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DEFINICIÓN DE CIENCIA
La ciencia (del latín scientia 'conocimiento') es el conjunto de conocimientos
sistemáticamente estructurados obtenidos mediante la observación de patrones regulares,
de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, de los cuales se generan
preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y
esquemas metódicamente organizados.
La ciencia utiliza diferentes métodos y técnicas para la adquisición y organización de
conocimientos sobre la estructura de un conjunto de hechos suficientemente objetivos y
accesibles a varios observadores, además de basarse en un criterio de verdad y una
corrección permanente. La aplicación de esos métodos y conocimientos conduce a la
generación de más conocimiento objetivo en forma de predicciones concretas,
cuantitativas y comprobables referidas a hechos observables pasados, presentes y
futuros. Con frecuencia esas predicciones pueden formularse mediante razonamientos y
estructurarse como reglas o leyes generales, que dan cuenta del comportamiento de un
sistema y predicen cómo actuará dicho sistema en determinadas circunstancias.
De esta manera podemos definir la ciencia diciendo que es un cuerpo creciente de ideas
que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, coherente y/o
verificable, y falible:
a. Racional, porque está integrado por conceptos, juicios, y racio¬cinios, y no por
sensaciones, imágenes, etc.
b. Sistemático, porque las ideas no se amontonan caóticamente, sino que se
organizan alrededor de una idea central.
c. Exacto, porque, aunque no es ajeno a algunas ambigüedades, procura siempre la
precisión.
d. Coherente y/o verificable, es decir, no admite contradicciones y, tratándose de
hechos naturales, es contrastable.
e. Falible, es decir, es autocorrectivo o perfectible; recordemos que se trata de un
saber riguroso y no de un saber absoluto.
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comprensión, puede decirse que la llamada ciencia aplicada consiste en la aplicación del
conocimiento científico teórico (la llamada ciencia básica o teórica) a las necesidades
humanas y al desarrollo tecnológico. Es por eso que es muy común encontrar, como
término, la expresión "ciencia y tecnología": dos aspectos inseparables, en la vida real, de
una misma actividad.
Algunos descubrimientos científicos pueden resultar contrarios al sentido común.
Ejemplos de esto son la teoría atómica o la mecánica cuántica, que desafían nociones
comunes sobre la materia. Muchas concepciones intuitivas de la naturaleza han sido
transformadas a partir de hallazgos científicos, como el movimiento de traslación de la
Tierra alrededor del Sol o la teoría evolutiva de Charles Darwin.
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Para muestra un botón: Todos hemos oído hablar en algún momento de nuestra vida
sobre las experiencias cercanas a la muerte. Y aquí entran todo tipo de explicación
pseudocientífica, como que dichas experiencias son debidas a una vida más allá de la
muerte, o se deben a nuestro alma o espíritu, etc. Que gratificante sería que fuera cierto.
Pero la ciencia también investiga estos temas y está empezando a dar respuestas, esas
experiencias podrían ser debidas a la hipoxia o anoxia, es probable que las estructuras
implicadas sean la amígdala, el hipocampo y ciertas partes de la corteza del lóbulo
temporal. Todavía no se tienen respuestas definitivas. Pero no parece que la explicación
tenga que ver nada con las hipótesis de lo paranormal. Cuando la ciencia contradice lo
que dicen los investigadores de lo paranormal estos en lugar de admitir que sus hipótesis
son erróneas optan por proclamarse como nuevos galileos, criticados e incomprendidos,
algunos hasta optan por sentirse perseguidos.
Y sin embargo a pesar de hacernos la vida más cómoda, a pesar de alargar la esperanza
de vida. La ciencia nos permite saber cómo es y cómo funciona el universo entero, desde
la más recóndita galaxia, hasta la partícula subatómica más pequeña de la que estamos
hechos.
Si la cultura es conocimiento, entonces la ciencia no es una parte marginal de la misma
sino más bien su máximo exponente, debemos defender el valor cultural de la ciencia
para que ocupe el lugar que la corresponde en esta sociedad que tanto le debe. El valor
cultural de la ciencia se está empezando a volver imprescindible para desenvolvernos
bien en el mundo que estamos creando. La ciencia, como ya hizo antaño con la
revolución copernicana, está volviendo a cambiar nuestra concepción del mundo y de
nosotros mismos con lo que tal vez podríamos llamar la revolución genómica.
