y hasta el siglo, (él es) Dios” (Salmo 90:2). Él fue antes del comienzo y
seguirá después del final.
Segundo, Dios es el que “crió los términos de la tierra.” Él ha creado todo de un punto a otro –
desde donde no podemos ver en una dirección hasta más allá de nuestra capacidad de ver en la
otra dirección. No importa si hablamos de tiempo o espacio, Dios va más allá de nuestro
entendimiento en toda dimensión.
“No se trabaja, ni se fatiga con cansancio” (v. 28c). Igual que Dios no tiene fin en cuanto al tiempo
o el espacio, Dios tampoco tiene fin en cuanto a su energía.
Si tenemos algún concepto de energía ilimitada, tendría que ser nuestro entendimiento del sol.
Nuestra energía personal pasa por altibajos. Nuestros suministros de petróleo y gasolina y otros
recursos naturales disminuyen cada minuto. Sin embargo, el sol brilla hoy igual que lo hizo hace
mil años – o hace un millón de años. Pero astrónomos documentan la muerte de las estrellas,
aunque no a diario, sí con cierta frecuencia. Nuestro sol es una estrella. Llegará el día en que deje
de brillar.
Pero Dios lleva ahí desde antes del sol, y estará ahí mucho después de que el sol se convierta en
ascua negra y fría – o un agujero negro en el espacio. Dios “no se trabaja, ni se fatiga con
cansancio.” Su energía es la misma ayer, hoy, y mañana.
“y su entendimiento no hay quien lo alcance” (v. 28d). Todo lo que tenga que ver con nuestro
Dios infinito va más allá de nuestra capacidad limitada para entenderlo. No podemos entender la
naturaleza eterna de Dios, que se estira desde más allá del tiempo en el comienzo hasta más allá
del tiempo en el final. No podemos comprender el alcance de la creación de Dios, que va más allá
de nuestro horizonte en todas direcciones. No podemos entender la energía infinita de Dios, que
es infinita como lo es todo de Dios. No podemos reducir a Dios a un algoritmo que se puede
analizar con una súper computadora. Dios está mucho más allá de nuestra capacidad de
entenderlo.
¡Pero no está más allá de nuestro conocimiento! Conocer es posible porque Dios se ha dejado
conocer. Se nos ha revelado y podemos conocerle. Simplemente no podemos entender todo de
él (el Creador), como no podemos entender todo de nuestro universo (su creación).
“El da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (v. 29). Dios no se
cansa (v. 28b), pero sí da fuerzas al cansado. No le falta fuerza, pero sí refuerza a los impotentes.
Las escrituras hablan una y otra vez del corazón cariñoso de Dios hacia los vulnerables.
Si se puede decir que Dios pierde la paciencia, sería con aquéllos que parecen fuertes y auto
suficientes. Estas personas son más aptas a poner su fe en su propia fuerza que en la fuerza de
Dios. Tienden hacia el narcisismo – a concentrarse en sus propias preocupaciones sin considerar a
Dios ni al prójimo.
Pero los impotentes – los que se cansan – están más dispuestos a acercarse a Dios de rodillas.
Están más dispuestos a reconocer que necesitan la ayuda de Dios. Habiendo sufrido ellos mismos,
es más probable que entiendan mejor el sufrimiento del prójimo.
En las escrituras, entonces, Dios muestra una preferencia clara por los impotentes – por los que se
cansan. Siempre está dispuesto a ayudar a estas personas y a darles la fuerza que tanto necesitan.
“Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen” (v. 30). Por tercera vez en estos
versículos encontramos la palabra “fatigarse.” Dios no se fatiga (v. 28), pero da fuerzas a los que
se fatigan (v. 29). Ahora nos recuerda que hasta los pequeños se fatigan. Nos sorprende pensar
que los pequeños se fatiguen, porque siempre parece haber una relación inversa entre la edad y la
energía. Niños pequeños siempre se están moviendo. Es mucho trabajo andar detrás de un niño
pequeño. Pero los niños pequeños también se cansan y se fatigan. A veces ocurre tan
rápidamente que es como estar mirando una película en cámara lenta. Primero, el niño está
activo. El niño empieza a sentirse molesto. El niño quiere acurrucarse y chuparse el dedo.
Entonces el niño se duerme profundamente – se fatiga.
Las personas que mejor encarnan la combinación ideal de fuerza y energía son los jóvenes – los
que están entre la adolescencia y los veinticinco años. Nuestros mejores atletas suelen estar entre
estas edades. Si tienen suerte compiten hasta los treinta o cuarenta años – pero eso es la
excepción.
Pero Dios nos recuerda que hasta hombres y mujeres en su edad más fuerte se cansan y se
fatigan. El punto es que nosotros, aún en nuestro mejor momento, tenemos fuerza y energía
limitadas. El profeta nos lo quiere recordar antes de decirnos como podemos renovar nuestra
fuerza.
“Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas (ya•hali•pu) fuerzas” (v. 31a). Los que dependen
en su propia fuerza tienen recursos limitados. Los que esperan al Señor – los que mantienen su fe
ante la adversidad – tienen acceso a infinitos recursos.
Esta palabra, ya•hali•pu, tiene varios significados, incluyendo dejar algo a alguien o cambiar o
renovar. Entonces, podríamos decir que los que esperan al Señor encontrarán que su energía se
renueva cuando Dios les permite cambiar algo de su debilidad por algo de la fuerza del Señor.
“levantarán las alas como águilas” (v. 31b). A menudo tenemos el privilegio de ver águilas volar
delante de nuestra casa – generalmente a lo lejos, pero a veces de cerca. Ayer estábamos
sentados alrededor de la mesa delante de la ventana de la cocina cuando un águila sobrevoló
nuestro jardín entrando y saliendo entre los árboles (quizá Dios hizo esto para mi beneficio,
sabiendo que estaría trabajando hoy en este texto). Fui el primero en verla. Señalé y mi familia se
giró para mirarla. Todos nos asombramos de su tamaño y majestuosidad. Fue uno de esos
momentos que te deja sin aire – como cuando un avión grande truena sobre el tejado – pero esta
águila volaba en silencio.
Hace unos años estábamos visitando un criadero de truchas en los montes de California cuando de
repente un águila bajó y sacó una trucha del agua a pocos metros de nosotros. No teníamos ni
idea de lo que estaba pasando – fue como una explosión repentina. Un peso de plomo no podía
haber bajado tan rápidamente del cielo – era un vuelo poderoso – un águila bombardeando en
picado.
Más tarde nos acordamos de haber oído el sonido de las alas del águila rompiendo el aire – pero
las oímos solo un instante. También nos acordamos del momento en que el águila pegó el agua y
cogió el pez – la explosión. Y pronto el águila estaba de nuevo en el cielo. Todo tomó un par de
segundos. La fuerza del águila era maravillosa y nos dio un poco de miedo. ¿Qué hubiera pasado
si fuera un perro o un gato o un bebé? No hubiéramos tenido defensa ninguna.
