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Obispado Castrense de la República Argentina

APORTES PASTORALES PARA EL ABORDAJE DE LA PROBLEMÁTICA DE LA


DROGADEPENDENCIA

“No a las drogas, sí a la cultura de la vida”

Una evangelización integral en medio de la fragmentación de la cultura

1. Introducción

Como Iglesia Castrense en Argentina queremos asumir nuestro compromiso bautismal y


manifestar la coherencia con la fe que profesamos, coherencia que lleva implícita una dimensión
social y cultural que constantemente nos interpela. Hoy, más que nunca, las problemáticas
sociales reclaman al creyente una respuesta concreta desde su fe y le plantean un desafío para
llevar a cabo una evangelización integral.

En este sentido, recientemente hemos llamado la atención mediante una Carta Pastoral1
sobre el flagelo de las adicciones y sus consecuencias para la vida de los ciudadanos y de las
instituciones que conforman el tejido social al que pertenecemos. 2

De esta manera, queremos profundizar en un camino de concientización donde cada uno


de cuantos integramos esta Comunidad Diocesana asumamos el llamado del Señor para encarnar
el Evangelio en todas las situaciones existenciales, especialmente en aquellas donde las drogas y
demás sustancias psicoactivas acechan al hombre que no ha encontrado el sentido verdadero,
profundo y religioso de su vida. 3

1
.- Protocolo Nro. 658/15. Obispado Castrense de Argentina. 30 de diciembre de 2015.
2
.- “Entre las amenazas que hoy se tienden contra la juventud y toda la sociedad, la droga se coloca en los primeros
puestos como peligro tanto más insidioso cuanto más invisible, no valorado todavía adecuadamente según la
amplitud de su gravedad(…)se difunde como mancha de aceite, ampliando progresivamente sus tentáculos desde las
metrópolis a los centros menores(…)Se trata de ríos de tráfico clandestino que se entrecruzan y recorren pistas
internacionales para llegar, a través de mil canales a los laboratorios de refinamiento y de aquí a la venta capilar”.
Juan Pablo II. A los jóvenes de la comunidad terapéutica de toxicómanos de Viterbo. 27 de mayo de 1984.
3
.- “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su
Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna» (cf. 3, 16). La fe cristiana, poniendo
el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva
profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio
que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente
uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6, 4-5). Jesús, haciendo de
ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el
Libro del Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien
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Sabemos que el fenómeno de las adicciones en general – y el de la drogodependencia en


particular – es extraordinariamente complejo y multifactorial; requiere una respuesta de la
sociedad en su conjunto 4 y no admite un abordaje fragmentario. Siempre y en todas
circunstancias exige tener en el centro de su planteamiento y abordaje el valor y la dignidad de la
persona humana sufriente. Es por ello que la fuerte carga emocional e ideológica que se pone
en juego en estas cuestiones y la confrontación de las más diversas posturas y visiones no debe
hacernos perder de vista al sujeto que sufre ni a su entorno familiar y comunitario que resulta
aquejado por la fragilidad existencial de alguno de sus miembros.

2. Visión del problema en el contexto institucional


de las Fuerzas Armadas y de Seguridad

El ámbito institucional donde desarrollamos nuestra labor pastoral está conformado por
hombres – varones y mujeres – que no son ajenos a la sociedad que integran y a la cultura que los
edifica. No sorprende, entonces, que lo que es una amenaza potencial para todos y cada uno de
los ciudadanos lo sea, también, para cuantos nos desenvolvemos en este ámbito. Por esto mismo,
la concientización, 5 la educación y la prevención 6 serán herramientas de máxima importancia
para llegar antes que el sufrimiento se instale, al modo de una esclavitud lacerante, en la vida
concreta de las personas. El acecho de las adicciones, en sus más diversas manifestaciones y
formas, es un factor a tener en cuenta y – al mismo tiempo – un fuerte llamado a la vigilancia
evangélica para que no se dañe la dignidad de la persona humana ni se la afecte con falsas
promesas de felicidad que, con la fuerza de una seducción maliciosa, se cierne sobre la vida
concreta de cuantos son vulnerados por un mensaje cultural confuso o por la difusión de
seudovalores.

