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El movimiento milerista nació impulsado por el Segundo Gran Despertar en los Estados Unidos.

Reavivado en su fe, Guillermo Miller


(1782 – 1849), granjero y predicador bautista, fue el responsable por el mensaje de que Jesús volvería a la tierra en torno al año 1843.
Nacido el 15 de noviembre de 1782, en Pittsfield, Massachusetts fue criado en Low Hampton, Nueva York, casi en la frontera de
Vermont. Cuando Guillermo aún no tenía 4 años, sus padres se mudaron para un lugar que tenía 100 acres, “un paraje casi
deshabitado”, en Low Hampton, en los Estados Unidos. La hipoteca anual la pagaban con 20 acres de trigo. Existían tan sólo seis
casas en todo el municipio. Los Miller vivían como granjeros en ese lugar, donde vagaban libres los animales salvajes y los árboles se
talaban para construir las cabañas y de ese modo limpiaban el terreno. Era una vida dura y el joven Guillermo tenía que ayudar a
cultivar. La educación estaba limitada tan solo a tres meses de estudio por año y en el invierno cuando ya se había hecho la cosecha.
Miller asistió a la escuela desde los 9 hasta los 14 años. Durante los largos meses de invierno, su madre le enseñó a leer. Se tornó en
un ávido lector y sediento de conocimientos, pero los únicos materiales a su disposición eran la Biblia, el himnario y el libro de
oraciones. Pronto salió de la escuela pero continuó aprendiendo solo.
Una vela era un artículo precioso en ese tiempo. Pero Guillermo descubrió entonces que el fruto del pino en el fuego, también daba
buena luz para poder leer. Cierta noche, ya bien tarde, cuando estaba leyendo, su padre se despertó, vio la luz oscilante y pensó que
la casa se estaba incendiando pero cuando vio que era Guillermo que leía lo mandó a la cama inmediatamente. El ávido lector se dio
cuenta que entre los vecinos había materiales de lectura. Algunas personas le prestaban libros pero otras se los daban de regalo. Su
vida era igual a la vida de la mayor parte de los muchachos de su época. Sin embargo él deseaba algo mejor. Se casó en 1803 con
Lucy Smith y se mudó para Poultney, Vermont. Allí se hizo amigo de ciudadanos notables y deístas. Miller abandonó sus convicciones
religiosas, abrazando los ideales de la masonería. El deísmo es una creencia, que defiende la idea de un Dios distante que no se
relaciona con los acontecimientos terrestres. De esta forma, rechaza la revelación bíblica y también los milagros.
En la guerra de 1812, Miller, sirvió como teniente capitán. En la Batalla de Plattsburgh vio a los norteamericanos derrotar a un número
muy grande de ingleses. Éste fue un hecho que le ocasionó una transformación en su vida. Al final de la guerra, se mudó para Low
Hampton donde esperaba vivir tranquilamente, como granjero en sus últimos años. Ese retorno fue señalado por el comienzo de un
sentido de reflexión sobre asuntos espirituales. En 1816 se convirtió y empezó a estudiar intensivamente la Biblia. Su método era:
(1) comparaba versículo con versículo;
(2) en caso de dudas, leía los pasajes paralelos con ayuda de la Concordancia Bíblica de Cruden. Entre 1816-1818 esta fue la forma
como él estudió la Biblia.
Como resultado de este análisis, llegó a la conclusión de que las Escrituras señalaban a sus días como el último período de la historia
de la tierra.
En Daniel 8:14 él leyó: “Hasta 2300 tardes y mañanas y el santuario será purificado.” Con esto él entendió que Cristo volvería a fin de
purificar la Tierra del pecado. Temiendo que fuera ésta, una explicación precipitada, dedicó otros cinco años (1818-1823)
reexaminando su descubrimiento.
En los años 1823 a 1832, Miller quedó cada vez más convencido de que debía propagar sus teorías.
En agosto de 1831, hizo un pacto con Dios en el cual se comprometía a predicar sobre la venida de Cristo en caso de que lo invitaran.
Aquel mismo día, media hora después del pacto. El disturbio que produjo aquella inesperada invitación, lo llevó a correr para un
bosque cercano donde pudiese orar. Allí entró un granjero y salió un predicador. Después de la cena, Miller fue con el joven para la
ciudad vecina de Dresden.