Pero el poder de las águilas no es nada comparado con el poder de Yahvé – Yahvé es el que da
fuerzas a quienes le esperan. Esa es la promesa.
“correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán” (v. 31c). Correr y caminar son
parecidos. Ambos nos propulsan por la tierra, y ambos nos cansan. Correr nos cansa antes que
andar – pero ambos resultan en lo mismo – cansancio. Pero aquéllos que esperan al Señor
correrán y caminarán con energía que se renueva. El Señor les hará posible ir más lejos de donde
su energía natural les permita llegar.
Capítulo 50: “He aquí que por vuestras iniquidades habéis sido vendidos”
Publicado el marzo 11, 2010 por Iván SandersonIsaías: Los tiempos del cumplimiento, un
comentario versículo por versículo por Iván D. Sanderson, está disponible en forma impresa en
Deseret Book y Amazon.com y como un e-libro en español y en inglés para Kindle.
Para ver los comentarios de cada capítulo de Isaías, asi como cada introduccion, desplácese hacia
abajo y encuentre, en la columna de la derecha en la pantalla, una lista de todos los capítulos
debajo de la seccion “Categorías“. Haga clic en el capítulo que desea leer ===>
En este capítulo Isaías reconoce que el Señor lo ha bendecido con sabiduría, la capacidad de hablar
palabras oportunas y del don espiritual para oír la voz del Señor; además, que el Señor lo
sostendría a través de la persecución. Al describir estas circunstancias Isaías, utilizándose a sí
mismo como un símbolo, proféticamente describe condiciones similares que influirían el
ministerio mortal del Mesías. Dios el Padre le capacitaría al Salvador, a pesar de la persecución y el
dolor, a cumplir Su misión fundamental. Esta capa de significado más profundo es reconocido en la
nota del encabezado del capítulo en la Biblia SUD: “Isaías habla en lenguaje mesiánico—El Mesías
tendrá lengua de sabios — Entregará Su espalda a los heridores —No será confundido”.[1]
Jacob, el hermano de Nefi, cita el capítulo 50 por completo en el Libro de Mormón.[2] Las
diferencias en la redacción, cuando se presentan, se ponen en letra cursiva. Los Capítulos 48 al 54
se citan por completo o en parte en el Libro de Mormón, en cada caso acompañados con
explicaciones e interpretaciones.[3] La traducción de José Smith (TJS) del Capítulo 50, por lo
general, es paralela a la redacción del Libro de Mormón, con pocas excepciones.[4]
Los versículos 1 al 3 consisten de un litigio. La voz del Señor plantea preguntas retóricas a los hijos
rebeldes de Israel, seguida por una declaración del Señor de la culpabilidad de Israel. El versículo 1
comienza: “Así ha dicho Jehová: ¿Dónde está la carta de divorcio de vuestra madre, con la cual yo
la he repudiado? ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aquí que por
vuestras iniquidades habéis sido vendidos, y por vuestras transgresiones ha sido repudiada vuestra
madre” El significado de estas preguntas es: ¿Por qué han sido acortadas las bendiciones del
Señor, como si el Señor hubiera repudiado a Su pueblo del convenio? El Señor provee las
respuestas: “He aquí que por vuestras iniquidades habéis sido vendidos, y por vuestras
transgresiones ha sido repudiada vuestra madre”. Jacob, en el Libro de Mormón, comienza su cita
con las siguientes palabras introductorias: “Sí, porque esto dice el Señor: ¿Te he repudiado yo, o te
he echado de mi lado para siempre?” Jacob continúa, diciendo: “Pues así dice el Señor: ¿Dónde
está la carta de divorcio de tu madre? ¿A quién te he abandonado, o a cuál de mis acreedores te
he vendido? Sí, ¿a quién te he vendido?…”[5] El Señor no acorta caprichosamente Sus bendiciones
a Su pueblo del convenio, sino que ellos mismos traen estas cosas sobre sí mismo por la maldad.
Sin embargo, el Señor no cesa de afirmar a Israel como su pueblo del convenio, a pesar de su
apostasía.
El versículo 1 contiene un quiasma:
(1) Sí, porque esto dice el Señor: ¿Te he repudiado yo, o te he echado de mi lado para siempre?
Pues así ha dicho Jehová:
A: ¿Dónde está la carta de divorcio de vuestra madre, con la cual yo la he repudiado?
B: ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido?
B: He aquí que por vuestras iniquidades habéis sido vendidos,
A: y por vuestras transgresiones ha sido repudiada vuestra madre.
El lado ascendente del quiasma contiene preguntas acusatorias; el lado descendente contiene la
respuesta del Señor para cada pregunta específica.
El versículo 2 continúa el litigio, presentando otro juego de preguntas retóricas: “¿Por qué cuando
vine no apareció nadie y cuando llamé nadie respondió? ¿Acaso se ha acortado mi mano para no
redimir? ¿No hay en mí poder para librar?” Con estas preguntas el Señor predice Su ser rechazado
por Su pueblo durante Su ministerio terrenal. Al continuar en el versículo 2, las respuestas del
Señor para el juego de preguntas describen manifestaciones de Su poder, las cuales debían de
haber demandado el respeto y la devoción de Su pueblo: “He aquí que con mi reprensión hago
secar el mar; convierto los ríos en desierto; sus peces hieden y mueren de sed por falta de agua”.
El Libro de Mormón registra “Por tanto, cuando vine, no hubo nadie; cuando llamé, nadie
respondió. Oh casa de Israel…”.[6] El pueblo del Señor lo rechaza a pesar de Su gran poder. El
Señor haciendo secar al mar se refiere al abrir el Mar Rojo para permitir que los Israelitas cruzaran
con seguridad cuando huyeron de Egipto,[7] y Su secar de ríos se refiere al detener de las aguas
del Río Jordán a la entrada de Israel en la tierra prometida.[8]
El versículo 3 concluye el litigio, completando la lista de manifestaciones del poder del Señor, que
comenzó en el versículo anterior: “Visto de oscuridad los cielos y hago como cilicio su
cobertura”.[9] Estas declaraciones paralelas describen el poder del Señor para quitar la luz del sol,
de la luna, y de las estrellas, prediciendo acontecimientos que serían manifestados en Su
crucifixión y también antes de Su Segunda Venida.[10] La analogía espiritual es el poder del Señor
para retener la luz de la inspiración y la influencia del Espíritu Santo a los inicuos.[11]
El Señor, al describir su repudio por Su pueblo del convenio al Profeta José Smith, cita
estrechamente a Isaías:
“Por tanto, ésta será la respuesta del Señor a ellos: El día en que vine a los míos, ninguno de
vosotros me recibió, y fuisteis echados fuera. Cuando llamé otra vez, no hubo de vosotros quien
contestara; sin embargo, mi brazo no fue acortado en lo más mínimo para que yo no redimiera, ni
tampoco mi poder para rescatar. He aquí, con mi reprensión seco el mar. Vuelvo los ríos en
desierto; hieden sus peces y mueren de sed. Visto de obscuridad los cielos, y su cubierta hago yo
de cilicio. Y esto os vendrá de mi mano: En angustia yaceréis.