Como Diócesis Castrense, que participa de la santidad de Dios 7 y de su fuerza salvadora,


no podemos ni debemos permanecer al margen. Nuestra misión, animada por el ejemplo y el
testimonio de Jesucristo 8, nos impulsa a involucrarnos y a comprometernos en un combate sin
cuartel contra todo lo que afecte y distorsione la dignidad de nuestros hermanos. Ciertamente, el
testimonio de la fe está llamado a echar raíces en el obrar concreto y cotidiano; a decir del apóstol

nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del
amor, con el cual viene a nuestro encuentro”. Benedicto XVI. Deus caritas est, nº1.
4
.- “La plaga del narcotráfico que favorece y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la
sociedad”. Discurso del Papa Francisco en el Hospital San Francisco de la Providencia. Río de Janeiro. 24 de julio
de 2013.
5
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, Pastoral Social, Programa Nacional de Acción Pastoral sobre
Drogadependencia, I, 1.
6
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, Pastoral Social, Programa Nacional de Acción Pastoral sobre
Drogadependencia, 1; II, 1.
7
.- Cfr. 1 Sam 2, 2; Éx 19, 3-6.
8
.- Cf. Ef 5, 25.
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Santiago: “Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te
demostraré mi fe.” 9

Desde el horizonte específicamente evangélico de nuestra vocación y misión, creemos que


tenemos recursos para ofrecer a nuestros fieles, tales como el acompañamiento, la escucha, la
contención, el discernimiento, la formación e instrucción y el afianzamiento de los valores y las
virtudes, para llevar adelante un trabajo preventivo en coordinación con todas aquellas
iniciativas que, en tal sentido, emprendan nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad.

Existe un consenso generalizado acerca de la importancia que tiene reforzar los


ambientes resilientes, profundizando en los peligros que entrañan las conductas de riesgo y la
relevancia que posee el cultivo y desarrollo de hábitos saludables. Esta tarea requerirá del
compromiso y la participación responsable y protagónica de todos y cada uno de nosotros, de las
instituciones y de las estructuras. Estamos convencidos de que no es posible afrontar las
situaciones límites de nuestra existencia humana sin la práctica necesaria de aquellas virtudes que
afiancen el comportamiento humano en los límites nobles de la verdad y del bien.

Nuestra labor pastoral, sin perder su especificidad estrictamente religiosa y


evangelizadora, más aún, para ser fiel a ella, tendrá que enmarcarse en el contexto de una
reflexión integral sobre la problemática en cuestión, que abarque tres núcleos fundamentales:
a) La prevención de adicciones, como objetivo primordial.
b) El trabajo en red, como dinámica preventiva. 10
c) El desarrollo de liderazgos locales, tendientes a fortalecer el sentido de
pertenencia, el compromiso y la responsabilidad social.

En este marco amplio deberemos articular nuestras intervenciones pastorales centradas:


a) en el ámbito familiar,
b) el contexto cultural y social
c) y, finalmente, en el acompañamiento de los procesos de terapia, de
rehabilitación 11 y de reinserción social 12.

9
.- Sant 2, 18.
10
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, Pastoral Social, Programa Nacional de Acción Pastoral sobre
Drogadependencia, II, 1, Acción 2.
11
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, Pastoral Social, Programa Nacional de Acción Pastoral sobre
Drogadependencia, II, 2, Acción 1.
12
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, Pastoral Social, Programa Nacional de Acción Pastoral sobre
Drogadependencia, II, 1, Acción 3.

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Conocer lo que podemos aportar y, efectivamente, ponerlo al servicio de los demás nos da
un “lugar” en nuestra sociedad. Desde allí, la especificidad de nuestro anuncio cobrará mayor
resplandor y credibilidad.

Afianzar las instituciones de referencia – como lo es el matrimonio, la familia y demás


grupos sociales primarios –, abordar y elaborar las dificultades para el trabajo colaborativo y
profundizar las dinámicas para activar el campo grupal no es algo extraño a nuestra predicación.
La familia, como iglesia doméstica, y la comunidad, como un “nosotros” que se sostiene en el
bien común y de él se nutre, están en la base de nuestra identidad eclesial. La primacía y
centralidad de Jesucristo, piedra angular del edificio social y cultural, nos interpela y exhorta a
asumir los desafíos que nos plantean todas las circunstancias, en particular las más adversas y que
atentan contra la dignidad del ser humano.

