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K: Hemos cultivado una mente que puede resolver casi cualquier problema tecnológico. Pero, al parecer, los problemas humanos
nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus problemas: los problemas de la comunicación, del
conocimiento, de las relaciones, los problemas del cielo y del infierno; todo el problema de la existencia humana se ha vuelto un
inmenso y complejo problema. Y, aparentemente, ha sido igual a lo largo de la historia, a pesar de su conocimiento, a pesar de sus
siglos de evolución, el hombre jamás ha estado libre de problemas.
DB: Sí, de problemas insolubles
K: Yo pongo en duda que los problemas humanos sean insolubles
Desde antiguo los seres humanos hemos tenido en cuenta el factor ilimitado de
la naturaleza, su complejidad que implica a su vez la contemplación de lo
incognoscible, pero al mismo tiempo un maravillarse de lo que Es, en respeto y
armonía. El reconocimiento de nuestras limitaciones que no conllevan a una frustración
de la condición humana, sino a una mejor comprensión y por tanto a actuar. Esto se
puede ver en las culturas nativo americanas, en las orientales, incluyendo a los griegos.
A esto, al reconocimiento de la limitación, se le ha dado por considerar “pensamiento
místico”. En la actualidad se tiene mucho prejuicio por la palabra misma “místico”, que
es tomada por charlatanería, sea por tergiversación o por simple falta de escucha atenta
a lo que se dice. Hemos de recordar para esta indagación, pues, lo siguiente: “La mística
(aunque tal vez hubiera que inventar otro vocablo) no es, por tanto, ninguna cosa
irracional. Al contrario. La mística, el Tao, o como quiera decirse, es el impulso mismo
de la razón crítica. También su fundamento. Lo presintió Platón: sólo alguien que, en el
fondo, sabe puede asombrarse por no saber. Dicho de otro modo: la mística es la
lucidez, la conciencia sin símbolo interpuesto. Los anónimos redactores de las
Upanishads lo proclamaron hace milenios: el discurso humano es una delicada farsa
sobre un trasfondo de lucidez absoluta. Permanentemente, lo que no puede decirse
fundamenta lo que se dice. En el principio jamás fue el verbo”1.
“La física no trata de cómo es el mundo, sino de qué podemos decir sobre el
mundo”, dijo Niehls Bohr, muy en consonancia con Wittgenstein, “De lo que no se
puede hablar hay que callar”6. “Del Tao se puede hablar, pero no del Tao eterno” 7. “A la
naturaleza le gusta ocultarse”, declara Heráclito, aunque más bien somos nosotros los
que tendemos a verla pero no-verla8. Ahora, como se dijo en un inicio, lo que se ha
etiquetado como “místico” -lo sensato en un sentido amplio- implica la comprensión de
los hechos, no limitándose al hemisferio izquierdo del cerebro, al pensamiento analítico.
En este acontecer, existe la posibilidad de una escucha atenta unos con otros, y no solo
eso, sino que la virtud –asumida como la acción correcta- se manifiesta cuando el patrón
perverso –lo que no está en su sitio- muere, incluyendo la personalidad ilusoria, ¿o es
que acaso la mayoría de las personas no están conformadas por un manojo de
emociones producidas por traumas y diversos apegos psicológicos?
4
“Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada”, Konrad Lorenz, traducción de Manuel
Vazquez. Plaza & Janes editores. Traducción de Manuel Vazquez, primera edición, Barcelona, 1984.
5
“La mente que no mide”, Jiddu Krishnamurti. Ed. Edhasa. Traducción de Armando Clavier, primera
edición, Barcerlona, 1992.
6
“Tractatus Logico-Philosophicus”, Ludwing Wittgenstein. Versión e introducción de Jacobo Muñoz e
Isidoro Reguera, pág. 183. Alianza Editorial. Primera edición, Madrid, 2001.
7
“Tao Te King”, por Lao Tsé
8
Si vemos un árbol y solo nos limitamos a su etiqueta, sin examinarlo ni atisbarlo a profundidad, no
habremos conocido al hecho, el árbol.
se puede. Por ejemplo, en cuanto a los refinamientos en el uso de electricidad, éste
puede desembocar en mayor contaminación para el planeta y nosotros mismos. Lo
mismo puede decirse del agua, cuando en parques de diversiones conocidos
mundialmente se gastan toneladas y toneladas de agua dulce en piscinas, mientras que
en otros países la gente escasea en agua. ¿Alguien está enterado de que algunos de los
minerales –como el coltán- necesitados para la fabricación de celulares, por ejemplo, así
como lo requerido para el mejor funcionamiento de los video-juegos, misiles balísticos
y aparatos electrónicas en general está costando la vida de 3,9 millones de vidas en el
Congo?
Muy similar es lo que señala la futurista Hazel Henderson, cuyo argumento nos
lo puede describir el físico teórico Fritjof Capra: “(…) La economía, aclara, no es más
que un aspecto de la textura ecológica y social global, que los economistas tienden a
dividir en fragmentos, haciendo caso omiso a la interdependencia social y ecológica.
