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¿Y si David y Jonatán fueron algo más que muy buenos amigos?

¿Y SI DAVID Y
JONATÁN FUERON
ALGO MÁS QUE MUY
BUENOS AMIGOS?
Un análisis arriesgado, crítico y valiente.
Olea Cordero, Héctor Benjamín. “¿Y si David y Jonatán fueron algo más que muy
buenos amigos?”. Héctor Benjamín Olea Cordero (Facebook). Septiembre 23, 2014.

A modo de introducción:

“En una tempestuosa sesión del Parlamento israelí en 1993, la entonces diputada Yael
Dayán, hija del mítico militar Moshé Dayán, abogaba por reconocer los derechos de los
homosexuales. Durante su intervención, invocó al Antiguo Testamento para afirmar que
el rey David había mantenido una relación amorosa con Jonatán. El escándalo no se
hizo esperar. La diputada se había atrevido a proclamar, ni más ni menos, que la figura
más importante del judaísmo junto con el legislador Moisés y el patriarca Abraham
había tenido, al menos en ciertos momentos de su vida, inclinaciones homosexuales”
(citada por Marco Schwartz en su obra «El sexo en la Biblia», página 208).

Ciertamente la temática que abordo en este trabajo es muy antigua y sobre ella se han
hecho múltiples y diversas referencias y apelaciones, como lo demuestra la cita con que
tuve a bien introducirme. También se han publicado ya cientos de estudios, ensayos y
artículos; no obstante, en lo personal, me parece que algunos o muchos de ellos (los que
se han hecho principalmente para refutar apelaciones y lecturas como la de la diputada
Yael Dayán), adolecen de dos principales fallas que a la postre afectan de manera
esencial e inevitable sus conclusiones.

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Estas dos fallas son: 1) Fueron hechos por personas que previamente se sabe que no ven
con buenos ojos la homosexualidad. En consecuencia, dichos trabajos están viciados y
son tendenciosos desde su origen. Por consiguiente, los autores de tales trabajos no se
acercan a los textos bíblicos base para esta discusión, con la intención de extraer lo que
los textos bíblicos nos dan por sí mismos.

Más bien toman como punto de partido la tesis de que David y Jonatán jamás fueron
otra cosa que muy buenos amigos, y que en ninguna forma y en ningún sentido
pudieron ser más que eso. En conclusión, dichos estudios no consideran ni siquiera
como hipótesis de trabajo, el que probablemente haya existido entre nuestros dos
protagonistas una temporal relación amorosa de tipo homosexual.

Un ejemplo claro de esta actitud la ponen en evidencia las palabras de Diego Ascunce,
en un comentario al pie de página, en relación a 2 Samuel 1.26, cito: “Muchos
homosexuales confesos aluden a esta relación perversamente para querer justificar su
homosexualidad satánica, obviamente su pecado no los deja ver el amor Kadosh (santo)
entre dos amigos” («Traducción Kadosh Israelita Mesiánica de estudio», traducción del
Tanaj).

Ahora bien, quizás muchas personas no sean conscientes de la manera tan negativa en
que se ve afectado un trabajo o estudio, así como el investigador mismo, cuando éste se
muestra tendencioso y prejuiciado en un aspecto o área vital del problema que pretende
analizar y abordar en su investigación. Tan perjudicial y dañina para una investigación
es tal predisposición, que en un librito que publiqué en el año 2001, quise desatacar que
existen una serie de factores que actúan como limitantes y que condicionan e
influencian de manera decisiva al intérprete de la Biblia; y precisamente mencioné entre
ellos, “la actitud personal del intérprete o comunidad hermeneuta respecto de un tema o
asunto en particular”.

¿Consecuencia? Sencillamente el intérprete o hermeneuta se acerca a la Biblia y analiza


e interpreta los textos bíblicos bajo el supuesto de que si él y su tradición teológica no
aprueban algo, la Biblia tampoco; pero si él y su tradición teológica se muestran
favorables en una línea de pensamiento, la Biblia también.

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La segunda falla, relacionada de manera esencial con la anterior, es tomar como punto
de partida (al menos, como predisposición mental y convicción), no los relatos bíblicos
que de manera llana nos hablan de la relación de David y Jonatán, con toda su riqueza,
detalles y matices; sino a Levítico 18.22. Por supuesto, creo que son obvias las
lamentables consecuencias epistemológicas para tales investigaciones.

Ahora bien, en lo que a nuestro trabajo se refiere, quiero dejar bien claro, en primer
lugar, que en lo personal, no me identifico ni como “pro” ni “anti” homosexualismo;
aunque sí me identifico con la lucha por la defensa de los derechos de las minorías,
cristianas incluso. Desde esta perspectiva y postura, mi acercamiento a los textos
bíblicos que relatan la relación de David y Jonatán, no tiene la intención de procurar
demostrar: 1) que no hubo una relación temporal de tipo homosexual entre los dos
personajes en cuestión; 2) que sí hubo una relación temporal de tipo homosexual entre
los dos referidos personajes.

Lo que sí me propongo es, tomando en serio y ajustándome estrictamente a los detalles,


matices y elementos que nos ofrecen los relatos bíblicos que nos hablan de la relación
entre David y Jonatán; hacer oír la propia voz de dichos textos, y dejar que sean ellos los
que marquen la pauta, el rumbo y la ruta, y determinen igualmente las conclusiones a
las que lleguemos en nuestro trabajo de investigación, las que fueren.

Esto así, pues no es mi objetivo ni me he trazado como meta “controlar” las conclusiones
de este trabajo, sino más bien, compartir sin temor alguno, las conclusiones a las que de
manera natural nos permitan llegar los textos implicados. Por esta razón y de manera
intencional he dicho que este es un estudio arriesgado, crítico y valiente, detalles que no
deben perder de vista mis lectoras y lectores.

Me es preciso puntualizar también, que las preguntas que me planteo, y el perfil que en
cierta forma establezco de los personajes protagonistas de nuestra trama; se sustentan
de manera estricta en lo que la narración bíblica nos dice directa o indirectamente
acerca de los mismos.

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También me parece necesario insistir en que este es un acercamiento y aventura por los
textos bíblicos, muy personal, arriesgada y original de mi parte. Y como dijo Raymond
E. Brown en la introducción a su obra, «101 preguntas y respuestas sobre la Biblia»:
“Otros que hayan dedicado toda su vida al estudio de la Biblia podrían muy bien
contestar a estas preguntas de distinta manera. Mis respuestas son simplemente las
mías pero con el objetivo de que sean más comprensibles que llamativas”.

