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2012
Este es un producto sin fines lucrativos, con reproducciones parciales de la obra de Peter Blos y
orientado a la enseñanza y divulgación de la obra original.
Se refieren las fuentes de todos los textos e imágenes.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………..2
FASES DE LA ADOLESCENCIA……………………………………………………...6
Latencia…………………………………………………………………………………..6
Preadolescencia…………………………………………………………………………9
Adolescencia temprana……………………………………………………………….14
Adolescencia propiamente tal………………………………………………………..18
Adolescencia tardía……………………………………………………………………33
Postadolescencia………………………………………………………………………40
ANEXO………………………………………………………………………………….47
GLOSARIO…………………………………………………………………………….58
1
INTRODUCCIÓN
Peter Blos escribió en 1962 su libro más conocido On adolescence: A
psychoanalytic interpretation (Psicoanálisis de la adolescencia), en el cual
propuso una división en etapas de la adolescencia, que hasta ese momento era
considerado un periodo único cuyos propósitos exclusivos eran el inicio de la
capacidad reproductiva y el paso de la niñez a la vida adulta. Lo anterior se hizo
posible gracias al conocimiento que Blos tenía de la obra freudiana y de los
postulados de la Ego Psychology (Psicología del yo), de su gran talento clínico,
pero también por el momento histórico y sociocultural que le tocó vivir.
Es después de las dos guerras mundiales, con su costo de millones de
vidas de jóvenes, que inicia un replanteamiento de la adolescencia, proceso que
llegó a su momento climático con los movimientos juveniles de los años sesenta,
particularmente el Mayo francés, donde se entronizó a la imaginación en el
poder, derrocando a las estructuras.
A 50 años de la publicación, lo esperable es que sus propuestas hubieran
sido ampliamente revisadas y replanteadas. Sin embargo, el segundo paso está
por llegar, si bien, varios de los criterios de Blos ya no son congruentes con la
actual comprensión psicoanalítica del desarrollo, como sería el asumir que la
heterosexualidad es la única orientación sexual que podría considerarse como
indicador del fin de una adolescencia no patológica; la división de las etapas
sigue siendo vigente, así como una buena parte de sus características.
En una época donde la tendencia es desacreditar obras solamente por su
temporalidad y no tanto por su contenido, en un tiempo donde el análisis crítico
es sustituido por la fascinación por las novedades de uso simple, resulta
necesario argumentar a favor de ciertas obras, no para enquistarlas como si se
tratara de contenidos irrefutables, sino para que sirvan de base a propuestas
que actualicen tanto la teoría como la práctica clínica, conservando los aspectos
que sigan siendo vigentes.
El presente documento es un resumen del libro Psicoanálisis de la
adolescencia, cuyo principal objetivo es que pueda ser utilizado como recurso
didáctico, pero que puede ser de interés también para quienes en algún
momento leyeron el libro y quieren refrescar sus conocimientos, o como una
síntesis para quienes quieran escribir sobre el tema de adolescencia y sólo
quieran a Blos como una referencia.
La primera parte es una semblanza biográfica de Peter Blos, un vistazo
que en su brevedad nos muestra su perfil renacentista, un hombre de
pensamiento complejo pero ideas claras, que a su trayectoria por el psicoanálisis
sumó otros talentos como la música, la poesía, la docencia y la artesanía.
La segunda parte es la síntesis de las etapas. Es importante señalar que
salvo algunas modificaciones al texto con fines de organización, todas las
palabras son de Blos (o de Ramón Parres y Rosa Witemberg que hicieron la
traducción al castellano), por tanto, no es un resumen, sino la extracción de los
fragmentos más ilustrativos. Con la finalidad de agregar otro detalle didáctico al
texto, se marcan con negrita los conceptos y las ideas centrales. Un aspecto
2
relevante a señalar es que en el texto de Blos, o al menos en su traducción al
castellano, se utiliza el concepto de instinto como sinónimo de pulsión. Freud
hizo una clara diferencia entre los dos términos, lo que es importante tener en
cuenta al leer el texto.
Se agrega como anexo, el artículo La escuela norteamericana de la
Psicología del yo, de Jaime Nos, catedrático de la Facultad de Psicología de la
Universidad de Barcelona y miembro de la American Psychoanalytic Association
(Nueva York) y la Sociedad Española de Psicoanálisis (Barcelona). El artículo lo
pone a disposición del público la base RACO (Revistes Catalanes amb Accés
Obert). La fuente electrónica la pueden consultar en el artículo. El objetivo de
integrar el artículo es facilitar a los lectores contextualizar el momento de la
historia del psicoanálisis al que pertenece Peter Blos padre, así como su
principal referencia teórica después de Freud. El artículo no hace mención de
Peter Blos pero si del que fue su gran amigo desde la infancia, Erik Erikson (Erik
Homburger).
El documento cierra con un glosario que contiene los conceptos del
Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis que pueden ayudar a la
comprensión del texto de Peter Blos. Probablemente los lectores tengan la
opinión de que el glosario es amplio o, al contrario. que le faltan conceptos. Para
el segundo caso, remito al Diccionario donde encontrarán numerosas entradas
con las que pueden ampliar su comprensión del léxico psicoanalítico.
Quiero agradecer especialmente a Antonio Penella Jean, por quien
conocí la obra de Peter Blos y que amablemente me facilitó su libro Psicoanálisis
de la adolescencia para revisar todas sus anotaciones, así como sus fichas
escritas a mano, las cuales son ya un emblema de la enseñanza y divulgación
de la obra de Peter Blos en la Ciudad de México. Libro y documentos fueron un
referente invaluable para identificar los fragmentos más representativos del
texto.
La pretensión es que este sea un texto vivo, por tanto abierto a la
revisión. Agradecería a las lectoras y a los lectores que no se detengan para
enviarme comentarios, correcciones o críticas, para lo cual dejo los datos de mi
domicilio electrónico: jpablobrand@gmail.com.
De antemano muchas gracias.
Este es un producto sin fines lucrativos, con reproducciones parciales de
la obra de Peter Blos y orientado a la divulgación de la obra original (que por
cierto no se ha reeditado en castellano desde la década de los noventa del
pasado siglo). Se refieren las fuentes de todos los textos e imágenes.
3
SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE PETER BLOS
4
• Blos, P. (1979). The adolescent passage: Developmental issues. New
York: International Universities Press [La transición adolescente.
Argentina: Amorrortu].
• Blos, P. (1985). Son and father: Before and beyond the oedipus complex.
New York: The Free Press.
Albert J. Solnit afirma que por muchos años, Peter Blos fue Mr. Adolescence.
Solnit fue Comisionado de los Servicios de Salud Mental y Adicciones de
Connecticut y fundador, junto con Blos y otros, de la Asociación de Psicoanálisis
de Niños.
Henry Fountain lo califica como un Hombre renacentista, por su constelación
de talentos que le permitieron sobresalir como psicoanalista, músico, artesano,
maestro y poeta. A lo anterior suma su sabiduría, su buen humor, su entusiasmo
y su generosidad.
5
FASES DE LA ADOLESCENCIA
LATENCIA
8
Los logros del periodo de latencia representan en verdad una
precondición esencial para avanzar hacia la adolescencia y pueden
resumirse como sigue: la inteligencia debe desarrollarse a través de una
franca diferenciación entre el proceso primario y secundario del
pensamiento y a través de una franca diferenciación entre el proceso
primario y secundario del pensamiento y a través del empleo del juicio, la
generalización y la lógica; la comprensión social, la empatía y los
sentimientos de altruismo deben de haber adquirido una estabilidad
considerable; la estatura física debe permitir independencia y control del
ambiente; las funciones del yo deben haber adquirido una mayor
resistencia a la regresión y a la desintegración bajo el impacto de
situaciones de la vida cotidiana; la capacidad sintética del yo debe ser
capaz de defender su integridad con menos ayuda del mundo externo.
Estos logros en la latencia deben dar paso al aumento puberal en la energía
instintiva. Si la nueva condición de la pubertad solamente refuerza los logros de
la latencia, los cuales se llevaron a cabo bajo la influencia de la represión sexual,
entonces, tal como lo ha dicho Anna Freud (1936), "el carácter del individuo
durante el periodo de latencia se declara sí mismo para siempre". La inmadurez
emocional será el resultado, tal como lo es siempre cuando una meta
específica para una fase se pasa de lado tratando de aferrarse a los logros
de la fase anterior del desarrollo.
PREADOLESCENCIA
El hombre preadolescente
El aumento cuantitativo de los impulsos lleva al periodo de latencia a su
terminación, el niño es más inaccesible, más difícil de enseñar y controlar. Todo
lo que se ha obtenido a través de la educación en los años anteriores en
términos de control instintivo y conformidad social parece que está camino de la
destrucción.
