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De limericks, gruks, snarks y haikús

Breve recorrido en una larga introducción sobre el juego


lingüístico y su aventura en la literatura
por José Günther Petrak Romero
En: http://realidadcero.tripod.com/juego.htm

"Tan pronto como el hombre se


reconoce a sí mismo como ser libre y
quiere ejercer
su libertad, entonces su actividad es
jugar"
Jean Paul Sartre

En 1876, once años después de la publicación de "Alicia


en el País de las Maravillas", Lewis Carroll daba a la
imprenta la obra "A la caza del snark o una agonía en
ocho ataques", sobre la cual Chesterton comentaría:

"Debe ser leída por prudentes y sabios filósofos, tratando de dilucidar ese arduo problema
metafísico de la frontera entre la razón y la sinrazón y la naturaleza de la más errática de las
fuerzas espirituales, el humor, que danza eternamente entre las dos."

Agudo comentario y sabio consejo del sabio inglés porque el humor, señor de la locura, pariente de
los juegos, artífice de la risa, es casi tan peligroso como los snarks. Pero, ¿qué es un snark? De ese
y otros bichos trata este capítulo que debe, sin embargo, comenzar por el principio:

1. De limericks, gruks, snarks y haikus. Introducción al juego

Aproximadamente a los dos años de edad, los niños alcanzan el que es, sin duda, el mayor logro
de la Humanidad en su largo devenir sobre la Tierra: el lenguaje articulado. Pero este salto
cualitativo de la maduración no es espontáneo ni azaroso. Antes incluso de su primer cumpleaños,
los niños balbucean, repiten palabras de una o dos sílabas como mama o dada (vocablo primigenio
que fundara el dadaísmo), descubren los sonidos de las vocales y de algunas consonantes (las que
predominan en su idioma materno), anticipan el universo de palabras que poblará su mundo social.
En suma, juegan con la lengua. Recuerdo de este primer intento infantil parece ser la disposición tan
frecuente en los escritores de seguir jugando con la lengua hasta que se hacen viejos, de construir
mundos nuevos con la imaginación, de recombinar sonidos y esencias verbales, de cultivar palabras
y proezas acrobáticas con ellas. Acaso lo que los diferencia de los infantes es el esfuerzo calculado
de tales ejercicios, auxiliado, por supuesto, de un desarrollo cerebral superior y de la experiencia,
con la que se hace oficio. Curiosamente, nadie enseña a los pequeños las reglas gramaticales hasta
que se les recluye en las escuelas; más aún, descubren las mismas, tan bien, por un proceso llamado
intuición lingüística, que en sentido estricto suelen hablar mejor que los adultos porque ignoran las
excepciones violatorias de las reglas y, por si fuera poco, suelen encontrar una gran alegría festiva
en el acto de crear nuevas formas de expresión. Así es como de ese territorio placentero que es la
infancia proceden nuestros primeros juegos lingüísticos: los trabalenguas ("Pepe Pecas pica papas
con un pico"), las canciones ("una mosca parada en la pared/ ana masca parada an la parad/ ene
mesque perede en le pered...), las adivinanzas... Con el auxilio de ellos (aunque no exclusivamente
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con ellos como saben bien los pedagogos) aprendemos a expresarnos, a convivir y, en pocas
palabras, a adaptarnos al medio social. Pero si en los niños es posible explicar la utilidad
psicológica del juego, en los adultos parece ser muy difícil: ¿qué logro puede significar un texto
compuesto de palabras inventadas, de sonidos rimados, de signos acomodados visualmente o de
relaciones ingeniosas de significados, por muy racional que haya sido su proceso de producción?
Sucede con estas obras que para algunos son asombrosamente geniales y para otros
asombrosamente inútiles. Quizá la actitud más sana sea le de acercarnos al juego lingüístico desde
lo que es su esencia: su carácter de juego. Huizinga dice sobre el juego que "es una categoría
primaria que se halla presente en los humanos y en los animales", pero que en los seres humanos
alcanza la categoría de producción cultural. En su naturaleza, el juego se opone a lo serio y es una
actividad libre, superflua y placentera, por lo tanto es tan inútil como el arte. No hay más de
entrada. Y aunque reconozcamos la utilidad que pueda representar el liberarse de las ataduras de la
gramática o del mal humor, debemos reconocer en los juegos lingüísticos su condición de inútiles,
al menos para el espíritu pragmático del neoliberalismo en boga.
¿Para qué dedicarle entonces tiempo y espacio? Porque el tema, como el juego mismo, desafía al
intelecto y si de paso nos divierte... ¡qué más! El lector está en su libre derecho de transitar por este
territorio sin mayor obligación que la de poner en juego su buena actitud hacia el juego.

