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Cátedra de Hidrogeología

Hidrogeología en
rocas plutónicas y
metamórficas

Autores:
Coppo, Renata
Lo Tuso, María Florencia
Ordoñez, Natalia

09/11/2012
Contenido
Introducción ..................................................................................................................................................... 2
Tipos de rocas .................................................................................................................................................. 3
Rocas intrusivas, plutónicas o cristalinas ...................................................................................................... 3
Rocas metamórficas ..................................................................................................................................... 3
Rocas filonianas ............................................................................................................................................ 3
Dimensiones geométricas ............................................................................................................................ 3
La meteorización .......................................................................................................................................... 3
La fracturación.............................................................................................................................................. 4
Porosidad...................................................................................................................................................... 4
Permeabilidad y caudal de los pozos ............................................................................................................ 5
Relación entre las características litológicas y la composición química de las aguas .................................... 5
Acuíferos de fisura ............................................................................................................................................ 5
Conclusión ........................................................................................................................................................ 7
Bibliografía ...................................................................................................................................................... 8
Introducción

La prospección de las aguas subterráneas debe comenzar con el reconocimiento


geológico de la zona, ya que la ausencia o existencia de acuíferos subterráneos está
fundamentalmente condicionada por la naturaleza de las rocas que constituyen el
subsuelo.

Alrededor de 20% de la superficie terrestre está ocupada por rocas cristalinas o


metamórficas. En su conjunto, ambos tipos de rocas son muy pocas permeables y tienen
una capacidad muy reducida como embalses subterráneos. Sin embargo, en amplias
regiones del mundo, donde a corta distancia no existen otros acuíferos, su estudio puede
tener un notable interés, especialmente para atender el abastecimiento de agua de
núcleos urbanos o industriales de dimensiones más bien reducidas, o para regadíos de
pequeña superficie.

Los pozos construidos en estas rocas son adecuados para usos domésticos o ganaderos.
El agua procede principalmente de las zonas meteorizadas, con fallas, o con diaclasas,
como puede observarse en la figura 1. Tanto la meteorización como la fracturación suelen
ser mas intensas cerca de la superficie y decrecen progresivamente al aumentar la
profundidad. Por debajo de los 30 metros puede darse que las perforaciones ya no den
agua.

Según Davis y De Wiest (1966) pocas tareas son más difíciles que situar adecuadamente
pozos de agua en rocas ígneas y metamórficas, debido en gran parte a las dificultades
que presenta la cartografía geológica detallada y a lo complicado que es localizar las
zonas más permeables.

Las rocas se pueden clasificar según sus propiedades hidrogeológicas, geohidráulicas,


(almacenamiento de agua, permeabilidad hidráulica) y edafológicas.

La ecuación de Darcy sólo es válida para un régimen de agua subterránea laminar, que se
da en los acuíferos aproximadamente homogéneos e isótropos, por ejemplo, en los
sedimentos clásticos (granulares) y en las rocas sedimentarias (arena, grava o arenisca).

La distribución espacial de las fisuras en las rocas fisuradas es normalmente discreta,


aunque a menudo una orientación espacial preferente puede provocar una permeabilidad
anisótropa. Por este motivo la matriz rocosa solo puede ser considerada homogénea e
isótropa a gran escala. En este caso los términos porosidad y permeabilidad hidráulica no
se aplican de manera sencilla en los estudios geohidráulicos de los sistemas rocosos
fisurados.

La permeabilidad de los sistemas fisurados refleja la historia geológica de las rocas,


especialmente las exposiciones a tensiones tectónicas. Los procesos de meteorización y
otros procesos geológicos pueden ocasionar cambios durante el pasado geológico. Los
sistemas más jóvenes de fisuras de los últimos fenómenos tectónicos son a menudo más
permeables que las más antiguas, las cuales pueden estar rellenas por minerales
secundarios. Los análisis realizados con uranio pueden ayudar a distinguir entre fisuras
antiguas y jóvenes.

