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Lo que guarda el archivo mapuche


POR TEXTO Y FOTOGRAF Í A: ROBERTO FARÍ AS 30 JUL 2014

El Archivo General de Asuntos Indígenas (AGAI), ubicado


en Temuco, resguarda un valioso tesoro histórico. Ahí se
encuentran viejísimos mapas y planos confeccionados en tela,
así como los títulos de merced fechados entre 1880 y 1929, que
establecen las tierras que les otorgaron a los indígenas durante la
Pacificación de la Araucanía. Hoy, por las disputas territoriales
y la violencia en la zona, los antiguos papeles vuelven a cobrar
vida.
Paula 1153. Sábado 2 de agosto de 2014.
Estaba cerca de Malleco cruzando un torrentoso estero por un
tronco, cuando por primera vez oí hablar de la existencia de un archivo
indígena. El mapuche Ascencio Llaulén me gritó, sorprendiéndome:
–No sé cómo alguien no le ha prendido fuego al archivo indígena ese.
Acabarían el conflicto mapuche de un paraguazo. Casi me traga la
corriente.
–¿Cuál archivo indígena?– le dije recobrando el equilibrio.
Se refería al Archivo General de Asuntos Indígenas que
administra la Conadi, ubicado en una pequeña y humilde oficina que
les presta la Dibam en pleno centro de Temuco y que en 2013 fue
declarado por la Unesco tesoro histórico, incorporándolo a su registro
Memoria del Mundo que preserva el patrimonio documental relevante
para los pueblos. En el Archivo General de Asuntos Indígenas están
los vestigios documentales de todo lo que ocurrió con el llamado
territorio mapuche desde 1866 hasta 1971. Y todo el rastro de
papeleos, timbres y estampillas a que dio lugar la llamada Pacificación
de la Araucanía desde el Biobío hasta Chiloé entre 1866 y 1893. Una
vez que concluyó la ocupación militar de la Araucanía, el Estado
chileno entregó a los mapuches fundos y parcelas a través de títulos
de merced, en virtud de la ley del 4 de diciembre de 1866. Entre las
regiones VIII y X se otorgaron 2.918 títulos de merced con una
superficie total de 510 mil hectáreas.
Sin embargo, con el correr de los años –pese a que la ley
especial del 4 de diciembre de 1866 y las siguientes prohibían la
venta, hipotecas, subdivisión y traspaso de las tierras indígenas a
personas no mapuches– muchos predios fueron cedidos, arrendados y
finalmente inscritos por chilenos y colonos en los Conservadores de
Bienes Raíces que comenzaron a operar en Temuco de 1900 en
adelante.
En esa superposición de títulos está la raíz del conflicto por la
reivindicación de las tierras mapuches que perdura hasta hoy.
La pregunta es: ¿Qué debe primar: un título de merced o un título de
propiedad?
Un ejemplo: Ascencio Llaulén es descendiente de Ignacio
Manquepi que recibió título de merced en 1884 y su familia ha tenido
varias veces disputas legales por la tierra.
–Nuestros antiguos iban a buscar trigo al almacén de Brito (una
persona no mapuche) y a cambio lo dejaban instalar ahí su almacén.
Pero después empezó a hacer cercos con la tierra cada vez más
grande y nunca se supo cómo se quedó viviendo ahí para siempre.
Con los años, apareció como dueño de todo Juan José Fernández y
nos echó.
Desde entonces muchos descendientes de los Manquepi
deambularon desde Malleco hasta Cautín hasta que en 1928 un
tribunal les repuso el título de merced otorgado en 1884 por el general
Cornelio Saavedra, que condujo las campañas de pacificación de la
Araucanía.