Como bien ha señalado el filósofo Mario Bunge, hoy en día circulan por la sociedad varias
ideas y tópicos, que parecen renunciar de los valores de la Ilustración como son: la razón,
la objetividad, la búsqueda de la verdad y el escepticismo epistemológico, los cuales
forman parte de la práctica científica. Una de estas populares ideas puede expresarse es
que “todo es relativo”.
También estamos acostumbrados a escuchar aquello de que todas las opiniones son
respetables. ¿Qué quiere decir con respetables? ¿Quiere decir que no podemos hacer
crítica? Si esto es así, si no podemos criticar ni debatir las opiniones ¿cómo vamos a
avanzar en nuestro conocimiento? Y lo que es más importante ¿cómo vamos averiguar si
estamos equivocados? Se suele decir que esto es democrático. Pero lo que caracteriza a
la democracia es el debate abierto y la crítica entre los que sustentan distintas opiniones.
Hay que respetar a todas las personas, no a todas las opiniones. Si alguien dice que la
Tierra es plana, podemos argumentar en contra de su opinión, podemos darle pruebas de
que está equivocado. Lo que no podemos hacer es insultarle. Una cosa es criticar una
opinión y otra muy distinta faltar al respeto a nuestro interlocutor. Si queremos ser
personas responsables, una de las cosas que debemos aceptar es que todo conocimiento
es provisional, que podemos estar equivocados, y que las ideas y opiniones están para
ser debatidas y criticadas. No para encerrarnos en ellas y creernos en posesión de la
verdad sagrada.
La ciencia no es esa cosa tan fría, que nos quieren vender algunos intentando hacernos
creer que es una actividad de personas sin sentimientos. Más bien es al contrario, hay
que sentir fascinación por el mundo para intentar entenderlo y además se requiere
valentía para actuar como lo hacen los científicos, pues cuando tienen alguna hipótesis lo
que hacen es exponer dicha hipótesis a la crítica de sus compañeros de profesión con el
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fin de saber si están en lo correcto, o no. A veces esto puede ser duro, puede que a algún
científico le cuesta reconocer que está equivocado, pero no suele ser la norma. La ciencia
no es efectiva porque los científicos estén dotados de una racionalidad sobre humana
sino porque tienen el valor de someter sus ideas a la crítica intersubjetiva de sus
compañeros.
La ciencia nos ha enseñado cosas sorprendentes que nos mueven a la reflexión sobre el
universo pero también nos conduce a la reflexión sobre nosotros mismos. Haciendo
ciencia hemos aprendido que estamos hechos de átomos, que dichos átomos se formaron
en la primera generación de estrellas que poblaron el universo, cuando dichas estrellas
explotaron vertieron al espacio los átomos que se habían estado formando en su interior
debido a las reacciones termonucleares que las hacen brillar. De los restos de algunas de
esas estrellas se formaron lo que hoy día llamamos el Sistema Solar. Así pues, los
planetas como la Tierra como también los seres vivos que habitan en él están formados
por los restos de las primeras estrellas. Somos sustancia estelar capaz de reflexionar
sobre las estrellas. Esto lo hemos aprendido haciendo ciencia.
Decía Kant que una de las mejores formas de alcanzar la liberación del ser humano es a
través del conocimiento, esto se vuelve particularmente cierto en el caso de la ciencia.
Pues es la única llave cultural de la que dispone la humanidad para librarse de los grilletes
de la superstición
Estos conceptos cambian, como todos los conceptos, a medida que va cambiando la
visión del hombre sobre aquello que conceptúa. Las técnicas se refieren desde sus
orígenes a la producción de cosas, a hacer algo, a la habilidad para hacer cosas, que
implica un conocimiento empírico de cómo hacerlas.
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En la antigua Grecia:
Con el tiempo la habilidad de hacer cosas se fue volviendo compleja, lo cual hace que
aparezca el tecnólogo.
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La ciencia pretende entender la naturaleza y la sociedad; la tecnología y la técnica,
producir bienes, ofrecer servicios.
