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¿Amor o ilusión virtual?
Historia de amor y sexualidad.
Luego de tres decepciones amorosas continuas, y de haber padecido serios trastornos
de alimentación y con imposibilidad para conciliar fácilmente el sueño, Elizabeth de
dieciocho años, radicada en la Ciudad de México, se conecta por medio Facebook con
un joven de nombre Javier, que tiene veinte años y que vive en León, Guanajuato; con
el cual comparte largas noches en el chat, intercambiando ideas acerca de literatura,
carrera que ambos comparten y también charlas que la llevan a la excitación sexual.
Elizabeth le confiesa a Javier que las “relaciones sexuales virtuales” que mantiene por
las noches con él, son tan voluptuosas, que jamás había experimentado algo tan
intenso con ningún otro hombre en la realidad.
Pero por otro lado Javier le manifiesta a Elizabeth que dentro de un mes se va a vivir a
Chihuahua, lugar que le parece a ella muy distante, razón por la cual van a terminar
dicha relación virtual, razón por la cual aparecen peleas y reproches de ambas partes,
sin tener en cuenta que la distancia ya está desde tiempo atrás.
Luego de una etapa de goce autocrático producto de estos encuentros virtuales, donde
la imaginación es mucho más rica y exuberante que cualquier real en juego, aparece la
pregunta por su cuerpo y su imagen real, dado que ese intercambio virtual que
conduce a la masturbación ya no le agrada a ella, cortando o evadiendo la charla
cuando se Javier intenta dirigirse solo a eso.
El sexo virtual es fuente de inmenso placer en tanto lo imaginario presente en todo
enamoramiento se ve incrementado porque no confronta con la "castración" al no
confrontar con lo real del partenaire. La abstinencia que impone la distancia puede
operar al modo del trauma, dado que la privación a la que somete la prescindencia del
contacto "cuerpo a cuerpo" genera serias dificultades. Ya que esa distancia impide
alcanzar el cuerpo del partenaire e impide también alcanzar el cuerpo propio,
contrastando con la oferta de cuerpos que se dan a ver en la Web. Prosigamos con
Elizabeth, ella le cuenta a Javier que ha tenido relaciones con un varón real, esto a él
le desagrada pero no le hace obstáculo en proseguir la relación virtual. Al tiempo
Javier comienza a salir con un chica de su ciudad, con la cual comparte algunos
acercamientos físicos, besos fundamentalmente, sin coito. En general hay muchas
caricias eróticas pero el acto sexual es sorteado.
Esos encuentros entre Javier con la chica de su ciudad se interrumpen porque él no
logra enamorarse ni sentir nada por ella porque "no tienen de qué hablar". Elizabeth a
su vez le cuenta lo sucedido con el hombre con el cual tiene relaciones sexuales en la
realidad, esto obviamente es motivo de una fuerte disputa virtual donde ella es
maltratada por él, considerándola una prostituta, ella se pone triste y deprimida, porque
se ha percatado que ha perdido a su amor virtual. Luego de un tiempo la relación se
encauza por los senderos del amor, Javier viaja a la Ciudad de México para estar con
Elizabeth, pero con su presencia ella se angustia y desea que él se vaya pronto, se
decepciona porque él no reúne las condiciones necesarias que ella quiere de un
hombre, sin precisar exactamente de qué se trata.
Sosteniendo el eterno desencuentro alimenta la ilusión de un perfecto encuentro -si
pensamos que toda historia de amor comienza en idealización y termina en fantasma-
casi en la mayoría de los casos.
¿Amor o ilusión virtual?
Historia de amor y sexualidad.
Luego de tres decepciones amorosas continuas, y de haber padecido serios trastornos
de alimentación y con imposibilidad para conciliar fácilmente el sueño, Elizabeth de
dieciocho años, radicada en la Ciudad de México, se conecta por medio Facebook con
un joven de nombre Javier, que tiene veinte años y que vive en León, Guanajuato; con
el cual comparte largas noches en el chat, intercambiando ideas acerca de literatura,
carrera que ambos comparten y también charlas que la llevan a la excitación sexual.
Elizabeth le confiesa a Javier que las “relaciones sexuales virtuales” que mantiene por
las noches con él, son tan voluptuosas, que jamás había experimentado algo tan
intenso con ningún otro hombre en la realidad.
Pero por otro lado Javier le manifiesta a Elizabeth que dentro de un mes se va a vivir a
Chihuahua, lugar que le parece a ella muy distante, razón por la cual van a terminar
dicha relación virtual, razón por la cual aparecen peleas y reproches de ambas partes,
sin tener en cuenta que la distancia ya está desde tiempo atrás.