La gratificación instintiva directa habitualmente se enfrenta a un
superyó reprobatorio. En este conflicto el yo recurre a soluciones bien
conocidas: defensas como la represión, la formación reactiva y el
desplazamiento. Esto le permite al niño desarrollar habilidades e intereses que
son aprobados por sus compañeros de juego y además el dedicarse a muchas
actitudes sobrecompensatorias en conductas compulsivas y en
pensamientos obsesivos para aliviar su angustia. Aspectos típicos de esta
edad son el interés del coleccionista en timbres postales, en monedas, en
cajetillas de cerillos, en distintivos y en otros objetos que se prestan para tal
actividad. Una situación nueva para el servicio de la gratificación instintiva que
aparece durante la preadolescencia es la socialización de la culpa. Este nuevo
instrumento para evitar el conflicto con el superyó proviene de la madurez social
lograda durante el desarrollo de la latencia; el niño utiliza esto para descargar su
culpa en el grupo o más específicamente en el líder como instigador de actos no
permitidos. La socialización de la culpa crea temporalmente defensas
autoplásticas que son en cierto grado formas de disculpa. El fenómeno de
compartir o proyectar los sentimientos de culpa es una razón para el
aumento de la significación de la creación de grupos en este estadio del
desarrollo.
Naturalmente no todas estas defensas son suficientes para enfrentarse a
las demandas instintivas, ya que los miedos, las fobias, tics nerviosos, pueden
aparecer como síntomas transitorios. La psicología del desarrollo descriptivo
10
habla de descargas tensionales en esta etapa: frecuentes dolores de cabeza y
de estómago, el comerse las uñas, taparse los labios, tartamudeo, el taparse la
boca con la mano, el jugar con sus cabellos, estar tocando constantemente
todas las cosas; algunos niños todavía se chupan el pulgar (Gessel, 1956).
En esta etapa los muchachos son hostiles con las muchachas, las
atacan, tratan de evitarlas, cuando están en compañía de ellas se vuelven
presumidos y burlones. En realidad tratan de negar su angustia en lugar de
establecer una relación con ellas. La angustia de castración que lleva la
fase edípica a su declinación reaparece y conduce al muchacho a llevarse
exclusivamente con compañeros de su propio sexo.
Solamente con referencia al muchacho es correcto hablar de un
aumento cuantitativo de los impulsos instintivos durante la
preadolescencia que conducen a una catexis indiscriminada de la
pregenitalidad. De hecho, el resurgimiento de la pregenitalidad marca la
terminación del periodo de latencia para el hombre. En esta época el
muchacho muestra un aumento difuso de la motilidad (gran inquietud motora),
voracidad, actitudes sádicas, actividades anales (expresadas en placeres
coprofílicos, cualquier lenguaje obsceno, rechazo por la limpieza, una
fascinación por los olores y gran habilidad en la producción onomatopéyica de
ruidos) y juegos fálicos exhibicionistas.
Las fantasías de los muchachos preadolescentes habitualmente están
bien protegidas; las que mencionan con más facilidad son las de pensamientos
sintónicos al yo de grandiosidad y de indecencia.
El conflicto preadolescente típico del muchacho es el miedo y la
envidia hacia la mujer. Su tendencia a identificarse con la madre fálica le
alivia de la angustia de castración en relación con ella; normalmente se
construye una organización defensiva en contra de esta tendencia.
Recordemos aquí la tesis de Bettelheim (1954) de que los ritos de iniciación en
la pubertad sirven a los muchachos para resolver su envidia de la mujer. En
esencia se tiene que resolver una identificación bisexual (Mead, 1958).
En la fase de la preadolescencia el muchacho tiene que renunciar
nuevamente, y ahora definitivamente a sus deseos de tener un niño (pecho,
pasividad) y, más o menos completar la tarea del periodo edípico (Mack
Brunswick, 1940). En un hombre dotado, este deseo puede encontrar
satisfacción en el trabajo creativo, y cuando un hombre como éste busca
tratamiento porque su actividad creadora ha dejado de funcionar, revela una
organización típica de los impulsos que Jacobson (1950) describió en su
artículo: "El deseo de los muchachos de tener un niño". En relación a estos
pacientes Jacobson dice "que su actividad creadora muestra regularmente
fantasías femeninas reproductoras". La fijación en el nivel preadolescente da a
esta fase una organización duradera de los impulsos; en algunos casos donde
ocurre tal fijación, la fase de preadolescencia ha fracasado debido a un enorme
miedo a la castración en relación con la madre arcaica, el cual se resuelve
identificándose con la mujer fálica.
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¿Cómo considera el muchacho preadolescente a la muchacha de
esta edad? Ciertamente la joven preadolescente no muestra los mismos
aspectos que el muchacho, ella es o una marimacha o una muchacha agresiva.
Al muchacho preadolescente se le figura como Diana, la joven diosa de la
caza, que muestra sus atributos mientras corre a través del bosque con un
montón de perros. Las fantasías, de las actividades lúdicas, de los sueños, y
de la conducta sintomática de preadolescencia en los muchachos, llevan a
concluir que la angustia de castración en relación con la madre fálica no es
solamente una ocurrencia universal de la preadolescencia masculina sino que
puede observársela como el tema central.
La angustia de castración puberal del hombre está relacionada en su
fase inicial a la madre activa, poderosa y procreadora. Una segunda fase es
típica de la adolescencia propiamente. En la preadolescencia observamos
que los deseos pasivos están sobrecompensados y que la defensa en contra de
ellos se ve poderosamente reforzada por la maduración sexual (A. Freud, 1936).
La fase típica de la preadolescencia en el hombre, antes de que efectúe
con éxito un cambio hacia la masculinidad, recibe su cualidad
característica del empleo de una angustia homosexual en contra de la
angustia de castración. Es precisamente esta solución defensiva en el
muchacho, subyacente en la conducta de grupo, la que la psicología
descriptiva llama la "pandilla"* (No debe confundirse con la pandilla de los
muchachos adolescentes). La psicología psicoanalítica llama a esto "el
estadio homosexual" de la preadolescencia.
En la fase preadolescente homosexual del muchacho, un cambio
hacia el mismo sexo es una maniobra evasiva; en la segunda fase
homosexual (en la adolescencia temprana), un objeto narcisista se elige a
sí mismo. Las amistades con tintes eróticos son manifestaciones bien
conocidas de este periodo.
La mujer preadolescente
En la niña esta fase está caracterizada por una actividad intensa
donde la actuación y el portarse como marimacha alcanza su clímax
(Deutsch, 1944). En esta negación muy clara e la feminidad puede
descubrirse el conflicto no resuelto en la niñez sobre la envidia del pene,
que es el conflicto central de la joven preadolescente, un conflicto que
encuentra una dramática suspensión temporal, mientras las fantasías
fálicas tienen sus últimas apariciones antes que se establezca la
feminidad.
La diferencia en la conducta preadolescente entre hombres y mujeres
está dada por la represión masiva de la pregenitalidad, que la muchacha hubo
de establecer antes de poder pasar a la fase edípica; de hecho, esta represión
es un prerrequisito para el desarrollo normal de la feminidad. Cuando la
muchacha se separa de su madre debido a una decepción narcisista de sí
misma como mujer castrada, reprime también sus impulsos instintivos que
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estaban íntimamente relaciones con el cuidado materno y los cuidados
corporales, fundamentalmente la amplitud de la pregenitalidad.
La muchacha que no puede mantener la represión de pregenitalidad
encuentra dificultades en su desarrollo. como consecuencia de esto, la joven
adolescente exagera normalmente sus deseos heterosexuales y se junta con los
muchachos a menudo en una forma un tanto frenética. "Paradójicamente,
comenta Helene Deutsch (1944), la relación de la muchacha con su madre es
más persistente y a menudo más intensa y peligrosa y a menudo más intensa y
peligrosa que la del muchacho. La inhibición que encuentra cuando se enfrenta
a la realidad (en la prepubertad) la regresa con su madre por un periodo
matizado por demandas infantiles de amor".
Al considerar la diferencia entre la preadolescencia en el hombre y
en la mujer, es necesario recordar que el conflicto edípico en la mujer
nunca se llevó a una terminación abrupta como ocurre en el hombre. Freud
(1931) afirma: "La muchacha permanece en la situación edípica por un
periodo indefinido; solamente lo abandona muy tarde en su vida y en
forma incompleta". De ahí pues que la mujer luche con relaciones de objeto en
forma más intensa durante su adolescencia; de hecho, la separación prolongada
y dolorosa de la madre constituye la tarea principal de este periodo. "Un intento
prepuberal de liberarse de la madre que fracasó o fue muy débil, puede inhibir el
futuro crecimiento psicológico y dejar una huella infantil definitiva en la
personalidad total de la mujer" (Deutsch, 1944).
El muchacho preadolescente lucha con la angustia de castración
(temor y deseo) en relación con la madre arcaica, y de acuerdo con esto se
separa del sexo opuesto; por el otro lado, la muchacha se defiende en
contra de la fuerza represiva hacia la madre preedípica por una orientación
franca y decisiva hacia la heterosexualidad. En este rol no se puede llamar a
la niña preadolescente "femenina", ya que obviamente ella es la agresora y
seductora en el juego de pseudo-amor; en verdad, la cualidad fálica de su
sexualidad es prominente en esta etapa y le da, por periodos breves, la
sensación poco habitual de sentirse completa y adecuada. El hecho de que la
muchacha promedio entre los 11 y los 13 años sea más alta que el promedio de
los muchachos de esta edad solamente acentúa esta situación.