“He aquí, no hay quien os rescate, porque no obedecisteis mi voz cuando os llamé desde los cielos;
no creísteis a mis siervos, y cuando os fueron enviados, no los recibisteis.
“De manera que, sellaron el testimonio y ataron la ley, y vosotros fuisteis entregados a las
tinieblas”.[12]
Esta cita en Doctrina y Convenios, junto con una declaración similar por el Señor en el Nuevo
Testamento en el cual describe acontecimientos que ocurrirán antes de Su Segunda Venida, indica
que esta profecía dada por Isaías pertenece especialmente a los últimos días.[13]
Los versículos 4 al 9 comprenden un cántico de siervo, el tercero de cuatro reconocidos en los
escritos de Isaías.[14] Un cántico de siervo es un salmo en el cual las características de un siervo
del Señor se presentan. Tal como Isaías establece en los cuatro cánticos de siervo, Cristo es el
mejor ejemplo de un siervo, sirviendo fielmente a Su Padre y obedeciéndolo en todas las
cosas.[15] Varios profetas incluso a Isaías[16] también cumplen los criterios de un siervo del
Señor.[17] Otros quienes ejemplifican cualidades cristianas como siervos incluyen a José Smith, el
profeta de la restauración;[18] los santos de los últimos días;[19] la casa de Israel cuando sea
digna;[20]y otros profetas fieles. En los versículos 4 al 9, Isaías se describe simultáneamente a sí
mismo y al Señor Jesucristo como siervos; algunas características se aplican a Isaías, otras a Cristo,
y aún otras características se aplican a ambos, tal como a otros que cumplirían papeles como
siervos de Cristo.
En este cántico de siervo, Isaías describe cómo el Señor lo ha bendecido con la sabiduría, la
habilidad de hablar palabras oportunas, y el don espiritual de poder oír la voz del Señor. Esta
habilidad daría como resultado el ser perseguido en algún tiempo durante su vida—la condición
prevaleciente para un profeta y siervo del Señor. Sin embargo, Isaías disfrutaría de la providencia
del Señor y no sería confundido. Al redactar estas circunstancias, Isaías describe proféticamente
condiciones similares que acosarían al Mesías, Jesucristo, durante Su ministerio terrenal. El Mesías
también hablaría como un erudito, proporcionando palabras oportunas al fatigado. Sería sometido
a la persecución a manos de aquellos que deberían haber sido sus partidarios más fieles. No
obstante, Dios el Padre Lo sostendría a través de la persecución y el dolor, permitiéndole cumplir
Su misión fundamental de salvación.
En el versículo 4, Isaías describe los dones espirituales dados tanto a él como al Mesías: “Jehová el
Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabra oportuna al cansado; despertará
mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios”.[21] El Libro de Mormón
dice “…para saber hablarte en sazón, oh casa de Israel. Cuando estás cansada, él vela de aurora a
aurora…”.[22] Estas declaraciones reflejan tanto las funciones de Isaías como del Mesías como
siervos obedientes—Isaías a Jehová y el Mesías a Dios el Padre. Sin duda, los pasajes como éste
contribuyen a la confusión en la corriente principal del cristianismo moderno con respecto a la
identidad de los tres miembros de la Trinidad; Isaías usa símbolos, no percibidos por muchos de
sus lectores.[23] El que está “cansado” significa Israel, cansado por una carga prodigiosa de
pecados. “Despertará mañana tras mañana” describe que el Señor despierta la comprensión del
siervo-profeta cada mañana, con el mensaje para ser entregado al Israel errante.
En el versículo 5, Isaías continúa con la descripción de sus dones espirituales: “Jehová el Señor me
abrió el oído, y yo no fui rebelde ni me volví atrás”. TJS registra: “Jehová el Señor me designó los
oídos, y yo no fui rebelde ni me volví atrás”.[24] Los oídos del siervo obediente se adaptan a la voz
del Señor.
Los versículos 4 y 5 contienen un quiasma:
A: (4) Jehová el Señor me dio lengua de sabios,
B: para saber hablarte en sazón, oh casa de Israel. Cuando estás cansada,
C: despertará mañana tras mañana,
C: despertará mi oído para que oiga como los sabios.
B: (5) Jehová el Señor me abrió el oído,
A: y yo no fui rebelde ni me volví atrás.
El Señor bendijo a Isaías con dones espirituales inmensurables porque no fue rebelde.
Similarmente, el Señor Jesucristo recibió poder inmenso de Dios el Padre por causa de Su
disposición a hacer todo lo que el Padre le mandare.[25] “Jehová el Señor me dio lengua de
sabios” se compara con “yo no fui rebelde ni me volví atrás”; y “para saber hablarte en sazón, oh
casa de Israel” complementa “Jehová el Señor me abrió el oído”. “Despertará mañana tras
mañana” se complementa con “despertará mi oído para que oiga como los sabios”, revelando el
significado intentado por Isaías que el Señor despierte a Su siervo mañana tras mañana con el
mensaje para ser entregado.
En el versículo 6 se describe la persecución que aguantaría tanto el Mesías como el profeta Isaías:
“Entregué mi espalda a los heridores y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no escondí
mi rostro de injurias ni de esputos”. El Libro de Mormón registra heridor en vez de la forma
plural.[26] Esta profecía de Isaías se cita por escritores del Nuevo Testamento como prediciendo
eventos en el ministerio mortal de Jesucristo.[27] Isaías también sufrió la persecución a manos de
sus detractores.
Mateo, en el Nuevo Testamento, describe la persecución del Señor Jesucristo antes de Su
crucifixión:
“Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
“Entonces les soltó [Pilato] a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
“y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata;
“y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e
hincando la rodilla delante de él, se burlaban de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
“Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza”.[28]
El versículo 6—junto con Isaías 53:3—es celebrado en la obra El Mesías de Händel, parte 2 número
23—Aire para Alto, “Fue despreciado”.
En el versículo 7, el Señor promete que sostendría a Isaías en la persecución: “Porque Jehová el
Señor me ayudará, por tanto no seré confundido; por eso pondré mi rostro como pedernal, y sé
que no seré avergonzado”.[29] Como un símbolo, lo mismo se aplica al Señor Jesucristo; sería
sostenido por Dios el Padre, permitiéndole cumplir Su misión fundamental de salvación.[30]
En el versículo 8, la influencia sustentadora del Señor le da a Isaías la confianza a pesar de la
persecución: “Cerca de mí está el que me justifica; ¿quién contenderá conmigo? Presentémonos
juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí”. “Presentémonos juntos” significa
“acerquémonos el uno al otro” para contender o adjudicar, en respuesta a la declaración previa
“¿quién contenderá conmigo?” Así que las dos declaraciones son paralelas en su significado. El
