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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Filosofía y Letras


Licenciatura en Filosofía
Clase: Estética
Prof: Erika Linding Cisneros
Alumno: Francisco Javier Hernández Villaverde Cta: 086285667

EL INSTRUMENTO ESTÉTICO EN
LA DOMINACIÓN CULTURAL APOLINEA
<< “Fiat ars, pereat mundos” dice el facismo, y espera de la guerra, tal y como lo
confiesa Marinetti, la satisfacción artística de la experiencia sensorial modificada
por la técnica. Resulta patente que esto es la realización acabada del “arte pour
l`art”. La humanidad, que antaño en Homero, era un objeto de espectáculo para
los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su
auto-alienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción
como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que
el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte. >>
Walter Benjamín

No cabe duda de que ha existido una conexión profunda entre la manifestación estética y el poder desde siempre en todas
las épocas históricas y lugares del mundo, incluso en aquellos tiempos que la tradición llama prehistóricos es posible saber
que quien poseía la habilidad del arte tendría seguramente una posición especial dentro del grupo ya que, para bien o para
mal, la posibilidad mágica de la imagen y el sonido, bajo la mano del poderoso y del líder, gobierna e hipnotiza la mente
humana con el control de la belleza. Este poder del arte que usa y necesita el hombre que aspira a gobernar o liderar un
grupo, nace si, de la belleza que deslumbra al expectante perceptor del arte, pero también tiene su cimiento profundo en la
creencia (según Kant a-priori) en una perfección inalcanzable, envidiable y admirable que se nos presenta y nos atrapa con
su aura anacrónica y única.
El arte en este sentido juega un papel importante como manifestación del ánimo social cuando intenta realmente
sorprender y atrapar al público ya que para lograrlo necesita realmente reflejar esos puntos medulares que internamente
llegan a lo profundo del juicio humano y lo suspenden en un éxtasis estético. Esto significa que la transformación en el arte
es necesaria en tanto que la cultura y la comunidad humana devienen en la historia y, sin embargo, en toda la producción
artística que puede haber en determinado espacio tiempo solo aquella obra que dibuje y refleje aquellos arquetipos
humanos adecuados podrá trascender de su propio espacio tiempo y conservar el aura anacrónica de la que habla Walter
Benjamín (incluso, cuando esta construcción estética es pulida con el tiempo y el uso que se da de ella en la cultura),
adquiere el estatus de símbolo y comienza a propagarse ya con un sentido más formal que estético. Así pues, por ejemplo,
la idealización del arte clásico de la cultura Grecorromana se convierte en un símbolo que modela el ideal de perfección y
se utiliza fácilmente para gobernar las aspiraciones vulgares y nobles del grupo explotando el aura que la belleza del arte
clásico ostenta; el ideal apolíneo que el régimen fascista explotó para justificar teóricamente su posición estética poseía el
poder necesario y útil a los intereses políticos del momento.
Para comprender mejor lo dicho anteriormente es necesario explicar primero lo importante que es la “actitud cultural” que
impera en el “momento-sitio histórico” que pretende abordarse para su estudio; en este caso me gustaría demostrar que el
descubrimiento Benjamineano acerca de la utilización del arte para fines políticos o imperialistas no es un fenómeno
moderno sino que incluso la obra renacentista y la clásica con todo su brillo áurico es la manifestación también de una
dominación cultural que pervive en el ethos humano como su carne y su razón. Para lograrlo debemos esbozar siquiera
una teoría que explique las distintas manifestaciones del arte en términos de la “actitud cultural” y su utilidad para sostener
esta actitud en beneficio del poder y a costa de una mayoría dominada.
Debo aclarar, antes de continuar, que no pretendo un análisis ético del fenómeno al que nos estamos refiriendo por lo que
los adjetivos con que hemos de describir la actitud del dominante y del dominado no deben entenderse en un sentido
crítico sino sólo descriptivo, si las pretensiones del dominante hacia el dominado son reprobables o admirables lo mismo
que las pretensiones del dominado hacia en dominante no es importante para este trabajo de manera que vamos a
concentrarnos tan sólo en la crítica de la interpretación histórica tanto de los fenómenos del poder como de la
manifestación artística que se propicia a favor y en contra de este.