Todos los servicios y mercancías quedan reducidos a sus valores monetarios, y se
ignoran los costes sociales y ambientales generados por toda actividad económica,
considerados como “variables exteriores” sin cabida en los modelos teóricos de los
economistas. Los economistas corporativos, señala Henderson, no sólo tratan el aire, el
agua y numerosas reservas del ecosistema como géneros gratuitos, sino también la
delicada red de relaciones sociales, gravemente afectada por la continua expansión
económica. Los beneficios privados se realizan cada vez más sobre la base de unos
costes públicos, como el deterioro del medio ambiente natural y de la calidad general de
la vida. “Nos hablan de la impecable limpieza de platos y ropa –observa con humor
amargo-, pero olvidan mencionar la limpieza desaparecida en ríos y lagos”10.
9
“La guerra del Coltán desangra el Congo”, por Ana Delicado, publicado en el Centro de colaboraciones
solidarias
10
“Sabiduría insólita”, Fritjof Capra, pág. 283. Ed Kairós. Tercera edición, Barcelona, 2003.
conserva el mito de que la desaparición del empleo es apenas un eclipse. Y con ello, al
prometer su egreso inminente, al restar dramatismo a la marginación de los excluidos, al
alentar el sentimiento de vergüenza que lo acompaña (pero que, felizmente, está
decreciendo), se refuerza la explotación de aquellos que corren peligro de caer en el
desempleo, los que quedan a merced de los dueños de los pocos puestos de trabajo que
quedan. Lo más funesto no es la ausencia de empleos sino las condiciones de vida
indignas, el rechazo, el oprobio infligido a quienes la padecen. Y la angustia de la
inmensa mayoría que, bajo la amenaza de caer desempleado, se ve sometida a una
opresión creciente”11.
11
“Una extraña dictadura”, Vivianne Forrester. Fondo de cultura económica. Traducción por Daniel
Zadunaisky, primera edición, Buenos Aires, 2000.
12
“Arquetipos e inconsciente colectivo”, C. G. JUNG, pág. 105. Ed. Paidós. Barcelona, 1991.
13
“La Alquimia”, R.Benito Vidal, pág. 15. EDIMAT LIBROS. Madrid.
de la no-dualidad originaria. Cualquier forma cultural –institución, cosmovisión,
leguaje- es el resultado de este equilibrio.”14 Es por tanto un proceso de aprendizaje
continuo. En este caso, no se trataría de una ciencia en la cual la persona “desenchufe”
de la realidad. Antes bien, que tenga los pies en la tierra, se conozca a sí mismo, exista
respeto hacia los demás y desde allí moverse.
Ahora, cuando la persona olvida –o deja de lado- la comprensión de los hechos, esa
“mística” mencionada en un inicio, empieza a proyectar imágenes de su alrededor. En el
ámbito de cada quien, al no conocerse a sí mismo, tiende a tomar como patrones de
conducta lo que del exterior surge. En un principio resulta normal, el deterioro reside en
que esa imagen inicial que fue proyectada desde afuera, empieza a echar demasiadas
raíces. Es cierto que desde niño uno precisa algunas conductas como guía, y que cuando
ya madure mediante el proceso de conocerse a sí mismo vaya “sacudiéndose”, mediante
la crítica y la reflexión. “(…) Verás, desde que nacemos la gente nos dice que el mundo
es así y asá, y naturalmente no nos queda otro remedio que ver el mundo en la forma en
que la gente nos ha dicho que es”15. Sin embargo, ¿vemos que las personas se sacudan
por completo, en la medida que ya no dependa –de modo malsano- de esos patrones? Lo
que se observa es que esas imágenes asumidas como propias, van cambiando, pero se
trata como si fuese de una cebolla, capa tras capa. Condicionamiento tras
condicionamiento, teniendo como base a la ya mencionada personalidad ilusoria. Efecto
pigmalión16 exagerado.
Es en este instante, en el olvido del sí mismo real que uno, al verse como se ve,
aspira a ser algo más. No se está señalando a no sentir aspiraciones económicas, lo cual
es natural para optimizar su calidad de vida física. Se está refiriendo, pues, a que ese
devenir sea asumido por el ámbito psicológico. De este modo, la proyección, la
idealización, va en conflicto con los hechos ¿Y qué sucede cuando se da ese conflicto
entre el querer ser algo y el ser algo?, ¿no acontece el sufrimiento?, ¿qué implica el
esfuerzo –dentro de lo psicológico, no es acaso el querer ser algo también? Si antes la
persona no se ha comprendido a sí misma, es inevitable que haya conflicto y
sufrimiento. Puede sentir placer y comodidad, pero no habrá observado la raíz de todo.
Se puede sentir placer porque un aspecto de lo que quiso interiormente se realizó, pero
el sufrimiento ha de continuar cuando no sea así. ¿Qué tiene que ver esto con lo
ilimitado? Lo ilimitado también somos nosotros en su complejidad. Si se olvida lo que
Es –indeterminado- la proyección que tenemos de los demás, sean parientes o
compañeros, serán meras apariencias. Así, la persona que se ha proyectado a sí mismo
mediante la idealización, lo hace en cuanto a los demás. Olvida que las personas no son
estáticas, omite su complejidad. ¿De dónde procede la desilusión, no es acaso porque
algo se ha sido proyectado mentalmente, no es indicio de no conocerse unos con otros?
