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Jehová ha elegido como amigos a algunos humanos.

Por
ejemplo, Abrahán fue uno de los amigos de Jehová(Isaías
41:8; Santiago 2:23). El rey David también fue amigo de Dios.
Para Jehová, David era un hombre agradable (Hechos 13:22).
Y Jehová también veía al profeta Daniel como “alguien muy
deseable”, es decir, muy valioso (Daniel 9:23).
3. ¿Por qué fueron Abrahán, David y Daniel amigos de Jehová?

3
¿Por qué fueron Abrahán, David y Daniel amigos de Jehová?
Jehová le dijo a Abrahán: “Has escuchado mi voz” (Génesis
22:18). Jehová es amigo de aquellos que son humildes y lo
obedecen.

En el libro de Hechos, vemos la manera como el poderoso rey David ha sido recordado a lo
largo de la historia. En un sermón a un grupo mayormente judío, el apóstol Pablo habla de
David, quien, por supuesto, era bien conocido por la audiencia. Al recordar todos los
grandes logros de su reinado, ¿cómo decide Pablo describirlo? Dice que David fue la
persona a quién Dios llamó “varón conforme a mi corazón” (Hch 13.22; 1 S 13, 14).

¿Qué significa ser un varón conforme al corazón de Dios? Para David, era relacionarse de
manera cercana e íntima con el Padre celestial (Sal 63.1, 6-8). Esto implica mucho más que
tener una rutina para repetir oraciones memorizadas; por el contrario, esta intimidad está
basada en el deseo intenso de crecer lo más unido posible a Dios (Sal 42.1).

“Tú, oh Israel, eres mi siervo, tú, oh Jacob, a quien he escogido,


la descendencia de Abrahán, mi amigo” (ISAÍAS 41:8).

El verdadero cristianismo tiene su origen en el corazón, en la renovación de la mente y de nuestras


emociones, en la iluminación de nuestra conciencia por la verdad revelada de Dios.

“Tú amas la verdad en lo íntimo”


A diferencia de los hombres que podemos apreciar, valorar e incluso amar la verdad, el saber y
todo tipo de conocimientos como algo independiente de nosotros y sin que ello nos afecte en lo
mas mínimo. Para Dios la verdad es algo vital, inseparable de la experiencia y el ser.

La obra de Dios es hecha en lo profundo del corazón de los hombres, y no es algo que deba
tomarse con ligereza ni juzgarse o interpretarse superficialmente.

Dios ama que su verdad revelada sea aplicada en cada área y en todo el ámbito de nuestras vidas.

La verdad en nuestros corazones es lo que Dios más aprecia; cuanto vivimos es mas interesante
para el Señor que cuanto sabemos. En la biblia no hay una separación entre la sabiduría o el
conocimiento, de la importancia de experimentarla en nuestro fuero interno.

Por otro lado, Dios mira el corazón y no la apariencia externa. Jesús recriminó a algunos de sus
contemporáneos porque ellos prestaban mas atención a las cosas exteriores que a la realidad
interior.
Por ejemplo acusaba a algunos de sus contemporáneos quienes se ocupaban solo de la suciedad de
fuera, de los que estaban muy preocupados por corregir las conductas y apariencias externas, pero
por dentro no consideraban necesario cambiar nada. Les llamaba sepulcros blanqueados e
hipócritas.

Dios busca el cambio profundo desde la raíz, desde el centro de nuestro ser. El ama el efecto de la
verdad producido en nuestro ser interno. No es suficiente lo que hacemos, el Señor mira los
motivos, de dónde nacen nuestras acciones y cual es el origen de nuestras obras.

El corazón es la fuente de las cosas que verdaderamente tienen importancia en la vida. “sobre toda
cosa guardada guarda tu corazón porque de él mana la vida”.

Esto quiere decir también que Dios ama la coherencia en nuestras vidas y que en nosotros haya
integridad, una armonía entre lo que creemos y vivimos, entre lo que somos y hacemos.

¿Porqué David era amado de Dios? El era un varón conforme al corazón de Dios. Su actitud, sus
sentimientos y sus pensamientos agradaban a Dios. Era totalmente transparente con Dios y no se
negaba a expresar sus estados de animo, sus dudas, temores, conflictos, adoración, errores,
pecados etc. No tenía cerrojos en las puertas de su alma que impidieran el acceso a Dios.

David no era perfecto, pero había aprendido a creer a Dios y a confiar plenamente en Él en
cualquier situación, y eso es madurez espiritual.

Por otro lado David hacia las cosas porque le salían desde dentro aunque muchas veces eso le
supusiera la critica de amigos y familiares. Era un hombre consagrado a Dios y al cumplimiento de
sus propósitos.

¿Como sabremos que tenemos en nuestra intimidad la verdad?

“La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
(Hebreos 4:12)

La verdad en lo intimo nos alumbra y nos hace ver la realidad de nuestro estado para con Dios.
Esta es como un espejo donde vemos nuestra cara.
“Sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Si
alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, ese es semejante al hombre que considera
en un espejo su rostro natural; él se considera a sí mismo y se va, y pronto olvida cómo era. Pero
el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor
olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.” (Santiago 1:22-25)

La verdad en lo intimo nos libra de engaños y de creencias erróneas. “Conoceréis la verdad y la


verdad os hará libres”

La verdad en lo intimo nos convence del pecado y nos conduce al arrepentimiento.

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y
limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso y su
palabra no está en nosotros.” (1ªJuan 5:8-10)

La verdad en lo intimo nos transforma y cambia desde dentro y hacia lo exterior.

“pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios
que vive y permanece para siempre,” (1ªPedro 1:24)

Si estamos obedeciendo la verdad que hemos creído podemos estar seguros que ésta permanece
en nosotros.

La verdad en lo intimo no significa que esta tenga que quedar en el ámbito de lo privado, sino que
ella nos hará brillar.
“No se enciende una luz y se esconde debajo de una mesa”

“Lo que oís al oído publicadlo desde las azoteas”

La Verdad que Dios ama es Jesús habitando en la intimidad del corazón y viviendo en el.

Muchos que pertenecían al pueblo de Dios no entendían lo que Dios esperaba de ellos, o
simplemente se conformaban con algunas practicas religiosas externas. El resultado de eso era un
estancamiento espiritual, no avanzaban en el conocimiento de Dios, siempre daban vueltas al
mismo sitio.

“y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.”

En esta segunda idea David expresa el avance en el conocimiento de Dios como resultado de que
la verdad esté en el corazón.

Aquí se nos habla de una relación o comunión profunda con Dios en la que él se nos da a conocer,
en la que Él nos enseña sus tesoros más valiosos y preciosos.

Esta experiencia no se tiene en la superficie, es decir no la van tener los creyentes frívolos, ni la
haremos nuestra buscando sensaciones y emociones externas, ni siquiera la conseguiremos en
eventos especiales como conferencias y conciertos; tampoco la logramos estudiando o analizando
muchos temas de teología o ciencias humanas.