Tipos de rocas

La importancia del tipo litológico en la permeabilidad y en la porosidad no suele ser tan


grande como se podría esperar. Puede decirse que, todas las “rocas densas”
(metamórficas, filonianas o cristalinas) tienen propiedades hidrogeológicas bastante
análogas. Las diferencias que se aprecian entre los distintos tipos de rocas parecen
deberse principalmente a diferencias en su historia de meteorización y/o fracturación.

Rocas intrusivas, plutónicas o cristalinas

Las rocas ígneas intrusivas (también llamadas plutónicas o cristalinas) se forman a partir
del lento y progresivo enfriamiento de un magma en el interior de la corteza terrestre. Los
minerales mas frecuentes son el cuarzo, los feldespatos, las micas, los piroxenos y los
anfíboles. Las tres rocas más comunes de este tipo son: el granito, la sienita y la diorita.

Las rocas plutónicas duras (por ejemplo, el granito), que son ricas en cuarzo, son
propensas a sufrir fisuración. Mediante meteorización mecánica éstas crean aluviones
arenosos que son permeables en la superficie; mientras que las rocas pobres en cuarzo
están sujetas a la meteorización química, generando así minerales arcillosos, que son
menos permeables y a menudo obturan las fisuras de la roca subyacente.

Estas rocas son permeables en las zonas donde las fisuras están abiertas. Normalmente
el ancho de las fisuras y por lo tanto la permeabilidad decrecen con la profundidad.

Rocas metamórficas

Las rocas metamórficas son rocas ígneas o sedimentarias que han experimentado
profundas transformaciones físicas y químicas, dando lugar a cambios en la
propia estructura de la roca, ajustándose a las nuevas condiciones de presión,
temperatura y posibles aportes químicos (ej. pizarras, esquistos, migmatitas, gneiss,
mármoles, etc.).

Las posibilidades de formar acuíferos en estas rocas quedan reducidas a la zona alterada
superficial o a las fracturadas por fallas y diaclasas, que permiten una apreciable
circulación de agua, ya que son normalmente permeables en la zona donde las fisuras
están abiertas. Los gneis ácidos que contienen cuarzo están sujetos a meteorización,
dando lugar a aluviones arenosos. Las calizas (carbonatos) metamórficas cristalinas son
propensas a sufrir karstificación, de manera que suelen contener agua subterránea
kárstica.

Rocas filonianas

Se caracterizan por aparecer frecuentemente en forma de filones o diques intercalados o


cortando otras formaciones rocosas. Sus minerales suelen presentar cristales de gran
tamaño y otros mucho más pequeños. Los tipos de minerales suelen ser los mismos que
en las rocas intrusivas. Si bien su origen es aún objeto de gran controversia, se cree que
es probable que se correspondan a inyecciones de magma con un principio de
cristalización, que al ascender a través de grietas, han sufrido un enfriamiento rápido. Los
tipos más comunes son las pegmatitas y los pórfidos de distintos tipos. Los diques y
filones, suelen tener formas muy irregulares. Cuando se encuentran muy fracturadas
actúan como capas drenantes respecto a la roca encajonante; en cambio cuando no
están fracturadas pueden actuar como “presas hidrogeológicas” debido a su
impermeabilidad.

Dimensiones geométricas

Cuando se realiza el estudio de un acuífero, es conveniente conocer, al menos de forma


aproximada, las dimensiones geométricas de la formación geológica que lo contiene.

En las rocas cristalinas suele ser mucho más importante la influencia de la meteorización
y/o la fracturación que las dimensiones de la formación geológica. En rocas metamórficas,
especialmente si han sufrido intensos procesos de plegamiento, es muy difícil reconstruir
su geometría de detalle. Con respecto a las rocas filonianas, de igual manera que con las
metamórficas, la reconstrucción de su forma es todo un desafío, debido a que pueden
llegar a ser muy irregulares. En estos dos últimos tipos de roca, conocer su geometría y
disposición en el espacio es más importante que en las rocas plutónicas a la hora de
realizar una perforación.