2. De limericks, gruks, snarks y haikús. El juego lingüístico en la literatura o, en


voz de Huizinga, "la poesía nace de la esfera del juego del espíritu"

Desde que la literatura existe, existe el juego lingüístico. El acto de emparentar un predicado a un
sujeto es ya una suerte de juego. Lo mismo se puede decir de una comparación afortunada, de una
metáfora, de la combinación de sonidos producida por un texto... El tema es tan amplio como la
lengua misma que, según expresión de Saussure, "sería un álgebra que no tuviera más que
términos complejos". Intentar, pues, un álgebra de los juegos lingüísticos en la literatura, es una
tarea casi imposible. No obstante, y aunque el asunto es predominantemente emotivo y "el corazón
tiene sus razones que la razón desconoce", no es tampoco ajeno a la razón, como no lo es, tampoco,
la literatura. Así, en la búsqueda de un método racional, podemos comenzar por definir nuestro
objeto de estudio: llamamos juego lingüístico en literatura a la creación literaria cuya única razón de
ser es el placer. Ciertamente, podemos suponer que cualquier actividad creadora es de por sí
placentera, pero, en este caso, la fuente de ese placer radica en el uso deliberado de los signos
lingüísticos para combinarlos y recombinarlos, poniendo atención en el proceso y en el efecto
estético y emotivo de tales ejercicios, mas sin soslayar sus contenidos intelectuales. En otras
palabras, el juego lingüístico literario es producto de una actitud lúdica del productor y, como toda
actitud, según explica la psicología, posee un componente cognoscitivo y otro de orden afectivo,
además de una consecuencia motora, de acción, que, en este caso, se manifiesta en la realización
material del texto, con lo cual la obra adquiere vida social. Y puesto que esta disquisición parece
haber tomado el rumbo de un galimatías, qué mejor que darle al lector la oportunidad de
enfrentarse, con las armas de un caballero, a un insólito ejemplo:

GALIMATAZO (Jabberwocky)

Brillaba, brumeando negro, el sol


agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

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¡Cuídate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran y de las zarpas que desgarran!
Cuídate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

Valiente empuñó el gladio vorpal;


a la hueste mansona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...

Y así, mientras cavilaba firsuto.


¡¡Héte al Galimatazo, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del bosque turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez


zarandeó tijereteando el gladio vorpal
Bien muerto dejó al monstruo y con su testa ¡volvióse triunfante galompando!

¡¿Y haslo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!


¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué fragarante día! ¡Jujurujuú! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegría.

Pero brumeaba ya negro el sol;


agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios mientras el momio rantas necrofaba...

Lewis Carroll (traducción de Jaime de Ojeda)

Esta maravilla de juego literario, nombrada en su tiempo nonsense poem, tomando como referente
los limericks de Edward Lear (1) , aparece en "Alicia a través del espejo". En él se expresa, de
manera por demás brillante, la habilidad lúdica y el talento literario de Lewis Carroll: reune en un
sólo texto, distintas formas de juego manifestadas en alteraciones gramaticales de orden sintáctico,
morfológico, semántico y fonético, mismas que se analizarán con detalle en el próximo apartado,
salvando las dificultades de traducción (2) . Por si fuera poco, es una magistral parodia de una
balada medieval (lo que agrega al género como objeto de juego) y del petulante academicismo de su
época (el verbo jabber podría traducirse como cantinflear). Además, el reverendo Hodgson se
procura el goce de experimentar con los efectos tipográficos y en el libro presenta el poema
antecedido de su primera estrofa impresa como un reflejo especular, lo que hace exclamar a Alicia:
"¡Claro! ¡Como que es un libro del espejo! Por tanto, si lo coloco delante del espejo las palabras se
pondrán al derecho". Entonces el lector, como si fuera Alicia, descubre ante sus ojos la versión
como la presentamos.

Se ha señalado ya que el juego lingüístico se caracteriza, operativamente, por la combinación y


recombinación de los elementos lingüísticos, buscando un efecto que exprese las intenciones
lúdicas del autor y su actitud frente al lenguaje. No hemos, sin embargo, definido la literatura y,
antes de proceder a poner al derecho los aspectos señalados, conviene aventurarnos a través de ese