El conflicto de esta fase preadolescente de la mujer revela su naturaleza
defensiva, especialmente en los casos en los cuales el desarrollo progresivo no
se ha podido mantener bien. por ejemplo, la delincuencia femenina nos permite
estudiar en una forma muy clara la organización de los impulsos
preadolescentes en la muchacha. Estamos muy familiarizados con el hecho de
que "en las muchachas prepuberales, el apego hacia la madre representa un
mayor peligro que el apego hacia el padre" (Deutsch, 1944). En la delincuencia
femenina, la cual, hablando en términos muy amplios representa una conducta
sexual de actuación, la actuación, la fijación a la madre preedípica y el pánico
que esta rendición implica.
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Una ruptura en el desarrollo emocional progresivo en la mujer, provocada
por la aparición de la pubertad, constituye una amenaza más seria a la
integración de la personalidad que una situación similar en el muchacho.
En resumen, podemos decir que en el desarrollo femenino normal, la
fase preadolescente de la organización de los impulsos está dominada por
una defensa en contra de una fuerza regresiva hacia la madre preedípica.
Esta lucha se refleja en dos de los conflictos que surgen en este periodo entre
madre e hija. Una progresión hacia la adolescencia propiamente dicha en la
mujer, está marcada por la emergencia de sentimientos edípicos que aparecen
primero disfrazados y finalmente son extinguidos por "un proceso irreversible de
desplazamiento" tal como Anny Katan (1937) lo ha designado: "remover al
objeto".
La fuerza con la cual la muchacha se aleja e la fantasía y de la
sexualidad infantil es proporcional a la fuerza del impulso regresivo en
dirección al objeto de amor primario, la madre. Si ella se rinde, actúa su
regresión por desplazamiento o regresa a los puntos tempranos de fijación
preedípica, y dará como resultado un desarrollo adolescente desviado.
ADOLESCENCIA TEMPRANA
Estar enamorado
El aspecto de "estar enamorado" es un componente más familiar de
la vida del adolescente, señala el acercamiento de la libido a nuevos
objetos; este estado se caracteriza por un sentimiento de estar completo,
acoplado con un singular abandono. El amor heterosexual a un objeto implica
el fin de la posición bisexual de fases previas en las cuales las tendencias
ajenas al sexo necesitaban constante carga contracatéctica, ya que
amenazaban constantemente con hacerse presentes, dividiendo la unidad del yo
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("autoimagen"). Estas tendencias pueden satisfacerse sin restricción en el amor
heterosexual sólo concediendo al compañero el componente del impulso ajeno
al sexo. Este modelo fue descrito por Weiss (1950), quien le llamó "fenómeno de
resonancia". Aparece primeramente en la adolescencia y juega un papel
importante en la resolución de las tendencias bisexuales. En la adolescencia se
puede observar fácilmente cómo el hecho de enamorarse o de adquirir un novio
o novia hace que se aumenten marcadamente rasgos masculinos o femeninos,
este cambio significa que las tendencias ajenas al sexo han sido concedidas al
sexo opuesto y pueden ser compartidas en el mutuo pertenecer de los
compañeros. En otras palabras, el componente sexual en propiedad del objeto
de amor que a su vez es catectizado con libido de objeto.
A la adolescencia en sí pertenece esta experiencia única, el amor
tierno. El amor tierno comúnmente precede a la experimentación
heterosexual, que no debe confundirse con el juego sexual más inocente
de etapas anteriores -aunque este juego a veces se extiende a la adolescencia
en sí en el espíritu competitivo de los muchachos para la conquista de las
muchachas, y la forma deseada de intimidad física (que es dictada en gran parte
por el medio y el grupo al cual pertenece el adolescente). El acercamiento
ruidoso y voraz de los muchachos llega a una cima en esta fase pero, antes o
después, estos bruscos intentos son interrumpidos de repente por un
sentimiento erótico que inhibe y extasía al joven macho. Se percata de que el
sentimiento que ha entrado en su vida es nuevo en un aspecto; es decir, que su
actitud hacia la muchacha implica también un sentimiento de ternura y devoción.
Predominan la preocupación por preservar el objeto de amor, y el deseo de
pertenecerse exclusivamente -aunque sólo sea espiritualmente- el uno al
otro. La pareja no representa solamente una fuente de placer sexual (juego
sexual); más bien, ella significa un conglomerado de atributos sagrados y
preciosos, que llenan al joven de admiración. No debe omitirse que este nuevo
sentimiento es experimentado por el muchacho al principio como la amenaza de
una nueva dependencia, así que la unión en sí despierta miedo de sumisión y de
rendición emocional.
La idealización del objeto de amor inicia el refinamiento y enriquecimiento
de la vida sentimental en el muchacho, deriva su intensidad y calidad de un
grado normal de fijación materna. El sentimiento de amor tierno en la relación
heterosexual puede lograrse probablemente sólo cuando las posiciones
narcisistas y bisexuales son cambiadas hacia la rendición final del componente
dominante sexual a un miembro del sexo opuesto.
La primera elección de un objeto de amor heterosexual está comúnmente
determinada por algún parecido físico o mental con el padre del sexo opuesto, o
por algunas disimilitudes chocantes.
En la joven dos predicciones favorecen la elección de objeto homosexual.
Una es la envidia del pene, que se compensa con desdén por el macho; en
estos casos la joven misma actúa como muchacho en relación con otras
jóvenes. La segunda precondición es una fijación temprana en la madre; en
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estos casos la joven actúa como una niña dependiente, extremadamente
obediente y confiada, sobrecogida por sentimientos de felicidad y contento en su
presencia de la madre. Algunos problemas de alimentación (gula)
frecuentemente acompañan este último síndrome clínico.
En el joven, tres precondiciones favorecen la canalización de la
sexualidad genital hacia la relación homosexual en la pubertad. Uno es el miedo
a la vagina como órgano devorador y castrante. En este concepto inconsciente
reconocemos derivados del sadismo oral proyectado. La segunda precondición
reside en la identificación del joven con su madre, una condición que ocurre
comúnmente cuando la madre fue inconsistente o frustrante mientras que el
padre fue maternal o rechazante. Una tercera condición se ramifica del complejo
de Edipo que asume la forma de una inhibición o restricción en que equipara a
todas las mujeres con su madre, y considera que la introyección es una
prerrogativa del padre. Todas estas etapas pueden observarse latentes o
manifiestas durante la adolescencia en sí, cuando la resurrección de las
tempranas relaciones de objeto pasan a primer plano. Las manifestaciones
edípicas de la adolescencia muestran las vicisitudes específicas que el complejo
de Edipo ha sufrido durante la vida del individuo.
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La tendencia a preservar los privilegios de la infancia y a gozar
simultáneamente de las prerrogativas de la madurez es casi un sinónimo de la
adolescencia misma. Todo adolescente tiene que atravesar por esta paradoja;
aquellos que se hallan fijados en esta etapa tienen un desenvolvimiento
desviado.
Existen dos fuentes de peligro interno durante la adolescencia que
requieren de medidas preventivas, tanto auto como aloplásticas, para
impedir un estado de pánico. Una es el empobrecimiento del yo, que lleva a
los estados anormales del yo que ya han sido descritos en conexión con
los esfuerzos físicos respecto al mantenimiento del contacto con la
realidad y continuidad en los sentimientos del yo. La otra fuente es la
ansiedad instintiva despertada durante el movimiento progresivo de la
libido hacia la heterosexualidad. Esta ansiedad pone en juego los
mecanismos defensivos típicos de esta fase. Desde luego, durante todos los
años de adolescencia, las reacciones defensivas juegan un papel importante, y
realmente algunas fases han sido definidas por su uso de defensas específicas
(por ej. la regresión en la fase específica para el muchacho durante la
preadolescencia). Como quiera que sea, parece que en la adolescencia escogen
defensas propias con una mayor discreción idiosincrática. se podría decir que la
elección de defensa está de acuerdo con el surgimiento progresivo del carácter.
La formación del carácter en sus aspectos positivos y negativos, en su
liberación y restricción del yo bajo circunstancias normales, deriva su
calidad y estructura de las actividades del yo que empiezan casi siempre
como medidas defensivas y gradualmente asumen una fijación adaptativa.
Los mecanismos de defensa que parecen ser entidades dinámicas
en esta fase de la adolescencia, revelan ser en una observación más
detallada un compuesto de procesos componentes divergentes.
"Observación más detallada" se refiere aquí a observaciones longitudinales que
se extienden más allá de la fase en cuestión para estudiar el destino último de la
defensa; es decir, ver cómo se separa en componentes distintos que sirven a
funciones diferentes como, por ej., funciones defensivas, adaptativas y
restitutivas. El retiro de la libido de los objetos infantiles de amor, que es una
condición indispensable para la progresión adecuada de la fase hacia la elección
de objeto no incestuosa, no es consecuentemente una defensa en el sentido
propio de este término. Se vuelve una defensa sólo si reprime la posición
inalterada de la libido y así se retira de movimientos progresivos y
transformaciones.