Es en lo secreto y oculto, en la intimad y soledad con Él, en la secreta compañía de Dios donde
tiene lugar una mayor comprensión y entendimiento de Dios.

“La comunión íntima de Jehová es con los que lo temen, y a ellos hará conocer su pacto.”
(Salmos 25:14)
DIOS MIRA EL CORAZÓN
José Antonio Cano Mirazo

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1 Samuel 16:7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo
desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos,
pero Jehová mira el corazón.

Dice la Biblia en el contexto que estamos viendo, que el pueblo de Israel tenía como rey a Saúl, ustedes recuerdan
que Saúl fue el primer rey de Israel. El pueblo ya no quiso un gobierno de teocracia en donde Dios gobernaba a
través de los jueces. Por problemas que hubo con diferentes jueces el pueblo se molestó y dijo: no queremos
saber nada de los jueces, jueces puestos por Dios pero que hacían el pecado, que hacían cosas que estaban
fuera de la voluntad del Padre.

Entonces el pueblo exigió, vino con Samuel y le dijo que querían que levantaran un rey como todas las naciones.
Que todas las naciones tenían un rey que les gobernaba y que también ellos querían un rey. Esto fue un golpe
muy fuerte para Samuel porque dijo: están desechando a Dios, no quieren el gobierno de Dios, quieren un
gobierno de hombres, un gobierno que además sabemos gobiernos corruptos, gobiernos que no están dentro de
la voluntad del Padre.

Pero Dios habló con Samuel y le dijo: mira, no te preocupes, no hagas caso de lo que dicen; no te están
desechando a ti, me están desechando a mí. Y les voy a poner un rey. Y entonces el Señor levanta a Saúl como
rey de Israel, fue el primer rey que tuvo Israel. Y empieza Saúl a caminar dentro de los propósitos de Dios, hasta
que hay un momento en el cual Saúl hace lo indebido, desobedece, es rebelde a la palabra de Dios.

Dios le dijo que podía ir a la guerra y qué tenia que hacer, y que le iba a dar la victoria. Va Saúl con su ejército,
entra en la guerra, y sin embargo hace lo indebido y toma del botín, toma como se conoce en la Palabra, toma
del anatema de ese pueblo, y esto hace enojar a Dios. Dios se molesta profundamente cuando nosotros le
desobedecemos, cuando nosotros decimos: si Señor yo te amo, y le desobedecemos. O sea, le estamos
mostrando al Señor que verdaderamente no hay amor hacia Él.

Por lo tanto, Dios se enojó y le dijo a Samuel: ¿Sabes? Yo voy a desechar a Saúl, ya no va a ser el rey de Israel,
yo te voy a decir ahora quién será el rey. Tú vas a ir a la ciudad de Belén y ahí vas a buscar a Isaí de Belén. Por
lo tanto el profeta se prepara, le dice el Señor que llene su cuerno de aceite porque iría a ungir al que sería rey
de Israel.

Cuando Samuel llega a Belén los ancianos lo ven y de inmediato se preguntan, ¿es pacífica tu venida? Que
situación tan tremenda, el profeta va preparado, lleva el cuerno lleno de aceite, el pueblo lo ve y dice: ahora
profeta, ¿qué intenciones traes? ¿Cómo vienes? En otras palabras, ¿vienes en son de paz o en son de guerra?
¿Qué significaba esto?

El pueblo no sabía porqué el profeta estaba en ese lugar, pero ahí había llegado. Y cuando el profeta llegaba a
un lugar es porque Dios lo había enviado con un propósito específico. Insisto, el pueblo no sabía a qué iba, y
como el pueblo no sabía pues pregunta. En otras palabras, ¿está enojado Dios o vienes a darnos bendición, de
qué se trata?

Y entonces Samuel les dice: Miren, no se preocupen no hay problema, he venido a ofrecer holocausto a Dios
junto con la familia de Isaí. Porque también Samuel le había dicho a Dios: ¿cómo voy a ir a ungir al que será el
siguiente rey de Israel? Conociendo como es Saúl, me va a matar. Y entonces el Señor le dijo: no, ve a hacer
holocausto.

Y entonces llega a la casa de Isaí. Isaí tenía 8 hijos, están ahí 7 de los hijos, los mandan llamar para hacer un
holocausto. Samuel ve que llega el primero de los hijos, el mayor, de nombre Eliab; y entonces le dice: De cierto
delante de Jehová está su ungido. Es decir, Samuel en este momento se dejó guiar por sus sentidos, se dejó
guiar por lo que estaba viendo. Simplemente por lo que había delante de él. Él vio a este varón, dice la Escritura,
un varón alto, apuesto, güero, fuerte, y Samuel pensó: ¡éste es, éste va a ser el rey!

¿Por qué? Porque también Saúl era un hombre de acuerdo a lo que dice la Palabra, alto, que sobrepasaba una
cabeza a todos los varones de la época. Entonces también era un varón apuesto, alto y pues en la mente del
profeta estaba el hecho de que el sucesor pues prácticamente sería, aun en lo físico similar, como para que el
pueblo no notara diferencias.
Entonces cuando Samuel ve a Eliab, lo ve y dice: ¡éste es! delante de Jehová está su ungido. El profeta no utiliza
su discernimiento ni deja que Dios le guíe para decir quién era al que iba a ungir. Se estaba, insisto, dejando guiar
por lo que veía, por la apariencia. Esto es algo muy normal, nosotros sabemos que estamos acostumbrados a
ver y a juzgar por las apariencias, juzgamos por lo externo, nunca vemos más allá.

Lo que vemos eso juzgamos, y nos equivocamos en términos normales. Y muchas de las veces, lo peor es que
aun lo espiritual nosotros lo queremos juzgar con nuestros sentidos, lo queremos juzgar por el aspecto, y pues
nos equivocamos. Nuestro Señor Jesucristo en su momento también habló al respecto.

Juan 7:24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.

¿Por qué? por una razón muy sencilla, porque las apariencias no nos muestran la realidad. Es decir, las
apariencias engañan. Las apariencias nos pueden engañar y nosotros podemos emitir un juicio equivocado. Un
juicio que incluso traiga consecuencias negativas a nuestra vida o a la vida de los demás. Nuestro Señor
Jesucristo le dijo a los discípulos: Tengan cuidado, no juzguen, no sean rápidos para criticar, para mirar a la
apariencia y de acuerdo a la apariencia juzgar.

Cuando alguien nos presenta a una persona, sobre todo alguno de nuestros hijos o nuestras hijas, viene y nos
presenta a alguien, cuando nos presentan a algún amigo o alguna amiga, sabemos ya como padres hacia dónde
van las cosas. Y entonces de inmediato miramos a la apariencia, y hacemos un escaneo rápido de cabeza a pies,
y regresamos, todo lo barremos, a ver cómo anda éste o ésta, quién es, qué onda, qué le pasa, qué trata. Y
rápidamente en lo físico estamos viendo, estamos mirando la apariencia. Y nos podemos equivocar, dice nuestro
Señor Jesucristo, esto es algo muy normal.

