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ESCUELA TECNICA SUPERIOR DE LA

POLICIA NACIONAL DEL PERÚ

TRABAJO ENCARGADO

A CARGO DEL ALUMNO PNP:

JHON YERSON MANCILLAS QUISPE

CURSO : ARTE Y CULTURA


PROMOCION :
DOCENTE : MAMANI INQUILLA ROLANDO D.

DIOS PATRIA
LEY

PUNO – PERU

2018
CAMILO BLAS

José Alfonso Sánchez Urteaga nació en la ciudad de Cajamarca el 19 de


marzo de 1903. Muy tempranamente dio muestras de su dote de dibujante,
las cuales fueron inicialmente encauzadas y alentadas por su tío Mario
Urteaga, que también fue su profesor de dibujo en Colegio San Ramón.
Obedeciendo el requerimiento materno, se graduó de abogado en La
Universidad de La Libertad antes de entregarse por entero a la actividad
pictórica, mundo en el que irrumpió con el tajante seudónimo de Camilo Blas.

En Trujillo al celebrarse el centenario de la independencia, Camilo Blas ganó


el concurso de pintura presentando un cuadro titulado “Mochera”, de clara
temática autoctonista, realizado cuando aun no había tomado contacto con
Sabogal. De ahí que más tarde se expresara diciendo: “Pintaba mi Tierra y mi
Pueblo, sin saberlo era indigenista y el movimiento había surgido”.

Su encuentro con Sabogal dio origen a una gran amistad y a una plena
identificación de propósitos. A sugerencia del pintor cajabambino, Camilo
ingresó al taller del maestro Daniel Hernández, Director de la Escuela de
Bellas Artes, para recibir alguna orientación necesaria. Luego en compañía de
Sabogal viajó al Cusco y en seguida a La Paz – Bolivia para pintar un mural.
De regreso en el Cuzco, Camilo se quedó allí por dos años pintando muchos
cuadros y realizando una serie de notables dibujos y xilografías que luego
formarán su primera exposición en Lima. Seguidamente se hechó a viajar por
distintas partes del país, tal como estaba convenido por el grupo indigenista.
En 1946 obtuvo el premio Nacional de Pintura “Ignacio Merino”.

Fue casado por la señorita Anita Silis con quien tubo cuatro hijas. Camilo Blas
Falleció el 26 de julio de 1985, en Lima
ESCUELA CUSQUEÑA DE PINTURA HISTORIA Y ARTE

En 1598, el obispo Antonio de la Raya fundó en la ciudad el Real Colegio


Seminario de San Antonio el Magno. En 1619, los jesuitas establecieron el
colegio San Bernardo y, mediante cédula real de 1692, se fundó la
Universidad San Antonio Abad que entró en funciones en 1696. Un
devastador terremoto ocurrido el 31 de marzo de 1650 motivó al obispo
Manuel de Mollinedo y Angulo a reconstruir la ciudad mediante el mecenazgo
de muchas obras de arte y edificaciones importantes. “Protegió el desarrollo
de la escuela de pintura cuzqueña que tuvo como prominente representante
a Diego Quispe Tito. El famoso púlpito de San Blas lleva, a manera de
homenaje, el escudo de este prelado”.15 La catedral del Cuzco se empezó a
construir en 1538, pero por efectos del terremoto de 1650, las obras se
interrumpieron y fue concluida y consagrada en 1735. La iglesia y convento
de Santo Domingo, erigidos sobre lo que fuera el templo incaico del
Coricancha, se erigió en los primeros años de la conquista, pero tuvo que
reconstruirse después del terremoto de 1650. Otro tanto ocurrió con el
convento y capilla de Las Nazarenas, edificados sobre el yachaywasi (escuela
de los incas). Esta misma circunstancia obligó a reconstruir la iglesia de la
Compañía de Jesús, las iglesias de La Merced, San Sebastián y el convento
de Santa Catalina.
Estos acontecimientos de carácter telúrico dan cuenta de los cataclismos que
sufrieron los cuzqueños y de sus motivaciones no solo para la constante
reconstrucción de sus templos sino para la continua producción artística,
especialmente de la pintura por ser la manifestación de más rápida producción
y de más fácil movilidad en casos de emergencia. Artistas como Francisco
Titu Yupanqui y Juan Tomás Tuyro Túpac son los más destacados.

La escuela cusqueña
La pintura de los siglos XVII y XVIII en el Cusco, adquieren la categoría de
Escuela, por las múltiples características formales e iconográficas, por su
amplia difusión territorial, y, por una continuidad en materia técnica y estética
de los talleres cusqueños, tanto de personalidades identificados como de
autores anónimos. En ella, se desarrollaron los más reelevantes resultados de
la convergencia de tradiciones occidentales y locales indígenas. Los estudios
en esta materia por connotados investigadores peruanos y extranjeros, han
dado luz a aspectos muy reveladores de esta importantísima parcela del arte
peruano colonial.

