Sei sulla pagina 1di 50

BIBLIOTECA ETNOLOGICA

Los
COCHABAMBA - BOLIVIA

ANALES

MUSEO ARGENTINO
DE

CIENCIAS NATURALES
"BEKNARDINO BIVADAYIA"

BUENOS AIRES
EJ^MPLAn N° 'h±1Í

(anles M I SEO N A C I O N A L DI: H I S T O R I A NATURAL)

TOMO XXXVII

(CON 61 LAMINAS, 1 MAPA Y 287 FIGURAS EN EL TEXTO)

/fefc JÍ ^
BUENOS AIRES
IMPRENTA DI: L A UNIVERSIDAD
•y3i-1933

1
Abril 30 de 1933. Antropología, Etnología y Arqueología, Publicación N* 75.

LOS PUEBLOS DEFORMADORES


DE LOS ANDES
LA DEFORMACIÓN INTENCIONAL DE U CABEZA, COMO ARTE Y COMO ELEMENTO

DIAGNÓSTICO DE LAS CULTURAS

Pon J. IMBELI.ONI
Jefe de la sección Antropología del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires

I. L'ARTE PROPEDÉUTICA, SINOPSIS »

CONTIENE: § 1. Antecedentes. — § 2. Clasificación de los cráneos deformados, con


tabla taxonómica.

11. LA DEFORMACIÓN, COMO ELEMENTO ETNOLOGICO

§ 3. D i v i s i ó n de la zona andina según el tipo de d e f o r m a c i ó n . — § 4. R e u n i ó n y


discusión crítica de los testimonios, c o n varios mapas. — § 5. Interpretación. —
§ 6. Observaciones sobre el m é t o d o . — § 7. Sugestiones y resultados próximos.

I. PARTE PROPEDÉUTICA, SINOPSIS

i. Antecedentes

Kn materia de deformaciones intencionales del cráneo, llamadas a veces


deformaciones étnicas, la literatura científica es tan abundante, que yo debo
ante todo justificarme por haberme ocupado de este asunto nue-
vamente, y repetidamente, en estudios y memorias que han salido a la luz
desde 1924 hasta hoy, o esperan salir impresos en los próximos meses, en
revistas argentinas y extranjeras (l).

( 1 ) J . IMBELLOM, 1924, Sur un appareil de déformation du crúne des ancieru 11 ama-


huacas, en Compte-rendu du XXI Congris International des Américanisles, Goteborg,
1924, pp. 607-618.

J . IMBELLOM, 1925A, Sobre el número de los tipos fundamentales a los que deben refe-
210 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

Diré brevemente que a pesar de su importancia numérica, la literatura


se ha formado, no ya sobre la base de conocimientos primarios y centrales,
con un proceso de crecimiento orgánico, sino por la simple acumulación
de elementos diversos, superpuestos mecánicamente unos a otros durante
setenta años. El resultado final tuvo que ser una masa confusa y desor-
denada de trabajos que se encuentran recíprocamente muy alejados, ya
sea por el método ya por la finalidad.
Mientras tanto la autoridad siempre creciente de la etnología ha ido mo-
dificando en mi espíritu el concepto que debe dar vida al estudio de las
deformaciones. Ya escribí unos años atrás que: «descuidando la discrimi-
nación y distribución de las formas craneanas intencionales, renunciaría-
mos a un auxilio de importancia inmensa en la determinación de las cultu-
ras, de la que tanto debe esperarse en Americanística, con el fin de diseñar
las grandes líneas de la etnogénesis y migración de pueblos civilizadores».
A guisa de sumario, mostraré en qué direcciones he dirigido mi indaga-
ción personal, en vista de la necesidad de revisar ab oro con rigurosidad
sistemática esta materia, unificando también el método. La disparidad que
reinaba en las opiniones y el desorden en la definición y clasificación no
podían, necesariamente, dar buenos frutos. Esto resulta más evidente
si pensamos que los varios aspectos de la deformación intencional del crá-

rirte las deformaciones craneanas de los pueblos indígenas de Sudamérica, en Anales de la


Sociedad argentina de estudios geográficos Gaea, t o m o I ( 1 9 2 5 ) , p p . 183-197.
J. IMBELLONI, 1925B, Deformaciones intencionales del cráneo en Sudamérica, polígonos
craneanos aberrantes serie a), en Revista del Museo de La Plata, tomo X X V I I I (1925),
pp. 329-407.
J. IMBELLONI, 1926A, Iniorno ai crani *incredibili> degli Iridian i Natchez. Nuore orien-
tazioni critiche e tassinomiche sulla deformaiione artificióle, en •Atti del XXII Congresso
Inlernazionale degli Americanisti, R o m a 1926, pp. 391-406.
J. IMBELLONI, 1926B, La Esfinge Indiana, antiguos y nuevos aspectos del problema de
los orígenes americanos. Buenos Aires, 1926, 3 % p p . , 109 figuras, X I X láminas y 3 ma-
pas [véanse las páginas 172, 296. 300, 317. 319 y la lámina XIX].
J. IMBELLONI, 1930A, Die Arlen der künsllichen Schiideldeformation, Zusammenfassen-
der Bericht, en Anthropos, t o m o X X V , M o d l i n g bei W i e n , 1930, ss. 801-830, c o n XII
láminas y muchas figuras en el texto.
J. IMBELLONI, 1930B, Deformazione artificíale del cranio. artículo d e la Enciclopedia
Italiana, Roma, 1930. C o n un m a p a d e distribución mundial y varias figuras.
J. IMBELLONI, 1932, Sobre un ejemplar mimélico de deformación craneana; el cráneo
3876 de la Isla de Tilcara, en Anales del Museo Nac. de Ilisl. Nal., B u e n o s Aires,
t. X X X V I I . 1932, p p . 193-208.
E n prensa a) IM deformazione del cranio come arle e come elemento diagnostico; I defor-
mati della zona andina, c o m u n i c a z i o n e presentata alia Societá Italiana di A n t r o p o l o g í a
ed Etnología, nella sua seduta 304, nella cittá di Firenze, a d d í 12 F e b b r a í o 192*>. S a l d r á
en el Archivio per la Antropología ed Etnología de Florencia.
b ) La plástica artificial de la cabeza humana a la luz del testimonio de los Cronistas del
Perú.
1933] J. IMRELI.ON], ¡MS pueblos deformadores de los Andes 211

neo están de tal modo ligados e interdependientes, que su conjunto forma


una sola doctrina unitaria. La unidad, sin embargo, no destruye la comple-
jidad. Esta puede apreciarse en el siguiente prospecto de las direcciones
principales en que debe repartirse la curiosidad del investigador:
a) Representación gráfica de los cráneos deformados, o sea, elección
de un mínimum de elementos representativos (fotografías, dibujos, diagra-
mas) aptos para definir sucintamente y con claridad sus características de
forma;
b) Medios analíticos para fundar sólidamente el examen tipológico de las
varias formas intencionales;
e) Mecánica de la deformación, del punto de vista fisiológico; compo-
nentes del equilibrio adquirido por la pieza deformada, en el sentido cra-
neológico;
d) Mecánica de la deformación, del punto de vista instrumental: apara-
tos deformantes, sus efectos plásticos y su clasificación.
e) Clasificación de las formas obtenidas mediante la plástica artificial y
tipología exacta (métrica) de cada forma típica;
f) Corrección de diagnosis y datos inexactos que se encuentran en la
literatura de las deformaciones. Unificación de la nomenclatura taxonómi-
ca, establecimiento de las sinonimias;
g) Consideraciones estéticas. Reconstrucción de cabezas deformadas,
sobre la base del cráneo;
h) Hnalidades de la deformación. Discusión de las opiniones de cronis-
tas, viajeros, etnógrafos. Efectos psicológicos de la deformación; efectos
anatómicos. Heredabilidad;
i) La deformación como hecho etnográfico: edad, sexo, etnos. Duración
de la práctica deformante;
l) La deformación como hecho etnológico. Difusión de la deformación
jen general. Repartición de cada modelo plástico. Mapas de distribución
regional, corográfica y mundial.
m) C.ulturología de la deformación craneana. La deformación como
elemento integrante de las Culturas. Migraciones de las estirpes deforma-
doras.

2. Criterio de clasificación y labia taxonómica

Diré — inmediatamente — que la tarea que se me ha presentado ante


todo y con carácter de suma urgencia, ha sido resolver el problema de
clasificación. Espero haberlo logrado mediante la adopción de un criterio
que ya fuera recomendado por Brot a y Yirchow de una manera teórica,
y que había quedado casi inaplicado en el campo de la práctica.
Debo repetir aquí que la mayoría de los autores ha seguido la observa-
212 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

ción anatómica externa del cráneo deformado, como criterio discriminativo


de sus clasificaciones. Kn otros términos, han formado sus grupos taxonó-
micos reuniendo los cráneos que presentaban analogías en su aspecto exte-
rior. La elasticidad de este criterio puramente empírico y sujeto a errores
de apreciación, tenía que darnos, necesariamente, clasificaciones fundadas
en impresiones personales y definiciones poco precisas. Recuérdese que
Morton reconoció 4 tipos de deformados; Gosse, 16 tipos, más 2 variedades;
Lunier, 10; Broca, 5; von Tschudi, 3; Wyman, 2; Topinard, 5; Flower, 4;
Virchow, 3; Lehnossek, 6; Sergio Sergi, 4; Backmann, 4. El resultado, como
se deduce de esta rápida e incompleta reseña, no habla ciertamente en favor
del método de observación extema como criterio básico para establecer
unidad en una doctrina tan compleja.
lina directriz más eficaz es — de seguro — investigar la causa instru-
mental (mecánica) que produce, directamente, la plástica intencional. Desde
medio siglo lo había pregonado Broca, y, más recientemente, Virchow,
con aquellas memorables palabras: «Es menester ocuparse no solamente de
la forma, sino también de la manera con que ella se ha conseguido». En
otros términos: llevar nuestra mayor atención sobre las diferencias de téc-
nica, la naturaleza de los instrumentos y prácticas de que se sirvieron las
madres indígenas para modificar las tiernas cabecitas de sus infantes: era
éste el camino a seguir, en el estudio diferencial de los varios tipos de defor-
mación.
Mediante investigaciones ordenadas y pacientes sobre la estructura del
sólido craneano deformado, he logrado fundar una doctrina «mecánica»
de las deformaciones intencionales, que tiene la ambición de convertir en
un hecho actual y concreto la vieja idea de Broca, expresada en forma po-
tencial. 1 .as bases de mi clasificación están contenidas en una serie de 2350
datos métricos, recabados de 94 cráneos de Perú, Bolivia y Argentina,
elegidos con criterio tipológico entre ios miles que contienen los museos de
Buenos Aires y La Plata, y estudiados, en los diagramas respectivos, por
las características reveladas en la norma mediana Lissauerii. De cada crá-
neo se han tomado siete medidas para definir el polígono neurocraneano,
siete para avaluar la compresión frontal y la occipital, siete para establecer
el equilibrio de la pirámide facial respecto a la cápsula, y cuatro para
fijar la posición que asume el hueso occipital a causa de la deformación.
Aún prescindiendo del significado fisiológico de este método, era evidente
que la geometría craneana estaba llamada a ofrecer los medios más directos
e inmediatos para fijar los caracteres distintivos de una deformación, pre-
cisando la expresión cuantitativa de cada carácter.
Reproduzco aquí el esquema de mi clasificación, en la forma en (pie apa-
reció en la sinopsis publicada en 1930 por la revista Anlhropos, Las va-
riantes introducidas en esa publicación no llegaron a Alemania a tiem|M)
1933| i. IMBELLOM. Los pueblos deformadores de los Andes 213

para la edición postuma del Lehrbuch der Anthropologie, de Rudolf Martin


(1), la que, por tanto, lleva un prospecto que resulta, ahora, ligeramente re-
tocado.
Mis denominaciones no han sido elegidas con el fin de conseguir origina-
lidad, y se mantienen fieles a fórmulas y palabras ya clásicas. Así, lo6 adje-
tivos oblicuos y erectos equivalen, más o menos, los otros couchés
y dressés. Lo que interesa es el significado morfológico y la aplicación que
se hace de estos términos, ya empleados en la deformación circular, y ahora
llamados a discriminar las dos clases de deformados tabulares. En este
punto, particularmente, es apreciable la claridad de mi clasificación, de la
que resultan sistemáticamente diferenciadas las dos familias de tabulares
oblicuos y tabulares erectos, pudiéndose reconstruir el proceso mecánico
de cada una. Se excluye, además, que entre una y otra hubiesen términos
de transición, de carácter ambiguo.
Los tipos fundamentales en esta clasificación están reducidos a tres, y
corresponden a prácticas deformantes distintas. Los aparatos que producen
las tres formas constituyen, a su vez, tres grupos diferentes, que podemos
reunir, por comodidad de síntesis, bajo tres títulos generales:
1° Aparatos de dos planos libres, uno frontal, otro occipital (Tabletas
libres);
2° Aparatos cuyo elemento principal es una tabla de decúbito (Cuna);
3 o Vendas y correas elásticas que ciñen la cabeza circularmente (Cofia).
Efecto del primero y del segundo proceso es la deformación tabular, en
sus dos tipos oblicuo y erecto; efecto del tercer proceso es la deformación
circunferencial o simétrica. En ésta también se distinguen oblicuos y erec-
tos, aunque la diferenciación no tiene en los circulares el mismo significado
que evidencia en los tabulares. Allá nacían de ella dos tipos, y aquí dos ra-
riedades.
Lo que antecede es un resumen muy abreviado de nuestros resultados
relativos a la primera parte del capítulo que figura con la letra e en el
prospecto de la página 211. Nos ha parecido suficiente para entender lo
que vamos a tratar en el cuerpo principal de esta memoria.
Como medio gráfico que debe facilitar la lectura de estas páginas, evi-
tando la repetición de los términos de la nomenclatura, y ofreciendo un sím-
bolo intuitivo de cada uno de los tipos principales, hemos recurrido al auxi-
lio de unos cuantos signos tipográficos convencionales, según el prospecto
que sigue.
Los dos signos en negrita indican grupos generales, por la necesidad de
contraponer las dos familias tabulares, en conjunto, a la circunferencial.