3. Aporte para un abordaje específico del problema


en el marco teórico

El conocimiento científico nos ofrece diferentes perspectivas teóricas para el abordaje


sistemático de la problemática de las adicciones. De esta manera, se formulan modelos
explicativos genéricos que favorecen la comprensión e intervención en lo que concierne tanto al
consumo de sustancias psicoactivas cuanto al abuso y franca dependencia de las mismas. Esos
modelos, apoyados en la observación y en la experiencia, aportan un conjunto de supuestos
científicos útiles para el análisis de la génesis del problema y se constituyen en el punto de
partida sobre el cual es posible configurar y formular toda conceptualización y respuesta al tema
que abordan.

Así, todos estos modelos explicativos de referencia son un punto de apoyo importante
para el abordaje de una problemática de suyo tan compleja. Sin embargo, en razón de tal
complejidad y por las limitaciones propias del método que aplican, suelen adolecer de una visión
integral del hombre que, como imagen de Dios, adquiere su dignidad en la creación. 13 Creado a
imagen y semejanza de quien le ha otorgado el ser y en él lo conserva, el hombre, actor y víctima
del pecado, necesita de la redención de Cristo. 14

Asimismo, el escenario social y cultural en el cual el ser humano desarrolla su modo


peculiar de vida puede sostenerlo en el camino de la realización personal y comunitaria o
exponerlo a situaciones que, a modo de una pendiente inclinada, lo invita a deslizarse casi

13
.- Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes nro. 12.
14
.- Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes nro. 13.
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imperceptiblemente en comportamientos de riesgo que terminan por afectar no sólo su salud


física, sino también psicológica, espiritual, familiar y social.

En este sentido, la variable distintiva que caracteriza al ethos propio del uniformado y que
gira en torno a sus hábitos, costumbres, valores, virtudes y práctica religiosa, tendrá que ser
capitalizado como un eficaz antídoto para contrarrestar el acecho de los más diversos flagelos que
progresivamente cobran protagonismo en nuestro entorno cultural.

Por tal motivo, es de gran importancia incentivar un serio y cuidadoso abordaje de estas
variables propias que distinguen al ambiente castrense y que permiten esbozar una explicación
más contextualizada acerca de cómo puede llegar a repercutir la amenaza de las adicciones en
nuestro ámbito de pertenencia. Sólo en este marco seremos capaces de dar una respuesta
estratégica viable para el diseño e implementación de acciones concretas fundamentalmente
encaminadas a la prevención y, dado el caso, apoyar el proceso de recuperación de quienes
sufren, directa o indirectamente, el drama de las toxicomanías y otras conductas adictivas.

4. Actitudes pastorales

Entender la actividad pastoral desde una perspectiva integral nos exigirá una profunda
conversión pastoral 15 y renovación misionera. 16 Es necesario emprender una auténtica
conversión comunitaria que haga de los discípulos servidores de una vida plena, que evite la
fragmentación y favorezca su integralidad.

Emprender la lucha contra el flagelo de las drogas requerirá una renovación urgente de
todas nuestras estructuras y de las actitudes pastorales para que nuestra acción misionera se
encamine tras los pasos de Jesús que nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas.17
Estar al servicio de la “vida plena” – en particular de los marginados, de los que más sufren y de
cuantos viven en las periferias de la existencia 18 – deberá ser el sello que marque a fuego nuestras
estructuras, planeamientos, programas y acciones pastorales. El servicio a la Verdad en el Amor
Misericordioso del Padre manifestado en Jesucristo nos apremia 19 para que, a imagen del Buen
Samaritano 20, socorramos al que sufre, preservando su dignidad personal y poniendo de
manifiesto su condición bautismal de hijo en el Hijo. 21

15
.- Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 25-33.
16
.- Documento de Aparecida, 7.2.
17
.- Cfr. 1 Pe 2, 21.
18
.- Cfr. Conferencia Episcopal Argentina. No al narcotráfico, si a la vida plena. Noviembre de 2015.
19
.- Cfr. 2 Cor 5, 14.
20
.- Cfr. Lc 10, 25-37.
21
.- Cfr. Ef 1, 5.
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Nuestras Capellanías, verdaderas Parroquias – comunidad de comunidades, célula básica


de la comunidad organizada – deberán afrontar una pastoral orgánica para dar una respuesta
seria, responsable y contundente a la problemática de las adicciones. Como agente transformador
y de puertas abiertas, nuestras Capellanías Castrenses tendrán que ser espacios de contención y
de participación, actuando en clave preventiva, encarnado los sentimientos del Buen Pastor 22
que sabe apacentar y conducir.

