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¿Y SI DAVID Y
JONATÁN FUERON
ALGO MÁS QUE MUY
BUENOS AMIGOS?
Un análisis arriesgado, crítico y valiente.
Olea Cordero, Héctor Benjamín. “¿Y si David y Jonatán fueron algo más que muy
buenos amigos?”. Héctor Benjamín Olea Cordero (Facebook). Septiembre 23, 2014.
A modo de introducción:
“En una tempestuosa sesión del Parlamento israelí en 1993, la entonces diputada Yael
Dayán, hija del mítico militar Moshé Dayán, abogaba por reconocer los derechos de los
homosexuales. Durante su intervención, invocó al Antiguo Testamento para afirmar que
el rey David había mantenido una relación amorosa con Jonatán. El escándalo no se
hizo esperar. La diputada se había atrevido a proclamar, ni más ni menos, que la figura
más importante del judaísmo junto con el legislador Moisés y el patriarca Abraham
había tenido, al menos en ciertos momentos de su vida, inclinaciones homosexuales”
(citada por Marco Schwartz en su obra «El sexo en la Biblia», página 208).
Ciertamente la temática que abordo en este trabajo es muy antigua y sobre ella se han
hecho múltiples y diversas referencias y apelaciones, como lo demuestra la cita con que
tuve a bien introducirme. También se han publicado ya cientos de estudios, ensayos y
artículos; no obstante, en lo personal, me parece que algunos o muchos de ellos (los que
se han hecho principalmente para refutar apelaciones y lecturas como la de la diputada
Yael Dayán), adolecen de dos principales fallas que a la postre afectan de manera
esencial e inevitable sus conclusiones.
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Estas dos fallas son: 1) Fueron hechos por personas que previamente se sabe que no ven
con buenos ojos la homosexualidad. En consecuencia, dichos trabajos están viciados y
son tendenciosos desde su origen. Por consiguiente, los autores de tales trabajos no se
acercan a los textos bíblicos base para esta discusión, con la intención de extraer lo que
los textos bíblicos nos dan por sí mismos.
Más bien toman como punto de partido la tesis de que David y Jonatán jamás fueron
otra cosa que muy buenos amigos, y que en ninguna forma y en ningún sentido
pudieron ser más que eso. En conclusión, dichos estudios no consideran ni siquiera
como hipótesis de trabajo, el que probablemente haya existido entre nuestros dos
protagonistas una temporal relación amorosa de tipo homosexual.
Un ejemplo claro de esta actitud la ponen en evidencia las palabras de Diego Ascunce,
en un comentario al pie de página, en relación a 2 Samuel 1.26, cito: “Muchos
homosexuales confesos aluden a esta relación perversamente para querer justificar su
homosexualidad satánica, obviamente su pecado no los deja ver el amor Kadosh (santo)
entre dos amigos” («Traducción Kadosh Israelita Mesiánica de estudio», traducción del
Tanaj).
Ahora bien, quizás muchas personas no sean conscientes de la manera tan negativa en
que se ve afectado un trabajo o estudio, así como el investigador mismo, cuando éste se
muestra tendencioso y prejuiciado en un aspecto o área vital del problema que pretende
analizar y abordar en su investigación. Tan perjudicial y dañina para una investigación
es tal predisposición, que en un librito que publiqué en el año 2001, quise desatacar que
existen una serie de factores que actúan como limitantes y que condicionan e
influencian de manera decisiva al intérprete de la Biblia; y precisamente mencioné entre
ellos, “la actitud personal del intérprete o comunidad hermeneuta respecto de un tema o
asunto en particular”.
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La segunda falla, relacionada de manera esencial con la anterior, es tomar como punto
de partida (al menos, como predisposición mental y convicción), no los relatos bíblicos
que de manera llana nos hablan de la relación de David y Jonatán, con toda su riqueza,
detalles y matices; sino a Levítico 18.22. Por supuesto, creo que son obvias las
lamentables consecuencias epistemológicas para tales investigaciones.