Es que no me gustó tu amiguito. ¿Por qué? Ah porque vi esto, vi lo otro, vi la apariencia. Tu amiga. ¿Qué tiene
de malo mi amiga papá? Ah como qué tiene de malo, mira te voy a decir todo lo que tiene de malo. Su pelo, y nos
vamos recorriendo de arriba hasta abajo, hasta que llegamos hasta los zapatos; no me parece. Apariencias.

Y Jesucristo dice: cuidado, no juzgues las apariencias porque te vas a equivocar. ¿Quieres hacer un juicio justo,
un juicio correcto? No lo hagas por las apariencias, no te guíes de las apariencias porque te vas a equivocar.

Samuel era un varón de Dios, era un varón lleno de la plenitud del Espíritu Santo. Desde los tres años Samuel
fue llevado al templo y ahí vivió. Fue un varón consagrado al Señor. La mamá, Ana, no podía tener hijos y un día
en el templo oró y clamó al Señor y le dijo: Señor, si tú me das la dicha de tener un hijo mira, yo te lo voy a
entregar. Y el Señor le da un hijo. Ana se puso feliz, imagina, era estéril, no podía tener hijos y el Señor le concede
el privilegio de tener un hijo. ¡Maravilloso!

Cuando cumple los tres años, Ana agarra a su hijo, imagina, piensa en esto padre: lo lleva al templo y se lo
entrega al sumo sacerdote. Y le dice: aquí está mi hijo, yo le dije al Señor que se lo entregaría si Él me lo daba.
Y este hijo mío le pertenece a Dios y aquí se lo traigo. Y lo deja en el templo. ¡Tremendo, que difícil!

Yo no sé si has leído esta historia, o si ahorita pueden venir cosas a tu mente; muchas de las veces nosotros aun
a nuestro hijo ahí estamos consintiéndole dándole en la boca, mimándolo, cuidándolo, ay pobrecito mi niño. Pues
ya déjalo que coma solo. Ay cómo, si tiene 14 años apenas. Y ahí sigues atendiéndolo. Perdón, no; somos
especiales con nuestros hijos, no queremos que nos los quiten, los queremos guardar, los queremos acunar,
arropar, que cuidado con el niño.

Señor te entrego mi hijo. Y esto me encanta; es que este hijo mío es para la gloria de Dios, aquí está para el
Señor. Y no dejan que el Señor intervenga en su educación. Por fin, se lo estás dando al Señor o no. Si se lo das
al Señor que el Señor trate con él, que el Señor lo eduque, que el Señor haga su obra en él. Fuel lo que hizo en
Samuel, nada más no me los vayas a traer.

El sumo Sacerdote Elí tomó control de Samuel desde los tres años, y Dios empezó a guiar desde pequeño a
Samuel, y empezó Samuel a escuchar la voz de Dios, un varón que nació y creció, que se desarrolló entre los
sacerdotes de Israel. Que conoció la Palabra, que la estudió, que se llenó de la plenitud del Espíritu Santo, un
varón tremendo.

Tuvo dos hijos Samuel, hijos que fueron aun jueces en Israel. Pero algo le falló a Samuel como padre, era un
excelente siervo de Dios, era un gran ungido del Señor, pero cuando ya fue padre algo le funcionó mal, no hizo
lo que tenía que hacer, y ocasionó que sus hijos se desviaran de la voluntad, del camino de Dios. Fue una de las
razones por las cuales Israel dijo: No queremos saber más de jueces, no; queremos un rey. Y por eso se levantó
a Saúl, algo bien especial.
Por lo tanto, imagina a un Samuel independientemente de estos defectos que tenía, un varón lleno de la plenitud
del Espíritu Santo, un gran profeta de Dios, en una época muy difícil en donde el pueblo andaba en la idolatría,
andaba en la rebeldía, en la desobediencia, hasta el rey; las cosas andaban mal. Sin embargo, nosotros podemos
advertir como Samuel comete un error tremendo, se deja guiar en un momento determinado por la apariencia, ve
a Eliab y dice: éste es el ungido de Jehová.

Y entonces el Señor le habla dice la Escritura y le dice a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su
estatura. Cuidado estás mal. Porque yo lo desecho; esto no es lo que yo quiero Samuel, estás
equivocado. Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; tú ves algo, tú estás viendo una apariencia y yo no
miro lo que tú ves. Pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. Ves las
apariencias.

En otras palabras, Samuel no te impactes con su aspecto, que no te impresione, porque la apariencia no te va a
mostrar lo que en realidad hay en interior de Eliab, de cualquier persona. no te impactes con lo que ves, porque
lo que ves no es la realidad. ¿Quieres ver realmente cómo es una persona? Tienes que mirar a su interior, y es
lo que ve Dios.

Cuando tú ves una apariencia no ves ni los valores, ni los sentimientos, ni los pensamientos, ni las intenciones ni
la espiritualidad, no ves nada en la persona. Simplemente ves una fachada y ves en esa fachada lo que la persona
te quiere mostrar. Eso lo sabemos nosotros, todos nosotros, no hay una persona que en un momento determinado
no quieras mostrar una determinada actitud y te arreglas de ese modo y la manifiestas, la muestras. Todos lo
hemos hecho en algún momento o en muchos momentos de nuestra vida.

Desde siempre, vas por un trabajo, ah te arreglas muy bien, hasta te peinas, que te vean guapo, o te bañas. Eres
un fodongote. Ah pues ese día te vas así como si fueras muy ágil, muy activo. Mostramos apariencias, nos
presentamos con ciertas apariencias; vas hasta de corbata. No la aguatas, sientes que te están ahorcando; ah
pero vas de corbata, para mostrar una buena imagen. Somos apariencia desgraciadamente.

Y entonces el Señor le dice: cuidado, yo no veo lo que tú ves, yo no veo lo que ve el hombre. Y Samuel recibe en
estos momentos una enseñanza tremenda. Aprende Samuel que yo no voy a ver le dijo el Señor, lo que tú ves.
Por lo tanto, no veas desde tu perspectiva, aprende a conocerme para ver como yo veo. Ve desde una perspectiva
diferente, muy distinta.

A Dios no le interesa la apariencia, Dios no ve lo que tú le muestras en lo exterior que es lo que ve e hombre.
Dios va y entra a corazón, entra a lo profundo, Dios ve algo más, Dios no se queda en lo superficial. Dios va al
interior, va a lo profundo y le dice a Samuel: Jehová mira el corazón.Dios ve el corazón del hombre. Dios querido
hermano está interesado en tu corazón, y Dios está viendo tu corazón. Dios no ve tu apariencia.