Ciertos esfuerzos característicos realizados por el yo para contrarrestar
su emprobrecimiento y su débil sostén en la realidad, llevan los signos del
fenómeno de restitución. La integridad del yo -su cohesión y continuidad- está
amenazada por la decatexis de objetos de amor infantil; para arreglar este daño
intrapsíquico se inician procesos restitutivos. La decatexis de objetos infantiles
origina un aumento en el narcisismo que no implica una regresión a la fase
narcisista o indiferenciada; en cambio, puede ser entendido como la
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consecuencia de un cambio catéctico dentro del yo al servicio de un desarrollo
progresivo. Secundariamente, podemos entonces aislar, de acuerdo con Anna
Freud (1958), "defensas en contra de las ataduras infantiles de objeto" de las
que el "desplazamiento" y la "reversión de afecto" son las más prominentes.
Estas defensas eventualmente abrirán camino a procesos adaptativos
(Hartmann, 1939). El concepto de defensa es por supuesto muy limitado para
hacer justicia a la complejidad de la adolescencia; un énfasis demasiado grande
en él ha oscurecido otros temas igualmente significativos de este periodo.
Los mecanismos de defensa de la adolescencia fueron descritos por
Anna Freud (1936). El ascetismo y la intelectualización han sido
particularmente bien estudiados. Ambos aparecen ampliamente en una clase
social en la que un estado prolongado de la adolescencia se ve favorecido por
demandas especiales de la educación. El ascetismo prohíbe la expresión del
instinto; fácilmente cae en tendencias masoquistas. "La tendencia de la
intelectualización es la de vincular los procesos instintivos con los
contenidos ideacionales y así hacerlos accesibles a la conciencia y sujetos
a control" (A. Freud, 1936). La intelectualización favorece al conocimiento
activo y permite la descarga de la agresión en forma desplazada. "Un juicio
negativo", de acuerdo con Spitz (1957), "es el sustituto intelectual para la
represión". Ambas defensas , ascetismo e intelectualización, que son tan
características de la crisis de la adolescencia, demuestran bien el papel de
los mecanismos de defensa en la lucha del yo en contra de los instintos.
Además en cierto modo, anuncian el surgimiento del carácter y de interés
especiales, de preferencia talento y elecciones vocacionales definitivas.
Aparentemente la intelectualización contiene más potencial positivo, mientras el
ascetismo es esencialmente restrictivo del yo; sirve como una acción de
posesión y tiene poco esfuerzo afectivo con el cual comunicarse y relacionarse
con el mundo exterior.
Habitualmente, los recuerdos del periodo de la adolescencia se vuelven
vagos al final de ésta, enterrados bajo un velo de amnesia. Los hechos son bien
recordados, pero la parte afectiva de la experiencia no puede ser claramente
recordada. La represión toma cargo a la declinación del complejo de Edipo,
resucitado como ya se había hecho antes cuando se erró la fase edípica. Sin
embargo, al acabarse la fase edípica el recuerdo de hechos -el concretismo del
dónde, cuándo, cómo y quién-, es de preferencia borrado o se le da un frente
falso, en la forma de recuerdos velados, mientras los estados sentimentales son
más fácilmente accesibles al recuerdo. Al final de la adolescencia, lo opuesto es
verdad: el recuerdo de los afectos es obstruido, caen en una prisión amnésica,
mientras los hechos permanecen accesibles a la conciencia.
Otra defensa bastante común es la tendencia del adolescente a
recurrir a aceptar un código de comportamiento, en forma tal que le
permite divorciar los sentimientos de la acción en la lucha del yo en contra
de los impulsos y en contra de ataduras infantiles de objeto. El impulso
sexual no es negado en esta maniobra defensiva; por el contrario, es afirmado,
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pero se codifica a través de acciones que llevan la marcha del comportamiento
medio del compañero. Bajo una presión copada hacia el conformismo, se
ensancha la división hacia la emoción genuina y el comportamiento medio
socialmente permitido; el resultado es que la percepción interna de lo que
constituye los estímulos manejables se ve embotada. La motivación reside en
ser igual en la conducta externa con los demás, o en llenar los requisitos de la
norma de un grupo. Esto va más allá de la imitación; su resultado eventual es la
superficialidad emocional o el sentimentalismo debido al sobre énfasis excesivo
del componente de la acción en el interjuego entre el ser y el medio ambiente. El
impulso parece perder su peligro al ser desviado en una ejecución competitiva y
uniforme, que favorece al narcisismo debido al fluir de libido objetal. La
formación del grupo es constreñida por el hecho de que la mayor fuente de
seguridad está en el código compartido de lo que constituye una conducta
adecuada y en la dependencia del mutuo reconocimiento de igualdad. Este
mecanismo se denomina uniformismo.
En la fase de la adolescencia en sí, cuando el conflicto edípico se mueve
hacia su solución, la retracción de la libido, de los padres “puede vincularse sólo
con el cuerpo del adolescente y dar lugar allí a sensaciones hipocondríacas y
sentimientos de cambios corporales que son clínicamente conocidos por las
etapas iniciales de la enfermedad psicótica” (A. Freud, 1958). Helene Deutsch
(1944) enfatiza la importancia de la fantasía en el proceso adolescente de la
joven y describe las condiciones en las que la imaginación es experimentada
como realidad. Si la vinculación libidinal a un objeto incestuoso es nuevamente
experimentada, no en relación a un nuevo objeto sino sólo en fantasía, de modo
que el adolescente permanece inconscientemente fiel al objeto anterior,
entonces la primera realidad dotará a la presente fantasía de amor con un
carácter de realidad. “Durante la pubertad cualquier realidad que pudiera
gratificar los deseos sexuales puede parecer peligrosa, y se lleva a cabo una
agresión a la fantasía y la pseudología. La pseudología es usada como defensa;
la joven adolescente toma su fantasía por realidad, para renunciar a una realidad
que considera quizá más peligrosa” (Deutsch, 1944). Los niños que durante su
crecimiento desarrollan una grave ansiedad del superyó son propensos a
mofarse de todas las reglas durante una fase de su adolescencia; no transigen
en nada para evitar que la debilidad o la sumisión se declaren nuevamente. Éste
es el adolescente “, que no se compromete a nada”, descrito por Anna Freud
(1958). El adolescente más moderado conserva adhesión al código moral,
mientras sea que él mismo escoge y hace. Los viejos odres se llenan con vino
nuevo. Las normas de conducta que son escogidas por él mismo significan
alejamiento de la disciplina de los padres, pero, de todos modos, preservan la
modalidad de disciplina en las innovaciones frecuentemente revolucionarias en
la moralidad y en la ética.
En el mundo occidental contemporáneo, hay dos peligros en la
adolescencia, a saber, la precipitación a la heterosexualidad a expensas de
la diferenciación de personalidad, y la expresión masiva de impulsos
28
sexuales con una consecuente deformación de carácter y un desarrollo
emocional desviado.
Este progreso decisivo en el desenvolvimiento emocional durante la
adolescencia reside en el progreso hacia la heterosexualidad. Este estado sólo
puede ser alcanzado después de que los impulsos pregenitales han sido
relegados a un rol iniciativo y subordinado a favor de la sexualidad genital o
potencial orgásmica.
El placer previo es una innovación de la pubertad envuelve un arreglo
jerárquico de impulsos genitales y pregenitales. Como sucedió anteriormente en
el desarrollo psicosexual, el yo obtiene otra vez su pista de la organización
dominante de los impulsos; y durante la adolescencia en sí aparece
paralelamente una organización jerárquica de funciones del yo. Aparece un
ordenamiento superior de pensamiento, reconocible en el desarrollo de teorías y
sistemas; consecuentemente, un orden más discernible se asigna a los
preceptos. Es más, hay una conciencia progresiva de la relevancia que tienen
las propias acciones para el papel y el lugar presente y futuro en la sociedad. La
selección vocacional –bien sea ingeniería o maternidad- requiere el relego de
algunos modelos yoicos, ideales, posibles seres, para subordinar posiciones. La
adolescencia es la fase durante la cual estos procesos estratificatorios son
iniciados. Durante la adolescencia tardía asumen una estructura definitiva.
Cuando ocurre una tardanza o una falla en la organización jerárquica de los
impulsos sexuales, hay un retraso o falla en la correspondiente fase adecuada
del desarrollo del yo.
Alteraciones autoplásticas tales como “la división del yo”, o
“deformaciones yoicas” frecuentemente fallan en esta temprana para relevar la
extensión a la cual se ha desviado la fase de la organización del impulso de la
adolescencia.
32
ADOLESCENCIA TARDÍA
34
Lo que debemos encontrar es un principio operable, un concepto
dinámico que gobierna el proceso de la consolidación de la adolescencia tardía y
rinde sus diversas formas comprensiblemente: primero, el aparato psíquico que
sintetiza los diversos procesos adolescentes específicos de la fase los convierte
en estables, irreversibles, y les da un potencial adaptativo; segundo, la fuente de
residuos específicos de períodos anteriores del desarrollo que han sobrevivido a
las transformaciones adolescentes y que continúan existiendo en forma
derivada, contribuyen con su parte a la formación del carácter; y finalmente, las
fuentes de la energía que implica ciertas soluciones hacia el primer plano, deja
otras en estado latente, presta así al proceso de consolidación una calidad de
decisión e individualidad. Estas cualidades, que frecuentemente traen consigo
sacrificio y dolor, no pueden derivar completamente del impulso de maduración.
Sospecho que otras fuerzas combinan sus esfuerzos dentro de este proceso.
