Sei sulla pagina 1di 13

Capítulo de Psicoanálisis y Psicosis

Curso
El enigma de la locura hoy: Del abordaje clínico a la investigación del homicidio
paranoico

Clase 5

Algunas puntualizaciones acerca del autismo y las psicosis en la infancia


Ana Cristina Bianco

Introducción
La historia de los trastornos graves de la subjetividad infantil se remite a principios del
siglo XX. Antes, toda manifestación 'desviada' en un niño era asociada a la idiocia o la
imbecilidad, es decir, a un retardo mental.
Fue a partir de la década del '30, en el siglo pasado, que comenzó a pensarse en la
psicosis en la infancia y diez años más tarde aparece la noción de autismo infantil. Desde
entonces y hasta la fecha se produjeron distintas investigaciones y acontecimientos, dando
origen a un campo dinámico y a debates que aún hoy permanecen vigentes.
Sabemos que para Freud (1922) el psicoanálisis es el nombre de: “1º De un método
para la investigación de procesos anímicos … 2º De un método terapéutico de perturbaciones
neuróticas basadas en tal investigación; y 3º De una serie de conocimientos psicológicos así
adquiridos, que van constituyendo paulatinamente una nueva disciplina científica”.
Si bien el psicoanálisis de orientación lacaniana extendió el “método terapéutico” a
otras “perturbaciones” (las psicosis, por ejemplo), incluso a otros campos, como las
instituciones, no se ha abandonado la tarea de investigación que abone a la disciplina que ha
de estar siempre -como nos enseña Lacan- a la altura de la época.
Es así que la investigación nos encuentra hoy sumergidos de lleno en un debate
acerca del autismo y la psicosis en la infancia. Por un lado, el esfuerzo por definir a uno y a
otra, y por otro, la batalla -que da título al texto de Eric Laurent (2013)- que defiende y
reivindica al psicoanálisis en el campo del autismo en un momento en que se pretende
desalojarlo de entre las opciones posibles de tratamiento.

Un poco de historia
Recorrer los movimientos teóricos, los descubrimientos, las investigaciones en el
campo de la psiquiatría infantil, nos permite también comprender el debate actual acerca del
autismo y de la psicosis en la infancia.
Lacan se preguntaba a la altura del Seminario 2: “...hasta que punto es discutido y
discutible el diagnóstico de psicosis en el niño. En cierto modo no se sabe si es correcto
emplear la misma palabra para las psicosis del niño y del adulto. Durante décadas se rehusó
que en el niño pudiera haber verdaderas psicosis, y se intentó ligar los fenómenos con ciertas
condiciones orgánicas...” (Lacan 1954/55).
Inicialmente desconocida como entidad, las psicosis infantiles han sido concebidas
sucesivamente de diversas formas. A lo largo de los años fueron investigadas, descriptas y
nominadas por distintos autores que aislaron formas particulares (Ajuriaguerra, 1976)

1
Suele situarse el año 1905 y a Sante de Sanctis como el momento y la figura
fundantes de la psiquiatría infantil al reconocer la existencia de una “demencia precocísima”.
Antes de él podemos situar un antecedente en Jean-Marc-Gaspard Itard (1774-1838),
admirador de Pinel, quien realizó la primera descripción de un tratamiento moral aplicado a un
niño entre 1801 y 1807. Se trataba de Víctor de Aveyron conocido como el «Niño salvaje de
Aveyron». Si bien el caso de este pequeño sería considerado el prototipo de una cura de la
psicosis infantil con autismo, a la cura subyacía un tratamiento pedagógico, educativo.
En su Tratado de las Enfermedades Mentales de 1845, y con relación a la infancia,
Griesinger afirmaba: “a esta edad, el yo no se ha formado de un modo estable como para
poder presentar una perversión durable y radical; por eso las diversas enfermedades producen
en ellos [los niños] verdaderas detenciones del desarrollo que afectan a la inteligencia en todas
sus facultades”. En 1861, en la 2º edición, deja ver más matices y advierte que los niños
pueden desarrollar casi todas las formas de locura, aunque esto no sea tan frecuente (Maleval,
2011).
Volvamos a Sante de Sanctis quien en 1905 acuña el término “demencia precocísima”
siguiendo las ideas de Kraepelin acerca de la “demencia precoz” (una psicosis de la pubertad
con inicio entre los 16 y 25 años). De Sanctis describe la nueva entidad nosológica como una
forma prematura de inicio -a los 3 ó 4 años- en un intento de establecer un diagnóstico
diferencial respecto a la deficiencia mental: se trataba de niños que escapaban al diagnóstico
de idiocia o de imbecilidad, que presentaban buena memoria y buena capacidad de
percepción. Sin embargo, evidenciaban inestabilidad extrema de la atención, debilidad o
ausencia de formación del pensamiento de orden superior, perturbaciones graves de la
actividad voluntaria del carácter y de las actitudes tales como el negativismo, tendencia a las
acciones rítmicas e impulsividad. Afirmaba De Sanctis: “se desarrolla a menudo tras un período
de vida más o menos normal, pero a veces se asocia a una debilidad mental innata. Se
caracteriza por alteraciones graves en la actitud y en la conducta, por hipoafectividad,
impotencia volitiva, alucinaciones (sobre todo visuales), agitación, impulsividad, fenómenos
catatónicos, debilidad mental residual” (Maleval, 2011, p.31)
La noción de “demencia precocísima” comienza a despegar esos cuadros de la
debilidad mental, sin embargo los deja ligados a la demencia del adulto y con ello a un
pronóstico sombrío. La “demencia precocísima” se corresponde bastante con la “demencia
precoz”, pero “su evolución es mucho más rápida y progresiva, produciéndose en poco tiempo
una desintegración intelectual que da lugar a una verdadera demencia infantil” (Huertas, 2000).
Poder concebir cuadros clínicos propios de la infancia fue posible a partir de
desarrollos específicos y de la constitución de la psicología del niño como una disciplina
independiente (Stanley Hall, Baldwin, Gesell, Wallon, Piaget, entre otros).
Veinte años más tarde del hito 'De Sanctis', con las ideas de Bleuler y de Freud, se
abre el camino para el estudio de las esquizofrenias del niño. En 1924 el mismo Sante llamará
a su demencia precocísima, esquizofrenia prepuberal.
Realizar una historia exhaustiva de la evolución de los conceptos, de los debates
acerca de las etiologías, las nominaciones y las descripciones clínicas excede ampliamente los
alcances de este trabajo. Sólo intentaremos situar algunos hechos fundamentales que nos
permitan tener una idea acerca de las posturas, las discusiones y los movimientos teóricos.
Para aquel que desee realizar un mayor acercamiento a esta historia hemos detallado
abundante bibliografía al final de este texto.
El primer tratamiento psicoanalítico de un niño diagnosticado como “esquizofrénico”
fue el de Dick, conducido por Melanie Klein entre 1929 y 1946.
En 1943 Leo Kanner observa en un grupo de 11 niños, de entre 2 y 8 años, una
”ineptitud para establecer relaciones normales con las personas y para reaccionar