Libro de Mormón dice: “Y el Señor está cerca, y me justifica. ¿Quién contenderá conmigo?
Presentémonos juntos. ¿Quién es mi adversario? Acérquese a mí, y yo lo heriré con la fuerza de mi
boca”.[31] La persecución sufrida por Isaías, la cual aguantó porque el Señor le fortaleció, es
similar a la influencia sustentadora que Dios el Padre le daría al Señor Jesucristo el poder y la
confianza para poder llevar a cabo Su misión fundamental de salvación.
En el versículo 9 se continúa la descripción de la influencia sustentadora del Señor: “He aquí que
Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos, como ropa de
vestir, se envejecerán; los comerá la polilla”. El Libro de Mormón registra: “Porque el Señor Dios
me ayudará. Y todos los que me condenen, he aquí, todos envejecerán como ropa de vestir, y la
polilla se los comerá”.[32] Los perseguidores de los siervos del Señor caerían víctimas de
consecuencias naturales, habiendo prescindido de la protección del Señor.[33]
Los versículos 7 al 9 contienen un quiasma:
A: (7) Porque Jehová el Señor me ayudará,
B: por tanto no seré confundido;
C: por eso pondré mi rostro como pedernal,
C: y sé que no seré avergonzado.
B: (8) Y el Señor está cerca, y me justifica; ¿quién contenderá conmigo? Presentémonos juntos.
¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí y yo lo heriré con la fuerza de mi boca.
A: (9) He aquí que Jehová el Señor me ayudará; Y todos los que me condenen, he aquí que todos
ellos, como ropa de vestir, se envejecerán; los comerá la polilla.
Este quiasma asegura que el Señor fortalecería a Isaías para poder aguantar la persecución.
“Jehová el Señor me ayudará” es lo mismo que “He aquí que Jehová el Señor me ayudará…”.
El versículo 10 se dirige a los del pueblo que tengan fe: “¿Quién hay entre vosotros que teme a
Jehová y escucha la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz confíe en el nombre
de Jehová y apóyese en su Dios”. El Libro de Mormón omite la frase final de este versículo.[34] El
significado de este versículo se refiere a aquel que anda en la oscuridad y carece de la luz de la
inspiración, que debe aumentar la fe en el Señor, quién entonces lo apoyará. En un capítulo
anterior, Isaías implora: “Venid, oh casa de Jacob, y caminemos a la luz de Jehová”.[35] “Luz” se
refiere a la luz de inspiración, o la influencia del Espíritu Santo. Esta influencia sagrada es un don
del espíritu que se puede obtener solamente por medio del vivir en rectitud.
El versículo 10 contiene un quiasma:
A: (10) ¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová
B: y escucha la voz de su siervo?
C: El que anda en tinieblas
C: y carece de luz
B: confíe en el nombre de Jehová
A: y apóyese en su Dios.
Este quiasma ilustra el principio de que cuando el Señor habla por medio de sus siervos los
profetas, es como si Él mismo pronunciara las palabras.[36] “Que teme a Jehová” tiene el mismo
sentido que “apóyese en su Dios”; y “escucha la voz de su siervo” se complementa con “confíe en
el nombre de Jehová”.
En el versículo 11 Isaías describe el estado de los inicuos: “He aquí, todos vosotros que encendéis
fuego y que os rodeáis de chispas, andad a la luz de vuestro fuego y de las chispas que
encendisteis. De mi mano os vendrá esto: en dolor seréis sepultados”.[37] El fuego encendido es
una metáfora de los inicuos caminando por la luz de su propio entendimiento y no por la guía del
Espíritu.. Aquellos que caminan en la oscuridad espiritual se ven obligados a iluminar su propio
camino por sus propias chispas débiles. La consecuencia es que morirán en dolor, sin el apoyo y
consuelo del Señor.[38]
El Señor, en Doctrina y Convenios, describe la pérdida de la luz espiritual de los que no se
arrepientan: “Y al que no se arrepienta, le será quitada aún la luz que haya recibido; porque mi
Espíritu no luchará siempre con el hombre, dice el Señor de los Ejércitos”.
San Msateo Cap 28 16-20
20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús fueron
completadas, según lo anunciara Él mismo (cf. Juan 16, 13), por el Espíritu Santo, que inspiró a los
apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo Testamento. De esta manera, según
se admite unánimemente (cf. I Tim. 6, 3 y 20), la Revelación divina quedó cerrada con la última
palabra del Apocalipsis. "Erraría, pues, quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a
crear o enseñar verdades nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición
escrita en la Biblia, sea por tradición oral de los mismos apóstoles". Se entiende así cómo la
Jerarquía eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una
predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la misión del
tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y de una universidad
encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar otros, sino al contrario,
guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni se aumente. De ahí, como lo dice
Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano conozca en sus fuentes primarias ese
depósito de la Revelación divina, ya que, según declara el mismo Pontífice, "muy pocas cosas hay
cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en
las que sea unánime la sentencia de los santos Padres" (Enc. "Divino Afflante").
FUERZAS RENOVADAS
Isaías 40:30-31
¿Cuándo fue la última vez que corriste durante el entrenamiento y tus piernas parecían unos
fideos? ¿Deseaste tener alas para volar? ¿Anhelaste piernas nuevas que nunca se cansan?
¿Dónde se puede encontrar nueva fuerza y vigor para la competición hoy? La Biblia tiene la
solución.
En el libro del profeta llamado Isaías en el capítulo 40 y versículos 30 al 31 dice, “Aun los jóvenes
se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se
cansarán.” Todo el mundo se cansa, aun los mejores se sienten agotados. La promesa es que no
tenemos que sentirnos abrumados por la fatiga, sino que podemos volar bien alto, mas allá de
nuestros límites.
¿Cómo funciona esto? Él dice aquí que los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas. El
confiar es ver una fuente de poder fuera de nosotros. Aun cuando te cansas, cuando estás sin
aliento, cuando tus piernas se derriten; confía y sigue adelante.
Confía en Dios que te devolverá la energía a tus pasos, aliento a tus pulmones, enfoque en la
visión, poder a los brazos. Sobre todo confía en Él para que te renueve la fe, la esperanza y el
amor en tu corazón.
Juega hoy con la confianza que tienes la fuente inagotable de poder. Juega con la fuerza que se
renueva a cada minuto.
El Plan de Lectura Bíblica:
Lucas 11:1-13
1 Tesalonicenses 5:1-11
2 Crónicas 10-12
saías 40Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Jehová consuela a Sion