La meteorización

Los procesos físicos (gelifracción, descompresión, expansión térmica) y químicos


(hidrólisis, disolución, oxidación), a los que se encuentran sometidas las rocas y sus
minerales, hacen que los mismos se transformen en fragmentos de menor tamaño o en
otros minerales.

La meteorización química no depende sólo de la litología sino también de las condiciones


climáticas, y tendrá mayor influencia mientras más cálido y húmedo sea el clima.

La meteorización química de feldespatos, piroxenos y anfíboles, conduce siempre a


aumentar la porosidad y a menudo también, la permeabilidad.

No obstante, a veces los productos arcillosos procedentes de la meteorización pueden dar


lugar a una reducción de la permeabilidad.
La fracturación

La fracturación de las rocas puede deberse a fallas o diaclasas, según si los bloques
separados por el plano de fracturación se encuentren o no desplazados
macroscópicamente, uno respecto del otro. A veces lo que separa los dos bloques no es
un plano sino una zona de milonita o de roca machacada.

La fracturación de las rocas intrusivas aumenta su porosidad y especialmente, su


permeabilidad. La abertura de las diaclasas puede variar desde unos pocos milímetros en
las zonas poco profundas, hasta estar prácticamente cerradas en profundidad. Las
fracturas de falla y/o las zonas milonitizadas pueden alcanzar grandes profundidades.

No es aconsejable considerar en todos los casos que las zonas de fracturas sean lugares
permeables, ya que según la naturaleza de la roca, algunos productos de la meteorización
pueden rellenar las fisuras o impermeabilizar las zonas miloníticas.

Porosidad

No existen demasiados datos precisos sobre la porosidad total o eficaz en este tipo de
formaciones geológicas. Son frecuentes los datos sobre la porosidad total obtenida en
laboratorio mediante ensayos en probetas no meteorizadas de reducido tamaño que
indican una porosidad menor del 3% y casi siempre, menor del 1%.

Este tipo de porosidad medida en el laboratorio, a veces denominada primaria, es poco


significativa para la búsqueda de aguas subterráneas, ya que lo que realmente interesa es
la porosidad efectiva.

En la figura 2 se da un ejemplo de la porosidad total y efectiva de una zona de


micaesquistos cuarcíticos investigado por Stewart (1962 y 1964).
Hay tres factores principales que pueden aumentar significativamente dicha porosidad:

 Meteorización
 Fracturación (ver figura 3)
 Disolución (ver figura 3)

El más importante es la meteorización, que puede multiplicar por 10 o por 20 veces la


porosidad primaria de una roca sin alterar.

La fracturación no parece que pueda aumentar la porosidad en la misma proporción que


la meteorización.

Los efectos de la disolución de los minerales de las rocas ígneas no parece ser un factor
importante para dar lugar a un aumento de la porosidad.

En la tabla 1 pueden observarse valores de porosidad y permeabilidad de rocas


plutónicas y metamórficas.

Permeabilidad y caudal de los pozos

La permeabilidad primaria de las rocas ígneas suele ser extraordinariamente reducida, y


rara vez alcanza los 10-3 o 10-4 m/día.
La permeabilidad secundaria originada por los mismos factores expuestos al comentar la
porosidad, frecuentemente multiplica la permeabilidad de los conjuntos rocosos por 10 3 o
104.

Considerada a menor escala, la permeabilidad de las rocas puede variar mucho más; de
ser prácticamente nula en un bloque no fracturado, a ser de varios centenares de m/día
en una grieta abierta y limpia.