2
normalmente a las situaciones desde el principio de la vida” y define un cuadro clínico en la
infancia que se caracteriza por un “extremo repliegue desde el inicio de la vida” al que
denomina “autismo precoz infantil”. “Autismo” es un concepto utilizado por Bleuler a partir de
1911 para nombrar, junto a la ambivalencia, los síntomas primarios de la esquizofrenia. Con
“autismo” designa el repliegue de la persona hacia el mundo interior.
Kanner entiende que el “autismo precoz infantil” estaría más ligado a una noción de
“desarrollo” que a un brote esquizofrénico, a una ruptura de la continuidad psíquica. Con él,
entonces, ingresa el concepto de autismo y se abandona el de demencia, y también se aleja de
la oligofrenia por la buena potencialidad intelectual de los sujetos. Los signos patognomónicos
del autismo son, para él, la soledad y la inmutabilidad.
Mientras Kanner trabajaba en Baltimore (EEUU), Hans Asperger hacía lo propio en
Viena. Allí, observando a lo largo de 10 años a niños y jóvenes de hasta 17 años de edad, en
1944 aísla un tipo clínico que denomina “psicopatía autística”. Este cuadro se asemeja al de
Kanner pero advierte que, si bien presentan un contacto perturbado, ese contacto es posible de
forma superficial en niños inteligentes que no aceptan nada de los demás, con falta de empatía
y en donde la mímica y el gesto están también alterados y las actividades lúdicas,
estereotipadas. Asperger se esfuerza por distinguir de la esquizofrenia su tipo clínico. Ninguno
de los autistas de Kanner hablaba; los de Asperger hablaban todos, si bien no lo hacían para
dirigirse a su interlocutor eran “capaces de expresar lo que han vivido y observado en un
lenguaje muy original” (Maleval, 2011).
A la luz de estos desarrollos y otros posteriores existe un acuerdo que permite pensar
a Dick como un caso de autismo. La misma Melanie Klein había calificado el cuadro como
“esquizofrenia atípica”.
L. Despert, por su parte, introduce el pensamiento de Bleuler en la psiquiatría
norteamericana y presenta en 1937, en el 1º Congreso de Psiquiatría Infantil en París, el
concepto de “esquizofrenia infantil”, como una “enfermedad procesual en la cual la pérdida de
contacto con la realidad es coincidente con, o determinada por, la aparición de pensamiento
autístico y acompañada por fenómenos específicos de regresión y disociación del lenguaje y la
afectividad” (Belaga, 2007).
Lauretta Bender (EEUU), por su parte, desarrolló en la década de los 40 una
explicación sobre la esquizofrenia infantil conocida como teoría del retraso madurativo.
Describe un cuadro distinto al de Kanner ya que, para ella, el niño esquizofrénico no se
muestra retraído en sus contactos sociales y humanos, sino patológicamente invasor, al menos
por un tiempo- en su intento de superar el terror que lo domina en su relación con la imagen del
padre o el terapeuta.
También en Estados Unidos, Margaret Mahler, en los años '50, basándose en la idea
de la relación simbiótica madre-niño define tres momentos en el proceso de individuación y
separación que culmina en un niño que habla, dotado de un objeto permanente: fase autística
normal o presimbiótica, fase simbiótica y fase de separación-individuación. Y señala que la
alteración en este proceso de estructuración e individuación en la separación de la díada
madre-hijo produciría cuadros psicóticos: “psicosis autística” y “psicosis simbiótica” según el
momento en que se produce la afectación/alteración. La primera pone de manifiesto un modo
de funcionamiento anterior a la fase simbiótica, una fijación o regreso a la primera fase de vida
extrauterina: “la madre no parece ser percibida en absoluto, no parece tener ninguna existencia
como polo viviente de orientación en el universo de la realidad”. La “psicosis simbiótica”, por su
parte, constituiría una defensa como respuesta a la angustia de separación; el niño permanece
fijado o regresa a la relación madre-lactante y eso lo proporciona una ilusión de omnipotencia.
Las décadas de los años 40 y 50 observaron una explosión en los desarrollos en
psiquiatría infantil en EEUU, en tanto Europa deberá esperar a la finalización de la segunda
guerra.