40 Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.
2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es
perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.
3 Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a
nuestro Dios.
4 Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se
allane.
5 Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová
ha hablado.
6 Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba,
y toda su gloria como flor del campo.
7 La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente
como hierba es el pueblo.
8 Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
9 Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de
Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: !!Ved aquí al Dios vuestro!
10 He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su
recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.
11 Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará;
pastoreará suavemente a las recién paridas.
El incomparable Dios de Israel
12 ¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó
el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza y con pesas los collados?
13 ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?
14 ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó
ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?

15 He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo
en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
16 Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio.
17 Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en
menos que nada, y que lo que no es.
18 ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?
19 El artífice prepara la imagen de talla, el platero le extiende el oro y le funde cadenas de plata.
20 El pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se apolille; se busca un maestro sabio, que le
haga una imagen de talla que no se mueva.
21 ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido
enseñados desde que la tierra se fundó?
22 El está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende
los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar.
23 El convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana.
24 Como si nunca hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido sembrados, como si
nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en ellos se secan, y el
torbellino los lleva como hojarasca.
25 ¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.
26 Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a
todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su
dominio.
27 ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios
pasó mi juicio?
28 ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.

29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.


30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen;
31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Comentario (Estudio de la Biblia)
Isaías 40:21-31
El libro de Isaías se trata del exilio en Babilonia, que empezó en el año 586 a.C. cuando
Nabucodonosor II de Babilonia destruyó Jerusalén y el templo y esclavizó al pueblo judío. El exilio
acabó en 539 a.C. cuando Ciro de Persia permitió que los judíos regresaran a Jerusalén y
reconstruyeran el templo. El libro de Isaías deja claro que Nabucodonosor funcionó como
instrumento de Dios para castigar al pueblo judío por sus pecados, como también Ciro fue
instrumento de Dios para liberarlo – para su redención.
La opinión erudita se encuentra dividida en cuanto a la autoría de este libro. Unos creen que un
solo hombre escribió el libro completo, y que parte del libro presagia eventos que tomaron lugar
mucho después de su muerte. Otros creen que un autor escribió capítulos 1-39, que un segundo
autor escribió capítulos 40-55, y que un tercer autor escribió capítulos 56-66.
Sin embargo, todos concuerdan que en capítulo 40 empieza un nuevo énfasis. Capítulos 1-39
constan de una advertencia del juicio de Dios si la gente confía más en líderes seculares que en
Dios. Capítulos 40-50 realzan la promesa de redención para un pueblo sometido al juicio del cual
el profeta les había advertido en capítulos anteriores. Capítulos 56-66 relatan el regreso de los
judíos a Jerusalén y la reconstrucción de la ciudad y su templo.
Isaías 40:1-11 empieza el capítulo con una promesa de consuelo y liberación. Estos versículos
garantizan las promesas del pacto de Yahvé, diciendo, “la palabra del Dios nuestro permanece
para siempre” (v. 8). Revelan a Yahvé como pastor que alimenta su rebaño y lleva los corderos en
brazos (v. 11).
Versículos 12-26 prometen que Yahvé tiene el poder necesario para liberar a su pueblo. Estos
versículos empiezan con una serie de preguntas como “¿Quién midió las aguas con su puño,” que
les recuerdan a los exiliados de la majestad de Dios. Dicen que “las naciones son reputadas como
la gota de un acetre” (v. 15) y los habitantes de la tierra, desde la perspectiva de Yahvé, “son como
langostas” (v. 22). Estos versículos invitan a los exiliados a que alcen los ojos al cielo y sepan que
Yahvé conoce el nombre de cada estrella – y que cada estrella toma su lugar según la orden de
Yahvé (v. 26).
Versículos 27-31 prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las
alas como águilas” (v. 31).
Entonces, estos versículos son un llamamiento para que los exiliados vuelvan a la fe mientras se
encuentran sumergidos en la humillación de la servidumbre que viven cada día – la servidumbre
que han soportado casi cinco décadas. Estos exiliados saben que no ejercen ningún poder sobre la
nación dominante de Babilonia. Este capítulo les asegura que Yahvé no es impotente. Yahvé tiene
la voluntad y el poder de redimirles.
ISAÍAS 40:21-24. ¿NO SABÉIS? ¿NO HABÉIS OÍDO?