Así mismo, creo que mis lectores y lectoras deben saber que ya muchos otros se han
acercado y abordado esta temática y de manera muy diferente a la mía; en este sentido,
esta lectura y acercamiento, es sencillamente el mío; y las preguntas e inquietudes que
me he planteado en torno a los personajes involucrados y en cuanto a ciertos aspectos de
los textos bíblicos mismos, son las mías, sencilla y simplemente las mías. Por supuesto
y, como siempre, esta vez por igual me he esforzado (y espero haberlo logrado), en
mantener una actitud ecuánime y lo más objetiva posible; procurando hacer oír las
voces de los textos bíblicos mismos, sin pretender manipularlos, y sin la intención de
querer ocultar o menospreciar matiz alguno, sin importar el rumbo que nos indiquen.

Y como muy bien recomendó Gunther Bornkamm en la introducción a su obra «Jesús


de Nazaret»: “Para el que no esté armado de paciencia y constancia, será mejor que
renuncie a leer esta obra”. Igualmente, por la naturaleza del enfoque de este trabajo, su
tono un tanto subversivo e irreverente, por la complejidad e implicaciones de algunos
planteamientos, y por la extensión del mismo; pienso que la persona impaciente e
inconstante, con dificultades para asumir una actitud crítica, reflexiva y un tanto
desinteresada frente a los textos bíblicos y sus personajes, frente a la teología, y frente a
la vida en general, deberá reflexionar seriamente respecto de si acepta o no, si se atreve
o no, a embarcarse en la lectura de esta investigación.

A todas las demás personas, las invito a considerar seriamente mi trabajo, esperando
que les pueda ser útil y de provecho y en más de un sentido, por supuesto.

A continuación, el esquema o bosquejo general de este estudio:

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I) Sodoma, Gomorra y homosexualidad

1) Sodoma y Gomorra, ejemplos perpetuos de desolación

2) Sodoma y Gomorra, ciudades pecadoras, pero ¿por cuál pecado fueron destruidas?

3) Sodoma y Gomorra, ciudades abominables, pero, ¿en qué sentido?

4) Sodoma y Gomorra, ciudades perversas, pero mucho menos y no tanto como Israel
(¿Sodoma y Gomorra, más justas y piadosas que Israel?)

5) Sodoma y Gomorra, ciudades comunes, similares a Israel y Judá en su tiempo, y


prácticamente similares a todas las nuestras, hoy

6) Sodoma y Gomorra son reivindicadas por Jesús de Nazaret

7) Una crítica a la perspectiva de Judas 7

II) Mi personal y particular reacción a siete de las principales razones por


las que muchas personas entienden que David y Jonatán, “no pudieron
tener” una relación de tipo homosexual

Objeción 1: Que el coito de tipo homosexual era condenado por el código mosaico

Objeción 2) Que David fue considerado “un hombre según el corazón de Dios” ¿Fue este
título un sello de perfección y de conducta intachable?

Objeción 3) Que no se ve que en la Biblia se le haya pasado juicio y reprochado a David


el haber tenido una relación de tipo homosexual, como otras malas acciones suyas

Objeción 4) Que en ninguna parte de la Biblia se ve a David y Jonatán teniendo


relaciones íntimas

Objeción 5) Que David pudo ser cualquier cosa, todo, menos que un homosexual, ni
siquiera en una relación temporal

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Objeción 6) La fama de “mujeriego” que tiene David en la Biblia.

Objeción 7) Que David y Jonatán tuvieron hijos

III) Exégesis de la narración bíblica que nos informa y describe la relación


entre David y Jonatán

Esquema general de esta sección:

1) Relato del primer encuentro de David y Jonatán (1 Samuel 18.1-5)

2) Jonatán procura salvar la vida de David (1 Samuel 19)

3) David y Jonatán estrechan sus lazos: acercamiento y despedida (1 Samuel 20)

4) David huye de Saúl. David y Jonatán se distancian, pero no definitivamente (1


Samuel 21.10-22.5)

5) David y Jonatán se vuelven a encontrar y se separan definitivamente (1 Samuel 23.15-


18)

6) David se entera de la muerte de Jonatán y expresa su pesar, pero también confiesa su


amor (2 Samuel 1)

IV) Conclusiones

V) Recomendaciones

VI) Bibliografía

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I) Sodoma, Gomorra y homosexualidad

¿Fueron destruidas Sodoma y Gomorra por la homosexualidad? ¿Por qué


traigo a colación el caso de Sodoma y Gomorra?

Al considerar toda la narración bíblica que nos informa de la relación entre David y
Jonatán, no hay nada, no hay absolutamente un detalle o factor que haga imposible el
que entre estos haya podido existir una profunda relación amorosa de tipo homosexual,
aunque fuese de manera temporal; hecho que espero demostrar con suficiente
contundencia en este trabajo.

En consecuencia, mi hipótesis es que debe haber un factor, incluso de mayor impacto


que los textos bíblicos mismos, de mayor empuje incluso que la normativa del código
mosaico respecto del coito de tipo homosexual; que explica esa radical postura frente a
la estrecha, muy estrecha relación que existió entre David y Jonatán, según la narración
bíblica misma.

Mi hipótesis es que ese factor es la homosexualidad, vista como el peor de los errores y
desvíos morales; vista con un estigma tan negativo que hasta se la considera la única o
principal causa de la desaparición de dos pueblos o ciudades, Sodoma y Gomorra. Desde
esta perspectiva se concluye en que la razón principal para la mención de dichas
ciudades en la narración bíblica, es precisamente como ejemplo negativo y como
advertencia para las generaciones futuras, a fin de que eviten caer en el mismo error, y
sean objeto de un castigo similar.

Me propuse analizar aquí, como antesala y como parte de este trabajo, el caso de
Sodoma y Gomorra, aunque no el tema de la homosexualidad en sí; pues pienso, como
espero demostrar con un silogismo, que la manera en que se asocia la homosexualidad a
la destrucción y desaparición de las dos ciudades en cuestión, es un factor decisivo y que
marca más de lo que imaginamos el análisis de los relatos bíblicos que nos dan a
conocer la muy estrecha relación que hubo entre David y Jonatán.