Antecedentes
La pintura cusqueña de los siglos XVII y XVIII tiene antecedentes en las obras
de Bernardo Bitti, cuyo sello pictórico se mantendrá tanto en pintores de
renombre como en los anónimos. El manierismo del pintor jesuita queda
expresado en una obra de la Catedral del Cusco, "La virgen del pajarito". Otro
pintor, discípulo del manierismo de Angelino Medoro, es Luis de Riaño. Éste,
al igual que su maestro ofrecen los primeros rasgos naturalistas que llevaran
más adelante al estilo propio de la escuela cusqueña, el barroco.

Pintura cusqueña del siglo XVII


El terremoto de 1650 motivó en el Cusco una serie de reconstrucciones que
abrieron las puertas al barroco. El personaje que participó activamente en
estos cambios que se operaron y que a la postre iniciaría el surgimiento de la
escuela cusqueña fue el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo. Su mecenazgo
artístico y cutural ha sido llamado también como la “era Mollinedo”,
relacionado con el esplendor artístico en los Andes (Wuffarden, 2004)
El comienzo de la escuela cusqueña tiene a dos personalidades indígenas.
Diego Quispe Tito y Basilio de Santa Cruz Pumacallao. Diego Quispe Tito
(1611-1681) se inicia como pintor antes del terremoto de 1650. Una de sus
primeras obras es la "Visión de la Cruz" (1631) (Fig. 1). Una composición en
que lo celestial y lo terrenal se incorporan a una misma realidad, sin que esto
implique el racionalismo propio de la perspectiva espacial unitaria de origen
occidental. Posee, además, cuatro grandes series: "La infancia y pasión de
Cristo", "La vida de San Juan Bautista", "El Martirio de San Sebastián" y "Los
Doctores de la Iglesia". Una de sus pinturas más significativas es el "Retorno
de Egipto" (1680) en el Museo Nacional de Historia del Cusco (Fig. 2), basado
en un grabado con la composición de Pedro Pablo Rubens (Fig. 3). La
reinterpretación del mismo tema que realiza nuestro autor, con una atmósfera
idílica y la incorporación de un espíritu de cotidianidad, implican el fervoroso
ambiente popular y religioso de la sociedad cusqueña. Finalmente, tenemos
como ejemplo final de este autor, El signo Acuario, con la escena de la "Huida
a Egipto" en la "Serie del Zodiaco" para la catedral cusqueña, más intelectual
y refinada propia de las clases cultas y eclesiásticas (Fig. 4).

Fig. 2

Fig. 1
Fig. 4
Fig. 3
La otra personalidad artística es Basilio de Santa Cruz Pumacallao. Tiene varias
obras, entre ellas una serie sobre la "Vida de San Francisco Asís". Posee obras
en la Catedral de claro espíritu barroco y siguiendo las ideas contrarreformistas
(Wuffarden, 2004) con "La imposición de la casulla a san Idelfonso" y "El éxtasis
de San Felipe Nieri". Otras obras son "La Virgen de Belén" y "La Virgen de la
Almudena". "La Virgen de Belén" (Fig. 5), es una composición de diferentes
pasajes de la trayectoria de la imagen desde su llegada al virreinato hasta su
arribo al Cusco. La virgen posee una composición triangular, que es el eje de
una división tripartita, a su lado, como orante y donante, el Obispo Molliendo.
Nuevamente somos testigos, de una exaltación popular, una ambientación
idílica, aunque, en este caso los referentes son más concretos, indicativo de una
toma de conciencia de la población cusqueña y sus dirigentes, del surgimiento
de un fenómeno cultural y artístico novedoso y original.

Fig. 5

El conflicto gremial de 1688, entre los españoles frente a los indígenas por el
derecho de cargar el arco efímero, constituyó el inicio más creativo de la escuela
cusqueña. La importancia de los artistas nativos será cada vez mayor. Tenemos
ejemplos como Antonio Sinchi Roca, con la serie de evangelistas y profetas
sobre los pilares de la Catedral (Wuffarden, 2004). Otro maestro indígena, de
estas tendencias cada vez más autóctonas, fue Francisco Chihuantito con una
obra firmada: "La Virgen de Monserrat" (Fig. 6).
Fig. 6
Uno de los fenómenos más interesantes en el ambiente cusqueño es el
denominado Renacimiento Inca (Stastny, 1982), consecuencia, entre otros
factores, de la lectura de la obra "Los comentarios reales de los Incas" de
Garcilazo de la Vega y un espíritu nacionalista de reincorporación de elementos
incaicos (Rowe). Otros, prefieren ver en esto, las consecuencias de una casta
indígena colonial por el retorno a sus antiguos privilegios sociales ( O'Phelan,
2005). En cualquier caso, estamos ante un mecanismo ideológico de gran
importancia artística a fines del siglo XVII y para casi todo el siglo XVIII. Una de
las obras más significativas en este contexto es "La serie del Corpus Christi",
obra probablemente de uno de los seguidores de Basilio Santa Cruz que fue
realizada para la parroquia de Santa Ana cerca de 1680 (Fig. 7). "Es una imagen
ideal de la sociedad de su tiempo, un ambicioso programa iconográfico que
abarca retratos corporativos, panorámicas urbanas, alegorías religiosas y
argumentaciones políticas" (Wuffarden, 2004). Puede ser interpretado como la
sociedad cusqueña plenamente incorporada a la cristiandad y como triunfo del
proyecto religioso de la corona española (Dean) o como la resistencia cultural de
los indígenas descendientes del Incanato (Stastny).

