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EL PADRE

Vera faltó a la escuela. Se quedó todo el día encerrada en casa. Al anochecer, escribió
una carta a su padre. El padre de Vera estaba muy enfermo, en el hospital. Ella escribió:

—Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas,
que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te
siento, te amo, te disfruto.

Héctor Carnevale duró unos días más. Después, con la carta de su hija bajo la almohada,
se fue en el sueño.

OFRENDA
¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?

Mira; yo siento cómo distancio,


cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.

A todo aquello que a través de mi infancia


sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos.

DICEN QUE NO HABLAN LAS PLANTAS


Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,


Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrazan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,


Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
PAISAJE
Deseo, para escribir castamente mis églogas,
Dormir cerca del cielo, cual suelen los astrólogos,
Y escuchar entre sueños, vecino a las campanas,
Sus cánticos solemnes que propalan los vientos.
El mentón en las manos, tranquilo en mi buhardilla,
Observaré el taller que parlotea y canta;
Las chimeneas, las torres, esos urbanos mástiles,
Y los cielos que invitan a soñar con lo eterno.

Es dulce ver surgir a través de las brumas


La estrella en el azul, la luz en la ventana,
Alzarse al firmamento los ríos del carbón
Y derramar la luna sus desvaído hechizo.
Veré las primaveras, los estíos, los otoños,
Y al llegar el invierno de monótonas nieves,
Cerraré a cal y canto postigos y mamparas,
Para alzar en la noche mis feéricos palacios.
Y entonces soñaré con zarcos horizontes,
Jardines, surtidores quejándose en el mármol,
Con besos y con pájaros que cantan noche y día,
Lo que el Idilio alberga de puro y de infantil.
El Motín, golpeando sin éxito en los vidrios,
No hará que del pupitre se levante mi frente,
Pues estaré gozando la voluptuosidad,
De que la Primavera a mi capricho irrumpa,
De hacer que se alce un sol en mi pecho, y crear
Una atmósfera tierna de mis ideas quemantes.
AL CALOR DE UN ÁNGEL
Tengo los mismos años que vivió García Lorca
dos más que Maiakovski
cuatro encima de Bécquer
trece menos que Rilke.
Un año más que Whitman cantándose a sí mismo.

Sigo aquí. Mi papel


de testigo me sigue complaciendo.

Podría entonar antífonas solemnes.


Decir: cosecha,
sangre,
fuerza,
cosmos,
patria.

Me habían dicho que un día sería grande.


Pero de estas cenizas nadie me había hablado.
No morir. ¿Cómo se hace?
¿Con honra? ¿Con ejemplo?
¿Con la imaginación?
¿Con la memoria?

Quiero estar a tu lado entre los cisnes.


Nunca cerrar los ojos. Recordarte.
Que me abrace tu nombre.
Que tu sal en mi pecho
no haya cárcel ni enfermedad ni reyes
capaces de robármela.
III
Dime, la rosa está desnuda
O sólo tiene ese vestido?
Por qué los árboles esconden
El esplendor de sus raíces?
Quién oye los remordimientos
Del automóvil criminal?
Hay algo más triste en el mundo
Que un tren inmóvil en la lluvia?

LAS CAMPANAS
Yo las amo, yo las oigo,
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.

Como los pájaros, ellas,


tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.

Y en sus notas, que van prolongándose


por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y de halagüeño.

Si por siempre enmudecieran,


¡qué tristeza en el aire y el cielo!
¡Qué silencio en la iglesia!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
SOLO DE PIANO
Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
Un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
Ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
No son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
Ya que nosotros mismos no somos más que seres
(Como el dios mismo no es otra cosa que dios)
Ya que no hablamos para ser escuchados
Sino que para que los demás hablen
Y el eco es anterior a las voces que lo producen,
Ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
En el jardín que bosteza y que se llena de aire,
Un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
Para poder resucitar después tranquilamente
Cuando se ha usado en exceso de la mujer;
Ya que también existe un cielo en el infierno,
Dejad que yo también haga algunas cosas:

Yo quiero hacer un ruido con los pies


Y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.

LA UVA Y EL VINO
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló un
secreto: —La uva —le susurró— está hecha de vino.

Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros
somos las palabras que cuentan lo que somos.

UN ACORDE DE NUBES
...Un acorde de nubes,
suspende sobre el cielo
al rumor intocado
de la voz que termina.
Todo el azul, presenta
su belleza, ante el fuego
que va a nacer...
(¿Contemplo a Dios?..

INVOCACIÓN
Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.

Huya yo del resabio,


del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.

Crea yo siempre en la vida


crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.

Engáñenme los cantos de sirenas,


tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.

Que nunca se parezca mi epidermis


a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.

Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.

Consérvense en mis labios las canciones,


muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.

ESTA MUJER ES UNA URNA


Esta mujer es una urna
llena de místico perfume,
como Annabel, como Ulalume...

Esta mujer es una urna.

Y para mi alma taciturna


por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume...!

EL ATLAS
Se alejaban los barcos cargados de tesoros
y el niño señalaba con mano desvaída
las regiones lejanas de nombres eufónicos,
suaves como versos de cadencia elegíaca:

Alejandría, Córcega, Tornea, mar de Banda,


Majach-Kala, Karat, Bengasi, Esmirna.

Regiones de las brumas y las tinieblas albas,


ciudades de los altos minaretes de oro
que en la imaginación entonces relumbraban
como gemas caídas de un cielo melancólico:

Trípoli, Yeros, Kemen, Bagdad, Adalia, Córdoba….


Detrás de aquellos nombres, ¿qué vida se ocultaba?
perdidos en la bruma glacial de la memoria
los barcos que zarparon duermen bajo las aguas

DE LA DESOBEDIENCIA ORIGINAL DEL HOMBRE


de la desobediencia original del hombre
y el fruto del prohibido árbol, cuyo sabor
trajo al mundo de la muerte, y todas nuestras penas,
al perder el Edén, hasta que otro mayor
hombre nos restablezca en la sede feliz,
canta, Musa Celeste, que en la secreta cumbre
de Horeb o Sinaí inspiraste al pastor
que primero enseñó a la raza elegida,
como allá en el principio de los cielos y la tierra
surgieron desde el caos; [...]
te invoco a ti que me alientes en mi canto aventurado,
que pretende elevarse con ambicioso vuelo
sobre el monte Parnaso, decidido a lograr
cosas aún no intentadas en prosa o verso.

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