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Para este propósito es muy útil comenzar mencionando los argumentos que intentaremos probar:

1.- El arte, como tecnología que propicia un arrobamiento o expectación que nos rescata de la prisión espaciotemporal de
la conciencia racional, más allá del placer por la belleza y la sublimidad, afecta mi actitud ante el mundo como obra
individual y construye la actitud cultural como corriente artística.

2.- El desarrollo de la cultura significa el desarrollo del arte, de la tecnología, del conocimiento, del poder humano y su
capacidad de gobierno, de su organización social y económica etc. de manera que están todos encadenados y se afectan
mutuamente afectando con su cambio la “mirada estética del mundo”.

3.- Este desarrollo de la cultura corresponde a ciertos patrones de comportamiento o puntos de enfoque antropológicos que
determinan la actitud dominante de la cultura según el momento de su desarrollo y los recursos con que cuenta para ello.

4.- Cada punto de enfoque antropológico significa también una expresión artística desarrollada que manifiesta su clímax en
la creación artística que alcanza el aura anacrónica típica y a su vez su interpretación del poder, la belleza, la moral y la
perfección en arquetipos estéticos nacidos del alma humana.
.
En cuanto al primer argumento, la descripción que ofrezco del arte intenta rescatar las observaciones de W. Benjamín con
respecto al aura pero además sostiene que el arte tiene el poder de afectar mi actitud individual momentáneamente o
incluso trascendentalmente ocasionando que el individuo tome posición ante lo que le revela la obra artística. Esa
singularidad espaciotemporal que rompe la continuidad cotidiana tiene el poder de romper el esquema individual tanto en el
nivel de disposición individual a ese cambio, como al nivel de exposición arquetípica que la obra en cuestión pueda
producir. Cuando digo “exposición arquetípica” estoy suponiendo en la estructura humana una constitución uniforme en la
que ante el estímulo sensorial adecuado, esto es, ante una exposición de elementos arquetípicos unidos en armonía, se
produce la correspondiente respuesta de “arrobamiento y expectación que nos saca de “lo cotidiano espaciotemporal”,
situación que es propicia para un cambio en la actitud individual ante el mundo. Se muy bien que se ha sostenido
fuertemente que el arte no tiene ningún poder transformador ni influyente ni alienante y que en realidad debe tomarse casi
como un “pasatiempo” placentero sin pensar que puede ser usado como arma o elemento de control, estos argumentos los
ostentan sobre todo quienes intentan defender que ni el socialismo aliena con el arte ni el capitalismo controla (esto a
pesar de tanta propaganda socialista y de Andy Warhol) pero me parece evidente que ni el individuo sostiene el libre
arbitrio como una espada desenvainada cual guerrero en guardia todo el tiempo ante el bombardeo propagandístico, ni la
presencia del arte es tan inofensiva como intenta exhibirla quien minimiza sus efectos en el alma humana.
Así pues, al igual que una película, una novela, un cuadro o una canción pueden transformar la vida o tan sólo dejar su
huella imborrable en la memoria de cualquiera afinando y enfocando la atención al espectáculo de una obra, del mismo
modo se afina y se enfoca la atención social en determinados arquetipos de la vida humana y rompe con la continuidad y el
ímpetu que la actitud social llevaba imponiendo un estilo y dejando su marca en el tiempo para siempre. El poder del arte
es entonces realmente inmenso y por ello ha sido y será siempre acosado y perseguido por el poder. En ciertas ocasiones
es totalmente sometido y se convierte en instrumento servil mientras que en otras se impone y libera sobre los símbolos del
poder, ¿a que obedece esta ecuación entre el arte y el poder?, definitivamente existen muchos factores que lo determinan,
entre ellos la economía, la tecnología, el poder bélico, el conocimiento y el dominio de su entorno, la situación de su
gobierno, etc. Todas ellas afectan de distinto modo la manera como la expresión artística podrá formarse, por ejemplo, la
economía podría determinar si la obra de arte será la manifestación de la riqueza y por lo tanto del poder, pero también de
la pobreza como crítica del poder, la tecnología determina no sólo los elementos materiales que producen la obra de arte
sino también las posibilidades de difusión y alcance que esta pueda tener, el poderío bélico, muy importante por cierto,
determinaría también si el arte que se realiza se hace con libertad o maniatado ya que el poder de las armas si se posee,