Ahora bien, en lo que a nuestro trabajo se refiere, quiero dejar bien claro, en primer
lugar, que en lo personal, no me identifico ni como “pro” ni “anti” homosexualismo;
aunque sí me identifico con la lucha por la defensa de los derechos de las minorías,
cristianas incluso. Desde esta perspectiva y postura, mi acercamiento a los textos
bíblicos que relatan la relación de David y Jonatán, no tiene la intención de procurar
demostrar: 1) que no hubo una relación temporal de tipo homosexual entre los dos
personajes en cuestión; 2) que sí hubo una relación temporal de tipo homosexual entre
los dos referidos personajes.
Esto así, pues no es mi objetivo ni me he trazado como meta “controlar” las conclusiones
de este trabajo, sino más bien, compartir sin temor alguno, las conclusiones a las que de
manera natural nos permitan llegar los textos implicados. Por esta razón y de manera
intencional he dicho que este es un estudio arriesgado, crítico y valiente, detalles que no
deben perder de vista mis lectoras y lectores.
Me es preciso puntualizar también, que las preguntas que me planteo, y el perfil que en
cierta forma establezco de los personajes protagonistas de nuestra trama; se sustentan
de manera estricta en lo que la narración bíblica nos dice directa o indirectamente
acerca de los mismos.
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También me parece necesario insistir en que este es un acercamiento y aventura por los
textos bíblicos, muy personal, arriesgada y original de mi parte. Y como dijo Raymond
E. Brown en la introducción a su obra, «101 preguntas y respuestas sobre la Biblia»:
“Otros que hayan dedicado toda su vida al estudio de la Biblia podrían muy bien
contestar a estas preguntas de distinta manera. Mis respuestas son simplemente las
mías pero con el objetivo de que sean más comprensibles que llamativas”.
Así mismo, creo que mis lectores y lectoras deben saber que ya muchos otros se han
acercado y abordado esta temática y de manera muy diferente a la mía; en este sentido,
esta lectura y acercamiento, es sencillamente el mío; y las preguntas e inquietudes que
me he planteado en torno a los personajes involucrados y en cuanto a ciertos aspectos de
los textos bíblicos mismos, son las mías, sencilla y simplemente las mías. Por supuesto
y, como siempre, esta vez por igual me he esforzado (y espero haberlo logrado), en
mantener una actitud ecuánime y lo más objetiva posible; procurando hacer oír las
voces de los textos bíblicos mismos, sin pretender manipularlos, y sin la intención de
querer ocultar o menospreciar matiz alguno, sin importar el rumbo que nos indiquen.
A todas las demás personas, las invito a considerar seriamente mi trabajo, esperando
que les pueda ser útil y de provecho y en más de un sentido, por supuesto.
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2) Sodoma y Gomorra, ciudades pecadoras, pero ¿por cuál pecado fueron destruidas?
4) Sodoma y Gomorra, ciudades perversas, pero mucho menos y no tanto como Israel
(¿Sodoma y Gomorra, más justas y piadosas que Israel?)
Objeción 1: Que el coito de tipo homosexual era condenado por el código mosaico
Objeción 2) Que David fue considerado “un hombre según el corazón de Dios” ¿Fue este
título un sello de perfección y de conducta intachable?
Objeción 5) Que David pudo ser cualquier cosa, todo, menos que un homosexual, ni
siquiera en una relación temporal
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IV) Conclusiones
V) Recomendaciones
VI) Bibliografía
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Al considerar toda la narración bíblica que nos informa de la relación entre David y
Jonatán, no hay nada, no hay absolutamente un detalle o factor que haga imposible el
que entre estos haya podido existir una profunda relación amorosa de tipo homosexual,
aunque fuese de manera temporal; hecho que espero demostrar con suficiente
contundencia en este trabajo.
Mi hipótesis es que ese factor es la homosexualidad, vista como el peor de los errores y
desvíos morales; vista con un estigma tan negativo que hasta se la considera la única o
principal causa de la desaparición de dos pueblos o ciudades, Sodoma y Gomorra. Desde
esta perspectiva se concluye en que la razón principal para la mención de dichas
ciudades en la narración bíblica, es precisamente como ejemplo negativo y como
advertencia para las generaciones futuras, a fin de que eviten caer en el mismo error, y
sean objeto de un castigo similar.
