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NEUROSIS HISTÉRICA

Se caracteriza por una tensión interna, de carácter general, que se manifiesta en


forma de una angustia constante libremente flotante, o de una proclividad a la
angustia. La histeria, como es sabido, puede imitar cualquier enfermedad,
circunstancia que hace que el cuadro clínico de la histeria de conversión sea tan
extremadamente multiforme. Existen también las identificaciones múltiples,
especialmente en los ataques.

Perturbación motora histérica: Una parálisis motora es una defensa contra la


acción, vale decir, contra un acto sexual infantil censurable. Puede expresar una
hostilidad o una angustia (tentación sexual temida) frente a las personas en cuya
presencia es creado el síntoma.

El hecho de que la histeria aparezca con más frecuencia en la mujer que en el


hombre se debe a que el desarrollo sexual de la mujer es más complicado. El
proceso que conduce a renunciar al clítoris a cambio de la vagina puede haber
quedado inconcluso.

El acceso histérico puede expresar también actos de carácter pregenital que se


han convertido en sustitutos de las ideas edípicas originarias.

Ejemplos: la idea de un espacio abierto, en las agorafobias, es concebida


inconscientes, por lo general, como una oportunidad de aventuras sexuales. La
idea de estar solo es concebida en el sentido de una tentación de masturbación.

No todos los ataques histéricos se producen en forma de actos o movimientos


pantomímicos específicos que sugieren directamente al analista la situación del
pasado o el sueño diurno del que forman parte. A veces las manifestaciones de un
ataque son mucho menos específicas y se producen ya sea en forma de
convulsiones, véase perturbaciones motoras, o bien de emociones o humores
exagerados o enteramente inmotivados en apariencia, o de ataques de llanto,
gritos o risa. Los ataques de esta índole constituyen también la culminación
emocional de complicadas fantasías inconscientes. El llanto, los gritos y la risa son
comparables en ese caso a emociones sentidas en el momento de despertar de
un sueño, si bien el sueño mismo ha sido olvidado. La emoción manifiesta permite
unas pocas reflexiones acerca del carácter emocional de los pensamientos
latentes, pero nada más puede decirse a su respecto, a menos que se analicen los
pensamientos latentes. El llanto histérico, por ejemplo, puede ser expresión de
emociones muy variadas. A veces el tipo de llanto ofrece, por sí solo, un indicio.
Puede ser un grito infantil de pedir ayuda. Puede ser la expresión del
desvalimiento, y el regocijo, de una mujer atacada sexualmente, puede
corresponder a sueños de parto, o bien ser una expresión de rabia. También
puede representar una formulación de masculinidad. La risa, en los ataques de
risa, expresa a menudo el triunfo por la realización fantástica de deseos hostiles,
especialmente de deseos de venganza correspondientes al tipo vengativo de
complejo de castración femenino. Pero la risa puede ser también simplemente una
deformación, de la excitación sexual, en la misma forma en que los niños
expresan frecuentemente toda forma de excitación mediante una risa obsesiva y
exagerada. El llanto histérico corresponde a menudo a un desplazamiento hacia
arriba de conflictos acerca de la micción sexualizada.

A fines a los ataques histéricos son los síntomas de conversión que consisten en
la aparición o desaparición patológica de necesidades físicas normales, tales
como los ataques de hambre y de sed, una necesidad de defecar u orinar, o una
repentina falta de apetito y de sed, una constipación o una oliguria, o bien ciertas
dificultades respiratorias. Todos estos síntomas de conversión tienen su raíz en
períodos de la sexualidad infantil en los que otras funciones fisiológicas se hallan
todavía al servicio de la búsqueda de placer, lo cual permite que los síntomas
físicos se presten a expresar fantasías sexuales. El hambre, la sed, y las
necesidades de excreción pueden ocupar el lugar de un deseo sexual; la anorexia
puede representar la negación de un deseo sexual; la constipación o la oliguria,
tendencias de retención relacionadas con deseos de embarazo o fantasías de
incorporación, que se producen de acuerdo con la fórmula niño pene heces; el
vómito y la diarrea pueden representar una resistencia a la vez a los deseos de
embarazo y a las fantasías de incorporación.

DOLORES HISTÉRICOS E IDENTIFICACIÓN HISTÉRICA.

Los síntomas de conversión son procesos de descarga intermitente o continua que


aparecen en lugar de los impulsos sexuales inhibidos, a los que se hallan
vinculados por asociaciones inconscientes. Un primer tipo de dolor histérico existió
realmente, dice Freud, en la situación en que tuvo lugar la represión. En los casos
en que el dolor físico originario fue sentido por el mismo paciente, la repetición del
dolor en el síntoma de conversión es el sustituto de una excitación placentera
deseada que de algún modo ha quedado vinculada al dolor; éste constituye ahora,
al mismo tiempo, una señal de advertencia en el sentido de no entregarse a esas
sensaciones de placer.