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espejo para redondear nuestro objeto de estudio, pues no todo juego lingüístico es literario, aunque
sí, todo juego literario es lingüístico. ¿Qué define lo literario? Sin duda, no existe una respuesta
universalmente aceptada y los teóricos han discutido mucho el asunto. Roman Jakobson concibe la
literatura como un acto peculiar de comunicación en el cual predomina la función poética de la
lengua, es decir, que los enunciados literarios constituyen un fin en sí mismos y aparecen dotados
de un valor intrínseco. Aunque el concepto intrínseco es difícil de sostener, de cualquier forma, si
lo ubicamos en el contexto de las realizaciones culturales, podría al menos facilitar la ubicación de
la literatura en el territorio de las artes, como expresión del espíritu humano y fuera de una utilidad
material. Ciertamente esta reflexión no resuelve del todo el problema, pero no es tampoco nuestra
intención profundizar en ello. Valga al menos el intento de dejar en claro hasta dónde podemos
llegar y que es retomar, de obras reconocidas, algunos ejemplos lingüísticos, propósito que no
excluye la utilización de textos no propiamente literarios, como los limericks, los gruks, los
poemínimos, algunos capicúas y los snarks (que no son juegos lingüísticos, pero sí igualmente
peligrosos) para hacer evidentes algunos mecanismos de su construcción.

3. Ruedas para la obra o el arte de hacer un Galimatazo. Juegos semánticos:

Aunque la actividad lúdica es de carácter libre, esto no quiere decir que carezca de orden: para
poder ser repetible, de inicio a fin, contiene reglas, tan estrictas a veces que frente a ellas no cabe
ningún escepticismo, según sentenció Paul Valery. Estas reglas, en el caso de los juegos
lingüísticos debe observar, además, los límites impuestos por la gramática y el lenguaje mismo, de
modo que el producto (el texto), conserve un mínimo de significación para el lector.

La lingüística ha explicado algunas cualidades de la lengua que conviene tener presentes, no sólo
para el efecto de construir textos lúdicos, sino para cualquier texto:

1. La lengua es económica, es decir, con unos cuantos sonidos y sus grafías,


puede hacer una cantidad infinita de combinaciones. (La consecuencia de
esto para el tema que nos ocupa es que podemos considerar a la literatura y
los juegos lingüísticos como códigos bien circunscritos de reglas, pero con
infinitas posibilidades de variación).

2. El lenguaje humano es sonido (aquí el término lenguaje engloba lo


fisiológico, lo físico y lo psíquico, conforme a la descripción saussuriana).

3. La lengua escrita y hablada es lineal, ocupa un lugar en el tiempo y el


espacio y requiere de un contexto para ser comprendida.

4. La lengua es :
a) un sistema, b) con tres componentes: fonológico, semántico, sintáctico, c)
un propósito de uso (pragmática), pero, d) de carácter arbitrario y
convencional.

Comprendida pues, la lengua, como un sistema con ciertas cualidades de estructura y función, así
como con sus múltiples posibilidades de uso, podemos concebir sus productos como subsistemas en
los que se conservan las características esenciales del sistema generador. Para nosotros el texto, y
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más concretamente el juego lingüístico en la literatura, es un todo que, aún separado de su contexto
(la obra en su conjunto) puede, con reservas, ser estudiado como una entidad autónoma. Sus reglas,
no obstante, intentan con frecuencia, violar o al menos desviarse de las normas estatuidas por la
gramática, pero sin conseguirlo en su totalidad: así, pocos valorarían el enunciado brumeba ya
negro el sol como expresión auténtica de un referente de la realidad que habitamos, ni creerían que
gramaticalmente es correcto que los limazones giroscaban agiliscosos banerrando por las váparas
lejanas, para empezar, porque desde el punto de vista semántico los términos no han sido
convencionalizados (normalizados), pese a lo cual, sin embargo, existe una sintaxis y una
morfología afin a su sistema de origen (3) .

En efecto, aunque el lector tipo no conozca los borogobios, ni al momio que rantas murgiflaba, si
cavila firsuto podrá encontrar en el poema de Carroll una historia, y aunque no tenga acceso a los
dibujos de John Tenniel sobre el galimatazo, las rantas y las váparas, habrá construido en su mente
una imagen de los mismos, poco importa que sea similar o no a la del autor (de hecho se debería
considerar autor a Jaime de Ojeda, el traductor, toda vez que resulta imposible hacer una
transcripción literal del poema en inglés) (4) . Desde el punto de vista de la lectura, el texto se hace
comprensible gracias a un fenómeno denominado, por los psicólogos de la Gestalt, integridad de la
percepción, el cual consiste en completar, en nuestra mente, objetos, figuras o cualquier elemento
de la realidad, incluso textos enteros, hasta alcanzar su buena forma. Esta cualidad biológica de
nuestra psiquis permite encontrar sentido a un texto, independientemente de que la significación de
un gran número de palabras nos sean desconocidas ( o no existan en el idioma), como en el ejercicio
de Julio Cortázar, transcrito a continuación para dar al lector un respiro y como fehaciente
comprobación de lo anteriormente expresado:

LA INMISCUSIóN TERRUPTA

Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le
flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal
acario en pleno tripolio que se le ladea hasta el copo.
-¡Asquerosa!- brama la señora Fifa, tratando sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos
es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y
consigue marivolarle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento
horadra el raire con sus abroconjantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo
sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin
tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de
miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y
en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve percivenir al doctor Feta que se
inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
-¡Payahás, payahás!- crona el elegantorium, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes.
No ha terminado de halar, cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo
enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolamas que para qué.
-¿Te das cuenta?- sinterruge la señora Fifa.
-¡El muy cornaputo!- vociflama la Tota.
Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando
más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así la tofifas y las fitotas, mejor es no
terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas.