Me propuse analizar aquí, como antesala y como parte de este trabajo, el caso de
Sodoma y Gomorra, aunque no el tema de la homosexualidad en sí; pues pienso, como
espero demostrar con un silogismo, que la manera en que se asocia la homosexualidad a
la destrucción y desaparición de las dos ciudades en cuestión, es un factor decisivo y que
marca más de lo que imaginamos el análisis de los relatos bíblicos que nos dan a
conocer la muy estrecha relación que hubo entre David y Jonatán.
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A continuación el silogismo que entiendo que expresa muy bien la idea que vengo
desarrollando:
a) Sodoma y Gomorra debieron ser destruidas por un pecado muy grande y muy
abominable (no cualquier pecado)
c) Es imposible que un hombre escogido por Dios para ser el rey ideal de su pueblo, y un
tipo del Mesías, haya caído moralmente tan bajo; cometiendo el mismo error que
Sodoma y Gomorra, estableciendo en alguna etapa de su vida, una relación de tipo
homosexual aunque fuese de manera temporal
De entrada, lo que primero que hay decir es que a pesar de lo tan universalmente
popular que es la idea de que Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su
inescrupulosa y generalizada homosexualidad; lo cierto es que en la Biblia nunca se
afirma tal cosa. Es más, la idea que domina y por la que más se mencionan en la Biblia
estas dos ciudades, con posterioridad al relato de su destrucción en Génesis (19.1-28); es
la de que ambas vinieron a ser sinónimo de “desolación” (considérese y compárese
Génesis 19.29). Consideremos la evidencia bíblica.
“(azufre y sal, abrasada toda su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella
hierba alguna, como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra, de Adma y de
Zeboim, las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira)” (Deuteronomio 29.23)
“Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma
fuéramos, y semejantes a Gomorra” (Isaías 1.9)
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“Por tanto, vivo yo, dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que Moab será como
Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra; campo de ortigas, y mina de sal, y
asolamiento perpetuo; el remanente de mi pueblo los saqueará, y el remanente de mi
pueblo los heredará” (Sofonías 2.9)
“Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos
semejantes” (Romanos 9.29)
¿Cuál fue el pecado de Sodoma y Gomorra? ¿Por qué, según la tradición bíblica, fueron
destruidas?
Hay en la Biblia una pequeña lista de textos bíblicos que mencionan la palabra “pecado”
en relación a las dos ciudades en cuestión, pero sin especificar ni describir en realidad
en qué consistió su pecado. Observemos:
“Más los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”
(Génesis 13.13)
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“Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta
más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo” (Génesis 18.20)
“La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su
pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí” (Isaías
3.9)
“Si se comiere de la carne del sacrificio de paz al tercer día, el que lo ofreciere no será
acepto, ni le será contado; abominación será, y la persona que de él comiere llevará su
pecado” (Levítico 7.18; Compárese Levítico 19.7)
“Además, la persona que tocare alguna cosa inmunda, inmundicia de hombre, o animal
inmundo, o cualquier abominación inmunda, y comiere la carne del sacrificio de paz, el
cual es de Jehová, aquella persona será cortada de entre su pueblo” (Levítico 7.21)
c) Los animales del mar y de agua dulce que no tienen escamas ni aletas
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“Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo
que se mueve como de toda cosa viviente que está en las aguas, los tendréis en
abominación. Os serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominaréis sus
cuerpos muertos” (Levítico 11.10; considérese también Levítico 11.12)
“Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas, tendréis en abominación”
(Levítico 11.20). “Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación”
(Levítico 11.23)
f) Los reptiles
“Y todo reptil que se arrastra sobre la tierra es abominación; no se comerá. Todo lo que
anda sobre el pecho, y todo lo que anda sobre cuatro o más patas, de todo animal que se
arrastra sobre la tierra, no lo comeréis, porque es abominación” (Levítico 11.41 y42)
g) El coito homosexual
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación… “Si alguno se ayuntare con
varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos
será su sangre” (Levítico 18.22; 20.13)
“Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni oro de ellas
para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a Jehová tu
Dios” (Deuteronomio 7.25; compárese Deuteronomio 27.15)
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“No ofrecerás en sacrificio a Jehová tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o
alguna cosa mala, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 17.1)
“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien
practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, 11ni encantador, ni adivino,
ni mago, ni quien consulte a los muertos. 12Porque es abominación para con Jehová
cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas
naciones de delante de ti” (Deuteronomio 18.10-12)
k) El travestismo
“No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque
abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22.5)
“No traerás la paga de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios
por ningún voto; porque abominación es a Jehová tu Dios tanto lo uno como lo otro”
(Deuteronomio 23.17 y 18)
m) El segundo matrimonio de un hombre con una mujer viuda o divorciada, que una vez
fue su esposa y éste le hubo dado carta de divorcio
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“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado
en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su
mano, y la despedirá de su casa. 2Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro
hombre. 3Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la
entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre
que la tomó por mujer, 4no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar
para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de
Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”
(Deuteronomio 24.1-4)
“No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, 14ni tendrás en tu casa efa grande y
efa pequeño. 15Pesa exacta y justa tendrás; efa cabal y justo tendrás, para que tus días
sean prolongados sobre la tierra que Jehová tu Dios te da. 16Porque abominación es a
Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia”
(Deuteronomio 25.13-16; Compárese Proverbios 12.22; 20.10, 23)
En sentido general podemos decir que cualquier cosa (concepto, idea, hecho, etc.) que
se entienda contraria a la voluntad de Dios, y que vaya en perjuicio del prójimo; muy
bien puede considerarse “abominación” (considérese Proverbios 11.20; 12.22; 15.8, 9,
26; 16.5; 17.15; 24.9)
Sin duda alguna, podemos decir que la palabra “abominación” es aplicable a Sodoma y
Gomorra en varios sentidos, pero no necesaria y únicamente, en relación y apuntando al
coito homosexual. Es más, por todas las evidencias, factores y textos considerados, es el
coito homosexual el que menos sobresale y el que menos salta a la vista en la lista de
pecados de estas dos ciudades.
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Por otro lado, no se puede ignorar en este punto, que el profeta Ezequiel emplea la
palabra “abominación” en relación a Sodoma y Gomorra, pero en un contexto en que
plantea que los hechos de Israel fueron mayores y peores que los de éstas. Consideremos
dicho texto:
A la luz de este texto, podemos concluir que el profeta Ezequiel sugiere que:
a) Samaria no cometió siquiera la mitad de los pecados de Judá, el reino del sur y
territorio y jurisdicción donde estaba el templo, y el eje central del reino de David
b) Los pecados de Judá eran mayores y más abominables que los de Samaria y Sodoma
Ahora, cabe preguntarse: ¿Concordarán muchos cristianos hoy con esta perspectiva del
profeta Ezequiel? ¿Estarán dispuestos a admitir y coincidir con él sin reparos ni
remordimientos?
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Pero además, si por encima de todo y en contra de todas las evidencias se insiste en que
la palabra “abominación”, en lo que a Sodoma y Gomorra se refiere, apunta ante todo, y
de manera estricta y particular al coito homosexual; ¿se atreverán a sostener la
deducción lógica, los que insisten en esa idea y, sin sacarle el cuerpo a la perspectiva del
profeta Ezequiel, que el coito homosexual habría sido más practicado y abundante en
Israel y Judá que en Sodoma y Gomorra? ¿Se atreverán a ser coherentes y consistentes?
Aquí vemos que el profeta Jeremías habla de una serie de males y perversidades que
había entre la clase de los profetas en Israel, entre ellos el adulterio. Ahora bien, lo
interesante es que todos estos males, incluyendo por supuesto el adulterio (libertinaje y
promiscuidad heterosexual) que estaba caracterizando al liderazgo religioso y espiritual
de Israel (profetas y sacerdotes, compárese Jeremías 23.11); hace que éstos sean para
Dios como los habitantes de Sodoma y Gomorra.