Hay documentos que tienen 130 años de antigüedad y están


desgastados por el tiempo.
–Encontraron el plano de tela y esa vez nos dieron la razón: la tierra
era nuestra– afirma Llaulén.
Pero 40 años después se repitió el conflicto por la propiedad: la
tierra figuraba inscrita por una maderera de Biobío. Los tataranietos
del indio Manquepi tiraron piedras y volvieron a los tribunales.
–En 1970 de nuevo la justicia nos dio la razón a la comunidad. ¡90
años de juicios! ¡Imagínese! Y otra vez la familia tuvo que recurrir al
plano de tela.
Y ahí estaba, en el Archivo General de Asuntos Indígenas.
–Por eso le digo. No sé cómo los chilenos no le han prendido fuego al
archivo ese– repite Ascencio Llaulén. Después supe que, de hecho,
una vez sí fue incendiado.
En Temuco hay un rico sol invernal, pero en la casona donde se
guardan los títulos de merced hace un frío espantoso. Son 2.918
carpetas numeradas del 1 al 2.984 (hay 66 títulos de merced que no
se habrían otorgado o desaparecieron del todo) que contienen el título
y los planos de tela casi transparente, con ríos y cerros dibujados con
pluma y tinta y las floridas firmas del general Cornelio Saavedra y del
ingeniero Teodoro Schmidt.
La archivera María Eugenia Queupemil –abrigada con parka–
abre la bóveda donde están las 2.918 carpetas. Parece el interior de
una pirámide cerrada por siglos. Me enseña un viejo plano dibujado
sobre género de 1884 que asigna las tierras de la combativa
comunidad de Temucuicui en la comuna de Ercilla. El título de merced
número 3.
En las carpetas del archivo indígena se descubren
situaciones curiosas: arriendos de tierras indígenas por 99
años por las que se pagó un peso. O una cesión de 56
hectáreas a cambio de 80 pollos.
En el viejo plano se dibuja una zona que ha sido especialmente
conflictiva, porque ahí se encuentra el fundo La Romana, hasta hace
pocas semanas propiedad del agricultor René Urban, que sufrió
alrededor de 200 ataques violentos. Recientemente la Conadi compró
las 294 hectáreas en disputa y se las traspasó a la comunidad
mapuche.
En otro recinto del archivo mucho más grande, con varios pisos
de estanterías, se guardan 2.918 “carpetas administrativas” con todos
los reclamos, liquidaciones, divisiones y juicios correspondientes a
cada título de merced.
–Hay carpetas delgadas y otras de varios tomos, llenas de litigios por
la tierra– dice la archivera. La carpeta administrativa del título de
merced de Temucuicui es gruesa.
Los reclamos se suceden desde 1908 con la familia Petterson y
posteriormente con sus sucesores, los Urban. En 1930 ganaron un
juicio con la comunidad Curaumil. Pero en 1948 perdieron otro contra
un colono Gauzzet.
En 1971, con la venia del gobierno socialista, estuvieron a punto
de sacar a los chilenos. Se lee en la carpeta: “Eduardo González, jefe
del Comité de Restitución de Tierras…al Compañero Intendente
señala: se desprende del plano que debido a las imprecisiones de los
levantamientos topográficos de 1884, tanto debido a las dificultades
topográficas como a los densos bosques naturales de la
época…que…el predio citado a fojas pertenece a la comunidad citada
en los TM (Título de Merced)”. Pero en 1979 se lee en otro decreto
con Fuerza de Ley, el 660, que se anula todo lo obrado por la
Comisión de Restitución de Tierras. Y de nuevo a fojas cero.
La archivera Queupemil explica:
–Hacia 1900 había un solo abogado defensor de indios para todos los
indígenas del río Biobío al sur. Uno solo. Y las causas empezaban en
Temuco, después las trasladaban a Victoria, después a Traiguén,
terminaban en Valdivia… Hay juicios que duraron 70 años, como el del
indio Manquelipi. De pronto los juicios se extraviaban y todo volvía a
cero…
Reviso otra carpeta gruesa. La de la comunidad vecina a los
Luchsinger en Vilcún. Los reclamos comenzaron en 1929 contra don
Adán Luchsinger, quien tuvo que devolver dos predios “ocupados
ilegalmente”.
En un texto de 1968 se lee: “el sumito es de opinión que el título