Ah es que hoy vengo bien guapo porque es domingo. ¡No ve tu apariencia, ve tu corazón! Ah es que hoy la
hermanita se peinó precioso, se nos hizo tarde porque hasta tubos se hizo. Pues gloria Dios, pero el Señor ve su
corazón no su apariencia. Dios no ve que seas muy hábil con ciertas cosas o que seas muy diestro, no lo ve. No
ve tu mente, no ve toda la capacidad que tú pudieras tener o la falta de capacidad. No lo ve, Dios ve tu corazón.

Ay Señor es que yo soy bien inteligente, y yo como que para tu obra sería excelente como para trabajar en la
iglesia como en ciertas áreas intelectuales, yo lo podría hacer. Mira, al Señor no le interesa, ¿por qué? Pues por
una razón muy sencilla: porque si tú no tienes capacidad, Dios te la da. Si tú no tienes habilidad, Dios te la da. Si
tú no eres diestro en algo, Dios te lo da. Dios te va a dar todo lo que tú necesites.

Dios no nos llama porque nosotros estemos muy capacitados y sepamos mucho y hagamos las cosas muy bien.
¡NO! Dios nos llama porque ve nuestro corazón. Ve tu corazón y dice: Es un corazón que yo lo quiero. Por eso
dice la Escritura que el Señor está buscando a los verdaderos adoradores. No está viendo la apariencia de los
adoradores, no está viendo la apariencia aun de su pueblo, no lo ve. Dios mira al corazón y ve al verdadero
adorador.

Ese que desde adentro está adorándole. Ese que desde adentro se está entregando y le está diciendo Señor, yo
te amo profundamente, aquí está todo mi corazón hacia ti, aquí estoy yo. Dice el Señor: A estos verdaderos
adoradores son a los que Dios busca que le adoren. ¡Wow, qué maravilloso! No dice la Palabra, no dice nuestro
Señor Jesucristo que Dios va a traer a los que estén más guapos, o mejor arreglados, o que toquen mejor los
instrumentos, los que canten más bonito. ¡NO!

Va a traer a los verdaderos adoradores, a aquellos que tienen una verdadera adoración por Dios en su corazón.
No en su apariencia. De nada le sirve al Señor que aquí en la iglesia tú le adores, te postres, te humilles y allá
afuera seas un mundano. ¡Ese no es un adorador! No le interesa a Dios. Es más, a Dios no le interesa que tú
vengas si no tienes tu corazón puesto en Él. Ah es que voy a ir pues como para que me vaya bien, como para
cumplir con Dios, para que toda la semana me vaya bien.

Estás mal, tú puedes estar aquí y tu corazón puede estar en otro lugar. Tu corazón puede estar o en tu casa, o
en casas de unas amistades queriendo estar con ellos para comer, o quieres estar en un deporte, en fin, tu
corazón puede estar en otro lugar, pero físicamente puedes estar aquí. Y no porque tú estés aquí significa que tú
estás plenamente entregado, y estás convertido al Señor. No.

Hay aun quienes en la predicación, pues no digamos que cabecean, se duermen. Bueno yo tengo por norma no
despertarlos, pues qué gano con despertar a alguien. A ver hermano despiértalo o despiértala. ¿Para qué? Hay
pastores que se enojan, predicadores que se molestan porque alguien se duerme, bueno, pues que no los
aburran. Entonces si a mí alguien se me duerme pues gloria a Dios, vamos a respetar.

Dice la Escritura que pueden entrar en el reposo del Señor. Pues que entren en el reposo del Señor, que duerman,
que descansen, que estén bien, que se sientan a gusto. Que tal vez no pudieron dormir porque tuvieron insomnio
y aquí sí pueden dormir, ¡gloria a Dios, qué bueno! Ah voy a la iglesia porque me quiero dormir, siento paz y me
duermo bien rico. ¡Gloria a Dios, qué bueno, eso es importante!

Entonces, el Señor quiere tu corazón, yo no quiero tu apariencia ni quiero que tú te fijes en la apariencia de los
demás, fíjate en el corazón. Jesús nuestro Señor vio la condición de los escribas y fariseos, y después de ver su
interior entonces, el Señor les habló y les dijo, en Mateo 23; todo este capítulo es una palabra muy fuerte de
nuestro Señor Jesús en contra de los escribas y fariseos.

Mateo 23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero
por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.

O sea, le está diciendo a estos religiosos que su apariencia es muy buena, que ellos limpian lo de fuera, tal vez
andan muy bien bañaditos, muy bien recortadas sus barba, bien arreglados, bien peinados, pulcros en su vestir.
Pero el Señor les dice son unos hipócritas, porque por fuera están así, pero por dentro en su corazón, ustedes
están con dos problema graves: uno es el robo, y el otro es la injusticia.

Qué fuerte nuestro Señor Jesús, decirle a este grupo de religiosos que eran los más fuertes de la época, ¿sabes?
Eres un hipócrita. ¡Pues por eso no lo querían! ¿Quién iba a querer a una persona, a un señor que les iba a decir
sus verdades? Tú necesitas, les dijo el Señor, entregar tu corazón, limpiarte por dentro, sacar todo ese pecado,
toda esa podredumbre que hay en tu interior. Y después preocúpate por tu exterior.

No busques nada más la parte externa, la que todo mundo ve. Ah qué fariseo tan impecable, tan pulcro. Mira a
ese escriba, pero qué bárbaro, excelente su presentación. Sí, pero por dentro están llenos de robo y hacen
injusticia.

Mateo 23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea
limpio.

Si nosotros limpiamos lo de adentro, lo de afuera va a estar limpio. Cuando nosotros tenemos desorden a nuestro
alrededor, tenemos desorden en nuestras cosas, desde lo más elemental tal vez en nuestro clóset, en nuestro
cajón, en nuestro escritorio, si tenemos desorden ahí, ¿sabes? Eso está manifestando que dentro de nosotros
hay desorden. Hay desordenes espirituales, desordenes de todo tipo. Nosotros tenemos que poner primero orden
adentro para poder poner orden afuera.

Una persona que se ve sucia, una persona que no tiene el hábito de bañarse todos los días por las razones que
sean; es una persona que no está con tanto problema si en su interior está limpio. Puede una persona aun no
bañarse porque no hay agua, vivimos en situaciones difíciles con el agua, tal vez aquí en estos lugares no se note
tanto; en el cinturón que está alrededor del valle de México, ese llamado cinturón de miseria, la situación es grave.

Hay una persona que nos va a ayudar al aseo en la casa unos días, y dice que allá en su casa solamente dos
veces a la semana pasan a dejarles agua y les permiten guardar un solo tambo, no les llenan más, es todo y lo
tienen que racionar. Por lo tanto deben de tener cuidado de cómo la utilizan, y hay ocasiones en que
definitivamente no se pueden bañar. Pero si tu interior está limpio, tu exterior no se va a ver sucio.

