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Por Rodrigo Darío Betancourt, en: La Ley Gran Cuyo2012 (mayo), 347
I. Prefacio
Cuando una norma o un contrato obligan a una persona a alguna cosa determinada, sea ésta
una acción o una abstención (hacer o no hacer algo), esta obligación es considerada de
resultado. Por otra parte, en aquellos casos en que una norma o un contrato sólo obligan al
deudor a actuar con prudencia y diligencia, la obligación es considerada de medios.
La obligación del abogado puede ser, según los casos, de medios o de resultado. Para la
doctrina y jurisprudencia nacional mayoritaria debe ser conceptuada, a excepción de
determinados supuestos, como obligación de “medios” imponiéndole al abogado una
debida diligencia y aptitud para cumplir las medidas que, normalmente, conducen a un
resultado, pero sin asegurar la obtención del mismo, dado que no se pueden comprometer a
ganar un juicio o litigio, sino únicamente a poner de su parte todos sus conocimientos y
habilidades, empleando todos los recursos conducentes al triunfo. En otras palabras …en la
mayoría de los casos, el abogado sólo promete atender al cliente con prudencia y cuidado y
poner su ciencia y diligencia. Aunque no esté comprometido a obtener un resultado
determinado en un pleito, sí lo está a practicar una conducta diligente que normal y
ordinariamente pueda alcanzar la pretensión del cliente… (1). En este mismo sentido el
inciso 7 del artículo 26 de la Ley 4.976 (Ejercicio de la Abogacía y Procuración) prescribe
que: “Les está prohibido a los abogados…asegurar al cliente el éxito del pleito…”.
En el papel de asesor o patrocinante el abogado se encuentra tan sólo obligado a poner toda
su pericia, conocimientos, diligencia y prudencia, a los efectos de obtener un resultado
exitoso (obligación de medios).
No obstante, lo expuesto debe tomarse como regla genérica ya que al decir de Carlos
Ghersi en cuanto a la diferencia entre el letrado patrocinante y el apoderado, se hace
necesario considerar cada caso en particular …Si bien comparto que ambos tienen
responsabilidad, en cuanto al letrado patrocinante el actor actúa por propio derecho y
suscribe los escritos, de tal forma que por ejemplo en el escrito de demanda en donde se
funda la pretensión debemos analizar el rol y la función de la parte, ya que como he
sostenido en otras oportunidades, respecto de los profesionales en general, el cliente juega
un papel central. No es lo mismo que el cliente-actor sea una persona culturalmente dotada
o que se trate de una persona que culturalmente no está en condiciones de estar en el otro
estándar (rol de la persona). Es decir, a su falta de proceso de culturización se le adiciona su
carácter de lego. En el primer caso, y máxime cuando haya participado en la construcción
del escrito o escritos, aportando, datos, situaciones, etc., por lo complejo de la situación
(función de la parte) la suscripción del escrito hace que la parte no pueda alegar después
desconocimiento de los términos del “contenido” de la acción (en cuanto a contenido del
negocio). En cambio cuando el actor es una persona, como señalamos, de escasos recursos
intelectuales y sólo suministró los hechos o una simple documentación, la cuestión es
distinta, pues la lectura de la demanda no tiene el mismo significado para el cliente y en la
relación con el abogado (este último asume mayor responsabilidad). En suma, es
importante en cuanto al abogado patrocinante determinar el rol y la función que cumplió la
parte y especialmente su nivel intelectual y en asuntos muy complejos siempre dejando de
lado el aporte jurídico. En cambio el abogado apoderado es el que decide
independientemente en el proceso, es decir, asume las decisiones tanto jurídicas como
determinantes en cuanto al direccionamiento de “contenido” del pleito (obviamente dentro
de las instrucciones recibidas) (2).
Toda persona que goza de capacidad procesal tiene el derecho de postulación procesal:
“poder de ejecutar personalmente todos los actos procesales inherentes a la calidad de
parte”. Este derecho puede ser delegado a un tercero, configurándose un contrato de
mandato o apoderamiento (representación voluntaria o convencional). Este apoderado,
como representante, nunca es parte sino participante, es decir, participa, interviene en el
proceso realizando la actividad que le corresponde a su representado, en su nombre e
interés.