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6. LOS PELIGROS DE LA TECNOCIENCIA
la gente suele confiar en que todo lo que hacen los científicos garantiza la protección del
género humano, sin tener información de que a menudo esas actividades acarrean o
pueden acarrear desastres. Se suele carecer de información, por ejemplo, acerca de los
muchos casos en que los avances tecnológicos se aplican antes de tiempo, es decir,
antes de que hayan pasado por un periodo suficiente de prueba. Por ejemplo
experimentar con plantas transgénicas "a cielo abierto", expuestas a polinización, sin
pasar por los correspondientes ensayos previos "bajo techo".
Los riesgos implícitos en experimentos biotecnológicos no se restringen a sus posibles
efectos en algunas personas o en una zona determinada sino que, en no raras ocasiones,
pueden proyectarse a la humanidad en su conjunto, incluyendo generaciones futuras. La
necesidad de una "ética del futuro" tiene que ver precisamente con estos riesgos y con la
inexcusable exigencia ética de comprometerse en acciones que los reduzcan, los
controlen y contribuyan a la difusión de la información pertinente. Aquí están en peligro,
de manera simultánea, los equilibrios ecológico y etológico, que se han vuelto muy
complejos: la conservación de aspectos específicos del equilibrio ecológico, por ejemplo,
puede determinar no sólo desequilibrios etológicos, sino también desequilibrios de otros
aspectos ecológicos. Los así llamados "efectos sinergísticos" aumentan a magnitudes
incalculables los riesgos actuales de la manipulación genética, sobre todo en casos que
requieren ser "probados" en la interacción con el medio ambiente: es posible, por ejemplo,
la liberación de material patógeno que provoque tumores cancerosos en generaciones
futuras. Por este tipo de peligros latentes, aparece cada vez como más recomendable la
abstención de experimentos "al aire libre", es decir, en contacto con el medio ambiente,
aun cuando al éxito biotecnológico los requiera. En todo caso, la exigencia básica del
principio de precaución supone siempre que los procedimientos experimentales se hagan
con el conocimiento de la población que puede ser afectada. Cuando el riesgo se extiende
también a las generaciones futuras, esto implica, en consecuencia, la necesidad de
prohibir experimentos semejantes.
El principio de precaución ha alcanzado relevancia jurídica internacional especialmente a
partir del comunicado emitido el 1 de enero de 2000 en Bruselas por la Comisión de la
Unión Europea. Es interesante destacar que ese comunicado toma como punto de partida
un claro reconocimiento del conflicto en que el principio de precaución se encuentra con
ciertos derechos básicos a la investigación que, de no ser tenidos en cuenta, harían que
la aplicación del principio incurriera en arbitrariedad. Desde la ética convergente, esa
misma circunstancia se interpreta como un auténtico choque entre principios. El principio
de precaución, ampliamente justificado (y entendido como forma específica del de
conservación y del de no maleficencia), representa, sin embargo, una exigencia opuesta a
la que es propia del principio que llamo de exploración y en razón del cual se explican los
mencionados derechos.
La recomendación básica del referido comunicado alude a la necesaria reducción de los
riesgos que implican las nuevas tecnologías para los ecosistemas y para todos los
organismos vivientes, incluyendo los de próximas generaciones, pero a la vez propone
expresamente la búsqueda de consensos generales (y no meramente de científicos) para
la mejor evaluación posible de los riesgos, para las acciones que hayan de implementarse
en concordancia con esa evaluación y para cuidar que toda la gente esté adecuadamente
informada. Pero advierte asimismo sobre la necesidad de prevenir posibles formas de
tergiversación del principio, que podrían favorecer determinados intereses contra otros. La
precaución, además, tiene que ser tanto más cuidadosa cuanto menor sea la precisión de
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la información científica disponible. Se sabe que es imposible eliminar todo riesgo, pero
hay que extremar los recursos que permiten al menos minimizarlo. Los correspondientes
procedimientos tienen que ofrecer la suficiente transparencia que garantice ecuanimidad a
los diversos intereses en juego: los de la población en general, los de las empresas
tecnológicas, los de los científicos y los de toda institución involucrada.