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se ostenta como poder sobre el otro y así aparece como expresión artística invasiva y alienante y si se padece el poder de
otro sobre sí también le afecta al conocimiento del mundo, o, mejor dicho, a la concepción del mundo que se posea
(tomando en cuenta que lo que tomamos por conocimiento individual es sólo la forma como vemos el mundo y que este
modo se transforma continuamente) claramente determina la forma de la expresión estética aunque el contenido de ésta es
más importante porque en él se encuentra el fenómeno simbólico que representa y su utilidad para exponer arquetipos
antropológicos o, como último ejemplo, la forma del gobierno ya que determina la estructura del poder en cuanto a la
dialéctica del deber y el derecho en donde la armonía o equilibrio del poder determina la actitud popular y social y por tanto
la forma y el contenido de la obra de arte, argumento este con el que hemos muestreado la manera de probar el segundo
punto que enunciamos.
Pero de todos los elementos que determinan el fenómeno del arte aquel que nos interesa para analizar el modo como el
poder puede hacer uso del arte para sus fines destructivos y alienantes el más importante es la actitud dominante de la
cultura ya que los elementos anteriores son sólo recursos que le sirven a la manifestación del arte, determinan el modo y la
manera en términos materiales y concretos, pero en cuanto al contenido de la expresión, su etiología y teleología provienen
de esta actitud dominante que suele ser la suma de las actitudes individuales pero no en proporcionalidades numéricas un
cuantitativas ni democráticas sino en relación a la calidad de la influencia personal en el consenso colectivo, y enfatizo “de
la calidad” para que se comprenda que la influencia del individuo sobre la comunidad no es cuantificable como intensidad o
cantidad sino por el aspecto arquetípico cultural en el que se influye y la actitud o “modo antropológico de expresión
humana” con el que se manifiesta para influir. Ya Nietzche hizo notar en el origen de la tragedia que las expresiones
artísticas reflejaban la actitud del hombre ante el mundo cuando demostraba que el arte de Apolo se distinguía del de
Dionisio precisamente en la forma como se enfocaba la mirada hacia el mundo. Lo apolíneo y lo dionisiaco expresan dos
modos distintos de asomarse a la ventana del mundo y, si bien es cierto que en el individuo pueden observarse las dos
tendencias en pugna constante también lo es que la cultura refleja la actitud que la comunidad ostenta ante la naturaleza.
Así que tomaré estos términos para esbozar la manera como la expresión artística responde a las transformaciones
culturales de acuerdo al estado del poder dominante y para ello necesitamos construir un sistema analógico que demuestre
las correspondencias entre la manifestación artística como estilo o corriente y su correspondiente actitud sociocultural en
relación con el poder para poder demostrar el tercer punto de nuestros objetivos. Este sistema analógico tiene fundamento
en dos teorías básicas del comportamiento que son: La teoría del aprendizaje de Jean Piaget y por supuesto la teoría del
arte griego de Nietzche aunque por supuesto más autores contribuyen con su trabajo para formar esta visión no tomamos
todas la teorías en su integridad sino que sólo los elementos que son útiles y sostenible para esta exposición debido a la
limitación del espacio concedido.
Jean Piaget explica, en la extensa literatura que construye su “epistemología genética”, que el concepto de conocimiento
poco tiene que ver con la verdad ya que se trata tan sólo, en lo que al individuo respecta, de un acomodo mental para la
estabilidad fisiológica y emocional humana, lo que tomamos por “conocimiento” no es otra cosa que la forma como la
mente se acomoda a la realidad para proteger al individuo y mantenerlo en armonía constante, por ejemplo, cuando un
niño aprende un concepto tal como el de “profundidad” por ejemplo, este concepto surge únicamente cuando la mirada ha
podido construirla en el espacio plano después de haber confrontado las figuras bidimensionales del papel con los objetos
reales, el concepto de “cerca-lejos” en síntesis deducen la profundidad en la geometría pero no aún la perspectiva. Piaget
demuestra como el dibujo de un cuadrado es una caja bidimensional para un niño de dos años y es un cuadrado para un
niño de tres de manera que para los dos lo que dicen es “verdad” y sólo se transforma este concepto de acuerdo a la
necesidad del individuo ante la transformación del enfoque en la mirada. Esta teoría también demuestra como la mente
humana se resiste al cambio de manera que “la verdad” no es lo más importante para la mente sino que las necesidades
biopsicosociales son las que determinan el equilibrio epistemológico del individuo incluso a costa de la lógica y la razón que
pueden mostrarse contradictorias sin afectar la vida del individuo de manera que nuestras creencias no cambian a menos
que de la realidad misma surja un elemento descompensatorio que rompa el equilibrio del sistema bio-psico-social, y
entonces todo el sistema se pone en alarma en busca de la solución que recupere la armonía y el orden nuevamente; el