Merced a lo expuesto … “Existe una práctica muy difundida entre abogados litigantes
consistente en presentar a la parte en el escrito liminar del pleito por derecho propio y con
su patrocinio y luego de esta primera presentación, hacerse parte el abogado con poder y
continuar el trámite como apoderado. El fundamento empírico de esta práctica corriente
sería que quien patrocina a un cliente no compromete su responsabilidad con las
afirmaciones que éste realiza por derecho propio”… (6).
La responsabilidad por daños del abogado puede plantearse en relación a los sujetos con
que se hallase él vinculado jurídicamente previamente merced a un contrato, y como
consecuencia del incumplimiento de las obligaciones nacidas del mismo; en cuyo caso se
tratará de la responsabilidad “contractual”. En otros casos el acto lesivo puede originarse al
margen de toda relación contractual, y entonces la responsabilidad habrá de ser
“extracontractual”. Asiduamente será contractual, ya que en general entre él y su cliente se
ha celebrado un contrato anterior.
La prestación de servicios profesionales por parte del abogado presenta a veces el carácter
contractual de locación de servicios, otras la de locación de obra o la de mandato, según las
circunstancias de cada caso. Empero no se pueden aplicar de manera genérica y automática
a las relaciones del profesional con su cliente las reglas de los contratos clásicos como la
locación de servicios, de obra, o el de mandato.
En el caso particular de los abogados, los contratos que usualmente se celebran son el
mandato y la locación de servicios, según que representen a un cliente o lo patrocinen en un
juicio, o la locación de obra, en el caso de habérsele pedido un dictamen o un documento
contractual. Este contrato se puede denominar genéricamente “contrato de prestación de
servicios profesionales”, pues si existe un contrato que relaciona al que daña y al
damnificado, y si el perjuicio se produjo como consecuencia de la inejecución de tal
contrato y no por otras circunstancias ajenas al mismo, la responsabilidad del abogado
habrá de ser, necesariamente contractual.
La doctrina hoy mayoritaria, a la que adhiere Trigo Represas, entiende que la prestación de
servicios profesionales reviste a veces el carácter de locación de servicios, otras de locación
de obra, e inclusive en otras oportunidades, la del mandato. Ergo se ha dado en sostener que
dependerá de las circunstancias de cada caso concreto, y por ende sería un contrato
multiforme o variable.
En materia de determinación del daño indemnizable, resulta muy difícil determinar cuando
la frustración de un negocio debido a un deficiente asesoramiento atribuible a él, o la
pérdida de un juicio por omisiones o errores también imputables, constituyen un daño
cierto. Al desconocerse si en otras condiciones el negocio hubiera sido exitoso o no, pues
este resultado depende de otras circunstancias ajenas al abogado, el resarcimiento en tal
caso debe consistir más bien en la pérdida de una “chance” o probabilidad de éxito en las
gestiones, cuyo mayor o menor grado de procedencia dependerá en cada caso de sus
especiales particularidades.
Si la expectativa frustrada era muy general y vaga, no cabría la indemnización, por tratarse
de un daño puramente eventual o hipotético (10). En cambio, si la posibilidad es fundada y
es una razonable probabilidad, su frustración debe ser indemnizada. Más aún, puede ocurrir
que de las circunstancias del caso, aparezca como sumamente probable que el perdidoso
hubiese obtenido la ganancia o evitado la pérdida de no haber mediado el acto del
responsable, en cuyo caso, procedería la indemnización, no ya de “chance” perdida, sino de
la misma ganancia frustrada o del perjuicio sufrido.
Relación de causalidad: El nexo causal adecuado entre la conducta del profesional y el daño
sufrido por el damnificado es otro de los presupuestos de la responsabilidad civil en general
y, por consiguiente, del abogado.