Fig. 7
El aporte iconográfico de los jesuitas nos ha llegado con los cuadros del
"Matrimonio de Martin García de Loyola con la ñusta Beatriz" (Fig. 8). Las
relaciones entre la orden religiosa y los curacas incas coloniales quedan
manifestadas en esta pintura. "La violenta historia de la conquista se ve
transformaba en una ceremonia nupcial entre vencedores y vencidos"
(Wuffarden, 2004). El mestizaje cultural, como idea socializadora, queda
formulada en una estética pictórica, que modelará el pensamiento visual de
nuestro pasado hasta nuestros dias.

Fig. 8
Otras manifestaciones artísticas a fines del siglo XVII
Al mismo tiempo que la pintura, se desarrollan otros géneros artísticos más
relacionados con el pasado prehispánico y cuyas técnicas y temáticas se
proponen un ideario más localista generada por el Renacimiento Inca, como
ejemplo tenemos: queros, tapices y piedras de huamanga).
Por otro lado, la escultura, con imágenes de vírgenes y santos y la elaboración
de púlpitos y retablos, adquieren una coherencia barroca, que los programas
eclésiasticos y la habilidad de los indígenas supieron congeniar. En este sentido
destaca la figura, algunas veces tradicional de Juan Tomas Tayri Tupac, a quién
se le atribuyen "La Virgen de la Almudena " y la joya del tallado barroco cusqueño
"El púlpito de la Iglesia de San Blas" (Fig. 9).

Fig. 9

Pintura cusqueña del siglo XVIII


El siglo XVIII, de una riqueza artística pocas veces alcanzado en América
colonial, lleva las consecuencias del siglo anterior a una proliferación de grandes
talleres alcanzando su punto más alto de difusión territorial, llegando a invadir
las ciudades más importantes de América del Sur.Dos iconografías aparecidas
en el siglo anterior se difundirán durante el siglo XVIII: "Los Arcángeles
arcabuceros" y "La defensa de la eucaristía" (Figs. 10 y 11). Demostrando por
un lado, la seguridad formal de sus innovaciones iconográficas, y por otro, la
calidad técnica de su pintura cusqueña.

Fig. 10 Fig. 11

El primer artista cuya personalidad se conoce en el siglo XVIII, es Basilio


Pacheco. Este autor realizó los lienzos de la vida de San Agustín en el claustro
del Convento de San Agustín en Lima. La importancia de la escuela cusqueña
queda reflejada con este encargo desde la capital del Virreinato. Además se hace
un autorretrato y coloca la ciudad y la catedral del Cusco como paraje principal
en una de las series, que es una declaración de su muevo status adquirido.
Como ejemplo de este autor tenemos "La Circunsición" (fig. 12) con el uso de
una perspectiva de filiación renacentista.

Fig. 12

De este mismo contexto de producción artística destaca la figura de Marcos


Zapata. Son características de su estilo el uso de los colores rojo y azul, una
belleza de rostros gráciles y la presencia de querubines, como lo hace en sus
representaciones de la virgen. El cuadro de "La Visitación" (Fig. 13), es un
destacado ejemplo de este autor, la claridad ecenográfica, la variedad tipológica
de la escena, el movimiento de las personajes, la ligereza de las túnicas y
mantos, con una ambientación ya conocida y repetida desde del siglo XVII.
Algunos seguidores de autor son Cipriano Gutiérrez, Antonio Vilca e Ignacio
Chacón.

Fig. 13

Algunas otras iconografías que destacan en el siglo XVIII, en la vertiente


anónima pero de programas iconográficos clericales e intelectuales son "La
genealogía de los Incas" (Fig. 14) y principalmente, las destacadas pinturas de
carácter universitario, como "El jardín de San Antonio" (Fig. 15) que el historiador
del arte Francisco Stasnty ha denominado como una "guerra iconográfica" en la
cual los diferentes estratos sociales del Cusco (españoles, criollos, mestizos e
indígenas) pugnan con una sutileza ideológica y de claridad de pensamiento sus
aspiraciones sociales. Conflictos que el arte cusqueño refleja en casi todas sus
pinturas y que tendrá como epilogo la revolución de Tupac Amaru II, que
desencadenará la drástica pero no completa desaparición de la escuela
cusqueña.