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proceso de transformación o modificación del conocimiento sigue los patrones sintomáticos de quien sufre una pérdida
elemental en su vida (según también el tamaño de la pérdida) descritos por la tanatología: primero niega, luego se enoja se
frustra, luego negocia buscando compensación y por último tras una etapa reflexiva por fin encuentra acomodo a la nueva
perspectiva. La descripción de este proceso registra un sin numero de ejemplos en los experimentos de este científico-
filósofo que revolucionó la visión de la epistemología y abrió el horizonte pedagógico, pero lo importante es que demuestra
que no es posible hablar de desarrollo del conocimiento si no sólo de adaptación de la mente a la transformación constante
de la realidad, es decir que el supuesto progreso intelectual es tan sólo la manera como se manifiesta la adaptación del
esquema conceptual de la mente a la experiencia mediante la expresión lingüística o simbólica, esta expresión simbólica
ostenta entre sus manifestaciones a la expresión artística.
Ahora bien, de manera análoga al aprendizaje individual, también un grupo humano, llámese clan, tribu, cultura, sociedad,
reino, estado o nación, requiere análogos procesos protocolares para anexar a su creatividad nuevas concepciones
culturales o epistémicos que transformen y/o enriquezcan la vida de la comunidad y estos patrones de comportamiento
social son identificables también a este nivel. Así, la importancia del valor pedagógico del arte se muestra aquí fácilmente
cuando observamos como es utilizado no sólo para demostrar el poder sino para mantenerlo en el fundamento del
consenso epistemológico mediante la utilización de la capacidad artística para robar la atención y abrirse a la posibilidad; la
obra de arte tiene la posibilidad de ser ese elemento descompensatorio que brinda la oportunidad del conocimiento, que
rompe la continuidad para mostrar otra dirección y, desde el sentido social y cultural, que rompe los paradigmas del
pensamiento.
Ahora bien, podemos observar durante este proceso del desarrollo del pensamiento, no sólo a gran escala sino a nivel
individual, que existe un cambio en la actitud de un sujeto que esta seguro de su pensamiento a la de un sujeto que se
encuentra en proceso de descompensación, a nivel superior, una comunidad que se halla firme en su sistema de valores y
creencias y aquella sufre una crisis y se halla en proceso de descompensación, a estas etapas distinguidas de la actitud
humana les daré por nombre Apolínea y Dionisiaca y a continuación trataré de justificar la nomenclatura que elegí.
Aquello que, en lo sucesivo llamaré carácter apolíneo, se refiere al momento cultural de un grupo humano en el que la
actitud social es optimista y de confianza o de alianza y sumisión en quien ostenta el poder, de manera que la
manifestación artística es épica, resaltando las hazañas del individuo heroico que justifica su poderío y el estado del
mundo, la actitud reza “no hay otro mundo mejor y yo soy perfecto también” y las características estéticas manifiestan el
amor por la realidad y la vida presente sustentada en heroísmo y muerte pasadas; durante esta etapa el poder hace gala
de ostentaciones y excesos, se muestran las obras monumentales y las grandes obras sociales, la cultura esta en su
clímax.
Luego viene una etapa de decadencia que surge en las próximas generaciones dependiendo de los elementos antes
mencionados como recursos de la manifestación del arte (la economía, la tecnología, el poder bélico el conocimiento y la
ordenación social) la cual llamaremos carácter apolíneo decadente en donde la actitud social es decepción y
desconfianza o esclavitud y resignación ante quien ostenta el poder, de manera que su manifestación artística es dramática
resaltando las dificultades y adversidades en la vida; el llanto purificador que al final obtiene una recompensa demostrando
que el bien (entiéndase el poder), siempre triunfa sin importar los esfuerzos rebeldes e insurgentes, la actitud reza “el
mundo es perfecto pero yo soy imperfecto y por ello existe el error”; sus características estéticas manifiestan la decepción
experimentada ante la corrupción del sistema de valores, la tristeza inunda el ambiente pero aún se justifica al poder y se
echa la culpa al individuo quien es acusado y castigado por la ineficiencia que la relajación de los valores a causado
sustentada en la vergüenza, la culpa y la decepción.
Al verse relajados los valores y tan corrompidos los protocolos de convivencia nace una nueva etapa en la que los valores
apolíneos son ahora símbolo de burla, a esta actitud le llamaremos carácter dionisiaco y la actitud social y cultural que
muestra es de menosprecio y burla o rebeldía y cinismo ante quienes ostentan el poder de manera que su manifestación
artística es la comedia como válvula de escape social, la risa libera la energía que de otro modo se volcaría contra quienes
oprimen la voluntad individual, generalmente utilizado como instrumento político, pero no sólo eso, la burla hacia los