Cuántas ocasiones tú puedes ver a una persona y decir: se ve sucia esta persona. Qué raro, hoy se bañó; pero
se ve sucia. Hay gente que se ve sucia, que se ve mal, ¿por qué? Porque su interior está sucio. Por eso nuestro
Señor Jesucristo dijo: Mira, primero limpia lo de adentro. Preocúpate por las cosas que no se ven que están dentro
de ti. Y después te preocupas por tu exterior. O gente muy bonita que se ve muy limpia, que se ve muy bien, pero
por dentro están sucios.

El Señor nos hace un llamado y nos dice: Ve tu interior, ve cuál es tu realidad y limpia lo de adentro, para que
entonces lo de afuera esté también limpio. No tiene ningún sentido que tú limpies lo exterior si en el interior está
sucio. Se va a ensuciar lo de fuera. Para que nosotros hagamos el pecado ¿qué es lo que necesitamos? Estar
contaminados adentro, estar sucios adentro.

Si tú adentro, en tu interior, en tu corazón traes robo, fraude, sexo, drogas, alcohol, enojos, pelitos, iras, idolatrías,
hechicerías; traes todo eso, eso va a salir al exterior y es lo que vas a hacer. Nuestro Señor Jesucristo también
lo dijo ¿no? ¿Qué es lo que contamina al hombre? Lo que contamina al hombre no es lo que entra por su boca
les dijo; contamina lo que sale de su boca porque lo que sale de su boca sale de su corazón.

¿Cómo venimos nosotros a alabar a Dios? ¿Qué es lo que traemos en nuestro interior, qué es lo que traemos en
nuestro corazón? ¿Qué es lo que durante toda una semana hemos acumulado en nuestro interior para venir a
decirle al Señor: Señor aquí está todo lo que yo hice esta semana, lo presento como una ofrenda delante de ti. El
fruto del Espíritu Santo o las obras de la carne; qué hay en nuestro interior? Porque nosotros vamos a traerle al
Señor lo que hay aquí adentro.

No importa que tú levantes tus manos y llores, y te postres y te arrodilles; o sea, si tu corazón está contaminado
toda tu actitud y todo lo que muestras en tu exterior ¡no sirve! Tiene que tener un corazón limpio, un corazón
entregado al Señor. Porque el Señor cuando tú entras, cuando vienes y en tu oración dices: aquí estoy Señor. El
Señor lo primero que ve es tu corazón, cómo vienes en tu corazón.

¿Vienes con pelitos de toda la semana? ¿Vienes con el pecado de toda la semana? ¿Cómo vienes? O vienes
verdaderamente como un adorador queriendo agradar a Dios. Y el Señor lo ve, y dice: ah este corazón que me
agrada, este corazón sí lo quiero. Jesucristo lo dijo: verdaderos adoradores, aquellos que adorna en espíritu y en
verdad. Aquellos que su interior está limpio.

Mateo 23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,
que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda
inmundicia.

No pues Señor estás fuerte. Imagínate al Señor Jesús hablándoles así a los escribas, a aquellos que tenían
mucha preparación y que eran los que escribían. Y que en aquella época no todo mundo sabía leer y escribir,
eran privilegiados los que lo hacían, y los escribas eran de ellos, y los escribas eran los que aun interpretaban la
Ley.

Ellos la interpretaban y la enseñaban. Los fariseos, un grupo religioso demasiado fuerte. ¡Y el Señor los compara
con unas tumbas! Son como esas tumbas a donde va la gente y las limpia muy bien por fuera. Hay gente que
hasta les paga a los jardineros en los cementerios para que mantengan siempre limpia la tumba, y siempre cada
semana tenga sus florecitas el muerto, y ahí están.

Ah es que hay que poner aquí en la tumba una lápida muy bonita, de mármol con bonitas letras, hasta de oro. Y
ahí la hacen y gastan un dineral, pero ay que preciosas tumbas de mármol, blanqueadas, preciosas, impecables,
wow qué lugares. Yo en una ocasión en Estados Unidos entré a un cementerio que me llevaron, muy bonito, es
más, ni parecía cementerio. Dije: ah qué lugar tan padre, tan agradable, tan bello, qué jardines tan preciosos. Ni
los jardines que tenemos en la ciudad de México; estos jardines sí están bonitos, bellísimos, qué lugar, qué
bárbaro de veras, como para pasarte unas vacaciones ahí disfrutando del paisaje, en verdad hermoso.

Y el Señor Jesús les dice: miren, son como esas tumbas, limpias, arregladas, bonitas, excelentes, blancas; se
están preocupando por darles un mantenimiento constante. Pero adentro de esa tumba les dijo el Señor: hay puro
hueso muerto y hay toda clase de inmundicia, todo el pecadote. ¡Así son ustedes escribas y fariseos! Qué bonitos
por fuera, pero por dentro para empezar están muertos, no tienen el Espíritu Santo, Dios no está con ustedes.
Están muertos. Y además de muertos hacen el pecado. Son unos inmundos, están contaminados, son unos
sucios.

Mateo 23:28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis
llenos de hipocresía e iniquidad.

Por fuera te quieres parecer un hombre justo, muy piadoso, un hombre que hace la voluntad de Dios, que camina
supuestamente en rectitud; pero por dentro eres un hipócrita porque no eres así. Por dentro estás lleno de
iniquidad, es decir de pecado. Ésta es tu realidad, ésta es tu condición. ¡Qué fuerte es el Señor, como habla! Y
entonces pues lógico los fariseos querían matarlo.

Imagínate que el Señor venga y te saque tus trapitos al sol, pues te molestas, no te agrada, a nadie nos gusta
que nos digan cosas feas, no nos gusta, la verdad nos duele, nos lastima. Y cuando alguien viene y nos dice:
mira, con todo respeto pero… ¡Pao! Algo fuerte, nada más uno se incomoda y haces gestos y dices: bueno. Y si
es tu cónyuge quien viene y te lo dice, pues mejor piensas otra cosa y en términos normales te das la vuelta y ni
caso le haces.

Cuando viene el Señor y les dice a los escribas y fariseos: son esto. Tú crees que ellos después que les está
diciendo esto, y ésta es una parte de todo lo que les dijo; son siete ayes y aquí les dijo dos, leímos dos nada más,
faltan cinco que están es este capítulo. ¿Tú crees que ellos lo iban a querer? ¿Le iban a decir: Si tú eres el Hijo
de Dios, reconozco que tú eres el Cristo, el enviado del Altísimo? Pues no, para nada.

No de seguro como le dijeron al Señor: demonio tienes. El Señor le dijo: pues cómo voy a tener demonio, si yo
tuviera el demonio cómo va a echar Belzebú a Belzebú a ver, el demonio va a echar al demonio, ¿dónde se ha
visto eso? No, están equivocados. Hay una profecía de bendición, todos nos anotamos. Si Señor gracias esta
palabra es para mí. Y alguien dice: pero es que dijo: Hija. No yo oí hijo; se ha de haber equivocado el Señor.