Fig. 14 Fig. 15

Cusco Perú, Ciudad que conjuga de forma armoniosa lo autóctono con lo


occidental, lo histórico con el presente, núcleo de la sociedad cultural misionera,
el occidental europeo. Es así, que durante el virreinato estuvo destinado a
realizar labores de orden artístico cultural, donde los españoles en su afán de
evangelizar a los nativos autóctonos plasmaron monumentos arquitectónicos,
retablos, imágenes, esculturas y en particular el arte pictórico, es así que la
denominación “Escuela Cusqueña”, surge de los pintores artistas en Cusco,
que dicho estilo fue influenciado en las obras del Padre jesuita Bernardo Bitti
(1548 – 1610), discípulo de Miguel Ángel, Mateo Pérez de Alessio (1547?-1631)
y Angelino Medoro (1565-1632?).
Escuela Cusqueña: observe el brocateado en oro

La Escuela Cusqueña era una tradición artística que se centró en Cusco en los
siglos XVII y XVIII, después de la conquista española en 1533. La Escuela
Cusqueña es considerada como el primer centro artístico organizado en el Nuevo
Mundo, pero al momento de la conquista ya existía en el imperio una significativa
actividad plástica que perduró hasta la colonia, lo demuestran en sus ceramios,
huacos, keros; así como también en las culturas pre incas, sus tejidos, murales,
etc. Es así que las primeras décadas del virreinato estuvo vinculado netamente
a la difusión de la fe católica, por lo tanto el arte se convirtió en un extraordinario
soporte didáctico para las explicaciones de los catequistas.

La prestigiosa Escuela de Pintura Cusqueña o Pintura Colonial Cusqueña, se


caracteriza por su originalidad y gran valor artístico. Fue el resultado de la unión
de dos culturas, la clásica europea y el anhelo de los pintores indígenas, criollos
y mestizos de expresar su realidad y su visión en el arte sacro. Es la única en el
mundo que estofa con láminas de oro, pintando directamente sobre este metal.
Dentro de los pintores de la escuela cusqueña, destacan en la majestuosidad de
este arte, entre otros, Diego Quispe Tito, Basilio Santa Cruz Pumacallao,
Marcos Zapata, y Antonio Sinchi Roca Inga, los que le darían reputación
universal.

En 1575 llegó a la ciudad imperial el Padre jesuita Bernardo Bitti, quien dejaría
una profunda huella a lo largo de más de un siglo. Su enseñanza estuvo a la
base de la pintura colonial peruana, en particular de la cusqueña. Su arte tiene
una gracia y delicadeza peculiar, propios de una espíritu contemplativo, con un
marcado estilo centrado en la figura humana. Dejó varias obras en iglesias,
casas particulares y en las regiones que se hallaban bajo la influencia del Cusco
como Juli, su sucesor sería otro jesuita de gran mérito. Diego de la Puente. Otro
maestro italiano influyente fue Angelino de Medoro que no viajo fuera de Lima,
pero su gravitación se canalizó a través de sus discípulos entre los que destacó
Luis de Riaño. Su arte reúne todas las características del estilo, figuras
alargadas, escorzos acentuados, colores fríos y tornasoles. También Mateo
Pérez de Alessio va a marcar este comienzo del arte pictórico virreinal.
La adoración de los magos (1740) - La anunciación de la Virgen (1632 Luis de
Riaño)

Después del terremoto de 1650 el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo,


conocido como el mecenas, hizo que se decore las paredes de la catedral del
Cusco y otras iglesias, precisamente Diego Quispe Tito fue el gran pintor del
barroco cusqueño, Su pintura es de muy rico colorido, de notorio énfasis por el
paisaje y la incorporación de detalles anecdóticos en su obra. Santa Cruz de
Pumacallao, pintor indio oriundo del Cusco, desarrolló un estilo muy correcto y
sobrio, aunque de gran calidad plástica.

Al lado de los artistas mencionados podemos recordar a destacados seguidores


indígenas tales como Marcos Zapata, Antonio de Sinchi Roca, de igual modo
Juan Espinoza de los Monteros, Martín de Loayza, Marcos Rivera y muchos
otros.