El concepto de trauma debe ser introducido en este punto. El
término trauma es relativo, y el efecto de cualquier trauma en particular
depende de la magnitud y de lo imprevisto del estímulo, y de la
vulnerabilidad del aparato psíquico. El trauma es un fenómeno universal de
la infancia. Ya sea que el trauma sea causado en mucho o en poco por la
propia constitución o por el medio ambiente no tiene relación en el efecto del
trauma en la vida individual. Aquí quiero enfatizar sólo en el hecho de que el
dominio del trauma es una interminable tarea de la vida, tan infinita como la
prevención de su recurrencia. Esta autoprotección es proporcionada a la fuerza
del yo y a la estabilidad de las defensas.
Por otro lado, los efectos posteriores de un trauma inducen a situaciones
de vida que de algún modo repiten el original; por lo tanto el trabajo en la
resolución del trauma, el intento de dominarlo, continuará. Las experiencias de la
vida que tienen su origen en este tipo de antecedentes proceden de acuerdo a la
repetición compulsiva. Lo que fue experimentado originalmente como una
amenaza del medio ambiente se vuelve el modelo de peligro interno. Al adquirir
el status de un modelo. El peligro principal tuvo que ser reemplazado por
representaciones simbólicas y equivalentes sustitutivas que corresponden al
desarrollo físico y mental del niño en crecimiento. Al fin de la adolescencia la
amenaza original o un componente de ella reaparece nuevamente siendo
activada en el medio ambiente; su resolución o quietud es buscada
entonces dentro de un sistema de interacción altamente específico.
Consecuentemente el individuo experimenta su comportamiento como
significativo, evidente, urgente y gratificante.
El dominio progresivo de los traumas determina el intercambio
transaccional prevaleciente entre el individuo y el medio ambiente, al igual que
entre el yo y el ser. El desembarazarse de la influencia dañina del mundo
exterior que se precipita y que ha llegado a ser parte del mundo interno es una
tarea psíquica para toda la vida. Una porción considerable de esta tarea se lleva
a cabo en la adolescencia.
35
El alcance con que el trauma obstaculice el desarrollo progresivo
constituye el factor negativo del trauma; y el alcance con que el trauma
promueva e impulse el dominio de la realidad es el factor positivo.
Dentro del problema de consolidación del carácter al final de la
adolescencia, debemos incluir el problema del trauma como parte del
proceso total. La fijación e irreversibilidad del carácter tiene un efecto
favorable sobre la economía psíquica; al igual que los rasgos compulsivos
agrandan la distancia entre el yo y el impulso. Entonces, un rasgo de
carácter que se forma con lentitud al final de la adolescencia debe su
calidad especial a la fijación de un trauma particular o del componente del
trauma. La traumática focal resiste las alteraciones del adolescente, a través de
las transformaciones emocionales que permite la adolescencia; estas le dan al
proceso de consolidación de la adolescencia tardía una afinidad selectiva a
ciertas elecciones. Además, le proveen de una fuerza implacable que dirige al
adulto joven hacia cierto modo de vida que llega a sentir como de su propiedad.
Los remanentes de los traumas relacionan el presente con un pasado
dinámicamente activo y establecen esa continuidad histórica en el yo que
provoca un sentimiento de certeza, dirección y armonía entre el sentimiento y la
acción.
Llegamos, entonces, a la conclusión de que los conflictos infantiles no son
eliminados al final de la adolescencia, sino que se restituyen específicamente, se
tornan yo-sintónicos, por ejemplo, se integran al reino del yo como tareas de la
vida. Se centran dentro de las autorepresentaciones del adulto. Cualquier intento
del dominio del yo-sintónico de un trauma residual, frecuentemente
experimentado como conflicto, incrementa la autoestimación. La estabilización
de la autoestimación es uno de los mayores logros de la edad adulta. “La
autoestimación es la expresión emocional de la autoevaluación y la
correspondiente catexis libidinosa o agresiva de las autorepresentaciones… La
autoestimación no refleja necesariamente la tensión entre el superyó y el yo.
Definida superficialmente, la autoestimación expresa la discrepancia o
concordancia del concepto del deseo del ser y las autorepresentaciones”.
(Jacobson, 1953). El restablecer esta concordancia y eliminar la discrepancia
por medio de una interacción sensata con el medio ambiente, se convierte en un
esfuerzo de por vida para el yo.
Lo que observamos al fin de la adolescencia es un proceso
autolimitativo, la demarcación de un espacio de vida que permite
movimiento sólo dentro de un área psicológica restringida. Aquellos
elementos de igualdad y continuidad que abarcan la niñez, la adolescencia
y la vida adulta, subrayan el hecho de que la nueva formación mental que
se ha modelado perpetúa las tendencias familiares antecedentes en la
personalidad del adulto.
Los intereses yoicos altamente idiosincrásicos y la catexis, preferentes de
la adolescencia tardía constituyen un nuevo logro en la vida del individuo. En la
misma medida las autorepresentaciones asumen una fijación estable y segura.
36
La definición específica de la fase de la adolescencia tardía podría ser formulada
en estos términos. La declaración de Freud de que el heredero del complejo
edípico es el superyo, podría parafrasearse diciendo que el heredero de la
adolescencia es el ser.
Una característica predominante de la adolescencia tardía es no
tanto la resolución de los conflictos instintivos, sino más bien lo
incompleto de esta resolución. Adatto (1958) sugirió en un estudio clínico que
la decisión que toman los pacientes que están en la adolescencia tardía para
terminar su tratamiento analítico coincide con la resolución del conflicto edípico o
el hallazgo de nuevos objetos de amor. Este punto de camino introduce un
“periodo de homeostasis”, una fase de “ integración del yo que es normal en este
periodo de desarrollo”. De su estudio se entiende también que una “función
restauradora del yo” es típica de la adolescencia tardía, que se asemeja a su
función durante el periodo de latencia. Prefiero hacer énfasis en el hecho de que
la estructuración del impulso no resuelto y las fijaciones yoicas en una unidad no
organizada, saca el mejor partido de una mala situación; aunque esto plantea el
problema un poco por la tangente. Aquello que fue un impedimento y un
obstáculo para la maduración se convierte precisamente en lo que da a la
madurez su aspecto especial.
La resolución del proceso adolescente en la adolescencia tardía esta
preñada con complicaciones que fácilmente someten a esfuerzo excesivo
la capacidad integrada del individuo, y que puede conducir a maniobras de
postergación (“adolescencia prolongada”), o a fracasos reiterados
(“malogro de la adolescencia”), o adaptaciones neuróticas (“adolescencia
incompleta”). El resultado no puede asegurarse hasta que la adolescencia
tardía se estabiliza. La adolescencia tardía es el tiempo cuando los fracasos
adaptativos toman su forma final, cuando ocurre el quiebre. Erikson (1956) se
refiere al periodo de consolidación de la adolescencia tardía como el
periodo de “crisis de la identidad” conceptualiza el quiebre en la
adolescencia tardía en términos de fracaso para llevar a cabo la tarea de
maduración de esta etapa, el establecimiento de la “identidad del yo”.
El desarrollo del carácter neurótico o la formación de síntomas en la
adolescencia tardía representa un intento de “autocuración” después de
fracasar en la resolución de fijaciones infantiles articuladas al nivel del
complejo de Edipo. La vida amorosa del adolescente tardío demuestra
clínicamente las varias condiciones de amor que se basan en la
persistencia del complejo de Edipo. Fueron descritas por Freud (1910): 1) la
necesidad de una tercera persona ofendida; 2) el amor a una prostituta; 3) una
larga cadena de objetos; 4) el rescate de una persona amada; 5) una hendidura
entre la ternura y la sensualidad. A esta lista puede añadirse la “exogamia
neurótica” de Abraham.
Durante la adolescencia tardía la identidad sexual toma su forma final “de
los 18 a los 20 años – según observó Spiegel (1958)-, parece ser que la
selección sexual evidente se efectúa. Sin lugar a dudas, la formación de una
37
identidad sexual estable y reversible es de la mayor importancia en términos de
la organización de impulsos específicos de la adolescencia tardía.
Puede describirse el proceso de consolidación de la adolescencia
tardía en términos de compromisos abortivos y practicables o de síntesis
yoica, y de adaptaciones positivas y negativas a condiciones
endopsíquicas y de medio ambiente. Los fracasos para dominar la realidad
interna y externa, pueden catalogarse en 2 categorías. Por un lado, los
fracasos se deben a: 1) un aparato defectuoso (yo); 2) una capacidad
deteriorada para estudio diferencial; o 3) una proclividad a la ansiedad
traumática (pánico de la pérdida del yo). Estos casos que comprenden
condiciones limítrofes esquizofrénicas y psicóticas, pueden ser llamados
casos de adolescencia mal lograda. Por el otro lado si los fracasos se
deben a: 1) perturbaciones entre los sistemas: 2) bloqueos al aprendizaje
diferencial (como tipo de inhibiciones): o 3) evitar ansiedad conflictiva
(formación de síntomas), entonces podemos hablar de adolescencia
incompleta o de perturbación neurótica. Esta división no es un intento de
clasificación, sino más bien como la delineación de dos formas esencialmente
diferentes de esfuerzos abortivos para superar las crisis adolescentes.