(1) KUDOLF MARTIN, Ulirbucli der Anlliropoloyie, Zweite AnflaRc, Jcna 1928. Véane
lomo II, p. 835
216 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

II. LA DEFORMACIÓN COMO ELEMENTO ETNOLOGICO

Mas la deformación debe mirarse desde puntos de vista más generales


y amplios. Si se tratara solamente de cuestiones propias de la actividad
del craneólogo, no valdría la pena, en verdad, volver a llamar la atención
sobre el tema, ni tampoco haber intentado una revisión de los criterios
clasificatorios.
Es evidente que para una investigación a fondo el punto más importante
era una clasificación ordenada y metódica. Esta que he propuesto tiene el
mérito de estar relacionada intimamente con el análisis y clasificación del
material etnográfico, compuesto por las cunas, vendajes, tabletas e instru-
mentos similares usados por los distintos pueblos para obtener la plástica
artificial.
Es necesario, ahora, considerar con toda atención el fenómeno de la difu-
sión de tales prácticas en el mundo. Se impone, ante omnia, la construcción
de mapas con indicaciones gráficas que nos permitan leer con facilidad el
índice de frecuencia de la deformación en general y de las varias formas o
subtipos plásticos que dominan en cada área más o menos restringida. El
hecho se complica, si queremos distinguir la presencia actual de estas prác-
ticas de la prehistórica o de la que corresponde a la época colonial de Amé-
rica. En otras regiones será necesario distinguir las deformaciones medio-
evales (Liguria, Países Bajos) de las protohistóricas o históricas, cuya exis-
tencia nos ha sido transmitida tanto por los restos materiales como por la
información de los autores clásicos.
Tentativas de esta naturaleza no se han llevado hasta ahora a término
— que y o sepa — y ésto hace muy difícil la realización de tal propósito. Al
escribir, por encargo de la Dirección de la Enciclopedia Italiana, una reseña
sobre el estado de la ciencia en este sector, me encontré ante la necesidad
de encarar el problema de la difusión mundial de los deformadores de cabe-
zas. Por el momento tuve que concretarme a dar un esbozo provisorio, a
grandes rasgos, susceptible de ser progresivamente enriquecido por nuevos
datos, y corregido en el detalle.
Me propongo aquí demostrar como aún un simple esquema, y tal es el
mapa adjunto a mi artículo de la Enciclopedia, ha requerido una serie impo-
nente de trabajos preliminares, cuyo significado no puede valuarse en la
escala necesariamente reducida del citado mapa. Y desearía insistir en el
hecho que la mayor importancia de un trabajo así concebido consiste en la
ejecución prolija hasta de los más reducidos sectores. En otros términos,
la difusión de la deformación sugiere una cantidad de inducciones y obser-
vaciones que pueden seguirse en un mapa general de todo el globo, pero
presenta también una mayor cantidad de pequeños problemas especiales.
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 217

propuestos por la ubicación geográfica de cada variedad o tipo primario.


Estos en determinadas regiones del globo evidencian relaciones recíprocas
de naturaleza muy complicada.
Para dar un ejemplo, examinaremos aquí los datos reunidos para diseñar
el esquema de los pueblos deformadores de la región andina de la América
del Sur.

3. División de la zona andina según el tipo de deformación.

La región andina es una de las siete zonas de América más ricas en defor-
mados (tres en el continente norte, una en el istmo, y tres en el meridio-
nal). Las siete zonas son las siguientes: I o El noroeste americano, sobrelos
ríos Fraser y Columbia; 2 o La región comprendida por los ríos Colorado,
(lila y Río (irande del Norte, llamada área de los Pueblos; 3° La región
del curso inferior del Misisipí; 4 o El istmo de Tehuantepec; 5 o El borde
del mar Caribe, con extensión a las Antillas; 6 o La costa y el Altiplano
del Perú, y el hinlcrland boliviano, con ramificaciones hacia Chile y la Ar-
gentina; 7 o El curso inferior del río Negro y demás valles patagónicos.
Estos grandes centros de deformados fueron considerados como otros
tantos focos de difusión. En realidad, hay algo de cierto en eso, pero con-
viene también recordar que se trata de núcleos vitales de la población in-
dígena, como decíamos en un trabajo anterior. Se trata/de zonas cuya im-
portancia no está sólo señalada por la más tupida densidad de los indios,
sino también por la sucesión tumultuosa de las culturas, con las consi-
guientes luchas de predominio y procesos de especialización.
No nos proponemos comparar aquí las siete zonas americanas entre sí,
y menos aún considerar su distribción de conjunto con respecto a las zonas
de deformados del Océano Pacífico, cuyo estudio correlativo promete apor-
tar sugestiones de gran importancia para el génesis de las culturas ameri-
canas. Nos ocuparemos simplemente de la zona andina, sexta de la serie
enunciada, y de los problemas internos que surgen de la disposición y natu-
raleza de sus sectores.
Nuestro mapa presenta esta zona subdividida en un cierto número de
áreas.
Este fraccionamiento se propone, como fin esencial, separar entre sí los
tipos primarios de deformación. Pero es necesario establecer con mayor
exactitud el criterio de la subdivisión.
Nuestras áreas coinciden a veces totalmente con una provincia étnico-
histórica, como en el caso de los Humahuaca (sector 9 del mapa), quienes
forman un núcleo compacto dQ d;f>rmad:« / / , netamente distintos de sus
vecinos. Otras veces el área de un misino tipo primario comprende varios
218 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

sectores étnicos, y para facilitar, en este caso, la lectura del mapa a los
americanistas, hemos conservado esta distinción. Así los grupos Chimú y
Chincha forman los sectores 1 y 2 del mapa, a pesar de que sus deformados
corresponden a un solo tipo, el tabular erecto, 1 . Tenemos después áreas
en las cuales buscaríamos infructuosamente la unidad de la deformación;
son las áreas de promiscuidad, en las que las dos tabulares H y 1 están
juntas una a otra, o combinadas con la O , circunferencial. En eslas áreas

F i g . 1. — IXJS siete grandes centros d e la d e f o r m a c i ó n


craneana en América

se puede, cuando más, hablar de predominio de uno de los tres tipos sobre
el otro, después de haber comparado las estadísticas respectivas. Pero aún
así, al fin y al cabo, se trata de una generalización, si se enfoca, más riguro-
samente, la composición de los yacimientos particulares, y en este asunto
los hechos pueden presentarse muy complejos. Zona promiscua es, por ejem-
plo, la tercera de nuestro cuadro, que tanta tela para cortar dió a los auto-
res clásicos del siglo pasado. Aquí, según mi parecer, la investigación debe
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 219

ser llevada con mucho cuidado y detalle para cada caso particular. En vez
de llevar a consecuencias extremas el método brutalmente numérico, dé-
bese más bien buscar la causa de la promiscuidad, reconstruyendo «histó-
ricamente» la sucesión de los varios estratos culturales. Esto se obtiene, no
sólo siguiendo el testimonio de los cronistas, sino también elevando el hecho
de la deformación al rango de documento esencial de una cultura.
Hemos establecido la siguiente división de la zona andina (1):
1. Area de la cultura Chimíi, sobre la costa del Pacífico.
2. Area de la cultura Chincha, continuación de la anterior.
3. Area de gran complejidad étnica, que hemos dejado indivisa a causa
de la promiscuidad de los sistemas deformatorios. Comprende al norte el
territorio de los Colla, al sud la dispersión de los Uro; sobre ambos se ex-
tiende luego el dominio político de los Kichua.
4. Area costanera de los Chango.
5. Area de predominio lingüístico de los Araucanos.
6. Areq Díaguita, con la subregión septentrional Calchaquí.

( 1 ) En este escrito se encuentran algunos nombres gentilicios de tribus indígenas en


la forma del singular, lo que podrá ser notado con sorpresa por algún lector. Esta ter-
minología es corriente en etnografía.
El hábito de usar el singular de loe nombres étnicos se ha generalizado en Norte Amé-
rica en los últimos años. Los escritores suramericanos continúan empleando las formas
(•alchaqutes, Guaraníes, Tupies, etc., en que se ha efectuado la pluralización de nombres
indígenas siguiendo las reglas de la lengua española.
Contra esta pedantería gramatical se levantó ya en su época Aineghino, que escribió
«Calchaquís», «Tupís», y su editor. A. Torcelli, pone de relieve que tales plurales fueron
usados por todos los cronistas de Indias, con excepción del padre Ix>zano. Se ve claramente
que el cundir de la forma en «íes» es efecto de una preocupación académica del todo re-
ciente.
Ahora bien, lo que interesa, en ciencia, sobre todo, es conservar el nombre gentilicio,
creación lingüística del indígena, en su forma originaria y con la mayor fidelidad posible.
l>os etnólogos de Norte América han visto la gran utilidad de escribir dichos nombres
en la forma singular. Se ha propuesto — además — simplificar hasta los plurales indí-
genas formados por redoblamiento, c o m o «Bella-liella •. etc., con el fin de restablecer
la palabra original, cuyo valor es — las más de las veces — equivalente a «hombre».
Con este medio se obvian tres inconvenientes: I o trasladar a otra lengua que no sea
la española [o inglesa] un nombre gentilicio construido según la índole del idioma colo-
nizador; 2 o ) evitar la impresión de que el nombre tuviese la forma pluralizada, impre-
sión que dió lugar a frases c o m o ésta: «un niño Bella-l>ella* que vale c o m o decir: «un niño
españoles»; 3 o ) corregir el absurdo lógico que implica la pluralidad de un sustantivo
algonquino mediante una desinencia inglesa o un sustantivo tupí con desidencia lusita-
na o española.
Naturalmente, este altsurdo no existe si se trata de la pluralización de nombres gen-
tilicios formados en lengua romance, c o m o Araucano. Canoeiro, etc., cuyos significados
son «hombre de A rauco* y «botero»
Véanse sobre ésto las juiciosas observaciones de Ilodge, en American Anlhropologist,
vol I (1912), p. 24.
Fig. 2. — La zona andina subdividida en ¿reas, con atención a las deformaciones
intencionales de la cabeza
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 221

7. Altiplano de Atacanía.
8. Area de la Puna de Jujuy, región escarpada que se extiende desde el
valle de Jujuy hacia el altiplano de Atacama.
9. Area de los Humahuaca, habitantes de la quebrada homónima (valle
de Jujuy).
10. Area Kichua, septentrional con respecto al Tahuantisuyo, pero central
con respecto a la irradiación militar y política de los Incas.
11. Zonas de los pueblos de la Montaña, vocablo con que se designa la
sección noreste del antiguo imperio peruano, cubierta de selvas.
12. Area de las poblaciones actuales del Amazonas.