El nacimiento de San Francisco (1670) Basilio Santa Cruz Pumacallao

El aporte del arte español y, en general del europeo, influye en la


afamada Escuela Cusqueña desde época muy temprana, cuando se inicia la
construcción de la primera Catedral de Cusco que data de 1534, hoy Iglesia del
Triunfo aledaña a la Catedral Mayor, cuya construcción se inició el 11 de marzo
de 1560, la misma que se consagró el domingo 19 de agosto de 1668.
Inicialmente la pintura colonial fue de tema sacro, y realizada por frailes y legos
de los diferentes conventosasentados en la ciudad imperial, los que llegaron
acompañados de grabados de arte flamenco que sirvieron de fuente de
inspiración de muchos artistas.

Cabe resaltar que el indígena peruano es ancestralmente artista, eso se ve en


todas las manifestaciones llamadas precolombinas; Se podría manifestar que los
precursores o fundadores de la Escuela cusqueña fueron Bernardo Bitti (1548 –
1610), Mateo Pérez de Alessio (1547 – 1606), Angelino Medoro (1567 – 1633);
los maestros indígenas cusqueños Diego Quispe Tito (1611 – 1681) y Basilio
Santa Cruz Pumacallao (1661 – 1700), Marcos Zapata, Antonio Sinchi Roca, etc.
El representante por excelencia es Don Diego Quispe Tito.

Pintura de la Escuela Cusqueña: “La última cena”- Marcos Zapata

Con el correr del tiempo (siglo XVIII), el fervor cristiano va encaminando


sentimientos profundos, los indígenas en el Cusco aceptaron con beneplácito
iconografías relacionadas a la madre tierra, es decir que las imágenes (Vírgenes)
se asemejan a los cerros o Apus, están representados en forma trapezoidal. De
igual modo son características de la Escuela Cusqueña: La forma anatómica se
asemejan al hombre andino, el color de las pinturas reflejan en ambiente
geográfico andino, Se entremezclan las divinidades andinas con los motivos
cristianos, Carencia de proporcionalidades en la anatomía, su tema es
eminentemente religioso, paisajes y ciudades diseñan como complemento el
fondo, como si esto fuera poco el brocateado de oro principalmente en el vestido.
No es una copia simple de la pintura europea, ya que ésta adquirió fisonomía
propia por adaptarse a la realidad andina.

Evangelizar era la misión


LA ESCUELA CUSQUEÑA

Cuando se visita Cusco, algo que llama poderosamente la atención de los


visitantes son las hermosas piezas de arte en las iglesias, monasterios,
conventos, casonas antiguas y museos.
Además de hermosas esculturas, se aprecian cuadros que representan pasajes
de la vida religiosa y muestran personajes sagrados con una apariencia diferente
a los de la pintura occidental, que no es otra cosa que una versión Andina del
Barroco con fuerte influencia flamenca.
Este movimiento artístico surge de la producción artística de pintores
Cusqueños, influenciados por las obras del Padre Jesuita Bernardo Bitti (1548 –
1610), discípulo de Miguel Ángel, Mateo Pérez de Alessio (1547-1631) y
Angelino Medoro (1565-1632).
Con la llegada de los españoles, la producción artística indígena sufrió
importantes cambios. En los primeros años de la colonia, los españoles
encontraron dificultad para catequizar a los indígenas en su lengua nativa por lo
que recurrieron a las imágenes.
La primera escuela de pintura se instauró en Lima, pero poco tiempo después la
Escuela Cusqueña cobró un papel de gran importancia en las artes de la época.
El legado de la Escuela Cusqueña está basado en el sincretismo impreso en sus
imágenes que hoy representan parte de nuestra identidad como peruanos.
Para los siglos XVII y XVIII, la ya denominada Escuela Cusqueña era una
tradición artística, resultado de la confluencia de dos corrientes poderosas; la
tradición artística occidental y el afán de los pintores indios y mestizos de
expresar su realidad y su visión al mundo.
Algunos de los lienzos mas representativos de la Escuela Cusqueña son: Las
Lágrimas de San Pedro, La Oración en el Huerto (ubicadas en el Museo Nacional
de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ubicado en Lima), Virgen con
el Niño y la Coronación de la Virgen.

El artista más representativo de la Escuela Cusqueña fue DIEGO QUISPE TITO


(1611 – 1681), nacido en la parroquia de San Sebastián, de la ciudad de Cusco
en 1611 y activo hasta casi finalizar el siglo XVI. En sus obras se observa cierta
libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes desconocido del
paisaje y la abundancia de aves en frondosos árboles.
Las aves sobre todo el papagayo selvático es interpretado por muchos
investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina.
Algunas de las obras artísticas de Diego Quispe Tito son: La Visión de la Cruz,
La Alegoría de la Redención, El Juicio Final y La Serie del Zodiaco.

Otro gran exponente de esta corriente artística fue BASILIO DE SANTA CRUZ
PUMACALLO (1661 – 1700), de origen Quechua, muy conocido por su apellido
Quechua: Pumacallo.
Su pintura se caracteriza por tener una composición dinámica, decorativa y de
grandes dimensiones. El estilo de Basilio de Santa Cruz es muy diferente al estilo
de Diego Quispe Tito. Algunas de sus principales obras artísticas fueron: El
Nacimiento de San Francisco y La Virgen de Belén.