21¿No sabéis?
¿No habéis oído?
¿Nunca os lo han dicho desde el principio?
¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó?
22El está asentado sobre el globo de la tierra,
cuyos moradores son como langostas:
él extiende los cielos como una cortina,
tiéndelos como una tienda para morar:
23El torna (hebreo: no·ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos (hebreo: ro·zenim),
y á los que gobiernan (hebreo: so·pete) la tierra hace como cosa vana (hebreo: to·hu).
24Como si nunca fueran plantados,
como si nunca fueran sembrados,
como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra;
así que sopla en ellos se secan,
y el torbellino los lleva como hojarascas.

“¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido
enseñados desde que la tierra se fundó?” (v. 21). En este capítulo, a veces es difícil saber quién
está hablando y a quién se dirige. En estos versículos, el que habla puede ser Yahvé, el anfitrión
celestial, o el profeta. La gente a quien se dirige son los exiliados – el pueblo judío en Babilonia.

En este versículo, la voz hace cuatro preguntas retóricas para recordarles a los exiliados que ya
conocen a Yahvé – que han sabido de Yahvé a través de sus escrituras y sus profetas y su historia.
Estas preguntas les recuerdan a los exiliados de lo que se les ha dicho desde el principio – desde
que la tierra se fundó – desde el momento en que “En el principio crió Dios los cielos y la tierra.”
Ellos saben que Dios dijo, “Sea la luz” y hubo luz” (Génesis 1:1-3). Entienden el poder de la palabra
creadora de Dios.

Se saben la historia y son capaces de recitar los pasos de la creación. Saben que Dios creó la vida
humana el último día de la creación – y “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno
en gran manera” (Génesis 1:31). Saben del pecado y sus comienzos en el jardín de Edén (Génesis
3), y el lugar que el pecado ocupa en sus propias vidas.

Saben de la llamada de Dios a Abram – y del pacto que Dios hizo con Abram (Génesis 12:1-3).
Saben del nacimiento de Israel en Egipto – de los cuatro siglos de servidumbre que los
descendientes de Jacob tuvieron que soportar en Egipto. Saben de Moisés – de como Dios le
utilizó para liberar a su pueblo.
Saben de cómo los israelitas pecaron en el desierto y fueron forzados a soportar cuarenta años
errando por esa tierra que la mayoría de nosotros llamaría “maldita” – pero esa tierra no era
maldita para nada. Saben que Dios guió a su pueblo por el desierto con una columna de humo
durante el día y una columna de fuego durante la noche. Saben que les alimentó con mana del
cielo y agua de una roca.

Saben que Dios permitió a Israel entrar en la Tierra Prometida y establecer allí una nación. Saben
que los israelitas no se sentían satisfechos porque no tenían ningún rey humano como las otras
naciones – que rechazaron la realeza de Dios y exigieron un rey humano. Sabían que sus reyes
humanos les mataban – y les fallaban.

Saben que Israel rechazó los consejos de los profetas de Dios – que prefirieron confiar en alianzas
entre naciones sin Dios en lugar de confiar en Yahvé. Saben que eso resultó en la destrucción de
Jerusalén y en la esclavitud de sus habitantes – la esclavitud de estos exiliados a quienes ahora se
dirige.

¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio? ¡Sí! ¿Lo han entendido desde
la fundación de la tierra? ¡Sí! ¡Claro que sí!

Pero necesitan que alguien se lo recuerde. Necesitan recordar que Dios ha sido poderoso y fiel de
principio a fin. Necesitan recordar las circunstancias que les llevaron a su esclavitud. Necesitan
recordar que Israel ha sufrido antes y que ese sufrimiento no fue el fin – que Dios les liberó – les
redimió – les guió de nuevo. Necesitan recordar todas estas cosas, porque Dios está a punto de
hacerlo otra vez. Puede parecer que sus vidas no tienen esperanza, pero ese no es el caso para
nada.

Si estos exiliados dependieran de su propia fuerza, serían esclavos para siempre. Pero no
dependen de su propia fuerza, sino de la fuerza de Dios.

Los próximos versículos les dan a estos exiliados la perspectiva de Dios – les aseguran que Yahvé
“á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza” (v. 26) –
prometen que “los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; (y) levantarán las alas como
águilas” (v. 31).

¡Águilas, ni más ni menos! Cuanto han envidiado estos exiliados a las águilas por su libertad y
poder. Cuánto han soñado en tener alas para volar lejos de su encarcelación. Cuánto han
deseado poder volar sobre la tierra majestuosamente y alejarse del alcance de sus captores.

Pero el poder de las águilas no es nada comparado con el de Yahvé – y es Yahvé el que está a
punto de fortalecer a estos exiliados. Esa es la promesa.

¿Lo saben? ¡Sí! ¿Lo han oído? ¡Sí! ¿Se les ha dicho desde el principio – desde la fundación de la
tierra? ¡Sí! Pero necesitan recordarlo. Estas cuatro preguntas les hacen recordar.

“Él está asentado sobre el globo de la tierra” (v. 22a). Yahvé está sentado sobre el globo de la
tierra. No hay razón por la que pensar que esto sea una explicación astronómica de la tierra o un
sistema solar centrado en el sol en lugar de la tierra. Quizá refleja la manera que ellos piensen de
un horizonte que parece medio círculo.

Pero lo más importante aquí no es “el globo de la tierra” sino que “Él está asentado sobre” el
globo de la tierra – Yahvé, su Dios – Yahvé, el que tiene el poder y la voluntad para redimirles.

¿Conocen a este Yahvé? Sí, le conocen. ¿Saben que Yahvé está sentado sobre la tierra? Sí, lo
saben, pero necesitan recordarlo.

“cuyos moradores son como langostas” (v. 22b). La última vez que oímos de langostas fue cuando
el pueblo de Israel envió exploradores a la Tierra Prometida para ver qué tipo de oposición les
esperaba al entrar en la Tierra Prometida. Estos exploradores regresaron y reportaron lo
siguiente:

“Nosotros llegamos á la tierra á la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este
es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y
fuertes… La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga á sus moradores; y
todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de grande estatura… También vimos allí
gigantes…, y éramos nosotros, á nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos á ellos”
(Números 13:27-28, 32-33).