Julio Cortázar ("Ultimo round")

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Desde el punto de vista de la producción, en lo semántico, este par de textos nos muestra un
cuidadoso proceso constructivo que comprende la selección de unidades sémicas que se distribuyen
a lo largo de la obra para darle un sentido de conjunto, conforme a la ley perceptual de la buena
forma. Carroll y Cortázar, por supuesto, tenían muy claros los umbrales de interpretación de sus
lectores, así que conservaron un buen número de términos convencionalizados y en la elaboración
de su idiolecto utilizaron, bien sea la raíz de palabras conocidas por el lector medio, a veces
yuxtapuestas a otros morfemas (como en agiliscoso, mezcla de ágil y viscoso, según explica Zanco
Panco a Alicia en un pasaje del libro referido, o gladiofantas, en el texto cortazariano, el cual nos
sugiere una mezcla de gladiadoras y elefantes), las terminaciones de algunos, que remiten a una
función gramatical (por ejemplo, banerrando o alanchufarse, que nos dan la idea de verbos) o un
sonido (mofo, suño, cafotos) que pueden asociarse a onomatopeyas. Vale decir, a manera de
complemento, que términos como plica, resma, peticura y otros, sí existen en la lengua española y
son propios del ámbito de las artes gráficas. Su inclusión en un contexto discursivo diferente, con
obvias intenciones, los ha dotado de un nuevo significado. Un verdadero motín contra la lengua...

Y ahora que el lector paciente ha llegado hasta aquí, merece saber lo que es un snark: una mezcla
de babosa (snail) y tiburón (shark). Espeluznante, ¿no?

La cita de Chesterton, transcrita al inicio de este trabajo, reclama por lo menos una consideración.
Razón y sinrazón, y entre ellas, danzando, el humor. Hasta ahora, y en aras de la racionalidad, nos
hemos esforzado por desarticular un par de ejemplos de juego lingüístico literario para tratar de
conocer el mecanismo lógico de su elaboración. Y, aunque no hemos terminado, queremos dejar
sentado que, en efecto, la sinrazón también tiene razón de ser en nuestro asunto; mas preferimos
llamarla emoción, una forma no lógica, pero válida, para acceder al conocimiento del mundo. Quizá
por ahí está la importancia del juego en nuestro desarrollo espiritual. En el caso concreto que nos
ocupa, podríamos aventurarnos a afirmar que tanto los autores como los lectores de los textos, han
disfrutado del goce estético que representa el acto de crear. Ciertamente, parte del placer de un
juego literario está en descifrar su contenido, pero ésto no siempre se logra mediante la abstracción,
procesando la experiencia y reduciéndola a conceptos, como pretende la epistemología occidental.
Por el contrario, a veces ese conocimiento se expresa como un despertar repentino que la razón no
puede provocar, así como los niños elaboran las intuiciones lingüísticas a las que aludimos o como
los poetas del budismo zen lo plasman en sus haikus (5).

En rincones y esquinas La larga noche.


fríos cadáveres: El sonido del agua
flores de ciruelo. dice lo que pienso.

Buson Gochiku

En contraste, la pretensión racionalista puede dar lugar a caricaturescos juegos lingüísticos. Para
muestra un limerick y dos gruks:

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Yo adoro tu perímetro, Beatriz Todo viene a ser Si ninguna idea
y el logaritmo azul de tu nariz, o cóncavo, o convexo cruza tu mente
tu diámetro ideal, Por lo tanto lo que sueñes haz tu discurso
tu apotema genial , tendrá que ver con el sexo poco evidente.
¿Querrías ser mi amor; mi bisectriz?