En el caso del abogado el problema resulta mucho más complejo, dado que el factum
sindicado como dañoso es un hecho científico o técnico, “cuyo dominio pertenece al
profesional y no la cliente… El abogado es quien diseña la estrategia jurídica del caso que
pretende o defiende, conoce las opiniones doctrinarias y tendencias jurisprudenciales… El
cliente del profesional es -normalmente- un ignorante del campo científico, técnico…, en se
mueve su co contratante”(12).
La responsabilidad del abogado es una responsabilidad por hecho propio o personal, por lo
cual el factor de atribución debe ser en principio, subjetivo: la inimputabilidad por culpa o
dolo del agente del daño. Sin embargo, es importante discernir la prestación que va a dar el
abogado, ya que esto vale sólo exclusivamente para las obligaciones llamadas “de medios”,
mientras que en las obligaciones de “resultado”, el factor de atribución se torna objetivo
(15).
El texto del artículo 36 inciso IV del CPCMza reza que: “Los representantes y abogados
podrán ser condenados en costas cuando actuaren con notorio desconocimiento del derecho,
negligencia o falta de probidad o lealtad”.
A fin de no incurrir en desconocimiento del derecho todo abogado debe cumplir con el
deber de estudiar y medir su propia capacidad, expresamente regulado en el artículo 9 de
Código de Ética que prescribe que : ” Incumbe al abogado el deber constante de actualizar
y profundizar sus conocimientos jurídicos en general y los que sean objeto de determinada
especialización. En todos los casos cuya defensa asuma es menester que los someta
previamente a un detenido análisis, como si debiera juzgarlos y que realice una meditada
valoración de sus antecedentes. No debe tomar asuntos que no sean acordes con una
preparación especial que no posea”.
Por último la “falta de probidad o lealtad”, a modo ilustrativo; implica evitar el empleo de
expresiones y términos que atenten contra el respeto y decoro que debe imperar en la
actividad judicial, la utilización de la prueba para deformar u ocultar la realidad, o dilatar
provocadamente el proceso con el empleo de argumentos de aparente juridicidad.
El artículo 22 del CPCMza tiene normado que: “Los litigantes, sus representantes y
abogados, tienen el deber de actuar lealmente y con probidad, expresando al tribunal los
hechos verdaderos; pueden ser objeto de sancione si se apartaren de estos principios y
pasibles de los daños y perjuicios que su actitud maliciosa o deslealtad ocasionare”. Por su
parte y en igual sentido el artículo 25 inciso 2 de la Ley 4.976 establece: “Son deberes del
abogado … observar una conducta ajustada a los principios de lealtad, probidad y buena
fe”. Por último el artículo 11 del Código de Ética prescribe refiriéndose a los deberes de
fundamentales de la profesión que: “El abogado debe en todo momento mantener el honor
y la dignidad de la profesión. En toda su actividad profesional, como en su vida privada,
debe abstenerse de toda conducta impropia que pueda desacreditar la profesión. La
conducta del abogado debe asimismo caracterizarse por la probidad y la lealtad. Ello se
garantiza con la veracidad y la buena fe”.
Al igual que en las causales ya descritas, cuando se efectúa una tipificación de la conducta
del profesional como ofensiva del deber de probidad y lealtad, la posibilidad, aún oficiosa,
de imponer las costas al profesional merece de una estrictísima ponderación.
“En esta materia debe andarse con tiento desde que está en juego la garantía de la defensa
de raíz fundacional (la que se vería afectada ante la perspectiva de quitarle a los abogados
que actúan como procurador o patrocinante la serenidad necesaria para el cumplimiento de
sus cometidos, con la perspectiva permanente de condena en costas, en una apreciación
puntillosa y severa de los términos ‘notorio desconocimiento del derecho, negligencia o
falta de probidad o lealtad’) por lo que sólo debe reprimirse con la imposición del pago de
los gastos causídicos, la diáfana transgresión , manifestada por acciones u omisiones de
razonable peso o por ausencia de una preparación adecuada para asumir el compromiso
profesional… (17).