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A continuación el silogismo que entiendo que expresa muy bien la idea que vengo
desarrollando:

a) Sodoma y Gomorra debieron ser destruidas por un pecado muy grande y muy
abominable (no cualquier pecado)

b) Sodoma y Gomorra fueron destruidas por la homosexualidad

c) Es imposible que un hombre escogido por Dios para ser el rey ideal de su pueblo, y un
tipo del Mesías, haya caído moralmente tan bajo; cometiendo el mismo error que
Sodoma y Gomorra, estableciendo en alguna etapa de su vida, una relación de tipo
homosexual aunque fuese de manera temporal

Por supuesto, al finalizar nuestro análisis bíblico en relación a Sodoma y Gomorra,


presentaré otro silogismo; pero mostrando el razonamiento que en verdad es verosímil
con base en las conclusiones a las que habremos llegado, a partir de las evidencias
presentadas y debidamente analizadas.

1) Sodoma y Gomorra, ejemplos perpetuos de desolación

De entrada, lo que primero que hay decir es que a pesar de lo tan universalmente
popular que es la idea de que Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su
inescrupulosa y generalizada homosexualidad; lo cierto es que en la Biblia nunca se
afirma tal cosa. Es más, la idea que domina y por la que más se mencionan en la Biblia
estas dos ciudades, con posterioridad al relato de su destrucción en Génesis (19.1-28); es
la de que ambas vinieron a ser sinónimo de “desolación” (considérese y compárese
Génesis 19.29). Consideremos la evidencia bíblica.

“(azufre y sal, abrasada toda su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella
hierba alguna, como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra, de Adma y de
Zeboim, las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira)” (Deuteronomio 29.23)

“Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma
fuéramos, y semejantes a Gomorra” (Isaías 1.9)

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“Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como


Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios” (Isaías 13.19)

“Como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra y de sus ciudades vecinas,


dice Jehová, así no morará allí nadie, ni la habitará hijo de hombre” (Jeremías 49.18)

“Como en la destrucción que Dios hizo de Sodoma y de Gomorra y de sus ciudades


vecinas, dice Jehová, así no morará allí hombre, ni hijo de hombre la habitará”
(Jeremías 50.40)

“Por tanto, vivo yo, dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que Moab será como
Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra; campo de ortigas, y mina de sal, y
asolamiento perpetuo; el remanente de mi pueblo los saqueará, y el remanente de mi
pueblo los heredará” (Sofonías 2.9)

“Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos
semejantes” (Romanos 9.29)

“Y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a


ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente” (2 Pedro 2.6)

2) Sodoma y Gomorra, ciudades pecadoras, pero ¿por cuál pecado fueron


destruidas?

¿Cuál fue el pecado de Sodoma y Gomorra? ¿Por qué, según la tradición bíblica, fueron
destruidas?

Hay en la Biblia una pequeña lista de textos bíblicos que mencionan la palabra “pecado”
en relación a las dos ciudades en cuestión, pero sin especificar ni describir en realidad
en qué consistió su pecado. Observemos:

“Más los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”
(Génesis 13.13)

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“Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta
más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo” (Génesis 18.20)

“La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su
pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí” (Isaías
3.9)

“Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,


Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías”
(Lamentaciones 4.6)

3) Sodoma y Gomorra, ciudades abominables, pero, ¿en qué sentido?

Sodoma y Gomorra, ciudades “abominables” (considérese Ezequiel 16.50); pero, ¿en


qué sentido? ¿Qué cosas, y hechos, etc., recibían el calificativo de “abominable” en el
código mosaico?

Consideremos ahora una lista de cosas que eran consideradas “abominables” o


“abominación” en el código mosaico

a) Comer de la carne del sacrificio de paz al tercer día

“Si se comiere de la carne del sacrificio de paz al tercer día, el que lo ofreciere no será
acepto, ni le será contado; abominación será, y la persona que de él comiere llevará su
pecado” (Levítico 7.18; Compárese Levítico 19.7)

b) Tocar o ponerse en contacto cualquier cosa que fuese considerada “inmunda” o


“impura”

“Además, la persona que tocare alguna cosa inmunda, inmundicia de hombre, o animal
inmundo, o cualquier abominación inmunda, y comiere la carne del sacrificio de paz, el
cual es de Jehová, aquella persona será cortada de entre su pueblo” (Levítico 7.21)

c) Los animales del mar y de agua dulce que no tienen escamas ni aletas

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“Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo
que se mueve como de toda cosa viviente que está en las aguas, los tendréis en
abominación. Os serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominaréis sus
cuerpos muertos” (Levítico 11.10; considérese también Levítico 11.12)

d) Las aves de rapiña y carroñeras

“Y de las aves, éstas tendréis en abominación; no se comerán, serán abominación: el


águila, el quebrantahuesos, el azor” (Levítico 11.13)

e) Los insectos con alas y cuatro patas

“Todo insecto alado que anduviere sobre cuatro patas, tendréis en abominación”
(Levítico 11.20). “Todo insecto alado que tenga cuatro patas, tendréis en abominación”
(Levítico 11.23)

f) Los reptiles

“Y todo reptil que se arrastra sobre la tierra es abominación; no se comerá. Todo lo que
anda sobre el pecho, y todo lo que anda sobre cuatro o más patas, de todo animal que se
arrastra sobre la tierra, no lo comeréis, porque es abominación” (Levítico 11.41 y42)

g) El coito homosexual

“No te echarás con varón como con mujer; es abominación… “Si alguno se ayuntare con
varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos
será su sangre” (Levítico 18.22; 20.13)

h) Toda escultura o imagen que pretenda representar o sustituir a Dios

“Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni oro de ellas
para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a Jehová tu
Dios” (Deuteronomio 7.25; compárese Deuteronomio 27.15)

i) El sacrificio que se hiciere con animales con algún defecto

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“No ofrecerás en sacrificio a Jehová tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o
alguna cosa mala, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 17.1)

j) Los sacrificios humanos, la adivinación, la hechicería, la consulta a las personas


muertas, etc.