4) Sodoma y Gomorra, ciudades perversas, pero mucho menos y no tanto como Israel
(¿Sodoma y Gomorra, más justas y piadosas que Israel?) Observemos la evidencia
bíblica:
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“Y tu hermana mayor es Samaria, ella y sus hijas, que habitan al norte de ti; y tu
hermana menor es Sodoma con sus hijas, la cual habita al sur de ti. 47Ni aun anduviste
en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y
muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos. 48Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas”
(Ezequiel 16.46-48)
En estos textos bíblicos, con claridad meridiana se plantea que la perversidad de Israel
en muchos casos fue mucho más grave que la de Sodoma y Gomorra. Por supuesto, creo
que son obvias las consecuencias para la común forma de pensar que, por un lado, ve a
Sodoma y Gomorra como lo peor del mundo en lo que a desvío moral se refiere; y que,
por el otro, mantiene una visión muy simplista e ingenua respecto de la santidad y
perfección moral de Israel, de sus líderes y de sus héroes.
“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y
abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y
del menesteroso” (Ezequiel 16.49)
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Pregunto: ¿No nos obligan estas palabras a pensar en lo que el profeta Isaías dice
respecto de Israel? (considérese Isaías 58.1-12; compárese Jeremías 7.5-7)
“De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de
Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mateo 10.15)
“Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida;
porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría
permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más
tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11.23 y 24)
“Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella
ciudad” (Lucas 10.12)
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En resumen, según Jesús de Nazaret mismo, Sodoma y Gomorra no fueron tan malas
como por lo general se nos ha hecho creer. Según el mismo Jesús, las ciudades de su
tiempo y entorno, eran peores que Sodoma y Gomorra. Pero cabe preguntarse:
¿Concordarán muchos cristianos hoy con el punto de vista de Jesús? ¿Se atreverán a
hablar de Sodoma y Gomorra, como lo hizo él? ¿Estarán dispuestos a coincidir con él sin
reparos ni remordimientos? ¿Podrán superar y echar a un lado sus prejuicios y asumir el
punto de vista de Jesús?
Es interesante ver que Jesús, como promovedor de una radical reforma general y
religiosa de su pueblo en su tiempo; se inserta en la línea de dos grandes profetas
(Jeremías y Ezequiel), en su crítica y visión quizás un tanto o demasiado pesimista de su
propio pueblo, de su propia gente, por un lado; y al expresar una visión tan o más
positiva de Sodoma y Gomorra, por el otro.
Lo interesante es que por las palabras de los profetas Jeremías y Ezequiel, y del mismo
Jesús de Nazaret, no es posible afirmar que estuviera en su horizonte la homosexualidad
como el gran mal, el único o el más terrible pecado que habría caracterizado a las
sociedades de Sodoma y Gomorra. Es más, ni siquiera es verosímil sostener que
pensaran en la homosexualidad como tema trascendente entre los problemas y
dificultades que éstas tenían y que las caracterizaban.
Nótese que no he dicho que para Jeremías, Ezequiel y el mismo Jesús, Sodoma y
Gomorra fueran inocentes; lo que sí estoy diciendo es que para ellos dichas ciudades,
por un lado, no eran las únicas en mostrarse contrarias y en franca rebeldía ante la
voluntad y el carácter de Dios; y por el otro, que ciudades que por lo general se veían
como mejores que Sodoma y Gomorra, no eran, sin embargo, mejores que éstas en
realidad, y no merecían, un juicio menos severo. De todos modos, cierto es que la moral
de exterminio, muy a pesar de la crítica de Isaías, Jeremías, Ezequiel y Jesús, y otros, no
le fue aplicada al pueblo de Israel mismo (considérese Isaías 1.9; Romanos 9.29).
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“… como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que
aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas
por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7)
Claro está, concuerda Judas con una larga tradición que muestra una visión muy
negativa respecto de los habitantes de Sodoma y Gomorra, presente incluso en algunos
libros apócrifos. Por ejemplo, en el libro de los Jubileos 13.17, leemos: “Luego en el año
de este septenario se separó de él Lot, y moró en Sodoma. Los hombres de esta ciudad
eran muy pecadores” (Tomada de «Apócrifos del Antiguo Testamento», A. Díez Macho,
Cristiandad, tomo 2, páginas 115 y 116).