4. Reunión y discusión crítica de los testimonios

1 y 2. Comenzando por el norte, no existe duda alguna con respecto de los


sectores Chimú y Chincha, donde los cráneos eran deformados según el tipo
erecto (deformatio fronto-occipitalis erecta). Uhle los ha desenterrado de las
huacas de Alvarado y Santa Rosa, en el valle Chincha (1); otros idénti-
cos trajo von Tschudi, también de la costa del sector Chincha (2). Más al
norte, remontando la misma costa Yunga, encontramos cementerios cos-
taneros de renombre, como el de Ancón, que ha dado a muchos museos del
mundo esos cráneos de coloración blancuzca, tan característicos, con defor-
mación occipital pronunciada, lámbdica, conocidos por todos, y cuya defor-
mación frontal es a veces más, a veces menos pronunciada (3). Todavía

( 1 ) EOWABD SELEH, Arcliaeologische Reise in Süd and MiUelamerika, en Rerlíner


Gesellschaft f. Anthrop. Ethnol. and Urgeschichte, sesión 1912, Feb. 24.
Traducido al castellano en Inca. Lima 1923, tomo 1, pp. 193-220 y 586-606.
(2) DR. J. D . VON TSCHUDI, L'eber die Urbewohner ron Perú: en Mñllers Archir f. Phy-
siologie, 1845, pp. 89-109.
RIVERO Y TSCHUDI, Antigüedades peruanas: Viena 1851. cap. II.
RUDOLF VIRCHOW, Crania Ethnica Americana, Berlín, 1892.
( 3 ) JEPFRIES WYMAN, Crania, en Sereníh annual re¡mrt of Peabody Maseara, Cambridge
Mass. 1874, pp. 8-15.
DR. PAOLO RICCARDI, Memoria dei crani ed oggelli anlichi Peruriani apparlenenli al
Museo cívico di Modena e al Museo di Anatomía amana della R* Universilá di Modena,
in Archirio per 1'Antropología e /'Etnología, vol. X V I , Fírenze, 1886. pp. 305-405.
RUDOLF VIRCHOW. Schadel ron Ancón in Perú, Berlín, 1887.
GEO A. DORSEY. Crania from the Necrópolis of Ancón. Perú, en Proceedings of Ameri-
can Assoc. f. Adrarte, of Science, vol. X L I I I , 1894, pp. 1-12.
DR. SCHREIBER, AUperuanische Schadel, Stuttgart, 1909.
JOHANNES RAINKE, Ueber altperuanische Schadel ron Ancón und Pachacamác; en Abhandl.
der II classe der K. Bayerischen Akad. der Wissensch.. X X B d , München 1900 ss. 631-750.
U c o G. VRAM, Contribuía alt'antropología del Perú anlico. en Alt i Socíetá Romana di
Antropología, V I I , Roma 1900-01; pp. 44 sg.
Fig. 3. — Esquema de distribución y densidad de las prácticas d e f o r m a t o r i a s
en la zona Andina
19331 l. 1MBK1.LOM, Los pueblos deformadores de los Andes 223

más al norte tenemos las piezas de Trujillo con la misma deformación lámb-
dica, pero con un grado de intensidad excepcional (1), entre ellas una, en
forma de cuña, del Museo de Berlín (2) ha merecido la distinción de ser pues-
ta al lado del cráneo cuneiforme de Wicksburg, Misisipí, la maravillosa cele-
bridad del tipo tabular erecto (3). También de la costa de Chan-chan extrajo
el ingeniero Posnansky algunos cráneos deformados según el mismo sistema,
aunque en un grado algo menos intenso que el de Berlín, a juzgar por el
único dibujo que publica el descubridor en su curioso ensayo freudiano
sobre las influencias fisiológicas de esta deformación (4). Procedentes
de Pachacamac encontramos algunos cráneos que, sin tener el aspecto «cu-
neiforme», han sufrido un intenso achatamiento occipital; algunos de ellos
he podido estudiarlos en el Museo Etnográfico de Buenos Aires (5).
Es útil recordar que a Pachacamac, localidad que fué algo así como una
Meca de los peruanos de la costa, afluyeron siempre peregrinos, y por lo
tanto, formas craneanas de lugares lejanos, y éstas son justamente las que
ha observado Hrdligka, quien ha recogido en las proximidades del templo,
para el Museo de Washington, en el año 1910, la enorme cantidad de 2200
cráneos (6).
El material osteológico es completado por una gran cantidad de datos
arqueológicos, como ser cerámicas representando niños acostados en sus cu-
nas, o cabezas deformadas de los valles de Chillón, Pasamayo y Lurín (7).

( 1 ) JEFFRIES WYMAN, op. citada, ver nota 3.


( 2 ) BUDOLF VIRCHOW, Crania etlmica americana, p. 11.
( 3 ) SAMUEL G . MORTON, Crania americana, Philadelphia, 1839.
J. IMBELLOM, I nlorno ai eran i - incredibili - degli indiani Nalchtz, nuove oriental ion i cri-
tiche t tassinomiche sulla deformazione artificíale, ¡n Alti del XXII C.ongresso Inlernazio-
nale degli arnericanisti. B o m a , 1926, v o l . I, pp. 391-406.
(4) ARTURO POSNANSKY, IMS cerámicas eróticas de los Mocbicas y su relación con
los cráneos occipitalmenle deforma/los. La Paz, 1926.
N o discutiré acerca de la peregrina tesis del autor, quien sostiene que esta plástica arti-
ficial hace sufrir en especial m o d o las «localizaciones libidos >. T a m p o c o mencionaré sus
curiosas apreciaciones del poder amatorio de las poblaciones braquioides y dolicoides de
Kuropa, y será suficiente recordar q u e para Posnansky los meridionales, o mediterráneos,
serían braquicéfalos ( ! ) .
Pero n o p u e d o pasar en silencio la a f i r m a c i ó n q u e la plástica de las cabezas chimó
representa un tipo inédito, «que n o se ha estudiado a ú n ' . Por lo q u e a mí concierne, el
lector puede verlo ya definido y descripto. hasta analíticamente, por m e d i o de la g e o m e -
tría craneana, en mis trabajos de 1924 y 1925 A y B (véase bibliografía en la pág. 209).
( 5 ) J. IMBELLONI, Deformaciones intencionales del cráneo en Súdame rica. Estudios de
Morfología Exacta, [tarte III; en Herista del Museo de La Plata, torno X X V I I I , 1925,
p p . 329-407. Véase el cráneo n ° 20 453.
( 6 ) ALEC HHDI.K^KA. Some resulls of receñí ardhro/iological explorution in Perú, en Srni-
tlisonian miscellaneus collection, v o l . L X I . n u m b e r 16, W a s h i n g t o n , 1911.
( 7 ) BEBECA CARRIÓN CACHOT, IM mujer y el niño en el antiguo Perú, en Inca,
vol. I, Lima 1923, p p . 329-354.
224 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

En conclusión, tenemos que la costa Yunga fué poblada por deformadores


que utilizaban el plano de decúbito, y los varios «grados» obtenidos son:
planofrontal, planolámdico y el grado máximo llamado «cuneiforme», todos
claramente comprendidos en la serie de los tabulares erectos, 1 .

12. En contraste con la zona de la costa, el área oriental contigua se en-


cuentra ocupada por deformadores de tipo oblicuo. En el sector septentrional
encontramos pueblos de indios que aún hoy día deforman la cabeza por el
sistema de las tabletas fronto-occipitales; como los Omagua (1), Shipibo y
Shetebo (2), que hablan dialectos del grupo Paño; con predominio de la pre-
sión frontal entre los Conibo (oblicuos de la forma «curvo-occipital») como
lo deducimos del testimonio de von Hastel (3).
También los observadores modernos nos traen noticias sobre la super-
vivencia de las prácticas deformantes en esta zona; ver el mapa de Günter
Tessmann (4).
I^a supervivencia actual de la costumbre de deformar el cráneo, se debe,
sin duda, a la menor influencia de los misioneros españoles, mientras, en
cambio, en la zona perteneciente al antiguo imperio de los Incas las prohi-
biciones eclesiásticas y administrativas contribuyeron a debilitar intensa-
mente, y después llegaron a extirpar casi por completo, el hábito de la de-
formación.

10. Esta área es el territorio que sirvió de teatro al clan de los Incas
para sus primeras hazañas, y el primero que fué organizado bajo el sistema
que más tarde debía extenderse a todo el Imperio, el cual, como es sabido,
fué agrandándose desde aquel núcleo hacia el norte y hacia el sur, en
detrimento de las tribus que paulatinamente eran sometidas por la conquista
militar. Esta área, según ha dicho un cronista, habría sido el centro de irra-
diación de la deformación que los Incas tomaron como distintivo de su linaje.
Otros cronistas afirman que fué impuesta por ellos a las tribus sometidas,
con el fin de dominar más fácilmente su voluntad. Veremos, en un próximo
estudio crítico de las fuentes, qué debemos pensar sobre estos testimonios,
en los que es evidente la tendencia de atribuir al poder y a la influencia
del Inca también la costumbre de la deformación.

( 1 ) CHARLES M. LA CONDAMINE. Narralion abregée d'un voyage fait iluns l'intérienr


de V Amérique mérid., 1743.
(2) OLIVIER, ORDINAIRE, l^es saurages du Pérou. en ¡terne d'bJthnographie. tomo VI,
París, 1887, pp. 265-322.
( 3 ) CARLOS MORALES MACEDO, La deformación artificial del cráneo, en el antiguo Ptrú,
en Proceed. 2 o Pan American Se. C-ongress, section I, vol. 1, Washington, 1916, pp. 235-251.
JORGE M. VON HASTEL, IMS tribus salvajes de la región amazónica del Perú, en Boletín
de la Sociedad Geográfica de Lima, t. X V I I , 1905, p. 37.
( 4 ) (ITINTER TESSMANN, Uie Indianer Nordost-Perns, Hamburg, 1930.
1933] J IMBEI.IX>M, IjO* pueblo* deformadore* de lo* Ande* 225

Hoy sabemos de seguro que esta costumbre existió mucho antes de la


expansión incaica, pero queda planteado el problema — más especial —
de saber cuál es la forma concreta de deformación, cuyo arraigo y difusión
fuá obra del clan inca.
En cuanto al hallazgo de cráneos deformados, debo confesar que faltan
piezas con procedencia arqueológica debidamente documentada con que
podamos formarnos una clara idea de la plástica usada por los Incas
en esta zona.
A falta de restos óseos, algunos autores reconstruyeron la cabeza de los re-
yes observando los medallones y las figuras que la tradición nos trasmite
como retratos de los Incas (1).
Si nos atenemos a la literatura científica, parece que la deformación típica
de los Incas fué la tabular oblicua (2). Flower había ya llegado a la con-
clusión que los Kichua deformaban con ese sistema, que produce las carac-
terísticas cabezas chatas, inclinadas a guisa de pala hacia atrás, que en
Norteamérica llaman Flat-hrads. Virchow agrega algo más: que en todo
Sud América la deformación Flat-heads, tan abundante en la América del
Norte, está restringida sólo al Perú, y que en el Perú mismo no se la encuen-
tra más que en el territorio de los Kichua (3).
Esta aseveración es para nosotros, hoy día, algo inexacta, puesto que existe
en la puerta septentrional de la Argentina un núcleo compacto de defor-
mados H, separados ampliamente de la zona propiamente Kichua ya sea
por la distancia territorial, ya por la interposición de la dilatada zona de los
Uro-Colla de Bolivia; sin embargo podríamos quizás aún hoy justificar el
concepto de Virchow, si en vez de áreas geográficas hablásemos de afini-
dades culturales.
No se puede afirmar, con todo, que esta décima zona presente sólo
ejemplos de cráneos tabulares. Las primeras observaciones, que se deben
a von Tschudi, nos indican la presencia de numerosos cráneos circulares
diseminados en el territorio comprendido entre el 9° y el l t ° de latitud sur.
De ellos hablaremos especialmente al tratar nuestra 11* zona.

11. Esta es la zona llamada clásicamente por los escritores peruanos de


la Montaña. Comprende las selvas que desde la cordillera Oriental se extien-
den hacia el Este. En realidad se trata de un verdadero dominio de la de-
formación circular, (pie a modo de semicírculo limita el núcleo propiamente
Kichua por el lado noreste. El primer autor que dió la diagnosis cra-

( 1 ) D . J. H . PORTER. Note* on Artificial Deforma!ion of Chitdren, en tteporl of National


Muirían. 1889. Véase página 225.
( 2 ) W . H., FLOWER, Fa*hion in deformUy. London. 1881. Véase página 51.
(3) RUDOI.F VIRCHOW, Crania elhnica americana. ver nota 2.

AiAi. iiatu n 1,1 ,*t — r. n o l i


226 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

neológira de la deformación de la «Montaña» fué el doctor von Tschudi (1),


y con esta variedad artificial formó la tercera de sus tres «razas craneoló-
gicas» andinas. Traduciendo la diagnosis (craneoscópica y craneométrica)
de von Tschudi a nuestra nomenclatura taxonómica, vemos que se trata
de deformados circulares del subtipo erecto, llamados en la literatura cabe-
zas en forma de «pan de azúcar».
Tanto Virchow como Gosse (2) y otros autores que les siguieron han
tomado quizás muy literalmente la asignación de los deformadores Q
a la «nación» indígena de los Huancas, nombre que en el texto de von Tschu-
di parece ser más bien una denominación convencional: «Llamo nación de
los Huancas a esta tercera raza, por ser el nombre de la más poderosa de las
tribus que la componen».
El hecho que hubiese algunas de estas cabezas «pan de azúcar», en el
territorio de nuestra décima zona, no está para nosotros en contradicción
con la naturaleza tabular oblicua de la mayor parte de los deformados de
aquella área, según las premisas establecidas en el párrafo precedente. Sólo
contradice la afirmación de aquellos que aseguran, como lo hace el cronista
Pachacuti Santa Cruz, que la deformación de la cabeza se practicó en
el antiguo Perú a raíz de un decreto del Inca Manco Capac. Antes que se
difundieran los hombres de lengua Kichua, hubo, sin duda alguna, defor-
madores, y los cráneos O diseminados sobre aquella zona nos lo atesti-
guan ; ellos son ciertamente representantes de una cultura más antigua, que
sobrevivió más allá de los confines territoriales de la influencia imperial.
Un problema de mayor importancia es, en cambio, la conexión del semi-
círculo de deformados Q con la cadena de los Q la cual se une territorial-
mente, sin discontinuidad, a la primera, para ix'upar luego la mayor parte
del área, mucho más vasta, que en nuestro mapa lleva el n° 3.

