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LO NORMAL Y LO PATOLOGICO

CELOTIPIA

El presente trabajo tiene como objetivo abordar los conceptos de lo "normal"

y lo "patológico", sus diferencias y similitudes desde diversas perspectivas, y

su impacto a nivel individual y social. Asimismo, se tratará el tema de la

celotipia como uno de los padecimientos mentales más complejos de la

adultez, con la finalidad de determinar si constituye una forma de

psicopatología o un nuevo estado de normalidad en el individuo.

Hablar de lo "normal" y lo "patológico" no es cuestión sencilla, pues aunque

por lo general parecen conceptos opuestos, existen diversas perspectivas

que les acerca entre sí, compartiendo similitudes. Y es que estamos

acostumbrados a considerar a lo "normal" como sinónimo de "sano" y a lo

"patológico" como sinónimo de "enfermedad" con las consecuencias

negativas que conlleva. Sin embargo, a través de la historia de la humanidad

han surgido diversos puntos de vistas que le confieren hoy en día a lo

"patológico" un carácter distinto. Por un lado, puede considerarse a la

enfermedad como un estado auténticamente "anormal" y desequilibrante,

provocado por factores externos al individuo: microbios, toxinas, radiaciones,

etc., pero también como un esfuerzo de la naturaleza por alcanzar un nuevo

equilibrio, al derivarse de variaciones cuantitativas de los fenómenos

fisiológicos que colocan a lo "patológico" dentro del continuo salud-

enfermedad; es decir, atribuye tanto a factores externos como internos al


individuo el origen de la enfermedad, por lo que resulta conveniente la

complementación de ambos enfoques. Y es que no solo se está expuesto a

la acción de los agentes del ambiente externo, sino que también la capacidad

funcional del organismo humano en respuesta a éstos, determina su estado

de salud o enfermedad.

Pero, ¿qué significa "normal" y que es entonces lo "patológico"? Se ha

considerado por mucho tiempo a lo "normal' como el cumplimiento con

respecto a la "norma", respecto a lo común o frecuente que se observa entre

los individuos, un estado habitual e ideal de los órganos, por lo cual lo

"patológico" tradicionalmente puede ser considerado aquello que escapa a la

"norma", que no es común ni frecuente y por ello, "insano". Sin embargo,

estos conceptos no pueden ser tan tajantes, ya que el estado "patológico"

sólo podrá ser considerado "anormal" dentro de ciertas condiciones dadas,

aquéllas en las que el ser humano es incapaz de responder ante los cambios

ambientales y los lineamientos impuestos por la sociedad.

Ahora bien, ¿cómo saber diferenciar lo "normal" de lo "patológico"? ¿Cómo

determinar que la acción del medio ambiente externo pueda producir un

estado de salud o enfermedad y que lo "patológico" pueda constituir una

desarmonía o el desarrollo de una nueva "normalidad" en el individuo? Todo

depende precisamente del grado de funcionalidad del organismo, de su

capacidad de adaptación a dichos factores que dé lugar a un nuevo estado

de "normalidad". De ahí se desprende el hecho de que la recuperación del


estado de salud pueda ser obra y efecto de la naturaleza o de la Medicina.

Por ello, no es prudente hacer esa separación entre ambas posibilidades,

sino conjuntarse para ofrecer una mejor comprensión y explicación de los

fenómenos mórbidos.

Sin embargo, no hay que olvidar esas posturas radicales que conciben a lo

"patológico" como un estado totalmente opuesto a lo "normal" y simplemente

no pueden colocarlo dentro del continuo salud-enfermedad, otorgando a la

técnica terapéutica el poder de la curación, rechazando el valor de la

naturaleza.

Ahora bien, ¿cómo se descubre el estado de enfermedad? A este respecto

existen también divergencias, por un lado algunas posturas señalan que el

estado patológico se hace consciente en tanto el individuo manifiesta

síntomas, si no es así, puede considerarse sano; mientras que para la

Medicina la enfermedad puede permanecer inconsciente para el sujeto, éste

puede no manifestar síntomas sin que ello signifique que este excluido de la

enfermedad, a lo que hay que conceder la razón, pues existen padecimientos

silenciosos que luego de mucho tiempo se descubren sin que el individuo

haya presentado sintomatología previa. Pero entonces, ¿cómo se puede

abordar el estudio de lo "patológico"? Algunos señalan que deriva del

conocimiento fisiológico mediante la experimentación para explicar las

perturbaciones que se presentan en el estado "patológico" mientras que otros

conceden a la necesidad terapéutica cuando el estado "patológico" se hace


presente, el conocimiento fisiológico. No es posible nuevamente hacer una

división entre estos enfoques pues en ambas situaciones es válido el

planteamiento y más bien, deberán conjuntarse.

