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2. Yoaltepuztli
Se dice que en los bosques cercanos a Tenochtitlan este ser sin cabeza rondaba haciendo
ruidos semejantes a la tala de un árbol. Quien lo escuchaba acudía a él a pedir su favor,
riquezas, capturar un guerrero enemigo o cometer alguna hazaña. Este ser les brindaba a
algunos lo pedido, a otros pobreza y miseria. El fantasma obsequiaba espinas de maguey y,
entre más valiente y de espíritu más indómito fuese su visitante, más espinas recibía. Así, a
los más débiles les regalaba una y a los más esforzados hasta cuatro espinas y la gracia de
sus favores.
Otra forma de obtener sus favores era arrancándole el corazón y correr con él hasta
resguardarlo y envolverlo. A la mañana siguiente, si en el envoltorio se encontraba algo de
valor como plumas o algódon, entonces la riqueza se aproximaba. Pero, si por el contrario,
se encontraba carbón o un manto raído y sucio, significaba que la desgracia caería sobre aquel
que había robado el corazón. ¡Ay!
3. Ahuizotl
Era una criatura con forma de perro, manos de mono y con una larga cola que terminaba en
una mano y con la que ahogaba a los incautos. Estaba al servicio de las deidades del agua,
por lo que la víctima sólo podía ser tocada por los sacerdotes luego de haber sido sacada del
agua. Era símbolo de mala suerte y desgracia.
4. Ixpuxtequi
De acuerdo a la mitología de los nahuas, era una de las cuatro deidades de la muerte. Su
nombre, derivado del náhuatl, significa “cara rota”. En el Códice, esta deidad es representada
como un ente con pies de águila. Los antiguos mexicanos pensaban que Ixpuxtequi vagaba
por las noches por las calles y caminos para sorprender a los viajeros solitarios.
5. Cipactli
El caimán en los cimientos de la Tierra, fue muerto por la lanza de Tezcatlipoca, aunque le
arrancó a éste el pie izquierdo, también llamado Tlaltecuhtli.
6. Aluxes y Chaneques
Se cree que estos seres diminutos no medían más allá de la rodilla de un hombre normal.
Eran seres inquietos que cuidaban las plantas, las lagunas y hacían travesuras. Por esta razón,
las culturas prehispánicas tenían rituales de protección contra estos seres, ya que se creía que
podían robar tu energía protectora. Los aluxes también eran invocados para cuidar las
cosechas y aún hoy algunos nativos siguen dedicándoles altares y ofrendas.
7. Nahuales
Los nativos prehispánicos creían que existían personas con la capacidad de cambiar su forma
física a cualquier otra forma animal e incluso humanas a voluntad. Aún hoy en día en cada
pueblo con raíces nativas se cuentan leyendas o se conocen personas de las que se dice tienen
esta capacidad…
8. Quatezcatl
Tenía el tamaño de una paloma y un espejo en la cabeza, el resto de su plumaje era azul y
blanco. Estos seres nadaban en las lagunas de Anáhuac. Cuando se zambullían, los quatézcatl
tomaban la forma de brasas resplandecientes que iluminaban las profundidades. Se dice que
quien se contemplaba en el espejo de la cabeza del quatézcatl podía ver su porvenir.
Posterior a la caída de Tenochtitlan y durante la colonia, las apariciones de esta mujer seguían
siendo consistentes, y múltiples versiones sobre su origen se generaron en todo el país. Hoy
en día de manera general se le llama “La llorona”.
Por otra parte, la imagen de Quetzalcóatl, un personaje que no aceptaba sacrificios humanos
y que era casto, vino al dedillo para que los frailes empezaran a considerar que se trataba de
algún apóstol. Fray Diego Durán dice: “Aquel hombre venerable, al que llaman Topiltzin
[…] fue según las tradiciones indígenas un casto y penitente sacerdote, del que se recuerdan
episodios al parecer milagrosos […] este santo varón fue algún apóstol que Dios aportó a
esta tierra” (Durán, 1967).