3. Es este sector el más complicado en cuanto a la deformación. Aquí


es donde se han producido las discusiones más enconadas, y también, además,
donde se presentan las mayores incertidumbres, agravadas por las nomen-
claturas dadas, que parecen hechas adrede para desviarnos del camino.
¡Cuánta obscuridad, por ejemplo, no deriva de la denominación de «crá-
neo Aymará» que es hoy tan común? Fué D'Orbigny el primero (3) en lla-
mar con el nombre Aymará la deformación circunferencial (cilindrica o
cónica) que él observara en un gran número de cráneos de este sector, y el
nombre tuvo en la literatura tanta fortuna, que hasta hoy día los más pru-

( 1 ) J. D . VON TSCHUDI, Ueber die Vrbewohner ron Perú, véase nota 2.


(2) L o u i s ANDRÉ GOSSE, Sur lea anciennea races du Pérou, en BulUtin de la Societe
d'arúhropologie de Paria, tome I, París, 1860, pp. 549-557.
( 3 ) ALCIDES D'ORBIGNY, L'Honime amérieain, París, 1839. \éase vol. I, p. 317.
1933] J. IMBKLLONI, Lo* pueblo* deformadore* de lo* Ande* 227

dentes no pueden menos que recordarlo con frases como las que siguen:
«deformation dite é tort deformation Aymara» (1) o bien «deformazio-
ne Aymará di D'Orbigny» (2). Protestaron algunos autores contra tal de-
terminación étnica, pues, «les cránes anciens déformés dites Aymara, que
l'on trouve sur les bordes du lac Titicaca.. . n'ont rien de commun avec
ceux des véritables Aymara actuéis .. > (3). Se llegó hasta llamarlo el «tipo
de los falsos Aymara». Pero ahora es bueno recordar que el nombre Aymara
es un término de carácter lingüístico, no propiamente racial, y comprende
todas las tribus que hoy poseen la lengua Aymará, entre los cuales se encuen-
tran muchas que han sufrido una influencia cultural reciente. Así lo confir-
ma la desaparición casi total, en esta zona, de la lengua Uru, que era tan
difundida en la época de los cronistas. No está menos vinculado a las inves-
tigaciones lingüísticas el mismo nombre de los Kichua; sin embargo nos ser-
vimos de él, con la debida prudencia, para indicar a los que originalmente
poseyeron la cultura difundida luego por la conquista de los Incas. Es difí-
cil, sin duda, reconstruir las condiciones primitivas y las antiguas limita- '
ciones territoriales de cada zona de influencia, pero, si no nos propusiéra-
mos, justamente, intentar tal reconstrucción, sería bastante echar un vistazo
al panorama, infortunadamente muy confuso, como se encuentra hoy día, y
contentarnos con una descripción superficial. Esto que digo tiene valor
no sólo para las deformaciones, sino también para toda otra clase de fenó-
menos culturales.

Es cierto que Marckham ha alborotado un avispero alrededor de la propie-


dad de la palabra Aymara (4), que parece nombre dado por los cronistas
españoles a la lengua de la población Colla, y por ésto nosotros preferimos
hablar de tribu Colla y civilización Colla, tanto más cuando el término geográ-
fico histórico que deriva de ellas es aceptado umversalmente: el Collao.
Para encarar nuestro problema particular, de las deformaciones cranea-
nas, diremos que el área n° 3 presenta los tres tipos fundamentales de de-
formadores; se encuentran allí, más o menos mezclados, tanto los tabulares
erectos como los oblicuos, y también, además, los circunferenciales.
Comenzando por estos últimos es bueno decir que von Tschudi había
ya observado que al sur del paralelo 14° predomina una masa de deforma-
dos circunferenciales, que él consideraba completamenle distintos de aque-
llos de la zona situada al norte de dicho paralelo. Llegó hasta el punto de
formar con esos cráneos la segunda «raza» craneológica de las tres que ha

( 1 ) ERIC, BOMAN, Aniquilé* de la rtgion andine de la fíép. Argenline el du désert d' Ala-
cama, Parí», 1907. Víase página 620.
( 2 ) SERGIO SEROI, I rilievi eerebrali delle Jottc temporali nei crani dejormali del Perú,
in AUi delta Societá Romana d'Antropología, vol. X V , R o m a , 1910. 16 páginas.
( 3 ) DE QUATHEFAGES ET HAHV, Crania Elhnica, París, 1882. Véase página 475.
( 4 ) SIR CLEMENT MARCKHAM, The Inca* of Perú; London, 1910. Véase página 192.
228 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

F i f . i. — Las Ires formas craneanas raciales del Perú,


según el Dr. v. T s c h u d i
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 229

determinado en la región andina. Como hemos hecho con la primera, tra-


ducimos sus indicaciones diagnósticas a nuestra nomenclatura y vemos
que se trata de circulares oblicuos. En ésto von Tschudi había tenido un

Fig. !>. — Esquema que indica las áreas ocupadas, según el


doctor von Tschudi. |K>r las tres razas craneológicas
definidas por dicho autor:
I Forma craneana «pie coincide con nuestros 'I .
II > «pie corresponde a nuestros (J.
III > » que comprendí* a nuestros i).
La scfuiración entre la I y la III es identificada |H>r von
Tschudi con el paralelo H°S. y el límite septentrional de
la III con el 9"S. Nótese «pie el I t-S corresponde justa-
mente al paso de Vilcanota.

precursor, puesto que ya D'Orbigny diseña y describe el cráneo Q, al cual


asigna el nombre de Aymara, creando el tipo craneano y la denominación
de la cual hemos hablado antes.
Para la historia del método, es importante señalar que de los varios erro-
230 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

res de von Tschudi (el cual sin embargo abrió el camino al estudio de las de-
formaciones) uno tuvo un influjo desastroso sobre el desarrollo de esta in-
vestigación.
Habiendo, en efecto, dividido las áreas del Perú de la siguiente manera:

Deformados 1 : I «raza» de von Tschudi, tribu Chincha de la costa del


Pacífico.
Deformadcs Q : II »raza»; equivale a los Aymara de D'Orbigny.
Deformados Q : I I I «raza» o de la «Montaña», «nación» de los Huanca.

exageró enormemente la diferencia que separa las dos formas circunferen-


ciales entre sí. Ocurrió por ésto que los observadores que lo siguieron, como
Gosse y Virchow, se impresionaron enormemente por el hecho de que en
las Chullpas del Collao se encuentren la II y la III forma, una junto
a la otra, a veces en la misma tumba. La objeción, apoyada — como se ve —
en datos arqueológicos, tuvo una repercusión tan poderosa en el espíritu
de aquellos investigadores que Davis (1) aventuró la hipótesis que a
veces una tribu imita la deformación de otra, y Hutchinson (2) llegó
hasta hablar de vastos cruces entre Chibchas, Huancas y otras tribus,
cruces que según Virchow no pueden extenderse hasta la Montaña, donde
Forbes (3) ha señalado unos 600.000 Aymara. Concluye el claro autor
berlinés diciendo que la separación de las tribus según la plástica defor-
mante, propuesta por von Tschudi, queda debilitada en su valor (4).
Comenzó desde entonces un período de escepticismo, que ningún escritor
ha intentado interrumpir, y cuya expresión más aguda está en las páginas
de Topinard (5), según el cual las formas craneanas artificiales varían de
lugar a lugar y hasta de familia a familia, sine lege.
Ahora bien, un simple proceso crítico de la tripartición de von
Tschudi habría llevado a admitir que las tres variedades plásticas artifi-
ciales no pueden corresponder a «razas» y sí sólo a «culturas», por lo menos
de un modo inmediato. Además, las dichas culturas están diferenciadas por
la especificidad tangible de la práctica y el instrumento deformante, y si
hay un abismo técnico entre los tabulares erectos y los oblicuos, en los cir-
cunferenciales la diferencia es menos aguda, por tratarse nada más que de
la distinta manera de ceñir la cabeza con las vendas o correas de com-
presión (6).

( 1 ) J. BAR.NARD DAVIS, ün ancienl piruriun Skulls. Iiondon. 1871.


( 2 ) T . J. HUTCHINSON, TWO years in Perú. Ixindon. 1871.
( 3 ) DAVID FORRES, On llie Aymara Indians uf Holiria añil Perú, in Journal oj FAhnol.
Society, vol. II, London 1869-70, pp. 193-305.
( 4 ) RUDOLF VIRCHOW. (Irania ethnica americana.
( 5 ) DR. PAUL TOPINARD, Anthrupologie Genérale, París, 1885. Véase página 742.
( 6 ) J. IMRELLONI, Deformaciones intencionales del cráneo, etc. Ver nota 7.
1933] i. IMBELLONI. Los pueblos deformadores de los Andes 231

Concluyendo, nosotros debemos registrar la preponderancia de las formas


Q en la parte septentrional de la •Montaña», alrededor de nuestra área 11,
y de las formas Q en la «Montaña» y el altiplano del área 3; pero uniremos
las dos cadenas en una sola masa de circulares, que corresponden con pre-
cisión, craneológicamente, a los dolicocéfalos prognatos que describe De
Quatrefages con los nombres gentilicios de Huanca y Aymaré, a pesar de
que la asignación étnica resulte convencional.
La posición de los cráneos circulares de la zona 3, con respecto a los tabu-
lares 1 y H nos sugiere algunas observaciones para la estratificación cro-
nológica y la avaluación estadística. Pero antes es preferible enfocar, con
mayor detalle, el territorio que circunda la cuenca del Titicaca, donde los
tres tipos plásticos se encuentran extraordinariamente mezclados.
La atención de los estudiosos ha sido atraida especialmente por el yaci-
miento de Tiahuanaco.
A pesar de que yo mismo, en varios escritos, he objetado las extrañas ideas
étnicas de Posnansky y las intolerables ligerezas cronológicas de este autor,
no tengo aqui ningún reparo en utilizar sus informaciones sobre la plástica
artificial de los cráneos por él recogidos, descartando — eso si — su inter-
pretación sobre la finalidad de la plástica deformante, que en este autor
es demasiado ingenua.
Sobre 31 cráneos de la zona arqueológica de Tiahuanaco (2) encontró
Posnansky trece deformados circunferenciales, diez no deformados sensi-
blemente y ocho con deformación T , de los cuales alguno claramente
oblicuo.
Entre doce cráneos de Tiahuanaco fotografiados por Chervin hay uno
tabular oblicuo y dos visiblemente circunferenciales (3).
Otros seis describe Wyman (4), extraídos por Squier de las torrecillas se-
pulcrales redondas llamadas Chullpas, que al parecer son exclusivas de la
región septentrional del Titicaca, donde vivieron numerosos núcleos de
Colla. Es de Wymann la afirmación que los cráneos de las Chullpas de
las cercanías de Tiahuanaco son siempre deformados O mientras en el
resto del Perú (comprendido en sus límites actuales) los hallazgos alrededor
de los lugares habitados dan un gran número de X , y esta afirma-
ción puede considerarse como exacta hasta el día de hoy, siempre que se
entienda de una manera general.

( 1 ) J. IMBELLOM, La Esfinge Iridiaría, antiguos v nueras aspectos del problema de los


orígenes americanos, Buenos Airo», 1926. 326 página*, 109 figura*, tres cartas y X I X
láminas. Véase página 317.
(2) ARTURO POSNANSKY, Una metrópoli prehistórica, Berlin, 1914. Véase páginas 60-73.
( 3 ) ABTHI'R CHEBVIN, Anthropologie boliricnne, París 1908, 3 vol.
( 4 ) JEFFRIES, WYMAN, Obserrations on Crania and olher parís of skelelon, in Fourlh
annual report Peabodv Uuseum, Boston 1871, pp. 10-24.
232 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

Si quisiéramos desde ahora identificar los gentilicios de la tradición his-


tórica con las diferentes masas de los deformadores de la región, nos encon-
ríamos ante el problema de definir la deformación usada por los Aymará
o Colla, pueblo que ha quedado fiel a la plástica artificial y constituye un
elemento importante de la población actual. Teniendo por seguro, por ahora
a lo menos, que los H son vestigios de la dominación de los hombres del
Cuzco, quedaría luego el tercer elemento, los Uro, pueblo que hoy ha que-
dado arrinconado en una angosta faja costera, donde vive en extrema
miseria patrimonial, pero que en un tiempo, también histórico, ocupó toda
la extensión que en nuestra área 3 se encuentra situada al sur del lago
Titicaca, entre Cochabamba y Potosí al este y el mar Pacífico al oeste,
desde Arequipa hasta Cobija (más o menos 17°-23° lat. sur). Se nos pre-
sentan varias soluciones, naturalmente contradictorias, de cuya crítica
resultará, cuando estemos en situación de hacerla, la exacta adjudicación
de los tres tipos a cada uno de los contingentes étnicos.