“La normativa contenida en el art. 36 inc IV del C.P.C., faculta a los jueces a imponer las
costas del proceso al profesional, requiriéndose una estricta ponderación de los hechos y de
las circunstancias que justifiquen su aplicación, basados en criterios subjetivos de
imputabilidad. Los jueces que hacen uso excepcionalmente de esta atribución, deben
realizar un análisis estricto y cuidadoso de las circunstancias fácticas y jurídicas que surgen
del expediente y una motivación suficiente de la sentencia… (19)
“La sanción por la inconducta o negligencia de los profesionales que contempla el art. 36
inc. IV C.P.C., no podemos concebirla como una facultad discrecional del magistrado
frente a una pretensión infundada. De ser así, siempre debería imponerse las costas al
profesional cuando se desestime o rechace una acción o excepción, lo que evidentemente
conculca garantías constitucionales como la defensa en juicio de sus derechos y la de
petición. Así, cuando se admite, la imposición en costas al profesional por su inconducta o
negligencia en los términos de la norma legal, ello requiere de una estrictísima ponderación
en los límites de la norma legal que lo autoriza, debiendo mediar culpa o negligencia grave
de los letrados y que ello surja de los hechos mismos o de las propias constancias de la
causa… (20).
IX. Corolario
Del análisis ut supra realizado surge entonces que la responsabilidad profesional del
abogado, no es más que un simple ítem de la responsabilidad civil en general y los
presupuestos para su procedencia son en consecuencia: la antijuridicidad, el daño causado,
la relación de causalidad; y el factor de atribución. Y aunque no exista unanimidad de
criterio respecto al tema de la responsabilidad de los abogados, o algunos autores
consideran que esta responsabilidad es sólo moral y no jurídica, en la actualidad se entiende
que dichos profesionales deben responder por los daños devenidos de su obrar con
culpabilidad.
Por otra parte, las causales que facultan la aplicación de costas a los profesionales, cuales
son “notorio desconocimiento del derecho, negligencia o falta de probidad o lealtad”
(artículo 36, inciso IV del CPCMza), deben ser interpretadas con carácter estrictísimo y
nunca como una atribución discrecional del juez. Ello a fin de no atar las manos a los
abogados cuando actúan adecuadamente como representantes o patrocinantes en el ejercicio
profesional de abogar.
(1) Expediente 32.622 caratulados “González Campos, Andrea Paola y ots. c. Baldini
Pescarmona, Juliana p/ ordinario”. Tribunal: 4° Cámara Civil de Apelaciones.
(2) GHERSI, Carlos, “La responsabilidad del abogado. Diferencia entre patrocinante y
apoderado. El rol y función de la parte”, LA LEY, 2008-E, 686.
(4) Expediente: 33750 Cucchiarelli, Juan Carlos y ot. / Carlos Abarzúa, Tribunal: Primera
Cámara Civil, Fecha: 2000-11-01, Ubicación: S158-145.
(5) Expediente 32.622 caratulados “González Campos, Andrea Paola y ots. c. Baldini
Pescarmona, Juliana p/ ordinario”, Tribunal: 4° Cámara Civil de Apelaciones.
(8) TRIGO REPRESAS, Félix A., “Responsabilidad civil de los abogados”, Hammurabi,
Bs. As., 1996, págs. 125 y s.
(10) CNCiv., Sala D, 4/5/79, “Minuzzi de García Huega, Rosa D. c. Alconada Aramburú,
Francisco y otro”, La Ley, 1979-D, 21.
(11) TRIGO REPRESAS, Responsabilidad civil del abogado, Hammurabi, Bs. As., 1996, p
176 y s.
(13) BUERES, Alberto J., Responsabilidad civil de las clínicas y establecimientos médicos,
Bs. As., Abaco, 1981, p. 222, N° 41-3.
(14) ORGAZ, Alfredo, La culpa (Actos ilícitos), pág. 161, N° 58 y pág. 163.
(15) TRIGO REPRESAS, Responsabilidad civil del abogado, Hammurabi, Bs. As., 1996,
p. 61.
(17) Conf. Cám. 4ta. Apl. Civ.- L.A. 132-202, Expte. Nro. 159.221/25.656.- “Castro de
Vespa en j: c. Carlos Vila y Vila Ingeniería p/emb. prev.”, l.a. 90.-373.