Un fenómeno característico de la permeabilidad de las rocas plutónicas es su


heterogeneidad vertical, en el sentido de que, por lo general esta propiedad disminuye al
aumentar la profundidad. Los estudios realizados no refieren a la permeabilidad
propiamente dicha, sino al caudal de los pozos por unidad de longitud de la perforación.
Los datos estadísticos obtenidos por Davis y Turk (1964), permiten inferir que el caudal
por metro lineal de pozo bajo la zona saturada, disminuye con la profundidad.
Investigaciones por parte de Avias (1967) y Legrand (1954) permiten llegar a la
conclusión de que a los 30 a 50 m de profundidad bajo la superficie del terreno, las fisuras
de rocas cristalinas y metamórficas, prácticamente no dejan pasar el agua, o lo hacen en
mucho menor medida.
Otro dato obtenido estadísticamente por Davis y Turk (1964) indica que la media de los
caudales suele oscilar entre 60 y 150 m3/día, y que sólo del 2 al 10% de los pozos suelen
dar caudales superiores a 250 o 300 m3/día.

Relación entre las características litológicas y la composición química de las aguas

La composición química de las aguas de una zona está influenciada por el ambiente
geológico (composición química de as rocas y de sus productos de meteorización) y por
el ambiente hidrológico (precipitación, evapotranspiración y permeabilidad de los
terrenos). En algunas regiones, las actividades humanas juegan también, un papel
importante. En este trabajo haremos hincapié en como influyen las características
geológicas.

Los principales constituyentes químicos de los minerales que forman las rocas plutónicas
y metamórficas son óxido de sílice, aluminio, hierro, calcio, sodio, magnesio y potasio. Los
productos de meteorización de los tres primeros son materiales residuales insolubles que
quedan “in situ”, mientras que los de los cuatro últimos son materiales solubles que son
transportados por el agua.

La composición de las aguas no tiene una relación directa con la composición de las
rocas, porque influyen además la velocidad de degradación de los diversos materiales y
de la solubilidad de los productos de la meteorización. Por ejemplo, los minerales
ferromagnésicos se desintegran más rápido que los feldespatos; los feldespatos calco-
sódicos se meteorizan más rápidamente que los potásicos. Por eso, frecuentemente, los
iones calcio y sodio son los más abundantes en aguas de regiones con litologías ígneas y
metamórficas. El potasio, si bien es un importantes constituyente de estas rocas, rara vez
se encuentra en concentraciones mayores de 10 ppm, y esto se debe a que es fijado por
las partículas arcillosas.

En ocasiones, los manantiales termales, bastantes comunes en zonas de fallas o


fracturas, pueden tener una influencia local en la composición de las aguas subterráneas.
Esto se debe a que provienen de zonas bastante profundas y su composición difiere, de
aquellas aguas que se infiltraron desde la superficie.

En climas húmedos, incluso semiáridos, las aguas subterráneas de las rocas cristalinas y
metamórficas suelen tener un residuo seco muy pequeño, inferior a 200 a 300 ppm. Se
aprecia una relación entre la composición catiónica y la roca; así en las aguas de gabros y
anfibolitas, habrá mayores concentraciones de calcio y magnesio que en las de sienitas y
granitos. En anión predominante suele ser el bicarbonato. En general las aguas pueden
definirse como bicarbonatadas, calco-sódicas o bicarbonatadas calco-magnésicas.

En climas áridos, la situación es diferente. En regiones desérticas de Brasil se


determinaron concentraciones de residuo seco de entre 1700 y 8000 ppm, con mayores
concentraciones en zonas de menor cantidad de lluvias. En rocas cristalinas y
metamórficas del Sahara, se determinaron aguas de pozos con residuos secos en
concentraciones de entre 3500 a 20000 ppm. En cuencas cerradas, donde se forman
evaporitas sobre un zócalo cristalino, las aguas subterráneas pueden llegar a tener
concentraciones de entre 250000 y 300000 ppm, llegando a la saturación. Sin embargo,
en otras regiones relativamente áridas, el residuo seco rara vez sobrepasa los 1500 ppm.