“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien
practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, 11ni encantador, ni adivino,
ni mago, ni quien consulte a los muertos. 12Porque es abominación para con Jehová
cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas
naciones de delante de ti” (Deuteronomio 18.10-12)

k) El travestismo

“No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque
abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deuteronomio 22.5)

l) La prostitución sagrada y el consecuente beneficio generado por ella

“No traerás la paga de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios
por ningún voto; porque abominación es a Jehová tu Dios tanto lo uno como lo otro”
(Deuteronomio 23.17 y 18)

“La prostitución sacra se practicó oficialmente en templos fuera de Israel. Eran


hombres y mujeres consagrados a las respectivas divinidades de modo permanente o
por voto ocasional. Con sus servicios permitían al devoto cliente unirse a la divinidad y
procuraban al templo buenos ingresos. Varios testimonios dicen que la costumbre
penetró en Israel: 1 Reyes 14.24; 15.22; 22.47; 2 Reyes 23.7; Oseas 4.14” (Biblia del
peregrino edición de estudio)

m) El segundo matrimonio de un hombre con una mujer viuda o divorciada, que una vez
fue su esposa y éste le hubo dado carta de divorcio

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“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado
en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su
mano, y la despedirá de su casa. 2Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro
hombre. 3Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la
entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre
que la tomó por mujer, 4no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar
para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de
Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”
(Deuteronomio 24.1-4)

n) El fraude y el engaño en el comercio, al entregar el comerciante una cantidad menor


que la que debía darse por el precio acordado

“No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, 14ni tendrás en tu casa efa grande y
efa pequeño. 15Pesa exacta y justa tendrás; efa cabal y justo tendrás, para que tus días
sean prolongados sobre la tierra que Jehová tu Dios te da. 16Porque abominación es a
Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, y cualquiera que hace injusticia”
(Deuteronomio 25.13-16; Compárese Proverbios 12.22; 20.10, 23)

En sentido general podemos decir que cualquier cosa (concepto, idea, hecho, etc.) que
se entienda contraria a la voluntad de Dios, y que vaya en perjuicio del prójimo; muy
bien puede considerarse “abominación” (considérese Proverbios 11.20; 12.22; 15.8, 9,
26; 16.5; 17.15; 24.9)

Entonces, ¿Cómo ha de entenderse la palabra “abominación” en relación a Sodoma y


Gomorra?

Sin duda alguna, podemos decir que la palabra “abominación” es aplicable a Sodoma y
Gomorra en varios sentidos, pero no necesaria y únicamente, en relación y apuntando al
coito homosexual. Es más, por todas las evidencias, factores y textos considerados, es el
coito homosexual el que menos sobresale y el que menos salta a la vista en la lista de
pecados de estas dos ciudades.

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Además, es preciso tener en cuenta que la palabra “abominación” no se usa en la Biblia


en conexión a Sodoma y Gomorra de manera directa. Ciertamente la encontramos en
empleada en relación al coito homosexual (Levítico 18.22 y 20:13), realidad que nos
obliga a conectarla al caso de la visita de los mensajeros celestiales que visitaron la casa
de Lot, según lo relatado en Génesis 19.1-9.

Por otro lado, no se puede ignorar en este punto, que el profeta Ezequiel emplea la
palabra “abominación” en relación a Sodoma y Gomorra, pero en un contexto en que
plantea que los hechos de Israel fueron mayores y peores que los de éstas. Consideremos
dicho texto:

“Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus


abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las
abominaciones que tú hiciste. 52Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu
vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas
son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión, por cuanto has
justificado a tus hermanas” (Ezequiel 16.51 y 52)

A la luz de este texto, podemos concluir que el profeta Ezequiel sugiere que:

a) Samaria no cometió siquiera la mitad de los pecados de Judá, el reino del sur y
territorio y jurisdicción donde estaba el templo, y el eje central del reino de David

b) Los pecados de Judá eran mayores y más abominables que los de Samaria y Sodoma

c) Samaria y Sodoma eran más justas que Judá

Ahora, cabe preguntarse: ¿Concordarán muchos cristianos hoy con esta perspectiva del
profeta Ezequiel? ¿Estarán dispuestos a admitir y coincidir con él sin reparos ni
remordimientos?

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Pero además, si por encima de todo y en contra de todas las evidencias se insiste en que
la palabra “abominación”, en lo que a Sodoma y Gomorra se refiere, apunta ante todo, y
de manera estricta y particular al coito homosexual; ¿se atreverán a sostener la
deducción lógica, los que insisten en esa idea y, sin sacarle el cuerpo a la perspectiva del
profeta Ezequiel, que el coito homosexual habría sido más practicado y abundante en
Israel y Judá que en Sodoma y Gomorra? ¿Se atreverán a ser coherentes y consistentes?

Consideremos el siguiente pasaje: “Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas;


cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para
que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus
moradores como Gomorra” (Jeremías 23.14)

Aquí vemos que el profeta Jeremías habla de una serie de males y perversidades que
había entre la clase de los profetas en Israel, entre ellos el adulterio. Ahora bien, lo
interesante es que todos estos males, incluyendo por supuesto el adulterio (libertinaje y
promiscuidad heterosexual) que estaba caracterizando al liderazgo religioso y espiritual
de Israel (profetas y sacerdotes, compárese Jeremías 23.11); hace que éstos sean para
Dios como los habitantes de Sodoma y Gomorra.

Finalmente, llama la atención de que a pesar de la idea generalizada de que Sodoma y


Gomorra fueron destruidas por Dios por su libertinaje homosexual, muy por el
contrario; es curiosamente el libertinaje heterosexual, en este contexto, el que lleva a
Dios a ver al corrompido liderazgo religioso y espiritual de Israel, como a Sodoma y
Gomorra.

4) Sodoma y Gomorra, ciudades perversas, pero mucho menos y no tanto como Israel
(¿Sodoma y Gomorra, más justas y piadosas que Israel?) Observemos la evidencia
bíblica:

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“Y tu hermana mayor es Samaria, ella y sus hijas, que habitan al norte de ti; y tu
hermana menor es Sodoma con sus hijas, la cual habita al sur de ti. 47Ni aun anduviste
en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y
muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos. 48Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas”
(Ezequiel 16.46-48)

“Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus


abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las
abominaciones que tú hiciste. 52Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu
vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas
son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión, por cuanto has
justificado a tus hermanas” (Ezequiel 16.51 y 52)

“Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,


Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías”
(Lamentaciones 4.6)

En estos textos bíblicos, con claridad meridiana se plantea que la perversidad de Israel
en muchos casos fue mucho más grave que la de Sodoma y Gomorra. Por supuesto, creo
que son obvias las consecuencias para la común forma de pensar que, por un lado, ve a
Sodoma y Gomorra como lo peor del mundo en lo que a desvío moral se refiere; y que,
por el otro, mantiene una visión muy simplista e ingenua respecto de la santidad y
perfección moral de Israel, de sus líderes y de sus héroes.