(18) Expediente: 43619 – Medina de Jalaf Genoveva en j: Median de Jalf Genoveva y ot.
Walter Carrasco y ot. daños y perjuicios – inconstitucionalidad – casación, L.S.207 –
Fs.454.
(19) Expediente: 72117 – Ruiz Bucca, Roberto y ots. en j: Díaz Ortíz Mirtha S. Amado
Martha R. ordinario – inconstitucionalidad – casación, L.S.312 – Fs.166.
(20) Expediente: 75243 – Montenegro, Andrés Jesús en j: Montenegro, Andrés Jesús Massi
Balducci, Alfonso y ot. daños y perjuicios – inconstitucionalidad, LS330 – Fs.041.
Partes: M. C. L. c/ F. N. A. s/ daños y
perjuicios
Sala/Juzgado: L
Fecha: 27-may-2013
Sumario:
2.-Si bien la pérdida de un juicio por omisiones o errores imputables al letrado configura
generalmente un daño cierto, el resarcimiento en tales casos consiste en la pérdida de la
chance o posibilidad de éxito en las gestiones judiciales y de cobro, la que debe ser
apreciada judicialmente según el mayor o menor grado de probabilidad de convertirse en
cierta, de acuerdo a las circunstancias del caso.
3.-El letrado apoderado debe resarcir el daño moral causado a su cliente, pues quebrantó la
confianza depositada en sus manos e incumplió lo previsto expresamente en el art. 19, inc.
a, del Código de Ética, al no atender los intereses confiados con celo, saber y dedicación.
4.-Las sumas indemnizatorias por mala praxis de un abogado devengarán intereses, desde la
fecha de recepción de la carta documento que envió su cliente hasta el efectivo pago, a la
tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina.
Fallo:
En Buenos Aires, a los 27 del mes de mayo del año dos mil trece, encontrándose reunidos
en Acuerdo los Señores Jueces de la Sala “L” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil a fin de pronunciarse en el expediente caratulado “M., C. L. c/ F., N. A. s/ daños y
perjuicios” de acuerdo al orden del sorteo el Dr. Liberman dijo:
I.- Contra la sentencia de fs. 985/996 recurre la parte actora por los agravios que expone a
fs. 1.018/1.038, los que contesta la contraria a fs. 1.040/1.043.
II.- La demanda
L. C. M. promovió demanda por mala praxis contra N. A. F. como consecuencia del
supuesto mal desempeño como letrado apoderado en los autos “M., C. L. c/ Coca Cola
FEMSA de Buenos Aires S.A. s/ Despido” -expte. N° 27.844/2004-, tramitados por ante el
Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo N° 62.
Refiere que el 30 de noviembre de 2.004 fue despedido por reclamar las comisiones por
ventas no abonadas por la empresa Coca Cola FEMSA de Buenos Aires S.A. Como
consecuencia de ello, consultó al demandado y él le aconsejó iniciar juicio, atento que la
relación que el actor tenía para con la empresa era la de viajante de comercio y no la de un
simple comercializador. Así, además, la indemnización por despido debía ser mucho
mayor. Aceptó su consejo profesional y depositó toda su confianza en él.
Recuerda que le entregó toda la documentación que requiriera, otorgó poder para que lo
representara en el fuero laboral y firmó un convenio de honorarios. Relata los pormenores
del juicio, que el demandado le decía que todo estaba en marcha y, luego de un año y
medio, teniendo en cuenta que otros compañeros en situaciones similares ya habían
obtenido sentencia, intentó hablar con el demandado, quien no lo atendía.Tuvieron
intercambios de cartas documento.
Enfatiza que el expediente laboral fue finalmente rechazado por exclusiva culpa de su
apoderado, que actuó con impericia para su elaboración y negligencia para su procuración.
Agrega que el demandado, teniendo facultades, no apeló, no le notificó esa situación y
consintió lo actuado, perdiendo la posibilidad de que la sentencia en su contra fuera
revisada por la segunda instancia.