La actitud pastoral que se requiere para acompañar adecuadamente a quienes sufren la


esclavitud de las dependencias y adicciones exige considerar al hombre en la unidad integral de
su naturaleza, asumiendo su condición bio-psico-social y espiritual en una única existencia, que
se nos ofrece como creatura salida de Dios y con una íntima vocación de respuesta libre al amor
de Aquél que es capaz de hacernos partícipe de una vida plena y gozosa, es decir, la Vida Eterna.

En este sentido, conviene rescatar aquellas virtudes teologales que nos ponen en camino
de la conquista del amor salvador de Cristo que, en su misterio Pascual, nos ha dado alcance: 23
a) La FE en Dios Padre, amor incondicional y fuente inagotable de la
Misericordia; en el Hijo de Dios y nuestro hermano, Jesucristo, amor fiel, salvador y liberador; y
Dios Espíritu Santo, amor inspirador, guía y fuerza santa de los hombres.
b) La ESPERANZA, en tanto horizonte de confianza que nos impulsa a ser
protagonistas de un futuro responsable, en el cual se concrete la alegría del proyecto amoroso de
Dios sobre nuestra vida. “Estamos salvados en esperanza”, 24 nos recuerda el apóstol Pablo, y
aguardamos con perseverancia a que Dios complete la buena obra que Él ha comenzado en
nosotros 25.
c) La CARIDAD, como dinámica del amor que procede de Dios 26 y que nos atrae
y conduce hacia la eternidad, ese recinto sagrado de Dios en el cual será todo en todos.27
Peregrinando en la caridad, el discípulo de Cristo – transitando por los senderos del Pueblo de la
Nueva Alianza – está llamado a ser artífice de su destino, de modo que, al convertir su corazón,
sea motor de transformación de la realidad para que resplandezca la soberanía del Señor de la
historia.

22
.- Cfr. Jn 10, 11.
23
.- Cfr. Flp 3, 12.
24
.- Cfr. Rom 8, 24.
25
.- Cfr. Flp 1, 6.
26
.- Cfr. 1 Jn 4, 7.
27
.- Cfr. 1 Cor 15, 28.
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5. Intervenciones pastorales en el mundo familiar

Profundos cambios culturales afectan a la institución matrimonial y a la familia; estos


cambios – muchas veces drásticos – plantean un gran desafío en orden a asimilar nuevos
parámetros de comportamiento y, al mismo tiempo, ofrecer una respuesta verdaderamente
iluminadora. Las transformaciones cultuales que inciden sobre el matrimonio y la familia traen
consigo cambios en el sistema de creencias y en las ponderaciones éticas, con incidencia directa
en la vida cotidiana de los hombres y mujeres de nuestro tiempo; esta situación repercute
frontalmente en la educación de los niños y jóvenes, cuyos criterios de discernimiento y
parámetros de vida moral pueden exponerlos a situaciones y conductas de riesgo, entre las cuales
no podemos dejar de mencionar el complejo fenómeno de las adicciones.

El quiebre de las redes de contención naturales del grupo familiar, que aparece ligado a
las adicciones como facilitador y/o consecuencia, impacta sobre el sistema de relaciones
interpersonales y sobre la dinámica de funcionamiento vincular de la comunidad, con lo cual los
patrones o pautas de comportamiento naturales que deberían de asumirse se ven truncados o
desvirtuados. Asimismo, la baja tolerancia a la frustración, el empobrecimiento en el cultivo de
las virtudes, la subversión de los valores, el descuido de los hábitos saludables y el relativismo
ético imperante exponen a las nuevas generaciones a un horizonte de sentido carente de
contenido que, a modo de desfiladero, lo sumergen en un vacío existencial que resulta intolerable
para el hombre que ha sido pensado y creado con ansias de eternidad.

Cuando el orden de la vida familiar es estable y sana, el sujeto queda vinculado a su


entorno y a la realidad social en la que vive y desarrolla su actividad sustentado en un sistema de
valores que nutre su existencia personal y su implicancia social. Naturalizar formas de vida
reñidas con una visión antropológica integral del ser humano no sólo propicia la fragmentación
del individuo, sino que potencia la confusión en el ámbito de los valores y atenta contra un
proyecto de vida capaz de conducirlo a la realización personal e interpersonal integrador del bien
común político y, por ende, de una vida social más plenamente humana.