1 II 111

Q Uro Q Colla Q un pueblo que lla-


maremos por aho-
ra de la «Monta-
na .
H Hombres del Cuz- / / Hombres del Cuz- H Hombres del Cuz-
co co co
1 Colla 1 Uro 1 Uro y ('olla

Sólo nos hemos propuesto demostrar la complejidad de la cuestión, que


en la época de von Tschudi y Gosse pareció tan simple.
Los medios de que disponemos son varios:
Intentaremos en otro escrito avaluar las referencias de los cronistas espa-
ñoles de las Indias, aunque, digámoslo de inmediato, su lectura nos produce
desilusiones. Los pobres y buenos frailes catequizadores, lejos de examinar
con precisión el curioso y atrayente fenómeno etnográfico que tenían ante
sus ojos, apartaban de él la mirada, porque se trataba de arte diabólico y
de idolatría. Muy pocos de ellos nos han dejado descripciones exactas y de
primera mano.
Lo que nos podrá dar mayor resultado es la diagnosis exacta del material
craneológico que aún queda en los yacimientos clásicos y en las inexplora-
dos, luego el examen de las piezas reunidas en los varios museos del mundo
y no publicadas o mal ilustradas; por último el cotejo de la literatura anti-
gua y moderna.
El conjunto deberá ser utilizado — para empezar — con el fin inmediato
19331 J. IMBELLONI. Los purblos deformadores de los Andes 233

de definir el comportamiento de cada provincia, y, más aún, de cada yaci-


miento aislado.
As! en la provincia boliviana de Lipez, sobre doce cráneos recogidos por
Cherv in en Cobrizos, vemos bien nueve circunferenciales, más tres dudosos.
En las chullpas de Potosí, sobre 54 cráneos de Asnapujio: 44 O , 5 H, y
5 1 ; sobre 125 cráneos de Tocarji, 81 O , 15 1 , y 9 H ; en Vicisza, sobre
5 cráneos, 5 O ; en La Calera de 24 piezas, 16 O 4 inciertos y 4 H .
También en la provincia de Oruro, en Panza, sobre el Poopó, tenemos
cinco piezas, todas O -
Lo que estos datos nos permiten afirmar es que en Bolivia, en la zona
de Oruro, Potosí y Lípez, los deformados circunferenciales están en gran
mayoría, a lo menos aquellos recogidos en los sepulcros llamados Chullpas.
También hemos dicho que de las chullpas del Collao alrededor del lago
Titicaca, se extraen en abundancia circunferenciales, y que según Wyman,
lo serían en su totalidad. Esto ha sido notado también por Posnansky (op.
cit.). También mi experiencia personal confirma la regla de Wyman. En el
verdadero centro político de los Colla-Aymará, Hatun-colla, tenemos las
características chullpas de Sillustani, sobre el pequeño lago montañés lla-
mado Ilmayo, a una milla, aproximadamente, hacia poniente del ángulo
noroeste del Titicaca; de ellas recibió el Museo Etnográfico de Bue-
nos Aires una serie de cinco cráneos que he estudiado en 1925: son tres
circulares marcadamente Q y otros dos perfectamente Q. Recuérdese la
división de von Tschudi entre los dos subtipos circulares Q y Q y cuanto
hemos dicho arriba sobre la imposibilidad de hacer de ellos dos «razas»
craneológicas diferenciadas.
El examen analítico de los yacimientos haría entonces inclinar la balanza
a favor de la hipótesis que los cráneos Q fueron de los Collas, conocidos
con el nombre de Aymará. En este caso Alcides D'Orbigny habría acertado.
Para nosotros quedan sin embargo diversos puntos obscuros.
Hemos visto que al mirar estos hechos de distribución desde otro punto
de mira más meridional, por ejemplo, desde las cuencas del C.oipasa y del
Poopó en Bolivia (que también están repletas de deformados circulares)
resultaría que esta deformación abunda en los sectores más densamente
habitados por los Uro. La cuestión, por otra parte, merece investigaciones
más minuciosas, las cuales, como se ve, están relacionadas con la Arqueo-
logía. ¿A cuál de los pueblos pertenecen las Chullpas meridionales; a los
Colla o a los Uro? No se debe tomar al pie de la letra la triste reputación
que nos pinta a estos últimos como gente inculta e incapaz de cualquier
clase de adelanto, a quienes el Inca — según se cuenta — impuso como
tributo anual una cierta cantidad de piojos con el fin de lograr en ellos algo
de higiene. Algunos |>asajes de los cronistas que conocieron a los Uro de cerca
nos enseñan (pie su triste fama es muy exagerada. Es menester, por otra
25 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

parte, distinguir a los Uro actuales de los que vió el padre Calancha, y a
éstos de aquellos otros que en tiempos más remotos aún parece que hayan
precedido el injerto de la cultura Colla y la sumisión de ambas estirpes al
elemento Kichua.
Luego hay que interpretar las construcciones actuales de los Uro, espe-
cialmente su típica habitación circular que reproduce fielmente la forma
de las Chullpas del Altiplano. Otra cuestión a discutir es la unidad o la
diversidad de las muchas especies de sepulcros, o habitaciones-sepulcros
como quiere Nordenskiold, que se conocen con el nombre común de
Chullpas. ¿Serían las meridionales (provincia de Lípez, etc.), sin duda más
rústicas y simples, un efecto de la aculturación al tipo de las torrecillas del
Collao, o en cambio estas construcciones más perfectas del Collao son el
perfeccionamiento de los esbozos embrionarios que abundan hacia el Sur?
Ciertamente hay mucho que hacer sobre este tema, y la doctrina etnico-
cronológica de Bandelier y Uhle sobre el Chullpa-Colla period es una tesis
que no ha recibido la consagración definitiva.
Mas no apuremos la solución, ni forcemos los hechos en un sentido o
en otro. Recordemos que, en rigor de verdad, esta identificación, podrá ser,
quizás, la culminación de la búsqueda. No el término a quo, sino el término
ad quem de nuestra investigación. Es de notar el hecho que en dos lugares
de la costa, hoy habitada por los Uro, se han hallado circunferenciales.
El primero es Arica (1). El segundo es Pisagua, situada más al sur, en la
provincia de Tarapacá; con esto de notable, que Forbes, bajando del Collao
hacia el mar, encontró un cordón continuo de yacimientos con cráneos
circunferenciales que unía el Titicaca con las costas del Océano, justamente
en Pisagua (2). Los coleccionistas le dijeron además que, mezclados a pie-
zas normales, los circunferenciales se encuentran a menudo en otros sitios
de la costa.

4. La zona costanera habitada por los Chango no está bien estudiada


desde este punto de vista, como tampoco, desgraciadamente, la costa de
los Uro que la precede hacia el norte, formando el litoral oceánico de nues-
tra área n° 3. Chango y Uro son, como todos lo saben, pueblos hoy degra-
dados, arrinconados entre las arenas estériles y el mar, y considerados por
muchos autores comí) completamente primitivos. Quizás no hay razón en
mantener netamente separadas las dos entidades étnicas de los Uro y los
Chango, y alguno ya ha notado que se trata de un solo grujió cultural (3).

( 1 ) J . BARNARD D A V I S , o p . cit., ver ñola 18a.


SAMUEL G. MORTON, op. cit. Ver nota 6.
(2) DAVID KORBES, o p . cil. Ver nota 19.
( 3 ) CREQUI-MONTFORT ET RIVET, La langue Uru ou Pukina, en Journal de la Siy-
rielé des amériranisles de París, tome» X V I I - X I X , París, 1925-1927.
19331 L. IMBELLONI, Ijts pueblos deformadores de los Andes 235

Los pocos cráneos recogidos en esta faja costanera están reproducidos por
Chervin; provienen de la Bahía de Antofagasta. Se trata de sólo 5 piezas,
aparentemente circunferenciales.

5. Al sur de Copiapó comienza la zona de predominio de la lengua arau-


cana, y ya podemos decir que nos encontramos fuera de los límites de nues-
tro estudio.
Diremos, de paso, que sobre la deformación craneana en Chile queda
todavía mucho que hacer. Todos recuerdan que Virchow (1) puso en 1892
a los Araucanos entre los pocos pueblos de Sudamérica que no conocen
la deformación del cráneo. Recogió al año siguiente la afirmación del era-
neólogo berlinés, Schmeltz (2), pero bien pronto se hizo oir la voz de H.
ten Kate, el ilustre antropólogo del Museo de La Plata, reclamando se co-
rrigiese el dato, porque «eine bedeutende Zahl der in verschiedenen Mu-
seum vorhandenen Araukanierschadel ist stark deformirt" (3).
De los amigos estudiosos de Chile es de esperar que se dediquen a este
trabajo de crítica e investigación. Cañas Pinochet, único escritor chileno
que — por lo que yo sé — tratara las deformaciones en Chile, se limita a una
reseña superficial de las formas peruanas (4). Existe también alguna men-
ción en la literatura científica más antigua, pero sobre casos dispersos (5).
Boman (6) y varios cronistas y viajeros nos hablan del uso, generalizado
entre los Araucanos, de transportar los niños sobre el caballo, atado a una
especie de cuna. Estas cunas, fabricadas con tablillas de madera, son seña-
ladas aquí y allá en la literatura y en las fotografías de esos indios, hasta en
los de hoy día. Se trata, por lo visto, de una deformación por decúbito y
por lo tanto de forma 1 . El cuadro coincide con el comportamiento de los
Araucanos de la Argentina (7), con el material etnográfico de los mismos (8)
y con las series osteológicas conservadas en los museos argentinos (9).

( 1 ) ItliooLF V I H C H O W , Crania ethnica americana, ver nota 2 .


( 2 ) J. D . E. SCHMELTZ, Nolizen iiber die geograpli. Verbreilung der Scliadeldeformatio-
nen, en Internal. Archir für Ettinoyrapliir. vol. VI, Lcyden 1893, p. 193-197.
( 3 ) H . TEN KATE UNO SVOBODA. l\oli:tn iiber die yeoyrapliisclie \erbreilunij der Sclia-
deldeformalionen, en Internal. \rcliir für Ethnographie. vol. V i l . lA'yilen. 1894, p. 90.
( 4 ) ALEJANDRO CAÑAS PINOCHET. La deformación artificial de los cráneos humanos,
Santiago de Chile. 1904, 14 páginas.
( 5 ) R , A. PHILIPPI. Ueber ehilenische Scliodel. en Verhandl. Herí. Anlrhop.
fíesellsch. 1872, p. 195.
( 6 ) ERIC BOMAN. Anliquités. etc., \éasc página 52(>.
( 7 ) H. TEN KATE, ('onlribulions ri la craniologie des Araucans Anjentins, en Anales
del Museo de La Plata, sección antropológica, I. 1.a Plata. 1894.
( 8 ) RENÉ VERNEAU. Les anciens Palayons, Mónaro, 1903. Véase página 122.
( 9 ) FBANCISCO MORENO, Jiescriplion des cimeliires el paraderos preliisloriques de Pa-
lagonie, en /terne d'Anlliropologie. tome III, París 1871, pp. 72-90.
236 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

7. La séptima división del mapa es aquella caracterizada por la cultura


llamada de Ataranta, hoy desaparecida completamente, y que comenzó
a delinearse como un patrimonio específico, después de las exploraciones
arqueológicas de Eric Boman, Max Lhle y Augusto Capdeville.
Este sector, formado por una altísima meseta, hoy semidesértico, se nos
presenta estrechamente vinculado a poniente con la estrecha faja costa-
nera de los Chango (n° 4); a levante degrada hacia el profundo valle de Ju-
juy, del cual lo separa una zona intermedia y por cierto menos inhabitable,
que se llama la Puna de Jujuy.
Desde el punto de vista de la deformación, el área de Alacama se nos pre-
senta como un centro bastante homogeneo y denso de circunferenciales,
a lo menos por lo que nos han revelado las pocas búsquedas realizadas.
Entre los 59 cráneos recogidos por Chervin en el llamado Oasis de Calama,
exceptuando 17 inciertos, notamos 31 O , 5 / / y 6 I , total 11 T .

