Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1 GENERALIDADES
A nivel jurisprudencial, se ha definido al enriquecimiento sin causa como
un “beneficio patrimonial que se obtiene sin causa justa”. Lo cierto es que, a
nivel doctrinario, se discute si es conveniente hacer referencia a la “injusticia”
como característica del enriquecimiento, pues se corre el riesgo de caer en la
vaguedad. De otro lado, se ha hecho bien en resaltar la finalidad de esta
institución, esto es, restituir el valor del patrimonio de quien se ha visto
empobrecido dentro de los límites del enriquecimiento injustificado del otro
sujeto. De este modo, se ha deslindado de la responsabilidad civil, que, entre
otras funciones, busca reparar los daños causados. Esta precisión es clave pues
ambos instrumentos tienen presupuestos distintos para operar, como veremos
en el siguiente punto.
2 PRESUPUESTOS
Nuestra jurisprudencia desarrollando lo señalado por el artículo 1954 del
Código Civil, ha establecido algunos elementos para que se configure el
enriquecimiento sin causa: un enriquecimiento (la adquisición de una ventaja
patrimonial) por parte de un sujeto, un empobrecimiento por parte de otro, una
relación de causalidad entre ambos eventos y la falta de justificación en el
enriquecimiento. Además, se ha reiterado su carácter subsidiario, ya señalado
por el Código Civil en su artículo 1955. De este modo, nuestra jurisprudencia
resalta los elementos delineados, a su vez, por el ordenamiento italiano, cuya
normativa parece ser la inspiración de nuestra regulación sobre la materia.
Además, conforme a lo ya señalado, se ha subrayado que no es necesario la
existencia de daños en el sentido técnico del término, pues no nos
encontramos frente a un supuesto de responsabilidad civil.
La doctrina prescribe que para darse tal figura [el enriquecimiento sin
causa] debe coexistir diversos elementos, entre ellos: la ventaja patrimonial de
una parte en desmedro de otro y sin que exista justificación alguna para ello
(Cas. N° 1024-97-La Libertad, 01/03/1999).
El artículo 1955 del Código Sustantivo señala que no procede dicha acción
en los casos que el enriquecimiento provenga de una fuente legítima y regular,
en las cuales se puede obtener la indemnización respectiva mediante otra
acción (Cas. N° 1024-97-La Libertad, 01/03/1999).
3 APLICACIÓN
Para la aplicación de este valioso instrumento la Corte Suprema tuvo por
bien precisar qué debe ser acreditado en un proceso de enriquecimiento sin
causa, lo cual equivale en buena cuenta a los elementos señalados líneas
arriba. Finalmente, en un caso concreto, se determina que en una compraventa
los vendedores no pueden demandar el enriquecimiento sin causa de los
compradores, si consideran que el valor del terreno objeto de venta no era el
que le correspondía al momento de celebrar el contrato, pues podían haber
ejercido su derecho como vendedores de solicitar el aumento del precio, en
virtud al artículo 1579 del Código Civil. Debemos entender que esto no se
refiere al supuesto en que, en virtud del mismo artículo, el derecho de
aumento de precio haya caducado, en cuyo caso sí procedería en principio el
enriquecimiento sin causa pues se habría cumplido el requisito de la
subsidiariedad.
Conforme lo dispone el artículo 1954 del Código Civil, para que proceda la
demanda sobre enriquecimiento sin causa, en el proceso, debe acreditarse
plenamente el empobrecimiento del demandante, el enriquecimiento de los
demandados, y la relación de causalidad entre el empobrecimiento y el
enriquecimiento (Exp. N° 502-98, 22/06/1998).
CRÓNICAS JURISPRUDENCIALES
El otorgamiento de la escritura pública de una compraventa no es un
requisito del contrato
El contrato de compraventa es, eminentemente, de carácter consensual y
queda perfeccionado cuando las partes convienen en la cosa y el precio,
pudiendo exigirse el otorgamiento de la escritura pública, no como un
requisito del contrato sino como una garantía de comprobación de la realidad
del acto (Cas. Nº 1048-2004-Lambayeque. Diálogo con la Jurisprudencia Nº
106. Entre corchetes).
EL CASO JOY WAY: SUS CONNOTACIONES PENALES Y
TRIBUTARIAS (José Luis Castillo Alva (*) y Eleazar Albala da Silva (**))
1.- El ambiente político y social del país ha sido remecido una vez más
por las noticias periodísticas que dan cuenta del descubrimiento de jugosas
sumas de dinero depositadas en bancos suizos cuya titularidad se vincula al
Ing. Víctor Joy Way, uno de los líderes más conspicuos y destacados de la
otrora bancada oficialista del Congreso de la República(1). El importe de
dichas cuentas llegaría a una suma que bordea los diez millones de dólares.
Está lejos de nuestro ánimo obrar o partir sobre premisas falsas o prejuicios
apriorísticos que desatiendan o se aparten de la vigencia irrestricta del
principio de presunción de inocencia y busquen encontrar una anticipada
responsabilidad penal. Asimismo, creemos que pese a las notorias
imprecisiones, lagunas y vacíos que se desprenden de la primera declaración
del mencionado Congresista y por el interés público del caso estamos
obligados a realizar un análisis imparcial, objetivo y razonado de los hechos
profundizando en algunas cuestiones que hasta ahora no han sido percibidas o
no han merecido la atención adecuada por los miembros de la comisión del
Congreso o por las autoridades peruanas y que pueden ayudar a definir si
existe o no alguna responsabilidad penal o responsabilidad tributaria.
Aunque esté demás decirlo se ha de señalar que el propósito que preside
nuestra contribución es de orden puramente técnico y se restringe al ámbito
estrictamente jurídico en lo que atañe a la correcta dogmática penal y
tributaria. No buscamos pronunciarnos por la posible existencia o no de una
responsabilidad política o si es conveniente ordenar el levantamiento de su
inmunidad parlamentaria. Tales cuestiones han de ser valoradas y tenidas en
cuenta por los especialistas en la materia y han de ser resueltas por el
Congreso de la República con un necesario criterio de conciencia compatible
con las exigencias de transparencia, probidad y honestidad sabiendo que los
asuntos que se resuelven no tienen sólo contenido político, sino repercusión
nacional y que ha de ser recordado por la historia, toda vez que nos
encontramos sumidos en la mayor crisis de la moral y ética políticas de
nuestra vida republicana.
Cabe señalar, que nuestra legislación, al igual que otras, califica como renta
gravada los incrementos patrimoniales cuyo origen no pueda ser justificado.
En este sentido, el art. 52 de la ley, señala expresamente que se considera renta
neta no declarada por el contribuyente o responsable los incrementos antes
señalados que no puedan ser debidamente justificados.
2.- En nuestro caso la empresa Tristar Trust es una no domiciliada, pero los
ingresos que obtiene se deben a los trabajos realizados por el congresista, en el
Perú. Y si ello fuera así esta empresa estaría obligada a nombrar un
representante con domicilio en el país, lograr su registro de contribuyente
sometiéndose a todas las disposiciones tributarias nacionales.