Durante la adolescencia tardía la predisposición a tipos específicos de
relaciones amorosas se consolida. Con mucha frecuencia estos tipos contienen
mezclas de compromisos entre fijaciones edípicas positivas y negativas.
Otra falla en la resolución en el proceso adolescente proviene de un
origen diferente: la sexualización de las funciones yoicas. En estos casos
estamos tratando con la integración aparentemente exitosa de selecciones
vocacionales e intereses yoicos que son invadidos secundariamente por
instintos componentes – por ejemplo, la escopofilia y el exhibicionismo. Si
su sublimación no se mantiene más, agobiaran al yo con excitación sexual
y fantasías inconscientes que producen una actividad yoica muy inestable,
y que finalmente conducirán a la inhibición. Esta condición ha sido estudiada
especialmente con referencia a la inestabilidad de elección vocacional. La
sexualidad de las funciones yoicas debilita la objetividad, la comprobación de la
realidad y la autocrítica: parte de la actividad basada en la fantasía se vuelve yo-
distónica. “La fantasía yo-distónica contribuirá a la pauta de la organización del
yo y sufrirá mas modificaciones de desarrollo junto con el yo, mientras que la
fantasía yo-distónica puede formar el núcleo de un sistema disociado y por lo
tanto potencialmente patógeno” (Brierley 1951). La sexualización de las
funciones yoicas las convierte en inestables, intratables y desconfiables; se
tornan inútiles para el mantenimiento de la armonía interna y la formación de
patrones de hábitos de trabajo.
La consolidación de la personalidad al fin de la adolescencia trae
mayor estabilidad y nivelación al sentimiento y la vida activa del joven
adulto. Se efectúa una solidificación de carácter: es decir “una cierta
constancia prevalece en las formas que el yo escoge para resolver sus
tareas” (Fenichel, 1945). La mayor estabilidad de pensamiento y acción se
38
obtiene a cambio de la sensibilidad introyectiva tan característica del
adolescente: el florecimiento de la imaginación creativa se opaca durante la
adolescencia tardía. Los intentos de imaginación, de aventura y artísticos
declinan hasta que gradualmente desaparecen por completo.
La mayor capacidad para el pensamiento abstracto, para la
construcción de modelos y sistemas, la compacta amalgama de
pensamiento y acción, dan a la personalidad de la adolescencia tardía una
calidad más unificada y consistente. La aplicación de la inteligencia permite al
hombre poner orden en el mundo a su alrededor; pero no debe pensarse que la
objetividad adulta es en todo superior al pensamiento del niño, al permitir
contradicciones en las operaciones mentales, es capaz de hacer observaciones
escotomizadas por el adulto lógico. El proceso de consolidación de la
adolescencia tardía es un proceso de agotamiento, limitación y canalización.
El proceso de consolidación nunca es de tensiones desequilibrantes, sino
más bien de su organización en términos de patrones o sistemas. Las
interferencias con su estabilidad se derivan mas bien de “demasiado poco, o
demasiado” –es decir de aspectos cualitativos Freud (1938) expresó su punto de
vista conferencia a las transformaciones de la pubertad diciendo: “La situación
se complica por el hecho de que los procesos necesarios para lograr un
resultado final están o no completamente presentes o completamente ausentes:
como una regla están parcialmente presentes, así que el resultado final depende
de relaciones cuantitativas. Así la organización genital será lograda pero será
debilitada respecto a esas porciones de la libido que han seguido tan lejos pero
han permanecido fijas a objetos y direcciones pregenitales”. Hacia el fin de la
adolescencia tardía los patrones han sido formados epitomizando las esenciales
tensiones desequilibrantes, que tienen que volverse una parte integral de la
organización del yo. Esta idea aparece en una carta de Freud a Ferenzci: “Un
hombre no debería esforzarse por eliminar sus complejos, sino ponerse de
acuerdo con ellos: ellos son legítimamente los que dirigen su conducta en el
mundo” (Jones, 1955).
El proceso de delimitación de la adolescencia tardía es llevado a
cabo a través de la función sintética del yo. Es una aceptación final y el
establecimiento de las tres antítesis en la vida mental llamadas: sujeto-
objeto, activo-pasivo, y placer-dolor. Una posición estable con referencia a
estas tres modalidades antitéticas se manifiesta subjetivamente a sí misma
como un sentido de identidad. La identidad del yo de Erikson (1956), con la
realización especifica de la fase de la tardía adolescencia, describe una
experiencia subjetiva de variables estados del yo, de fluctuaciones de
libido debido a crisis conflictivas y de maduración: en conclusión es el
resultado de procesos psicológicos heterogéneos que se combinan
acumulativamente en un estado de yo descrito mejor como sentido de
identidad, identidad del yo, o sentido del ser. La representación mental del
ser.
39
Después de que una fijación ha sido establecida entre las tres antítesis
aun varían en combinación y énfasis, dependiendo de los variados roles que el
sujeto asume en la vida. La fijación de roles, así como la necesidad especifica
de gratificación que alcanzan estos roles dentro de un vector circunscrito, de
interacción entre el sujeto y el medio ambiente, es una realización esencial de
los procesos mentales adaptativos. En los roles de madre y esposa, de sujeto
que gana un salario y del que no lo gana, para no mencionar “el inexpugnable
lugar de reposos”, el “área intermedia” de Winnicott (1953), en todos estos roles
el sujeto persigue diferentes fines, que no están siempre en armonía unos con
otros; aun así están relacionados y unificados por un impulso hacia la
autorrealización.
POSTADOLESCENCIA
REFERENCIA
44
Deutsch, H. (1944). Psychology of Women, Vol. I. New York: Grune & Stratton.
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International Universities Press.
Inhelder, B. & Piaget, J. (1958). The Growth of Logical Thinking. New York:
Basisc Books.
45
Jacobson, E. (1950). The Wish for a Chils in Boys. Psychoanalytic Study of the
Child, 6.
Jones, E. (1955). The Life and Work of Sigmund Freud, Vol. 2. New York: Basic
Books.
46
ANEXO I
Anuario de Psicologia
1995, n. 67
Facultat de Psicologia
Universitat de Barcelona
Jaime Nos
American Psychoanalytic Association (New York)
Sociedad Española de Psicoanálisis (Barcelona)
Dirección del autor: Camp, 70, át. 3ª, 08022 Barcelona.
Resumen
En El Yo y el Ello (1923) Freud formuló su segunda tópica o teoría
estructural, que concibe el aparato psíquico compuesto de tres agencias o
estructuras: yo, ello y superyó. A partir de entonces gran parte de sus esfuerzos
se centraron en la elaboración y sistematización del modelo estructural. Tras la
muerte de Freud, la Escuela de la Psicología del Yo o Ego Psychology continuó
la elaboración de la teoría psicoanalítica desde la perspectiva estructural. Este
trabajo hace una revisión histórica de la Psicología del Yo estadounidense. Los
pioneros de esta escuela y en especial Hartmann intentaron dar sistematización
y coherencia a la teoría psicoanalítica. La evolución teórica posterior de esta
escuela se ha caracterizado por una progresiva diversificación de tendencias,
entre las que destacan las teorías de relaciones de objetos internalizados y otros
modelos centrados en la intersubjetividad del proceso analítico, entendido como
un espacio interpretativo en donde se construye dialécticamente una narrativa
por ambos miembros de la díada analítica (paciente-analista).
Palabras clave: Teoría estructural, estructura, ello, yo, superyó, psicología del
yo, relaciones de objetos internalizados, intersubjetividad.
48
Al principio Freud describió al yo como relativamente pasivo y débil, a
merced de las presiones generadas por el ello, el superyó y la realidad. Pero en
Inhibición, síntoma y angustia (1926) Freud apuntó que la capacidad defensiva
del yo es mayor de lo que originalmente creía, ya que puede iniciar autónoma y
activamente funciones defensivas de forma anticipatoria ante la presencia de la
señal de ansiedad; esa actividad defensiva del yo puede ser utilizada para
controlar la dirección de los impulsos del ello y también para adaptarse a la
realidad. Es decir, por un lado el yo adquiere una responsabilidad mayor en la
integración y control de la conducta; y por otro, la función de adaptación a la
realidad adquiere un papel prominente.
Finalmente en Análisis Terminable e Interminable (1937) Freud admite
explícitamente la existencia de aspectos congénitos del yo –completamente
independientes de los aspectos congénitos del ello, un concepto que representa
un esbozo del concepto de autonomía del yo. Esta idea complementaba la visión
original freudiana, formulada en El Yo y el Ello, según la cual las características
y orígenes del yo y del superyó se entendían como un “precipitado” de objetos
perdidos, resultado de identificaciones con objetos de la primera infancia.
49
La “Ego Psychology” norteamericana. Heinz Hartmann
A esta escuela se le asocia a menudo entre nosotros con una visión
parcial y superficial de un solo autor: Hartmann. Esta visión simplista es fruto del
olvido o ignorancia de un hecho fundamental para la historia del psicoanálisis: la
catástrofe cultural y la “diáspora” de científicos e intelectuales judíos que la
ascensión de Hitler desencadenó en centroeuropa, benefició de forma muy
especial a Estados Unidos, que acogió a innumerables analistas europeos
ilustres, formados con los pioneros en Viena, Berlín o Budapest: Otto Fenichel,
Sandor Radó, Herman Numberg, Robert Waelder, Paul Federn, Helen Deustch,
Annie Reich, Edith Jacobson, Kurt Eissler, Karen Horney, Franz Alexander y
tantos otros, emigraron a los Estados Unidos y tuvieron, a partir de los años 30,
una influencia decisiva en la creación de excelentes institutos para la formación
psicoanalítica en ese país.