3
Vinculado a esta situación histórica, Bruno Betthelheim (austríaco radicado luego en
EEUU) escribe en 1967 “La fortaleza vacía”. Para él, el autismo es una respuesta temprana del
niño a la vivencia de un mundo hostil y sin esperanza. Tanto la etiología como el tratamiento se
realizan a través del entorno. Para este autor, el autismo es una respuesta del niño que ha
sido expuesto a condiciones extremas de vida, a una angustia extrema (teoría que forja a partir
de su propia experiencia en los campos de exterminio). Maleval (2011) destaca que lo
característico de esa situación era el hecho de que el sujeto “no podía sustraerse a ella; era de
duración incierta, pero potencialmente igual a la de la vida, era el hecho de que nada que le
concerniera se podía prever; que la propia vida estaba constantemente en peligro y nada se
podía hacer al respecto” (p.40).
Entonces, mientras para Mahler el autista se encuentra encerrado en un mundo
autosuficiente, el de Bettelheim se encuentra enfrentado a intensísimas angustias.
Para Donald Meltzer, representante kleiniano, el autista está “desmantelado” por lo
que deja errar sus sentidos, internos y externos, de manera que se fija en los objetos más
estimulantes del momento. Se hallaría en un estado primitivo esencialmente “sin actividad
mental”, retraído del mundo en un grado cero de transferencia: no está angustiado, no se
defiende, es el ser arcaico por excelencia.
Coincidiendo con él, Frances Tustin señala que el autista no tendría actividad mental;
estos niños se encontrarían encerrados en una cápsula protectora en cuyo interior la atención
se concentra en sensaciones autogeneradas. Pero a diferencia de Meltzer, el autista de Tustin
pone en marcha mecanismos de protección ante una prueba dolorosa. Según ella existiría un
traumatismo oral precoz, que da origen al fantasma catastrófico de un seno o pezón arrancado
prematuramente: un “agujero negro” que genera el sentimiento de haber perdido una parte del
propio cuerpo. La cápsula protectora del autismo recubre ese agujero y los objetos autistas le
posibilitan obturarlo.
Como vemos, el psicoanálisis dio lugar a un imaginario terrible, con la intuición de que
se trata de la patología más arcaica vinculada a un pronóstico oscuro. En general se afirmaba
que se trataba de la regresión libidinal más extrema, la angustia más intensa y el fantasma más
catastrófico. Esto provocó fuertes críticas, por la edipización de las causas, la teoría de los
padres patógenos y el carácter profundamente deficitario del autismo. Por otra parte
observamos posturas muy opuestas e incluso un estado de confusión, a punto tal que no
queda claro si se está conceptualizando el mismo cuadro o si se trata de entidades diferentes,
posturas que van desde el desmantelamiento a otras que entienden al autismo como un modo
de funcionamiento, como una defensa muy activa.
Paralelamente a estas críticas al psicoanálisis se evidencia el auge de las teorías
cognitivas produciéndose un giro de la idea de la retracción social y afectiva a un trastorno del
desarrollo con déficits cognitivos. En los '80, Baron Cohen y su equipo avanzan en programas
de investigación para comprobar que la especificidad del autismo radica en la imposibilidad
para forjarse una “teoría de la mente” (Maleval, 2011).
A esto se agrega la torsión que experimenta el DSM en su tercera edición, hacia una
remedicalización de la psiquiatría y promoviendo un planteo ateórico. Surge el concepto de
TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) en sus distintas versiones e incluyendo algún
grado de deterioro cognoscitivo y con ello medidas terapéuticas en detrimento de la psiquiatría
o del psicoanálisis y a favor de la educación especial.
En 1972 se difunde el Método Teach: surgido en Carolina del Norte constituye una
estrategia pedagógica estructurada dirigida a niños autistas y que, oponiéndose a la 'exclusión
de los padres realizada por el psicoanálisis', los incluye en el tratamiento debiendo transferir al
hogar los métodos empleados en el aula.
Fue en ese tiempo que se recuperaron las investigaciones de Asperger y junto a las de

4
Rimland o Rutter y Schopler, se concluye que el autismo se presenta en “distintos niveles de
gravedad” imponiéndose la idea de que entre el autismo de Kanner y el de Asperger existe un
abanico de modalidades de presentación surgiendo la noción de “espectro autista” asociado a
la idea de continuum.
Por entonces también comenzaron a aparecer los testimonios de sujetos, algunos con
un alto nivel de funcionamiento (Temple Gradin, Sean Barron, Donna Williams y Daniel
Tammet) y otros (Birger Sellin) con las características extremas del autismo de Kanner. Sus
comunicaciones mediadas por la computadora, sus producciones literarias o académicas
conmovieron la mayoría de los planteos; se observó que los autistas poseían capacidades
poco compatibles con la imagen deficitaria descripta por algunos o 'sin actividad mental' como
afirmaban otros, o sin angustia. El asunto adquiría una nueva complejidad y requería nuevas
respuestas.