5) Soma y Gomorra, ciudades comunes, similares a Israel y Judá en su tiempo, y


prácticamente similares a todas las nuestras, hoy. Consideremos la perspectiva bíblica:

“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y
abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y
del menesteroso” (Ezequiel 16.49)

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Conclusión: Según el profeta Ezequiel, Sodoma y Gomorra, fueron dos ciudades


soberbias, con abundancia, pero sin respuestas ni recursos para el afligido, el necesitado
y el menesteroso; en otras palabras, ciudades sin justicia social y sin equidad en la
distribución de las riquezas.

Pregunto: ¿No nos obligan estas palabras a pensar en lo que el profeta Isaías dice
respecto de Israel? (considérese Isaías 58.1-12; compárese Jeremías 7.5-7)

¿No nos hacen pensar también en la crítica de Jesús a la sociedad de Israel de su


tiempo, incluyendo a su liderazgo religioso? (considérese Mateo 9.13; 25.33-45; Lucas
10.25-37; compárese Santiago 1.27; 1 Juan 3.16-18)

6) Sodoma y Gomorra son reivindicadas por Jesús de Nazaret

En la misma línea de Ezequiel y Lamentaciones, también encontramos en el Nuevo


Testamento y en los labios mismos de Jesús de Nazaret, una especie de reivindicación
de Sodoma y Gomorra. Consideremos la evidencia:

“De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de
Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mateo 10.15)

“Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida;
porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría
permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más
tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11.23 y 24)

“Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que


está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del
juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella
ciudad” (Marcos 6.11)

“Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella
ciudad” (Lucas 10.12)

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En resumen, según Jesús de Nazaret mismo, Sodoma y Gomorra no fueron tan malas
como por lo general se nos ha hecho creer. Según el mismo Jesús, las ciudades de su
tiempo y entorno, eran peores que Sodoma y Gomorra. Pero cabe preguntarse:
¿Concordarán muchos cristianos hoy con el punto de vista de Jesús? ¿Se atreverán a
hablar de Sodoma y Gomorra, como lo hizo él? ¿Estarán dispuestos a coincidir con él sin
reparos ni remordimientos? ¿Podrán superar y echar a un lado sus prejuicios y asumir el
punto de vista de Jesús?

¿Exageró Jesús en su crítica a la gente y sociedad de su tiempo? ¿Exageró al comulgar


con una visión aparentemente ingenua y simplista de Sodoma y Gomorra?

Es interesante ver que Jesús, como promovedor de una radical reforma general y
religiosa de su pueblo en su tiempo; se inserta en la línea de dos grandes profetas
(Jeremías y Ezequiel), en su crítica y visión quizás un tanto o demasiado pesimista de su
propio pueblo, de su propia gente, por un lado; y al expresar una visión tan o más
positiva de Sodoma y Gomorra, por el otro.

Lo interesante es que por las palabras de los profetas Jeremías y Ezequiel, y del mismo
Jesús de Nazaret, no es posible afirmar que estuviera en su horizonte la homosexualidad
como el gran mal, el único o el más terrible pecado que habría caracterizado a las
sociedades de Sodoma y Gomorra. Es más, ni siquiera es verosímil sostener que
pensaran en la homosexualidad como tema trascendente entre los problemas y
dificultades que éstas tenían y que las caracterizaban.

Nótese que no he dicho que para Jeremías, Ezequiel y el mismo Jesús, Sodoma y
Gomorra fueran inocentes; lo que sí estoy diciendo es que para ellos dichas ciudades,
por un lado, no eran las únicas en mostrarse contrarias y en franca rebeldía ante la
voluntad y el carácter de Dios; y por el otro, que ciudades que por lo general se veían
como mejores que Sodoma y Gomorra, no eran, sin embargo, mejores que éstas en
realidad, y no merecían, un juicio menos severo. De todos modos, cierto es que la moral
de exterminio, muy a pesar de la crítica de Isaías, Jeremías, Ezequiel y Jesús, y otros, no
le fue aplicada al pueblo de Israel mismo (considérese Isaías 1.9; Romanos 9.29).

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7) Una crítica a la perspectiva de Judas 7

“… como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que
aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas
por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7)

La principal crítica que podemos hacerle a la perspectiva de la epístola del apóstol


Judas, es que con base en un sólo hecho llega a una conclusión respecto de toda la vida
de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Aparentemente, desde el punto de vista del
apóstol Judas, lo que ocurrió en ocasión de la visita de los mensajeros celestiales a la
casa de Lot, era un asunto nacional y habitual que caracterizaba el día a día de estas dos
ciudades; razón por la cual Dios decretó su destrucción y asolamiento.

Claro está, concuerda Judas con una larga tradición que muestra una visión muy
negativa respecto de los habitantes de Sodoma y Gomorra, presente incluso en algunos
libros apócrifos. Por ejemplo, en el libro de los Jubileos 13.17, leemos: “Luego en el año
de este septenario se separó de él Lot, y moró en Sodoma. Los hombres de esta ciudad
eran muy pecadores” (Tomada de «Apócrifos del Antiguo Testamento», A. Díez Macho,
Cristiandad, tomo 2, páginas 115 y 116).

Ahora bien, muy a pesar de lo que dice el apóstol Judas, lo cierto es que como ya
dijimos, la Biblia no afirma que Sodoma y Gomorra fueron destruidas con base en lo que
relata Génesis 19.1-9, en ocasión de la visita de los dos mensajeros celestiales. Es más,
todo indica que los mensajeros celestiales llegaron a la casa de Lot con la intención de
sacarlo de allí con su familia, pues ya estaba decretado el juicio divino (considérese
Génesis 19.12 y 13).

En este sentido, podemos decir que lo que ocurrió para esa ocasión, no fue sino una
simple contingencia que, por supuesto, vino a restarle puntos a la descalabrada imagen
de estas dos ciudades. En consecuencia, no fue la destrucción de Sodoma y Gomorra el
resultado de un decreto divino con base a lo que ocurrió ante la visita de los mensajeros
celestiales a la casa de Lot.