Pero fue Heinz Hartmann -solo, o junto con sus colaboradores Kris y
Loewenstein, en el New York Psychoanalytic Institute- quien elaboró
sistemáticamente la teoría psicoanalítica desde la perspectiva estructural y
concibió el ambicioso proyecto de construir una “psicología general”
psicoanalítica que relacionase los datos y modelos teóricos psicoanalíticos con
los de otras disciplinas (psicología social, psicofisiología, psicología infantil, etc.).
El propósito central de Hartmann fue sistematizar, sincronizar y refinar los
conceptos y modelos teóricos que Freud había dejado sin precisar y organizar a
lo largo de su obra pionera. Mencionaré algunas de las áreas teóricas cubiertas
por Hartmann y los desarrollos conceptuales que propiciaron.
Por un lado, Hartmann reviso la cruda y simplista dialéctica del dualismo
polar entre polos opuestos (por ejemplo: impulso del ello-defensa del yo; catexis
del yo-catexis del objeto; libido-agresión; principio del placer-principio de
realidad, etc.) que gobernaba la teoría psicoanalítica hasta entonces e introdujo
una visión de campo con múltiples factores, mas acorde con los modelos
causales de la ciencia moderna en general (el concepto de sobredeterminación
de Waelder en 1936 hacia énfasis en lo mismo).
Por otro lado, cuestionó la visión freudiana del yo como una estructura
monolítica y unitaria, y subrayó su complejidad y heterogeneidad, algo que
Freud había notado en sus últimos trabajos sobre escisión del yo y los conflictos
intrasistémicos generados por identificaciones contradictorias, pero que jamás
llegó a elaborar hasta sus últimas consecuencias. Hartmann construyó los
cimientos de una visión psicoanalítica menos simplista de las diversas
estructuras psíquicas -no sólo del yo- como estructuras heterogéneas, con
relaciones intersistémicas e intrasistémicas mucho mas complejas de lo que se
creía inicialmente.
Hartmann también revisó y elaboró los conceptos de internalización,
incorporación, introyección e identificación. Asimismo, su concepto de
“precursores del superyó”, derivados de identificaciones tempranas, amplió la
concepción clásica que limitaba la formación del superyó al periodo edípico.
50
De especial importancia teórica fue su distinción entre los conceptos de
yo -agencia o estructura psíquica-, y self -el aspecto subjetivo del yo, el conjunto
de representaciones del self que constituyen una estructura con funciones
especificas dentro del yo-. Esta distinción entre yo y self, unida a su crítica del
concepto de instintos del yo o de autopreservación, permitió la progresiva
clarificación desde la perspectiva estructural del concepto de narcisismo, así
como la elaboración de una teoría de objetos internalizados dentro de la
psicología del yo.
Pero el énfasis central de los trabajos de Hartmann fue en dos áreas
teóricas especificas: la autonomía del yo y la adaptación. Hartmann postuló la
existencia dentro del yo de funciones autónomas primarias cuyo origen y
desarrollo es independiente de las pulsiones y por tanto del conflicto. Los
“aparatos congénitos” en los que se basan las funciones autónomas primarias
del yo están presentes en forma rudimentaria desde el nacimiento (percepción,
memoria, inteligencia, etc.) lo cual implica que puede haber diferencias
congénitas en las funciones yoicas. Estas hipótesis estaban ya esbozadas en lo
que Freud llamó “variaciones congénitas primarias de yo” en Análisis terminable
e interminable (1937), pero Hartmann en Ego Psychology and the Problem of
Adaptation (1939) expandió y elaboró esa idea.
Por otro lado, Hartmann diferenció el concepto de autonomía secundaria:
funciones yoicas que se habían originado de forma defensiva en el conflicto
contra fuerzas instintivas se pueden independizar del conflicto defensivo y
cambian su función: por ejemplo, se ponen al servicio de la adaptación y se
transforman en rasgos de carácter.
La base energética que subyace en las funciones del área libre de
conflicto la explica Hartmann con el concepto de neutralización, que se basa en
los conceptos freudianos de sublimación y desexualización.
Hartmann no deja de recalcar que la autonomía del yo es sólo relativa y
que si el componente pulsional aumenta desproporcionadamente la función
adaptativa y sintética del yo disminuirá y aparecerá una desneutralización, de tal
forma que las pulsiones volverán a infiltrarse en áreas de autonomía secundaria
e incluso primaria (como por ejemplo en cegueras histéricas).
55
patología de conflicto típica del neurótico, pero inadecuados para la patología de
déficit del narcisista.
He mencionado los más influyentes entre los muchos autores que han
surgido en la psicología del yo americana desde la II Guerra Mundial, pero he
omitido por falta de espacio a otros autores importantes, sobre todo autores
independientes. Un fenómeno reciente de especial interés es la progresiva
difusión dentro del psicoanálisis americano de los trabajos de un grupo de
autores kleinianos de la costa oeste (como Odgen en San Francisco, o Grotstein
en Los Angeles) que integran críticamente las teorías de autores post-kleinianos
interesados en el estudio de la organización estructural de diversas patologías
(como son Bion -que en sus últimos años trabajó y formó analistas en Los
Ángeles-, Rosenfeld, Meltzer, Joseph, Segal, Steiner y otros) con las teorías de
relación de objeto de la psicología del yo. Esto podría ser un signo de
normalización científica del psicoanálisis, ya que indica que estamos pasando de
la fase de aislamiento e incompatibilidad de “doctrinas” a la de comunicación
abierta e integración selectiva y critica de ideas.
Para una visión mas detallada del panorama actual de la psicología del yo
americana refiero al lector a dos números monográficos de las dos revistas
psicoanalíticas mas importantes de Estados Unidos: el suplemento sobre
“Concepto de estructura psíquica” del Journal of the American Psychoanalytic
Association, Vol. 36, Suppl. 1988 y el número sobre “Relaciones de objeto en la
practica clínica” del Psychoanalytic Quarterly Vol. 58, 4, 1988. También
recomiendo un lúcido y sistemático trabajo de Kernberg (1993) en el que
compara los modelos técnicos de la psicologia del yo contemporánea con los de
otras escuelas, en especial la kleiniana.
Referencias
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59, 678- 692.
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Freud, S. (1937). Analysis Terminable and Interminable. Standard Edition 23, 209-253.
Freud, A. (1936). The Ego and the Mechanisms of Defense. New York: Int. Univ. Press.
Hartmann, H. (1939). Ego Psychology and the Problems of Adaptation. New York: Int.
Univ. Press,
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Hartmann, H. (1964) Essays on Ego Psychologv: Selected Papers on Psychoanalytic
Theory. New York: Int Univ. Press.
Hartmann, H., Kris, E. & Loewenstein, R. (1964). Papers on Psychoanalysis. New York:
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Jacobson, E. (1964). The Self and the Object World. New York: Int. Univ. Press.
Kernberg, O.F. (1976). Object Relations Theory and Clinical Psychoanalysis. New York:
Jason Aronson.
Kernberg, O.F. (1980). Internal World and External Reality. New York: Jason Aronson.
Kohut, H. (1971). The Analysis of the Self. New York: Int. Univ. Press.
Rapapport, D. (1960). The Structure of Psychoanalytic Theory. New York: Int. Univ.
Press.
Searles, H. (1965). Collected Papers on Schizophrenia and Related Subjects. New York:
Intemational Universities Press.
Listado de conceptos
• Aislamiento
• Anulación
• Ambivalencia
• Autoplástico-Aloplástico
• Catexis
• Contracatexis
• Compulsión
• Descarga
• Desplazamiento
• Dinámico
• Económico
• Elección de objeto
• Elección de objetal por apoyo o anaclítica
• Elección objetal narcisista
• Fálica (mujer o madre)
• Fijación
• Formación reactiva
• Identificación
• Intelectualización
• Introyección
• Mecanismos de defensa
• Narcisismo primario, narcisismo secundario
• Negación
• Objeto
• Objeto parcial
• Proyección
• Pulsión
• Racionalización
• Regresión
• Relación de objeto (u objetal)
• Represión
• Retiro de catexis (decatexis)
• Sobrecatexis (hipercatexis)
• Tópica
• Trauma (psíquico)
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Aislamiento
Mecanismo de defensa, típico sobre todo de la neurosis obsesiva, que consiste en aislar
un pensamiento o un comportamiento de tal forma que se rompan sus conexiones con
otros pensamientos o con el resto de la existencia del sujeto. Entre los procedimientos
de aislamiento podemos citar las pausas en el curso del pensamiento, fórmulas, rituales
y, de un modo general, todas las medidas que permiten establecer un hiato en la
sucesión temporal de pensamientos o de actos.
Anulación
Mecanismo psicológico mediante el cual el sujeto se esfuerza en hacer como si
pensamientos, palabras, gestos o actos pasados no hubieran ocurrido; para ello utiliza
un pensamiento o un comportamiento, dotados de una significación opuesta.