Algunas precisiones

Uno de los puntos candentes del debate actual se centra en la pregunta acerca del
autismo y su especificidad en tanto estructura, o bien, si constituye una modalidad de
presentación de la psicosis.
Hans Asperger afirmaba que su tipo clínico se mantenía en el tiempo y por ende se
trataba de una entidad independiente. Existen, decía, rasgos muy reconocibles y que perduran
a lo largo de toda la vida incluso cuando los sujetos alcanzan una mejor adaptación al entorno
y una mejor inserción social, “lo esencial permanece invariable”. Coincidiendo con él, J-C
Maleval (2009; 2011; 2012) defiende la teoría de una cuarta estructura.
Guillermo Belaga (2007), en su artículo sobre “Las psicosis infantiles”, luego de un
extenso recorrido asevera que todos los cuadros (Melanie Klein, D. Meltzer, M. Mahler, B.
Bettelheim, F. Tustin, etc) responderían a constelaciones fenoménicas de la no extracción del
objeto.
Por su parte, en “La batalla del autismo”, Eric Laurent (2013) afirma que existen
“casos de psicosis infantiles graves sin tratarse de autismo -sin un neo-borde constituido como
tal. Completamente fragmentados, estos sujetos erran en un estado de desamparo con un
cuerpo que aparece apedazado” (p. 84).
La discusión se presenta en estos términos.

Acerca de la Psicosis en la infancia

Hemos recorrido ya varias clases que presentaron a las psicosis desde una
perspectiva lacaniana. A partir de la primera enseñanza reconocemos su mecanismo
fundamental: la forclusión del Nombre-del-Padre, la expulsión de un significante que introduce
un agujero en lo simbólico. Lacan nos orienta: es con “la preclusión del Nombre-del-Padre en el
lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el defecto que da a la
psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis” (1958, p.550).
Será el encuentro con Un-Padre, en tanto “coyuntura dramática” donde situamos el
comienzo de la psicosis, su desencadenamiento.
A diferencia de las neurosis, las psicosis no tienen prehistoria y se definen a partir de
ese acto forclusivo pudiendo no desencadenarse nunca; sin embargo nos ofrecen signos de la
estructura.

5
Desde una enseñanza más tardía en Lacan, podemos afirmar que lo que el clínico
buscará para su diagnóstico son los modos de localización del goce, por ejemplo, en el cuerpo
o en el Otro.
Las discusiones que tuvieron lugar en Angers, Arcachon y Antibes (1996/98) y que
dieron origen a “Los inclasificables de la clínica psicoanalítica” y “Las psicosis ordinarias”
compilados por J-A. Miller en 1999 y 2003 respectivamente, nos enseñan que la entrada en las
psicosis no siempre se produce por el encuentro con 'Un-Padre'.
El esquema I (de “De una cuestión preliminar...”) nos dice que existen fenómenos que
son expresión de Po, las alucinaciones y los trastornos del lenguaje, que dan cuenta del
'abismo' en los simbólico. Pero existen otros fenómenos que signan la presencia de Φo. El falo
es el significante de la vida o de la actividad del goce; entonces “la pérdida enigmática del
sentimiento de vida, que a veces llega al suicidio, y la mortificación del goce resultan (…) de
Φo” (Sección clínica de Lille, en Miller, 2003).
Esto nos ayuda a realizar el diagnóstico de psicosis a partir de signos de Φo sin la
evidencia de los grandes desencadenamientos al estilo de Schreber: ideas delirantes ligadas a
la sexualidad y al cuerpo, ciertos pasajes al acto (automutilación) y cierto tipo de disfunciones
corporales.
Sin lugar a dudas estas actualizaciones aportan al psicoanálisis con niños, a la
posibilidad de aproximarnos y justificar un diagnóstico de psicosis.
En Los inclasificables de la Clínica (Miller, 1999), Eric Laurent nos señala: “Vemos
niños que desde que se presentan al analista son psicóticos. ¿Cómo hablar de
desencadenamiento?, ¿dónde situarlo? Apenas entra en la vara de la palabra y ya se inscribe
rápidamente en ese registro. (...) Vemos más bien modos extraños de desenganches y de
articulación (…) La clínica del desenganche del Otro va de la mano de la clínica de la pulsión”
(p.341).
Es frecuente encontrarnos con niños en los que no se presentan fenómenos
elementales pero tampoco se encuentran pruebas de la existencia de la castración, donde hay
dificultades para apropiarse de su cuerpo, donde la referencia al falo falta y donde el síntoma
no anuda una neurosis infantil (Marchesini, 2013).
Todo lo dicho nos autoriza a referirnos a las psicosis en la infancia. Si en el Seminario
3 Lacan refiere la psicosis a la forclusión, es decir, sitúa allí el mecanismo que determina la
estructura, ésta sera la misma en la niñez o en la edad adulta aunque varíe su forma de
presentación, y la dirección de la cura se orientará a apaciguar esa invasión de goce.