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Más bien cuando dichos mensajeros llegaron a la casa de Lot, habían llegado con el
decreto divino de la destrucción de Sodoma y Gomorra en sus manos. Lo que ocurrió,
pues, ante la visita de los mensajeros celestiales a la casa de Lot no es más que un hecho
que aparentemente vino a confirmar que la destrucción de estas dos ciudades era
definitivamente necesaria, por supuesto, desde la óptica de la moral de exterminio.

Otro detalle importante es que el apóstol Judas parece ignorar todo lo que aquí hemos
presentado de cómo en el resto de la Biblia se hace una especie de reivindicación de
Sodoma y Gomorra. También ignora Judas el enfoque del profeta Ezequiel en relación a
lo que en verdad consistió la maldad de estas dos ciudades, y cómo ve él la maldad de
Sodoma y Samaria, como superadas y por mucho, por Judá. Ignora además, Judas, la
forma en que el mismo Jesús pone en sus labios el nombre de las dos ciudades en
cuestión. Entonces, ¿hemos de aceptar y concordar sin objeción alguna con el punto de
vista del apóstol Judas? En lo personal, pienso que no.

De todos modos, para ser justos con el apóstol Judas, es muy probable que éste no
llegara a conocer toda la información que el Tanaj o Antiguo Testamento que aquí he
presentado y que nos muestran una visión muy distinta del asunto. Además, tampoco
podemos estar seguros del todo de que también estuviese al tanto de la forma en que
Jesús puso en sus labios los nombres de Sodoma y Gomorra. En todo caso, si llegó a
saber todo esto, ¿por qué echó a un lado toda esa información e insiste en la postura que
ve a la homosexualidad como la causa principal o única para la destrucción de Sodoma y
Gomorra?

Quizás nos ayude un poco, el considerar los objetivos de esta carta. “La finalidad de este
escrito es la de prevenir contra los herejes y exhortar a los hermanos a combatir por la
fe. Desde esta perspectiva, al autor pone en paralelo los malvados del infiltrados en la
comunidad con los rebeldes del Antiguo Testamento, narrando los castigos que estos
últimos han merecido” («Vetus in Novo, el recurso a la Escritura en el Nuevo
Testamento», Filippo Belli y otros, El encuentro, página 222).

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¿Una moral de exterminio? En la introducción al apócrifo Testamentos de los doce


patriarcas, se plantea: “La moral de exterminio del malvado se apoyaba en el ejemplo
del celo por la ley dado por Pinjás –Finees- (Números 25.7, 8, 11), en el de Matatías (1
Macabeos 1.24) y en los textos bíblicos en los que Dios «manda» a destruir a los pueblos
cananeos (compárese Deuteronomio 7.1, 2; 25.17-19; Éxodo 34,12), así como en las
oraciones de algunos salmos (Salmo 109.4-19; 139.19), etc. La filosofía subyacente en
estos lugares es que Dios odia al pecador y lo aniquila”. («Apócrifos del Antiguo
Testamento», A. Díez Macho, Cristiandad, tomo I, página 270).

Precisamente por las características de la carta de Judas, es que Raymond E. Brown, al


abordar dicha carta en su «Introducción al Nuevo Testamento», afirma: “Debemos a
Judas reverencia como libro de la sagrada Escritura, pero su aplicabilidad a la vida
ordinaria sigue siendo una formidable dificultad. Es interesante notar que en el
leccionario litúrgico para un ciclo de tres años en la Iglesia Católica y en otras iglesias
importantes, un leccionario que cubre una porción amplia de la Escritura, nunca se lee
la carta de Judas en ninguno de los 156 domingos, sino sólo en un día entre semana (y
en esa períoca no entran a formar parte los versículos 17, 20-25, que son el corazón de la
carta)” (tomo 2, página 977).

Entonces, parece pues, que el autor de la carta de Judas, con tal de acumular y citar
material que le sirviera para sus propósitos al escribir su carta; apela de una manera
acrítica a la narración de Sodoma y Gomorra, a pesar de todas las evidencias existentes
en el mismo Tanaj o Antiguo Testamento, que nos ofrecen una perspectiva distinta.

Para la discusión respecto de la autoría de esta carta, recomiendo la excelente obra de


Raymond E. Brown: «Introducción al Nuevo Testamento», dos tomos, publicada por
Editorial TROTTA.

Una adecuada interpretación de lo ocurrido en Génesis 19.1-9

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En relación a Génesis 19.1-9, Marco Schwartz afirma: “Leída con atención, lo que narra
la historia es un intento de humillación mediante la penetración anal a unos forasteros
por parte de todos los varones de un pueblo. La Biblia no dice que estas personas eran
gays, más bien los describe como una turbamulta de salvajes, ansiosa por vilipendiar a
unos extranjeros. La historia, por tanto, refleja más el caso de un intento de violación
masiva de tipo homosexual, que el de una relación homosexual natural y civilizada” («El
sexo en la Biblia», página 206).

Al cerrar, pues, esta sección, quiero traer a colación el silogismo con el que introduje mi
acercamiento al caso de Sodoma y Gomorra, como antesala a mi acercamiento a la
narración bíblica de la relación entre David y Jonatán. Con este silogismo quise poner
en perspectiva el razonamiento común, acorde precisamente con la perspectiva de
Judas, que tiende a ver la homosexualidad como la causa principal o única para la
destrucción de Sodoma y Gomorra, y que desde mi óptica, marca significativamente la
forma en que por lo general se lee y asume la narración bíblica que nos informa de la
muy estrecha relación que hubo entre David y Jonatán. Cito:

a) Sodoma y Gomorra debieron ser destruidas por un pecado muy grande y muy
abominable (no cualquier pecado)

b) Sodoma y Gomorra fueron destruidas por la homosexualidad

c) Es imposible que un hombre escogido por Dios para ser el rey ideal de su pueblo, y
un tipo del Mesías, haya caído moralmente tan bajo; cometiendo el mismo error que
Sodoma y Gomorra, estableciendo en alguna etapa de su vida, una relación amorosa de
tipo homosexual aunque fuese de manera temporal

Ahora bien, después del recorrido que hemos hecho por la Biblia, después de todas las
evidencias consideradas; presento el siguiente silogismo, antítesis del anterior,
conforme a las conclusiones a las que nos permiten llegar dichas evidencias, y que
entiendo nos obligan a un cambio de perspectiva:

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a) Sodoma y Gomorra no fueron destruidas por haber practicado algún pecado especial
y tan horrendo que jamás haya tenido presencia en Israel y Judá

b) Sodoma y Gomorra no fueron destruidas por la homosexualidad

c) No es imposible ni descartable del todo, el que un hombre que haya sido escogido por
Dios para ser el rey ideal de su pueblo y tipo del Mesías; haya tenido en alguna etapa de
su vida, una relación amorosa de tipo homosexual aunque fuese de manera temporal

II) Mi personal y particular reacción a siete de las principales razones por


las que muchas personas entienden que David y Jonatán, “no pudieron
tener” una relación amorosa de tipo homosexual

Objeción 1) Que el coito de tipo homosexual era condenado por el código mosaico. En
consecuencia, se supone que David y Jonatán no pudieron haber desarrollado un tipo de
relación íntima que estaba prohibido y condenado en el código mosaico. ¿Es este un
argumento fuerte?

El coito homosexual condenado por el código mosaico

Ciertamente nadie puede negar que hubiera en el código mosaico, dentro del llamado
“código de santidad” (Levítico 17-27), la prohibición y condena del coito homosexual.
Consideremos tal normativa:

“No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18.22)

“Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de
ser muertos; sobre ellos será su sangre” (Levítico 20.13)

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Ante tal normativa, lo primero que tenemos que advertir es que por lo general la
práctica precede a la norma; luego viene la norma que procura corregir, aminorar y
hasta erradicar una práctica ya establecida. En consecuencia, la prohibición y
condenación que contiene el código de santidad de Levítico, no evidencia que la práctica
del homosexualismo no existiera en Israel, sino todo lo contrario. Por otro lado, no
podemos perder de vista el hecho de que comúnmente los códigos legales se expresan en
unos términos tan idealizados que por lo general no siempre son un reflejo exacto de lo
que ocurre en el día a día en la vida del pueblo.

Además, resulta sumamente curioso y llama la atención el hecho de que no vemos en la


Biblia, especialmente dentro del Antiguo Testamento mismo (hebreo Tanaj), ni siquiera
un solo ejemplo de un caso de homosexualismo que fuese alguna vez llevado a juicio o
por lo menos censurado o amonestado. Frente a esta realidad, podemos pensar dos
cosas: a) El homosexualismo fue muy posiblemente más practicado en Israel de lo que
muchas veces pensamos o estamos dispuestos a admitir; b) La norma fue tan idealista e
inoperante que nunca facilitó el que se concretara la condena de un caso específico.

En conclusión: El hecho de que no veamos en el texto bíblico la condena de un supuesto


o real homosexualismo temporal de David, no significa que tal relación no se haya dado
o no haya existido; más bien pareciera ser la evidencia de que: a) el homosexualismo fue
más practicado en Israel de lo que pensamos o estamos dispuestos a admitir; b) que la
norma de Levítico y el código de santidad respecto al coito homosexual fue inoperante,
tanto así que no fue capaz de llevar a juicio ningún caso en concreto; c) que un supuesto
o real homosexualismo de David no fue condenado, sencillamente porque ningún caso
de homosexualismo fue juzgado en la narración bíblica, con base en lo establecido en
Levítico, en el código de santidad; esto así y muy a pesar de lo que indica la existencia de
la norma misma: el hecho de que existencia de ella en cuanto al coito homosexual, se
hizo necesaria precisamente para tratar de normar y erradicar una práctica
aparentemente ya bien establecida.

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La relación de Deuteronomio con las disposiciones de Éxodo y Levítico


(continuidad, omisiones y novedades)

Llama la atención el hecho de que en Deuteronomio no exista propiamente un conjunto


de leyes equivalente o parecido al “código de santidad” de Levítico. Tampoco se condena
el coito homosexual en Deuteronomio como sí en Levítico. Por otro lado, la figura que sí
aparece condenada en Deuteronomio, y que por cierto no se la ve en Levítico, es el
travestismo (considérese Deuteronomio 22.5). Otra figura que es condenada en
Deuteronomio y que no se la encuentra en Levítico, es la “prostitución sagrada”, tanto
de tipo heterosexual como de tipo homosexual (compárese Deuteronomio 23.17 y 18).

Ahora bien, la relación que tiene el Deuteronomio con las disposiciones de Éxodo y
Levítico, la explica de manera precisa y brillante Walter Brueggemann, cito: “Por un
lado, el Deuteronomio reclama la autoridad de Moisés. Por otro lado, no se sitúa en el
Sinaí… el Deuteronomio no es la repetición del Sinaí. Es la interpretación del Sinaí, una
extrapolación y explicación para que las afirmaciones del Yahvismo mosaico del Sinaí
mantengan su pertinencia en un nuevo período, en un nuevo lugar y en una nueva
situación. En la praxis actual del Deuteronomio, quienes cumplen la Torá después de
Moisés tienen autorización para introducir temas completamente nuevos en la Torá
como una manera de introducir áreas de la vida totalmente nuevas en el horizonte del
Yahvismo.

De esta manera, el libro de Deuteronomio no sólo introduce material nuevo en la Torá.


También introduce, ejemplifica y autoriza nuevas praxis hermenéuticas, por medio de
las cuales la Torá aparece no como un corpus de enseñanzas fijado, sino como un
proceso de interpretación que sigue vivo en su autoridad y es pertinente en su praxis”
(«Teología del Antiguo Testamento, un juicio a Yahvé», páginas 617 y 618.

Objeción 2) Que David fue considerado “un hombre según el corazón de Dios” ¿Fue
este título un sello de perfección y de conducta intachable?

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Una corrección terminológica. Si bien podemos decir que se entiende adecuadamente el


uso de la expresión “un hombre según el corazón de Dios”; lo cierto es que tal expresión,
como tal, no se la encuentra en la Biblia.