Por otro lado, la Ley considera como renta de cuarta categoría, es decir, la
obtenida por trabajo independiente, a la gestión de negocios(28) que resulta
justamente de la labor que dice haber realizado el congresista. Por ello, si el
trabajo fue realizado de manera individual e independiente, el congresista
debió emitir un comprobante de pago(29) a favor de la empresa para la que
prestaba sus servicios, estando obligado a depositar los tributos
correspondientes, que no son otros que su pago a cuenta del impuesto a la
renta (10%) y el impuesto de solidaridad (5%). Como sabemos el Congresista
ni siquiera ha declarado los ingresos, por tanto, no ha abonado ningún tributo.
No hay duda, pues, que existe controversia acerca del origen de las rentas,
de la ley tributaria que sería la aplicable, conforme los ingresos recibidos y de
las obligaciones que por esos ingresos deben tener los contribuyentes
perceptores.
La esencia del art. 401 y del bien jurídico protegido por la norma no es el
impedir el perjuicio del patrimonio del Estado ni el deber de vigilar el destino
correcto de los fondos del tesoro público, sino el mandato que el funcionario o
servidor –o todo miembro de la Administración– no utilice ni emplee su cargo
para lograr alguna ventaja económica o una mejora patrimonial, ya sea
patrocinando intereses personales o de terceros(38). El ejercicio de la función
pública debe realizarse de manera desinteresada y transparente sin un uso
intencional del cargo por parte del funcionario dirigido a conseguir un
incremento de sus activos o una disminución de sus pasivos. El deber que
deriva de la norma penal en comentario es la prohibición de utilizar el cargo o
el desempeño de la cosa pública para enriquecerse o conseguir una mejora
sustancial del patrimonio. El sentido objetivo y final del precepto no debe
verse como una prohibición de enriquecimiento –porque a la norma no le
interesa este resultado o producto de manera aislada o autónoma– sino en la
medida que éste sea consecuencia o pueda atribuirse a un abuso o
prevalimento del cargo. El ordenamiento jurídico y el Derecho penal acepta y
tolera que el funcionario pueda enriquecerse o que pueda mejorar su situación
patrimonial cuando ejerza la función pública, siempre y cuando dicho
enriquecimiento se deba a causas lícitas v. gr. buena marcha de empresas,
inversiones o aparición de nuevos negocios, una herencia, etc. o no se haya
utilizado el cargo con ese propósito o el funcionario no haya manipulado a su
antojo la posición jurídica privilegiada que ocupa dentro de la Administración.
El legislador peruano, tal vez sin proponérselo, al aludir a la frase por razón
de su cargo ha impuesto una limitación necesaria y correcta al ámbito de
aplicación del delito, exigiendo con ello ya no sólo una situación objetiva, real
y constatable de enriquecimiento en el sentido de desbalance patrimonial, sino
ha señalado que dicho desbalance deba ser producido por el mal uso o por el
empleo indebido del cargo o de la posición jurídica que desempeñaba el autor.
Sólo es punible el enriquecimiento ilícito que es consecuencia del abuso o del
uso indebido del cargo. De este modo puede haber una clase de
enriquecimiento ilícito que no es punible ni es recogido por el art. 401 del C.P.
Ese es el caso del enriquecimiento patrimonial que no es causa ni tiene su
origen en el mal empleo o abuso del cargo ni es provocado por el
prevalimento de la posición jurídica que detenta el funcionario.
El sentido literal posible del texto del art. 401, y que ha de presidir toda
labor hermenéutica, aconseja a ver que tras la referencia a la ilicitud está
comprendido también los ilícitos que no tienen la calidad de delitos, pues de
haber querido la ley limitarse a ellos de manera clara y expresa hubiese hecho
referencia a esta cuestión. Por ello, la interpretación no es equivocada ni
constituye una analogía in malam parten cuando incorpora otra clase de
ilícitos que derivan del proceder y la actuación del propio funcionario; ya que
por el contrario dicha labor hermenéutica respeta el sentido literal posible. Por
otro lado, y desde la perspectiva político criminal, sólo una interpretación
como la aquí planteada permite afianzar la confianza de la sociedad y los
ciudadanos que la componen en las normas penales, toda vez que, entre otras
cosas, facilita que se siga considerando como delito de enriquecimiento
patrimonial las acciones caracterizadas no por aumentar los activos sino por la
disminución de los pasivos, hecho que difícilmente se lograría si se admite la
primera interpretación.
Uno de los problemas más importantes que se plantean alrededor del delito
de enriquecimiento ilícito es el saber si éste puede ser compatible con la
comisión de otros delitos, ya sea delitos comunes o de los delitos regulados
bajo el encabezamiento de los delitos contra la Administración Pública o si
más bien se trata de tipos alternativos que de aceptarse uno excluye la
posibilidad que se valore jurídicamente al otro. A favor del primer criterio
puede encontrarse un loable punto de vista que se ampara en consideraciones
político-criminales, las cuales hacen ver que el funcionario o servidor también
puede abusar de su cargo o hacer un uso indebido del mismo o emplearlo
indebidamente en la comisión de otros delitos, sean comunes o especiales. El
enriquecimiento ilícito podría concurrir sin mayor inconveniente y restricción
alguna junto a otras figuras delictivas siempre que se comprueben sus
presupuestos y requisitos. Las principales objeciones que pueden realizarse a
esta tesis es que olvida y deja de lado que una doble calificación jurídica de un
mismo hecho constituye la infracción al principio del non bis in idem o de la
prohibición de doble valoración jurídica del mismo hecho o supuesto típico,
en virtud que un mismo material fáctico que tiene un solo y unívoco sentido es
valorado dos veces por el ordenamiento jurídico. Se llegaría al extremo de
considerar como dos hechos distintos tanto la consumación de un delito, por
ejemplo, de cohecho o de peculado o de exacciones ilegales como su
agotamiento o su consecuencia lógica: el enriquecimiento, cuando en realidad
una correcta labor hermenéutica y de respeto a las categorías jurídicas nos
hacen ver que constituyen un solo hecho. Por otro lado, se llegaría a incurrir
en un manifiesto absurdo lógico pues se pasa por alto que algunos delitos
cometidos por funcionarios públicos como las formas de corrupción de
magistrados, el peculado o las exacciones ilegales o la comisión de cualquier
delito común patrimonial abusando de su cargo supone, bien en su
consumación o agotamiento, el logro de un enriquecimiento automático o
natural. Para dejar de aplicar cualquiera de los delitos mencionados, u otros en
los que pueda intervenir el funcionario público, obteniendo una ventaja
patrimonial tendría que exigirse que el funcionario o servidor no haya logrado
ventaja o beneficio patrimonial alguno en el sentido de un enriquecimiento,
hecho que contradice no sólo el sentido objetivo de los mencionados delitos
sino que contraviene de manera directa la naturaleza de las cosas y la realidad
social y jurídica.