Entonces, habiendo olvidado que podían contar con el poder de Dios, la gente se quejó contra
Moisés y Aarón diciendo, “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; ó en este desierto ojalá
muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová á esta tierra para caer á cuchillo y que nuestras mujeres y
nuestros chiquitos sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos á Egipto?” (Números 14:2-3).

Estos exiliados judíos conocen muy bien estas historias. Podemos estar seguros de que al oír,
“cuyos moradores son como langostas,” lo primero qué pensarían sería la historia del libro de
Números – una historia de una fe débil o inexistente – una historia de quejas repetidas mientras
Israel erraba por el desierto. No es una historia de orgullo, sino de tristeza – una historia que
decepciona – una historia de falta de fe.

Pero ahora cuando oyen, “cuyos moradores son como langostas,” no están oyendo la voz de unos
exploradores infieles. Es la voz de la fe que les asegura que todo ser humano, desde la perspectiva
de Dios, parece un saltamontes. Desde el cielo, Dios puede ver a todos como si fueran insectos –
el pueblo de Israel y el pueblo de Babilonia – regidos y regidores – esclavos y reyes. Lo que ocurra
ahora no depende de esclavos ni reyes, sino de Yahvé. Un repentino pisoteo del pie de Dios
destruiría Babilonia en un instante – y eso es lo que pronto pasará cuando Ciro de Persia derrote
Babilonia – una derrota fácil y decisiva, posible solo por la gracia de Dios. Este será el primer paso
en el plan de Dios para liberar a los exiliados judíos.

Entonces, ¡no se preocupen exiliados! Están en manos de Dios. No son langostas. En los ojos de
Dios, la langosta es el rey de Babilonia.

“él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar” (v. 22c). Esta es
otra manera de medir la majestad de Yahvé. Yahvé “está asentado sobre el globo de la tierra” (v.
22a) y “extiende los cielos como una cortina” (v. 22c). En manos de Yahvé, los cielos no son más
que un pedazo de tela que él mueve de aquí para allá según desee. Yahvé extiende la tela de los
cielos para formar una tienda – los cielos son la morada de Yahvé.

No es que los cielos no tengan importancia. “Dios crió los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), por lo
tanto deben ser importantes. Pero este versículo le da perspectiva a los cielos. Son parte del
orden creado – nada más.

“El torna (no·ten – sitúa, nombra) en nada los poderosos” (ro·zenim) (v. 23a). Fíjese en el humor
de este versículo. Es el equivalente de ascender una persona incapaz a un puesto sin
responsabilidad – a un puesto vacío. En el mundo empresarial, esto ocurre mucho cuando
despedir a alguien sería vergonzoso o peligroso. Lo que hacen los jefes de la corporación es
asignar a esa persona a un rincón – a menudo con un salario más alto (para que la persona no se
queje) – a una esquinita donde no haya nada que hacer.

Yahvé, claro, no teme resistencia. Cuando hizo al rey de Babilonia regidor de estos exiliados
cumplió con su propósito. El pueblo judío pecó y este exilio es parte de su castigo. Pero, aunque
sea largo, este exilio terminará pronto. Si Yahvé tiene el poder de nombrar reyes (y lo hace),
entonces también tiene el poder de quitar esa misma autoridad – de hacer que el rey rija sobre
nada y nadie.

“y á los que gobiernan (so·pete) la tierra hace como cosa vana” (to·hu) (v. 23b). Esta
palabra,so·pete, a menudo se traduce “jueces,” pero con un significado más amplio que se refiere
a cualquiera que esté en un puesto de autoridad – cualquiera que haga o mantenga las reglas que
gobiernan la sociedad. Ejercer un puesto así puede resultar en un ego inflado. Personas en
puestos así suelen ejercer control sobre gran cantidad de recursos. Hacen reglas que afectan a
miles y hasta millones de personas. Se acostumbran a tener los mejores asientos en eventos
públicos. Otras personas buscan su ayuda para trabajos o contratos.

Pero Yahvé tiene el poder de causarles to·hu – caos, confusión, dejarles en la nada. El Señor que
da también quita. Ningún regidor tiene su puesto garantizado, excepto aquél a quien Yahvé
favorece. Un joven que trabaja en su garaje u otro joven que trabaja con ordenadores pero con
un sistema primitivo pueden darle competencia a IBM. Un par de estudiantes de Stanford y unos
cuantos algoritmos pueden retar al poderoso Microsoft. Así también Yahvé puede hacer arrodillar
al gran regidor de Babilonia.

“Como si nunca fueran plantados, como si nunca fueran sembrados, como si nunca su tronco
hubiera tenido raíz en la tierra; así que sopla en ellos se secan, y el torbellino los lleva como
hojarascas” (v. 24). Estos exiliados eran, entre otras cosas, trabajadores de las viñas. Estaban
acostumbrados a los vientos siroco que soplaban del desierto – calientes y secos – que secaban la
humedad de las viñas y viñeros por igual. Una viña recién plantada, joven y tierna, no tenía
defensa alguna contra estos vientos. Pronto marchitaba y moría en el calor y el viento se llevaba
sus hojas.
Así es que Yahvé es capaz de soplar caliente y seco sobre un rey, y el rey verá como su poder (y
posiblemente su vida) marchita y muere.
ISAÍAS 40:25-26. ¿A QUÉ PUES ME HARÉIS SEMEJANTE?
25¿A qué pues me haréis semejante,
ó seré asimilado? dice el Santo (hebreo: qa·dos)
26Levantad en alto vuestros ojos,
y mirad quién crió estas cosas:
él saca por cuenta su ejército(hebreo: seba·am):
á todas llama por sus nombres;
ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud.

“¿A qué pues me haréis semejante, ó seré asimilado?” (v. 25a). Hace unos versículos la voz hacía
una pregunta parecida: “¿A qué pues haréis semejante á Dios, ó qué imagen le compondréis? El
artífice apareja la imagen de talla, el platero le extiende el oro, y le funde cadenas de plata. El
pobre escoge, para ofrecerle, madera que no se corrompa; búscase un maestro sabio, que le haga
una imagen de talla que no se mueva” (vv. 18-20).

Cuan ridículo es pensar que un pedazo de madera o plata u oro – hechos por manos humanas –
destinados a caer – podría ser un rival para Yahvé.