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valores es un elemento estético arquetípico, su actitud reza “el mundo es absurdo, nada es perfecto, nada tiene sentido”,
estas características estéticas desenmascaran la ilusión que el poder intenta mantener y el desprecio que puede surgir
hacia quien ostenta un poder que no puede ya justificar su estatus.
Así, tras demostrar emotivamente la obsolencia del sistema cultural, político o epistémico en el poder, la siguiente
manifestación es el carácter dionisiaco decadente que demuestra una actitud social desafiante y propositiva o rebelde y
contestataria ante quien ostenta el poder de manera que la manifestación artística es revolucionaria aunque no siempre
pueda definir una corriente o un camino que realmente suplante al poder preponderante lo cual determina si tal actitud
fructificará en un desarrollo y transformación definitiva en el ímpetu histórico del grupo o si se verá difuminada, opacada o
reprimida por el poder que se pretende conservar sin cambios aún cuando tenga que conceder algunas cosas o
situaciones superficiales de su sistema de control social; sus características estéticas manifiestan, ya no el desprecio, sino
el odio hacia los valores que ponderan el orden social y la crítica es destructiva y hasta mordaz, la burla ya no es suficiente,
esta vez el objetivo es romper la estructura del poder.
El siguiente esquema pretende ilustrar los cuatro momentos arquetípicos de la actitud cultural y sus respectivas
manifestaciones artísticas:

Sé que puede reprochárseme que el sentido que doy a la terminología Nietzcheana no corresponde con lo que el autor
quiso esbozar en sus escritos y que mi uso de los términos no hace justicia a su pensamiento y si esto es cierto me
disculpo y ruego se tomen entonces éstos términos en la significación que he explicado y se olvide a Nietzche para atender
al contenido que deseo esbozar, lo mismo aplica en cuanto a Piaget. El uso de los conceptos es puramente ilustrativo y
sirve para acercarse a la teoría analógica que presento.
Ahora bien, concediendo que, aunque no sea posible marcar de manera perfecta los momentos de desarrollo cultural de
una manera tan perfecta como aquí pretende esbozarse puede utilizarse este modelo aunque sea para comprender un
poco más la relación que existe entre el poder y el arte y así acercarse al fenómeno que preocupaba a Benjamín con
respecto al uso del arte para apoyar fundamentalismos y políticas de dominio. En efecto, el arte determina al poder y el
poder también determina al arte, no cabe aquí intentar resolver el dilema de si el arte es causa del estado del poder o si el
estado del poder es causa del arte ya que su recíproca influencia es evidente, así que los cuatro enfoques arquetípicos que
mencionamos intentan ilustrar o dar un parámetro o guía que lleve a la comprensión del fenómeno artístico en relación al
poder en base al comportamiento humano.