Acerca del autismo


En 1975 Lacan se refirió explícitamente al autismo en la Conferencia sobre el síntoma
dictada en la Universidad de Columbia señalando que se trata de “gente [los autistas] para la
que el peso de las palabras es muy serio y que no están fácilmente dispuestas a complacerse
con esas palabras”.
Ese mismo año en Ginebra nos legó lo siguiente: “...los autistas se escuchan ellos
mismos. Escuchan muchas cosas. Esto desemboca incluso normalmente en la alucinación y la
alucinación siempre tiene un carácter más o menos vocal. Todos los autistas no escuchan
voces, pero articulan muchas cosas y se trata de ver precisamente dónde escucharon lo que
articulan ... No llegan a escuchar lo que usted tiene para decirles en tanto usted se ocupa de
ellos... Es muy precisamente lo que hace que no los escuchemos. El hecho de que ellos no nos
escuchan. Pero finalmente sin duda hay algo para decirles … usted no puede decir que no
habla. Que usted tenga dificultad para escucharlo, para dar su alcance a lo que dicen, no
impide que se trate, finalmente, de personajes más bien verbosos” (Lacan,1975b).

6
Para Lacan el niño autista está en el lenguaje, aunque no en el discurso. Para el niño
autista estar en el lenguaje quiere decir que, al igual que cualquier otro, también él recibe su
ser de sujeto de su relación con el significante. Sólo que a diferencia de otros, en vez de
hacerse representar, y contemporáneamente hacerse marcar por el significante, él no está
marcado (Di Ciaccia, 2001).
Estos párrafos, sin duda alguna, dejan abierta la puerta para el tratamiento
psicoanalítico del autismo a la vez que nos orienta sobre una dirección y una ética.
Retomemos ahora la expresión “todos los cuadros descriptos responden a
constelaciones fenoménicas de la no extracción del objeto”. Efectivamente lo constatamos en
la clínica en estos casos graves.
Sin embargo podemos ir un poco más allá y localizar alguna especificidad en el
autismo más allá de “la no extracción del objeto”. A la búsqueda de este más allá que
localizaría lo propio del autismo se lanzaron J-C. Maleval y Eric Laurent, entre otros. Ambos
recuperan los trabajos de Rosine y Robert Lefort para quienes el niño autista se encuentra
sumergido en lo real, en un estado de homeostasis.
A partir de testimonios de autistas excepcionales Maleval (2011) nos enseña que “…
nos vemos obligados a circunscribir la especificidad del funcionamiento autístico a una
dificultad para regular el goce del ser vivo…” (p.22). En esa misma linea Miller (2012) comenta
el caso del Niño Lobo de los Lefort y sostiene que se trataría en un comienzo de un goce puro
no marcado por el significante, siendo necesaria una cierta castración de ese goce del principio
para lograr alguna regulación de ese goce desamarrado, será necesario inscribir un (-1), “hacer
entrar un menos en lo real del cuerpo”. En ocasiones este esfuerzo será realizado por el mismo
niño intentando extraer algo de ese exceso y lo hará a través de lesiones sobre su propio
cuerpo, automutilaciones como intento de salida al demasiado de goce.
Para Maleval, entonces, en el campo del autismo tenemos “un mismo modo de
funcionamiento subjetivo tras una gran variedad de cuadros clínicos”; se trata de sujetos que
están lejos de estar “sin actividad mental”, son “más bien verbosos” (Lacan, 1975b).
Para poner en tensión con las psicosis e ir delineando un diagnóstico diferencial, para
el autista no hay siquiera la alienación, a diferencia de la psicosis donde lo que no se produce
es la separación. Laurent (2013) se arriesga a decir que de la forclusión de que se trata en el
autismo es la del agujero y que el retorno de goce se produce en el neo-borde (llama así al
cuerpo-caparazón del sujeto autista, en tanto constituye un límite casi corporal, infranqueable,
más allá del cual ningún contacto con el sujeto parece posible)1.
Jean-Claude Maleval presenta una lista de puntos para diferenciar ambas categorías.
Entre los puntos relevantes, destaca el concepto de inmutabilidad de Kanner. La necesidad de
inmutabilidad es un modo de defensa específico de los autistas. La ironía esquizofrénica está
ausente en el autismo y por último, la evolución del autismo hacía el autismo, es el elemento
mayor, ya que no evoluciona hacia otra categoría. (Maleval, en Marchesini, 2013)
Reiteradamente nos advierte acerca del riesgo de alejarnos de los descubrimientos de
Kanner y Asperger: actitudes de aislamiento de los demás, dificultades para soportar los
cambios del entorno, atracción especial por los objetos y aparición precoz de estos fenómenos
(antes de los 24-36 meses).
Ante este riesgo propone otro planteamiento psicoanalítico del autismo, y establece
dos tesis acerca de la especificidad del autismo:

1 “El borde del niño autista puede ser una barrera autosensual generada por estimulaciones autogeneradas,
tales como movimientos rítmicos, balanceos, presiones sobre los ojos, etc. que separan su realidad perceptiva
del mundo exterior cuando este se hace demasiado insistente (…) El borde autístico es una formación
protectora contra el Otro real amenazante” (Maleval, 2011, p. 97).

7
1º) un trastorno de la enunciación derivado de una carencia de la identificación
primordial; y
2º) una defensa específica que se apoya en un objeto fuera del cuerpo capaz de
constituir la matriz de un Otro de síntesis (Maleval, 2012, p.63-64)
Finalmente, y aunque esto no agota el tema, Eric Laurent destaca la diferencia en el
régimen alucinatorio: la alucinación es el retorno de un significante en lo real en la psicosis,
mientras que en el autismo se trata más bien de la imposible separación respecto del ruido de
lalengua como real insoportable (Laurent en Marchesini, 2013).

