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Arrianismo
Grabado de Arrio argumentando la supremacía de Dios Padre, y que el Hijo tuvo un comienzo, al haber
tenido un verdadero nacimiento.
Evangelio según san Juan 14:28 (Versión Reina Valera, actualizada 2015)
El Primer Concilio de Nicea del 325 consideró que las doctrinas arrianas
eran heréticas y el Primer Sínodo de Tiro, en el 335, exoneró a Arrio.[2] Tras su
muerte, fue anatemizado de nuevo y fue declarado herético otra vez en el Primer
Concilio de Constantinopla del 381.[3] Los emperadores romanos Constancio
II (337-361) y Valente (364-378) fueron arrianos o cercanos al arrianismo.
ComienzosEditar
En algunos grupos de los primeros cristianos se enseñaba que Cristo había pre-
existido como Hijo de Dios desde antes de su encarnación en Jesús de Nazaret, y
que había descendido a la Tierra para redimir a los seres humanos.[4]
Arrio creía que Dios Padre y Dios Hijo no habían existido juntos desde
siempre,[5] sino que el Logos era un ser divino creado por Dios Padre antes que
el mundo y que estaba subordinado al Padre.[6] Arrio y sus seguidores apelaban
al ya mencionado texto del Evangelio de Juan, y además a Proverbios, donde la
Sabiduría Divina (identificada entonces con el Logos, es decir Jesucristo)
proclama: [7]
[...] para nosotros existe un solo Dios, el Padre, que es principio de todo y
fin nuestro y existe un solo señor, Jesucristo, por quien todo existe y
también nosotros.
Primera epístola a los corintios 8:6. Escrita por san Pablo de Tarso a la
comunidad cristiana de Corinto. Siglo I.
Algunos de ellos dicen que el Hijo es una erupción, otros que es una
producción, otros que no tiene comienzo. Estos son impíos a los que no
podemos escuchar, aunque los herejes nos amenacen con un millar de
muertes. Nosotros decimos y creemos y tenemos que aprender, y que
enseñar, que el Hijo no fue sin comienzo, ni ninguna parte suya fue sin
comienzo, y que su subsistencia no depende de nada; sino que es por su
propia voluntad y consejo por lo que ha subsistido antes del tiempo y
antes de las eras tan perfecto como Dios, solo empezado e incanjeable, y
que antes de ser empezado, o creado, o propuesto, o establecido, él no
estaba. Porque él no carece de comienzo. Nosotros somos perseguidos
porque decimos que el Hijo tiene un comienzo pero que Dios no tiene
comienzo.[19]
Dios no siempre fue Padre" sino que "hubo un tiempo en que Dios estaba
solo y aún no era Padre, pero después se convirtió en Padre." "El Hijo no
existió siempre;" pues, así como todas las cosas se hicieron de la nada, y
todas las criaturas y obras existentes fueron hechas, también la Palabra
de Dios misma fue "hecha de la nada" y "hubo un tiempo en que no
existió" y "Él no existió antes de su origen", sino que Él y otros "tuvo un
origen de creación". Pues Dios, dice, "estaba solo, y la Palabra aún no era,
ni tampoco la Sabiduría. Entonces, al desear darnos forma, Él hizo a cierto
ser y lo llamó Palabra, Sabiduría e Hijo, para que pudiera darnos forma
por medio de Él.[29]
Debates teológicosEditar
El Concilio de Nicea no terminó con la controversia, ya que muchos obispos de las
provincias orientales discutían el homousismo, el término central del credo niceo.
Pablo de Samosata había avocado el monarquianismo cristológico. Tanto el
hombre como su enseñanza, incluido el término "homousio" habían sido
condenados por los sínodos de Antioquía en el año 269.
El hijo de Constantino I, Constancio II, que se había convertido en emperador de
la parte oriental del Imperio Romano, animó a los arrianos y revocó el credo
niceo. Su consejero en estos asuntos fue Eusebio de Nicomedia, que había sido del
partido arriano en el Concilio de Nicea, y que también había sido ordenado
obispo de Constantinopla. Constancio II usó su poder para exiliar a los obispos
adheridos al credo niceo, sobre todo a san Atanasio de Alejandría, que se marchó
a Roma. En el año 355 Constancio II se convirtió en el único emperador
(Constantino I fallecería en el 337) y extendió su política a las provincias
occidentales, usando a menudo la fuerza para presionar a los creyentes, y
exiliando al papa Liberio para instalar al "antipapa" Félix II.