Frente a los dos planteamientos señalados aparece una tercera tesis que
repara en el hecho que el delito de enriquecimiento no debe ser visto
necesariamente como un tipo alternativo, sino sólo como un tipo subsidiario
que puede aplicarse cuando las otras hipótesis delictivas en juego no pueden
entrar a tallar, siempre eso sí que se cumpla con todos sus elementos y
requisitos típicos. Esta posición se encuentra emparentada más con el segundo
planteamiento que con el primero. El art. 401 podría aplicarse también en los
casos que el enriquecimiento tenga su causa en la comisión de determinados
delitos. Pero ello sólo podría suceder si éstos no logran aplicarse al caso por
diversos motivos como, por ejemplo, extinción de la acción penal de estos
delitos [prescripción] o cuando la prueba de los mismos resulte insuficiente. El
enriquecimiento ilícito sería una de las hipótesis más claras de la
determinación alternativa de los hechos en los delitos contra la Administración
Pública. La tesis que mantenemos si bien no está libre de posibles objeciones
es a nuestro criterio la única que permite mantener a salvo y compatibilizar los
principios jurídicos de más rancio abolengo con las necesidades político
criminales que la sociedad contemporánea impone si es que se quiere
mantener el ejercicio de la Administración Pública de manera transparente y
clara.
Todas estas posibles causas lícitas no basta que sean alegadas o sostenidas
por los simples dichos del funcionario, sino que debe acreditarse empleando
los medios probatorios pertinentes y adecuados(46). El funcionario para
exonerarse de responsabilidad penal no sólo debe realizar una explicación oral
más o menos minuciosa o verosímil de la posible fuente lícita de sus ingresos
o debe acudir a su respeto social o a la simple posesión de una fortuna
personal anterior a su ingreso a la Administración Pública, dado que también
las personas que gozan de cierto crédito o fama moral pueden caer en la
tentación del delito, atesorando más riquezas, como que también nada obsta
para que las personas que ya gozan de una fortuna personal o familiar busquen
también aumentar su patrimonio, enriqueciéndose ilícitamente. La prueba no
necesariamente debe ser documental, sino que en su falta o poca consistencia
debe, además, recurrirse a testimonios, pericias, u otra clase de medios
probatorios conducentes y útiles en la acreditación del enriquecimiento ilícito
o a la licitud del patrimonio.
Tal como lo hemos señalado anteriormente la ley no castiga ni pune toda
forma de enriquecimiento, sino sólo la mejora patrimonial que es causada por
el abuso, mal empleo o prevalimento del cargo. De ello se deduce que si el
origen del enriquecimiento tiene otras causas o es imputable a otros hechos no
habrá delito alguno. Incluso no lo habrá si el enriquecimiento sigue siendo
ilícito pero no se ha utilizado ni abusado del cargo.
Resulta poco verosímil y creíble que algún juez o tribunal del país pueda
condenar a cualquier funcionario o servidor público por un delito de cohecho,
concusión, asociación para delinquir o favorecimiento real, sino se demuestra
previamente y no hay indicios siquiera de la clase de dádiva, promesa o
ventaja que recibió y no se sabe en qué tiempo y lugar sucedieron los hechos y
menos se conoce a la persona que entregó dichos bienes, como tampoco se
sabe cuándo, cómo y con quién el presunto autor se reunió o asoció para
delinquir o se desconoce de qué manera dificultó la acción de la justicia,
realizando tales o cuales acciones.
b) Es paradójico que el único delito que tal vez se haya cometido o sobre
el que hay una seria y fundada sospecha de su perpetración, como es el
enriquecimiento ilícito, no se encuentre consignado en la denuncia
constitucional, a pesar que es evidente el elevado desbalance patrimonial que
alberga el Ing. Víctor Joy Way al tener cerca de diez millones de dólares en
sus cuentas en Suiza, los cuales no habían sido declarados en su manifestación
de bienes y rentas presentados al Congreso de la República.
NORMA ANALIZADA
ARTÍCULO 401
ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO
CÓDIGO PENAL
El funcionario o servidor público que ilícitamente incrementa su
patrimonio, respecto de sus ingresos legítimos durante el ejercicio de sus
funciones y que no pueda justificar razonablemente, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de diez años, e inhabilitación
conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal.
Si el agente es un funcionario público que haya ocupado cargos de alta
dirección en las entidades u organismos de la Administración Pública o
empresas estatales, o esté sometido a la prerrogativa del antejuicio y la
acusación constitucional, la pena será no menor de ocho ni mayor de
dieciocho años, e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36
del Código Penal.
Se considera que existe indicio de enriquecimiento ilícito cuando el
aumento del patrimonio y/o del gasto económico personal del funcionario o
servidor público, en consideración a su declaración jurada de bienes y rentas,
es notoriamente superior al que normalmente haya podido tener en virtud de
sus sueldos o emolumentos percibidos, o de los incrementos de su capital, o de
sus ingresos por cualquier otra causa lícita.
JURISPRUDENCIA
El tipo penal del delito de enriquecimiento ilícito exige que el funcionario
o servidor público, por razón de su cargo, se enriquezca ilícitamente,
consecuentemente, en tanto delito comisito y de resultado, se consuma cuando
el agente (…) logra un incremento real, significativo, de su patrimonio
económico –que puede ser tanto aumento del activo como disminución del
pasivo– a través de fuentes delictivas no funcionales, de infracciones diversas
–incluso disciplinarias– o de otras vías no conformes con el ordenamiento
jurídico, de ahí la nota de ilicitud del enriquecimiento; que a los efectos de la
concreción del enriquecimiento es de entender que el agente debe tener
control o dominio sobre los bienes que incrementan su patrimonio.
COMENTARIO
I. CARACTERIZACIÓN DE LA PROBLEMÁTICA
A pesar que el delito de enriquecimiento ilícito –previsto entre los delitos
de corrupción de funcionarios– tiene una vigencia mayor de 20 años, nadie ha
sido condenado por este delito, y no precisamente porque no se hayan
presentado casos, sino más bien pese a los escandalosos casos existentes.
Este estado de cosas se genera por ciertas particularidades que el tipo penal
en cuestión presenta, que no guardan coherencia con los mecanismos y/o tipos
penales con los que habitualmente operan las distintas autoridades encargadas
de la persecución y represión de este delito. Todo ello ha motivado que, a
pesar de su legitimación social y político-criminal, no haya trascendido más
allá de su efecto simbólico en el ámbito de control penal.
En los últimos años hemos sido testigos de la proliferación de conductas
delictivas vinculadas a la corrupción de funcionarios y servidores públicos y,
consecuentemente, del surgimiento de grandes fortunas acumuladas por
inescrupulosos funcionarios y sus testaferros, produciéndose una notoria
conmoción psicosocial en el país. En efecto, el que se haya puesto al
descubierto la consolidación de una efectiva estrategia de copamiento,
corrupción y distorsión en las instituciones públicas ha desencadenado una
crisis económica, ética y social en ciertos sectores nacionales.
Actualmente, la investigación jurídica especializada trata de resolver la
problemática siguiente: la legitimación del tipo penal, los inconvenientes
existentes sobre la aplicación residual subsidiaria de este delito, y otras
estrechamente vinculadas: la autoría y participación de funcionarios y
servidores públicos, y de quienes no siéndolos colaboran con el
enriquecimiento de los primeros; asimismo, asuntos procesales respecto a las
autoridades competentes para conocer este delito, o las consecuencias
accesorias aplicables, como el decomiso y la incautación, etc.
6. El enriquecimiento
En el lenguaje usual el enriquecimiento constituye todo incremento
patrimonial del sujeto: incremento de activos, bienes y derechos estimables en
dinero, o también en la disminución de los pasivos, gravámenes o deudas del
sujeto. En ambos casos, es evidente que se produce una mejora en el balance
patrimonial.