López de Gómara agrega que Quetzalcóatl era hombre virgen, penitente, honesto, templado,
religioso y santo. Para fray Bartolomé de las Casas era blanco, alto, con gran barba, en tanto
que fray Juan de Torquemada coincide en que era blanco, rubio y barbado. Además, se le
atribuye haber traído el conocimiento de la agricultura y otros aportes. De esta manera se
ponían las bases para ir idealizando la imagen de un ser que partía de algunos relatos
indígenas, aderezado significativamente con la necesidad de los frailes de justificar,
conforme a la Biblia, la presencia de miles y miles de indígenas…
Pero estas ideas no quedaron allí, sino que trajeron serias repercusiones. Don Carlos de
Sigüenza y Góngora escribió en la segunda mitad del siglo XVII (Sigüenza y Góngora, 1959)
que Quetzalcóatl era el apóstol Santo Tomás, quien había venido a predicar el Evangelio, lo
que avala Eguiara y Eguren en su Biblioteca Mexicana al decir sobre la obra de
Sigüenza: “…Que Santo Tomás, uno de los Doce Apóstoles, había emigrado a esta tierra, al
cual llamaron Quetzalcóatl, hallando la coincidencia de entrambos nombres por la
vestimenta, la doctrina y los vaticinios del Apóstol…” (Eguiara, 1986).
Pero el acontecimiento más grave sucedió en 1794, cuando fray Servando Teresa de Mier fue
invitado a dar el sermón en honor de la Virgen de Guadalupe. Basado en datos de José Ignacio
Borunda, quien había escrito su “Clave general de interpretación de los jeroglíficos
mexicanos”, en la que establecía que la tilma de Juan Diego en donde se plasmó la
guadalupana no era otra cosa que la vestimenta de Santo Tomás/Quetzalcóatl, arremetió en
contra de los españoles negándoles ser los primeros en evangelizar en la Nueva España, pues
eso lo había hecho siglos atrás el apóstol en la figura de Quetzalcóatl.
Hoy en día, a raíz del creciente interés por la figura de Quetzalcoatl en México como una
figura icónica que viene a refundar la identidad nacional, aquellos que profesan la corriente
cristiana han intentado hacer una serie de comparativos entre ésta figura y el icono mesiánico
Jesucristo:
2. Una nueva estrella es asociada tanto con Cristo como con Quetzalcóatl. Según la Biblia,
el nacimiento de Jesús fue anunciado por la estrella de Belén. Y, cuando Quetzalcóatl partió
apareció Venus (es un planeta, pero los nativos lo mencionaron como “una estrella”).
4. La cruz fue un símbolo asociado con Jesucristo y con Quetzalcóatl. Existe en la iconografía
del Anáhuac un símbolo que es constante desde los olmecas hasta los mexicas. Una cruz o
equis que está presente en la mayoría de las llamadas obras de arte del México antiguo. Ésta,
“la cruz de Quetzalcóatl” o quincunce, tiene el valor de punto central, ya que simboliza el
reencuentro del Cielo y de la Tierra. Es “besar el Cielo y la Tierra”.
6. Al nacer, sus enemigos intentaron asesinarlos, pero ambos lograron sobrevivir por
mandato divino.
7. Dejaron a sus seguidores grandes enseñanzas que darían paso a una nueva forma de ver el
mundo y de vivirlo.
Si tomamos en consideración sus similitudes cualquiera podría creer que se tratan del mismo
ser. Sin embargo, sus enseñanzas versan sobre aspectos humanos distintos, en tanto que
Jesucristo aboga por el “amor al prójimo”, Quetzalcoatl pone especial atención a “vivir en
equilibrio”.
Es por todo lo anterior que no es preciso confundirnos al creer que Quetzalcóatl fue un
hombre blanco y barbado, mucho menos un apóstol de Jesucristo o el mismo Jesucristo en
persona. Pues a pesar de su gran parecido, sus circunstancias de nacimiento y vida fueron
muy distintas (y de ambos personajes se tiene registro), y solo nos queda admirar que en cada