Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Dentro de los elementos que nos presenta García Landa, encontramos a los
personajes, los ambientes, las situaciones y las acciones, pero es importante distinguir
entre personajes, actores y actantes, ya que un personaje representa a un ser humano o
humanizado, mientras que un actor es una entidad que realiza una función en el argumento
mediante sus acciones y puede no ser humano, por otro lado, el actante es un rol dentro de
una estructura de acción llamada “Modelo actancial”, donde el actante proviene de una
naturaleza abstracta y puede estar presente en varios actores.
Para entender el análisis estructural del personaje, el autor nos hace referencia al
empleado por Philippe Hamon. En este, se remite a las especulaciones psicológicas al texto
y al lector, además de se intentar una definición puramente semiológica, donde el personaje
se representa como una morfema, manifestado por un significado discontinuo que remite a
otro significado. A su vez, estaría definido por un haz de relaciones, de oposición de
jerarquía y de ordenamiento que va contrayendo sucesiva y simultáneamente con otros
personajes y elementos de la obra.
Una acción que puede ser considerada trivial, debe remarcarse de modo que se
haga perceptible con fin de llegar a caracterizar a un personaje. Existen rasgos más
permanentes o perceptibles que otros y sin duda muchos se mantienen inalterados a lo
largo de la acción, pero sucede igualmente con algunos rasgos centrales en la construcción
de un personaje que desaparecen y se sustituyen por nuevos.
REFERENCIA
García Landa, José Ángel. (1998). Acción, relato, discurso. Estructura de la ficción
narrativa. España: Ediciones Universidad de Salamanca.
TIPOS DE PERSONAJES EN LAS OBRAS NARRATIVAS
Los personajes son los iconos que dan vida a las obras narrativas y, para muchos
escritores es el elemento más difícil de imaginar y desarrollar. Ello es debido a la enorme
dificultad que supone meterse en una piel distinta de la nuestra y adoptar puntos de vista
que no tienen, en ocasiones, nada que ver con los nuestros.
La palabra “personaje”, como se sabe, proviene del termino latino “persona”, que
significa mascara, ya que en el teatro clásico antiguo, los actores utilizaban mascaras que
daban a entender que estaban representando a seres imaginarios, héroes míticos,
gigantes, monstruos, demonios, divinidades, dioses, etc. Es una casualidad que el vocablo
“persona” nos haya llegado como sinónimo de máscara y que en la actualidad simbolice
todo lo contrario, pues “designa a un ser humano completo y susceptible de plena dignidad”
(Comoescribirbien.com, 2017).
Principales:
Son los que destacan a lo largo de toda la obra, por su importancia capital en la
trama. También llevan el peso de la acción. A su vez, pueden dividirse en:
Protagonistas: son aquellos sobre los que gira toda la trama. Puede ser un
individuo o más de uno. Por ejemplo, en El Quijote prácticamente hay dos
personajes protagonistas, si contamos también como tal a Sancho Panza.
Antagonistas: son los oponentes de los anteriores. Como indica su definición, se
oponen a los deseos o proyectos vitales de los protagonistas. Pueden ser también,
como es lógico, más de uno.
Secundarios:
Son los personajes no decisivos, que pueden tener una importancia relativa en
episodios concretos nada más. Sirven de contrapunto al resto de personajes principales.
Incidentales:
Son los personajes que aparecen de un modo casual o debido a una escena
concreta en la que sea necesaria su presencia por cualquier circunstancia. La mayor parte
de las veces forman parte de la “ambientación” de la obra. Otras veces preparan la
escena para la entrada del protagonista (o del antagonista).
También es cierto que la narración puede tener unos personajes tan numerosos y
abigarrados que sea casi imposible hablar de “un protagonista”. Quizás el ejemplo moderno
más extremo sea el de la novela de Cela “La colmena”. En ella se dan cita más de 300
personajes, sin que sobresalgan unos por encima de otros. Veamos un extracto:
«Hay tardes en que la conversación muere de mesa en mesa, una conversación sobre
gatas paridas, o sobre el suministro, o sobre aquel niño muerto que alguien no
recuerda, sobre aquel niño muerto que, ¿no se acuerda usted?, tenía el pelito rubio,
era muy mono y más bien delgadito, llevaba siempre un jersey de punto color beige
y debía andar por los cinco años. En estas tardes, el corazón del Café late como el
de un enfermo, sin compás, y el aire se hace como más espeso, más gris, aunque de
cuando en cuando lo cruce, como un relámpago, un aliento más tibio que no se sabe
de dónde viene, un aliento lleno de esperanza que abre, por unos segundos, un
agujerito en cada espíritu.