Por otro lado, la enfermedad constituye un juicio de valor, pues para el

individuo que se percata de su enfermedad y de acuerdo con las ideas

dominantes del medio ambiente social, estar enfermo significa ser perjudicial,

indeseable o socialmente desvalorizado, estar incapacitado para la

reproducción y el trabajo físico, falto de fuerza, resistencia a la fatiga y con

dolor manifiesto, cuestión que suele ser de poca o nula consideración por

parte de los médicos, quienes se limitan sólo a diagnosticar y curar la

enfermedad, sin contemplar las secuelas emocionales que conlleva para el

individuo, quien a su vez lucha por restablecer ese estado de "normalidad" ,

cuya carencia le genera un obstáculo para su supervivencia y desarrollo,

acudiendo a la terapéutica. Y es que muchas veces es mayor la gravedad

concedida a la enfermedad por el mismo individuo que la que

verdaderamente tiene, procedente de las ideas erróneas preconcebidas

socialmente, que puede derivar en un estado peor de enfermedad. El impacto

social es, por ende, de suma importancia en el juicio de valor otorgado a la

enfermedad al inducir a un estilo de vida óptimo para el individuo: buenos

hábitos de higiene, alimentación y actividad fomentados por la educación.

Aunque bien esto pude ser positivo para fomentar la salud y preservar la

vida, ¿por qué no considerar también que existen diferentes formas de


"normalidad" de acuerdo a ciertas condiciones individuales? Esto puede

explicarse en el caso de las "anomalías" las que, en su gran mayoría, no

constituyen un estado de "anormalidad", sino de normas de vida distinta, en

tanto no interfiera con el funcionamiento del organismo, sólo ante lo cual

podría considerársele "patológico". Ser "normal" no debe significar ser como

todos, también se puede ser distinto y funcional.

La enfermedad contemplada de manera positiva, puede considerarse como

la posibilidad de innovación del organismo ante los embates del medio

ambiente, para generar nuevas constantes fisiológicas y mecanismos de

respuesta, determinando con ello, su estado de gravedad. De igual manera,

puede ser considerada como un nuevo orden vital, con sus propias normas

individuales, por lo cual ante la curación, deberán ser respetadas y no luchar

contra ellas para no provocar un desorden mayor.

Mientras tanto, la enfermedad vista como un fenómeno negativo ante la

incapacidad funcional del organismo para adaptarse a los cambios del medio

ambiente, no sólo provoca un desorden a nivel orgánico, sino también a nivel

conductual, ya que tiende a transformar la personalidad del individuo, quien

manifestara un comportamiento distinto al que tenía en su estado de salud.

La enfermedad constituye, por ende, una regresión en la capacidad y un

retroceso en la evolución de la personalidad del individuo. Esto último puede

observarse más claramente en el caso de la enfermedad mental, cuyo

estudio ha permitido rectificar y ajustar los conceptos de lo "normal" y lo


"patológico", mediante diversos planteamientos psicológicos.

En el estudio de la enfermedad mental existen también opiniones

encontradas respecto a su naturaleza y características, algunos autores

señalan que en ésta puede presentarse una personalidad heterogénea,

distinta a la anterior, mientras que otros refieren que constituye una

prolongación de la primera. Asimismo, por un lado se considera equivalente a

la enfermedad mental con la experimentación, mientras que por otro lado, no

se admite que sea asimilada a la experimentación, pues constituyen

condiciones totalmente distintas y la alteraciones creadas por la modificación

de las variables en nada se asemejan a la vida psíquica. Por tanto, tampoco

puede compararse la desorganización mórbida con la organización normal,

es decir, la enfermedad mental no constituye un nuevo estado de

"normalidad". Otras posturas, a su vez señalan que el alineado no se desvía

de la norma, sólo es diferente, experiencia que no sólo le es incomprensible

al enfermo mismo, sino también al medico. Uno de estos ejemplos lo

constituye precisamente la celotipia, cuyas variantes hace complejo su

estudio y tratamiento.