En este sentido, el diálogo familiar estimula el recto ejercicio de la libertad, haciendo a la


persona naturalmente responsable de sus decisiones y de las consecuencias que ellas entrañan.
Por el contrario, cuando en la vida familiar la comunicación se diluye o distorsiona, se establece
un espacio de indiferencia afectiva y pérdida del sentido de la vida como proyecto compartido.
Allí se encuentra la raíz de muchas de las actitudes co-adictivas y la desprotección de los más
débiles. 28

28
.- Cfr. Cirillo, Stefano et al. (Grupo de Milán). Año 1999. La familia del Toxicodependiente.
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Desde esta perspectiva, las intervenciones pastorales en el ámbito de la familia deberán


concentrarse en la prevención, para fortalecer las conductas saludables, y el acompañamiento
de aquellas familias aquejadas por el drama de las adicciones.

En lo que hace a la prevención, siempre tendrá que cultivarse una actitud proactiva
centrada no tanto en “evitar” cuanto en “proponer”. Toda conducta proactiva conjuga el basto
mundo de los pensamientos, las emociones, el lenguaje y la actividad. Las conductas saludables
comienzan a partir de pensamientos saneados, signados por la esperanza y la actitud necesaria
para enfrentar los desafíos como oportunidades de crecimiento y de superación. Las emociones,
fortalecidas desde una autoestima razonable y fundada en el valor y la dignidad que tiene cada
persona en particular, serán motores que han de impulsar los deseos y los anhelos hacia acciones
concretas, capaces de realizar el bien en la vida; de esta manera, la actividad humana, centrada en
un éxito de cuño moral, será capaz de retroalimentar la vida interior de quien se ha decidido a ser
protagonista libre de su existencia. Finalmente, el lenguaje ha de jugar un papel relevante al
poner en conceptos y expresiones el mundo interior de quien precisa del diálogo sincero, familiar
y fraterno para descubrirse acompañado en el diario peregrinar.

En este contexto, podemos enumerar posibles líneas de trabajo en el ámbito de la


prevención familiar, tales como:
a) Generar centros de fortalecimiento y orientación familiar.
b) Motivar espacios de espiritualidad como retiros, convivencias y encuentros orientados
a valorizar la dinámica familiar desde el mensaje del Evangelio.
c) Ofrecer oportunidades de actividades dentro de las Capellanías para generar
compromisos como familia que ayuden a reconocer y asumir la comunicación y la
cooperación entre sus miembros.
d) Propiciar el trabajo “en red” y colaborativo entre familias para la promoción de
liderazgos sociales que afiancen los hábitos saludables y las actitudes y los
comportamientos preventivos.
e) Generar conciencia acerca de la importancia de la defensa de la vida en todos sus
aspectos, el uso recto de la libertad y la responsabilidad y el rol social y preventivo de los
trabajos grupales o comunitarios.
f) Despertar la necesidad de la participación, el compromiso, el protagonismo y la
responsabilidad social como medios privilegiados para estimular los hábitos saludables y
preventivos.

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g) Ofrecer actividades encaminadas a poner de relieve que “prevenir” no es


principalmente “evitar”, sino “proponer”. Es decir, desarrollar conductas proactivas – y no
simplemente reactivas – que conjuguen pensamiento, emoción, lenguaje y actividad.

En lo que concierne al acompañamiento de las familias laceradas por el germen de las


acciones en alguno de sus miembros, las posibles líneas de trabajo pastoral habrán de incluir
diversas propuestas, entre las cuales destacamos:
a) Generar – desde un programa de fortalecimiento y orientación familiar – la posibilidad
de ayudar a asumir el diagnóstico, ocuparse del enfermo y administrar los temores.
b) Motivar el acompañamiento de la comunidad mediante un clima de calidez y respeto,
favoreciendo la confianza y afrontando las limitaciones.
c) Establecer la Capellanía como un nexo con los recursos de la comunidad que puedan
prestar orientación y ayuda ante problemas administrativos, económicos y de violencia.
d) Propiciar espacios de diálogo que ayuden a comprender la necesidad de fortalecer la
responsabilidad social en orden a establecer y recuperar las normas como parámetro de
convivencia y las creencias como instancias simbólicas dadoras de sentido.