Claudia Suberbordes Piet Hein Piet Hein

En resumen, el poder de evocación de los signos lingüísticos se extiende más allá de nuestra
capacidad de intelectualización del mundo, tanto que, en la manufactura de los juegos literarios, es
imposible excluir el elemento afectivo (la función emotiva de la lengua) ligado a lo irracional en
términos de Chesterton, o al inconsciente, en términos freudianos. ¿Y el humor? En ocasiones nace
en el juego como la polisemia al tomar las palabras al pie de la letra:

PIDA LA PALABRA PERO TENGA CUIDADO

Cuando el catedrático doctor Lastra tomó la palabra, ésta le zampó un mordisco de esos que
dejan la mano hecha moco. Al igual que más de cuatro, el doctor Lastra no sabía que para
tomar la palabra hay que estar bien seguro de sujetarla por la piel del pescuezo si, por
ejemplo, se trata de la palabra ola, pero que a queja hay que tomarla por las patas, mientras
que asa exige pasar delicadamente los dedos por debajo como cuando se blande una tostada
antes de untarle la manteca con vivaz ajetreo.
¿Qué diremos de ajetreo? Que se requieren las dos manos, una por arriba y otra por abajo,
como quien sostiene a un bebé de pocos días, a fin de evitar las vehementes sacudidas a que
ambos son proclives. ¿Y proclive, ya que estamos? Se la agarra por arriba como un rabanito,
pero con todos los dedos porque es pesadísima. ¿Y pesadísima? De abajo, como quien
empuña una matraca. ¿Y matraca? Por arriba, como una balanza de feria. Yo creo que ahora
usted puede seguir adelante doctor Lastra.

Julio Cortázar ("Ultimo round")

Las posibilidades de combinación semántica de carácter lúdico comprenden un amplio espectro


que va desde las formas exploradas ya en este texto, hasta algunas muy extrañas, como hacer que en
se enuncien cronopios y que en sus evoluciones estos cronopios den una vuelta de tuerca al
espacio, como un anillo de Moebius o una figura imposible de Escher:

Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de


luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio,
pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.

Julio Cortázar ("Historias de cronopios y de famas")

Por último, aunque sin agotar aún el asunto, otro juego interesante con las significaciones puede
surgir de la sustitución de términos, partiendo de su similitud sonora, en algún giro coloquial, un
refrán, un tópico:

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Horror a ...Y Hombre
a quien sin embargo pervertido
horror se vale por
merece ¡bebe! dos

Efraín Huerta

No desdeñarás Ojo Quien


la mujer por ojo. pecho abarca
de tu Lente loco
projimo por lente aprieta

Mario Benedetti

4. Ruedas para la obra o el arte de hacer un Galimatazo. Sintaxis, morfología,


fonología y semántica:

Antes de proseguir conviene recordar que todo texto funciona como sistema, tal que la alteración
de alguno de sus elementos afecta al conjunto. Puede suceder, entonces, que las transformaciones
morfológicas, sintácticas, incluso las fonológicas, cuando obligan a sustituir términos para obtener
una aliteración o rima, afecten la significación del texto (el lector estará de acuerdo en que no es lo
mismo ayudantes generales que generales ayudantes, derechos humanos que humanos derechos,
dona tu córnea que cornea tu dona, director del centro que centro del director, modelos de discurso
que discurso de modelos,, datos de economía que economía de datos, etc.) En este sentido, los
juegos sintácticos, morfológicos y fonológicos están supeditados a las posibilidades semánticas de
la lengua.

Los juegos sintácticos operan sobre la estructura de los enunciados, modificando el orden natural
de sus elementos. Su fundamento está en el reconocimiento de que nada impide, excepto, a veces, la
gramática (¡pero qué diablos importa al jugador la gramática!), intercambiar entre sí las partes de un
todo. En su realización se puede hacer uso del azar, o una guía normativa para indicar el espacio
para cada permutación. Estos juegos siempre tienen impacto en la semántica de la obra. Quizá uno
de los ejercicios más conocidos de este tipo sea la letra del tema musical "La construcción", de
Chico Buarque. Iniciados los años 60, el Ouvroir de Littérature Potentielle, creado por Raymond
Queneau ( 7 ) y François le Lionnais, editó la obra "Cent mille milliards de poèmes" que
consta de diez sonetos, cortados en 14 tiras (una por verso). Moviendo las tiras, a derecha e
izquierda, el lector puede construir 1014 poemas inteligibles.

El recurso estilístico más común en este tipo de juegos es el hipérbaton, del cual se vale Carroll
en "El Galimatazo" para lograr las rimas. Las permutaciones pueden hacerse, igualmente, al
interior de las palabras, como en los anagramas, o invirtiendo su orden, como en los palindromos o
frases y palabras felices, según los llamó Guillermo Cabrera Infante. Como ejemplos curiosos de
estos últimos, dejando al lector la decisión de si se trata de producciones literarias o no,
transcribimos dos piezas únicas: el primero fue encontrado en las ruinas de Pompeya y según
algunos estudiosos quiere decir: el artesano tiene ruedas para la obra. El otro, tejido por los
descendientes de los incas, de oído, pues carecen de escritura, significa: la felicidad es esa extraña

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bestia que se come al pájaro que se agita. Ambos palindromos pueden leerse de izquierda a derecha,
de arriba hacia abajo y viceversa:

1. 2.