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Cuando la estructura del poder se halla en su clímax y el arte es épico y apolíneo esto no significa que no existan otras
obras que contradigan esta actitud sino que no trascienden y son vistas como defectuosas, incomprensibles o fuera de
contexto, lo mismo para los otros caracteres, de manera que, aunque existe entre la comunidad siempre una multiplicidad
de actitudes la actitud preponderante a nivel comunidad es la que se describe. La manera como el poder hace uso del arte
también se transforma en función de la actitud de los gobernados de ahí que suele haber manifestaciones culturales del
poder y manifestaciones culturales populares siendo así que parece haber un arte culto y arte vulgar a lo cual, ante la
evolución constante en la espiral de los caracteres antropológicos, no es extraño que al paso generacional el arte vulgar se
transforme en culto y el culto en vulgar, el arquetipo formal de la perfección defiende por supuesto el ideal que ostenta el
poder y por lo tanto será llamado por la comunidad epistémica como bueno, bello, verdadero y perfecto y para que estos
conceptos transformen su modelo deben sufrir el paso de la rueda que hemos descrito teniendo como requisito
indispensable una compensación o concepto, ideal o propuesta que suplante la anterior transformando la visión del mundo
y con ello la perspectiva cultural y estética.
Por último, y para cerrar la demostración del punto numero cuatro, mencionaremos la manera tan evidente en que se ha
demostrado la advertencia de Benjamín con respecto a como la tecnología, al perfeccionar las herramientas y materiales
del arte, modifican nuestra percepción del mundo y con él nuestra opinión de la realidad debido a la facilidad con que las
nuevas manifestaciones del arte nos dejan abiertos a la sugestión y enajenación, a merced del poder que poseen todos los
mecanismos del arte nuevo. El cine, la televisión, el radio, la Internet, etc, se han convertido en herramientas de difusión
del arte y han sido tan efectivos en su tarea que ya no es posible actualmente una manifestación artística aristocrática y
sectaria sino que todo va dirigido a la masa, al pueblo, al hombre promedio. El criterio es el placer, el gusto y este gusto no
necesita ser educado ni afinado lo cual limita la calidad de la obra al nivel de entendimiento de la mas-media, la
vulgarización del arte rompió con el aura que le hacía capaz de transformar la actitud, tal vez deliberadamente por los
medios del poder, y con ello la posibilidad de la rebelión y el cambio, la ecuación que entregaba al hombre la posibilidad
de su libertad en la lucha contra los dioses que Homero describía en su Iliada, se convierte ahora, en la lucha por la
libertad del hombre contra el hombre mismo y tal vez esa paradoja nos muestra quien es nuestro peor enemigo. En mi
opinión el arte es un termómetro de la historia que nos muestra la temperatura cultural del momento histórico, pero
también, cuando se obtienen los elementos que las musas regalan al artista es posible transformar la actitud y marcar la
historia para siempre.
Cuando observamos entonces, la manifestación cultural apolínea, ya no como perteneciente a un determinado régimen
estadista como es el fascismo o al nacional-socialismo sino como una actitud cultural que ostenta cualquier régimen
político o social en donde se sostiene que existe un modelo de verdad, belleza, bondad y perfección (que sostiene la
ideología del poder) y que cualquier otro modelo es falso, feo, malo e imperfecto siendo esta intolerancia la característica
preponderante de su comportamiento, podemos comprender así que no es posible divorciar al arte de las otras practicas
que componen la cultura humana y que cualquier pretensión teórica por buscar la sustancia pura del arte no puede evadir
ni ignorar los elementos bio-psico-sociales que le acompañan; la falacia kantiana consiste en tratar de reducir a elementos
formales una actividad totalmente empírica como lo es el arte. Este trabajo están sólo un boceto de un estudio mayor
acerca de la influencia que arte tiene en las manifestaciones del poder y por tanto es incompleto e incluso demasiado
defectuoso, sin embargo aseguro que su enfoque puede ser la semilla que prospere en una investigación alternativa del
fenómeno estético por lo que propongo su consideración.

Estado de México diciembre de 2011

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