6. Intervenciones pastorales ambientales

Tal como lo hemos esbozado, el ámbito cultural y social en el cual se desarrolla nuestra
vida cotidiana posee dos aspectos cuya incidencia no puede ser descuidada. En primer lugar, la
desprotección de la familia y, en segundo lugar, las exigencias sociales individualistas que
encaminan al aislamiento social, el relativismo ético y el subjetivismo religioso. Cuando estos
elementos se conjugan están dadas las condiciones que propician el surgimiento de las adicciones
como realidad socialmente aceptada o tolerada llegando, incluso, a situaciones límites. 29

Por eso, al hablar de intervenciones pastorales ambientales pretendemos rescatar el


concepto de una ecología centrada en el ser humano, respetuosa del medio ambiente físico y
social, que nos ayude a descubrir nuestro lugar en el horizonte de la creación, asumiendo
liderazgos sociales, enraizados en la acción conjunta, con-causal y sistemática. Esta sinergia
social – de la cual no puede verse exenta la Capellanía en tanto Parroquia, comunidad de
comunidades – deberá propiciar el control y la responsabilidad de la conducta de cada uno de sus
miembros, tomando iniciativas para generar cambios, sin dejarse dominar por las circunstancias
externas. De esta manera, el trabajo en red hará posible instalar a la parroquia como la Iglesia
entre las casas desplegando una labor preventiva con el sello de la Misericordia de Dios entre los
sufrientes.

29
.- Cfr. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Informe Mundial sobre las drogas. Año 2012.
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Para consolidar este cometido, proponemos posibles líneas de acción pastoral, entre las
que destacamos:
a) Crear en el ámbito de las Capellanías espacios de encuentro que permitan vincular la fe
y la vida de un modo adulto, crítico y creativo.
b) Canalizar y favorecer en el ámbito institucional de las Fuerzas aquellas iniciativas que
se comprometen con la salud integral de la persona, teniendo el cuidado de sostener las
motivaciones profundas que hacen a la salud espiritual, ético-moral y religiosa.
c) Fomentar una permanente evaluación profesional (trabajo colaborativo) de las
dificultades espirituales que originan el inicio de las adicciones vinculadas con carencias
en la dimensión existencial y en la sana comunicación interpersonal.
d) Promover ambientes saludables donde desarrollar el esparcimiento, la cultura y el
consecuente aprovechamiento del tiempo libre.
e) Iluminar, desde la perspectiva de la fe, aquellas situaciones existenciales que puedan
ayudar a fortalecer las actitudes resilientes fundadas en la dimensión sobrenatural del
creyente.

7. Intervenciones Pastorales en el proceso de terapia y rehabilitación

Así como es preciso reflexionar sobre las intervenciones pastorales en el ámbito de la


familia y del medio ambiente social y cultural, también deben abordarse aquellos aspectos a tener
en cuenta en el acompañamiento espiritual 30 de quienes han comenzado a transitar un proceso de
recuperación para salir de la esclavitud provocada por las adicciones. No debemos olvidar que
este proceso ha de extenderse a lo largo de toda la vida, pues un adicto en recuperación es un
combatiente que se debate en el día a día tratando de trascender sus propias limitaciones. Es por
ello que necesitará de un acompañamiento técnico-profesional imprescindible como así también
de una contención afectivo-emocional de orden familiar y comunitaria.

Quienes han pasado por situaciones límites en el consumo de sustancias psicoactivas


habitualmente atesoran como experiencia la finitud y fragilidad de la vida y los interrogantes de
sentido y finalidad. Para transformar esa experiencia en un camino espiritual de rehabilitación es
necesario un proceso de maduración que implique – en un primer momento – actividades,
relaciones y valores que sean humanamente significativos para la persona. No obstante, para
poder hablar de un camino espiritual de rehabilitación será preciso sostener la experiencia
fundamente de la experiencia de Dios, los valores que se derivan del Evangelio, las virtudes que

30
.- Pontificio Consiglio per gli Operatori Sanitari, La pastorale sanitaria e la nuova evangelizzazione. Noviembre
2013. Cap IV, pag. 33-34.
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sustentan la vida moral y las mociones del Espíritu Santo, que muestran interiormente la voluntad
de Dios sobre nuestras vidas concretas.