No importa también a mi me toca la bendición. Y nos anotamos en las bendiciones, en las promesas de
prosperidad, de bendición, de fortaleza. Ah pero ahí de inmediato le decimos al Señor, casi, casi nos paramos y
abrazamos al profeta, de veras. Y a veces hasta vamos con el profeta y le decimos: gloria a Dios que el Señor te
utiliza con tanto poder. Pero cuando viene una palabra fuerte de parte de Dios a través del profeta, entonces, ya
no es el profeta de Dios, entonces ya es el corazón, ya es el enemigo, entonces ya es el profeta, qué trae el
profeta conmigo, y si no lo trae lo inventamos.

Y no nos gusta aceptar las cosas, es muy difícil que las aceptemos. Cuando viene algo fuerte en una profecía de
inmediato nuestra mente va y dice: ¿a quién le está hablando el Señor? y nos ponemos a analizar a querer
encontrar a quién le está hablando el Señor. ¿Y sabes? No lo encontramos, ¿por qué? porque nos está hablando
a nosotros.

¿Qué hacían los fariseos, qué hacían los escribas, qué hacían los sacerdotes? no hablaban con el Señor Jesús
a la luz del día por las críticas. Aunque lo reconocían en su corazón delante de los hombres; mantenían una
situación de alejamiento de Jesús, de no reconocimiento.

Dice la Escritura de Nicodemo era un sacerdote, de los 70 sacerdotes de Israel, formaba parte del Concilio, él
vino en la noche a escondidas para hablar con Jesús y le dijo: Señor, yo sé y sabemos aun que tú eres el Hijo del
Altísimo por las señales que tú haces. ¿Qué tengo qué hacer para entrar en el reino de los cielos? Y entonces
Jesús le dijo: pues solo una cosa muy sencilla: Tienes que nacer de nuevo. ¿Cómo? ¿Acaso voy a entrar de
nuevo al vientre de mi madre para nacer? Y le dijo: no, tienes que nacer del agua y del espíritu.

Pero vino en la noche, vino en silencio, que nadie lo viera. Y el Señor les habla a todos los escribas y a todos los
fariseos y les dice: Son una bola de hipócritas. Su apariencia es una y ahí estaba el pueblo reunido, y el Señor
los señaló y les dijo: Hipócritas. Casi, casi, alguno de ellos se hubiera parado para decirle: Señor nos estás
quitando autoridad delante del pueblo.

¿Qué es lo que quiere el Señor? Lo que quiere el Señor es tu corazón. Quiere que tu interior, que tu corazón esté
bien, no le importa tu intelecto, le importa tu corazón. Quiere el Señor que tú limpies tu corazón y que vengas a
Él porque el Señor te va a bendecir. Cuando David deja el reino, hace una ceremonia en el cual le transfiere el
reino a su hijo Salomón. Entre todo lo que le expresa hay algo que quiero resaltar.

1 Crónicas 28:9 Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo
voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú
le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre.

Vaya que David sabía en relación a esto. Él supo y él vivió en carne propia el cambio de Saúl para con él. Saúl
desechó al Señor, no le buscó, no hizo su voluntad; y David que tenía un corazón grato delante del Señor, un
corazón sencillo, un corazón que amaba al Señor, Dios lo escogió a él y ahora le dice a su hijo: no solamente
reconozcas que Dios es Dios.

Es importante que lo reconozcamos, es importante que nosotros reconozcamos que Jesús es el Señor y es el
Salvador, que tiene todo el poder; sí que reconozcamos todo lo que es el Señor, pero dice la Escritura: sírvele
con corazón perfecto. Es decir, entrega tu corazón a Dios, dale tu corazón. Sírvele con tu corazón, es decir, con
tu amor, ama a Dos como dijo nuestro Seño Jesús: el primer mandamiento es este: amaras a Dios sobre todas
las cosas, lo amarás a Él.

Antes que a nadie tienes que amar a Dios, es decir, antes que a nadie tienes que darle tu corazón a Dios. ¿Quién
es el más importante para ti? Tiene que ser dicho con honestidad, ¡Dios! Yo siempre se lo he dicho a mis hijos, a
mi familia: yo los amo mucho a ustedes, y le doy gracias a Dios por sus vidas, pero mi primer amor es Jesús, es
Dios, Él es primero, antes que ustedes, antes.

Desde chiquito mi hijo Jesús, yo le decía: ¿sabes a quién yo amo más Jesús? Lógico mi hijo me decía: a mí. No,
a Dios. Luego nosotros queremos meter en conflicto aun a los niños. ¿A quién amas más? Y entonces nuestro
hijo dice: a ti papá. Y entonces viene la mamá: ¿y a quién amas más hijito? A ti mamá. Bien inteligentes los niños.
Y quien le pregunta, Angie con los bebés, se les acerca y les dice: A ver, ¿quién te ama? Ya les enseñó: Angie,
entonces el chiquito dice: Angie. No hagas eso por favor.

Y yo a mis hijos les decía desde chiquitos: no, ama a Dios, primero a Dios, por sobre todas las cosas es Dios. Y
David le dice a Salomón: Mira, reconoce a Dios y ámale por sobre todas las cosas, ámale con un corazón perfecto
y con ánimo voluntario para que hagas lo que tienes que hacer. Para que no te veas obligado. Ánimo voluntario
es la disposición que tú tienes para hacer las cosas porque amas a una persona.

Cuando amas a alguien, aunque tengas que cruzar toda la ciudad, vas con ánimo voluntario. Ah es que voy a ver
a la persona que amo; y ahí te cruzas toda la ciudad, y te avientas dos horas en ir y te dejan verla 15 minutos.
¡No importa, valió la pena! Y te regresas otras dos horas igual. ¡No importa, viste a la persona que querías ver!
Ese es un ánimo voluntario, no estás obligado.

Cuando alguien te obliga a ir a un lugar, se te hace pesado, no te gusta, te cansas, te aburre, te molesta. El ánimo
voluntario es aquel que está en tu corazón porque amas y dices: Sí, yo quiero hacerlo. Yo quiero servirte Señor.
David se lo dijo a Salomón: lo amas pero también ten ánimo voluntario. Porque Dios, Jehová escudriña, busca
entre tu corazón. No nada más ve en lo superficial del corazón, va a lo profundo, lo escudriña, le busca, le rasca
ahí para encontrar, y le encuentra. Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Amar al Señor y entregarle nuestro
corazón.

Proverbios 4:23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.

Salomón habla al respecto, Salomón que sabe que tiene que guardar su corazón. Yo guardo mi corazón para
Dios, la prioridad es Dios, el amor principal es Dios. Señor yo te entrego mi corazón. Dios no pide que le entregues
tu mente, pide tu corazón. Y cuando vienes y dices: aquí de corazón estoy Señor, porque de corazón yo me
entrego a ti, porque de corazón yo quiero cambiar esto.

Mira, el Señor te recibe, te escucha y se manifiesta con poder a tu vida. Y el Señor te sigue formando y te levanta
para sus propósitos, y te mantiene cerca de Él. Porque dice el Señor que aquellos que tienen este corazón,
aquellos que son verdaderos adoradores van a estar con el Señor, porque el Señor los quiere cerca de Él. ¡Qué
tremendo! A mí me agrada y me gusta mucho.