Luego de una etapa de goce autocrático producto de estos encuentros virtuales, donde
la imaginación es mucho más rica y exuberante que cualquier real en juego, aparece la
pregunta por su cuerpo y su imagen real, dado que ese intercambio virtual que
conduce a la masturbación ya no le agrada a ella, cortando o evadiendo la charla
cuando se Javier intenta dirigirse solo a eso.
El sexo virtual es fuente de inmenso placer en tanto lo imaginario presente en todo
enamoramiento se ve incrementado porque no confronta con la "castración" al no
confrontar con lo real del partenaire. La abstinencia que impone la distancia puede
operar al modo del trauma, dado que la privación a la que somete la prescindencia del
contacto "cuerpo a cuerpo" genera serias dificultades. Ya que esa distancia impide
alcanzar el cuerpo del partenaire e impide también alcanzar el cuerpo propio,
contrastando con la oferta de cuerpos que se dan a ver en la Web. Prosigamos con
Elizabeth, ella le cuenta a Javier que ha tenido relaciones con un varón real, esto a él
le desagrada pero no le hace obstáculo en proseguir la relación virtual. Al tiempo
Javier comienza a salir con un chica de su ciudad, con la cual comparte algunos
acercamientos físicos, besos fundamentalmente, sin coito. En general hay muchas
caricias eróticas pero el acto sexual es sorteado.
Esos encuentros entre Javier con la chica de su ciudad se interrumpen porque él no
logra enamorarse ni sentir nada por ella porque "no tienen de qué hablar". Elizabeth a
su vez le cuenta lo sucedido con el hombre con el cual tiene relaciones sexuales en la
realidad, esto obviamente es motivo de una fuerte disputa virtual donde ella es
maltratada por él, considerándola una prostituta, ella se pone triste y deprimida, porque
se ha percatado que ha perdido a su amor virtual. Luego de un tiempo la relación se
encauza por los senderos del amor, Javier viaja a la Ciudad de México para estar con
Elizabeth, pero con su presencia ella se angustia y desea que él se vaya pronto, se
decepciona porque él no reúne las condiciones necesarias que ella quiere de un
hombre, sin precisar exactamente de qué se trata.
Sosteniendo el eterno desencuentro alimenta la ilusión de un perfecto encuentro -si
pensamos que toda historia de amor comienza en idealización y termina en fantasma-
casi en la mayoría de los casos.
¿Amor o ilusión virtual?
Historia de amor y sexualidad.
Luego de tres decepciones amorosas continuas, y de haber padecido serios trastornos
de alimentación y con imposibilidad para conciliar fácilmente el sueño, Elizabeth de
dieciocho años, radicada en la Ciudad de México, se conecta por medio Facebook con
un joven de nombre Javier, que tiene veinte años y que vive en León, Guanajuato; con
el cual comparte largas noches en el chat, intercambiando ideas acerca de literatura,
carrera que ambos comparten y también charlas que la llevan a la excitación sexual.
Elizabeth le confiesa a Javier que las “relaciones sexuales virtuales” que mantiene por
las noches con él, son tan voluptuosas, que jamás había experimentado algo tan
intenso con ningún otro hombre en la realidad.
Pero por otro lado Javier le manifiesta a Elizabeth que dentro de un mes se va a vivir a
Chihuahua, lugar que le parece a ella muy distante, razón por la cual van a terminar
dicha relación virtual, razón por la cual aparecen peleas y reproches de ambas partes,
sin tener en cuenta que la distancia ya está desde tiempo atrás.
Luego de una etapa de goce autocrático producto de estos encuentros virtuales, donde
la imaginación es mucho más rica y exuberante que cualquier real en juego, aparece la
pregunta por su cuerpo y su imagen real, dado que ese intercambio virtual que
conduce a la masturbación ya no le agrada a ella, cortando o evadiendo la charla
cuando se Javier intenta dirigirse solo a eso.
