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Manuscrito para publicación como editorial de la revista

Paz y Ambiente

“Relaciones con la fauna silvestre”

por

Carlos Drews, Ph.D.

Programa Regional en Manejo de Vida Silvestre (PRMVS)


Universidad Nacional de Costa Rica
Apartado 1350 - 3000 Heredia, Costa Rica
Tel. 2773600 o 2377039
Fax: 2377036
e-mail: cdrews@una.ac.cr

Heredia, 25.11.1999
Relaciones con la fauna silvestre

En Costa Rica viven aproximadamente 140.000 pericos y loros enjaulados como mascotas en
hogares. De otra parte no nos sorprende que las personas coloquen plantas ornamentales dentro
de sus casas. La bien arraigada biofilia, la afinidad por la flora y la fauna viva, probablemente
conduce a a los citadinos a rodearse de pedacitos de naturaleza dentro de sus paredes de
concreto, como una manera de acercarse a aquel entorno silvestre en el que se originó nuestra
especie. La tenencia de mascotas silvestres es más común en zonas urbanas que en las rurales.
Básicamente, la cercanía a las plantas y los animales nos hace sentir bien. Sabemos que detrás de
la tenencia de fauna silvestre en hogares se encuentra en muchos casos una relación estética con
los animales, un gran aprecio por sus colores, voces, formas y movimientos.
Pero hay otras maneras cotidianas de relacionarnos con la fauna silvestre. Los
documentales televisivos sobre la naturaleza gozan de altos niveles de sintonía y ocupan con
frecuencia los horarios más concurridos en la batalla por los espacios comerciales de emisión. Es
evidente que los televidentes ven enriquecida su vida al aprender sobre los procesos de la
naturaleza - reciben un aporte más al entendimiento de nuestro lugar y el de los demás organismos
en el universo. Tal grado de aprecio se da igualmente hacia conocimiento que no se traduce en
soluciones tecnológicas hacia la mejoría del bienestar humano, como lo sería, por ejemplo, un
documental sobre la vida social de los monos congos. Esta información, producto de las
investigaciones de la ciencia básica, ocupa en el público un espacio similar al de las artes:
enriquece el espíritu y por esa buena razón no queremos prescindir de ella. Se alude en este
contexto a la relación inquisitiva del ser humano hacia la naturaleza.
Cuando usamos productos de la fauna silvestre para el consumo propio o inclusive el
comercio, damos lugar a una relación utilitarista con los animales. Esta actitud contrasta con la
relación moralista de varias personas con los organismos. Estas personas abogan por una
naturaleza intocable, portadora de principios morales ejemplares, y dueña de derechos que
ameritan su respeto. Algunos ciudadanos en su tiempo libre se internan en la montaña, visitan
lagos o ríos, acampan junto al mar, disfrutan los parques nacionales, y fortalecen de manera
interactiva una relación naturalista con los animales silvestres y las plantas. Por el contrario,
algunas personas evitan el contacto directo con la fauna, aborrecen los insectos, se intimidan ante
un bosque frondoso y viven de forma manifiesta una relación negativista con la naturaleza.
Existen además manifestaciones de una relación dominionística con los animales, tales como el
fanatismo por las corridas de toros, o las golpizas a que se somete la fauna durante su
adiestramiento para tareas domésticas o circenses. En estas últimas se deriva placer al someter los
animales a la superioridad física o intelectual del ser humano. En clara yuxtaposición a esta
relación se encuentran los sentimientos amorosos y afiliativos de algunas personas cuya relación
con los animales es humanitaria.
Probablemente cada persona se identifica con una o varias de las posibles relaciones con la
fauna silvestre y traduce a su cotidianidad un abanico de manifestaciones de estas. Las mascotas
silvestres, como las lapas y loros, ilustran como en el proceso se acomodan varias de estas
relaciones. Los turistas extranjeros y nacionales van a las áreas silvestres a ver los animales en
libertad, movidos por una relación naturalista y a veces inquisitiva. El cazador y el comerciante de
animales extraen la fauna del entorno natural, respondiendo a su relación utilitarista con las
especies. En el hogar del destinatario final se vive la relación estética con la mascota silvestre. Los
centros de rescate que rehabilitan la fauna decomisada para su liberación eventual en el bosque,
manifiestan sus relaciones moralistas y humanitarias con los animales.
Si bien se puede hacer una caracterización de las relaciones de cada individuo con la fauna
silvestre, también se puede hacer tal representación para una sociedad entera. En una
comparación de las actitudes hacia la naturaleza entre los Estados Unidos, Japón y Alemania, este
último país se destaca por una fuerte relación moralista, los Estados Unidos por su relación
utilitarista, y Japón por los altos niveles en las relaciones negativista y dominionística con la
naturaleza. No existe aún ningún estudio en Latinonamérica que permita hacer un diagnóstico
propio de la relación de una nación con sus animales silvestres, y mucho menos una comparación
con las sociedades mencionadas arriba. La constelación de relaciones de una nación con la fauna
silvestre y la magnitud de cada una determina en gran medida las prácticas que serán comunes y
que podrían ir en detrimento de la conservación de especies silvestres o de su bienestar individual.
Invito a los lectores de este número a hacer su propia reflexión sobre la manera como la sociedad
costarricense se relaciona con la naturaleza, y de manera introspectiva a revisar de manera crítica
las prácticas cotidianas en que cada uno nos relacionamos con la fauna silvestre.

Carlos Drews, Ph.D.


Académico del Programa Regional en Manejo de Vida Silvestre
Universidad Nacional

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