SAT O R MICUC
AREPO ISUTU
TENET CUYUC
O PE RA UTUSI
R O TAS CUCIM

5. Ruedas para la obra o el arte de hacer un Galimatazo. Sintaxis, fonología,


morfología y semántica. Del diario donde Davino Duvino, doncel de dádivas
deudor, devino divino:

Siguiendo con las letras, sabemos que las vocales más utilizadas en el castellano son la a y la e,
pero resulta más interesante saber que la distribución de éstas en cualquier texto literario
corresponde a una media estadística cuyas desviaciones pueden ser predichas por el cálculo de
probabilidades. De igual modo podemos tomar la medida al uso de la puntuación, aunque, conforme
al estilo de cada autor, hay textos que carecen, por ejemplo, de puntos y aparte o, incluso, omiten en
su totalidad los signos de puntuación; esa es una forma de juego. Y puesto que el lector seguramente
conocerá alguno, preferimos adentrarnos en otros ejemplos de la ruptura de la aleatoriedad
estructural de los signos lingüísticos o, en palabras más sencillas, la composición de una obra
omitiendo el uso de una o varias letras.

AMAR HASTA FRACASAR


(TRAZADA PARA LA A)
Fragmento

La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada. Amaba a Ana Blas, galán
azás cabal, tal amaba Chactas a Atala.
Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar trataban, mas
hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal plan.
La plaza llamada armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada mañana; mas la mamá,
llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá trataba jamás casar a Ana hasta hallar
gran galán, casa alta, ancha arca, ara apañar larga plata, para agarrar adahalas. ¡Bravas
agallas! -¿Mas bastaba tal cábala?- Nada ¡ca! ¡nada basta atajar la llama aflamada!
Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. Las gradas callaban las
alharacas adaptadas a almas tan abrazadas. Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca
amar Blas a Ana, Ana a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar!,
gratas pasan para apalambrarlas más, para clavar la azagaya al alma. ¡Ya nada habrá capaz
arrancarla!...

Rubén Darío

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Los lipogramas (del griego dejar y letra son un tipo de juego lingüístico muy cultivado en
distintas épocas. Ejemplo notable es una Oda escrita por Píndaro (518-438 a.C.) sin usar cierta letra
griega. En nuestro idioma, uno de los primeros trabajos de este tipo es la novela del siglo XVII
"Los tres hermanos", de Francisco de Navarrete y Ribera, que, excepto en el título, se escribió
prescindiendo del uso de la a. Un fragmento del inicio se reproduce a continuación:

En Toledo, pueblo insigne por quien le dio principio, que fue Ptolomeo, eminentísimo
estrellero, por su suelo y cielo, por su sitio, como por su célebre río, sus dulces y melosos
frutos, por su rico y suntuoso templo, por sus bellos rostros de mujeres en visos del sol,
esculpidos entre crepúsculos de nieve, por sus eternos edificios, propios de sus ilustres
vecinos, por el entendimiento de sus hijos, que son robo de estudiosos, por el orgullo
invencible de muchos que siguieron pendones, y con gusto oyeron el rumor del bélico
instrumento, y en nombre de su rey rindieron fuertes, prendieron triunfos, y fueron dignos
merecedores de mercedes y privilegios que hoy hinchen sus honorosos escudos; este pues
Toledo, como digo, en el principio que reinó el prudentísimo y temido rey Don Felipe III
hubo un buen clérigo con el beneficio del templo del glorioso Isidoro, con cuyos frutos y los
derechos de sus obvenciones, se gobernó bien regido, sin deseos del propio ministerio...

Francisco de Navarrete y Ribera

En francés, una proeza similar la llevó a cabo George Perec (1938-1982), miembro de Ou.Li.Po.,
con su novela "La Disparition", en la cual omite la letra e , la de más uso en ese idioma.

Otros juegos con letras muy conocidos son los acrósticos (del griego punta o extremo y verso):

Alondras cantan, y ya
Un ansia de amanecer
Remece la noche y da
Oro y plata y rocicler
Respóndeme, ¿quién será?
Aurora, quién ha de ser.

Alfonso Reyes (dedicado a Aurora Díaz Paul)

Martin Gardner cuenta que en 1915, en Londres, diariamente se publicaban acrósticos dobles en
los ocho principales diarios. El lector debía completar un grupo de letras faltantes. Tal es el origen
de los crucigramas.

Pero así como es posible tomar como unidad de juego las letras para lograr agrupaciones
antiestadísticas; también se puede intentar construir textos aumentando la frecuencia de uso de
palabras según su función gramatical. Veamos este fragmento del "Cántico" de San Juan de la
Cruz:

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A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores,
y miedo de las noches veladores:
por las amenas liras
y cantos de sirenas os conjuro...