El sexo virtual es fuente de inmenso placer en tanto lo imaginario presente en todo
enamoramiento se ve incrementado porque no confronta con la "castración" al no
confrontar con lo real del partenaire. La abstinencia que impone la distancia puede
operar al modo del trauma, dado que la privación a la que somete la prescindencia del
contacto "cuerpo a cuerpo" genera serias dificultades. Ya que esa distancia impide
alcanzar el cuerpo del partenaire e impide también alcanzar el cuerpo propio,
contrastando con la oferta de cuerpos que se dan a ver en la Web. Prosigamos con
Elizabeth, ella le cuenta a Javier que ha tenido relaciones con un varón real, esto a él
le desagrada pero no le hace obstáculo en proseguir la relación virtual. Al tiempo
Javier comienza a salir con un chica de su ciudad, con la cual comparte algunos
acercamientos físicos, besos fundamentalmente, sin coito. En general hay muchas
caricias eróticas pero el acto sexual es sorteado.
Esos encuentros entre Javier con la chica de su ciudad se interrumpen porque él no
logra enamorarse ni sentir nada por ella porque "no tienen de qué hablar". Elizabeth a
su vez le cuenta lo sucedido con el hombre con el cual tiene relaciones sexuales en la
realidad, esto obviamente es motivo de una fuerte disputa virtual donde ella es
maltratada por él, considerándola una prostituta, ella se pone triste y deprimida, porque
se ha percatado que ha perdido a su amor virtual. Luego de un tiempo la relación se
encauza por los senderos del amor, Javier viaja a la Ciudad de México para estar con
Elizabeth, pero con su presencia ella se angustia y desea que él se vaya pronto, se
decepciona porque él no reúne las condiciones necesarias que ella quiere de un
hombre, sin precisar exactamente de qué se trata.
Sosteniendo el eterno desencuentro alimenta la ilusión de un perfecto encuentro -si
pensamos que toda historia de amor comienza en idealización y termina en fantasma-
casi en la mayoría de los casos.
Luego de tres decepciones amorosas continuas, y de haber padecido serios trastornos
de alimentación y con imposibilidad para conciliar fácilmente el sueño, Elizabeth de dieciocho años, radicada en la Ciudad de México, se conecta por medio Facebook con un joven de nombre Javier, que tiene veinte años y que vive en León, Guanajuato; con el cual comparte largas noches en el chat, intercambiando ideas acerca de literatura, carrera que ambos comparten y también charlas que la llevan a la excitación sexual. Elizabeth le confiesa a Javier que las “relaciones sexuales virtuales” que mantiene por las noches con él, son tan voluptuosas, que jamás había experimentado algo tan intenso con ningún otro hombre en la realidad. Pero por otro lado Javier le manifiesta a Elizabeth que dentro de un mes se va a vivir a Chihuahua, lugar que le parece a ella muy distante, razón por la cual van a terminar dicha relación virtual, razón por la cual aparecen peleas y reproches de ambas partes, sin tener en cuenta que la distancia ya está desde tiempo atrás. Luego de una etapa de goce autocrático producto de estos encuentros virtuales, donde la imaginación es mucho más rica y exuberante que cualquier real en juego, aparece la pregunta por su cuerpo y su imagen real, dado que ese intercambio virtual que conduce a la masturbación ya no le agrada a ella, cortando o evadiendo la charla cuando se Javier intenta dirigirse solo a eso. El sexo virtual es fuente de inmenso placer en tanto lo imaginario presente en todo enamoramiento se ve incrementado porque no confronta con la "castración" al no confrontar con lo real del partenaire. La abstinencia que impone la distancia puede operar al modo del trauma, dado que la privación a la que somete la prescindencia del contacto "cuerpo a cuerpo" genera serias dificultades. Ya que esa distancia impide alcanzar el cuerpo del partenaire e impide también alcanzar el cuerpo propio, contrastando con la oferta de cuerpos que se dan a ver en la Web. Prosigamos con Elizabeth, ella le cuenta a Javier que ha tenido relaciones con un varón real, esto a él le desagrada pero no le hace obstáculo en proseguir la relación virtual. Al tiempo Javier comienza a salir con un chica de su ciudad, con la cual comparte algunos acercamientos físicos, besos fundamentalmente, sin coito. En general hay muchas caricias eróticas pero el acto sexual es sorteado. Esos encuentros entre Javier con la chica de su ciudad se interrumpen porque él no logra enamorarse ni sentir nada por ella porque "no tienen de qué hablar". Elizabeth a su vez le cuenta lo sucedido con el hombre con el cual tiene relaciones sexuales en la realidad, esto obviamente es motivo de una fuerte disputa virtual donde ella es maltratada por él, considerándola una prostituta, ella se pone triste y deprimida, porque se ha percatado que ha perdido a su amor virtual. Luego de un tiempo la relación se encauza por los senderos del amor, Javier viaja a la Ciudad de México para estar con Elizabeth, pero con su presencia ella se angustia y desea que él se vaya pronto, se decepciona porque él no reúne las condiciones necesarias que ella quiere de un hombre, sin precisar exactamente de qué se trata. Sosteniendo el eterno desencuentro alimenta la ilusión de un perfecto encuentro -si pensamos que toda historia de amor comienza en idealización y termina en fantasma- casi en la mayoría de los casos. #Ayotzinapa #LibertadMirelesValverde