La capacidad de las fisuras o diaclasas para retener organismos patógenos suele ser
inferior a la de los poros de los acuíferos aluviales, y considerando que son pozos
generalmente superficiales, no es de extrañar que se encuentren contaminados.

Acuíferos de fisura

Los problemas de los acuíferos de fisura radican en la heterogeneidad que en la enorme


mayoría de los casos presentan. Es muy difícil introducir conceptos como el de
permeabilidad o transmisividad en mazos de fracturas, y mucho menos la compleja
formulación matemática que intenta describir el comportamiento del nivel piezométrico en
el momento de la explotación, que presupone condiciones de uniformismo en las
condiciones de entorno que claramente no se cumplen en el caso de los acuíferos de
fisura.
El hecho más notable desde el punto de vista del agua subterránea de las rocas “duras”
(ígneas y metamórficas) es que carecen de porosidad (o la misma es muy reducida).
Dicho de otra manera, las rocas “cristalinas” son impermeables, no almacenan ni
conducen ningún tipo de fluido por sí mismas.
Como se dijo anteriormente, la única manera de que el agua infiltre y se almacene en el
seno de las rocas del basamento cristalino es que éstas hayan adquirido algún tipo de
porosidad secundaria por fenómenos que ocurrieron posteriormente a su génesis. Existen
tres fenómenos por los que una roca particular sin porosidad primaria, adquiere porosidad
secundaria y son: la disolución, meteorización y la fracturación.
En los primeros centenares de metros de la corteza terrestre las rocas “duras” tienen la
propiedad de comportarse como un rígido. Ello quiere decir que se fracturarán ante
esfuerzos que actúen sobre la porción del planeta en el que estén emplazadas.
A lo largo de la historia geológica han ocurrido una serie de eventos tectónicos dando
lugar a un conjunto de familias de fracturas y que eventualmente permiten la acumulación
de agua subterránea en los primeros metros desde la superficie.
La única manera de obtener agua subterránea en un terreno de rocas “duras” es ubicar
una perforación que intercepte una fractura. Por lo general las fracturas o fallas son
verticales a subverticales, por lo que la ubicación precisa de la perforación es crítica.
Todas las fracturas viabilizan en mayor o menor medida la circulación del agua
subterránea; por lo tanto también serán conductos para el desarrollo de la meteorización,
responsable de la destrucción de la roca original y neoformación de minerales estables en
condiciones superficiales. Los minerales estables en la superficie terrestre son por
excelencia las arcillas, que resultan del reacomodamiento de los elementos químicos que
forman a los minerales constituyentes de las rocas originales (ígneas y metamórficas).
Si las fracturas afectan rocas compuestas por minerales fácilmente meteorizables, la
fractura se verá sellada o taponada con las arcillas neoformadas. Por el contrario, si las
fracturas recortan a rocas compuestas por minerales poco alterables éstas permanecerán
limpias y abiertas, maximizándose el almacenamiento y la conducción del agua
subterránea.
Para obtener agua subterránea en una región con subsuelo compuesto por rocas
cristalinas, basta con encontrar una fractura que corte a una roca con composición
mineralógica tal que la neoformación de arcillas sea mínima o inexistente.
Es necesario que las fracturas estén conectadas con el ciclo hidrológico para que puedan
recargarse con agua. Toda el agua subterránea proviene de la infiltración de la lluvia, y
para llegar desde la atmósfera al subsuelo deberá indefectiblemente atravesar el suelo.
Las propiedades químicas del suelo y las actividades que se desarrollen sobre él influirán
en la composición química y la calidad del agua que se infiltrará. El manto de alteración
de las rocas cristalinas en los primeros metros desde la superficie funciona como un
acuitardo que almacena el agua de lluvia y lentamente la conduce o infiltra a las fracturas
subyacentes.
Los lugares de la superficie terrestre donde el agua está durante mayor tiempo en
contacto con las fracturas que afectan el subsuelo son los cursos de agua superficial: ríos,
cañadas y arroyos. Por lo general en áreas de basamento cristalino los cursos
superficiales están en mayor o menor grado “controlados” por la red de fracturas del
subsuelo. Al estar las rocas duras fracturadas o rotas, a las cañadas, ríos y arroyos se les
vuelve más sencillo (desde el punto de vista energético) entallarse sobre las fracturas.
Esto tiene efectos beneficiosos sobre el agua subterránea, ya que en una red de fracturas
que condiciona a cursos superficiales, la recarga está maximizada.
Podemos decir entonces que estamos frente a un acuífero fisurado, si encontramos una
red de fracturas que afecten a rocas poco meteorizables y con recarga asegurada.
Podemos observar un esquema de acuífero fisurado en la imagen.