III.- La sentencia
Por último, ponderó la falta de colaboración del cliente para con su abogado en la medida
que desconoció documental que luego fue refrendada por pericial caligráfica y la falta de
concurrencia a audiencias conciliatorias donde, por la índole de la citación, se hacía
necesaria su presencia.
La parte actora se agravia del rechazo de la acción. Para ello hace hincapié en el
incumplimiento, por parte del accionado, de los requisitos exigidos por el art. 65 de la ley
18.345. Asimismo, refiere que de haber actuado idóneamente debió haber reclamado los
rubros que individualiza.
Se queja por haber considerado el ‘a quo’ que entre él y el demandado …”los unía una
amistad que databa de 1.999…” sin siquiera mencionar en su sentencia de qué prueba tomó
dicha decisión. Al igual que donde dice: “…asimismo la hermana abogada del aquí actor
(hoy su letrada patrocinante) integrara el estudio jurídico del demandado, desvinculándose
del mismo con litigio de por medio…”.
Aclara frente a esta última queja que, existan o no estas relaciones, en nada modifica el
juzgamiento del Dr. F. en su labor llevada a cabo por ante el fuero laboral.
Las partes están contestes en que el Dr. N. A. F. asistió al actor en su carácter de letrado
apoderado en los autos en tramite en sede laboral “M., C. L. c/ Coca Cola FEMSA de
Buenos Aires S.A. s/ Despido”, expte. N° 27.844/2004, tramitado en el Juzgado Nacional
de Primera Instancia del Trabajo N° 62.
Esta cuestión se ve corroborada con la lectura de las citadas actuaciones y el poder allí
otorgado obrante a fs. 2 a los efectos de un reclamo y/o juicio contra Coca Cola FEMSA de
Buenos Aires S.A. por cobro de pesos.
A fs. 3 obra el acta de cierre de audiencia ante el conciliador laboral en la cual se da cierre
al procedimiento previsto por la ley 24.635 sin haber logrado conciliación, por lo que queda
expedita la vía judicial. Los rubros reclamados son: leyes 25.323, 25.561, 25.345, 25.023.
art. 80 LCT, diferencia por indemnización por despido, diferencias salariales comisiones
directa e indirecta, indemnización especial por cartera de clientes.
El reclamo efectuado por el actor luce a fs. 4/8 donde se subraya que si bien M. figuraba en
el recibo con la categoría de comercializador, durante la relación laboral cumplió la tarea de
viajante de comercio. Alega que reclamó su regularización laboral, ya que las comisiones
por ventas le eran abonadas en forma encubierta. Tiempo después, sorpresivamente, recibió
una carta documento donde le hacían saber que prescindían de sus servicios.Luego realiza
una serie de consideraciones respecto de las leyes aplicables y practica una liquidación por
$19.955, discriminando sólo esta última suma.
Al dictar la sentencia, el juez laboral, tras analizar la prueba aportada, realiza una primera
consideración concluyendo en forma enfática que el actor fue viajante de comercio y por lo
tanto lo encuadra en la ley 14.546.
Planteada por Coca Cola la defensa de defecto legal, señaló en su decisión que la demanda
evidenciaba defectos en su formulación que hacían imprecisa la pretensión, pero consideró
que dichos vicios no pusieron en juego el derecho de defensa de la contraparte. Aclaró que
aquellos puntos de la pretensión que no resultaran suficientemente fundados o que no
estuvieran debidamente deducidos los desestimaría formalmente.
Si bien no se analizará en detalle el motivo del rechazo de cada rubro, lo que implicaría
copiar la sentencia laboral, se hará una síntesis a los efectos de la presente, transcribiendo
sólo algunos pasajes totalmente descriptivos.
Diferencias sobre aguinaldo 2004: se exponen idénticos motivos para su rechazo y “no se
ha fundamentado la petición”.
Sigue el Sr.juez laboral indicando que el reclamo por vacaciones 2004 es visiblemente
inadmisible. Multa art. 16 ley 25.561 groseramente improcedente.
