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EL SUJETO Y LOS SUEÑOS DE LA MODERNIDAD

En Tótem y Tabú, de Sigmund Freud, se nombra el mito del parricidio como


fundacional de la norma, emerge una doble prohibición surgida del deseo y sus
efectos perversos; el homicidio y el incesto se consideran no aceptados, la horda
de hombres primitivos otrora acosados por el padre omnipotente se organizan en
clanes, formaciones sociales que regulan la actividad sexual y el matrimonio.

El deseo y el goce surgen míticamente en la base de la organización social, la


norma que emana del repudio del primer homicidio, el del padre, odiado y amado,
posibilita al humano la formación de organizaciones sociales más complejas, se
funda la religión como discurso metafísico del mundo, nacen los dioses de los
espíritus del mundo animista, el control social dado a los espíritus impersonales
cobra cuerpo en el chaman, antecesor del sacerdote que en su función legitima y
sostiene a quien se llamara rey, emperador, ostentan el poder, que en sus
orígenes tanto históricos como psíquicos, se encuentra el deseo, el goce y su
correlato la ambición.

Jean Paul Margot, tanto en su texto “Modernidad, crisis de la modernidad y


postmodernidad”, como en el seminario, nos habla de humano, lo meramente
humano, aquello que nos constituye como especie, el deseo y el goce, que no solo
sobreviven al positivismo, la ilustración y la modernidad, sino que son recuperados
como producto no previsto del pensamiento moderno. Sade, el hombre que
Margort rescata de la oscuridad no de su prisión, sino de las sombras que los
gestores de la era moderna tendieron sobre él, al acallar su discurso político de
“decirlo todo”, que desdeña de la libertad, “Es tan desdichado en el mundo de los
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hombres llamados libres, que cabe preguntarse si no prefirió que lo condujeran de


nuevo al amparo seguro y solitario de la prisión” 1. La sentencia de Sade, que lo
condena y lo inmortaliza lejos de la anti imagen construida por la modernidad,
“Pese a todo lo que se estremezcan por ello los hombres, la filosofía debe decirlo
todo”2, denota para Margot, el sentido contradictorio de la libertad encerrada en la
palabra, ese mundo instaurado bajo las premisas de igualdad, libertad y
fraternidad, que bulliciosamente se izan en las banderas de las repúblicas
modernas, significan formas de dominación que acallan al sujeto, la imprudencia
de lo dicho, llevan a Sade a prisión, no es lo escrito sino el contenido
revolucionario de sus dichos, que cuestionan la libertad, que muestran lo humano
tras la razón, lo hacen tachar de loco, son el motivo de la instauración de la locura
para quien es lúcido sobre los afanes de la naciente modernidad que instauran
como nuevo dios a la razón, la razón como la organizadora de la naturaleza e
ilusión de felicidad.

La locura en Sade, nombrada desde la razón instrumental del mundo moderno,


aparece como la sin razón del hombre que no pensante, no racional en tanto no
adaptado al mundo moderno; la razón crea su otro: la sin razón, la metáfora del
dios de la razón que ha de garantizar el mundo cuerdo. Ese mundo del “cogito”,
es el primer dato, y como dato se ofrece ante nuestro ojos de la
contemporaneidad, como un mundo caótico, fuera del orden anunciado por la
ilustración, y a expensas de la ciencia salvadora y proveedora de felicidad que
desmonta su discurso racional en la postguerra, al observar los hijos que la ciencia
y la razón cartesiana han parido a la luz de la segunda guerra, esa razón y esa
ciencia al servicio de las pasiones, el goce mortífero de la destrucción nacida del
deseo más aberrante, no sólo es la culpable de los muertos de esa gran guerra,
sino también de los cadáveres en los campos de Siberia, los exterminios en
Camboya, el macartismo de los años 50 y 60 en USA, y los medios de destrucción
1
Simone de Beauvior, acerca de Sade, en Modernidad, crisis de la modernidad y postmodernidad. Margot.
Pag. 6.
2
MARGOT, Jean Paul. Op cit. Pag. 7.
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masiva que por primera vez en la historia no atentan solamente contra el hombre,
sino también contra el mundo entero y la biomasa.

El hombre nace del deseo, recuerda Margot, la virtud y el vicio son una elección
muy al final de un mismo camino que recorre el sujeto a través de su historia y su
estructuración como tal. En la ilustración, el hombre cuerdo, pensado desde el
principio Kantiano de la mayoría de edad, es aquel capaz de servirse de su propio
entendimiento, el menor edad irresponsable pues necesita de la dirección de otro;
ese hombre mayor, es racional, el deseo y el goce no son nombrados.

Sade es excluido como loco, alienado, se le sitúa por fuera de la sociedad de los
hombres, fundada en un discurso moral que mantiene a un dios por encima del
hombre, la sociedad condena el ateísmo que a su vez funda como ídolo a la
naturaleza en el siglo XVIII, la posibilidad del hombre a través de la ciencia, el
método científico, de conocer la naturaleza, eliminar las dificultades y problemas
del hombre y lograr la felicidad, ese es el tamaño de su certeza, su fe, su religión,
su ilusión; el sujeto de la ilustración deja la salvación eterna y el paraíso cristiano
por un discurso mesiánico basado en el poder de la razón científica.

LUIS ALFREDO GARCIA


MAESTRIA EN PSICOLOGIA
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
MEDELLIN.

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