El punto de arranque para el empleo de esta muy popular expresión, lo encontramos en


1 Samuel 13.14 (sólo en la narración deuteronomista), en ocasión y contexto en que el
profeta Samuel le comunica al rey Saúl que por su reiterada desobediencia Dios lo había
desechado para seguir siendo rey, y se había buscado un sustituto que era conforme a su
corazón. Consideremos dicho texto:

“Más ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su


corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto
tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1 Samuel 13.14)

Por otro lado, encontramos en el Nuevo Testamento la única referencia en toda la Biblia
a 1 Samuel 13.14, a saber Hechos 13.22. Consideremos también este texto:

“Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo:
He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo
quiero”

Observación: Ante esta apelación acrítica del autor de Hechos a 1 Samuel 13.14, cabe
preguntar: ¿Habrá conocido el autor de Hechos la misma historia de David que nosotros
conocemos ateniéndonos estrictamente a la narración canónica del Antiguo
Testamento?

Ahora bien, por el contexto en que surge la idea de “un varón conforme al corazón de
Dios”, tenemos que concluir que “un hombre según el corazón de Dios”, sencillamente
sería un hombre común y corriente, de carne y hueso, pero preocupado y esforzado en
hacer lo que Dios le ordenara, lo que Dios le pidiera, en fin, la voluntad de Dios (cosa
que le fue prácticamente imposible para Saúl, y en cierta forma, para David también).

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En consecuencia, el contraste que vino a sugerir la expresión “un varón conforme al


corazón de Dios”, es el siguiente: Saúl, “hombre no conforme al corazón de Dios” (varón
desobediente); el sustituto de Saúl, David, un “hombre conforme al corazón de Dios”
(varón obediente).

Pero cabe preguntarse: ¿Fue en realidad David un hombre conforme al corazón de


Dios”, en el sentido básico al que apunta dicha expresión? ¿Fue David tan obediente
como se esperaba? Además, al considerar todos los hechos de David, ¿en realidad fue
Saúl tan malo como se cree o nos han hecho creer?

En conclusión: El que se esperara que David fuese conforme al corazón de Dios, es


decir, que habría de obedecerle a Dios en todo, ¿hace imposible el que éste haya tenido
una relación amorosa temporal de tipo homosexual? Personalmente pienso que no.
Además, según la narración bíblica misma y, en sentido estricto, ciertamente Saúl no
pudo ser un hombre “conforme al corazón de Dios”, pero David tampoco.

Finalmente, ¿fueron mortales los pecados de Saúl, pero veniales, los de David? ¿Tuvo
Dios un villano o pecador favorito, David? ¿Cómo habrán sido matizados y retocados los
relatos de la vida de David en la medida en que la figura de éste se fue idealizando? ¿En
verdad mató David a Goliat (compárese 1 Samuel 17.1-58; 2 Samuel 21.19)?

Pienso que una manera de articular una respuesta adecuada a estas preguntas es
considerando la perspectivas desde las cuales escribieron los autores de los llamados
libros históricos del Antiguo Testamento.

En primer lugar, como nos dice Antonio González Lamadrid, “En la Biblia todos los
libros son teológicos, también los que llamamos históricos, incluidos 1 y 2 Samuel. Esta
realidad nos dice mucho de cómo y por qué se incluyen y se excluyen ciertos detalles en
toda la narración bíblica”.

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En segundo lugar, como también nos dice el mismo Lamadrid: “Una lectura comparada
de las historias deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) y cronista (1 y
2 Crónicas, Esdras, Nehemías), permite descubrir la libertad de los historiadores
bíblicos a la hora de tratar los acontecimientos y sus protagonistas. Cierto, no es una
libertad caprichosa, sino que viene determinada por dos acondicionamientos
principales. Primero, por los presupuestos teológicos de los que parte que cada uno de
los historiadores. Segundo, por la finalidad que se proponen y los destinatarios a los que
dirigen la obra” («Historia, Narrativa, Apocalíptica», páginas 139, 140).

En tercer lugar, como muy bien apunta la Biblia del peregrino edición de estudio (de
Luís Alonso Schokel) en la introducción a los libros de Samuel: “En primer lugar, el
Deuteronomista tiene ideas bastantes clareas y precisas, que orientan el relato en su
conjunto. Los criterios del Deuteronomista y la situación histórica condicionan
seriamente al autor. Su historiografía es tendenciosa. En segundo lugar, estos libros de
Samuel son descaradamente favorables a David, contra Saúl, y por tanto, no menos
tendenciosa”.

En cuarto lugar, si bien los libros de Samuel son muy favorables a David, no es menos
cierto que nos muestran a un David mucho menos idealizado como el que nos presenta
la historia cronista. “La tendencia a idealizar a David alcanzará su culminación dentro
de la Biblia en la historia del cronista. El David de 1 Crónicas es el hombre y el rey ideal,
todo luz y claridad, sin manchas, ni sombras” (Lamadrid, fuente citada, página 139).

En quinto lugar, si bien es demasiado favorable a David, la historia deuteronomista; no


es menos cierto que para el deuteronomista no es David el rey ideal y perfecto, sino
Josías (considérese 2 Reyes 23.25). Por otro lado, es David el rey ideal y perfecto para el
cronista. Esto explica por qué en los libros de Samuel, David es presentado con muchas
luces, pero también con muchas sombras, pero en la obra cronista, como un monarca
perfecto.

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Además, precisamente por lo que acabo de decir, se comprende que el deuteronomista


no excluyera los detalles relacionados a la relación de David y Jonatán, incluso si
habrían de originar ciertas sospechas de que tal relación podría implicar un posible
amorío de tipo homosexual entre éstos. A la vez, y por las mismas razones, se
comprende que el cronista en su versión o relato excluyera los detalles relacionados con
la relación entre David y Jonatán.

En sexto lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la
cuenta el deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos cuestionamientos y
hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una profunda amistad; si
esta fue la sospecha del cronista y por eso ignoró este detalle de la vida de David; sin
duda que tenía razón.

En séptimo lugar, si la sospecha de que la relación entre David y Jonatán, según nos la
cuenta el mismo deuteronomista, ciertamente podía dar origen a ciertos
cuestionamientos y hacer pensar que hubo entre ellos algo más, mucho más que una
profunda amistad; si esta fue la sospecha del deuteronomista, y por eso se esmeró en
contarla con lujo de detalles, como una manera de establecer ciertos contrastes entre
David, el rey imperfecto (con una imagen pública y privada muy cuestionable), y hasta
envuelto en una relación amorosa de tipo homosexual; y Josías, su rey perfecto; sin
duda que también tuvo razón.

Finalmente, si para el cronista David fue el hombre conforme al corazón de Dios, es


decir, obediente en todo; para el deuteronomista lo fue Josías.

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