En 1833, él publicó un folleto de 64 páginas titulado “Evidencias de las Escrituras y de la Historia acerca de la Venida de Cristo en el
año 1843 A de C y de su Reino Personal por 1000 años” En ese año, se le concedió por medio de los bautistas la licencia para
predicar y a fines de 1834 ya estaba dedicando todo su tiempo a la predicación.
Desde octubre de 1834 hasta junio de 1839, Miller registró 800 sermones en su cuaderno de anotaciones. Él realizó esto solo y por
cuenta propia, no teniendo ninguna preparación teológica, simplemente respondía a invitaciones directas. Esto cambió cuando se unió
al movimiento milerista Josué Vaughan Himes (1805-1895)
La colaboración de Josué V. Himes y de Josías Litch
Josué V. Himes fue un gran promotor y organizador del milerismo. Nacido en Rhode Island, se mudó siendo joven para New Bedford,
Massachusetts. A los 20 años, llegó a ser ministro de la “Conexión Cristiana”. Su iglesia de la calle Chardon, en Boston, era
considerada una sede para todas las reuniones de reforma.
En noviembre de 1939, Josué convidó a Miller para realizar una serie de reuniones en su iglesia. Convencido de los puntos principales
de las enseñanzas de Miller, sintió la responsabilidad de llevar ese mensaje al pueblo. Para eso lanzó el periódico “Señales de los
Tiempos” en 1840, sin patrocinio, sin ni siquiera una sola suscripción y con sólo un dólar como capital. Él también publicó una
segunda y una tercera edición de los sermones de Miller, diagramas, folletos, libros, tratados, himnarios, páginas sueltas y boletines
con los mensajes adventistas.
En la ciudad de Nueva York, en 1842, Himes lanzó una revista diaria que se llamaba El Clamor de Media Noche, en conexión con una
gran serie evangelística. Se imprimieron diez mil copias diarias por varias semanas y eran distribuidas por jóvenes. Cuando las
reuniones terminaron, esta publicación continuó siendo publicada semanalmente.
Su tarea fue organizar la primera “Asociación General de los Cristianos que esperan el Advenimiento en Octubre de 1840”. Con un
temperamento emprendedor, Himes lideró el comienzo de reuniones campestres preparando una carpa gigante lo suficientemente
grande como para acomodar cuatro mil asientos y así poder usarla en ciudades donde no hubieran iglesias o salas para dar los
sermones mileritas.
Juntamente con Himes, otro importante líder para el milerismo fue Josías Litch (1809-1886).4 Ministro metodista, aceptó las
enseñanzas de Miller en 1838. Escribió un resumen de 48 páginas acerca de las mismas titulado: El Clamor de Media Noche o una
Revisión de los Sermones de Miller. En el mismo año, escribió un libro de 200 páginas titulado: La Probabilidad de la Venida de Cristo
aproximadamente en 1843 a.C.
En 1841 se convirtió en un “agente general” de tiempo completo del Comité Millerita de Publicaciones. También fue uno de los
editores de la revista Señales de los Tiempos y de otra publicación millerita en Filadelfia: Trompeta de Alarma. Él viajaba mucho y
predicaba con gran éxito sobre las profecías.
La realidad es que, a partir de 1840, con la influencia de Miller, Himes y Litch, el movimiento se amplió con un gran y creciente número
de hombres. Aún con la certeza de su interpretación profética, Miller no marcó una fecha específica para el retorno de Jesús. Él usaba
una frase genérica “en el año 1843” para describir su creencia del tiempo del advenimiento. A fin de tener algún parámetro,
establecieron como fecha posible el “21 de marzo de 1843 o el 21 de marzo de 1844”.
La convicción que transmitían los predicadores adventistas, sobre la venida de Cristo en aquellos días incomodó a otras
denominaciones. El motivo era el hecho de que la mayor parte de las iglesias protestantes de la época creían que Jesús volvería
después de mil años de paz en la Tierra. Por eso, como esto no había ocurrido, la enseñanza del segundo advenimiento estaría
errada. Frente a esta circunstancia, los participantes del movimiento pasaron a ser perseguidos y ridicularizados. Muchos fueron
borrados de sus iglesias de origen. En medio de ese conflicto teológico, un importante sermón predicado por Carlos Fitch (1805-
1844)5 indujo el reconocimiento del milerismo como una corporación separada.