Desde inicios del siglo XVIII la Escuela Cusqueña se convirtió en una de las
producciones emblemáticas del virreinato. Su fama llegó a extenderse desde el
norte del Perú hasta Buenos Aires y Santiago de Chile, lo que generó la creación
de grandes talleres, en los que a diferencia del periodo anterior marcado por la
fama de los principales maestros de la época, predomina el anonimato, al tiempo
que la pintura tiende a identificarse genéricamente como obra indígena.
Anímese a visitar las principales iglesias de a ciudad para apreciar las grandes
obras de la Escuela Cusqueña y por qué no, llevarse a casa una copia de estos
hermosos cuadros que podrá encontrar en los talleres de pintura a lo largo de la
Cuesta San Blas o la Plazoleta de San Blas, a unos pasos de Casa San Blas
Boutique.

La prestigiosa Escuela de Pintura Cusqueña o Pintura Colonial Cusqueña, se


caracteriza por su originalidad y gran valor artístico. Fue el resultado de la unión
de dos culturas, la clásica europea y el anhelo de los pintores indígenas, criollos
y mestizos de la Indias de expresar su realidad y su visión en el arte sacro. Es la
única en el mundo que estofa con láminas de oro, pintando directamente sobre
este metal. Existen maravillosas representaciones de este estilo de arte. Dentro
de los pintores que trabajan en la sede del gran Imperio Inca, destacan en la
majestuosidad de este arte, entre otros, el Inga Diego Quispe Tito, Basilio Santa
Cruz Pumaccacallo y Antonio Sinchi Roca Inga, los que le darían reputación
universal.

El aporte del arte español y, en general del europeo, influye en la afamada


Escuela Cusqueña desde época muy temprana, cuando se inicia la construcción
de la primera Catedral de Cusco que data de 1534, hoy Iglesia del Triunfo
aledaña a la Catedral Mayor, cuya construcción se inició el 11 de marzo de 1560,
la misma que se consagró el domingo 19 de agosto de 1668. Inicialmente la
pintura colonial fue de tema sacro, y realizada por frailes y legos de los diferentes
conventos asentados en la ciudad imperial, los que llegaron acompañados
de grabados de arte flamenco que sirvieron de fuente de inspiración de muchos
artistas. Cabe resaltar que el indígena peruano es ancestralmente artista, eso se
ve en todas las manifestaciones llamadas precolombinas.

Con la llegada de la Orden Jesuita al Cusco en 1571 se inicia la construcción de


su Iglesia. Ese mismo año la Orden pidió para el Perú los servicios de Bitti por
ser “…maravilloso pintor…”. Bernardo Bitti (1548-1610) llegó al Perú el 31 de
mayo de 1575 junto con el Procurador Diego de Bracamonte. Entre el año de su
arribo y 1585 trabajó en Lima sus primeras obras para la Iglesia de San Pedro
entre 1576-1580, lo hace para otras ordenes hasta su viaje al sur del virreinato.
Se le encuentra en Cusco en 1585 realizando el retablo principal junto con el H.
Pedro de Vargas, trabaja pinturas y un mural para la Capilla de Indios adjunta a
la Iglesia de la Compañía en dicha ciudad y perdidos en el terremoto de 1650.
Su estancia en la Cusco es la que marca un cambio radical dentro del estilo de
la pintura cusqueña. Pasó a Juli ese mismo año, de allí al Alto Perú y a otras
ciudades del Virreinato, dejando en cada lugar, lienzos que enriquecen hoy los
templos de la Compañía de Jesús. Nuevamente se le encuentra en Cusco entre
1592-1598, realizando pinturas como La Asunción de María en el Convento de
la Merced del Cusco; ocho grandes cuadros de los principales Misterios de la
vida de Nuestro Salvador Jesucristo y la imagen del Niño Jesús para la Cofradía
de los Indios en el Cusco. Relieves en maguey como: Santa Margarita, San
Ignacio Obispo de Antioquía, San Gregorio Papa, San Sebastián y Santiago el
Mayor, que se encuentran en el Museo Histórico Regional del Cusco y la Virgen
del Pajarito en la Catedral de la misma ciudad.

Este artista y sacerdote jesuita introduce el estilo de pintura europeo del siglo
XVII, el Manierismo, dicha tendencia predominó en Italia desde el final del
Renacimiento del siglo XVI, hasta los comienzos del período Barroco en los
inicios del siglo XVII. El nombre de esta manifestación artística, introducida por
Miguel Ángel Buonarroti, (1475-1564), se caracteriza por el tratamiento
elegantemente alargado de las figuras, el brillo frío de sus colores y el hábil
manejo de los escorzos. La definición de este estilo se le debe al pintor, escultor
y escritor, Giorgio Vasari (1511-1574), él que acuñó el término Renacimiento
(rinascita), consciente del continuo renacer en las artes. Es también conocido
como el primer historiador del arte italiano; fue el iniciador de una enciclopedia
de biografías artísticas que continúa hasta hoy.