San Juan de la Cruz

La suma de elementos en este fragmento da por resultado quince sustantivos, cuatro adjetivos y un
solo verbo... Otro ejemplo más elaborado, con abundancia de adjetivos, es el de estas cuartetas de
Lope de Vega:

DEFINICIóN DEL AMOR

Desmayarse, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo,
alertado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso.

No hallar fuera del bien centro y reposo


mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso.

Lope de Vega

Otros juegos consisten en omitir una determinada parte de la oración, como en este anónimo
español del siglo XIX, en el cual se eliminaron los verbos:

Hermosa noche de estío,


estrellado firmamento,
blanca luna, tenue viento,
fresca brisa, manso río...
En lo alto mucha luz;
en lo hondo, mucha sombra;
junto al río, verde alfombra:
sobre la alfombra una cruz;
junto a la cruz una bella;
junto a la bella, un doncel;
entre las dos manos de él
una blanca mano de ella.
Suspiros entrecortados,
mil sonrisas, mil finuras,
mil deliciosas locuras,
y besos muy prolongados.
-¡Angel mío!- ¡Dulce bien!
-¡Mi alegría!- ¡Un embeleso!
Y un beso, sí, y otro beso,

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y otro, y otro, y otro, y cien...
-¡Mañana al Carpio!- ¡Verdad!
Y una vez ambos allí,
yo tuyo, tú mía...-¡Sí!
¡Y eterna felicidad!...
- ¿Y ese hombre?- ¡Nunca suya!
Mi cariño para ti
como el tuyo para mí...
- ¡Siempre tuyo!- ¡Siempre tuya!
De pronto un ronco ladrido,
rabioso, potente y fiero.
- ¡Oh, Dios! ¡Pobre caballero,
es el perro enfurecido!
Atento a su propio mal,
tras la cruz, un noble anciano;
una pistola en su mano
y en la otra, agudo puñal.
- ¡Ah, traidores!- ¡Maldición!
- ¡Santo Dios!- ¡Piadoso cielo!...
Dos cuerpos luego en el suelo
y otro en pie, junto a los dos.
A la mañana siguiente:
Guardia civil, el juzgado,
el populacho indignado
y en prisión el delincuente...

Mas los modelos presentados hasta ahora se quedan cortos frente a la audacia de uno de los
escritores vanguardistas más notables de nuestra América Latina, Vicente Huidobro, quien en
"Altazor" llevó la desconstrucción de la escritura literaria hasta sus límites lúdicos. Comenzamos
con un juego semántico, la alteración de géneros:

La montaña y el montaño
Con su luno y con su luna
La flor florecida y el flor floreciendo
Una flor que llaman girasol
Y un sol que se llama giraflor

Seguimos con uno sintáctico, alterando el orden verbal:


La herida de luna de la pobre loca
La pobre loca de la luna herida
Tenía luz en la celeste boca
Boca celeste que la luz tenía

Continuamos con uno morfológico-semántico, sustantivación de los verbos y verbalización de los


sustantivos:

La cascada que cabellera sobre la noche


Mientras la noche se cama a descansar
Con su luna que almohada al cielo
Yo ojo al paisaje cansado
Que se ruta hacia el horizonte
A la sombra de un árbol naufragando

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Otro morfológico-semántico-fonológico:
El pájaro tralalí canta en las ramas de mi cerebro
Porque encontró la clave del eterfinifrete
Rotundo como el unipacio y el espaverso
Uiu uiui
Tralalí tralalá
Aia ai ai aaia ii

Y al final, la desescritura total, apoteosis del juego lingüístico que se agota, agonía de la
significación donde sólo puede reconocerse el sistema fónico del castellano:

Tempovío
Infilero e infinauta zurrosía
Jaurinario ururayú
Montañendo oraranía
Arorasía ululacente
Semperiva
ivarisa tarirá
Campanudio lalalí
Auriciento auronida
Lalalí
Io ía
iiio
Ai a i ai a i i i i o ia

6. Ruedas para la obra o el arte de hacer un caligrama. La forma que es fondo que es
forma:

En el principio de la escritura los signos eran ideográficos y formaban parte de códigos analógicos,
es decir, que la grafía de las palabras era inseparable de su contenido semántico; eran, pues, dibujos
que imitaban la realidad. Con el tiempo, y una vez que el alfabeto y los signos fónicos comenzaron
a reemplazar los anteriores, su poder de evocación quedó sometido a abstracciones
convencionalizadas. No obstante, las figuras (representaciones icónicas) construidas con signos no
motivados (vgr. las letras) devinieron en talismanes, como este caligrama muy usado en la Edad
Media, combinación de un conjuro expresado fónicamente y la figura mágica del triángulo:

AB RACADAB RA
B RACADAB R
RACADAB
ACADA
CAD
A

El caligrama, como expresión lúdico-literaria alcanzó su máximo impulso en la obra de Guillaume