Cuando las fracturas están abiertas y limpias (afectan a rocas de composición ideal para
el almacenamiento de agua subterránea), y las condiciones de recarga están aseguradas
mediante interconexión con el sistema hídrico superficial, las probabilidades de obtener
caudales satisfactorios en una obra de captación correctamente ubicada, diseñada y
construida son elevadas.
Una vez obtenidos resultados satisfactorios al realizar un pozo en rocas duras, hay que
tener en cuenta que el caudal del mismo, disminuye inevitablemente con el tiempo. Esta
disminución del caudal va a depender indudablemente de la permeabilidad de la roca, de
las fracturas que intercepte el pozo y de la magnitud de la recarga del mismo, que en este
tipo de rocas es en general, menor que la explotación.
En las figuras 5, 6, 7 y 8 se presentan distintos casos de pozos emplazados en rocas
cristalinas, y la disminución del nivel (en función del tiempo) que sufre cada uno de ellos,
según la velocidad de bombeo que se utilice. En todos los casos, se recomiendan
velocidades de bombeo inferiores a 0,3 l/s para que el descenso del nivel del pozo no sea
tan acentuado.
Conclusión

Si bien la extracción de agua subterránea en rocas plutónicas y metamórficas no es tan


eficiente como en rocas sedimentarias, en algunas regiones donde no existen otras
fuentes de este recurso, se ha convertido en una verdadera alternativa.
Como la capacidad de proveer agua de éstas rocas no depende exclusivamente del tipo
de roca sino del grado de fracturación y/o meteorización, no puede establecerse un
rendimiento estándar de las mismas. Es por esto que el hidrogeólogo debe analizar
cuidadosamente cada caso, considerando todos los factores que afectan a la capacidad
de éstas rocas de convertirse en un suministro de agua útil y rentable.
En cuanto a las desventajas más importantes de la implantación de acuíferos de fisura en
rocas plutónicas y metamórficas, hay que tener especialmente en cuenta las siguientes:
1) Es muy difícil establecer superficies piezométricas regionales.
2) No es rentable perforar a más de 50 o 60 metros de profundidad en este tipo de
terrenos.
3) Es muy difícil predecir el comportamiento del acuífero y de las obras que lo intercepten.
4) Los resultados de un estudio puntual no son extrapolables (por la heterogeneidad de
estas formaciones).
Bibliografía

1) CUSTODIO, Emilio J. y LLAMAS, Manuel R. “Hidrología Subterránea”, segunda


edición (1983). Ediciones Omega. Barcelona. 1996.

2) GIL MONTES, Juan. “Recursos hidrogeológicos”, en


http://gea.ciens.ucv.ve/geoquimi/hidro/wp-content/uploads/2011/07/recursos.pdf

3) MOOK, W. G. “Isótopos Ambientales en el Ciclo Hidrológico. Principios y


aplicaciones”. Instituto Geológico y Minero de España, Madrid, 2002.

4) SIN AUTOR. “Acuíferos de fisura” en


http://www.educablogs.org/ingenieriacivil/2011/08/26/acuiferos-de-fisura/

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