Respecto al enriquecimiento penalmente relevante, en una tesis válida no
es necesario que se produzca un estado de notoria solvencia o prosperidad
para configurar el enriquecimiento, sino que basta con un desbalance entre
activos y pasivos patrimoniales.
IV. CONCLUSIONES
a. El Ministerio Público y el Poder Judicial, como titulares de la
investigación, denuncian y juzgan a inculpados por delito de corrupción. Pero
la lucha contra la corrupción organizada requiere de una política criminal que
permita la resolución integral de casos concretos de enriquecimiento ilícito.
b. La Administración Pública integra un sistema de bienes jurídicos
institucionales, penalmente tutelados, cuyo funcionamiento permite una
interrelación armónica de sus componentes humanos y materiales.
c. La comisión del delito de enriquecimiento ilícito puede presentarse
tanto como la ejecución inmediata y sin intervalo de tiempo (v. gr. consumar
la compra de un inmueble), así como también en acciones de delito
continuado, o sea, como acciones de enriquecimiento similares u homogéneas
en diversos momentos, pero vinculadas por la misma resolución criminal
(“enriquecerse”).
d. El enriquecimiento, en general, es permitido y auspiciado por el
Derecho, y solo será reprobado el realizado a expensas de otro, es decir, el
indebido o sin causa, y el enriquecimiento ilícito o de naturaleza jurídico-
penal.
e. La configuración del tipo penal de enriquecimiento puede concretarse
como un acto comisivo (mediante un hacer) y mediante una omisión, esto es,
sin realizar concretamente ningún acto para incrementar el patrimonio,
permitiendo que un tercero lo realice o lo adquiera a su nombre.
ENRIQUECIMIENTO ILÍCITO: CORRESPONDE AL ESTADO
ACREDITAR QUE EL AGENTE SE ENRIQUECIÓ DE MODO
APRECIABLE E INJUSTIFICADO
EXP. Nº 099-2009-LIMA
PRIMERA SALA PENAL ESPECIAL
PROCESADO Abraham Walter Cano Angulo y otros
AGRAVIADO El Estado
DELITO Enriquecimiento ilícito
FECHA 25 de enero de 2011
BASE LEGAL:
Constitución Política del Estado: arts. 2 inc. 24 lit. d, 103, 138, 139 inc. 2,
146 inc. 1.
Código Penal: arts. VIII y IX TP, 6, 20, 21, 23, 25, 28, 36 incs. 1 y 2, 45,
46, 401, 403, 405.
Código de Procedimientos Penales: art. 285.
EXP. Nº 099-2009
CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LIMA
PRIMERA SALA PENAL ESPECIAL
Acusados : ABRAHAM WALTER CANO ANGULO
HAROLD WALTER CANO GAMARRA
SANDRO YANICK CANO GAMARRA
PAOLA YANETH CANO GAMARRA
Delito : Contra la Administración Pública
Enriquecimiento ilícito
Agraviado : El Estado peruano
SENTENCIA
TERCERA PARTE
FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA
Delito Residual.-
El carácter subsidiario del delito de Enriquecimiento Ilícito, reposa en gran
medida por la dificultad de la prueba. En realidad los procedimientos por los
cuales se produce el enriquecimiento son invariablemente delictivos en sí
mismos: el Cohecho, la Exacción, la Negociación Incompatible, el Peculado,
el Abuso de Autoridad, la Extorsión (…)8. La frecuencia e intensidad con que
los funcionarios públicos aumentan su estado patrimonial durante el ejercicio
de su cargo, presumiblemente por hechos delictivos (Cohecho, Malversación,
Negociaciones Incompatibles en el ejercicio de funciones públicas,
prevaricación), sin que resulte fácil determinar el hecho punible concreto, y
mucho menos uno que pueda ser judicialmente (comprobado)9 inspiran el
delito en cuestión. El tipo penal del Enriquecimiento Ilícito, constituye en
últimas circunstancias la forma como el legislador le sale al paso al servidor
público corrupto, a quien no puede probársele la comisión de otro delito
contra la Administración Pública susceptible de enriquecer su patrimonio10, si
la prueba no permite establecer con precisión si el incremento patrimonial fue
producto de un peculado, de un cohecho, de una concusión, etc, habría
necesidad de absolverlo, sino existiera en el Código la figura de
Enriquecimiento Ilícito, concebida precisamente para suplir esta falta de
precisión probatoria11.
En la doctrina nacional se reconoce también el carácter subsidiario o
complementario de la norma12; estamos pues, ante un tipo residual
auténtico13, y de esta manera, no es posible que concurra con figuras
delictivas afines14. El Enriquecimiento Ilícito no debe provenir de otros
delitos funcionales, como actos de corrupción pasiva, actos de peculado o
actos de concusión. Solo en la medida en que el enriquecimiento no se deba a
la comisión de otro delito funcional, será posible invocar la tipicidad del
artículo cuatrocientos uno del Código Penal15.
Este carácter subsidiario ha sido compartido por esta Sala Penal en la
Sentencia 27-2002 cuando se dejo sentado “(…) se corresponde con la
consabida subsidiariedad del delito de Enriquecimiento Ilícito, el que opera
precisamente en defecto del procesamiento por otros ilícitos penales Contra la
Administración Pública, siendo esta nota distintiva absolutamente inherente al
referido ilícito; no resultando válido por ende que pueda sostenerse que tal
característica esté condicionada a las variantes en la redacción de su
formulación típica” y reafirmado en la presente resolución final.
Momento de la consumación.-
El artículo 401 del Código Penal vigente a la fecha de los hechos señala:
“El funcionario o servidor público que, por razón de su cargo, se enriquece
ilícitamente, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cinco
ni mayor de diez años”.
a. Juicio de Tipicidad
Estando a los hechos probados y los elementos objetivos y subjetivos del
tipo penal objeto de la acusación, se tiene que estos se corresponden.
Conforme se ha indicado el artículo cuatrocientos uno –Enriquecimiento
ilícito– es un delito de carácter especial, en el sentido de que para su
configuración típica es necesario que el sujeto activo al momento de ejecutar
el delito reúna ciertas particularidades, cualidades que le son ajenas al común
de las personas, es decir poseer la atribución de ser funcionario público.
Trasladando al caso dicho presupuesto normativo, este quedaría
plenamente acreditado, en el sentido de que, el acusado Abraham Walter Cano
Angulo, durante el periodo mil novecientos noventa al dos mil, tenía la
cualidad especial de ser funcionario público, como miembro del Ejército
peruano, conforme lo reconoce el acusado en su declaración instructiva y en el
de juicio oral, así como lo informado por las autoridades administrativas del
Ejército peruano que se glosa en el punto b. “Sobre sus ingresos percibidos
como Oficial del Ejército peruano”.
Conforme se han valorado los medios probatorios en el Capítulo “Sobre
los hechos probados en relación a la imputación fiscal formulada contra el
acusado Abraham Cano Angulo”, se concluye que Abraham Cano Angulo
adquirió bienes muebles e inmuebles, realizó inversiones en Empresas y
Depósitos Bancarios a nombre propio y a través de sus hijos Harold, Sandro y
Paola Cano Gamarra.