De alguna manera, en el proceso de rehabilitación la persona debe internalizar


espiritualmente que la vida tiene un significado, un valor que va más allá de los objetivos del yo
que encierra la conciencia y que implican el riesgo de clausura en un mero más acá sin
trascendencia. Esta actitud espiritual no puede ser impersonal; al contrario, no es posible que
prescinda del encuentro con el otro, en la contención entrañable del vínculo humano, y en la
apertura al abrazo amoroso con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

De esta manera, la vida espiritual y las prácticas religiosas impactan favorablemente sobre
los recursos que permiten afrontar y superar situaciones que interpelan o – incluso – que denigran
a quienes las padecen, abriendo perspectivas de salud integrales. Por otra parte, la necesidad de
coherencia de vida, la profundización en el proceso de conversión y la importancia de las buenas
decisiones personales, promueven el deseo de vivir, arraigando en la existencia, y generan
sentimientos sanos, capaces de curar incluso el espacio social primario que sostiene a quien está
en el proceso de rehabilitación.

Es por ello, que el proceso de terapia y rehabilitación no está exento de acciones


pastorales, que – a modo de grandes líneas inspiradoras – podrán contemplar:
a) Abordar las necesidades espirituales detectadas en el paciente mediante un
acompañamiento personal y fraternalmente cercano.
b) Generar un itinerario de acompañamiento para quienes realizan rehabilitación en
residencias o clínicas.
c) Establecer la fe y la práctica religiosa en toda su dimensión como recurso de
articulación de las intervenciones motivacionales del plano existencial.
d) Promover los recursos de la espiritualidad como generadores de horizontes personales
de significación.
e) Afianzar en los agentes pastorales la necesidad de la formación permanente en lo
concerniente a la problemática de las adicciones, como así también la clarificación de los
límites entre el acompañamiento terapéutico y el acompañamiento pastoral, evitando – así
– extrapolaciones impropias.
f) Apuntalar los vínculos familiares y sociales, propiciando espacios de reflexión que
ayuden a sopesar y contrarrestar las actitudes y conductas no saludables que afectan a los
grupos sociales primarios.

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8. Conclusión

El Año de la Misericordia se nos ofrece como una ocasión providencial para renovar la
identidad más profunda de nuestra Iglesia Diocesana Castrense en un contexto cultural y social
herido por la esclavitud del pecado, la falta de sentido existencial, el cuestionamiento de las
verdades sobre Dios y el hombre y las múltiples manifestaciones de la corrupción y la injusticia.

La delincuencia, el narcotráfico, el narcomenudeo y el consumo – uso y abuso – de


sustancias psicoactivas se entretejen en este horizonte complejo y multifactorial. La toxicomanía
y las más diversas formas de presentación del fenómeno de las adicciones nos interpelan a vivir
la misericordia cristiana que crece y madura en tanto se ejercita. El amor de Dios, que hace
nuevas todas las cosas, no permite que caigamos en un pesimismo estéril, 31 sino que nos abramos
a una espiritualidad misionera 32, kerygmática y mistagógica. 33

Reflexionar sobre las obras de misericordia, para despertar nuestra conciencia y


ayudarnos a descubrir las miserias y pobrezas que afligen a tantos hermanos, debe ser ocasión
propicia para acudir con solicitud y ternura evangélica en ayuda de quienes más sufren.
Concientizar, prevenir y educar han de ser parámetros de evangelización que harán posible prever
y salir al cruce de aquellas situaciones de marginación y de exclusión 34 que se producen cuando
llegamos tarde, porque el fenómeno del sufrimiento humano – que podría haberse evitado – ya se
ha instalado en las fibras más íntimas de la naturaleza humana.

Por eso, una Iglesia Diocesana que peregrina es una comunidad creyente en salida 35 que
busca primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. 36 En tal sentido, la actitud de
Cristo, Buen Pastor 37 y Samaritano 38, se encarna entre los discípulos para que, superado todo
miedo que encierra y vuelve infecundo el testimonio, el gozo del Evangelio transfigure a cuantos
se abren dócilmente a los influjos de su gracia. De esta manera, a imagen de un nuevo
Pentecostés, impulsados por el Espíritu de Dios y acompañados por la presencia maternal de la
Santísima Virgen, venceremos el miedo con el fuego del amor infinito que en su providencia
nunca nos abandona.

Mons. Pedro Candia


Administrador Diocesano
Obispado Castrense de Argentina

31
.- Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 84-86.
32
.- Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 78-80.
33
.- Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 163-168.
34
.- Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 40-45.
35
.- Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nn° 20-24.
36
.- Cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n° 24.
37
.- Cfr. Jn 10, 11.
38
.- Cfr. Lc 10, 25-37.
12

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