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JUAN GÓMEZ CAPUZ “DÉBORA ME

DEVORA”

Débora me devora
en sueños de terciopelo
azul como el cielo
de la Velvet Underground .
En huertos de mandarinas,
limones y navelinas;
con palabras de miel
en boca de infiel.

Débora me devora
con paciencia oriental
porque el tiempo no es tiempo
porque no es un amor de verdad
porque no siento lo que siento
porque me siento más allá;
y en medio de este sentimiento
y en medio del palacio
un criado toca el sitar.

Creo que la extraña fruta


de este lugar
tiene algo extraño
que aun despierto
me hace soñar;
algo ácido y callado,
muy diferente a la fruta
de mi tierra natal.

Débora me devora
con sus ojos de caleidoscopio
sobre flores de celofán.
Y un día de tantos
me lleva por la ciudad:
allí veo brahmanes
con corbatas de espejo
y cuadros de Chagall;
allí veo faquires
usando maquillaje
para que no se note que son viejos
y así poder desfilar;
allí veo vacas sagradas,
extraños amuletos
de una extraña sociedad;
allí veo parias
que me saludan a lo lejos
pero no los puedo saludar.

Otro día Débora


me lleva a pasear
en una barca en el río
en un día soleado
de la estación estival.
Pude ver el sol en sus ojos
de caleidoscopio,
extrañamente vestida
de incienso y de mirra
de clavel y jazmín;
y vi su rostro cambiante
suavemente ondulante
como si ella quisiera
en sí misma resumir
todas, todas las mujeres
que hasta entonces conocí.

Y me devuelve a palacio
para tomar el té
en tazas demediadas
donde no se puede beber;
pero con pastas exquisitas
de color de canela
y sabor a rapé.

Y por la noche me aduerme


en mi amplia habitación
contándome cuentos
de su civilización
hasta que va viendo
que tras tanta emoción
voy languideciendo
y ya me duermo
casi enfermo
el corazón
en leve
breve
son.

Os cuento recuerdos extraños


difíciles de recordar
de un viaje en el espacio
o quizá sólo mental;
donde a veces el cielo no es cielo
y la mar no es la mar
donde a veces el cielo es el suelo
y la multitud la soledad
donde quizá he estado siempre
o no estuve nunca jamás.

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