Dios aun está en la posibilidad de pesar tu corazón. Es decir, de ver realmente cuánto vale.

Proverbios 21:2 Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones.

En nuestra propia opinión nosotros podemos estar haciendo bien las cosas. En nuestra propia opinión nosotros
podemos estar caminando dentro de lo que debe ser. Podemos estar haciendo todo bien, es nuestra propia
opinión. Y nuestra propia opinión está por encima de la opinión de todos los demás. No nos interesa en términos
normales la opinión de los demás. Nuestra propia opinión es la que vale, es la que escuchamos.

Pero cuando tenemos un corazón que ama al Señor, un corazón que le hemos entregado entonces, le decimos
al Señor: Señor háblame en tu Palabra, guíame, yo quiero hacer las cosas conforme a tu voluntad, guíame,
llévame. Yo no me alcanzo a dar cuenta de lo que yo estoy haciendo mal. Si yo viera que algo está mal o cuando
lo veo, lo dejo de hacer, lo cambio.

Por lo tanto, yo creo que todos hay cosas que no hacemos bien y no nos damos cuenta, no sabemos. Necesitamos
venir delante del Señor y decirle: Señor revélame, muéstrame, enséñame; y el Señor lo hace. Y dice la Escritura
que todos somos rectos en nuestra propia opinión, pero que Dios pesa los corazones, es decir, Dios los pone en
la balanza para ver realmente cuánto estamos en Él y cuánto no. Cuánto hay hipocresía y cuánto verdaderamente
le amamos. Cuánto queremos hacer su voluntad, y le queremos entregar nuestro corazón, y cuánto no.
El Señor lo sabe, no lo podemos engañar. Podemos engañar a todos los que están a nuestro alrededor y mantener
ciertas actitudes. Podemos venir a la iglesia y mantener una actitud de que somos maravillosos hijos, o
maravillosos esposos, o padres o maravillosos cristianos; pero el Señor conoce y pesa nuestros corazones y sabe
cuál es nuestro comportamiento allá afuera, y cuál es verdaderamente la intención de nuestro corazón, Él lo
conoce.

Proverbios 23:26 Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.

Me gusta este versículo mucho. Veo de una manera muy clara como Dios mismo te está pidiendo tu corazón.
Dámelo, dámelo, no te preocupes, no tengas temor, dame tu corazón, ámame. No se lo des a lo demás, que yo
sea tu prioridad dice el Señor, dame tu corazón, yo lo quiero. Yo quiero tener tu corazón, yo lo voy a cuidar, yo lo
voy a guardar, yo lo voy a atender, yo lo voy a proteger, yo lo voy a amar; dame tu corazón no te vas a arrepentir,
no te voy a defraudar.

Porque yo creo que todos hemos sufrido decepciones. Hay una persona que te interesa o le interesas, empiezan
una relación de amistad, después se da una relación de noviazgo y después se da un rompimiento y los corazones
destrozados.

El hombre en términos normales como que aguanta más esas situaciones al parecer, como que la pasa más
rápido, y como que dice: bueno pues ya ni modo. Y unos días y ya anda con otra. Y entonces la mujer lo ve, la
ex, la ex novia, la ex amiga, la ex y dice: Mmm, todo lo que me amaba y ni una semana y ya anda con otra.

Y la mujer en términos generales después de una decepción amorosa, después de que le rompieron el corazón
dice: ¡no vuelvo a amar, ya hasta aquí! Y en la depresión y llora. Uy pobrecitas. No vuelvo a amar, se tiran al
drama casi, casi, como Juan Gabriel: Yo no naci para amar…

Y Dios te dice: hijo, dame tu corazón, dámelo yo no te voy a decepcionar, yo no te voy a fallar, yo no te voy a
traicionar, Dame tu corazón, yo lo quiero tener. Yo quiero que tú me ames, yo lo voy atener para mí. Y siempre
va a estar cuidado, y siempre va a estar protegido, y siempre vas a tener amor, pero dame tu corazón. Y fíjate
que no dice: Dame tu mente. Dame tus capacidades. ¡NO! Te dice: dame tu corazón. Yo quiero que tú me des tu
corazón, dice la Escritura: y miren tus ojos por mis caminos.

Cuando tú le das tu corazón al Señor, cuando tú te entregas de una manera plena al Señor y es tu prioridad Dios,
y le estás diciendo: Señor aquí está mi corazón para hacer tu voluntad, para hacer conforme y tú lo estableces;
entonces el Señor te abre tu mente y entonces estás en la capacidad para hacer lo que debes hacer, y caminar
lo caminos que tienes que caminar en el Señor, caminos rectos. Pero primero ve tu corazón.

A los escribas y fariseos el Señor les pudo haber dicho: Dame tu corazón, yo quiero que me des tu corazón porque
una vez que tú me entregues tu corazón, entonces tu camino va a ser recto, entonces no va a haber injusticia en
ti, entonces no vas a ser como un sepulcro blanqueado, entonces no va a haber hipocresía, vas a hacer la cosas
conforme y tienen que ser.

El Señor no te pide y te dice: Dame tus fuerzas. No. Dame tu corazón. Dame tus habilidades. Tampoco. Dame tu
corazón, yo quiero tu corazón, quiero tu amor, quiero lo más importante, yo quiero guardarlo y quiero darle vida
a ese corazón y mantenerlo siempre con vida, pero dámelo, entrégamelo. Si no le entregas tu corazón a Dios,
todo lo demás que le entregues no tiene sentido. Entrégale primero tu corazón.

Dios hace una promesa en el Antiguo Testamento muy hermosa para una transformación, un cambio. Porque el
Señor veía que de una manera reincidente el pueblo caía en idolatría, caía en pecado, caía en rebeldía. Su
corazón no estaba con el Señor, y entonces el Señor dijo: está bien, vamos a hacer una cosa. Tú no tienes la
capacidad para caminar, para amarme como debes hacerlo. Tú no tienes capacidad para entregarme tu corazón
o crees que tu corazón ya no funciona, ya no sirve, voy a hacer una cosa en ti.

Ezequiel 11:19 Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra
de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.

Fíjate que el Señor está prometiendo algo maravillosos y es lo que hace ahora a través de nuestro Señor
Jesucristo, a través de su Espíritu Santo. Ese corazón duro, ese corazón que en un momento determinado fue
golpeado, fue lastimado, ese corazón que se endureció dadas las circunstancias que vivió, tal vez por los
desamores, por las traiciones, por muchas razones.
Dice el Señor: Mira, este corazón de piedra que no te sirve ya, no sirve es un corazón duro, yo te lo voy a cambiar.
Yo voy a hacer una obra en ti y este corazón te lo voy a cambiar, y te voy a poner un corazón nuevo, un corazón
de carne, un corazón sensible, un corazón conforme y mi voluntad, conforme y aun mi corazón; para que tú te
afirmes, para que tú camines dentro de mis propósitos, para que tú me ames. Yo no quiero un pueblo que no me
ame.