8. La Puna de Jujuy se revela como una zona sin comportamiento autó-


nomo, y ésto ya nos lo anunciaba su carácter geográfico. Ella es como un
peldaño entre la meseta de Atacama y el valle de Jujuy o de Humahuaca.
Sobre nueve cráneos de Sayate recogidos por Boman y fotografiados por
Chervin encontramos 5 1 y 3 H. Del Pucará de la Rinconada tenemos 6
piezas: 1 O , 4 1 y 1 H .
De Casabindo, von Rosen (1) extrajo 34 cráneos, de los cuales 28 defor-
mados, que Backman (2) diagnosticó así: 5 con deformación frontal y 23
fronto-occipital o cuneiforme, según la nomenclatura (3) por él establecida.
Rogaremos al profesor Backman facilitarnos datos más claros y entre
tanto nos limitaremos a señalar que en Casabindo aparecen, en distintas
proporciones, las tres formas mezcladas.

J. 1MBELM>NI, Habitantes neolíticos del layo Rueños Aires. Documentos /tara la anlrofto-
Uxjía física de la Palagonia Austral. en Revista del Museo de IM Plata, tomo X X V I I ,
U Plata. 1923. pp. 85-160.
( 1 ) ERIC VON BOSEN, En Fiiryongen Vürld, Stockholm, 1910.
( 2 ) GA8TON BACKMAN, Anlropologiska undersókninyar, impreso en la obra de Eric
von Rosen, véase nota precedente.
( 3 ) Desgraciadamente este autor cae en tales confusiones taxonómicas, que sus datos
n o pueden darnos mucha luz. Véase por ejemplo, el cráneo n° 7300. dado en su tabla rumo
notablemente cuneiforme, Hoygradig cuneiform deformation, mientras la nítida foto-
grafía figura 225 nos denuncia que nada tiene de cuneiforme. Ni siquiera es tabular, sino
un clásico ejemplo de circunferencial. I-as figuras del libro son pocas, pero bastan para
sostener la crítica a la determinaciones de Backman; así los cráneos 7322, 7305 y 7303
son designados indistintamente frontooccipitales, pero en las respectivas fotografías no-
tamos que no se trata de la misma forma, puesto que los «los últimos son tabulares erec-
tos, deformados por decúbito, y el n° 3722 es evidentemente un oblicuo, deformado por
el sistema de tabletas.
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 237

De otra parte de la Puna, que no nombra, trae Boman dos deformados


circulares (1).

9. Inmediatamente al este de la Puna encontramos, en el valle o quebrada


de Humahuaca, una división territorial que Boman dibujó en forma de co-
razón y que con respecto a nuestras investigaciones resulta ser un sector
ocupado profusamente por deformados. El mayor interés de esta novena
área reside en el hecho que encontramos aquí una gran homogeneidad en
la plástica artificial. Más aún, podemos decir que toda la región ofrece una
sola forma, la tabular oblicua.
La distinguida estudiosa señora Juliana Dillenius (2) describió, en 1913,
70 cráneos de la Quebrada de Humahuaca, procedentes del departamento
de Tilcara, y exactamente 20 piezas de La Isla y 50 de la fortaleza indígena,
o Pucará. Exceptuando dos no deformados y dos dudosos, los 66 cráneos
restantes son deformados con la misma técnica y con idéntico resultado,
es decir H . (nota 3).
Por suerte, no queda duda alguna sobre la naturaleza de la serie estudiada
por la señora Dillenius. Tampoco existe duda sobre los varios cen-
tenares de cráneos, entre los cuales aquella serie fué elegida, y que for-
man la amplísima colección del Museo Etnográfico de Buenos Aires.
Como es sabido, el núcleo principal del material craneológico de esta ins-
titución está constituido por cráneos de la quebrada de Humahuaca.
Yo mismo he tenido largo tiempo y repetidamente bajo mis ojos dichas
piezas y entre ellas he hallado los ejemplos más demostrativos de defor-

( 1 ) E m e BOMAN, Antiquilés, ele. Véase página 2f>0.


( 2 ) JUI.IANE DILLENIUS, ('.raneomelr la comparal ira de los antiguos habitantes de la
Isla y del Pukará de Tilcara, Buenos Aires, 1913.
( 3 ) Lo hemos averiguado nosotros personalmente, mientras la autora, llevada por
una vieja tesis del profesor Debenedetti a postular una diferencia morfológica entre
los habitantes de las dos localidades, cree haber encontrado formas circunferenciales en
el grupo de I^a Isla.
Esto no corresponde a los hechos. El mismo cráneo n° 3876 publicado por la autora
en lámina fotográfica, en varias normas, como «deformado circunferencial o A y m a r á - ,
resulta, después de un prolijo examen, ser un vistoso ejemplar de deformación oblicua
por tabletas. El diámetro transversal poco pronunciado, que indujo en error a la autora,
es debido a una detención secundaria de los temporales, ejercida lateralmente por las
mismas ligaduras o correas tensas entre la tableta frontal y la occipital. En el mismo
trabajo, luego, sin hacer diferencia entre los tabulares por decúbito y los tabulares por
tabletas, para seguir el simplismo de la clasificación de Hrdligka, se afirma que los crá-
neos del Pucará son jlal-heads, y pocas líneas más abajo, en abierta contradicción con
el mismo término flal-heads. se sostiene que se asemejan a los cráneos Calchaquí. clási-
camente erectos.
Véase mi nota: Sobre un ejemplar mimé!ico de deformación craneana, el cráneo 3876 de
IM Isla de Tilcara. que aparece en este mismo tomo..
238 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

mación oblicua, ilustrados tipológicamente en mi memoria de 1925 (1).


Amarillos, Juella, Quebrada de la Huerta, Campo Morado, Yacoraite,
Pukará de Tilcara y La Isla, y todos los rincones más apartados del Valle
de Humahuaca, hasta donde ha llegado la exploración esmerada del doctor
Debenedetti, han sido pródigos en espléndidos ejemplos de deformación
oblicua. Un craniecito de niño de 4 años aproximadamente, exhumado por
el ayudante señor Pozzi de una sepultura de Campo Morado, roto por el
aparejo de compresión que la madre le habia aplicado, me ha dado (2) el
medio de esclarecer la operación deformante por el sistema de las tabletas
libres, en cuanto se refiere a la mecánica fisiológica.

6. Nos falta tratar, por último, la zona de la cultura Diaguita, que se


encuentra comprendida totalmente en el actual territorio argentino, con
su sección septentrional llamada Calchaqui.
La craneología del sector septentrional cuenta con los trabajos de dos pro-
lijos observadores anatómicos, que han estudiado dos buenas colecciones
de 100 cráneos cada una. Pero, desgraciadamente, con respecto a las
deformaciones craneanas, tanto el doctor Thibon (3) como la señora
Dillenius (4), habían extraído sus conocimientos taxonómicos de autores
que no diferencian los dos tipos fundamentales de la plástica tabular, y por
ésto no atribuímos a ellos la culpa de la escasa utilidad de las diagnosis.
Entre los 100 cráneos Calchaqui examinados por Fernando Thibon, se en-
cuentran 61 sin deformación notable, 33 fronto-occipitales, uno frontal,
tres occipitales y dos circulares. Las 100 piezas de la señora Dillenius son
definidas todas como T .
Para nosotros sería de mucho interés saber si se trata de H o de 1 , o
en qué proporción están entre sí los dos tipos tabulares.
El hecho es que la frase «deformación Calchaqui» tan común en los escri-
tos de los autores argentinos, con la que se quisiera indicar un tipo o modelo
de referencia bien conocido y definido per se, no descansa sobre una diag-
nosis muy segura, desde el momento que la mecánica característica de ella
es confundida con otras muy diferentes.
Por suerte tenemos una tercera publicación, que estudia 67 cráneos de

( 1 ) J. IMBELLONI, Deformaciones intencionales del cráneo, ele., ver nota 7.


( 2 ) J. IMBELLONI, Sur un appareil de déformalion du cr&ne des anciens Humahuaca/,
en Compte-rendu de la XXI Session du Congrh Inlernal. des Amiricanistes, Goteborfí,
1924, pp. 607-618.
( 3 ) FERNANDO THIBON, La región masloidea de los cráneos (jilchaquí, en Anales del
Museo Nac. de hisl. nal. de Buenos Aires, t. X V I , Buenos Aires, 1907, pp. 307-346.
( 4 ) JULIANE DILLENIUS, El hueso parietal bajo la influencia de la deformación fronto-
oceipital, contribución al estudio somático de los antiguos Calchaqules, en Publicaciones
de la Sección antropológica. Facultad de filosofía y letras, n" 7, Buenos Aires 1910.
19331 J. IMBELLONI. Los pueblos deformadores de los Andes 239

la zona Diaguita, la cual, como se sabe, comprende el sector Calchaquí.


Es el trabajo de ten Kate (1). Ten Kate reconoce seis variedades de defor-
mados, pero nos ha resultado fácil, gracias a la meticulosa observación de
los fenómenos anatómicos de cada una, que nos dejara este autor, referir
las mencionadas variedades a nuestra terminología.
Una prolija revisión estadística de sus tablas nos ha dado los siguientes
resultados:
Cráneos Diaguita estudiados por ten Kate:
H 1 O
Provincia de Salta (verdadera* Calchaquí) 2 6 3
Provincia de Tucumán 7 48 13
» Catamarca 4 31 6
» 1.a Mioja 34 tabulares sin distinción
» San Juan 12 no deformados.

Las piezas traídas por Boman (2) dan para Salta (Quebrada del Toro
y Puerta del Tastil) sobre cinco cráneos, cinco 1 ; para Catamarca (Valle
de Santa María) sobre cuatro cráneos, cuatro 1 (3).
Nosotros hemos ilustrado (4) dos cráneos H de la Poma y un hermoso
ejemplar 1 de la Paya (5).
Concluyendo: de los antecedentes reunidos se deduce que toda e
área Diaguita ha proporcionado una mayoría muy grande de tabulares.
Sobre 139 deformados Thibon y Dillenius dan 137 tabulares, y dos circun-
ferenciales; ten Kate, Chervin e Imbelloni otros 144 tabulares y 24 circun-
ferenciales.
Discriminando las dos clases de T encontramos otra gran diferencia
numérica entre los erectos y los oblicuos, los cuales evidentemente consti-
tuyen una exigua minoría: 95 1 contra 15 H .
El área Diaguila, por consiguiente, es una zona de deformados erectos
y los cráneos de otra forma son ciertamente alóctonos. Este es el significado
pue debe darse a la frase: «degormación Calchaquí», que se encuentra em-
pleada tan a menudo, no siempre con dominio exacto de su significado:

( 1 ) H. TEN KATE, Anthropologie des aneiens habilants de la región Calchaquí (fíep.


Argentine), en Anales del Museo de La Plata, sección antropológica I, La Plata, 1896.
( 2 ) KRIC ROMÁN, Antiquilís, etc. Véase página 373.
(3) ARTHUR CHERVIN, Anthropologie bolirienne. Ver láminas 34 y 35.
( 4 ) J. IMBELLONI, Deformaciones intencionales, etc., ver página 363, figuras 12 y 18.
( 5 ) Durante este ano (1932) se han integrado a la colección antropológica del
Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires los 200 cráneos de indígenas
del valle Calchaquí que fueron reunidos por el coleccionista Sr. Zavaleta. Aunque su
estudio no se ha realizado aún, puedo anticipar que la enorme preponderada numé-
rica de los erectos queda confirmada.
240 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

Sin embargo es conveniente hacer una aclaración sobre el número de los


circunferenciales. La cifra que les corresponde es, a no dudar, algo baja,
y ello se debe al hecho que las mediciones y toda otra clase de
estudios craneológicos, se acostumbra practicarlos exclusivamente sobre
cráneos, sin tomar en cuenta las momias. Sabemos de varios hallazgos de
momias cuya cabeza es a menudo deformada circularmente; un ejemplo
típico lo hemos estudiado en el Museo Nacional de Historia Natural de Bue-
nos Aires, y procede de una caverna de la Cordillera, en la provincia de
San Juan (1). En el área diaguita tales hallazgos se han hecho siempre en
sus zonas periféricas (las pendientes montañosas, septentrional y occiden-
tal) y representan, según mi opinión, un característico elemento alófilo.

5. Interpretación

Conducido a término este análisis (que por otra parte es provisorio y so-
mero) se nos puede preguntar con que fin nos hemos tomado este penoso
trabajo de crítica documental. Los hechos, al fin y al cabo, no son más
que mudos y pobres testimonios, si no sabemos deducir enseñanzas de
ellos.
Nuestro punto de vista se funda en la esperanza de poder utilizar la de-
formación como elemento documental para establecer las vicisitudes y el
origen de las culturas indígenas y, subordinadamente, también la proce-
dencia racial de los pueblos y tribus.
Es natural que en el estado actual de nuestras investigaciones no podamos
tener la pretensión de llegar a resultados definitivos En primer lugar (he
tenido el cuidado de ponerlo en evidencia en las páginas anteriores) los he-
chos recogidos hasta el momento son incompletos y presentan muchos pun-
tos obscuros. Es necesario además llevar a término investigaciones análogas
a la presente (es decir acumulación de datos y su utilización crítica) para
cada una de las seis zonas restantes de deformadores, en los dos continen-
tes americanos. Por último será menester agotar el estudio de la deformación
en las islas de Oceanía e Insulindia, en Asia y Europa; desmenuzar y soli-
dificar la masa de conocimientos cuyo panorama he ofrecido, esquemati-
zado, en mi mapa de la Enciclopedia Italiana.
Esto no impide que yo intente bosquejar en un cuadro más restringido
la región corográfica comprendida en estas páginas: el semicírculo de los
pueblos andinos.
1. En primer lugar la misma ubicación y desarrollo, respecto al continente,
del sector de los pueblos deformadores de los Andes se presentan vinculados

( 1 ) J. IMBELLONI, Defvrmaciunet inltnciunalrs, etc., ver página 389, figura 28.