Un paciente de este tipo puede manifestar o no antecedentes de celos; el

padecimiento puede presentarse en la juventud o edad adulta sin que esto

afecte su capacidad intelectual y realizadora, aunque en muchos casos

puede llegar a transformar la personalidad del individuo. A lo largo de la

enfermedad se hacen presentes ideas delirantes de engaño a veces de


manera permanente, falseamiento del recuerdo y paranoia sobre que se

atenta contra la vida del enfermo, todo lo cual se presenta en diversos grados

que determina la gravedad de la enfermedad y su probabilidad de

recuperación. Pero en realidad, ¿cómo se explica el origen de padecimiento,

como surge en el individuo? Son cuestionamientos que se buscan responder

mediante el estudio de diversos casos. Y es que el paciente puede tener una

historia familiar de celos que pudiera constituir un antecedente biológico de la

enfermedad, sin embargo, existen casos en los que el padecimiento aparece

de manera inesperada e incuso a una edad adulta que dificulta conocer su

etiología y probabilidad de curación, pues además estos pacientes tienden a

presentar rasgos hipomaniacos: psicosis maniaco-depresiva.

Puede que el enfermo haya sido tan común como el resto de los individuos

antes de sufrir el padecimiento, sensible o fácilmente excitable y que de la

nada surja la formación delirante alterando, incluso su comportamiento, pues

el paciente experimenta aparte de síntomas somáticos, tales como mareos,

dolor de cabeza, alteraciones intestinales, etc., sensación de intranquilidad y

terror, delirios de observación y auditivo, y errores mnésicos que lo llevan a

creerse como realidad ese extraño mundo de su enfermedad, sin que esto

constituya en sí una demencia, pues el individuo no se pierde en medio de la

locura, las ideas delirantes siempre caen dentro de una conexión lógica,

jamás se entromete algo totalmente incoherente, el lego se inclina a tomar

todo como cierto y a rechazar la posibilidad de enfermedad mental, por lo que


el enfermo defiende muchas veces con toda convicción de tener la razón, sus

ideas mal fundadas sin caer en contradicciones, o sólo de manera ocasional.

El enfermo puede sentirse tan ofendido y lastimado emocionalmente ante sus

ideas delirantes de engaño que construye en su mente, que desarrolla a su

vez, ideas paranoicas de envenenamiento por parte de la pareja, y de

persecución y encierro injustas por parte de las autoridades policiacas y

psiquiátricas, poniéndose a la defensiva, generando violencia hacia la pareja

y los demás, y un reclamo constante por el respeto hacia sus derechos

violados legalmente.

Ahora bien, ¿cómo podemos comprender la formación delirante?, ¿de dónde

surge? Algunos piensan que es reactiva, responde a una vivencia personal,

cualquier alteración o acontecimiento en su vida, por más mínimo que sea

desencadena la sintomatología; mientras tanto, otros opinan que surge de

manera endógena al individuo. De esta manera se puede contemplar a la

estructura celotípica delirante como resultado del desarrollo de una

personalidad o la irrupción de un proceso en la vida psíquica del sujeto,

producto de algún fenómeno cerebral. Así es posible comprender de manera

racional o empática el padecimiento celotípico.

De manera racional podemos comprender la estructura delirante como un

desarrollo paulatino, a partir de características e impulsos permanentes de la

personalidad que se conectan a nuevas motivaciones que dan lugar al

padecimiento. Así puede comprenderse que existen ciertas personalidades


predispuestas a desarrollar el padecimiento, tales como las de los individuos

fácilmente irritables, que manifiestan celos desde su juventud o desconfianza

hacia los demás, o con predisposición misantrópica; aunado a esto, existen

importante eventos en las vida de los sujetos como los cambios hormonales,

principalmente en la mujer, algún padecimiento que lo limita sexualmente,

frustraciones sexuales o simplemente intrigas de los demás que, aunado a la

personalidad predispuesta actúan como detonantes de la enfermedad y sus

consecuencias emocionales y conductuales. Y es que estos pacientes

experimentan no sólo alteraciones conductuales, sino también anímicas al

mostrarse muchas veces ambivalentes, pasando de un estado maniaco a

uno depresivo. Asimismo, tras la vivencia del sujeto, existe una tendencia al

firme convencimiento de la verdad, mediante falsos juicios de la realidad que

en razón de una acentuación afectiva, dan origen a ideas sobrevaloradas que

a parte de alterar el comportamiento del enfermo, le generan un fuerte

impacto emocional, ya que en algunos casos pueden ser corregidas

mediante el descenso del afecto, pero en muchos otros casos persistirán,

induciéndolo a un estado de enfermedad física y emocional constante.