En cuanto a la multa del art. 43 de la ley 25.345 resulta injustificado su petición, ya que en
el escrito de inicio no se adujo que Coca Cola haya retenido aportes (art. 132 bis LCT).
Indemnización por clientela (art. 14 ley 14.546) que la empresa no abonó: señala el juez al
rechazarla “no ha sido objeto de reclamo en estos actuados, ya que en concreto, la parte
actora no pidió que se condenara a la demandada a abonarla, pese a haber sostenido con
toda razón, que el reclamante fue viajante”…luego aclarando cómo se genera dicha
indemnización (de toda situación derivada de extinción contractual).
Finalmente, y en relación a las certificaciones del art. 80 de la L.C., refiere que el reclamo
está satisfecho y la sanción pedida a su amparo es improcedente en la medida que Coca
Cola nunca le negó al dependiente su entrega y la actora “no adujo que haya concurrido a
retirarlas y le haya sido negada su entrega”.
Con los argumentos expuestos, se desestimó la demanda, la que no fue objeto de recurso
alguno. En consecuencia pasó en autoridad de cosa juzgada.
Es que “la actividad profesional no se agota de tal modo en un ejercicio mecánico, acrítico
y superficial; requiere un severo cuestionamiento sobre la relevante función social, sobre el
contenido de la prestación y el modo de desplegarla; ello exige conocer las condiciones en
las que se desenvuelve el abogado y si esas condiciones influyen en él, pero antes requiere
un saber profesional suficiente” (Barbier, Eduardo y Vergara, Leandro, en
“Responsabilidad Profesional”, t. 2, pág. 5, dir. Carlos A.Ghersi, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1995). Ya que como recuerdan estos autores, con cita de Ortega y Gasset, la
presunción del conocimiento suficiente en el profesional rige desde que éste egresa de la
universidad, lo que obedece a la formación que los abogados adquieren allí.
Esta Sala, con voto de la Dra. Judith Lozano, resolvió hace tiempo, con citas de las Salas E
y H, que si el abogado advierte falta de colaboración de su cliente debe resguardar su
propia responsabilidad renunciando por escrito en el expediente o por comunicación
fehaciente (2-7-99, “Calcopietro c. T., M.C.”, citado por la actora). Es pauta de prudencia y
criterio aplicado por muchos tribunales (ver en Wierzba, Sandra M.: “Responsabilidad civil
del abogado”, pág. 31/2, Hammurabi, Buenos Aires, 2006; conf. Trib. Discipl. CPACF,
Sala II, 11-8-88, cit. por Pettis, Christian R., “La caducidad de la instancia…”, L.L. 2006-
B, 585, nota 33). Esta aclaración se efectúa en virtud de las razones expuestas en cuanto a
la conducta de M.
Lo cierto es que el art. 65 de la ley 18.345 -t.o. decreto 106/98.- (Ley de Organización de la
Justicia Nacional del Trabajo de la Capital Federal y Ley de Procedimiento Laboral)
establece los requisitos de la demanda. Así, se deducirá por escrito y contendrá: “3. La cosa
demandada, designada con precisión; 4. Los hechos en que se funde, explicados
claramente; 5. El derecho expuesto sucintamente; 6. La petición en términos claros y
positivos…”.
Sin embargo, no se puede pasar por alto que M. no concurrió a la audiencia en la que se
hizo efectivo el reconocimiento de la documental y que un abogado plantea su estrategia
frente a los hechos que narra su cliente.No obstante, esta situación ocurrió con
posterioridad a la confección de la demanda.
Pero tampoco se entienden las razones aducidas en el sentido de que primero debía
probarse la relación laboral entre M. y Coca Cola -en un primer proceso-, para luego
solicitar en otra causa las partidas correspondientes.
Tampoco encuentro probado que el actor haya dado indicaciones precisas de no apelar la
sentencia. La única testigo resulta ser la cónyuge del demandado, persona excluida por la
ley procesal.
Dejo aclarado que la única forma de dispensar esta omisión se encuentra prevista en el art.
11 de la ley 10.996 inc. 1° en cuanto dispone que las instrucciones en contrario de su
respectivo comitente deben realizarse por escrito. A autos no se acompañó documento
alguno al respecto.