de merced 1.576 de la Comunidad Santos Marihueque primaría sobre
los títulos presentados por don Jorge Luchsinger, en virtud que dicho
Título es más antiguo que los referidos títulos. Firma: Patricia Moller
Asesor Jurídico”.
La archivera María Eugenia Queupemil en la pieza donde están
las 2.918 carpetas.
En otra carpeta se observan interrogatorios llamativos. Un oficial
de Carabineros es citado como testigo para ratificar cuál es la zona,
supuestamente pequeña, ínfima, denominada Lleupeco y él declara:
“Bueno, a todo esto (desde la cordillera al río) se le conocía como
Lleupeco”.
En otras muchas carpetas se nota que las mensuras de los
terrenos se hicieron al ojímetro. Suelen referirse a “medido a ojo de
buen vecino” o “como se aprecia notoriamente”, términos que
originaron futuros problemas territoriales.
Y, a pesar de que la Ley de 1866 y todas las posteriores leyes
indígenas (1883, 1930, salvo la de 1979) impedían que se vendieran e
hipotecaran esas tierras a chilenos u otros, se dejó la ventana abierta
para todo tipo de transacciones legales. Según un estudio del propio
archivo, casi 850 títulos de merced están nulos o extintos o las tierras
fueron incluidas en modernos títulos de propiedad a nombre de
colonos. En los textos hay notas marginales de remates, liquidaciones,
ventas, traspasos o arriendos.
Hay un arriendo a 99 años de un enorme trozo de la ribera del
Lago Panguipulli por la suma total de 195 pesos (equivalentes hoy en
día a un solo pago de 175.000 pesos).
La descendiente de la Comunidad Ramón Chincolef de
Panguipulli, Iris Manosalva, encontró esa nota marginal en el archivo
(el arriendo a 99 años a María Inés Callicul por parte de una
empresaria turística) y está impugnando hoy el valor legal de esas
escrituras.
Hay otros arriendos a 99 años por la suma de un peso. Y otras
carpetas con escrituras de cesión de derechos a perpetuidad gratuitos.
Otros vendidos al propio Fisco. Todos bajo la firma solemne de
notarios de Biobío al sur.
–Hoy una persona puede impugnar esas escrituras con los títulos de
merced originales –dice la archivera– por eso los conservamos. Todos
los días vemos casos. Pero es un juicio largo, caro, los mapuches no
lo pueden hacer por sí solos. La misma archivera nació en el sector de
Padre Las Casas y sus padres tenían títulos de merced. Hoy, sobre
esas tierras hay poblaciones y casas particulares.
–Podría iniciar mi propia reivindicación… pero ¿cómo? ¿cuántos
millones me costaría? Varias decenas.
Hay casos insólitos. Una practicante en el archivo encontró una
escritura adosada a un título de merced: “Juan Cayucura, casado con
dos mujeres, seis hijos, cede los derechos del citado predio de 56
hectáreas por la suma de 80 pollos que en este acto, él recibe a
conformidad”. Abajo la huella digital del analfabeto Cayucura.
En las carpetas no hay rastros de barricadas, fogatas, balaceras,
muertos, incendios y atentados que siguieron después, pues el
Instituto de Desarrollo Indígena (IDI), perdió la tuición de estos
archivos en 1973 y todo lo sucesivo al conflicto mapuche se acumuló
en los archivos judiciales normales. Totalmente desconectados de
cada título de merced. Bajo un bosque de rut, roles, nombres y causas
casi imposibles de rastrear.
Desde 1866 los archivos estuvieron en las Oficina de Tierras y
Colonización del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1929 –
cuando se otorgó el último título de merced– y hasta 1973, el archivo
fue propiedad de los distintos organismos encargados del tema
indígena como el Protector de Indios, la Dirección de Asuntos
Indígenas, el Instituto de Desarrollo Indígena y finalmente la Conadi.
Pero nunca tuvo una sede propia. En 1979 el archivo quedó
abandonado en una oficina del Ministerio de Agricultura.
–Varias veces intentaron destruirlo –dice la archivera María Eugenia
Queupemil–. En 1983 le hicieron un tremendo atentado incendiario.
Pero se salvó.