Una paciente sufría dolores en el bajo vientre. El dolor era una repetición de
sensaciones que había experimentado, siendo niña, durante un ataque de
apendicitis. En esa época fue tratada por su padre con desusada ternura. El dolor
de vientre expresaba al mismo tiempo nostalgia dela ternura de su padre y temor
de que la satisfacción de esa nostalgia pudiera ser seguida de una operación aún
más dolorosa.
Las enfermedades de la infancia constituyen a menudo episodios muy
impresionantes en la evolución de los conflictos instintivos del niño, revistiendo el
carácter, a veces, de satisfacciones, lograr más amor, o nuevas formas de amor
de parte de los padres, o sentir el cuerpo propio de una manera nueva, y más a
menudo el carácter de amenazas, la enfermedad puede ser percibida como una
castración, o bien, generalmente, como una consecuencia punitiva de anteriores
prácticas de masturbación o de alguna otra forma de conducta instintiva. Las
sensaciones experimentadas en la fiebre son muy apropiadas para representar las
sensaciones de una excitación instintiva temida, placenteras hasta cierto punto y
dolorosas y atemorizantes más allá del mismo. Los síntomas de conversión
ulteriores, al reproducir los dolores de las enfermedades de la infancia,
representan una repetición de los conflictos instintivos creados y movilizados por
dichas enfermedades. En otros casos el vínculo asociativo entre el conflicto
instintivo y la enfermedad que se inicia puede ser de carácter muy superficial.

La forma especial de un síntoma de conversión que imita una enfermedad pasada


puede ser una mera señal de tiempo para advertir que un síntoma alude a un
impulso que corresponde a la época de esa enfermedad. En términos generales
puede hacerse esta formulación: cada vez que una perturbación funcional ha
quedado asociada, en la infancia, a un conflicto emocional, y este conflicto ha sido
reprimido, toda alusión posterior, ya sea a la perturbación funcional o al conflicto
emocional, puede reactivar ambos componentes del síndrome total; la
perturbación funcional toma el carácter de manifestación consciente, mientras que
el conflicto emocional se convierte en la fuerza inconsciente impulsora de los
síntomas de conversión. Pero hay otro tipo de dolor histérico en el que las
sensaciones originarias imitadas en el síntoma de conversión han sido
experimentadas no por el paciente sino por otra persona a quien el paciente irrita
al elaborar el síntoma. La histeria, como es sabido, puede imitar cualquier
enfermedad, circunstancia ésta que hace que el cuadro clínico de la histeria de
conversión sea tan extremadamente multiforme. Esta identificación histérica, que
expresa el deseo de ocupar el lugar de otra persona, necesita ser tratada con más
detalle. La identificación es la primera de todas las formas de reacción a un objeto.
Todas las formas posteriores de relación de objeto pueden regresar, en
determinadas circunstancias, a la identificación. La identificación histérica se
caracteriza por el hecho de que no compromete todo el monto de catexis
disponible. Existen varias variantes de este tipo de identificación.

1. El caso más simple es el de la identificación histérica con el rival


afortunado, es decir, con una persona a quien el paciente envidia y cuyo
lugar ha querido ocupar desde un comienzo. Dora, la paciente de Freud,
adquirió una tos como la de la señora K, en quien percibía
inconscientemente una rival. Dora envidiaba a la señora K sus experiencias
sexuales. En virtud de los sentimientos de culpa a que daba lugar esta
rivalidad, Dora no podía colocarse en la posición de la señora K, es decir,
en la posición que le gustaría, sino que tuvo que elegir el mal que padecía
la señora K. como punto de identificación, 557. Esta identificación a través
de sus sentimientos de culpa reemplazó la identificación deseada en el
terreno de las experiencias instintivas. Es el mismo caso del rey Midas, el
personaje mitológico tan ávido de oro. Su deseo le fue concedido, pero en
una forma tal que el oro fue su perdición. El mecanismo del castigo de
Midas puede ser observado a menudo en todos los tipos de neurosis, en las
neurosis obsesivas tal vez con más frecuencia que en las histerias.

2. Las obsesiones pueden expresar esta idea: Recibirás lo que has deseado,
pero de una manera, en un grado o en un momento tal que será tu
perdición. En los síntomas de esta índole hay diversas capas de pulsiones y
defensas condenadas entre sí, y no es cosa fácil distinguir entre el impulso
instintivo que vuelve de la represión y la tendencia del superyó, que
caricaturiza el impulso instintiva con fines punitivos.

3. La forma más frecuente de identificación histérica es la que se produce con


un objeto con el cual el paciente no tiene una relación objetal auténtica. Se
crea sobre la base de necesidades etiológicas idénticas. Freud utilizó como
ejemplo el caso de una epidemia histérica en un colegio de niñas. Una niña
recibe una carta de amor y se desmaya, y en seguida se generalizan las
crisis de desmayo entre las demás. El significado inconsciente es éste:
también a nosotras nos gustaría recibir cartas de amor, 606. El objeto de la
identificación no significa sino que ella ha obtenido una gratificación que
también cada una de las otras ansiaba recibir. Una vez más, el hecho de
producirse episodios penosos es una expresión de las fuerzas represivas,
una especie de satisfacción de un deseo a lo Midas: ¿Querían ser tan
felices como X? Pues por eso mismo, ¡aquí tienen el castigo que recibió ella
El caso de la identificación sobre la base de necesidades etiológicas
iguales, siendo de carácter temporario y teniendo lugar con un objeto con el
cual no existe ninguna otra relación, nos ofrece la oportunidad de
considerar la relación entre identificación e imitación. Este mecanismo tiene
la apariencia de una simple imitación. Sin embargo, es inconsciente. Toda
imitación, sea consciente o inconsciente, presupone una especie de
identificación, es decir una alteración del yo propio, que sigue las líneas de
un objeto tomado como modelo. Pero la identificación en que se basa la
imitación, en contraste con otros tipos de identificación, es superficial,
limitada, caprichosa, y empleada solamente para un determinado propósito.
Este propósito puede ser consciente o no. Objeto de imitación inconsciente
puede ser todo aquel que parece ofrecer, coma prototipo, alguna ventaja
económica libidinosa, alguna posibilidad de encontrar alivio a los conflictos
internos. Afín a éste es el fenómeno de la contagiosidad de los lapsus y
errores.

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