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Cita: Drews C. 2002. Convivencia con murciélagos en Costa Rica. Ambientico 103: 12-13.

Nuestras actitudes y prácticas cotidianas hacia la fauna silvestre, su trato y su maltrato, son un indicador de la manera
como nos relacionamos con la naturaleza. Actualmente, la convivencia con fauna nativa resulta de la cuestionable
adquisición y mantenimiento de fauna silvestre como mascota, o de la colonización de nuestra vivienda por animales.
La administración particular de esa convivencia es el resultado de tradición, de educación y del esquema de valores que
gobiernan nuestras percepciones y acciones. Los murciélagos cohabitan frecuentemente con el ser humano en sus
edificaciones. Este ensayo investiga algunas aristas de la relación entre el ser humano y los quirópteros, a manera de
lente hacia el entendimiento de la relación entre fauna y sociedad.

Costa Rica es uno de los países con mayor diversidad de murciélagos por unidad de área del mundo. Reúne por lo
menos 110 especies de quirópteros con hábitos alimentarios diversos y altamente especializados. Según la especie, su
dieta puede incluir frutos, néctar, peces, pequeños vertebrados, otros murciélagos, insectos y sangre. Es indiscutible
su papel fundamental como dispersores de semillas y polinizadores en la dinámica de nuestros bosques tropicales y
algunos cultivos, así como en el control de poblaciones de algunas de sus presas. Varias especies han adaptado sus
hábitos a las modificaciones del paisaje causadas por el desarrollo humano, e inclusive han colonizado entornos
urbanos, de manera que los costarricenses conviven estrecha e involuntariamente con los murciélagos.

Por lo menos uno de cada diez


hogares en el país comparte su
vivienda con murciélagos. El 9,4% de
1.021 adultos costarricenses
encuestados en 1999 por el Programa
Regional en Manejo de Vida Silvestre
de la Universidad Nacional reportó la
presencia de murciélagos en su
vivienda. Este porcentaje es
conservador, en la medida en que los
murciélagos pueden habitar la
vivienda sin que sus moradores se
hayan percatado. La incidencia de
murciélagos en viviendas es tres veces
mayor en entornos rurales (14,1%)
que en urbanos (4,3%). Partiendo de
un parque habitacional de 937.210
viviendas, según el censo del año 2000, el total nacional mínimo de viviendas con presencia confirmada de
murciélagos es de 87.020. Edificaciones grandes, con amplios cielorrasos y áticos sin perturbaciones regulares son
refugios ideales para los quirópteros. El 22% de los encuestados reportaron la presencia de murciélagos en una escuela
o colegio del vecindario, y el 24,3% reportaron su presencia en una iglesia cercana. La incidencia de murciélagos en
tales edificaciones es probablemente mayor, ya que su presencia puede pasar fácilmente inadvertida. Los murciélagos
definitivamente han visto enriquecidas sus opciones de refugios en el transcurso de la expansión poblacional de Costa
Rica.
Son pocas las especies que usualmente colonizan viviendas humanas, y todas ellas son inofensivas para las personas.
Los techos con estrechas aperturas son refugios idóneos para los molósidos, especies insectívoras y hábiles trepadores
que se arrastran por las hendijas y recovecos de los cielorrasos y paredes huecas. En áticos y espacios oscuros abiertos
se encuentran generalmente algunas especies frugívoras y nectarívoras que se suspenden boca abajo libremente de sus
patas. Algunos establos y bodegas abandonadas pueden albergar típicamente a los embalonúridos, insectívoros
pequeños que reposan boca abajo sobre paredes y otras superficies verticales. Estos murciélagos no son típicos
vectores de enfermedades que atenten contra nuestra salud. Los vampiros no se encuentran normalmente en viviendas
humanas. La matanza o erradicación indiscriminada de estos animales de la casa es en la mayoría de los casos
injustificada.

A pesar de sus características inofensivas y su desinterés por los víveres y asuntos de los humanos, los murciélagos
son generalmente percibidos negativamente por la sociedad. En una prueba de selección con cuatro opciones a lo largo
de un diferencial semántico, los adultos costarricenses indicaron sus percepciones sobre los murciélagos (Figura 1).
Los porcentajes de valores inclinados hacia el atributo negativo sugieren que la mayoría de los costarricenses
consideran a los murciélagos como plaga, sucios, feos, portadores de enfermedades y aburridos. Prácticamente la mitad
los considera como peligrosos y la otra mitad como inofensivos. Una quinta parte de los entrevistados les atribuye a
los murciélagos poderes sobrenaturales. Las mujeres tienen percepciones más negativas de los murciélagos que los
hombres.

Aunque en algunos casos una gran colonia de murciélagos puede causar malos olores y manchas en el cielorraso, la
presencia de quirópteros en casa no es generalmente percibida como problemática en Costa Rica. Poco más de la
mitad de los hogares con murciélagos afirman que en general no se ven afectados por estos animales. No hubo
diferencias significativas entre los que tienen y los que no tienen murciélagos en casa respecto de su clasificación
como peligrosos-inofensivos, plaga-benéficos, sucios-limpios, feos-atractivos, portadores de enfermedades-en general
sanos, aburridos-interesantes, con poderes o sin poderes sobrenaturales.

Las percepciones sobre los murciélagos están estrechamente ligadas al grado de escolaridad de los encuestados (Figura
2). Los extremos negativos en el diferencial semántico de varios atributos son resaltados principalmente por personas
de bajo nivel de escolaridad. Las supersticiones y temores infundados parecen reducirse conforme se progresa en la
educación. La tolerancia hacia los murciélagos en viviendas humanas refleja conocimiento sobre su biología,
responsabilidad en atender las
necesidades de otras especies y haber
desafiado con éxito la mitificación
negativa de los quirópteros que aún
prevalece en la sociedad costarricense.
Este ejercicio sugiere que la apuesta a
la educación en la gestión ambiental es
promisoria. Además es ilustrativo de
procesos similares que gobiernan la
percepción de que el monte es hostil, el
afán por la esterilidad biológica en los
entornos urbanos y la dicotomía
simplista entre organismos buenos y
malos. La disposición a compartir el
espacio vital con elementos de la
biodiversidad nacional sin recurrir a su
cautiverio controlado en el hogar es un
paso firme hacia una relación
armoniosa con la naturaleza.

El autor, especialista en manejo de fauna silvestre, es profesor e investigador en la Universidad Nacional


[cdrews@una.ac.cr].

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