Se trata de una compulsión de tipo “mágico” particularmente característica de la
neurosis obsesiva.
Ambivalencia
Presencia simultánea, en la relación con un mismo objeto, de tendencias, actitudes y
sentimientos opuestos, especialmente amor y odio.
Autoplástico-Aloplástico
Términos que califican dos tipos de reacción o de adaptación, el primero de los cuales
consiste en una modificación del organismo solo, y el segundo en una modificación del
medio ambiente.
Catexis
Concepto metapsicológico del eje económico. La catexis hace que cierta energía
psíquica se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del
cuerpo o un objeto.
Contracatexis
Proceso económico postulado por Freud como soporte de numerosas actividades
defensivas del yo. Consiste en la catexis por el yo de representaciones, actitudes, etc.,
susceptibles de obstaculizar el acceso de las representaciones y deseos inconscientes
a la conciencia y a la motilidad.
El término puede designar también el resultado, más o menos permanente, de tal
proceso.
Compulsión
Clínicamente, tipo de conductas que el sujeto se ve impelido a ejecutar por una
coacción interna, un pensamiento (obsesión), un acto, una operación defensiva, o
incluso una compleja secuencia de comportamientos, se califican de compulsivos
cuando su no realización se siente como desencadenante de cierto grado de angustia.
Descarga
Término económico utilizado por Freud dentro de los modelos físicos que da del aparato
psíquico: evacuación hacia el exterior de la energía aportada al aparato psíquico por las
excitaciones, ya sean éstas de origen interno o externo. Esta descarga puede ser total o
parcial.
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Desplazamiento
Consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede
desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas,
aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa.
Este fenómeno, que se observa especialmente en el análisis de los sueños, se
encuentra también en la formación de los síntomas psiconeuróticos y, de un modo
general, en toda formación del inconsciente.
La teoría psicoanalítica del desplazamiento recurre a la hipótesis económica de una
energía de catexis susceptible de desligarse de las representaciones y deslizarse a lo
largo de las vías asociativas.
El “libre” desplazamiento de esta energía constituye una de las principales
características del proceso primario, que rige el funcionamiento del sistema
inconsciente.
Dinámico
Califica un punto de vista que considera los fenómenos psíquicos como resultantes del
conflicto y de la composición de fuerzas que ejercen un determinado empuje siendo
éstas, en último término, de origen pulsional.
Económico
Califica todo lo relacionado con la hipótesis según la cual los procesos psíquicos
consisten en la circulación y distribución de una energía cuantificable (energía
pulsional), es decir, susceptible de aumento, de disminución y de equivalencia.
Elección de objeto
Acto de elegir a una persona o un tipo de persona como objeto de amor.
Se distingue una elección de objeto infantil y una elección de objeto puberal; la primera
marca el camino para la segunda.
Según Freud, la elección de objeto se efectúa según dos modalidades principales: el
tipo de elección de objeto por apoyo y el tipo de elección de objeto narcisista.
Formación reactiva
Actitud o hábito psicológico de sentido opuesto a un deseo reprimido y que se ha
constituido como reacción contra éste.
En términos económicos, la formación reactiva es una contracatexis de un elemento
consciente, de fuerza igual y dirección opuesta a la catexis inconsciente.
Las formaciones reactivas pueden ser muy localizadas y manifestarse por un
comportamiento particular, o generalizadas hasta constituir rasgos de carácter más o
menos integrados en el conjunto de la personalidad.
Identificación
Proceso psicólogico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un
atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La
personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones.
Intelectualización
Proceso en virtud del cual el sujeto intenta dar una formulación discursiva a sus
conflictos y a sus emociones, con el fin de controlarlos.
Introyección
Proceso puesto en evidencia por investigación analítica: el sujeto hace pasar, en forma
fantaseada, del “afuera” al “adentro” objetos y cualidades inherentes a estos objetos.
La introyección está próxima a la incorporación, que constituye el prototipo corporal de
aquella, pero no implica necesariamente una referencia al límite corporal.
Guarda íntima relación con la identificación.
Mecanismos de defensa
Diferentes tipos de operaciones en las cuales puede especificarse la defensa. Los
mecanismos preponderantes varían según el tipo de afección que se considere, según
la etapa genética, según el grado de elaboración del conflicto defensivo, etc.
Existe acuerdo en afirmar que los mecanismos de defensa son utilizados por el yo, pero
permanece sin resolver el problema teórico de saber si su puesta en marcha presupone
siempre la existencia de un yo organizado que sea el soporte de los mismos.
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Narcisismo primario, narcisismo secundario
El narcisismo primario designa un estado precoz en el que el niño catectiza toda su
libido sobre sí mismo. El narcisismo secundario designa una vuelta sobre el yo de la
libido, retirada de sus catexis objetales.
Negación
Procedimiento en virtud del cual el sujeto, a pesar de formular uno de sus deseos,
pensamientos o sentimientos hasta entonces reprimidos, sigue defendiéndose negando
que le pertenezca.
Objeto
La noción de objeto se considera en psicoanálisis bajo tres aspectos principales:
a) Como correlato de la pulsión: es aquello en lo cual y mediante lo cual la pulsión
busca alcanzar su fin, es decir, cierto tipo de satisfacción. Puede tratarse de una
persona o de un objeto parcial, de un objeto real o de un objeto fantaseado.
b) Como correlato del amor (o del odio): se trata entonces de la relación de la
persona total, o de la instancia del yo, con un objeto al que se apunta como
totalidad (persona, entidad, ideal, etc.). El adjetivo correspondiente sería
“objetal”.
c) En el sentido tradicional de la filosofía y de la psicología del conocimiento, como
correlato del sujeto que percibe y conoce: es lo que se ofrece con caracteres
fijos y permanentes, reconocibles por la universalidad de los sujetos, con
independencia de los deseos y de las opiniones de los individuos. El adjetivo
correspondiente sería “objeto”.
Objeto parcial
Tipo de objetos a los que apuntan las pulsiones parciales, sin que esto implique que se
tome como objeto de amor a una persona en su conjunto. Se trata principalmente de
partes del cuerpo, reales o fantasmáticas (pecho, heces, pene) y de sus equivalentes
simbólicos. Incluso una persona puede identificarse o ser identificada con un objeto
parcial.
Proyección
Operación por medio de la cual el sujeto expulsa de sí y localiza en el otro (persona o
cosa) cualidades, sentimientos, deseos, incluso “objetos” que no reconoce o que
rechaza en sí mismo. Se trata de una defensa de origen muy arcaico que se ve actuar
particularmente en la paranoia, pero también en algunas formas de pensamiento
“normales”, como la superstición.
Pulsión
Proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que
hace tender al organismo hacia un fin. Según Freud, una pulsión tiene su fuente en una
excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina
en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin.
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Racionalización
Procedimiento mediante el cual el sujeto intenta dar una explicación coherente, desde el
punto de vista lógico, o aceptable desde el punto de vista moral, a una actitud, un acto o
una idea, un sentimiento, etc., cuyos motivos verdaderos no percibe; especialmente se
habla de la racionalización de un síntoma, de una compulsión defensiva, de una
formación reactiva. La racionalización interviene también en el delirio, abocando a una
sistematización más o menos marcada.
Regresión
Dentro de un proceso psíquico que comporta una trayectoria o un desarrollo, se designa
por regresión un retorno en sentido inverso, a partir de un punto ya alcanzado, hasta
otro situado anteriormente.
Considerada en sentido tópico, la regresión se efectúa, según Freud, a lo largo de una
sucesión de sistemas psíquicos que la excitación recorre normalmente según una
dirección determinada.
En el sentido temporal, la regresión supone una sucesión genética y designa el retorno
del sujeto a etapas superadas de su desarrollo.
Represión
Operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente
representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La
represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión
(susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer
en virtud de otras exigencias.
Puede considerase como un proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el
origen de la constitución del inconsciente como dominio separado del resto del
psiquismo.
El término “represión” es utilizado en ocasiones por Freud en una acepción que lo
aproxima al de “defensa”, debido, por una parte, a que la operación de la represión
como se describió anteriormente, se encuentra, al menor como un tiempo, en
numerosos procesos defensivos complejos y, por otra parte, a que el modelo teórico de
la represión es utilizado por Freud como el prototipo de otras operaciones defensivas.
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Sobrecatexis (hipercatexis)
Aporte de una catexis suplementaria a una representación, una percepción, etc., ya
catectizadas. Este término se aplica sobre todo al proceso de la atención, dentro de la
teoría freudiana de la conciencia.
Tópica
Teoría o punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico en cierto
número de sistemas dotados de características o funciones diferentes y dispuestos en
un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlos metafóricamente como
lugares psíquicos de los que el posible dar una representación espacial figurada.
Corrientemente se habla de dos tópicas freudianas, la primera en la que se establece
una distinción fundamental entre inconsciente, preconsciente y consciente, y la segunda
que distingue tres instancias: el ello, el yo, el superyó.
Trauma (psíquico)
Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del
sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos
duraderos que provoca en la organización psíquica.
En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un aflujo de excitaciones
excesivo, en relación con la intolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y
elaborar psíquicamente dichas excitaciones.
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