Ahora bien, muy a pesar de lo que dice el apóstol Judas, lo cierto es que como ya
dijimos, la Biblia no afirma que Sodoma y Gomorra fueron destruidas con base en lo que
relata Génesis 19.1-9, en ocasión de la visita de los dos mensajeros celestiales. Es más,
todo indica que los mensajeros celestiales llegaron a la casa de Lot con la intención de
sacarlo de allí con su familia, pues ya estaba decretado el juicio divino (considérese
Génesis 19.12 y 13).
En este sentido, podemos decir que lo que ocurrió para esa ocasión, no fue sino una
simple contingencia que, por supuesto, vino a restarle puntos a la descalabrada imagen
de estas dos ciudades. En consecuencia, no fue la destrucción de Sodoma y Gomorra el
resultado de un decreto divino con base a lo que ocurrió ante la visita de los mensajeros
celestiales a la casa de Lot.
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Más bien cuando dichos mensajeros llegaron a la casa de Lot, habían llegado con el
decreto divino de la destrucción de Sodoma y Gomorra en sus manos. Lo que ocurrió,
pues, ante la visita de los mensajeros celestiales a la casa de Lot no es más que un hecho
que aparentemente vino a confirmar que la destrucción de estas dos ciudades era
definitivamente necesaria, por supuesto, desde la óptica de la moral de exterminio.
Otro detalle importante es que el apóstol Judas parece ignorar todo lo que aquí hemos
presentado de cómo en el resto de la Biblia se hace una especie de reivindicación de
Sodoma y Gomorra. También ignora Judas el enfoque del profeta Ezequiel en relación a
lo que en verdad consistió la maldad de estas dos ciudades, y cómo ve él la maldad de
Sodoma y Samaria, como superadas y por mucho, por Judá. Ignora además, Judas, la
forma en que el mismo Jesús pone en sus labios el nombre de las dos ciudades en
cuestión. Entonces, ¿hemos de aceptar y concordar sin objeción alguna con el punto de
vista del apóstol Judas? En lo personal, pienso que no.
De todos modos, para ser justos con el apóstol Judas, es muy probable que éste no
llegara a conocer toda la información que el Tanaj o Antiguo Testamento que aquí he
presentado y que nos muestran una visión muy distinta del asunto. Además, tampoco
podemos estar seguros del todo de que también estuviese al tanto de la forma en que
Jesús puso en sus labios los nombres de Sodoma y Gomorra. En todo caso, si llegó a
saber todo esto, ¿por qué echó a un lado toda esa información e insiste en la postura que
ve a la homosexualidad como la causa principal o única para la destrucción de Sodoma y
Gomorra?
Quizás nos ayude un poco, el considerar los objetivos de esta carta. “La finalidad de este
escrito es la de prevenir contra los herejes y exhortar a los hermanos a combatir por la
fe. Desde esta perspectiva, al autor pone en paralelo los malvados del infiltrados en la
comunidad con los rebeldes del Antiguo Testamento, narrando los castigos que estos
últimos han merecido” («Vetus in Novo, el recurso a la Escritura en el Nuevo
Testamento», Filippo Belli y otros, El encuentro, página 222).
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Entonces, parece pues, que el autor de la carta de Judas, con tal de acumular y citar
material que le sirviera para sus propósitos al escribir su carta; apela de una manera
acrítica a la narración de Sodoma y Gomorra, a pesar de todas las evidencias existentes
en el mismo Tanaj o Antiguo Testamento, que nos ofrecen una perspectiva distinta.
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En relación a Génesis 19.1-9, Marco Schwartz afirma: “Leída con atención, lo que narra
la historia es un intento de humillación mediante la penetración anal a unos forasteros
por parte de todos los varones de un pueblo. La Biblia no dice que estas personas eran
gays, más bien los describe como una turbamulta de salvajes, ansiosa por vilipendiar a
unos extranjeros. La historia, por tanto, refleja más el caso de un intento de violación
masiva de tipo homosexual, que el de una relación homosexual natural y civilizada” («El
sexo en la Biblia», página 206).