Asimismo, se tiene acreditado que las adquisiciones e inversiones
realizadas por el citado Abraham Cano Angulo, habrían sido durante los años
de mil novecientos noventa y dos, mil novecientos noventa y cuatro, mil
novecientos noventa y cinco, mil novecientos noventa y seis, mil novecientos
noventa y siete, mil novecientos noventa y nueve y dos mil, conforme se
puede advertir en los siguientes cuadros:
Agregándose a estas adquisiciones, los montos de dinero utilizados para la
cancelación de los préstamos realizados en el Banco Wiesse Lima -
Sudameris, Banco Banex durante los años de mil novecientos noventiseis (se
pagó el primer préstamo del Banco Banex, siendo amortizado en diez cuotas
cuyos importes fluctúan entre los dos mil doscientos treinta y seis punto
setenta y nueve dólares y los ocho mil ciento ochenta punto noventa y tres
dólares), de mil novecientos noventa y ocho (se canceló el segundo préstamo
del Banco Banex siendo amortizado en cinco cuotas variables entre siete mil
ochocientos setenta y cuatro punto noventiún mil dólares y los ocho mil
novecientos cuarenta y dos punto cero dos dólares y cinco cuotas del tercer
préstamo del citado Banco en importes variables de dos mil doscientos
cuarenta y nueve punto once dólares y tres mil seiscientos setenta y nueve
punto sesenta y dos dólares) y de mil novecientos noventinueve (se canceló el
tercer préstamo del Banco Banex pagándose doce cuotas cuyos importes
oscilan entre tres mil setecientos treinta y cinco punto noventiún mil dólares y
cuatro mil cuatrocientos quince punto cero cinco dólares y tres cuotas del
préstamo del Banco Wiesse por importes variables entre once mil quinientos
treinta dólares y once mil noventa y cinco dólares), analizados en los acápites
d.1. y d.2. del punto d. sobre “Préstamos otorgados por las entidades
bancarias”.
Así como los depósitos Bancarios reconocidos por su pericia de parte y
que se analizan en el acápite “a”“Banco Banex”, sobre “Depósitos en
Entidades Bancarias” y los descritos en los puntos b. “Banco de Crédito”. c.
“Banco Wiesse”. d. “Banco de Comercio” y e. “Cuentas en nuevos soles”, y,
los movimientos de las Cuentas Bancarias a nombre de Harold Cano y Paola
Cano, así como las tranferencias a favor de Sandro Cano que se encuentran
descritas en el capítulo sobre los cómplices, los mismos que han reconocido
que era dinero de su padre, agregando además los gastos por viajes al
extranjero puntualizados en el punto IV del análisis probatorio de Abraham
Cano Angulo y los US$ 40,000 que dispuso para la adquisición del terreno de
la empresa ELDOSA, en el año de mil novecientos noventisiete.
Se puede concluir fehacientemente que Abraham Cano Angulo en su
condición de funcionario Público incremento su patrimonio mas allá de los
ingresos percibidos como Oficial del Ejército y que se encuentran
puntualizados en el punto b. “Sobre sus ingresos percibidos como Oficial del
Ejército peruano” del punto I. “SOBRE SUS FUENTES DE INGRESO” del
Capítulo III; es decir, que se enriqueció ilícitamente.
En consecuencia, su conducta se encuentra subsumida en el tipo penal
objeto de acusación.
Si bien, el citado acusado pretende justificar todo su movimiento
económico alegando haber realizado actividades paralelas a sus funciones
como funcionario público; sin embargo, y, conforme lo reconoce
reiterativamente durante todo el proceso, estas no pueden ser debidamente
acreditadas por la informalidad en que se desarrollaron23, argumentación que
evidentemente no puede ser amparada por este Colegiado, en tanto, si bien las
actividades informales adolecen de ausencia de documentación contable;
pueden tener sustento en otro tipo de elementos probatorios, lo que no ha
ocurrido en el presente caso, siendo insuficientes las supuestas “deducciones”
planteadas por su perito de parte.
Siendo así y estando a las condiciones personales del imputado, podemos
afirmar categóricamente que la conducta ilícita desplegada por Abraham Cano
Angulo fue con conocimiento y voluntad de su ilicitud, por lo que el elemento
subjetivo del tipo penal materia de análisis también se encuentra probado.
b. Juicio de Antijuricidad
Para poder hablar de delito es necesario que la conducta reprochada como
ilícita sea además de típica antijurídica, es decir, que no esté autorizada por el
ordenamiento jurídico en mérito a una causa de justificación24.
La conducta típica objetiva y subjetiva de Enriquecimiento ilícito será
antijurídica siempre y cuando no concurra alguna causa de justificación
reguladas en el artículo veinte del Código Penal25.
Por lo que, en este nivel del análisis jurídico cabe examinar si la conducta
del procesado contraviene al ordenamiento jurídico o si por el contrario se ha
presentado alguna causa de justificación, donde la Ley no solo no lo prohíbe,
sino que la permite u ordena.
Es así que examinados los autos y presente el acusado Abraham Cano
Angulo no se ha apreciado –en merito al principio de inmediación– ninguna
de las causales de justificación previstas en la norma penal citada,
determinándose que la acción cometida por este fue y es contraria al
ordenamiento jurídico.
Clases de Pena
El artículo 28 del Código Penal, reconoce como clases de pena, a la
privativa de libertad (temporal y cadena perpetua), a la restrictiva de derechos
(expulsión del país), a la limitativa de derechos (prestación de servicios a la
comunidad, limitación de días libres e inhabilitación), y a la multa.
Habiéndose dispuesto en el presente proceso el tipo penal de
Enriquecimiento Ilícito, como delito de imputación contra el procesado
Abraham Cano Ángulo, es de precisar que le correspondería una pena
privativa de libertad e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo
36 del Código Penal, siendo así pasaremos al estudio de las mismas.
La Pena Privativa de Libertad se encuentran reguladas en el artículo 29 del
Código Penal vigente y “consiste en la limitación coactiva de la libertad de
movimiento mediante el internamiento en un establecimiento
penitenciario”31. La grave “ limitación de la libertad personal que supone la
pena privativa de la libertad, y su quantum específico, son el primer efecto
reeducador en el delincuente, quien internaliza la seriedad de su conducta
delictiva, e inicia su proceso de desmotivación cabía la reincidencia
(prevención general de efecto inmediato). Finalmente en el plano de la
ejecución de la pena, esta debe de orientarse a la plena rehabilitación y
reincorporación del penado a la sociedad (prevención general de efecto
mediato, prevista expresamente en el inciso 22 el artículo 139 de la
Constitución)32.
La Pena de Inhabilitación, se encuentra regulada en el artículo 36 y
siguiente del Código Penal.
Esta pena “consiste en la pérdida o suspensión de uno o más derechos de
modo diferente al que comprometen las penas de prisión y multa”33.
El artículo 36 define de modo taxativo las incapacidades, suspensiones o
restricciones que pueden imponerse al condenado a través de una pena de
inhabilitación.