Reprocho, en consecuencia, esta inacción frente al acta poder otorgado por la actora, que
expresamente facultaba a interponer toda clase de recursos (fs. 2 causa laboral) y la
obligación expresa de recurrir toda sentencia definitiva adversa a su parte.
Desde esa órbita juzgo procedente la acción intentada, por lo que corresponde admitir los
agravios y revocar la sentencia.
a) Pérdida de chance:
En relación a los expedientes traídos como prueba y que fueran iniciados por compañeros
de M., he de señalar que cada expediente tiene su propio desarrollo y particularidades. Así
por ejemplo, Díaz, al prestar declaración testimonial, refirió que era líder en ventas y por
eso se hizo acreedora de un automóvil. Si bien refiere que M. la secundaba, no se acreditó
con exactitud la cantidad de cajones vendidos al mes (ver informe pericial contable a fs.
816/817 y su complementario a fs. 879/881 de las presentes. Tampoco surge este dato del
expediente laboral). Esto influye directamente en los demás rubros que integran la
pretensión.
Sólo cabe agregar que no corresponde recurrir a fórmulas rígidas o predeterminadas para
realizar la evaluación del rubro, la que por lo mismo deberá efectuarse sin preconceptos. Es
el juez, en definitiva, quien habrá de realizarla teniendo en especial consideración las
circunstancias particulares que rodean el asunto a resolver, ya que no debe perderse de vista
que de lo que se trata es que el análisis se ajuste en lo posible a la realidad (conf. Pettis,
Christian R., “El presupuesto del daño en la mala praxis de abogados y procuradores.
Cuestiones relacionadas con su determinación y cuantificación”, L.L. 2001-D, 938).
Para fijar la cuantía en este rubro tendré también en cuenta la conducta del actor, la falta de
acreditación de las ventas totales, de las indicaciones reales dadas por el actor al
demandado frente a su inclusión en el acta de conciliación (SECLO) y las consideraciones
efectuadas por el juez laboral de la dirección letrada del actor para rechazar la demanda.
En virtud de lo expuesto y en uso de las facultades conferidas por el art.165 del CPCCN,
fijo este rubro en la suma de cincuenta mil pesos ($50.000).
De lo expuesto se colige que si bien el actor pudo haberse visto afectado por el rechazo de
la demanda, no lo es en el porcentaje fijado por el experto por las razones expuestas
precedentemente. Así, fijo por el daño psicólogico la suma de diez mil pesos ($10.000).
c) Daño moral:
VIII. Intereses.
Teniendo en cuenta los parámetros considerados para establecer los montos de condena, en
la especie propongo que los intereses corran desde la fecha de recepción de la carta
documento obrante a fs. 3 (24 de julio de 2.007- hasta el efectivo pago a la tasa activa
cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina.
En fin, sigo creyendo que es pertinente pensar y dejar sentados valores actuales con tasa
inferior, y no aplicar la tasa activa, que ni siquiera es positiva en términos reales. Pero en
definitiva, lo que los jueces buscamos en pleitos de esta naturaleza es reparar
adecuadamente con dinero (en la medida posible) el daño. Y esa indemnización comprende
pérdidas e intereses. La cuenta de capital más intereses en la forma propuesta atiende a ese
propósito y lejos está de constituir un enriquecimiento indebido.
Por lo expuesto, voto por revocar la sentencia apelada y que, en consecuencia, se haga lugar
a la demanda interpuesta por C. L. M. contra N. A. F.condenándolo a pagar al actor, en el
plazo de diez días, la suma de ochenta mil pesos ($80.000) más intereses que se calcularán
conforme se dispuso en el considerando, con costas de ambas instancias a cargo de la parte
demandada vencida (art. 68 del Cód. Procesal).
Por razones análogas a las expuestas por el Dr. Liberman, las Dra. Flah y Pérez Pardo votan
en el mismo sentido.
Firmado:
Es copia fiel del original que obra en el Libro de Acuerdos de esta Sala.
Jorge A. Cebeiro
Secretario de Cámara