Como un proceso psíquico, la formación delirante puede derivarse, a su vez,

de un fenómeno cerebral como las psicosis orgánicas y funcionales que

producen cambios incurables en la vida psíquica que irrumpen en la

personalidad anterior una vez o en repetidas ocasiones, transformándola

totalmente. Sin embargo, muchas veces se desconoce la presencia de dichos


fenómenos cerebrales en el sujeto, lo cual dificulta el diagnóstico de la

enfermedad. Es así como mediante la manifestación de signos y síntomas en

el individuo, producto de dicho proceso, se hace visible la estructura

delirante, además el comportamiento se ve seriamente transformado; esto

puede observarse en aquellos pacientes que sostienen el delirio y su

consecuente conducta, a pesar de las demostraciones en contra.

Sin embargo, el estudio del padecimiento celotípico es más complejo de lo

que se cree y no debe verse limitado al considerar su origen como el

desarrollo de una personalidad o la irrupción de un proceso en la vida

psíquica del sujeto, pues existen múltiples casos en los que ambos

conceptos se conjuntan haciendo difícil vislumbrar los límites entre uno y

otro, tal es el caso de aquellos pacientes cuya enfermedad obedece al

desarrollo de una personalidad y al mismo tiempo se introduce un proceso

psíquico, producto de alguna disfunción cerebral, por lo cual surge la Teoría

de una psicosis unitaria como explicación de esta enfermedad.

Finalmente, ¿cuáles son las posibilidades reales de curación para estos

enfermos? A pesar de que hay pacientes que pueden tener una recuperación

notable, para los cuales la enfermedad no hace escarnio de su intelecto y

emociones y pueden llevar una vida relativamente tranquila, no puede

hablarse de una recuperación total, pues en muchos casos las ideas

delirantes desaparecen y reaparecen constantemente, introyectándose en las

emociones del enfermo, lo cual les genera un estado de ansiedad y


depresión que puede desaparecer por momentos y reaparecer de manera

inesperada tras el sostenimiento de las ideas sobrevaloradas o la

introyección de nuevos juicios de realidad erróneos, lo cual genera un

resentimiento hacia la pareja, difícil de borrar que conlleva a un

comportamiento agresivo hacia con ésta, que tarde que temprano saldrá de

nuevo a la luz, convirtiendo en imposible la convivencia; sin embargo, como

se menciono al principio así como existen diversos grados de afectación tras

la formación celotípica, la recuperación también tendrá diversos grados, todo

depende además, de las posibilidades reales del tratamiento, del grado de

concientización del enfermo acerca del padecimiento y su afectación

emocional.

Retomando los conceptos sobre lo "lo normal" y lo "patológico", de acuerdo a

lo anterior, podría pensarse que la celotipia constituye un nuevo estado de

"normalidad" en el individuo tras la lógica y cohesión interna de la formación

delirante para el enfermo, sin embargo, tras las consecuencias físicas,

emocionales y conductuales para el paciente, se constituye, sin lugar a

dudas, como una "patología" en el sentido tradicional del concepto, pues

vista a partir de la irrupción de un proceso psíquico, puede provenir de una

disfunción cerebral que denota la incapacidad del organismo para soportar

los embates del ambiente. Por otro lado, las secuelas emocionales del

padecimiento generan un estado de dolor e insatisfacción en el enfermo que

lo lleva a mostrar un comportamiento agresivo, violentando a la pareja y a


terceras personas, todo lo cual no lo hace funcional ni a nivel individual ni

social.

Por tanto, a manera de conclusión general, los conceptos de lo "normal" y lo

"patológico" no son opuestos, pueden constituir un continuo, donde el

individuo puede caer dotado de una capacidad fisiológica determinada que

puede limitarle o no ante la influencia del ambiente externo, haciéndolo o no

funcional en un determinado momento. Sin embargo, para aquellas personas

diferentes anatómicamente esto no constituirá una "patología" en tanto no

afecte su capacidad funcional, no así el caso de la celotipia cuyas

características y efectos conllevan a la disfunción del individuo a nivel

biopsicosocial.

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