Apollinaire (1880-1918), aunque uno de sus antecedentes más remotos parece ser un elogio de
Rabelais (1494-1558) a un botellón de vino, dibujado con el perfil de un botelón. En "Alicia en el
país de las maravillas", Carroll incluyó un poema en forma de cola de ratón cuya idea fue sugerida
por un sueño relatado por Tennyson. En éste se le apareció un poema sobre las hadas que
comenzaba con unos versos muy largos que se iban acortando hasta hacerse de dos o tres sílabas. El
poeta no recordó el poema, pero sí la disposición gráfica, misma que comunicó a Carroll y de la
cual se sirvió éste . Sin duda, la poesía del siglo XX debe mucho al reverendo Hodgson y al

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cubismo y a sus caligramas por haberse atrevido a romper con la rigidez tipográfica característica
de la poesía tradicional. Y aquí, nuevamente, no podemos dejar de citar a Huidobro que dibujó un
molino-poema que aún se mueve.

7. Antes del punto

Este breve recorrido por diversas formas del juego lingüístico en la literatura no agota, por
supuesto, el tema. Seguramente, de la memoria del lector habrán emergido otros ejemplos, tal vez,
por ejemplo, los que aparecen en textos notables como "El nombre de la rosa", de Umberto Eco,
en la obra de Borges, o en "Tres tristes tigres", de Cabrera Infante, o más de Cortázar (el
"giglico" de Rayuela, p.ej.), Huidobro, Carroll... Es posible que todos los escritores hayan
sentido alguna vez la inefable necesidad de jugar con la lengua... Suponemos que no habrá lector
que se niegue a sucumbir al embrujo del placer inútil de acercarse a ellos.

Como nota final de este capítulo podríamos agregar algo sobre el papel del azar en los juegos
literarios: aunque el escritor no puede dejar sus textos, ni siquiera los lúdicos, al absoluto concurso
del azar (Huidobro criticó los métodos surealistas porque consideraba que convertía la literatura en
un divertimento de familia, sin trascendencia) puede, por lo menos, ser fuente de inspiración. Los
"Cien mil millardos de poemas" de Queneau deben al azar muchas de sus posibilidades. Tomar
la frase inicial y la final de un cuento ya publicado, para luego enlazar series de ideas que las
conecten, colocar frases antecedentes y consecuentes en distintos canastos para después
relacionarlas, según vayan saliendo, abrir un libro en cualquier página y seleccionar fragmentos
para combinarlos con otros, son algunas de las múltiples maneras de hacer participar al azar en los
juegos lingüísticos y a los cuales pude acceder el lector en la segunda parte de este manual.
Convertirlos en literatura es otro asunto. El azar ayuda, pero sólo al talentoso. ¿Qué tan azarosa es
la selección de vocablos en el cerebro del creador literario? Esta pregunta podría ser tema de estudio
para los psicolingüistas. Seguramente los ingenieros en sistemas tendrán mucho que aportar a la
investigación del tema, al igual que los matemáticos y los especialistas en teoría del caos. Sea cual
sea, sin embargo, el ángulo desde el que se observen, los juegos lingüísticos en la literatura existen
por alguna razón: nos enseñan a conocernos y a reconocernos en nuestra doble naturaleza, la
racional, territorio de la lógica, y la emotiva, espacio espiritual de la magia, los sueños y la infancia

Punto final de esta introducción: .


Unas palabras (sin juegos) sobre el autor
José Gunther Petrak (Puebla 1958), 40 años, licenciado en Psicología (BUAP), maestro en Letras iberoamericanas
(UIA), coordinador del área de Creación Literaria en la UDLA-Puebla. Ex futbolista profesional, futbolista llanero, ex
vendedor; experiencia en psicoterapia, motivación de enfermeras y secretarias. También coordiné la licenciatura en
Comunicación en la Universidad Iberoamericana.
José nos cuenta algo de sí: Cuando publiqué mi primer libro de cuentos: "Para leer la tarde", tuve mis cinco minutos
de fama en la televisión local. Aparezco en numerosas antologías de cuento, mi primera novela "La gran obesa y el
hombre pequeño" está en imprenta.
Tengo en mi haber tres menciones honoríficas en el concurso "Puebla" de cuento de Ciencia Ficción. Soy aficionado e
investigador "serio" de los juegos lingüísticos, desde hace un par de meses.Me gusta viajar y leer novela. Mis autores
preferidos no son de Ciencia Ficción: Cortázar, Truman Capote, Nabokov, Faulkner, Michael Ende, Brice Echenique y
García Márquez.
Del género fantástico: Guy de Mauppasant, Henry James, Feval, Lovecraft, Bierce, y Aickman.

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