Y estando al mérito del tipo penal objeto de denuncia, se tiene que la
inhabilitación impuesta, vía una sentencia condenatoria, son las contempladas
en los incisos 1 y 2 que prescribe: “privación de la función, cargo o comisión
que ejercía el condenado aunque provenga de elección popular” y
“incapacidad para obtener mandato, cargo, empleo o comisión de carácter
público”.
Vehículos adquiridos:
1. Ómnibus Nissan-Civilian, de placa de rodaje Nro. Uo-2748.
2. Ómnibus Nissan-Civilian, de placa de rodaje Nro. Uo-2747.
3. Camioneta Rural Jeep NISSAN , placa RGV 923.
4. Ómnibus Marca Toyota de placa UG.2469.
5. Ómnibus Nissan Civilian .Placa UO-8028.
Sin perjuicio de que la parte civil haga valer su derecho, vía nulidad de
transferencia, en relación a los bienes que han sido transferidos a terceras
personas.
La Mayoría, dispone el Decomiso de Cuentas de Ahorro, corrientes, y
otros títulos financieros: que se encuentren en las instituciones bancarias,
financieras o de cualquier otra índole, en el país y el extranjero a nombre del
acusado Abraham Walter Cano Angulo, sus cómplices Harold, Sandro y Paola
Yaneth Cano Gamarra o de terceros que actúen o ejerzan su represtación.
No suscribo tal decisión, por cuanto, estando a la etapa de proceso; como
es el dictado de la decisión final que tiene su sustento en todo lo actuado
durante el proceso, no puede disponerse, vía una sentencia, un mandato con un
contenido abierto e impreciso como es el que se ha glosado textualmente, pues
ello importa no solo mantener a los procesados y ahora condenados en una
indefinida situación de persecución penal, sino a terceras personas que en la
probabilidad que sean identificadas actuando en representación de los ahora
condenados, tienen todo el derecho a ejercer su defensa dentro de los causes
de un debido proceso, siendo responsabilidad del Titular de la Acción Penal
interponer las acciones penales correspondientes. Siendo así, dicho mandato
desborda lo dispuesto en el artículo 285 del Código de Procedimientos
Penales.
IV. FALLO
1. Cuestiones Procesales:
4. CONDENANDO:
POR MAYORÍA A HAROLD WALTER CANO GAMARRA, SANDRO
YANICK CANO GAMARRA Y PAOLA YANETH CANO GAMARRA o
PAOLA JANETH CANO GAMARRA, como cómplices secundarios del
delito contra la Administración Pública - Corrupción de Funcionarios -
Enriquecimiento Ilícito, en agravio del Estado.
6. CONSECUENCIAS CIVILES:
FIJARON POR UNANIMINDAD la REPARACIÓN CIVIL en la suma
DE CINCO MILLONES DE NUEVOS SOLES, que deberán abonar en forma
solidaria el sentenciado ABRAHAM WALTER CANO ANGULO, y por
mayoría HAROLD WALTER CANO GAMARRA, SANDRO YANICK
CANO GAMARRA Y PAOLA YANETH CANO GAMARRA o PAOLA
JANETH CANO GAMARRA en favor del Estado.
Bienes inmuebles:
1. Departamento N° 302, ubicado en la Avenida San Borja Norte N°
1232 – Estacionamiento N° 03 – Primer piso – Urbanización San Borja –
Distrito de San Borja.
2. El terreno ubicado en la Mz. 13. Lote 17, del Pueblo Joven 15 de
Agosto, distrito de Paucarpata, Departamento de Arequipa, identificado con
código de predio, N° PO - 6040954.
POR UNANIMIDAD:
Vehículos adquiridos:
1. Ómnibus Nissan - Civillian, de placa de rodaje UO-2748.
2. Ómnibus Nissan - Civillian, de placa de rodaje UO-2747.
3. Camioneta Rural Jeep Nissan, de placa RGV-923.
4. Ómnibus marca Toyota de placa de rodaje UG-2469.
5. Ómnibus Nissan - Civillian, de placa de rodaje UO-8028.
POR MAYORÍA:
6. Se ordena el decomiso del Vehiculo Marca Lada de Placa de Rodaje
FO - 4383.
7. El vehiculo marca Plymouth de placa de Rodaje CO - 6620.
8. Vehículo marca FORD Station Wagon año 1993 de Placa de Rodaje
TO - 3896.
9. El Vehículo marca TOYOTA HI Ace de Placa de Rodaje RGC - 958.
10. El Ómnibus marca HINO de Placa de Rodaje UG - 6975.
POR UNANIMIDAD:
Sin perjuicio que la parte civil haga valer su derecho vía nulidad de
transferencia, en relación a los bienes que han sido transferidos a terceras
personas.
Asimismo POR MAYORÍA SE PROCEDA AL DECOMISO de cuentas de
ahorro, corrientes y otros títulos financieros o de cualquier otra índole, así
como bienes muebles o inmuebles que se encuentren en el país o en el
extranjero a nombre del acusado Abraham Walter Cano Angulo, Sandro
Yanick, Harold Walter y Paola Janeth o Paola Yaneth Cano Gamarra o de
terceros que actúen o ejerzan su representación.
8. MANDARON: Que consentida o ejecutoriada que sea la presente
sentencia, se cumpla con remitir copias al Ministerio Público, conforme a lo
señalado en el punto III.D y se expidan los boletines y testimonios de
condena, inscribiéndose en el registro respectivo y se oficie a las entidades
correspondientes para la ejecución de la inhabilitación impuesta, con aviso al
juzgado de origen.
Fdo. SS.
Dra. Inés Villa Bonilla
Presidenta
NUESTRA OPINIÓN
A través de la presente sentencia, la Primera Sala Penal Especial de la
Corte Superior de Justicia de Lima, expresa que, en la persecución del delito
de enriquecimiento ilícito, es el Estado (Ministerio Público) quien debe
acreditar que el impu-tado se enriqueció, de modo apreciable e injustificado,
durante el ejercicio de una función pública.
El tipo penal de enriquecimiento ilícito, descrito en el artículo 401 de
nuestro Código Penal, ha suscitado gran debate doctrinario, tanto por el tema
del momento de consumación, como por la cuestión de si implica o no un
traslado (legítimo, para algunos; ilegítimo, para otros) de la carga de la prueba
del Ministerio Público a la defensa, a quien le correspondería justificar
(probar) el origen lícito de su patrimonio. Justamente en la labor de ir
delimitando los elementos de esta figura penal (que para muchos es
excesivamente genérico y abierto), resulta relevante la jurisprudencia que se
ha ido generando en los últimos años; en cuyo contexto encontramos la
sentencia bajo comentario.