Fig. 6. — Area de distribución de los deformados 1

A«AL. MC SEO HIST. NAT. T. XIIVII


'7
242 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

íntimamente al contorno de la costa occidental. Lo mismo en esta región


como, por otra parte, sobre la costa norteamericana del oeste, la deforma-
ción aparece, ya desde la primera mirada, como un elemento adherente al
Océano Pacífico.
2. Entrando ahora a considerar las varias construcciones plásticas:
a) La moda del cráneo erecto, deformado por decúbito, es general a lo
largo de la faja costanera, desde el Ecuador hasta Chile. Pasando la cadena
de los Andes, esta forma se encuentra difundida en todo el habitat de los
Colla, se insinúa a través de la Puna de Jujuy y reaparece dominante en el
teatro de la antigua cultura Diaguita.
b) El segundo modelo, el de la cabeza comprimida oblicuamente con ta-
bletas, adquiere un gran significado político en la cuna del poderío del Inca,
y parece irradiar, alrededor del Cuzco, hasta los rincones más alejados del
Imperio. Sin embargo su poder de infiltración no es acompañado por la fuér-
za del número, y más que difuso lo encontramos diseminado. Hacia el norte
és visible aún hoy día la preponderancia de este modelo entre los pueblos
Amazónicos. La hipótesis de que este modelo fuese tomado, desde tiempo
muy antiguo, tanto por los pueblos Amazónicos como por los hombres
ael Cuzco, de una fuente cultural o racial única, nos parece más acertada
que la otra hipótesis según la cual se trataría, en cambio, de la imitación
jnservadora que algunas civilizaciones más o menos remotas han desperta-
Í o entre tribus semibárbaras contemporáneas a nosotros, como es el caso
¿el Egipto histórico respecto a los nilóticos actuales.
La moda del Cuzco se extiende, hacia el sur, sobre la antigua región de
los Colla y de los Uro, no en forma tan densa y tenaz, pero dejando huellas
indudables. Así también, a través de la Puna y de la Quebrada de Huma-
huaca, llega a diseminar sus últimas muestras en el área Diaguita, donde
sin embargo está en una proporción numérica muy exigua. La circunstancia
esencial es que en la zona Colla-Uro y más aún en la Diaguita, su influencia
es pasajera, como debió ocurrir a una costumbre que fué llevada por la
dominación administrativa y militar. Destruido el Imperio, reaparecen con
eft vigor de antes las costumbres locales, y entre ellas la antigua plástica de
lá cabeza. En el valle de Humahuaca, en cambio, sobrevive a los cambios
políticos la moda de la aristocracia del Cuzco, hasta después de los tiempos
de la Conquista, y triunfa, sin obstáculo, multiplicando innumerables cráneos,
siempre delicadamente modelados, como si fuese este territorio una ciuda-
dela o cabeza de puente establecida para favorecer la penetración hacia el
territorio hoy Argentino (el Tucumán).
Si fuera posible enfocar el caso de los Humahuaca prescindiendo del
fenómeno Kichua, sería digna de atención su analogía con el comporta-
miento de los Amazónicos. Ya fué notada la correlación entre los dos
nombres Omaguas y Omahuacas, que parecen indicar un sólo gentilicio. El
1933] J, IMBELLOM, LOS pueblos deformadores de los Andes 243

Fig. 7. — Are» de dispersión de los deformados H


244 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

área andina — en resumen — se presenta como un amplio territorio de


deformados H, con atenuaciones y perturbaciones en la zona céntrica (his-
tórica) y tendencia conservativa en los dos extremos (Alto Amazonas y
valle de Jujuy).
c) La moda número tres, de la cabeza modelada circularmente, nos pa-
rece, si no nos equivocamos, que representa una cultura desvinculada de
las dos primeras, tanto en sus orígenes remotos, como en su comportamiento
histórico en este territorio. En el sector septentrional, la cadena formada
por la continuidad de los circunferenciales se presenta como un semicírculo,
adosado a la Cordillera, del lado oriental o de la Selva. Esto parecería
indicar el efecto dinámico de una repulsión. No se quiere aquí — entendá-
monos — sostener el confinamiento material de las tribus, puesto que, como
es sabido, un pueblo conquistador, aquí como en toda otra parte, subyuga
y organiza a los hombres que encuentra en el lugar; pero no ocurre lo mismo
con las costumbres, las cuales, consideradas como entidades vitales, parecen,
en verdad, retroceder y arrinconarse al margen de la cultura sobrevenida.
Menos enérgico es el arrinconamiento de la cultura de los circunferenciales
en el sector situado al sud del paso de Vilcanota, donde es evidente la natu-
raleza posterior y efímera de la dominación Kichua, y la historia nos dice
justamente que ésta llegó allí mucho más tarde y perduró poco tiempo.
El valle de Arequipa hasta el final del siglo xvi permaneció habitado por
deformadores circunferenciales de la tribu Collagua, como está registrado
en las Relaciones geográficas de Indias (50).
En el Collao esta forma parece haber coexistido con los tabulares erectos,
de que hemos hablado. Por lo menos ésto es corriente en la cuenca del
Titicaca, pero hacia el sur la moda circular se vigoriza y predomina. Se la
encuentra sobre las tierras pantanosas de la zona lacustre Poopó-Oyuni-
Coipasa y, por todas partes, en las márgenes de los emisarios y toda masa
de agua. Aún más al sur, reaparece sobre el altiplano de Atacama, y
mientras al Oriente envía débiles avanzadas sobre la ladera de la Puna, a
Occidente irradia uno o más cordones continuos, hasta llegar a las costas
del Océano Pacífico, en las alrededores de Antofagasta.
d) Es muy importante el hecho que el área de los deformados circu-
lares de Atacama conserve aún hoy un hilo conductor hasta el mar. Tam-
bién la gran masa de los circulares bolivianos presenta todavía bien claro,
un doble cordón que llega a bañarse en el mar, en las playas del Pacífico,
cerca de Arica y Pisagua. Queda por preguntar si los dos recintos homo-
típicos de Bolivia y Atacama representan un mismo grupo, o si en cambio
son dos afloramientos homólogos, irradiados, en épocas y condiciones dis-

( 5 0 ) JOAN DE ULLOA MOGOLLON, /?elación de la provincia de Colladías, en Mociones


geográficas de Indias, vol. II, p. 40, fechada en 1586.
Fig. 8. — Area de distribución de los d e f o r m a d o s O
246 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

tintas, de un mismo foco originario. La misma pregunta poco más o menos,


nos sugiere el dualismo existente entre los circulares de la Montaña y aque-
llos del Altiplano, de preferencia erectos los primeros y oblicuos los segundos.
Ya vimos que fueron respectivamente llamados raza Huanca y raza Ay-

Fig. 9. — Dibujo esquemático que indica las direcciones


de los más importantes desplazamientos de los defor-
madores O y las de su penetración en el continente.

mará; pero el hecho es que una distinción neta no es sostenible, si se piensa


que no existe un cambio repentino, y más bien las relaciones recíprocas
parecen ser representadas por índices numéricos dispuestos en progresión.
e) Desde un punto de vista más general es sugerente que aún los erectos
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 247

del Altiplano tengan contactos con el mar. En cuanto a la disposición gene-


ral de los erectos, se ve a las claras que ha quedado ampliamente vincu-
lada al contorno marítimo.
f \ p o r ] 0 q U e concierne a los oblicuos vimos que el centro de difusión
Kichua de los flal-heads ha entrado en acción en una época relativamente

Fig. 10. — Penetración y difusión de los deformadores 1

tardía con respecto a los restantes modelos, y parece proceder del norte.
En efecto el sector de difusión histórico (el Cuzco) está vinculado, sin dis-
continuidad alguna, a la zona en donde ha sobrevivido esa misma deforma-
ción, hasta los tiempos actuales. Dicha zona sigue la corriente de los ríos
Ucayali, Uallagas y Marañón, para soldarse allí con otra faja dispuesta en
248 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

ángulo recto con la primera. La constituye la serie de flat-heads del Ama-


zonas, principalísimos entre ellos los Omagua.
Se podría desprender de estos hechos que la deformación oblicua y la
cultura por ella representada se internaron por el curso de los grandes
ríos por dos direcciones perpendiculares una a otra.

Fig. 11. — Penetración y difusión de los deformadores / /

En el ángulo de dicha escuadra encontramos núcleos de deformadores


oblicuos (jue no han perdido el contacto con el océano. Esto es cierto ya
desde la época de Cieza de León y (Jan-i laso: son las muchas poblaciones
que se reúnen bajo el nombre general de raza Caraque.
Tenemos así que la figura de las tres áreas de difusión correspondientes
1933| ¡ . IMBEI.LO.NI, Los pueblos deformadores de los Andes 249

a cada uno de los tipos primarios puede representarse por un esquema aná-
logo: una especie de abanico abierto más o menos ampliamente hacia el
interior del continente, a través de la cadena de la Costa, y cuyo mango
se proyecta entre esas montañas y la playa del mar. Naturalmente, sobre
el terreno, los mencionados abanicos se superponen uno al otro en distinta
medida. El sector de promiscuidad más intensa es justamente aquél que
hemos llamado sector mixto por excelencia.

6. Observaciones sobre el método

Ya dijimos que en nuestro estudio deben dividirse tres momentos sucesi-


vos, además, como bien se comprende, del preliminar y propedéutico, en el
cual hemos encarado los problemas técnicos (tipología de los deformados,
representación gráfica, anotaciones de los datos de medición, mecánica fisio-
lógica, instrumentos y clasificación).
Es natural que a cada grado correspondan categorías especiales de resul-
tados. Así, el estudio de una región como la Andina no pretende recoger
los mismos frutos que pueden obtenerse de la comparación entre los varios
centros de los dos continentes americanos entre sí, y éstos serán a su vez
superados por la visión global de los núcleos de deformadores del mundo
entero. En esta tercera etapa no será cuestión de pueblos y tribus, ni de gen-
tilicios, sino de culturas, en el sentido más amplio; es decir de conceptos
de migración, de economía y psicológicos conexos con la idea de las cultu-
ras fundamentales, como también de la asociación más o menos débil que
puede llegarse a establecer entre tales entidades y las grandes unidades
raciales.
El propósito, en el estado actual y dadas las tendencias en boga, puede
parecer demasiado ambicioso y suscitará ciertamente muchas críticas. Po-
demos desde ya preveer dos de las principales objeciones.
En primer lugar se nos dirá que no es nueva la tentativa, pues los inves-
tigadores más antiguos de la deformación, Davis, Squier, Gosse, etc., comen-
zaron justamente por allí, y después de memorables discusiones y desilu-
siones abandonaron el terreno, y ninguno se atrevió a presentar nuevamente
la idea del valor diagnóstico de la deformación.
La segunda objeción es que cuando queramos nosotros pasar del cuadro
étnico-histórico a la búsqueda de las variedades humanas, o razas en el sen-
tido propio, nos veremos obligados a andar a tientas.
Contestaré con pocas frases y a ambos argumentos, puesto que en el fondo
se trata de la misma cosa.
Hemos leído a los autores antiguos y meditado la lección que nos ofrece
su experiencia.
250 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