Luis de Riaño, es otro exponente reconocido de la Escuela Cusqueña, pintor


criollo nacido en Lima en 1596, discípulo del italiano Angelino Medoro. Riaño,
artista de mucho prestigio, al que no se le conoce obra en Lima, se traslada a la
ciudad del Cusco, parte de su obra se encuentra en la Iglesia de Andahuaylillas,
en dicho pueblo se conservan el Bautismo de Cristo en la Capilla Bautismal,
firmado en 1626; en la portada de ésta capilla se ve escrita la fórmula del
bautismo en castellano, latín, quechua, aymará y puquina; asimismo se puede
ver que los querubines que la adornan llevan la firma de Riaño; en la misma
iglesia existe un San Miguel Arcángel pintado en 1628 y vestido a la romana
sojuzgando al demonio; para el Monasterio de Santa Catalina de Cusco, una
Inmaculada, en la firma se lee: Luis de Riaño faciet en el Cusco año de 1638. En
1643 realizó un retablo para la doctrina de Urcos, con las imágenes de La Fe, la
Esperanza y la Caridad, en la tarja alta pintaría una imagen de San José.

Diego Cusi Guamán, muralista y pintor indígena cusqueño; activo desde fines
del siglo XVI en Urcos y Chinchero. En los primeros años del siglo XVII realiza
su magnífica obra mural: El Bautismo de Jesús, que se encuentra en el
Baptisterio de la Iglesia de Urcos provincia de Quispicanchis-Cusco, fue
realizada entre 1603-1607, lleva su firma, ésta se encuentra impresa en una cinta
sujeta por un ave, se lee: “DON DºI CVSI GVAMN ME FE$T” (Cusi Guaman me
fecit). Este es el primer maestro indígena que firma de esta forma en una cinta
sujeta por un ave.

El arte Barroco tuvo influencia en la pintura cusqueña a través de la obra de


Francisco de Zurbarán (1598-1664). El más representativo de este estilo fue el
pintor Marcos Ribera, activo en el Cusco; algunos de sus cuadros llevan
claramente la firma: Marcos de Rivera Salazar. Firmó un concierto con el
Comendador Fray Antonio Camargo, el 24 de noviembre de 1660, Rivera se
comprometió a pintar una Concepción, Posteriormente pintó cinco cuadros de la
serie de San Juan Bautista para la parroquia de Tinta. En La Merced del Cusco
existe una pintura que representa a San Pedro Nolasco conducido en brazos por
dos ángeles, firmado y fechado en 1666. En 1694 pinta trece lienzos de diversos
Santos y a satisfacción del Padre José Manuel de Elguera, Rector del Colegio
de San Borja del Cusco, destacan el que representa a San Ignacio herido, que
está en el altar mayor de la Iglesia de la Compañía del Cusco y un San Estanislao
sobre un corcel socorriendo al ejército cristiano contra los turcos. El último
registro de éste pintor son seis obras realizadas para el pueblo de San Salvador
de Calca, Cusco, fechadas en 1699.

Costumbre de la época, heredada de Europa, era que los artistas se agremiaran


en diferentes grupos; existió el primer Gremio de Pintores liderado por Bartolomé
Luys en Lima en 1649. El gremio del Cusco, tras una querella y protesta de los
indígenas y mestizos, se divide en 1683, quedando separados españoles e
indígenas, lo que llevó a estos últimos a abandonarla, quedando los pintores,
encarnadores y doradores, libres de las reglas e imposiciones del gremio para
poder crear sus obras de acuerdo a sus propios intereses y sensibilidad artística
e iniciar un trabajo independiente. En Cusco, los pintores nativos formaron su
propio gremio; se sabe que Ignacio Gamarra oriundo del Cusco, lidera y es
titulado Alcalde del Gremio de pintores de su ciudad natal. Según Archivos
Históricos del Cusco, figura un lienzo de su mano fechado en 1785. Así pues, los
gremios sentaron las reglas para la producción artística, pero no impusieron
condiciones a todo lo que fue creado.

Ignacio Chacón es otro pintor de la Escuela Cusqueña. Activo en el siglo XVIII.