Esta sentencia se pronuncia respecto a dos puntos centrales: a) Las
características que debe reunir el “incremento patrimonial”
(“enriquecimiento”) atribuido al agente; y b) A quién corresponde la carga
de probar las imputaciones. Respecto al primer punto, precisa que debe
tratarse de un enriquecimiento apreciable e injustificado. Lo “apreciable”, es
definido por el órgano jurisdiccional como: “incremento significativo con
relación a la situación económica del agente en el momento de asumir el
cargo y que no está de acuerdo con las posibilidades de evolución normal de
aquella durante el tiempo del desempeño de la función”, es decir, se trata de
una desproporción evidente entre el volumen de las entradas lícitas que se
conocen del funcionario y el aumento de su patrimonio. De esta manera, se
descarta desproporciones nimias o poco significativas, resaltándose que el
análisis debe hacerse caso por caso, no existiendo una regla precisa para
normarlo (nótese que el tipo penal no establece cuantía alguna). Pasando a lo
“injustificado”, se resalta que ello no se constituye por el mero hecho de que
el funcionario o servidor público no cumpla con justificar su incremento
patrimonial cuando es requerido, sino que la “injustificación” debe resultar
de la comprobación (con base en las pruebas actuadas) de que no encuentra
sustento en los ingresos registrados del agente. En esta perspectiva, aún en el
caso en que el imputado sea requerido para justificar su incremento
patrimonial, y responda tardíamente a ello o incluso no responda,
corresponderá su absolución si en el transcurso del proceso se advierte que
dicho incremento sí está justificado por los ingresos que tuvo durante el
ejercicio de su función o labor pública.
Finalmente, en cuanto al tema de la carga de la prueba, el Colegiado
Superior precisa que esta corresponde al Estado, quien atenderá a ella a
través del órgano pertinente, esto es, el Ministerio Público. Así, se descarta el
pretendido traslado de esta carga a la defensa, resaltándose que lo
sancionado no es la falta de justificación por parte del agente, ni la
presunción del enriquecimiento, sino “el hecho cierto y comprobado de que el
funcionario se enriqueció durante el ejercicio de la función pública de modo
apreciable e injustificado”.
NOTAS:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• HUGO ÁLVAREZ, Jorge B. “El tratamiento del delito de
enriquecimiento ilícito en los acuerdos plenarios”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. N° 130. Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2009, pp. 37-46.
• GÁLVEZ VILLEGAS, Tomas Aladino. “El delito de enriquecimiento
ilícito: análisis crítico”. En: Actualidad Jurídica. N° 148. Gaceta Jurídica,
Lima, marzo de 2006, pp. 91-103.
FALLO ANTERIOR
“El tipo penal del delito de enriquecimiento ilícito exige que el funcionario
o servidor público, por razón de su cargo, se enriquezca ilícitamente,
consecuentemente, en tanto delito comisivo y de resultado se consuma cuando
el agente se enriquece ilícitamente, esto es, cuando logra un incremento real,
significativo, de su patrimonio económico –que puede ser tanto aumento del
activo como disminución del pasivo–” (R.N. Nº 2976-2004-Lima, del
30/12/2004).
I. INTRODUCCIÓN
Una primera aproximación crítica a los Plenos Jurisdiccionales es haber
hecho de estos una fuente informal prevalente e inagotable del Derecho Penal
peruano. En realidad, las fuentes formales tienen bases constitucionales; las
informales no.
La ley es la principal fuente del Derecho Penal; no puede admitirse sobre
ella otras porque el principio de legalidad como su base sustancial así lo
determina; por lo tanto, es la única que puede crear, derogar o modificar
hechos ilícitos tipificados como tales en la norma penal.
Por la vía de los acuerdos plenarios o jurisdiccionales (en realidad
interpretaciones por mayorías o unanimidades de juzgadores) no se pueden
modificar o derogar el contenido material de la norma penal. Menos aún dar
un carácter vinculante a estos acuerdos como si en ella radicara una
interpretación auténtica de la norma penal. De acuerdo con nuestra estructura
jurídico-penal constitucional solo la ley gobierna.
Los acuerdos plenarios pueden reinar pero no gobernar; no al menos en
nuestro sistema penal. Sin embargo, en el hecho fáctico del quehacer
jurisdiccional estos acuerdos jurisdiccionales han logrado gobernar todo el
ámbito penal, tanto así que han hecho de los juzgadores penales simples
receptores sin mayores complicaciones en cuanto a sus resoluciones para
generar mayor producción en emitir sentencias o absoluciones.
Gana la cantidad en desmedro de la calidad de las resoluciones. Esta fuente
informal ha “superado” a la doctrina y ha sometido a la jurisprudencia
nacional a pesar de que estos informan y/o aclaran los tipos penales que en
ocasiones requieren ser interpretadas dada su ambigüedad al momento de ser
analizados, olvidando las reglas que rigen las interpretaciones (sea extensiva o
restrictiva) para beneficiar al procesado y no perjudicarlo.
Dicho esto, sin embargo, en términos generales, dentro de los Plenos
Jurisdiccionales (acuerdos) que corresponden al 2007-2008, el delito de
enriquecimiento ilícito tipificado en el artículo 401 del Código Penal tuvo un
tratamiento interpretativo positivo a partir de la determinación de algunas
cuestiones fundamentales a determinar:
1. ¿Para la determinación del tipo penal de enriquecimiento ilícito es
necesaria la existencia de una relación causal entre el enriquecimiento y la
posición funcional del funcionario público?
La importancia de establecer la relación causal entre el enriquecimiento y
la posición funcional del funcionario público tiene consecuencias inmediatas
para establecer los supuestos realmente prohibidos por la norma penal en
cuestión. El Pleno Jurisdiccional del análisis efectuado al interior de los
diferentes grupos de trabajo llegó a la conclusión preliminar adoptada por
mayoría que en todos los casos debe haber un nexo causal entre la función
pública desempeñada y el resultado económico (desbalance patrimonial), lo
que en términos generales convenimos. Pero las consecuencias desde nuestro
punto de vista difieren de lo acordado por el Pleno Jurisdiccional. En realidad,
se trata de un acuerdo corrector para la conservación de la norma penal.
“(…) porque el funcionario puede enriquecerse incluso de bienes
particulares, si fuese objeto de protección el patrimonio que maneja el
funcionario, estaríamos dentro del delito de peculado; lo que se sanciona es el
abuso del funcionario y su enriquecimiento en el ejercicio de su cargo, se
protege la correcta administración pública, ya que incluso puede enriquecerse
al realizar actividades fuera de su horario de trabajo, que no guardan relación
con el cargo que desempeña”.
El artículo 401 del Código Penal en su versión original establecía que debía
enriquecerse en razón de su cargo, luego se introdujo la modificación y ya no
se habla de abuso de cargo, sino se habla del funcionario público que no puede
justificar razonablemente su patrimonio, con lo que el legislador
aparentemente ha invertido la carga de la prueba.
Sin embargo, en nuestro concepto, a pesar de la modificación, siempre
debe haber relación causal entre el cargo y el hecho de enriquecerse, partiendo
de la idea del bien jurídico, que dispone que el funcionario debe usar
correctamente su cargo. Estamos de acuerdo con el ponente que señala que se
trata de un delito subsidiario en razón que se debe aplicar cuando no se puede
probar el delito fuente, pero no se puede afectar el principio de legalidad, que
está vinculado al bien jurídico protegido por este delito (ver conclusiones de
los grupos de trabajo conformados para tal propósito).
Convenimos en establecer que debe existir una relación causal, pero
referida al ejercicio de sus funciones con el hecho de enriquecerse
ilícitamente; la norma penal señala expresamente:
“Artículo 401.- Enriquecimiento ilícito
El funcionario o servidor público que ilícitamente incrementa su
patrimonio, respecto de sus ingresos legítimos durante el ejercicio de sus
funciones y que no pueda justificar razonablemente, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de diez años e inhabilitación
conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal”.