Este análisis partió de una base de desconfianza, recelos e increencia en el análisis,
no sólo de parte de Anita sino también de su familia, implicando un arduo trabajo. Pudimos pasar a otro tiempo donde se instaló un clima amoroso transferencial. Será por vía del amor de transferencia, sostenido con la presencia real del analista que Anita podrá escri-turar la carta de amor. Ante la imposibilidad de escribir la relación sexual, la carta de amor permite un tiem-po en que la "relación sexual cesa de no escribirse", y podrá dar al paso de la contingen-cia a la necesidad. La carta de amuro es lo que permite hacer el amor con ciertos partenaires, elección sos-tenida en el objeto a como causa de deseo, escribiendo la contingencia corporal. Arries-gándose al encuentro real, se confrontará con los desencuentros estructurales, ya que hay una disimetría de la relación al amor, al goce y al deseo por parte de los varones y de las mujeres. Coincidimos con Lacan en que para gozar se necesita de un cuerpo, que el cuerpo ya está perdido como cuerpo biológico y se toma cuerpo psíquico en la medida que está habitado por el significante; ya encontramos como dato de partida un radical desencuentro con el cuerpo del otro, incluso con el cuerpo del Otro primordial. Consideramos que en ambos extremos, por un lado la pre-maturación por el coito, la promiscuidad y por el otro la huida a poner el cuerpo, dejan fuera de juego el objeto a que vehiculiza el deseo, emergiendo positivizado, sin poder enlazarse adecuadamente a la pulsión. La pulsión hace su tour alrededor de un agujero, vacío que escribe el fantasma. Cuando esto no es posible, la pulsión toma al Yo todo entero como objeto de-teniendo la deriva pulsional que debiera hacer su tour por los objetos: pecho, mirada, voz y heces. La clínica de la pulsión nos muestra que la eficacia de su ingreso está dado por el amor del Otro, cómo ese Otro transmitió su falta y cómo se formateó la demanda, que siempre es demanda de amor. El goce fálico queda en el terreno del narcisismo, goce au-toerótico masturbatorio que se satisface en un recorrido pul-sional inacabado. No se arma el circuito de la pulsión que da la potencia eficaz para que se selle el fantasma El Yo se ve com-pelido a la acción para restablecer su unidad o yace como un objeto en un profundo letargo inhibitorio. Hay una exacerbación del Yo, un rechazo al Otro, ya que no hace lazo social y una indiferenciación entre lo Imaginario y lo Real, por subducción, degradación de lo Simbólico. Ante la declinación de la Ley, del valor de la palabra y del Nombre del Padre, aparece la declinación del deseo y el apresamiento del sujeto al goce mortífero. Los encuentros virtuales como los encuentros consumistas, alejan la posibilidad de encuentro con la muerte paradojal- mente en sujetos que han coqueteado con ella en lo real de los pasajes al acto. Pareciendo lo contrario, la promiscuidad y el sexo virtual como simulacro, no permiten que la pulsión abroche su bucle en el fantasma. El falo es anónimo, excluye el nombre propio, el falo debiera estar prometido a uno de los Nombres del Padre. La increencia en el amor deja como secuela la apatía y la de-presión que borran la "felicidad total" que promueve el discur-so capitalista. Increencia que está ligada al Otro que no permitió que el su-jeto pudiera leer claramente los signos de su don de amor. La madre tiene desde el lugar del Otro el poder del don, su omnipotencia será puesta en juego en la medida en que sólo ella puede dar o sustraer su presencia. El desamparo amoroso origi-nario recae en las dificultades que el sujeto encuentra en habili-tarse en el pasaje de eromenón a erastés, de amado a amante. El amor es lo que permite velar el agujero donde se conju-gan sexualidad y muerte, y permite bien anudado recrear el vacío a partir de la creación. ■ 1. Efímera del griego ephemeros : que vive un día. 2. Lacen. Jacques: "El saber del analista", Seminario inédito. traducción para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. 3. Lacan. Jacques: ibidem.