En substancia, ellos no tuvieron una percepción clara del valor cultural


de la deformación, y alguno habló directamente de razas.
Creyeron además poder encontrar en cada área una sola forma plástica,
así como algunos craneólogos del tiempo de Broca veían alrededor de Ho-
landa, Alemania y Suiza otros tantos cercos levantados para encerrar a
hombres dolicocéfalos, mesocéfalos y braquicéfalos.
Cuando Gosse, Davis y el mismo Virchow más tarde, supieron que en
una misma Chullpa, en un montón de cráneos circunferenciales, se encon-
traban mezclados ejemplares tabulares, se desalentaron y perdieron total-
mente la fe. Hoy, por virtud de la terminología y del método de ciencias
que han crecido con desarrollo imponente y promisor, primera entre todas
la Etnología, nos hemos acostumbrado a la superposición de los ciclos, la
que llega a veces a formar agregaciones complicadísimas. No nos sorpren-
derá más el hecho de encontrar zonas mixtas. Al contrario, del valor pro-
porcional, por ejemplo, de los oblicuos que afloran sobre el territorio Dia-
guita, en medio a una mayor cantidad de erectos, deducimos que éstq es
conforme a las condiciones históricas y responde a la existencia de una aris-
tocracia militar-administrativa impuesta por el imperio a la masa de la po-
blación local.
En resumen, nuestra búsqueda difiere de aquella de los autores citados,
tanto por los caracteres del método (el análisis) como por la interpretación
(reducción de complejos, paralelismo con la investigación étnica e histó-
rica, perspectiva cronológica). No repetiremos la observación que también
desde el punto de vista puramente técnico nos hemos colocado en condicio-
nes ventajosas, puesto que nuestro estudio propedéutico nos evita los erro-
res de diagnosis y los perjuicios de una clasificación fluctuante y confusa.
En cuanto a las miras, no negaremos que ellas son análogas, especialmente
las miras finales. Pero no debemos callar que en la identificación de las varie-
dades humanas (que un día más o menos lejano habrá que afrontaí) nos
disponemos a usar una gran dosis de prudencia y discernimiento. Por ahora
— quiero que se reconozca — no nos hemos precipitado hacia ese fin
con impaciencia e ingenuidad de procedimientos; al contrario hemos man-
tenido nuestra mirada fija en las atracciones y repulsiones que juntan y
separan el concepto de raza y el de cultura.
Pero consideramos asimismo condenable una actitud de rechazo a
priori, sin medida ni fundamento crítico. Obsérvese por ejemplo el razona-
miento de nuestro ilustre amigo el excelente anatómico profesor Sergio
Sergi (1). Él quiere demostrar que es errónea la idea de que la deformación
circular, que reconoce como propia de los melanesios, «fuese practicada por

( 1 ) SERGIO SERGI, Sulla deformaiione r contervazione del craniu nelle isolé delle Nuoee
F.bridi, en fíirisla di Antropología, vol. X V . liorna 1912, pp. 231-251.
1933) J IMBELLONI, IMS pueblos deformadores de loe Andes 251

un grupo étnico único con caracteres propios», y aduce el hecho que los
negros llevados a las Antillas deforman en cambio con tabletas, habiendo,
como es sabido, tomado esta costumbre de los Caribes. Ahora aquí es cla-
rísimo que el razonamiento juega alrededor de la raza negra en el sentido
antropofísico, puesto que a aquélla pertenecen tanto los melanesios como
los negros importados a las Antillas. Tomado en cambio en su justo sentido,
la frase «grupo étnico con caracteres propios» es perfectamente sostenible,
ya que los caracteres de un «etnos» son justamente los etnológicos. Vemos
resurgir la vieja dificultad de los vínculos entre raza y cultura.
Queda por ver en qué medida las culturas están vinculadas a las razas.
Ahora bien, no se debe rechazar el hecho que ciertas culturas se mues-
tran, más de lo que uno imagina, conexas a entidades raciales más o menos
definidas. De seguro ésto ocurre con preferencia en las viejas culturas, más
que en las modernas o históricas, de cuyos patrimonios es evidente el pro-
gresivo poder de dominación, más allá de los confines de la nación y de la
raza. En el Pacífico, por ejemplo, vemos la cultura melanesia siempre en
propiedad de tribus negroides, mientras más tarde la cultura polinesia mues-
tra haber producido acnlturaciones extrarraciales.
¿Deberemos nosotros, con excéptico amor a la obscuridad, dejar de apro-
vechar un dato tan útil como es la deformación circunferencial de los
melanesios, fenómeno integrante de su patrimonio cultural, solamente
porque otros negros, arrancados de la ribera atlántica del Africa, fueron,
durante la colonización de América, objeto de tráfico entre los negreros y
los colonos de la Martinica?

7. Sugestiones y resultados próximos

Mas no salgamos de los límites rigurosos de esta reseña, circunscripta


a la región de los Andes. Sus enseñanzas próximas no pueden despertar
un interés verdaderamente hondo, sino dentro de la esfera de los investi-
gadores locales.
El arqueólogo, el etnógrafo, y el lingüista están desde algún liemixi tri-
llando este mismo campo de trabajo con mayor o menor suerte.
El lingüista se encuentra con una distribución de las lenguas que induce
a engaños sobre las condiciones antiguas; así el enorme predominio territo-
rial del Kichua es sólo aparentemente efecto de la unidad imperial del Cuzco,
y sabemos en cambio que en varios lugares ha substituido a las lenguas indí-
genas, no bien conocidas por los españoles, porque los misioneros la adop-
taron como «lengua general» y la difundieron para sus fines prácticos de
simplificación idiomática. Más incierta aún es el área del Aymará. Apenas
hoy se estén reuniendo los restos dispersos de aquella unidad lingüística
que fué la familia Uru-Puquina, por obra de Rivet y Crequi-Monfort.
252 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII

Los arqueólogos se han acostumbrado desde ya largo tiempo a trabajar


en un rincón angosto y sin perspectiva. El acopio de datos procedentes de
una zona reducida parece ser el método preferido por ellos. Pero cuando
creen poder definir o valorizar su minuciosa cosecha, confunden las peque-
ñas diferencias de forma, la anomalías de detalle entre una y otra aldea o
pueblo, con los grandes problemas de la historia de la civilización humana.
En cuanto a la tarea de reconstruir la vida de los pueblos, se encuen-
tran, por cierto, en mejores condiciones las t ribus vivientes de cultura rela-
tivamente baja, porque han contado con exploradores y viajeros que co-
nocían el método etnográfico. Los pueblos, en cambio, de mayor impor-
tancia y que nos legaron una tradición y una protohistoria, han tenido
descriptores que se han apartado constantemente de toda visión etnográfica.
Literatos las más veces, a veces también arqueólogos distinguidos, su criterio
de observación no ha cesado de orientarse en una dirección predominante:
los estilos de ornamentación artística con que el indígena enriqueciera sus
manufacturas, y de manera especial sus ollas, urnas, pucos y toda clase de
alfarería o de tejido. Con tales medios se acostumbra distinguir los pueblos
entre sí y separarlos en el espacio como en el tiempo, y parece la cosa más
natural del mundo adoptar el término «cultura» al designar las expresiones
diferenciales de dichos estilos. Es en verdad una reducción extraordinaria
del significado de la palabra «cultura».
Despertando hacia finalidades nuevas la observación de un carácter
social y estético como es la deformación de la cabeza, yo espero haber pro-
vocado nuevas tendencias a entrelazar las correlaciones culturales de esta
parte de América. Se restablece la ya perdida armonía del trabajo del antro-
pólogo con el del etnógrafo y del lingüista. El método es acumulativo
o, mejor dicho, fundado en ia división del trabajo. La observación técnica
del antropofísico se emplea no propiamente en el sentido anatómico racial,
sino en el etnológico. Aquilatada, luego, por una crítica interpretativa sutil,
se ensambla, por último, a los resultados de las ciencias hermanas, en per-
secución de una expresión sintética.
¿Quién por ejemplo, no advierte la correspondencia del destino histórico
de la Puna de Jujuy con la disposición física de su territorio, al consi-
derar la imagen que hemos esbozado, con la ayuda únicamente de la de-
formación ?
Comparable a una plataforma de tránsito, olla actúa como una especie
de canal, sobre cuya margen derecha (Este del mapa)) gravitan los obl -
cuos de Humahuaca y sobre la izquierda los circunferenciales de Atacama,
mientras en lo hondo de la parte media, de norte a sur, corre el flujo, menos
superficial, de los erectos.
Desde varias décadas al presente se enardecen las discusiones sobre la
mayor o menor dependencia de la civilización Diaguita de la Incaica, lo
19331 J. IMBELLONI, Los pueblos deformadores de los Andes 253

que, todo sumado, se reduce a juzgar sobre la recíproca procedencia cro-


nológica. Y he ahí para nosotros la posibilidad de establecer la existencia
de un estrato cultural, reconocible por la moda de la plástica erecta, común
tanto a la zona Collao-Boliviana como a la zona Diaguita, dispuestas a
modo de dos vasos comunicantes. Ahora bien, el elemento que parece per-
tenecer a la civilización del Cuzco, está en ambas como una superestructura.
Pero ésto no basta: el estrato del cual hablamos se presenta homólogo
a aquél de un sector de deformadores tabulares erectos, que se encuen-
tra en otra parte del territorio de América, bastante alejado. Nos referi-
mos al trapecio comprendido entre el curso de los ríos Gila, Colorado y
Río Grande del Norte: son los Pueblos. Ahora bien, junto a la correlación
de la plástica artificial, los Pueblos de Norte América revelan una agrega-
ción de elementos que corresponde perfectamente al patrimonio del citado
estrato andino, como es visible especialmente en el área diaguita, puesto
que en Bolivia se superpusieron influencias alóctonas que impidieron su
conservación.
¿Nuestra contribución no viene acaso a reforzar aquello que Ambrosetti
había ya entrevisto en varios escritos y ten Kate en su célebre Paralelo
entre los Pueblos y los Calchaqul? (1).
Para no abandonar el área de los Diaguita diremos que el significado de
los circunferenciales que en ella aparecen, aquí y allá, en su mayoría dentro
de las cavernas de los montes y en calidad de cadáveres momificados, es
atribuido por nosotros no ya a los aristocráticos legali dominici del Imperio,
sino a una irradiación de los hombres de Atacama, a lo largo de las faldas
cordilleranas. I » confirma la disposición marginal que estos hallazgos con-
servan con respecto al área Diaguita en su conjunto. Si se tratara de fun-
cionarios del Inca hubiéramos tenido que encontrarlos, en cambio, en los
grandes centros de población.
¡Cuántas sugestiones de tan pocos indicios! Pero nuestra esperanza es,
que aún mayor eficacia surta nuestra exhortación a considerar con propie-
dad el concepto de las culturas, o patrimonios de bienes espirituales y ma-
teriales organizados. Para abarcar en su plenitud el concepto de esas entida-
des es necesario pasar del minucioso análisis de un punto a la contempla-
ción de amplios panoramas. La tendencia de los investigadores locales tiene
necesidad de tales estímulos. Es verdad que la zona andina ha sido quizás
escudriñada y descripta hasta en su más recóndito rincón; pero ¿quién
puede negar que ella ha quedado envuelta en el misterio por lo que con-
cierne a su historia cultural y a la identificación y valuación de las fuerzas
que en ella se han desarrollado y que sucesivamente la penetraron?

( 1 ) H . TEN KATE, Parallels between the Shiwian or Zuñían culture and that of the Cal-
chaquis?, en Interna!. Archiv f. Ethnographie, tomo VI, Leyden, 1894, pp. 142-143.
J. IMHKI.I JIM. I.os fiuphlos deformadores de los
J. IMBELLONI, bis pueblos deformadores de los Andes LÁMINA IV

'I-.. IIUl. \.,l. l!;.:..s I t . W W I I , IMII-, I 9 33)


TIPOS ESENCUI.ES CAHACTER DISTINTIVO VARIEDADES T (IRADOS
DISPOSITIVOS TÉCNICOS
DE LA PLASTICA INTENCIONAL DEL PROCESO DEFOKMTNTE DE INTENSIDAD

Deformados Compresión occi pilo-frontal a) formas curvo-occipitales.


TABULARES OBLICUOS b formas curvo-frontales,
mediante tabletas libres C grados intermedios.
BracliYcepliali artificiales Obliqui J) grados extremos (Flat-heads de la
literatura).
\ ariedad Bilobados. 1 Ligaduras sagitales y coronales aptas
Variedad Trilobados. f para imprimir surcos.

XI S E & I E
Deformados Compresión posterior а) formas plano-frontales. \
б) formas plario-lámbdicas.
TABULARES ERECTOS por plano de decúbito c) grados intermedios. J Compresión anterior por tableta.
'BrachvcephaU artificiales Erecti,
d) grados extremos (Cuneiformes de la
literatura).
1 Con detención del techo y a veces de
Variedad Paralelepípedos. ^ las sienes.
i La cabeza se mautiene adherida a la
• cuna mediante vendas o correas
Variedad Seudocirculares. \ elásticas.
1 Ligaduras sagitales o coronales aptas
Variedad Bilobados y Trilobados. \ para imprimir surcos.

XXX S E R I E
Deformados Compresión simétrica anular, Variedad Oblicuos.
Variedad Erectos.
CIRCUNFERENCIALES
por vendas o correas elásticas Formas cilindricas.
Orbiculares artificiales, Formas cónicas. | Intensidad de la plástica.

Ejemplares miméticos
19331 J . IMBELLOM. ÍAts pueblos deformadores de los Andes 213

SIMBOLOS CONVENCIONALES

EMPLEADOS EN EL TEXTO Y LAS FIGURAS DE ESTA MEMORIA

a) Tipográficos:

Significa: deformaciones tabulares en general,

II deformación tabular oblicua,

deformación tabular erecta,


1

deformaciones circunferenciales, en general,

deformación circunferencial oblicua,


Q
Q deformación circunferencial erecta.

Grisados:

Area de deformados tabulares oblicuos;

Area de deformados tabulares erectos.

Potrebbero piacerti anche