Resumiendo en algunos puntos


Psicosis en la infancia

 está en el lenguaje
 forclusión del Nombre del Padre
 distintas modalidades de localización del goce: invasión de goce en el cuerpo que lo
desarticula (esquizofrenia), goce localizado en el Otro (paranoia), identificación del goce
con el cuerpo real (melancolía), retorno en lo real de un goce que invade el cuerpo
(manía).
 fenómenos consecuencia de la no extracción del objeto
 existe alienación pero no separación
 ruptura de la cadena significante, o retorno de un significante en lo real
 “hay trastorno de la cadena entre dos significantes, un S1 y un S2, debido a la ruptura
de la articulación entre uno y otro y más precisamente debido a la descomposición de
los fenómenos que los estructuran como mensajes. Las perturbaciones y rupturas en el
plano del mensaje, como las interrupciones o los obstáculos identificados por Kraepelin
en la esquizofrenia, son fundamentales en toda patología alucinatoria” (Laurent, 2013,
p.106)
 se cuestiona la posibilidad del desencadenamientos; “vemos más bien modos extraños
de desenganches y de articulación” (Laurent, en Miller 1999, p. 341)

Autismo infantil

 está en el lenguaje pero no en el discurso


 dispone (Dick) de cierta aprehensión de los vocablos pero no ha realizado la Bejahung:
no lo asume (Lacan, 1953/54, p.114-115)
 forclusión de todos del agujero (Laurent, 2013, p.81)
 sumergido en lo real, en un estado de goce puro, desamarrado, no marcado por el
significante, que convoca a una cierta castración de ese goce del principio, la inscripción
de un (-1)
 modalidad particular de retorno del goce sobre el borde (Laurent, 2013, p.80)
 ausencia o pobreza del parloteo consecuencia del no ensamblaje de lo simbólico en lo
real (Lefort R. y R., en Maleval, 2009, p.73)
 falta de alienación significante y de objeto pulsional separable (Maleval, 2011, p. 60)
 escisión entre las producciones sonoras y la posibilidad comunicativa (Lefort R. y R., en
Maleval, 2009, p.73)

8
 “la interrupción del mensaje (que ocurre en las psicosis) no es reconocible, tales
fenómenos de ruptura no aparecen en primer plano. Se trata más bien de la repetición
de un mismo significante, de un significante Uno, de un S1, radicalmente separado de
todo otro significante, que por lo tanto no remite a ningún S2, pero que produce no
obstante un efecto de goce que es manifiesto por mismo hecho de su repetición (...) No
son mensajes interrumpidos sino más bien holofrases radicales” (Laurent, 2013, p.106)
 no 'tiene' un cuerpo, existencia de una neo-borde (Laurent, 2013, p. 79)
 predominio del doble
 presencia angustiante de la voz: nada lo angustia más que ceder su goce vocal
alienándose al significante (Tendlarz, E. 2012a)
 rechazo a asumir una posición de enunciación (Maleval, 2009)
 defensa específica
 repetición de un mismo significante S1 (Laurent, 2013, p.106)
 inmutabilidad
 el sujeto autista “se” goza sin el trayecto pulsional que podría articular el cuerpo del
sujeto al Otro (Laurent, 1999, p.207)
 anula todo lo que es del registro del Otro (Di Ciaccia, 2001)
 su relación al saber de la lengua es en oposición, en pura exterioridad (Laurent, 1999,
p.159)
 las reglas del lenguaje, disyuntas de toda relación con el cuerpo, con lo imaginario,
están cortadas de todo afecto
 intentos de desembarazarse de un demasiado lleno de excitación, de un objeto
imposible de ceder (Laurent, 2011, p.56)
 intenta interpretar la lengua de un modo enteramente reductible a un sistema de reglas
(Laurent, 2003)
 la palabra no sirve tanto para hablar como para gozar (Maleval, 2011)
 no se encuentra lo especular ni hay división del sujeto (Laurent, 2013, p.45)

El encuentro con un psicoanalista, la dirección de la cura

La práctica del psicoanálisis de orientación lacaniana se guía hoy por una clínica del
funcionamiento; más que pensar en términos de categorías nos orientamos por lo que funciona
para cada sujeto, situados en el terreno de la particularidad, de lo más significativo de cada
caso. “¿Cómo actúan las tres consistencias de lo real, lo simbólico y de lo imaginario? ¿Cómo
se desplazan? Esto es siempre más interesante que las discusiones infinitas en las que las
particularidades de cada caso se pierde en una generalización más o menos amplia” (Laurent,
2013).
El encuentro de un psicoanalista con cada sujeto requiere de un desconocimiento que
aloje y permita el despliegue de la singularidad de cada analizante, un no saber que se
acompañe del deseo de ser sorprendido.
Lacan nos enseñaba en su primer seminario sobre un gran riesgo: “...les advertí que
una de las cosas que más debemos evitar es precisamente comprender demasiado,
comprender más de lo que hay en el discurso del sujeto” (Lacan, 1953/54, p.120). E insiste al

9
año siguiente: “en todo lo que concierne a la aprehensión de nuestro dominio clínico existen
dos peligros. El primero consiste en no ser lo bastante curiosos. (…) El segundo peligro es
comprender. Comprendemos siempre demasiado, particularmente en el análisis. La mayoría
de las veces nos equivocamos” (Lacan, 1954/55, p.160)
Para concluir, lo haremos con las palabras de J-A. Miller entendiendo que resume la
ética del trabajo psicoanalítico: “en todos los casos, el analista está del lado del sujeto y tiene la
tarea de llevar al sujeto, el niño, a jugar su partida con las cartas que le han distribuido” (Miller,
2011).
A continuación presentamos cuatro viñetas clínicas que nos invitan a dialogar y
continuar estos debates en el foro.