“Entonces nos preguntamos si es posible librar al cerebro de ser hindú, musulmán,
cristiano, marxista. Somos seres humanos, no etiquetas. Pero las etiquetas cuentan
muchísimo. Eso es lo que ocurre.”17
14
“Filosofía y mística”, pág. 37, Salvador Pániquer. Ed. Anagrama. Segunda edición, Barcelona, 1992.
15
“Viaje a Ixtlán”, Carlos Castaneda, págs.347-348. Fondo de cultura económica. Traducción de Juan
Tovar, primera edición, México, 1979.
16
El efecto pigmalión, para ponerlo en términos resumidos, es el patrón que la sociedad plasma en las
personas para que éstas actúen de una u otra forma, siendo el resultante que la persona se comporte como
quiere que la sociedad se comporte. En este artículo el efecto pigmalión se refiere principalmente cuando
el olvido del ser esencial yace ofuscado.
17
“La mente que no mide”, J. Krishnamurti. Ed. Edhasa. Traducción de Armando Clavier, primera
edición, Barcerlona, 1992.
Lo mismo sucede con las ideologías, cuando la imagen se torna más importante
que la persona, y es en ese instante en el que es muy posible que surjan los diversos
modos de totalitarismo. Se omite lo complejo, lo diverso, la autocrítica y por tanto
aquello que no se limita al propio sistema. En cuanto a la relación entre lo ilimitado,
vemos que la persona, al enfocarse en lo limitado y creer que es lo único real, gasta
mucha energía, puesto que se resiste al fluir natural. Entonces la persona se desgasta,
parecerá viva por fuera, pero por dentro no se sentirá completo. En este estado, sentirá
cierta sensación de satisfacción por los objetos externos, aumentando los refinamientos
excesivos. Así, la naturaleza pasa a segundo plano y es considerada como medio para
satisfacer muchas de sus necesidades superficiales, no necesarias. Ya lo atisbó también
Platón en su República “(…) Mas si tú quieres que echemos un vistazo a una ciudad
malsana, nada nos lo impide. Hay razón, según parece, para creer que algunos no
estarán contentos con ese género de vida; agreguemos, pues, lechos, mesas, muebles de
otra especie, manjares, ungüentos, perfumes, cortesanas, golosinas, y de todo ello en
abundancia. No entrará, pues, dentro de lo simplemente necesario lo que enumeremos al
principio, o sea la vivienda, los trajes y el calzado; habrá que introducir la pintura, el
bordado, y procurarse oro, marfil y materias preciosas de toda clase. ¿No es así?”18.
Asimismo, Lao Tsé en su Wen Tsu lo comprendió: “Los gobiernos de las épocas
degeneradas extraían los minerales de las montañas, tomaban metales y gemas, partían y
pulían conchas, fundían bronce y hierro; así pues, nada florecía. Abrían los vientres de
los animales preñados, quemaban los prados, volcaban los nidos y rompían los huevos;
así, los fénix no alcanzaban el vuelo y los unicornios no vagaban libremente. Cortaban
los árboles y construían edificios, quemaban los bosques para los campos, pescaban de
sobremanera en los lagos hasta el agotamiento. Amontonaban la tierra para poder vivir
en las colinas, y cavaban el suelo para poder beber de los pozos. Hacían más profundos
los ríos para fabricar presas, construían murallas en las ciudades que consideraban
seguras, cercaban a los animales y los domesticaban”19. Pues bien, el problema está
cuando el equilibrio entre necesidad vital y placer superfluo se deja de lado. No hay
nada enfermo en contemplar piezas de arte, pero cuando se trata de consumir hasta
morir por la aparente necesidad de sentirse lleno, entonces hay conflicto. La proyección
limitada –ilusoria cuando se la toma como lo único real- desemboca en conflicto con lo
inefable, dado que la comprensión no se limita a las palabras.
18
“República”, Platón. Traducción directa del griego por Antonio Camarero, pág. 197. Ed. Eudeba.
Traducción directa del griego por Antonio Camarero, 24 edición, Argentina, 2005.
19
“Wen Tzu”, Lao Tsé, fragmento 177, versión de Thomas Cleary. Ed. Edaf.
cual está “arrojado” o, más bien, al que está adaptado merced a la evolución y la
historia”.
Volviendo a Lao Tse, “cuando las personas pierden su naturaleza esencial por
seguir sus deseos, sus acciones nunca son correctas. Gobernar una nación de esta
manera desemboca en el caos; gobernarse a sí mismo de esta manera desemboca en la
deshonra”.21
20
“Una extraña dictadura”, Vivianne Forrester. Fondo de cultura económico. Traducción por Daniel
Zadunaisky, primera edición, Buenos Aires, 2000.
21
“Wen Tzu”, Lao Tsé, fragmento 7, versión de Thomas Cleary. Ed. Edaf.