Al cerrar, pues, esta sección, quiero traer a colación el silogismo con el que introduje mi
acercamiento al caso de Sodoma y Gomorra, como antesala a mi acercamiento a la
narración bíblica de la relación entre David y Jonatán. Con este silogismo quise poner
en perspectiva el razonamiento común, acorde precisamente con la perspectiva de
Judas, que tiende a ver la homosexualidad como la causa principal o única para la
destrucción de Sodoma y Gomorra, y que desde mi óptica, marca significativamente la
forma en que por lo general se lee y asume la narración bíblica que nos informa de la
muy estrecha relación que hubo entre David y Jonatán. Cito:
a) Sodoma y Gomorra debieron ser destruidas por un pecado muy grande y muy
abominable (no cualquier pecado)
c) Es imposible que un hombre escogido por Dios para ser el rey ideal de su pueblo, y
un tipo del Mesías, haya caído moralmente tan bajo; cometiendo el mismo error que
Sodoma y Gomorra, estableciendo en alguna etapa de su vida, una relación amorosa de
tipo homosexual aunque fuese de manera temporal
Ahora bien, después del recorrido que hemos hecho por la Biblia, después de todas las
evidencias consideradas; presento el siguiente silogismo, antítesis del anterior,
conforme a las conclusiones a las que nos permiten llegar dichas evidencias, y que
entiendo nos obligan a un cambio de perspectiva:
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¿Y si David y Jonatán fueron algo más que muy buenos amigos?
a) Sodoma y Gomorra no fueron destruidas por haber practicado algún pecado especial
y tan horrendo que jamás haya tenido presencia en Israel y Judá
c) No es imposible ni descartable del todo, el que un hombre que haya sido escogido por
Dios para ser el rey ideal de su pueblo y tipo del Mesías; haya tenido en alguna etapa de
su vida, una relación amorosa de tipo homosexual aunque fuese de manera temporal
Objeción 1) Que el coito de tipo homosexual era condenado por el código mosaico. En
consecuencia, se supone que David y Jonatán no pudieron haber desarrollado un tipo de
relación íntima que estaba prohibido y condenado en el código mosaico. ¿Es este un
argumento fuerte?
Ciertamente nadie puede negar que hubiera en el código mosaico, dentro del llamado
“código de santidad” (Levítico 17-27), la prohibición y condena del coito homosexual.
Consideremos tal normativa:
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18.22)
“Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de
ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Levítico 20.13)
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Ante tal normativa, lo primero que tenemos que advertir es que por lo general la
práctica precede a la norma; luego viene la norma que procura corregir, aminorar y
hasta erradicar una práctica ya establecida. En consecuencia, la prohibición y
condenación que contiene el código de santidad de Levítico, no evidencia que la práctica
del homosexualismo no existiera en Israel, sino todo lo contrario. Por otro lado, no
podemos perder de vista el hecho de que comúnmente los códigos legales se expresan en
unos términos tan idealizados que por lo general no siempre son un reflejo exacto de lo
que ocurre en el día a día en la vida del pueblo.
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Ahora bien, la relación que tiene el Deuteronomio con las disposiciones de Éxodo y
Levítico, la explica de manera precisa y brillante Walter Brueggemann, cito: “Por un
lado, el Deuteronomio reclama la autoridad de Moisés. Por otro lado, no se sitúa en el
Sinaí… el Deuteronomio no es la repetición del Sinaí. Es la interpretación del Sinaí, una
extrapolación y explicación para que las afirmaciones del Yahvismo mosaico del Sinaí
mantengan su pertinencia en un nuevo período, en un nuevo lugar y en una nueva
situación. En la praxis actual del Deuteronomio, quienes cumplen la Torá después de
Moisés tienen autorización para introducir temas completamente nuevos en la Torá
como una manera de introducir áreas de la vida totalmente nuevas en el horizonte del
Yahvismo.
Objeción 2) Que David fue considerado “un hombre según el corazón de Dios” ¿Fue
este título un sello de perfección y de conducta intachable?