Viñetas clínicas
Juan
“Juan es un TDAH2 con todos los síntomas” dice la mamá. Lo que desencadena esta consulta
es la “agresividad y sadismo con sus compañeros. Ayer corrió a una nena con una tijera. Hoy lo
ví sacadísimo, capaz de romper un vidrio para hacerse de un arma”.
Esta es la tercer consulta y se lleva a cabo cuando Juan tenía 7 años. A los 3½ años el
neurólogo diagnosticó TDAH y recetó Haloperidol (!!!). A los 5, algunas pocas consultas
concluyeron en consejos sobre necesidad de límites.
En nuestro 1°encuentro Juan espera solo en la sala, tranquilo. Me cuenta algo que hizo su
hermana y que con eso lo “humilla”.
Si le pregunto algo a partir de sus relatos: “No te lo puedo decir, no lo vas a querer oír” o “es
difícil de explicar”.
Algunos de sus dichos: “Me humillan”, “los otros me mienten”, “por qué me mirás así?, ¿está
enojado?”, “vos me vas a hacer trampa” o “¿por qué te burlas?”. En el colegio estalla
agresivamente y en ese momento “nada funciona”.
Su forma de dar cuenta de lo que sucede: “Satanás está dentro mío”
Sus juegos, durante mucho tiempo, consisten en construir figuras con masa: una animal con
púas (palillos) “para defenderse”, un bicho bolita que “se cierra para protegerse”, un gliptodonte
con una gran cola “para defenderse”. Una contingencia: la cola se cae; “si se cae la cola, es un
cobayo y listo!”

Teo
El inicio de la escolaridad junto a su hermano mellizo es lo que inquieta a los padres y los
conduce a la consulta: “¿les puede hacer a mal ir juntos a la escuela?”. A partir de lo que
escucho en esa entrevista, le digo a los papás que me gustaría conocer a Teo antes de darles
cualquier respuesta.
Teo, tenía 3 años y 9 meses, es un niño que se mueve sin parar alrededor de un mueble, o gira
sobre sí mismo mientras reproduce repetidamente diálogos de los dibujos animados, o a veces
simplemente sonidos con su boca o risas. No responde al llamado. En cuanto al lenguaje se
observan dislalias, la sintaxis es muy pobre así como su vocabulario. Habla solo, por momentos
resulta incomprensible. Casi no pide y cuando lo hace, será colocando ante mis ojos lo que
desea. Un poco más adelante podrá decir: “Oye!”, “Quechecho?”

2Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

10
Sensible a mis semblantes de temor: si me asusto cuando me muestra un dinosaurio, él se
horroriza. El sonido del timbre que suena mientras estamos en sesión le resulta insoportable.
Las imágenes de una ausencia se le presentan con una gran intensidad, por ejemplo, la
ausencia de una madre en una página de un libro de cuentos.
Durante el primer año, por muchos meses, su cuerpo -fundamentalmente la parte interna de las
orejas- llegan lesionadas. La mamá no tiene respuestas para eso. Entiendo que se trataba de
lesiones autoinflingidas.
Algunos objetos comenzarán a constituirse en privilegiados para él: algo que pide, se le cae
rumbo a la salida, se olvida, roba, lleva y devuelve, pide...

Diego
Los papá de Diego consultan cuando él tenía 5 años y 9 meses , “para saber si está en
condiciones de pasar a 1°grado”
Habla de “tú”, en tono centroamericano y con vocablos ajenos a nuestra lengua. Cuando se
refiere a sí mismo lo hace en tercera persona. No juega con otros niños, “aislado”, se dirige a
algunos pocos, mira mucha televisión, juega en la compu o construye un juego con pequeños
objetos con los que simula los juegos de la computadora. Repite de memoria las banderas de
los países.
Los cambios imprevistos lo desorganizan.
Pareciera no saber cómo comunicarse con los otros. Cuando lo logra, le hace saber los
distintos niveles de cada videojuego y la música asociada.
No le interesa dirigirse a Otro, su actividad en el consultorio es solitaria aunque con el tiempo
‘simula’ incluirme. Preguntas de la terapeuta parece dejarlo perplejo.
Cuando crece, su decir tampoco está dirigido al Otro: “soy muy quejoso, tímido,siempre estoy
amargado”, un decir solitario, carente de enunciación. Parecen palabras de Otro.
En una oportunidad, un “Aha!” de la terapeuta que sanciona suavemente ese decir y lo ubica
en un lugar de enunciador, lo conmueve y provoca uno de los giros de este tratamiento. Diego
comenzará a dirigirse a la terapeuta.

