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En el primer semestre del 2018, tuve la oportunidad de acompañar como tutor del programa
LEA en la UN a estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. En este proceso, logré
ver cómo muchos estudiantes, haciendo un ensayo, cambiaban y refinaban sus ideas en la
medida en que se iban adquiriendo herramientas para evaluar su propio trabajo. En otras
palabras, los estudiantes lograban producir nuevo conocimiento y cambiar el que ya tenían
mientras se aproximaban a sus propios escritos. Estos casos, me parece a mí, son ejemplos
de la tesis epistemológica planteada por Carlino (2004) en relación a la escritura académica.
Tampoco es arbitraria la tesis epistemológica de Carlino, pues está en fuerte conexión con
una aproximación constructivista al conocimiento. De acuerdo con Matthews (2002), el
constructivismo tiene como eje principal dos tesis diferentes. Por un lado, el constructivismo
involucra la afirmación de que el conocimiento está sujeto a un relativismo kuhniano
(Matthews, 2002 p. 121); por el otro, afirma que las personas pueden construir su propio
conocimiento. Así pues, en la medida en que alguien se aproxima a una producción escrita,
es capaz de construir su propio conocimiento, el cual es, además, válido, si bien está siendo
refinado continuamente.
Debido a lo anterior, es necesario que el proceso del aprendizaje de la escritura esté situado
en marco conceptual específico. En principio, es contraproducente intentar enseñar a escribir
al alguien, de tal manera que ese conocimiento le sirva en cualquier marco conceptual. En el
caso de la universidad, la escritura es un proceso que debería darse situado en los currículos
de los estudiantes (Carlino, 2002). En efecto, en cada currículo se construye el conocimiento
de manera diferente, pero, además, la escritura es ella misma un proceso de construcción de
conocimiento. Un curso de escritura que no está situado en el currículo no debe pensarse
como suficiente para suplir las necesidades comunicativas del estudiante.
Otra consecuencia de lo anterior, tal como se ha planteado, es que el tutor no puede ser un
corrector del trabajo del estudiante (Carlino, 2004). El estudiante debe ser artífice de su
propio conocimiento, si bien el tutor debe ser una guía que permita al estudiante adquirir los
criterios adecuados para realizar un proceso adecuado de selección conceptual. Sin embargo,
ofrecer criterios no es equivalente a transmitir conocimiento. El tutor, más que generar y
transmitir conocimiento, es, como dice Sócrates en el Teeteto, ser un partero que ayuda a dar
a luz el conocimiento (149a-151c).
Sin embargo, me parece que es vaga anterior caracterización del tutor. En mi experiencia, en
muchas ocasiones, el tutor no es solo alguien que ayuda a que se genere el conocimiento;
también es, en parte, alguien que engendra conocimiento. Aquello que nace (el conocimiento)
no es lo que creía el estudiante, ni tampoco aquello que esperaría el tutor. En lugar de eso, el
conocimiento es algo nuevo, generado por el estudiante y el tutor.
Referencias
Carlino, P. (2004). Escribir a través del currículim: tres maneras para hacerlo en la
universidad. En Lectura y Vida. Revista latinoamericana de lectura 25(1) pp. 17-27