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Por otro lado, encontramos en el Nuevo Testamento la única referencia en toda la Biblia
a 1 Samuel 13.14, a saber Hechos 13.22. Consideremos también este texto:
“Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo:
He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo
quiero”
Observación: Ante esta apelación acrítica del autor de Hechos a 1 Samuel 13.14, cabe
preguntar: ¿Habrá conocido el autor de Hechos la misma historia de David que nosotros
conocemos ateniéndonos estrictamente a la narración canónica del Antiguo
Testamento?
Ahora bien, por el contexto en que surge la idea de “un varón conforme al corazón de
Dios”, tenemos que concluir que “un hombre según el corazón de Dios”, sencillamente
sería un hombre común y corriente, de carne y hueso, pero preocupado y esforzado en
hacer lo que Dios le ordenara, lo que Dios le pidiera, en fin, la voluntad de Dios (cosa
que le fue prácticamente imposible para Saúl, y en cierta forma, para David también).
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Finalmente, ¿fueron mortales los pecados de Saúl, pero veniales, los de David? ¿Tuvo
Dios un villano o pecador favorito, David? ¿Cómo habrán sido matizados y retocados los
relatos de la vida de David en la medida en que la figura de éste se fue idealizando? ¿En
verdad mató David a Goliat (compárese 1 Samuel 17.1-58; 2 Samuel 21.19)?
Pienso que una manera de articular una respuesta adecuada a estas preguntas es
considerando la perspectivas desde las cuales escribieron los autores de los llamados
libros históricos del Antiguo Testamento.
En primer lugar, como nos dice Antonio González Lamadrid, “En la Biblia todos los
libros son teológicos, también los que llamamos históricos, incluidos 1 y 2 Samuel. Esta
realidad nos dice mucho de cómo y por qué se incluyen y se excluyen ciertos detalles en
toda la narración bíblica”.
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En segundo lugar, como también nos dice el mismo Lamadrid: “Una lectura comparada
de las historias deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) y cronista (1 y
2 Crónicas, Esdras, Nehemías), permite descubrir la libertad de los historiadores
bíblicos a la hora de tratar los acontecimientos y sus protagonistas. Cierto, no es una
libertad caprichosa, sino que viene determinada por dos acondicionamientos
principales. Primero, por los presupuestos teológicos de los que parte que cada uno de
los historiadores. Segundo, por la finalidad que se proponen y los destinatarios a los que
dirigen la obra” («Historia, Narrativa, Apocalíptica», páginas 139, 140).
En tercer lugar, como muy bien apunta la Biblia del peregrino edición de estudio (de
Luís Alonso Schokel) en la introducción a los libros de Samuel: “En primer lugar, el
Deuteronomista tiene ideas bastantes clareas y precisas, que orientan el relato en su
conjunto. Los criterios del Deuteronomista y la situación histórica condicionan
seriamente al autor. Su historiografía es tendenciosa. En segundo lugar, estos libros de
Samuel son descaradamente favorables a David, contra Saúl, y por tanto, no menos
tendenciosa”.
En cuarto lugar, si bien los libros de Samuel son muy favorables a David, no es menos
cierto que nos muestran a un David mucho menos idealizado como el que nos presenta
la historia cronista. “La tendencia a idealizar a David alcanzará su culminación dentro
de la Biblia en la historia del cronista. El David de 1 Crónicas es el hombre y el rey ideal,
todo luz y claridad, sin manchas, ni sombras” (Lamadrid, fuente citada, página 139).
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En sexto lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la
cuenta el deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos cuestionamientos y
hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una profunda amistad; si
esta fue la sospecha del cronista y por eso ignoró este detalle de la vida de David; sin
duda que tenía razón.
En séptimo lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la
cuenta el mismo deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos
cuestionamientos y hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una
profunda amistad; si esta fue la sospecha del deuteronomista, y por eso se esmeró en
contarla con lujo de detalles, como una manera de establecer ciertos contrastes entre
David, el rey imperfecto (con una imagen pública y privada muy cuestionable), y hasta
envuelto en una relación amorosa de tipo homosexual; y Josías, su rey perfecto; sin
duda que también tuvo razón.
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