La expresión “durante el ejercicio de sus funciones” no hace referencia
específica al cargo sino a las funciones; en tal sentido, debe entenderse que
todo funcionario que asume su cargo hace uso del ejercicio de sus atribuciones
y/o funciones.
Desde luego que las atribuciones son específicas y las funciones generales.
Es a estas últimas a las que se refiere la norma penal; de tal manera que
importa más la función que el cargo, porque si bien es cierto que todo
funcionario público tiene un cargo específico no todo servidor público tiene
necesariamente cargo pero sí funciones públicas, y valiéndose del ejercicio de
esas funciones puede enriquecerse.
La principal consecuencia de esta afirmación radica en que la norma
amplía su radio de protección haciéndola extensiva a todo ejercicio de
funciones independientemente del cargo y/o atribuciones específicas. No de
otra manea se entiende que la norma considere como sujeto activo en su tipo
básico tanto al funcionario como a servidor público, refiriéndose en el tipo
agravado solo al funcionario público, no al servidor.
“Si el agente es un funcionario público que haya ocupado cargos de alta
dirección en las entidades u organismos de la Administración Pública o
empresas estatales, o esté sometido a la prerrogativa del antejuicio y la
acusación constitucional, la pena será no menor de ocho ni mayor de
dieciocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del
Código Penal”.
El tipo agravado solo comprende a los funcionarios públicos porque son
estos los que ocupan cargos de alta dirección y desde luego tienen atribuciones
específicas y funciones generales, de manera que pueden enriquecerse durante
el ejercicio de sus funciones. La posición funcional es la determinante en este
caso específico más que el cargo o, dicho de otra manera, el agente puede
enriquecerse valiéndose del cargo o de sus funciones generales. Para la
determinación del tipo penal de enriquecimiento ilícito es necesaria la
existencia de una relación causal entre el enriquecimiento y la posición
funcional del funcionario público.
Frente a estas dos alternativas de interpretación, desde luego que había que
rechazar aquella que interpretaba que este injusto penal es un delito “de no
justificación, por lo que el imputado debe justificar razonablemente la relación
entre sus ingresos y egresos” o, dicho de otra manera, un delito de omisión. Lo
cual no se condice con la naturaleza jurídica del injusto en cuestión (¿tiene
una naturaleza jurídica propia?).
Una de las razones por las cuales con la promulgación del Código Penal de
1991 primigeniamente se prefirió omitir la mención a la “no justificación” fue
porque se consideraba que la misma constituía una inversión de la carga de la
prueba. El procesado no tiene que probar o justificar nada porque su inocencia
se presume constitucionalmente y su culpabilidad debe ser probada por el
representante del Ministerio Público (no obstante puede aportar pruebas de
descargo si lo considera conveniente, pero no está obligado a ello).
El artículo 401 del Código Penal bien pudo ser tratado por los plenos
jurisdiccionales que se hace referencia para resolver cuestiones fundamentales
como: a) La inconstitucionalidad o insuficiencia de constitucionalidad de su
tipicidad, b) Los supuestos que contempla el tipo penal, c) La naturaleza
jurídica del delito, d) El carácter subsidiario del injusto (correctamente
tratado), e) La inversión de la carga de la prueba (correctamente tratado), f) La
autoría, coautoría, complicidad, instigación, concurso aparente de leyes, bien
jurídico tutelado, tentativa, entre otras cuestiones no del todo resueltas.
Uno de los coautores del Código Penal de 1991, Luis Bramont Arias,
comentando el artículo 361-A del Código Penal de 1924, incorporado por el
Decreto Legislativo N° 121 del 30/10/1981, expresa con elocuencia: “La
inversión de la carga de la prueba es indispensable, pues de otro modo no sería
eficaz la responsabilidad penal. La índole moralizadora de la ley la exige. Con
ella el Estado tendrá la garantía del proceder de sus servidores controlando el
origen y la cuantía de su fortuna y el funcionario o servidor público podrá
ofrecer públicamente las pruebas de su honradez, anulando los efectos de la
difamación y atajando la suspicacia y la maledicencia”(14).
Muchos tratadistas extranjeros como Donna sostienen: “Lo que sucede es
que se sospecha que, detrás de la riqueza de un funcionario, hay otro delito y,
como este no se puede probar, se invierte la carga de la prueba y con ello se
construye el tipo penal”(15).
NOTAS
(1) Constitución Política del Estado
Artículo 2 inciso 24 literal d): “Nadie será procesado ni condenado por
acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente calificado en
la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción punible, ni
sancionado con pena no prevista en la Ley”. Para determinar la
constitucionalidad del artículo 401 del Código Penal es importante verificar,
primero, si esta tipificación está permitida por las normas internacionales de
derechos humanos y la Constitución; y segundo, si esta configuración típica
cumple con los requisitos formales y sustantivos para que sea del todo
adecuada constitucionalmente. Aun cuando la norma tiene algún sustento
constitucional determinado por el artículo 41 de la Carta Magna de 1993, que
en el segundo párrafo expresa: “Cuando se presume enriquecimiento ilícito, el
Fiscal de la Nación, por denuncia de terceros o de oficio, formula cargos ante
el Poder Judicial”, resulta bastante discutible constitucionalmente la forma
como se ha tipificado el injusto en el artículo 401 del Código Penal, ya que no
describe de manera expresa e inequívoca los supuestos que debe contener todo
tipo penal tal como lo determina el artículo 2 inciso 24 literal d) de la
Constitución. Discutible en cuanto, aparentemente, viola el principio de la
legalidad, de la carga de la prueba, de la inocencia, de la función garantista del
tipo, etc., garantías que sustentan el Estado de Derecho. Todos estas garantías
y derechos no excluye a los demás que la Constitución consagra, ni otros de
naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los
principios de soberanía del pueblo, del Estado Democrático de Derecho y de
la forma republicana de gobierno, tal como reza el artículo 3 de la Carta
Fundamental de la República; de manera que cuando dos normas
constitucionalmente entran en conflicto o colisión debe preferirse,
interpretarse y aplicarse aquella que mejor protege los derechos del imputado.
Un Código Penal es un texto orgánico de desarrollo constitucional, de modo
que debe interpretarse extensivamente si favorece al reo y restrictivamente si
lo perjudica. Precisamente porque la liberalidad constitucional exige una
función de garantía del tipo penal. No cabe duda de que la interpretación
judicial de la norma penal se manifiesta por antonomasia en el procedimiento
judicial. La función específica del juzgador es aplicar la ley, pero está
constantemente obligado a interpretar la norma que debe aplicar buscando su
sentido para el caso concreto, lo que lo lleva muchas veces a flexibilizarla o
interpretarla restrictivamente, para ello debe preferir en materia de derechos
humanos a los tratados y convenciones celebrados por el Estado y la
Constitución.
(2) Ver HUGO ÁLVAREZ, Jorge B. Delitos cometidos por funcionarios
públicos contra la Administración Pública, Gaceta Jurídica, Lima, 2000, p.
218
(8) Ver ROXIN, Claus. Teoría del tipo penal. Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1979, p. 5.
(14) BRAMONT ARIAS, Luis. Temas de Derecho Penal. Tomo IV, S.P.
Editores. Lima, 1993, p. 79.