A Dios lo primero que le interesa es tu corazón y que tú le ames, para que por el amor que tú tengas por Él, tú
seas movido a hacer su voluntad. Dios no quiere que seamos como los escribas, como los fariseos que hagamos
su voluntad pero sin amor. Quiere que le amemos y que el amor nos mueva a cumplir con sus mandamientos.
Que por amor nosotros digamos: Sí Señor, te amo y por eso hago esto. Porque te amo voy a cambiar mi forma
de ser, mi forma de pensar, mi forma de sentir porque te amo.

Porque yo te entregué mi corazón, te di el primer lugar, te di la prioridad y por lo tanto, todo lo demás lo voy a
cambiar para agradarte a ti. Voy a dejar todo lo que está mal, voy a dejar el pecado, voy a dejar la iniquidad, voy
a dejar la injusticia, voy a dejar todo lo que está mal por una razón, no por temor, no porque tenga la amenaza de
que me voy a ir al infierno, ¡NO!

Todo esto lo voy a cambiar porque te amo. Eso es lo importante, eso es lo principal, y eso es lo que quiere el
Señor. Por eso dice el Señor: mira, ¿tú tienes un corazón endurecido? No te preocupes, yo te lo cambio. Y yo te
pongo un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón sensible que me ame para que haga mi voluntad.

Ezequiel 11:20 Para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo,
y yo sea a ellos por Dios.

Esto es lo que quiere el Señor, hacer un trasplante total absoluto para que entonces por amor tú guardes sus
ordenanzas, tú guardes sus decretos, tú cumplas todo lo que está establecido en la Palabra. Que no la cumplas
de una manera religiosa porque la tienes que cumplir. Que no te aprendas los versículos bíblicos de memoria,
¡no, eso no es lo importante! Lo importante es que conozcas la Palabra, que conozcas los que dice y que la
pongas por obra, eso es lo importante. Y esto es lo que el Señor quiere.

Vamos a vivir con Él por la eternidad, vamos a vivir con Él para siempre y Él quiere que vivamos para siempre
entregándole nuestro corazón. Qué tremendo ha de haber sido para el Señor, haber creado a Luzbel maravilloso,
haberlo creado para que estuviera en la alabanza, para que alabara a Dios, para que le adorara; y que su corazón
se haya desviado y que su corazón no amara al Señor. Y que se haya levantado en rebeldía y el Señor lo haya
tenido que desechar. ¡Qué impresionante! ¡Qué dolor para el Padre!

Dios no quiere volver a vivir una situación similar. Quiere que nosotros no solamente como su pueblo sino como
sus hijos, le entreguemos nuestro amor, le entreguemos nuestro corazón y le amemos por la eternidad. Dios
nunca, nunca nos va a fallar. Nunca nos va a traicionar, nunca nos va a dejar de amar. Incluso su Palabra dice:
Si te dejare tu padre y tu madre, yo no te abandonaré, yo siempre estaré contigo.

Y tenemos esa certeza de que no importan las circunstancias, no importan las personas, Dios siempre va a estar
con nosotros, siempre. Y esto es maravilloso, nada más nos pide una sola cosa: ¡DARLE NUESTRO CORAZÓN!
Dale tu corazón a Dios.

Tal vez tú le has entregado de una manera plena tu corazón al Señor. Gloria a Dios, en esta hora ratifica esa
entrega de tu corazón al Señor. Tal vez no ha sido así, tal vez tú le has dicho al Señor: Sí Señor, yo te doy mi
corazón; pero aun hay cosas que amas más que a Dios. En este momento dile al Señor: Señor perdóname, no
te he entregado de una manera plena mi corazón, y lo quiero hacer en esta hora. Yo lo pongo delante de ti para
que mi amor por ti esté por encima de todo, que sea la prioridad mi amor.

Tal vez no amas al Señor, tal vez no le has entregado tu corazón, este es un buen tiempo para que tú le digas al
Señor: Señor toma mi corazón. Tú dices en tu Palabra: Hijo mío dame tu corazón. Y en esta hora Padre yo te lo
quiero entregar, yo te quiero decir: Si Señor, toma aquí está mi corazón yo te lo entrego, yo lo pongo en tus manos
porque te quiero amar sin ninguna reserva, recibe mi corazón, tómalo.

Tal vez tú consideres que tu corazón es un corazón que se ha endurecido por los problemas, por las
circunstancias, por situaciones que tú has vivido a lo largo de toda tu vida. Tal vez es un corazón que ha sido muy
lastimado, muy golpeado, que las circunstancias lo han llevado a que se endurezca.

Es un tiempo e el cual tú le puedes decir: Señor, haz un trasplante de mi corazón. Con tu poder manifiéstate a mi
corazón y cámbialo, transfórmalo, y cambia este corazón de piedra y pon un corazón de carne, un corazón
sensible, un corazón con un profundo amor hacia ti. Un corazón que ya no esté dolido, un corazón que ya no
tenga heridas porque te quiero amar plenamente.

Si Señor en el nombre de Jesús, en esta hora yo levanto delante de tu presencia a este remante pidiéndote que
tú te manifiestes con poder a cada uno, solamente tú Padre conoces el corazón de cada uno de mis hermanos,
de mis hermanas; yo lo pongo en tus manos en esta hora, pidiéndote que tú actúes con poder para que este
remanente manifieste su profundo amor por ti, para que no haya limitaciones, para que no haya reservas.

Para que podamos caminar como tú lo estableces, y podamos estar también ahí Señor en tu corazón recibiendo
de tu amor. Aunque ya sabía nuestro Señor Jesús que un corazón de los 12 discípulos no era recto delante de
él, y aun aunque sabía que lo iba a traicionar, Señor ese momento ha de haber sido muy duro, muy difícil. No te
queremos fallar Padre, por lo que te pedimos que tú tomes nuestro corazón, y que tú te manifiestes con poder a
él, a través de tu Espíritu para que Señor sea un corazón de un solo sentir.

Para que siempre podamos ver hacia nuestro interior y limpiar toda la inmundicia, la iniquidad, la podredumbre,
lo que esté mal. Para que aun esa limpieza interna se refleje en lo externo. No queremos arreglar lo de fuera sin
arreglar lo de adentro. Danos la capacidad para hacerlo, danos la capacidad para ver, porque ciertamente
muchas ocasiones no tenemos la capacidad para ver a nuestro interior.

Creemos porque estamos viéndolo desde nuestra propia perspectiva que todo está bien. Danos una perspectiva
tuya, una perspectiva diferente para que podamos ver y cambiar. Manifiéstate con poder Padre eterno. Y Padre
en el nombre de Jesús a ti sea la honra y gloria por la eternidad, amén.

Dios los bendiga.

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