Ahora habla la voz de Dios y hace el mismo tipo de pregunta. ¿A quién podemos comparar con
Yahvé? ¿Quién es su igual? Claramente, la respuesta a ambas preguntas es “¡Nadie! ¡Nadie se
compara a Yahvé! ¡Nadie se iguala a Yahvé!”

De nuevo, estas preguntas retóricas nos recuerdan de lo que los exiliados ya saben. Pero,
habiendo pasado tanto tiempo en servidumbre, han estado tentados a olvidarse de las promesas
de Dios – o a preguntarse si serían verdad. Como todos que pasan por un juicio muy largo, han
llegado a preguntarse si Dios existe de verdad. Si existe de verdad, ¿por qué no hace algo? ¿Es
que le falta el poder para hacerlo – o la voluntad – o ambos? ¿Ha abandonado Israel? ¿Ha decidido
abrogar el pacto que estableció hace tanto tiempo con Abram? ¿Se quedarán en Babilonia para
siempre? ¿Hay alguna esperanza?

Entonces Yahvé contesta sus preguntas con otras preguntas – preguntas que les recuerdan de la
preeminencia de Dios en el universo.
“dice el Santo” (qa·dos) (v. 25b). “Santo” y “el Santo de Israel” son títulos específicos para Yahvé
en el libro de Isaías (1:4; 5:19, 24; 10:17, 20; 12:6; 17:7; 29:19, 23; 30:11, 15; 31:1; 37:23; 41:14,
16, 20; 43:3, 14-15; 45:11; 47:4; 48:17; 49:7; 54:5; 55:5; 60:9, 14).

A Yahvé le distingue la santidad (Salmo 99:3, 9), la cual tiene dos manifestaciones:
La primera es su separación – separación de lo ordinario. Yahvé es el Creador. Todo lo demás es
lo que creó. La gente no debe confundir el Creador con lo creado, como hacen unos que alaban
planetas o árboles o ídolos o cualquier otra cosa que solo forma parte de la creación del Creador.

Lo que se hace santo al asociarse con Yahvé también posee la cualidad de separación. Varios
objetos y personas fueron ungidos o apartados para cumplir algún propósito santo. Estos incluían
el tabernáculo (Éxodo 40:9) y su mobiliario (40:10-11). También incluían profetas (1 Reyes 19:16;
1 Crónicas 16:22; Salmo 105:15) y sacerdotes (Éxodo 28:41; 29:7; Levítico 8:12; 21:10) y reyes (1
Samuel 10:1).
La segunda manifestación de la santidad de Yahvé es su perfección moral. Yahvé actúa con
justicia, honra sus pactos y en toda manera hace lo justo y santo (Isaías 5:16).

La santidad de Yahvé hace santo todo aquello que se asocia con él. Israel es un pueblo santo,
porque el Santo ha hecho un pacto con ellos (Deuteronomio 7:6; 26:19; Jeremías 2:3). Yahvé dice,
“Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:2). En el Antiguo
Testamento esto requería dos cosas de Israel. La primera era su adherencia a la ley del Torá. La
segunda era la santidad interna exigida por los profetas – una santidad que se manifiesta al tratar
a otros con justicia y al mostrar compasión por los necesitados.

La tierra donde Israel reside es santa (Zacarías 2:12). Jerusalén es la ciudad santa (Nehemías 11:1,
18; Isaías 48:2; 52:1). El templo es santo (1 Crónicas 29:3), igual que lo son la montaña donde está
el templo (Isaías 11:9; 56:7), las ofrendas del templo (Levítico 7:1) y la vestimenta de los
sacerdotes (Levítico 16:4). El sábado, el día apartado para alabanza, es santo (Génesis 2:3; Éxodo
20:8; Isaías 58:13). Todos éstos son santos por asociarse con El Santo.

“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas” (v. 26a). ¿Mirad qué?
Seguramente los cielos con todos sus cuerpos celestiales, el sol, la luna, los planetas, y las
estrellas. Antes de existir la electricidad, los cielos eran oscuros por la noche ya que no había la
contaminación de luz eléctrica que hoy hace difícil ver las estrellas en toda su gloria.

De nuevo tenemos una pregunta retórica – diseñada para recordarles de lo que ya saben. “¿Quién
crió estas cosas?” ¿Quién creó el sol, la luna, los planetas, y las estrellas? Ya hacía mucho tiempo
se le había revelado a esta gente el hecho que “crió Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1) – y la
noche y el día (Génesis 1:4-5) y la expansión que “apartó las aguas que estaban debajo de la
expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión” (Génesis 1:7) – y “las dos grandes
lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que
señorease en la noche: hizo también las estrellas” (Génesis 1:16). Los exiliados han oído estos
versículos desde su niñez. Seguramente los saben de memoria. Solo necesitan que alguien les
recuerde que los saben – y ése es el propósito de esta pregunta retórica, “¿quién crió estas
cosas?”
Es de particular importancia que estos exiliados recuerden que Dios creó estos cuerpos celestiales.
Se encuentran rodeados de gente que alaba el sol y la luna y las estrellas. Pero estos cuerpos
celestiales no son dioses, sino parte de la creación de Dios.

“él saca por cuenta su ejército (seba·am – de saba): á todas llama por sus nombres” (v. 26b). Esta
palabra, saba, tiene que ver con servicio o servidumbre, y puede referirse al servicio militar
(Números 1:3; 1 Samuel 17:55) (Baker y Carpenter, 934). Entonces, aquí tenemos a Yahvé
reuniendo a todos los cuerpos celestiales según su rango – cada uno en su lugar asignado –
perfectamente ordenados.

Ningún ser humano jamás podría contar todas las estrellas – cada vez que pensamos que las
hemos visto todas se descubren otras nuevas – y mientras nacen estrellas nuevas estrellas viejas
mueren. Pero Yahvé puede numerarlas – y lo hace.

Yahvé no llama las estrellas por número, sino por nombre. En esa cultura, los nombres tienen más
significado que en la nuestra. El nombre incorpora parte del carácter de la persona que lo lleva, y
saber el nombre de la persona es conocerla. Al llamar por nombre a los cuerpos celestiales, Yahvé
muestra su íntima sabiduría de todas las cosas que ha creado y ubicado en los cielos.

“ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud” (v. 26c). Ninguna estrella se
atrevería a abandonar, porque Yahvé (1) tiene su número (2) sabe su nombre (3) es demasiado
poderoso para ignorar.

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