“Ha caído, ha caído Babilonia”
Carlos Fitch era un bien conceptuado ministro congregacionista. En 1838, él aceptó las enseñanzas de Guillermo Miller, pero sus
asociados ministeriales recibieron la nueva doctrina con tal ridículo y oposición que, por algún tiempo, él perdió la confianza en este
nuevo mensaje. Fue Josías Litch, que conociendo su experiencia, lo llevó a aceptar la fe adventista. Desde entonces, fue uno de los
más valientes, osados y exitosos líderes mileristas.
Junto con Apollos Hale, otro ministro ligado al movimiento, creó el “Diagrama Profético de 1843”, muy usado, pintado en tela,
presentado por primera vez en la Conferencia General de Boston, en mayo de 1842.
En 1843, Fitch fue uno de los más destacados líderes mileristas. En enero, comenzó a editar un diario semanal llamado: Segundo
Advenimiento de Cristo. En él publicó su sermón sobre el poderoso ángel que decía: “Ha caído, ha caído Babilonia” y que fue seguido
por la voz: “Salid de ella pueblo mío para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apoc. 18:1-5).
En el sermón, decía que el término “Babilonia” se refería al anticristo, o sea, todo aquel que se opone al reino personal de Jesús. Esto
incluía todas las organizaciones católicas y protestantes que rechazaban la enseñanza de la Segunda Venida. Tal abordaje fue
impreso en un folleto y, más tarde, reimpreso en varias publicaciones.
El llamado “Salid de ella pueblo mío” no fue bien aceptado al principio, pues no era la intención formar una iglesia separada. Sin
embargo, la reacción negativa de las denominaciones con respecto a este mensaje, forzó a muchos mileristas a apartarse de sus
iglesias de origen. Con el pasar del tiempo, también fue un factor de separación entre el milerismo y las denominaciones.
El tiempo de espera y “el 22 de octubre de 1844”
El período establecido entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844 había pasado y Jesús no volvió. En un clima de
frustración y cuestionamiento, los líderes volvieron a sus estudios, para determinar cual había sido la falla en la interpretación. Himes
entendió que la demora de Cristo podría ser comparada a la demora del novio en Mat.25:5, y que la experiencia que estaban viviendo
se relacionaba a lo que el profeta Habacuc (2:3) había escrito: “Porque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el
fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.” Esas conclusiones amenizaron el impacto de la
decepción y colocaron a los mileristas en un “tiempo de espera”.
Durante este período, una nueva comprensión alimentó la esperanza de los creyentes en el segundo advenimiento. En agosto de
1844, en una reunión en Exeter, el ministro Samuel S. Snow presentó sus estudios que apuntaban para el cumplimiento de la profecía
referente al Dia de la Expiación. Este día, según cálculos hechos, teniendo como base el calendario de los judíos caraítas, ocurriría el
22 de octubre de 1844.
En un primer momento, el liderazgo milerita dudó en fijar con tanta precisión el día de la Venida de Jesús, pero el entusiasmo que
siguió a esta conclusión los llevó a abrazar este mensaje. En su convicción y optimismo, los creyentes dieron todo de si en un último
esfuerzo para advertir al mundo de su juicio inminente. No tomaron ninguna precaución en relación al futuro: no precisaban. Algunos
dejaban cosechas por recoger, cerraban sus negocios y renunciaron a sus empleos. ¡Jesús está volviendo!
El Gran Chasco
El 22 de octubre de 1844 diez mil creyentes esperaron hasta tarde con la expectativa del aparecimiento de Jesús en las nubes,
mientras otros muchos esperaban llenos de dudas temiendo que los mileristas pudiesen tener razón. ¡El día terminó y Jesús no volvió!
Los fieles se llenaron de desánimo, decepción y dolor. Aquellos que habían creído en el regreso de Jesús en aquella fecha se
dividieron, al menos en tres grupos:
(1) Los que retornaron a sus iglesias de origen y abandonaron la creencia del segundo advenimiento
(2) los que abandonaron la fe cristiana, y
(3) aquellos que continuaron creyendo, de alguna forma, en el mensaje milerista.
¿Qué sucedería después?
Un grupo volvió a sus iglesias de origen y abandonaron la creencia del segundo advenimiento de Cristo. Otros abandonaron la fe
cristiana, Un tercer grupo continuó creyendo en el mensaje millerita. Este último grupo se subdividió en otros tres grupos:
1. Los que creían que el retorno de Cristo era verdadero, pero la fecha estaba equivocada.
2. Los que creían que Cristo había venido el 22/10/1844, pero en forma espiritual.
3. Los que creían que el error no estaba en la fecha sino en el evento.
De los tres grupos el último, que era el más pequeño, dio origen a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

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