Tal como se ve en el mapa de arriba, que tiene marcado todos los


títulos de merced, todo lo que rodea Temuco es tierra mapuche.
Hay calles, edificios, y al parecer hasta el nuevo aeropuerto,
construidos sobre terrenos indígenas que pueden ser
reclamados.
La archivera de entonces, Edith Meier, quien estuvo 40 años
custodiando los viejos documentos, los puso a salvo al interior de la
Universidad de La Frontera, que les cedió un espacio.
En 1993 los tomó la recién creada Conadi y desde 1997 ocupan
la casona actual cedidas por la Dibam.
En 2003 comenzó un proyecto de digitalización y microfilmado
que acabó hace poco.
–Recién en 2011 todos los títulos de merced tienen respaldo –dice la
archivera–. Pronto estarán disponibles en la web.
Mientras tanto, todos los días acuden mapuches en busca de
tierras que han heredado. Descendientes que buscan a sus
antepasados. Miembros de comunidades que buscan reavivar los
antiguos litigios, investigadores e historiadores y uno que otro abogado
particular de empresas inmobiliarias.
–Esos se han hecho más comunes ahora último– cuenta el asistente
de la archivera, Juan Melillán.
Eduardo Mella, coautor del libro Las razones del Illkún, junto al
historiador Martín Correa estuvo un par de años revisando las varias
miles de carpetas del archivo y dice:
–No solo hay fundos y grandes forestales ocupando territorio
mapuche, como piensa la prensa. Hay poblaciones, bombas de
bencina, fábricas, colegios privados. Mucho del “territorio mapuche”
otorgado en los títulos de merced ha sido ocupado ilegalmente
superponiendo títulos de propiedad, arriendos, cesión de derechos o lo
que sea. Hay gente que vive en territorio mapuche sin saberlo…
–O sabiéndolo– le digo.
–Claro. Hay políticos, uno de ellos se apropió de la playa de Coñaripe
(en el Lago Calafquén) bajo la figura del arriendo a 99 años.
El director del Museo Precolombino Carlos Aldunate, (abogado y
antropólogo) mientras era profesor de Derecho estudió en 1970 los
títulos de merced de algunas comunidades.
–En esa época el archivo eran legajos atados con un cañamito y
escondidos por ahí en una oficina cualquiera. Nadie les daba mucha
importancia, ni siquiera los mismos mapuches. Pero hoy en día con el
valor de 50 millones la hectárea en el Lago Panguipulli donde no cabe
un alfiler, las cosas han cambiado– afirma Aldunate.
–Y claro –agrega– comienzan las reivindicaciones de esos títulos. Los
descendientes mapuches reclaman con legítimo derecho una
usurpación porque la ley prohibía venderla, hipotecarla, remates y
hasta dividirla.
Varias veces han intentado destruir el Archivo de Asuntos
Indígenas. En 1983 sufrió un atentado incendiario. Hoy,
todos los documentos están digitalizados.
–Yo creo –continúa Aldunate– que el Estado debería devolver esas
tierras. No indemnizarlos ni comprarles en otro lado. No. ¡Devolver
esas tierras! Un esfuerzo de Estado. No digo que sea la solución del
conflicto mapuche, pero sí un comienzo devolverles la legalidad que el
mismo Estado una vez les dio.
La inusual expansión de Temuco (es la segunda ciudad de mayor
crecimiento después de Puerto Montt) se ha topado con que todo lo
que rodea la ciudad es territorio indígena. Hay títulos de merced por
donde hoy día pasan calles.
–Incluso donde están las bodegas de (una conocida multitienda)… es
territorio de comunidades –cuenta un funcionario de la Intendencia–.
El gobierno obligó a que el nuevo aeropuerto Maquehue se
construyera donde no tuviera problemas con comunidades mapuches,
ni ahora ni en el futuro. Por un tema estratégico.
Encontraron un terreno en Freire, 25 km al sur, donde instalaron
el nuevo aeropuerto. Pero faltó investigación. El día previo a su
inauguración el 22 de julio, amaneció tomado por mapuches de Quepe
que reclaman que la pista de aterrizaje estaría sobre antigua tierra de
comunidades mapuches.

Todo lo que rodea Temuco es o fue territorio mapuche según los


títulos de merced. En el archivo tienen pegado en la pared un ejemplar
actual de la Carta Bolognia; un mapa con todos los títulos asignados
entre 1866 y 1929. Y, según ese plano, la periferia de Temuco es
tierra mapuche.
A pocas cuadras del casino Dreams de Temuco, entre dos
edificios hay un sitio eriazo cuyo dueño chileno lo tiene a la venta
desde hace una década. Nadie quiere comprarlo porque lo reclama
una comunidad mapuche que existió ahí en 1923. La sede de Inacap
recién inaugurada en Labranza, al oriente de la ciudad, colinda con
otra comunidad mapuche plenamente vigente.
Y gente común y corriente también tiene problemas.
Maricarmen y Lucas, una joven pareja de profesionales
santiaguinos, quieren comprar la parcela que arriendan hace unos
años a una inmobiliaria camino a Vilcún. En la oficina obtuvieron una
respuesta difusa. Un día, en una conversación casual, comentó el
tema frente a su nana mapuche.
–Oiga –le dijo– ¿estos terrenos no serán tierra mapuche?
La amable mujer puso cara de dirigente sindical.
–Claro –le respondió sin soltar la plancha–. Yo misma soy secretaria
de la comunidad. Antes éramos dueños de todo esto. Usted, si quiere,
igual la puede comprar con abogados a esos señores. Pero los títulos
de merced están. Los planos están.
Y quizás por el silencio de Lucas, ella agregó muy seria:
–Pero puede tener problemas. Quizás no ahora. Pero, ¿quién le dice
que no, dentro de 20 años?

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