Sebastián
Sebastián concurre a sesiones desde hace 4 años y medio
“La maestra de sala de 4 no sabía si Sebas la entendía. Le hicimos una audiometría y dio bien.
Lo llevé a otra psicóloga el año pasado, me dijo que iba a ir a un colegio especial”. Esto motivó
el abandono de aquella psicóloga. “Hiperactividad y falta de atención” es el motivo de consulta
para la mamá.
Sebas no puede asistir al primer encuentro porque se quebró un brazo. Tiene un extenso
historial médico.
Un niño alto y flaco llega al consultorio haciendo entrar un cuerpo pesado, arrastrando los pies.
Se expresaba en tono centroamericano, con voz gruesa y baja; hablaba de sí en tercera
persona, presentaba algunas dislalias y se dirigía a mí utilizando el tú. Su andar era
descontrolado, por momento sus brazos aleteaban o sus manos giraban compulsivamente.
En ese primer encuentro explora y toma una caja que contiene objetos de casa de muñecas y
organiza unas camas, disponiendo personajes: Éste es el médico, acá está la valija... y dónde
está la aguja? Le digo: ¿para curarlo? Responde: como yo!

11
Su cuerpo siempre parece desbordado y el lenguaje está afectado, no sólo en su tono sino en
su posibilidad de construir una cadena significante: “Sebas, hoy no te hiciste pis!” “No, porque
he tomado jugo de arándanos”. Su risa y su decir suenan mecánicos.
La escenificación del hospital se repite en distintos momentos. En una oportunidad, luego de
una ausencia suya para ir al médico, le digo que ha tenido que ir muchas veces al hospital, a lo
que responde con pesar: “no quiero ir más…”
En otra oportunidad en que se mueve en exceso, rompe y tira, le hablo de sus operaciones con
un efecto inmediato: su cuerpo se aquieta, se recuesta en el piso y dice: “estoy roto”. A veces
aparecían expresiones como “mi cuerpo es estúpido o mi mano loca”.
Un día se adelanta ingresando al consultorio y cuando llego, él está debajo de una mesa y sólo
asoma su cabeza. Me dice: “no tengo cuerpo”. No pude evitar la sorpresa. Él pesca mi
perplejidad y me tranquiliza con un: soy bromista!! Por primera vez escucho una risa humana
por parte de Sebas, una risa que afecta al cuerpo (de los dos).

12
Referencias

Ajuriaguerra, J, (1976) Manual de psiquiatría infantil. Barcelona. Toray Masson S.A.


Belaga, G (2007) Las psicosis infantiles: del "autismo" a la psicotización. Virtualia 16, Feb-Mar 2007.
http://virtualia.eol.org.ar/016/default.asp?formas/belaga.html
Bettelheim, B. (1981) La fortaleza vacía. Barcelona. Editorial Laia
Di Ciaccia, A. (2001) Una práctica al revés. En A. Guerrini, Desarrollos actuales en la Investigación
del Autismo y Psicosis infantil en el Área Mediterránea, (73-92). Madrid: Ministero Affari
Esteri -Ambasciata d’Italia
Freud, S. (1922) Psicoanálisis y Teoría de la libido (Dos artículos de Enciclopedia) Capítulo (A)
Psicoanálisis, Obras Completas, Editorial Losada, Bs. As., Argentina, pág. 2661
Huertas, R,. (2000) De la infancia degenerada a las psicosis infantiles: sobre los orígenes de la
paidopsiquiatría en España. Psiquiatria.Com Revista Internacional On-Line - ISSN 1137-
3148
Klein, M. (1930) La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del Yo. En Obras
Completas. Tomo 2. Buenos Aires. Editorial Paidós (1983)
Lacan, J, (1953/54) Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires. Editorial Paidos
(1954/55) Seminario 2: El yo en la teoría de Freud. Buenos Aires. Editorial Paidos
(1955/56) Seminario 3: Las psicosis. Buenos Aires. Editorial Paidos
(1958), De una cuestiòn preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos II,
Editorial Paidós. Buenos Aires
(1975a) Conferencia sobre el síntoma en la Universidad de Columbia
(1975b) Conferencia sobre el síntoma en Ginebra. Intervenciones y Textos 2. Buenos
Aires. Editorial Manantial.
Laurent, E. (1999) Hay un final de análisis para los niños. Buenos Aires. Colección Diva
(2013) La batalla del autismo. De la clínica a la política. Buenos Aires. Grama Ediciones
Lefort, R. y Lefort R. (1983) El nacimiento del Otro. Barcelona. Buenos Aires. Editorial Paidos
Maleval, J-C. (2009) Autismo, enunciación y alucinaciones. En Psicoanálisis con niños y
adolescentes 2. Buenos Aires. Grama Ediciones
(2011) El autista y su voz. Madrid. Editorial Gredos-ELP
(2012) Escuhen a los autistas. Buenos Aires. Grama Ediciones
Marchesini, A. (2013) Acerca de neutralizar los efectos de eco de lalengua. Revista Virtualia Nº 27.
Diciembre 2013. http://virtualia.eol.org.ar/
Miller, J-A.(1999) Los Inclasificables de la clínica psicoanalítica. Buenos Aires. ICBA-Paidós
(2003) Las psicosis ordinarias. Buenos Aires. ICBA-Paidós
(2011) “El niño y el saber”. II Jornada del Instituto del niño de la Universidad Popular
Jacques Lacan
(2012) La matriz del tratamiento del niño lobo. Revista Freudiana. ISSN 1131-5776. Nº 65,
39-52, Barcelona
Tendlarz, E. (2012a) Una clìnica posible del autismo infantil. Buenos Aires. Grama Ediciones
(2012b) Aperiódico psiconalítico. Autismo 2

13

Potrebbero piacerti anche