Como los debates hacían estragos a la hora de adoptar una nueva fórmula, se
crearon tres grupos entre los oponentes al credo niceo. El primer grupo estaba
opuesto sobre todo a la terminología de Nicea y prefería el término
"homoiousios" (igual en sustancia) en lugar del "homousio" niceo, y, al mismo
tiempo, rechazaban a Arrio y a sus enseñanzas y aceptaban la igualdad y el
carácter co-eterno de las personas de la Trinidad. Por esta posición centralista, y
a pesar de rechazar a Arrio, fueron llamados "semi-arrianos" por sus oponentes.
El segundo grupo también evitaba invocar el nombre de Arrio, pero en buena
medida seguía las enseñanzas de Arrio y, en otras palabras, describía al Hijo
como un ser igual (homios) al Padre (homoios). El tercer grupo hablaba
explícitamente de Arrio y describía al Hijo como diferente (anhomoios) al Padre.
Constancio apoyaba al primer o al segundo grupo y perseguía al tercero.
El debate entre estos grupos produjo numerosos sínodos, entre los que
estuvieron el Concilio de Sárdica en el 343, el Concilio de Sirmio en el 358 y el
doble Concilio de Rímini y Seleucia del 359, y no menos de catorce formas de
credos entre el año 340 y el 360, lo que llevó al pagano Amiano Marcelino a
comentar sarcásticamente: "Las carreteras están llenas de obispos galopando".
Ninguno de estos intentos fue aceptable para los que defendían la ortodoxia
nicea: escribiendo sobre posteriores concilios, san Jerónimo señaló que el mundo
"se despertó con un llanto cuando se descubrió arriano".
Después de la muerte de Constancio II en el 361, su sucesor, Juliano, un devoto de
los dioses paganos de Roma, declaró que él no se plegaría a ninguna facción de la
Iglesia, y permitió a todos los obispos exiliados regresar; esto provocó un
aumento de las disensiones entre los cristianos. El emperador Valente, no
obstante, recuperó la política de Constancio y apoyó al partido "homoiano",
exiliando a los obispos y empleando la fuerza contra los opositores. Durante su
persecución, se exiliaron muchos obispos a los extremos más lejanos del Imperio
(por ejemplo, el exilio de Hilario de Poitiers a las provincias orientales) Estos
contactos y la difícil situación común dieron lugar a un acercamiento entre los
partidarios occidentales del credo de Nicea y los "homousios" del este semi-
arrianos.
Epifanio de Salamina etiquetó al partido de Basilio de Ancira en el 358 como
"semi-arriano". Esto ha sido considerado inapropiado por el historiador J. N. D.
Kelly, que argumenta que algunos miembros de ese grupo eran prácticamente
ortodoxos desde el principio pero que no les gustaba el adjetivo "homousio",
mientras que otros se movieron hacia esa dirección después, con la llegada de los
arrianos.[30]
Teodosio I y el Concilio de ConstantinoplaEditar
No fue hasta el co-reinado de Graciano y Teodosio I cuando el arrianismo
despareció de entre las clases dirigentes y las élites del Imperio Romano de
Oriente. La esposa de Teodosio, Elia Flacila, fue una herramienta en la campaña
para acabar con el arrianismo. Valente murió en la Batalla de Adrianópolis del
378 y fue sucedido por Teodosio I, que se adhirió al credo de Nicea. Esto permitió
que se avivase la disputa.
Dos días después de que Teodosio llegase a Constantinopla, el 24 de noviembre
del 380, expulsó al obispo homiousio y puso a las iglesias de esa ciudad bajo el
gobierno de Gregorio Nacianceno, que era el líder de la pequeña comunidad nicea
de allí. Este acto provocó una revuelta. Teodosio había sido bautizado por el
obispo Acholius de Tesalónica, durante una grave enfermedad, como era habitual
en los comienzos del mundo cristiano. En febrero, él y Graciano publicaron un
edicto[31] que decía que todos sus súbditos debían profesar la fe de los obispos de
Roma y de Alejandría (el credo niceo), o serían apresados para ser castigados.
Aunque buena parte de la jerarquía de la Iglesia oriental se oponían, Teodosio
logró conseguir la unidad en las bases del credo niceo. En el 381, en el Primer
Concilio de Constantinopla, un grupo conformado sobre todo por obispos del este
se reunió en una asamblea y pactaron aceptar el credo de Nicea del 325 con
algunos elementos propios, lo que fue conocido como el credo de Nicea-
Constantinopla del 381.[32] Entre esos elementos nuevos había algunos
comentarios en relación con el Espíritu Santo. Generalmente, esto se considera el
fin de la disputa sobre la Trinidad y el fin del arrianismo en el Imperio Romano y
entre los pueblos cristianos no germánicos.
Difusión posterior del arrianismoEditar
Véase también: Arrianismo en Hispania
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