Discípulo del maestro Marcos Zapata. Realizó los cuadros de la vida de San
Pedro Nolasco del claustro principal de la Merced del Cusco, algunos
tienen fecha de 1763; en la pintura de la muerte del santo figura entre el grupo
de personajes el retrato del mecenas del arte, el Obispo Mollinedo, Prelado de
esa ciudad entre 1673 y 1699. En el Convento de Ocopa (1707), hay también
cuadros pintados por Chacón; representan la vida de San Francisco y en uno de
ellos se puede leer “… estos 4 lienzos se pintaron en la ciudad del Cuzco en el
año 1763 y se hizo con la habitual habilidad de pincel del maestro Ignacio
Chacón…”. En 1775, junto con Cipriano Gutiérrez fabricó un Arco del Corpus
Christi en el que fueron ayudados por Pedro Nolasco Araujo, Andrés Rodríguez,
Jacinto Zegarra y con el Inga Hermenegildo Xara. Su obra de 1765, La Madona
y el niño con Ave, la cual forma parte de la colección privada de Engracia y Frank
Barrow Freyer de arte peruano colonial en el Museo de Arte de Denver-USA, fue
transportada a una estampilla del Servicio Postal de USA con motivo de las
fiestas de Navidad del 2006.

En el Cusco surgió a mediados del siglo XVII una poderosa generación de


pintores indígenas, protegidos por el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo,
quien vino al Perú en 1671, se hizo cargo de la Diócesis del Cusco en 1673, y
falleció en esa ciudad en 1699. Contribuyó con su apoyo al progreso de la
posteriormente afamada Escuela Cusqueña. Apoyó la creciente actividad de
pintores indígenas y mestizos, hace que esta pintura se reconozca como nativa,
sin estar alejada de la influencia europea y producida por los naturales, los que
siguen su propio camino lleno de color, los artistas se manifiestan con
temas sacros-costumbristas como, la procesión del Corpus Christi, y decoran
vírgenes y santos con flora y fauna andina, con toques primitivos; este tipo de
pintura es la también llamada mestiza.

Juan Sinchi Roca Inga, indígena noble, activo entre 1691 y 1708. Hermano de
Antonio. Maestro, natural de la villa de Maras, Marquesado de Oropesa-Cusco;
su casa ostenta blasón en una portada esculpida en piedra. El Rey Felipe III
concedió, el 1 de marzo de 1614, el título de Marquesa de Santiago de Oropesa,
unido a la dignidad perpetua de Adelantada del Valle de Yupangui, a Doña María
de Loyola y Coya-Inca, Señora de Loyola y representante legítima de los
antiguos soberanos incas del Perú. Doña María de Loyola Coya-Inca, I Marquesa
de Santiago de Oropesa, I Adelantada del Valle de Yupangui y Señora de Loyola,
era pariente de San Ignacio de Loyola. Casó con Don Juan Enríquez de Borja,
nieto de San Francisco de Borja. En 1691 junto con Juan Inca Raurahua o
Rauraura se contrataron para hacer 4 docenas de lienzos en el plazo de 2
meses. En 1705 trabajó junto con el maestro indígena Felipe García para la
Iglesia de Yucay, Urubamba-Cusco, un lienzo de La Cena, colocado en la parte
interna del arco toral (arco principal) de dicha iglesia. En 1704 trabajó para la
misma diócesis un lienzo del Juicio Final.

Antonio Sinchi Roca Inga, es otro pintor indígena de alcurnia, así lo señala la
denominación, Inga. Nació en la misma casa que su hermano Juan, en la villa
de Maras, Marquesado de Oropesa, actual Quispicanchi-Cusco. Activo en el
Cusco en los siglos XVII y XVIII. En 1687 se contrató con Lázaro Quispe para
facturar unas pinturas. En 1698 contrató junto con Bernabé Nina Inga, un lienzo
de La Inmaculada. Entre 1699 y 1700, realizó varios cuadros para la Catedral del
Cusco, destacan entre ellos: Los Cuatro Evangelistas, la obra que representa al
Evangelista San Lucas está firmada: Antonio Sinche Roca Inga – pinto con Juan
Inca Raurahua.

De autor anónimo existe una serie de retratos de soberanos indígenas, cuadros


genealógicos del gran Imperio Inca, en cuanto al tratamiento técnico, aparecen
rasgos típicos del naciente estilo pictórico, faltos de perspectiva, y con
fragmentación del espacio, cambian los colores usados normalmente por los
colores intensos propios del ámbito de residencia. Igualmente de origen anónimo
de fines del siglo XVII, son los dieciséis cuadros del Corpus Christi que se
encuentran en el Museo de Arte Religioso del Arzobispado, originalmente en la
iglesia de Santa Ana, este conjunto de pinturas están consideradas unas
verdaderas obras de arte, la calidad del dibujo, los rostros de los personajes
principales muy bien realizados y la riqueza del colorido, además de su alto valor
histórico, ya que muestra al Cusco colonial y sus diversas clases sociales, lo que
hacen de estas obras una verdadera joya de la pintura histórica cusqueña.

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