A don Jaime Arce, que tiene un gran aire a pesar de todo, no hacen más que
protestarle letras. En el Café, parece que no, todo se sabe. Don Jaime pidió un crédito
a un Banco, se lo dieron y firmó unas letras. Después vino lo que vino. Se metió en
un negocio donde lo engañaron, se quedó sin un real, le presentaron las letras al
cobro y dijo que no podía pagarlas. Don Jaime Arce es, lo más seguro, un hombre
honrado y de mala suerte, de mala pata en esto del dinero. Muy trabajador no es, ésa
es la verdad, pero tampoco tuvo nada de suerte.»
Personaje arquetipo: son los que personifican en la imaginación del lector alguna virtud o
defecto de forma idealizada, transformándose en modelos perennes.
No cabe insistir mucho en esta clase de tipos de personajes, puesto que son la base
sobre la que los fabulistas y los cuentistas han desarrollado sus relatos y narraciones en el
pasado, que pueden ser cuentos y fábulas para niños como novelas en las que toman la
voz los animales, aunque el discurso esté dirigido a adultos. Veamos un ejemplo de este
último aspecto:
«Cuando Mayor vio que estaban todos acomodados y esperaban con atención, aclaró
su voz y comenzó:
—Camaradas: os habéis enterado ya del extraño sueño que tuve anoche. Pero de eso
hablaré luego. Primero tengo que decir otra cosa. Yo no creo, camaradas, que esté
muchos meses más con vosotros y antes de morir estimo mi deber transmitiros la
sabiduría que he adquirido. He vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para
meditar mientras he estado a solas en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo
el sentido de la vida en este mundo, tan bien como cualquier otro animal viviente. Es
respecto a esto de lo que deseo hablaros.»
En esta conocida novela, Orwell desarrolla la acción dando la voz a los animales de
una granja, pero el lector pronto descubrirá que se trata de una alegoría que hace referencia
a los seres humanos y —más en concreto— a algunos colectivos específicos de seres
humanos.
Aunque pueda parecer increíble, también las plantas han servido como personajes
en algunas narraciones. Veamos una de las más recientes, “El bosque animado” de W.
Fernández Flórez, llevada incluso a la pantalla grande:
«Un día llegaron unos hombres a la fraga de Cecebre, abrieron un agujero, clavaron
un poste y lo aseguraron apisonando guijarros y tierra a su alrededor. Subieron luego
por él, prendiéronle varios hilos metálicos y se marcharon para continuar el tendido
de la línea.
Las plantas que había en torno del reciente huésped de la fraga permanecieron
durante varios días cohibidas con su presencia, porque ya se ha dicho que su timidez
es muy grande. Al fin, la que estaba más cerca de él, que era un pino alto, alto, recio
y recto, dijo:
En este fragmento, como se observa, toman la voz los propios árboles, haciendo de
personajes literarios, aunque el trasfondo siempre será una voz humana, por supuesto.
Pero no sólo las plantas, también hasta objetos inanimados, llevados por la imaginación del
escritor, pueden convertirse en personajes de ficción. Como ejemplo, el conocido muñeco
de madera Pinocho.
TIPOS DE PERSONAJES COMO OBJETOS O SERES INANIMADOS
Veamos el ejemplo:
Esta vez se quedó maese Cereza como si fuera de piedra, con los ojos espantados,
la boca abierta y la lengua fuera, colgando hasta la barba como uno de esos
mascarones tan feos y tan graciosos por cuya boca sale el caño de una fuente.
Se quedó hasta sin voz. Cuando pudo hablar, comenzó a decir temblando de miedo
y balbuceando:
—Pero, ¿de dónde sale esa vocecita que ha dicho ¡ay!? ¡Si aquí no hay un alma! ¿Será
que este leño habrá aprendido a llorar y a quejarse como un niño?
«Como se cuenta en El Hobbit, un día llegó a la puerta de Bilbo el gran Mago, Gandalf
el Gris y con él trece Enanos: nada menos que Thorin Escudo de Roble, descendiente
de reyes, y doce compañeros de exilio. Bilbo salió con ellos, del todo perplejo, en
una mañana de abril del año 1341 de la Cronología de la Comarca, a la búsqueda del
gran tesoro: el tesoro oculto de los Reyes Enanos de la Montaña, debajo de Erebor
en el Valle, lejos al Este. La búsqueda fue fructífera, y dieron muerte al Dragón que
custodiaba el tesoro.»
REFERENCIAS